Fernando Villadangos: Sexualidad masculina: Hombres o titanes?

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Fernando Villadangos: Sexualidad masculina: ¿ Hombres o titanes?

serie de mitos tremendamente destructivos que bloquean, una y otra vez, la posibilidad de disfrute y bienestar
sexual para muchos hombres, fundamentalmente en el contexto de una relación de pareja. Así, hombres y
mujeres seguimos, tantas veces, en la incomunicación y el conflicto sexual.

Este libro pretende ser un puente entre los hombres. Está basado en cincuenta entrevistas personales realiza-
das con el objeto de recoger información valiosa acerca de la vivencia de la sexualidad masculina y se ha es-
crito con intención de compartir este conocimiento y ayudar a otros hombres a la mejor comprensión de sus
sexualidades, así como facilitar a las mujeres la comprensión del comportamiento sexual masculino.

La idea que me ha guiado ha sido la de partir de la realidad o, mejor dicho, de las múltiples realidades de los
varones en cuanto a la vivencia de la sexualidad y del propio cuerpo. Investigar y comunicar cómo hemos ido
aprendiendo y conformando nuestra erótica y sexualidad adulta para facilitar la comprensión, el diálogo e iden-
tificar las sugerencias y las claves de cambio que nos ayuden a unas relaciones sexuales más satisfactorias
para todos y para todas.

Fernando Villadangos, psicólogo clínico y sexólogo, desarrolla su labor profesional como especialista
en sexología desde 1989. Preside actualmente la Sociedad de Sexología AL-GARAIA y es autor de di-
versos artículos científicos sobre masculinidad y género. Co-fundador y promotor de los primeros
Grupos de Hombres en el Estado Español.

Edita: AL-GARAIA Sociedad de Sexología C/ Pedro Antonio de Alarcón, 13 1º Izquierda. 18005 – Grana-
da Teléfono 958/523491 e-mail: info@algaraia.org Visita nuestro foro de sexología en www.algaraia.org

196 Págs. – ISBN: 84-607-7494-5

Fernando Villadangos, psicólogo clínico y sexólogo, presidente de la Sociedad de Sexología AL-
GARAIA y coordinador desde 1990 de Grupos de Hombres en diferentes puntos del Estado Español...
¿Por qué este libro?
Este libro pretende ser, como digo en los capítulos introductorios, un puente entre los hombres y también en-
tre hombres y mujeres en el sentido de mostrar cómo es la sexualidad masculina, reflejada en las vivencias y
comunicaciones de muchos hombres que se han atrevido a hablar con sinceridad acerca de esto.

Todavía existe mucho desconocimiento sobre la sexualidad, el tabú social persiste en nuestras vidas y en
nuestras actitudes y todavía, repito, existe mucho aislamiento e incomunicación entre hombres y mujeres
acerca de estas cuestiones. Este libro pretende ser un soplo de aire fresco y contribuir a normalizar la vivencia
sexual de tantas personas que pueden verse reflejadas en estas páginas y comprender un poco mejor las co-
sas que les suceden en sus propias vidas en el área sexual.

¿Este libro tiene una historia o, dicho de otra manera, cómo fue el proceso de creación del mismo, có-
mo se te ocurrió investigar en este campo?
Mi trabajo profesional cotidiano como psicólogo clínico especialista en problemas sexuales y de pareja me po-
ne en contacto a diario con la sexualidad y con muchas personas que sufren en la vivencia de sus relaciones
sexuales, que no comprenden lo que les sucede ni cómo solucionar los problemas que se les presentan. Yo
diría que esta ha sido la fuente primordial de información pues escucho a muchas personas hablar en profun-
didad de sus vivencias íntimas y, de alguna manera, intento compartir este conocimiento con los lectores y
lectoras del texto.

También, el núcleo del libro parte de una investigación que comencé en 1996 acerca de la masturbación mas-
culina, guiado por la hipótesis de profundizar en el conocimiento del autoerotismo de los hombres para com-
prender mejor cómo, después, proyectamos nuestra sexualidad en las relaciones de pareja. De hecho, algu-
nos capítulos recogen bastante información acerca de la vivencia de la masturbación masculina y creo que
hay que mencionarlo para explicar la importancia concedida al autoerotismo en el conjunto del libro.

De esta manera diseñé, en su momento, una investigación que partía de una entrevista estructurada a cin-
cuenta hombres de diferente edad y extracto social donde preguntaba acerca de la vivencia de su sexualidad
desde sus primeros recuerdos hasta el momento presente de sus vidas. No me cansaré de agradecer la sin-
ceridad y valentía de los hombres que aceptaron participar en esta investigación, muchos de los cuales, estoy
seguro, se mostrarán satisfechos por el resultado final de este libro y por la posibilidad que el mismo ofrece de
compartir la información privada y personal ayudando a otros hombres y mujeres a entender mejor su propia
sexualidad.

Me ha llamado la atención la estructura del libro en capítulos a modo de etapas biográficas o fases de
la vida de muchos hombres. ¿Se puede hablar de una biografía sexual social o cultural por la que pa-
san todos los hombres?
Hoy en día ya pocos cuestionan que ser hombre y ser mujer es algo que se construye, que se aprende de una
forma peculiar en la cultura en que se nace y se crece. No nacemos hombres ni nacemos mujeres sino que
vamos aprendiendo lo que la cultura espera de un hombre y de una mujer y, precisamente porque vivimos y
sufrimos en una sociedad y cultura sexista resulta que hombres y mujeres nos vamos educando y aprendien-
do roles o papeles sexuales diferenciados y, algo que resulta dramático, confrontados en muchos casos.

Por tanto, sí diría que la mayoría de los hombres en nuestra cultura pueden verse identificados, en muchos
aspectos, en las páginas de este libro y que, salvando diferencias generacionales evidentes, existe una bio-
grafía compartida que se va desarrollando en los capítulos que abarcan diferentes etapas vitales de los hom-
bres.

Y, por supuesto, lo que se construye se puede deconstruir, es decir, se puede reaprender a ser hombre, a ser
un hombre sexual más completo y sin tanta contradicción, limitaciones e incomunicación.

Fernando Villadangos
Indice
Prólogo

Introducción.

Acerca del libro.

Un primer obstáculo: la incomunicación entre los hombres.

Espacio público y espacio privado. Una dicotomía que converge.

Capítulo 1

¿QUÉ ES SEXUALIDAD Y CUÁLES SON LOS MODELOS DE SEXUALIDAD MASCULINA?

Parte primera: Una sociedad sexofóbica. Del modelo reproductor estricto al modelo permisivo-orgásmico.

Parte segunda: ¿Qué es eso de la masturbación? Cuestionar los conceptos para comprender las realidades.

Capítulo 2

LA INFANCIA

Parte primera: Una etapa feliz. Los primeros recuerdos.

Parte segunda: La Socialización del niño y la Prohibición del cuerpo.

Capítulo 3.

PUBERTAD Y DESEO SEXUAL.

Parte primera: El tabú de la masturbación.

Parte segunda: Lo que los adolescentes quieren saber.

Parte tercera: De la prohibición a la permisividad.
Parte cuarta: Las dificultades sexuales de los jóvenes varones.

Capítulo 4.

EL HOMBRE ADULTO. ¿CÓMO LO LLEVAMOS LOS VARONES?

Parte primera: El tránsito a la madurez.

Parte segunda: La vivencia de la masturbación cuando hay una relación de pareja.

Parte tercera: Otras formas de vivir la masturbación en pareja.

Parte cuarta: Cómo nos masturbamos los hombres.

Capítulo 5.

LA VEJEZ. EL SEXO NO SE JUBILA.

Parte primera: Cuando los hombres envejecemos.

Parte segunda: ¿Existe una menopausia masculina?

Capitulo 6.

LAS VEINTE PREGUNTAS Y RESPUESTAS CLAVE ACERCA DE LA MASTURBACIÓN.

Capítulo 7.

CONCLUSIONES Y SUGERENCIAS DE CULTIVO.

Parte primera: Una tremenda ignorancia: Psicofisiología del placer sexual en los varones.

Parte segunda: Mi cuerpo, mi espacio de seguridad y bienestar.

Capítulo 8.

LOS HOMBRES NOS SINCERAMOS.

TRANSCRIPCIONES DE ENTREVISTAS INDIVIDUALES A VARONES ACERCA DE LA MASTURBACIÓN

Fernando Villadangos
SEXUALIDAD MASCULINA:¿HOMBRES O TITANES?
(Capítulo del libro)

La sexualidad masculina se encuentra atravesada de forma importante por una serie de mitos tremendamente
destructivos que bloquean, una y otra vez, la posibilidad de disfrute y bienestar sexual para muchos hombres,
fundamentalmente en el contexto de una relación de pareja.

Muchos de estos mitos se relacionan de una forma clara y directa con la incomprensión de los mecanismos
básicos de la anatomía y de la fisiología de la respuesta sexual y genital de los varones. La capacidad de go-
zar de muchos hombres se ve bloqueada en relación directa a la existencia de creencias erróneas de este ti-
po, algunas de las cuales se encuentran muy extendidas en la cultura popular como, por ejemplo, la creencia
de que la sexualidad masculina tiene que pasar necesariamente por una erección o que un hombre tiene que
terminar una relación sexual placentera siempre con una eyaculación. En caso contrario se supone que no
puede disfrutar de su sexualidad. Con estos y otros mitos sexuales queda enredada y enrarecida la vivencia
sexual masculina. Como si la sexualidad de los hombres obedeciera a un mecanismo automático donde sólo
hiciera falta "apretar un botón", es decir, mostrar un estímulo sexual, y sucediera necesariamente una res-
puesta ya preestablecida.
"Es como si cuando una mujer te enseña una teta ¡Plon! tuviera que tener una erección automática. Y si no reacciono de esa mane-
ra me pregunta: "¿Qué te sucede?¿No serás de la otra acera?". Estoy harto de todo esto, la verdad." (Pedro, 38 años, funcionario).

Desde el mito del "tamaño del pene" hasta el de la "erección instantánea" a la manera del café soluble que se
vende en sobrecitos, hoy por hoy, son muchos los hombres que sufren una presión cultural que les empuja a
responder sexualmente a la manera que se supone que deberían de hacerlo. Aún contraviniendo las reglas
básicas de la propia fisiología masculina. Y lo que es más grave, en muchísimas ocasiones somos los propios
hombres, solos, los que nos empujamos a nosotros mismos a cumplir con unas expectativas preestablecidas y
que incluso, en muchos casos, las propias parejas no comparten.

David es un joven varón de 26 años. Acude a la consulta debido, según sus propias palabras, a que tiene
"impotencia". En estos momentos no mantiene una relación de pareja estable ni nunca la ha tenido. Los fines
de semana le gusta ir a lugares de copas y a discotecas donde "liga" de vez en cuando. Estos ligues suelen
terminar en relaciones sexuales, con o sin coito, en su coche, pues no dispone de un lugar de mayor intimidad
donde poder disfrutar de un encuentro sexual. Desde hace cuatro meses viene observando que pierde la
erección durante las caricias en el coche y no puede recuperarla. Actualmente rechaza situaciones de ligue
por este miedo que tiene a "no funcionar" y sentirse frustrado por ello. Prefiere evitarlo que probar otra vez.
Ahora utiliza una táctica para decidir si inicia o no inicia una conversación con una mujer desconocida y atrac-
tiva para él (en la discoteca) : " Si veo una mujer que me atrae, entonces compruebo si se produce una erec-
ción instantánea. Eso es señal de que luego puede ir bien. Si no tengo una erección cuando la veo, pues sen-
cillamente paso de todo y espero,
otra ocasión mejor".

David es una víctima de la falta de información sexual básica en torno al funcionamiento de la anatomía y fi-
siología genital y sexual de los hombres. Este vacío de información sexual lo ha ido cubriendo a lo largo de su
adolescencia y juventud con confidencias de otros amigos acerca de "como funcionamos los hombres en el
sexo" y de lecturas pseudocientíficas cuando no claramente de tipo pornográfico. Por tanto, se encuentra tre-
mendamente confundido y asustado. No puede entender por qué le está sucediendo lo que le está sucedien-
do y cómo enfrentarlo de la mejor manera posible. Un repaso detenido del relato de las dificultades sexuales
que nos ha comunicado va a arrojar mucha luz en torno de las claves equivocadas que le han llevado a David
a esta situación y van a ofrecer pistas claras acerca de cómo puede solucionarlas

* En primer lugar, David entiende que una relación sexual debe pasar necesariamente por una erección del
pene del hombre. Si el hombre no tiene una erección no puede gozar de un encuentro erótico: "¿Cómo puedo
disfrutar si no se da una erección?". Esta creencia va a funcionar como una presión y un miedo añadido si
comprueba que no se produce la erección deseada y esperada en el marco de esa relación sexual que está
manteniendo. O bien si, una vez iniciada la relación sexual de pareja, la erección tiende a desaparecer. En vez
de entenderlo como un mecanismo natural, aparece el miedo y la ansiedad, bloqueando la re-aparición de una
nueva erección. Para muchos hombres, descubrir que el placer sexual no termina aunque disminuya o des-
aparezca la erección ha significado asomarse a todo un mundo de posibilidades eróticas hasta entonces in-
sospechadas, así como un enriquecimiento de sus respectivas sexualidades. Por añadidura, ha significado el
reconocer las claves para facilitar las condiciones y la manera en la que poder recuperar la erección: dejando
que el cuerpo y la naturaleza hagan su trabajo, sin interferencias a la capacidad de gozar corporalmente, cau-
sa final de la aparición de una erección, síntoma genital de esta excitación corporal global donde la genitalidad
se encuentra incluida.

Para muchos hombres, descubrir que el placer sexual no termina aunque disminuya o desaparezca la erec-
ción ha significado asomarse a todo un mundo de posibilidades eróticas hasta entonces insospechadas.

   •   Por otro lado, David comparte la creencia según la cual una erección se produce de forma instantánea.
       De hecho, toma esto como una referencia por la que guiarse y que marca la diferencia entre atreverse
       o no atreverse a iniciar un diálogo con una mujer que considera atractiva. Cabe suponer, dada la pro-
       blemática sexual que nos ha planteado, que estas erecciones instantáneas (que por lo visto podían pro-
       ducirse en su experiencia del pasado),cada vez se vayan dando con menor o con ninguna frecuencia a
       causa de la ansiedad que pesa, cada vez más fuertemente, sobre la expectativa de una relación sexual
       frustrante para David.

Asimismo, hasta que revise el concepto mítico de las erecciones instantáneas estará prisionero de un círculo
vicioso por el que le resultará muy difícil disfrutar de unas relaciones sexuales placenteras. Lo realmente pre-
ocupante de lo que nos está planteando David aquí con su caso, al igual que para otros muchos hombres que
atraviesan por situaciones similares, no es la existencia de una problemática generada por una sola creencia
errónea sino que, por el contrario, las dificultades para disfrutar sexualmente se encuentran directamente rela-
cionadas con la coexistencia de un paquete de creencias míticas que se refuerzan entre sí y que exigen una
revisión global de la manera en que se está conceptualizando toda la sexualidad y la manera que se tiene de
vivenciarla.

Revisando este concepto mítico de sexualidad así como las expectativas con respecto a un encuentro erótico,
nos encontramos con las siguientes creencias erróneas que se entrelazan y refuerzan mutuamente:

1. En una relación sexual debe darse siempre una erección.
2. Esta erección debe ser instantánea desde un principio.
3. Esta erección debe mantenerse permanentemente durante toda la relación sexual.
4. Esta erección debe terminar siempre en una eyaculación, señal de que el hombre ha gozado.
5. Todo esto debe producirse independientemente de donde tenga lugar el encuentro sexual y de los factores
externos que puedan interferir o resultar molestos.

Este último aspecto derivado de las circunstancias que David nos comunicó en el proceso terapeútico: las re-
laciones sexuales tenían lugar en un coche, con la consiguiente incomodidad o preocupación de ser molesta-
dos o interrumpidos por encontrarse en lugares públicos. Por otro lado, estos cinco "debes" pesan tanto que
pueden destruir cualquier posibilidad de disfrute sexual.

No deja de sorprenderme la frecuencia con que muchos hombres que acuden a consulta parecen no valorar
en absoluto las condiciones externas donde tiene lugar ese encuentro sexual. Factores como la comodidad, la
tranquilidad y la intimidad no son valorados y, a menudo, determinan que una relación sexual llegue a ser una
experiencia placentera y gratificante o, por el contrario, se convierta en una situación molesta y frustrante.

Como si detrás de la conceptualización de la sexualidad, muchos hombres compartieran un nuevo mito sexual
por el que hay que funcionar sexualmente independientemente de los factores inhibidores externos.

Este planteamiento erróneo tiene mucho que ver con otro mensaje cultural que los hombres padecemos con
respecto a nuestras sexualidades y que se puede resumir perfectamente en la frase que sigue: "Los hombres
tenemos que estar siempre sexualmente dispuestos, apetecernos siempre y funcionar en cualquier circunstan-
cia, por muy negativa que ésta pueda resultar".

No es de extrañar que las consecuencias de este abultado paquete de creencias míticas tengan un efecto de-
vastador en las sexualidades de tantos hombres.

El mito de la erección permanente, por ejemplo, ha hecho mucho daño a demasiados hombres. Con frecuen-
cia está presente la idea según la cual un hombre debe mantener la erección todo el tiempo que dure el en-
cuentro sexual. Podemos calificar a esto como algo perfectamente antinatural, máxime si el encuentro sexual
se dilata en el tiempo. Si un hombre tiene claro que el objetivo de una relación sexual es pasárselo bien y dis-
frutar con otra persona de los sentidos y del placer corporal compartido, probablemente pueda tener una, dos,
tres ó más erecciones a lo largo del juego erótico. Probablemente la erección se convierta entonces en un
componente más de ese juego erótico y no en una obligación ó en un trabajo. Y pueda aparecer y desapare-
cer, siguiendo las sinuosidades de su propia curva de excitación corporal y genital, sin significar con ello una
amenaza al placer o a la autestima masculina. Se trata de disfrutar, no de cumplir en la cama.

Factores como la comodidad, la tranquilidad y la intimidad no son valorados y, a menudo, determinan que una
relación sexual llegue a ser una experiencia placentera y gratificante o se convierta en una situación molesta y
frustrante.

El mito que identifica necesidad de eyacular con necesidad de penetrar, por ejemplo, ha sido otra de las con-
fusiones sexuales más frecuentes y destructivas para las sexualidades de muchos hombres. Entre otras cosas
porque una penetración o un coito es cosa de dos personas y una eyaculación o un orgasmo, en último térmi-
no, es una cuestión individual. Si dos personas no lo desean, no debería intentarse pasar en una relación
sexual a la penetración (o a cualquier otra práctica sexual no deseada mutuamente), fundamentalmente por-
que en el encuentro erótico consiste en disfrutar juntos haciendo lo que resulta excitante y placentero para
ambos. Por el contrario, si un hombre (o una mujer) desea tener un orgasmo ó llegar al momento de la eyacu-
lación, esto tan sólo va a depender, en última instancia, de uno mismo. Si en el contexto de la relación de pa-
reja puede darse dentro del juego erótico, perfecto. Pero si no puede darse por el motivo que fuere, el propio
hombre (o la propia mujer) tienen la posibilidad, siempre, de procurárselo en solitario o en otro momento.

Una penetración o un coito es cosa de dos personas y una eyaculación, en último término, es una cuestión in-
dividual.

A los hombres se nos ha confundido culturalmente mezclando estas dos cuestiones: necesidad de penetrar
con necesidad de eyacular. Se las ha identificado en base de una confusión supuestamente fisiológica. Se ha
confundido una necesidad o un deseo sexual fisiológico de alcanzar el momento orgásmico o de llegar a una
eyaculación, con el deseo sexual erótico de realizar una determinada y única práctica sexual para alcanzarlo
( a través del coito o penetración vaginal). Se ha confundido el fin con la vía para alcanzar ese fin llegando, en
muchas ocasiones, a un callejón sin salida y a situaciones frecuentes de frustración. En el peor de los casos,
de imposición de las formas sexuales no compartidas a la pareja, que no las deseaba en ese momento o de
esa forma. Si un hombre (o una mujer) mantiene la creencia errónea de que cuando desea una relación
sexual con la pareja, su deseo significa que tiene que llegar a la penetración o de lo contrario se frustrará
sexualmente, está entrando en campos de ansiedad, en callejones sin salida. Porque su placer erótico y
sexual va a depender de un estrecho margen erótico de maniobra. Va a depender de si la otra persona desea
hacer exactamente lo mismo, en el mismo momento y aproximadamente de la misma manera que uno mismo
(o una misma) lo desea: penetrando.

Si, por el contrario, diferenciamos ambos aspectos y reconocemos, por un lado, que cualquier persona tiene el
derecho a disfrutar de su orgasmo o vivencia orgásmica cuando lo desee y, por el otro, que si se desea alcan-
zar dicha experiencia a través de una práctica sexual compartida (sea la penetración, sea una relación buco-
genital mutua, sea por masturbación de la pareja, etc.) bienvenido sea. Y que si no se puede alcanzar por nin-
guna práctica sexual compartida, la persona deseante puede procurárselo ella misma... pues desaparece el
problema. Dejamos de adoptar actitudes de presión, egoístas, de manipulación del otro, para enfocar actitu-
des verdaderamente respetuosas con la sexualidad propia y con el mundo erótico de la pareja. Y lo que es
más importante, mejoramos en muchos puntos la calidad de nuestra vida sexual, abriendo campos de com-
prensión y de placer que antes estaban constreñidos a la obligatoriedad de unas formas en extremo limitadas
y que confundían la necesidad con la manera de satisfacerla.

Otro mito cultural del que quedan impregnados estos anteriores es la creencia por la cual, para gozar y en el
marco de toda relación sexual con otra persona, el hombre tiene que ser necesaria e imprescindiblemente ac-
tivo, siempre y en todo momento. Llevar las riendas, controlar, hacer y deshacer, trabajar bien en la cama,
cumplir...Hay muchas maneras en que este mensaje envenenado se ha introducido en las sexualidades de los
hombres. Ser sexualmente activo puede ser algo valioso, importante y necesario para cualquier persona que
desee disfrutar de su sexualidad. Pero serlo siempre y en todo momento supone un servilismo sexual y la in-
capacidad de poder disfrutar de, al menos, un 50% de las posibilidades derivadas de la actitud erótica comple-
mentaria a ésta: ser sexualmente pasivo, dejarse llevar, poder relajarse y disfrutar de las caricias de la otra
persona por el puro placer de sentir a la pareja y lo que la pareja te hace desde esta nueva actitud.

En el fondo de toda esta cuestión subyace un mito-matriz que alimenta a todos los demás y los articula en una
especie de trampa que atenaza, hoy por hoy, las sexualidades masculinas. Este mito-matriz que se plasma en
la creencia de que el placer sexual propio va a depender de la otra persona, nunca de uno mismo o una mis-
ma. Más que como personas autónomas, críticas y responsables de nuestras propias vidas se nos ha educa-
do culturalmente en la dependencia de los demás. Se nos ha educado en esta actitud que sobrepasa la di-
mensión sexual y que se convierte en una referencia profunda a la hora de establecer relaciones entre las per-
sonas a cualquier nivel. No es extraño que esta actitud deformada ante la vida se transmita al área sexual y se
traduzca, de nuevo, en dificultades a la hora de establecer un marco respetuoso donde poder disfrutar de la
comunicación erótica y placentera en pareja.

La creencia de que el placer sexual propio va a depender de la otra persona, nunca de uno mismo o una mis-
ma.

No se nos ha educado en la responsabilidad sexual, fundamentalmente porque no se nos ha educado en la
responsabilidad ante la vida. La sexualidad, al igual que otras dimensiones humanas, queda impregnada de
esta actitud errónea que podemos resumir en la frase que sigue:

"Si mi placer sexual depende de ti y yo no disfruto, entonces tú eres el culpable de ello. No eres capaz de
hacerme gozar".

Esto viene a que nos han educado (hasta la década de los años setenta) en que el placer sexual de la mujer
dependía fundamentalmente de las habilidades amorosas del hombre. Más recientemente y de la mano de un
mal entendido sentido igualitario sexual, se ha generalizado a ambos sexos una versión de esta vieja y equi-
vocada actitud que deja en manos de la pareja la posibilidad de disfrutar la propia sexualidad. Ahora, hombres
y mujeres debemos ser expertos acariciadores para saber dar placer y satisfacer al compañero o compañera
sexual y de las formas adecuadas. Nada más lejos de la realidad, puesto que se trata de algo, literalmente,
imposible.

Imposible tanto en cuanto el placer y el disfrute sexual nunca van a depender de la pareja sino de una actitud
positiva individual y de una apertura personal al placer. Por muy experto o experta que la otra persona pudiera
ser en cuestiones sexuales, nunca podrá ser capaz de dar placer si la otra persona no está abierta a tal posibi-
lidad.

Por el contrario, si una persona se encuentra dispuesta a explorar el mundo de su sexualidad, aún sin expe-
riencia alguna, podrá disfrutar sexualmente junto con su pareja, siempre y cuando la guía de sus relaciones
sean ellos mismos y la sensibilidad compartida sea la referencia de su experiencia. Aprender a gozar no es al-
go que se pueda estudiar en los libros, puesto que cada persona es sexuada y su mundo erótico-sexual es al-
go personal e intransferible. En última instancia, puede llegar a considerarse experta en sí misma, pero siem-
pre será una novata en cuanto al mundo erótico de su pareja se refiere. Esta puede ser una actitud sustitutiva
que recomendar, más positiva, y una clave importante por la que guiarse si se desea disfrutar de verdad de
unas relaciones sexuales respetuosas, satisfactorias y creativas.

Es importante una revisión de las actitudes sexuales heredadas culturalmente puesto que nadie escapa a este
planteamiento mítico de fondo. La clave mítica que pasa por evitar que cada persona sexuada y sexual asuma
la responsabilidad propia e intransferible, repito, de su propio placer sexual. En definitiva, se trata de facilitar el
crecimiento sexual y erótico de las personas. Llegar a ser personas sexuadas y sexuales autónomas, críticas
y dueñas de nuestra propia capacidad de gozar y de sentirnos bien en nuestro cuerpo y en nuestra vida.

No se nos ha educado en la responsabilidad sexual, fundamentalmente porque no se nos ha educado en la
responsabilidad ante la vida.
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