NOVENA A LA VIRGEN DE LOS DOLORES - Patrona de Tornavacas Diócesis de Plasencia (Cáceres) - Bandomovil

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NOVENA A LA VIRGEN DE LOS DOLORES

          Patrona de Tornavacas

       Diócesis de Plasencia (Cáceres)
NOVENA A LA VIRGEN DE LOS DOLORES - Patrona de Tornavacas Diócesis de Plasencia (Cáceres) - Bandomovil
ÍNDICE
      Los Siete Dolores de la Santísima Virgen María........................................................................... 2
ESQUEMA PARA TODOS LOS DÍAS .............................................................................................. 3
   1. Inicio ............................................................................................................................................... 3
   2. Invitatorio ....................................................................................................................................... 3
   3. Lectura – reflexión ........................................................................................................................ 4
   4. Canto de los “Dolores de la Virgen María” .............................................................................. 4
   5. Rezo del “Ave María” .................................................................................................................. 4
   6. Oración final .................................................................................................................................. 4
   7. Canto final ...................................................................................................................................... 5
   8. Bendición y despedida ................................................................................................................. 5
LECTURAS y REFLEXIONES .............................................................................................................. 6
   Reflexión inicial a la novena ............................................................................................................ 7
   Primer Dolor: La profecía del anciano Simeón (Lc 2,33-35) ........................................................ 8
   Segundo Dolor: La huida a Egipto (Mt 2,13-15) ........................................................................... 8
   Tercer Dolor: El niño Jesús perdido y hallado en el templo (Lc 2,41-46) .................................. 9
   Cuarto Dolor: El encuentro de María con Jesús en el camino del Calvario (Lc 23,26-29)....... 9
   Quinto Dolor: La crucifixión y muerte de Jesús (Jn 19,25-30) .................................................. 10
   Sexto Dolor: María recibe el cuerpo de Jesús al ser bajado de la Cruz (Jn 19,38) .................. 11
   Séptimo Dolor: Jesús es colocado en el sepulcro (Lc 23,53-56) ................................................. 11
   Reflexión conclusiva a la novena .................................................................................................. 12
LOS SIETE DOLORES DE LA VIRGEN MARÍA .......................................................................... 13
   Grupo nº 1 ........................................................................................................................................ 14
   Grupo nº 2 ........................................................................................................................................ 15
   Grupo nº 3 ........................................................................................................................................ 16
CANTOS A LA VIRGEN MARÍA ..................................................................................................... 17
  1. Stabat Mater (latín) ..................................................................................................................... 18
  2. Stabat Mater (Versión de Lope de Vega) ................................................................................. 19
  3. Madre del Redentor (P. Josico) ................................................................................................. 20
  4. Madre de siete dolores (Florián R. Pizarro) ............................................................................ 20
  5. Estás Madre Dolorosa (P. Olmedo) .......................................................................................... 20
  6. El rey del cielo ............................................................................................................................. 21
  7. Adiós, Madre dolorida ............................................................................................................... 21
  8. Virgen llena de amores............................................................................................................... 21
  9. Estaba al pie de la cruz (J. Madurga) ....................................................................................... 22
  10. Salve, compasiva Virgen .......................................................................................................... 22
  11. No fue fácil (C. Gabaráin) ........................................................................................................ 22
  12. Madre de los pobres (C. Gabaráin)......................................................................................... 23
  13. Dolorosa de pie junto a la cruz (J.A. Espinosa) .................................................................... 23
  14. Dame tu mano, María (G. Diego) ........................................................................................... 24
  15. Al pie de la cruz (J. Madurga) ................................................................................................. 24
  16. Sola con tu soledad (B. Velado y A. Alcalde)........................................................................ 25
  17. Llora la Virgen en la cruz (C. Erdozáin) ................................................................................ 26
  18. Como a su Madre acuden (C. Gabaráin) ............................................................................... 26
  19. Plegaria a la Virgen de los Dolores......................................................................................... 27
  20. Hoy he vuelto (C. Gabaráin) ................................................................................................... 27

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NOVENA A LA VIRGEN DE LOS DOLORES - Patrona de Tornavacas Diócesis de Plasencia (Cáceres) - Bandomovil
INTRODUCCIÓN

Los Siete Dolores de la Santísima Virgen María

       Se puede decir que, desde el principio del cristianismo, la espada que atravesó el alma
de María, según las palabras de Simeón (Lc 2,35), ha provocado compasión tierna de los
buenos cristianos. Y es que, al recordar la pasión del Redentor, los hijos de la Iglesia no
podían menos de asociar al dolor del Hijo de Dios los sufrimientos de su bendita Madre.
       Parece como si el Stabat Mater del devoto franciscano Jacapone de Todi († 1306)
hubiera resonado desde los albores de la cristiandad en el corazón de los fieles. De esta
bellísima secuencia, que se recita en, la misa de esta festividad, escribió Federico Ozanam:
"La liturgia católica nada tiene tan patético como estos lamentos tristes, cuyas estrofas caen
como lágrimas, tan dulces, que en ellos se descubre un dolor divino consolado por los
ángeles; tan sencillos en su latín popular, que las mujeres y los niños comprenden la mitad
por las palabras y la otra mitad por el canto y el corazón". Y, ¡por qué no pensar que lo que
se hizo estrofa y versos en la fervorosa Edad Media, no estaba ya latente, desde que murió
Jesús, en la ternura compasiva de los amantes hijos de la Virgen!
       Los Padres de la Iglesia demuestran, efectivamente, que no pasó desapercibido el
dolor de María. San Efrén, San Agustín, San Antonio, San Bernardo y otros cantan
piadosamente los padecimientos de la Madre de Dios. Y, ya en el siglo V, vemos cómo el
papa Sixto III (432-440), al restaurar la basílica Liberiana, la consagra a los mártires y a su
Reina. según lo indica un mosaico de dicha iglesia, en el que celebra a María como "Regina
Martyrum".
       Con todo, hay que admitir que la devoción a los Dolores de María fue extendida
especialmente por los Servitas, Orden fundada por siete patricios de Florencia a mediados
del siglo XIII. La historia nos cuenta cómo, en los duros tiempos de Federico II, se reunían
estos piadosos varones para sus actos religiosos en la ciudad de Florencia, y cómo poco a
poco fue surgiendo la Orden de los Siervos de la Virgen o Servitas, cuyo principal cometido
era el meditar en la pasión de Cristo y en los dolores de su Madre. San Felipe Benicio (†
1285), superior general de dicha Orden, fue uno de los más destacados propagadores de esta
devoción, popularizando por todas partes el "hábito de la Dolorosa" y su escapulario.
       En el siglo XVII se dio principio a la celebración litúrgica de dos fiestas dedicadas a
los Siete Dolores, una el viernes después del Domingo de Pasión, llamado Viernes de Dolores,
y otra el tercer domingo de septiembre. La primera fue extendida a toda la Iglesia, en 1472,
por el papa Benedicto XIII; y la segunda en 1814, por Pío VII, en memoria de la cautividad
sufrida por él en tiempos de Napoleón. Esta segunda fiesta se fijó definitivamente para el 15
de septiembre.
       La fiesta de este día hace alusión a siete dolores de la Virgen, sin especificar cuáles
fueron éstos. Lo del número no tiene importancia y manifiesta una influencia bíblica, ya que
en la Sagrada Escritura es frecuente el uso del número siete para significar la
indeterminación y, con más frecuencia tal vez, la universalidad. Según esto, conmemorar
los Siete Dolores de la Virgen equivaldría a celebrar todo el inmenso dolor de la Madre de
Dios a través de su vida terrena. De todos modos, la piedad cristiana suele referir los dolores
de la Virgen a los siete hechos siguientes: 1º la profecía del anciano Simeón; 2º la huida a
Egipto; 3º el niño Jesús, perdido y hallado en el templo; 4º el encuentro de María con su Hijo
en la calle de la Amargura; 5º el encuentro de María con Jesús en el camino del Calvario; 6º
María recibe el cuerpo de Jesús al ser bajado de la cruz; y 7º Jesús es colocado en el sepulcro.

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NOVENA A LA VIRGEN DE LOS DOLORES - Patrona de Tornavacas Diócesis de Plasencia (Cáceres) - Bandomovil
ESQUEMA PARA TODOS LOS DÍAS

1. Inicio

Una vez terminada la oración de poscomunión de la Eucaristía, se comienza la novena con un canto
inicial. En caso de que no haya Eucaristía, se comienza con el saludo habitual. Si un ministro ordenado
preside la novena, puede utilizar el siguiente saludo, o de uno los saludos habituales de la Eucaristía.

(V/. En el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo.
R/. Amén.

V/. La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre, y la comunión del
Espíritu Santo estén con todos vosotros.
R/. Amén.)

2. Invitatorio

Terminado el saludo inicial, el que dirige la novena hace la antífona del invitatorio, que todos van
repitiendo después de cada estrofa.

V/. Venid, y alabemos a María, la Virgen Dolorosa, que permaneció fiel junto a la
cruz de su Hijo.
R/. Venid, y alabemos a María, la Virgen Dolorosa, que permaneció fiel junto a la
cruz de su Hijo.

V/. Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la roca que nos salva, Él eligió a
María desde toda la eternidad.
R/. Venid, y alabemos a María, la Virgen Dolorosa, que permaneció fiel junto a la
cruz de su Hijo.

V/. Porque el Señor es un Dios grande, soberano de todos los dioses, hizo grande a
su Madre, preservándola de toda mancha de pecado.
R/. Venid, y alabemos a María, la Virgen Dolorosa, que permaneció fiel junto a la
cruz de su Hijo.

V/. Entrad, postrémonos por tierra, bendiciendo al Señor, creador nuestro, porque
creó pura a su Madre, asociándola a su obra redentora.
R/. Venid, y alabemos a María, la Virgen Dolorosa, que permaneció fiel junto a la
cruz de su Hijo.

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V/. Ojalá escuchéis hoy su voz, no endurezcáis el corazón, siguiendo el consejo de
María, que nos dice: “Haced lo que Él os diga”.
R/. Venid, y alabemos a María, la Virgen Dolorosa, que permaneció fiel junto a la
cruz de su Hijo.

V/. Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y
siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
R/. Venid, y alabemos a María, la Virgen Dolorosa, que permaneció fiel junto a la
cruz de su Hijo.

3. Lectura – reflexión

Una vez terminado el invitatorio, todos se sientan, y un lector hace la lectura – reflexión para cada
día de la novena.

4. Canto de los “Dolores de la Virgen María”

Finalizada la lectura – reflexión, y tras un momento de silencio, se canta el dolor correspondiente a lo
proclamado anteriormente. Los días en los cuáles no se medite sobre un dolor de la Virgen se cantará
un canto apropiado.

5. Rezo del “Ave María”

Acabado el canto correspondiente, tras un momento de silencio, y puestos todos en pie, todos rezan
un “Ave María”.

6. Oración final

Concluido el rezo del “Ave María”, todos juntos hacen la oración final.

¡Oh Virgen de los Dolores! Madre de amor y consuelo,
ayúdanos en la vida y condúcenos al cielo.
Tú qué sabes como nadie de penas y sufrimientos,
acógenos como Madre y danos fuerzas y alientos.
Te pido por los que sufren, en el alma y en el cuerpo,
y recordando tu imagen, te ofrecen sus sufrimientos. Amén.

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7. Canto final

Terminada la oración final, se concluye con un canto final. Mientras tanto, se puede incensar la
imagen de la Virgen de los Dolores.

8. Bendición y despedida

Concluida la incensación de la imagen de la Virgen de los Dolores, se da la bendición y despedida
final. En caso de no ser ministro ordenado, se hace la fórmula segunda de despedida de la asamblea.

V/. El Señor esté con vosotros.
R/. Y con tu espíritu.

V/. Y la bendición de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda
sobre vosotros.
R/. Amén.

V/. Podéis ir en paz.
R/. Demos gracias a Dios.

(V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal, y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

V/. Bendigamos al Señor.
R/. Demos gracias a Dios.)

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LECTURAS y REFLEXIONES

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Reflexión inicial a la novena

       La vida de María está íntimamente unida a la vida de Jesús. María existe para Jesús,
para ser su Madre en la carne. Los acontecimientos más importantes en la vida de Jesús, son
también acontecimiento de primer orden en la vida de María. Los evangelios nos dan fe de
ello.
       Uno de estos acontecimientos que unen la vida de Jesús y la de María es la
Presentación de Jesús niño en el Templo de Jerusalén, cuarenta días después de su
nacimiento, como mandaba la Ley de Moisés, y su encuentro con el anciano profeta Simeón,
según el relato del Evangelio de san Lucas. “Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidar
al niño, le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción. Cuando
se cumplieron los días de su purificación, según la ley de Moisés, lo llevaron a Jerusalén para
presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: «Todo varón primogénito será
consagrado al Señor», y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: «un par de tórtolas o
dos pichones». Había entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que
aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo estaba con él. Le había sido revelado por el Espíritu
Santo que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al
templo… Simeón los bendijo y dijo a María, su madre: «Este ha sido puesto para que muchos en Israel
caigan y se levanten; y será como un signo de contradicción —y a ti misma una espada te traspasará
el alma—, para que se pongan de manifiesto los pensamientos de muchos corazones»” (Lc 2,21-
27a.34-35).
       En estos próximos días, reflexionaremos y meditaremos sobre esta íntima unión de
Cristo con María, del Hijo con la Madre, y de los dolores que ella sufrió durante su vida.
Aunque seguramente fueron muchos más, los que enunciaremos pueden ser considerados
como los más importantes y significativos. A medida que avancen las jornadas en este
tiempo de gracia y de conversión, pensemos en los sentimientos de Nuestra Señora, en las
diversas circunstancias que tuvo que enfrentar como mujer y como Madre en cada uno de
estos momentos, y de manera muy especial, en la inmensa desolación que experimentó su
corazón, en el desarrollo de la Pasión y Muerte de Jesús.
       Hagámoslo con recogimiento y devoción, y ofreciendo a Dios el dolor de todas las
madres de nuestro pueblo, de nuestro país y del mundo entero. El dolor de las madres de
los secuestrados y de los desaparecidos, de sus niños y jóvenes que mueren a causa de la
violencia; de las madres que pierden sus hijos en la droga y el alcohol, de aquellas mujeres
que pierden a sus hijos antes que nazcan; el dolor de aquellas que ven sufrir a sus hijos a
causa de la pobreza, del hambre, de la guerra, de los desastres naturales; en definitiva, de
tantos males que afligen nuestro mundo de hoy, provocados muchos de ellos por la dureza
del corazón de los hombres.
       Pidamos para todas ellas, y para todos nosotros, el consuelo y la protección de la
Virgen María, Madre de Jesús y Madre nuestra. Ella, que es consuelo de los que lloran y luz
de los que se encuentran sumidos en las oscuridades de la vida, nos ayude en nuestro
caminar diario siguiendo las huellas de su Hijo Jesucristo.

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Primer Dolor: La profecía del anciano Simeón (Lc 2,33-35)

      “Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño. Simeón los bendijo y dijo
a María, su madre: «Este ha sido puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; y será como
un signo de contradicción —y a ti misma una espada te traspasará el alma—, para que se pongan de
manifiesto los pensamientos de muchos corazones»”.

      Cuando Simeón se alejó, María y José emprendieron su camino de regreso a Belén.
Las palabras del profeta continuaban resonando en la intimidad de sus corazones, y
entendieron con toda claridad, que Dios mismo había hablado por boca del anciano. En el
secreto de su alma, María repasaba todo lo que había oído decir sobre Jesús, primero al ángel
Gabriel, luego a Isabel su parienta, después a José que le había contado su sueño con el ángel;
hacía apenas unos pocos días, a los pastores de Belén, y ahora a Simeón, el anciano.
      El Misterio de Dios, presente en Jesús, llenaba su existencia; la fe y la esperanza eran
su fuerza; la alegría de tener a su hijo y de compartir con Dios su secreto maravilloso,
iluminaba su vida sencilla y pobre. El dolor que vendría y que ya sentían caminar a su lado,
no podría, de ninguna manera, sumirlos en la tristeza, porque sabían que el amor de Dios
es siempre más grande y más fuerte que todo dolor y todo sufrimiento. Entonces, alegre y
gozosa, María renovó una vez más su entrega, repitiendo en su corazón, su “sí”
incondicional a Dios, aquella bella mañana de la anunciación: “He aquí la esclava del Señor;
hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,38).

Segundo Dolor: La huida a Egipto (Mt 2,13-15)

       “Cuando ellos se retiraron, el ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate,
toma al niño y a su madre y huye a Egipto; quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a
buscar al niño para matarlo». José se levantó, tomó al niño y a su madre, de noche, se fue a Egipto y
se quedó hasta la muerte de Herodes para que se cumpliese lo que dijo el Señor por medio del profeta:
«De Egipto llamé a mi hijo»”.

       El Evangelio según san Mateo nos refiere la visita de los sabios de Oriente a Jesús,
guiados por una estrella. Y a continuación, la huida de María y José, con Jesús recién nacido,
como desplazados de su país, para protegerlo de la ira de Herodes, que equivocadamente
veía en él, una amenaza directa para su reinado.
       Del mismo modo que la visita de estos personajes extraños, fue para María y José, un
motivo de gran alegría, el aviso del ángel para que salieran rápidamente de Israel y se
refugiaran en Egipto, les causó un gran dolor, no sólo por lo que un viaje repentino
implicaba en sí mismo, sino también por lo que significaba para ellos, dejar su tierra, su
familia, sus amigos, su modo de vida, y dirigirse a un país extranjero donde todo es diferente
y por la misma razón, profundamente intimidante.
       Sin embargo, ambos vieron en estas circunstancias difíciles de su vida la voluntad de
Dios, y enfrentaron el momento con valor y dignidad, seguros de que Él mismo los protegía
y los guiaba. La vida de Jesús, María y José, en Egipto, como desterrados, fue una vida con
todas las dificultades propias de su condición. Pero su fe se fue haciendo cada vez más
fuerte, y resistieron la prueba.

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Tercer Dolor: El niño Jesús perdido y hallado en el templo (Lc 2,41-46)

       “Sus padres solían ir cada año a Jerusalén por la fiesta de la Pascua. Cuando cumplió doce
años, subieron a la fiesta según la costumbre y, cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se
quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres. Estos, creyendo que estaba en la caravana,
anduvieron el camino de un día y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no
encontrarlo, se volvieron a Jerusalén buscándolo. Y sucedió que, a los tres días, lo encontraron en el
templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas”.

       San Lucas nos cuenta que cuando Jesús cumplió los 12 años, edad en la que los
varones israelitas empezaban a ser servidores de la Ley, fue con sus padres a Jerusalén, para
celebrar allí la Fiesta de la Pascua. Y nos dice que, al volver a casa, al concluir la primera
jornada de camino, María y José no lo encontraron entre sus parientes y amigos, por lo que
debieron regresar a la ciudad. Allí, al cabo de tres días, lo hallaron en el Templo, hablando
con los doctores, que estaban admirados de su sabiduría.
       Podemos imaginar fácilmente, el dolor de María ante la ausencia de Jesús, y también,
el impacto que les causó a ella y a José su respuesta tajante y sin explicaciones: - “¿Por qué
me buscabais?... ¿No sabíais que debo encargarme de las cosas de mi Padre?”. Nunca antes Jesús
les había hablado de esta manera. Siempre había sido un niño cariñoso, obediente, sumiso...
Entonces, ¿qué pasaba ahora?... ¿qué razones tenía para actuar de esta manera?... Todo
sonaba extraño y difícil de entender. María guardó silencio. De su boca no salió ni una sola
palabra de reproche, y su corazón permaneció libre de todo resentimiento. Se mantuvo
serena y humilde. En lo profundo de su alma una luz empezaba a abrirse camino
lentamente, y ella comprendió que aquel suceso era una nueva manifestación del Misterio
de Jesús; un misterio que ni ella ni José entendían, pero que ambos amaban, aceptaban y
acogían con su corazón de creyentes fieles. Y no sucedió nada más. El evangelista sólo dice
que Jesús regresó con María y José a Nazaret, “y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba todo
esto en su corazón” (Lc 2,51).

Cuarto Dolor: El encuentro de María con Jesús en el camino del Calvario (Lc 23,26-29)

       “Mientras lo conducían, echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que volvía del campo, y
le cargaron la cruz, para que la llevase detrás de Jesús. Lo seguía un gran gentío del pueblo, y de
mujeres que se golpeaban el pecho y lanzaban lamentos por él. Jesús se volvió hacia ellas y les dijo:
«Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos, porque mirad que
vienen días en los que dirán: “Bienaventuradas las estériles y los vientres que no han dado a luz y los
pechos que no han criado”.

       Aunque no estuviera presente constantemente a su lado, porque las circunstancias y
las costumbres no se lo permitían, no podemos dudar de que María siguió muy de cerca
todas las actividades de Jesús a lo largo de su vida pública. Hasta sus oídos llegaban las
alabanzas de quienes creían en él, y también las falsas acusaciones que le hacían. Por eso, no
fue difícil para ella, enterarse de la persecución de los fariseos, los doctores de la ley, y los
sumos sacerdotes, y tampoco de los sucesos que tuvieron lugar en el Monte de los Olivos,
mientras Jesús oraba, después de haber celebrado la Pascua con sus discípulos. Del juicio
del Sanedrín, aquella misma noche; del juicio de Pilato, muy temprano en la mañana; de la
flagelación y la coronación de espinas; y, finalmente, de su condena a muerte de cruz.

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Tan pronto como llegó a sus oídos la noticia de que Jesús había salido del palacio de
Pilato, cargado con la cruz, y que era llevado por los soldados para ser ejecutado, María ya
no pudo permanecer más tiempo lejos de él, y aunque un dolor inmenso laceraba su alma,
corrió a su encuentro. No podía dejarlo solo, en aquella hora trágica y definitiva; su amor
de madre no se lo permitía.
       Ya podemos imaginar el infinito dolor de la Madre, cuando pudo acercarse a Jesús,
abriéndose paso entre la turba. Lo que sintió al ver de cerca su mirada triste, su rostro
ensangrentado, la corona de espinas que hería su cabeza, la pesada cruz que arrastraba con
dificultad, y las heridas de su cuerpo castigado con los azotes de sus verdugos. Seguramente
los soldados romanos trataron de alejarla, como hacían siempre con las madres de los
condenados, pero ella insistió en seguir el cortejo a pesar de su inmenso sufrimiento, y su
total impotencia para cambiar las cosas.

Quinto Dolor: La crucifixión y muerte de Jesús (Jn 19,25-30)

        “Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y
María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y junto a ella al discípulo al que amaba, dijo a su madre:
«Mujer, ahí tienes a tu hijo». Luego, dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre». Y desde aquella hora,
el discípulo la recibió como algo propio. Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido,
para que se cumpliera la Escritura, dijo: «Tengo sed». Había allí un jarro lleno de vinagre. Y,
sujetando una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca. Jesús,
cuando tomó el vinagre, dijo: «Está cumplido». E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu”.

      Imposible pensar en otro momento más doloroso en la vida de María, que aquel en el
que vio a Jesús crucificado como un criminal; desecho físicamente, humillado por los jefes
de su pueblo, y a punto ya de morir, en medio del silencio y la aparente ausencia de Dios.
La presencia de María al pie de la cruz, debió ser para Jesús un gran consuelo y a la vez un
nuevo dolor. Sentía su amor de madre y todo lo que ese amor le comunicaba de ternura, de
apoyo, de comprensión, de paz; pero experimentaba también la angustia de verla allí
padeciendo todos y cada uno de sus sufrimientos físicos y espirituales, en una íntima
compenetración, y no podía hacer nada para dar a su corazón adolorido, aunque fuera el
más pequeño alivio, una esperanza.
       ¿Cómo pudo María permanecer al pie de la cruz de Jesús, sin morir ella también de
dolor? La respuesta es clara: por la fuerza de su fe inconmovible y su amor profundo y
generoso, a Dios y a su voluntad salvadora. El Espíritu Santo la llenó con sus dones y sus
gracias para que viviera esta circunstancia trágica, sin dejarse arrastrar al abismo de la
desesperación, segura y confiada en que si Dios había permitido que sucediera lo que estaba
sucediendo, era porque aquel acontecimiento entraba en sus planes de amor por los
hombres.
      La muerte de Jesús, dramática y sobrecogedora, pone punto final a la escena. María
siente que su corazón se desgarra por el dolor que experimenta. Las palabras del anciano
Simeón muchos años atrás, resuenan en su mente y en su corazón una vez más, pero un
momento después, aunque todo sigue siendo oscuro, en el secreto de su alma, llena del
Espíritu Santo, parece nacer una esperanza.

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Sexto Dolor: María recibe el cuerpo de Jesús al ser bajado de la Cruz (Jn 19,38)

        “Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, aunque oculto por miedo a los
judíos, pidió a Pilato que le dejara llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato lo autorizó. Él fue entonces y
se llevó el cuerpo”.

       Una de las obras del arte religioso, más famosas en el mundo entero, es "La Piedad"
de Miguel Ángel. Representa a María con Jesús muerto en sus brazos. El artista plasmó
majestuosamente en esta maravillosa obra, un momento cumbre en la vida de Nuestra
Señora como madre de Jesús. María contempla amorosa y doliente, el cuerpo exánime de su
hijo, que yace inmóvil en sus brazos de madre. Los mismos brazos que lo acunaron cuando
era pequeño, las mismas manos que lo acariciaron con ternura y delicadeza cuando estaba
enfermo y cuando dormía. Lo contempla en absoluto silencio que es oración callada. Con
pleno dominio de sus emociones maternales. Su rostro expresa con total transparencia los
sentimientos más íntimos y profundos de su corazón, desgarrado por la muerte injusta y
horrible que ha padecido.
       Detenernos ante esta imagen de María, admirarla como obra de arte y también, como
creyentes, nos lleva inmediatamente a pensar en el inmenso sufrimiento que invadió la vida
entera de la Madre y la inmensa soledad en que quedó sumida su alma, después de la
muerte cruel de Jesús. Muchos momentos de tristeza y de soledad interior debió enfrentar
María a lo largo de sus años, pero este es el principal de todos, la circunstancia más difícil
de encarar, y también la más incomprensible para ella. Pero en su corazón está la fe, y
cuando hay fe, todo sufrimiento, por grande que sea, es soportable. Porque la fe da sentido
aún a lo que no se puede comprender.

Séptimo Dolor: Jesús es colocado en el sepulcro (Lc 23,53-56)

       “Y, bajándolo, lo envolvió en una sábana y lo colocó en un sepulcro excavado en la roca, donde
nadie había sido puesto todavía. Era el día de la Preparación y estaba para empezar el sábado. Las
mujeres que lo habían acompañado desde Galilea lo siguieron, y vieron el sepulcro y cómo había sido
colocado su cuerpo. Al regresar, prepararon aromas y mirra. Y el sábado descansaron de acuerdo con
el precepto”.

      Los evangelios no nos lo dicen con claridad, pero es fácil suponerlo. María acompañó
a Jesús hasta su sepultura, la cual se realizó precipitadamente por la proximidad de la
celebración de la Pascua. Estaban con ella, Juan y las demás mujeres que habían
permanecido a su lado desde su llegada al Calvario, y durante todo el tiempo que se
prolongó la agonía de Jesús. Una vez cerrada la tumba, y sellada, como era costumbre, María
abandonó el lugar con su dolor y su soledad a cuestas.
      En el secreto de su corazón, María oraba y en su oración callada pero ferviente, repetía
una y otra vez su “sí” de Nazaret. María no comprendía los hechos que acababa de
presenciar, no entendía por qué Jesús, su Hijo querido, el Hijo del Dios Altísimo, había
muerto así, en plena madurez, dejando a medio camino su misión de profeta del Señor; y
tampoco entendía por qué su muerte había sido tan cruel, tan humillante; la muerte de un
criminal.

                                                                                                      11
María no comprendía, pero sabía, tenía plena certeza de que las cosas de Dios no son
para entenderlas, sino para aceptarlas con humildad, con fe, con esperanza. María callaba...
María oraba... María se entregaba nuevamente... María creía... Seguía creyendo a pesar de lo
que había sucedido con Jesús. María amaba... Seguía amando a pesar de lo que le habían
hecho a Jesús. María esperaba... Seguía esperando a pesar del aparente fracaso de Jesús; de
su profundo dolor de madre, de su inmensa soledad, del hondo vacío que sentía en su
corazón. Sabía que Dios no defrauda a nadie, porque es el Dios del amor, el Dios del perdón,
el Dios de la Vida.

Reflexión conclusiva a la novena

        Llegamos al final de nuestra novena. En estos días hemos podido contemplar como
en María se realiza de una forma perfecta el plan de Dios sobre el ser humano. María es una
criatura salida de las manos de Dios. A ella se dirige Dios para pedirle que colabore en su
plan de salvación para la humanidad y le dice “sí” a Dios. En este supremo "sí" de María,
resplandece la esperanza confiada en el misterioso futuro, iniciado con la muerte de su Hijo
crucificado.
        Las palabras con que Jesús enseñaba a sus discípulos "que el Hijo del hombre debía sufrir
mucho y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar a
los tres días" (Mc 8,31), resuenan en su corazón en la hora dramática del Calvario, suscitando
la espera y el anhelo de la Resurrección. La esperanza de María al pie de la cruz encierra una
luz más fuerte que la oscuridad que reina en muchos corazones: ante el sacrificio redentor
de su Hijo, nace en María la esperanza de la Iglesia y de la humanidad.
        María debe convertirse en la vida de un cristiano en objeto de ternura, de cariño, de
afecto. A María hay que quererla como se quiere a una madre. De ahí la necesidad de tener
con María momentos de encuentro, diálogos cordiales, intimidad y confianza. No puede
pasar un día en nuestra vida que no nos dirijamos a ella con la sencillez de un niño a contarle
a nuestra Madre del cielo nuestros problemas, nuestras alegrías, nuestras luchas, nuestros
planes. Pero la devoción a María no debe quedarse sólo en un afecto y amor. Debe
convertirse en imitación de sus virtudes. Aunque nunca seremos tan perfectos como Ella,
sin embargo, podemos seguir sus pasos para llegar a Cristo a través suyo. Su mayor deseo
es que amemos a su Hijo, que seamos como Él, que vivamos su Evangelio en nuestra vida
cotidiana.
        Virgen María, Madre de los Dolores, bendícenos y protégenos con tu amor tierno y
delicado, y bendice y protege a todas las madres del mundo. Ayúdanos a escuchar siempre
con fe y esperanza, la voz de Jesús, y a acoger con amor la Voluntad de Dios para nuestra
vida. Queremos, Señora Nuestra, vivir íntimamente unidos a tu corazón humilde y
generoso, sencillo y fervoroso, y al corazón misericordioso y compasivo de Jesús, que,
cumpliendo maravillosamente la Voluntad del Padre, alcanzó para todos nosotros, la
salvación.

                                                                                                  12
LOS SIETE DOLORES DE LA VIRGEN MARÍA

                                       13
Grupo nº 1

       1º Dolor                                      que se ha perdido (bis)
                                                     que se ha perdido.
       Profetiza, y ofrece
       la madre al Hijo (bis)                        4º Dolor
       y el pecho de la madre
       hiere un cuchillo, (bis)                      La calle de amargura
       hiere un cuchillo.                            la vas subiendo (bis)
                                                     por seguir a tu hijo
       ¡Ay, Madre buena! (bis)                       tú vas sufriendo (bis)
       Yo soy ese mal hijo                           Tú vas sufriendo.
       ¡Ay Madre buena!
       Yo soy ese mal hijo                           5º Dolor
       ¡cuánto me pesa!
                                                     Pendiente de una cruz
       2º Dolor                                      viste a tu hijo (bis)
                                                     Tu pobre corazón
       Por librarle de Herodes                       siente un cuchillo (bis)
       la Madre al hijo (bis)                        siente un cuchillo.
       huyendo por desiertos
       le lleva a Egipto (bis)                       6º Dolor
       le lleva a Egipto.
                                                     Recibiste en tus brazos
       3º Dolor                                      a tu hijo muerto (bis)
                                                     y tu corazón sufre
       ¡Ay, Madre triste y pura,                     tanto tormento (bis)
       cuánto has sufrido¡ (bis)                     tanto tormento.
       en busca de tu hijo

                                        7º Dolor

                                   Al cerrar el sepulcro
                                  de tu hijo amado (bis)
                                    queda tu corazón
                                    todo llagado (bis)
                                       todo llagado.

                                                                                14
Grupo nº 2

      1º Dolor                                   4º Dolor

      Cuando presentáis a Dios,                  Al ver a mi hijo, fieles,
      mucho madre os martiriza                   en la calle de amargura
      la espada que, al Hijo y vos,              decidme, llena de hieles,
      Simeón os profetiza.                       aunque soy vida y dulzura.

      2º Dolor                                   5º Dolor

      Por no ver la triste muerte                Duros hierros mortifican
      del Infante, Dios los guía                 a mi Jesús sin razón,
      y huyen con pena al desierto               ¡Ay, cuál traspasan los clavos
      con Jesús, José y María.                   a María el corazón!

      3º Dolor                                   6º Dolor

      Yo sin Jesús voy perdida,                  En los brazos de la aurora,
      dónde está mi dulce centro,                sin vida, el dulce arrebol,
      tres días vivo sin vida,                   triste gime, canta y llora
      pues le busco y no le encuentro.           la muerte del mejor sol.

                                      7º Dolor

                             Si el sepulcro me cerráis,
                              dejad sepultura abierta,
                             para mí, que si enterráis
                             a Jesús, María es muerta.

                                                                                  15
Grupo nº 3

                             Ave de pena, María,
                           consuelo de pecadores,
                          por vuestros siete dolores,
                          amparadnos, Madre mía.

      1º Dolor                                      4º Dolor

      Un infantico decía                            Siendo la vida y dulzura,
      el anciano Simeón,                            se eclipsó su hermosa luz,
      le traspasa el corazón.                       viendo al Hijo con la cruz
      Para empezar a sentir,                        en la calle de amargura;
      esto se puede inferir:                        la luna entró en la apretura:
      ¡cuánto el dolor crecería!                    llanto de sangre vertía.

      2º Dolor                                      5º Dolor

      San José, su casto esposo,                    Cuando en la cruz le enclavaron
      viéndose en grande conflicto,                 al divino redentor
      huye dolorosa a Egipto,                       con indecible dolor
      por guardar al Niño hermoso,                  le mirabais fatigado,
      cuando Herodes, tan furioso,                  y más cuando aquel soldado
      al Niño-Dios perseguía.                       con lanza su pecho abría.

      3º Dolor                                      6º Dolor

      Perdido estuvo en el templo                   En los brazos recibiste
      tres días el niño amado,                      a Jesucristo, ya muerto
      entre los sabios fue hallado,                 al verle cadáver yerto
      dándoles su ley y ejemplo.                    De milagro no moristeis,
      En este paso contemplo                        en este paso tuvisteis,
      ¡cuánto el dolor crecería!                    bien cumplida tu agonía.

                                      7º Dolor

                              Como tu Hijo sepultado,
                             quedaste, aurora del cielo,
                              sin alivio y sin consuelo,
                               tu corazón traspasado;
                              solo el discípulo amado
                               vuestras fatigas sabría

                                                                                    16
CANTOS A LA VIRGEN MARÍA

                           17
1. Stabat Mater (latín)

1. Stabat Mater dolorosa           11. Sancta Máter, istud agas,
iuxta crucem lacrimosa,            Crucifíxi fige plagas
dum pendébat Fílius.               cordi meo válide.

2.Cuius ánimam geméntem,           12. Tui nati vulneráti
contristátam et doléntem           tam dignáti pro me pati,
pertransívit gládius.              poenas mecum dívide!

3. O quam tristis et afflícta      13. Fac me vere tecum flere,
fuit illa benedicta                crucifixo condolére,
Mater unigéniti.                   donec ego víxero.

4. Quae maerébat et dolébat.       14. Iuxta crucem tecum stare
pia Mater, cum vidébat             te libenter sociáre
nati poenas íncliti.               in planctu desídero.

5. Quis est homo qui non fleret,   15. Virgo vírginum praeclára,
Matrem Christi si vidéret          mihi iam non sis amára,
in tanto supplício?                fac me tecum plángere.

6. Quis non posset contristári,    16. Fac ut portem Christi mortem,
piam matrem contemplari            passiónis eius sortem
doléntem cum Fílio?                et plagas recólere.

7. Pro peccátis suae gentís        17. Fac me plagis vulnerári,
vidit Iésum in torméntis           cruce hac inebriari
et flagéllis súbditum.             ob amorem Fílii.

8. Vidit suum dulcem natum         18. Inflammatus et accénsus,
morientem desolátum                Per te virgo sim defénsus
dum emísit spíritum.               in die iudícii.

9. Eia Mater fons amóris,          19. Fac me cruce custodiri,
me sentíre vim dolóris             morte Christi praemuníri,
fac, ut tecum lúgeam.              confoveri gratia.

10. Fac ut árdeat cor meum         20. Quando corpus moriétur
in amándo Christum Deum,           fac ut animae donétur
ut sibi compláceam.                paradísi glória. Amen.

                                                                       18
2. Stabat Mater (Versión de Lope de Vega)

1. La Madre piadosa estaba                  11. Y, porque a amarle me anime,
junto a la cruz y lloraba                   en mi corazón imprime
mientras el Hijo pendía.                    las llagas que tuvo en sí.

2.Cuya alma, triste y llorosa,              12. Y de tu Hijo, Señora,
traspasada y dolorosa,                      divide conmigo ahora
fiero cuchillo tenía.                       las que padeció por mí.

3. ¡Oh, cuán triste y cuán aflicta          13. Hazme contigo llorar
se vio la Madre bendita,                    y de veras lastimar
de tantos tormentos llena!                  de sus penas mientras vivo.
4. Cuando triste contemplaba
y dolorosa miraba                           14. Porque acompañar deseo
del Hijo amado la pena.                     en la cruz, donde le veo,
                                            tu corazón compasivo.
5. Y ¿cuál hombre no llorara,
si a la Madre contemplara                   15¡Virgen de vírgenes santas!,
de Cristo, en tanto dolor?                  llore ya con ansias tantas,
                                            que el llanto dulce me sea.
6. Y ¿quién no se entristeciera,
Madre piadosa, si os viera                  16. Porque su pasión y muerte
sujeta a tanto rigor?                       tenga en mi alma, de suerte
                                            que siempre su pena vea.
7. Por los pecados del mundo,
vio a Jesús en tan profundo                 17. Haz que su cruz me enamore
tormento la dulce Madre.                    y que en ella viva y more
                                            de mi fe y amor indicio.
8. Vio morir al Hijo amado,
que rindió desamparado                      18.Porque me inflame y encienda,
el espíritu a su Padre.                     y contigo me defienda
                                            en el día del juicio.
9. ¡Oh dulce fuente de amor!,
hazme sentir tu dolor                       19. Haz que me ampare la muerte
para que llore contigo.                     de Cristo, cuando en tan fuerte
                                            trance vida y alma estén.
10. Y que, por mi Cristo amado,
mi corazón abrasado                         20. Porque, cuando quede en calma
más viva en él que conmigo.                 el cuerpo, vaya mi alma
                                            a su eterna gloria. Amén.

                                                                                19
3. Madre del Redentor (P. Josico)

Madre del Redentor,
ruega por nosotros,
ruega al Señor (bis).

1. Porque eres tú la Madre,
que Cristo nos dio en la cruz,
y sabes que somos hijos,
que olvidan a su Señor.

Estribillo

2. A lo largo de tu vida
sufrías ya con Jesús.
¡Ayúdanos Madre nuestra,
cuando nos llegue el dolor!

4. Madre de siete dolores (Florián R. Pizarro)

Madre de siete dolores, en la cruz de tu Hijo,
Madre de siete dolores, te clavaron a ti.
¡Oh dichosa muerte, que quita los pecados
de los desterrados, muerte que vida es!

Sola, tú, te quedas llorando
sola, en la paz y el silencio;
sombras oscurecen la tarde,
cubren las tinieblas el sol;
bajan del Calvario los hombres,
gimen, golpeando sus pechos,
gritan, confesando sus culpas.
¡Este era el Hijo de Dios!

5. Estás Madre Dolorosa (P. Olmedo)

Estás Madre dolorosa,
al pie de la cruz llorosa
donde pende, donde pende
donde pende el redentor.

Oh que triste, oh que triste,
oh que triste y afligida,
fuiste reina esclarecida.
Oh que triste, y afligida
Virgen y Madre, Madre de Dios
Virgen y Madre, Madre de Dios.

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6. El rey del cielo

El Rey del cielo, mi buen Jesús,
por mis pecados está en la cruz.
Por mis pecados muere mi Dios,
perdón, Dios mío, piedad, Señor.
Llora la Virgen, Madre de amor,
porque yo ofendo a su Hijo Dios.
¡Ay, Madre mía¡ No más pecar,
cesen las lágrimas, perdón, piedad.

7. Adiós, Madre dolorida

Adiós, Madre dolorida,
adiós, azucena del Calvario
adiós, guirnalda tejida
de las bondades de Dios.
Lirio perfumado… adiós,
de fragante olor… adiós,
Madre dolorida, adiós, adiós.
Lirio perfumado… adiós,
de fragante olor… adiós,
por tus dolores sálvanos.

8. Virgen llena de amores

Virgen llena de amores, afligida Madre,
no nos olvides, Madre de los Dolores.
Ven, ven ¡oh Madre dolorida!
y alcánzanos el cielo,
tráenos dulce consuelo
porque tuyos somos, Madre mía.

Qué sin ti, Virgen María,
no hay más que luchas y dolores;
que sin ti los pecadores
viven sin hallar bonanza;
que sin ti no hay esperanza,
ni hay fe, ni hay paz, ni hay amores.

Ven, ven, ¡oh Madre dolorida!
y alcánzanos el cielo;
tráenos dulce consuelo,
porque tuyos somos, Madre mía.
Virgen llena de amores, afligida Madre
no nos olvides, Madre de los dolores.

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9. Estaba al pie de la cruz (J. Madurga)

Estaba al pie de la cruz
bebiendo todo el dolor
que derramaba Jesús,
que fue a la cruz por amor.

1. Al pie de la cruz estaba María,
clavada su alma en cruz de dolor.
Al pie de la cruz penaba y sufría
la madre que al mundo nos dio al Redentor.

2. Al pie de la cruz estaba María,
la madre que Cristo por madre nos dio.
Al pie de la cruz, la cruz compartía
y nos engendraba en sangre y dolor.

10. Salve, compasiva Virgen

Salve compasiva, Virgen admirable,
Mar de amargas penas y dulces piedades.
Un nuevo martirio mis culpas añaden,
a tu dolorosa alma inconsolable.
Mis yerros hirieron tu corazón grande,
que infundió a los nuestros alientos vitales.
Flores de alabanza, nuestro efecto amante,
mezcla con tus penas, espinas letales.
Sean tus martirios, dolorosa Madre,
Vida con quienes mueran las culpas mortales.

11. No fue fácil (C. Gabaráin)

No fue fácil, María, tu largo camino
peregrina en el alma por sendas oscuras.
No fue fácil, María, vivir el misterio,
la fe y el asombro, la luz y el dolor.

Unida a tu Hijo aceptas y crees
en horas felices y al pie de la cruz.
El Padre tan sólo conoce a tu Hijo
y sólo en la Pascua nos llega la luz.

Te anunciaron la espada que hiere tu alma
y esa honda fatiga de tu corazón.
Peregrina cansada de pie en el Calvario,
qué triste y qué lejos de la Anunciación.

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12. Madre de los pobres (C. Gabaráin)

Madre de los pobres,
los humildes y sencillos,
de los tristes y los niños
que confían siempre en Dios.

1. Tú, la más pobre porque nada ambicionaste;
tú, perseguida, vas huyendo de Belén;
tú, que un pesebre ofreciste al Rey del Cielo,
toda tu riqueza fue tenerle sólo a Él.

2. Tú, que en sus manos sin temor te abandonaste;
tú, que aceptaste ser la esclava del Señor,
vas entonando un poema de alegría:
"Canta, alma mía, porque Dios me engrandeció".

3. Tú, que has vivido el dolor y la pobreza;
tú, que has sufrido en la noche sin hogar;
tú, que eres madre de los pobres y olvidados,
eres el consuelo del que reza en su llorar.

13. Dolorosa de pie junto a la cruz (J.A. Espinosa)

Dolorosa, de pie junto a la cruz,
Tú conoces nuestras penas,
penas de un pueblo que sufre (bis).

1. Dolor de los cuerpos que sufren enfermos,
el hambre de gentes que no tienen pan,
silencio de aquellos que callan por miedo,
la pena del triste que está en soledad.

2. El drama del hombre que fue marginado,
tragedia de niños que ignoran reír,
la burda comedia de huecas promesas,
la farsa de muertos que deben vivir.

3. Dolor en los hombros sin tregua oprimidos,
cansancio de brazos en lucha sin fin,
cerebros lavados a base de slogans,
el rictus amargo del pobre infeliz.

4. El llanto de aquellos que suman fracasos,
la cruz del soldado que mata el amor,
pobreza de muchos sin libro en las manos,
derechos del hombre truncados en flor.
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14. Dame tu mano, María (G. Diego)

Dame tu mano, María,
la de las tocas moradas;
clávame tus siete espadas
en esta carne baldía.
Quiero ir contigo en la impía
tarde negra y amarilla.
Aquí, en mi torpe mejilla,
quiero ver si se retrata
esa lividez de plata,
esa lágrima que brilla.

¿Dónde está ya el mediodía
luminoso en que Gabriel,
desde el marco del dintel,
te saludó: "Ave, María"?
Virgen ya de la agonía,
tu Hijo es el que cruza ahí.
Déjame hacer junto a ti
ese augusto itinerario.
Para ir al monte Calvario,
cítame en Getsemaní.

A ti, doncella graciosa,
hoy maestra de dolores,
playa de los pecadores,
nido en que el alma reposa,
a ti ofrezco, pulcra rosa,
las jornadas de esta vía.
A ti, Madre, a quien quería
cumplir mi humilde promesa.
A ti, celestial princesa,
Virgen sagrada María. Amén.

15. Al pie de la cruz (J. Madurga)

Al pie de la Cruz estaba,
afligida y dolorosa,
la madre triste y llorosa
traspasado el corazón,
sufriendo junto a su Hijo
el dolor de su Pasión.

Santa María,
Madre de Dios,
ruega por nosotros
al Redentor.
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Lloramos, Madre, la culpa
por la muerte de tu Hijo,
y nos conmueve el perdón
de un amor tan infinito
que a ti nos da como Madre
y a nosotros como Hijo.

Tus lagrimas Madre nuestra
van teñidas de esperanza
aun cuando tu hijo espira,
crees tú en su palabra,
si el grano de trigo muere
resurge una nueva espiga.

Contigo estamos Señora
Madre de dolor transida,
para enjugar esas lágrimas
que corren por tus mejillas
ofreciéndote el consuelo
de una vida arrepentida.

16. Sola con tu soledad (B. Velado y A. Alcalde)

Sola con tu soledad
nos acompañas María,
también la Iglesia está sola
y espera en tu compañía (bis).

1. Tu maternal regazo quedó vacío
cuando ya en el sepulcro dejaste al Hijo.
Virgen y Madre, deja que compartamos
dolor tan grande, dolor tan grande.

2. Tus blancas manos vuelan como dos alas,
van en busca del Hijo de tus entrañas.
Blanca Paloma no queremos tus hijos
dejarte sola, dejarte sola.

3. Pasarán los tres días de ausencia larga
y llegará el domingo muy de mañana.
Al Hijo amado tú verás la primera,
resucitado, resucitado.

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17. Llora la Virgen en la cruz (C. Erdozáin)

Llora la Virgen, llora en la Cruz.
Ha muerto Jesús y ha muerto en una cruz.

Llora la Virgen, su manto es soledad,
porque ha muerto la fuente de bondad.
Ha muerto Jesús y ha muerto en una cruz.

Virgen Santa, yo quiero a tu lado a tu lado estar
y en tu regazo de amor poder soñar.
Que tu Hijo en el Alba muy pronto
va a despertar y en una aurora de Luz Resucitar.

Llora la Virgen de angustia y de dolor
porque grande es su pena y aflicción,
porque larga es la noche en su corazón
llora de amor, llora a su Hijo Dios

Y en la tumba del huerto el Señor ya descansó
y la tierra en su seno lo abrazó.

Llora la madre, mirad si hay dolor,
si hay dolor, dolor mayor.
Mirad si hay dolor, mirad si hay dolor.

Virgen Santa, yo quiero a tu lado a tu lado estar
y en tu regazo de amor poder soñar.
Que tu Hijo en el Alba muy pronto
va a despertar y en una aurora de Luz Resucitar.

18. Como a su Madre acuden (C. Gabaráin)

Como a su madre acuden los hijos sin temor,
venimos, Madre, a verte, a darte nuestro amor.
Siguiendo tu camino hallamos a Jesús.
Entre nosotros, Madre, todo lo hiciste tú.

Madre, tus hijos vienen cantando alegres una canción,
buscando en tu sonrisa, en tu regazo, su protección.
Ponen entre tus manos cual rosa ardiente su corazón.
Te dicen que te aman, que siempre, siempre, tus hijos son.

Lleno de confianza acudo Madre a ti,
pues sé que en mis peligros velando estás por mí.
Cual hijo que te ama procuraré vivir,
y en tu regazo, Madre, quisiera yo morir.

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19. Plegaria a la Virgen de los Dolores

Virgen sagrada, María,
Madre de nuestros dolores,
nosotros, los pecadores,
somos causa de tu herida;
pues, que quitamos la vida
al Hijo de tus amores.
Y, tú, Madre dolorida,
que tantos sufres por mí,
clávame tus siete espadas
y que sufra yo por ti.

Madre sagrada, María,
ayer Reina de las flores,
hoy Madre de los dolores,
traspasada y afligida.
Trono de sabiduría,
enséñanos la virtud,
para estar junto a la cruz
y sanar mi triste herida,
sentir mi alma dolorida
y el perdón de tu Jesús.

Virgen sagrada, María,
Tú, maestra de dolores,
playa de los pecadores,
nido en que el alma reposa;
a Ti ofrezco, pulcra rosa,
las jornadas de mi vida;
a Ti, Madre, en quién quería
cumplir mi humilde promesa,
a Ti, celestial princesa,
Virgen sagrada, María. Amén.

20. Hoy he vuelto (C. Gabaráin)

1. Cuantas veces siendo niño te recé,
con mis besos te decía que te amaba,
poco a poco, con el tiempo, olvidándome de ti,
por caminos que se alejan me perdí (2).

Hoy he vuelto, Madre a recordar,
cuantas cosas dije ante tu altar,
y al rezarte puedo comprender,
que una madre no se cansa de esperar (2).

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2. Al regreso me encendías una luz,
sonriendo desde lejos me esperabas en la mesa
la comida aún caliente y el mantel
y tu abrazo en mi alegría de volver (2).

Hoy he vuelto, Madre a recordar,
cuantas cosas dije ante tu altar,
y al rezarte puedo comprender,
que una madre no se cansa de esperar (2).

3. Aunque el hijo se alejara del hogar,
una madre siempre espera su regreso,
que el regalo más hermoso que a los hijos da el Señor
es su madre y el milagro de su amor (2).

Hoy he vuelto, Madre a recordar,
cuantas cosas dije ante tu altar,
y al rezarte puedo comprender,
que una madre no se cansa de esperar (2).

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