LA(S) REVISTA(S) CIENTÍFICAS DE LA SEM: EL TESÓN DE LO IMPROBABLE
←
→
Transcripción del contenido de la página
Si su navegador no muestra la página correctamente, lea el contenido de la página a continuación
Guerrero R, López R. 2002. Scientific journals of the SEM. In: García Mendoza C (coord.). History of the SEM in the XX century. Editorial Centro de Estudios Ramón Areces, S.A., pp 143–182 Ricardo Guerrero1 y Rubens López2. Universidad de Barcelona1, Centro de Investigaciones Biológicas, CSIC, Madrid2 Apéndice II LA(S) REVISTA(S) CIENTÍFICAS DE LA SEM: EL TESÓN DE LO IMPROBABLE Las revistas científicas Una revista científica es una publicación periódica ―hasta hace poco exclusivamente impresa― cuya finalidad es la comunicación y transmisión del conocimiento científico, especialmente de los avances que se producen en un determinado campo. Sus características están determinadas por la comunidad a la que se dirige y por el área temática que cubre. Las primeras revistas científicas correspondían a campos muy generales que abarcaban lo que llamamos ciencia en sentido estricto ―las ciencias matemáticas y de la naturaleza. A partir del siglo XIX aparecieron otras revistas que correspon- dían a las humanidades ―filosofía, lingüística, sociología, etc. La primera revista científica de la que tenemos noticia es la francesa Journal des Savants, fundada en 1665. El mismo año, la Royal Society de Londres inició la publicación de una revista que aún existe hoy día, The Phy- losophical Transactions of the Royal Society. Aquél fue un año fecundo en la cosecha de la publicación científica, ya que también, recordemos, vio la luz el libro Micrographia, de Robert Hooke, el acta fundacional de la microscopia y, por extensión, de la biología. Durante el resto del siglo XVII y todo el XVIII las diversas revistas que fueron apareciendo eran las publica- ciones oficiales de sociedades científicas de prestigio. En la segunda mitad del siglo XIX surgieron revistas independientes de sociedades, que iban des – 143 –
tinadas a un sector determinado de científicos. Nature, que no era el órgano de ninguna institución sabia, fue fundada por Norman Lockyer en 1869 con el objetivo, entre otros, de publicar las cartas y comunicaciones de Charles Darwin. La aparición (en 1859) de la obra de Darwin On the Origin of Spe- cies by Natural Selection, or the Preservation of Favoured Races in the Struggle for Life actuó de fermento sobre la intelectualidad victoriana de Gran Bretaña. Nature fue desde el principio una revista independiente que no tenía el respaldo, ni económico ni científico, de ninguna institución. En cuanto a la financiación, tuvo sus problemas durante los primeros años. Por lo que respecta a la garantía científica, desde el principio contó con colabo- radores destacados, como John Tyndall o Thomas H. Huxley. Todavía ahora es una revista dedicada parcialmente al periodismo científico, con secciones de información general sobre la comunidad científica y los avances de la ciencia, de opinión, necrológicas, revisiones de libros, etc. Y muchos lecto- res lo que buscan principalmente son esas páginas. Sin embargo, lo que con- fiere a Nature el calificativo de “prestigiosa” con que se la suele adjetivar en los medios ―y, por supuesto, el alto “factor de impacto” que tiene―, es la sección de artículos de revisión (Review Articles), la de artículos de investi- gación primaria (Articles) y las comunicaciones (Letters to Nature), que sue- len ser artículos cortos. A pesar de su título, Letters no es una sección de car- tas de los lectores, las cuales están en la sección Correspondence. En el siglo XX, además de las revistas publicadas por instituciones ―sociedades científicas, universidades, facultades, organismos guberna- mentales de investigación, centros de investigación, etc.―, aparecieron muchas que dependían de editoriales privadas, solas o en colaboración con instituciones científicas. Entre las que pertenecen a una institución científica están Proceedings of the National Academy of Sciences of the USA ―habitualmente abreviada como PNAS―, publicada por la sociedad nortea- mericana de su nombre, entidad que es la máxima autoridad científica del país; Journal of Bacteriology y el resto de las que edita la American Society for Microbiology; Microbiology, publicada por la Society for General Microbiology (Reino Unido). Entre las que pertenecen a conocidas editoria- les tenemos, además de la ya citada Nature, Virology o Archives for Micro- biology (Macmillan, Academic y Springer, respectivamente). Caso especial es Science; aunque pertenece a la American Association for the Advance- ment of Science, su difusión, comercialización, prestigio e impacto viven una vida bastante separada de la de la sociedad que la edita. Hoy día, muchas de las revistas que tienen prestigio en la comunidad científica son, independientemente de su calidad intrínseca, un producto de – 144 –
mercado. Además, para muchas editoriales, un negocio seguro y creciente, donde con una mínima propaganda se aseguran la venta anual de un pro- ducto caro; con unos precios que se pueden “actualizar” sin temor a la com- petencia y sin posibilidades de protesta por parte del comprador, general- mente sólo instituciones, debido a su precio prohibitivo. Los libros científi- cos no seriados tradicionales, en cambio, necesitan una propaganda y comer- cialización específicas para cada caso, quedan anticuados en seguida, no pueden colocarse en el mercado general y, finalmente, son un engorro para la editorial al cabo de poco tiempo, por lo que una parte no despreciable de la edición acaba sus días, a la infantil edad de tres a cinco años, convertida en pasta de papel. Actualmente, las editoriales científicas más potentes deben la mayor parte de sus beneficios no a los libros ―como era tradicio- nal―, sino a las revistas, ya que tienen la venta asegurada antes de su apa- rición porque se distribuyen por suscripción. Además, si “el producto” se dedica a un campo aplicado, como muchas especialidades de la medicina o de la ingeniería, se obtienen notables ingresos adicionales por la abundante publicidad. Se calcula que en la actualidad existen más de 100.000 revistas científi- cas. En 1997, cuando uno de nosotros (RG) pidió al Centro de Información y Documentación del CSIC que mirara cuántas revistas europeas ―sólo― relacionadas con la microbiología existían, la lista inicial llegó a las 200 (!). Después de cuidadosa depuración, y de quedarse con las más estrictamente relacionadas, la lista se redujo a ―sólo― 146 (Ronda & Vázquez 1997). En la actualidad, muchas revistas están pasando a tener dos ediciones, la habi- tual en papel y la electrónica. Algunas revistas nuevas se publican ahora exclusivamente en su versión electrónica y, en muchos casos, su calidad y rigurosidad están fuera de duda, porque mantienen el sistema de evaluación y selección de originales que practicarían si se editaran en papel. Microbio- logia SEM se publicó en 1996 y 1997―los dos últimos años de su existen- cia― también en versión electrónica, gracias al empeño de Jesús García-Gil, de la Universidad de Gerona (Piqueras 1997, García-Gil 1997). Internatio- nal Microbiology está en Internet desde el primer número. Los años 1998–2000, a nuestro cargo, en ; desde 2001, a cargo de SpringerVerlag,en . De los tres primeros años, los artículos completos son de libre acceso; a partir de 2001, sólo los índices y resúmenes, pero los socios de la SEM y los suscriptores de la revista tienen acceso a los artículos completos. – 145 –
Revistas, artículos y separatas Las revistas científicas están subdivididas en unidades llamadas “artícu- los”. Cada artículo lleva, una vez publicado el número donde ven la luz, una vida propia. Tienen autores y temas diferentes de los otros trabajos del resto del número. Una vez impresos en forma separada (“separata”, que si respe- tásemos más nuestro latín original sería separatum), se distribuyen y citan de manera totalmente independiente. Tanto, que muchos autores no hemos visto nunca un ejemplar completo de alguna de las revistas donde hemos publicado nuestros artículos. Esta vida independiente sólo se ha interrumpi- do en los últimos tiempos a la hora de citar “el factor de impacto (FI) del artículo”, concepto equivocado porque se refiere siempre al FI de la revista en conjunto en el año concreto en el que se publicó el artículo en cuestión (Guerrero 2001a, Piqueras 2002). Los artículos de las primeras revistas científicas eran casi exclusivamen- te descriptivos; sus autores explicaban sus observaciones y, en ocasiones, las deducciones extraídas. A partir de la segunda mitad del siglo XIX, la experi- mentación inductiva adquiere gran importancia, y los artículos deben no sólo exponer las observaciones y deducciones realizadas sino detallar los métodos empleados, de tal manera que otros investigadores puedan verificar o falsar las afirmaciones realizadas. En la actualidad, la mayor parte de los artículos contienen “investigación primaria” y constituyen la primera comu- nicación completa por escrito de una investigación concreta, con sus prece- dentes, metodología, resultados y comentarios. La fecha de publicación es importante, porque, en caso de discusión de la autoría de un descubrimiento entre dos o más artículos, se respeta la prioridad cronológica. Hay también “artículos de revisión”, que describen la situación contemporánea de algún campo de investigación; sus autores pueden ser algunos de los responsables de esa investigación o bien otros científicos conocedores del tema. La estructura del número de la revista puede hacerse más compleja e incluir también “editoriales”, “cartas”, artículos de opinión y perspectiva, revisio- nes de libros, comentarios de reuniones, etc. (Sharp 2001). La revista de la Sociedad Española de Microbiología (SEM), al margen de diferencias propias de cada época, ha seguido ese esquema: la mayor parte de los artículos han sido de investigación primaria y de revisión. Estos artículos son el núcleo fundamental de una revista científica, los que los autores pre- paran para comunicar su investigación y los colegas buscan para preparar, mejorar, o justificar la suya. Al aparecer Microbiología Española (1947) se anunciaba que la revista, principalmente, “estará consagrada a la publicación – 146 –
de trabajos estrictamente originales, ...” (las cursivas y la falta de ortografía son del original), pero que “otras secciones estarán dedicadas a bibliografía, [...] resumen de actas de las sesiones y breves noticias de interés para los socios [de la Sociedad de Microbiólogos Españoles, que es como empezó lla- mándose la SEM].” Durante toda su existencia, Microbiología Española mantuvo esa tónica. La nueva revista, Microbiología SEM, publicó a partir de 1985, además de artículos de investigación primaria, minirrevisiones de temas de interés general. Finalmente, a partir de 1994 cada número de Micro- biología SEM contenía dos tipos de artículos: los que llamábamos “Investi- gación” (que eran de una a tres minirrevisiones, o “investigación secundaria”, más un número variable de artículos de presentación de resultados propios, o “investigación primaria”) y los que agrupábamos bajo el nombre de “Com- plementos” (que eran editoriales, artículos de opinión y/o perspectivas, recen- siones de libros, recuerdo de la vida y obra de científicos españoles o extran- jeros, etc.). Estos Complementos enriquecieron la publicación tratando temas de interés general en microbiología, o temas generales vistos desde la pers- pectiva de la microbiología, y cumpliendo, una vez más, la vocación genera- lista y formadora de la SEM. Merecen especial mención los que se dedicaron a la historia de nuestra Sociedad, a la propia revista y al estado de la micro- biología en América Latina (véase la p. 515 de Mas Castellà 1997). Muchos de esos artículos “complementarios” han sido citados e incluso reproducidos íntegramente en diversas publicaciones extranjeras, lo que indica que nuestra revista se lee en diversas partes del mundo. En International Microbiology se ha mantenido ese esquema general, donde destaca la calidad de los editoria- les, que se encargan a distintos expertos para que nos den su visión particu- lar del campo donde trabajan. Estos editoriales no constituyen la opinión de la revista (ya que son responsabilidad de quienes los firman), ni por supues- to de la SEM, pero son muy coherentes con la idea de nuestra Sociedad de agrupar opiniones diversas con un objetivo colectivo: el progreso de la micro- biología (in pluribus unum). Y sin más preámbulo, pasemos a recordar lo que tuvimos, para describir lo que tenemos. Entre lo que tuvimos, está la historia de la revista, desde 1947 hasta nuestros días, un recorrido en tres etapas muy dispares en carác- ter y extensión (el primero de 38 años, el segundo de 13, y el actual, de sólo 4). Al final de este trabajo recapitularemos sobre cuatro aspectos que son esenciales en una revista moderna y que han sido objeto de discusión a la hora de dirigir y enjuiciar nuestra publicación oficial: la utilización del inglés, el sistema de evaluación por expertos (peer review), la publicación electrónica y los índices de citación internacionales (Current Contents, etc.). – 147 –
La revista Microbiología Española (1947–1986) Las revistas de la SEM han sido tres: Microbiología Española (1947–1986), Microbiología SEM (1985–1997) e International Microbio- logy (desde 1998). Aunque diferentes en presentación, contenido y aspira- ciones, constituyen una línea de continuidad que justifica los paréntesis del título de este trabajo. Dicha continuidad fue claramente descrita en la pre- sentación de la benjamina, International Microbiology, por el entonces pre- sidente de la SEM (Ruiz Berraquero 1998). Microbiología Española (Fig. 1) se fundó en 1947. Sus avatares, logros y debilidades han sido narrados en la serie de artículos sobre la historia de la SEM de Concepción (siempre Conchita) García Mendoza (1995–1996) reproducidos en este libro, en Isamat et al. (1996) y en Mas-Castellà (1997). Desde su aparición hasta 1984 fue editada conjuntamente por el Instituto Jaime Ferrán de Microbiología (del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, CSIC) y por la SEM. Puede sorprendernos que el primer núme- ro empezara con la reproducción del texto de una conferencia de Luis Náje- ra Angulo titulada “La guerra bioparasitológica”, un tema tan desgraciada- mente actual todavía. La revista alcanzó cierto prestigio y se citaba en varios índices internacionales. Le cupo el honor de publicar el artículo que propu- so la creación del nuevo género Bordetella. Este articulo (de Manuel More- no López, Microbiol. Esp. 5:177–181 [1952]) ha sido citado en multitud de trabajos y libros de taxonomía, entre ellos varias ediciones de los Bergey's Manual. La época de mayor impulso de la revista fue la década entre los años 1953 y 1962, llegándose en dos de ellos (1955 y 1956) a publicar más de 500 páginas. Sin embargo, a partir de entonces fue decayendo lentamen- te, hasta el punto de que en 1985 la SEM dejó de colaborar con el Instituto Jaime Ferrán y decidió iniciar por su cuenta la publicación de Microbiología SEM. El Instituto Jaime Ferrán aún publicó dos números más de Microbio- logía Española independientemente de la SEM, en los años 1985 y 1986. Los últimos números tenían un aspecto escuálido, pero sirvieron, una vez más, para demostrar el tesón de los pioneros: publicaron los últimos artícu- los a los que se habían comprometido. El año 1985 se reorganizó el CSIC y desapareció, entre otros, el Institu- to Jaime Ferrán. El último número de Microbiología Española, que apareció en noviembre de 1986, constaba de 5 artículos, sólo 39 páginas y contenía el epitafio, triste pero digno, de la revista: “[...] El Equipo editorial, al des- pedirse, quiere hacer constar su agradecimiento a los lectores, muy espe- cialmente, y a todos cuantos con su colaboración en las diferentes tareas, – 148 –
FIGURA 1. Portadas del primer (1947) y último (1986) número de Microbiología Española asesoramiento, organización, redacción, imprenta, han permitido la publica- ción de la revista que, después de treinta y nueve años de existencia, cierra con este volumen su colección.” Hay que decir a fuer de sinceros, que la separación de ambas revistas no fue amigable precisamente. Los responsa- bles del Instituto reclamaron ante el Registro de la Propiedad Industrial por considerar que el nuevo nombre (Microbiología) usurpaba el anterior. Ese organismo dio la razón a los demandantes, y por ello gozamos ―sin saber- lo― de un nombre “ilegal” durante toda la vida de la segunda revista (1985–1997). Quedan pocas colecciones completas de Microbiología Española. El estudio detallado de sus trabajos, temas y autores (Vázquez & Ronda, este libro) proporcionaría una visión, a veces descorazonadora, a veces esperan- zada, de una microbiología autárquica, alejada de las corrientes interna- cionales. Pero no podemos olvidar que eso era fiel reflejo de la situación de España en las décadas de 1940 y de 1950. A pesar del aislamiento, se apre- cian los tímidos intentos de abrirse al exterior, el interés en convocar cientí- ficos extranjeros de reconocido prestigio, para aprender de ellos. Y el esfuer- zo de algunos de los microbiólogos jóvenes ―en aquella época― para salir al extranjero a perfeccionar conocimientos y volver al país a poner en prác – 149 –
tica lo aprendido. Rodaron por el mundo y volvieron, insuflando aires nue- vos en un país de ambiente enrarecido. Puede decirse, viendo la situación actual, que a pesar de las dificultades pudieron volver; ahora, hubieran teni- do muchos obstáculos, porque el aire ha vuelto a enrarecerse. Sin duda, los fundamentos del magnífico edificio de la microbiología española que se fue levantando en las décadas de 1970 y 1980 se apoyan en parte en aquellos cimientos y aires renovadores. Además de otros méritos, no podemos negar a aquella primera época de la microbiología española los del esfuerzo, la continuidad y la esperanza. Microbiología Española se proponía sacar cuatro números individuales al año, pero eso se logró pocas veces (por ejemplo, en 1953). Cada volumen (año) tenía oficialmente cuatro números, pero lo más frecuente era que éstos aparecieran agrupados de dos en dos. De 1947 a 1952 hubo uno o dos núme- ros dobles por año (con la excepción de 1948, año en que no se publicó la revista), que podían ser el 3–4 o el 2–3. Por otra parte, hay dos cosas que hacen difícil saber cuántas veces por año apareció realmente la revista: la primera es que las bibliotecas suelen quitar las cubiertas de los números individuales al encuadernar el volumen anual; la segunda es que entre los años 1958 y 1967 la revista publicó un único índice, que correspondía a todo el año. Por ello, en la columna correspondiente de la Tabla 1 se indican 4 números hasta 1976, aunque no tengamos constancia de que siempre fuese así. A partir de 1976 se hace evidente que la revista tiene serias dificultades para publicar incluso un solo volumen-número anual. En la Tabla 1 se expo- nen los años y números de la primera revista y el número de artículos y de páginas que contenían. Para elaborar esa Tabla contamos en su día (1996) con la ayuda inestimable de Sara I. Pérez Prieto y de las bibliotecarias del Centro de Investigaciones Biológicas (CIB), María Antonia Hermida Gon- zález y Concepción López Hermida. La nonata Biología Microbiana y la transición penosa La idea de lanzar una nueva publicación ya se había discutido, si no antes, en 1976. En la Junta Directiva de la SEM celebrada con ocasión del I Congreso de la Federación Española de Sociedades de Biología Experi- mental (FESBE, Madrid), siendo presidente de la SEM Fernando Baquero, se decidió publicar una nueva revista. Se acordó llamarla Biología Micro- biana, y se nombró editor-jefe (director) de la misma a Jorge López Tello, que ocupaba el cargo de bibliotecario en la Junta Directiva de la SEM. Dicha – 150 –
Tabla 1. Volúmenes y números de Microbiología Española (1947–1986) Vol. Núm. Año Artículos Páginas 01 4 1947 15 317 02 4 1949 11 283 03 4 1950 16 247 04 4 1951 13 209 05 4 1952 12 213 06 4 1953 17 414 07 4 1954 16 328 08 4 1955 14 523 09 4 1956 26 504 10 4 1957 23 485 11 4 1958 24 431 12 4 1959 23 438 13 4 1960 24 414 14 4 1961 22 268 15 4 1962 23 307 16 4 1963 27 280 17 4 1964 21 254 18 4 1965 16 250 19 4 1966 24 346 20 4 1967 18 250 21 4 1968 20 240 22 4 1969 25 286 23 4 1970 23 306 24 4 1971 24 302 25 3 1972 25 289 26 3 1973 17 199 27 2 1974 19 326 28 4 1975 15 178 29a “4” 1976 13 156 30–31b 1 1977–78 15 142 32–33b 1 1979–80 12 123 34 1 1981 9 90 35 1 1982 6 76 36 2 1983 14 132 37 1 1984 13 119 38c 2 1985 15 125 39c 1 1986 5 39 a La indicación “4” señala que parece que se publicaron los cuatro números de una sola vez. A partir de ese año hemos indicado las veces que se publicó realmente. Los dos números de cada uno de los anos 1983, 1984 y 1985 fueron dobles. b Los volúmenes 30–31 y 32–33 se publicaron en un solo número cada uno, que cubrieron los años 1977–1978 y 1979–1980, respectivamente. c En 1985 y 1986 ya se publicaba Microbiología SEM. – 151 –
revista podría aparecer después del siguiente congreso nacional (en Santia- go de Compostela, 1977; véase García Mendoza 1995, Parte II). Se trató de nuevo el tema en ese congreso. Varias personas intervinieron en esta fase de preparación; entre ellas, podemos destacar a Antonio Portolés, director de tesis de uno de nosotros (RL). El nombre de Biología Microbiana llegó a registrarse oficialmente. Pero, debido principalmente a la falta de originales, la nueva publicación no llegó a hacerse realidad. Como último recurso, se pensó en fusionarla con el Boletín Informativo, que, por iniciativa de Julio R. Villanueva, ayudado por Federico Uruburu, había comenzado a publicar- se en Salamanca en diciembre de 1972. Al no haberse podido plasmar la idea de esta nueva revista, la Junta Directiva de la SEM decidió en 1980 seguir colaborando con el Instituto Jaime Ferrán en la publicación de Microbiología Española. Se acordó que, decisiones que se tomasen. Pero a partir de 1984 la situación a partir de entonces, la SEM debería formar parte tanto del Consejo de Dirección como del Comité de Redacción, y que participaría en todas las de coedición de Microbiología Española se hizo insostenible, por lo que se decidió, esta vez con éxito, lanzar la nueva revista. A última hora, se cambió el nombre de Biología Microbiana (que a algunas personas de la Junta les pareció demasiado “básico” y poco clínico), por el más general de Microbiología. Este nombre también se intentó ―fallidamente― registrar, con la fuerte oposición de algunas personas del Instituto Jaime Ferrán y con las consecuencias que hemos visto. Dado que el nombre se prestaba a confusión, porque había en el mundo otras revistas con ese mismo título ―llegamos a contar hasta siete―, a veces se le añadían las siglas de la Sociedad, que aparecían ―verdad es que a una considerable distancia― en la portada. Incluso la tipografía de los pri- meros años fue errática, ya que podemos leer tanto MICROBIOLOGÍA, como M ICROBIOLOGÍA (parece lo mismo, pero no lo es; las segundas son letras versales), y también Microbiología.SEM (adelantándonos con ello muchos años a la “sintaxis” de la actual separación de dominios en Internet). A partir de 1994, Ricardo Guerrero fijó el nombre “ilegal”, y pasamos a la nomenclatura binomial y cursiva (Microbiología SEM) siempre que la citá- bamos, aunque en la portada seguía manteniéndose una prudente separación entre la denominación “genérica” y la “específica”, y las letras seguían sien- do de tipo “redondo” y “de palo recto” (sans serif). El nombre no debía de ser tan malo porque finalmente la prestigiosa Society for General Microbio- logy nos lo “usurpó” en 1994, cuando cambió el nombre de su revista ofi- cial (Journal of General Microbiology) al de Microbiology. O sea, que desde – 152 –
FIGURA 2. Carta de la SGM a Microbiología SEM en 1997 1994 a 1997 disfrutamos de un nombre no solamente ilegal en España sino compartido internacionalmente por un “gran hermano” británico (el cual, por cierto, tiene nuestra misma edad) (Fig. 2), y con un hermano ruso (la tra- dicional Microbiologyia de Moscú), que es anterior y con la cual nos con- fundieron a veces. – 153 –
La revista Microbiología SEM. Primera y segunda etapa (1985 a 1993) Los tres directores (o editores coordinadores, o editores-jefe, que de todas estas maneras se han llamado) que tuvo Microbiología SEM fueron: Rubens López (1985–1989), José Antonio Ordóñez (1990–1993) y Ricardo Guerrero (1994–1997). La idea de la nueva revista se hizo realidad gracias a los esfuerzos coordinados de César Nombela, por aquel entonces presi- dente de la SEM, y de Rubens López y su equipo. Se inició un poco como una aventura, ya que era un reto empezar una revista partiendo casi de cero. Tras muchas discusiones, se decidió que fuera bilingüe: se podrían publicar artículos en inglés o en español. Esto suponía una ruptura con respecto a la anterior revista, donde los artículos en una lengua extranjera fueron excep- ción (Vázquez & Ronda, este libro). Se decidió también redactar unas nor- mas para los autores y que el director fuera reelegible cada cuatro años. Se nombró un Consejo Editorial y se escogieron expertos en cada especialidad, para que fuesen coordinadores de cada grupo específico. Cada número incluiría, como mínimo, una “minirrevisión”, generalmente en inglés, sobre algún tema de interés microbiológico. Los originales se someterían a eva- luación por el sistema de revisión por expertos” (peer review). El diseño y formato de cada número de Microbiología SEM era el habitual en revistas similares del momento y fue pensado y ejecutado por la empresa a la que encargamos la publicación, Editorial Garsi (Fig. 3). A uno de nosotros (RL) le cupo el honor de ser el primer director de Microbiología SEM, cargo que desempeñó de 1985 a 1989. Particularmente decisiva para la elaboración de cada ejemplar resultó la ayuda recibida de Ernesto García, de Pedro García y de Concha Ronda, tanto al aplicar sus muchos saberes para cuidar el contenido científico de los artículos como su infinita paciencia para soportar que el “despacho” que compartíamos en el CIB ―que bien merecería ser llamado galguera― se convirtiera en flaman- te Redacción. Aquel pequeño cubículo tuvo que multiplicar increíblemente su espacio, hasta convertirse en un remedo del camarote de los hermanos Marx, rebosante no de camareros, platos y flores, sino de archivadores, car- petas, originales de artículos, gráficas y fotos. El primer número tuvo, muy humanamente, una gestación de unos nueve meses y salió mellizo (apareció en septiembre de 1985 y fue un número doble, vol. 1, núms. 1 y 2 juntos). El recién nacido llenó de gozo tanto a sus progenitores directos (RL y su equipo), como a los padrinos (la SEM) y, por qué no decirlo, a los esforzados autores ―que en este tipo de paternidad no hay exclusivismo― de los diez primeros artículos, que eran minirrevisiones. – 154 –
FIGURA 3. Portada del primer número de Microbiología SEM (1995) Por su carácter fundador, mencionaremos los nombres y centros (abrevia- dos) de los autores “senior” o “correspondientes” de cada uno de los artícu- los: G. Larriba (Microb., Univ. Extremadura), C. García Mendoza (J. Ferrán, CSIC), F. Rodríguez-Valera (Microb., Univ. Alicante), R. López (Inmunol. Biol. Microb., CSIC), J. L. García (Antibióticos, Madrid), R. Guerrero (Microb., Autón. Barcelona), B. Gómez-Miranda (Inmunol. Biol. Microb., – 155 –
CSIC), J. Barbé (Microb., Autón. Barcelona), A. Ramos Cormenzana (Microb., Univ. Granada) y M. López-Brea (Hptal. de la Princesa, Autón. Madrid). Esos autores, y sus coautores, tuvieron la osadía ―o no pudieron resistir el ardiente acoso del director― de enviar un artículo para el número pionero y aceptaron publicar en una revista no solamente “mala por defini- ción, ya que era española” ―como se oía a veces―, sino además novel. No suficientemente agotados por el esfuerzo del parto, el año 1986 continuamos “produciendo” dos números, prole que aumentó en los dos años siguientes a tres números por año. Desde el principio, el núcleo “duro” del primer Consejo Editorial que dirigí (RL), entendió que nos daríamos por satisfechos si durante aquellos primeros años lográbamos sustentar las bases que permitieran dar un salto cualitativo en la forma y en el fondo de lo que queríamos que fuera el estilo de una revista digna de la SEM. En este sentido, la labor de José Antonio Ordóñez, el segundo director de la revista, se podría calificar de continua- dora y necesaria para que fraguara el trabajo desarrollado en los primeros cinco años. La novedad más destacada del período de José Antonio Ordóñez fue el inicio de la publicación de números monográficos. Los números monográficos, que desde entonces han tenido mucho éxito, han sido una característica de nuestra revista (Tabla 2). Ya desde el principio era evidente el cambio total de aspecto y contenido de Microbiología SEM con respecto a Microbiología Española. También en la lengua de los artículos: 6 de los 10 trabajos antes mencionados estaban en inglés. En los años siguientes se publicaron de dos a tres números por año, que contenían generalmente 7 u 8 artículos cada uno. El número total de páginas por año fue de 116 a 201 (Tabla 3). No obstante, publicar en una revista nacional seguía estando “mal visto” por algunas personas y organis- mos, que no comprendían ―y lo peor es que siguen sin comprenderlo― que si un país quiere tener una ciencia fuerte, además de competir en las revis- tas internacionales importantes, debe publicar y elevar el nivel de las propias ―pocas, pero buenas―, para hacerlas también internacionales. Durante el período 1990–1993 aparecieron normalmente dos números por año, que contenían de 6 a 9 artículos cada uno. El número de páginas por año, que estaba entre 110 y 133, llegó en 1993 a 262, con 31 artículos en total, debido a que aquel año, además de dos números normales, se publicó el primer número monográfico de la revista, dedicado a microbiología de los alimentos (véase la Tabla 3). Esta reducción en el número de artículos y de páginas se debía a que llegaban menos originales y a que bastantes de los recibidos, aproximadamente el 45%, no eran aceptados. Como se ha dicho, – 156 –
TABLA 2. Números monográficos publicados en la revista de la SBM (período 1985–2001) Temática Volumen/año Editor responsable Microbiología SEM VIII Reunión Científica de 9(Extra) 1993 J.A. Ordóñez Microbiología de los Alimentos XIV Congreso Nacional de 10 (1–2)1994 R. Gómez-Lus Microbiología IX Congreso de Microbiología 11(1)1995 J.A. Ordóñez y V. Sanchis de los Alimentos Origen de la vida, ISSOL 11(2)1995 J. Oró y A. Lazcano Molecular pathogenesis of 12(2)1996 J.A. Vázquez Boland bacterial infections Frontiers in antimicrobial 13(3)1997 M. Viñas resistance International Microbiology Perspectives in non-conventional 1(2)1998 E. Herrero y fungi research R. Santandreu Ten years of CIBE-Symposia 1(4)1998 S. Mochales Microbial pathogenesis 2(3)1999 J.A. Vázquez Boland, M. Suárez y R. Rotger Protistology today 4(3) 2001 J.C. Gutiérrez todos los números incluían como mínimo una minirrevisión, que general- mente tenía que pedirse a los autores, ya que la calidad de las que llegaban espontáneamente no siempre era la adecuada. En septiembre de 1992 se publicó el Directorio de socios de la SEM, de 106 páginas y con el mismo formato que la revista. Este Directorio, que fue una idea entusiasta del entonces presidente, Francisco Ruiz Berraquero, supuso un esfuerzo enco- miable tanto de Concepción García Mendoza, secretaria de la SEM, como de Isabel Perdiguero, secretaria administrativa de la Sociedad desde 1987, y a quien tanto debemos los socios. El Directorio ha sido por muchos años un elemento insustituible para facilitar la comunicación entre los socios. Espe- remos que pronto pueda ser continuado por una versión “en línea” que supla y mejore sus funciones. – 157 –
TABLA 3. Volúmenes y números de Microbiología SEM (1985–1997) Año Vol. Núm. Artículos Páginas 1985a 01 2 10 94 1986 02 2 14 119 1987 03 3 20 201 1988 04 3 19 170 1989 05 2 15 116 1990 06 2 13 110 1991 07 2 15 133 1992 08 2 14 126 1993b 09 3 31 262 c 1994 10 4 44 462 1995d 11 4 59 532 1996 12 4 76 688 1997 13 4 66 556 a En 1985 la SEM pasó a editar Microbiología SEM y la numeración empezó de nuevo. El primer año sólo se publi- có un número, que fue doble. b El primer número que se publicó ese año fue extraordinario (febrero 1993), dedicado monográficamente a alimen- tos. Se basaba en la VIII Reunión de Microbiología de los Alimentos (Cáceres, 1992). c El primer número de 1994 fue doble y se dedicó al XIV Congreso Nacional (Zaragoza, 1993). Los números de 1994 a 1997 fueron publicados puntualmente, dentro del trimestre al que correspondían. d En 1995, el primer número (marzo) fue una monografía sobre alimentos, basado en el IX Congreso de Microbiolo- gía de los Alimentos (Lérida, 1994). El segundo (junio) fue también monográfico, dedicado al origen y evolución temprana de la vida. El tercero (septiembre), que se entregó al empezar el XV Congreso Nacional (Madrid, 1995), contenía además de 8 artículos de longitud normal, 11 miniartículos (de 3 ó 4 páginas) correspondientes a algunas ponencias que se iban a presentar en el Congreso. – 158 –
La última etapa de Microbiología SEM (1994–1997) y la transición prometedora En 1994, Ricardo Guerrero se encargó de la agradable, pero absorbente tarea de tomar el relevo en la dirección de la revista. Desde el principio tra- tamos de optimizar la publicación por Editorial Garsi. Pusimos en claro el estado de las suscripciones, coste de la revista y gestión de los anuncios que proporcionaba Editorial Garsi. Vimos, también desde el principio, que la cogestión con la editorial era muy difícil. Era una empresa que tenía más de cuarenta revistas médicas, y la nuestra no era precisamente la que reportaba más anuncios (la principal fuente de ingresos para la editorial). Aunque, como se vio después, fue la que llegó a alcanzar más prestigio. No podíamos cambiar ni el tipo de papel (couché, que era el mismo que en las restantes revistas), ni el tamaño (que se había quedado anticuado), para poder hacer más atractivas las separatas, que es lo que queda a los autores, y les sirve de comunicación con sus colegas. También vimos que no estaban capacitados para publicar en inglés, porque no tenían personal que supiera ni cómo sepa- rar las palabras (con reglas totalmente distintas de las del castellano), ni entendiera las correcciones hechas a mano sobre las galeradas por autores y editores. O sea que, por una parte, cambiamos todo lo que pudimos por den- tro (dos columnas para meter más texto, distribución agradable de figuras y tablas, reelaboración de figuras para que tuvieran un aspecto uniforme y moderno, etc.), sin poder modificar lo más mínimo el aspecto externo. Para ello, tuvimos que aprender muchas cosas de ese arte tan bello y casi olvida- do que es la tipografía (sorprende saber que existen tres clases de guiones, que hay muchos tipos de “«‘comillas’»”, y que hay “familias” de letras con “patitas” [remate o serif] y otras sin ellas). También tuvimos que recordar constantemente que “el ordenador no es una máquina de escribir” (si, ese instrumento antiguo que se parecía a un ordenador, pero sin monitor). En esa última etapa de Microbiología SEM conté (RG) con la ayuda constante e inestimable de tres personas que han dedicado a la revista muchas horas y esfuerzos, durante ocho años: Carmen Chica, Mercè Pique- ras y Jordi Mas Castellà. Después de un intenso aprendizaje “on the job”, como dicen los ingleses, preparábamos la revista totalmente, desde la corrección inicial al maquetado final; la editorial recibía el número acabado en disco, y no tenía más que imprimirlo. Con eso conseguimos que la revis- ta saliera puntual y regularmente (casi siempre dentro del trimestre que indi- caba la portada), una de las condiciones exigidas por el Institute for Scienti- fic Information (ISI) para poder incluirla en el Current Contents. De mante – 159 –
ner la calidad de los artículos seleccionados se encargaban los miembros del Comité Editorial y los diversos evaluadores externos (revisión por expertos). En todo ese período contamos siempre con la colaboración de Juan Antonio Leal, como secretario de la SEM, y de su esposa, Begoña Gómez Miranda, que tenía una gran capacidad para corregir textos en inglés, y una enorme perspicacia para detectar los numerosos pequeños errores que se crían, casi por generación espontánea, en las pruebas de imprenta. El resultado fue halagüeño y la respuesta de los socios casi inmediata. Empezaron a llegar más originales, hasta una media de aproximadamente 100 por año, con lo que se pudo seleccionar el material y elevar la calidad de lo publicado hasta un nivel internacionalmente aceptable (véase la Tabla 3). También en esa etapa se impuso definitivamente el uso exclusivo del inglés para aumentar su proyección internacional, se aumentaron las minirrevisiones, se realizó un esfuerzo por conseguir puntualidad en la salida de la revista (y el esfuerzo dio fruto), se informatizó su elaboración y se introdujeron otras mejoras que establecían los pilares de una nueva y muy prometedora revista. Las relaciones contractuales con Editorial Garsi se remontan al año 1985, cuando se firmó el contrato para la publicación y distribución de la revista. En la época que va de 1993 a 1998, sin embargo, se fue haciendo cada vez más evidente que, aunque Editorial Garsi tenía interés en nuestra publica- ción, era muy poco lo que iban a hacer para promover su proyección inter- nacional y por conseguir más publicidad. Fueron muchas las reuniones que mantuvimos a lo largo de todo ese período y exhaustiva la información que les proporcionamos sobre casas comerciales, proveedores habituales de material de microbiología, etc. Por otro lado, comparativamente los costes no eran bajos, ya que les dábamos cada número de la revista acabado y listo para su reproducción. Además, Editorial Garsi, por contrato, tenía un poder absoluto sobre la revista. En el último período, viendo que no podíamos mejorar con esa empresa, iniciamos una prospección en busca de una edito- rial que pudiera satisfacer nuestras aspiraciones sin que se interrumpiera la publicación de la revista de la SEM. A diferencia de la muerte por agota- miento de la primera, la segunda revista tuvo un final brillante y vigoroso, que dio vida a un nuevo producto, atractivo y eficaz. – 160 –
FIGURA 4. Portadas de International Microbiology del período 1998–2000 International Microbiology. Los primeros cuatro años Entre las diferentes editoriales con las que se estableció contacto, se vis- lumbraron tres posibilidades: Elsevier, Chapman & Hall y Springer-Verlag. La primera de ellas, Elsevier, ofrecía la filial española (Elsevier Prensa, SA) que, aunque tenía experiencia y profesionalidad, estaba enteramente dedica- da a revistas técnicas, especialmente de mecánica. Con Chapman & Hall se estuvo a punto de llegar a un acuerdo. Ricardo Guerrero, por indicación de Remedios Melero, directora de una revista del IATA (Valencia) que estaba editada por ellos, los visitó en Londres en abril de 1997. Ofrecían condicio – 161 –
nes favorables, era una editorial de prestigio y tenía una larga tradición (“We published Dickens's novels”, nos espetaron a modo de presentación). Mani- festaron que el enfoque generalista de la revista encajaba en su política edi- torial y se mostraron de acuerdo con nuestras expectativas de difusión en América Latina. Sin embargo, el contrato no llegó a firmarse y, tras un inex- plicable y prolongado silencio por su parte supimos que, en una cadena de absorciones y compras en las que intervinieron Elsevier y Kluwer, la vieja Chapman & Hall de Dickens había sido adquirida por Thomson Corpora- tion. Nunca dieron explicaciones y se supone que en un momento de cam- bios empresariales y de renovación total de ejecutivos optaron por no llevar adelante operaciones inconclusas. La filial española de Springer-Verlag, sita en Barcelona, fue la opción elegida. Entre sus ventajas se pueden citar unas condiciones económicas ventajosas (a cambio de hacer nosotros parte del trabajo) y un trato muy afa- ble, que permitía preparar el número en estrecha connivencia con un exce- lente profesional, Reinhoid Rensen. Montserrat Fontboté, directora entonces de la empresa, creyó desde el principio en la idea de hacer una revista visual- mente atractiva, con una presentación de calidad y con un contenido cientí- ficamente correcto. El presidente de la SEM, Francisco Ruiz Berraquero, estimuló todo el proceso y firmó rápidamente el contrato, que tenía una duración de dos años. La nueva revista, International Microbiology, tenía un aspecto, formato, color y nombre nuevos (Fig. 4). En esta etapa era Springer quien, a partir del disquete, hacía la maquetación. La proximidad de la edi- torial permitía la rápida solución de cualquier duda antes de la impresión, aunque para acabar el número había que desplazarse al taller tipográfico (que estaba a unos 40 km de Barcelona, y donde contábamos con la amable condescendencia del dueño de la empresa, Albert López Casanovas). En esta época, y también para ahorrar tiempo y dinero, se realizó la dis- tribución desde Barcelona. Se buscó una distribuidora, LetterGraphic, que se encontraba en Badalona, a unos 10 km de distancia. Cada tres meses, Car- men Chica, cargada con una mochila como un escolar, se desplazaba hasta allí provista de unas 2000 fajas (de la revista); viajaba en metro y caminaba un kilómetro y medio hasta una inmensa nave industrial. Por otra parte, des- pués de innumerables trámites, se logró de Correos el precio especial para publicaciones periódicas (que afectaba solamente a la distribución terrestre y por tanto era adecuada para España y el resto de Europa, pero no para Esta- dos Unidos y América Latina). Posteriormente la revista volvió a distribuir- se desde Madrid, esta vez por la misma empresa que venía haciéndolo satis- factoriamente con el Boletín de la SEM. – 162 –
Se ha explicado brevemente el problema que comporta la aplicación de los criterios de calidad. En primer lugar, el rechazo de una gran cantidad de artículos, en muchas ocasiones de los propios colegas. El enojo que provo- ca ese rechazo es comprensible y se notó en la disminución del número de artículos que llegaban a la redacción. Sin embargo, una vez que la revista de la SEM consolidó su estatus de publicación modesta pero rigurosa, el flujo de artículos aumentó, permitiéndonos ese nivel de calidad exigible a toda publicación científica moderna. Persiste, sin embargo, un problema que afecta al estado en que se envían los trabajos y que supone un considerable esfuerzo y dedicación por parte de quienes preparamos cada número. Resul- ta incomprensible que autores que realizan un gran esfuerzo en la presenta- ción de sus trabajos para las revistas “importantes”, no tengan el mismo cui- dado cuando los envían a revistas modestas. Errores en la bibliografía, tablas y figuras con la misma información, ilustraciones penosas y un inglés pési- mo son frecuentes. Si se trata de autores jóvenes, es hora de pensar en ense- ñarles que además de investigar hay que comunicar lo que se investiga, lo cual se hace principalmente mediante la comunicación escrita. Después de diseñar un experimento y de obtener los resultados, es imprescindible saber explicar el trabajo, respetar las diferentes partes del artículo, y no hacer sal- tos y trasvases inexplicables en el texto. No obstante, comprobados el inte- rés y la calidad de un artículo, de acuerdo con el criterio de los revisores, International Microbiology no puede permitirse el lujo de rechazarlo por la descuidada presentación en forma y contenido. El trabajo que esto supone para la Redacción (especialmente para Mercè Piqueras y para Carmen Chica, que son quienes llevan la voz cantante en ese tema) resulta difícil de evaluar y debería ser reconocido, en primer lugar, por los propios autores que, en numerosas ocasiones, ven mejorado considerablemente el artículo que han sometido a la revista. Durante los primeros cuatro años de International Microbiology se han publicado 16 números, con un total de 180 artículos y 1156 páginas (Tabla 4). Finalmente, el mayor tamaño de las páginas y la nueva maquetación y tipografía permiten poner aproximadamente 900 palabras ―unos tres folios de ordenador― en cada página, lo que ha supuesto un gran ahorro de papel y la optimización del espacio de la revista. Los artículos no sólo han venido de España, sino que han tenido como autores a grupos de diversos países (Tabla 5). – 163 –
Tabla 4. Detalle de los números de International Microbiology publicados en el período 1998–2001 Año Vol.(Núm) Núm pág AI* Núm pág AC* Pág. año Artículos 1998 1(1) 78 10 1(2) 66 10 1(3) 48 14 1(4) 80 6 Total 272 40 312 52 1999 2(1) 56 10 2(2) 58 14 2(3) 64 12 2(4) 66 14 Total 244 50 294 46 2000 3(1) 58 12 3(2) 56 12 3(3) 56 12 3(4) 46 22 Total 216 58 274 44 2001 4(1) 44 14 4(2) 46 20 4(3) 50 14 4(4) 76 12 Total 216 60 276 38 *AI: Artículos de “Investigación” (de revisión o de investigación primaria). *AC: Artículos “Complementos” (Editoriales, Opinión, Perspectivas, Biografías, Revisiones de libros, etc.). Características físicas de la revista El aspecto de la revista ha experimentado diversos cambios desde su ini- cio hasta nuestros días. En sus cuatro primeros años, 1947 a 1951, la porta- da tiene el árbol luliano del CSIC (véase García Mendoza 1995, p. 361). A partir de 1952, muestra el rostro de perfil del Dr. Ferrán (como hemos visto, uno de los dos coeditores era el Instituto de ese nombre), y esa figura se – 164 –
TABLA 5. Países, además de España, de los que se ha publicado artículos en International Microbiology en el período 1998–2001 Estados Unidos 22 Alemania 14 Francia 11 Canadá 7 Argentina 5 México 5 Rusia 5 Venezuela 4 Brasil 3 Holanda 2 Italia 2 Reino Unido 2 Chile, Colombia, Cuba, Israel, Japón, Nigeria, Noruega, Chequia, Suiza, Sudáfrica 1 mantendría hasta el fin de la primera revista, en 1986. La cubierta era de car- tulina de color crudo y tenía un tamaño de 17 x 24 cm. En 1982 cambió la presentación: la cubierta se hizo algo más dura, plastificada y de color ama- rillo brillante, con distinta tipografía; el papel mejoró; el perfil del Dr. Ferrán se mantuvo, aunque un poco desplazado hacia la parte inferior. El tamaño siguió siendo el mismo (véase la Fig. 1). Al preparar el primer número de Microbiología SEM, pensamos (RL) en el diseño y formato habituales en revistas similares del momento. El cambio con respecto a la anterior (pero, recordemos, aún existente) revista fue total: desapareció la imagen del Dr. Ferrán (ya no la editaba el Instituto de su nom- bre) y la cubierta pasó a ser de color azul turquesa. El tamaño aumentó (19 x 26 cm). La elección de la portada fue de fácil consenso: sobre un fondo azul, que incorporaba en su parte inferior el afortunado y reciente anagrama de la SEM, aparecía la palabra MICROBIOLOGÍA (véase la Fig. 3). No obstante, las limitadas disponibilidades económicas nos llevaron a utilizar impresores más voluntariosos que capacitados. El mejor ejemplo de todo ello se reflejó en que el color que servía de fondo a la portada mostraba en el conjunto de los números que salieron a la luz toda una gama de diferen- tes tonos de azul (cual mancha de sangre del fantasma de Canterville) que nunca se repetían de número a número. – 165 –
En 1998, cuando International Microbiology inició su andadura, cambia- mos (RG) por completo el formato (que pasó a ser de 28 x 21 cm, es decir, “DINA4 menos un centímetro”, como el de muchas revistas internaciona- les), el color se convirtió en un rojo conspicuo y se modernizó totalmente la tipografía. Se empezaron a publicar ilustraciones en color dentro del núme- ro, que iban a cargo de los autores. La portada pretendía expresar la volun- tad integradora de la SEM: estaría dividida en cuatro cuadrantes, que man- tendrían la misma imagen los cuatro números del año, y en el centro, en un círculo cuyo diámetro era exactamente el de una placa de Petri estándar (9,5 cm), se pondría una figura destacada del número. La figura central sería a todo color, y desde el principio nos propusimos que los colores y figuras centrales de los cuatro números del año constituyeran un conjunto armóni- co. Los cuatro cuadrantes de fondo representarían los cuatro grandes grupos de microorganismos: virus (en la parte superior izquierda), procariotas (bac- terias o arqueas, en la parte superior derecha), protistas (en la parte inferior izquierda) y hongos (en la parte inferior derecha) (véase la Fig. 4). Final- mente, Ricardo Guerrero dedicó una gran atención al título de la revista. Después de considerar docenas de posibilidades (muchas precedidas por “Journal”, algunas acabadas en “Acta”), y después de abandonar una que nos parecía adecuada al contenido, “Basic and Applied Microbiology” (pen- sada, todo hay que decirlo, con la sana intención de aparecer en las listas alfabéticas en uno de los primeros lugares), nos decidimos por un nombre corto y sugerente, el que ahora tenemos. Curiosamente, al menos por lo que pudimos averiguar, a nadie se le había ocurrido antes un nombre tan evi- dente. Y podríamos preguntarnos cómo íbamos a llamar “International” a una revista de una sociedad nacional. Pero la SEM, desde su fundación, ha querido proyectarse en ámbitos internacionales, especialmente en América Latina. Finalmente, gracias a la constancia de Sara I. Pérez Prieto, entonces tesorera de la SEM, se inscribió el nombre en el Registro de la Propiedad Industrial. Lo intentamos en otros países, pero el precio era prohibitivo y cejamos en el empeño. Además del elemento esencial constituido por los trabajos de investiga- ción, que en una publicación de microbiología cubren quizá una de las áreas científica más extensas, otros componentes diversos han contribuido a per- filar, desde sus inicios, la personalidad de nuestra revista. Por ejemplo, su temprana apertura internacional, que queda plasmada en la designación de miembros de honor de la SEM a reconocidos microbiólogos. Más reciente- mente, la inclusión de secciones con artículos generales, Editoriales, Opi- nión, Perspectivas y Revisiones de Libros ha permitido afianzar esa perso – 166 –
También puede leer