Castigando la "vida loca": Respuestas oficiales y expresiones sociales frente a las pandillas en Centroamérica
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Castigando la “vida loca”: Respuestas oficiales y expresiones sociales frente a las pandillas en Centroamérica Las expresiones pandilleriles centroamericanas son objeto de alarma pública, en parte por situaciones objetivas y, en parte, por ejercicios de inflamación y exageración de su naturaleza y capacidad de victimización. Se trata de un fenómeno social que cautiva gran parte de la atención pública centroamericana y, crecientemente, la de los países norteamericanos, principalmente, Estados Unidos de América. Es una manifestación social que irrumpe en la vida cotidiana de los centroamericanos – principalmente la de los habitantes del Triángulo del Norte (Honduras, Guatemala y El Salvador) – y califica de manera determinante la conducción de los asuntos públicos en estos países, especialmente como resultado de la profusión de la seguridad como eje estructural de los gobiernos actuales. La forma de expresión, la vida cotidiana y la actividad delictiva de las pandillas en Centroamérica responde a rasgos complejos, multicausales y que sintetizan muchos de los elementos de la problemática social de los países de la región. Esta constatación obliga a que el análisis del problema se realice desde sus distintas dimensiones sociales, económicas, políticas y jurídicas. La actividad de las pandillas y la correspondiente reacción social y oficial generan situaciones que ponen en riesgo la seguridad y la garantía de los derechos de muchos ciudadanos, principalmente la de aquellos que habitan en los centros urbanos. Varios informes han abordado esta problemática social, recientemente1. La intención del Instituto Interamericano de Derechos Humanos (IIDH) es contribuir a un ejercicio analítico sobre este fenómeno social desde la perspectiva de los derechos humanos y Documento elaborado por Camilo Ernesto Bernal Sarmiento (Profesor de la Universidad del Rosario y miembro fundador de la Corporación Punto de vista: Bogotá, Colombia) y Michael Reed Hurtado (Profesor de la Universidad Externado y miembro fundador de la Corporación Punto de vista: Bogotá, Colombia) para el Instituto Interamericano de Derechos Humanos IIDH. 1 Véanse, a manera de ejemplo, los estudios producidos por: José Alberto RODRÍGUEZ BOLAÑOS (Coord.), Maras y pandillas, comunidad y policía en Centroamérica. Hallazgos de un estudio integral, Demoscopía S.A., Guatemala, octubre de 2007; USAID Bureau for Latin American and Caribbean Affairs, Office of Regional Sustainable Development, Central America and Mexico Gang Assessment, abril de 2006; Washington Office on Latin America (WOLA), Youth Gangs in Central America. Issues in Human Rights, Effective Policing, and Prevention, noviembre de 2006; Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM), Departamento académico de estudios internacionales, Centro de estudios y programas interamericanos (CEPI), Red transnacional de análisis sobre maras, diagnósticos: http://interamericanos.itam.mx/maras/diagnosticos.html; LARA KLAHR, Marco (2006). Hoy te toca la muerte. El imperio de las Maras visto desde dentro, México: Planeta; José Miguel CRUZ (ed.), Street Gangs in Central America, UCA Editores, San Salvador (2007); Procurador de los Derechos Humanos, Las maras y el enfoque de seguridad democrática: tendencias actuales, Guatemala (2007); y RUBIO, Mauricio (2007). De la pandilla a la mara. Pobreza, educación, mujeres y violencia juvenil. Bogotá: Universidad Externado de Colombia. 1
ofrecer algunas bases para el diseño de políticas públicas que contribuyan a la consolidación del Estado de Derecho en la región. Indudablemente, se trata de un campo de análisis que desborda el ámbito del derecho internacional; por lo tanto, el aporte del IIDH es complementario, aporta una mirada en la construcción de una visión integral sobre este problema complejo y dinámico. Este estudio es manifestación de la línea de trabajo del IIDH que profundiza sobre la relación entre la seguridad ciudadana y la vigencia de los derechos humanos. El IIDH entiende la seguridad ciudadana como “aquella situación política y social en la que las personas tienen garantizado, legal y efectivamente, el goce de sus derechos y en la que existen mecanismos institucionales eficientes para prevenir y controlar las amenazas o coerciones ilegítimas que pueden lesionar tales derechos”. De forma complementaria, este análisis es extensión del trabajo permanente en materia de administración de justicia penal en la región. El IIDH propugna por el fortalecimiento de los regímenes de justicia mediante el diseño, adopción y puesta en marcha de políticas públicas que promuevan y hagan realidad los principios del Estado de Derecho. El análisis del IIDH sobre las manifestaciones pandilleriles en Centroamérica y las reacciones sociales y oficiales frente a estas también se nutre de la capacidad que posee el Instituto de comparar esta dinámica con otras que acontecen en la región, por ejemplo las expresiones pandilleriles de Colombia y de Brasil. Las maras y pandillas juveniles se manifiestan como problemática social y política en casi todos los países de la región; son expresión de la vida y la emergencia urbana que califica a las sociedades latinoamericanas en la actualidad. Los integrantes de estas pandillas, casi indefectiblemente, experimentan la exclusión y la discriminación social. Como individuos y como colectivos constituyen una amenaza social (real y aparente) y son objeto de persecución social, policial y judicial. Si bien existen programas sociales de prevención y atención, la principal reacción institucional es la represión. Las respuestas sociales y oficiales que se dan a las maras y pandillas en Centroamérica, al margen de contar con algunas particularidades, encuentran correlatos en las racionalidades y sensibilidades que promueven y enmarcan las políticas y las prácticas de los distintos países de la región. Este marco comparado facilita un referente de información que permite identificar fracasos y buenas prácticas ensayadas en otras realidades nacionales, en contextos similares. En el caso centroamericano, la actividad pandilleril es particularmente notoria y es percibida como una de las principales amenazas a la seguridad nacional y a la integridad de las personas. Hasta la fecha, las respuestas oficiales no han tenido mayor impacto en la expresión de este fenómeno; inclusive, en algunos casos, la situación, aparentemente, se ha agravado. El enfoque securitario y punitivo que se le ha dado a las políticas ha hecho que la respuesta institucional se haya caracterizado por un alto componente de sistema penal, a través de un control policial arbitrario y extralimitado, generando, así, violaciones de derechos humanos, tanto en contra de miembros de las pandillas como 2
de jóvenes no vinculados a estas manifestaciones. Además, no se ha logrado el efecto deseado de mejorar el sentimiento de seguridad entre los habitantes. Ante esta situación, uno de los retos del poder estatal es resistir la tendencia a incrementar la demostración de fuerza punitiva para responder a un percibido desborde de la criminalidad. La producción del documento es el resultado de una extensa investigación documental y analítica. Fueron objeto de estudio numerosos informes, documentos de políticas públicas, publicaciones académicas y activistas, estadísticas, marcos normativos y providencias judiciales. El estudio fue complementado por trabajo de campo que se llevó a cabo a finales de 2007 en Honduras, Guatemala y El Salvador, y que permitió la recolección de información oficial. Durante el trabajo de campo se realizaron más de 70 entrevistas a: funcionarios públicos de los poderes ejecutivo, legislativo, judicial; representantes de órganos de control y organismos de protección de derechos humanos; académicos; expertos independientes; miembros de organizaciones no gubernamentales; investigadores de organismos internacionales; y miembros de pandillas recluidos en varios establecimientos de detención de los tres países. (Ver Anexo. Tabla 1. Personas entrevistadas durante el desarrollo del trabajo de campo). Como punto de partida, el documento brinda elementos descriptivos y de definición de las manifestaciones pandilleriles en Centroamérica. Al haber sido objeto de tanta distorsión mediática, las pandillas centroamericanas se han tornado en mito e imagen omnipresente, por lo tanto, un primer paso en la construcción de políticas públicas es un ejercicio de adecuada delimitación del fenómeno. En segundo lugar, este documento ofrece un referente para identificar y abordar los riesgos que las políticas de control de las pandillas pueden estar generando para la consolidación del Estado de Derecho y el respeto de los derechos humanos en los países centroamericanos. Y, a manera de conclusión, el documento presenta algunas recomendaciones en materia de políticas públicas para la prevención y el control del delito, desde la perspectiva de respeto a los derechos humanos y la promoción de políticas sociales que garanticen esos derechos. 1. Un diagnóstico técnico e institucional: un punto de partida necesario para abordar la problemática de las maras y pandillas en Honduras, El Salvador y Guatemala. Las descripciones y las representaciones de las pandillas centroamericanas son, por lo general, alarmantes; se afirma que las pandillas centroamericanas son las más violentas del mundo y que su modo de actuar no es como ningún otro. Este tipo de expresión fue ilustrada por el General Bantz J. Craddock, comandante del Comando Sur de EE.UU., al presentar a las pandillas centroamericanas como una amenaza para la 3
estabilidad y la prosperidad de la región2. El General sustentó su declaración en un par de hechos impresionantes3 y expuso que “(e)l nivel de sofisticación y la brutalidad de las pandillas centroamericanas no tienen precedentes”4. A partir de la reproducción y proyección de incidentes macabros y de imágenes intimidatorias, el pandillero centroamericano se ha convertido en “amenaza social” y se ha construido como un “enemigo público” que debe ser combatido. Detrás de esta percepción hay respaldo objetivo, entre otros: los miembros de las pandillas centroamericanas han perpetrado actos que denotan barbarie; sus actividades extorsivas e intimidatorias afectan actividades cotidianas de las comunidades y sus vecinos; muchos de sus rituales y normas de conducta (de selección, ingreso, pruebas de lealtad y disciplina) están calificados por la violencia; y su relación con la sociedad es antagonista. Su apariencia personal se erige para demostrar fuerza y bravura. Las “tintas” (o los tatuajes) marcan sus cuerpos con historia – de familia y territorio – en señal de identidad y de unión con pares, pero de rompimiento con “los otros”. No hay duda que la reputación está bien acompañada por los hechos. Sin embargo, las manifestaciones del pandillerismo en Centroamérica han sido objeto de importantes distorsiones y de procesos de exageración hasta crear un sentimiento colectivo de inseguridad que, a su vez, reproduce más agitación. Es verificable una tendencia discursiva (de los voceros oficiales) a representar a la Mara Salvatrucha y a la pandilla Barrio 18 como expresiones de excepción para justificar “formas más expresivas e intensas de control policial y castigo, que pretenden expresar el sentimiento popular y todo el peso de la autoridad estatal”5. Se trata de un proceso neológico que conduce inevitablemente al escalamiento de la violencia. En palabras de un ex pandillero: “O sea que se vuelve más sangrienta la cosa, pues. Así como ellos se vuelven duros, también la pandilla”6. El sentimiento de vulnerabilidad ciudadana termina por justificar incursiones arbitrarias del poder estatal como modo de gobernar el problema de las pandillas, lo que acarrea un debilitamiento 2 Declaración del General Bantz J. Craddock, United States Army Commander, United States Southern Command, en el Congreso de EE.UU., sesión No. 109, House Armed Services Committee, 9 de marzo de 2005. 3 Manifestó que una de las pandillas guatemaltecas exigía el asesinato de una niña adolescente como prueba de ingreso y evocó la masacre de 28 personas inocentes el 23 de diciembre de 2004 en Chamelecón (Cortés), Honduras. Esta masacre a la postre, promovería la reforma del principal instrumento normativo contra las maras en Honduras: el tipo penal de asociaciones ilícitas. 4 Ibid. 5 David GARLAND (2007): Crimen y castigo en la modernidad tardía, Bogotá: Siglo del Hombre Ed., p. 211. 6 Testimonio de un ex líder pandillero, contenido en el estudio: José Alberto RODRÍGUEZ BOLAÑOS (Coord.), Maras y pandillas, comunidad y policía en Centroamérica. Hallazgos de un estudio integral, Demoscopía S.A., Guatemala, octubre de 2007, p. 21. 4
general de los principios del Estado de Derecho en la región. Ilustrando el ciclo de escalamiento: “la guerra a las pandillas justifica a las pandillas en pie de guerra”7. En esta sección, no se pretende ofrecer un análisis autónomo e integral de las pandillas y sus actividades. Como se resaltó en la introducción, hay una serie de aportes académicos y no gubernamentales que, desde distintas disciplinas, han abordado recientemente el tema8. Se observa con preocupación la instalación de una serie de mitos y construcciones en los discursos de la mayoría de los entrevistados que justifican la acción oficial, pero que carecen de sustento teórico y empírico. Por esta razón, se dedica esta sección del documento a exponer una serie de conceptos y elementos prácticos relacionados con el diagnóstico del fenómeno de las maras y pandillas. Se resaltan algunos elementos para la elaboración de un análisis sistémico que pueda ser el punto de partida para la construcción de una política pública coherente y consistente con los principios del Estado de Derecho. La definición de estos aspectos responde a la identificación de los puntos centrales de contención en los debates nacionales y aquellos que importan mayor trascendencia para el debido diseño de una política pública integral. 1.1. La urgente necesidad de cerrar las puertas a la especulación y a la alarma El ejercicio de representación de las maras y pandillas como amenaza social tiene móviles individuales, oficiales y culturales; y tiene base en hechos reales (pero también en hechos fabricados). Se trata de un proceso nominativo y descriptivo que se encuentra implantado como práctica en el discurso oficial, en los medios de comunicación y en el intercambio entre personas del común. Las pandillas son más por lo que se piensa de ellas que por lo que se sabe de las mismas. Este ejercicio especulativo e inflacionario es peligroso y pone en entredicho el contenido de las políticas públicas que se implementan en la región para hacer frente a las pandillas. El diseño de una política pública debe partir de un diagnóstico objetivo y técnico del problema que se busca encarar. El análisis del problema, como paso inicial, es absolutamente crucial, puesto que determina la realidad que se quiere modificar, determina los medios idóneos para intervenir y fija los resultados sobre los cuales se determinará el éxito o el fracaso de las medidas programáticas que se pongan en marcha para incidir sobre el problema. El análisis del problema debe ser corregido y actualizado regularmente, particularmente si se trata de problemas sociales que se califican por ser complejos y dinámicos. 7 KLEIN, M. W. y MAXSON, C. (2006): Street gang patterns and policies. Oxford: Oxford University Press. Citado en: RODRÍGUEZ BOLAÑOS (Coord.) (2007:21). 8 Véase supra nota 1. 5
La ausencia de diagnósticos oficiales no ha limitado las declaraciones públicas sobre la naturaleza de las pandillas ni sobre sus intenciones y actividades delincuenciales. Es más, los medios de comunicación están copados de versiones sobre las maras y pandillas y sus acciones. Estos dos elementos – la ausencia de diagnósticos oficiales y la proliferación de declaraciones políticas infundadas – conducen a la construcción mediática del fenómeno y a la introducción de percepciones equivocadas en la discusión del problema y de las respuestas públicas. Los funcionarios entrevistados destacaron, casi indefectiblemente, que las pandillas son el principal problema en materia de seguridad en sus respectivas jurisdicciones nacionales. No obstante, ninguno de los funcionarios respaldó la aseveración con un documento analítico (cualitativo o cuantitativo) que la fundamentara. Es probable que existan documentos sobre las maras o pandillas al interior de las entidades nacionales que tienen el mandato de encararlas; pero estos documentos no son públicos y, por lo tanto, no pueden ser objeto de escrutinio por parte de la opinión pública. De igual forma, al no ser públicos, tampoco otorgan el sustento requerido para definir adecuadamente el fenómeno que se quiere encarar y asegurar que las respuestas oficiales sean pertinentes. En ninguno de los tres países se pudo constatar la existencia de una visión interinstitucional sobre la dimensión o la dinámica que tienen las pandillas en sus respectivos países. Las entrevistas evidencian un alto nivel de especulación y la ausencia de posiciones institucionales en relación con el diagnóstico del problema y la respuesta oficial9. Las respuestas oficiales, aparentemente, se han construido sobre la base de impresiones sin sustento técnico (particularmente empírico). No existe un ejercicio descriptivo ni analítico oficial sobre el problema; no existe ninguna base estadística confiable que conduzca al planteamiento informado de políticas institucionales. Por lo tanto, la reacción es especulativa y altamente inefectiva. Entre algunos de los funcionarios entrevistados se constató la existencia de un amplio acervo de conocimiento sobre las maras y pandillas, de posiciones ponderadas y de voluntad real para actuar. Sin embargo, estos mismos funcionarios advierten obstáculos internos para desarrollar programas institucionales de prevención y respuesta a las pandillas. Arguyen la existencia de razones políticas que impiden una respuesta técnica al problema o razones criminales (corrupción al interior de los organismos de seguridad) que encuentran en las maras y pandillas el escudo perfecto para sus empresas. Ninguna de estas dos razones (además, no excluyentes entre sí) desconocen que las pandillas son un verdadero problema social; sencillamente, estos testimonios realzan que la representación que se hace de las pandillas es falaz y que existen intereses privados detrás de esta manipulación. 9 Todos los entrevistados manifestaron desconfianza en relación con sus propias instituciones. Pero aún, autoridades en los tres países manifestaron que es posible que “lo que se sabe de las maras responde a mentiras fabricadas, repetidas e instaladas en el imaginario social”. Entrevista con representante de órgano de control, octubre 2007. Este misma línea argumentativa fue compartida por funcionarios de los poderes Ejecutivo y Judicial de los tres países. 6
La elaboración, adopción y socialización de un diagnóstico oficial sobre el pandillerismo en los países del Triángulo del Norte es un paso imprescindible para reencauzar la intervención estatal frente a este problema. 1.2. Una definición de trabajo: un referente necesario Las manifestaciones pandilleras en los países centroamericanos gozan de arraigo social desde la segunda mitad del siglo pasado10. No siempre fueron interpretadas como agrupaciones delictivas; eran entendidas como manifestaciones del sentimiento gregario juvenil en los barrios. La expresión “mara”, particularmente en El Salvador, se utilizaba comúnmente (y ahora con menor frecuencia) para referirse a un grupo de amigos. Como en muchos otros lugares del mundo, especialmente marcados por la urbanización galopante, las juventudes han generado en las ciudades centroamericanas expresiones grupales de identidad y solidaridad, generalmente ligadas a un territorio específico11. Las expresiones pandilleriles en Centroamérica son de variada naturaleza y las actividades que realizan son diversas. El ejercicio de representación de las pandillas y las maras ha conducido a un proceso de alteración que, por un lado, distorsiona la naturaleza de estos grupos y, por otro, perturba la objetividad con la cual debe mirarse el fenómeno. El constructo social de las pandillas se compone de mitos, clichés y prejuicios, más que de datos empíricos12. La significación social mediante el uso de mitos y lugares comunes es un dispositivo regularmente utilizado pero técnicamente desaconsejado. Este se enfoca en lo discursivo y ofrece pocas soluciones en el terreno práctico. La sustitución de conceptos y datos por creaciones retóricas conduce a operaciones cognitivas desafiantes de los principios del Estado de Derecho, entre otros, la transparencia y la legalidad, como veremos en la sección relativa a las políticas públicas. La Mara Salvatrucha (MS) y la Pandilla Barrio Dieciocho (Barrio 18 o 18th Street Gang) son expresiones pandilleriles extraordinarias; sin embargo, no dejan de ser esencialmente pandillas. Las manifestaciones y las tendencias expansivas de ambas pandillas son perturbadoras e inquietantes, más no únicas. Las lógicas pandilleriles en 10 A manera de ejemplo, véase, Tomás ANDINO MENCÍA (2006): Las maras en la sombra. Ensayo de actualización del fenómeno pandillero en Honduras, Tegucigalpa Universidad Centroamericana “Simeón Cañas” Instituto Universitario de Opinión Pública, Págs 34. 11 Con el paso del tiempo, las pandillas han ido demostrando un incremento de su actividad delictiva y mayores niveles de violencia. El caso de las pandillas centroamericanas – junto con las colombianas y las brasileras – son objeto de preocupación internacional. 12 A manera de ejemplo, uno de los mitos actuales en EE.UU. es que la Mara Salvatrucha y la Pandilla Barrio 18 están conformadas por ex combatientes de las guerras civiles centroamericanas. Por más validez que pudo haber tenido la afirmación al comienzo de la década de los noventa para describir la situación de algunos de los pandilleros, la misma nunca fue generalizable; en la actualidad, sencillamente, es una imposibilidad fáctica, aunque se sigue utilizando el cliché para describir a la membrecía adolescente de la MS en EE.UU. (años después de concluidas las guerras). 7
Colombia y Brasil, por ejemplo, revisten similar gravedad13. La constatación de situaciones similares no ofrece mayor sosiego; y no debe hacerlo. Sin embargo, se destacan estas otras situaciones para resaltar que las manifestaciones extremas (y si se quiere excepcionales) de pandillerismo no son razón para renombrar el fenómeno y aislar su análisis del conocimiento sociológico, psicológico, criminológico y penológico que existe en torno a la pandillas en el mundo. No hay ninguna razón sustentada para abandonar marcos conceptuales compartidos que permitan una aproximación social al problema. En este orden de ideas, la siguiente definición recientemente propuesta por Demoscopía, puede ser un punto de partida: “Las maras y pandillas son agrupaciones juveniles relativamente estables, caracterizadas por el uso de espacios públicos urbanos, generadoras de patrones identitarios, articuladoras de la economía y la vida cotidiana de sus miembros, y que sin ninguna pretensión de institucionalidad despliegan un contra-poder sustentado en una violencia inicialmente desordenada”14. Esta definición base contiene los elementos principales que caracterizan las expresiones pandilleriles de los países del Triángulo del Norte y de otros países del continente. Es suficientemente genérica para permitir la inclusión de manifestaciones disímiles y, a su vez, facilita la complementación de su contenido prescriptivo mediante ejercicios descriptivos que realcen las particularidades de ciertos grupos. La adopción de una definición como referente tiene múltiples consecuencias deseadas, entre otras: facilita la existencia de un lenguaje común, delimita el fenómeno sobre el cual se quiere intervenir, sirve como marco de control (o seguimiento) a la acción pública (transparencia), convoca a la discusión técnica, y promueve el intercambio entre el razonamiento deductivo e inductivo en el proceso de análisis social. El diseño y la adopción de una definición del objeto de estudio no es un paso meramente formal; es un avance expresivo y determinante que debe plasmar el conocimiento que se tiene sobre las maras y pandillas (en este caso), y explicitar los enfoques de la intervención que, a su vez, se tornan en razones públicas. Esta definición se sugiere como un punto de partida para la discusión de política pública. La existencia de un referente conceptual es un elemento clave para aunar 13 Al respecto véase: PEREA RESTREPO, Carlos Mario (s/f) El que la debe la paga.Pandillas y violencias en Colombia 14 José Alberto RODRÍGUEZ BOLAÑOS (Coord.), Maras y pandillas, comunidad y policía en Centroamérica. Hallazgos de un estudio integral, Guatemala: Demoscopía S.A., octubre de 2007. Basada en una definición producida por KLEIN, M. W. y MAXSON, C. (2006). Street gang patterns and policies. Oxford: Oxford University Press. Otra definción puede encontrarse en: CUÉLLAR, Roberto / RODRÍGUEZ, Víctor M. (2007): “El fenómeno de las maras en Centroamérica: un estudio penal con un enfoque de derechos humanos”. En: García Ramírez, Sergio, Islas de González Mariscal, Olga (coordinadores), Panorama internacional sobre justicia penal. Política criminal, derecho penal y criminología. Culturas y sistemas jurídicos comparados. Séptimas Jornadas sobre Justicia Penal. México: UNAM. 8
misiones y visiones institucionales frente a un fenómeno complejo que requiere una intervención de múltiples instituciones. Si se sigue este proceso de manera rigurosa, conducirá a la construcción de una visión institucional compartida – lo cual significa el primer paso en el diseño de una plataforma pública. Las pandillas y las maras centroamericanas sí tienen manifestaciones que son particulares; sin embargo, este hecho no las torna en algo incomprensible. Su evolución, documentada de manera continua, y su relación con el mundo social puede dar importantes pistas sobre el marco de intervención requerido. Es esencial, sin embargo, que el ejercicio se base en trabajo científico (que alterne métodos deductivos e inductivos) y que se aparte de lugares comunes o, por lo menos, revise los supuestos que se han tomado por hechos. 1.3. Pandillas, maras y grupos juveniles: no todas son MS o Barrio 18. En la actualidad, el fenómeno pandillero en los países del Triángulo del Norte se uniforma y se nomina como limitado o reducido (de manera equivocada) a las expresiones identificadas como la Mara Salvatrucha y la pandilla Barrio 18. La espectacularidad del estilo pandillero (principalmente, por su tatuajes faciales) y la ferocidad de los crímenes violentos que han sido atribuidos a jóvenes identificados con estos dos grupos condujeron a la construcción de una imagen hegemónica, objeto de estigma social y realzada por los medios de comunicación, que se instaló en el discurso público y en el imaginario social. Hoy, toda expresión pandilleril centroamericana se asume con el signo de “mara” y todas las “maras” son MS o Barrio 1815. Mediante este proceso de generalización, por un lado, se desconoce (o se ignora) otro tipo de pandilla no vinculada con las dos expresiones extendidas, por ejemplo, este es el caso de los Wifers y los Cholos en Guatemala, La Máquina en El Salvador, o Los Rockeros en Honduras. A través de los últimos diez años, muchas de las pandillas pequeñas adhirieron por supervivencia, identidad o poder a la MS o a la Barrio 1816; pero ese proceso de adhesiones o cooptación no alcanzó a todos las pandillas. Además, las expresiones de base de la MS y la Barrio 18 continúan siendo significativas en el proceso dinámico de identidad de estos dos conglomerados. La MS y la Barrio 18 no son tanto por lo que se preceptúa abstractamente en los círculos de una secreta hermandad, sino por lo que experimentan y definen sus miembros en el nivel local 15 Los miembros de la Mara Salvatrucha utilizan la palabra mara y mareros comúnmente. Igualmente, refieren sus letras, MS (emeese), y el número trece (siendo la M la decimotercera letra del alfabeto). Los miembros de la pandilla Barrio 18 no utilizan las palabras mara o marero; por el contrario, las rechazan. Su identidad la construyen en referencia a la pandilla y el “barrio” (la calle). En cada país y en cada localidad hay manifestaciones e interpretaciones distintas de su estilo y sus expresiones, pero (en general) las anteriores son de común aceptación. 16 Tomás Andino describe ese proceso de la siguiente manera: “Estas no salían a conquistar territorios y sólo entraban en choque con otras pandillas cuando aquellas entraban al suyo. Pero no estaban preparadas para enfrentar el nivel de agresividad de la MS13 y la 18, lo que las obligó a hacer alianzas con una u otra de éstas a fin de defenderse de la contraria. Inevitablemente ese proceso llevó a la absorción de las pequeñas por las grandes”. ANDINO MENCÍA (2006:10). 9
(actividades, liderazgos, solidaridad, violencia, etcétera). En otras palabras: no todas las pandillas son MS y Barrio 18, y aquellas que han adherido o han sido subsumidas por estos dos grupos mantienen rasgos y dinámicas propios que las identifican y las califican. 1.4. La identificación de las factores de riesgo: una de las claves de la prevención efectiva La decisión de pertenecer a una mara o pandilla está cruzada por una serie de variables sociales que, sin son debidamente identificadas, pueden ser objeto de intervención efectiva mediante programas sociales. La comprensión de las razones por las cuales los jóvenes ingresan a la pandilla es un elemento fundamental para entender las dinámicas al interior de las pandillas al igual que para intervenir efectivamente en la prevención del ingreso de jóvenes a las mismas. En el marco del trabajo de campo realizado, la mayoría de los entrevistados coincide en observar que el fenómeno delictivo de las pandillas es la consecuencia de los problemas sociales y económicos que viven los países, resaltándose como factores principales la desestructuración de los núcleos familiares, la falta de oportunidades de trabajo, la informalidad de la economía de remesas, y la carencia de la oferta escolar para los niños y jóvenes. Las investigaciones empíricas disponibles sobre el pandillerismo en los países del Triangulo Norte evidencian patrones relativamente similares a los observados en otros lugares del mundo. A manera de ejemplo, en el caso de El Salvador, el Instituto Universitario de Opinión Pública (IUDOP) de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA) sostiene que algunos de los factores que explican el surgimiento y sostenimiento de las pandillas son: “a) procesos de exclusión social que se traducen en precariedad económica; b) cultura de la violencia; c) crecimiento urbano rápido y desordenado; d) migración; e) desorganización comunitaria; f) presencia de drogas; g)dinámica de la violencia; h) familias disfuncionales; i) relaciones con los pares y j) dificultades de identidad personal. (…) (A)l interactuar dinámicamente, (estas variables) contribuyen a facilitar el ingreso y participación de los jóvenes en las pandillas”17. Además, complementa que variables como “el fácil acceso a las armas, la presencia de pandilleros en su comunidad y la mayor participación en redes de narcomenudeo y actividades ilícitas” también explican el auge de estos grupos entre jóvenes de las comunidades más pobres18. 17 AGUILAR, Jeannette (2007): “Pandillas juveniles transnacionales en Centroamérica, México y Estados Unidos”. Diagnóstico de El Salvador. Versión borrador. San Salvador: IUDOP, Pág. 21. 18 AGUILAR (2007) 10
La sistematización de las encuestas en estudios similares en Guatemala 19 y Honduras20 confirman estos hallazgos. En la medida en que la edad es un factor de riesgo para algunos jóvenes, cabe destacar que según las encuestas disponibles, la edad de ingreso a la pandilla se ubica entre los 13 y los 16 años. Ese es un rango amplio y además, según las encuestas, tampoco es muy estable21. Pero si representa un referente importante para focalizar acciones de prevención. De manera complementaria, la información disponible sobre la razones por las cuales los jóvenes ingresan a las pandillas confirman que motivos recreativos, y la búsqueda de solidaridad, unión y protección son los factores principales. La presencia de pandillas en las comunidades de los jóvenes en riesgo y los regímenes de coacción y presiones que surgen a partir de esta presencia producen círculos viciosos de riesgo y ingreso a las pandillas. Los factores de protección y respeto al interior de la comunidad adquieren particular trascendencia en el grupo femenino22. En este orden de ideas, la intervención social en el nivel comunitario debería ser una prioridad en cualquier campaña de prevención. 1.5. Sumas y restas: la necesidad de una proyección autorizada La cuantificación del fenómeno de las pandillas también es objeto de serias deficiencias. De hecho no hay coincidencia entre las diversas fuentes y las diferencias son tales que es imposible hacer un ejercicio de contrastación. La gran mayoría de los entrevistados durante el desarrollo del trabajo de campo resaltó que la información numérica que se tiene sobre las pandillas es precaria y carente de método. Algunas fuentes oficiales en Honduras y Guatemala señalaron que los cálculos cuantitativos son especulativos y objeto de manipulación política. Con el fin de ilustrar las discrepancias que se observan en la aproximación cuantitativa al fenómeno, se destacan las inconsistencias que tienen lugar entre las instituciones públicas en Honduras. En ese país, los agentes del Ministerio Público sostienen, “con base en datos de la Policía”, que hay 489 pandillas en el nivel nacional con una población aproximada de 30,000 miembros pandilleros23. Por su lado, la oficina del Comisionado Nacional de los Derechos Humanos estima que el número de pandilleros es de 70,00024. De manera seguida, la división encargada de las pandillas de la Policía Preventiva hondureña advierte que, en la actualidad, les resulta imposible producir una 19 RANUM Elin, Cecilie (2007), “Pandillas juveniles transnacionales en Centroamérica, México y Estados Unidos”. Diagnóstico Nacional Guatemala. Versión borrador. San Salvador: IUDOP, p. 1418. 20 ANDINO (2006: 2848). 21 Véase RODRÍGUEZ BOLAÑOS (Coord.) (2007:3536). 22 Véase, a manera de ejemplo, AGUILAR (2007: 19). 23 Entrevista: Ministerio Público, República de Honduras, Tegucigalpa, octubre de 2007 y presentación virtual. 24 Entrevista: Comisionado Nacional de los Derechos Humanos (CONADEH), Tegucigalpa, octubre de 2007. 11
cifra fiable sobre el número de pandillas y pandilleros en el país25. Esta falta de sincronía entre instituciones es evidente en los otros dos países. Además, se reproduce un fenómeno de referencia ciega a alguna cifra conocida cuya fuente no es debidamente identificada y, con base en referencias circulares, se va estableciendo como una cifra oficial. Un reciente trabajo realizado por Gema SANTAMARÍA BALMACEDA ilustra de manera puntual el problema de la estimación cuantitativa de los pandilleros y la urgente necesidad de afianzar una metodología replicable que sea aplicada en los tres países. Un extracto del trabajo comparado producido por la autora, ilustra las fuertes discrepancias entre tres fuentes distintas en los tres países objeto de nuestro estudio: Tabla no. 1. Número estimado de pandilleros26 País Cifras de Policías nacionales y/o Diagnósticos Red Transnacional Interpol Secretarías de Seguridad de Análisis sobre Maras (2005) Pública (estimaciones por caso) (2004 y 2005) Guatemala 14 000 8114 N/D Honduras 36 000 3500 3417 El Salvador 10 500 9500 1500 Como se observa, las discrepancias son tan altas entre las distintas fuentes que es imposible hacer un ejercicio de comparación o ponderación. La determinación de la magnitud del fenómeno debe estar sustentada en un ejercicio técnico y en una metodología transparente y replicable. La producción de un diagnóstico debe incluir un componente cuantitativo que permita la adopción de un referente del universo global de los miembros de las pandillas, idealmente desglosados por localidades y por pandilla. Este referente es un elemento esencial para el diseño de cualquier política pública. 1.6. La construcción de un enemigo social omnipresente: el marero El referente social del pandillero se ha basado en la generalización y en el estigma; este dista de la realidad cotidiana pandillera. Su desconstrucción es un paso elemental para la elaboración de un diagnóstico basado en el conocimiento técnico. El proceso de desarticulación de esa imagen requerirá esfuerzos particulares en la medida en que está comprometido un dispositivo poderoso que ha actuado durante años sobre las sensibilidades y mentalidades de la opinión pública en general. 25Entrevista: Policía Preventiva, Honduras, Tegucigalpa, octubre de 2007 y presentación virtual. 26Gema SANTAMARÍA BALMACEDA, Maras y pandillas: límites de su transnacionalidad, Revista Mexicana de Política Exterior, p.101123, p. 122. Disponible en: http://portal.sre.gob.mx/imr/pdf/04GemaS.pdf. 12
Con el fin de contribuir a ese esfuerzo, a continuación se resaltan los pasos del proceso que están en marcha. Cabe advertir que se trata de dispositivos discursivos propios de la guerra psicológica. La imagen del marero-enemigo es de fácil proyección y recibo; juega con sentimientos primitivos de protección a los propios y de miedo a lo desconocido. Se propaga y se instala con base en el juego de sensibilidades y mentalidades de la población y cumple dos propósitos interrelacionados: identifica un grupo de individuos que encarnan el mal social, a los cuales hay que combatir; y genera un sentimiento de unidad colectiva contra el mal, promoviendo cruzadas para su expulsión- eliminación de la sociedad27. Este tipo de dispositivo prolifera en el campo afectivo e irracional. La proyección de la imagen marero-enemigo da paso a procesos de totalización y de omnipresencia: el mal acecha en todo lado y en todo momento. Ejemplo de esta técnica son los señalamientos de responsabilidad anticipada: las maras están detrás de todos los homicidios o las maras son los narcotraficantes centroamericanos. Mediante este tipo de señalamiento se propaga la amenaza de mal absoluto en la población, los pandilleros encarnan el peligro difundido y se instalan el riesgo y el miedo como formas de movilización. Este proceso está basado, principalmente, en afectividades y en consideraciones irracionales; de aquí su efectividad y, también, la dificultad para su desarticulación. La construcción de la imagen marero-enemigo se ve reflejada en el proceso de construcción del enemigo en la guerra. Analizando las escaladas en los conflictos armados, Kurt y Katty Spillmann destacan la instalación de una especie de síndrome en el colectivo social que opera de la siguiente manera: 1. Desconfianza: toda iniciativa del enemigo es mala. Aunque parezca razonable es tomada como deshonesta. 2. Acusación del enemigo: él es el responsable de la tensión existente y es acusado de todo lo que la situación tiene de negativo. 3. Anticipación negativa: todo lo que él hace tiende a destruirnos. 4. Asimilación al mal: el personifica lo contrario de eso que nosotros somos y de eso a lo que aspiramos, por eso hay que destruirlo. 5. Razonamiento fundado sobre el principio de suma cero: todo eso que beneficia al enemigo tiende a destruirnos e inversamente. 6. Desindividualización: todo miembro de un grupo dado es automáticamente nuestro enemigo. 7. Rechazo de toda empatía: nosotros no tenemos nada en común con nuestro enemigo y es peligroso e irracional alimentar sentimientos humanos hacia él y aplicarle 28 criterios éticos . 27 Elsa BLAIR (1999): Conflicto armado y militares en Colombia, Medellín: Ed. Universidad de Antioquia, “En tanto ellos atacan y ponen en peligro el equilibrio y la vida misma de la ciudad (…) los enemigos son así asimilados a las potencias demoníacas, pues ellos intentan reintegrar ese microcosmos al estado caótico, es decir, suprimirlo.” Págs. 123124. 28 Véase BLAIR (1999:125) citando a Kurt SPILLMAN y Katty SPILLMAN (1991), L’image de l’ennemi et l’escalade des conflits, Revue Internationale des Sciences Sociales, Paris: Unesco, Pág. 127. 13
Al igual que en la guerra, el efecto final de este “síndrome” en el caso del combate a las maras es un proceso de deshumanización de los pandilleros y la dominación social de cómo se percibe al enemigo declarado. “La homogeneización creciente de opiniones limita y reduce el inventario de percepciones y restringe el potencial de acción y de pensamiento. La imagen compleja y razonable de la realidad es sacrificada por una versión reducida y simplificada afectivamente más fácil de soportar”29: bien-mal y amigo-enemigo. Sobre esta base, las pandillas centroamericanas son representadas como el mal encarnado, “algo nunca antes visto”, una nueva forma de criminalidad, una “nueva insurgencia urbana”30. La alteridad generada a partir de la estructuración de un enemigo público y el antagonismo social resultante producen una atmósfera en la cual la intervención pública es casi imposible. El sentimiento de inseguridad es difuso e indeterminado; y el terror resultante se torna en un obstáculo para la acción social y, a la vez, en justificación para escalar la reacción violenta. Cualquier ejercicio de diagnóstico oficial que se emprenda debe dejar de un lado la reproducción de representaciones estereotipadas y asumir una metodología de trabajo que parta de la observación científica y la constatación de hipótesis. Para ello, es necesario repetirlo, es conveniente el abandono del lenguaje belicista que se encuentra trasunto en el análisis del fenómeno marero. 1.7. El territorio, lo “local” e identidades Los procesos de generalización también traen consigo un efecto no deseado en la delimitación del fenómeno social que se quiere encarar: la supresión de los rasgos sociales característicos del pandillerismo en el nivel local. En primer lugar, la imagen del pandillero-enemigo se opone al hecho de que la vida pandilleril es sobre todo cotidianeidad, supervivencia y tedio en un espacio reducido; y no una vida de constante homicidio y lujuria en todas partes. Si bien el crimen juega un rol simbólico y de identidad en la vida de los pandilleros, la mayor parte de su tiempo lo consume la supervivencia y el desasosiego en pocas manzanas del Barrio. Como resultado de la dinámica entre pandillas (inclusive aquellas pertenecientes a la misma 29 BLAIR (1999: 128). 30 Como lo veremos en la sección relativa a las respuestas políticocriminales al fenómeno: “Los más serios y odiados infractores de la ley penal” los mareros, por ejemplo – “son la justificación para nuevas incursiones del poder estatal”. Franklin E. ZIMMING and Gordon HAWKINS, “Democracy and the Limits of Punishment: A Preface to Prisoners’ Rights”. En: Michael TONRY, Ed. (2004), The Future of Imprisonment. Nueva York: Oxford University Press, p. 1612. Profundizan estos autores: “La importancia de los sentimientos públicos de vulnerabilidad frente al delito para apoyar la expansión del poder punitivo explica no sólo el incentivo de gobiernos ambiciosos de asustar (o de inculcar miedo) a sus ciudadanos, sino también la naturaleza cíclica del sentido de emergencia frente a problemas particulares del orden penal”. Ibid. Además, en casos extremos, no siendo suficiente el arsenal punitivo, el lenguaje de la guerra y, por lo tanto, la respuesta bélica se instalan como soluciones, alejando el problema del ámbito social. 14
familia), la incursión en un territorio distinto al controlado es una acción hostil y riesgosa y, por lo tanto, comúnmente evitada. En segundo lugar, la imagen que se proyecta de la MS y de la Pandilla Barrio 18 como pandillas nacionales e inclusive transnacionales también tiende a soslayar la mirada local. Sin embargo, es un error rotundo suponer que, por ejemplo, pandilleros de Houston, Texas (Estados Unidos) que usan las letras “MS” tienen las mismas motivaciones, los mismos referentes culturales o las mismas prácticas que pandilleros de una clika local de Soyapango (El Salvador) que también se identifican con la MS. La dimensión local y territorial es determinante en la construcción de identidades y en la definición de patrones de conducta, al margen de otros rasgos que puedan ser generalizables o copiables31. El conocimiento que se tiene del funcionamiento y las lógicas de las pandillas juveniles enfatiza la dimensión territorial como determinante en la construcción de identidades y de prácticas. “A través de la función de la territorialidad la subcultura se enraíza en la realidad colectiva de los muchachos, que de esta manera se convierten ya no en apoyos pasivos, sino en agentes activos. La territorialidad es simplemente el proceso a través del cual las fronteras ambientales son usadas para significar fronteras de grupo y pasan a ser envestidas por un valor subcultural. (…) La territorialidad, por tanto, no es sólo una manera mediante la cual los muchachos viven la subcultura como un comportamiento colectivo, sino la manera en que la subcultura se enraíza en la situación de la comunidad”32. En efecto, un reciente estudio empírico sobre las pandillas centroamericanas confirma la importancia del territorio y de ámbito local en la estructuración de la identidad y la organización de estos grupos33. Con base en información derivada de entrevistas a profundidad con pandilleros y ex pandilleros, los investigadores de Demoscopía afirman: “(L)a territorialidad de las maras y pandillas se manifiesta en el uso de ciertos lugares o zonas para la reunión y encuentro de las maras o pandillas, y a través del control del ingreso, de las actividades que puedan desarrollar en éstas y del ‘uso’ de las actividades y de los recursos que en ella existen. En estos espacios se realizan actividades recreativas y delictivas, así como lucrativas y de mercado. (…) Los territorios básicos no son muy extensos (aproximadamente una colonia), lo que puede estar relacionado con la necesidad de mantener un trato cara a cara con los vecinos del lugar, ejercer el control y lograr realizar sus actividades con éxito y con protección”. 31En sentido similar, ANDINO (2007). 32Stanley COHEN (1972), Folk Devils and Moral Panics: The Creation of Mods and Rockers, Londres: McGibbon and Kee, p. 2627 citado en Carles FEIXA PÀMPOLS (2006), De jóvenes, bandas y tribus, Barcelona: Ariel, p. 116. 33 RODRÍGUEZ BOLAÑOS (Coord.) (2007:15). 15
La negación del entorno local y de las condiciones de vida de los miembros de las pandillas es uno de los errores más comunes en las aproximaciones al fenómeno pandilleril por parte de las autoridades centroamericanas. Un diagnóstico técnico debe partir del contexto local de los miembros de las pandillas, de sus actividades en concreto, y de los recursos y las redes de significación a su disposición. El ejercicio que parte del imaginario globalizado asume (sesgadamente) que se aproxima a una estructura jerárquica descentralizada y, por lo tanto, justifica una conclusión preexistente (aunque sin sustento). El enfoque sobre lo local no niega la necesidad de examinar las alianzas y las dinámicas regionales, como lo veremos más adelante, no obstante, coloca el punto de concentración sobre el ámbito territorial concreto (en la pandilla local o en la clika). De esta manera, se reconoce que la pandilla y la mara tienen su inicio en el barrio y no en una esfera abstracta de un supra poder nacional o internacional. 1.8. Estructura interna y mecanismos de coordinación La representación homogénea de la pandilla Barrio 18 y de la MS ha conducido a que se adopte una visión de estructura jerárquica rígida que se desempeña de manera piramidal. A manera de ilustración, se proyecta una estructura jerárquica clásica en la cual el poder se concentra en unos pocos y las órdenes fluyen verticalmente de arriba hacia abajo. Bajo esta visión, en el nivel más básico se encuentran las clicas cuya unión produce Gengas, las cuales son coordinadas por líderes que, a su vez, responden a un máximo jefe. Gráfico no. 1. Estructura jerárquica clásica Sin embargo, no hay evidencia empírica que permita suponer la existencia de este tipo de estructura vertical orgánica que disponga verticalmente las manifestaciones locales de la MS y de la pandilla Barrio 18 en el plano hondureño, salvadoreño o guatemalteco, y mucho menos en el plano internacional. Al margen de la extendida afiliación a la MS y a la pandilla Barrio 18, sus expresiones locales no responden a un patrón hegemónico descentralizado. Si bien ambas grupos 16
tuvieron su inicio como pandillas californianas34, no hay evidencia empírica que permita afirmar que la extensión del estilo y la adopción de la identidad como familia ampliada responden a dinámicas hegemónicas, a jerarquías estables o a un plan de expansión coordinado. Por el contrario, la evidencia disponible apunta a la necesidad de des-cubrir las dinámicas locales que nutren la adscripción a la MS y la Barrio-18. El énfasis sobre lo local no niega la importancia estructural de lazos identitarios construidos a partir de la etiqueta “MS” o “18”. El uso de estos rótulos maestros por las pandillas locales introduce una lógica unitaria a la descripción del fenómeno pandilleril que no tiene reflejo en una estructura rígida y centralizada. Los rótulos MS y Barrio 18 aglutinan una mezcla de identidades locales que en el nivel macro encuentran coincidencia con sus pares en oposición a sus contrarios. La sumatoria de las expresiones locales de MS y de Barrio 18 difícilmente produce una estructura jerárquica clásica. Por el contrario, la estructura resultante refleja rasgos ambiguos e indeterminados. La ambigüedad resultante parece ser estructural más que incidental. Si bien existe un sentimiento colectivo en torno a la MS o a la 18, la relación entre pandillas pertenecientes a un mismo grupo maestro no es pacífica. Estas rivalidades internas resaltan nuevamente la ausencia de una estructura unitaria. La organización de las múltiples pandillas entorno a la escisión maestra – MS o Barrio 18 – está altamente condicionada por el sincretismo de lógicas locales (incluyendo dinámicas de liderazgos y reputación). El ejercicio de autoridad y liderazgo al interior de las pandillas también refleja cierta vaguedad. Por lo general, el liderazgo en las pandillas tiende a ser difuso y mucho más horizontal de lo que se cree. “(E)l liderazgo tiende a ser funcional, variable, inestable y compartido entre varios miembros de las pandillas, en parte porque los subgrupos dentro de las pandillas tienden a identificar prioridades y dirigir conductas de forma más efectiva que una dirección o liderazgo central”35. La investigación empírica confirma la existencia de liderazgos pero revela dinamismo y adaptabilidad en su ejercicio. Los pandilleros que han estado en Estados Unidos por lo general tienen algún nivel de reconocimiento, aunque no necesariamente se les otorga 34 La pandilla Barrio 18 y la Mara Salvatrucha tienen sus raíces en las calles de Los Angeles, California; la Barrio 18 surgió aproximadamente en 1966 (de la pandilla Baby Spiders con influencia pachuca, pero con membrecía de distintos orígenes raciales y nacionales) y la MS surge 20 años más tarde (como resultado de la evolución de una serie de pandillas salvadoreñas identificadas por el rock pesado, la Maravilla, la Mara Loca y la Mara Salvatrucha Stoner). Véase, en general, Lara Klahr (2006); y los estudios del ITAM o del IUDOP. La reconstrucción de la historia por medios orales advierte que la enemistad no siempre calificó la relación entre estos dos grupos. Véase, entre otros, Lara Klahr (2006:101). Los grupos iniciaron su rivalidad histórica en el área de Rampart, aparentemente como resultado de la disputa callejera por el mercado de drogas. 35 RODRÍGUEZ BOLAÑOS (Coord.) (2007:15). 17
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