Google y los periódicos: Economía de la gratuidad María Elena Meneses

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Google y los periódicos: Economía de la gratuidad
María Elena Meneses
Publicado en Revista Mexicana de la Comunicación Número 119 Noviembre-enero de 2010.

  Tal como la de amo y esclavo es la relación que ha mantenido durante la primera década
del siglo la industria de los periódicos con Google, el motor de búsqueda más importante de
Internet.
 La digitalización y los negocios innovadores, como el famoso buscador aunados a la
disminución de lectores, que trasladan sus hábitos de consumo informativo al soporte
digital, son sin duda detonantes de la crisis por la que atraviesa la industria de los
periódicos. Ésta ha visto perpleja, cómo se erosiona el modelo de negocio de la prensa
tradicional, basado en suscripciones y la venta de espacios a los anunciantes. El 80% de los
lectores de sus versiones digitales, que se leen mucho más que las impresas en una relación
de 10 por uno, no pasan por la primera plana, sino que son llevados por el famoso
buscador, emblema de la economía de la gratuidad.i
¿Cuáles son las implicaciones para una industria que en países como Estados Unidos está
en franco y continuo deterioro?, ¿y cuáles son aquellas para la construcción de la opinión
pública, energía de la democracia?
  Por el momento sólo pueden formularse hipótesis proyectivas que contribuyan al
conocimiento, ya que estamos ante un fenómeno nuevo y complejo. Google es muy
probablemente el símbolo de Internet, su éxito económico a 11 años de su fundación es
apabullante, paralelamente a que ha puesto al alcance de los internautas más de tres mil
millones de páginas de manera gratuita, tiene un valor en la bolsa de más de 100 mil
millones de dólares y una capitalización que supera al conglomerado de medios más
poderoso del mundo, Time Warnerii .

Choque de paradigmas

    Google es una invención de dos estudiantes de doctorado en ciencias computacionales
de la Universidad de Stanford, Larry Page y Sergey Brin, quienes concibieron la idea del

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buscador a mediados de los noventa cuando, según su propia versión, el dominio de la red
comenzó su transición del mundo académico al comercial.iii
   Los jóvenes pertenecientes a esa clase creativa surgida en el valle del silicio inventaron
el algoritmo Page rank que jerarquiza las búsquedas en Internet, con base en una lógica
matemática, que mide la popularidad de palabras clave y las publica en su sitio. Según
reconocieron a la revista Playboy en 2004, a diferencia de otros competidores, Google no
buscaba mantener a los internautas en su portal, sino sólo enlazarlos con el universo
informacional de la red; también innovaron un modelo de publicidad en el que no venden
su espacio de manera tradicional. Los denominados AdWords, motor de la publicidad de
Google, permiten que una empresa elija las palabras clave de su negocio, que coincidirán
con la búsqueda de un grupo de consumidores perfectamente segmentados. De esta forma,
cobra por clic. Estas innovaciones en el modelo de negocio han sido claves de su éxito, que
ha aplicado en su variada gama de servicios de búsqueda.
   Sin rubor alguno, Brin y Page manifestaron a la publicación que su mayor ambición era
poseer toda la información generada en el planeta. De esta forma, es como hoy persiguen
sin tregua digitalizar todos los libros existentes, para lo cual libran batallas en Europa,
región que se ha mostrado reticente a los deseos de la empresa norteamericana de crear la
nueva Alejandría. El problema es que no toda la información, como es el caso de la
noticiosa, le pertenece ni le costó producirla y de aquí el diferendo irresuelto que alcanza el
calificativo de choque de paradigmas.
  Buscadores como AltaVista, MSN y Yahoo vieron emigrar a sus seguidores hacia un
innovador y seductor Google, que comenzó a ofrecer diversos servicios de búsqueda que
fortalecieron el negocio, tales como Google Earth y Google News. Éste último, su servicio
informativo basado en su famoso algoritmo, le ha causado demandas por parte de la
industria, los diferendos han llegado a tribunales en Italia y Bélgica. En junio pasado, los
editores europeos emitieron la Declaración de Hamburgo, en la que sin mencionar a Google
por su nombre, pero en una clara alusión, declaran que los proveedores de servicios de
Internet “usan el trabajo de los autores, editores y productores de radio y televisión sin
pagar, lo que amenaza la producción de contenidos de calidad y la independencia del
periodismo”, no sin antes reconocer que si bien Internet ofrece posibilidades al periodismo
profesional, no es sobre la base de lucrar con el trabajo ajeno.iv

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En Estados Unidos las diferencias con los dueños de los diarios y asociaciones de
editores no son menos ríspidas. El Wall Street Journal, propiedad del magnate Rupert
Murdoch, ha encabezado una rebelión contra el buscador a través de sus diarios, acusándole
de robar contenidos protegidos por el copyright.v
   Google por su lado, se ufana de dirigir al mes un billón de clics hacia los periódicos, lo
que equivale a 400 clics por segundo mediante su algoritmo, que busca en la red la palabra
clave que el internauta teclea; además de ofrecerle resultados inmediatos y actualizados, el
buscador clasifica los contenidos por popularidad y los personaliza mediante la oferta de
noticias, de acuerdo al lugar donde radica el internauta.vi Todo suena bien hasta este punto,
pues podríamos suponer que genera más tráfico y más lectores, pero tanta imaginación
matemática no representa que pague derechos a una industria que pasa por momentos
dramáticos, sin hallar el modelo de negocio que le permita sobrevivir.
   Google ha reiterado una y otra vez que no es la causa de la crisis en la industria, sino que
puede ser un aliado que le ayude a conquistar a las nuevas generaciones de lectores. En
enero pasado el CEO de Google, Eric Schmidt, declaró que aun a través de pagos, la
empresa no resolverá los problemas estructurales de la prensa, a la que acusó de no
atreverse a cambiar su paradigma de financiamiento.vii
   Así como los blogs, los wikis y demás aplicaciones novedosas de Internet han sido
auténticas armas de destrucción creativa para la industria de los periódicos, a éstas se
agrega el poder de Google, cuya lógica de distribución de información cambia el paradigma
informativo tradicional, creando nuevas formas de distribución, consumo y apropiación de
la información.
 Estados Unidos no es el único país afectado, pero sí de donde hay más datos disponibles
para el análisis como los que ofrece anualmente el Centro Pew para la excelencia en el
periodismo.viii En ese país, la crisis se devela en el despido de la cuarta parte de la fuerza de
reporteros y editores en los primeros ocho años de la década. Sería un exceso plantear que
esta situación obedece a Google sin embargo, es innegable que el poder de los buscadores y
la cultura informativa que forja entre los lectores de la actualidad, en la que con un clic
tienen la información de todos los diarios del mundo o de su región de manera gratuita y
que, además, pueden personalizarla y consumirla en soportes móvilesix

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La millonaria empresa por su lado, muy cierta de que le asiste la razón y amparándose en
la filosofía libertaria de la red, donde la información debe ser libre, insiste en que la
industria, debe aceptar y adaptarse a nuevas formas de consumo y distribución de noticias.
Lo que no dice, es que si es desde su buscador, mejor.
  En Estados Unidos, un interesante estudio del Centro Joan Shorenstein de la Universidad
de Harvard demostró hace un par de años, que si bien en Internet se redistribuyen las
audiencias mediáticas, es en detrimento de los diarios y estaciones de televisión locales, ya
que las audiencias se han redirigido a los diarios o estaciones nacionales o globales como es
el caso de The New York Times o CNN, los cuales, han aumentado su audiencia e influencia
en la confección de la agenda mundial en la era digital. Información como ésta nos obliga a
matizar los supuestos según los cuales, en la era digital, asistimos a un ecosistema
informativo más democrático.

Nadie paga por informarse

  En la era pre Internet predominaba el modelo de pagar por la información, no sólo por un
ejemplar del diario de nuestra preferencia, sino que los propios medios solían contratar a la
par de redactores y reporteros, los servicios de agencias noticiosas, ante la incapacidad de la
mayoría de tener corresponsales en el mundo, en una región o país. Este paradigma ha
cambiado, Google es el emblema de la economía de la gratuidad, en donde nada cuesta,
aparentemente.
  Chris Anderson en su libro La cola larga (The long tail), sostiene que en la era digital, en
donde las principales funciones de escasez en la economía (como lo son el costo marginal
de producción y de distribución) tienden a cero, la tecnología facilita la abundancia. Esto, a
su vez, permite que los costos marginales rocen la nulidad, dando origen a una economía
de la gratuidad, cuyo principal respaldo es el rompimiento de las barreras físicas.
  Desde la década de los ochenta, con el surgimiento de innovaciones como el teletexto y
videotexto de consumo individual y a la carta, emerge el modelo económico de vender
audiencias en paquete a los anunciantes, en donde la gratuidad es aparente, en tanto que
los consumidores, ofrecen su información personal, gustos, preferencias a cambio de tener
un servicio de correo electrónico de alta capacidad como Gmail, o bien, de obtención de

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contenidos sindicados como es el caso del agregador GoogleReader, en donde el internauta
puede recibir la información proveniente de una infinitud de fuentes sobre los temas que le
interesan.
   El negocio de Google es redondo y es paradigma indudable del nuevo capitalismo
digital. Es así como noticias sobre el clima, el tránsito vehicular, la política, los horóscopos
o el fútbol llegan a nosotros gracias a los filtros que se basan en una lógica que identifica
nuestros gustos y preferencias con base al historial de nuestro consumo, ya fueren noticias
o productos materiales, desde libros en sitios virtuales de éxito, como Amazon.com, hasta
productos de la más variada índole, como los que observamos en Ebay.com.
 Este cambio de paradigma económico acarrea transformaciones profundas en la industria
del periodismo ya que las noticias ya no sólo pertenecen a los periódicos; los periodistas no
son los únicos que pueden reportar acontecimientos y nos encontramos con un nuevo
gatekeeper que no es precisamente un editor, sino un algoritmo que nos lleva hasta nuestra
pantalla la información de nuestro agrado.

¿Adiós a los gatekeepers?

 El preciso admitir que en la era digital, el papel de mediación de los periódicos y los
periodistas está en erosión, lo que no equivale a decir en desaparición. La tecnología digital
ha permitido que los ciudadanos puedan reportar hechos más rápido que la prensa.
Ejemplos los vivimos diariamente, el portal TMZ tuvo la primicia de la muerte del cantante
Michael Jackson, mientras que, en estricto respeto a las normas profesionales, cadenas
como CNN decían a sus pacientes ciberlectores que la información no estaba confirmada.
Los disturbios en Honduras y en Irán, fueron reportados por tuiteros, la aplicación que en
140 caracteres ha tenido la osadía de correr más rápido que las agencias noticiosas.
 Por otro lado, los buscadores están fomentando una forma inédita de distribución de la
información, basada en la personalización, que provoca que los propios internautas elijan
sobre qué, a qué hora y a través de qué soporte se informan.Este fenómeno implica que el
trabajo de selección ya no sólo recaiga en un editor que elige los hechos que su audiencia
debe conocer, sino que el internauta entra en ese ciclo electivo, que si bien no sustituye, sí
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erosiona el poder del editor, quien en la era análoga era el único profesional que con base a
sus juicios y valores profesionales decidía qué información debía dar a sus lectores.
  Estos cambios sin precedente, dan lugar a un escenario informativo complejo en el que
los poderosos medios tradicionales conviven con buscadores y marcadores (como los
famosos Del.icio.us, el español Menéame y el mexicano Enchílame); blogueros y tuiteros.
Ambos universos no necesariamente están confrontados, sino que en ocasiones negocian y
se reconfiguran mutuamente. Esta situación es palpable en las versiones digitales de los
diarios, que ofrecen a sus internautas compartir la información, suscribirse a su Twitter o
Facebook y que han puesto a bloguear a sus articulistas y columnistas.
 La carencia de acuerdos no es igual con otros buscadores como Yahoo, el cual, apenas
arranca un modesto 28% a un poderoso Google que tiene el 65% del mercado de
búsquedasx. Este año, Yahoo anunció un plan de ayuda a los diarios estadounidenses a los
que pagará una cuota por publicidad. Si bien no resolverá la crisis, sí logró demostrar
intenciones de entendimiento, lo cual para observadores fue una presión para Google una
vez que Yahoo se aliara con Microsoft para competir contra su rival.
 El diferendo, hasta ahora insalvable de Google con la industria de los periódicos, tendrá
que llegar tarde o temprano a un acuerdo que vaya más allá de un pago, ya que éste por sí
solo no resolverá la crisis por la que pasan los diarios occidentales. El problema de fondo,
como ha dicho Juan Luis Cebrián, consejero de Grupo Prisa, no es que se les pague o no a
los diarios, sino que se resuelva el problema de los derechos de autor que en la era digital
deben adecuarse a la protección de bienes intangibles, tal como los que circulan en Internet.
Un eventual marco de protección, según Cebrián, deberá pasar por una revisión y
conciliación de las diferencias regionales en torno a los derechos. Por un lado, los derechos
de autor que prevalecen en Europa continental que protegen al creador directamente; por el
otro, el copyright emanado del mundo anglosajón que protege fundamentalmente derechos
de las empresas.
 En España por ejemplo, los diarios han pedido a Google un dinero simbólico por
derechos de autor, sin embargo los interminables litigios no parecen ser la fórmula idónea
para resolver un problema de tal complejidad.xi
 La agencia Associated Press anunció este año, que buscaría la manera de que su material
no sea usado sin su permiso en la red, aunque la agencia no ofreció detalles de su

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provocación, ésta supondría la creación de un software que detecte si su contenido está
siendo usado sin permiso.
 Lo único cierto hasta ahora, es que ante la erosión de los lectores de papel, los diarios
impresos necesitan de sus versiones digitales para conseguir lectores y anunciantes. Sin
embargo, al mismo tiempo está claro que la llegada a la información es cada vez más
frecuente, a través del controversial buscador, que erosiona no sólo la marca del periódico,
sino emblemas sagrados del periodismo de la era análoga, como la primera plana y las
notas de ocho columnas, que mediante los códigos profesionales de toda redacción fueron
seleccionadas para los lectores. Estos en la actualidad, leen lo que les apetece, no lo que un
editor seleccionó para él y se van. Pese a todo, no hay diario digital que en su sano juicio no
quiera estar indexado a Google.

En busca de un modelo de negocio

 La crisis en los medios no es homogénea y generalizada, lo que no quiere decir que no
vaya a afectar a otras regiones fuera de Estados Unidos y Europa o a causar un efecto
dominó. En Japón los grandes diarios continúan teniendo tirajes exorbitantes, financiados
con publicidad. En tanto, en países como México no sólo surgen nuevos diarios, sino que la
televisión concentrada y masiva es el medio que cuenta con la preferencia de las
audiencias, para obtener entretenimiento e información. Además, los mexicanos no son
afectos a leer los diarios y éstos, continúan teniendo el sustento de la publicidad
gubernamental, a pesar de los riesgos que sobre la libertad de expresión impone.xii Digamos
que en este caso, el dilema de encontrar un modelo de negocio no aplica por el momento en
Japón y en países como México, aunque por razones distintas.
  Este año, luego de los reportes que dan cuenta de la crisis de la prensa en Estados
Unidos, expertos reunidos en el grupo Free Press propusieron a manera de tabla de
salvación una serie de modelos de negocios alternativos para la prensa. Entre ellos destaca,
la prensa hiperlocal, auspiciada por organizaciones de la sociedad civil, que reciba a su vez
donaciones tanto de los gobiernos como del sector privado.xiii También los expertos
sugirieron la idea de los micropagos a la prensa al estilo del sitio Itunes de Apple, que
contuvo con éxito la ira de la industria de la música. Sin embargo, esta última propuesta

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afecta a los lectores, por lo que otros expertos han promovido que el acuerdo sea a través de
compartir las ganancias por publicidad, tomando en cuenta que el contenido noticioso
enriquece a su vez el negocio de las búsquedas. Otros van más allá y sugieren directamente
a Google apoyar las operaciones noticiosas.
 Todas estas propuestas surgen de una industria en crisis, que desea recuperar su papel
rector en la construcción de la opinión pública, función que le asignó la democracia al
periodismo y a los periodistas, para lo cual se montaba un millonario negocio que vivía a
través de la publicidad y que de paso sirvió a muchos (y sigue sirviendo), para promover y
cabildear sus propios intereses. Ese modelo se está agotando, así como otras instituciones
en la sociedad actual, sufren una erosión o mutación continua, la prensa está viviendo una
etapa de cambios irreversibles. Además de compartir el escenario comunicativo y mediático
con otros actores, es evidente que la prensa ya no tiene para sí el monopolio de la
información que consiste en otorgar un valor noticiable a los acontecimientos, de acuerdo a
sus valores e intereses. A pesar de la nostalgia de los periodistas del mundo occidental por
la era Watergate, cuando la prensa se erigió como nunca en fiscal del poder público,
tampoco es ya es el único medio a través del cual, se exige a los gobiernos rendir cuentas.
 En un lúcido ensayo, publicado en marzo pasado por la revista The New Republic, Paul
Starr sugiere la necesidad de la supervivencia de la prensa como arma de denuncia contra la
corrupción, la cual por el momento no es asumida por Internet, cuya cornucopia nos lleva a
un variado crisol de informaciones. Entre ellas, dice Starr, es difícil encontrar el balance y
rigor que ofrece la prensa, que a pesar de su mercantilismo, en algunos casos, aun
resguarda el valor de manejar la información como un bien público.
 ¿Qué pasará con la prensa en tiempos de Internet? Hay quienes ya redactan su acta de
defunción. En octubre pasado el director del Laboratorio de Nuevos Medios de
Tecnológico de Massachusetts Chris Csiksentmihalyi, en una conferencia ofrecida en el
Tecnológico de Monterrey, respondió al cuestionamiento ¿Tienen futuro los periódicos?
con un seguro y tajante: No, ninguno.xiv
 Otros, menos tajantes, sugieren que el escenario mediático posible, es aquel en el que
convivan diversos modelos de financiamiento y distribución de información. Por un lado
se encuentra el que encabezan los buscadores – distribuidores de noticias, así como
novedosas fórmulas de negocio informativo, con modelos similares al sitio de periodismo

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de investigación ProPublica, que se ha convertido en fuente de consulta para periodistas y
actores políticos, no sólo en los Estados Unidos y otros, entre los que podemos mencionar
los periódicos ciudadanos (tipo Rue 89 o bien el OhMy News).
     Por el otro lado, está la prensa tradicional, que pese a quienes ya le han dado por muerta,
si logra adaptar a su conveniencia las bondades de la red y se atreve a recuperar la
investigación escrupulosa como arma distintiva ante la apabullante oferta de información
instantánea y sin contexto característica de este siglo, podría contar con un tanque de
oxígeno de reserva.
     Por el momento, decir que Internet ha ganado la batalla con sus innovadoras
publicaciones y motores de búsqueda, es un tanto aventurado.

La autora es profesora e investigadora del Tecnológico de Monterrey, campus Ciudad de
México en donde dirige la Cátedra Sociedad de la Información.
marmenes@itesm.mx

     Notas

i
   De acuerdo a una charla sostenida por la autora con el Consejero de Grupo Prisa, Juan Luis Cebrián a fines
de 2008.
ii
    Que una empresa de Internet supere a un gigante del entretenimiento es además de una evidencia ,un
símbolo del nuevo capitalismo digital.
iii
    El artículo de Brin y Page en el cual describen el contexto de su innovación y el funcionamiento del
PageRank se encuentra disponibe en: http://infolab.stanford.edu/pub/papers/google.pdf
iv
    La      declaración      de       Consejo       europeo       de      editores      se    encuentra     en:
http://www.epceurope.org/presscentre/archive/International_publishers_demand_new_intellectual_property_r
ights.shtml

v
  Forbes.com 6 de abril de 2009
vi
    ibid
vii
     Entrevista con Fortune online,7 de enero de 2007
viii
      El Informe “State of the news media 2009” del Centro Pew se encuentra disponible en:
http://www.stateofthemedia.org/2009/index.htm
ix
  Una de las más recientes innovaciones de la empresa es Google Fast Flip que permite que el lector de un
repaso a las primeras planas, reportajes y fotografías de 40 diarios estadounidenses. Se trata, según Google de
un experimento que no ofrece la totalidad de las notas, sino que invita al lector interesado a acudir a la
publicación original. Por el momento, los diarios europeos no fueron contemplados. La aplicación está
disponible en fastflip.googlelabs.com y puede inscribirse dentro de le estrategia de la empresa para limar
asperezas con la industria estadounidense.

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x
  The New York Times, 29 de julio de 2009
xi
    De acuerdo a la charla con J.L Cebrián
xii
     Este año apareció en México el diario “La Razón”
xiii
     Un ejemplo puede ser ProPublica la publicación digital de periodismo de investigación creada por un ex
periodista de The Washington Post y que se financia de donaciones. Disponible en:
http://www.propublica.org/

xiii
  La conferencia tuvo lugar en el marco del Foro del conocimiento, el 13 de octubre de 2009 en el campus
Ciudad de México del Tecnológico de Monterrey.

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