La imagen de las personas sin hogar en dos diarios madrileños - (Grupo temático 2)
←
→
Transcripción del contenido de la página
Si su navegador no muestra la página correctamente, lea el contenido de la página a continuación
La imagen de las personas sin hogar en dos diarios madrileños (Grupo temático 2) Pedro José Cabrera Cabrera Facultad de Ciencias Humanas y Sociales Universidad Pontificia Comillas de Madrid pcabrera@chs.upco.es
El presente análisis de contenido ha sido realizado a partir de las noticias aparecidas en dos de los principales diarios que se publican en España: El País y El Mundo. En principio las instrucciones con las que debíamos trabajar los miembros del grupo temático número 2 de Feantsa, establecían una serie de limitaciones temporales que nos instaban a limitarnos a las noticias aparecidas durante el año 2003. Sin embargo, en el caso español, diversos acontecimientos ocurridos durante el primer semestre del año 2004, han hecho aconsejable alargar el período de búsqueda hasta el verano de 2004. Con frecuencia las noticias sobre cuestiones sociales, están muy condicionadas por el discurrir de la agenda política y electoral, en ese sentido, puesto que a mediados del mes de marzo de 2004 se celebraron elecciones nacionales parecía conveniente alargar el plazo para cubrir al menos hasta el mes de abril. Más aún cuando apareció en la prensa alguna noticia, vinculando a una persona sin hogar con el terrible atentado del 11-M que precedió a aquellas elecciones. En segundo lugar, el 22 de mayo de 2004 se celebró en Madrid la primera boda real después de 98 años en que se celebró la de Alfonso XIII, y todo lo que sucedió en aquellas fechas, acabó teniendo también alguna repercusión sobre la vida de las personas que viven sin techo en las calles madrileñas. Metodología Para realizar la búsqueda ha sido preciso suscribirse a la edición on-line de ambos diarios, con el fin de poder utilizar los motores de búsqueda en el archivo de noticias publicadas que ambos facilitan a sus suscriptores. Esto significa que la búsqueda está condicionada por el nivel de exhaustividad que ambas herramientas son capaces de alcanzar, sin embargo, no se encuentra en nuestra mano otro mecanismo más eficiente. Igualmente, los resultados que ofrecen tales motores de búsqueda son desiguales, mientras que en la versión en formato html que proporciona El País de las noticias se incluyen los elementos gráficos (fotografías, diagramas, etc) no ocurrre así con el diario El Mundo, de modo que un importante aspecto informativo, ha quedado sin poder ser analizado. Tanto El País como El Mundo, son dos diarios de alcance nacional, pero que tienen su sede central en Madrid, esto significa que, aunque ambos tienen ediciones regionales, la mayor parte de las noticias referidas a PSH que hemos podido detectar están ubicadas o se circunscriben a la realidad madrileña. De hecho, en la mayoría de los casos las noticias aparecen publicadas en las páginas de “Local”. En el caso de ambos periódicos, la pretensión formal ante los lectores es la de presentarse como dos medios independientes y encuadrables dentro de lo que se conoce como prensa seria o de calidad. Sin embargo, esto no quita para que, de hecho, sea posible identificar a uno y otro con ciertas posiciones políticas, de modo que no resultaría abusivo identificar a El País con las posiciones defendidas por el Partido Socialista (PSOE) mientras que El Mundo se ha venido encontrando más claramente alineado con las posiciones del Partido Popular (PP). En ambos periódicos hemos realizado una búsqueda exhaustiva de las noticias aparecidas entre el 1 de enero de 2003 y el mes de junio de 2004. Para el rastreo de las mismas hemos utilizado los siguientes descriptores: “sin hogar”, “sin techo”, “mendigo”, “indigente” y el término más genérico de “pobres”, con el fin de intentar ser lo más exhaustivos que nos fuera posible.
La búsqueda según estos términos nos ha proporcionado varios miles de referencias periodísticas cuyo resumen hemos debido leer uno por uno. Una vez depuradas las noticias de todos aquellos contenidos que no estaban directamente relacionados con nuestro tema de investigación, hemos terminado por seleccionar un total de 219 noticias, 122 procedentes del diario El País y 97 del diario El Mundo. De este reparto no se puede concluir que el tema adquiera mayor importancia en un diario que en otro, puesto que como hemos dicho antes, cabe la posibilidad de que nuestros resultados se encuentren condicionados por la desigual capacidad de las herramientos de búsqueda que facilitan en sus páginas web uno y otro medio. Se trata de noticias de muy diferente entidad y extensión pero que tienen la particularidad de referirse directamente a las cuestiones que tienen que ver con el sinhogarismo. Finalmente, cada una de estas 219 noticias, han sido exportadas a un tratamiento de textos y preparadas para poder ser introducidas en un software profesional diseñado para realizar análisis de contenido. Esta labor ha sido enormemente tediosa puesto que ha sido necesario limpiar de elementos extraños (banner, etc) cada una de las piezas hasta dejarlas reducidas al puro texto. Para nuestro análisis hemos utilizado el programa QSR-NVivo lo que nos permite realizar búsquedas enormemente rápidas y eficientes además de un tratamiento estadístico riguroso y completote los contenidos rastreados. Periodicidad Pocos temas sociales de cuantos aparecen en la prensa están sometidos a mayores fluctuaciones según sea la época del año. En general, los meses de invierno son los que registran un mayor número de noticias relacionadas con el sinhogarismo. Con el invierno, llegan las bajas temperaturas que hacen la vida en la calle particularmente difícil, junto a la eventual aparición de casos de muerte por congelación, o la proximidad de las mismas fiestas de Navidad que vienen acompañadas de los primeros anuncios de cava junto con la puesta en marcha de la llamada “campaña contra el frío” en las grandes ciudades, todas estas circunstancias hacen que la cuestión de las personas sin hogar, sea un tema navideño e invernal, como el turrón, papá Noel o los Reyes Magos. Probablemente un año es un tiempo demasiado breve para poder llegar a establecer de modo concluyente una tendencia general, pero incluso con esta limitación, si observamos la cadencia de publicación de las noticias sobre sinhogarismo a lo largo del año 2003 en ambos diarios (ver gráfico sig.), es obvio que los meses de Noviembre- Diciembre son los que marcan el pico de mayor incidencia, seguidos de los meses fríos de enero-febrero-marzo, a partir de ahí se inicia un descenso que sólo algunos acontecimientos puntuales consiguen contener. Es verdad que en el momento de la transición hacia el verano, se vuelve a producir un cierto repunte, así sucedió en los meses de Mayo y Junio, como consecuencia de algunas informaciones puntuales que hablaban de alguna muerte trágica, de la puesta en marcha de una novedosa “campaña de calor”, de la difusión de los datos de un estudio y de la coincidencia con uno de los hechos noticiosos que han dado lugar a un mayor impacto informativo: la celebración de un campeonato internacional de fútbol-calle en Austria a donde acudió un equipo madrileño. En cualquier caso, en los meses de Nov-Dic-Enero se publicaron el 41% de todas las noticias.
Noticias sobre PSH aparecidas durante el año 2003 30 25 25 19 20 14 16 15 11 12 13 10 8 8 6 5 4 5 0 Marzo Mayo Febrero Junio Julio Agosto Octubre Noviembre Abril Septiembre Diciembre Enero La designación Durante los últimos años se ha producido un importante debate entre las personas implicadas en la atención a personas sin hogar en torno a la expresión más adecuada para designar a sus usuarios/clientes. Pensemos que durante los años 80 hizo fortuna la expresión “transeúnte”1 por entender que tenía una connotación menos peyorativa que las de vagabundo, mendigo o indigente que venían siendo utilizadas. De modo que al aludir a una conducta que se entendía característica y definitoria del problema, como era la de llevar una vida itinerante, nómada y desarraigada de albergue en albergue, se obviaban otro tipo de alusiones a la naturaleza de las personas. Sin embargo, desde finales de los noventa, se dejó notar la influencia de las primeras investigaciones sobre el problema que se realizaron desde la Universidad (Vega1995; Muñoz 1996; Cabrera 1998) en las que se empleaba profusamente la traducción al español del término inglés “homeless”, con toda la carga semántica y de contenido que ello implicaba, puesto que al aludir a la situación y no a la naturaleza ni a la conducta de las personas, se ponían de manifiesto las limitaciones una cierta visión estereotipada que hasta el momento se había tenido sobre el problema, ligándolo exclúsivamente a la dinámica generada en torno a los albergues y su clientela: varones, solitarios, desarraigados, alcohólicos y/o con problemas de salud mental, etc. Mientras que por el contrario, la expresión “sin hogar” obligaba a contemplar el asunto como un problema mucho más ligado a los problemas de acceso al alojamiento y la vivienda y, por lo tanto, como algo que exigía contemplar entre sus afectados a otras personas, grupos, y colectivos con circunstancias bastante más heterogéneas (menores y jóvenes desinstitucionalizados, mujeres maltratadas y familias monoparentales sin domicilio, inmigrantes y extranjeros sin alojamiento, etc). Entre la expresión transeúnte, y la expresión “sin hogar” –aunque mucho más próxima a esta última- se encuentra una tercera expresión: “sin techo”, que en gran parte ha venido a incorporarse al castellano desde la traducción literal de la expresión francesa “sans- abri”, y que hoy en día coexiste con la anterior con un uso más o menos similar, si bien en los últimos tiempos algunos proponemos reservar su utilización para designar a 1 En gran medida como consecuencia de algunos importantes trabajos publicados por Cáritas (MARTÍN BARROSO, 1985)
quienes se encuentran literalmente viviendo en la calle, lo que supone restringir su uso para hacerlo coincidir con el término inglés roofless, mientras que continuamos usando “sin hogar” para la situación más genérica designada como homeless. En estos momentos, por lo que es posible apreciar en las noticias analizadas, el debate terminológico de los profesionales, no tiene ya vigencia en el discurso de los medios. Si consideramos el uso que se hace de las distintas expresiones en uno y otro diario, no parece que existan diferencias significativas entre ambos. “Sin hogar”, “sin techo” se utilizan amplia e indistintamente en ambos periódicos, y de forma similar ocurre cuando se antepone en la búsqueda terminológica a las anteriores expresiones la palabra “personas”, los porcentajes de utilización siguen sindo similares. Sí resulta curioso comprobar que en español es mucho más frecuente anteponer la condición de personas a la expresión “sin hogar” que a la de “sin techo”, esta última tiende a ser utilizada por los periodistas más como un sustantivo, incluso haciendo desaparecer el espacio que separa ambas palabras y fusionándolas en una sola, de manera que en ocho noticias se escribe literalmente: “sintecho” sustantivizando así absolutamente la situación de encontrarse viviendo sin techo, y convirtiendo de paro a la persona afectada por el problema en “un sintecho”, categoría gnoseológica que viene a ser usada como etiqueta degradante para designar, clasificar y encasillar a las personas que viven sin hogar. % de noticias en las que se emplea la expresión… El País El Mundo “personas sin hogar” 36 35 “personas sin techo” 8 10 sin hogar 45 40 sin techo 39 46 Indigentes 49 51 Mendigos 18 19 transeúntes 10 18 vagabundo 2 5 El término “transeúnte” es utilizado sólo de forma muy residual y escasa si bien el uso que se hace del mismo es importante por el efecto connotador y peyorativo, con lo que qued claramente anclado en las obsoletas visiones del problema (“Dos indigentes resultaron heridos mientras dormían durante la madrugada del viernes tras declararse un incendio en la vivienda abandonada que ocupaban, […] Los transeúntes resultaron heridos, si bien su estado no reviste gravedad, según aseguraron fuentes sanitarias”(El País 15-3-2003); “La hermandad, fundada en 1615, fue creada con el fin exclusivo de atender a los más necesitados de Madrid, función que sigue ejerciendo. De lunes a sábado, da cena a transeúntes, inmigrantes e indigentes en un comedor con capacidad para 90 personas.” El País, 10-4-2003) Si nos remontamos en el tiempo, nos encontramos, por ejemplo, con que en 1998 se publicó una noticia en donde la expresión surgía como consecuencia de que todavía en aquel tiempo se seguía utilizando en un programa de atención de Cáritas (“…Mar Crespo, responsable del Programa de Transeúntes de Cáritas Madrid…”, El Mundo 19-01-98) limitándose el periodista en aquella ocasión a recoger la formulación utilizada por las entidades de asistencia, lo que pone de relieve la importancia de cambiar el lenguaje entre los
profesionales como paso previo para modificar el discurso de los medios, y tras ello, intentar modificar la representación social y colectiva del problema entre la opinión pública. En cambio la expresión “sin hogar” es utilizada actualmente muchísimo más que la vieja y trasnochada de “transeúnte”, pues aparece en 93 de las noticias seleccionadas, y algo parecido ocurre con “sin techo” que se usa en 92 noticias. Mostrando ambas una enorme y masiva difusión, de modo que actualmente tanto una como otra son los artefactos lingüísticos en torno a los cuales se construye el problema en España. Sin embargo, mientras que la expresión transeúnte ha caído en desuso y está prácticamente erradicada, no ocurre lo mismo con otros dos términos de uso coloquial que tradicionalmente han servido para describir, exponer y representar el problema del sinhogarismo y que aún hoy día siguen contando con un enorme predicamento, me refiero a la palabra “mendigo” que aparece en 39 documentos, y a la palabra “indigente” que es utilizada en 108 noticias, siendo por tanto el sustantivo más popularmente utilizado por los periodistas en sus textos. Para cualquier lector de estas noticias son evidentes las connotaciones que acarrea el término indigente2: la extrema pobreza, la carencia más absoluta, la asociación simbólica con una actitud pedigüeña y el hecho de encontrarse en una situación de riesgo para la propia supervivencia, junto con la desvinculación semántica respecto del discurso de los derechos sociales y el moderno welfare, etc. No obstante, al comienzo del siglo XXI, esta palabra es la más utilizada de entre todas las usadas para referirse a nuestros protagonistas. - “’Hay mucha competencia para conseguir cama en los albergues’, se lamenta un indigente” - “Otro de los indigentes que frecuentan la zona es Guillermo, un peruano alcohólico que vive en la calle porque su familia le trata como a un niño” - “Los indigentes jóvenes sufren más intentos de suicidio y problemas de drogas” - “Si no comes por ahí, si te quedas sentado a la mesa de tu casa, eres un miserable indigente. Se acabó todo para tí: las marcas, el sushi, la llamada desde el móvil al 2424 para que te hagan reservas”, etc. Con la introducción de esta palabra los centros que atienden a PSH se transforman en “la red de acogida de indigentes de Madrid”, y las iniciativas novedosas se tornan en antiguallas pasadas de moda incluso antes de empezar a funcionar: “El Ayuntamiento de Barcelona creará un centro de acogida para indigentes que tendrá entre 300 y 400 plazas”. Iniciativas como las de la Comunidad San Egidio de Barcelona que publica una guía titulada “On menjar, dormir i rentar-se” ideada por la organización como “una guía para las personas sin techo que recoge todas las direcciones de los servicios útiles para las personas que viven en la calle” un texto en el que como es fácil apreciar se insiste en dos ocasiones en la condición de “personas” la gente sin hogar, se convierte sin embargo en el texto del periodista en “la primera guía para indigentes publicada en España”. De la mano de la palabra “indigente”, las personas sin hogar son arrastradas hasta la última posición en la escala social, económica y simbólica (“Este indigente, ex toxicómano y español de origen armenio, al que llaman el moreno con suerte...”). 2 Según el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua “indigente” es quien “padece indigencia”, esto es: una “falta de medios para alimentarse, para vestirse, etc”
Al mismo tiempo, por su connotación negativa, a menudo es utilizada por los periodistas para “manchar” la imagen del político de turno, o es utilizada entre políticos de diferentes partidos para mostrar las debilidades y fallos de la política de su rival, como en el siguiente texto: “La concejal de Empleo y Servicios al Ciudadano, Ana Botella, pidió ayer a los grandes ayuntamientos de la región que abran centros de acogida para personas sin hogar, ya que sólo Aranjuez y Colmenar Viejo disponen de ellos. La edil considera que la falta de albergues en otros municipios provoca un "efecto llamada" sobre la capital. Las principales localidades replican que "apenas tienen indigentes", de modo que para los ayuntamientos de las grandes ciudades del sur, gobernadas por la izquierda, la cuestión de la “indigencia” es un asunto que sólo existiría en el territorio gobernado por el Partido Popular, y de esta horma la expresión “personas sin hogar” utilizada por Ana Botella (concejala responsable de Servicios Sociales en el Ayuntamiento de Madrid y esposa del anterior presidente del gobierno, José Mª Aznar) es trocada por el término “indigentes” en boca de sus oponentes. Este toma y daca terminológico invierte su sentido, en cuanto a la adjudicación de responsabilidad política, en el párrafo siguiente de la misma noticia: “Botella reclamó la apertura de albergues en las ciudades de la periferia durante la presentación de los resultados de la campaña invernal de atención a los sintecho, finalizada en marzo. No es la primera vez que una edil de Servicios Sociales de la capital realiza un llamamiento similar. En 1998 la entonces concejal Elena Utrilla, en un tono beligerante que Botella no utilizó en ningún momento, acusó a los alcaldes socialistas de los municipios del sur de "enviar a sus indigentes a Madrid en vez de crear recursos para atenderlos", siendo en esta ocasión la anterior concejala del PP, la que reprocha a los socialistas del sur, la exportación de sus “indigentes” a la capital. Esta guerra a veces velada y en ocasiones manifiesta que mantienen los responsables municipales por evitar ser asociados con la pobreza más extrema, con el sinhogarismo, les lleva frecuentemente a mostrarse reticentes y rechazar la construcción de centros de atención en su localidad, siendo ésta una guerra que trasciende las fronteras partidistas y que enfrenta a miembros de la misma formación política por un “quítame allá esos pobres”; tal y como aparece reflejado en otra noticia aparecida al día siguiente de la anterior: “El Consistorio de Pozuelo de Alarcón, del PP, considera que este municipio de 76.000 habitantes ‘no necesita un centro de acogida para indigentes’. ‘Pero estudiaremos la sugerencia de Botella’, añade” La palabra indigente aparece de forma reiterada en aquellas noticias más truculentas, como forma de excitar el morbo en quien lee, así: “Detenido un indigente por matar a otro en una pelea en Benidorm”; “Tres indigentes perecen en un incendio y dos excursionistas mueren en Peñalara”; “La Policía Nacional rescató ayer a seis indigentes que se vieron atrapados por el fuego cuando dormían en un depósito municipal de coches abandonados de Mislata”; “Agentes del Cuerpo Nacional de Policía buscan desde la madrugada de ayer a los tres ocupantes de un BMW negro que sobre las 2.40 lanzaron una botella con líquido inflamable contra una furgoneta aparcada en la calle de Embajadores (Arganzuela) y en cuyo interior dormían dos indigentes, un hombre y una mujer”; “Un indigente de 39 años, identificado por la policía como Juan Manuel A. F., murió ahogado en la noche del pasado lunes…”; “Un indigente de 56 años ha sido detenido por apuñalar a otro, de 43 años, con un
abrecartas en el abdomen”; “Dos personas -al parecer indigentes- han fallecido en un incendio ocurrido en una nave industrial en desuso...”; “Dos indigentes han sido encontrados muertos en el municipio de Fuenlabrada en un intervalo de 24 horas, uno en la vía pública y otro en un hueco de la fachada de un edificio, sin signos externos de violencia y con el frío”; “Una indigente da a luz en un descampado a un bebé prematuro. Los servicios sanitarios asistieron rápidamente a la madre y al recién nacido, pero no pudieron hacer nada por el neonato”. En ocasiones la noticia truculenta viene acompañada de otras circunstancias añadidas que la hacen doblemente morbosa e inquietante, como este breve de agencia en el que a la condición de indigente de la víctima y al hecho de la violación se añade la referencia a la condición étnica del agresor, extranjero y por más señas de nombre Mostafá: “La Audiencia Provincial de Madrid ha condenado a ocho años de prisión a Mostafá B., un marroquí de 40 años que en octubre de 2002 violó a una indigente”(El Mundo 23 marzo de 2004). Esta lucha terminológica que enfrenta a los actores de este drama queda recogida brutalmente en el texto de una entrevista a una persona sin hogar que publicamos en una investigación para la Comunidad de Madrid y que aparecía literalmente reflejada en una noticia del diario El Mundo en donde se hacían eco de la investigación: “«Vagabundos, mendigos... como quieran llamarnos. ¡Cómo cambian todos los nombres! Bueno, somos indigentes». Esa entrega resignada que muestran las palabras (“como quieran llamarnos”) de esta persona sin hogar ante un combate del que se sabe de antemano perdedor y víctima (“¡cómo cambian todos los nombres!”), puede ser la mejor descripción de la batalla lingüística que unos y otros mantienen por construir una identidad deteriorada, o por defender los últimos jirones simbólicos de una persona “normal”. El efecto estigmatizador no sólo se consiguen por la utilización abusiva de determinados sustantivos para designar a las personas sin hogar, un efecto parecido se consigue por la vía de unirles a otros actores y personajes presentes también en el paisaje urbano de cualquier gran ciudad. No son infrecuentes las enumeraciones de tipos y personajes que incluyen a nuestros protagonistas entre una pléyade de grupos y colectivos que, si algo tienen en común, es su condición de identidades sociales estigmatizadas: “Los mendigos, los trileros, los turistas, los carteristas, los maderos, los tenderos, los del top-manta, los manifestantes, los repartidores de propaganda, los chaperos, los que dan sermones, los vigilantes y los que vigilan a los vigilantes”; “…personas sin hogar, ancianos y niños desvalidos…”; “Junto a las tipologías más tradicionales, en las que el alcoholismo era la más generalizada, han ido apareciendo otras que han dado lugar a drogodependientes sin hogar, a enfermos mentales sin hogar y a inmigrantes sin hogar…” Por el contrario, las visiones más rigurosas del problema que ofrece la prensa suelen aparecer entreveradas en medio de aquellas noticias que se hacen eco de la publicación de una investigación, o de un libro escrito por un experto como es el caso del siguiente texto en donde el periodista expone que: “ser pobre no significa ser mendigo: la gran mayoría de las personas comprendidas en la definición de pobreza habitual en el primer mundo trabaja mucho: probablemente más horas que los no pobres. Simplemente, lo que ganan no les da para vivir”, claro que se trata de una noticia en donde se comenta el libro de Barbara Ehrenreich “Por cuatro duros” (Nickel and dimed
en el original inglés). O esta otra en la que recogían los resultados de una investigación sobre la mendicidad en Madrid (Cabrera y Rubio 2003) en la que se marcan claramente las distancias entre mendicidad y sinhogarismo, cuando lo habitual es que se confundan una y otra: “Partiendo de la base de que ni todas las personas sin techo mendigan ni todos los mendigos viven sin techo, entre 600 y 800 personas se dedican a la mendicidad en Madrid” De hecho, la palabra mendigo es utilizada de modo más o menos abusivo para referirse a las personas sin hogar, y de forma sistemática en todas aquellas noticias en las que se recogen referencias a actuaciones de corte policial y de seguridad ciudadana, como por ejemplo: “el Ayuntamiento colocará vallas en todas las calles de acceso con el objetivo de erradicar a los mendigos de la zona, frenar la prostitución y mejorar las condiciones de salubridad” ; “El candidato del PP pide severas medidas contra mendigos y prostitutas de calle”; “Garzón deja en libertad al mendigo argelino detenido el lunes en San Sebastián. El juez considera que Alí Amrous, arrestado al lunes por la Ertzaintza, no tiene ninguna relación con los atentados [del 11-M]”. Es fácil ver cómo la asociación de la mendicidad, en tanto que práctica, si no delictiva o ilegal, sí relativamente alegal o cuando menos incómoda, hace que los compañeros de viaje y las actuaciones de limpieza callejera unan a personas sin hogar -transmutados en “mendigos”-, con gente como prostitutas, trileros, gamberros y otras “subespecies” urbanas: “Las cámaras de videovigilancia expulsan de la plaza a los mendigos, a los jóvenes del 'botellón' y a los patinadores”. La asociación simbólica con otros temas marginales: locos, parados, borrachos, drogatas, extranjeros y criminales. En el imaginario colectivo las personas sin hogar resulta invariablemente descalificadas y destituidas simbólicamente al quedar asociadas a otros problemas con una fuerte estigmatización como son la enfermedad mental, la pereza frente al trabajo, la drogadicción, el alcoholismo, la inmigración ilegal y la delincuencia. Todas estas conexiones infamantes quedan confirmadas y amplificadas en muchas ocasiones por el lenguaje empleado en los medios. De tal manera que si hacemos un rastreo temático entre las noticias seleccionadas nos encontramos con una altísima presencia de estos asuntos en las informaciones que hablan de las personas sin hogar (ver tabla siguiente) Inmigración 79 Droga 49 Alcohol 33 Salud mental 23 Paro 16 Resulta sorprendente la masiva asociación del sinhogarismo con las referencias a la inmigración habida cuenta de que se trata de un asunto relativamente reciente entre nosotros, sin embargo, frente a las tradicionales imágenes que lo asociaban a problemas con la droga, el alcohol o la enfermedad mental, hoy en día se puede afirmar sin ningún género de dudas que en la mente de los españoles la imagen de una persona sin techo se corresponde casi con toda seguridad con el rostro de un extranjero, magrebí, subsahariano o europeo del Este; el caso es que la pobreza más extrema hoy en día en España habla otra lengua, tiene hábitos culinarios diferentes, carece de documentación que le permita trabajar legalmente y vaga por las calles, o de albergue en albergue,
buscando la manera de salir a flote. Como afirma en una entrevista la presidenta de Cáritas española, Nuria Gispert: “Atendemos a los últimos de los últimos. Y los últimos son ahora los inmigrantes” Una y otra vez se relata como “en los últimos años la demanda de camas ha crecido de forma importante por la llegada de inmigrantes”o se expone cómo “aumentan las mujeres con hijos y los inmigrantes en el colectivo de ‘los sin techo’ de Barcelona”. También, cuando se describen los servicios, es habitual reflejar el enorme peso que representan los extranjeros; en algunos textos se habla del 80%, en otros del 75 o del 70% pero casi nunca se baja del 50%. Aunque habitualmente el tono no es tan neutro y descriptivo, y por ejemplo se utiliza la referencia a los inmigrantes como elemento de descalificación, como en la siguiente noticia en la que el espacio urbano por el que deambulan las personas sinhogar, es también el lugar “donde te quitan la cartera, donde duermen los mendigos, donde van los chaperos y donde se ponen los inmigrantes”. También en ocasiones el periodista se hace eco de las quejas de los españoles sin techo: “Para conseguir una cama tienes que competir con 30 bolivianos, 30 ecuatorianos y otros 30 autóctonos” y sólo excepcionalmente aparecen noticias en las que se reflejan los problemas y dificultades añadidas que la condición de extranjero en situación irregular añade al hecho de vivir sin techo, con lo que en estas raras y escasas noticias en las que la condición de inmigrante no es violentada como dato descalificador sino como circunstancia agravante de la exclusión social aprendemos que existe un nuevo síndrome similar al que sufrió el marido de Penélope en su periplo hacia Ítaca: “Si estuvieran legalizados, encontrarían un trabajo legal y les alquilarían un piso. Pero aquí hay quienes se enriquecen precisamente a costa de la situación de ilegalidad de estos trabajadores, condenados al síndrome de Ulises, un cuadro de depresión y apatía en el que caen muchos de los inmigrantes cuando, después de varios años de ilusiones y lucha infructuosa, pierden toda esperanza”. Pero probablemente de entre todas las asociaciones negativas con las que se ha unido en los medios españoles el discurso sobre el sinhogarismo con la inmigración, la de efectos más perversos sea la que se ha producido como consecuencia de la existencia en muchas ciudades españoles de clanes gitanos rumanos que se dedican sistemáticamente al ejercicio de la mendicidad lo que ha permitido recuperar actitudes de rechazo y visiones negativas sobre la pobreza que creíamos desaparecidas hace tiempo (“La Asociación Proderechos Humanos de Córdoba hizo hincapié en la situación por la que atraviesa el creciente colectivo de inmigrantes rumanos en Córdoba. La vocal de Inmigración, Ángeles Marco, precisó que este colectivo sufre un mayor rechazo al dedicarse a la mendicidad”) Para acabar de violentar la visión del problema en la prensa, la asociación del la gente sin hogar con el mundo de la droga se produce justamente a partir del subgrupo más marginal y despreciado de los toxicómanos: las personas que deambulan por los poblados chabolistas de Las Barranquillas y La Quinta en las afueras de Madrid y que viven a la intemperie mientras trapichean y buscan la forma de conseguir una nueva dosis, en una “situación tercermundista” según las palabras del presidente de una ONG “con centenares de toxicómanos deambulando enfermos y durmiendo en chabolas y tiendas de campaña” entre la sala de venopunción, la espera para obtener jeringuillas y la ocasión de “pillar” algo que inyectarse. Los drogodependientes más tirados han
venido pues a unirse a los alcohólicos de toda la vida, en tratamiento o no, y a los enfermos mentales, a la hora de identificar y visualizar la imagen de una persona sin hogar como es el caso de “XX” con “dos décadas en la calle que malvivía en la glorieta de Quevedo, enfermo, sucio y con graves problemas de alcoholismo”. En el caso de los enfermos mentales nos encontramos con un buen número de noticias que vinieron a hacerse eco de la puesta en marcha durante el año 2003 del primer equipo de calle que presta atención psiquiátrica al aire libre en Madrid, la novedad de contar entre sus integrantes con un médico psiquiatra resultó ser un fuerte reclamo para la prensa que una y otra vez se hicieron eco de que se había “encendido una pequeña luz con la creación, en junio de 2003, de un equipo volante de atención mental formado por una psiquiatra, dos enfermeras y un educador” y cuyo objetivo era “conseguir que estos indigentes con problemas psíquicos inicien un tratamiento y mejoren sus condiciones de vida”. En cualquier caso la vieja y estereotipada imagen de la persona sin hogar es descrita y representada una y otra vez en el discurso periodístico vinculándola mucho más al extravío mental que a los problemas sociales y estructurales, como en el caso de un “hombre joven de habla inglesa, cuya cabeza se perdió hace tiempo y que desde entonces duerme al raso, come lo que le dan, viste con andrajos y pasa las horas muertas dando vueltas a sus obsesiones y a sus cartones de vino. Necesitaría ayuda psiquiátrica, pero no la busca” La noticia periodística, en la mayoría de los casos no hace sino confirmar, reproducir y amplificar lo que ya se sabe o se cree saber sobre el problema. La política Por otro lado, un buen número de las noticias que se reflejan en los periódicos tienen que ver con la puesta en marcha de algún nuevo servicio, la introducción de novedades en otro o el lanzamiento de la campaña del frío, hasta 40 noticias aluden a este tipo de eventos, y como es lógico su aparición regular tiene mucho que ver con la actividad desplegada por los gabinetes de prensa de los departamentos de servicios sociales que se encargan de airear cada pequeña o gran novedad “la Agencia Antidroga abrirá este año alojamientos para toxicómanos sin hogar tratados con metadona”; “Barcelona tendrá un albergue para 300 'sin techo'”; “Botella [la concejala madrileña] abre un centro en la Casa de Campo para los indigentes y cierra el metro como refugio”, etc. El colmo de esta actuación publicitaria se alcanza cuando los periódicos se hacen eco, no ya de alguna nueva actuación, sino que dan publicidad a lo que tan sólo son una serie de buenas intenciones para el futuro: “El Ayuntamiento de Madrid construirá un nuevo Centro de Acogida para personas sin hogar”, o:“El Ayuntamiento creará un foro de estudio sobre los 'sin techo'” como anunciaba El País en diciembre de 2003, una iniciativa que a mediados de octubre de 2004 aún no se ha puesto en marcha. Bien es verdad que en ocasiones, esta actividad desplegada por los publicistas de los políticos se vuelve en contra de sus objetivos de marketing y lo que pretenden anunciar a bombo y platillo se convierte en ocasión de descrédito por arte de birlibirloque periodístico al que no es ajeno el debate entre partidos políticos y sus respectivos medios periodísticos, como ocurrió por ejemplo, con el intento del Ayuntamiento madrileño de acercar a las personas sin hogar hasta un alojamiento de emergencia situado en un parque algo alejado mediante el recurso de habilitar un autobús urbano, lo que llevó al periodista del medio vinculado al partido socialista a titular así la iniciativa del ayuntamiento conservador: “El autobús que llevará a los indigentes al refugio de la
Casa Campo se 'estrena' con 8 usuarios”; y unos días más tarde, a continuar informando de que :“El autobús de los 'sin techo' lleva sólo unos 20 pasajeros por noche”. Al fin y al cabo, los intereses que se dan cita en torno al sinhogarismo tienen muchos actores protagonistas (incluso los sindicatos entran a veces en la liza: “Comisiones Obreras denuncia que el Ayuntamiento ‘está formando un gueto de marginados en la Casa de Campo al crear todos los servicios para indigentes en una misma zona’”), y si bien los responsables políticos municipales son importantes e intentan publicitar sus actuaciones, también hay otros, como por ejemplo las ONGs que intentan conquistar un espacio mediático para hacerse valer ante la opinión pública y lanzar sus críticas al poder mientras tratan de afirmarse y asentar su cuota de protagonismo en el asunto: “La comunidad de San Egidio denuncia que hay 2.000 'sintecho' en Barcelona”; “Unos 100 indigentes con problemas psíquicos malviven a laintemperie, según las ONG”; entre estas ONG, probablemente Cáritas sea una de las más activas y la que con más facilidad consigue abrirse paso en la prensa escrita, ya sea para denunciar o para publicitar sus actuaciones: “Seis de cada siete personas que carecen de un hogar en Málaga duermen en la calle cada noche debido a que el número de plazas que ofrecen los centros es insuficiente para atenderlos, denunció hoy el director de Cáritas…”; “Cáritas pide que se "aligere la burocracia" de las ayudas oficiales”; “El secretario general de Cáritas, Joaquim Sabater, presentó ayer la campaña que promueven con motivo de la Navidad, que comienza hoy con un concierto en la basílica de Santa Maria del Mar” . Hasta un total de 22 noticias recogían una referencia a Cáritas, frente a 17 que aludían a los hermanos de San Juan de Dios, 10 a RAIS, 5 a FACIAM, y 3 a Feantsa. La actividad política se materializa y se prolonga en la prensa escrita una y otra vez tomando a los pobres y excluidos como ocasión o excusa para intentar ganar espacio y algún titular en los medios, los políticos aparecen una y otra vez para decir lo que se hace, lo que se proyecta hacer o lo que quizás se haga. En esta feria de vanidades, el momento electoral es sin duda el tiempo privilegiado para hacer que los que se presentan como candidatos o los que acaban de ganar las elecciones hagan acto de presencia en los albergues y servicios que atienden a las PSH. Llegado el momento de las elecciones, se intentar demostrar sensibilidad social, proximidad y calor humano ante los electores. En estos asuntos no parece que haya muchas diferencias entre unas siglas y otras: “Los 230 indigentes que se cobijan en el albergue de San Juan de Dios (Chamartín) tuvieron ayer un desayuno sobresaltado. Mientras apuraban sus tazones de café se encontraron de pronto rodeados de periodistas y políticos. El revuelo se debía a que la nueva presidenta regional, Esperanza Aguirre, del PP, decidió celebrar en este centro el primer acto oficial de su mandato”; y en el caso de los candidatos socialista, el periódico recogía una noticia en la que podía leerse que “la aspirante del PSOE a la Alcaldía acompaña de incógnito a voluntarios de 'Solidarios' para conocer la realidad de decenas de indigentes que viven en la calle” , sin embargo, a pesar de ir de incógnito y de que según se lee en la noticia “No quería fotos. No quería prensa. No quería a su equipo alrededor” ¡qué casualidad!, el periodista estaba allí y bajo su atenta mirada y su ágil pluma la aspirante a alcalde “siguió repartiendo café, caldo y comida hasta muy pasada la medianoche”. Esta actividad electoral entre los más pobres para obtener, no ya su voto, sino para corregir, afianzar o modificar algún aspecto de la imagen pública de los políticos ante los ciudadanos se presenta a veces por el periodista como una especie de descenso a los infiernos teñido de ribetes épicos: “Ana Botella tenía ayer una de las pruebas difíciles
como candidata: la visita al albergue de San Isidro, uno de los puntos más duros del Madrid del 2003” con lo que se contribuye a afianzar una vez más el estereotipo de distancia, alejamiento, peligro e inseguridad frente a los más excluidos. Peligro ¿para quién? Este breve análisis de contenido estaría incompleto si no hiciéramos referencia a la cuestión de la inseguridad en relación al sinhogarismo. Lamentablemente en los últimos años se ha abierto paso una cierta corriente de opinión que intenta poner de relieve los peligros, riesgos y conflictos que vendrían a amenazar a los ciudadanos bienpensantes como consecuencia de la existencia de personas excluidas sin hogar en medio de las sociedades más ricas. Para agravar aún más la situación, hay ocasiones en las que incluso políticos con escasas luces y menos información reclaman medidas urgentes que detengan el deterioro de la inseguridad en las calles, y apelando a la doctrina de la tolerancia cero piden actuaciones policiales contra los más pobres: “El candidato del PP [a la Generalitat de Cataluña] pide severas medidas contra mendigos y prostitutas de calle”, y más adelante se aclara que “inmigrantes en situación irregular, prostitutas de calle, mendigos y delincuentes habituales serán, de tener responsabilidades de gobierno, los ejes de lucha del PP para garantizar la seguridad” en una amalgama de pobres y excluidos con la que se busca agitar el espantajo de la pobreza identificándola con el delito y la criminalidad. El mismo objetivo que vuelve a aparecer en la noticia que recogía la intención del ayuntamiento socialista barcelonés de colocar “vallas en todas las calles de acceso [a un popular mercado barcelonés] con el objetivo de erradicar a los mendigos de la zona, frenar la prostitución y mejorar las condiciones de salubridad”. Personas sin hogar, prostitutas y otras gentes de mal vivir se constituyen nuevamente en el punto de mira de la prensa y de los políticos y acaban siendo apartados, orillados, segregados, recibiendo exclusión sobre exclusión ya sea por motivos de seguridad, de policía o de higiene. Cámaras de videovigilancia, vallas de separación, policías, instalación de “bancos antimendigos” con un reposabrazos en medio que impiden acostarse y dormir sobre ellos, todo vale con tal de limpiar las calles, puesto que el peligro siempre parece venir de los más pobres: “un total de 187 menores de nacionalidad rumana fueron detenidos en el primer semestre del año en las calles de Madrid por venta ilegal en cruces y semáforos, mendigar en esos mismos lugares, limpiar cristales o perpetrar hurtos en los vehículos parados”. Nada se dice de la obligación de tutela y defensa de los derechos vulnerados de estos menores, basta la referencia al peligro que encierran y la constatación de que han sido “detenidos”. El punto álgido de este tipo de actuaciones tendentes a criminalizar la exclusión por parte de algunos políticos irresponsables se produjo en Madrid con ocasión de la boda del heredero de la Corona, en aquella ocasión la jefa municipal de turismo del ayuntamiento madrileño fue cesada de forma fulminante al hacerse público en la prensa que “había firmado una orden para expulsar a los mendigos de la Plaza Mayor” dos días antes de la boda. Aunque el motivo aducido era la celebración de un acto en el que se iba a presentar una guía de Madrid, el hecho seguía a la denuncia que habían hecho los medios dos días antes de la boda bajo el titular de “¡mendigos fuera!” en donde según el periodista se relataba que “los organizadores de la boda real” entendían que esta “debe atravesar las calles de Madrid limpias de mendigos, vagabundos o yonquis”, por lo que “en los últimos días agentes de la Policía Municipal de Madrid y del Cuerpo Nacional de Policía han recomendado a los indigentes que ‘desaparezcan o
se marchen’ de los alrededores del Palacio Real y de la catedral de la Almudena, según han explicado varios de los mendigos que pululan y duermen por las cercanías del escenario de la boda” . La noticia se acompañaba de varias fotos3 en las que se veía a agentes de la policía local que se acercaban a hablar y pedir la documentación a las personas que pernoctaban en los túneles y pasos subterráneos próximos al Palacio. (“¡Mendigos fuera!”, El Mundo, 13 de mayo de 2004) Y, sin embargo, si analizamos objetivamente las noticias aparecidas en los mismos periódicos, se comprueba que los problemas de seguridad del sinhogarismo son sobre todo un problema que afecta a las propias personas sin hogar. Aunque con menos relieve tipográfico y sin tanto alarde como el otorgado a la operación de seguridad previa a la boda principesca, lo cierto es que de forma regular los periódicos recogen un goteo constante de noticias en las que las víctimas de sucesos violentos resultan ser habitualmente las personas excluidas sin hogar. Hasta 35 noticias hemos detectado en donde se relatan sucesos trágicos; en 31 de ellas las personas sin hogar resultan ser las víctimas, mientras que sólo en 4 son los agresores, e incluso en estos pocos casos la víctima suele ser también una persona sin hogar “Un indigente de 56 años ha sido detenido por apuñalar a otro, de 43 años, con un abrecartas”; “Un mendigo, Ramón 3 La cuestión de las fotografías con las que se ilustran las noticias sobre sinhogarismo merecería por sí sola un estudio específico puesto que en gran medida la construcción mediática del problema viene generada a partir de la necesidad de acompañar el texto de imágenes sintéticas y suficientemente ilustrativas. En este sentido lo habitual es recoger únicamente aquellas estampas de personas sin hogar que más refuerzan visualmente el estereotipo dominante, descartando las fotografías de todss aquellas PSH que presentan un aspecto “normal” puesto que resultan sencillamente inválidos para ilustrar gráficamente cualquier noticia sobre el tema ya que no llevan en su aspecto externo ninguna seña de identidad suficientemente característica que les vuelva identificables a primera vista.
Amorós Ordóñez, de 62 años murió el jueves por la mañana en el hospital Clínico, dos días después de recibir una brutal paliza propinada por otra indigente, Felisa Cebadero Ganán, de 34 años”. No obstante, a pesar de esta constatación objetiva de los riesgos que implica vivir en la calle, a la intemperie, el imaginario colectivo seguirá plagado de temores infundados y pavores fantásticos frente al pobre, el excluido, el marginado, mientras que tan sólo algunas pocas voces se alzarán reclamando más medidas de seguridad y más actuaciones policiales para… proteger a las personas sin hogar y garantizar su supervivencia. Entretanto, las PSH son apuñaladas y apaleadas (“La víctima, que dormía junto a un garaje, fue acuchillada y apaleada con barras de hierro”), quemadas (“Una mujer de 34 años ha resultado herida grave, con quemaduras de segundo grado en el 30% de su cuerpo, tras haber sido rociada con alcohol por un desconocido cuando se encontraba tendida en un colchón bajo un puente de la carretera de circunvalación M-30 de la capital”), aplastadas (“Un hombre ha muerto aplastado por la maquinaria del camión de basura que recogió el contenedor en el que esta pasando la noche”), mueren ahogados (“Un indigente de 39 años, identificado por la policía como Juan Manuel A. F., murió ahogado en la noche del pasado lunes en el río Guadalquivir a la altura del puente del Cristo de la Expiración de Sevilla, donde solía pernoctar con su pareja”), de frío (“Dos indigentes de dos zonas muy alejadas entre sí fallecieron de frío. El primero, un hombre de 64 años, murió en Lleida el sábado (la autopsia ha desvelado la causa días después) tras pasar la noche a la intemperie y otro, en Jerez, falleció ayer mientras dormía en unos soportales”), o como consecuencia de la violencia ultra de grupos cuya “principal actividad es aterrorizar a inmigrantes, vagabundos, prostitutas, homosexuales y travestidos” y que rara vez resultan detenidos: “Agentes del Cuerpo Nacional de Policía buscan desde la madrugada de ayer a los tres ocupantes de un BMW negro que sobre las 2.40 lanzaron una botella con líquido inflamable contra una furgoneta aparcada en la calle de Embajadores (Arganzuela) y en cuyo interior dormían dos indigentes, un hombre y una mujer”, estos hechos distan mucho de ser casos aislados, puesto que como se indicaba en otra ocasión en el periódico El Mundo recogiendo datos de un informe publicado en 2004 por el Movimiento contra la Intolerancia “en España se cometen más de 4.000 agresiones al año protagonizadas por grupos neonazis y fascistas dirigidas especialmente contra inmigrantes, indigentes, homosexuales, prostitutas y jóvenes de diferentes aspectos (hippies, pelo largo, etc. )”. Aunque sin duda el caso más tremendo de cuantos recogió la prensa durante el período analizado lo constituye el caso de un grupo de jóvenes “de buena familia” que fueron detenidos en Barcelona “acusados de humillar a mendigos y grabar sus actuaciones en vídeo” para divertirse. Conclusión La prensa escrita encierra una enorme cantidad de información sobre el sinhogarismo. A menudo la información refleja los estereotipos y juicios previos existentes en la sociedad de la que emergen y a la que vuelven, además de la precipitación y la urgencia con que deben ser redactadas las noticias, y de la que también termina siendo víctima en algún sentido el propio periodista que intenta realizar honestamente su trabajo. Es muy difícil encontrar informaciones que se aparten del tópico, y reorganicen los datos para presentarlos de forma seria y rigurosa. Habitualmente predominan las imágenes tremendistas, en donde se busca lo más chocante y escabroso llevados de la pasión por buscar o inventar un exotismo que atraiga la mirada del lector y permita sentar plaza de
periodista aguerrido y observador. No obstante, también es perfectamente constatable tras un somero análisis que la prensa resulta tremendamente útil para levantar acta de cuanto ocurre y poder realizar el seguimiento diario de nuestra sociedad. Más allá de las pretensiones explicitadas por los actores que participan y tienen intereses manifiestos en torno al drama que viven las personas sin hogar, el hecho es que un análisis objetivo de los textos escritos, del vocabulario empleado, de los temas y subtemas con los que se adorna la información sobre sinhogarismo realizado mediante el software apropiado para objetivar hacer emerger las relaciones estructurales ocultas y presentes en el discurso, pone de relieve inmediatamente la existencia de pautas, regularidades y modelos latentes que afectan tanto a la forma como al contenido de la información que se ofrece en los diarios. La utilización subsidiaria de la pobreza durante los períodos electorales, o en determinadas épocas del año como la Navidad, así como cierta tendencia a convertir la exclusión en ocasión para hacer literatura es un hecho fácilmente constatable. Al mismo tiempo, también es verdad que la abundante presencia del tema en los periódicos, es a la vez un buen indicador de que nuestra sociedad no ha perdido totalmente ni la sensibilidad, ni la conciencia, ni el respeto por la dignidad de sus miembros más pobres. Bibliografía citada CABRERA CABRERA, P.J. (1998) Huéspedes del aire: sociología de las personas sin hogar, edn. Madrid: Universidad Pontificia Comillas. CABRERA, P.J. and RUBIO, M.J. (2003) Personas sin techo en Madrid: Diagnóstico y propuestas de actuación, edn. Madrid: Dir. Gral. Servicios Sociales. Comunidad de Madrid. MARTÍN BARROSO, C. (1985) Transeúntes y albergues. Documentación social 60-61., MUÑOZ LÓPEZ, M.et.al. (1995) Personas sin hogar en Madrid : Informe Psicosocial y Epidemiológico. , edn. Madrid: Facultad de Psicología, Universidad Complutense, D.L. VEGA GONZÁLEZ, L.S. (1996) Salud mental en población sin hogar, edn. Asturias: Edita Servicio de Publicaciones del Principado de Asturias. Tabla.- Noticias aparecidas durante el año 2003 2003 % Enero 14 10,0 Febrero 11 7,9 Marzo 12 8,6 Abril 5 3,6 Mayo 16 11,4 Junio 13 9,3 Julio 8 5,7 Agosto 4 2,9 Septiembre 6 4,3 Octubre 8 5,7 Noviembre 19 13,6 Diciembre 25 17,9 Total 141 100
También puede leer