Les distraccions en la conducció - Distracciones, teléfono móvil y seguridad vial
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Les distraccions en la conducció Distracciones, teléfono móvil y seguridad vial Dr. Luis Montoro Catedràtic de Seguretat Vial i Director de l’Institut de Tràfic i Seguretat Vial (INTRAS) Universitat de València 1. INTRODUCCION Desde que se descubrieron y generalizaron a finales del siglo XIX los vehículos propulsados por un motor de explosión, éstos se han convertido en uno de los inventos más revolucionarios e influyentes de la sociedad. Sería de todo punto injusto no reconocer que los vehículos con motor han introducido todo un complejo conjunto de transformaciones sociales y personales, que han supuesto un cambio radical en la vida de todos los seres humanos contemporáneos, pudiéndose decir que en la actualidad el automóvil se ha convertido en algo vital e inseparable de nuestra forma de vida. Pero siendo evidentes las ventajas aportadas por los vehículos con motor, lamentablemente estos también han mostrado sus dimensiones negativas, entre las que destacan por su especial gravedad e importancia los accidentes de tráfico, asunto que se ha convertido con el paso del tiempo en un preocupante reto sanitario y posiblemente uno de los mayores problemas de salud pública de las modernas sociedades. Aunque las estadísticas en este ámbito son bastante complejas y problemáticas, los datos de que disponemos son claros. Según la Organización Mundial de la Salud, en el mundo mueren anualmente entre 900.000 y 1.200.000 personas por causa de los siniestros de la circulación, produciéndose también cerca de veinte millones de heridos graves. A la hora de explicar las causas de la siniestralidad, todos los estudios apuntan al factor humano como el elemento que se encuentra implicado entre el 80 y el 90% de los accidentes del tráfico. Profundizando, entre los fallos humanos más importantes causantes de los accidentes, se podrían destacar los siguientes: Causas físicas, como lipotipias, fatiga, defectos sensoriales, sueño, etc. Causas psíquicas: como falta de atención, agresividad, exhibicionismo, etc. La búsqueda intencionada del riesgo y de las emociones intensas. Las conductas interferentes por charlar, encender la radio, fumar, etc. La falta de respeto a las normas, de manera voluntaria o por desconocimiento. Estados psicofísicos transitorios por el uso de alcohol, drogas, depresión, estrés, etc. Y la deficiente percepción del riesgo, que es posiblemente la causa más profunda de los siniestros.
De entre todos los fallos humanos hay tres que explican casi el 60% de los accidentes: el alcohol, la velocidad excesiva o inadecuada y las distracciones. A su vez, sabemos que los problemas de atención se encuentran presentes de alguna manera en uno de cada tres accidentes. 2. ATENCION y SEGURIDAD VIAL 2.1. Los procesos atencionales en la conducción Existe una intrínseca vinculación de los procesos atencionales con los perceptivos, debiéndose destacar que de ellos va a depender, en buena medida, la realización o no de maniobras apropiadas durante la conducción. La percepción implica un proceso activo del organismo, que busca y selecciona del medio ambiente los aspectos que proporcionan dirección a su conducta (Tudela, 1981). La importancia de la atención en la seguridad vial es, pues, evidente, así como su estrecha relación con la percepción, si se tiene en cuenta que todo proceso perceptivo del conductor comienza, necesariamente, por prestar atención a los estímulos que han de ser captados (Forgus, 1975). Es necesario destacar que la atención es más que un mero mecanismo de selección de información. De acuerdo con las conceptualizaciones más recientes, es un mecanismo de control del procesamiento cognitivo (Tudela, 1992), en el sentido de que organiza y coordina el desarrollo de los procesos que operan sobre la información (perceptivos, de memoria, etc.). Precisamente, y tal como se decía al principio, en la base de muchos de los fallos humanos que preceden al accidente (errores de percepción o reconocimiento, errores en la toma de decisiones y fallos en la ejecución) se encuentra una atención inadecuada. El estudio de la atención y las causas de las distracciones es por ello de vital importancia para entender y explicar el origen de muchos accidentes y, por tanto, la forma de evitarlos. El hecho de que podamos adaptarnos a un entorno complejo como es el tráfico, entendiéndolo y manipulándolo adecuadamente, es posible gracias a nuestras capacidades atencionales, que permiten dirigir nuestros recursos mentales sobre determinados aspectos de nuestro entorno y que a su vez nos permiten desechar o prescindir de otros. El conductor se vería peligrosamente inundado por tanta riqueza estimular (luces, sonidos, semáforos, el sonido de la radio, etc.), si no escogiera de manera precisa en cada momento las informaciones de interés y despreciara de su campo perceptivo lo irrelevante. Así, el conductor supera la sobrecarga de información focalizando su atención, selectivamente, en una fracción del entorno relativamente pequeña. 2.2. La atención selectiva La atención puede concebirse como una especie de filtro que selecciona sólo algunos estímulos de entre los muchos posibles. Esta función selectiva es lo que marca la diferencia entre ver y mirar, o, en el caso de la audición, la diferencia entre oír y escuchar; los conceptos de ver y oír se utilizan en las situaciones en las que recibimos la información de forma pasiva, mientras que cuando miramos algo o cuando escuchamos algo estamos buscando activamente información, sirviéndonos para ello de nuestra atención. 2
Precisamente mediante la atención, lo que hace el conductor es seleccionar estímulos clave, dando entrada y procesando sólo una pequeña porción de la enorme información sensorial recibida, quedando el resto de los estímulos más difusamente percibidos (Rabbit y Dornic, 1975). Obviamente este proceso se puede facilitar o complicar, por ejemplo, sobrecargando el entorno con una excesiva concentración de señales de tráfico. Una conducción correcta y segura depende así, entre otras variables, de realizar adecuadamente ese proceso de selección de «mensajes» y tomar posteriormente la decisión adecuada. Esta selección no sólo está afectada por las propias condiciones de la situación y por los dispositivos mecánicos del vehículo, sino también por diversas funciones psicológicas del propio conductor. El estado afectivo y motivacional, la experiencia en la conducción, etc., influyen sobre las expectativas y los procesos atencionales del conductor que, en buena medida, controlan sus procesos sensoriales y la estructuración perceptiva subsiguiente (Norman, 1976). 2.3. La atención sostenida En la conducción es especialmente relevante el nivel de alerta mantenido, o también denominado atención sostenida. Bajo ciertas condiciones, conducir un vehículo puede convertirse en una tarea de vigilancia: el conductor debe intentar permanecer atento a lo largo de todo el trayecto, porque en cualquier momento puede surgir un estímulo relevante al que deba responder para evitar un accidente. Es necesario, por tanto, que el conductor sea capaz de mantener un impulso atencional sostenido, de forma que las demandas de la tarea puedan ser cumplidas eficazmente. Tanto los elementos distractores externos (un anuncio) como los factores internos (un problema personal), pueden comprometer la acción sostenida del proceso atencional. La poca tolerancia a la rutina, la carencia de estímulos activadores, junto con la aparición en ciertos conductores de procesos de fatiga precoz llevan a constituir en algunos casos, y en relación a ciertas circunstancias, un verdadero peligro tanto en el proceso de toma de decisiones como en los tiempos de reacción. Por otra parte, para mantener la atención a un nivel suficiente a lo largo de un tiempo más o menos prolongado es necesario un cierto nivel de arousal o activación del sujeto. Cuando el nivel de activación es demasiado extremo - demasiado bajo o, por el contrario, demasiado alto-, la eficiencia de la ejecución en la tarea de conducir es baja. Un nivel de activación demasiado alto puede provocar problemas graves en nuestra atención; por ejemplo, si la situación de evaluación o examen provoca al aspirante a obtener el permiso de conducir un nivel de activación excesivo, éste puede perjudicar a su capacidad para concentrarse en los estímulos relevantes para realizar bien la prueba. Por otro lado, un nivel de activación insuficiente, (por ejemplo, estar fatigado), provoca fallos atencionales que, a su vez, causan pérdidas y serios errores en el procesamiento de la información que requiere la realización de ciertas tareas. Esto puede explicar algunos accidentes de tráfico, especialmente aquellos en los que se 3
señala que el conductor sufrió un despiste o se distrajo mientras circulaba por una autovía o autopista con poco tráfico. El nivel de activación depende de la cantidad de esfuerzo invertido en la tarea, de manera que si la ejecución continuada de la tarea exige poco esfuerzo a la persona, su activación no puede mantenerse constantemente a un nivel suficientemente alto. Consecuentemente, cuando hemos de conducir un vehículo durante un tiempo prolongado, y especialmente cuando la tarea puede desarrollarse en gran medida de forma «automática», no podemos mantenernos alerta continuamente, ya que la atención mantenida durante largos períodos produce en ocasiones una fatiga elevada. Todo conductor experimentado sabe que cuando se conduce de manera ininterrumpida varias horas, o en situaciones que requieren una «atención extra» por causa de la lluvia, la niebla o por un trayecto poco conocido, la fatiga aparece con mucha facilidad. Es muy importante saber que ello se debe a que el individuo que atiende, en una situación de riesgo especialmente elevado como es el conducir, tiene importantes cambios dentro de su organismo, que derivan en desgaste y fatiga (Robinson, 1975), y entre los que destacan: • Cambios en las vías sensoriales. El proceso atencional produce una inhibición en todas las vías sensoriales, excepto en aquellas que están relacionadas con los objetos de atención del conductor. Además, el conductor que atiende adecuadamente pone a todos sus órganos sensoriales en una situación de sobreexigencia, sobre todo a nivel visual. • Alteraciones en el Sistema Nervioso Central. Hay cambios importantes en la actividad eléctrica de determinadas zonas del cerebro, en función del tipo y número de estímulos a los que el conductor esté prestando atención. • Modificaciones en los músculos. Se pueden producir también importantes cambios en el tono muscular de los individuos que conducen con una atención mantenida. • Alteraciones de tipo circulatorio. Aumenta la irrigación sanguínea en el cerebro - se dilatan los vasos sanguíneos cerebrales- y pueden disminuir en los miembros anteriores. • Cambios en el ritmo respiratorio y cardíaco. La atención puede dar lugar a importantes modificaciones en el ritmo de la respiración y en el ritmo cardíaco. Todos estos fenómenos descritos, y otros muchos que se podrían añadir y de los que no necesariamente el conductor es consciente, ponen claramente de manifiesto que no es recomendable conducir durante períodos demasiado largos, con el fin de que el organismo pueda recuperarse y evitar con ello los riesgos de una atención mermada por una excesiva acumulación de fatiga. Por otro lado, cuantos más estímulos (generalmente ajenos a la conducción) quiera captar el conductor, mayores riesgos correrá y en todo caso, mayor será su fatiga. Precisamente de todos es conocido que el conductor novato se fatiga enormemente, en comparación con el conductor experimentado. Esto es debido, entre otros factores, al hecho de que el novato presta atención a demasiados estímulos, muchos de ellos posiblemente poco significativos, conducta que con el paso del tiempo irá cambiando. 2.4. La atención dividida 4
Cuando las condiciones del tráfico demandan la ejecución simultánea de una cantidad de tareas que excede las capacidades cognitivas de procesamiento del conductor, es posible que éste cometa errores o fallos en la ejecución de alguna de esas tareas, algo que también puede ocurrir si las demandas de recursos atencionales no proceden de las condiciones viales sino del propio conductor, de sus cogniciones, pensamientos, preocupaciones, de los acompañantes que viajan en el vehículo y, en definitiva, de cualquier elemento que ocupe o demande una parte de sus recursos cognitivos de procesamiento. En general, podemos conseguir que nuestra atención se desplace rápidamente de un estímulo a otro, pero es menos probable que podamos atender a más de un estímulo dentro de una misma modalidad perceptiva. Dividir la atención entre dos fuentes de información de distinta modalidad perceptiva es comparativamente más asequible. Por ejemplo, cuando queremos fijarnos a la vez en lo que nos está diciendo nuestro compañero de viaje (un mensaje que nos llega auditivamente) y algo que está en nuestro campo visual (lo que estás viendo a través del parabrisas). En estos casos, nuestra atención puede dividirse o distribuirse entre las dos fuentes de información. Que podamos o no podamos dividir nuestra atención entre dos tareas, cuando estamos conduciendo, depende de diversos factores. Uno de los principales es el grado de solapamiento entre los recursos atencionales implicados en cada tarea. En concreto, cuanto más solapamiento haya entre los recursos atencionales implicados en las dos tareas, menor éxito tendremos en nuestro intento de dividir nuestra atención entre ambas (más interferencia habrá entre ellas). Otro factor que influye sobre la distribución atencional es el nivel de dificultad de una de las tareas (o de ambas). En general, cuanto más difícil le resulta una tarea al sujeto, más recursos atencionales tiene que poner en esa tarea, y por tanto, menos recursos atencionales le quedan para otras tareas distintas a ésa; y, a la inversa, cuanto más fácil le resulta una tarea, menos recursos atencionales exige y, consiguientemente, más le quedan para otras tareas. La práctica puede ayudar a dividir con éxito la atención entre dos tareas, al menos hasta cierto punto. Conducir un vehículo es un ejemplo cotidiano de cómo se automatiza progresivamente una tarea que inicialmente requería todo el control de la atención. La experiencia logra que la tarea se automatice y por tanto, que su realización ya no exija toda nuestra atención (Schneider y Shiffrin, 1977; Shiffrin y Schneider, 1977). Una vez se han adquirido las habilidades necesarias para conducir, la conducción se convierte en una tarea que puede calificarse de fácil porque su ejecución es, en buena parte, automática; es decir, el conductor sólo necesita feedback visual y cinestésico sobre su ejecución de forma esporádica, porque puede realizar la tarea basándose en gran medida en sus representaciones internas y programas mentales motores. La mera presencia de ciertos estímulos hace que se desencadenen ciertos procesos mentales que conducirán a la realización de una respuesta concreta, de forma automática (por ejemplo, ante cierto ruido proveniente del motor, éste cambia de marcha). 5
A diferencia de lo que ocurre en las tareas cuya ejecución no se domina (tareas cuya ejecución necesita ser controlada por el sujeto), cuando una tarea se automatiza ya no requiere apenas esfuerzo consciente por parte del sujeto, o, en otras palabras, ya no requiere que éste ponga su atención sobre ella, y por ello, puede poner su atención para desarrollar otras tareas (por ejemplo, conversar) sin que éstas causen interferencia en las otras. 2.5. Las distracciones y su impacto en la seguridad vial y el accidente. Como se ha comentado anteriormente, las estadísticas muestran claramente que las distracciones son uno de los fallos humanos que tienen más repercusión en la seguridad vial y en los accidentes de tráfico (Montoro, Carbonell, Tortosa y Sanmartín, 1996). Con independencia de los factores descritos, es preciso matizar que la atención varía según las situaciones. Ello es debido a que ésta -tal como se ha comentado- depende de una serie de determinantes externos e internos del sujeto, que están sometidos a fluctuaciones, según momentos y circunstancias. Tan importante como saber cómo atendemos es saber la causa de las distracciones. Existe, así, una gama variada de factores que pueden dar lugar a una atención inadecuada o provocar la aparición de distracciones. Unos tienen su origen en el medio ambiente que circunda al conductor (externos) y otros proceden del propio individuo (internos). Veamos algunos de los más importantes. Agentes externos provocadores de distracciones • Una señalización incorrecta, o una excesiva concentración de señales en la vía, que impide una distribución adecuada de la atención, a la vez que potencia la aparición de la fatiga. • El fondo que circunda el estímulo al que atendemos. Se sabe, por ejemplo, que una señal que está rodeada de un campo perceptivo complejo es muy mal captada y normalmente atrae poco la atención de los conductores • Las llamadas conductas interferentes, esto es, la atención desmesurada a algún elemento ajeno a la conducción, como el paisaje, anuncios u otros objetos circundantes de la vía o del vehículo, fumar, etc., apartando la atención de las señales, la carretera o los demás vehículos. • La búsqueda de informaciones ajenas a la conducción: bares, hoteles, una cabina de teléfono, etc., suele ser una de las causas frecuentes de la aparición de las distracciones. • El grado de luminosidad y sus variaciones, cambios de entorno o de luz, sobre todo por la noche, que hacen necesaria una adaptación sensorial y atencional rápida, por ejemplo a la entrada de túneles o en el atardecer. • Una carretera demasiado conocida, confianza en la conducción o en la ruta seguida, lo que puede dar lugar también a una reducción del alerta atencional. Es necesario destacar en este sentido, que las salidas de la vía -sobre todo en rectas sin peligro- son según las estadísticas, una de las primeras causas de accidente. La experiencia y familiaridad con una ruta puede llevar a que algunos conductores reduzcan su nivel atencional hacia la misma y hacia la propia actividad de conducir. Esta interrupción temporal de la atención a los eventos propios de la carretera -la distracción- a consecuencia de las fuertes expectativas y automatismos formados respecto a los elementos y factores de la vía por la que circulaban, por la excesiva 6
familiaridad con la misma, lleva a la detección tardía de cualquier conflicto, obstáculo o eventualidad que se pudiera dar repentinamente en la carretera; • La localización del estímulo con respecto al conductor, también tiene gran importancia. Los pasos a nivel, por ejemplo, son mucho más peligrosos -siete veces más- cuando el tren se aproxima por la zona trasera de la visión del conductor o por la derecha, quedando así más alejados del campo atencional del que maneja un vehículo. • La temperatura en el interior del vehículo. Por ejemplo, Wyon et al., (1996) encontraron que altas temperaturas dentro del vehículo afectaban a la vigilancia, redistribuyendo la atención hacia las señales de tráfico más periféricas. Sabemos además que las temperaturas elevadas pueden llegar a afectar al tiempo de reacción del conductor. • A estos habría que añadir otros factores como la novedosidad o rareza de los estímulos en la carretera, su color-luminosidad, su tamaño, la repetición de una señal, etc., que contribuirán a atraer y mantener, en mayor o menor medida, la atención del conductor. Pero la atención depende también en gran medida del propio sujeto, de lo que se conoce con el nombre de determinantes internos. Si el conductor, por ejemplo, está inmerso en sus pensamientos, sus problemas, etc., ello le puede restar bastante capacidad para percibir y analizar los estímulos exteriores, con el consiguiente riesgo en la conducción (Parasuraman et al., 1981). Factores internos que originan distracciones • Determinadas características de personalidad. Sabemos, por ejemplo, que los conductores extravertidos pueden tener mayores dificultades para mantener la atención y son más propensos a las distracciones. • Estados psicológicos transitorios debidos a la fatiga, depresión, estrés, ansiedad, sueño, etc. Si el conductor está especialmente atento a su mundo interior, a sus problemas, etc., ello puede restar bastante capacidad para percibir y analizar los estímulos exteriores, con el consiguiente riesgo en la conducción. • Mantener conductas interferentes, como poner una cinta, encender un cigarrillo, buscar algo en la guantera o ponerse el cinturón en marcha. • La motivación o carencia de algo. Por ejemplo, cuando se conduce con hambre y se está especialmente atento en la búsqueda de un restaurante en carretera, disminuye la atención hacia los otros estímulos, potenciándose las distracciones. • Tener determinados problemas físicos como deterioro cerebral o alteraciones sensoriales. • Estar bajo los efectos de algunas sustancias como el alcohol o determinados fármacos altera el nivel de vigilia y reduce el grado de activación que se necesita para atender correctamente. • Edad avanzada, que hace que se tenga un menor control de la atención, mientras que por contra se acelera la aparición de la fatiga y las distracciones. Con respecto a este último factor, la edad avanzada del conductor, la mayor parte de las investigaciones han fracasado en documentar una clara conexión directa entre la visión y accidentes en personas de edad, sin que por ello se deba quitar importancia a esta dimensión. Owsley, et al., (1991) adoptan un enfoque comprensivo en el que relacionan la frecuencia de accidentes en conductores ancianos, con la capacidad visual, atención visual, y función cognitiva. De estas variables, el mejor predictor de 7
accidentes lo constituían medidas de atención visual temprana y estado mental (Owsley et al., 1991). Por otro lado, Sivak (1995) plantea la necesidad de investigar conjuntamente la visión, percepción y atención de conductores de edad avanzada, particularmente la comprensión de las combinaciones estímulo-respuesta que conducen a asociaciones automáticas en los conductores de más edad, considerando que los hallazgos sobre la edad en conexión a cambios en la anatomía, visión, percepción y la atención, deben ser estudiados de forma global. Esta parece ser la clave del problema. Concluyendo, la atención se convierte en un mecanismo complejo del que depende en buena medida una correcta conducción. Sólo una buena atención permitirá un adecuado procesamiento y una ajustada toma de decisiones, que se plasmarán en ejecuciones apropiadas, para realizar la conducción dentro de unos márgenes aceptables de seguridad. Desde el momento de la puesta en marcha del vehículo hasta que este se detiene, es imprescindible una atención adecuada para evitar el accidente (Montoro, Soler y Tortosa, 1988). Es por ello que las distracciones al volante, como hemos comentado reiteradamente son uno de los fallos humanos más comunes que dan lugar a la accidente (McKenna, 1982; Evans y Schwing, 1985; Van Elslande y Faucher-Aberton, 1996). 3. LAS DISTRACCIONES Y EL TELEFONO MOVIL 3.1. Introducción. Desde hace unos años nos ha aparecido una nueva forma de distracción, -el teléfono móvil- de tal importancia que existe al respecto de este sistema una fuerte preocupación entre todos los investigadores y responsables sociales de la seguridad vial. Por eso es necesario insistir en un hecho clave que nos complica el tráfico y que nos exige una continua vigilancia: el tráfico está vivo y enraizado con todo lo que ocurre en la sociedad. Hay que estar muy atentos a todo cambio social porque muchos de estos cambios se nos introducen dentro del coche y afectan a la seguridad vial, como es el caso de los nuevos teléfonos. 3.2. Algunos peligros tecnológicos del teléfono móvil según las investigaciones. En un primer acercamiento se puede decir que existen numerosos peligros del móvil en los vehículos con motor, que los podríamos agrupar con el nombre general de peligros tecnológicos y de entre los que según la literatura científica se pueden destacar los siguientes: • Si el teléfono no es de manos libres y no lleva antena exterior, pueden crearse algunas interferencias con los componentes electrónicos del coche, e incluso las radiaciones de micro-ondas que se emiten y reciben, al quedar en el interior del vehículo, según algunas investigaciones pueden llegar a dañar la salud. • Es también peligroso usar el móvil en las gasolineras ya que en determinadas circunstancias se pueden producir chispas que ocasionen un incendio. De hecho en USA y otros países, desde hace tiempo se prohibió su uso en las estaciones de servicio de carburantes o lugares de características similares. Además, en las 8
gasolineras los teléfonos móviles en ocasiones pueden afectar a la electrónica de las máquinas y alterar la cifra final de pago. • Finalmente se ha hablado mucho sobre los riesgos que conlleva el uso de los móviles para la salud por la radiación que emiten, pero como bien dice Kennetth Rothman, -miembro destacado de Epidemiology Resources de Boston- lo que tenemos absolutamente claro es que el riesgo más grave y plenamente constatado, es la posibilidad de tener un accidente de tráfico. Este hecho lo confirma también la prestigiosa National High-way Traffic Safety Administration (NHTSA), hasta el punto de que tan prestigioso organismo recomienda que este factor de riesgo se recoja explícitamente en los atestados que la policía hace en los siniestros de tráfico, con el fin de que se puedan llegar a conocer con más profundidad las circunstancias de los accidentes por tal motivo. 3.3. Uso de los teléfonos móviles y riesgo de accidente. En relación con el riesgo de accidente cuando se utiliza el móvil, existen numerosas investigaciones efectuadas fundamentalmente en Estados Unidos, Alemania y Japón. De entre ellas destacan especialmente por su rigor las realizadas por Redelmeier y Tibshirani de la Universidad de Toronto en Canadá. Estos estudios -desarrollados con la ayuda de 699 personas que usaron el móvil y que habían tenido algún tipo de accidente- apuntan a que el riesgo de sufrir un siniestro puede llegar a aumentar entre cinco y diez veces. Ellos afirman, al igual que Maugh Tomas, que el uso del teléfono móvil incrementa el riesgo de accidente a niveles similares a los que habría conduciendo con una tasa de alcoholemia de 1.0 g/l. Tras desarrollar diversas investigaciones, a conclusiones muy parecidas llegan otros prestigiosos investigadores como Violanti y Marshall del Departamento de Seguridad Pública del Oklahoma (USA). 3.4. Alteraciones más comunes que pueden dar lugar al riesgo de accidente. Consultados numerosos estudios, se podría decir en síntesis que las alteraciones y problemas más comunes encontrados cuando se utiliza el móvil y que dan lugar al riesgo de accidente son estos: • Hay claras interferencias en el manejo motriz del vehículo, por ejemplo se tienen menores posibilidades de controlar bien el volante, los intermitentes o el cambio de marchas (Brown, Tickner y Dimmonds). • Aumentan considerablemente las distracciones de los conductores, lo que da lugar a frecuentes colisiones con objetos u otros vehículos. • En muchas ocasiones el conductor no sabe exactamente donde está o cuál es su posición en el tráfico. Son, en este sentido, muy frecuentes las confusiones de itinerarios. • Se altera la distancia de seguridad, lo que habitualmente resulta en frecuentes alcances en la ciudad (N.H.T.S.A). • Se altera también la velocidad a la que se conduce, con fuertes y bruscos cambios aunque, curiosamente, con tendencia a ir más despacio de los normal, quizá porque el sujeto es consciente de su conducta de riesgo. 9
• Aumenta de manera sensible el tiempo de reacción del conductor. Según un interesante estudio realizado al respecto por Tokunaga, el tiempo medio de reacción aumenta en 0.71 segundos. • Son también muy frecuentes las salidas de la vía debido a que hay muchos giros bruscos y desviaciones de la trayectoria (Brookhuis). • Se cometen más infracciones de lo habitual, especialmente por falta de captación de la señalización. Si en condiciones normales no se perciben entre un 5-15% de las señales de tráfico, cuando se usa el móvil se pueden dejar de captar hasta un 50% (McKnight y Tim Moran). • Finalmente es necesario destacar los experimentos de Georges Pachiaudi hechos con simulador y que han sido publicados por el INREST. Mediante evaluaciones subjetivas y objetivas en relación con parámetros como la velocidad, la trayectoria, la exploración visual y el tiempo de reacción, en estos estudios se llega a la conclusión clara de que el uso del móvil altera de manera muy notable las ejecuciones del conductor. 3.5. Los momentos de mayor riesgo del uso del teléfono móvil. En relación con los momentos de mayor riesgo cuando se usa el teléfono móvil, las investigaciones se han hecho fundamentalmente en USA y Japón. Tras una serie de observaciones y análisis se ha llegado a las siguientes conclusiones: El primer momento peligroso es cuando se recibe una llamada. Hay un elemento sorpresa que altera las pulsaciones, la actividad cerebral y la conductividad eléctrica de la piel. En este caso hay peligro incluso con manos libres. Los estudios nos dicen también que muchos conductores dejan el teléfono en un sitio inaccesible y al recibir la llamada dejan de prestar atención al tráfico durante unos segundos mientras encuentran el móvil. Se sabe además que cuando se recibe una llamada en zona de curvas o especialmente adelantando, el riesgo es extremadamente alto. El segundo momento de riesgo es cuando se está marcando. Habitualmente esta acción en un teléfono normal, requiere entre cinco y diez segundos. Eso significa que si se circula a 120 k/h se pueden llegar a recorrer entre unos 180 y 350 metros sin un control adecuado del vehículo. El tercer momento peligroso es cuando se está hablando. El riesgo aumenta conforme pasan los segundos y es especialmente grave a partir del segundo minuto de hablar. Sabemos que durante los dos primeros minutos de conversación, el conductor todavía mantiene una atención aceptable a la carretera. Después, poco a poco se involucra más en la conversación, representándose cognitivamente a la persona con la que habla (aquí está la clave) y la atención se aleja del tráfico con el consiguiente riesgo. Este peligro aquí es similar para los teléfonos manos libres. En este contexto, según ha descubierto la ADAC (Asociación de Automovilistas de Alemania) parece que, como media, cada tres minutos hay un error grave cuando se usan auriculares y cada cinco minutos cuando lo que se usa es un teléfono manos libres. 10
Pero el tema del móvil en el tráfico no solo afecta a los conductores; también es grave para los peatones. Hay varios estudios en USA, Canadá, Finlandia y España, que constatan de manera rigurosa que los accidentes de los peatones están aumentando de manera significativa en los últimos años por causa del uso incontrolado del teléfono móvil. Entre los errores e infracciones más comunes de los peatones que hablan por teléfono, parecen estar las siguientes: -Distracciones frecuentes...... -No respetar el semáforo..... -Pararse bruscamente sin justificación...... -No mirar en la calzada...... -No percibir la llega de un vehículo...... -Y cruzar por un lugar inadecuado. Para finalizar, es preciso aclarar que un teléfono móvil bien utilizado en el tráfico es recomendable y puede ser de mucha utilidad, por ejemplo, para alertar rápidamente de un accidente o para avisar de una avería o una emergencia. Visto desde esta perspectiva quizá deberíamos llevar siempre uno en el coche, pero apagado y con un mensaje que dijera: "Ahora estoy conduciendo. Por favor piense en mi seguridad y llame luego". 11
BIBLIOGRAFIA Evans, L. y Schwing, R. C. (eds.) (1985). Human behavior and traffic safety. N. York: Plenum Press. Gilbert, D.T. (2000): Cell phones.Traffic Safety, 2000. Vol, 3. 00 (2), pp. 8-9. Johnson, A. (1996): Cellular phones and driving: you may be dialing up trouble. Reno gazette journal, 1996, 32. Maugh T. H. (1997): Drivers dialing for danger with cellular phones. Los Angeles Times. McKenna, F. (1982). The human factor in driving accidents: An overview of approaches and problems. Ergonomics, 25, 867-877. Montoro, L.; Soler, J. y Tortosa, F. (1988). El riesgo en la conducción: los accidentes. Tráfico, 30, 48-50. Montoro, L.; Carbonell, E.; Sanmartín, J. y Tortosa, F. (Ed) (1995): Seguridad Vial: del factor humano a las nuevas tecnologías. Ed. Síntesis. Madrid. Montoro, L.; Carbonell, E.; Tortosa, F.y Sanmartín, J. (1996). Pautas de conducta: informe sobre aspectos desconocidos de la seguridad vial. Madrid: BMW. Montoro, L.; Alonso, F.; Esteban, C. y Toledo, F. (Ed) (2000): Manual de Seguridad Vial: el factor humano. Ed. Ariel. Barcelona. Moran, T. (1999): Cell phones users not looking at car in front, study reveals. Automotive news, 1999. Vol, 74, Nº 5851. Norman, D. A. (1976). Memory and Attention (2ª ed.). New York. Wiley. Pachiaudi, G. (1996): Use of hand free car phones: impact of phone conversation on the driving task. Rapport INREST, Nº 212, 1996, pp. 106. Redelmeier, D.A. & Tibshirani,R. J. (1997): Drivers dialing for danger with cellular phones. New England Journal of Medicine, 1997. Vol. 336, Nº 7, pp. 453 - 458. Richards, G. (1999): Cellular phones prove hazardous on highways. Transportation Builder, 1999. Vol. 11(3), pp. 35-41. Robinson, G. H. (1975). Toward measurement of attention as a function of risk and risk preference in man-machine systems. Human Factors 17 (3), 236-242. Schneider, W. y Shiffrin, R. (1977). Controlled and automatic human information processing: II Perceptual Learning, automatic attending, and a general theory. Psychological Review, 84, 127-190. 12
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