Liga Misional Juvenil - La formación de la misión de verano - A

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Liga Misional Juvenil - La formación de la misión de verano - A
La formación
 de la misión
  de verano

                  SIONAL JUV
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                        E M É XIC O

Liga Misional Juvenil
Liga Misional Juvenil - La formación de la misión de verano - A
CONTENIDO

4    Presentación

6    Mensaje del Papa Benedicto XVI para Jornada Mundial de la Juventud

17   ¿Cómo prepar una misión?

20   ¿Qué se hace en una misión?

22   Preparación de los Misioneros

32   Esquema para realizar los temas para los niños,
     jóvenes, adultos y agentes de pastoral

     Anexos

36          Rosario Misionero

39          Dinámicas
50          Cantos

68          Bibliografía

                “POR LA SALVACIÓN DE TODO EL MUNDO”                       3
PRESENTACIÓN
QUERIDOS JÓVENES DE LA LIGA MISIONAL JUVENIL

La paz y el amor de Cristo Resucitado estén siempre en su corazón misionero.

La misión de Cristo confiada a la Iglesia, es el eje y motor de nuestra vida como discípulos
misioneros. Sabemos que el misionero no es el que dedica sólo ciertos momentos de su
vida a la Misión, sino el que consagra toda su existencia por la causa de Cristo y el Evan-
gelio sea proclamado en todo el mundo, ya que la misión parte fundamental de la vida del
cristiano, más aún la esencia misma de su bautismo.

El mes de verano se presenta ante nosotros, queridos jóvenes, como la oportunidad de
vivir e intensificar nuestra esencia misionera como Liga Misional Juvenil. Aprovechemos
estos días de encuentro con Cristo en el hermano, en la familia y la comunidad que hace
presente a la Iglesia.

Es así que desde la Secretaría Nacional de la Propagación de la Fe les presento el  siguiente
material de formación, que contiene temas que servirán para la misión de verano según la
realidad parroquial y de la comunidad a la que se destine dicha misión.

Este subsidio tiene como objetivo: Ofrecer temas que coadyuve en la formación misio-
nera, para que la experiencia de la misión de verano que los grupos de LMJ realizan en

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cada una de sus parroquias y diócesis o fuera de ellas, anime, fortalezca y les impulse en
la alegría que da el compartir la fe.

Con mucho ánimo exhorto a los jóvenes de LMJ a vivir el mandato que el Señor nos dejó
y que el Papa Benedicto XVI ha propuesto como tema de la Jornada Mundial de la Juven-
tud, que se celebra este verano en Río de Janeiro, Brasil: “Id y haced discípulos a todos los
pueblos (cf. Mt 28,19).

Vayamos alegres a ejemplo de nuestra Madre, la Virgen María, para que sirviendo al Señor
con alegría, trabajemos por la salvación de todo el mundo.

Que Dios haga fructíferas las obras de nuestras manos, pues quien nos ha llamado a la
Misión ha sido el mismo Señor Jesús. A Él encomiendo esta obra evangelizadora y en la
oración les pongo a todos en lo más profundo de su Corazón.

Desde la Casa de la Misión ad gentes en México y con los saludos paternales del Pbro.
Guillermo Alberto Morales Martínez, Director Nacional de OMPE, nos unimos a esta mis-
ión de verano 2013.

Con afecto fraterno en Cristo:

                           Pbro. Gerardo Rodríguez Estrada
      Secretario Nacional de la Obra Misional Pontificia de la Propagación de la Fe
                      Asesor Nacional de la Liga Misional Juvenil

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Mensaje Del Santo Padre
Benedicto XVI
Mensaje Del Santo Padre Benedicto XVI
Para La XXVIII Jornada Mundial De La Juventud 2013

Id y haced discípulos a todos los pueblos (cf. Mt 28,19)

Queridos jóvenes:

Quiero haceros llegar a todos un saludo lleno de alegría y afecto. Estoy seguro de que la
mayoría de vosotros habéis regresado de la Jornada Mundial de la Juventud de Madrid
«arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe» (cf. Col 2,7). En este año hemos celebra-
do en las diferentes diócesis la alegría de ser cristianos, inspirados por el tema: «Alegraos
siempre en el Señor» (Flp 4,4). Y ahora nos estamos preparando para la próxima Jornada
Mundial, que se celebrará en Río de Janeiro, en Brasil, en el mes de julio de 2013.

Quisiera renovaros ante todo mi invitación a que participéis en esta importante cita. La
célebre estatua del Cristo Redentor, que domina aquella hermosa ciudad brasileña, será su

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símbolo elocuente. Sus bra-
                                                      zos abiertos son el signo de la aco-
                                                gida que el Señor regala a cuantos acuden
                                         a él, y su corazón representa el inmenso amor
                                   que tiene por cada uno de vosotros. ¡Dejaos atraer por
                             él! ¡Vivid esta experiencia del encuentro con Cristo, junto
                        a tantos otros jóvenes que se reunirán en Río para el próximo
                   encuentro mundial! Dejaos amar por él y seréis los testigos que el
               mundo tanto necesita.

  Os invito a que os preparéis a la Jornada Mundial de Río de Janeiro meditando desde
ahora sobre el tema del encuentro: Id y haced discípulos a todos los pueblos (cf. Mt 28,19).
Se trata de la gran exhortación misionera que Cristo dejó a toda la Iglesia y que sigue sien-
do actual también hoy, dos mil años después. Esta llamada misionera tiene que resonar
ahora con fuerza en vuestros corazones. El año de preparación para el encuentro de Río
coincide con el Año de la Fe, al comienzo del cual el Sínodo de los Obispos ha dedicado sus
trabajos a «La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana». Por ello, que-
ridos jóvenes, me alegro que también vosotros os impliquéis en este impulso misionero
de toda la Iglesia: dar a conocer a Cristo, que es el don más precioso que podéis dar a los
demás.

1. Una llamada apremiante

La historia nos ha mostrado cuántos jóvenes, por medio del generoso don de sí mismos y
anunciando el Evangelio, han contribuido enormemente al Reino de Dios y al desarrollo
de este mundo. Con gran entusiasmo, han llevado la Buena Nueva del Amor de Dios, que
se ha manifestado en Cristo, con medios y posibilidades muy inferiores con respecto a los
que disponemos hoy. Pienso, por ejemplo, en el beato José de Anchieta, joven jesuita espa-
ñol del siglo XVI, que partió a las misiones en Brasil cuando tenía menos de veinte años y
se convirtió en un gran apóstol del Nuevo Mundo. Pero pienso también en los que os de-
dicáis generosamente a la misión de la Iglesia. De ello obtuve un sorprendente testimonio
en la Jornada Mundial de Madrid, sobre todo en el encuentro con los voluntarios.

Hay muchos jóvenes hoy que dudan profundamente de que la vida sea un don y no ven con
claridad su camino. Ante las dificultades del mundo contemporáneo, muchos se preguntan
con frecuencia: ¿Qué puedo hacer? La luz de la fe ilumina esta oscuridad, nos hace com-
prender que cada existencia tiene un valor inestimable, porque es fruto del amor de Dios.

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Él ama también
a quien se ha aleja-
do de él; tiene paciencia y
espera, es más, él ha entre-
gado a su Hijo, muerto y resu-
citado, para que nos libere radicalmente del
mal. Y Cristo ha enviado a sus discípulos para que
lleven a todos los pueblos este gozoso anuncio de salvación y
de vida nueva.

En su misión de evangelización, la Iglesia cuenta con vosotros. Queridos jóvenes: Vosotros
sois los primeros misioneros entre los jóvenes. Al final del Concilio Vaticano II, cuyo 50º
aniversario estamos celebrando en este año, el siervo de Dios Pablo VI entregó a los jó-
venes del mundo un Mensaje que empezaba con estas palabras: «A vosotros, los jóvenes
de uno y otro sexo del mundo entero, el Concilio quiere dirigir su último mensaje. Pues
sois vosotros los que vais a recoger la antorcha de manos de vuestros mayores y a vivir
en el mundo en el momento de las más gigantescas transformaciones de su historia. Sois
vosotros quienes, recogiendo lo mejor del ejemplo y las enseñanzas de vuestros padres y
maestros, vais a formar la sociedad de mañana; os salvaréis o pereceréis con ella». Con-
cluía con una llamada: «¡Construid con entusiasmo un mundo mejor que el de vuestros
mayores!» (Mensaje a los Jóvenes, 8 de diciembre de 1965).

Queridos jóvenes, esta invitación es de gran actualidad. Estamos atravesando un período
histórico muy particular. El progreso técnico nos ha ofrecido posibilidades inauditas de
interacción entre los hombres y la población, mas la globalización de estas relaciones sólo
será positiva y hará crecer el mundo en humanidad si se basa no en el materialismo sino
en el amor, que es la única realidad capaz de colmar el corazón de cada uno y de unir a
las personas. Dios es amor. El hombre que se olvida de Dios se queda sin esperanza y es
incapaz de amar a su semejante. Por ello, es urgente testimoniar la presencia de Dios, para
que cada uno la pueda experimentar. La salvación de la humanidad y la salvación de cada
uno de nosotros están en juego. Quien comprenda esta necesidad, sólo podrá exclamar
con Pablo: «¡Ay de mí si no anuncio el Evangelio!» (1Co 9,16).

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2. Sed discípulos de Cristo

                                         Esta llamada misionera se os dirige también por
                                   otra razón: Es necesaria para vuestro camino de fe
                               personal. El beato Juan Pablo II escribió: «La fe se refuerza
                          dándola» (Enc. Redemptoris Missio, 2). Al anunciar el Evangelio
                    vosotros mismos crecéis arraigándoos cada vez más profundamente
              en Cristo, os convertís en cristianos maduros. El compromiso misionero es
        una dimensión esencial de la fe; no se puede ser un verdadero creyente si no se
 evangeliza. El anuncio del Evangelio no puede ser más que la consecuencia de la alegría
de haber encontrado en Cristo la roca sobre la que construir la propia existencia. Esfor-
zándoos en servir a los demás y en anunciarles el Evangelio, vuestra vida, a menudo dis-
persa en diversas actividades, encontrará su unidad en el Señor, os construiréis también
vosotros mismos, creceréis y maduraréis en humanidad.

¿Qué significa ser misioneros? Significa ante todo ser discípulos de Cristo, escuchar una y
otra vez la invitación a seguirle, la invitación a mirarle: «Aprended de mí, que soy manso
y humilde de corazón» (Mt 11,29). Un discípulo es, de hecho, una persona que se pone a
la escucha de la palabra de Jesús (cf. Lc 10,39), al que se reconoce como el buen Maestro
que nos ha amado hasta dar la vida. Por ello, se trata de que cada uno de vosotros se deje
plasmar cada día por la Palabra de Dios; ésta os hará amigos del Señor Jesucristo, capaces
de incorporar a otros jóvenes en esta amistad con él.

Os aconsejo que hagáis memoria de los dones recibidos de Dios para transmitirlos a su
vez. Aprended a leer vuestra historia personal, tomad también conciencia de la maravi-
llosa herencia de las generaciones que os han precedido: Numerosos creyentes nos han
transmitido la fe con valentía, enfrentándose a pruebas e incomprensiones. No olvidemos
nunca que formamos parte de una enorme cadena de hombres y mujeres que nos han
transmitido la verdad de la fe y que cuentan con nosotros para que otros la reciban. El
ser misioneros presupone el conocimiento de este patrimonio recibido, que es la fe de la
Iglesia. Es necesario conocer aquello en lo que se cree, para poder anunciarlo. Como escri-
bí en la introducción de YouCat, el catecismo para jóvenes que os regalé en el Encuentro
Mundial de Madrid, «tenéis que conocer vuestra fe de forma tan precisa como un especia-
lista en informática conoce el sistema operativo de su ordenador, como un buen músico
conoce su pieza musical. Sí, tenéis que estar más profundamente enraizados en la fe que
la generación de vuestros padres, para poder enfrentaros a los retos y tentaciones de este
tiempo con fuerza y decisión» (Prólogo).

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3. Id

Jesús envió a sus discípu-
los en misión con este encar-
go: «Id al mundo entero y pro-
clamad el Evangelio a toda la creación. El que
crea y sea bautizado se salvará» (Mc 16,15-16). Evan-
gelizar significa llevar a los demás la Buena Nueva de la salvación
y esta Buena Nueva es una persona: Jesucristo. Cuando le encuentro, cuando descubro
hasta qué punto soy amado por Dios y salvado por él, nace en mí no sólo el deseo, sino la
necesidad de darlo a conocer a otros. Al principio del Evangelio de Juan vemos a Andrés
que, después de haber encontrado a Jesús, se da prisa para llevarle a su hermano Simón
(cf. Jn 1,40-42). La evangelización parte siempre del encuentro con Cristo, el Señor. Quien
se ha acercado a él y ha hecho la experiencia de su amor, quiere compartir en seguida la
belleza de este encuentro que nace de esta amistad. Cuanto más conocemos a Cristo, más
deseamos anunciarlo. Cuanto más hablamos con él, más deseamos hablar de él. Cuanto
más nos hemos dejado conquistar, más deseamos llevar a otros hacia él.

Por medio del bautismo, que nos hace nacer a una vida nueva, el Espíritu Santo se estable-
ce en nosotros e inflama nuestra mente y nuestro corazón. Es él quien nos guía a conocer
a Dios y a entablar una amistad cada vez más profunda con Cristo; es el Espíritu quien nos
impulsa a hacer el bien, a servir a los demás, a entregarnos. Mediante la confirmación so-
mos fortalecidos por sus dones para testimoniar el Evangelio con más madurez cada vez.
El alma de la misión es el Espíritu de amor, que nos empuja a salir de nosotros mismos,
para «ir» y evangelizar. Queridos jóvenes, dejaos conducir por la fuerza del amor de Dios,
dejad que este amor venza la tendencia a encerrarse en el propio mundo, en los propios
problemas, en las propias costumbres. Tened el valor de «salir» de vosotros mismos hacia
los demás y guiarlos hasta el encuentro con Dios.

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4. Llegad a todos los pueblos

                                              Cristo resucitado envió a sus discípulos a tes-
                                        timoniar su presencia salvadora a todos los pueblos,
                                  porque Dios, en su amor sobreabundante, quiere que to-
                             dos se salven y que nadie se pierda. Con el sacrificio de amor
                       de la Cruz, Jesús abrió el camino para que cada hombre y cada mujer
                 puedan conocer a Dios y entrar en comunión de amor con él. Él constitu-
           yó una comunidad de discípulos para llevar el anuncio de salvación del Evange-
    lio hasta los confines de la tierra, para llegar a los hombres y mujeres de cada lugar y
de todo tiempo. ¡Hagamos nuestro este deseo de Jesús!

Queridos amigos, abrid los ojos y mirad en torno a vosotros. Hay muchos jóvenes que han
perdido el sentido de su existencia. ¡Id! Cristo también os necesita. Dejaos llevar por su
amor, sed instrumentos de este amor inmenso, para que llegue a todos, especialmente a
los que están «lejos». Algunos están lejos geográficamente, mientras que otros están lejos
porque su cultura no deja espacio a Dios; algunos aún no han acogido personalmente el
Evangelio, otros, en cambio, a pesar de haberlo recibido, viven como si Dios no existiese.
Abramos a todos las puertas de nuestro corazón; intentemos entrar en diálogo con ellos,
con sencillez y respeto mutuo. Este diálogo, si es vivido con verdadera amistad, dará fruto.
Los «pueblos» a los que hemos sido enviados no son sólo los demás países del mundo,
sino también los diferentes ámbitos de la vida: las familias, los barrios, los ambientes de
estudio o trabajo, los grupos de amigos y los lugares de ocio. El anuncio gozoso del Evan-
gelio está destinado a todos los ambientes de nuestra vida, sin exclusión.

Quisiera subrayar dos campos en los que debéis vivir con especial atención vuestro com-
promiso misionero. El primero es el de las comunicaciones sociales, en particular el mun-
do de Internet. Queridos jóvenes, como ya os dije en otra ocasión, «sentíos comprometidos
a sembrar en la cultura de este nuevo ambiente comunicativo e informativo los valores
sobre los que se apoya vuestra vida. […] A vosotros, jóvenes, que casi espontáneamente os
sentís en sintonía con estos nuevos medios de comunicación, os corresponde de manera
particular la tarea de evangelizar este “continente digital”» (Mensaje para la XLIII Jornada
Mundial de las Comunicaciones Sociales, 24 mayo 2009). Por ello, sabed usar con sabidu-
ría este medio, considerando también las insidias que contiene, en particular el riesgo de
la dependencia, de confundir el mundo real con el virtual, de sustituir el encuentro y el
diálogo directo con las personas con los contactos en la red.

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El segundo ám-
bito es el de la movi-
lidad. Hoy son cada vez
más numerosos los jóvenes
que viajan, tanto por motivos
de estudio, trabajo o diversión. Pero pienso
también en todos los movimientos migratorios, con
los que millones de personas, a menudo jóvenes, se trasladan
y cambian de región o país por motivos económicos o sociales. También estos fenómenos
pueden convertirse en ocasiones providenciales para la difusión del Evangelio. Queridos
jóvenes, no tengáis miedo en testimoniar vuestra fe también en estos contextos; comu-
nicar la alegría del encuentro con Cristo es un don precioso para aquellos con los que os
encontráis.

5. Haced discípulos

Pienso que a menudo habéis experimentado la dificultad de que vuestros coetáneos par-
ticipen en la experiencia de la fe. A menudo habréis constatado cómo en muchos jóvenes,
especialmente en ciertas fases del camino de la vida, está el deseo de conocer a Cristo y
vivir los valores del Evangelio, pero no se sienten idóneos y capaces. ¿Qué se puede hacer?
Sobre todo, con vuestra cercanía y vuestro sencillo testimonio abrís una brecha a través de
la cual Dios puede tocar sus corazones. El anuncio de Cristo no consiste sólo en palabras,
sino que debe implicar toda la vida y traducirse en gestos de amor. Es el amor que Cristo
ha infundido en nosotros el que nos hace evangelizadores; nuestro amor debe confor-
marse cada vez más con el suyo. Como el buen samaritano, debemos tratar con atención a
los que encontramos, debemos saber escuchar, comprender y ayudar, para poder guiar a
quien busca la verdad y el sentido de la vida hacia la casa de Dios, que es la Iglesia, donde
se encuentra la esperanza y la salvación (cf. Lc 10,29-37). Queridos amigos, nunca olvidéis
que el primer acto de amor que podéis hacer hacia el prójimo es el de compartir la fuen-
te de nuestra esperanza: Quien no da a Dios, da muy poco. Jesús ordena a sus apóstoles:
«Haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo

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y del Espíritu Santo; enseñándoles
                                                   a guardar todo lo que os he mandado»
                                             (Mt 28,19-20). Los medios que tenemos para
                                       «hacer discípulos» son principalmente el bautismo
                                 y la catequesis. Esto significa que debemos conducir a las
                             personas que estamos evangelizando para que encuentren a
                      Cristo vivo, en modo particular en su Palabra y en los sacramentos.
                 De este modo podrán creer en él, conocerán a Dios y vivirán de su gracia.
           Quisiera que cada uno se preguntase: ¿He tenido alguna vez el valor de pro-
     poner el bautismo a los jóvenes que aún no lo han recibido? ¿He invitado a alguien
a seguir un camino para descubrir la fe cristiana? Queridos amigos, no tengáis miedo de
proponer a vuestros coetáneos el encuentro con Cristo. Invocad al Espíritu Santo: Él os
guiará para poder entrar cada vez más en el conocimiento y el amor de Cristo y os hará
creativos para transmitir el Evangelio.

6. Firmes en la fe

Ante las dificultades de la misión de evangelizar, a veces tendréis la tentación de decir
como el profeta Jeremías: «¡Ay, Señor, Dios mío! Mira que no sé hablar, que sólo soy un
niño». Pero Dios también os contesta: «No digas que eres niño, pues irás adonde yo te
envíe y dirás lo que yo te ordene» (Jr 1,6-7). Cuando os sintáis ineptos, incapaces y débiles
para anunciar y testimoniar la fe, no temáis. La evangelización no es una iniciativa nuestra
que dependa sobre todo de nuestros talentos, sino que es una respuesta confiada y obe-
diente a la llamada de Dios, y por ello no se basa en nuestra fuerza, sino en la suya. Esto lo
experimentó el apóstol Pablo: «Llevamos este tesoro en vasijas de barro, para que se vea
que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no proviene de nosotros» (2Co 4,7).

Por ello os invito a que os arraiguéis en la oración y en los sacramentos. La evangelización
auténtica nace siempre de la oración y está sostenida por ella. Primero tenemos que hablar
con Dios para poder hablar de Dios. En la oración le encomendamos al Señor las personas a
las que hemos sido enviados y le suplicamos que les toque el corazón; pedimos al Espíritu
Santo que nos haga sus instrumentos para la salvación de ellos; pedimos a Cristo que pon-
ga las palabras en nuestros labios y nos haga ser signos de su amor. En modo más general,
pedimos por la misión de toda la Iglesia, según la petición explícita de Jesús: «Rogad, pues,
al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies» (Mt 9,38). Sabed encontrar en la eu-
caristía la fuente de vuestra vida de fe y de vuestro testimonio cristiano, participando con
fidelidad en la misa dominical y cada vez que podáis durante la semana. Acudid frecuente-

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mente al sacramento
de la reconciliación, que
es un encuentro precioso
con la misericordia de Dios
que nos acoge, nos perdona y re-
nueva nuestros corazones en la caridad. No du-
déis en recibir el sacramento de la confirmación, si aún
no lo habéis recibido, preparándoos con esmero y solicitud. Es, junto                   con
la eucaristía, el sacramento de la misión por excelencia, que nos da la fuerza y el amor del
Espíritu Santo para profesar la fe sin miedo. Os aliento también a que hagáis adoración
eucarística; detenerse en la escucha y el diálogo con Jesús presente en el sacramento es el
punto de partida de un nuevo impulso misionero.
Si seguís por este camino, Cristo mismo os dará la capacidad de ser plenamente fieles
a su Palabra y de testimoniarlo con lealtad y valor. A veces seréis llamados a demostrar
vuestra perseverancia, en particular cuando la Palabra de Dios suscite oposición o cerra-
zón. En ciertas regiones del mundo, por la falta de libertad religiosa, algunos de vosotros
sufrís por no poder dar testimonio de la propia fe en Cristo. Hay quien ya ha pagado con la
vida el precio de su pertenencia a la Iglesia. Os animo a que permanezcáis firmes en la fe,
seguros de que Cristo está a vuestro lado en esta prueba. Él os repite: «Bienaventurados
vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa.
Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo» (Mt 5,11-12).

7. Con toda la Iglesia

Queridos jóvenes, para permanecer firmes en la confesión de la fe cristiana allí donde ha-
béis sido enviados, necesitáis a la Iglesia. Nadie puede ser testigo del Evangelio en solitario.
Jesús envió a sus discípulos a la misión en grupos: «Haced discípulos» está puesto en plu-
ral. Por tanto, nosotros siempre damos testimonio en cuanto miembros de la comunidad
cristiana; nuestra misión es fecundada por la comunión que vivimos en la Iglesia, y gracias
a esa unidad y ese amor recíproco nos reconocerán como discípulos de Cristo (cf. Jn 13,35).
Doy gracias a Dios por la preciosa obra de evangelización que realizan nuestras comu-

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nidades cristianas, nuestras
                                                      parroquias y nuestros movimientos
                                                eclesiales. Los frutos de esta evangeliza-
                                          ción pertenecen a toda la Iglesia: «Uno siembra y
                                    otro siega» (Jn 4,37).

                     En este sentido, quiero dar gracias por el gran don de los misioneros,
               que dedican toda su vida a anunciar el Evangelio hasta los confines de la
         tierra. Asimismo, doy gracias al Señor por los sacerdotes y consagrados, que se
  entregan totalmente para que Jesucristo sea anunciado y amado. Deseo alentar aquí a
los jóvenes que son llamados por Dios, a que se comprometan con entusiasmo en estas
vocaciones: «Hay más dicha en dar que en recibir» (Hch 20,35). A los que dejan todo para
seguirlo, Jesús ha prometido el ciento por uno y la vida eterna (cf. Mt 19,29).

También doy gracias por todos los fieles laicos que allí donde se encuentran, en familia o
en el trabajo, se esmeran en vivir su vida cotidiana como una misión, para que Cristo sea
amado y servido y para que crezca el Reino de Dios. Pienso, en particular, en todos los que
trabajan en el campo de la educación, la sanidad, la empresa, la política y la economía y
en tantos ambientes del apostolado seglar. Cristo necesita vuestro compromiso y vuestro
testimonio. Que nada –ni las dificultades, ni las incomprensiones– os hagan renunciar a
llevar el Evangelio de Cristo a los lugares donde os encontréis; cada uno de vosotros es
valioso en el gran mosaico de la evangelización.

8. «Aquí estoy, Señor»

Queridos jóvenes, al concluir quisiera invitaros a que escuchéis en lo profundo de voso-
tros mismos la llamada de Jesús a anunciar su Evangelio. Como muestra la gran estatua
de Cristo Redentor en Río de Janeiro, su corazón está abierto para amar a todos, sin dis-
tinción, y sus brazos están extendidos para abrazar a todos. Sed vosotros el corazón y los
brazos de Jesús. Id a dar testimonio de su amor, sed los nuevos misioneros animados por
el amor y la acogida. Seguid el ejemplo de los grandes misioneros de la Iglesia, como san
Francisco Javier y tantos otros.

Al final de la Jornada Mundial de la Juventud en Madrid, bendije a algunos jóvenes de
diversos continentes que partían en misión. Ellos representaban a tantos jóvenes que, si-
guiendo al profeta Isaías, dicen al Señor: «Aquí estoy, mándame» (Is 6,8). La Iglesia confía

                           “POR LA SALVACIÓN DE TODO EL MUNDO”                           15
en vosotros y os
agradece sinceramen-
te el dinamismo que le
dais. Usad vuestros talentos
con generosidad al servicio del
anuncio del Evangelio. Sabemos que el Espíri-
tu Santo se regala a los que, en pobreza de corazón,
se ponen a disposición de tal anuncio. No tengáis miedo. Jesús,
Salvador del mundo, está con nosotros todos los días, hasta el fin del mundo (cf. Mt 28,20).

Esta llamada, que dirijo a los jóvenes de todo el mundo, asume una particular relevancia
para vosotros, queridos jóvenes de América Latina. En la V Conferencia General del Epis-
copado Latinoamericano, que tuvo lugar en Aparecida en 2007, los obispos lanzaron una
«misión continental». Los jóvenes, que en aquel continente constituyen la mayoría de la
población, representan un potencial importante y valioso para la Iglesia y la sociedad. Sed
vosotros los primeros misioneros. Ahora que la Jornada Mundial de la Juventud regresa a
América Latina, exhorto a todos los jóvenes del continente: Transmitid a vuestros coetá-
neos del mundo entero el entusiasmo de vuestra fe.

Que la Virgen María, Estrella de la Nueva Evangelización, invocada también con las advo-
caciones de Nuestra Señora de Aparecida y Nuestra Señora de Guadalupe, os acompañe
en vuestra misión de testigos del amor de Dios. A todos imparto, con particular afecto, mi
Bendición Apostólica.

Vaticano, 18 de octubre de 2012

BENEDICTUS PP. XVI

16           LIGA MISIONAL JUVENIL
¿CÓMO PREPARAR UNA MISIÓN?
I      n       t       r       o        d    u       c      c       i      ó       n       :

Para que una actividad humana resulte bien, es necesario tener muy claro su objetivo. Con
mayor razón lo debe tener una misión.

El objetivo de la Misión tiene que estar en estrecha relación con las necesidades pastorales
de la zona que se va a misionar. Estas pueden ser:

- Una evangelización más a fondo
- Detectar agentes de pastoral
- Despertar el espíritu misionero
- Poner en marcha un plan pastoral
- Unificar criterios pastorales
- Robustecer espiritualmente los grupos comprometidos
- Inquietar a los cristianos alejados

Ordinariamente estos objetivos se engloban en un objetivo general que se divide en varios
específicos.

En la preparación de una Misión se distinguen tres etapas bien diferentes:

La etapa de la motivación:

Motivar a los jóvenes de la LMJ que están dispuestos a ir de Misión a través del Director
Diocesano y Párroco, despertando en ellos el interés por la importancia y el significado de
la Misión y por lo que se pretende en ella. Esta motivación se puede lograr por medio de
encuentros, oraciones, cartas, visitas domiciliarias, posters, etc.

La etapa de la organización:

Se trata de buscar una estructura mínima y adecuada tanto en los recursos humanos como
geográficos, para obtener un buen resultado de la Misión.

                             “POR LA SALVACIÓN DE TODO EL MUNDO”                         17
Entre los recursos humanos se necesita:

- Un coordinador que es el responsable de la Misión. A él le corresponde la organización
general; el control de las actividades de los grupos; la propaganda a nivel general; la rela-
ción con los párrocos y Director Diocesano; el financiamiento de la misión en colaboración
con el encargado de la tesorería del grupo; la programación de las actividades; buscar un
lema, oración, etc.

- Los equipos que se formen para atender las diferentes comunidades o encomiendas pas-
torales se pueden subdividir, según las necesidades de la Misión.

Entre los elementos geográficos se requiere:
     •   Confeccionar un mapa de la ciudad o parroquia que se misiona
     •   Determinar los diferentes sectores geográficos que se misionarán
     •   Elegir los lugares de reunión concretos en que se llevará a cabo la Misión
     •   Prever junto con el Párroco o coordinador de la misión los posibles hospedajes de
         los misioneros
     •   Conocer los lugares de atención médica si esta fuera necesaria

La etapa de la formación:
Se trata de capacitar de la mejor manera posible a todos los jóvenes que van a intervenir
en la Misión.

Para esto necesitamos:

- Contar con personal formador especializado (Sacerdotes, Religiosas, Seminaristas, agen-
tes laicos, jóvenes de la LMJ; asignado por el Director Diocesano y/o Párroco)
- Vivir el curso de formación misionera
- Procurar que la formación no se quede en un nivel teórico sino que sea vivencial y com-
prometida.
- Mantener y acrecentar, por medio de la oración la unión con Dios nuestro Padre, con su
Hijo Jesús nuestro hermano, con el Espíritu Santo y con María
- Elaborar y prever el material propio para la Misión: revistas, papelería, cantos, subsidio
misionero, guitarras, etc…
La Misión se inicia con la llegada de los misioneros, con la Celebración del Envío hecha por
el Obispo, el Director Diocesano o Párroco y con la partida de los grupos al sector que les
toca misionar. Para que esto resulte sin contratiempos se necesita puntualidad y respeto
al programa confeccionado.

18            LIGA MISIONAL JUVENIL
Hay que tener presente que en toda misión debe haber un programa meticulosamente
preparado. En él se señalan las diversas actividades del día, los responsables de cada una
de ellas y las horas en que deben realizarse.

Las actividades suelen ser:

   a) Por la mañana reunión del Equipo Misionero.

   b) Se comienza con la liturgia de las horas, oración comunitaria con o sin participa-
      ción del pueblo
   c) Se estudia detenidamente el tema que se tratará en el día.
   d) Se confecciona el material que su usará: colores, signos, carteles, etc.
   e) Si se tiene ya preparado el tema se puede iniciar la visita domiciliaria

b) Por la tarde:

Se realizan las visitas domiciliarias

c) Por la noche:

Se realizan las reuniones más importantes ya sean grupales o masivas, cada misionero
tiene su papel bien definido.

Cada reunión suele tener los siguientes momentos:

   + Acogida bondadosa de los participantes;
   + Oración comunitaria;
   + Proclamación de la Palabra, contemplada en el tema correspondiente
   + Comentario del Texto; con participación de los asistentes
   + Cantos
   + Signos alusivos al tema
   + Compromisos concretos para el día siguiente
   + Despedida

NOTA: Ciertos días, especialmente elegidos, se realizan reuniones y celebraciones de ca-
rácter masivo, por ejemplo:

                              “POR LA SALVACIÓN DE TODO EL MUNDO”                      19
¿QUÉ SE HACE EN UNA MISIÓN?
La Misión se inicia con la llegada de los misioneros, con la Celebración del Envío hecha por
el Obispo, el Director Diocesano o Párroco y con la partida de los grupos al sector que les
toca misionar. Para que esto resulte sin contratiempos, se necesita puntualidad y respeto
al programa confeccionado.

Hay que tener presente que en toda misión debe haber un programa meticulosamente
preparado. En él se señalan las diversas actividades del día, los responsables de cada una
de ellas y las horas en que deben realizarse.

Las actividades suelen ser:

     a) Por la mañana reunión del Equipo Misionero.

     b) Se comienza con la liturgia de las horas, oración comunitaria con o sin partici-
        pación del pueblo

     c) Se estudia detenidamente el tema que se tratará en el día.

     d) Se confecciona el material que su usará: colores, signos, carteles, etc.

     e) Si se tiene ya preparado el tema se puede iniciar la visita domiciliaria

     b) Por la tarde:

     Se realizan las visitas domiciliarias

     c) Por la noche:

     Se realizan las reuniones más importantes ya sean grupales o masivas, cada misione-
     ro tiene su papel bien definido.

20            LIGA MISIONAL JUVENIL
Cada reunión suele tener los siguientes momentos:

   + Acogida bondadosa de los participantes;

   + Oración comunitaria;

   + Proclamación de la Palabra, contemplada en el tema correspondiente

   + Comentario del Texto; con participación de los asistentes

   + Cantos

   + Signos alusivos al tema

   + Compromisos concretos para el día siguiente

   + Despedida

NOTA: Ciertos días, especialmente elegidos, se realizan reuniones y celebraciones de
carácter masivo, por ejemplo:

Celebraciones litúrgicas

Rosario y otras actividades necesarias en la comunidad.

Este esquema se realizará según sea la realidad de cada misión, teniendo en cuenta que
los grupos se fortalecerán en ella a través de su experiencia de fe.

Celebraciones litúrgicas
Rosario y otras actividades necesarias en la comunidad.

Este esquema se realizará según sea la realidad de cada misión, teniendo en cuenta que
los grupos se fortalecerán en ella a través de su experiencia de fe.

                           “POR LA SALVACIÓN DE TODO EL MUNDO”                     21
PREPARACIÓN DE LOS MISIONEROS
1.1. PREPARACIÓN PREVIA
1.1.1. Integración del grupo

+ Por ningún motivo, debe ir alguien que no haya participado en el curso.
+ No se puede llevar la Palabra de Dios, si el grupo no está viviendo en gracia de Dios y con el apoyo
frecuente de los sacramentos. Durante los días de la misión procurar que no haya visita de novios,
porque rompen el ambiente y el trabajo pastoral.
+ La integración debe darse ante Dios (personas con espiritualidad y sentido de Iglesia; con for-
mación religiosa básica y en los temas a tratar), ante los demás (todos deben tener sentido co-
munitario, participar en todas las actividades tanto entre los misioneros como con el pueblo, con
buen ánimo y con espíritu de generosidad), ante sí mismo (madurez humana para no caer en
sentimentalismos y afectivismos).
+ Cuidar el número de personas, debe ser de acuerdo al tamaño de la comunidad a Evangelizar.
+ La formación de los misioneros debe tener en cuenta:
 - Plan Diocesano
 - Directrices del párroco del lugar a donde se va a Evangelizar
 -Directrices del Director Diocesano
 - Conocimiento del joven misionero, del lugar y a las personas que van a recibir la catequesis du-
rante la Misión.

1.1.2. FORMACIÓN DOCTRINAL DE LOS MISIONEROS
NOTAS-INSTRUCCIONES:

       1. No es conveniente que vaya alguien a la misión, si no ha estudiado los temas y se ha
          preparado espiritualmente.
       2. Los misioneros después de estudiar los temas individualmente, deben adaptar el len-
          guaje de acuerdo a la edad y condición de quien escucha la catequesis, para que la
          comunidad los entienda.
       3. Después de la Misión, debe quedar algo concreto, tanto en el pueblo como en la vida de
          los misioneros. Como grupo debemos pensar en lo que queremos dejar.
       4. El testimonio en la Misión es sin duda alguna una parte esencial, es por ello que de-
          berán ir con las actitudes de Cristo Misionero que se reflejan en ciertas expresiones
          como son: el vestir, el hablar, el comportamiento en los hospedajes, en el trato con las
          familias y en el trato con todos, sabiendo que a quien representamos es al mismo Jesús.
1.1.2. 1.      Temática
       •    Quién es el misionero
       •    Fisonomía del misionero
       •    A qué va a las misiones: A participar con la comunidad en  experiencias de fe recípro-
            cas.
       •    Pedagogía catequística. Aprender o repasar el modo de dar catecismo a cualquier edad.
       •    Visitas domiciliarias
       •    Preparar los temas que vamos a dar durante la misión

22            LIGA MISIONAL JUVENIL
* QUIÉN ES EL MISIONERO
+ Es una persona amada y elegida por Dios con un llamado especial dentro de la Iglesia, para co-
laborar con los Pastores (Obispos, Sacerdotes, Diáconos...) a predicar el Evangelio y ayudar a los
niños, adolescentes, jóvenes, adultos y ancianos a seguir el camino que lleva a la salvación.
+ El Misionero ante todo, es un creyente que desea responsablemente comunicar la Fe y la Verdad
a otros hombres para que conociendo, crean mejor el Misterio Revelado y lo vivan.
+ El Misionero es un miembro activo e importante de la comunidad eclesial, en la cual se realiza la
obra de la difusión de la Verdad.

    ¿CUÁLES SON LOS FUNDAMENTOS DE LA ACCIÓN DE UN  MISIONERO?

- EL BAUTISMO QUE INTRODUCE EN LA IGLESIA

     Este sacramento, por el que nos incorporamos a la Iglesia y nos hacemos cristianos nos otorga
una gracia especial para propagar la fe recibida como discípulos misioneros. Por su propio carác-
ter sacramental, el bautizado siente la urgencia y la necesidad de extender el Reino en el que ha
sido introducido.

    - LA CONFIANZA DEL MAGISTERIO

        La confianza que la Iglesia otorga a los Misioneros, se fundamenta en el Sacerdocio real que
el bautismo otorga y en la participación que este sacerdocio confiere en la misión magistral de la
Iglesia; misión que no acaba ni se agota en los directos sucesores de los Apóstoles, los Obispos,
sino que es susceptible de extenderse delegada y solidariamente, en todos los bautizados.

    Por eso la enseñanza del Misionero, es la misma enseñanza de la Iglesia en cuanto permanez-
ca adherido a los Pastores legítimos, pues es a través de ellos como se representa y en su nombre
proclama la Verdad y la comunica a los fieles.

      Los Misioneros no son meros aficionados que aportan una ayuda eventual a la difusión del
Reino de Dios, sino miembros activos de ese Reino que aman y tratan de hacerlo llegar a todas
partes de la tierra.

* LA FISONOMÍA DEL MISIONERO.
         Puesto que el misionero representa una función importante en la Iglesia y su acción con-
diciona la formación y la Fe de otros creyentes, es preciso que cuente con una serie de cualidades
que le permitan ejercer su trabajo apostólico y que se forme para ellas debidamente.
         El ideal del Misionero es una persona capaz de adaptarse a las diversas situaciones, con
profundo conocimiento de la verdad relevada y con capacidad de juicio para ser eficaz y para for-
mar buenos cristianos, no es posible lograrlo nunca del todo. Siempre habrá posibilidad de mejo-
ramiento. Pero un mínimo de facultades humanas y espirituales es imprescindible para merecer
el título de Misionero en la Iglesia. Sin este mínimo nunca se podrá realizar con responsabilidad la
acción apostólica de la cual puede depender para muchos la salvación.

        Por lo tanto, el Misionero en cuanto a proclamador de la fe, precisa todos aquellos rasgos
necesarios para realizar el cometido con acierto y plenitud, es decir, se le exige una fisonomía que
lo identifique como tal.

                              “POR LA SALVACIÓN DE TODO EL MUNDO”                                23
Para obtener la fisonomía, debemos tomar en cuenta cuatro áreas de formación que son, como
los cuatro puntos cardinales del Apóstol de Cristo:

+ FORMACIÓN Y CUALIDADES

      Esta formación del Misionero debe desenvolverse en cuatro áreas que se complementan
armónicamente:

                                              FORMACIÓN HUMANA
                                                  (MADUREZ)

      FORMACIÓN  PEDAGÓGICA                                                              FORMACIÓN DOCTRINAL
      (BUEN PROCLAMADOR)                                                                 (CONOCER EL MENSAJE)

                                       FORMACIÓN APOSTÓLICA
                              (AMOR A LA MISIÓN, FERVOR, VIDA ESPIRITUAL)

  Expliquemos brevemente en qué consiste cada punto.

  + FORMACIÓN HUMANA.- Supone acrecentar desde el punto de vista cristiano las cualidades y la
personalidad del misionero que se dedica a anunciar a otros la fe.

  Para ello es preciso:

  -      Desarrollar la responsabilidad y el respeto a los compromisos, ya que el mensaje de la Bue-
         na Nueva actúa con valores supremos del hombre y debe tener en cuenta que se trata de
         bienes eternos los que deben ser inculcados en el misionero. El hombre que considera la
         grandeza de la misión y el peso interior que ella origina en la conciencia, debe hacerse cada
         vez más profundamente exigente consigo mismo. (De manera que se desarrolle la dignidad
         del cristiano y la conciencia del compromiso que éste tiene con los demás creyentes.)
  -      El sentido del deber, sobre todo tratándose de la transmisión de la verdad relevada es algo
         sagrado y tiene que ser el centro de la formación de la voluntad que podemos llamar pro-
         fesional.

  El Misionero debe cultivar en su persona todas aquellas cualidades que enriquecerán más su
personalidad y lo ayudarán a perfilarse como ser humano. El Misionero debe ser: Responsable,
Recto, Sociable, Humilde, Sencillo, Alegre, Paciente, etc.

+ FORMACIÓN PEDAGÓGICA.- La pedagogía es la ciencia y el arte de educar. El Misionero como Pe-
dagogo del Evangelio, ha recibido la misión de educar en la fe, es decir, de conducir al sujeto hacia
su encuentro con la persona de Jesucristo.

24                LIGA MISIONAL JUVENIL
Para lograr esto, el Misionero necesita de la formación pedagógica, psicológica y didáctica.
Valerse de los recursos humanos y espirituales, para este proceso de aprendizaje en la pedagogía
de la fe, ya sea para conocer más de cerca al sujeto de la catequesis, así como para adaptarse con
más acierto y aplicar los principios de las ciencias educativas y sociales, convirtiéndose, en guía
abnegado y competente. Sin suficiente posesión de las técnicas de la comunicación humana y ca-
pacidad para compenetrarse con el educando, la obra misionera carecerá de garantías necesarias.
El Misionero necesita ser hábil director de grupos y no solo defensor de la doctrina. El Concilio Va-
ticano II nos recomienda: “ Cuiden también que los Misioneros se preparen en la formación debida
para su función, de suerte que conozcan con claridad la Doctrina de la Iglesia y aprendan teórica y
prácticamente las leyes psicológicas y las disciplinas pedagógicas. “

        Es por esto muy importante la formación pedagógica de un Misionero, con el fin de que
sea capaz de buscar los recursos más adecuados para anunciar y encarnar la Palabra de Dios.
Evitando formas empíricas de enseñanza y percibir los cambios que se verifican en las relaciones
educativas. Que haga así posible una catequesis actualizada, como lo exigen los tiempos actuales,
utilizando métodos progresivos y dinámicos.

       + FORMACIÓN DOCTRINAL.- La necesidad de adquirir un patrimonio doctrinal válido es
evidente. Ello comprende un adecuado conocimiento de lo que enseña la Iglesia.

       La catequesis transmite la Palabra de Dios, es decir, el Mensaje que Cristo nos ha traído.
Este Mensaje consiste en la revelación que Dios nos ha hecho: Amor - Vida - Salvación.

        Para ello es necesario el estudio, la reflexión y la vivencia de las fuentes de la vida cristiana,
es decir, el apóstol deberá ser capaz de interpretar con fidelidad el Mensaje Revelado que está:

- Contenido en la Biblia y en la Tradición,
- Explicado por el Magisterio de la Iglesia,
- Celebrado en la Liturgia
- Y vivido por los cristianos.

      Además, el Misionero deberá asimilar el Mensaje Cristiano hasta el punto de no sólo saber
exponerlo con exactitud, sino de suscitar también una recepción activa del mismo mensaje.

          + FORMACIÓN APOSTÓLICA.- Recordemos que el Misionero es ante todo apóstol y para
responder a esta misión, necesita recibir una formación que se llama a sí misma formación apos-
tólica.
        La base de toda esta formación radica, en la fuerza comunicativa del mensaje cristiano.
Por tratarse de la comunicación de un contenido eminentemente sobrenatural y con capacidad
de transformar interiormente a quien lo recibe, es necesario que a la formación humana, se añada
una formación espiritual-apostólica. Con esta unión se vive la propia fe, se tonifique el espíritu
interior y se aumentan las relaciones filiales con Dios de la persona a la que se predica.

        “Es necesario... que los apóstoles, que se dedican legítimamente al ministerio de la palabra,
se sumerjan en las Escrituras con asidua lectura y con el estudio diligente, para que ninguno de
ellos resulte predicador vacío (aquel no la escucha en su interior). El Ministro de la Palabra debe
comunicar a la gente que se le han confiado, sobre todo la Sagrada Eucaristía, las inmensas rique-
zas de la Palabra Divina”.

                                “POR LA SALVACIÓN DE TODO EL MUNDO”                                   25
Por eso, la vida espiritual del misionero es algo esencial, ya que “La misión... que está lla-
mado a desempeñar requiere en él una intensa vida sacramental y espiritual, la familiaridad con la
oración, una profunda admiración por la grandeza del Mensaje Cristiano y por su capacidad para
transformar la vida. Pero requiere al mismo tiempo, un afectivo deseo de caridad, de humildad y
de prudencia que permita al Espíritu Santo cumplir en los misioneros su obra fecunda”.

       -VIDA ESPIRITUAL Responder a la misión hoy, es comprometerse a la vivencia de la espiri-
tualidad misionera, que es fidelidad a la acción evangelizadora del Espíritu y que es una exigencia
normal de la vocación apostólica en particular.

       El Envío compromete vivencialmente la persona del evangelizador, urgiendo adoptar unas
actitudes interiores.

       LA ESPIRITUALIDAD DEL EVANGELIZADOR EQUIVALE A:

    + LA FIDELIDAD al Espíritu Santo.
    + AUTENTICIDAD de testimonio y de experiencia de Dios.
    + SERVICIO fiel a la palabra.
    + VIDA DE comunicación y UNIDAD Eclesial.
    + CALIDAD APOSTÓLICA, animados por el amor.
    + CELO misionero y GOZO EVANGELIZADOR.

       CUALIDADES:

Cualidades ideales que lo perfilan como persona íntegra, que lo manifiestan como cristiano y que
lo acreditan como anunciador de la fe. Se identifican con cada una de las cuatro áreas de forma-
ción.

           C   - ESPIRITUALES: Fe, Oración, Celo Apostólico, Conciencia Eclesial
           U
           A
           L   - MORALES: Prudencia, Fortaleza, Justicia, Templanza.
           I
           D
           A -INTELECTUALES: Juicio, Criterio, Riqueza Mental.
           D
           E
           S   - PROFESIONALES: Don de gentes, Autoridad, Iniciativa y capacidad creativa.

    + Todas las cualidades y disposiciones enumeradas suponen una FORMACIÓN ESPECÍFICA del
Misionero como proclamador de la Fe. Por eso es preciso formar a los Misioneros para que puedan
adquirirlas, desarrollando los gérmenes que poseen naturalmente y explotando la buena voluntad
de adquirirlas.

ACTIVIDAD: ¿Analizar como grupo, si estos elementos anteriores están presentes y cómo lo es-
tán?
Elaborar un plan entre todos para alcanzarlos

26            LIGA MISIONAL JUVENIL
A QUÉ SE VA A LAS MISIONES:
A PARTICIPAR CON LA COMUNIDAD SU EXPERIENCIA DE FE

        Vamos a una comunidad que ha recibido los sacramentos y que ha tenido diversas expe-
riencias de Dios. Muchas de estas experiencias son distintas a las nuestras, por eso debemos co-
nocerlas, respetarlas y promoverlas. Para poder conseguirlo, sugerimos las siguientes dinámicas:
        En primer lugar hay que valorar nuestro conocimiento y nuestra experiencia de Dios:

- Análisis de nuestra realidad

       En pequeños grupos o en plenario, para que todos escuchen, responder a las siguientes
preguntas:

1. ¿Qué formación religiosa he recibido?
2. ¿Frecuencia de los sacramentos?
3. ¿Participación en actividades de la Iglesia?
4. ¿Qué pretendo conseguir al participar en esta misión?
5. ¿Explicar qué es la fe?
6. ¿Quién es Jesús para mí?
7. ¿Qué es la Iglesia y cuál pienso que debe ser mi participación?
8. En mi opinión, ¿cada cuándo debemos confesarnos e ir a Misa? (no, cuándo lo hago)
10. Sobre las enseñanzas de la Iglesia, ¿cuál es mi opinión?
- Sobre la sexualidad (abstinencia hasta el matrimonio, fidelidad en el matrimonio)
- Sobre la vida: aborto, eutanasia, control natal
- Participación en los asuntos sociales: voto, pertenencia a un partido político, compromiso con los
pobres, búsqueda del bien común.

Hacer por escrito un examen sobre las cosas básicas de nuestra fe:

- Credo
- Mandamientos
- Sacramentos
- Principales oraciones
- Oraciones que se dicen en la misa
- El modo de confesarnos y otras preguntas más

En una hoja aparte y sin nombre, que escriban sus dudas de fe, para que se les resuelvan en una
siguiente reunión.

- Análisis de la realidad de la comunidad a la que vamos de misiones

       ¿Por qué necesitamos conocer antes a la comunidad a la que vamos de misiones?

Inculturación

        Hoy cuando estudiamos los documentos de la Iglesia, vemos las invitaciones del Papa so-
bre la Nueva Evangelización y a través del documento de Aparecida a tener conciencia de nuestro
discipulado y misión. Ahora que nos vamos de “misiones de verano”, debemos comprender, que lo
más importante, no es únicamente dar un servicio que Dios nos pide, sino que necesitamos poner

                              “POR LA SALVACIÓN DE TODO EL MUNDO”                                27
en el centro del corazón del hombre y de la cultura de las personas, a las que evangelizamos el
mensaje del Evangelio y a ser conscientes de que Dios nos llama a todos a ser verdaderos discípu-
los misioneros y ayudar a que otros se concienticen de esta responsabilidad misionera. Muchas
veces los misioneros van sin la debida preparación y la buena voluntad no siempre es suficiente,
ya que hay muchas comunidades que reciben misioneros y que han sido violentados en sus cos-
tumbres tradicionales por ignorancia. Debemos los misioneros prepararnos conociendo ¿qué es
la inculturación? Y ¿cómo iniciar un proceso de inculturación del Evangelio? Y conocer que el
misionero es una persona enviada por Dios que no va a cambiar nada sino más bien va a llevar el
mensaje de Dios para sus hermanos

        Como primer punto, la inculturación no se puede hacer en una semana, por eso aconse-
jamos ir no una vez al año, sino cada semana como mínimo; luego iniciar un proceso de incultu-
ración guiados por el párroco del lugar y el coordinador de la misión. Si las misiones en las que
nos encontramos queda fuera de nuestra diócesis es recomendable que se establezcan grupos de
comunidades misioneras en las que ellos puedan continuar esta labor misionera de acuerdo con
las directrices de la diócesis y de la parroquia.

       Para conocer a la comunidad, ponerse de acuerdo con el párroco para hacer previo a la
misión un análisis de la realidad, que puede tener algunos de los siguientes puntos:
• En qué trabajan en la comunidad (en el pueblo, fuera de él)
• Dónde viven, alimentación, vestido
• Ordinariamente hablan entre ellos español, u otro idioma.
• Cada cuándo viene el sacerdote, actividades religiosas que hay en la comunidad; principales
   devociones, quiénes y cómo participan; tradiciones ancestrales que practican.
• Escolaridad de la comunidad

       Quiero darles algunas ideas que nos pueden servir, para iniciar el acercamiento de los mi-
sioneros a la comunidad:

1. - Con los jóvenes presentarse como amigos, es decir, buscar la amistad   para evitar la apatía en
ellos, habrá que buscar la amistad de tal manera que demos lugar a que nos respeten también. Con
los adultos guardarles mucho respeto, pues en las comunidades los adultos tienen la mentalidad
de cerrazón ante la enseñanza de los que son menores que ellos.
2. - Debemos estar conscientes de que vamos a acompañar a la comunidad a compartir juntos la
fe en la Misión, vamos a aprender, no a enseñar.
3. - Procurar una participación tanto de la comunidad como de los mismos misioneros en todos
los actos litúrgicos. Tenemos que ser conscientes que somos promotores, servidores y no prota-
gonistas.
4. - Prepararse en la sencillez y en la humildad; esto significa que habrá de llevar la ropa adecuada
sobre todo para estar presentable en todas las celebraciones, no llevar alimentos, pues la comu-
nidad aún en su pobreza, sabe dar y si aceptamos con generosidad lo que nos brindan, los hace
sentir que aportan algo para que las misiones se puedan llevar a cabo.
5. - Evitar la exageración en la curiosidad. Muchas veces con tal de agradar a las personas nos por-
tamos como niños preguntando por todo.
6. - Respetar los momentos litúrgicos no tomando fotografías como si fuésemos turistas.
7. - Para estar en una comunidad de otro idioma sería conveniente aprenderse algunas palabras
en ese idioma y emplearlas con el respeto debido que aunque no lo sepamos pronunciar bien,
es material para tener un acercamiento con la gente. La amistad que se pueda lograr hace que la
comunidad se interese más y participe.

28            LIGA MISIONAL JUVENIL
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