OCTAVARIO AL ESPÍRITU SANTO CON TEXTOS DEL BTO. JUAN PABLO II

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OCTAVARIO AL ESPÍRITU SANTO CON TEXTOS DEL BTO. JUAN PABLO II
OCTAVARIO AL ESPÍRITU SANTO
    CON TEXTOS DEL BTO. JUAN PABLO II
 (Don Esteban Vera Barroso. Diócesis de San Cristobal de la Laguna –
              Tenerife-Estudiante de Catequética en Roma)

Invocación inicial:
En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Momento breve de silencio con esta intención:
- Pide que descienda el Espíritu.
- Pide en el nombre de Cristo.
- Pide confiando en la potencia de la cruz y de la resurrección de Cristo.
- Pide fiel a las promesas de Cristo recibidas en el Cenáculo el Jueves Santo y reiteradas en la perspectiva de la
Ascensión.
- Ora para obtener el Espíritu de Verdad, el Paráclito.
- Ora con especial fuerza este día que recuerda la venida del Espíritu Santo: Pentecostés.
                                                          (Bto. Juan Pablo II Solemnidad de Pentecostés 26 de mayo 1985)

I DÍA: (invocación inicial)
          "¡Abríos con docilidad a los dones del Espíritu! ¡Acoged con gratitud y obediencia los
          carismas que el Espíritu concede sin cesar! No olvidéis que cada carisma es otorgado para el
          bien común, es decir, en beneficio de toda la Iglesia". "Veni, Sancte Spiritus!".
          En medio de nosotros, con las manos elevadas, está la Virgen orante, Madre de Cristo y de
          la Iglesia.
          "¡Ven, Espíritu Santo! Llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu
          amor, tú que congregas a los pueblos de todas las lenguas en la confesión de una sola fe.
          Aleluya".
          Sancte Spiritus, veni!
                                            (Bto. Juan Pablo II. Sábado 29 de mayo 2004. Homilía Vísperas de Pentecostés)

Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles
y enciende en ellos la llama de tu amor.
Envía, oh Señor, tu Espíritu.
Y renovarás la faz de la tierra.

Oremos.
Espíritu de verdad, que conoces las profundidades de Dios, memoria y profecía de la Iglesia, dirige la
Humanidad para que reconozca en Jesús de Nazaret el Señor de la gloria, el Salvador del mundo, la
culminación de la Historia.
OCTAVARIO AL ESPÍRITU SANTO CON TEXTOS DEL BTO. JUAN PABLO II
II DÍA: (invocación inicial)
          La generosa voluntad de colaborar con el Espíritu en la santificación propia y en la de los
          hermanos es condición previa e indispensable para la nueva evangelización.
          La evangelización requiere la santidad y esta, a su vez, necesita la savia de la vida
          espiritual: la oración y la unión íntima con Dios mediante la Palabra y los sacramentos; en
          suma, necesita la vida personal y profunda en el Espíritu.
                                                   (Bto. Juan Pablo II Homilía Solemnidad de Pentecostés. 3 de junio 2001)

Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles
y enciende en ellos la llama de tu amor.
Envía, oh Señor, tu Espíritu.
Y renovarás la faz de la tierra.

Oremos.
Ven, Espíritu de amor y de paz.
Espíritu creador, misterioso artífice del Reino, guía la Iglesia con la fuerza de tus santos dones para llevar a las
generaciones venideras la luz de la Palabra que salva.

III DÍA: (invocación inicial)
          "Él dará testimonio de mí; y también vosotros daréis testimonio, porque desde el principio
          estáis conmigo" (Jn 15, 26-27). Estas palabras encierran toda la lógica de la Revelación y de
          la fe, de la que vive la Iglesia: el testimonio del Espíritu Santo, que brota de la profundidad
          del misterio trinitario de Dios, y el testimonio humano de los Apóstoles, vinculado a su
          experiencia histórica de Cristo. Uno y otro son necesarios. Más aún, si lo analizamos bien,
          se trata de un único testimonio: el Espíritu sigue hablando a los hombres de hoy con la
          lengua y con la vida de los actuales discípulos de Cristo.
                                                               (Bto. Juan Pablo II. Vigilia de Pentecostés 10 de junio 2000)
Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles
y enciende en ellos la llama de tu amor.
Envía, oh Señor, tu Espíritu.
Y renovarás la faz de la tierra.
Oremos.
Espíritu de santidad, aliento divino que mueve el universo, ven y renueva la faz de la tierra. Suscita en los
cristianos el deseo de la plena unidad, para ser verdaderamente en el mundo signo e instrumento de la íntima
unión con Dios y de la unidad del género humano.

IV DÍA: (invocación inicial)
          Bajo la acción del Espíritu Santo, el hombre descubre hasta el fondo que su naturaleza
          espiritual no está velada por la corporeidad, sino que, por el contrario, es el espíritu el que
          da sentido verdadero al cuerpo. En efecto, viviendo según el Espíritu, él manifiesta
          plenamente el don de su adopción como hijo de Dios.
                                                           (Bto. Juan Pablo II. Solemnidad de Pentecostés 31 de mayo 1998)
Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles
y enciende en ellos la llama de tu amor.
Envía, oh Señor, tu Espíritu.
Y renovarás la faz de la tierra.
Oremos.
Espíritu de comunión, alma y sostén de la Iglesia, haz que la riqueza de los carismas y ministerios contribuya a
la unidad del Cuerpo de Cristo, y que los laicos, los consagrados y los ministros ordenados colaboren juntos
en la edificación del único Reino de Dios.

V DÍA: (invocación inicial)
          La Iglesia celebra y revive el extraordinario acontecimiento de Pentecostés, que marca el
          inicio de su misión universal de evangelización.
          María es modelo de la Iglesia, que sabe escuchar en silencio la palabra de amor de Dios e
          invoca el don del Espíritu Santo, fuego divino que calienta el corazón de los hombres e
          ilumina sus pasos por los caminos de la justicia y la paz.
                                             (Bto. Juan Pablo II. Regina Coeli. Solemnidad de Pentescostés 18 de mayo 1997)
Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles
y enciende en ellos la llama de tu amor.
Envía, oh Señor, tu Espíritu.
Y renovarás la faz de la tierra.
Oremos.
Espíritu de consuelo, fuente inagotable de gozo y de paz, suscita solidaridad para con los necesitados, da a los
enfermos el aliento necesario, infunde confianza y esperanza en los que sufren, acrecienta en todos el
compromiso por un mundo mejor.

VI DÍA: (invocación inicial)
          “Veni, Sancte Spiritus". El día del primer Pentecostés cristiano, el Espíritu Santo descendió
          sobre los Apóstoles en forma de lenguas de fuego. Y con el fuego de Pentecostés se les daba
          el mismo Amor personal de Dios. Reanimada por ese calor, la Iglesia podía salir a plena
          luz, para afrontar al mundo y llevar a los hombres el mensaje de la salvación. Y desde ese
          día el Espíritu Santo jamás ha abandonado a la Iglesia.
          Ser dóciles a la acción del Espíritu: éste es el compromiso que se nos pide hoy, solemnidad
          de Pentecostés.
                                   (Bto. Juan Pablo II. Regina Coeli. Solemnidad de Pentecostés. 7 de junio 1981)
Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles
y enciende en ellos la llama de tu amor.
Envía, oh Señor, tu Espíritu.
Y renovarás la faz de la tierra.
Oremos.
Espíritu de sabiduría, que iluminas la mente y el corazón, orienta el camino de la ciencia y la técnica al servicio
de la vida, de la justicia y de la paz. Haz fecundo el diálogo con los miembros de otras religiones. y que las
diversas culturas se abran a los valores del Evangelio.
VII DÍA: (invocación inicial)
          Pentecostés nos habla (…) de la presencia de María en la Iglesia: presencia orante en la
          Iglesia de los Apóstoles y en la Iglesia de todo tiempo. En su puesto como simple fiel, pero
          la primera entre los fieles, porque es Madre, sostuvo la oración común y con los Apóstoles y
          los demás discípulos unió su voz en la imploración del don del Espíritu Santo, de aquel
          mismo Espíritu que la había cubierto con su sombra en la Anunciación haciéndola Madre
          de Dios.
                                (Bto. Juan Pablo II. Regina Caeli. Solemnidad de Pentecostés. 22 de mayo 1983)
Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles
y enciende en ellos la llama de tu amor.
Envía, oh Señor, tu Espíritu.
Y renovarás la faz de la tierra.
Oremos.
Espíritu de vida, por el cual el Verbo se hizo carne en el seno de la Virgen, mujer del silencio y de la escucha,
haznos dóciles a las muestras de tu amor y siempre dispuestos a acoger los signos de los tiempos que Tú
pones en el curso de la Historia.

VIII DÍA: (invocación inicial)
          Entre estos dones del Espíritu hay uno sobre el que deseo detenerme esta mañana: el don
          de la fortaleza. En nuestro tiempo muchos exaltan la fuerza física, llegando incluso a aprobar
          las manifestaciones extremas de la violencia. En realidad, el hombre cada día experimenta la
          propia debilidad, especialmente en el campo espiritual y moral, cediendo a los impulsos de
          las pasiones internas y a las presiones que sobre él ejerce el ambiente circundante.
                                             (Bto. Juan Pablo II. Solemnidad de Pentecostés. 14 de mayo 1989)

Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles
y enciende en ellos la llama de tu amor.
Envía, oh Señor, tu Espíritu.
Y renovarás la faz de la tierra.
Oremos.
¡Oh Espíritu Santo!, llena de nuevo mi alma con la abundancia de tus dones y frutos.
Haz que yo sepa, con el don de Sabiduría, tener este gusto por las cosas de Dios que me haga apartar de las
terrenas.
Que sepa, con el don del Entendimiento, ver con fe viva la importancia y la belleza de la verdad cristiana.
Que, con el don del Consejo, ponga los medios más conducentes para santificarme, perseverar y salvarme.
Que el don de Fortaleza me haga vencer todos los obstáculos en la confesión de la fe y en el camino de la
salvación.
Que sepa con el don de Ciencia, discernir claramente entre el bien y el mal, lo falso de lo verdadero,
descubriendo los engaños del demonio, del mundo y del pecado.
Que, con el don de Piedad, ame a Dios como Padre, le sirva con fervorosa devoción y sea misericordioso con
el prójimo.
Finalmente, que, con el don de Temor de Dios, tenga el mayor respeto y veneración por los mandamientos
de Dios, cuidando de no ofenderle jamás con el pecado.
Lléname, sobre todo, de tu amor divino; que sea el móvil de toda mi vida espiritual; que, lleno de unción,
sepa enseñar y hacer entender, al menos con mi ejemplo, la belleza de tu doctrina, la bondad de tus preceptos
y la dulzura de tu amor. Amén.
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