LOS CONCEPTOS DE BILINGÜISMO Y DIGLOSIA Y LA SITUACIÓN LINGÜÍSTICA DE GIBRALTAR

Página creada Adrián De Pozas
 
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LOS CONCEPTOS DE BILINGÜISMO Y DIGLOSIA
Y LA SITUACIÓN LINGÜÍSTICA DE GIBRALTAR

                                                        José María García Martín
                                                         UNIVERSIDAD DE CÁDIZ

La situación lingüística gibraltareña, descrita normalmente sobre la base de la
pareja de conceptos bilingüismo y diglosia, presenta varias peculiaridades que
exigen un acercamiento más detenido. Partiendo del hecho de que el inglés es la
lengua A y el español, la lengua B en dicho territorio, habrá que observar que
algunos rasgos del mecanismo diglósico, tal como fueron definidos por Fergu-
son, no se cumplen en Gibraltar, a saber:
    1) parte de la población tiene el idioma A como lengua materna;
    2) B posee una considerable herencia literaria (aunque no sea autóctona); y
    3) además, hay gramáticas y diccionarios de esa lengua, que está plenamente
normalizada y que es tan compleja y elaborada como la primera desde el punto
de vista gramatical; ambas disponen también de un léxico completo, que incluye
cultismos y tecnicismos; es decir, la «estandarización» de B no es posible por-
que ya está hecha;
    4) no se puede afirmar que, desde el punto de vista fonológico, haya un sis-
tema único, compartido por las dos lenguas y que los rasgos divergentes del
inglés respecto del español pertenezcan a un parasistema;
    5) por último, no se puede decir que las reglas gramaticales de la «variedad
baja», a saber, el español, sean más sencillas o elementales que las de la varie-
dad alta: parece, más bien, que en determinados sectores, como, por ejemplo, la
manifestación formal del género y el número en el sintagma nominal o la or-
ganización del sistema verbal, es considerablemente más complejo que la len-
gua A.
    No obstante, hay otros rasgos de la caracterización hecha por Ferguson que sí
se corresponden con la situación gibraltareña:
    1) las lenguas en contacto tienen repartidos sus dominios sociales de apli-
cación dentro de la comunidad de habla de Gibraltar: el inglés se emplea en la
escuela, en los medios de comunicación, en las actividades profesionales (aun-
que no solamente) y en las esferas militar, religiosa (no de manera única) y ad-
ministrativa; por el contrario, el español aparece sobre todo en el ámbito familiar
y en las relaciones de amistad;
    2) el inglés, la lengua A, es la lengua prestigiosa;
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    3) quizá haya que consignar aquí la inestabilidad propia de toda situación
diglósica, si bien luego deberé hacer diversas puntualizaciones.
     Además, parece que la variedad alta no se maneja aquí de una manera sin-
fásica, condición indispensable para hablar de diglosia. El problema se complica
si tenemos en cuenta la existencia de diversas definiciones del concepto diglo-
sia, no siempre equivalentes. A los efectos que aquí me interesan, basta con
distinguir entre diglosia funcional, ya sea entre variedades de una misma lengua
o entre lenguas distintas, y diglosia de adscripción. La primera, según la clásica
definición de Ferguson, es una
         relatively stable language situation in which in addition to the primary dialects
       of the of the language (which may include a standard or regional standards), there
       is a very divergent, highly codified (often grammatically more complex) super-
       posed variety, the vehicle of a Iarge and respected body of written literature, ei-
       ther of an earlier period or in another speech community, which is learned Iargely
       by formal education and is used for most written and formal spoken purposes but
       is not used by any sector of the community for ordinary conversation.'
    Lo distintivo de la diglosia de adscripción, de acuerdo con Rojo, es que
«ciertos estratos de la comunidad emplean fundamentalmente un sistema
lingüístico y otros estratos utilizan un sistema distinto».2 Hemos visto más arriba
que la situación lingüística gibraltareña sólo se aviene con tres de los nueve ras-
gos constitutivos de la diglosia funcional, tal como la han concebido Ferguson,
Gumperz, Fishman y otros. Ahora bien, los criterios básicos que le servían a
Ferguson para establecer aquel concepto eran dos: «la distancia entre las
variedades y la jerarquía en que ambas se presentan debido a sus distintas fun-
ciones sociales».3 Esos dos criterios son precisamente los que aparecen en Gi-
braltar; lo curioso es que las consecuencias verdaderamente (socio)lingüísticas
de los fenómenos sociales o tipológicos no se producen en este caso, como he-
mos tenido oportunidad de comprobar. Si ello es así, no se podrá hablar de di-
glosia funcional al referirse a la situación gibraltareña; tendremos que confor-
marnos, al menos inicialmente, con hablar de diglosia de adscripción, pues lo
que sí es evidente es la diferenciación lingüística entre grupos sociales.
    Como es sabido, la escuela catalana de sociolingüística replanteó el concepto
de diglosia, no interpretado hoy de modo único ni aceptado de manera general,
para hablar de conflicto lingüístico «cuando dos lenguas claramente diferen-
ciadas se enfrentan, una como políticamente dominante (empleo oficial, empleo
público) y la otra como políticamente dominada».4 ¿Hasta qué punto hay en-
frentamiento entre el español y el inglés en Gibraltar y por qué razones? ¿Se

' Charles Ferguson, «Diglossia», Word, XV (1959), págs. 325-40; la cita en la pág. 338.
2
   Guillermo Rojo, «Diglosia y tipos de diglosia», Philologica Hispaniensia in honorem Manuel Al-
     var, Madrid: Gredos, 1985, tomo II, págs. 603-17; el texto corresponde a la pág. 614.
3 i
   Karmele Rotaetxe, Sociolingüística, Madrid: Síntesis, 1988, pág. 62.
 1
   Ibid., págs 73-74.
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puede hablar con fundamento de conflicto lingüístico? Creo que la única res-
puesta sensata será aquélla que parta de la realidad de los hechos históricos. A
ello dedicaré la parte final de este trabajo.
    En cuanto al concepto de bilingüismo, hay múltiples distinciones: bilin-
güismo estilístico o individual/bilingüismo social (Weinreich, Grootaers), subdi-
vididos el primero según las oposiciones precoz/tardío, compuesto/coordinado,
activo/pasivo, escrito/oral, general/técnico, clasificación resumida por Rotaetxe
en la tricotomía bilingüismo de comprensión/de comprensión y expresión/de
comprensión, expresión y pensamiento, a la que se debe añadir el bilingüismo
sustractivo de Lambert;5 bilingüismo sustitutivo/bilingüismo diglósico (Kloss).
Sin embargo, la que me parece más apropiada para el análisis de los hechos gi-
braltareños desde la perspectiva adoptada aquí es la de Lewis, quien distingue:
         1. Bilingüismo estable, que responde a la diferenciación lingüística entre dos
       grupos que comparten el mismo terreno, y donde el grupo bilingüe se ve obligado
       a distinguir el uso de una lengua y otra según los dominios sociolingüísticos; 2.
       Bilingüismo dinámico, donde la situación social y diferenciación entre roles y
       uso de las distintas lenguas están dirigidos hacia una asimilación lingüística; 3.
       Bilingüismo transicional, en el cual dos idiomas asumen las mismas funciones, lo
       que se presta al uso exclusivo de una de las lenguas para cumplir las distintas
       funciones comunicativas; 4. Bilingüismo vestigial, en el que refleja una asimila-
       ción lingüística casi total y donde el bilingüismo cumple una función simbólica
       que se asocia con una minoría pequeña a punto de extinción.6

    Como ya he dicho antes, los hechos históricos iluminan con frecuencia las
discusiones conceptuales. Por ello, me centraré en ellos en lo que sigue. Hay dos
órdenes de factores cuya influencia es decisiva, en mi opinión, en la configura-
ción lingüística de Gibraltar, a saber, los movimientos de población y las rela-
ciones políticas con el Reino Unido y España. Los primeros, tal como los he re-
sumido en otra parte, nos indican que, después de un siglo XVIII en el que la
aportación española al conjunto de la población gibraltareña es bastante redu-
cida, en contraste con la de sefardíes y genoveses, sólo en el XIX, a raíz de una
serie de epidemias ocurridas entre 1804 y 1813 aumenta el contingente español.
Obsérvese que las fechas coinciden también con la alianza anglo-española con-
tra Napoleón. Pero lo más importante es que
          la frontera, como dice Kramer, está abierta normalmente durante todo el siglo
       XIX, excepto en las épocas de guerra entre España e Inglaterra, y son muchas las
       mujeres, sirvientas y limpiadoras, que realizan sus labores en Gibraltar, lo cual,
       irremediablemente, tiene consecuencias en una fortaleza que presenta el desequi-
       librio numérico entre los sexos propio de tales lugares7.

5
  Ibid., págs. 55-56.
6
  Arnulfo Ramírez, El español de los Estados Unidos, Madrid: MAPFRE, 1992, pág. 211.
7
  José María García Martín, «El español en Gibraltar. Panorama general», Demófilo, XXII (1997),
     págs. 141-54; el texto aparece en la pág. 142.
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    Así que el hecho de que el español era la lengua utilizada en todo el territorio
circundante, más que su condición de lengua de los sefardíes y el que no cons-
tituyera un obstáculo insalvable para los genoveses, puede explicar que llegara a
nuestro siglo en buen estado de salud en la Roca.8 Pero es que, además, «It was
not until the twentieth century that the English language was given a real boost
in the educational system».9 Por si esto fuera poco, cuando H. E. Bowman re-
aliza su visita de inspección a los establecimientos educativos de Gibraltar en
 1930, señala con toda claridad que una lengua literaria como el español no
puede ser tratada como una lengua sin tradición escrita al estilo de las africanas
y recomienda que todos los alumnos sean instruidos en el español literario, vale
decir, culto.10 Durante la Segunda Guerra Mundial, gran parte de la población
civil es trasladada a Gran Bretaña, Irlanda del Norte, Jamaica, Madeira y
Tánger. Los niños quedan al cuidado de sus madres, muchas de ellas españolas,
mientras los padres cumplen con sus deberes militares, si bien las autoridades
políticas procuran crear en casi todos los destinos un marco puramente británico,
«de manera que estos niños reciben una educación británica sin perder sus lazos
espirituales sin Gibraltar: muchas se mantiene el español como lengua coloquial,
aunque no siempre ello es posible».11 La Ordinance ofEducation de 1950 hará
variar el panorama. El español se convierte en asignatura independiente, pero
sólo por encima del nivel primario, y el objetivo del sistema en su conjunto es
llegar a un rápido cambio de lengua instrumental al inglés (el español es un me-
dio auxiliar para aquellos alumnos que no puedan recibir las clases en inglés).
Ya el Comité de Educación formado en julio de 1944 había recomendado insistir
en la enseñanza del inglés para derribar las barreras entre ingleses y gibral-
tareños. El método de «inmersión lingüística» se da ya desde 1945.12 Con poste-
rioridad, la situación no hace sino empeorar para el español, pero no desde el
punto de vista de la importancia del grupo que lo tiene como lengua materna,
sino en cuanto a las actitudes que suscita. La llegada de turistas británicos en
cantidades crecientes desde los años 50, el cierre de la frontera por el régimen de
Franco en 1969 y la reacción de la sociedad española ante la guerra de las Mal-
vinas provocaron no sólo «la anglificación del llanito y [el] afianzamiento del
inglés en dominios más amplios»13 sino, sobre todo, que el español fuera «el
idioma de un país cuyos modo de vida y sistema de gobierno eran vistos de
manera absolutamente hostil por los gibraltareños»,14 y ello a pesar de que la po-

  Cfr. i. Kramer, English and Spanish in Gibraltar, Hamburgo: Buske Verlag, 1986, págs. 16 y 54.
9
  Melissa G. Moyer, Analysis of Code-Switching in Gibraltar, (Tesis Doctoral), Bellaterra: Univer-
     sidad Autónoma de Barcelona, 1993, pág 124.
10
   Cfr. Johannes Kramer, op. cit., pág. 39.
   José María García Martín, art. cit., pág. 143.
12
   Cfr. ibid., pág. 144.
13
   Eduardo Fierro Cubiella, Gibraltar. Aproximación a un estudio sociolingüístico y cultural de la
     Roca, Cádiz: Universidad de Cádiz, 1997, pág. 45.
14
   José María García Martín, art. cit., pág. 144.
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sición del español en el sistema educativo ha mejorado desde 1990. Por otra
parte, la lengua de los medios de comunicación es el inglés de forma general,
aunque se escuchan con asiduidad las emisoras del sur de España.15 Ahora bien,
eso no impide que la realidad ofrezca elementos contradictorios. Por un lado,
hasta un 46,8% de los alumnos de educación primaria dominaba mejor el
español que el inglés en 1983, y la mayoría de los maestros conceden gran im-
portancia a la función del español en el proceso educativo;16 por otro, sólo un
tercio de la población gibraltareña tiene el inglés como lengua materna.n Todo
ello lleva a concluir que no estamos ante un caso semejante a otros de contacto
entre el español y el inglés, como los que se dan en el suroeste de los Estados
Unidos o en Puerto Rico.18 El inglés es, sin duda, la lengua A; hay personas que
no aprenden español porque saben que el inglés es suficiente para desenvolverse
en todos los ámbitos de la existencia, pero lo contrario también es cierto, bien
que «the educated Gibraltarian speaks English and Spanish with equal facili-
ty».19 En fin, aunque las clases bajas tienen un fuerte sentido de la identidad gi-
braltareña, hablan preferentemente español o mezclan las dos lenguas, pero no
usan sólo el inglés con demasiada frecuencia.20 Lo distintivo de la situación gi-
braltareña ha sido resaltado por Moyer: la utilización del cambio de código
según diversos modelos, algunos de los cuales suponen incluso el que la oración
no se considere como unidad lingüística monolingüe;21 significativamente, los
estratos sociales que muestran con mayor claridad el fenómeno son las clases
alta y media.22
    Una vez esbozado este panorama, ¿cómo podemos definir la situación
lingüística de Gibraltar? ¿Simplemente como una manifestación de bilingüismo
en la que el inglés es la lengua oficial y el español, la lengua coloquial?23 ¿Quizá
como la amalgama de ese bilingüismo con elementos característicos de la diglo-
sia?24 Aquí, como señala Moyer, el uso sistemático del cambio de código tiene
una importancia fundamental. El uso del inglés sólo es obligatorio en las rela-
ciones con la administración o para alcanzar prestigio social.25 Además, el grupo
de población que sólo se expresa en inglés no siente ninguna necesidad de
15
   Cfr. John Lispski, «Sobre el bilingüismo anglo-hispánico en Gibraltar», Neuphilologische Mit-
     teilungen, LXXXVII (1986), págs. 414-427, concretamente la pág. 417.
16
    Según M. Flores y Sergio Ballantine, Repon on the Onservice Course for Teachers in First
     Schools, Gibraltar: Department of Education, 1983. Cfr. José María García Martín, Materiales
     para el estudio del español de Gibraltar, Cádiz: Universidad de Cádiz, 1996, pág. 25.
17
   Cfr. Johannes Kramer, op. cit., pág. 67.
   Cfr. José María García Martín, art. cit., págs. 152-53.
19
   Eduardo Fierro Cubiella, op. cit., pág. 61.
20
   Melissa G. Moyer, op. cit., pág. 113.
21
   Ibid., págs. 247-48.
22
   Ibid., pág. 244.
23
   Johannes Kramer, op. cit., pág. 59.
24
   Eduardo Fierro Cubiella, op. cit., pág. 64; José María García Martín, op. cit., págs. 338-39.
   Cfr. John Lipski, art. cit., pág. 424.
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aprender el español, porque no le es necesario. Y, por las razones políticas a las
que he aludido más arriba, el gibraltareño no alberga sentimientos de lealtad
lingüística hacia el español.26 Todo ello entra de la lógica de la diglosia, pero
debemos tener en cuenta que tal fenómeno viene dado por un sector muy es-
pecífico de la población, el que tiene el poder político y administrativo. En otras
circunstancias, la población que tiene la lengua B como lengua materna hubiese
reclamado la misma consideración para el idioma hablado por ella. Aquí eso es
imposible, porque la lengua B es la de un Estado con el que las relaciones no
han sido siempre todo lo buenas que hubiera sido deseable. ¿Cuál es la reacción
de quienes no tienen el inglés como lengua nativa? El cambio de código, como
dice Moyer. Las conversaciones empiezan en inglés y pasan al español cuando
aumenta el interés de los interlocutores en ellas, sin que ello signifique relación
personal más estrecha entre los interlocutores, sino un grado mayor de emoción
o de uso técnico, pues el español no está marcado, según Kramer, como propio
de clase social inferior.27 Es el inglés el que, por el contrario, sí está marcado
como signo de clase social alta o, quizá, dominante. Parece, por lo tanto, que el
cambio de código actúa como elemento de transición desde una situación que
pertenecería a una «diglosia de adscripción» a otra, puramente ideal, en la que se
habrían eliminado las diferencias de uso entre las dos lenguas según el dominio
o la situación de habla en que fueran aplicables. Ello no resulta posible en este
momento por la existencia del grupo que sólo habla inglés y no tiene ninguna
necesidad de hacerlo en español, pero también por el resquemor hacia todo lo
español que hay en la inmensa mayoría de los habitantes de Gibraltar. El cambio
de código no es, en realidad, una forma de aproximarse hacia el español, sino,
más bien, un guiño hacia el inglés, sin comprometerse a fondo con lo anglosa-
jón. Si hay diglosia, es, paradójicamente, una diglosia permitida por quienes la
practican y, teóricamente, la sufren. Esos hablantes son los que, aun dominando
imperfectamente el inglés, quieren que siga presente en su sociedad por razones
políticas, económicas y culturales, y, en este sentido, los hechos que hemos visto
en las clases inferiores son un indicio especialmente útil. No hay, por con-
siguiente, conflicto lingüístico. Sus presuntas víctimas son las que lo permiten y
lo favorecen. En esa medida, no hay verdadera diglosia. Se trata de una
 «pseudo-diglosia» que se constituye, acaso, en garante de la situación de bi-
lingüismo. ¿Por qué se puede hablar de bilingüismo a pesar de todo? Porque no
hay verdadera intención de suprimir una de las dos lenguas; nos encontramos
 ante un bilingüismo que participa de propiedades tanto del tipo estable como del
 dinámico en la clasificación de Lewis, con la particularidad de que, en la inter-
 acción social y comunicativa de los gibraltareños, no parece considerarse un fin
 la asimilación de la lengua B, el español. La clave la dan los propios habitantes
 de Gibraltar, cuando declaran al respecto que ellos hablan «llanito» o «yanito»,

26
     Johannes Kramer, op. cit., págs. 62-63.
27
      ¡bid.,pág.9l.
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esto es, un instrumento lingüístico nuevo, al margen de las lenguas que, en prin-
cipio, son las protagonistas del contacto. Ello no sólo les daría una personalidad
lingüística diferenciada, sino que explicaría la pervivencia de ese equilibrio ines-
table que es el quid de la situación lingüística gibraltareña.
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