Prácticas de crianza de las familias españolas durante el periodo de confinamiento por coronavirus

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Prácticas de crianza de las familias españolas
    durante el periodo de confinamiento por
                   coronavirus

 Susana Valverde Montesino1, Margarita Carmen Martín1
             Martín, Irene Solbes Canales1

                1
                    Departamento de Investigación y Psicología en Educación,
                                    Universidad Complutense de Madrid

                                                             España

Correspondencia: Susana Valverde Montesino. Departamento de Investigación y Psicología en Educación,
Universidad Complutense de Madrid. E-mail: susanavalverde@edu.ucm.es

© Universidad de Almería and Ilustre Colegio Oficial de la Psicología de Andalucía Oriental (Spain)

Electronic Journal of Research in Educational Psychology, 19 (2), 325-350. ISSN:1696-2095. 2021. no. 54   325
Susana Valverde Montesino, Margarita Carmen Martín Martín, Irene Solbes Canales

                                               Resumen

Introducción. La situación de pandemia mundial asociada al coronavirus ha supuesto, entre
otras medidas, el confinamiento de las familias españolas en casa durante varias semanas, sin
colegio ni contacto con nadie ajeno al núcleo familiar. Los estudios realizados a nivel mundial
indican que este tipo de medidas y el contexto de crisis podrían acarrear consecuencias
psicológicas negativas para la salud mental de los niños y sus familias, las cuales podrían ser
mitigadas con la aplicación de pautas de crianza cercanas a un modelo de parentalidad positiva.

Método. 336 madres y padres de niños de entre 2 y 8 años de edad respondieron a un
cuestionario sobre principios de crianza (Parenting Pentagon Model) durante el confinamiento.
Los resultados fueron analizados a nivel descriptivo para toda la muestra, considerando también
las variables sociodemográficas familiares que modularon las prácticas parentales aplicadas.

Resultados. Según la opinión de las familias, las prácticas de crianza durante el periodo de
confinamiento se acercan mayoritariamente a lo indicado en el modelo de parentalidad positiva.
Los principios de crianza más comunes entre las familias son aquellos relacionados con el amor
incondicional, seguido de la promoción de independencia y el establecimiento de normas. Se
observaron ligeras diferencias relacionadas con el sexo del progenitor, del niño, la edad de los
hijos, de los padres y los niveles educativos alcanzados por los progenitores.

Discusión y conclusiones. Los padres dieron gran importancia al amor incondicional por
encima de otros aspectos de la crianza durante el confinamiento, aunque en todos los principios
obtuvieron puntuaciones elevadas, lo que podría indicar una percepción positiva sobre sus
prácticas parentales durante el confinamiento, cercana a lo recomendado por los expertos. Se
sugiere profundizar en el estudio de las prácticas familiares aplicadas en periodos de crisis y
estrés como la actual pandemia, con el fin de diseñar estrategias preventivas y de intervención
que proporcionen todos los apoyos necesarios y garanticen la salud mental de los niños.

Palabras Clave: pautas de crianza, parentalidad positiva, salud mental, confinamiento,
coronavirus.

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Prácticas de crianza de las familias españolas durante el periodo de confinamiento por coronavirus

                                                         Abstract

Introduction. Pandemic crisis associated to coronavirus disease have entailed among other
measures the Spanish families´ lockdown at home for several weeks, resulting in children not
attending school and avoiding further contact with people alien to the family nucleus. Several
recently carried out worldwide studies show that these measures and the crisis context are likely
to have serious consequences for the mental health of children and their families, including
negative psychological impact, which could be mitigated by the families adopting parenting
practices patterns close to a model of positive parenting.

Method. 336 mothers and fathers with children aged 2 to 8 years answered a questionnaire
about their parental behavior (Parenting Pentagon Model) during lockdown. Results have been
analyzed with a descriptive perspective for the whole sample and also taking into account
families´ socioeconomic variables in order to know if they actually moderated in some way the
style of the families.

Results: According to families´ responses, parenting practices during the lockdown closely
approximate to parental behavior proposed in the positive parenting model, the most frequent
being those related to unconditional love, followed by encouraging independence and adherence
to rules. Slight differences in raising practices were found related to parent’s and children’s sex,
parent’s and children’s age, and parent´s education level.

Discussion and Conclusion. Parents reported Love behaviors is paramount over other aspects
related to raising practices during lockdown, although all the principles obtained high scores.
This might mean parent´s perception of their parental behaviors during confinement is quite
positive, close to the experts´ recommendations. Therefore, deepen the study of the family
practices during crisis and stressful situations such as the actual pandemic is suggested, in order
to design preventing and intervention strategies that provide all necessary support and guarantee
children´s mental health.

Keywords: raising practices, positive parenting, mental health, lockdown, coronavirus.

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                                                 Introducción

       Ante la reciente pandemia derivada de la COVID-19, la mayoría de los países tomaron
medidas extremas para evitar la propagación del virus, adoptándose en España el confinamiento
social de la población durante cuarenta y tres días. Las medidas aplicadas para combatir la
enfermedad del coronavirus han supuesto cambios considerables en la vida de los ciudadanos a
nivel mundial, si bien uno de los ámbitos que ha sufrido mayor impacto ha sido el familiar.

Los niños y las familias durante el confinamiento provocado por la crisis sanitaria
       Cerca de 1,38 millones de niños en todo el mundo han visto restringidas sus actividades
cotidianas, al no poder asistir a sus centros educativos, ni poder mantener relaciones con sus
iguales o disfrutar de su tiempo de ocio al aire libre, todo lo cual ha provocado cambios
importantes en la vida familiar (Cluver et al., 2020). Las familias se han visto obligadas a
romper con su sistema de organización y convivencia de una forma repentina y sostenida (Prime
et al., 2020; Sanz et al., 2020), lo que ha implicado optar por el teletrabajo o, en el peor de los
casos, prescindir de él. La conciliación del trabajo con el cuidado de los hijos se ha convertido
en un desafío en muchos hogares (Fegert et al., 2020; Sanz et al., 2020). Para muchos
progenitores, mantener a sus hijos ocupados y atendidos en casa ha supuesto una situación
bastante desalentadora, especialmente en aquellos hogares con menos recursos (Brown et al.,
2020; Sanz et al., 2020). Las familias parecen haber experimentado circunstancias estresantes
como consecuencia del confinamiento que han puesto en riesgo su salud, seguridad y bienestar
económico (Brown et al., 202; Carroll et al., 2020). Estos factores estresantes estarían
condicionados por los obstáculos para acceder a servicios de apoyo educativo, dificultades para
conciliar la vida laboral y la educación de los hijos, y problemas económicos derivados de la
inestabilidad laboral y el creciente desempleo (Brown et al., 2020).

        Estudios previos indican que situaciones similares aumentan el riesgo de que los padres
desarrollen “agotamiento parental” (Griffith, 2020). Éste repercute directamente en la salud
mental de los progenitores y en la de sus propios hijos, de modo que los que lo experimentan
son más propensos a manifestar comportamientos abusivos y negligentes con sus descendientes,
poniendo a los niños en riesgo de resultados perjudiciales a corto y largo plazo (Griffith, 2020),
y desarrollando con más frecuencia prácticas educativas disfuncionales (Pérez Padilla et al.,
2010). El estrés y el agotamiento parental provocan conductas parentales más rígidas y abusivas

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(Liu y Merritt, 2018; Yang, 2015), y se convierten en un factor de riesgo para comportamientos
agresivos y violencia (Brooks et al., 2020; Fegert et al., 2020).

          Cuando los cuidadores se enfrentan a niveles elevados de estrés como los vividos en los
últimos meses asociados a la situación sanitaria mundial, sus recursos mentales y emocionales
se desgastan, haciendo difícil el mantenimiento de un liderazgo positivo en la familia (Prime et
al., 2020) y aumentando el riesgo de prácticas de crianza perniciosas (Chung et al., 2020). Por
tanto, es importante ofrecer apoyo a los padres en este tipo de situaciones, proporcionándoles
estrategias de afrontamiento adecuadas (Brown et al., 2020). Las estrategias de afrontamiento
más eficaces para reducir el estrés implicarían, por un lado, aumentar la sensación del control
percibido sobre los eventos diarios y, por otro, fomentar la capacidad de aceptar pensamientos
o experiencias negativas sin juzgarlas. Además de cultivar en los padres estas estrategias, es
importante proporcionar ayuda externa a las familias, dado que el nivel de apoyo emocional y
social que reciben los progenitores está directamente relacionado con una menor percepción de
estrés parental (Brown et al., 2020).

          Además de estos efectos “estructurales” del confinamiento, relacionados con la
conciliación de vida laboral y familiar y las dificultades económicas y organizativas, éste tiene
también un efecto directo en el nivel de participación social, impidiendo el contacto con la
familia extensa y amigos o la realización de actividades culturales y deportivas, lo que repercute
directamente de nuevo en la salud psicológica de sus miembros (Ammar et al., 2020). Una
adecuada participación social fomenta sentimientos de apego y proporciona sentido de
identidad y pertenencia a la comunidad, aumentando el bienestar psicológico. Si la participación
social se resiente, es más probable que aparezcan alteraciones de salud mental, tal y como
confirma un reciente estudio de Ammar et al. (2020) realizado durante esta pandemia. Estos
autores constataron que existe una relación directa y positiva entre la participación social y la
salud psicológica, y entre la reclusión domiciliaria y la insatisfacción vital.

          Las consecuencias específicas del confinamiento en la infancia parecen estar asociadas
a efectos negativos a nivel físico, emocional, académico y social (Berasategi Sancho, 2020).
Según diversas investigaciones recientes realizadas en muy diversos países, las restricciones en
la participación social y el aislamiento como consecuencia del confinamiento incrementan la
aparición de trastornos de alimentación, trastornos del sueño, y trastornos emocionales
relacionados con la soledad, tristeza, depresión, estrés, ansiedad y pérdida de satisfacción vital
entre los niños (Ammar et al., 2020; Brown et al., 2020; Carroll et al., 2020; Dutta y

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Bandyopadhyay, 2020; Sandín et al., 2020; Serrano-Martínez, 2020; Wang et al., 2020). Por
su parte, el estudio realizado por Marianna et al. (2020) muestra que las principales emociones
que manifestaron los padres durante el confinamiento fueron miedo y ansiedad, mientras que
las emociones desarrolladas por los niños variaron según su edad: entre los 3 y 5 años los niños
expresaron irritabilidad y frustración, mientras que los preadolescentes y adolescentes
mostraron aburrimiento y tranquilidad, pues se sentían relajados al no tener que ir a la escuela.
En esta línea, el trabajo de Berasategi Sancho (2020) constata que el confinamiento social
provocó en la infancia emociones ambivalentes: por un lado, los niños expresaban alegría por
pasar tiempo en familia; por otro lado, manifestaban enfado por estar recluidos, tendiendo a
enfadarse y a llorar más, estar más nerviosos y más tristes.

       Resultados parecidos ha observado Serrano-Martínez (2020) en su reciente
investigación, puesto que la alegría era la emoción que sobresalía respecto a las demás,
condicionada por la presencia o no de los progenitores en casa. Cuando los progenitores
permanecían en casa, los niños se manifestaban más alegres que cuando trabajaban fuera. Entre
las emociones negativas que aparecían con más frecuencia, se encuentran las rabietas,
irascibilidad, aburrimiento, apatía y ansiedad. Además, algunas familias del estudio expresaron
que sus hijos se habían vuelto más dependientes de los progenitores para el juego, el cuidado y
la alimentación, llegando incluso a manifestar regresiones en determinadas conductas (Serrano-
Martínez, 2020). En otro trabajo similar, Dutta y Bandyopadhyay (2020) constataron reacciones
similares entre los niños (de 4 a 12 años) asociadas al confinamiento: ansiedad, estrés y estados
depresivos. En el estudio de De Avila et al. (2020), los niños mostraban mayores niveles de
ansiedad cuando los progenitores no permanecían en casa y cuando cohabitaban con un número
elevado de personas, observándose menores niveles de ansiedad entre los padres de más edad y
los que poseían niveles educativos universitarios. Otros trabajos realizados con población
infantil israelí (Shorer y Leibovich, 2020) corroboran que los síntomas más frecuentes entre los
niños durante el confinamiento eran ansiedad, agitación, agresividad y miedo a la separación
de los padres, sintomatología que parece ser más frecuente conforme más dificultades de
regulación emocional han presentado las figuras paternas y mayores estresores externos había.

       Ante esta situación tan compleja que inunda la vida de los niños en múltiples niveles, es
importante atender a las nuevas necesidades que éstos demandan para garantizar su bienestar.
Según Berasategi Sancho (2020), es muy importante establecer con los niños una comunicación
positiva y activa, y fomentar un aprendizaje cooperativo y consensuado, así como fomentar las

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relaciones con sus iguales. Las familias se convierten, en situaciones como la que hemos vivido,
en el principal recurso de los niños para mantener su bienestar psicológico. Por ello, es necesario
que éstas desarrollen destrezas y habilidades basadas en la crianza positiva que respondan a su
vez a las necesidades que manifiestan los niños en condiciones de confinamiento. En este
sentido, los progenitores deben desplegar habilidades comunicativas que permitan una
interacción abierta con los hijos, que facilite la identificación de problemas, la expresión de
emociones, y reconfortarles en momentos difíciles (Prime et al., 2020; Wang et al., 2020). Lo
más importante para los niños en estas situaciones pasaría por tener adultos a su alrededor que
satisfagan sus necesidades y que les ayuden a sentirse seguros, tranquilos y apoyados, mientras
les permiten expresar sus sentimientos con libertad (De Avila et al., 2020; Prime et al., 2020).

Las prácticas de crianza positivas
          Una crianza positiva es crucial cuando los niños están confinados en casa, de manera
que algunos autores incluso consideran que el confinamiento podría ofrecer una buena
oportunidad para mejorar la interacción entre padres e hijos (Cluver et al., 2020; Sanz et al.,
2020), implicando a los niños en actividades familiares, y mejorando sus habilidades de
autorregulación (Wang et al., 2020). Con los enfoques de crianza adecuados, los lazos familiares
pueden fortalecerse, y las necesidades psicológicas cubrirse satisfactoriamente (Wang et al.,
2020). Diferentes organismos internacionales (como la OMS o UNICEF) han adoptado esta
perspectiva proporcionando recursos para fomentar una crianza positiva durante el
confinamiento, que fortalezca a las familias, ofreciendo estrategias para cuidar y responder a
las necesidades de sus hijos e hijas (Cluver et al., 2020). Estudios recientes realizados durante
la pandemia parecen corroborar este propósito (Karabanov et al., 2020), observándose que las
familias parecen haber priorizado las prácticas de crianza relacionadas con el afecto y las
emociones, centrando además en menor medida su atención en las normas y la promoción de la
independencia de los niños.

          La llamada crianza positiva agrupa un conjunto de estrategias que utilizan los
progenitores basadas en el amor y el respeto, que son efectivas en el ámbito de la socialización
y el intercambio afectivo (Gaxiola Romero et al., 2017). Los padres que utilizan este tipo de
crianza se caracterizan por responder al niño de forma positiva y mostrar afecto, compartir
tiempo con su hijo, interactuar con él y responder eficazmente ante sus necesidades (Rönkä et
al., 2017). Los padres y madres que realizan una crianza asociada a este modelo se caracterizan
por ser consistentes y tranquilizar y cuidar de sus hijos de forma responsable (Sunarty y
Dirawan, 2015). La parentalidad o crianza positiva plantea el ejercicio de un control parental

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basado en el afecto, el apoyo, la comunicación, la estimulación y la estructuración de rutinas,
el establecimiento de límites, normas y consecuencias, y el acompañamiento e implicación en
la vida cotidiana de los hijos (Rodrigo et al., 2015).

       Todas las teorías sobre los procesos de crianza y socialización que aplican los padres
durante la infancia coinciden en que éstos tienen una gran influencia sobre el desarrollo
psicológico y social de los hijos. En este sentido, los comportamientos disruptivos se agravan
por causa de estilos parentales ambivalentes, permisivos o autoritarios, mientras que los padres
con estilos parentales difusos generan confusión en sus hijos, conflicto y desintegración
familiar, factores que causan daños psicológicos en los niños, con manifestación de dificultades
en el plano académico y social (García Peña et al., 2018). Sin embargo, estilos de crianza
basados en un modelo de parentalidad positiva fomentan un mayor desarrollo de la
independencia en los niños (Sunarty y Dirawan, 2015) y están relacionados con menos
problemas de conducta en la infancia (Chainé et al., 2017; Woodward et al., 2018). Por ejemplo,
cuando los padres no ejercen una crianza positiva y muestran inconsistencia en sus actos
verbales y comportamentales, los niños se sienten menos felices (Maftei et al., 2020). El estudio
desarrollado por Boeldt et al. (2012) pone de manifiesto que niveles más cercanos a las pautas
de crianza positivas por parte de las madres durante la infancia y la niñez predijo niveles más
bajos de comportamientos disruptivos durante la infancia tardía. Según estos autores, la crianza
positiva puede ser considerada como un factor de protección en relación a conductas disruptivas
(Boeldt et al., 2012), y optimiza de manera global el desarrollo de los niños y niñas.

Las variables sociales que influyen en las prácticas de crianza de las familias
       Además de estos resultados sobre la influencia general de las formas de crianza en la
salud de niños y niñas y su desarrollo, la investigación realizada en esta área en las últimas
décadas indica que el tipo de crianza que se realiza en las familias está relacionado con
determinadas características sociodemográficas de los progenitores y sus hijos. Más allá de la
influencia de determinados aspectos personales de los niños que parecen influir en las conductas
paternas (habilidades cognitivas, lingüísticas o características temperamentales), la literatura
indica que existen diferencias en las formas de crianza que se aplican a los niños frente a las
niñas. Concretamente, se aplican prácticas de parentalidad positiva con más frecuencia respecto
a las niñas que con los niños (Boeldt et al., 2012; Woodward et al., 2018), aunque algunos
trabajos no confirman estas diferencias de género (Ren et al., 2018). Otros estudios muestran
que los varones suelen recibir más castigos, y se les aplican prácticas educativas más cercanas

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a un estilo parental autoritario (Kashahu et al., 2014), al presentar más conductas
externalizantes.

          Respecto a la edad de los niños, existen pocos estudios longitudinales que comparen el
tipo de crianza que aplican los padres conforme sus hijos se desarrollan, aunque los datos
parecen indicar cierta estabilidad en estos patrones a lo largo de la infancia hasta el inicio de la
adolescencia (Akcinar y Shaw, 2018). Los estilos se mantienen, adaptándose a las demandas de
los niños y a los retos evolutivos que van surgiendo como consecuencia del desarrollo,
proporcionando de modo gradual experiencias que aumentan su responsabilidad, su capacidad
para autorregular su conducta y las interacciones con los demás (Williams et al., 2012).

          El número de niños en la familia podría influir también a la hora de aplicar determinadas
pautas de crianza, aunque no hay apenas estudios que traten el efecto de este aspecto en la forma
de ejercer la parentalidad. Algunos trabajos informan de menores niveles de apoyo afectivo en
la crianza de madres que tienen más de un hijo a su cargo (Fox et al., 1995), mientras que otro
trabajo indica que las pautas de crianza permisivas son más frecuentes en familias con hijos
únicos, observándose estilos más democráticos en familias de 2 niños, así como más autoritarios
en familias de tres niños o más (Alidosti et al., 2016). Las formas de crianza más democráticas
parecen ser más frecuentes en las familias que tienen 1 o 2 niños, frente a aquellas que tienen 3
hijos o más (Hadjicharalambous y Dimitriou, 2020).

          Las características sociodemográficas de los padres también están relacionadas con
pautas de crianza diferenciadas. Más allá de aspectos personales (como determinados rasgos de
personalidad o presencia de psicopatología), la edad de los padres parece influir en la forma en
la que ejercen su parentalidad. Algunos estudios encuentran una relación positiva entre la edad
de la madre y la aplicación de formas de crianza positivas (Woodward et al., 2018),
confirmándose en otros trabajos que las madres de más de 30 años se adaptan mejor a su rol
materno y se sienten más felices adoptándolo, pues los padres que tienen hijos siendo más
jóvenes padecen más estrés parental (Hadjicharalambous y Dimitriou, 2020). Las formas de
parentalidad negligente y autoritaria son más frecuentes entre los padres más jóvenes,
observándose además que las prácticas educativas más autoritarias son más frecuentes entre los
padres que son significativamente más mayores (Kashahu et al., 2014). Además de la edad,
existen múltiples estudios que indican que la salud mental del niño y las prácticas educativas
son más positivas cuanto mayor es el nivel educativo de los padres (Kashahu et al., 2014;
Woodward et al., 2018), aunque no todas las investigaciones confirman esta relación (Ren et

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al., 2018). Los padres con mayores niveles educativos interactúan más con los niños, les
proporcionan más actividades fuera del hogar, les ofrecen entornos familiares más estimulantes,
tienden a reforzarles más y adoptan con ellos una forma de comunicación más dialéctica
(Gutman y Feinstein, 2010; Hadjicharalambous y Dimitriou, 2020).

       Por otro lado, las características del contexto también tienen una influencia relevante a
la hora de determinar el tipo de crianza que se aplica en una familia. Por ejemplo, algunos
indican menos apoyo emocional y estimulación cognitiva por parte de los padres durante la
primera infancia en los contextos rurales (frente a los urbanos y suburbanos), aun controlando
el efecto de otras variables relevantes (Miller y Votruba-Drzal, 2013; Sheridan et al., 2014).
Otros trabajos muestran formas más autoritarias de crianza entre los padres que viven en
entornos rurales frente a los urbanos, siendo más frecuentes en las ciudades los estilos de crianza
más democráticos, aunque también la permisividad (Miller y Votruba-Drzal, 2013).

       Aunque la mayoría de las investigaciones se han centrado en la asociación entre las
prácticas de crianza maternas y el desarrollo de los niños (asumiendo que las madres pasan más
tiempo con ellos y el rol tradicional femenino está más asociado a la maternidad), han
aumentado en los últimos años las investigaciones sobre la crianza de los padres varones con el
incremento de las prácticas parentales corresponsables (Bianchi y Milkie, 2010). A pesar de
esta creciente igualdad, los datos indican que madres y padres siguen aplicando prácticas
educativas diferentes, asociadas a los roles de género tradicionales. Así, mientras que la
educación de las mujeres tiende a promover en ellas el rol de cuidadora, de los hombres se
espera que impongan disciplina y provean al hogar (Lee et al., 2011). Diversas investigaciones
muestran que las madres son más expresivas y apoyan afectivamente más a sus hijos que los
padres, quienes son más exigentes (Kyazze et al., 2020). Además, las madres usan con más
frecuencia un estilo de crianza democrático (y en algunos casos son más permisivas), adaptando
aproximaciones más colaborativas y centradas en el niño, mientras que los padres tienden a ser
autoritarios y aplicar métodos disciplinarios más estrictos cuando interactúan con sus hijos
(Hadjicharalambous y Dimitriou, 2020; Kashahu et al., 2014; McKinney et al., 2018).

Objetivos
       Partiendo de esta revisión, el estudio tiene como objetivo describir las prácticas
parentales aplicadas por un grupo de familias españolas con hijos de edades comprendidas entre
los 2 y los 8 años durante el periodo de confinamiento provocado por la situación de pandemia

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asociada al coronavirus. El fin último es reflexionar sobre la idoneidad de las mismas,
analizando si encajan dentro de un modelo de parentalidad positiva, especialmente necesario en
un momento tan crítico en lo que respecta a la salud mental y al desarrollo socioemocional de
la infancia. Por otro lado, se pretende también analizar la influencia de determinadas variables
sociodemográficas de las familias y los niños que pueden estar relacionadas con estas prácticas
(características de los niños, como su sexo y edad; o de las familias, como la cantidad de hijos,
el nivel de estudios, la edad, el sexo o el entorno rural o urbano).

                                                             Método

Participantes
          En el estudio participaron 336 madres y padres de niños cuyas edades oscilaban entre
los 2 y los 8 años de edad. De cada familia contactada respondió al cuestionario uno de los
progenitores (la madre en la mayoría de los casos: el 87.5% de las veces). Aun cuando sólo uno
de los progenitores completó los datos sobre las prácticas de crianza familiares, se solicitó
también información sobre la pareja (cuando la había) en relación a la edad y al nivel educativo.
La media de edad del grupo de niños estudiado era de 65 meses, tratándose en el 50.3% de los
casos de niños varones y en el 49.7% de los casos de niñas. Los participantes se
autoidentificaron como población principalmente urbana (75.6%), frente a un cuarto de los
padres que se incluyeron en la etiqueta de población rural (24.4%). Además, la media de edad
de las madres de estos niños era de 38.9 años (d.t. = 4.68), frente a la media edad de 40.7 años
entre los padres (d.t. = 4.99). La composición de las familias era en la mayoría de los casos la
tradicional (madre y padre, 94.6%), seguidas de familias monoparentales maternas (3%),
madres que comparten la crianza con otro compañero que no es el padre (1.8%), y familias
compuestas por una pareja de hombres (0.6%). Por su parte, el nivel educativo de madres y
padres fue bastante heterogéneo, pudiendo observarse los datos de esta variable en la Tabla 1.

          Respecto al número de hijos, un 31.8% de los participantes tenían familias con un único
descendiente, mientras que el 55.7% de ellas tenía dos hijos. El resto de las familias (12.5%)
tenían 3 hijos o más. La media de hijos para las familias participantes alcanzó un valor de 1.85
(d.t. = 0.81). Respecto al lugar que ocupaban los niños en relación al resto de los hermanos
(cuando no se trataba de hijos únicos), el 50.2% de los niños sobre los que respondieron las
preguntas los progenitores eran los hermanos mayores; en el 44.5% de los casos se trataba de
los hermanos pequeños, mientras que ocupaban un lugar intermedio en el orden de nacimiento

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el 5.2%. Finalmente, los niños sobre los que se han realizado las preguntas relacionadas con la
crianza se ubicaban en tres grupos de edad, con la siguiente distribución de frecuencias: 2-3
años (25.6%), 45 años (34.2%) y 6-8 años (40.2%). La medida de edad de todo el grupo de
niños alcanzó un valor de 4.96 años (d.t. = 1.86).

Tabla 1. Nivel educativo de las madres y los padres participantes

                                                               Madres                      Padres
            Nivel de estudios alcanzado                       n       %                  n       %
            Enseñanza primaria                               27      8.1                52      16.2
            Enseñanza secundaria                             57     17.1                73      22.7
            Bachillerato                                     32      9.6                46      14.3
            Diplomado/licenciado                            144     43.2               106      33.0
            Máster                                           50     15.0                22       6.9
            Doctorado                                        23      6.9                22       6.9

Instrumentos
       La recogida de datos se realizó a través del cuestionario “The Parenting Pentagon
Model” (Karabanov et al., 2020; Sagi, 2020; Sagi y Aram, 2019), elaborado por un equipo de
investigación de la universidad de Israel para valorar las prácticas de crianza ideales de padres
y madres, partiendo de un modelo diseñado desde la práctica clínica y orientadora con familias.
El cuestionario recopila información sobre cinco principios de crianza que deben desarrollar los
progenitores como parte de su rol parental. El primero de ellos hace referencia a la
Colaboración: apoyo mutuo entre los dos cuidadores, así como entre los padres y las figuras
educativas con las que se relaciona el niño en diversos contextos. Se considera también el
Liderazgo humanista como principio de crianza, que ocurre cuando los padres transmiten
valores y normas de conducta como la igualdad o la dignidad humana, aplicándolos con
determinación, consistencia, perseverancia y sirviendo de ejemplo ellos mismos. Por su parte,
el principio de Amor incondicional se corresponde con la necesidad humana de ser amados y
sentirnos importantes para los demás. El amor paterno debe proporcionarse de modo
consistente, a través de la empatía y el cuidado, sin depender del cumplimiento de las
expectativas de los padres. En el caso de la Independencia, implica acompañar a los hijos en la
progresiva separación física y socioemocional de sus padres, para que desarrollen un
sentimiento de identidad propio y establezcan relaciones significativas con los iguales.
Finalmente, el principio relacionado con las Normas destaca la importancia del establecimiento

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de normas y límites claros y consistentes que ayuden a desarrollar, en un contexto familiar
seguro, habilidades emocionales como la tolerancia a la frustración.

          El cuestionario está compuesto por 52 ítems, respondidos a través de una escala tipo
Likert de 6 puntos (1-6), indicando la frecuencia con la que cada una de las frases se aplica a la
crianza. La introducción a los ítems incluía esta información: Las siguientes frases se
relacionan con tu comportamiento como padre/madre, con tu pareja, respecto a la crianza de
tus hijos/as, desde que comenzó el estado de alarma. No tienen que ver con pensamientos o
aspiraciones. Por favor, responde cómo te comportas en cada una de ellas con la mayor
honestidad posible. Las propiedades psicométricas del cuestionario obtenidas con los datos
recogidos en este estudio indican que se trata de un instrumento con una fiabilidad adecuada (α
= .82), siendo los principios con una fiabilidad más alta los de Amor incondicional (α = .791) y
Colaboración (α = .779), alcanzando valores algo más bajos los otros: Independencia (α =.754),
Normas (α =.746) y Liderazgo (α =.641).

Procedimiento
          Se solicitó la colaboración de las familias a través de un mensaje enviado a personas
conocidas de las investigadoras a través de la aplicación WhatsApp que cumplieran los criterios
de inclusión empleados (residir en España y tener un hijo/a con edades comprendidas entre los
2 y los 8 años en el momento de la recogida de datos). Por tanto, se empleó la técnica de
muestreo no probabilístico llamada “bola de nieve”, consistente en identificar participantes
potenciales, solicitando a los individuos seleccionados que recluten a nuevos participantes entre
sus conocidos. El mensaje fue enviado el día 23 de abril de 2020, cuando en España llevaban
cerradas las escuelas más de un mes, momento en el que los niños tenían todavía prohibido salir
de casa por la situación de confinamiento. Las familias respondieron al cuestionario hasta el día
27 de ese mismo mes, momento en el que se permitió de modo progresivo a los niños salir de
casa. A través del cuestionario, realizado en un Cuestionario de Google creado por las autoras,
que incluía todos los ítems del estudio, se recopilaron los datos sociodemográficos relacionados
con características de los propios niños y sus familias, así como las respuestas al cuestionario
del Parenting Pentagon Model. Antes de comenzar a responder, las familias leían una breve
descripción del estudio, en el que se garantizaba la anonimidad de los datos (no se recogían
datos identificativos de ningún participante más que los sociodemográficos generales),
proporcionando además su consentimiento informado para que las respuestas pasaran a formar
parte de la investigación en curso.

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Análisis de datos
       Los datos fueron codificados y analizados empleando el software IBM SPSS Statistics
25.0, obteniendo estadísticos descriptivos para las variables objeto de estudio y las variables
sociodemográficas incluidas en la investigación. Además, se aplicaron diferentes pruebas para
realizar comparaciones entre grupos respecto a las medias obtenidas en cada principio de
crianza (T de Student y Análisis de Varianza). Finalmente, se llevaron a cabo distintos análisis
correlacionales para conocer la relación entre los principios de parentalidad y las variables
sociodemográficas.

                                                   Resultados

        La tabla 2 muestra los estadísticos descriptivos correspondientes a las puntuaciones
obtenidas por los participantes en cada uno de los cinco principios de parentalidad que
componen el pentágono del modelo de crianza. Todos los principios alcanzan valores medios
relativamente elevados (cercanos al 5 o superiores), lo que indica que según la opinión de las
familias sus prácticas de crianza durante el periodo de confinamiento se acercan
mayoritariamente a lo indicado en este modelo de parentalidad. No obstante, las prácticas de
crianza más comunes entre las familias analizadas son aquellas relacionadas con el Amor
incondicional, así como el fomento de la Independencia y el establecimiento de Normas.

       Un análisis posterior de diferencia de medias entre las puntuaciones obtenidas en los
cinco principios del pentágono (prueba T para muestras relacionadas) indica que efectivamente
el principio de Amor incondicional difiere significativamente de todos los demás en el valor
alcanzado como media en el grupo, siendo este principio el que obtiene una media más elevada
[t(328) = 16.64; t(335) = 22.847; t(335) = 14.264; t(335) = 14.007; para las comparaciones entre
los principios 3-1, 3-2, 3-4 y 3-5 respectivamente; en todos los casos p = .00]. Por su parte, el
principio de Colaboración difiere también del resto de medias, en este caso siendo este el que
alcanza un valor más bajo de todos los componentes del pentágono [t(328) = 2.795; t(328) = -
16.643; t(328) = -4.58; t(328) = -3.91; para las comparaciones entre los principios 1-2, 1-3, 1-4
y 1-5 respectivamente, en todos los casos p ≥ .01].

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Tabla 2. Estadísticos descriptivos de los principios de crianza

                           Principios (rango 1-6)                          Media            Desv. Típ.
                           1. Colaboración                                 4.86               0.58
                           2. Liderazgo humanista                          4.95               0.37
                           3. Amor incondicional                           5.41               0.36
                           4. Independencia                                5.02               0.46
                           5. Normas                                       4.99               0.48

          Se realizó además un análisis complementario para estudiar la existencia de posibles
diferencias en los cinco principios de crianza relacionadas con las variables sociodemográficas
recopiladas. Respecto a características de los niños que pudieran estar relacionadas con las
prácticas parentales aplicadas durante la pandemia, los análisis estadísticos muestran que las
pautas de crianza no difieren significativamente en ninguno de los principios cuando el hijo es
un niño o si se trata de una niña. Únicamente una de las puntuaciones parece alcanzar valores
cercanos a la significatividad en la prueba T de Student (t(332.717) = -1.745; p = .082),
observándose prácticas de crianza ligeramente más orientadas hacia la Independencia en el caso
de las niñas (M = 5.07) que cuando el hijo es un varón (M = 4.98).

          Respecto a la edad de los hijos, la figura 1 recoge de modo resumido las variaciones
observadas en los cinco principios de parentalidad incluidos en el modelo del pentágono para
cada uno de los tres grupos de edad analizados. El ANOVA muestra que en dos de los principios
se han producido diferencias significativas entre las puntuaciones medias alcanzadas por cada
grupo de edad. Concretamente, aumentan de modo significativo con la edad de los niños las
prácticas educativas encaminadas a proporcionar Independencia [F(2,333) = 8.169, p = .00] y
también el uso y establecimiento de Normas [F(2,333) = 5.883, p ≤ 0.01]. Estas tendencias
generales se ven corroboradas cuando se recurre al análisis de correlación de Pearson entre las
puntuaciones obtenidas en los cinco principios de parentalidad y la edad de los niños
(considerada en meses). Así, se obtuvieron relaciones positivas y significativas entre la edad y
la Independencia (r = 0.222, p = .00), y la edad y las Normas (r = 0.180, p = .001).

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Figura 1. Medias de las puntuaciones en principios de parentalidad, en relación con la edad

       Respecto al número de hijos en la familia, se observan relaciones significativas entre
dos de los tres principios de parentalidad y esta variable: a mayor número de hijos en la familia,
menos puntúan sus padres en la variable Amor incondicional (r = -.250, p = .00), y más parecen
promover la Independencia de sus descendientes (r = .174, p = .001). Por otro lado, la variable
“orden de nacimiento” de los niños no parece afectar a los resultados en los principios de
parentalidad. Por su parte, las características de los padres que respondieron al cuestionario
aportan también resultados interesantes relacionados con algunos de los principios de
parentalidad. En primer lugar, existieron diferencias en los principios de parentalidad aplicados
por las madres y los padres, pero sólo en lo que respecta al principio de Independencia, siendo
las madres las que puntuaron significativamente más alto que los padres (M madres = 5.04; M
padres = 4.86) [t(51.453) = 2.231, p ≤ .05].

       En otra línea, el hecho de habitar un medio rural o uno urbano no parece afectar
significativamente a ninguno de los principios analizados respecto a la crianza durante el
confinamiento. En lo que se refiere a la edad de los progenitores, la edad de la madre
correlaciona negativamente con el principio de Amor incondicional (r = -.143, p ≤ 0.01), y
positivamente con el de Independencia (r = -.143, p ≤ 0.01). Por su parte, la edad de los padres
sólo correlaciona negativamente con el principio de Amor incondicional, aunque en este caso
la correlación de Pearson sólo alcanza valores cercanos a la significatividad. Finalmente, en
cuanto a los niveles educativos de los progenitores, los análisis de correlación de Spearman
muestran que parecen estar relacionados en el caso de las madres en la siguiente dirección:

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cuanto mayor es su nivel educativo, menos puntúan en el principio de Liderazgo humanista (r
= -.122, p ≤ 0.05), y menos Normas aplican en su crianza (r = -.163, p ≤ 0.01). Además, otro
principio obtuvo un valor cercano a la significatividad en lo que respecta a su relación con el
nivel educativo de las madres, de nuevo siendo la relación negativa: Amor incondicional (r = -
.105, p = .056). Por parte de los padres varones, cuanto más nivel educativo han alcanzado,
menos parecen centrar su crianza durante el confinamiento en el establecimiento de Normas (r
= -.126, p < .05).

                                                Discusión y Conclusiones

          El presente estudio analiza las prácticas parentales desarrolladas por las familias durante
el periodo de confinamiento vivido en España en la primavera de 2020. La situación de
excepcionalidad ha supuesto un cambio en las costumbres y rutinas de todos sus miembros, que
han visto cómo los niños dejaban de acudir al colegio y de realizar sus actividades de ocio
habituales para estar el día entero en el hogar, sin posibilidad de salir a la calle, ir al colegio o
relacionarse con otros niños. Precisamente por esta situación, es imprescindible conocer cuáles
han sido las prácticas parentales que han aplicado estos padres, con el objetivo de promover
aquellas que sean más positivas (De Avila et al., 2020; Prime et al., 2020), trabajando con las
familias desde un enfoque colaborativo para mitigar el efecto pernicioso que esta pandemia
mundial pueda estar teniendo en el bienestar infantil (Berasategi Sancho, 2020).

          Los resultados obtenidos al analizar las cinco dimensiones consideradas en el
cuestionario sobre parentalidad muestran que los padres y madres participantes dan gran
importancia al amor incondicional por encima de otros aspectos de la crianza, aunque en todos
los principios obtienen puntuaciones elevadas, lo que podría indicar que la percepción que
tienen sobre su forma de criar durante el confinamiento es bastante positiva, cercana a lo
recomendado por los expertos. Estos resultados son coherentes con estudios previos realizados
con el mismo instrumento, tanto en situaciones de crianza normalizada (Sagi, 2020), como
durante el periodo de confinamiento (Karabanov et al., 2020). Cuando se pregunta a los
participantes sobre cómo han interactuado con sus hijos mientras han estado confinados, los
padres españoles se identifican especialmente como proveedores de amor incondicional, lo que
se traduce en cariño, atenciones y transmisión de seguridad personal a los niños. De esta manera,
los niños españoles, que sin duda estarían pasando por una situación complicada a nivel
emocional como indican los trabajos previos realizados en múltiples países (Ammar et al., 2020;
Berasategi Sancho, 2020; Brown et al., 2020; Dutta y Bandyopadhyay, 2020), han recibido por

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parte de sus figuras de apego una atención cercana al modelo de crianza positiva expuesto
previamente (Gaxiola Romero et al., 2017; Rönkä et al., 2017), lo que sin duda les permitirá
crecer en confianza y sabiendo que sus progenitores van a atender sus necesidades. Durante la
pandemia, el amor incondicional ha jugado un papel fundamental para brindar a los niños apoyo
y seguridad ante las dramáticas situaciones que nuestra sociedad ha vivido día a día.

       Además de este aspecto afectivo, los padres se han percibido a sí mismos como fuente
de normas y promotores de independencia, aspectos que también se pueden encuadrar dentro
de las pautas de crianza positivas pues promueven desarrollos armónicos y autosuficientes en
los niños (Rodrigo et al., 2015; Sunarty y Dirawan, 2015). Puesto que, como se ha descrito
previamente, las prácticas positivas de parentalidad tienen un efecto beneficioso en los niños a
largo plazo en múltiples niveles (Boeldt et al., 2012; Sunarty y Dirawan, 2015; Woodward et
al., 2018), es de esperar que en este caso extremo de estrés y situación de confinamiento las
prácticas realizadas por las familias hayan mitigado y servido de factor de protección a la hora
de aplacar las consecuencias negativas en la salud infantil. En comparación con el resto de
dimensiones, la colaboración entre los progenitores parece ser el área que debe ser más
reforzada, tal y como se ha constatado en trabajos previos (Karabanov et al., 2020). Esta se
refiere al trabajo conjunto de padres y madres en la crianza, mediante la toma de decisiones, el
apoyo mutuo y la implicación en actividades que involucran a los hijos. Establecer unas pautas
educativas conjuntas, además de realizar una inversión de tiempo equitativa por parte ambos
(siempre que las circunstancias familiares y de conciliación laboral lo permitan), revierte en el
desarrollo equilibrado y el bienestar psicológico de los menores, lo que refuerza los lazos
familiares (Bianchi y Milkie, 2010). Esta corresponsabilidad parece importante en cualquier
momento de la vida, pero más aún en la situación actual en la que las familias están sometidas
a una situación de estrés más acuciante y las madres tienden sobrecargarse respecto a las tareas
de cuidado frente a sus compañeros varones (Power, 2020).

       Aunque los datos generales plantean un panorama de crianza positivo durante el
confinamiento, como se ha visto existen algunas variables sociodemográficas que afectan a los
estilos parentales aplicados por las familias. En primer lugar, los resultados confirmaron que no
hubo diferencias significativas en las prácticas parentales durante el confinamiento en relación
al sexo de los niños, lo que concuerda con otros trabajos previos (Ren et al., 2018), aunque cabe
destacar que se promovieron ligeramente con más frecuencia prácticas parentales orientadas
hacia la independencia cuando se trataba de niñas frente a los hijos varones, en línea con otros

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trabajos que muestran rasgos de parentalidad positiva más frecuentes en la crianza de las niñas
(Boeldt et al., 2012; Woodward et al., 2018). Puesto que esta dimensión se refiere a la progresiva
capacidad de los menores para gestionar sus propias tareas, responsabilidades y relaciones con
los demás, quizás los padres percibieron a sus hijas como más maduras (física y
socioemocionalmente) y por lo tanto con más posibilidad de independencia.

          Por otro lado, los resultados indican que los principios de crianza se mantuvieron
relativamente estables en las edades analizadas, en línea con otros trabajos previos que hablan
de una estabilidad en los estilos parentales a lo largo de la infancia (Akcinar y Shaw, 2018). No
obstante, sí se observaron leves cambios en dos de los principios, aumentando ligeramente
según incrementaba la edad de los hijos la independencia y el establecimiento de normas por
parte de sus padres, lo que sin duda supone una adaptación a las demandas crecientes de los
niños y al incremento en sus capacidades cognitivas y de autorregulación (Williams et al.,
2012).

          En otro orden de cosas, se pudo comprobar que el número de hijos que había en la
familia era un factor que afectaba significativa pero levemente a las prácticas de parentalidad:
cuanto más numerosa es la familia, menos amor sienten los padres que proporcionan a sus hijos
y más independencia promueven, en línea con hallazgos similares de otros trabajos previos
(Alidosti et al., 2016; Fox et al., 1995; Hadjicharalambous y Dimitriou, 2020). En líneas
generales, se comprobó también que las madres tenían más tendencia a favorecer la
independencia de sus hijos que los padres, y a mostrar mayor amor incondicional como parte
de su crianza que ellos, tal y como muestran otros estudios que corroboran más apoyo afectivo,
colaboración y atención a las necesidades del niño entre las madres, frente a estilos más
autoritarios y disciplinarios entre los padres (Hadjicharalambous y Dimitriou, 2020; Kashahu
et al., 2014; Kyazze et al., 2020; McKinney et al., 2018). Sin embargo, según incrementaba la
edad de ambos progenitores, la tendencia a proporcionar amor incondicional se veía ligeramente
reducida, observándose también mayores niveles de independencia en la crianza por parte de
las madres mayores (pero no de los padres de más edad).

          Además, tanto madres como padres con estudios superiores fueron menos dados a
establecer normas de crianza y a favorecer un liderazgo humanista, basado en la transmisión de
valores y en ser modelos de conducta para sus hijos. Puesto que estudios previos indican que el
mayor nivel educativo de las familias implica un desarrollo y unas prácticas educativas más
positivas (Kashahu et al., 2014; Woodward et al., 2018), los datos obtenidos en este trabajo

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Susana Valverde Montesino, Margarita Carmen Martín Martín, Irene Solbes Canales

contradicen estos hallazgos, tal y como también ocurre en otras investigaciones (Ren et al.,
2018). En cualquier caso, hay que destacar en este punto que los valores de las correlaciones
entre los componentes de los principios de crianza y los niveles educativos eran bajos, y sólo
significativos en 2 principios (para las madres) y uno (para los padres). Finalmente, conviene
destacar que no existieron pautas de crianza aplicadas durante el confinamiento diferenciadas
entre las familias de entornos rurales y las de entornos urbanos.

       Como conclusión final, esta investigación muestra que las prácticas parentales aplicadas
durante el confinamiento, según las familias, han sido adecuadas (y muy acordes a un modelo
de parentalidad positiva, que predice un desarrollo óptimo y equilibrado), aún en una situación
de estrés e incertidumbre como la que hemos vivido a nivel mundial. El hecho de que se hayan
podido alcanzar estos niveles de éxito en las labores paternas permite esperar que estas prácticas
habrán mitigado, al menos en parte, los efectos perniciosos que el confinamiento y la situación
sanitaria actual está teniendo en la salud mental de la población mundial (Brooks et al., 2020;
Brown et al., 2020; Chung et al., 2020). Debemos hacer hincapié en la importancia de la familia
como espacio de confianza, seguridad y crecimiento personal de todos los miembros que la
componen, en situaciones de bonanza, pero también de crisis e incertidumbre (Ammar et al.,
2020; Berasategi Sancho, 2020), cuando parecen más necesarias que nunca considerando que
los padres han sido casi los únicos adultos con los que estos niños han tenido contacto durante
las semanas de confinamiento. La atención, el cariño y la comunicación son fundamentales para
el desarrollo psicosocial de los menores, que deben tener confianza en que sus padres van a dar
respuesta a sus miedos, angustias y preocupaciones, especialmente en situaciones de gravísima
excepcionalidad como las vividas durante la pandemia. Las autoridades sanitarias y educativas
deben profundizar en el conocimiento de estas prácticas familiares, para poder detectar, valorar
e intervenir (incluso desde la prevención) en casos en los que las pautas familiares de crianza
no hayan podido desarrollarse en esta línea, promoviendo formación y ayuda que permita a
todas las familias hacerse cargo de su labor educativa primaria en condiciones óptimas y con
todos los apoyos que requieran.

       Partiendo de estas conclusiones, este estudio presenta algunas limitaciones que deben
ser tenidas en cuenta a la hora de valorar la generalización de los resultados. En primer lugar,
los participantes pertenecían a una muestra de tipo incidental, que no es representativa de la
población española en lo que respecta a la edad de los padres, la distribución entre zonas rurales
y urbanas, el origen étnico, el nivel de estudios o la ubicación geográfica. Para profundizar en

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