Sevilla Vallejo, Santiago, Cómo escribir ficciones según Gonzalo Torrente Ballester, Saarbrücken, Editorial Académica Española, 2017, 400 páginas
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Sevilla Vallejo, Santiago, Cómo escribir ficciones según Gonzalo Torrente Ballester, Saarbrücken, Editorial Académica Española, 2017, 400 páginas Sabemos que Gonzalo Torrente Ballester fue no solo un buen lector del Quijote sino también un estudioso de este libro, al que dedicó, en el año 1974, un brillante ensayo, El Quijote como juego, que analiza esta obra desde su admiración por Miguel de Cervantes. También Santiago Sevilla Vallejo escribe desde su admiración por el autor gallego, Cómo escribir ficciones según Gonzalo Torrente Ballester. Juego y Literatura, las voces narrativas y las esferas de la realidad, en el que resuena el eco de la obra cervantina y el autor establece cierto paralelismo entre la construcción del Quijote y las novelas de Torrente Ballester, por lo que tienen en común de mitificación y desmitificación de la realidad y una parecida utilización de la parodia, tal y como la caracteriza Santiago Sevilla y que, a diferencia de la sátira, constituyen textos autónomos. Pero hay otro aspecto de este ensayo que merece la pena ser señalado: el poder que el autor confiere a la palabra, que crea el mundo, da voz a los personajes y mezcla, según los casos, las distintas esferas en la obra de Torrente Ballester. Sevilla Vallejo divide su libro en tres partes, de tres capítulos cada una de ellas, en las cuales indaga en las distintas facetas del novelista gallego. Trata, en la primera parte, los aspectos teóricos y metodológicos y, a partir de ahí, la centralidad de la obra se concreta en las dos partes que llevan por título «Voces» y «Esferas de la realidad» y están dedicadas, respectivamente, a los actantes que intervienen en las novelas seleccionadas, con la exposición de Santiago Sevilla Vallejo de los planteamientos metaliterarios de Torrente, las voces del narrador de las novelas [Dialogía, 15, 2021, 249-255] Recibido: 01/09/2021 Aprobado: 04/11/2021
Reseñas 250 y de sus personajes y los conceptos de realidad y ficción, la ficción y la historia o la reconstrucción de la historia por medio de la literatura. El estudio de Santiago Sevilla incluye una selección de novelas de Torrente Ballester: Don Juan (1963), La saga/fuga de J.B. (1972), Fragmentos de Apocalipsis (1977), La Isla de los Jacintos Cortados (1980), Dafne y ensueños (1982), La Princesa Durmiente va a la escuela (1983) y Yo no soy yo, evidentemente (1987), en cuyo análisis profundiza y expone los aspectos teóricos que estamos señalando. Pero, antes de seguir, quizás podríamos responder a algunos interrogantes; preguntarnos, por ejemplo, por qué Torrente Ballester piensa que el Quijote es un juego y por qué Santiago Sevilla asocia juego y literatura en las novelas de Torrente Ballester o también, qué quiere expresar un autor cuando escribe una novela. Al segundo interrogante podríamos responder con muchos lugares comunes en la Literatura; por ejemplo, que la novela realista nace por oposición al Romanticismo para hacer del texto una imagen de la vida, como diría Benito Pérez Galdós y contó magistralmente en su obra, aunque también él recurrió a lo real-maravilloso, a un mundo de fantasía en El caballero encantado, en 1909. Pero es que además el espejo que refleja la realidad puede ser un espejo cóncavo, convexo, pequeño, situado en un ángulo u otro, y puede mostrar una realidad deformada, como bien sabía Valle-Inclán. Por lo tanto, la realidad literaria es siempre una realidad ficcionada, aunque esté extraída del mundo circundante, incluida la propia experiencia del autor. Esa realidad ficcionada es, a fin de cuentas, una realidad que el lector entiende como tal y para Torrente Ballester, como señala Santiago Sevilla, es todo lo que el ser humano experimenta o puede imaginar, conforme a unas reglas que el lector percibe como equivalentes a las que él experimenta, mientras que fantasía es el proceso por el que un autor transgrede las reglas para dar lugar a una ficción. Podemos comentar también la opinión de Bertolt Brecht, por ejemplo, cuando dice que el arte no es un espejo para reflejar la [Dialogía, 15, 2021, 249-255]
Reseñas 251 realidad, sino un martillo para darle forma o la de Ernesto Sábato, cuando dice que la Literatura no es un pasatiempo ni una evasión, sino una forma —quizás la más completa y profunda— de examinar la condición humana, ambos en la línea del compromiso político-literario: una novela plantea unas contradicciones históricas, una tesis, un mensaje que actúa sobre las conciencias hacia un determinado objetivo; es una forma de escribir que, para algunos, es un discurso ideológico, pero digamos enseguida que todo discurso -literario o no- contiene ideología y que, por lo tanto, la novela que se presenta como inocente, en el sentido de desplazar las contradicciones históricas y plantar una lectura de la realidad sin conflicto y centrada en los aspectos intimistas e individualistas, es una opción ideológica, como muy bien explica David Becerra Mayor en su ensayo La novela de la no-ideología. Introducción a la producción literaria del capitalismo avanzado en España. Gonzalo Torrente Ballester también ofrece su punto de vista en el prólogo de su libro Fragmentos de Apocalipsis y dice que la Literatura es un testimonio de una realidad, y Sevilla Vallejo explica perfectamente en su libro lo que esto significa. Volvamos al Quijote, a un texto de Juan Carlos Rodríguez en el que dice que, a partir de Cervantes, «cualquier novelista ha seguido siempre el mismo procedimiento: ha pretendido crear un mundo a partir de su propia concepción del mundo». Según Juan Carlos Rodríguez, Cervantes tiene en cuenta la memoria del pasado -fundamental en el siglo XVII- y cuenta una historia de entretenimiento para que la gente se divierta, en el que mezcla los libros de caballerías y las vidas cotidianas que ya se conocen por la novela picaresca y, al mismo tiempo, la historia que cuenta la sitúa no en un pasado legendario, sino «no hace mucho tiempo», lo que la hace creíble. Pero lo que está contando Cervantes es la transición a la Modernidad, el cambio que experimenta el hidalgo pobre convertido en individuo libre y así lo expresa Juan Carlos Rodríguez: «Don Quijote se encuentra [Dialogía, 15, 2021, 249-255]
Reseñas 252 con la libertad y la asume como nadie. Decide elegir su propia vida». Los lectores del Quijote se prestan a ese juego de creer loco al protagonista, de reír las hazañas del caballero estrafalario y del singular escudero, de escuchar las distintas historias que el autor va intercalando en el texto, pero, al mismo tiempo, ven la evolución de Don Quijote hacia la asunción de su libertad, porque como él mismo dice en el capítulo LVIII de la Segunda Parte: «la libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres». Por su parte, Torrente Ballester empieza a escribir sus novelas partiendo de situaciones reales, de personajes que evolucionan tratando de resolver sus contradicciones en unas coordenadas de espacio y tiempo, pero, según Santiago Sevilla, su evolución como autor va en el sentido de descubrir que la novela puede indagar en los seres humanos a través de la fantasía. En el prólogo a su novela Don Juan, publicada en 1.963, Torrente Ballester expresaba una libre inclinación tanto al realismo como a la fantasía con estas palabras: «el predominio de una de esas vertientes en el acto de escribir depende exclusivamente de causas ajenas a mi voluntad. Y aunque lo bonito sería valerse de ambas y hacer síntesis de sus contradicciones, es el caso que tal genialidad no me fue dada, y unas veces me siento realista, y otras no». Lo que parece fuera de duda es que el autor es consciente del mundo en el que vive; piensa que los seres humanos están condicionados por unas estructuras de poder y, precisamente por eso, siente la necesidad de crear otro mundo, de utilizar su imaginación para enriquecer la vida de los seres humanos. Explica que ni la tragedia ni la comedia se dan en estado puro, pero que en las personas hay grandezas y miserias y, ante las imperfecciones y las injusticias, él opta no por criticarlas con [Dialogía, 15, 2021, 249-255]
Reseñas 253 dureza ni por aceptarlas, sino que las mira irónicamente (¿quizás también con un punto de piedad?) y eso le permite profundizar en la realidad y buscar su verdadera naturaleza. En la Literatura - y en todos los aspectos de la vida- decir las cosas un poco en broma, con ingenio, ha aportado cuotas de libertad sobre todo en momentos difíciles, y de esas bromas se han extraído grandes verdades. En esa búsqueda de la verdadera naturaleza, Torrente Ballester se emplea a fondo en su tarea de desmitificación de supuestas realidades legendarias y permanentes, de héroes y antihéroes controvertidos, de espacios que de pronto dejan de ser lo que eran o adquieren una nueva identidad. Para ello, el humor y la fantasía son elementos imprescindibles, porque le permiten crear esferas desde las que mirar el mundo con otra perspectiva, pero con toda la seriedad necesaria en esa mirada. En palabras de Sevilla Vallejo, «el ser humano puede quedar atrapado en un mundo asfixiante, que cree el único posible, pero, si sabe ejercer su imaginación, si sabe percibir con humor, se libera» (2017: 17). Imaginación y humor son dos ingredientes del universo de Torrente Ballester que Santiago Sevilla entiende a la perfección. Pero hay otros elementos a los que hemos hecho alusión y que debemos señalar de nuevo: el proceso desmitificador al que Torrente Ballester somete a personajes de amplia tradición como es el caso de don Juan, el protagonista de una de sus novelas preferidas. Según Santiago Sevilla, don Juan sufre un proceso de degradación, especialmente en aquello que le hizo un mito. En la tradición literaria, se caracteriza por su capacidad de seducción; en cambio, en la obra de Torrente Ballester, es impotente. Solo tiene la palabra y su encanto para rendir a las mujeres, pero no puede consumar su deseo. Pero también la desmitificación llega a la forma de novelar, mostrando el artificio que supone construir un texto. En toda la obra de Torrente Ballester es fundamental el sentido que le da a la palabra «juego» que aparece en el título de [Dialogía, 15, 2021, 249-255]
Reseñas 254 su ensayo sobre el Quijote y en el de Sevilla Vallejo sobre el autor gallego. Jugar es vivir algo que no es real, sabiendo que es una ficción; vivir otra vida, inventar otro mundo, otras relaciones; desmontar verdades que parecen inamovibles y poner en pie sueños y deseos que parecen inalcanzables y que el poder de la palabra hace que se manifiesten como reales. La forma en la que el autor convierte al lector en cómplice de la obra es una de las características más importantes de Torrente Ballester, magníficamente estudiada por Santiago Sevilla. La novela sale de las manos de un autor en busca de lectores y no está completa hasta que el texto que, por otra parte, contiene la ambigüedad necesaria, es interpretado; el lector, de ese modo, entiende que él también forma parte del juego. Sevilla Vallejo lo explica con estas palabras: «Todo texto literario es fruto de la cooperación entre autor y lector. El autor tiene una intuición, un mensaje que transmitir, a partir del cual despliega un discurso con diversos niveles. El lector a su vez recibe todos los elementos dispuestos por el autor para interpretarlos de acuerdo a un significado unitario. En esta situación comunicativa, el texto literario, como los espejos, multiplica el número de los hombres. Como se ha visto, la persona del autor se divide en autor explícito e implícito; y la del lector en lector explícito e implícito. La Literatura implica el desdoblamiento ficcional de las personas que intervienen en él» (2017: 257). Por último, la palabra que sirve, como venimos diciendo, para crear el mundo -otro mundo, otro universo-, real en su ficción, porque la ficción es una de las esferas que conforman la vida de los seres humanos. La palabra, ya en el Génesis, es el principio de todo y, según Santiago Sevilla, tiene el poder de desarrollar la propia identidad, de narrar la realidad, de repartir el poder y de cuestionar lo que existe; es un diálogo entre los distintos narradores que de nuevo nos recuerda el Quijote y muestra ante el lector el artificio de crear una ficción, lo que al mismo tiempo, desmitifica el proceso de creación al repartir ese poder de la [Dialogía, 15, 2021, 249-255]
Reseñas 255 palabra entre el autor, los narradores y los personajes. La palabra sirve también para profundizar en el interior del ser humano, para lanzarlo a la búsqueda del amor, de la belleza, de la plenitud. No nos imaginamos la vida sin palabras que son comunicación, pero también conocimiento y construcción de la realidad, pero el lenguaje puede institucionalizarse y pervertirse y, en ese caso, las palabras no revelan el mundo, sino que lo ocultan o, en todo caso, dicen lo que el poder quiere que digan, como en el pasaje de Alicia en el libro de Lewis Carroll. Por eso, la imaginación y la fantasía de Torrente Ballester llegan también al lenguaje y dotan a sus novelas de elementos metaliterarios que, en el sentido de juego que ya hemos explicado, hacen a los lectores partícipes del proceso y cómplices del resultado. Y, por todo eso, el libro de Santiago Sevilla Vallejo es tan revelador y tan completo, tan necesario para leer y entender las novelas de Gonzalo Torrente Ballester. Isabel Segura Moreno Centro Universitario «Sagrada Familia», Adscrito a la Universidad de Jaén [Dialogía, 15, 2021, 249-255]
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