TORRENTE BALLESTER Y EL ESPECTRO DEL FASCISMO: EL CONFLICTO DE JAVIER MARINO
←
→
Transcripción del contenido de la página
Si su navegador no muestra la página correctamente, lea el contenido de la página a continuación
TORRENTE BALLESTER Y EL ESPECTRO DEL FASCISMO: EL CONFLICTO DE JAVIER MARINO Ana Gómez-Pérez LOUISIANA STATE UNIVERSITY Como bien señala el propio Torrente Ballester, Javier Marino fue una obra re- gresiva frente a su ya iniciada desmitificación histórica de la República Bara- taría} La obra es una novela fascista compleja en la que todo, desde la conducta y la moral del protagonista hasta la propia historia editorial de la novela, se ro- dea de un halo de misterio producido por la ambigüedad del límite que pisa. Este límite es la ideología fascista, y en ella se pone el pie pero siempre de una manera oblicua, pasando de una máscara a otra hasta llegar plantearse en deter- minado momento, hacia el final de la novela: «¿Soy el hombre que ha tras- fundido su sangre a su máscara, y la ha hecho realidad viva?».2 Javier Marino es, pues, la piedra de toque a la hora de estudiar por qué el espectro del fascismo ha perseguido a Torrente a lo largo de toda su obra. Javier Marino fue escrita a principios de los años cuarenta, poco después de la guerra civil. Torrente, tras terminarla, la dio a leer a un censor amigo para que le dijera si iba a pasar la censura o no. Este amigo le aconsejó seriamente que cambiara el final por ser muy poco patriótico y poco acorde con el régimen español (Javier al final se va a Argentina huyendo de la guerra civil y en busca de su propio destino). Tras cambiar el final, la publica en 1943, pero con tan mala fortuna que al poco tiempo es sacada de las librerías y prohibida su venta. Torrente, entusiasmado con su primera incursión novelística, ha mandado su no- vela a un concurso del momento, y uno de los jueces considera la novela in- moral por excesivamente lasciva.3 Es interesante la percepción que el propio Torrente tiene de Javier Marino como obra «destrozada». Así la considera al ver que no sólo ese miembro del ju- 1 Vid. Stephen y Francisca Miller, «Lo político-literario en Gonzalo Torrente Ballester: entrevista con el escritor en Salamanca el 20 de junio de 1987», Critical Studies on Gonzalo Torrente Ba- llester, ed. Janet Pérez y Stephen Miller, Boulder: Society of Spanish and Spanish American Studies, 1989, pág. 189. 2 Vid. Gonzalo Torrente Ballester, Javier Marino, Madrid: Editora Nacional, 1943, pág. 514. A partir de ahora daré la referencia de esta obra después de las citas y entre paréntesis. 3 Gonzalo Torrente Ballester, «Introducción a Javier Marino», Obra completa, Barcelona: Destino, 1977,1.1, pág. 112. 631
632 ANA GÓMEZ-PÉREZ rado, sino también la gente que conocía, invariablemente seguía criticando su obra: «fueron muchos y muchas los que me acusaron de naturalismo, de inmora- lidad y de otros pecados semejantes. Por lo general, eran críticas de la materia, no de la forma; de los detalles, no de la ideología; y no faltaron quienes la hal- laron escasamente patriótica. ¡Y para eso la había destrozado!».4 Es probable- mente la novela que más pesar le causa. En su momento por ver que ni adulte- rando el contenido conseguía la apreciación de esta obra. Y posteriormente por- que su contenido fascista ha sido motivo de ira por parte de aquellos críticos, como Iáñez Pareja, que consideran que «intelectuales como Torrente no sólo justificaban tal Estado [fascista], sino que contribuían a su construcción».5 En la introducción de 1977, Torrente hace una confesión: «Hubiera preferido no haber escrito 'Javier Marino'; de escribirlo, que su ideología estuviese más conforme con la mía actual y que, como novela, fuese un poco mejor.» Aunque no deja de tener cariño a la obra: «no me avergüenzo de haberla escrito, y en la dureza de mis juicios creo que se desliza, involuntariamente, un poco de ternura, la que se siente por el hijo feo».6 Sin embargo, algo de vergüenza le debió de producir para que, en un cotejo superficial de las dos versiones de 1943 y 1977 (edición supuestamente exacta a la primera), notemos la falta de un pasaje profundamente racista muy acorde con las ideas del momento: «estas gentes carecen de sensibilidad para lo mons- truoso: delante de mí se sentaban una jovencita rubia, deliciosa, y un caballero negro como el infierno: no se amaban más exageradamente que otras parejas, pero en su amor había algo de diabólico. Pensé que en los Estados Unidos él hubiera sido 'lynchado', y sentí una simpatía fugaz por los Estados Unidos» (Ja- vier Marino, págs. 112-13). Borrar este comentario de la reimpresión de la no- vela denota una conciencia aguda de la problemática ideológica que Torrente ha tratado continuamente de negar. Que esta breve digresión caiga bajo tacha de- muestra una vergüenza de saberse quizá descubierto en la ideología sostenida en un momento dado. La edición de Seix-Barral que sale en 1985 es incluso más evidente, aunque el autor en este caso sí anuncia cambios textuales en su prólo- go: «He peinado el único [texto] existente en varios párrafos, expresiones e in- cluso palabras sueltas que considero innecesarios; añadí una ligera manipula- ción de las últimas páginas que me permitió, creo, darle al desenlace una mayor verosimilitud».7 Las supresiones son más que simples «párrafos» en alguna oca- sión (como en la supresión del capítulo 9 de la segunda parte), y en muchos ca- sos bastante significativas: cambia «falangista» por «de los nacionales», «¡Ar- riba España!» por «¡Viva España!». Suprime trozos brutales como: «Huele mal 4 lbid.,pág. 113. 5 Eduardo Iáñez Pareja, «El fascismo literario español: Javier Marino», Letras peninsulares II (1989), pág. 326. 6 Gonzalo Torrente Ballester, «Introducción a Javier Marino», op. cit., pág. 115. 7 Gonzalo Torrente Ballester, «Nota breve», en Javier Marino, Barcelona: Seix-Barral, 1985, pág. 9.
TORRENTE BALLESTER Y EL ESPECTRO DEL FASCISMO 633 la multitud y su contacto me asquea y a ti te mancha [...] La multitud es desa- gradable y no me explico cómo hay quien se preocupe por ella» (Javier Marino, 227). Parece acertado pensar que hay mucho del Torrente de la época de la guerra civil y de la inmediata posguerra en esta novela, o al menos mucho más fascismo del que su teoría de la «novela destrozada» por culpa de las imposicio- nes de la censura deja entrever. El hecho de elegir un ambiente vivido, el París de 1936, y de recrear su atmósfera y la reacción llena de prejuicios que provoca en el provinciano Torrente, como él mismo reconoce,8 acerca a esta novela pri- meriza a la recreación novelada de su propio autor. Escribe en 1977: «Yo cono- cía... el riesgo del autobiografismo y deseaba evitarlo... Ignoraba, eso sí, que el novelista no puede actuar de otra manera, y que toda objetividad es relativa».9 El propósito que lo guiaba de manera consciente era: «situar en el centro de la narración alguien que no fuese yo [subrayado del autor], pero cuyas circunstan- cias, necesariamente, habrían de coincidir, en parte, con las mías; alguien que también necesariamente, habría de ver la realidad con mis ojos, habría de par- ticipar conmigo en experiencias idénticas o semejantes».10 Aquí la «necesidad» se asume como un término vacío de implicaciones ideológicas, y sin embargo el párrafo que acabo de transcribir es prueba de que, a pesar de su intención al es- cribir estas palabras, Javier Marino tiene del Torrente falangista de aquella época mucho más de lo que al autor le gusta normalmente reconocer. Para seguir esta reflexión sobre la reacción torrentina frente al espectro del fascismo, es fundamental cotejar al autor gallego con Ortega y Gasset, pensador a quien Torrente Ballester ha reconocido una deuda invaluable tanto en el ter- reno estético como en el filosófico. Hablando de los heterónimos, reproduccio- nes de uno mismo a través de personajes diferentes que a Torrente le ha gustado usar especialmente a partir de la trilogía fantástica (su lectura de Pessoa, reco- noce siempre con tristeza, fue tardía, en los años sesenta), el autor gallego cita invariablemente a Ortega: Leyendo a Ortega, cuando soy joven, me revela algo que yo llevo sintiendo y para lo que no he encontrado expresión formal y es que yo para ser el que soy he de renunciar a aquello que hubiera querido ser. Es decir, que vivir es elegir, es re- nunciar. De manera que tú vas dejando en tu camino una serie de cadáveres de ti mismo. De pronto me encuentro con Pessoa y veo que da solución a ese problema con la invención de los heterónimos.11 El texto de Ortega del que toma esta idea es «Pidiendo un Goethe desde dentro», en el que, según Torrente, «se habla de que conforme se va creciendo Vid. Gonzalo Torrente Ballester, «Prólogo a la obra completa», Obra completa, Barcelona: Desti- no, 1977,1.1, págs. 45-46. 9 Gonzalo Torrente Ballester, «Introducción a Javier Marino», op. cit., pág. 106. 10 Ibid., pág. 106. Las negritas son mías. " Carmen Becerra, Guardo la voz, cedo la palabra. Conversaciones con Gonzalo Torrente Balles- ter, Barcelona: Anthropos, 1990, pág. 224.
634 ANA GÓMEZ-PÉREZ se van abandonando posibilidades de ser, o sea que un niño tiene un número muy crecido de posibilidades personales, y conforme va creciendo [...] va dejan- do algunas y concretando otras determinadas».12 Efectivamente, Ortega escribe en el trabajo que da nombre al libro: «La vida es abandono del ser en dispo- nibilidad. La mera disponibilidad es lo característico de la juventud frente a la madurez. El joven, porque no es aún nada determinado, irrevocable, es posibili- dad de todo, supone que ya lo es [...] La inseguridad creciente de su existencia va eliminando posibilidades, lo va madurando».13 Todo el ensayo de Ortega es una exposición de su idea de la biografía hu- mana, cuya medida ética inscribe en el criterio de autenticidad. La vida del hombre es: «[un] drama vital: el hombre posee un amplio margen de libertad con respecto a su yo o destino. Puede negarse a realizarlo, puede ser infiel a sí mismo. Entonces su vida carece de autenticidad [...] nuestro yo es nuestra vo- cación [...] podemos ser más o menos fieles a nuestra vocación y, consecuente- mente, nuestra vida más o menos auténtica».14 Torrente caracteriza a los dife- rentes estadios de la vida como «cadáveres», palabra que nunca utiliza Ortega, y que es significativa en la interpretación torrentina de la obra del pensador español.15 No entra en la cuestión de la autenticidad/inautenticidad de la exis- tencia que es crucial en la filosofía orteguiana, y sin embargo, como se verá más adelante, el novelista gallego construye todo un discurso en defensa propia azuzado por el espectro del cadáver juvenil fascista, o sea, motivado por la con- ciencia de su inautenficidad vital a la luz de su «autenticidad» presente. Si no fuera así, el discurso de Torrente frente a su fascismo primero hubiera sido dife- rente. Javier Marino, usando su propia terminología, podría ser sin duda una de las máscaras de Torrente. Desde el principio de la obra se presenta a sí mismo como portador de una misión personal: quiere ser un hombre de acción. Javier es ul- traconsciente de su herencia nietzscheana por un lado y de las implicaciones freudianas por otro, así que plantea su resolución de superhombre como una ra- 12 Ibid., pág. 86. 13 José Ortega y Gasset, «Pidiendo un Goethe desde dentro», Obras completas, Madrid: Revista de Occidente, 1947, t. IV, pág. 416. 14 Ibid., pág. 401. 15 En otro texto, hablando del género de las memorias, Ortega considera «cadavérico» al pasado, pero sólo frente a la preñez de posibilidades del futuro: «yo siento aún un extraño asco al re- cuerdo [...] el roce con la piel de mi pasado me repugna y toda presunta gracia de la adolescen- cia y la infancia propias no ha logrado aún vencer en mí lo que tienen de cadavérico, de feneci- do. Y no creo que mi vida haya sido especialmente infeliz o impresentable ni más repugnante que la que lo haya sido menos. Cuando se está aún fuertemente proyectado hacia el futuro, nuestro pasado no hace presa en nosotros con sus deleites peculiares» (José Ortega y Gasset, «A una edición de sus obras», Obras completas, Madrid: Revista de Occidente, 1947, t. VI, pág. 344). Quizá esta idea orteguiana del pasado como cadáver frente al futuro activo (sumada a la idea de realización personal de su ensayo sobre Goethe), sea la que Torrente relacionó y reinterpretó en su concepción personal de la vida humana.
TORRENTE BALLESTER Y EL ESPECTRO DEL FASCISMO 635 cionalización extrema a través de la cual somete el subconsciente a su voluntad: «no es muy honroso comprobarse tejido de complejos inconfesables, como un hombre digno no debe tolerar la suciedad ni en su cuerpo ni en su alma, le había nacido inmediatamente el deseo de liberación:, un deseo lustral que, al reali- zarse, eliminaba poco a poco el mundo profundo e irracional, o, por lo menos, lo sometía a la voluntad» (Javier Marino, 42). Este ansia de pureza y voluntad es el contrapunto constante a la acción de la novela, en la que el personaje pro- tagonista se revela continuamente como inmaduro portador de muchas máscaras que a la larga no sabe diferenciar de su ser particular. Javier Marino desde el principio de la novela se nos presenta como un menti- roso compulsivo. Curiosamente, todas sus mentiras consisten en recrearse como fascista y ultracatólico. Al salir del tren de Madrid, se despide de su amigo con el saludo fascista, para epatar a los que están en la estación (Javier Marino, 22). Ya en el tren discute los últimos acontecimientos en España con una mu-chacha del Frente Popular, y él se hace pasar por fascista: «en la conversación se había portado con habilidad e inteligencia. Había defendido con calor ideas que no le interesaban. Cierto que la muchacha, inexperta dentro de su petulancia, no podía adivinar su falta de sinceridad» (Javier Marino, 46). A George Tefas, griego ortodoxo afín al fascismo y centro espiritual de la novela, le dice que es católico (Javier Marino, 110). A la vendedora de Le Franciste, periódico fascista fran- cés, se presenta como falangista, e inmediatamente después reflexiona sobre su manía de mentir: «Había dicho varias mentiras y ahora no se explicaba clara- mente las razones. ¿Cobardía? No era aceptable. ¿Vanidad? Era posible. La mu- chacha vendedora del semanario dijera 'falangista' con cierta admiración, y al oírle afirmar que había matado a un hombre le miraba como a un ser extraordi- nario» (Javier Marino, 121). La identificación con los nacionales va más allá de la mentira consciente. En el metro de París, ve a una muchacha española leyen- do El Heraldo de Madrid con evidente satisfacción. En determinado momento ella levanta la mirada y observa a Javier: «¿Si habrá notado que soy español y que no soy rojo?, se preguntó; y de pronto se dio cuenta de que hasta entonces había estado silbando una canción poco grata al Frente Popular» (Javier Mari- ño, 133). Su irreligiosidad tampoco explica el que «[s]in darse cuenta, inició la santiguada, y cuando quiso evitarla había concluido la salutación cristiana. Son- rió, pensando que había en su ser muchas reminiscencias sobre las que no tenía aún dominio» (Javier Marino, 466). Con estos pocos ejemplos me he limitado a mostrar brevemente que las ambigüedades del personaje, a pesar de lo que dice su autor, no dejan lugar a dudas de su simpatía por el fascismo y su ideología. Javier llega a resultarle antipático a su propio creador con el paso del tiempo: «Hoy [1977] sigue pareciéndome un imbécil, y con este calificativo intento sal- varlo en cierto modo, porque peor sería dejarlo reducido a lo que en realidad es, un farsante».16 Pero todos estos calificativos tan peyorativos no resuelven satis- 16 Gonzalo Torrente Ballester, «Introducción a Javier Marino», op. cit., pág. 110.
636 ANA GÓMEZ-PÉREZ factoriamente la ambigüedad del personaje. Todo el texto es un pretexto para el conflicto de un protagonista que no sufre ningún ataque verdaderamente de raíz en toda la novela. En la introducción de 1985, el autor comenta: «En cuanto a la inevitable 'lectura política' de la novela, pienso que un personaje de mentalidad reaccionaria, como lo es Javier Marino, tiene el mismo derecho a ser incorpo- rado a una novela que alguien que no lo sea».17 Indudablemente, esto es cierto. Pero de nuevo, sigue sin ser un argumento que explique todo el discurso en de- fensa propia que el escritor gallego ha creado a lo largo de su carrera. En una entrevista con Ángel Loureiro, a la afirmación de éste de que Javier es un personaje con muchas dudas ideológicas, Torrente responde: «Yo no creo que sea una posición ideológica, sino existencial».18 Esta negativa tajante es sólo una mínima muestra de la antipatía que Torrente siente por todo tipo de crítica literaria ideológica, fruto del encubrimiento biográfico de su fascismo primero,19 y responde a la pregunta siguiente: ¿cómo calificaríamos a uno de nuestros «cadáveres» personales, siguiendo la terminología orteguiana revisada por Torrente, en un nuevo estadio de nuestra vida? Ortega habla en el citado en- sayo sobre Goethe de la «terrible situación del hombre a quien de pronto el pa- sado, lo firme, se le vuelve problemático, se le vuelve abismo. Antes lo peligro- so parecía estar sólo delante de él, ahora lo encuentra también en su espalda y bajo sus pies».20 En la biografía personal de Torrente se forma, frente a Javier Marino, una fisura muy significativa. El salto de tigre de Torrente en su pasado no es redentor, como el que pide Walter Benjamín, pero ha conseguido (muchas veces convincentemente, si leemos a algunos de sus críticos) reinterpretar su historia y adaptarla de la manera menos dolorosa posible a su nuevo estadio vi- tal. La introducción y la edición de 1977 de Javier Marino, la nueva edición de 1985 y los numerosos comentarios que el autor ha hecho sobre esta novela, son exactamente eso, la nueva mirada de Torrente, aquella que niega u oculta un fascismo temprano llevada por el pudor de su presente. Esta nueva mirada le llevará primero a una perspicaz desmitificación histórica y, posteriormente, a la desmitificación de la novela en la metaficción de la Trilogía fantástica, un apo- calipsis literario supuestamente alejado de lo político. 17 Gonzalo Torrente Ballester, «Nota breve», op. cit., pág. 9. 18 Ángel G. Loureiro, «Entrevista c o n Torrente Ballester», Magia y seducción: La saga/fuga de J. B. y La isla de los jacintos cortados de Torrente Ballester, tesis doctoral, University of Penn- sylvania, 1985, pág. 322. 19 Vid. mi tesis doctoral: A n a Gómez-Pérez, Signos apocalípticos en la narrativa española: Galdós, Baroja, Chacely Torrente Ballester, University of Pennsylvania, 1997, págs. 233-38. 20 José Ortega y Gasset, «Pidiendo un Goethe desde dentro», op. cit., pág. 396.
También puede leer