Literatura - David Ferrer

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                                David Ferrer. IES Aranguren de Ávila. 2019.

    Literatura
    EBAU Castilla y León 2019

               INDICE DE TEMAS (2019). Castilla y León.

          1.- La poesía a principios de Siglo. Modernismo y Generación
                                  del 98. Rubén Darío y Antonio Machado.
              2.- La novela a principios de siglo. Pío Baroja y Unamuno.
1
                3.- El teatro a principios de siglo. Valle-Inclán y Federico
                                                               García Lorca.
                  4.- La poesía en el Novecentismo, las Vanguardias y la
                                Generación del 27. Juan Ramón Jiménez.
                       5.- La poesía de 1939 a 1975. Claudio Rodríguez.
                6.- La novela de 1939 a 1975. Camilo José Cela, Miguel
                                                                    Delibes.
                      7.- El teatro de 1939 a 1975. Antonio Buero Vallejo.
                       8.- La poesía desde los Novísimos a la actualidad.
                        9.- La novela desde la década de los setenta a la
                                             actualidad. Eduardo Mendoza.
                        10.- El teatro desde la década de los setenta a la
                                    actualidad. José Luis Alonso de Santos

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RECOMENDACIONES BÁSICAS o breve Manual
de   Supervivencia para la EBAU.

                         Son DIEZ temas. Muchos
                       nombres y obras. Organízate con
                       tiempo. Es un contenido abordable
                       pero debes situarte bien en cada
                        época.

       -En los escritos a mano (como                 Estos resúmenes son un
      es el caso de un examen), los                modelo. Recuerda que debes
      títulos de libros se subrayan:               ajustarte a lo que se pide en
      Campos de Castilla. Los títulos de           el título de cada tema: ir de lo
                                                   general al autor concreto que
      poemas o relatos van con                     se pide. No olvides citar
      comillas: “A un olmo viejo”. Los             obras concretas de los
      movimientos literarios van en                autores principales.
      mayúscula: el Realismo.

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                   La poesía a principios de Siglo. Modernismo y
                   Generación del 98. Rubén Darío y Antonio
                                   Machado.

             El Modernismo es un movimiento literario y artístico amplio de finales del
             XIX que debe ponerse en relación con diferentes influencias y corrientes
como el impresionismo, el simbolismo, el art noveau o el decadentismo. Frente a etapas
anteriores, como el realismo, el autor modernista se escapa de la realidad, por lo que su
obra tiene mucha relación con los autores románticos del XIX. Como decía Rubén Darío,
uno de los principales autores modernistas, “¿Quién que Es no es romántico?”

       Rubén Darío tuvo una gran relación literaria, profesional y sentimental con España.
Sin embargo, en el ámbito español, se ha hecho una distinción tajante entre escritores
modernistas y escritores de la Generación del 98 o noventayochistas. Aunque algunas
de estas diferencias son todavía válidas, la mayoría de los estudiosos reconocen ya que
no existe una separación tan radical entre ambos grupos por lo que se suele hablar de
escritores del FIN DE SIGLO. De hecho, la Generación del 98 fue un invento del novelista
Azorín, lo que propició que se mantuviera durante las décadas posteriores una división
radical entre escritores del 98 (opuestos a lo artificial, de fuerte ideología, defensores de lo
castellano) frente a los modernistas (estéticos, cosmopolitas y defensores de lo
extranjero). Pío Baroja, uno de los principales autores incluidos en la Generación del 98,
negó siempre la existencia de este grupo, aunque la etiqueta ha sido exitosa en los
manuales de literatura y las antologías. Baroja escribió ocasionalmente versos y prefirió
siempre la novela y la memoria; Miguel de Unamuno, Valle-Inclán y, fundamentalmente,
Antonio Machado fueron los autores principales de poesía en esta llamada Generación
del 98. De Unamuno, más espiritual, destaca el libro El Cristo de Velázquez; la poesía de
Valle-Inclán se ha revalorizado con el paso de los años y recoge temas marginales,
grotescos y explora rimas y métricas como en el libro La pipa de Kif.

                         Por lo que respecta al Modernismo propiamente dicho, se trata
Modernismo               de una corriente literaria que se inicia en Hispanoamérica a
                         finales del siglo XIX, siguiendo la influencia de las siguientes
tendencias y corrientes literarias europeas: el Simbolismo (con autores como Baudelaire
o Rimbaud), el Parnasianismo y el Decadentismo (con autores como Oscar Wilde). La
renovación de temas y lenguaje iniciada por los románticos así como por Baudelaire en
Las flores del mal y por los demás poetas simbolistas constituye la clave para entender
muchos de los poemas posteriores de Rubén Darío o Antonio Machado.

       Se considera al cubano José Martí como el poeta precursor del Modernismo,
especialmente en su libro Ismaelillo, aunque el autor más significativo fue Rubén Darío.
En España, junto a los grandes nombres de Antonio Machado y Juan Ramón Jiménez,
hay que destacar la obra de Villaespesa y la de Manuel Machado, un autor muy
valioso por su riqueza léxica y la incorporación de elementos folclóricos genuinamente
andaluces. Destaca su libro El mal poema. Tanto Rubén Darío como Antonio Machado y
Juan Ramón Jiménez evolucionan posteriormente desde el Modernismo hacia diferentes
etapas. Estos tres autores suponen el máximo exponente de la poesía modernista. Juan
Ramón Jiménez, que recibirá el Premio Nobel de Literatura, autor del célebre Platero y yo,
es el poeta más prolífico y complejo de la primera mitad del XX.
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                           Pueden señalarse las siguientes características generales de
características            la literatura modernista en lengua española:

- renovación del lenguaje. El poeta, cansado ya de mundo burgués y de la literatura
realista, se aleja de lo cotidiano y construye su propio mundo.
- Influencias de los nuevos movimientos literarios europeos, como el Simbolismo,
Decadentismo etc.
- En la métrica, se intentan incluir metros poco usados como el eneasílabo o el
  alejandrino. Rubén Darío, por ejemplo, escribirá sonetos en alejandrinos.

       En cuanto a los temas, el poeta hereda del romanticismo el gusto por reflejar en la
naturaleza los estados de ánimo. Sin embargo, al poeta modernista le interesa la
naturaleza artificial, los paisajes exóticos y la recreación de temas alejados y llamativos
(antigua Grecia, la Edad Media, la vida parisina...)

Rubén Darío             Rubén Darío          nació en Nicaragua en 1867 aunque su vida
                       transcurrió en diferentes países como El Salvador, España,
                       Francia o Chile. Fue en este país donde publicó su primer libro,
                       titulado Abrojos, aunque sería el siguiente título, del año 1888,
                       con el nombre de Azul... el que le daría mayor fama. Azul...
                       recopilaba una serie de poemas y de textos en prosa, y aunque
                       no tuvo un éxito inmediato, fue muy buen acogido por el influyente
                       novelista y crítico literario español Juan Valera, quien publicó en
                       1888, dos cartas dirigidas a Rubén Darío, en las cuales, aunque
                       reprochaba a Darío sus excesivas influencias francesas (su
                       "galicismo mental", según la expresión utilizada por Valera),
                       reconocía en él a "un prosista y un poeta de talento".

                            Rubén Darío alcanzó fama en el mundo literario y se dedicó al
                         periodismo. Residió por ello en Argentina donde en 1896 publicó
                         Prosas profanas y otros poemas, el libro que supuso la
consagración definitiva del Modernismo literario en español. Como el propio Rubén
explica, con el tiempo los poemas de este libro alcanzarían una gran popularidad en todos
los países de lengua española.

      En 1898, año crucial para la literatura española, Rubén Darío viaja a España. Su
llegada fue recibida con entusiasmo por parte de escritores por entonces jóvenes como
Juan Ramón Jiménez, Valle-Inclán o Unamuno. Desde ese momento, por cuestiones de
trabajo, alternó sus estancias entre París y Madrid, ciudad en la que conoció a su gran
amor, la abulense Francisca Sánchez. Su actividad literaria continuó y en 1905 publica
otro de sus grandes libros: Cantos de vida y esperanza, los cisnes y otros
poemas, editado por Juan Ramón Jiménez. También datan de 1905 algunos de sus más
conocidos poemas, como "Salutación del optimista" y "A Roosevelt", en los cuales ensalza
el carácter hispánico frente al creciente poder de Estados Unidos.

     A partir de ese momento, la vida y la obra de Rubén Darío entra en declive. Por una
parte, sus problemas sentimentales y su adicción al alcoholismo. Por otra, tantos años
después de la renovación producida por Azul, los ecos del modernismo empiezan a
apagarse y van llegando las vanguardias con sus nuevos lenguajes. En 1914 publica su
último libro, Canto a la Argentina, que incluye el poema homenaje a ese país. Su salud
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estaba ya muy deteriorada: sufría de alucinaciones, y estaba obsesionado con la idea de
la muerte. Rubén Darío muere en Nicaragua en 1916.

     La obra de Rubén Darío supone una renovación de la poesía tanto por el uso de un
nuevo lenguaje como por la búsqueda de nuevos temas, sensuales y exóticos a menudo.
En la métrica busca versos poco usados como el alejandrino, el eneasílabo o el
dodecasílabo. Le interesa la sonoridad del poema, su fuerza rítmica para lo que no duda
en utilizar un lenguaje refinado y llamativo. Siguiendo a los simbolistas franceses, es
importantísimo en su obra el uso del símbolo, la metáfora y la sinestesia.

                              Antonio Machado nació en Sevilla en 1875. Como su
Antonio Machado                hermano Manuel, se educa en el ambiente liberal y
                               progresista de la Institución Libre de Enseñanza. Su primer
                    libro aparece en 1903 con el título de Soledades aunque en 1907
                    se publica de nuevo con el título de Soledades, galerías y otros
                    poemas. Su vocabulario es muy rico, lleno de adjetivos y metáforas,
                    como era característico en los modernistas. Como temas frecuentes
                    cabe destacar la melancolía otoñal, los árboles y jardines en el
                    atardecer como símbolo de los sentimientos tristes del autor.

                           La obra de Antonio Machado está muy relacionada con su
                     propia vida. Fruto de su trabajo como maestro de francés, se traslada
                     a Soria donde conoce a la joven Leonor, con la que se casa. Sin
                     embargo, y tras un viaje a París, en el que Machado conoce la obra
                    de los principales poetas franceses, Leonor enferma y muere. Este
hecho le producirá una fuerte depresión que le obliga a cambiar de ambiente,
instalándose, por este orden, en Baeza, Segovia y por último Madrid. El segundo y gran
libro de Machado es Campos de Castilla (1912). Continúan temas como la soledad
pero el lenguaje es ya más sencillo y refleja también los lugares por donde ha vivido. Hay
poemas más largos y descriptivos, leyendas en prosa y también poemas dedicados a su
amada Leonor. El tema amoroso vuelve a aparecer de forma más optimista en Nuevas
canciones (1924), que coincide con su relación con Pilar Valderrama, a la que llamó en
sus poemas Guiomar.

       En su Cancionero apócrifo se inventa la vida y la obra de varios poetas ficticios,
como Juan de Mairena. Es una obra más filosófica. La Guerra Civil le sorprende en
Madrid. Su adhesión a la República le pone en peligro por lo que, gravemente enfermo,
huye hacia Francia donde morirá en 1939. Su muerte, en el último año de la Guerra Civil
(1939) es reflejo de la tragedia de este momento de la historia de España. Su obra
permanece como una de las más influyentes de la poesía española del siglo XX. A pesar
del tiempo transcurrido, Antonio Machado sigue enterrado en Collioure, Francia.

      La obra de Antonio Machado evoluciona desde el modernismo hacia temas más
profundos. De ahí que sea problemática su inclusión tanto en el apartado modernista
como en el de la llamada Generación del 98. Hay, sin embargo, varios temas recurrentes
en su obra. En primer lugar, los temas metafísicos sobre la temporalidad del ser humano y
la muerte. Aparece este asunto ya desde un ámbito filosófico general como en la realidad
concreta, especialmente a partir de la muerte de Leonor. Como otros autores de su
tiempo, Machado se pregunta por la existencia de Dios.

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                        La novela a principios de siglo. Pío Baroja y
                                  Miguel de Unamuno.

                                            Tras el auge y éxito de la novela naturalista y realista a
                    influencias             finales del siglo XIX, comienza una nueva etapa en la
                                            que se trata de romper con los esquemas narrativos
realistas: frente al narrador omnisciente que conoce cada una de las andanzas y sentimientos del
protagonista, avanzamos ahora hacia un narrador que nos muestra una visión fragmentada del
mundo. El personaje de la nueva novela europea de principios del siglo XX se encuentra
desamparado e importa más su psicología y su actitud ante el mundo que la descripción
minuciosa de calles o maneras de vivir. Es cierto que en Europa se están dando las condiciones
ya para una nueva novela, que culminará en obras polémicas como el Ulises de Joyce, del año
1922, o la monumental Busca del tiempo perdido de Proust. Sin embargo, estos hallazgos
tardarán décadas en influir en la narrativa española.

       Por el contrario, la novela hispana de principios de siglo sigue la fuerte influencia
del realismo de Benito Pérez Galdós (quien muere en 1920) y de los autores
pertenecientes a la Generación del 98. Tradicionalmente se consideró una separación
radical entre autores modernistas y autores de la generación, de tal manera que los
poetas se situarían en el primer grupo mientras que los novelistas estarían en el segundo.
Este corte tan tajante es rechazado hoy en día por la mayor parte de los críticos, por lo
que podemos hablar de una Generación de Fin de Siglo. Como se sabe, el propio Pío
Baroja rechazó siempre la existencia de la Generación del 98.

       Junto a los grandes novelistas, importa destacar el auge que cobra en este período
la publicación de revistas literarias. Muchos de los autores dan a conocer sus novelas
breves y relatos en estas publicaciones periódicas. Además, son numerosas las
publicaciones de textos narrativos breves en colecciones como La novela semanal, el
cuento semanal etc. Antes de llegar a Baroja y Unamuno, señalemos otros autores:

       Ángel Ganivet (fallecido en 1898) es considerado el precursor de la llamada
Generación del 98, por sus comentarios sobre la decadencia española. Su principal obra
son los Trabajos del infatigable creador Pío Cid.

                  José Martínez Ruiz, Azorín, es, además de novelista, dramaturgo y
Azorín           ensayista, uno de los teóricos de la Generación del 98, puesto que
                 fue él quien dio la primera nómina de sus integrantes. Como
novelista, a Azorín le interesa más la observación que la acción. Por eso sus novelas se
llenan de una sintaxis breve, con abundancia de adjetivos y lenguaje muy rico y arcaico.
Su técnica ha sido calificada por algunos como “impresionista”. En cualquier caso, Azorín
parte de una trilogía en la que trata de reflejar la crisis de un personaje y su hundimiento
existencial por las circunstancias externas de una España conservadora. Antonio Azorín,
personaje del que tomará su pseudónimo, es el protagonista de una trilogía que comienza
con la novela La voluntad (1902).

              Otro de los autores fundamentales de la Generación del 98, aunque con
Valle
             unas primeras influencias modernistas, es Ramón del Valle-Inclán,
             también dramaturgo y poeta. A Valle-Inclán le interesa ofrecer un lenguaje
preciosista, en un ambiente sentimental y mítico. Sus primeras obras narrativas, las
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Sonatas, subtituladas Memorias del Marqués de Bradomín, son un ejemplo de prosa
modernista. La Guerra Carlista inspira tres novelas, pero su gran obra es Tirano
Banderas (1926), que transcurre en Hispanoamérica, y denuncia el caciquismo y la
tiranía.

        De la Generación del 14 o Novecentismo destaca Gabriel Miró, con novelas
líricas como El obispo leproso. Son novelas en las que el lenguaje se llena de colores y
recursos retóricos. La progresiva enfermedad del Obispo se convierte en metáfora de la
decadencia española. En esta misma Generación, que destaca por su carácter intelectual
y su formación europea, hay que señalar a Ramón Pérez de Ayala. Su novela A.M.D.G.,
titulada con las siglas de los Jesuitas, es una crítica hacia el poder de esta institución
religiosa. Entre el Novecentismo y las Vanguardias debemos destacar la obra
inclasificable de Ramón Gómez de la Serna, el autor de las “greguerías” y de muchos
textos en prosa como El Rastro.

              Pío Baroja (1872-1957), nacido en San Sebastián, mostró desde su
Baroja          juventud un amplio interés por las más diversas cuestiones intelectuales.
                Estudió Medicina en Madrid y llegó a doctorarse con un estudio sobre el
dolor; pero ejerció poco tiempo y, decepcionado, emprenderá su actividad de escritor.
Ésta es la época de su compromiso político progresista, que lo llevó a unirse a Azorín y a
Maeztu formando el «Grupo de los Tres», de ideales anarquistas. Política y socialmente
se fue haciendo cada vez más escéptico hasta el punto de que Luis Antonio de Villena, en
un reciente libro, lo define como “un anarquista de derechas”.

                    Para Baroja la novela es un reflejo de la vida, y los personajes
                   deben mostrarse vivos, lo que determina que el estilo de Baroja sea
                   ágil, rápido, con abundante diálogo y con tendencia a la
                   espontaneidad. Baroja escribe más de sesenta novelas, que incluyen
                   22 novelas protagonizadas por Aviraneta, denominadas Memorias de
                   un hombre de acción. Para conocer su pensamiento son muy
                   interesantes los numerosos libros de memoria personal que publica y
                   especialmente los tomos titulados Desde la última vuelta del
                   camino.

        Entre 1900 y 1912 podemos situar el periodo más creativo de Baroja, que coincide
con el influjo de filósofos como Nietzsche y Kant. Sus primeras novelas reflejan ese
ambiente hostil hacia la voluntad personal que tanto interesaba a escritores como
Unamuno o Azorín. La busca (1904), incluida en la trilogía La lucha por la vida, es una
novela de aprendizaje y un recorrido por un Madrid que no ofrece oportunidades. En la
trilogía La raza destacan La ciudad de la niebla y, sobre todo, El árbol de la ciencia
(1911) que recoge muchas de los recuerdos de Baroja como médico rural. Narra la
evolución de un personaje, Andrés Hurtado desde que estudia medicina en Madrid hasta
que ejerce como médico en un pueblo, Alcolea, con sus correspondientes problemas e
inquietudes. El personaje de Iturrioz es en ambas novelas un contrapunto crítico.

      Otras grandes novelas de Baroja son Las inquietudes de Shanti Andía y El
laberinto de las sirenas, ambas dentro de la trilogía El mar. Aunque independientes, a
Baroja le gustaba agrupar algunas de esas novelas en trilogías o series, como “Las
ciudades”, donde destacan César o nada, que se desarrolla en Roma, o El mundo es

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ansí, cuya protagonista es Sacha, una joven rusa estudiante de Medicina, que termina
desencantada en España. En muchas de sus novelas Baroja recoge sus recuerdos de
vivencias vascas o de sus viajes por Italia, Francia y Londres. En 2015, muchos años
después de su muerte, se ha publicado una novela inédita de Baroja titulada Los
caprichos de la guerra y en 2018, la versión no censurada de Laura o la soledad sin
remedio. Estas reediciones demuestran que Baroja sigue siendo un maestro indiscutible y
un héroe para la legión de “barojianos” repartidos por todo el mundo. Su recuerdo
permanece gracias a la labor de sus descendientes, que aún conservan sus objetos en la
casona de Itzea en Vera de Bidasoa, donde pasaba buena parte del año.

Unamuno           Miguel de Unamuno (1864-1936) fue una figura intelectual clave en
                   su tiempo: rector de la Universidad de Salamanca, cultivó casi todos los
                   géneros. Trata en todas sus obras de reflexionar sobre el ser humano
en un tiempo de conflicto. Sus principales temas son la indagación sobre el yo, la muerte,
la realización de la persona, la existencia de Dios. La novela le sirve a Unamuno para
plantear estos temas mediante personajes en conflicto consigo mismos o con su
alrededor. Para Unamuno no importan las descripciones, sino presentar un conflicto, un
                                 nudo. La novela debe hacer pensar al lector. Unamuno
                                 fue siempre un personaje crítico, lo que le llevó a tener
                                 problemas con la política, en la que además participó
                                 activamente, ocupando puestos de concejal y diputado.
                                 Durante la dictadura de Primo de Rivera sufrió un
                                 destierro en Fuerteventura y protagonizó un famoso
                                 enfrentamiento en la Universidad de Salamanca al inicio
                                 de la Guerra Civil (1936), por lo que terminó confinado en
                                 su casa salmantina, donde murió en soledad el último día
                                 de ese año. Recientemente ha habido nuevas
                                 investigaciones sobre este famoso incidente.

       Su primera novela Paz en la guerra (1897) se desarrolla en la Guerra Carlista.
Comienza aquí el ideal unamuniano de explorar la intrahistoria. En Amor y pedagogía
describe a un matemático convencido de que con una planificación biológica se puede
conseguir un genio. La novela gira en torno a la frustración.

      En 1914 publica su gran novela Niebla, a la que él denominó, por su carácter
experimental, “nivola”. Miguel de Unamuno interviene en la novela dialogando con su
protagonista, Augusto Pérez, lo que nos llevará a reflexionar sobre temas como el autor, el
poder de Dios, la soledad...

      Otra gran novela es San Manuel Bueno, mártir, la historia de un sacerdote que
no cree pero que hace creer a los demás. Otras obras son Abel Sánchez, donde recrea
el tema de Caín y Abel, y La Tía Tula.

        La obra de Unamuno se completa además con numerosos ensayos literarios y
filosóficos, como Vida de don Quijote y Sancho, de 1905; libros de poemas como El Cristo
de Velázquez. Además, probó fortuna, sin demasiado éxito, en el teatro. Por ello, suele
hablarse de un “escritor total”, muy leído hoy en día. Sus novelas siguen planteando
preguntas interesantes al lector actual y supone una figura de primer orden en la historia
española.

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                        El teatro a principios de siglo. Valle-Inclán
                               y Federico García Lorca.

           El teatro español de finales del XIX y principios del XX desarrolla diversas
           tendencias, algunas de ellas heredadas del teatro romántico (Rivas, Zorrilla...)
que se seguirá representando con éxito en las carteleras. Debe tenerse en cuenta que el
proceso de difusión de una obra teatral es bastante más complejo que el de otros géneros
(poesía o novela) por lo que la introducción de novedades y estéticas vanguardistas y su
aceptación por el público es bastante difícil. Así se explica por ejemplo el enorme
escándalo que produjo la concesión del Premio Nobel de Literatura a José Echegaray,
autor por entonces muy conocido pero rechazado por los escritores más jóvenes. Existe
un teatro de transición del XIX al XX, muy del gusto popular, cuyo principal receptor es el
público burgués, de clase media. En este teatro dividimos tres grupos:

a) Teatro realista: se desarrolla en un marco urbano y con un carácter realista tanto en
los temas como en la escenografía. El principal autor sería Jacinto Benavente, cuya obra
más conocida es Los intereses creados (1907), donde aparecen personajes típicos de la
“comedia de títeres”.
b) Teatro en verso: es heredero del teatro romántico y recoge hechos históricos y héroes
de la España Medieval. Destacan Eduardo Marquina y el poeta modernista Francisco
Villaespesa. Puede incluirse también, dentro de una línea popularista y andaluza, la obra
La Lola se va a los puertos de Antonio y Manuel Machado.
c) Teatro cómico: Carlos Arniches es uno de los dramaturgos españoles más prolíficos.
Sus influencias son la zarzuela y los entremeses del Siglo de Oro o “sainetes”. Otras
obras son lo que algunos críticos han denominado “tragicomedias grotescas”, donde hay
simultaneidad de elementos trágicos y cómicos, en un ambiente urbano y con caracteres
típicos. Destaca La señorita de Trevélez. Otro autor es Pedro Muñoz Seca, fusilado al
principio de la Guerra Civil, que inaugura el género del astracán (una imitación burlesca
del teatro romántico). Su obra más conocida es La venganza de don Mendo.

      Antes e incluso durante del estallido de la Guerra Civil se suceden y conviven en
España tres generaciones literarias que, en mayor o menor medida, también poseen una
importante obra dramática: la denominada Generación del 98, la Generación de 1914 o
Novecentismo y la Generación del 27.

                     Como se sabe, la denominación de Generación del 98 sigue
Teatro de la        resultando polémica, especialmente por la pretendida oposición al
Generación          Modernismo. En el aspecto que ahora nos ocupa, el teatro, destaca la
del 98              obra de Valle Inclán, aunque otros autores de esta Generación o
                    cercanos a ella también cultivaron el género, como son los casos de
                    Miguel de Unamuno, Azorín o los hermanos Machado, antes citados.
Para Miguel de Unamuno, que escribió novela, poesía, ensayo y teatro, este género era
un medio fundamental para la reflexión crítica de los problemas vitales. Quizá este
carácter intelectual de su obra fue la causa de que en realidad el teatro de Unamuno no
triunfara. Unamuno busca la desnudez escénica, una economía de la palabra, reducción
de los personajes al mínimo y esquematismo de la acción. Sus obras principales son La
venda, La esfinge y Fedra.

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       José Martínez Ruiz, Azorín, autor también prolífico, escribió teatro con la intención
de renovar la escena teatral española dando una mayor libertad al director de escena y a
los actores. Su obra principal es la trilogía Lo invisible. Relacionado con la Generación
del 14 y a las Vanguardias está Ramón Gómez de la Serna, con su obra Los medios
seres. En la Generación del 27, además de García Lorca, destacan Rafael Alberti, con la
obra Noche de guerra en el Museo del Prado; el poeta Miguel Hernández también
escribió alguna obra de teatro como El labrador de más aire.

                  Ramón María del Valle-Inclán (1866-1936) es el gran dramaturgo de la
Valle-Inclán      Generación del 98, cercano a la estética modernista, quien también
                  escribió novela y poesía. Su evolución le lleva a un teatro decadentista
                  como en El marqués de Bradomín. Muchas de sus obras reciben la
influencia de su Galicia natal, a la que convierte en un espacio mítico donde se muestre la
irracionalidad humana, las pasiones, el sexo y la muerte. En este contexto hay que situar
sus Comedias Bárbaras, una trilogía compuesta por Águila de blasón (1907), Romance
de Lobos (1908) y Cara de plata (1922). El personaje central es Juan Manuel de
Montenegro, que ya había aparecido en su obra narrativa. Es un héroe en un mundo
en destrucción, regido por valores absolutos (positivos o negativos).

                    La segunda etapa de su teatro ha sido calificada de “dramas de
                   ambiente galaico y farsas”. En 1920 se estrena Divinas palabras,
                   que va acercándose a la estética del esperpento, gracias a unos
                   personajes como el enano hidrocéfalo o Mari Gaila. Sus personajes
                   muestran la crueldad del ser humano, e invitan al espectador a
                   sumergirse en la espiral de violencia, lujuria, avaricia y crueldad. El
                   ciclo de la farsa se compone de cuatro obras, cercanas al teatro
                   infantil y a la comedia de marionetas, como La marquesa Rosalinda.

                            La etapa más importante de Valle-Inclán es la del esperpento.
                    Para entender la teoría del esperpento (presentación de una realidad
degradada, grotesca, coloquial y de pesadilla) hay que acudir a los diálogos de Max
Estrella en la obra fundamental de Valle-Inclán, Luces de Bohemia (1920): “los héroes
clásicos reflejados en los espejos cóncavos dan el Esperpento”. Esto se traduce en la
utilización de recursos como los contrastes violentos; la consciente renuncia a la
verosimilitud; la personificación de las cosas y la animalización y cosificación de lo
humano; el sarcasmo; y la deformación del idioma con la mezcla de códigos, desde el
más elevado a la jerga callejera. Esta deformación de la realidad enseña lo grotesco como
forma de expresión, aunque dotándolo de una posible doble lectura: el espectador o lector
se ríe con esas caricaturas pero se inquieta por el ambiente degradado que denuncia.
Luces de Bohemia es en este sentido una anti-tragedia, que tampoco respeta las
características del teatro clásico (está compuesta de quince escenas que se desarrollan
en tabernas, calles nocturnas, buhardillas…) En la obra se dan cita, bajo sus nombres
verdaderos (como Rubén Darío) o, con otros nombres (Max Estrella es Sawa), personajes
reales. El protagonista recorre la ciudad y aprecia el desengaño y la miseria. Otros
esperpentos de Valle-Inclán son Los cuernos de don Friolera y Las galas del difunto.

      En su etapa final, Valle lleva a su extremo las propuestas dramáticas anteriores:
presencia de lo irracional e instintivo, personajes extremos como técnica del esperpento.
Estos rasgos caracterizan el Retablo de la avaricia, la lujuria y la muerte, obra en la
que el procedimiento de distribución de las historias es precisamente el del retablo:
cuadros autónomos que se relacionan temáticamente.
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Lorca          Federico García Lorca (1898-1936) es un autor de la Generación del
           27. Esta es una Generación integrada principalmente por poetas, de
             formación universitaria, como Luis Cernuda, Vicente Aleixandre o el propio
Federico García Lorca. El poeta, nacido en Fuentevaqueros, Granada, fue un artista total
que alcanzó muy pronto una gran relevancia literaria y social. Procedente de una
acomodada familia granadina, tuvo una esmerada educación que fue paralela a sus dotes
como dibujante y músico, lo que motivará en el futuro su gusto por la escenografía y la
puesta en escena. Como poeta, es uno los grandes autores de la Generación, con obras
tan significativas como el Romancero Gitano y la surrealista Poeta en Nueva York. Sus
gustos van, tanto en poesía como, en teatro, desde lo popular andaluz hasta el pleno
surrealismo, especialmente tras su paso por la Residencia de Estudiantes de Madrid,
donde coincide con el cineasta Luis Buñuel y el pintor Salvador Dalí.

     Su teatro es esencialmente poético y se acompaña de una cuidada escenografía.
Llega incluso a realizar alguno de los decorados y de las ambientaciones musicales. De
manera general, su teatro aborda la imposibilidad de la realización amorosa, la imposición
de las convicciones sociales y la frustración. Los personajes de sus obras giran en torno
a un principio de autoridad y otro de libertad. Su primera obra es El maleficio de la
mariposa (1920), interpretada por una cucaracha y una mariposa.

                    Las grandes obras de Lorca comienzan con Bodas de sangre
                    (1933), en la que se aborda la fuerza de la sangre y el destino
                    trágico de ese sentimiento. La universalidad de este sentimiento
                    hace que Lorca nombre a los personajes como Novio, Novia,
                    Madre… Lorca conoció la noticia de un asesinato por celos tras una
                    boda en un pueblo de Almería y adaptó la historia en esta tragedia.
                    En Yerma apreciamos el tema de la esterilidad mientras que en La
                    casa de Bernarda Alba (1936), su mayor éxito, el personaje tiránico
                    de la madre, Bernarda, ordena un luto riguroso a las cinco hijas. Esta
                    obra, subtitulada “Drama de mujeres en los pueblos de España” es la
                    historia de una rebeldía amorosa por parte de una de esas hijas, lo
                    que desencadenará una tragedia. Las circunstancias trágicas del
fusilamiento de Federico García Lorca en el año 1936 (en el mismo verano del comienzo
de la Guerra Civil) hicieron que La casa de Bernarda Alba no fuera representada ni
publicada en vida de Lorca, pero se hicieron dos lecturas públicas pocos días antes de su
muerte.

      Junto a este teatro poético y de influencias andaluzas, Lorca escribe un teatro
vanguardista como Así que pasen cinco años y El público. Estas obras pueden
considerarse como experimentales y las escribe tras sus influencias surrealistas. Son
obras más minoritarias y muy complejas de representar. El público fue escrito hacia 1930
y se divide en cuadros donde aparece un gran número de personajes. En una carta de
ese año anuncia que ha escrito “un drama de tema francamente homosexual. Creo que es
mi mejor poema”. Nunca se vio representado tanto por su complejidad escénica como por
la temática del texto. A pesar de su muerte trágica y de la censura de alguna de sus
obras, Lorca pasó muy pronto a ser, junto a Cervantes, uno de los nombres más
internacionales de la literatura española.

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                       La poesía en el Novecentismo, las
               Vanguardias y la Generación del 27. Juan Ramón
                                  Jiménez.
              En el año 1916 muere Rubén Darío, el principal renovador de la poesía en
              castellano de finales del XIX y principios del XX. Puede considerarse como
una de las figuras fundamentales de la corriente Modernista. Nacido en Nicaragua, su
obra es, sin embargo, esencialmente europea puesto que bebe de las influencias
simbolistas y parnasianistas de la poesía francesa. Libros como Azul (1888) o Cantos de
vida y esperanza (1905) suponen un antes y un después en la poesía española. Hay en
este Modernismo español varios nombres puesto que el Modernismo será un movimiento
que llegue casi hasta los años veinte: por ejemplo, Manuel Machado, o Villaespesa. En
cualquier caso, junto a Rubén Darío, que vivirá mucho tiempo en España, los dos autores
fundamentales son Antonio Machado, autor de Soledades, galerías y otros poemas y el
gran Juan Ramón Jiménez, una de las personalidades más complejas del panorama
literario español del siglo XX. Juan Ramón Jiménez o JRJ (nacido en 1881), más joven,
por tanto, que Rubén Darío, a quien admiraba y de quien publicó alguna obra, se
convierte en una figura fundamental del Modernismo, en sus comienzos, aunque su
ingente obra evolucione después hacia otras corrientes, como veremos en este tema.

       De este modo, las décadas que van desde el comienzo de siglo hasta el inicio de la
Guerra Civil suponen uno de los períodos más fecundos de la literatura española, hasta el
punto de que algunos críticos lo denominan la Edad de Plata de la Literatura española.
Confluyen en este período diferentes corrientes en la poesía: el Modernismo, con sus
autores principales y sus epígonos, antes mencionados; los autores adscritos a la
Generación del 98 (Unamuno y Valle Inclán escriben libros de poemas); el
Novecentismo, un movimiento estético de poetas, ensayistas y narradores nacidos hacia
1880 y donde se sitúan pensadores como Ortega y Gasset, el novelista Gabriel Miró o el
propio Juan Ramón Jiménez; por último, los movimientos de Vanguardias, como el
surrealismo, o el ultraísmo, que corren paralelos a la Generación del 27.

      Entre el Novecentismo y las Vanguardias, está Ramón Gómez de la Serna, un autor
polifacético y polémico, que cultivó la conferencia, el programa de radio, la poesía, teatro,
novela... Hoy en día se lo recuerda sobre todo por sus “greguerías” a las que definió como
una obra breve en la que se mezcla el humor y la metáfora.

                           Desde la segunda década del siglo XX surge en Europa el
 Las Vanguardias         concepto de Vanguardias, que agrupa una serie de movimientos
                         artísticos muy diversos y de variada duración que se caracterizan
                        por la ruptura, el afán de originalidad y polémica, el juego y la
                      mezcla de lenguajes y artes. A partir del Manifiesto Futurista del
                      italiano Marinetti (1908), se sucederán los denominados “istmos”
                      que, en ocasiones, tendrán su reflejo en la literatura. En el caso de
                      la literatura en lengua española, podemos destacar el
                      creacionismo del chileno Vicente Huidobro, que rechaza la
                      relación de la literatura con la realidad; el Ultraísmo de Borges y
Gerardo Diego; o el Surrealismo, con autores tan significativos como los de la
Generación del 27, Lorca, Cernuda y Aleixandre. De la gran cantidad de vanguardias
surgidas entre los años 1910 y 1930, será el Surrealismo la más importante, bien por su

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expresividad en cualquiera de las artes como la pintura, la poesía o el cine, o bien por su
fuerte desarrollo teórico que parte de las teorías del psiquiatra Freud.

 La Generación del            Se considera el inicio de esta Generación de escritores el
                              homenaje realizado en Sevilla con motivo del centenario de la
        27
                              muerte de Góngora en 1927. Al grupo de poetas asistentes se
                              unieron posteriormente otros autores bien en antologías o en
                              artículos. El número de autores integrantes de la Generación
                              del 27 no está cerrado y las nuevas antologías incluyen a otros
                              poetas, pensadores, novelistas (como Ayala) e incluso
                              cineastas o artistas, como Dalí o Buñuel. Últimamente se
                              reivindica también la presencia de algunas escritoras en la lista,
                              como Luisa Carnés o Concha Méndez, que en su época sólo
                              fue conocida por ser la mujer del poeta Altolaguirre.

       Las características que dan unidad a estos autores son las siguientes:
- Las enseñanzas de Ramón Gómez de la Serna, creador de la greguería y uno de los personajes más
activos en el principio de siglo.
- Influencia de los clásicos españoles (Cervantes, Góngora, Lope...) y reivindicación de los clásicos
menores del Siglo de Oro.
- Gusto por lo popular y tradicional, como se ve en los poemas de Alberti y Lorca.
- Influencia de los autores mayores, como Ortega y Gasset, desde el punto de vista filosófico, o Antonio
Machado y Juan Ramón Jiménez, en el poético.
- Influencia de las vanguardias. Aunque la evolución de estos autores es muy variada, todos ellos pasaron
por etapas vanguardistas, como el ultraísmo de Gerardo Diego, el surrealismo de Lorca, Cernuda y
Aleixandre etc. Pasada la Guerra Civil y la muerte de Lorca, muchos de los autores abandonan las
vanguardias y tienden hacia una poesía pura o de corte más clásico.
- Influencia de otras artes como la pintura, el cine y la música.
- Las vivencias en torno a la Residencia de Estudiantes de Madrid.
- La creación de revistas vanguardistas, en las que colaboraron todos los integrantes de la Generación
del 27 como Grecia, Gallo, Cervantes, Litoral o Ultra.

             Citemos a algunos de los integrantes de la Generación del 27: Pedro Salinas es el
mayor de la Generación y un poeta del amor, como en el libro La voz a ti debida. El vallisoletano
Jorge Guillén es el poeta de la “poesía pura” como en su libro Cántico. La obra de Gerardo
Diego transcurre entre la influencia vanguardista (el ultraísmo) en un libro como Imagen (1922) y
una poesía más tradicional. Rafael Alberti (fallecido en 1999) fue uno de los autores más
conocidos, gracias a su imagen y su militancia política. Su obras más famosa es Marinero en
tierra (1925). Dámaso Alonso destacó como crítico literario, director de la Real Academia y
poeta. Tras la terrible experiencia de la Guerra publica su libro fundamental: Hijos de la ira (1944)
concebido como una protesta ante la deshumanización y la violencia, a medio camino entre el
realismo y el surrealismo. Vicente Aleixandre (1898-1984), Premio Nobel de Literatura,
permaneció en España tras la Guerra Civil, convirtiéndose en protector de nuevas generaciones
de poetas. Su obra se inicia en la poesía pura pero avanzará hacia el Surrealismo, con un libro
fundamental: Pasión de la tierra de 1935. El sevillano Luis Cernuda (1902-1963) es el más
importante de la Generación, junto a García Lorca. Hay una identificación entre su biografía y
literatura: reflexión sobre la soledad, el amor no cumplido, la melancolía, la homosexualidad.
Destaca su libro La Realidad y el deseo. Por último, el granadino Federico García Lorca
(1898-1936) es importante tanto por su poesía como por su teatro, del que destacan los dramas
como La casa de Bernarda Alba. En cuanto a su poesía se divide en tres etapas: juventud,
plenitud y surrealista. De la segunda se recuerda siempre el Romancero gitano mientras que de
la última, truncada por su fusilamiento al comienzo de la Guerra Civil, hay que señalar Poeta en
Nueva York, libro desesperanzado y pesimista escrito a raíz de sus vivencias en un viaje a
Estados Unidos.
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                                 Anterior a esta Generación del 27, modernista en sus comienzos
 Juan Ramón Jiménez              y superviviente a dichos movimientos, encontramos al poeta más
                                 complejo y prolífico de la literatura del siglo XX:          Juan
                               Ramón Jiménez               (1881-1958). Tenía un carácter difícil,
                               enfermizo y melancólico lo que le llevó a enfrentarse con otros
                               autores. Es también conocida su obsesión por la perfección literaria
                               por lo que corregía una y otra vez sus poemas. Para Juan Ramón,
                               la poesía era un género minoritario que exigía una inteligencia en el
                               lector. Decía escribir para una “inmensa minoría”. Tuvo amistades
                               en varias generaciones y, de hecho, llegó a ser el editor de autores
                               tan diversos como Rubén Darío o Federico García Lorca. Tras la
                               Guerra Civil se exilia en Estados Unidos y Puerto Rico, junto a su
                               esposa Zenobia Camprubí, quien se encargó de reunir la obra de
                               su marido, y escribió unos interesantes diarios.

                               Su obra de suele dividir en varias etapas:

                               - Época sensitiva (1896-1915): es la etapa de iniciación y de
influencia modernistas. Los libros más importantes son Arias tristes, Almas de violeta... en los
que aparecen esos espacios melancólicos y sentimentales que eran comunes a Darío y Machado.
Al final de esta etapa publica su libro Platero y yo. Aunque se ha considerado un libro infantil, en
realidad es un libro de poemas en prosa con numerosas alusiones a la crueldad, el egoísmo y la
tristeza tras la muerte.

- Etapa intelectual (1915-1936): Su primer viaje a América y el contacto con la poesía en inglés
  marca profundamente esta segunda etapa (1915–1936), bautizada por él mismo como Época
  intelectual. Se produce un hecho fundamental: el descubrimiento del mar como motivo
  trascendente. El mar simboliza la vida, la soledad, el gozo, el eterno tiempo presente. Un gran
  libro de esta época es el novedoso Diario de un poeta reciéncasado, un diario escrito con
  motivo de su boda con Zenobia y su viaje a Nueva York. Mezcla poesía y prosa, descripciones y
  sentimientos personales. Es una especie de diario personal en el que anota reflexiones, vivencia,
  sentimientos a lo largo de la travesía del viaje. El libro se abre con dos prólogos: El primero,
  fechado en Madrid, el 3 de septiembre de 1916, recoge las características básicas que definen
  su poesía y lo que es su diario. Juan Ramón se va despojando de los adornos modernistas y
  busca la “poesía pura”: “inteligencia / dime el nombre exacto de las cosas”, dice en uno de los
  poemas de Eternidades. Su obsesión es ya la perfección.

- Etapa suficiente o verdadera: es la etapa más filosófica, con poemas casi místicos. Destaca el
  libro Dios deseado y deseante: supone la culminación de su anterior libro, Animal de fondo. El
  poeta llega incluso a identificarse con ese dios que tanto ha buscado. Un dios que existe dentro y
  fuera de él, un dios que es deseado y deseante.

        En 1956 recibe el Premio Nobel de Literatura, el mismo año en que muere Zenobia. Juan
Ramón jamás se recuperará de esta pérdida y permanece en Puerto Rico por lo que no podrá
acudir a Oslo a recoger el galardón. El poeta fallece dos años más tarde, en la misma clínica en la
que había fallecido su esposa. Sus restos fueron trasladados con posterioridad a España, a la
localidad natal de Moguer (Huelva). La obra de JRJ es tan inmensa que su recopilación se hace
difícil y, con cierta frecuencia, van apareciendo textos inéditos. Su influencia en la poesía posterior
es inmensa y es uno de los poetas más leídos y admirados. Según el escritor Andrés Trapiello, “su
vida y su complejidad psicológica era tan difícil que por ello luchó para una renovación y
depuración constante de su poesía”.

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                    La poesía de 1939 a 1975. Claudio Rodríguez.

                El conflictivo período que genera la Guerra Civil española (1936-1939) y
             la dictadura franquista influirá en la poesía española. Por una parte, la
             Guerra afecta a numerosos escritores que deben partir hacia un largo exilio.
             Esta situación de desarraigo y alejamiento de su país natal condicionará la
             obra de muchos de ellos. Por otra parte, la Guerra, con la división entre dos
Españas, y las consecuencias dolorosas y mortales de la misma, afecta a los temas
poéticos que se hacen más hondos, espirituales y reflexivos.

      La poesía de la postguerra no parte de cero sino que sigue de cerca a los modelos
de las generaciones anteriores. No olvidemos que, por ejemplo, Juan Ramón Jiménez es
un poeta que, pese a estar en el exilio, publicará libros fundamentales en los años
cuarenta y cincuenta como Dios deseado y deseante. Su importancia, además, se
demuestra en la concesión a este autor del Premio Nobel de Literatura en 1956, que
finalmente no recogió personalmente. En cuanto a la Generación del 27, la muerte de
Federico García Lorca encumbra internacionalmente su obra; Luis Cernuda se
convertirá en el poeta más admirado por generaciones posteriores, como la Generación
del 50 o la generación de los novísimos; Vicente Aleixandre, también Premio Nobel de
Literatura, influye especialmente a partir de los años 50 en las generaciones más
jóvenes. Su domicilio madrileño de la calle Velintonia (hoy en día calle Vicente Aleixandre)
se convertirá en centro de poetas jóvenes; mientras que Dámaso Alonso ejercerá desde
España una intensa actividad crítica desde la Universidad de Madrid y la Real Academia.

      La Guerra Civil marca el nacimiento de la Generación de 1936. Tras la poesía
relacionada con las Vanguardias, estos poetas buscan una vuelta hacia una poesía más
pura y de carácter más clásico. Fundan la revista Garcilaso. Su principal autor fue José
García Nieto. En León surge la revista Espadaña, en la que escriben autores como
Victoriano Crémer, más comprometidos. En torno a la revista Escorial están los poetas
falangistas, como Dionisio Ridruejo, autor de Poesía en armas y, sobre todo, el caso de
Luis Rosales, uno de los autores más destacados de la postguerra. Rosales, granadino
y amigo de García Lorca, sufrió toda su vida la duda sobre su responsabilidad en la
muerte de Lorca. Como poeta destaca su obra La casa encendida, una búsqueda de
Dios dentro del desamparo del ser humano.

      En los años cuarenta se inicia la poesía social, algo que de alguna manera ya había
anticipado Dámaso Alonso (Generación del 27) en la obra Hijos de la ira. De la poesía
social, comprometida con la oposición a la dictadura franquista destacan dos poetas. En
primer lugar, Blas de Otero (1916-1979). Publica Ángel fieramente humano y Redoble
de conciencia, que más adelante fundirá en el tomo Ancia. Frente a la “inmensa minoría”
de la que hablaba Juan Ramón Jiménez, Blas de Otero se dirige “a la inmensa
                      mayoría”, con una poesía muy rotunda, rítmica y muy popular.
                      Otro autor destacado de la poesía social es Gabriel Celaya con Las
                      cosas como son. Cercano a la poesía social son los comienzos de
                      José Hierro, que se convertirá en uno de los autores más
                      populares y vendidos de la poesía de final del siglo XX. Sus mejores
                      obras llegan en los años sesenta y noventa con textos como Libro
     José Hierro      de las alucinaciones o su último libro Cuaderno de Nueva York
                      (publicado ya en los noventa).
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     Con un carácter más minoritario y vanguardista está el grupo del Postismo,
donde destacan Gloria Fuertes, a la que se reivindica ahora como poeta, y Carlos
Edmundo de Ory. De carácter más clásico y relacionado con Andalucía está el grupo
Cántico, que toma el nombre de un libro de Jorge Guillén, donde destaca el cordobés
Pablo Garcia Baena, fallecido en 2018. Otros autores, como el leonés Antonio
Gamoneda, Premio Cervantes, realizan una obra callada, con títulos como Blues
castellano, que será reconocida ya en los últimos años.

     La llamada Generación del 50 la forman una serie de intelectuales de izquierdas
formados en universidades extranjeras y con influencias de la poesía francesa e inglesa.
Es un grupo muy variado de autores, entre los que predomina la vertiente catalana.
Admiradores de Luis Cernuda, de Antonio Machado, de los autores republicanos, de la
poesía inglesa tratan de distanciarse de la poesía social. Son en su momento autores
jóvenes, universitarios, de familias acomodadas y algo rebeldes. En ese subgrupo catalán
estarían Carlos Barral, conocido por ser el editor principal de la editorial Seix Barral;
Gabriel Ferrater, que escribió principalmente en catalán, José Agustín Goytisolo, y
                        sobre todo Jaime Gil de Biedma.

 Jaime Gil de Biedma   Jaime Gil de Biedma, (1929-1990), es ahora mismo uno
                           de los poetas más valorados, leídos y comentados, a pesar de
                           que su obra es breve y se reduce a un número pequeño de
                           libros. Llevó siempre una doble vida como poeta y como
                           ejecutivo. Aunque nació en Barcelona, tuvo una estrecha
                           vinculación con un pueblo segoviano llamado Nava de la
                           Asunción, donde está enterrado. Su obra es breve y
                           predominan los poemas narrativos muy directos. La agrupó
                           bajo el título de Las personas del verbo.

           En la misma Generación del 50 destacan, entre otros muchos, poetas de
diversa procedencia, de Asturias, Ángel González; el valenciano Francisco Brines, el
gaditano José Manuel Caballero Bonald; el gallego José Ángel Valente;          o el
castellano Claudio Rodríguez, además de los catalanes antes citados.

           Ángel González, fallecido en 2008, tuvo en sus últimos años mucha notoriedad
entre un público mas joven gracias a su amistad con músicos como Joaquín Sabina.
Comparte con este el gusto por la metáfora, las imágenes actuales y un lenguaje muy
directo e irónico. Uno de sus principales libros es Deixis en fantasma. El gallego José
Ángel Valente terminará elaborando una poesía casi mística como en el libro No
amanece el cantor. José Manuel Caballero Bonald (nacido en 1926) es actualmente el
único superviviente de esa Generación del 50. Comparte temas y recursos con otros
poetas andaluces y tiende a un uso muy cuidado y barroco del lenguaje. Uno de sus libros
fundamentales es Laberinto de fortuna.

                   Dentro de esta Generación del 50 ocupa un puesto destacado el
Claudio
                   zamorano Claudio Rodríguez (Zamora, 1934 - Madrid, 1999). Se
Rodríguez          trata quizá de un poeta menos conocido para el gran público que Gil
                   de Biedma o Ángel González pero cuya obra, también muy breve, es
de una gran hondura poética. Su vida estuvo marcada por el drama de la muerte
temprana del padre y el asesinato de su hermana. Aún así, completó los estudios de
Filología y pasó temporadas como Lector de español en universidades inglesas. Su obra

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                      tiene una fuerte influencia de autores como los clásicos del siglo de
                      Oro, Antonio Machado, Jorge Guillén o los poetas simbolistas
                      franceses.

                           Muy joven, en 1953, gana el entonces prestigioso premio
                      Adonais de poesía con un libro pleno de metáforas, reflexivo y muy
                      apegado al campo castellano donde creció. Se titula este libro Don
                      de la ebriedad. Pese a estar escrito en verso libre, es un libro
                      concentrado, con importantes hallazgos léxicos y de tono íntimo. Su
                      primer verso dice “Siempre la claridad viene del cielo”. A partir de
                     ese momento, el poeta busca respuestas en la naturaleza y las
cosas sencillas que lo rodean.

      Su obra se va “aclarando” en libros posteriores, es decir, se hace más abierta sin
que con ello disminuya su calidad poética. A finales de los 50 aparece Conjuros.
Contiene algunos de sus poemas más conocidos como “A mi ropa tendida” donde esta es
un símbolo de su interior. El paso de las estaciones, las tradiciones del campo, la mirada
infantil son alguno de los temas que aparecerán en este y en otros libros posteriores como
Alianza y Condena y El vuelo de la celebración. Claudio Rodríguez fue siempre un
poeta de más preocupado por la calidad que la cantidad. Aunque diferente a Gil de
Biedma, coincide con este en la escasez de sus libros. En 1993, coincidiendo con la
publicación en la famosa editorial Tusquets de Casi una Leyenda, se inicia un proceso
de reivindicación de este poeta, recibiendo casi inmediatamente premios destacados
como el Reina Sofía de poesía o el Premio Príncipe de Asturias. Por esos años ingresa en
la Real Academia Española. A su muerte, dejó un libro inédito, que sólo se ha publicado
de forma facsímil.

                    Los años setenta y ochenta supusieron una ruptura no sólo en lo
Novísimos           político sino también en lo cultural. Se notaba en la poesía un cierto
                    cansancio, al igual que la sociedad demandaba cambios que
culminaron en la aprobación de la Constitución y la llegada de la democracia. En esos
años, fecha incipiente de la denominada Movida madrileña, surge un grupo importante de
poetas que se conocerán como los Novísimos, aunque despectivamente eran conocidos
como los “venecianos”. La historia de los novísimos tiene dos etapas: en 1970 el editor
catalán José María Castellet publica la antología Nueve novísimos españoles. En ella
da a conocer nuevos nombres que con el tiempo se convertirán en poetas consagrados.
Esta generación de los “novísimos” se caracteriza por realizar una poesía culturalista,
llena de alusiones a escritores o artistas extranjeros, con influencias incluso del pop-rock,
del cine o del cómic. Pere Gimferrer, autor de Arde el mar será uno de los más
destacados, junto a Guillermo Carnero o Félix de Azúa. Con posterioridad, en un ámbito
madrileño, van surgiendo unos autores muy jóvenes, con enormes y amplias lecturas,
discípulos de la casa de Vicente Aleixandre, al que visitaban asiduamente. Entre estos
poetas novísimos destacan tres: el leonés Antonio Colinas, autor en 1975 de Sepulcro
en Tarquinia; Luis Alberto de Cuenca, poeta clásico y a la vez de “línea clara”, que
reivindica una poesía “entendible”. Y, finalmente, destaca Luis Antonio de Villena
(Madrid, 1951) cuya obra se reparte entre la poesía, la novela, el ensayo, la traducción, el
articulismo etc. Su primer gran libro es Hymnica (1979).             Ambos autores siguen
plenamente creativos en la actualidad.

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