La interlocución en el origen de los libros de caballerías: las Sergas de Esplandián
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CRITICÓN, 81-82, 2001, pp. 301-316. La interlocución en el origen de los libros de caballerías: las Sergas de Esplandián Carlos Sainz de la Maza Universidad Complutense de Madrid Conviene, para mejor centrar el objeto de nuestra investigación, hacerla preceder de un par de precisiones terminológicas. Así, defino en primer lugar la interlocución literaria como una conversación entre dos o más personajes, representada o aludida en el texto; excluyo, pues, como objeto de estudio los soliloquios, arengas de recepción pasiva y cartas1. En segundo lugar, limito la categoría de los «libros de caballerías» a aquellos que J. I. Ferreras agrupaba en 1986 bajo el rótulo de «materia castellana», esto es, el conjunto de narraciones caballerescas extensas que toma como su principal referencia el Amadís de Gaula con las Sergas de Esplandián impresos casi con seguridad en los últimos años del siglo xv2. Excluyo, así, tanto las «narraciones caballerescas 1 Al definir la interlocución literaria presupongo la distinción entre géneros discursivos primarios y secundarios establecida por M. Bajtin, «El problema de los géneros discursivos», en Estética de la creación verbal, Madrid, Siglo XXI, 1982, pp. 248-293. La interlocución conversacional, como género primario, se estiliza en el discurso literario, modalizándose de acuerdo con las constricciones que, en nuestro caso, rigen los relatos caballerescos y, en concreto, con la pauta modificada que de los mismos ofrece las Sergas. Acepto como "interlocución" aquellas arengas y discursos que generan algún tipo de réplica en el auditorio, a pesar de la asimetría de roles que, en el planteamiento de W. Mignolo, «Diálogo y conversación», en Diálogos hispánicos de Amsterdam, 6: La semiótica del diálogo, éd. H. Havertake, Amsterdam, Rodopi, 1987, pp. 3- 26, llevaría a descartarlos. 2 Vid. J. I. Ferreras, «La materia castellana en los libros de caballerías (hacia una nueva clasificación)», en Philologica Hispaniensia in Honorem M. Alvar, III: Literatura, Madrid, Gredos, 1986, pp. 121-141. El autor considera a Esplandián, «caballero cristiano-heroico», como modelo fundacional del género. Sobre la datación de ambas obras, vid. la conclusión de R. Ramos, «Para la fecha del Amadís de Gaula: "Esta sancta CRITICÓN. Núms. 81-82 (2001). Carlos SAINZ DE LA MAZA. La interlocución en el origen ...
302 CARLOS SAINZ DE LA MAZA Criticón, 81-82,2001 breves» como los más extensos Merlines, Demandas o Tristanes igualmente rescatados por la imprenta para los lectores de comienzos del siglo xvi3. Quienes nos interesamos por el género estamos de acuerdo en que los libros de caballerías despliegan ante sus lectores, entre otras cosas, una representación de vida social caballeresca y cortesana que oficia a la vez de espejo y de modelo para aquellos. En tal representación las conversaciones juegan un papel destacado, al que se refieren ocasionalmente los paratextos que con frecuencia encarecen el valor de cánones de bien vivir de las obras que presentan. Así, por ejemplo, para el humanista Alonso de Proaza, corrector de las Sergas, «Aquí se demuestran, la pluma en la mano, / los grandes primores del alto dezir, / [...] / la cumbre del nuestro vulgar castellano»; y Francisco Delicado, al editar el Primaleón veneciano de 1534, sugiere que los lectores «deprenden [...] la gentil conversación y el moderamiento de la yra»; o, de nuevo en verso, el notario Miguel Jerónimo Oliver, que prologa en 1540 el Valertan de Hungría, asegura: «veréys sus hablares corteses, humanos, / las conversaciones de dulce pericia». Y así por el estilo4. El Amadís y las Sergas impresos son obra, recordémoslo brevemente, de Garci Rodríguez de Montalvo, un regidor medinés ligado al partido favorable a los Reyes Católicos durante los más que agitados años que enmarcan la sucesión de Enrique IV de Castilla. Montalvo refunde un Amadís anterior en tres libros, obra caballeresca de gran éxito en la Castilla de los siglos xiv y xv, redistribuyendo su materia en los cuatro libros de su Amadís y en las Sergas. Si bien la mano del refundidor se deja notar de forma creciente desde mediado el libro III del Amadís, las Sergas, especialmente en sus dos tercios últimos, representan la aportación más personal de Montalvo al ciclo; desde luego, será en Esplandián y no en su padre Amadís donde la saga del linaje de Gaula guerra que contra los infieles començada tienen"», Boletín de la RAE, 74, 1994, pp. 518-521; idem, «La transmisión textual del Amadís de Gaula», en Actes del VII Congrès de la AHLM, Castellón de la Plana, Universitat Jaume I, 1999, III, p. 210. Citaré el Amadís por la ed. de J. M. Cacho Blecua, Madrid, Cátedra, 1987-1988, 2 vols., y las Sergas por mi propia éd., Madrid, Castalia, en prensa. 3 Vid., para las primeras, Historias caballerescas del siglo xvi, ed. N. Baranda, Madrid, Turner-Fundación A. de Castro, 1995, 2 vols.; para el Baladro del sabio Merlin y la Demanda del Santo Grial, impresos ya en Burgos, 1498, P. Gracia, «El ciclo de la Post-Vulgata artúrica y sus versiones hispánicas», Voz y letra, 7/1, 1996, pp. 5-15, esp. pp. 13-15; y sobre el Tristón de Leonís de Valladolid, 1501, la ed. de M. L. Cuesta, Alcalá de Henares, Centro de Estudios Cervantinos, 1999. No son ficción en el sentir de la época, aunque participan en buena medida del mismo modelo narrativo y también acaban impresas por las mismas fechas, las que el prólogo del Amadís cita como «antiguas historias de los griegos y troyanos» (p. 219) o las «de aquel señalado duque Godofré de Bullón» (p. 222); esto es, respectivamente, la Crónica troyana (ca. 1500) y La gran conquista de Ultramar (1503). Sí es ficticia, y su impostura la rechazaba ya F. Pérez de Guzmán, la Crónica sarracina, repetidamente impresa en el siglo xvi (vid. ahora la ed. de J. D. Fogelquist, Madrid, Castalia, 2001). Todas estas obras, sin embargo, pueden agruparse, por el universo de acción y valores ofrecidos al lector, en el ámbito de una materia caballeresca que sirve de marco de referencia al estamento guerrero bajomedieval y del primer Renacimiento. 4 Cf. Proaza, en las coplas que cierran las Sergas; Primaleón, Bibl. Nac. de Madrid, R-12.100; Valerián, idem, R-4372. Incluso el anticuado Cifar (1512) intentan venderlo los Cromberger subrayando en el prólogo, entre otros beneficios para los lectores, los «donayres» y «cosas agudas» de los personajes; vid. J. M. Cacho Blecua, «El género del Cifar (Cromberger, 1512)», en La invención de la novela, ed. J. Canavaggio, Madrid, Casa de Velázquez, 1999, pp. 98-100. CRITICÓN. Núms. 81-82 (2001). Carlos SAINZ DE LA MAZA. La interlocución en el origen ...
LAS SERGAS DE ESPLAND I ÁN 303 halle su cima heroica. No en balde, la obra parece haberse publicado como libro independiente desde un principio5. El autor nos hace saber desde el prólogo general que precede al Amadís que pretende dignificar el género de la ficción caballeresca (que llama «estoria fingida»), un género esencial para la autodefinición de su propio grupo social pero calificado de mentiroso y criticado como tal en el siglo xv desde los campos historiográfico y didáctico-moral6. Tal intento culmina en las Sergas con la conversión de la anárquica caballería andante bretona al nuevo modelo, prudente y disciplinado, de la caballería política y religiosa, cruzada, que la época requiere7. Y, como se nos informa en el citado prólogo general, el resultado final se basa en dos líneas de actuación refundidora: la adecuación del lenguaje, buscando las palabras «de más polido y elegante estilo tocantes a la caballería y actos della» (p. 225), y la inclusión «de tales enxemplos y doctrinas, que [...] assí los cavalleros mancebos como los más ancianos hallen en ellos lo que a cada uno conviene» {ibid.). Ambas, como veremos, inciden muy directamente sobre la interlocución representada en el texto. A este respecto, hay que recordar que el Amadís con las Sergas sigue siendo, ante todo, un relato en la estela del roman caballeresco cíclico tal como éste pervive en la Península a finales del siglo xv, esto es: ligado a la prosa, fundiendo las tradiciones bretonas artúrica y tristaniana e incorporando elementos procedentes de la narrativa reflejando la confluencia de estas con la prosa surgida de la renovada sensibilidad sentimental8. En esta línea, que culmina con los cuatro libros del propio Amadís y con el Tristan impreso en 15019, los usos y funciones del diálogo de personajes se hallaban bien definidos. Así por ejemplo: — El progreso continuo de la narración, ligado a la velocidad de la acción, se apoya de modo simbiótico en las muy frecuentes, y a veces prolongadas, escenas dialogadas, fuentes de esa materialidad y dramatismo propios de casi todo el arte 5 A pesar de la indudable unidad de concepción de Amadís y Sergas, hoy reconocida por la crítica, no nos consta ninguna edición del ciclo en su conjunto. Es más, la cadena de referencias a las Sergas intercalada en los últimos libros del Amadís apunta, en apariencia, a un proyecto de edición por separado que realzaría el valor clave de la obra en el plan de Montalvo. 6 Los reproches venían ya, al menos, de finales del siglo xiv; cf. P. López de Ayala: «Plógome otrosí oír muchas vegadas / libros de deuaneos, de mentiras prouadas, / Amadís e Lançalote, e burlas es[c]antadas, / en que perdí mi tienpo muchas malas jornadas» (Rimado de palacio, ed. G. Orduna, Madrid, Castalia, 1987, p. 150; copla 163). 7 Estudia la génesis de ese nuevo modelo pre-renacentista, cristianización de la caballería romana, J. D. Rodríguez Velasco, E! debate sobre la caballería en el siglo xv, Salamanca, Junta de Castilla y León, 1996. Cf. también M. Keen, La caballería, Barcelona, Ariel, 1986, pp. 150 y 309. 8 Vid. H. L. Sharrer, «La fusión de las novelas artúrica y sentimental a fines de la Edad Media», El Crotalón, 1, 1984, pp. 154-157; A. Bognolo, La finztone rinnovata. Meraviglioso, corte e avventura nel romanzo cavalleresco del primo Cinquecento spagnolo, Pisa, ETS, 1997, p. 131; V. Blay Manzanera, «La convergencia de lo caballeresco y lo sentimental en los siglos xv y xvi», en Literatura de caballerías y orígenes de la novela, ed. R. Beltrán, Valencia, Universitat, 1998, pp. 267-273. 9 Esbozan la transformación del Amadís J. B. Avalle-Arce, Amadís: el primitivo y el de Montalvo, México, FCE, 1990, y, con ciertas diferencias, F. Gómez Redondo, Historia de la prosa medieval castellana, 11: El desarrollo de los géneros. La ficción caballeresca y el orden religioso, pp. 1540-1577; vid., sobre el Tristan, ed. cit., introd., pp. xix-xxvn. CRITICÓN. Núms. 81-82 (2001). Carlos SAINZ DE LA MAZA. La interlocución en el origen ...
304 CARLOS SAINZ DE LA MAZA Criticón, 81-82,2001 medieval10. El número de circunstantes, a veces numeroso, se reduce en la práctica a dos o, a lo sumo, tres interlocutores efectivos. — La interlocución representada en discurso directo puede estar salpicada de breves transiciones al discurso indirecto como recurso rítmico y de abbreviatio; por otra parte, el contexto gestual y emocional de la conversación se halla mínimamente desarrollado: basta y sobra casi siempre con un escueto «dixo él/ ella/ etc.», complementado de vez en cuando por términos no menos lacónicos, como «riendo» o «sañudo». — La fluidez resultante se matiza por la variación de ritmos prosísticos que impone el tratamiento de los distntos motivos temáticos: la grave elevación del lenguaje del ritual caballeresco o sentimental alterna, muchas veces dentro de una misma escena dialogada, con intervenciones escuetas, puramente funcionales. Para Gili y Gaya, el equilibrio de tales ritmos conversacionales «ampuloso» y «recortado» logra precisamente en el Amadís una armonía que prefigura el que será uno de los méritos mayores del Quijote11. — Por último, y por supuesto, los diálogos de la prosa caballeresca se presentan temáticamente como un muestrario de courtoisie^1 en su faceta de buen decir tanto público (en combates o reuniones cortesanas) como privado (conversación galante). Montalvo, que conoce bien las citadas tradiciones narrativas, ha leído además otras obras —no muchas— de géneros más serios, de moda en su época entre los caballeros13. De ellas debió de extraer también algunas pautas conversacionales que tienen una presencia consistente en los libros IV y V de su obra. Podemos destacar dos de tales pautas. En primer lugar, el impulso oratorio que, sin salirse «de la sustancia del fecho», servía en las crónicas del siglo xv para amplificar los parlamentos de los personajes con un doble efecto emocional y didáctico-ejemplar; impulso que arrancaba, en última instancia, del Tito Livio romanzado por el Canciller Ayala como nuevo 10 M* C. Bobes Naves, El diálogo, Madrid, Gredos, 1992, p. 270, las relaciona también con el hábito de la lectura en alta voz, donde el diálogo interviene como elemento dinámico. Para P. Zumthor, «los autores de roman [...] más que decir los acontecimientos, los ponen en escena. En sus textos se forma así un tipo de relato que triunfará [...] hasta principios del siglo XX» (La medida del mundo, Madrid, Cátedra, 1994, pp. 363-364). 11 S. Gili y Gaya, Amadís de Gaula. Cátedra «Milà y Fontanals». Lección profesada el día 18 de febrero de 1956, Barcelona, Universidad, 1956, pp. 9-12. 12 Cf. C. Roussel, «Le legs de la Rose: modèles et préceptes de la sociabilité médiévale», en Pour une histoire des traités de savoir-vivre en Europe, éd. A. Montandon, Clermont-Ferrand, Faculté des Lettres et Sciences Humaines, 1994, pp. 1-90, esp. 53-54 y 73-74. La courtoisie, que incluye entre sus valores positivos la conversación agradable y brillante, se apoya parcialmente, para su difusión como código bajomedieval de conducta, en la literatura; y si en los tratados se toma como modelo a personajes épicos o novelescos, las obras literarias incluyen «castigos» sobre el tema —recuérdese el Zifar— o situaciones que ejemplifican tácitamente las enseñanzas de los tratadistas. 13 Su cultura no pasa de ser la esperable en un regidor castellano sin especiales inquietudes intelectuales. Amén de la Biblia, algún que otro libro devoto y las Partidas, sus lecturas serias no deben de haber ido mucho más allá de las obras romanzadas historiográficas (Salustio, Tito Livio, Valerio Máximo, la Gran conquista, la Crónica troyana) o de moral laica (las Caídas de príncipes de Boccaccio, el Laberinto de Mena) que cita o refleja en su refundición, que, por otra parte, parece haber sido el único escrito salido de su mano. CRITICÓN. Núms. 81-82 (2001). Carlos SAINZ DE LA MAZA. La interlocución en el origen ...
LAS SERGAS DE ESPLANDIÁN 305 modelo de caballería14. A Tito Livio y a Salustio se refiere precisamente el prólogo general del Amadís como paradigmas historiográficos, y las reuniones de caballeros armados del libro IV y las Sergas proporcionan las ocasiones para comprobar las posibilidades de los nuevos modos interlocutorios15. En segundo lugar, el refundidor busca también asimilar el vuelo retórico y latinizante, al servicio de una materia declaradamente ejemplar, de la prosa de las Caídas de príncipes de Boccaccio, obra a la que Montalvo se refiere en el prólogo del libro IV, consagrado al preanuncio entusiasta de Esplandián y sus Sergas. De Boccaccio toma también el medinés elementos para la solemne dramatización de sí mismo que incluye en los caps, xcvm y xcix de aquellas16. Montalvo elabora las Sergas a partir de esas bases como el producto más personal de su empeño literario. J. M. Cacho Blecua, en su edición del Amadís, ya señalaba que, desde los libros III y, especialmente, IV, la amplificatio narrativa derivaba en amplificatio verborum, con la consiguiente tendencia a la expansión del texto dialogado17. En las Sergas, éste se distribuye, en principio, según el canon de situaciones interlocutivas consagrado en el género y en relación con las dos isotopías fundamentales, bélica y amorosa, que lo rigen. Así: — Los caballeros enemigos se hablan cortés o duramente antes, durante y después de los combates, ámbito al que se asocian también las arengas y carteles de desafío, que pueden ser fuente de interlocución18. La situación, por otra parte, se puede parodiar, como en el enfrentamiento entre las magas Urganda y Melía del cap. ex, o en las palabras que intercambian Calafia y Amadís durante su justa del CLXVI1?. — En la vida no combatiente, la conversación se revela, naturalmente, esencial en un género caracterizado por el desplazamiento continuo de los personajes. Así, abundan 14 Vid. J. D. Fogelquist, El «Amadís» y la historia fingida, Madrid, Porrúa Turanzas, 1982, pp. 22-24. La cita es de F. del Pulgar; cf. Letra XXXIII: «Tito Livio e a los otros estoriadores antiguos, que hermosean mucho sus corónicas con los razonamientos que en ellas leemos, enbueltos en mucha e buena doctrina» {Letras, ed. J. Domínguez Bordona, Madrid, Espasa-Calpe, 1923, p. 142). Montalvo pudo haber leído los Claros varones de Pulgar, impresos en 1486. 15 Hay que señalar una diferencia entre las conversaciones de IV y Sergas, por más que en ambos casos el problema de fondo sea el de la «guerra justa»: si en la ínsula Firme se discuten ante todo cuestiones de honor caballeresco en el marco de un conflicto civil entre cristianos, en las Sergas la discusión se centra en torno a la estrategia de la guerrilla llevada por la hueste de Esplandián a territorio persa. 16 La relación temática con el Boccaccio didáctico-moral la ha estudiado E. J. Sales, «Sobre la influencia de las Caídas de príncipes en el Amadís de Gaula y las Sergas de Esplandián», en Actas del IV Congreso de la AHLM, Lisboa, Cosmos, 1993, II, pp. 333-338; idem, «Visión literaria y sueño nacional en Las sergas de Esplandián», en Medioevo y literatura. Actas del V Congreso de la AHLM, Granada, Universidad, 1995, p. 275. 17 Cf. Amadís de Gaula, introd., p. 195. 18 Ejemplos de este tipo de situaciones interlocutorias son el combate entre Maneli y Frandalo (caps. XXXIII-XXXIV), la conversación que sigue a la carta de respuesta de los caballeros de Constantinopla al desafío del soldán Radiaro (cap. CL), O la que enmarca la arenga de Amadís a sus compañeros cruzados para aceptar el reto que les dirigen a él y a su hijo el mismo Radiaro y la amazona Calafia (cap. CLXV). !9 No es indiferente que, en ambos casos, la comicidad se asocie a personajes femeninos inquietantemente autónomos para un autor que, a lo largo de las Sergas, demuestra su preferencia por la alienación de la voz de la mujer en favor del discurso masculino; baste recordar su loa de Carmela en el cap. xvi, el vacuo retrato de Isabel la Católica del xcix —que contrasta con los escritos por otros isabelinos—, o la reformulación del tipo artúrico de la maga estudiada por A. Bognolo, op. cit. CRITICÓN. Núms. 81-82 (2001). Carlos SAINZ DE LA MAZA. La interlocución en el origen ...
306 CARLOS SAINZ DE LA MAZA Criticón, 81-82,2001 los intercambios de información sobre sucesos o sentimientos, que en ocasiones se desarrollan de un modo formalizado como peticiones de ayuda o «don»20, embajadas, convocatorias solemnes como el acto de abdicación de Lisuarte de los caps, LXIII-LXIV y hasta escenas de admonición catequética a cargo del propio Esplandián, quien rompe así con una tradición que solía reservar a los ermitaños la iniciativa en el plano doctrinal21. Ámbito privilegiado de conversación es la corte, Londres/Vindilisora o la ínsula Firme en Amadís, Constantinopla en las Sergas, donde, más allá de las escenas sujetas al ceremonial del protocolo (audiencias, embajadas, etc.), se subrayan dos facetas interlocutorias: — La del «burlar» en la pública conversación de salones y comidas (nada escasas en los libros de caballerías22), donde se bromea o se repasan alegremente los sucesos diarios, sean estos del tipo que sean23. — La del amor, en la intimidad de la cámara de las damas (aquí, la de Leonorina24) o del coto-jardín imperial del cap. cxx2^, lugares de galanteo y tercerías. Cabe observar, por último, que la isotopía cortesana no precisa, en realidad, de ninguna corte materialmente identificable como tal: surge allí donde los caballeros, con 20 La arriesgada práctica literaria del «don» desaparece casi de las Sergas, radicalizando una cautela apuntada en los más abundantes casos del Amadís, donde la estudia F. Carmona, «Largueza y don en blanco en el Amadís de Gaula», en Medioevo y literatura. Actas del V Congreso de la AHLM, Granada, Universidad, 1995, pp. 507-521. 21 En el Amadís, la catequesis se halla aún en manos de un ermitaño al estilo artúrico, Nasciano {cf. IV, cap. cxm, pp. 1496 y 1506); en las Sergas, se deja sentir el reformismo de Montalvo, quien, como Martorell (¿o Galba?) implica activamente a su héroe en tal actividad {cf. cap. ni). Vid. J. Whitenack, «Conversion to Christianity in the Spanish Romance of Chivalry, 1490-1524», Journal of Híspante Philology, XIII, 1988, pp. 26-28. 22 Vid. S. Gutiérrez García, «La cultura de la mesa y los libros de caballerías», en Actas del VI Congreso de la AHLM, Alcalá de Henares, Universidad, 1997,1, pp. 749 y 752. 23 «Burla» y consejo son las dos caras de la moneda de la pública (dentro del círculo de confianza del gobernante, claro está) conversación cortesana, como muestra de un modo ejemplar la visita de la renovada Urganda de Montalvo a Lisuarte en Amadís, II, cap. LX, pp. 851-854, o su parcial geminación constantinopolitana de Sergas, caps, CXVII y cxix. El mesurado «burlar» que loaba, entre otros, Hernando de Ludueña en su «Doctrinal de gentileza» («buena gracia e buena lengua /al discreto cortesano / hazen la plaza segura»; cf. Cancionero castellano del siglo xv, II, ed. R. Foulché-Delbosc, Madrid, Bailly-Baillière, 1915, p. 722) seguirá siendo, en el siglo siguiente, muy apreciado en la conversación aristocrática, como atestigua su importancia temática y estructural en las obras de Castiglione o Luis Milán. Vid. A. Del Río Nogueras, «Del caballero medieval al cortesano renacentista. Un itinerario por los libros de caballerías», en Actas del IV Congreso de la AHLM, Lisboa, Cosmos, 1993, II, pp. 75-78. 24 Vid. por ejemplo la conversación entre Leonorina y Carmela, mensajera pública y privada de Esplandián, en el cap. xxxix. La propia infanta muestra, en el cap. xxxvn, su conciencia de una especialización por sexos de los temas de conversación, al descartar que Carmela le detalle las hazañas de Esplandián: «Leonorina le dixo: —Buena amiga, tal razón como essa más conviene para fuertes cavalleros que a febles donzellas» ; palabras pronunciadas, por cierto, «[junto] a aquella finiestra que allí está», localización típica para la conversación privada en la narrativa caballeresca. 2Í Allí, además de «infinitas bestias [...] de muy lueñes tierras», hay también «hermosos prados y fuentes [...] y otras cosas de gran solaz»: propicio locus amcenus por el que deambulan «en mucho solaz [...] los cavalleros y las dueñas y donzellas [...] por los verdes prados, tomando rosas y flores [...], teniendo licencia de fablar con quienes más les agradavan» (cursiva mía). CRITICÓN. Núms. 81-82 (2001). Carlos SAINZ DE LA MAZA. La interlocución en el origen ...
LAS SERGAS DE ESPLANDIÁN 307 o sin damas, se agrupen alrededor de un personaje de autoridad indiscutida para compartir su ocio y, por supuesto, los negocios de gobierno. Ejemplo de ello es Lisuarte, recién liberado de su mazmorra en la Montaña Defendida, «burlando y riendo» con el puñado de caballeros que lo acompañan, «como aquel que [...] fue el más gracioso y más agradable en todas sus cosas a los suyos que nunca príncipe se vído» (cap. x). O bien, de modo aún más significativo por lo que tiene de inversión ejemplar del tópico26, la cena celebrada por los ensangrentados defensores de Constantinopla tras el primer día de asaltos paganos, «hablando el emperador con ellos, riendo de lo que avían passado, loando sus grandes cosas, y ellos diziéndole el gran plazer que ovieron cómo [...] caían los paganos, las piernas hazia arriba y las cabeças abaxo, unos sobre otros; que en medio de su gran afrenta no pudieron escusar la risa» (cap. CLVI). En este contexto, el buen hablar de los personajes se valora hasta el punto de convertirlo en la seña distintiva de la verdadera nobleza (que se identifica con la caballería)27. Así se proclama en el libro III del Amadís, al glosar en el cap. LXXIV las «graciosas respuestas» del héroe en la corte bizantina: esto les fazía creer, ahún más que el su gran esfuerço, ser él hombre de alto lugar, porque el esfuerço y valentía muchas vezes acierta en las personas de baxa suerte y gruesso juizio, y pocas, la honesta mesura y polida criança, porque esto es devido aquellos que de limpia y generosa sangre vienen (pp. 1173-1174). La interlocución se convierte en soporte de las razones de «polido y elegante estilo» (Prólogo) con las que Montalvo pretende remozar expresivamente el Amadís. Los personajes, en manos del refundidor, y a partir más o menos del punto indicado, van a demostrar reiteradamente su capacidad para los parlamentos de alto vuelo retórico con un despliegue de recursos dramático-oratorios al gusto cultista de la época isabelina que ha sido estudiado por Domingo del Campo y Cacho Blecua28. De este pico de oro participan también en las Sergas los antagonistas «persas» o «turcos» paganos, concebidos idealmente como una caballería especular casi sin otra mácula que su fe equivocada. Y también, y es muy significativo, Carmela, la plebeya confidente de Esplandián, muy alabada siempre por Montalvo29, cuya dedicación 26 Tal técnica narrativa, que Montalvo pone al servicio de su propósito de reformar el código caballeresco literario, cuenta con su ejemplo más conocido en la conversación en que se enmarca el famoso y casi fatal desafío de Amadís (disfrazado) a Esplandián del cap. xxvm, donde éste (como Galaz en la Demanda, cap. XLill), intenta evitar a base de «seso» una lid innecesaria. 27 La «graciosa eloqüencia» alabada en las Coblas de vicios y virtudes de H. Pérez de Guzmán se convierte, en el siglo xv, en rasgo destacado de la etopeya del hombre noble; vid. C. Clavería, «Notas sobre la caracterización de la personalidad en Generaciones y semblanzas», Anales de la Universidad de Murcia, X, 1951-1952, pp. 518-526. 2 ^ Vid. F. Domingo del Campo, El lenguaje en el Amadís de Gaula (Tesis), Madrid, Univ. Complutense, 1984, pp. 479-480; Amadís de Gaula, introd., pp. 192-196. La propuesta retórica y latinizante de Montalvo es, sin embargo, distinta de la mucho más precisa y meditada que su contemporáneo Diego de San Pedro plasma en su Cárcel de Amor (1492), obra basada también en el discurso de los personajes; vid. K. Whinnom, «Diego de San Pedro's Stylistic Reform», Bulletin of Híspame Studies, XXXV11, 1960, pp. 1-15. 29 Vid. el comentario que le dedica en el cap. xvi, ya citado, y las palabras de Urganda en el cap. CLXXXIII. CRITICÓN. Núms. 81-82 (2001). Carlos SAINZ DE LA MAZA. La interlocución en el origen ...
308 CARLOS SAINZ DE LA MAZA Criticón, 81-82,2001 absoluta y sublimada al héroe le permite ser el único personaje capaz de romper los usos sociales en la conversación tuteando incluso al mismísimo emperador de Constantinopla, dentro de un texto donde el tratamiento de tú o de vos se halla codificado con bastante rigor30. Esplandián, por supuesto, sobresale por su elocuencia como digno émulo y superador de su padre. No en vano en Amadís, donde, como factor de destinos ajenos, apenas habla, lo vemos, en el cap. LXXVIII del libro III, recibir como doncel de la corte británica a Grinfesa, una doncella de las ínsulas de Romanía, habiándole nada menos que en francés, lengua que representaba, también en la Edad Media, el colmo de la elegancia31. Sin embargo, sus energías conversacionales y, en su estela, las del resto de los protagonistas, se orientan en las Sergas hacia objetivos muy distintos. Montalvo impone aquí un giro ideológico que aparta a la caballería de su egoísta autocontemplación aristocrática y galante, y convierte a su héroe en promotor irresistible de una nueva caballería cristiana universal y engagée, la misma por la que clamaban hipócritamente los contemporáneos de la obra32. El propio Esplandián enuncia sus principios en el cap. n, en su primera parrafada extensa del libro: —Mi buen amigo Sargil, si las grandes cosas que mi padre con tanto esfuerço de su muy esforçado coraçon, y no menos peligro de su vida, passó fueran empleadas en servicio de aquel Señor que tan estremado entre tantos buenos le hizo en este mundo, no pudiera ser hombre ninguno igual ni semejante a la su virtud y gran valentía; pero él ha seguido con mucha afición más las cosas del mundo perecedero que las que siempre han de durar, y comoquiera que en sus afrentas procuró de tomar el derecho y la razón de su parte, en que parece que la culpa en gran parte se desculpa, no por tanto dexara de ser mucho mejor que aquella ira y saña que contra los de su ley, en gran daño y muerte de muchos dellos, fue con tanta voluntad executada, que lo fuera contra los enemigos de su Salvador, el cual no permite ni quiere que los malos sean castigados con otras armas sino con aquellas que a los sus ministros dexó. En las cuales, aunque muy justas son, se hallan muchas veces grandes tuertos y agravios; pues ¿qué será en las que sin passion y grandes crueldades executar no se pueden? Que ya puedes considerar la escusa que los reyes y grandes señores, que en lugar de Dios en este mundo quedaron, pueden dar teniendo delante los enemigos de la santa fe: ¡no solamente dar lugar a que los suyos cruelmente se maten, mas ellos, olvidando su grandeza, su honestidad y la justa justicia a que tan tenudos de guardar son, lo haze[r] por sus propias mano[s], y recebir en ello tanta gloria como si para dar la cuenta superior faltasse! Assí que plega al muy alto Señor que, si yo en algo a mi padre pareciere o le passare de bondad, que 30 El tú se emplea con los inferiores, con los hijos (de modo creciente en IV y Sergas) o en situaciones de tensión emocional; vid. F. Domingo del Campo, op. cit., pp. 32-43. Es también un signo caracterizador de los paganos, como uso socialmente indiscriminado. 31 Pp. 1240-1241. Ya hacia 1250, el tratado anglonormando Urban le courtois recomendaba aprender a hablar bien, especialmente en francés; vid. C. Roussel, art. cit., p. 22. En todo caso, el conocimiento de lenguas extranjeras —rasgo común a Amadís y Esplandián— es uno de los componentes de la courtoisie conversacional (ibid., pp. 53-54). 32 Es elocuente la paralela manipulación propagandística del ideal de cruzada por parte de Carlos VIII de Francia y Fernando el Católico en vísperas de la primera guerra de Italia, aprovechando el contexto de angustia frente al Turco y de esperanza en la renovación de la Cristiandad propio de las postrimerías del siglo xv. Vid. A. Milhou, Colón y su mentalidad mesiánica en el ambiente franciscanista español, Valladolid, Cuadernos Colombinos, 1983, pp. 289-339, passim. CRITICÓN. Núms. 81-82 (2001). Carlos SAINZ DE LA MAZA. La interlocución en el origen ...
LAS SERGAS DE ESPLAND I ÁN 309 sea más por el camino de salvar mi alma que de honrar al cuerpo, apartando de mí aquello con que ofenderle puedo. Sargil le dixo: —Cómo, señor, ¿queréis vos reprovar y contradezir lo que todos siguen, y este estilo con que el mundo es governado? —El mal estilo —dixo Esplandián— tanto más es peor y más yerran y pecan los que le siguen cuanto más es usado y envegecido; ¿y quieres ver el galardón que los que al mundo siguen alcançan? Mira aquel grande y poderoso rey Lisuarte, mi abuelo, cuántos tiempos permitió Dios que su gran gloria y gran fama por todo el mundo ensalçada fuese, y esto por le dar lugar que oviesse conocimiento cómo dando ocasión que los suyos unos con otros se matasen era contra su servicio; y así como en aquellos tiempos el plazer y gloria que los que obrando mal reciben él recibió, cuando más seguro y ensalçado estava ovo la pena que merecía, perdiendo su honra y su fama, y en el [cabo] su persona, que della no se sabe. E si algunos dixeren que la Fortuna suya lo ha fecho, no creas que otra fortuna ay sino el bien que de Dios viene, y así no menos el mal que los hombres se acarrean partiéndose de sus mandamientos y siguiendo los que les son contrarios. E si a Dios pluguiere que mi desseo se cumpla, tú verás que cuanto mis obras serán más diversas que las de los otros, tanto serán más dignas de alcançar galardón de Aquel que darlo puede. La mutación tiene consecuencias importantes para la interlocución, que comentaremos apoyándonos en algunos ejemplos. Ante todo, la voz de los personajes se contamina. El discurso literario caballeresco es, al igual que en otros géneros de la época, siempre monológico 33 ; sin embargo, en el ciclo Amadís-Sergas, la persona didáctica del «Auctor», traspuesto a la ficción a partir del momento en que, en el mismo prólogo general, hace suyo el topos del manuscrito encontrado y escrito en lengua extraña, salpica el curso de la acción con excursos moralizantes de tono admonitorio y no pocas veces catastrofista 34 que trasponen al mundo bretón de la aventura una voz obsesionada con los azares de la Fortuna y el buen gobierno cristiano. Sus intervenciones, esporádicamente designadas como «Consiliaria», «Exclamación», etc., se exhiben deliberadamente como los nudos de máxima densidad sintáctica y retórica de ambas obras. Con ello, Montalvo dota a su escritura de una dimensión polifónica que se percibe como un tenso diálogo entre los discursos literarios caballeresco y político-moral 35 . Pues bien, en las Sergas, y en cualquier tipo de circunstancia interlocutoria, dicha voz autorial invade la de los personajes y prolonga, venga o no a cuento, su discurso en la dirección reiteradamente marcada por sus propias intervenciones didácticas. Tal deslizamiento es ya perceptible en las palabras de Esplandián que hemos citado hace poco; baste ahora añadir un par de ejemplos más de entre los muchos posibles. 33 «En el siglo xvi, todas las novelas caballerescas, sentimentales, pastoriles o moriscas hablan una propia pero casi única lengua: la de su género, matizado más o menos individualmente por el narrador. Se pasa [...] a lo que dice el personaje sin que el léxico y la sintaxis lo acusen» (F. Lázaro Carreter, «La prosa del Quijote», en A. Egido (éd.), Lecciones cervantinas, Zaragoza, Caja de Ahorros de Zaragoza, Aragón y Rioja, [1985], p. 116). 34 El goteo de «enxiemplos y doctrinas» útiles para los caballeros anunciados en el prólogo de Amadís junto con la renovación del estilo (p. 225) comienza ya en 1, cap. I, p. 240: «Por donde se da a entender [...]». En las Sergas vid. los caps, m , vi, xxvn, L, LXIV, etc. 35 Éste, hijo directo del de Mena o Boccaccio; vid. E. J. Sales, arts. cits. en n. 16. CRITICÓN. Núms. 81-82 (2001). Carlos SAINZ DE LA MAZA. La interlocución en el origen ...
310 CARLOS SAINZ DE LA MAZA Criticón, 81-82,2001 En el cap. LXXII, Esplandián captura a la infanta pagana Heliaxa, cuya custodia confía a su lugarteniente Frandalo. La conversación de éste con la prisionera, a la que ya conocía, responde a la pauta del intercambio de cortesías propia del género caballeresco: —Mi buen amigo Frandalo, ¿qué ha sido esto; que siendo mi cavallero y servidor te has tornado mi enemigo y me has muerto mis ca valleros? No espera va yo de tan buen hombre como tú eres y tan alto en cavallería tal obra como esta, ante tenía creído que, si todos me faltaran, que tú solo quedaras en mi servicio. —Buena señora —dixo Frandalo—, no tengo por estraña la culpa que me pones, pues entiendo que a tu noticia no an venido las cosas que por mí han passado [i.e., su conversión al cristianismo] después que de tu presencia y corte fue partido. Y cuando manifiestas te fueren, según tu gran discreción y virtud cierto soy que temías por conveniente todo lo que yo he fecho. Pero, comoquiera que sea, si en mi voluntad entera fuesse, agora en esta fortuna contraria miraría con más afición por tu servicio.[...] Frandalo, sin embargo, cierra el coloquio con las siguientes palabras: —Cavalga, señora, en tu palafrén, e irás con nosotros a ver otro más hermoso torneo que aquel que a tus bodas se hizo; y si Dios lo endereça como lo yo pienso, allí verás a qué responderán los loores y favores que de ti recebí siendo en tu grande alteza, y yo, según ella, un pobre cavallero, porque sea enxemplo a los altos príncipes como tú que, cuando Dios los pusiere en sus reales sillas, teniendo a su parecer todo lo restante debaxo de los pies, tengan cuidado de allegar y honrar a los menores, considerando las bueltas de la movible Fortuna, que muy presto con variables cosas se muda, assí como en esto presente se muestra. [Cursiva mía.] En el cap. cxxvn se plantea, de nuevo, una situación interlocutoria típica del género. Menoresa, dama de Leonorina, acepta a su enamorado Norandel, joven tío de Esplandián, como su campeón en unas justas con que paganos y cristianos entretienen el asedio que sufre Constantinopla: Norandel se fue a la reina, su señora, que él mucho amava, y de quien muy amado era [...]. E como se vio amella las carnes le temblavan del gran plazer que en su coracón sentía, y con alguna turbación que lo semejante causar suele le dixo: —Señora, agora lo tengo yo por buena ventura, porque la Fortuna es tan faborable en aver traído esta necessidad donde en vuestra presencia y en vuestro servicio pueda executar lo que mi voluntad dessea; que será de tal forma que gran sinrazón sería que de vos, mi señora, no fuesse amado y tomado por su cavallero con aquel amor que el muy cuitado coracón vos tiene, o recebir en ello la muerte. La cual, si desto que digo la esperança perdida tuviesse, sería de mí muy bien rescebida como aquella que daría remedio a mis dolorosas cuitas, que más amargas y más mortales que ella es las siento. E no pudo sofrir que las lágrimas a sus ojos no viniessen. La reina, que lo mirava, [...] pensó que, según el gran esfuerço deste cavallero junto con aquella passion tan enamorada, que en la primera afrenta que se hallasse querría hazer tanto que su vida sería en gran peligro, de donde a ella se le seguiría gran dolor; y dixo: —Amigo, señor, no quiero yo que por mi causa seáis puesto en tales afrentas que más a locura que a esfuerço se juzguen, porque por donde me pensáis ganar, por allí me perderéis. E CRITICÓN. Núms. 81-82 (2001). Carlos SAINZ DE LA MAZA. La interlocución en el origen ...
LAS SERGAS DE ESPLANDIÁN 311 si esto es porque vos tome por mi cavallero, desde agora vos recibo con esta condición: que vuestro esfuerço sea templado con discreción; que esto haze a los cavalleros ser muy loados, acertar en todas las más cosas que emprenden; y cuando de este límite salen, aunque la valentía en su honra quede la discreción desonrada y menoscabada queda. Y en esto que os mando quiero ver cómo en todo lo otro me seréis obediente. [Cursiva mía.] Este proceso transgresor se había insinuado tímidamente, aunque con mayor motivación argumentai, en algunos parlamentos relacionados con el secuestro de Lisuarte al final del Amadís (IV, cap. cxxxm); pero en las Sergas su intensidad acaba cortocircuitando literalmente las voces de los personajes, lo que, a la larga, iba a resultar fatal para los declarados propósitos de trascendencia de Montalvo36. La cita anterior llama nuestra atención, por otra parte, hacia un segundo rasgo rupturista de las Sergas frente a la tradición interlocutoria heredada de Amadís. En éste, el amor, y las dificultades para su plena realización, estructuraban la trama. En las Sergas, la estrecha simbiosis de las isotopías bélica y amorosa del Amadís se deshace. El motor narrativo es ahora la aventura guerrera entendida como misión al servicio de Dios; Esplandián, además, está predestinado a su amada, como manifiestan sus marcas corporales de nacimiento37. El amor cortesano, con toda su sabrosa retórica cuatrocentista, se convierte en un añadido decorativo, por más que siga siendo imprescindible dentro del género. Resulta ciertamente un estorbo para la intención ejemplar de Montalvo, que habría suscrito sin duda la opinión de Sánchez de Arévalo de que «las mugeres en todo tienpo, e más en la guerra, destruyen e amenguan las fuerças de los cavalleros, e aun no solamente las fuerças del cuerpo, mas aun les quitan la fortaleça e animosidad de los coraçones; ca los amollentan e fazen effeminados e mugeriles e por consiguiente flacos e themerosos»38. Pero, como no puede prescindir de él, ni denigrarlo como el Arcipreste de Talavera, ya que es siempre muy consciente de que se debe a su público, minimiza la presencia del elemento sentimental en el texto39. La isotopía amorosa se torna residual a partir del cap. xcvn, una vez que Leonorina y Esplandián han conseguido verse. Hasta entonces, sus esporádicas manifestaciones 36 Cf. Amadís, Prólogo, p. 223: «E yo [...] desseando que de mí alguna sombra de memoria quedasse [...]»; vid. la n. 16 de J. M. Cacho Blecua. La auto-valoración de Montalvo se precisa en los caps, xcvm-xcix de las Sergas. El menosprecio crítico de éstas, basado en gran medida en su planteamiento didáctico, ha durado hasta ca. 1990. 37 Sobre estas diferencias, vid. Amadís, III, cap. LXVI, pp. 1004 y 1009; cap. LXXI, pp. 1106-1109. 38 Vergel de los príncipes, dedicado a Enrique IV, en Prosistas castellanos del siglo XV, ed. M . Penna, Madrid, Atlas, 1959, p. 321. Los ejemplos contemporáneos de tal actitud podrían multiplicarse, sin salir del ámbito caballeresco, de Pérez de Guzmán al Tirant. 39 Cf. las palabras del narrador anunciándolo: «como de Amadís, su padre, tantas y tales se ayan contado en esta tan grande historia [...], con tantos sospiros y tanta abundancia de lágrimas, si agora de nuevo lo deste leal enamorado escrevir quisiéssemos, no deleite, antes gran fastidio a los leyentes atraería. Assí que dexando las más délias en olvido, como cosa ya superflua y demasiada, irá procediendo la historia en hazeros saber cómo los grandes fechos en armas deste cavallero passaron fasta que la Fortuna 1...] le quiso poner el remedio» (cap. XLix). El recíproco enamoramiento de oídas de los protagonistas contribuye igualmente a la pérdida de peso narrativo del amor cortesano; interesa, sin embargo, recordarlo como ejemplo del valor funcional de la conversación en la trama de las Sergas. Vid. los caps, x n (Helisabat y Esplandián) y xxxix (Carmela y Leonorina). CRITICÓN. Núms. 81-82 (2001). Carlos SAINZ DE LA MAZA. La interlocución en el origen ...
312 CARLOS SAINZ DE LA MAZA Criticón, 81-82,2001 pueden ser tan reveladoras de la actitud de Montalvo como en las dos conversaciones siguientes: 1) En el cap. LXXX, Leonorina, harta de que Esplandián retrase el acudir ante ella (como le había encargado Amadís en IV, cap. cxxxm) para seguir acumulando hazaña sobre hazaña, juega a la dama cortés y «con fingida saña» lo despide de su servicio. En el cap. LXXXVI, Esplandián queda por ello al borde de la desesperación; sin embargo, sus dos interlocutores y confidentes, Carmela y (ya en el cap. LXXXVII) el novel Garinto, le salvan de convertirse en un segundo Beltenebros: [Carmela] llegóse luego a él, diziendo: —Mi señor, ¿qué es esto? ¿Qué nueva vos ha turbado? Cierto creo yo que ninguna pudo tanta fuerça tener que vuestro bravo y fuerte coracón en flaqueça pusiesse, si no es de aquella contra la cual ninguna fuerça ni valentía puede resistir. Dezídmelo, señor; que quien en la primera y dulce esperança vos puso, aquella dará el remedio para la sostener y hazer verdadera. Esplandián le dixo: —Mi donzella y mi amiga, leed estas cartas y ellas vos mostrarán la causa de mi desventura. La donzella tomó las cartas, y cuando vio la respuesta sañosa de la infanta comencó a reír y dixo: —La diferencia que es entre el amor de vosotros y nosotras es muy grande; que los hombres, por la mayor parte, aquello que sus coraçones sienten y tienen, sin otra encubierta, sin otra maña y cautela en el gesto y en sus hablas lo demuestran, y aun muchas vezes mucho más. Lo que nosotras no hazemos; que aunque la voluntad, siguiendo las fatigas que el coracón, siente y passa alguna cosa, querría el semblante, lo que la palabra muestra, denegarlo. Y esto no lo digo que por engaño se haga, mas por aquella gran diversidad que las costumbres del mundo pusieron entre las honras de los unos y de los otros; que aquella gloria que los hombres alcançavan en poner sus pensamientos en amar las personas de más alto estado siendo a todos manifiesto, aquello se torna en desonra y escuridad de las mugeres, si délias fuese publicado. E por esta causa con causa muy justa nos conviene negar lo que desseamos. [...] Acabada la donzella su razón, el rey de Dacia dixo: —Mi buen señor, bien vos dize la donzella. Vos venistes por mandado de vuestro padre a servir a esta infanta [...] por deuda que le devía por las grandes honras y mercedes que ella le hizo; e assí se lo hezistes saber. Embióvos a mandar que la viéssedes, todas cosas dexando[...]; no lo avéis hecho, escusándovos con desculpas más para cavalleros que conformes a la voluntad de donzellas. ¡E tenéis por estraño esto que ha respondido! Bien paresce ser fuera de vuestra memoria cuan livianamente los encendidos y verdaderos amores de las mugeres con la ausencia son olvidados y trocados; pues ¿qué será de aquellos que aún ningún cimiento tienen sobre que firmeza ni seguridad devan tener, como son estos vuestros? Acuérdesevos de aquella muy hermosa Breçayda, cuántas lágrimas, cuántos dolores y cuántas angustias mostró a su muy amado y muy esforçado cavallero, el troyano Troylos, la noche antes que de fuerça le convino ser del apartada; e cómo el mesmo día siguiente, en tan poco espacio de tiempo y de camino que no passaron tres horas antes que al real de los griegos Uegasse, fue enamorada de aquel Diomedes, rey de Tracia [...]. E de aquella reina Clitenestra, que no solamente la ausencia de su marido fue causa de su gran maleficio que le hizo, mas aun lo fue de le quitar la cabeça con aquella descabeçonada vestidura. CRITICÓN. Núms. 81-82 (2001). Carlos SAINZ DE LA MAZA. La interlocución en el origen ...
LAS SERGAS DE ESPLANDIÁN 313 El episodio parodia, con cierta implícita socarronería, el de la caída en desgracia de Amadís por la ira de Oriana en I, cap. XL, ejemplo clásico de la importancia del amor cortés en la primera parte del ciclo. A la larga, Montalvo respeta en las Sergas el topos de la obediencia a la dama, urdiéndose la entrevista con ella del cap. xcvi. Sin embargo, la intervención de Carmela y Garinto ha dejado claro que no se debe creer en la palabra femenina, al menos cuando se juega en el terreno que le es propio, el del amor, marcado por el fingimiento y las oscilaciones violentas de la voluntad. Nada debe, en todo caso, minar la confianza en sí mismo del caballero, entregado a su función primordial de combatiente. 2) En el cap. xcvi, nos hallamos de nuevo ante un motivo climático del amor cortesano literario: la entrevista secreta de los enamorados, primera y única, sin embargo, de la obra, celebrada además en presencia de una vigilante Menoresa: La infanta [...], aunque como las ojas de los árboles con el viento sus carnes temblassen, viendo cómo la reina con boz de alegría la llamava, perdido lo más del miedo, a gran desseo fue movida de ver aquel que tanto amava; y levantada de su estrado, con passos desmayados como lo estava el coracón se fue para la reina y se juntó al otro lado. Cuando Esplandián la vido, considerando en sí que en ella toda la beldad y apostura del mundo se encerrava, por poco se dexara caer en tierra sin sentido alguno. Mas el gran deleite que los ojos sentían en aquella vista, por la no perder, se sostuvo, y fincados los hinojos en tierra no sabía, con la gran turbación, qué dezir. E assí estuvo por un rato; mas recorriéndose a aquel espanto de la. respuesta embiada por Gastiles, que siempre en su memoria tenía, le dixo: —Señora, si enojo de mí tenéis, demándovos perdón; que de los servicios, si algunos an sido, no me doy por satisfecho, pues que no pueden ser tan crescidos que más crecida no sea aquella deuda en que el rey, mi padre, me ha puesto mandándome que en su lugar pague las grandes mercedes que de vos, mi señora, recibió. La infanta, que de aquella mesma turbación ferida era, mirávalo sin ninguna cosa le responder. Mas la reina le dixo: —Señora, mandadle levantar, pues que su grande obediencia y cortesía a ello vos obliga. —Reina, mi amiga —dixo ella—, dexaldo, que en tanto que ai estuviere no fuirá de mí como fasta aquí ha fecho; aunque, pues vos lo tenéis por la mano, aunque quiera no podrá; y levantadlo. La reina Menoresa lo quiso fazer, pero él le dixo: —Mi buena señora, assí quiero estar hasta que essa mi señora me dé las manos y se las bese por su cavallero, apartando de sí aquella saña que fue ocasión de me embiar tan airada respuesta. La reina, que vido que la infanta no respondía, díxole: —Mi señora, dadle essas hermosas manos, que en tan fermosa boca bien empleadas serán; que según me parece que la Fortuna le ha puesto en tan grande alteza de estado y linaje y prez de armas, sojuzgado a toda virtud, dotado de tan grande hermosura cual nunca en hombre se vio, no sería maravilla que antes de mucho le demandéis vos las suyas, y seáis contenta que como marido vos las dé. La infanta, que la color perdida tenía, siendo ya tornada más encendida que la su natural con el assossegamiento de la grande alteración que hasta entonces tenía, tendió las manos hazia él, y él, tomándolas con las suyas, no podiendo resistir que las amorosas señales del su coracón con lágrimas en sus ojos no se mostrasse, se las besó muchas vezes, tanto que en ellas fueron bañadas. Mas la infanta, que fasta allí alguna libertad por la ausencia de aquel CRITICÓN. Núms. 81-82 (2001). Carlos SAINZ DE LA MAZA. La interlocución en el origen ...
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