LA PARADOJA DEL MITO ADOLFO SUÁREZ

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LA PARADOJA DEL MITO ADOLFO SUÁREZ

Por Olmo MJ

[Contacto olmo.mj@gmail.com]

                                                                                       Marzo de 2014

Desde que falleciera el pasado día 23 de marzo Adolfo Suárez González, los
medios de comunicación nos han inundado de informaciones de todo tipo refe-
rentes al presente y pasado del que fuera nombrado en 1976 Presiente de Go-
bierno del Estado por el monarca Juan Carlos I, en la nueva etapa histórica
que iniciaba España tras la muerte de Francisco Franco (1975).

La clase política también se ha hecho profuso eco del acontecimiento, exaltan-
do la figura de Suárez en todos sus aspectos, así como su legado político y su
contribución decisiva a la democracia.
Todos y cada uno de los dirigentes que tienen algo de peso en el presente, o
que lo han tenido en el pasado, pasaron por los micrófonos de los periodistas
de la prensa escrita y de los medios audiovisuales; sus verbos fueron cas-
cadas de loas, admiraciones, panegíricos y oriflamas hacia el desaparecido
estadista; alguno aprovechó la ocasión para llamar la atención.

Hasta tal punto llegó la alabanza, que la primera edil del consistorio madrile-
ño, Ana Botella Serrano, se apresuró a proponer que el Aeropuerto Madrid Ba-
rajas tomara el nombre de Adolfo Suárez, tal y como en su momento hicieron
en Francia con el de Paris -Charles de Gaulle- o con uno de los del área metro-
politana de New York -John F. Kennedy-.
¿Se confunde Presidencia de Gobierno con Jefatura de Estado?
La iniciativa no es nueva, dado que ya se barajó hace años que el principal
aeropuerto por tráfico aéreo de España se denominara Adolfo Suárez.
El Presidente de Gobierno de España, Mariano Rajoy Brey, fue tan raudo o
más que la alcaldesa madrileña al dar orden al Ministerio de Fomento de cam-
biar el nombre del aeropuerto de la capital del reino.

Honores de Estado para Suárez, cuya capilla ardiente se abrió en el singular
Salón de los Pasos Perdidos1 del Congreso de los Diputados. Por orden guber-
namental, se decretaron tres días de luto nacional.
Pompas fúnebres de un Estado aconfesional que tuvieron dos etapas: el entie-
rro de sus restos mortales en la Catedral de Ávila, ceremonia presidida por el
Obispo de la Diócesis, Jesús García Burillo; y el Funeral de Estado en la Cate-
dral de la Almudena de Madrid, con la presencia del dictador de la antigua co-
lonia española Guinea Ecuatorial, Teodoro Obiang Nguema, y en la cual el
Cardenal Antonio María Rouco Varela sorprendió a muchos de los presentes, y
otros muchísimos más no presentes, con la lectura de su homilía: “…los he-
chos y actitudes que causaron la Guerra Civil la pueden volver a causar”.

1
 Salón de los Pasos Perdidos. Curioso nombre para el lugar dedicado a recepciones y reuniones de alto
nivel e interés entre los insignes representantes del pueblo; lugar así llamado porque en dichos conciliá-
bulos los políticos iban y venían, y “se perdían los pasos y, a veces, las ideas”, en aquellas caminatas que
daban sobre la alfombra, paseos en sentido real y en sentido figurado.
La paradoja del mito Adolfo Suárez

La onda expansiva de las noticias difundidas en torno a este hecho caló pro-
fundo en la ciudadanía y fueron muchas las personas que se acercaron a des-
pedir en su último viaje al primer presidente de gobierno de la democracia,
aunque supieran que sólo disponían de la brevedad de algunos segundos.
Hay que estar ahí (¿?), es un momento clave en la Historia, participando en el
evento2.
Crear opinión es un trabajo que vienen haciendo periodistas de muchos me-
dios informativos, sobre todo aquellos que funden información y opinión con-
fundiendo a sus seguidores. Particularmente algunas cadenas de TV sosteni-
das con fondos públicos, cuyas imágenes están perfectamente ensambladas
con el audio en off para sacar a relucir lo más escabroso en el momento más
oportuno. ¿Habilidad, defecto, interés… profesional?

No cabe duda del importante papel que tuvo Suárez en la política y, por ende,
en la Historia de España.

Lo que sí resulta dudoso es el oropel y la parafernalia de los depositaros de la
voluntad popular, de los políticos que ahora se rasgan las vestiduras y mues-
tran pleitesía en pugna por hacer valer su palabrería: quién es el que tiene
más capacidad de impresionar empleando las mejores oraciones y gestos de
elogio para ensalzar al fallecido.
A fin de cuentas, el final de una vida de 81 años era un acontecimiento que se
veía venir: la muerte de Suárez era inminente debido a su estado de salud –pa-
decía el síndrome de Alzheimer- que se vería fatalmente agravado por cual-
quier otra patología, como así ocurrío.
Ahora, los mismos que le elogian parecen olvidar que el Piloto de la Transición
fue una persona denostada y despreciada, por unos y otros.

Suárez fue el último Ministro Secretario General del Movimiento Nacional, or-
ganización que era la salvaguarda de los valores del franquismo. Por ello, para
los gerifaltes del régimen fue un traidor que entregó España a los rojos; trai-
dor que fue tachado de criminal cuando, ya como Presidente de Gobierno, le-
galizó al hasta entonces clandestino Partido Comunista de España (PCE).
Por cierto que, con el tiempo, algunos de aquellos grises personajes traiciona-
dos nutrieron las filas de la antigua Alianza Popular (AP), rebautizada después
con el nombre de Partido Popular (PP), formación que hoy gobierna España.
Para quienes se consideraban los más adelantados del franquismo, imprescin-
dibles, según ellos mismos, en un futuro proceso de evolución política desde
dentro de la dictadura, Suárez fue un advenedizo frente a la experiencia que
ellos tenían. Así, Manuel Fraga Iribarne (1922-2012) -ministro de Goberna-
ción, entre otros cargos-, que llegó a afirmar “la calle es mía” cuando se inten-
tó celebrar el prohibido, por aquel entonces, Primero de Mayo (ver Nota 5)
2
    Con relación a la situación actual de España, reseñamos otros dos acontecimientos, que han coinci-
dido en el tiempo con la muerte de Suárez, con el fin de contextualizar este hecho.
· 21 de marzo de 2014. Los jóvenes hacen botellón para festejar con alcohol y estupefacientes la llegada
de la primavera; en Granada, son cerca de 20.000. Un 56 % de los jóvenes españoles están en paro.
· 22 de marzo de 2014. Decenas de miles de personas llegan a Madrid en la Marcha por la Dignidad, va-
rias columnas provenientes de todas las zonas geográficas, a las que se une gente de Madrid que se
solidariza con aquellas. Al final, se produce una batalla campal en la que hay decenas de heridos, mu-
chos de ellos policías; éstos son víctimas de jóvenes violentos infiltrados y, según Delegación del Gobie-
rno, los responsables deberán ser los convocantes de las machas, las cuales transcurrieron tranquila-
mente; algunos medios informativos sólo se hacen eco de los altercados, soslayando el carácter pacífico
de las marchas así como las reivindicaciones que éstas planteaban.

Texto: © 2014 Olmo MJ, una colaboración para www.miljardines.es                                              2
La paradoja del mito Adolfo Suárez

Para las nacientes fuerzas democráticas, Suárez fue un emisario del Bunker3,
altamente sospechoso de que, bajo las apariencias de sus palabras y manio-
bras políticas, se escondía un personaje oscuro y malicioso que nunca daría
paso a una democracia auténtica, al estilo de los estados europeos, con par-
tidos políticos, elecciones libres, libertad de expresión y de prensa…
Nada cabía esperar de una persona que no formaba parte de los elitistas cír-
culos socialdemócratas, liberales, democristianos, socialistas, comunistas, etc.
-de todas las muchas sensibilidades de esas y otras corrientes políticas progre-
sistas- únicos baluartes de la Democracia, entendida así, con mayúsculas. Él
fue falangista, apadrinado por un dirigente de esta formación política e influ-
yente cargo en el régimen franquista: Fernando Herrero Tejedor (1920-1975)
Suárez fue maltratado por quienes aspiraban a gobernar cuanto antes un Es-
tado lacerado por las tensiones políticas -presiones extremas del terrorismo
organizado y de militares anclados y acomodados en el pasado- la crisis del
petróleo4 -que repercutió en la economía del Estado Español dando lugar a
huelgas5 y cierres patronales-, y una enorme convulsión social producto de
ésos y otros muchos factores.
Felipe González Márquez y Alfonso Guerra González acometieron contra él con
la dureza de un ariete; el terrible tándem de socialistas renovados que ya arre-
metió primero, logrando sus fines, contra Rodolfo Llopis Ferrándiz y los socia-
listas históricos en los sucesivos congresos del Partido Socialista Obrero Espa-
ñol (PSOE) celebrados en Toulouse (1970) y en Suresnes (1974).
Mediante una política de acoso y derribo, los jóvenes socialistas atacaron una
y otra vez en público y en privado a Suárez, hasta que en 1980 presentaron
una moción de censura, la cual, si bien no ganaron, dejó muy desgastada la
imagen del presidente; en cierto modo, habían logrado su objetivo.
Las reticencias del sinfín de partidos y sindicatos de izquierda hacia su trayec-
toria y labor en la política no cesaron ni cuando Suárez tomó la difícil y com-
prometida decisión de legalizar al PCE6, lo cual llevó a cabo en abril de 1977.
El hecho dejó indiferentes a aquellos consumados militantes de izquierda; ade-
más, levantó llagas y exclamaciones de horror entre los que compartían con él
camino en el centro político, y acrecentó más aún la animadversión y el deseo
de acabar con él, como fuera, entre los que añoraban la dictadura.

3
   Bunker fue la expresión elegida por los demócratas para designar a los últimos reductos de quienes
habían sido fieles y fieras adeptos a la dictadura, de aquellos que estaban firmemente convencidos de
que Francisco Franco lo había dejado todo atado y bien atado; fue Suárez, precisamente, una de las per-
sonas -quizá la que más- que contribuyó a desatar todo aquello.
4
    En 1973, se produjo la Primera Crisis del Petróleo en Occidente, cuando los estados productores de
crudo (reunidos en la organización OPEP) decidieron no exportar combustible a los que habían apoyado
a Israel en la Guerra del Yom Kippur. La carencia de petróleo provocó una escalada inflacionista en todo
el mundo, que en España llegó, unos años más tarde, al 40%.
5
  En los años 1976, 1977 y 1978, en gran parte de los cinturones industriales de Bilbao, Barcelona, Ma-
drid y otras ciudades tuvieron lugar huelgas -sobre todo en los sectores textil, siderometalúrgico, cons-
trucción y transportes- de trabajadores bien afectados directamente por los efectos de la crisis y la re-
acción de la Patronal ante la misma, bien indirectamente por solidaridad con los huelguistas, compañe-
ros de un Movimiento Obrero cuya respuesta sobrepasó con mucho las expectativas de los convocantes.
Recordamos aquí, por poner un ejemplo, los Sucesos de Vitoria (1976) durante una jornada de huelga
general en la ciudad vasca. Trabajadores y vecinos decidieron reunirse para tomar decisiones en la Igle-
sia de San Francisco de Asís; la policía recibió orden del Ministerio de Gobernación de desalojar y desba-
ratar la revuelta a cualquier precio: murieron 5 personas y otras 150 resultaron heridas de bala.
6
    De Suárez dijo Santiago Carrillo Solares (1915-2012): “Es un anticomunista inteligente”.

Texto: © 2014 Olmo MJ, una colaboración para www.miljardines.es                                              3
La paradoja del mito Adolfo Suárez

Suárez fue traicionado por los muchos de los suyos, oportunistas que eran
conscientes de se aceleraba la defunción del régimen anterior y que, enten-
dieron, era menester subirse a un tren que les ayudara a alcanzar alguna co-
ta de poder en los nuevos tiempos, que se avecinaban de forma galopante; era
una oportunidad de oro de pillar una buena poltrona.
Fue traicionado, y abandonado, por muchos de los demócratas de toda la vida
que inventaron apresuradamente la Unión de Centro Democrático (UCD), a
partir de una amalgama de partidos detrás de cuyas siglas había sólo unas
cuantas personas, eso sí, muy ruidosas; él fue erigido como cabeza visible, un
liderazgo que nadie quería para sí porque en su fuero interno barruntaban que
serlo sería un suicidio político, tal y como estaba el patio en España.
Fue el máximo responsable de UCD así como, cuando se disolvió aquel conglo-
merado, lo fue de sus restos: el Centro Democrático y Social (CDS)

Pero para poder apreciar la aventura política de Suárez, echemos un vistazo
somero a algunos de los hitos de la Historia de España entre 1976, cuando él
es nombrado presidente de gobierno de España, y 1991, año en que se retira
definitivamente de la actividad política.

El 24 de enero de 1977 tuvo lugar lo que se conoce como la Matanza de Ato-
cha, suceso en el que ultraderechistas armados entraron en un despacho de
abogados laboralistas que estaba ubicado en la mencionada calle, asesinando
a tiros a cinco de ellos y dejando a heridos otros cuatro.
A consecuencia de aquello la tensión social se incrementó notablemente.

El 15 de junio de 1977 se celebraron en España elecciones generales libres7,
una vez legalizados la mayoría de los partidos políticos que lo solicitaron.
Ganó UCD, liderada por Suárez. En los anales de la Historia, el suyo fue el
primer gobierno elegido democráticamente tras la muerte de Franco.

De aquellas elecciones salió un Parlamento cuyo primer objetivo fue elaborar
la Constitución; múltiples discusiones, la Carta Magna fue finalmente apro-
bada. El 6 de diciembre de 1978 se convocó a los españoles a un referéndum,
que también la aprobaron por mayoría.
A día de hoy, es la Ley de Leyes que da consistencia al Estado Español.

Después de tener una Constitución que dejara medianamente claras cuáles
eran las reglas del juego democrático, el 3 de marzo de 1979 se convocaron
nuevas elecciones generales, que Suárez ganaría de nuevo, a pesar de que el
menoscabo de su figura política ya era considerable.
Fue su tercer mandato como presidente de gobierno. Repare el lector la tra-
yectoria de las tres presidencias de gobierno que detentó Suárez.
Preludio del devenir de su proyecto político, el triunfo en las elecciones ge-
nerales quedó en segundo plano debido a que los partidos de izquierda obtu-
vieron notables triunfos en las elecciones municipales celebradas en abril de
aquel mismo año.
PSOE y PCE llegaban a acuerdos sumando mayorías que, en cierto modo des-
dibujaban la intención de voto de muchos ciudadanos; esa connivencia, como
la del voto útil, tenía lugar al tiempo que muchos dirigentes del PCE se pa-
saban al PSOE debido a una natural evolución política personal, claro está.

7
    Era la primera vez que ocurría esto, tras el período de la II República (1936-1939)

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La paradoja del mito Adolfo Suárez

En 1980, el PSOE presentó una moción de censura, de la cual hemos hablado
anteriormente.

El 29 de enero de 1981, Suárez optó por presentar su dimisión como Presi-
dente del Gobierno, al mismo tiempo que lo hacía como presidente de UCD.

La actividad de la organizaciones Euskadi ta Askatasuna (ETA), Grupos Revo-
lucionarios Primero de Octubre (GRAPO) y otros -de ultraderecha, de extrema
izquierda y de filiación no conocida-, con brutales acciones terroristas como
secuestros y asesinatos, elevaron las tensiones sociales hasta extremos invero-
símiles haciendo más difícil guardar un equilibrio en una España que se de-
sestabilizaba por momentos. Sectores del Ejército y de los Cuerpos de Seguir-
dad del Estado estaban soliviantados y mostraban abiertamente su desacuer-
do con los nuevos tiempos democráticos.
Este estado de cosas culminó con el intento de Golpe de Estado el día 23 de
febrero de 1981: la irrupción en el Congreso de los Diputados de miembros
de la Guardia Civil en el momento en que Leopoldo Calvo-Sotelo y Bustelo iba
a ser, con toda probabilidad, investido Jefe de Gobierno en substitución del
dimitido Suárez. El golpe fue fallido; las imágenes muestran a un Suárez
aguantando el tipo, íntegro; del mismo modo, el teniente coronel Manuel Gu-
tíerrez Mellado -vicepresidente de Gobierno- y el incombustible Carrillo.

No se resignó Suárez a abandonar el mundo de la política y poco después de
su dimisión creó, junto a otros miembros de UCD, el partido CDS, con el que
se presentó a las elecciones del 28 de octubre de 1982, siendo elegido dipu-
tado por Madrid.
Volvió a salir elegido en las elecciones de 1986 y en las de 1989. Sin embargo,
su imagen pública fue deteriorándose poco a poco al mismo tiempo que el CDS
fue perdiendo peso en los tejemanejes de la lucha política.

En 1991, los malos resultados de su partido le llevaron a dimitir como presi-
dente de dicha formación y Suárez se retiró definitivamente del ajetreo que
había sido su vida durante tanto tiempo.
Calladamente, pasó a un segundo plano desde donde quizá contemplara la fre-
nética actividad de quienes le habían vapuleado para que les dejase paso de
una vez por todas, sí, de aquellos que ambicionaban sacar tajada y beneficio
personal de su escalada en la política: un panorama desolador que, con el
tiempo, ha llevado a España a unos niveles de corrupción tan altos que preo-
cupan a los ciudadanos y afectan a los fundamentos de la democracia misma.

Tanto daño ha producido en estos últimos años la corrupción en la esfera polí-
tica, que los propios interesados, que viven por y para ese mundo tan particu-
lar, necesitan crear héroes, mitos, leyendas…
Cual nueva casta sacerdotal, cuyo único fin es asegurarse el poder que les
confiere su puesto y la posibilidad de mejorarlo en función de sus logros y po-
sicionamientos, la clase política ha encontrado en Suárez el mito del zoon polí-
tikon cabal, que siempre antepuso los intereses generales a los particulares,
patriota, artífice de la democracia y de la libertad… y un sinfín de cualidades
más.
No se han quedado atrás los mass media, que durante varios días han trans-
mitido o realizado crónicas en directo describiendo, con una meticulosidad
pasmosa, hasta los minúsculos detalles de todo lo que ha acontecido en torno
al fallecimiento de Suárez.

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La paradoja del mito Adolfo Suárez

De todo ello, aquí sólo repararemos en lo que se llegó a decir comentando el
hecho de que en torno a su féretro se juntaron los tres expresidentes 8 de go-
bierno en la democracia que siguen entre los vivos: Felipe González Márquez,
José maría Aznar López y José Luis Rodríguez Zapatero. “Sólo él (por Suárez,
de cuerpo presente) habría sido capaz de conseguir tal hazaña”, dijeron en va-
rios medios informativos.

Los antropólogos han hecho interesantes estudios sobre cómo, en muchas cul-
turas antiguas o contemporáneas pero no industrializadas, una élite dirigente
crea un mito en torno a un ser que tiene extraordinarias cualidades -entre lo
divino y lo humano-, cuya vida y logros son un ejemplo a seguir, en torno al
cual se elabora una compleja ceremonia cuyo fin es impactar en el ánimo de
las personas normales y corrientes la trascendencia del personaje, recordar su
presencia permanente en la sociedad –él es vigilante con relación ciertos com-
portamientos impropios- y retroalimentar la necesidad de venerarle, dada la
importancia de su rol en la cosmovisión de esas atrasadas culturas.
Del mismo modo, el mito Adolfo Suárez, con la diferencia de que su vida y
obra no han sido valoradas hasta que ha muerto, y, cuando ha ocurrido el óbi-
to, el olvidado ha sido elevado a los altares como por arte de magia. De igual
forma las ceremonias que, por todo lo alto, se han hecho en su honor.

Tuvo mérito aquel hombre que vivía frugalmente a base de tortillas francesas,
tabaco negro y café.

Fue intensa su labor en el siempre escabroso mundo de la política; buen tra-
bajo, no exento de enormes trabas.
Supo capear desprecios, insultos y humillaciones9.
Fue un hombre íntegro, que no se dejó seducir por las tentaciones del dinero
fácil, de prebendas y de todo lo que se ha arrobado para sí tanto personaje que
ha acudido a la política con fines de interés particular.
En lo personal, superó los devastadores efectos de las enfermedades en su fa-
milia, como la muerte de su mujer y de una de sus hijas.

Descanse en paz Adolfo Suárez González.

8
   Y sólo vamos a reseñar aquí algunas de las consecuciones de los tres mencionados expresidentes:
· González, los socialistas, eran la democracia personalizada. Una vez alcanzaron el poder, no cabían más
alternativas para optar a una sociedad más justa y apacible: vaciaron de contenido el Movimiento Ciuda-
dano, cuestionaron el Movimiento Obrero ante la necesidad imperiosa de poner en marcha las primeras
reconversiones industriales, emplearon un lenguaje sui genereris -recordemos el lema de “OTAN de en-
trada, NO”- y, al final de su mandato, salieron a la luz los primeros casos de corrupción política, como los
de José Luis Roldán Ibáñez, Juan Guerra González -El Hermano- y otros.
· Aznar apoyó sin fisuras la política belicista del presidente estadounidense George W. Bush, que en mar-
zo de 2003 inició la Operación Libertad Iraquí, pseudónimo de la Segunda Guerra de Irak; España entró
oficialmente en guerra formando parte de una coalición multinacional. En política nacional, inició los
contactos para negociar con ETA -aunque él empleó el término Movimiento Vasco de Liberación-, algo
que luego reprochó -y sigue haciéndolo- a su sucesor, Zapatero.
· Zapatero miró para otro lado cuando uno de los derechos fundamentales de los españoles, reconocido
en la Constitución, se iba haciendo cada vez más inalcanzable: tener derecho a una vivienda digna; du-
rante las dos legislaturas de gobierno, los precios de las viviendas aumentaron hasta alcanzar precios in-
sostenibles y fue gestándose una burbuja inmobiliaria que, a la postre, resultó ser uno de los factores
que incidieron en la crisis económica que comenzó hacia 2008 y que seguimos padeciendo hoy día.
9
    En 1979, Guerra le espetó en el Congreso de los Diputados “Tahúr del Mississippi”.

Texto: © 2014 Olmo MJ, una colaboración para www.miljardines.es                                                6
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