POR FAVOR, SILENCIO - CULTURA DESORBITADA WWW.REVISTAMERCURIO.ES VERSIÓN4.0 211NOV.-DIC.2019 EJEMPLARGRATUITO - REVISTA MERCURIO
←
→
Transcripción del contenido de la página
Si su navegador no muestra la página correctamente, lea el contenido de la página a continuación
www. revistamercurio.es Versión 4.0 №211 nov.-dic. 2019 ejemplar gratuito CULTURA DESORBITADA Por favor, silencio
por favor, silencio ‹3› №211 nov.-dic. 2019 №211 nov.-dic. 2019 CRÓNICA El Cabrero, DESORBITADA 54 adiós al cantaor blasfemo ANIMA La cultura MUNDI 49 y sus especies HORAS Revista CRÍTICAS 31 de libros POR FAVOR, Ensayos SILENCIO 05 sobre el silencio REVISTA MERCURIO Cultura Desorbitada www.revistamercurio.es Editor Javier González-Cotta (editor@revistamercurio.es) Editora adjunta Maite Aragón (editora.adjunta@revistamercurio.es) Redacción y coordinación Patricia Godino y Marta Caballero (redaccion@revistamercurio.es) Edición gráfica Mario González Reina Ilustraciones Sofía Fernández Carrera Publicidad y Distribución Marcos Fernández (publicidad@revistamercurio.es // 660 42 63 77) Begoña Torres (publicidad2@revistamercurio.es // 640 02 87 14) Administración Elena Sánchez (administracion@revistamercurio.es) Equipo Asesor de Edición Luis Solano, Alicia Almarcegui, David González Romero, Alfonso Crespo ISSN 1139-7705 Depósito Legal SE-2879-98 Imprime Coria Gráfica La dirección de MERCURIO no comparte necesariamente la opinión de sus firmas colaboradoras. Tampoco mantiene contacto con artículos o firmas no solicitados. Impacto Agotamiento de Huella de ambiental recursos fósiles carbono por producto impreso 0,23 kg petróleo eq 0,62 Kg CO2 eq por 100 g de producto 0,04 kg petróleo eq 0,13 Kg CO2 eq reg. n.º: 2019/79 % medio de un ciudadano 5,21 % 2,18 % europeo por día
por favor, silencio ‹5› №211 nov.-dic. 2019 Silencios plurales Tal vez no habría habido mejor forma de expresar el silencio en estas páginas que dejándolas en blanco. La tentación ha sido fuerte. Pero hemos optado por tratar la blanca materia desde visiones distintas. He aquí, pues, este fluido de silencios plurales. El silencio es hoy por hoy una necesidad física, sensorial y hasta ecuménica. Nos hemos acostumbrado al terrorismo: el ruido. Nos perfora y hasta nos habita. De forma inquietante ya lo sugería John Cage en Silencio: “Donde quiera que estemos lo que oímos es fundamentalmente ruido. Cuando lo ignoramos nos perturba. Cuando lo escuchamos, nos resulta fascinante”. Necesitamos un punto de gravedad en el vacío: por favor, silencio. Fotos en páginas 5 y 26: Marcos Fernández
por favor, silencio ‹7› №211 nov.-dic. 2019 Meditación Se medita en busca de la propia identidad, en busca del propio nombre. De lo que se toma consciencia es de que somos. Por Pablo d’Ors páginas 8-9 Vanguardias Nos ahoga un descomunal tsunami de charlatanismo que hace más necesario que nunca reclamar el derecho a no decir nada, como en los cuadros de Hopper. Por Fernando Castro Flórez páginas 10-11 Peligro mudo Un vagón de metro donde nadie habla y un monasterio dominico. En el primero se desconecta del mundo a través de un móvil, en el segundo se conecta con el yo interior. ¿Cuál es más peligroso? Por Paco Cerdà páginas 12-13 Guerra El silbido de un misil antes de caer, los segundos antes de una muerte segura. Hay más solemnidad en estos instantes que en el silencio que imponen quienes mandan a callar al que molesta. Por Olga Rodríguez páginas 14-15 Bergman El blanco y negro en el cine es la belleza que se mantiene con el paso del tiempo. La llegada del color decepcionó al director de El silencio. Por Rita Azevedo Gomes páginas 16-17 La vida cool Pagar para descansar del ruido, como quien paga por obtener sexo. Son las modas y una vida de cara a la galería las que nos lleva a elegir la mudez al roce. Por Joana Bonet páginas 18-16 Silencio blanco A miles de metros de altitud, el hombre se convierte en roca y luego en polvo. No somos nada. Por Simón Elías páginas 20-21 La música El músico sólo toca una nota y en esa nota están todas. Sin embargo, quien hace silencio no quiere no oír nada, sino oír lo que suena de lejos. Por Andrés Ibáñez páginas 22-23
por favor, silencio №211 nov.-dic. 2019 ‹8› El arte del La mística les pone a los dos en entredi- cho. Así las cosas, quienes mejor podrían aliarse con los meditadores —los sacer- dotes y los teólogos—, resultan ser, casi siempre, sus principales enemigos. La aventura del silenciamiento inte- Silenciamiento rior no puede realizarse sin un camino: nadie llega a ningún sitio si no es de algún modo. Tener un camino es algo muy útil, desde luego; pero no deja de ser peligroso, puesto que también el Pablo d´Ors camino, el método, puede idolatrarse, en cuyo caso deja de servir para hacer la experiencia del Espíritu, convirtién- La meditación es el arte del silencio Para ir adonde no sabes, has de ir por dose en su principal obstáculo. La exa- interior. Normalmente, todos vivimos donde no sabes, escribió Juan de la Cruz, cerbación del método no es otra cosa, en medio del ruido, exterior e interior. uno de los más grandes maestros del en meditación, que el subrayado en la Conseguir el silencio exterior no es silencio. Eckhart, en la misma línea, técnica. Claro que la práctica meditativa fácil, pero parece algo más o menos plantea una idea muy similar: en el ca- comporta una dimensión técnica, pero accesible a todo el mundo. Alcanzar el mino hacia Dios llega necesariamente no puede reducirse a ella. También la silencio interior, en cambio, lo que aquí un punto en que se desmorona nuestro escritura literaria, por poner un ejem- concepto de Dios y has- plo, tiene su dimensión técnica; pero ta nuestra propia ex- la literatura, reducida a mera técnica, periencia de Dios, a la queda convertida en una caricatura de lo que hay que morir para que podría ser. En estas páginas quiero nacer al Dios verdade- mostrar que la meditación en silencio y ro. Esto hace que el ca- quietud es, esencialmente, un arte. mino del conocimiento Toda técnica ofrece procedimientos silencioso o mística sea en orden a un fin eminentemente útil. bastante cercano al ag- El arte, en cambio, ofrece expresiones nosticismo. Y convierte de un individuo de modo gratuito, sin la práctica de la medi- expectativas prácticas. Allí donde hay tación, ciertamente, en expresión de la experiencia sin preten- una gran aventura. sión utilitaria podemos hablar de arte. Hay quien se pone Y eso es justamente la meditación: una muy nervioso ante profundización en la experiencia del yo afirmaciones de este para expresar en la vida el ser en pleni- género. Estoy pensan- tud. La práctica meditativa es, pues, un do en los teólogos y ejercicio artístico sobre el propio cuerpo sacerdotes católicos, es y la propia mente con el fin de realizar decir, en los hombres una obra de arte con la propia vida. que, en Occidente, han Vista así, la meditación —o vía mística— representado la cultura está profundamente hermanada con el y el culto. Porque los arte —o vía poética—. No es de extrañar: teólogos, los intelectua- mística y poética han aparecido profun- les, pretenden, como no damente unidas a lo largo de la historia. puede ser de otra forma, La paradoja de plantear la meditación que la razón tenga su como un arte radica en proponer un papel en el acercamien- trabajo esencialmente formal, es decir, to al misterio de Dios. poético, de cara a una experiencia esen- Es comprensible, por cialmente de fondo, por tanto, mística. tanto, que se sientan Por mi parte, quisiera proponer aquí, desplazados cuando desde la tradición occidental a la que los místicos les hacen pertenezco, una poética del espacio, una ver lo limitada, y hasta poética del cuerpo y una poética del co- contraproducente, que razón, de cara a posibilitar una mística puede ser su aporta- del desierto (o del vacío), de la escucha ción. Lo propio de la (o la palabra) y del amor (o nupcial). voy a llamar silenciamiento, no parece clase sacerdotal, por otro lado, es acceder Daré algunas pistas concretas sobre tarea sencilla. Si lo deseamos, hemos a Dios ya no por vía de la mente, como cada una de estas propuestas. de aprender. Pero para eso necesitamos los teólogos, sino por la del culto y del de alguien que nos enseñe. Existe en rito. Tampoco puede maravillar que las Poética del espacio Occidente, al igual que en Oriente, una pretensiones de los místicos, que buscan Lo primero que es preciso para apren- tradición de conocimiento silencioso. llegar al fondo de la cuestión sin pasar der a meditar es escoger un espacio en En estas páginas quiero ofrecer algunas por las formas rituales o religiosas, inco- donde pueda realizarse la práctica. Debe pistas para adentrarse prácticamente, moden a los clérigos, dejándoles fuera de ser un espacio en la propia vivienda, de es decir, desde la experiencia, en este juego. La cuestión es clara: los teólogos modo que se tenga acceso fácil e inme- conocimiento, tan necesario para el exageran la importancia de la forma ver- diato a la misma; y debe ser pequeño hombre de hoy. bal y los sacerdotes la de la forma ritual. (bastaría un metro cuadrado, acaso dos,
por favor, silencio ‹9› №211 nov.-dic. 2019 pero no más). El meditador aprendiz posible. La quietud es el silencio del Mística de la escucha (o de la palabra) debe primeramente delimitar bien ese cuerpo. La mente no puede silenciarse El silencio del meditador es en orden territorio, sea metafórica o, incluso, en un cuerpo inquieto. A mayor quietud a la escucha. Hay algo que está suce- físicamente (dibujando con tiza en el externa, mayor movimiento interno. A diendo, que está sonando interiormen- suelo, por ejemplo). Eso le ayudará a menor quietud, por el contrario, menor te, algo a lo que estar atento para no entrar y salir del espacio de meditación capacidad de concentración, lo que nos perderse. El silencio no se conforma con consciencia. La toma de consciencia permite entrar en el siguiente punto. consigo mismo —por decirlo así—, sino de estas entradas y salidas en ese metro que va en busca de una palabra —por cuadrado es ya un ejercicio de medita- Poética del corazón designarla de alguna forma— que abra ción. Ayuda a este efecto, por ejemplo, Dentro de ese espacio bien delimitado a un silencio aún mayor. Pues bien, eso descalzarse a la hora de entrar y, en que es ese metro cuadrado reservado que resuena en el desierto místico es lo fin, calzarse de nuevo cuando se sale. para meditar, y dentro del espacio del que en el cristianismo se conoce como la Este pequeño gesto nos va educando y propio cuerpo, en este proceso de pro- voz divina o la Palabra de Dios. Y lo que abriendo en nuestro interior una lógi- gresivo estrechamiento y concentración, primariamente dice esa voz o Palabra es ca distinta a la habitual, normalmente el punto sobre el que la meditación de esto: “tú eres” o, lo que en sustancia es mecanizada y rutinaria. Cuidar este cepa cristiana invita al meditador a cen- lo mismo, “yo soy”. Dicho de otra forma: pequeño templo, ese metro cuadrado trarse es el corazón. Meditar es recoger se medita en busca de la propia identi- que el meditador ha reservado a este fin, la atención en un punto del cuerpo: la dad, en busca del propio nombre. De lo significará mantenerlo siempre limpio nariz es, desde luego, una posibilidad, que se toma consciencia al meditar es de y ordenado, conservando en él sólo lo pues es por los orificios nasales por que somos. Esa consciencia es la raíz del imprescindible para meditar: un ban- donde inspiramos y espiramos el aire verdadero autoconocimiento. quito de oración o un cojín, por ejemplo, que nos permite estar vivos; pero otra una manta, un icono o un crucifijo, una posibilidad es el corazón, que es, junto a Mística del amor (o nupcial) vela…: todos los elementos de la ritua- la respiración, el ritmo biológico esen- La experiencia del misterio y de la iden- lidad meditativa y sólo ellos. Es capital cial. De lo que se trata es de escuchar los tidad es en el cristianismo personal. que todo sea sencillo y esté dispuesto propios latidos y, en fin, de entonarse Esto significa que lo que se escucha en con atención, a ser posible respetando con ese ritmo biológico. Quien está en el desierto de la práctica meditativa la simetría. El cuidado de lo exterior la percepción de este ritmo no estará en no es un genérico “yo soy”, sino un “yo será una invitación a atender lo interior la reflexión, que nos saca del proceso soy hijo”, “yo soy amado”. Lo que se y un modo indirecto de cuidarlo efecti- meditativo. Esta triple poética del espa- descubre, en otras palabras, es que se vamente. Por otra parte, quien cuida lo cio, del cuerpo y del corazón consiente puede confiar. Y que si se puede confiar pequeño, sólo él, aprenderá a cuidar lo el acceso a la experiencia mística, sobre es porque hay algo o alguien en quien grande. No podremos respetar la natu- la que, con toda modestia, me permitiré confiar. El meditador de cepa cristiana raleza —hermoso y noble ideal—, si no decir también tres palabras. experimenta en su práctica que es cui- somos capaces de cuidar un metro cua- dado. Y si alguien es cuidado —resulta drado de nuestra vivienda. Mística del desierto (o del vacío) evidente— es porque hay Alguien que Cultivar el espacio físico del propio le cuida, precisamente eso que los cris- Poética del cuerpo templo, del propio cuerpo y del propio tianos designan con la palabra “Dios”. Dentro de ese espacio bien delimitado corazón conduce inexorablemente al Afirmar que Dios es Padre, por tanto, es que hace las veces de templo, el verda- descubrimiento del espacio interior. La para un cristiano lo mismo que afirmar dero espacio de la meditación es el pro- mente, habitualmente llena de palabras que la confianza tiene un fundamento. pio cuerpo. Se medita con el cuerpo, lo e imágenes, se va vaciando en la me- Esta experiencia del fundamento amo- que significa que, una vez ritualizada la dida en que se medita. Que se vaya va- roso es la quintaesencia de la mística entrada en el espacio de la meditación, ciando significa, simple y llanamente, cristiana. la siguiente tarea es atender al propio que se va descubriendo como un terri- Quien experimente, al menos en cuerpo. Esto se hace fundamentalmen- torio, es decir, como espaciosidad inte- cierta medida, esta mística del desierto, te de dos formas: una, sentándose; rior. Esta experiencia de la mente es lo de la escucha y del amor, cosechará al- y dos, quedándose quieto. Sentarse que habitualmente llamamos conscien- gunos frutos, de los que reseño los más correctamente es básico para meditar. cia. Nos damos cuenta de algo porque notorios: la claridad (las palabras sólo Más aún: meditar es sentarse correcta- hemos hecho vacío a su alrededor, lo se escuchan en el silencio; las formas mente, lo que significa, por decirlo de que nos ha permitido distinguirlo. Esa se perciben porque hay un fondo); la forma simple, tener la espalda erguida. espaciosidad no está prácticamente humildad (que es consecuencia del an- La práctica meditativa en quietud se nunca por completo vacía, sino que en terior fruto de la claridad: si se ve lo que realiza sentado, sea con las piernas ella distinguimos a veces algunos ele- realmente hay no cabe sino ser humilde; cruzadas en postura de loto o dobladas, mentos: una distracción, una sombra, no aceptar la propia y modesta dimen- arrodillado en un banquito de oración. la presencia de un ojo observador o de sión es un simple error de perspectiva); Esta postura sólo debe asumirse para un testigo… Es como el desierto: un la paz (que también es consecuencia del meditar, con lo que el cuerpo está espacio geográfico con muy pocos ele- anterior fruto, puesto que sólo conoce diciendo al alma, cuando asume esta mentos, sólo aquellos que nos permiten la verdadera paz quien es humilde, es postura, qué es lo que espera de ella en saber que eso es un desierto: arena, sol, decir, quien se ve como realmente es); y, ese momento. También es importante una montaña a lo lejos, escasa vegeta- en fin, la alegría (que es consecuencia de porque, al sentarnos, nos abajamos: ción… Sólo lo simple puede propiciar la paz interior). En otras palabras, el arte tocamos tierra: realizamos físicamente la experiencia de la unidad. No es en de la meditación otorga la alegría del aquello que buscamos espiritualmen- absoluto casual, sino muy revelador, ser. Algo de esa claridad y de esta alegría te: tocar la realidad. La meditación es que los monoteísmos hayan nacido es lo que, con mejor o peor fortuna, he una escuela de realismo. No hay vuelo precisamente en el desierto y que los pretendido transmitir en estas líneas. espiritual que no parta de la tierra y politeísmos, por contrapartida, se ha- que no aboque a ella. Una vez abajo, yan desarrollado en zonas selváticas o Pablo d´Ors es escritor, ensayista y traductor. se trata de permanecer lo más quieto de jungla. Fundador de Amigos del Desierto.
por favor, silencio №211 nov.-dic. 2019 ‹10› Del anómalo derecho a no decir nada Fernando Castro Flórez Filosofía, literatura, música y arte contemporáneo se han inclinado por la “seducción del silencio” a través de un lenguaje propio. De la antigua Grecia, a los cuadros de Hopper o la pieza musical 4’33’’ de John Cage, la búsqueda de la mudez creadora ha tenido idas y venidas. “Si es cierto como dice el escritor ameri- sido considerado como culmina- cano Paul Goodman, que la consigna de ción de la lógica de su poesía; su Stephen Dedalus estilo, astucia y silencio, vida postrera, dentro del refugio encierra el código de comportamiento del silencio (guardando no pocas que el artista de vanguardia se impone, analogías con los años de la locura de no es menos evidente que el último Nietzsche), vendría a encarnar la pala- de estos tres mandamientos sólo raras bra que se supera a sí misma, que ac- veces es obedecido”. Con esta provoca- cede a su culminación no en otro lugar dora frase comienzo el libro de Renato sino en la actitud antitética del no decir Poggioli Teoría de la vanguardia (Ed. Re- nada con sentido. El “abandono” de la vista de Occidente, 1964), ironizando en poesía de Rimbaud parece tener torno a la tendencia del arte moderno un sentido distinto: mostrar hacia el exceso programático y la infi- la superación de la acción nita retórica de los manifiestos. Sin em- sobre la palabra; con el su- bargo, parece que la consigna del artista perviviente, si tal cosa es adolescente puede ser entendida, en lo posible, del barco a la deriva que respecta al silencio, en otro sentido: la poesía se comprime y se asumiendo que el arte moderno es un expresa en paralelo al dina- intento de experimentar los límites del mismo de la ciudad moderna, lenguaje, una búsqueda excesiva en pos los privilegios y la fascinación de las fronteras de la palabra humana, de la arbitrariedad, de la auto- un atisbo de lo que reside fuera del len- nomía técnica, de la referencia guaje; de este modo, el silencio elegido interior y de la retórica subte- aparece como una de las metáforas vivas rránea que definen y constituyen de la condición literaria moderna. el espíritu del siglo XX. Estas dos El insigne crítico literario George propuestas, tanto de escritura cuanto Steiner señaló en un importante en- existenciales, han supuesto al mismo sayo recopilado en su libro Lenguaje y tiempo la aparición de una función poé- silencio (Ed. Gedisa, 1982) que los tres tica del silencio y el final de partida en motivos decisivos de la exploración o aquel “anhelo de transcendencia”. Una experiencia de los límites del lengua- suerte de ateísmo atraviesa esa desme- je, entendidos como “pruebas” de una sura que se tensa desde el romanticis- presencia transcendente en la fábrica mo a las vanguardias, cuando comenzó del universo son: la luz, la música y el a revelarse que el viaje no sería un silencio. La opción por el silencio se modo de la rebeldía sino, a la manera remonta en el dominio de la filosofía a del gélido cuadro de Friedrich, el defini- Grecia (especialmente en las narracio- tivo naufragio de la esperanza. nes “mitológicas” dan cuenta de la vida Desde La carta de Lord Chandos de de Empédocles o Heráclito) y en caso de Hofmannsthal, donde solamente queda la poesía se asocian fundamentalmente un “pensamiento febril” (mientras las con Hölderlin y Rimbaud. El silencio del palabras parecen convertirse en hongos poeta alemán que escribiera páginas podridos en la boca) hasta el nihilismo tan intensas como las del Hiperión ha del “basurero” de la historia desplegado
por favor, silencio ‹11› №211 nov.-dic. 2019 por Samuel Beckett, del puntillismo honra de ensalzar lo inhumano, ya sea del espacio tal y como aparecía en el hipnótico de la música de Anton Webern mediante su apoyo o su incuria. Si es la De rerum natura de Lucrecio. Nuestro a la búsqueda del silencio (finalmente palabra el sello que concede al hombre mundo es un auténtico barullo, un imposible) en Cage, desde el icono de su humanidad, aquello que le convierte torbellino estrictamente inconsistente la pobreza enmarcado por Malevich en en un ser ávidamente inquieto, la pa- en el que parece que todo se convierte su contundente Cuadrado Negro hasta labra no puede permitirse tener vida en espuma, fluido y sin sedimentación, la proliferación objetual generada por natural, como si fuera un santuario leve y acaso algo peor que “insopor- la duchampitis, no son pocas las mani- neutral, sobre todo cuando el lugar en el table”. La sociedad es la suma de sus festaciones de seducción del silencio en que tenemos que intentar sobrevivir no cantos recitativos, el conglomerado el arte moderno, convertida en dogma, es otra cosa que una tierra baldía. humano que soporta un nivel determi- a la postre, la fórmula de que “hablar es Susan Sontag indagó, en un lúcido nado de decibelios sin explotar en una decir menos”, en un minimalismo que ensayo incluido en su libro Estilos radi- furia incontrolada. terminó por ser casi el código genético cales (Ed. Muchnik, 1985), sobre la cues- Peter Sloterdijk sugiere, en el tercer de la creación contemporánea. tión del silencio en el arte, concluyendo volumen de su monumental y barroca Las estéticas de la retracción, un tér- que puede aparecer de diversos modos: meditación sobre las Esferas (Ed. Sirue- mino que desarrolló José Ángel Valente, como decisión (expresado en el suicidio la, 2006), que la invención del individuo tienen relación con la tendencia hacia ejemplar del artista que da cuenta de en las así llamadas grandes culturas sólo los lenguajes propios: la aspiración a que ese modo de su exceso), como castigo fue posible por la introducción de las cada poeta tuviera su propio lenguaje, (en la locura de aquellos artistas que prácticas de sosiego y silencio, al que exclusivo para sus necesidades expre- desfondan su cordura al transponer las aconteció, entre otras cosas, gracias a sivas; pero tal lenguaje no sometido al fronteras aceptables de la conciencia), la escritura y el ejercicio solitario de la imperativo mass-mediático de la co- como inexistente experiencia pública lectura: “El silentium conventual trabaja municación informativa parece que solo (en un desarraigo que vuelve las obras con esa diferencia para reconocer la voz podría sostenerse, paradójicamente, al herméticas) y como imposible propiedad suave de Dios y la voz alta de los huma- filo del silencio. Ni la paradoja del silen- de la obra de arte (esa desposesión que nos. In interiore homini habitat veritas. cio como lógica final de la palabra poética termina por socavar la idea de “auto- San Agustín insiste en que, tras la cesura ni la exaltación de la acción sobre el ría”). El silencio solo puede aparecer del silentium, la verdad sólo puede en- enunciado verbal, corriente que fue muy en la obra como un horizonte que se contrarse donde las cosas suceden sua- vigorosa en el existencialismo de tona- repliega constantemente, un “lugar” que vemente: junto al jardín platónico en- lidad romántica, dan cuenta de la que es no se puede habitar o consumar cabal- tran aquí en consideración, sobre todo, probablemente la más honda tentación mente. “El vacío genuino, el silencio las casas de Dios”. Sabemos de sobra del silencio en la sensibilidad contem- puro —escribe Sontag—, no son viables que es demasiado tarde para la “ideo- poránea. “Hay un tercer motivo (más ni conceptualmente, ni en la práctica. rritmia” conventual y que los desiertos allá de los de Hölderlin y Rimbaud), más Aunque sólo sea porque la obra de arte eremíticos han sido “colonizados” por poderoso, que —escribe George Stei- existe en un mundo pertrechado con el nihilismo arquitectónico (la reducción ner— puede situarse circa 1914. Lo dice otros múltiples elementos, el artista que del mundo a comunidades, pavorosa- Mrs. Bickle en la última frase de Cabot crea el silencio o el vacío debe producir mente, “adosadas”) o mantenidos como Wrights begins, de James Purdy, esa algo dialéctico: un vacío colmado, una “sublimes espacios” de la turistificación. comedia trágica sobre el novelista y el vacuidad enriquecedora, un silencio Nos ahoga un descomunal tsunami de tema recalcitrante: “No seré escritor en resonante o elocuente. El silencio conti- charlatanismo y nuestro naufragio no un lugar y una época como el presente”. núa siendo, inevitablemente, una forma está situado en la “indeterminación” del El escritor aparece, por tanto, como un del lenguaje […] y un elemento del diá- coup de dés mallarmeano ni podemos disidente que se opone frontalmente logo”. Esta interpretación concluye que volver a entregarnos a la interpretosis de a la deshumanización lingüística, a la detrás de las invocaciones al silencio se aquella última proposición del Tractatus gramática de lo inhumano; lo que está oculta el anhelo de renovación sensorial de Wittgenstein que lo mismo sirve para en tela de juicio es la condición del len- o cultural o, en el extremo, la defensa soltar una perorata (para)budista que guaje ya que la palabra está perdiendo del silencio expresa un proyecto mítico para justificar cualquier disparate esté- algo de su genio humano. Aquí vendría de liberación total. tico en plena hipsterización. Sabemos de a imponerse una alternativa: hacer que Al comienzo de su hermosa Historia sobra que sería mejor guardar silencio… el lenguaje exprese la crisis o elegir la del silencio (Ed. Acantilado, 2019) Alain pero no lo hacemos. La corrala digital retórica del silencio. Corbin introduce una pertinente cita nos incita a decir lo que (nos) pasa, a La depreciación de las palabras con- de Paul Valery: “Escucha ese fino rui- repartir likes a diestro y siniestro o a dujo inevitablemente a la negación de do que es continuo que es el silencio. colgar la foto del gato postbaudeleriano. la poesía —ese lugar común del “nada Escucha lo que se oye cuando nada Frente a tanto chismorreo surge incluso de poesía después de Auschwitz” que se hace oír”. Podríamos pensar que el deseo de hacer una apología de la “es- se atribuye a Theodor W. Adorno— y esta frase nos encamina tanto hacia el tética del silencio” por anacrónico que a la exaltación del silencio. En la obra ruido (continuo) del mundo que, lite- suene todo; aunque mejor sería defen- de algunos poetas, el tema del silencio ralmente, reveló la ya mítica pieza de der el derecho a no decir nada. Una vez emerge como respuesta a lo peculiar de John Cage 4´33” cuanto a la melancolía más: “I would prefer not to”. su visión poética, pero además como sedimentada en algunos de los cuadros expresión de la honda crisis del len- de Edward Hopper. Es evidente que no Fernando Castro Flórez es profesor de estética de guaje de nuestro tiempo desquiciado. podemos reencontrar el “silencio de la UAM, crítico de arte, comisario de exposiciones Para Steiner es preferible que el poeta la naturaleza” o ese “severo silencio y autor de Estética de la crueldad (Fórcola se corte la lengua a que caiga en la des- de la noche” que reina en la totalidad Ediciones, 2019)
por favor, silencio №211 nov.-dic. 2019 ‹12› Peligros mudos Paco Cerdà El silencio es subversivo; el bullicio es alienante y represor a pesar de que su apariencia en la España despoblada nos contradiga. Desde los altos prados vaciados o los repletos trenes que horadan las metrópolis, asoma el peligro. El silencio es peligroso. Invita a pensar. los 700 y 2.307 metros de altitud. Una Incluso a pensar demasiado. Y todos los montaña: esa sería la bandera de la Espa- peligros, individuales o colectivos, nacen ña despoblada. Su himno sería el silencio, justo ahí. si acaso el quedo murmullo de una voz anciana. Pero qué sentido tienen aquí las El silencio es la montaña. A tres mil me- banderas y los himnos. Muy poca indus- tros de altitud, con la cima del Monte Per- tria, escasos vehículos por sus carreteras dido empequeñeciendo a la persona, casi comarcales, vecindarios más pequeños y apoderándose de ella, nada se oye. Solo envejecidos cada día que pasa. Y el silen- el viento acompasa al silencio pirenaico. cio avanzando sin tregua. Un silencio que No hay animales, salvo la media docena ya no rezuma espiritualidad como al pie de cabras y unos pocos cuervos, negros, del Monte Perdido; un silencio muy ligado siniestros, avistados un momento atrás. a la montaña, pero, sobre todo, al olvido Un infinito mar de piedras, con animales silencioso de la Administración, a la con- fosilizados en su vetusta piel, robustece la dena muda de un sistema tan coherente sensación de aislamiento al caer la tarde. como despiadado: tanto vales, tanto cuen- Ya no queda ni rastro de los alpinistas tas. En la tierra del Monte Perdido hay que hace solo unas horas ascendían, por un País Perdido. Uno de tantos perdidos docenas, hasta la cumbre por su senda que languidecen en la península. Es el más transitada, la Ruta de la Coca-Cola. Sobrarbe, la comarca de Huesca que linda Así la llaman, con sorna, los montañeros con los Pirineos. La Ronda de Boltaña le más puristas por las condiciones que la dedica su canción El país perdido, y unos rodean: aparcamiento de pago para el versos resumen bien el saqueo impúdico coche, autobús lanzadera, refugio para acometido en el reino de la despoblación: dormir a cubierto con refrescos a cinco “País de silencios, de ausencias y olvidos, euros la lata, horario de vuelta inflexible tristes montes y soledad. País sin historia, para no perder el autocar que los devuel- pueblo sin raíces, carrasca que se secará. va al cálido refugio con precio de hostal. Sobrabas, país. Solo querían agua, monta- Es la montaña con barniz comercial, ñas y electricidad”. peajes protocapitalistas. En cambio, bajo la cara norte del Perdido cae la tarde y El silencio. ¿Qué es el silencio? Se lo no hay más que silencio acompañando al pregunté a Moisés Salgado, prior del mo- saco de dormir desplegado en el suelo, en nasterio de Santo Domingo de Silos. “El mitad de una nada que lo es todo, debajo silencio —me respondió— son muchas co- de un cielo que en breve va a estrellarse sas. La más elemental: ausencia de ruido de forma majestuosa. Ahí comienza la externo. Esa es una condición necesaria. paradoja: ese mismo silencio que a tres El hombre es un ser silencioso, necesita mil metros desprende una agradable el silencio por su constitución natural. sensación espiritual difícil de descri- Primero, con ausencia de ruido externo: bir, va irradiando muerte a medida que sin interferencias sociológicas. Pero luego desciende las laderas de guijarros y se va está el ruido interno. Ese es el más difícil adentrando en la civilización. de acallar y el más peligroso. Es el ruido de nuestras ambiciones y pasiones huma- La montaña. Es el factor que hermana a nas: la sexualidad, la ambición, el orgullo, casi todos los lugares despoblados de la vanidad. El ruido interno es difícil de España. La montaña como embrión ge- domesticar y el barullo que más nos com- nerador de frío, de aislamiento, de malas plica. Por lo tanto, ¿qué sería el silencio? comunicaciones. España es el segundo Yo diría que el silencio completo para el Estado más montañoso de Europa, tras ser humano consiste en el apaciguamien- Suiza; los 1.355 municipios de la Serra- to de su mundo íntimo acompañado de la nía Celtibérica, con solo medio millón de ausencia de ruido externo. Pero eso no es habitantes para un territorio contiguo tan siempre posible. Porque el ruido exter- grande como Catalunya, se mueven entre no —del trabajo, de la convivencia, del
por favor, silencio ‹13› №211 nov.-dic. 2019 ruido sociológico— no siempre podemos en vez de ser la vacuna para evitar la veinticinco habitantes reales. En silen- acallarlo. Pero sí que es posible lograr el deshumanización, lo va desconectando a cio la pizarra gastada, las bajitas sillas silencio interior. Es el que más tendríamos uno de su entorno más inmediato. Incluso marrones de los alumnos, montadas unas que trabajar por una cuestión de salud de sí mismo, narcisismos aparte. Parado- sobre otras, los mapas enrollados sobre el psíquica, física y espiritual”. ja: cuando el usuario calla y está como armario que aún custodia el viejo mate- ausente frente a su ídolo lumínico, en si- rial escolar: ejemplares amarillentos del Silencio. No solo en las tierras despobla- lencio, el ruido es más intenso que nunca. Heraldo de Aragón de los años setenta das se halla silencio. Hay silencio en ese Ruido silente. Otra paradoja: se diría que y ochenta, más mapas y muchos libros metro atiborrado de gente que se despla- hablar de manera analógica, cara a cara, escolares antiguos. Ese silencio zarandea za desde el centro de Madrid hasta Boadi- es hoy la forma más silenciosa de estar el alma y resulta insoportable. El último lla del Monte, que acaba en la superficie en el mundo. Guardar silencio en medio silencio es más complejo. Subiendo a la mesetaria con el metro ligero arrastrando de la conversación global que pretenden aldea riojana de El Collado, deshabitada y humildades por delante de las suntuosas representar las pantallas y sus apóstoles luego rehabitada, el silencio es absoluto. oficinas de la Ciudad Financiera del Grupo constituye hoy una experiencia solitaria Arriba solo viven cuatro personas, sin luz Santander. Nadie habla dentro del convoy. y silente que se aproxima mucho a ver el eléctrica. Marcos lucha por el sueño de Parece que sea mejor así. El silencio es un cielo estrellado bajo el Monte Perdido. darle vida a la aldea. Habla de raíces, de refugio protector en la gran ciudad. En el pueblo, de causa. Palabras intraducibles a metro, en el autobús. En el ascensor. Espa- Recuerdo cuatro silencios distintos entre una hoja Excel. Marcos sabe que muchos cios llenos de gente por metro cuadrado sí. El silencio de esperar toda una tarde lo tomarán por loco. No le importa en y, sin embargo, anegados de un clamoroso a un pastor que no llega a la aldea cuyo absoluto. Antes de despedirse, con el silencio. Decía el prior de Silos que una único habitante es él. El único, el último. silencio de la noche borrando los contor- persona que no practica el silencio se Esperarlo en obligado silencio, intuyendo nos de esta aldea sin electricidad, suelta deshumaniza en cierto modo. Sin embar- que ese es justo el silencio que espera, una reflexión que a cada poco vuelve a mi go, hay casos en que sucede al contrario: como una guadaña, a la aldea. Luego mente por los temas más diversos. “A ver el silencio completo revela la deshuma- recuerdo el silencio, un silencio etnoló- quién es más feliz, si el loco o el cuerdo. nización de un contexto humano como gico, al visitar una aldea completamente Y si el loco no se mete con nadie, y aquí es la vida en común. La incomodidad de deshabitada desde hace un cuarto de no nos metemos con nadie, bendita sea la saber del prójimo, del otro real que está siglo. La maleza, las zarzas, los hierbajos, locura”. a nuestro lado. Si acaso el otro es virtual, los cascotes, el óxido y las grietas deglu- entonces quizá. tían con voracidad y parsimonia las casas El silencio es peligroso. Como el caminar. de piedra de Les Alberedes y el recuerdo Como leer. Implica salirse de las coorde- Falso silencio. Es el que ha brotado en de aquellos que las habitaron: Severiano, nadas que el capitalismo ha establecido nuestras vidas. Gente callada, en aparen- Joaquinica, Eliacer, Primitiva. Cándida, para nosotros. Todas pasan por el con- te silencio, mira absorta su breviario de Domitila, Daniel, Manuela. Simón, Julia, sumo. Por Rutas de la Coca-Cola más o bolsillo y pasa las yemas de los dedos por Orencio, Felipa. Leandro, Fermín, Tere- menos frecuentadas, con más o menos su única página de vidrio. Parecen mudos, sa, Juan Ramón. Fernando, Maximina, margen de maniobra. Ninguna de esas ausentes. Pero no están en silencio. Adoración, Humildad. El silencio de todos coordenadas pasa por el silencio auténti- Hablan, conversan, opinan, comparten, ellos y de su memoria. Hubo otra clase co. Por eso es peligroso el silencio. insultan. Continuamente, sin parar. Casi de silencio: más duro, pesado, doloroso. cuatro horas al día. Sin mover un músculo El silencio de visitar la escuela cerrada facial. Sin abrir la boca. Nunca un silen- de Bubierca, que en un siglo ha pasado Paco Cerdà es es periodista, editor y autor de Los cio peor entendido. Porque ese silencio, de rozar los 900 habitantes a tener solo últimos (Pepitas de Calabaza).
por favor, silencio №211 nov.-dic. 2019 ‹14› El silencio es el mayor enemigo de la verdad, de la memoria, de la justicia, pues solo con la palabra, con el recuerdo, con la denuncia, puede reivindicarse a las víctimas, señalar a los verdugos y evitar que el infierno ocurrido vuelva a repetirse. Por eso hay que hablar sobre los crímenes y el dolor de las guerras, para intentar hacer entender qué pasa en ellas. Por eso el silencio, como indiferencia, es criminal. Pero hay otras clases de silencio. Está el silencio como herramienta reparadora, como elemento rumiante para elaborar, asumir y, posteriormente, ya sí, vomitar las palabras. Está también el silencio como vía de comunicación. Segundos antes de una explosión, cuando suena el silbido del misil a punto de caer o cuando el aire se espesa repentinamente, avisando de que el peligro llega, el silencio interrum- pe la conversación y se impone como el mejor modo de compartir el miedo, de expresar complicidad, de sentirse acom- pañado. ¿Qué frase puede sustituir a la solemnidad del mutismo ante la posibili- dad de morir segundos después? El silen- cio se hace denso, casi se solidifica en el aire, ante un bombardeo. Como si quisiera servir de contraste frente al estruendo que se avecina. Cuando regresé de Bagdad en 2003, tras cubrir la invasión y ocupación de Irak, encontré entre mis archivos la foto de una niña muerta rescatada entre los escombros provocados por un bombar- deo estadounidense sobre la ciudad de Basora. Fue una fotografía que se publicó en multitud de medios de comunicación de todo el mundo. Representaba bien el horror de aquella operación militar bautizada con el nombre “Conmoción y El ruido Olga Rodríguez Pavor”. La niña, con el rostro impávido, sereno, dormido, tenía una pierna arranca- da de cuajo. Un hombre de barba blanca sujetaba su cuerpecito ensangrentado mientras miraba sus ropas, deshilachadas, rotas y cubiertas del polvo causado por de la la explosión. A sus pies asomaban varios cadáveres más. Decidí colocar esa fotografía en el escri- torio de mi ordenador. Representaba para guerra mí la justa condensación de lo que había visto y vivido en Irak. Aquella niña podía ser Hoda, la pequeña bagdadí a la que su madre intentaba reinsertar la masa ence- fálica que se desparramaba por el suelo de una morgue, queriendo recomponer su cabeza, destrozada por un proyectil. O po-
por favor, silencio ‹15› №211 nov.-dic. 2019 día ser esa otra niña de la que nadie sabía Basora. Alguien me contó que un repor- hermanos, con los que arrojaron la bomba, su nombre, tumbada en el suelo de un tero estaba tras los pasos de la niña. Días con los que la ignoraban, con el mundo. hospital bagdadí, con un vestido azul y a después llegó la noticia. Estaba viva. Irak su lado un cartel: “Encontrada en el barrio podía salvarse y yo no había muerto del Su silencio era obligado, pero asumido. Al de Al Karrada, cerca del centro comercial, todo. Un diario local de Basora primero pensar en ella recuerdo otro silencio, el entre los destrozos de los bombardeos de y una agencia internacional después pu- de Jamal, superviviente de siete cárceles la pasada noche.” blicaron la historia. La niña que era todas secretas estadounidenses en Irak. Las tor- las niñas se llama Ibtihal Jassem. Tenía turas, las palizas, el temor a ser ejecutado, La niña de la foto era todas las niñas siete años. Tenía seis hermanos, un padre dejaron profunda huella en su estado de muertas y heridas en Irak. Era todas las y una madre. Todos, menos ella, habían ánimo. Al principio solo mascullaba, no mujeres, todos los hombres muertos muerto en el bombardeo que arrancó su pronunciaba palabras. Después, con el y vivos en Irak. Éramos todos los que pierna. tiempo, empezó a hablar y eso le curó. vivíamos y dormíamos con los muertos, ¿Cómo se cura quien no habla? ¿Cómo se todos los días, todas las horas, todos los El señor que en la foto la sostenía entre cura Ibtihal? ¿Cómo cicatrizan los que sí minutos. sus brazos era su tío. Ella era sordomuda gritan pero nadie les oye? ¿De qué forma de nacimiento. Ahí me detuve. Sordomuda. se puede derribar la indiferencia que A veces la envergadura de lo que se Sorda. Esa niña no había podido escuchar ensordece al planeta? ¿Está más sorda quiere expresar es tal que no hay sistema ninguno de los estruendos de los bom- Ibtihal, que todo lo observa y analiza, o lo lingüístico capaz de sostenerlo. Pesa bardeos. Los sentía vibrar en su cuerpo, están los mandatarios que dan la espal- demasiado. Cortocircuita. Solo hay algo como los sentíamos todos. Pero no los oía. da una y otra vez –una y otra vez– a las con potencia para abarcar tanto: un No pudo percibir el silbido del proyectil víctimas? determinado silencio, en el que no solo que impactó contra su casa ni los gritos caben todas las conjeturas, todo lo ima- de sus seres queridos, ni siquiera oyó su El hermano de Jamal tiene un sueño ginable, sino también queda espacio para propia respiración. No pudo decir nada. recurrente. Sueña con una mesa plagada apelar al receptor, haciéndole entender Ni gritar para que la localizaran entre los de manjares en torno a la cual conversan que existen rincones a los que no podrá escombros. Ni exclamar: “¡Estoy aquí!”. animadamente gobernantes, periodistas llegar. y hombres de poder occidentales. En un Ibtihal había perdido su pierna, a sus seis momento dado comienzan a desplomarse Aquella niña de la foto era ese silencio hermanos, a su padre, a su madre y no sobre la comida, como caídos del cielo, elocuente que decía tanto. Aparentemen- podía comunicarse con nadie porque nadie decenas de cadáveres de iraquíes, claros te muerta, los ojos cerrados, la pierna en su entorno más cercano sabía el len- símbolos de los cientos de miles de arrancada, el rostro apacible, la boca guaje de signos. Sus abuelos la acogieron muertos, heridos y torturados que cuel- cerrada, chillaba con el grito más alto en su casa. Su abuela la bañaba, la cuidaba, gan, olvidados, de las páginas no escritas que jamás se hubiera oído. Permaneció le cantaba canciones que ella imaginaba de nuestra actualidad. meses en mi escritorio. La veía todas las mirando con atención los labios de la mañanas, como a tantos otros muertos de anciana. Su abuelo le consiguió una pierna Hay un silencio que actúa como la los que no tenía foto pero que asomaban ortopédica demasiado rígida, a la espe- expresión más elocuente cuando no hay por ahí. Hasta que una noche de insomnio ra de ayuda económica para un modelo significante capaz de dar forma a lo que en la que estaba terminando de escribir mejor. Ibtihal callaba y sonreía sin hacerlo, se quiere explicar. Ibtihal es un exponente un libro algo cayó sobre el teclado de con las comisuras un poco ladeadas. del mismo. Es un silencio ondulado que mi ordenador y la foto se amplió en la inclina las miradas hacia el suelo. pantalla. La miré unos segundos y observé Un día un periodista le sacó una foto. La que el brazo de la pequeña no colgaba niña que era todas las niñas miró a la Hay otro silencio, sin embargo, que da la del todo, se sostenía ligeramente alzado. cámara. Suspiró para sus adentros, miró espalda a la realidad. Es el silencio con- Podía ser fruto de un movimiento que profundamente al objetivo y, con los labios vertido en política e industria, para el que hubiera generado el hombre que llevaba apretados, gritó en silencio. Ibtihal, la única trabajan instituciones, empresas y medios su cuerpo. Podía. Pero quizá no. Quizá la superviviente de su familia, la única sordo- de comunicación dispuestos a callar y a niña que representaba a todos los niños muda, la que no tenía palabras para con- hacer callar a todos aquellos que moles- de Irak no había muerto de inmediato. tarlo. Algunos vecinos de su barrio creían tan. Como a Jamal. Como a Ibtihal. Como a Quizá aún vivía. Eso, en mi absurdo dic- que fue ella la que sobrevivió porque era todos los que alguna vez, ante el crimen cionario de supervivencia, equivalía a que la única que, desde su aislamiento acústi- y la impunidad, nos hemos quedado sin Irak aún podía salvarse. Eso significaba co, podía desdibujar la realidad, adornarla palabras. Como a las víctimas a las que se que a lo mejor yo misma seguía más viva con sus palabras internas, transformarla, castiga si hablan. Como a los que buscan de lo que creía. Emití una exclamación de mirarla con cierta distancia. Ibtihal, maes- justicia y solo obtienen indiferencia. Como esperanza. Mi compañero, que leía a mi tra del silencio, disponía dentro de ella a los que cuando recuperan la voz les lado, me preguntó qué ocurría. Opté por de un enorme mar de diálogos. Cuando arrebatan su derecho a usarla. el silencio. intentaba comunicarse con el afuera sus palabras internas callaban y se perdía un Olga Rodríguez es periodista especializada en in- Al día siguiente a primera hora inicié la poco. Cuando regresaba a su océano de formación internacional, cofundadora de eldiario.es búsqueda, telefoneé a amigos en Irak, a silencio reflotaban las conversaciones y autora de libros como El hombre mojado no teme cooperantes en Bagdad, a periodistas en consigo misma, con su madre, con sus la lluvia o Yo muero hoy (ambos en Debate).
por favor, silencio №211 nov.-dic. 2019 ‹16› El silencio (de Bergman) Rita Azevedo Gomes Traducción: Alicia Mendoza Ahora que casi nadie habla de él, parece buena idea romper el silencio en torno a Bergman. No hay mejor manera que hacerlo a través de las palabras que una epígona portuguesa, Rita Azevedo Gomes, le pone al filme que el sueco construyera alrededor de ese inefable, para él cifrado en la falta, la angustia, los abismos... la expectativa. «Creo que la cinematografía del rostro humano nos “¿Qué significa?”, pregunta Johan al ver un hasta la llegada... ¿Dónde? Una habita- ha traído la cosa más fantástica que podemos dis- letrero de vidrio en el que se lee: NITZEL ción de hotel con vistas a la encrucijada frutar en el arte» (Talking with Ingmar Bergman, por William Jones, entrevista de 1980). STANTNJON PALIK. “No lo sé”, responde de un pueblo lleno de movimiento. El re- Ester. De repente, se contrae sofocada por loj de Johan se detiene en su muñeca; los Qué asfixiante la luz blanca de El silencio. una tos seca. Anne manda a su hijo salir pies descalzos de Anne “parecen caminar Qué paz en los negros de las imágenes. al pasillo; por la ventana ve una luna, por sí solos” entre las grecas florales de Qué sugestión entre la una y los otros. o un sol, que se alza tras las montañas; las alfombras... una luz que lo ciega. Adormilado, deja El silencio abre con la imagen de un niño que lo venza el sueño... Se oye el sonido En estos casi diez minutos iniciales dormido, Johan. Y sobre el rostro de Johan brusco de las ruedas en los raíles; el tren –secuencia sublime– en los que todo está se cerrará la película. Se oye un murmullo entra en un túnel; flashes de luz, blanco dispuesto para introducirnos en el espa- lejano, sibilante y continuo; la cámara se y negro, blanco y negro. Johan curiosea cio sonámbulo que entraña El silencio, mueve en el compartimento del tren y los compartimentos con pocos viaje- solo se han intercambiado estas breves vemos a Anne, empapada y desfallecida ros: la cara aterradora de un militar... Y frases. Y ya sabemos que Bergman es el de calor. Después Ester, que parece inmune siempre, siempre, los fogonazos blancos. cineasta del rostro. Rostro de verificación a la temperatura, altanera y elegante. Con la mano pegada a la ventana (futura carnosa del latir de las pasiones que, en Johan despierta (¿estaremos entrando imagen del niño de Persona que, además, esta película, es el latir de los cuerpos. en un sueño?), el vagón parece estar es el mismo actor) ve pasar una hilera de Cuerpos de deseo y de sexo. Y cuerpos flotando; el paisaje se desliza con una tanques de guerra... ¡Bergman, Bergman de rechazo, soledad y muerte que, desde lentitud imposible; ni siquiera se oye el y más Bergman! Y todo bajo la continua el primer plano, son de una evidencia ruido del tren, solo el silbido constante. oscilación de la luz, blanco/negro/blanco, asfixiante.
por favor, silencio ‹17› №211 nov.-dic. 2019 El silencio no llegó a Lisboa hasta marzo El miedo, que no supe verbalizar en aquel Ester, cuerpo de rechazo, de soledad, de de 1975, pues, como se sabe, antes de la momento, venía de aquello que yo misma, sufrimiento y de muerte. Ester es más Revolución de Abril, silencios como este sin ser muy consciente, había puesto en la tiniebla (¿será Dios?) que la luz en no podían atravesar la frontera. Se decía esta película, tan blanco y tan negro. Y El silencio –Ingrid Tulin de lágrimas y entonces que el cine de Bergman era un hoy sé que hay una belleza inmensa en suspiros a cada paso: “¿Cómo conseguiste cine de élites. Le doy gracias a mi madre ese terror, en la lucha de los cuerpos, en seguir viviendo después de la muerte porque siempre me llevó a ver todo y el movimiento de las imágenes en blanco de tu padre?”– La Ester del asco al “olor más; por hacerme formar parte de esa y negro. a pescado podrido” del sexo, que busca élite. Aquella primera visión de la película traducción en el entendimiento de las me produjo una fuerte impresión de pa- ¿Qué belleza es esa que se mantiene con palabras de una lengua indescifrable, en vor y angustia que todavía hoy perdura. Si, el paso del tiempo? ¿Qué pavor extremo la que el útimo término compresible es en aquel momento, no comprendí bien la viene de esa belleza? Soledad, muerte, musik. El viejo criado del hotel le enseña película, sí que entendí profundamente a vacío. ¿Quién de las dos hermanas, Anne o que kazi quiere decir mano. Después, en Johan, medio sonámbulo en el silencio de Ester, será el más indescifrable personaje esa “lengua perdida” –que es también los inmensos pasillos del hotel fronterizo de Bergman? ¿Qué fisura entre cuerpo y la de la película– se acerca a la palabra de cualquier país, en estado de guerra, alma nos lleva de la exuberante sensua- alma, primera y última palabra de esta aparentemente ajeno a la fosa abismal en lidad de Rubens en el hotel al escenario película. la que se entierran los adultos; si no más de los enanos encabalgados en forma inocente, sí exento de culpa y de arrepen- de cienpiés, bajo la mirada horrorizada “Lo que hace a la muerte terrible no es de- timiento. Viví el secreto mundo de silen- de Anne, con una luz cegadora, en la que jar de existir, sino tener la confirmación de cios de Johan –¡todavía con pantalones todo se ve y todo se esconde como en el la absoluta falta de sentido de la vida”, dijo cortos!–, desconociendo el bien o el mal, teatro? ¿Qué fisura en la espiral de los Bergman en algún lugar. Como, después el horror de los enanos, o el aburrimiento coñacs y de los cigarros entre los dientes de las místicas obras Como en un espejo de la espera. Y pensé que la angustia era de Ester (la mano que coge el vaso y nos y Los comulgantes, se escribió mucho por una parte del estado natural de las cosas. lleva en movimiento hasta la cama donde todas partes, Bergman culmina su trilogía se sumerge en los profundos edredo- sobre “el silencio de Dios” con Tystnaden Bergman, cuando tuvo que comenzar a nes acariciando el cuerpo, hasta que la (El silencio), que tanto sorprendió por las filmar en color, estaba muy decepcionado. cámara se acerca y cierra sobre el rostro osadas escenas que contiene, inesperadas Explicó que “en el teatro, cuando el esce- invertido de la imagen)? Imagen en la en su cinematografía. Estas películas, las nario está vacío y el actor no está todavía que explota toda la carga erótica del placer de la trilogía, se han ido alejando cada vestido para el papel, entra en él con ácido, como ácido es el descenso a la vez más de la idea de Dios y han llegado la luz gris de ensayo y dice: “¡Qué bella calle caliente donde los hombres sudados a tener subtítulos como La certidumbre noche!, ¡Qué maravillosa puesta de sol!”, y polvorientos siguen de cerca el cuerpo cumplida, La certidumbre desenmascarada o y se respira la magia del teatro. Porque blanco de Anne. La impresión negativa. el que está sentado en el público crea la puesta de sol y la luz, y ni el mejor maes- ¡Maravillosa actriz!, Gunnel Lindblom/ Resulta extraña la idea de impresión tro iluminador puede crear un atardecer Anne, que añade hermetismo al mundo negativa relacionada con El silencio. ¿No tan bonito como el que cada uno genera del silencio, del vacío y de la muerte, será toda esta película una historia de en su mente”. Me encantaría que fuese parapetado en el cuerpo y en el límite negativos sobre subsuelos de positivos? posible trabajar en blanco y negro porque del placer físico: los baños, las siestas, los Esta es una película cóncava y convexa me parece que el blanco y negro es el vestidos escotados, el amor clandestino simultáneamente. “Todo es erección y color más bello que existe para nuestras con el extraño del café al que le dice: “Me succión”, nos dice Ester desde su miedo mentes creativas. gusta que no entiendas mi lengua”. mórbido al cuerpo. Blanco y Negro. Rita Avezevedo Gomes (Lisboa, 1952) es directora de cine. Sus últimas películas son La portuguesa y, como co-directora, Danses Macabres, Skeletons and other fantaisies.
También puede leer