A Brief History of Commercial Capitalism de Jairus Banaji. Chicago Haymarket Books, 2020. 197 pp.

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ANTAGÓNICA. Revista de investigación y crítica social - ISSN 2718-613X (en línea)

A Brief History of Commercial Capitalism de Jairus Banaji. Chicago
Haymarket Books, 2020. 197 pp.

MARCELO EMILIANO PERELMAN FAJARDO•

Es probable que al lector en español le suene poco el nombre de Jairus Banaji. Las
escasísimas y parciales traducciones al español de sus obras han privado al público
latinoamericano de uno de los autores más lúcidos, más audaces y también más
polémicos dentro del pensamiento marxiano actual.1 Este académico de origen indio,
cuya labor de investigación se desarrolla en la Universidad de Londres, corona con
este libro una verdadera cruzada en pos de la rehabilitación del concepto de
“capitalismo comercial” o “mercantil”. A muchos podrá parecerle esto una versión
trasnochada de la famosa Tesis Pirenne, cuestión ya saldada para la sabiduría
convencional marxista en el celebérrimo debate Dobb-Sweezy de la década de 1950.
Sin embargo, quien se acerque a la obra de Banaji desprovisto de viejos dogmas y                         147
prejuicios sabrá valorar una sólida y convincente argumentación, fundamentada
tanto en un descomunal manejo de fuentes y de bibliografía de todos los rincones del
globo -desde Buenos Aires hasta Adén, en la península arábiga, pasando por todos
los puertos del Mediterráneo y del Sudeste Asiático -como en un desarrollo
conceptual cuyo asentamiento primordial en las categorías marxianas no le impide
hacer un uso inteligente y provechoso de otras corrientes teóricas.
Sin ánimos de ser exhaustivos, repasemos algunos hitos de la trayectoria intelectual
de Banaji que nos servirán para entender mejor su última obra. Participa durante la
década de 1970 en el debate sobre la naturaleza de los modos de producción
dominantes en los países coloniales, con la India como caso paradigmático. Allí,

•
 Universidad de Buenos Aires
1 Quien se aventure a recorrer librerías de viejos podrá encontrar una antigua compilación de
Anagrama con uno de los primeros artículos de Banaji, escrito en 1970 para la New Left Review, sobre
la antropología británica en la India (Banaji, 1977). Más actualmente, se pueden leer las traducciones
de las conferencias que Banaji dictó en su visita al país en el año 2015, publicadas en la revista
Sociedades Precapitalistas y en los coloquios del PEFSCEA, editados por Miño y Dávila (Banaji, 2015,
2019). Hay también traducciones en el ámbito universitario, como la realizada por la cátedra de
Historia de los Sistemas Económicos “A” de la carrera de Historia de la UBA (Banaji, 2013).

Reseña de A Brief History of Commercial Capitalism Jairus Banaji. Chicago Haymarket Books
Antagónica. Revista de investigación y crítica social, no. 3, 2021, pp. 147-158.
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      polemiza con otra relevante académica marxista india, Utsa Patnaik, al rechazar que
      la existencia de formas como el pequeño arrendamiento o la aparcería supongan per
      se relaciones de producción precapitalistas o “feudales”. Más bien, las relaciones de
      producción capitalistas pueden ser capaces de apropiarse de formas serviles o
      coactivas, bajo el proceso conocido como subsunción formal del trabajo al capital. Hay
      que señalar que un tema constante de la obra de Banaji ha sido la prédica en pos de
      no confundir los niveles de abstracción de las categorías marxistas básicas: una cosa
      son las formas de explotación, que pueden abarcar desde el trabajo asalariado, no
      “libre”, hasta la servidumbre o la esclavitud, y otra muy distinta son las relaciones de
      producción, que englobarían todos los fenómenos pertenecientes a las leyes de
      movimiento de cada modo de producción. Esta atención a los problemas teóricos del
      marxismo le llevaría a participar en el debate sobre la forma del valor, con una
      aportación muy original que cuestionaba la lectura “histórica” de los primeros
      capítulos de El capital. También en esta época, intenta una audaz síntesis entre
      Chayanov y Lenin, abogando por la recuperación e incorporación de la teoría de la
      economía campesina de forma coherente, y no contradictoria, con los estudios
148   teóricos e históricos del marxismo sobre el desarrollo y el futuro del campesinado.
      Luego de un silencio durante la década de 1980, nuestro hombre reaparece en 1992
      con la culminación de su doctorado, en la universidad de Oxford y bajo la supervisión
      del notable romanista Fergus Millar. Su tesis, publicada en 2001, marca las
      coordenadas históricas donde Banaji centrará sus reflexiones teóricas e
      historiográficas en los años subsiguientes: la antigüedad tardía. Allí, se encargaba de
      echar por tierra la visión estancacionista de este período, al postular la gran
      circulación monetaria del oro en el imperio romano durante el siglo IV d. C. Este
      fenómeno se enmarcaría dentro de una expansión económica liderada por una clase
      de propietarios rurales activamente embarcados en actividades comerciales y en el
      desarrollo de la productividad del trabajo en sus haciendas. La idea de Banaji de una
      proliferación del trabajo asalariado, ya sea bajo distintas formas como el
      arrendamiento, la aparcería o los contratos específicos de servicios, suponía un grado
      de sofisticación de la economía antigua que polemizaba no solo con la clásica
      ortodoxia “primitivista” de Moses Finley y Arnold H. M. Jones, sino también con casi
      toda la historiografía marxista tradicional, que siempre vio con mucha aprensión
      cualquier caracterización “capitalista” del pasado preindustrial. Como no podía ser
      de otra manera, esta cuestión le llevó a agrios intercambios con otras corrientes del
      marxismo, tal vez principalmente con la representada por el “marxismo político” de

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Robert Brenner y Ellen Meiksins Wood, quienes vieron en las posturas de Banaji una
noción “ahistórica” y “naturalizadora” del sistema capitalista.2 El debate no haría más
que crecer con la obtención de Banaji, en el año 2011, del prestigioso premio “Isaac y
Tamara Deutscher” por su libro Theory as History, una recopilación de artículos de su
autoría de los últimos veinte años. En él, entre otras muchas propuestas innovadoras,
abogaba por descartar el concepto tradicional de “transición” del feudalismo al
capitalismo, al considerarlo teleológico y eurocéntrico, para proponer en su lugar la
adopción de una visión “global” del surgimiento del capitalismo que diera cuenta de
sus distintas “trayectorias”.
Puede decirse que el libro que nos ocupa aquí viene a recoger y a dar forma final a
esta propuesta metodológica anunciada en Theory as History. En este sentido,
mientras que sus trabajos anteriores se habían enfocado particularmente en la
cuestión laboral, en esta obra el acento se desplaza claramente “hacia arriba”, hacia
el estudio de la naturaleza y el desarrollo de una forma de capital que habría
dominado los intercambios comerciales desde, por lo menos, el siglo XII hasta -
atención a esto- finales del siglo XIX. A contramano de lo que uno podría esperarse de
un tema tan amplio, no se trata de una obra voluminosa ni densa. A lo largo de seis
capítulos, más un apéndice, Banaji combina de forma amena diversos aspectos de la
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historia del capitalismo comercial, desde sus formas concretas de reproducción y
acumulación hasta una descripción de los períodos de dominación de cada potencia
comercial.
El primer capítulo, “Reinstalando el capitalismo comercial”, funciona como una
suerte de estado de la cuestión. Cobra singular importancia aquí la figura del
historiador bolchevique Mijaíl Pokrovsky, cuya caracterización de la Rusia zarista
como un país dominado, desde el siglo XVI, por el “capitalismo mercantil” de las
potencias europeas occidentales, lo convierte en el padre intelectual del concepto. Es
interesante destacar también el afán de Pokrovsky por negar el carácter atrasado o
primitivo de la economía moscovita, un aspecto caro, como hemos visto, a las
concepciones del propio Banaji. Sin embargo, la defenestración personal e intelectual
del historiador ruso, por obra y gracia del estalinismo, acarrearía la lamentable
desaparición de su criatura conceptual del radar teórico del marxismo. Coadyuvó a
esta tarea nada menos que el villano historiográfico preferido de Banaji: Maurice

2Puede resultarle de utilidad al lector, a forma de contraste con las posturas de Banaji, consultar la
reseña de Octavio Colombo (2020) sobre los últimos trabajos de la escuela de Brenner, en el anterior
número de Antagónica.

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      Dobb.3 Obsesionado por encontrar una clase kulak en las aldeas campesinas inglesas
      del siglo XIV, Dobb descartó de plano cualquier explicación de la transición basada en
      el comercio como una caída en el “pantano pokrovskyano del capitalismo mercantil”.4
      La consecuencia de todo esto sería la recuperación de esta noción por corrientes
      teóricas e historiográficas no marxistas, como el caso de R. H. Tawney, el “Pokrovsky
      de Occidente”, o el de la escuela francesa de Annales, particularmente en la figura de
      Fernand Braudel. A todo esto, ¿qué rol le cupo al propio Marx en los malentendidos
      acerca del capital comercial? Para Banaji, Marx fue ambiguo. Por un lado, la
      separación tajante que estableció en El capital entre el capital industrial, dominante
      absoluto en la esfera productiva, y el capital comercial, simple agente (en tanto
      función autonomizada) del capital industrial, sentó los parámetros de la visión
      distorsionada, en términos históricos, de que el desarrollo del capital comercial
      suponía automáticamente la no sujeción de la producción al capital. Por otro lado,
      ciertos comentarios de Marx sobre el comercio transatlántico en la época moderna, o
      sobre el accionar de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales, habilitarían una
      visión más compleja del asunto, una en la cual el capital comercial habría dominado
150   directamente vastos sectores de la producción agraria o manufacturera. Como cierre
      del capítulo, Banaji reivindica teóricamente a Chayanov en la prosapia del
      capitalismo comercial. Lejos de haber aislado a la unidad económica campesina del
      contexto capitalista -clásica acusación de los marxistas- Chayanov habría esbozado
      formas de integración vertical mediante las cuales los capitales comerciales
      controlarían la producción de las unidades domésticas. Esta suerte de “dictadura
      económica” del capital comercial sobre vastos sectores del campesinado se habría
      llevado a cabo mediante mecanismos esencialmente financieros, como el sistema de
      avances, lo que ocasionaba el endeudamiento y la sujeción del campesino al control
      del comerciante.
      El siguiente capítulo, titulado “La infraestructura del capitalismo comercial”, aborda
      una minuciosa descripción de las prácticas comerciales y de las redes globales de
      circulación de mercancías durante, por lo menos, los ocho siglos previos al
      advenimiento del capitalismo industrial. Esta etapa vería el florecimiento de
      factorías, de colonias comerciales y, fundamentalmente, el desarrollo de mercados
      mayoristas especializados, como el caso del mercado de especias de Alejandría, el de

      3   Aunque hay que decir que Dobb recibe aquí un trato más contemplativo que en obras anteriores.
      4   Dobb (1987: 86).

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granos de Danzig o el de la seda de Aleppo. La importancia de estos mercados no haría
más que incrementarse incluso durante el siglo XIX, impulsados por el proceso de
acumulación del capital industrial y su demanda masiva de diversos de productos de
uso industrial (algodón, seda, caucho, aceite de palma) y de artículos de consumo
masivo (café, cacao, azúcar, arroz). En este contexto, Banaji le otorga una especial
importancia al uso de la letra de cambio como el principal y más extendido medio de
circulación previo a la generalización del billete bancario en el siglo XVIII. Ya desde
el siglo XIV, el mercado de letras estará dominado por las ciudades italianas, aunque
otras regiones del mundo no desconocían este mecanismo, como demuestran los
casos del imperio otomano y del imperio mogol de la India. Vemos aquí un rasgo
típico de la obra Banaji: su afán por descentrar una historia del capitalismo y del
comercio -tradicionalmente enfocada en Europa- para dar protagonismo a otras
experiencias históricas, generalmente las de la “otredad” oriental. El gran parteaguas
será la emergencia, en el siglo XIX, del productor manufacturero que exporta
directamente hacia mercados distantes, lo que sentaba las bases, ahora sí, para la
subordinación del capital comercial al industrial. La traslación de este fenómeno,
relativamente reciente, a todo el pasado preindustrial es, para Banaji, el pecado de
Marx (o, más bien, el de los marxistas). Como veremos, esta cuestión es un leitmotiv
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constante en el libro.
El tercer capítulo, llamado “La competencia de los capitales”, aborda las luchas por la
dominación comercial desde una perspectiva de “larga duración”, entre los siglos XII
y XVIII. Comenzando por la disputa entre Venecia y Génova por el control del Imperio
Bizantino, Banaji irá trazando la sucesión de potencias comerciales hegemónicas en
el Mediterráneo, en el Mar del Norte, en las rutas orientales y, finalmente, en el océano
Atlántico. Hay un aspecto singular en esta historia a la que el autor le presta una
fundamental importancia: el rol del Estado. Por ejemplo, el decidido apoyo de la
corona portuguesa a su clase comercial, una suerte de “asociación” o partnership, es
lo que le permitirá a Portugal desplazar a Venecia y controlar, en el siglo XVI, el
comercio de la pimienta. Ya en el siglo XVII, este “capitalismo monárquico” ibérico
dará paso a una forma más sofisticada de cooperación comercial estatal-privada: las
Compañías. Estas sociedades por acciones, cuyo carácter semi-público suponía una
delegación “cuasi-formal” de soberanía, fueron las protagonistas de la feroz
competencia entre Inglaterra, Holanda y Francia por el control del comercio de larga
distancia con las Indias orientales y occidentales. Sin embargo, la transformación, en
el caso inglés, de la Compañía de las Indias Orientales en un poder político

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      “imperialista” no supone para el autor subestimar las condiciones estrictamente
      económicas que dieron origen a su crecimiento y desarrollo. Por ello, expone
      especialmente los aspectos puramente comerciales de las actividades de la
      Compañía, en una descripción del modelo de negocios que demuestra que la
      expansión manufacturera de las new draperies del siglo XVII no estaba determinada
      tanto por un afán exportador, sino por la necesidad de corregir una balanza de pagos
      deficitaria ocasionada por la gran cantidad de importaciones.5 Al igual que en sus
      análisis sobre la vitalidad comercial en el imperio romano del siglo IV d. C., Banaji
      enfatiza que el apoyo estatal a las actividades comerciales no implica un
      todopoderoso dirigisme sino, más bien, una “integración público-privada”: un modelo
      en el cual la iniciativa es liderada siempre, y de forma autónoma, por los distintos
      tipos o “clases” de comerciantes.
      El cuarto capítulo, “El capitalismo mercantil británico y el cosmopolitismo del siglo
      XIX”, es posiblemente el más desconcertante del libro. Aquí Banaji pone el foco en el
      predominio del capital comercial durante gran parte del siglo XIX. Rechaza la
      existencia de una diferencia nítida entre el capital comercial y el industrial, y descarta
152   la imagen convencional del surgimiento del capitalismo industrial como un
      desplazamiento a un segundo plano del capital comercial. Para el autor, se trató de
      una “diversificación” del propio capital mercantil. Cobra en esto trascendental
      importancia la transformación de las casas de agencia (agency houses), comisionistas
      que representaban a terceros en los negocios, en agencias de gestión (management
      houses), cuya función era el control de las compañías, la dirección de los negocios y
      las decisiones de inversión. Gracias a su sobreacumulación de capital y a la presión
      para una diversificación de las inversiones, las firmas comerciales promocionaron
      inversiones en industrias de distinto tipo y la expansión, a partir de 1870, de las
      sociedades por acciones. El autor enfatiza que estas agencias de gestión eran
      emblemas puros del capitalismo mercantil británico, a las que se subordinaban las
      empresas industriales y cuyos ingresos seguían proviniendo mayoritariamente del
      cobro de comisiones en la comercialización. Volveremos sobre esta cuestión central
      cuando analicemos el último capítulo del libro. El resto del capítulo es una
      descripción del cosmopolitismo del capitalismo victoriano, en el cual las casas de
      comercio londinenses más importantes eran manejadas por comunidades de
      extranjeros, principalmente alemanes, griegos y libaneses. Gracias a ello, los textiles

      5   Banaji retoma aquí la tesis de Brenner (2003).

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británicos podían competir en los mercados del Medio Oriente, e incluso, cuando el
declive industrial inglés se hizo evidente a finales del siglo XIX, la exportación
invisible de servicios financieros y comerciales de la City pudo corregir el déficit de
la balanza de pagos. La necesidad de aclarar que este librecambio cosmopolita
suponía, en ocasiones, la agresión imperialista o el racismo, no alcanza a despejar
cierto tono sentimental o romántico en la visión de este período.6 Por último, Banaji
incorpora una descripción del dominio griego sobre el comercio levantino del siglo
XIX. Aunque uno no pueda dejar de agradecer, en la aridez propia de un libro de
historia económica, la inclusión de un poema de Cavafis sobre Alejandría, bien puede
preguntarse si esta hegemonía, relativamente corta, guarda alguna importancia en
una historia de tan largo aliento.
El quinto capítulo, denominado “Prácticas comerciales: el putting out o las industrias
domésticas capitalistas”, es una muy interesante indagación sobre el papel clave del
comerciante a la hora de organizar formas de producción descentralizadas. En
palabras del propio Banaji, el comerciante “controlaba, manejaba y coordinaba la
producción misma, esto es, el proceso de trabajo interconectado a través del cual la
mercancía era finalmente producida” (p. 86). Su función empresarial lo emparentaría
entonces a la figura de un arquitecto, cuyo rol totalizador aseguraba la coherencia
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integral del proceso productivo y el dominio del mercado gracias al conocimiento
general de los movimientos comerciales. Sin lugar a dudas, las últimas
investigaciones sobre el fenómeno de la industria rural a domicilio o el de las
prácticas gremiales urbanas justifican la crítica a Marx por su caracterización
demasiado rígida e inexorable de la subordinación del capital comercial al industrial.7
Definido como un sistema de producción doméstico, y por ende inevitablemente
disperso, controlado y organizado por “comerciantes-empresarios” encargados de
exportar los productos a mercados distantes, el putting out system, Verlagssystem o
“industria a domicilio” constituye, en sentido estricto, el origen de la producción
capitalista, pues supone ya la sujeción del trabajo al capital por lo menos en el ámbito
de la circulación. Si bien el comerciante o capitalista no penetraba en la esfera de la

6 Quien escribe estas líneas recuerda la singular impresión que le causó escuchar de boca del propio
Banaji, en una de sus conferencias dictadas en nuestro país, que era necesario reivindicar los viejos
capitalismos comerciales para matizar así la supuesta “gran transformación” del capitalismo
industrial.
7 Véase, por ejemplo, el caso de los comerciantes genoveses en el siglo XV, que controlaban la industria

murciana del tintado (Fazzini, 2019).

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      producción mediante una revolución de las técnicas productivas, sí lo hacía en calidad
      de integrador de una cadena de producción fragmentada, donde en cada eslabón se
      ejecutaba una tarea distinta. En este aspecto, junto con el monopolio de las materias
      primas, se basaba el dominio del comerciante sobre el productor. Este último se veía
      así despojado del acceso a insumos fundamentales e incapaz de poder organizar la
      producción de grupos aislados de trabajadores. Basándose principalmente en un
      análisis de la producción textil florentina del siglo XV, Banaji remarca que los
      comerciantes eran los principales propietarios del capital, predominantemente
      circulante, y los principales empleadores. De esta forma, su naturaleza capitalista
      derivaba más del control laboral que de la instalación de grandes talleres.
      Preocupado también por dejar en claro que el fenómeno de la industria a domicilio
      no fue exclusivamente europeo -hay que ver aquí nuevamente la idea de las
      “trayectorias de acumulación” hacia el capitalismo- el capítulo finaliza con una
      descripción de la “Compañía Oriental de Productores de Alfombras” (OCM por sus
      siglas en inglés), caracterizada como una combinación de formas avanzadas del
      capitalismo comercial con la industria doméstica en el Imperio Otomano de finales
154   del siglo XIX.
             Llegamos entonces al último y más importante capítulo del libro, “La
      circulación de los capitales comerciales: competencia, velocidad, verticalidad”, donde
      Banaji intentará describir las formas de reproducción y acumulación de las grandes
      firmas comerciales. Le dará aquí una gran importancia a la noción de Chayanov de
      “integración vertical” del capital, un objetivo buscado por los capitales comerciales
      en su afán de reducir al máximo su dependencia de los intermediarios y poder
      reapropiarse así de una parte del plusvalor. Por ejemplo, en lugar de adquirir las
      mercancías en la costa, las grandes firmas desplegaban agentes en el interior del país
      que se hacían directamente con los productos y evitaban depender de comerciantes
      locales. A su vez, el contacto directo con los productores, principalmente unidades
      domésticas campesinas, permitía el desarrollo del sistema de avances, lo cual suponía
      adelantar la compra de la cosecha a cambio de reducir el precio de venta para el
      productor. Los contratos que firmaban estos pequeños productores lejos estaban de
      ser una relación entre partes iguales: se parecían más bien a un contrato de trabajo,
      donde se especificaban todas las operaciones que la familia campesina debía realizar
      y donde la supervisión era permanente y abusiva. Aparece aquí uno de los temas
      constantes en la obra de Banaji desde sus comienzos: las múltiples formas o
      “disfraces” que puede adquirir el trabajo asalariado. Además, la puesta en

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funcionamiento de esta “maquinaria comercial” implicaba un creciente nivel de
concentración, acicateado también por la feroz competencia entre los capitales
comerciales. A contramano de la imagen tradicional del comerciante como un
monopolista dependiente de un privilegio,8 Banaji hace hincapié en la vitalidad y en
el dinamismo de esta etapa del capitalismo. El nivel de competencia llegaba incluso a
enfrentar a las firmas con sus propios intermediarios o brokers, cuya autonomía
relativa dificultaba una integración vertical plena de la empresa comercial. Por
último, en esta caracterización de las “leyes de movimiento” del capitalismo
mercantil, Banaji señala que el mayor determinante de la rentabilidad era la
velocidad de circulación del capital: la organización de las grandes firmas estaba
dirigida a disminuir al máximo el tiempo de rotación del capital, y en esto no se
escatimaban esfuerzos de todo tipo, tendientes a acelerar el traslado de las
mercancías. El gran desarrollo de los transportes y las comunicaciones (tren, barco a
vapor, telégrafo) desde la segunda mitad del siglo XIX revolucionó por completo la
circulación del capital, pero los primeros esfuerzos en ese sentido se habrían
originado en la ingeniería de organización de los capitales comerciales. En este
sentido, la afirmación de Engels de que recién a finales del siglo XIX se habría
establecido por primera vez un mercado mundial unificado era, para Banaji, una
                                                                                                    155
exageración. Más bien, la longue durée del capitalismo comercial había sentado ya las
bases de una economía global, por lo menos, desde el siglo XII. El libro se cierra con
un sugerente apéndice sobre la relación entre el islam y el capitalismo, donde el autor
vuelve a poner de manifiesto el grado avanzado de desarrollo capitalista de las
sociedades islámicas y la vitalidad comercial de los estados tributarios. Señala, a su
vez, que el mundo islámico no alcanzó un capitalismo mercantil moderno debido a
que no contó con el apoyo, fundamentalmente violento, de un estado absolutista
como el europeo.
       Llegados a este punto, los méritos del libro están muy claros: su vigorosa
argumentación en pos de recuperar el concepto de capitalismo comercial y de
reincorporarlo para la tradición marxista está completamente justificada y no puede
ser más que bienvenida a la hora de renovar una historiografía que, a menudo, se ha
visto demasiado acomplejada ante ciertos dogmas o “vacas sagradas” intocables. Sin
embargo, no podemos dejar de señalar algunos aspectos llamativos. Uno de ellos es

8Compárese con la visión de Meiksins Wood (1999: 87), que se encarga de rebatir cualquier intento
de ubicar los orígenes del capitalismo moderno en el comercio.

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      el supuesto desacople entre los lineamentos teóricos de El capital de Marx y el
      desarrollo histórico concreto del capitalismo. A nuestro entender, resulta un tanto
      desconcertante la idea de que Marx predijo pero no llegó a ver el desplazamiento del
      capital comercial por el industrial. En esto, Banaji se suma a una curiosa tradición
      dentro del marxismo: la de quienes adujeron que muchos de los desarrollos teóricos
      de El capital solo se cumplieron a posteriori de su publicación.9 Entre ellos, nada más
      ni nada menos que el propio Dobb, quien señalaba, por ejemplo, que la ley de la
      tendencia decreciente de la tasa de ganancia no podía deducirse del desarrollo
      capitalista del siglo XIX, sino que recién se produciría a finales de siglo con el
      advenimiento del capitalismo monopólico.10 Un planteo muy similar puede leerse
      también en la escuela francesa de la regulación, para quien los aumentos decisivos en
      la producción del plusvalor relativo (lo que Marx consideraba, recordémoslo, el modo
      de producción específicamente capitalista) solo se habrían dado a partir del
      taylorfordismo.11 Del mismo modo, plantear una cesura tan radical en la historia del
      capitalismo recién con el advenimiento del imperialismo y de lo que Banaji considera
      como el predominio del capital industrial y de todas sus “plagas” (nacionalismo,
156   colonialismo, militarismo, etc.) no solo tiende a embellecer la etapa previa sino a
      otorgarle a Marx capacidades predictivas poco convincentes. También quedan
      algunos interrogantes acerca de la utilización de las categorías teóricas del propio
      Banaji. Es que uno bien puede preguntarse dónde colocamos finalmente al
      capitalismo comercial: ¿es solo una etapa previa al capitalismo industrial o, más bien,
      teniendo en cuenta la alergia de Banaji a cualquier forma de teleología, constituye un
      modo de producción autónomo, con sus propias leyes de movimiento, tal como
      pareciera que el libro deja entrever? Si esto fuera así, tal vez la obra deja un campo
      abierto a una mayor teorización sobre estos aspectos de la teoría materialista de los
      modos de producción, un área en la que Banaji ha tenido una actuación destacada y
      en la que es de esperar que nos brinde nuevas indagaciones. No sabemos ciertamente
      a dónde se dirigirá ahora la apasionante odisea intelectual de Jairus Banaji, pero solo
      podemos desearle que tenga un viaje lo más largo y fructífero porque, como nos
      recuerda Cavafis, una vez que se llega a Ítaca, esta ya no tiene nada para darnos.

      9 Una tradición, todo hay que decirlo, mucho más respetable de la de quienes consideran que El capital
      solo sirve para explicar el capitalismo del siglo XIX.
      10 Véase la crítica a Dobb de Shaikh (2006: 365-366).
      11 Véase la crítica a la escuela de la regulación de Brenner y Glick (2003: 19-23).

      Reseña de A Brief History of Commercial Capitalism Jairus Banaji. Chicago Haymarket Books
      Antagónica. Revista de investigación y crítica social, no. 3, 2021, pp. 147-158.
ANTAGÓNICA. Revista de investigación y crítica social - ISSN 2718-613X (en línea)

BIBLIOGRAFÍA DE JAIRUS BANAJI EN ESPAÑOL

(1977) “La crisis de la antropología británica”, en Goddard, David, Banaji, Jairus y
Forster, Peter, Crítica de la antropología británica, Barcelona, Anagrama.
(2013) “Introducción: temas en el materialismo histórico”, traducción de Marcelo
Perelman, revisión técnica de Octavio Colombo, Buenos Aires, OPFyL.
(2015) “Producción en masa, economía monetaria y vitalidad comercial en el
Mediterráneo”, en Sociedades Precapitalistas, vol. 5, n° 1.
(2017) “El capitalismo comercial en el Mediterráneo, desde el fin de la República
hasta el Bizancio tardío”, en Campagno, Marcelo, Gallego, Julián y García Mac Gaw,
Carlos G. (comps.), Capital, deuda y desigualdad: distribuciones de la riqueza en el
Mediterráneo antiguo, Buenos Aires, Miño y Dávila, pp. 195-206.

PRINCIPALES OBRAS DE JAIRUS BANAJI

(2001) Agrarian Change in Late Antiquity: Gold, Labour and Aristocratic Dominance,
Oxford, Oxford University Press.
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(2010) Theory as History: Essays on Modes of Production and Exploitation, Leiden-
Boston, Brill, 2010.
(2016) Exploring the Economy of Late Antiquity: Selected Essays, Cambridge,
Cambridge University Press.

BIBLIOGRAFÍA CITADA

Brenner, Robert (2003), Mercaderes y revolución, Madrid, Akal.
Brenner, Robert y Glick, Mark (2003), “La escuela de la regulación: teoría e historia”,
en New Left Review, n° 21, pp. 5-90.
Colombo, Octavio (2020), Reseña, en Antagónica, vol. 2, n° 2, pp. 157-161.
Dobb, Maurice (1987), “Respuesta”, en Hilton, Rodney (ed.), La transición del
feudalismo al capitalismo, Barcelona, Crítica, pp. 78-92.
Fazzini, Mauro (2019), “De la circulación a la producción: el rol de capital italiano en
el desarrollo de la protoindustria murciana” en González Mezquita, María Luz (ed.)

Reseña de A Brief History of Commercial Capitalism Jairus Banaji. Chicago Haymarket Books
Antagónica. Revista de investigación y crítica social, no. 3, 2021, pp. 147-158.
ANTAGÓNICA. Revista de investigación y crítica social - ISSN 2718-613X (en línea)

      Historia Moderna: Nuevos Enfoques, Nuevas Perspectivas, Universidad Nacional de
      Mar del Plata, Mar del Plata, p. 375-381.
      Meiksins Wood, Ellen (1999), The Origin of Capitalism: A Longer View, Nueva York,
      Verso.
      Shaikh, Anwar (2006), Valor, acumulación y crisis, Buenos Aires, Ediciones RyR.

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