Colombia: El 60 aniversario del golpe de Estado de Rojas Pinilla

Página creada Sofía Oliverio
 
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Colombia: El 60 aniversario del golpe de Estado de Rojas Pinilla
Colombia: El 60 aniversario del golpe de Estado de Rojas
Pinilla

Las lecciones del 13 de junio de 1953
Por Roberto Romero Ospina, Centro de Memoria, Paz y
Reconciliación

No hay derecho. Seis décadas después del golpe de Estado del general
Gustavo Rojas Pinilla, un editorial de El Tiempo sale a justificar su
primer año de gobierno. El 9 de junio pasado esa columna que refleja la
opinión de la casa, señala oronda que “sesenta años después, aquel 13
de junio de 1953, que habría podido ser una fecha fausta, se recuerda
como el comienzo de un cuatrienio que registró aspectos muy positivos
en el primer año, dejó obras de infraestructura, pero terminó convertido
en melancólica dictadura”.

Previamente el editorialista se atreve a decir que “poco a poco (Rojas)
se convirtió en rehén de una camarilla que lo convenció de que sería el
segundo Bolívar. Creó una asamblea destinada a reelegirlo, marginó al
Partido Liberal, cerró EL TIEMPO y El Espectador, reprimió cruentamente
las protestas estudiantiles y asistió al auge de la corrupción. Así, el
„salvador de la patria‟ acabó convertido en tirano tropical”.

Pero si precisamente El Tiempo y toda la prensa liberal saludaron el
asalto al poder del general aquel sábado 13 de junio por la noche con
titulares que lo calificaron como el “segundo libertador”. Semejante
declaración tardía suena a autocritica. Tal vez porque hoy el dueño
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absoluto del diario es el magnate Luis Carlos Sarmiento Ángulo y allí ya
no queda ni recuerdo de los Santos que respaldaron el zarpazo de aquel
entonces.

Un saludo non santo

Saludar el golpe militar contra el dictador Laureano Gómez como o lo
hicieron las directivas del partido liberal, los diarios El Tiempo y El
Espectador, y el ala ospinista del conservatismo, era ni más ni menos
que apostarle a la continuidad antidemocrática que se iniciara tras la
derrota liberal de 1946.

El general Rojas Pinilla, como alto comandante militar y luego como jefe
del ejército, tenía gran responsabilidad en el clima de tropelías contra
los liberales en los años de La Violencia que comenzaron en 1946 y que
culminaron en el genocidio del gaitanismo. Y los jefes de estas
agrupaciones y la prensa bien los sabían.

Cómo iban a olvidar, para citar un ejemplo, que Rojas estaba
involucrado en la matanza de la casa liberal de Cali que tuvo lugar el
sábado 22 de octubre de 1949 en horas de la noche. Policías y militares
dispararon a mansalva contra los asistentes a una asamblea de ese
partido en la oposición con un saldo de 12 muertos y 70 heridos. Rojas
Pinilla era el comandante de la Tercera Brigada en Cali y esa noche
festejaba su acenso como general.

Por ese entonces habían crecido en vastas regiones del país, en especial
en los Llanos, las guerrillas liberales que se levantaban en defensa del
derecho a la vida. En los comienzos de los cincuenta ya la Dirección
Nacional Liberal, que en un principio les brindó su apoyo, las desautorizó
abiertamente. El ex presidente liberal Alfonso López Pumarejo fue
enfático en señalar que se trataba de “fascinerosos y bandidos” que no
merecen el respaldo del partido.
Guerrillas liberales en los llanos.

El “golpe de opinión”, como calificó el destacado jefe liberal Darío
Echandía la toma del poder por parte de Rojas, también contribuiría no
solo a derrocar el régimen laureanista, (que ganó las elecciones en 1949
con la total abstención liberal) sino a ponerle freno a la insurrección de
decenas de miles de campesinos armados que amenazaban a todo el
establecimiento causante de la violencia política.

En efecto, el general golpista logró, ofreciendo una paz llena de
promesas sociales, un armisticio con las guerrillas del Llano comandadas
por Guadalupe Salcedo el 15 de septiembre, tres meses después de su
movimiento de cuartel. Salcedo, ya en la vida civil, fue asesinado en una
calle de Bogotá el 6 de junio de 1957 cuando gobernaba una Junta
Militar que había derrocado al general Rojas.

Algunos antecedentes del golpe

La violencia política no partió tras el asesinato del caudillo liberal Jorge
Eliécer Gaitán el 9 de abril de 1948. Una vez el partido liberal perdiera
las elecciones presidenciales al dividirse entre Gaitán y Turbay lo que le
dio el triunfo al conservador Mariano Ospina Pérez, aunque el Congreso
quedó en manos de la oposición, se desató el ajuste de cuentas en
campos y ciudades. Por eso el sentido de de la Oración por la Paz de
Gaitán aquel 28 de febrero de 1948 ante una Plaza de Bolivar colmada
de gentes del pueblo y que exigía se pusiera fin a la violencia oficial.

Después del asesinato del caudillo, el punto que marcó la apertura del
terror oficial fue el 9 de noviembre de 1949. Ese día Ospina Pérez
clausuró el Congreso de mayoría liberal.
El predominio hegemónico de un solo partido en el poder, con las
cámaras legislativas cerradas y gobernando bajo el Estado de Sitio solo
podía determinar un clima de violencia política que arreciaba a medida
que comenzaba a organizarse la resistencia civil y después armada, de
vastos sectores de la población campesina contra el estado de cosas.

El Congreso unipartidista de los conservadores, divididos en tres alas
rivales, ospinista, alzatista y laureanista, esta última ahora en el mando
tras la elección de Laureano Gómez como presidente, aprobó el acto
legislativo por el cual se convocaba una Asamblea Nacional
Constituyente para introducir reformas a la Carta.

La ANC, que debía reunirse el 15 de junio de 1953, lo hizo semanas más
tarde pero ya bajo otro régimen, el del golpe del 13 de junio, en una
continuidad del desbarajuste institucional entronizado por sus
antecesores. Sería el nuevo escenario de las trifulcas del bipartidismo
sectario ahora con presencia de dignatarios liberales y ospinoalzatistas
que legislaban a favor de la dictadura militar de Rojas Pinilla.

Rojas Pinilla entra en escena

El llamado “golpe de opinión” del 13 de junio de 1953 pretendía frenar
la crisis política que no había encontrado una salida institucionalizada en
medio de las reyertas interpartidistas. Las Fuerzas Armadas, que venían
siendo convocadas por los liberales y los sectores conservadores en
pugna con el dominio laureanista, resolvieron asumir el mando de la
Nación a sabiendas que iban a encontrar el respaldo de la ciudadanía,
hastiada de violencia.

Toda la prensa, con excepción de los periódicos laureanistas y del
partido comunista, saludaron el golpe de cuartel convencida que pronto
se iría a restablecer “el imperio de la ley”. El conocido columnista
Calibán escribió en El Tiempo: “El Teniente General Gustavo Rojas Pinilla
posee cualidades de hombre providencial. Energía, audacia, talento,
patriotismo, desinterés y rectitud”.

El establecimiento encontró con Rojas una fórmula que le permitiera
cambiar el curso de los acontecimientos marcado por una creciente
guerra civil que no solo perjudicaba sus negocios sino que podía,
sabiendo de las reservas democráticas que existían en el país tras la
insurrección del 9 de abril, llevarlo a la pérdida del control del país.

De ahí que la ofensiva de paz hacia las guerrillas liberales se convertía
en la principal meta del nuevo gobierno que se sintonizaba con los
intereses económicos de los grandes capitalistas más preocupados en
ampliar el mercado y modernizar el país que proseguir una corriente
inútil.

El gran patronato colaboró en una u otra forma con las fuerzas
reaccionarias en la política de anulación de las libertades ciudadana. Le
pareció en un principio preferible para sus intereses la dictadura al
antiguo sistema republicano con sus instituciones parlamentarias y sus
relativas garantías constitucionales. Cuando el gobierno de Rojas Pinilla
fue cayendo en manos de los sectores más intolerantes, la gran
burguesía negoció con ellos, ofreciendo su apoyo o su neutralidad
política para obtener beneficios tributarios, por ejemplo.

Se acaba la luna de miel

Pero vendrían las contradicciones. Rojas decretó nuevos impuestos para
sostener su creciente aparato burocrático-militar, mientras se reiniciaba
un nuevo ciclo de la crisis cafetera, ausente en los primeros meses del
gobierno que le dieron un buen margen de maniobra política y social a
la dictadura. Rojas comenzó a chocar con el poder económico de los
industriales sobre todo por la doble tributación que gravaba los ingresos
por dividendos, de acciones y bonos, que en 1954 eran exentos. La
ANDI reaccionó contra la medida tildándola de expropiatoria.

Las medidas fiscales que podrían aglutinar al pueblo alrededor de Rojas,
pues se golpeaba a la burguesía, no tuvieron tal efecto pues al mismo
tiempo la dictadura seguía el gasto desenfrenado, la compra de
armamento, el despilfarro, continuaba la inflación y la violencia no
cesaba con acciones de guerra arrasada como el tratamiento que
recibían zonas agrarias enteras como el Cunday y Villarrica. Ofensiva
que tendría como respuesta el nacimiento de las guerrillas de Manuel
Marulanda por esas regiones del Tolima.

           Masacrando los estudiantes.

Ya el 8 y 9 de junio de 1954, al cumplir un año en el poder, Rojas se
manchó para siempre con la matanza de estudiantes en pleno centro de
Bogotá. Todo el establecimiento y los dos partidos políticos le brindaron
su respaldo repitiendo la consigna oficial de que la acción fue provocada
por el comunismo internacional.

Rojas caería el 10 de mayo de 1957 tras recias acciones de calle y un
paro cívico convocado por los grandes industriales y comerciantes.
Vendría luego el Frente Nacional, ese pacto de los dos partidos que
borraron de tajo toda la violencia que causaron perdonándose
mutuamente escondiendo debajo del tapete el horror de La Violencia. No
hubo un solo juicio, no hubo un solo preso. Una lección que deben
recordar ahora que se quiere llevar a la cárcel a quienes se atrevan a
firmar un armisticio de paz.
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