CONOCER N.º 125 Enero de 2021 - FOAL

 
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CONOCER
                              N.º 125
                           Enero de 2021

Sumario

 - Presentación
 -   Actualidad
       ¿Alcohol?, ni mucho ni poco, nada
       Viajes turísticos al Titanic

 -   En portada
       El teletrabajo que llegó con la COVID-19 para quedarse

 -   Nuestro mundo
       En busca de los olores perdidos de Europa
       El Okmok II, la caída de la República Romana, el determinismo
         climático y su extraña conexión

 -   Entrevista
       Amparo Climent, actriz y directora de Las cartas perdidas, un
         documental sobre la memoria histórica femenina: “Solo conociendo la
         verdad, haciendo justicia y reparando a las víctimas, podremos
         descansar”

 -   Historia
       Enrique Martínez Ruiz, autor de Felipe II: hombre, rey, mito: “Felipe II
          fue un rey distante que no estuvo al alcance de sus súbditos”

 -   Libros

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Presentación

La pandemia del coronavirus ha cambiado hasta nuestra forma de trabajar. Si el
teletrabajo era algo muy residual en nuestro país, la COVID-19 ha hecho que
deje de serlo. El pasado mes de octubre entró en vigor la nueva regulación del
trabajo a distancia, fruto del diálogo social, y empresarios y trabajadores nos
darán su opinión sobre cómo creen que se desarrollará esta modalidad de
trabajo en nuestro país.

La historia está repleta de olores esparcidos en pinturas, grabados, textos…
Ahora, un proyecto financiado por la Unión Europea, llevado a cabo por
historiadores, museólogos y lingüistas de varios países, denominado Odeuropa,
pretende identificarlos y estudiarlos a través de la inteligencia artificial para
investigar cómo los aromas han influido en las sociedades y tradiciones en los
últimos siglos.

En este número de Conocer también te hablaremos de cómo la erupción de un
volcán situado en las islas Aleutianas, en Alaska, ocurrida en el año 43 antes de
Cristo, pudo tener bastante que ver con algo que sucedió en el otro extremo del
planeta, a más de 8.000 kilómetros de distancia: el fin de la República Romana
y el nacimiento del Imperio Romano.

Las mujeres republicanas sufrieron verdaderas atrocidades durante la Guerra
Civil y los años que la siguieron. Fueron doblemente perseguidas, por su
condición de mujeres y por su ideología. La actriz y directora Amparo Climent lo
refleja en el documental ficcionado Las cartas perdidas, que se estrenará en los
cines en breve.

Felipe II ha sido un monarca fundamental en la historia de España y en la historia
universal. Pese a haber sido ampliamente estudiado, la complejidad de su figura
sigue escondiendo detalles y despertando interpretaciones. El historiador
Enrique Martínez Ruiz, autor del libro Felipe II: hombre, rey, mito, nos ayuda a
conocer un poco más la faceta como hombre de este poderoso rey.

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Actualidad

                  ¿Alcohol?, ni mucho ni poco, nada

Así lo dicen investigadores españoles, que concluyen en un estudio publicado
en la Revista Española de Salud Pública que no hay evidencias de que el
consumo moderado de diferentes bebidas alcohólicas pueda relacionarse con
beneficios para la salud o un menor riesgo de enfermedad.

El trabajo, para el que han analizado estudios publicados en los últimos 20 años,
indica que la recomendación es clara: el consumo más seguro es el consumo
cero de alcohol.

Según este grupo de expertos, encabezado por Iñaki Galán, investigador del
Centro Nacional de Epidemiología (CNE) del Instituto de Salud Carlos III, no hay
evidencias de que el consumo de diferentes bebidas alcohólicas tenga un efecto
diferencial en la aparición y desarrollo de enfermedades cardiometabólicas,
neurodegenerativas o cáncer.

Por ello, no creen que una u otra bebida alcohólica pueda relacionarse con
menor riesgo de padecer enfermedades o con beneficios para la salud, con lo
que su recomendación es, simplemente: cero alcohol.

A juicio de Galán, hay cierta tendencia social a creer que algunos tipos de
bebidas alcohólicas podrían aportar, dentro de los comprobados efectos
negativos globales que tiene el consumo de alcohol, algún efecto beneficioso
para la salud, como es el caso de los polifenoles del vino. “Lo mejor, en
cuestiones de seguridad para la salud, es no consumirlo”, asegura.

Pero, en el caso de que se consuma alcohol, “la recomendación es no
sobrepasar ciertos umbrales (no llegar a 20 gramos/día en hombres y 10 en
mujeres)”.

La investigación llevada a cabo por este grupo de expertos revela que no hay
consumo positivo de alcohol para la salud, e indica que tomar una u otra bebida
alcohólica, como vino, cerveza, licores o combinados, no influye en posibles
resultados de salud o en el riesgo de enfermedad o muerte, de manera que dicen
que es muy difícil sacar conclusiones sobre posibles efectos desiguales en la
salud entre una u otra bebida.

                        Viajes turísticos al Titanic

La noche del 14 al 15 de abril de 1912, el Titanic chocó contra un gran iceberg
en el océano Atlántico frente a las costas de Terranova. Cuando zarpó de
Southampton, al sur de Inglaterra, el 10 de abril de 1912 en su viaje inaugural
hacia Nueva York, nada ni nadie hacían presagiar la tragedia que se cernía sobre
el mayor y más lujoso barco jamás construido hasta entonces. Alrededor de
1.500 personas perdieron la vida en el hundimiento del Titanic, una de las
mayores catástrofes marítimas de la historia.

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El transatlántico lleva 108 años hundido en las profundidades del mar y su
leyenda sigue viva. En todo ese tiempo, hasta él solo se han acercado
expediciones científicas; ningún turista ha visto con sus propios ojos allí abajo
los restos del célebre barco. Sin embargo, esto va a dejar de ser así en breve,
ya que la compañía OceanGate Expedition realizará viajes turísticos para
contemplar al Titanic, que se encuentra partido en dos en las gélidas aguas a
3.800 metros de profundidad.

Las inmersiones al Titanic arrancarán en 2021 y se llevarán a cabo de mayo a
septiembre, aprovechando las temperaturas cálidas en el hemisferio norte. Si
estás interesado, solo hay un pequeño inconveniente, su nada módico precio:
desde 125.000 dólares (unos 105.000 euros al cambio). Una experiencia solo al
alcance de turistas ricos que, además, deberán estar en buena forma física y
demostrar que están preparados para trabajar en equipo.

Este viaje turístico durará ocho días y partirá desde St. John, en Terranova,
Canadá, hasta el lugar del hundimiento. La inmersión hasta los restos del Titanic
se realizará a bordo de un pequeño submarino, bautizado con el nombre de
Titan, con capacidad para cinco personas, de las que dos serán tripulación y las
otras tres turistas. Los afortunados pasarán unas 6-8 horas de aventura bajo el
agua disfrutando de lo que queda del famoso transatlántico.

Pero estos ricos e intrépidos turistas no serán solo eso, turistas. También se
considerarán “especialistas de la misión” y deberán participar en la investigación
del Titanic, ya que las inmersiones al lugar donde se encuentran los restos de la
nave permitirán a los expertos y científicos que participan en el proyecto recopilar
imágenes, vídeos y demás material para continuar investigando el barco y
evaluar el estado de su casco. Y es que la compañía OceanGate Expedition dice
que no quiere que el Titanic se convierta en una atracción turística.

Lo cierto es que tal vez estas expediciones brinden a turistas e investigadores
una de las últimas oportunidades de presenciar lo que queda del Titanic en el
fondo del océano, ya que unos pequeños microorganismos comedores de hierro
están devorando el casco del transatlántico. Los científicos calculan que en un
par de décadas una nueva bacteria, que ha sido bautizada con el nombre de
Halomonas titanicae, en honor del barco, podría hacer desaparecer los restos
del Titanic, de manera que hacia el año 2040 no quedaría nada del célebre
buque.

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En portada

        El teletrabajo que llegó con la COVID-19
                      para quedarse
                                                      Por Nuncy López Valencia

Antes de la pandemia del coronavirus, el teletrabajo avanzaba lentamente
en España, pero la llegada de la COVID-19 y la declaración del estado de
alarma provocó que esta modalidad de trabajo se implantara de forma
súbita y forzase la aprobación de una normativa para regularlo, que entró
en vigor a mediados del pasado mes de octubre. ¿Cómo afrontan
empresarios y trabajadores esta nueva realidad laboral? Ellos mismos nos
lo cuentan.

La crisis del coronavirus ha puesto de manifiesto que el trabajo a distancia ha
sido importante para frenar el contagio de la enfermedad, pero sobre todo ha
servido para demostrar que esta modalidad de trabajo es el mecanismo más
eficaz para mantener la actividad de las empresas en momentos tan complicados
como los que estamos viviendo.

En la actualidad, nadie duda de que el trabajo a distancia ha llegado para
quedarse. Un estudio del Banco de España señala que en 2018 esta modalidad
de trabajo era residual, ya que solo un 7,5 por ciento de los trabajadores
españoles teletrabajaba, muy por debajo del 13,5 por ciento que lo hacían en el
conjunto de la Unión Europea (UE). Sin embargo, la expansión de la COVID-19
ha disparado el trabajo en remoto, hasta el punto de que para un buen número
de empresas ha sido la solución para afrontar las duras consecuencias
económicas de esta crisis sanitaria.

Según los datos de la Encuesta de Población Activa (EPA), durante el segundo
trimestre de 2020, cuando tuvo lugar el estado de alarma, un 16,2 por ciento de
los ocupados españoles trabajaron desde su domicilio “más de la mitad de los
días”, hasta superar los 3 millones de personas, frente al 4,8 por ciento en 2019,
lo que representa un incremento del 337 por ciento. Otras encuestas, como la de
Eurofound Living, working and COVID-19, indican que 3 de cada 10 trabajadores
españoles (el 30 por ciento) empezaron a teletrabajar a causa de la pandemia.

Esta situación forzó que, tras meses de negociaciones, Gobierno, empresarios y
sindicatos llegaran a un acuerdo el pasado mes de septiembre, que se plasmó
en el decreto ley de trabajo a distancia, publicado en el BOE el 22 de ese mes y
que entró en vigor 20 días después. La nueva norma se aplica a las relaciones
de trabajo que se desarrollen a distancia “con carácter regular”, entendiéndose
por “regular” el teletrabajo que se preste, en un periodo de tres meses, un mínimo
del 30 por ciento de la jornada, o el porcentaje proporcional equivalente en
función de la duración del contrato de trabajo.

Entre las principales novedades de este decreto destacan la voluntariedad del
teletrabajo tanto para el empleado como para la empresa, la obligatoriedad de

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firmar un acuerdo entre el trabajador y la empresa, la garantía de que quienes
teletrabajen tendrán los mismos derechos que si desarrollaran la actividad de
forma presencial, la flexibilidad horaria, la posibilidad de que la empresa adopte
medidas de vigilancia y control para que los empleados cumplan con su trabajo
y el derecho del trabajador a que le sean sufragados o compensados por parte
de la empresa los gastos derivados del desarrollo del trabajo a distancia, un
asunto este que generó bastante polémica durante la negociación.

Presentismo y desconfianza

Para Rosa Santos Fernández, directora del Departamento de Empleo,
Diversidad y Protección Social de la CEOE, que ha participado en la negociación
del decreto ley del trabajo a distancia, aunque no era una regulación urgente, sí
se podía entender “necesaria para garantizar una implantación creciente del
teletrabajo en un entorno digital y global, que se ha acelerado con la COVID-19”.
Aclara a Conocer que la norma aprobada está orientada a la implantación del
trabajo en remoto “en un escenario de normalidad; nada que ver con el
teletrabajo COVID, impuesto como medida de contención sanitaria, que ha
quedado fuera de la aplicación de esta norma”.

Sin embargo, a juicio de Carlos Gutiérrez, secretario de Juventud y Nuevas
Realidades del Trabajo de CC. OO., que también intervino en la negociación, era
“necesario y urgente” regular el teletrabajo por la situación de pandemia, aunque
coincide en que esta normativa no solo aspira a regular la situación actual, sino
“a que sea permanente”. “Ha tenido que llegar una pandemia para que nos
cerciorásemos todos de que esta forma de trabajar no solo no es negativa, sino
que es positiva para todas las partes, para los trabajadores y para las empresas”,
asegura a nuestra revista.

Pero, entonces, ¿por qué cuesta tanto implantar esta modalidad de trabajo en
nuestro país? El responsable de CC. OO. lo tiene claro; los motivos son varios.
Por un lado, apunta a la estructura productiva que tiene España, “con menores
trabajos susceptibles de ser teletrabajables”, y, por otro y sobre todo, a la forma
de gestionar el capital humano de las empresas, “fundamentada en el
presentismo y la desconfianza hacia los trabajadores”. Sobre las previsiones a
futuro, Gutiérrez dice que habrá que esperar a ver si esta situación de pandemia
que ha obligado a extender el teletrabajo de forma masiva permite superar esos
obstáculos y que los empresarios vean que es “un elemento positivo”.

Por el contrario, la responsable de la CEOE no cree que se deba de hablar de
reticencia por parte de las empresas a implantar el teletrabajo. “Se ha
demostrado que la mayoría se han adaptado con rapidez y ya era habitual en
algunos sectores antes de la COVID-19. La digitalización de los procesos y la
transformación de las competencias de los trabajadores y trabajadoras
fomentará aún más su utilización”, afirma, aunque matiza que “en nuestra
economía hay sectores con mucho peso, como el turismo, la agricultura o los
servicios, con un componente presencial inevitable”.

En todo caso, Santos Fernández dice que corresponde a cada empresa decidir
si esta forma de organización del trabajo se adapta o no a sus necesidades, y

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considera que “la negociación colectiva tiene mucho que aportar”. A su juicio, es
probable que el teletrabajo “sea cada vez más común en el futuro, sobre todo
por el avance de la digitalización y si ganan peso sectores más basados en el
conocimiento. Pero es difícil prever hasta qué punto y hacer estimaciones”,
opina.

La portavoz de la CEOE destaca que empresas y trabajadores han hecho un
esfuerzo “enorme” durante la pandemia para dar continuidad a la actividad a
través del teletrabajo, para lo que ha sido necesario acelerar los procesos de
digitalización. “Sin duda, hay que fortalecer las inversiones para garantizar la
digitalización de nuestra economía y nuestras empresas, y el éxito de estos
procesos dependerá, en buena parte, de las destrezas, habilidades y
competencias de las personas trabajadoras, de ahí que adquiera un papel central
la formación”.

A este respecto, el secretario de Juventud y Nuevas Realidades del Trabajo de
CC. OO. cree que una buena parte de los trabajadores están preparados para
teletrabajar, pero coincide en que puede haber empleados que quieran trabajar
en remoto y no estén formados y en el importante papel que juega la negociación
colectiva en este asunto. De hecho, Gutiérrez considera que la negociación
colectiva es “una herramienta fundamental” para desarrollar todos los acuerdos
del teletrabajo en las empresas.

Para el responsable de CC. OO., es necesario “cualificar” la negociación
colectiva para que, además de abordar temas más tradicionales, como el salario,
la jornada, los permisos, etc., toque aspectos como el teletrabajo. Además, cree
que los trabajadores, a nivel individual y colectivo, “también tenemos que sacar
conclusiones de esta pandemia en el sentido de que, si nos unimos y tenemos
representación legal, podremos alcanzar mejores acuerdos, y esto sirve para el
teletrabajo, pero también para los ertes y para todo tipo de cuestiones”.

Beneficios, y también riesgos

Sobre cómo debe implantarse y mantenerse esta modalidad de trabajo en
España, los sindicatos no creen que el teletrabajo permanente sea una buena
opción para los trabajadores. En opinión de Gutiérrez, la fórmula ideal es el
trabajo a distancia combinado con el trabajo presencial, “y así lo intentaremos
implantar a través de la negociación colectiva”, subraya.

Porque, según el responsable de CC. OO., el teletrabajo tiene claros beneficios
para los trabajadores, como ahorrarse el tiempo de traslado al centro de trabajo,
“que va asociado a mucha tensión, ansiedad y levantarse antes y poder
descansar menos”, favorecer la conciliación o contribuir a reducir los accidentes
in itinere (al ir o regresar del trabajo), pero también tiene sus riesgos y amenazas
cuando se convierte en permanente.

Entre estos últimos, destaca el aislamiento social y la total desconexión del
empleado de sus compañeros y equipos de trabajo, lo que, a su juicio, “tampoco
es bueno para las empresas”, sobre todo cuando las compañías buscan
procesos de innovación basados en la colaboración y cooperación de los

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trabajadores, lo que se hace más dificultoso si se teletrabaja de manera
permanente. Otra amenaza es que no se cumpla el derecho a la desconexión
digital, aunque, para González, este asunto va más allá del trabajo a distancia o
el presencial. A su juicio, la empresa debe tomar todas las medidas necesarias
para que ese derecho se haga efectivo, además de hacer pedagogía con los
mandos y con los jefes en esta materia.

En cualquier caso, el secretario de Juventud y Nuevas Realidades del Trabajo
de CC. OO. subraya que el teletrabajo es voluntario y que, si al empleado no le
interesa esta forma de desarrollar su actividad, puede rechazarla y volver al
trabajo presencial.

La directora del Departamento de Empleo, Diversidad y Protección Social de la
CEOE cree que no se puede afirmar, con carácter general, que el trabajo en
remoto ofrezca más o menos ventajas que el trabajo presencial. “Primero hay
que analizar si un determinado puesto es o no teletrabajable y, si lo es, será el
equilibrio de intereses de empresa y persona trabajadora lo que lo hará resultar
más o menos ventajoso”, indica, al tiempo que señala que “la negociación
colectiva resultará clave a estos efectos”.

Santos Fernández coincide con el responsable sindical en que el teletrabajo
ofrece algunas oportunidades en términos de sostenibilidad y de inclusión que
son “evidentes”, así como en lo referente a la conciliación, pero alerta igualmente
de que también puede aparejar problemas de aislamiento.

¿Y puede afectar a la productividad de las empresas? “La productividad
–responde la portavoz de la patronal– depende de diversos factores, tanto si
hablamos de trabajo presencial como en remoto. La implementación de esta
forma de organización del trabajo no debería perjudicar a la productividad de las
empresas; de hacerlo, desalentaría su utilización”, advierte. Además, señala que
en sí misma no actuará como elemento de deslocalización, no fomentará el
riesgo de la contratación de teletrabajadores en otros países.

La compensación al trabajador de los gastos derivados del desarrollo del trabajo
a distancia (luz, gas, agua…) ha sido otro de los temas espinosos del acuerdo.
El decreto ley establece que estos gastos deberán ser sufragados o
compensados por la empresa, y deriva a la negociación colectiva o, en su caso,
al acuerdo individual entre empresa y trabajador, el mecanismo para
determinarlos y compensarlos o abonarlos. A este respecto, Santos Fernández
cree que la rentabilidad para las empresas del teletrabajo “dependerá del
equilibrio de intereses entre empresa y trabajador”.

Sobre este asunto, el responsable de CC. OO., tras dejar claro que ningún
empleado que esté teletrabajando puede sufrir discriminación salarial con
relación a los compañeros que trabajen de forma presencial, subrayó que “los
trabajadores no tienen que asumir los gastos que conlleva teletrabajar desde su
domicilio” y apeló nuevamente a la importancia de la representación legal de los
trabajadores y la unión para conseguir mejores acuerdos.

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Nuestro mundo

     En busca de los olores perdidos de Europa
                                               Por Federico Kukso/Agencia SINC

Odeuropa es el primer proyecto internacional de investigación de los
aromas del pasado y el presente. Historiadores, museólogos y lingüistas
digitales de los Países Bajos, el Reino Unido, Alemania, Italia, Francia y
Eslovenia explorarán durante tres años referencias olfativas en pinturas,
tratados médicos y novelas con técnicas de inteligencia artificial. El
objetivo es luchar contra el olvido oliendo la historia.

En las manos de cientos de hombres y mujeres adinerados, retratados a partir
del siglo XIV, se esconden las fallidas estrategias con las que se intentaban lidiar
las recurrentes enfermedades y pestes durante siglos en Europa. Las pinturas y
grabados no reflejan reinas, príncipes, aristócratas, cortesanas ni burgueses con
mascarillas, pero sí sosteniendo pomanders, es decir, pequeñas esferas de
orfebrería perforadas, hechas en oro, plata, perlas y demás elementos preciosos,
en las que se introducían perfumes, hierbas o especias para aromatizar su
entorno.

Los nobles usaban estos amuletos odoríferos también en collares o colgando de
una cadena unida a sus cinturas. No se trataba solo de un indicador de estatus.
Por entonces, estaba bien instalada la creencia de que, acercadas a las fosas
nasales, estas pequeñas obras de arte –cuyo nombre viene de la expresión
francesa pomme d’ambre o manzana de ámbar, aunque venían en todas las
formas, desde corazones a calaveras– otorgaban alguna clase de protección:
además de encubrir los malos olores corporales propios, eran consideradas un
antídoto a los olores pútridos o miasmas que, desde la antigüedad hasta bien
entrado el siglo XIX, se pensaba que propagaban las enfermedades.

Como estos dispositivos aromáticos portátiles, las referencias a nuestro pasado
olfativo –y los rituales, prácticas e ideas asociados– se encuentran esparcidas
en innumerables textos, pinturas y grabados. Desde hace menos de cuatro
décadas, historiadores de las ideas y las sensibilidades, antropólogos,
perfumistas, museólogos –todos descendientes intelectuales del francés Alain
Corbin, cuyo libro El perfume o el miasma: el olfato y lo imaginario social, siglos
XVIII y XIX marcó un antes y un después en la historia de la percepción– las
rastrean y estudian como parte del patrimonio cultural. Es el patrimonio olfativo
de la humanidad.

“Los olores juegan un papel importante en nuestra vida diaria: nos afectan
emocional, psicológica y físicamente, dan forma a quiénes somos, a dónde
pertenecemos, cómo experimentamos los encuentros con diferentes culturas e
influyen en la manera en que nos relacionamos con la historia”, cuenta a SINC
la argentina Cecilia Bembibre, investigadora del Instituto de Patrimonio
Sostenible del University College de Londres (UCL). “Pero a nivel académico, a
quienes los estudiamos desde una perspectiva histórica o de la conservación se

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nos mira con cierta curiosidad y sorpresa. Hay una reticencia a tratarnos con
seriedad”, opina.

La situación, sin embargo, parece estar cambiando. Por primera vez, la Unión
Europea financiará durante tres años un ambicioso proyecto internacional que
explorará los olores perdidos del continente. Con un presupuesto de 2,8 millones
de euros, la iniciativa conocida como Odeuropa utilizará inteligencia artificial para
investigar cómo los aromas han moldeado comunidades y tradiciones entre los
siglos XVII y el presente.

“Los olores dan forma a nuestra experiencia del mundo, pero tenemos muy poca
información sensorial sobre el pasado”, cuenta la historiadora cultural
neerlandesa Inger Leemans, líder del proyecto. “Odeuropa se sumergirá en las
colecciones del patrimonio digital para descubrir los aromas clave de Europa y
las historias que transmiten, y luego traerlos de vuelta a nuestras narices”.

Minería de datos nasales

Formalmente, el proyecto comenzará este mes de enero y congregará a toda
clase de especialistas europeos interesados en la historia del olor que, hasta el
momento, trabajaban en solitario, desconectados. El equipo interdisciplinario
estará formado por historiadores, lingüistas computacionales, químicos,
museólogos, perfumistas y especialistas en aprendizaje automático,
reconocimiento de patrones y humanidades digitales.

Todos ellos y ellas, procedentes del Reino Unido, los Países Bajos, Alemania,
Italia, Francia y Eslovenia, explorarán referencias olfativas en pinturas,
grabados, novelas, libros de cocina, tratados médicos, relatos de viajes, archivos
notariales y antecedentes penales –en los que quedaron registros de quejas y
peleas por malos olores–. También en los llamados “libros de secretos”, es decir,
recopilaciones de fórmulas mágicas y recetas de alquimia, elaboración de
perfumes y cosméticos que comenzaron a imprimirse en el siglo XVI y
precedieron a las publicaciones científicas.

Durante el primer año, los historiadores del equipo recopilarán fuentes en siete
idiomas (inglés, italiano, francés, esloveno, latín, neerlandés y alemán) con algún
tipo de alusión a olores, como los perfumes que se usaban para combatir
enfermedades, la expansión del tabaco, el hedor de las ciudades y
trasformaciones olfativas provocadas por la industrialización.

“Nuestros sentidos son nuestras puertas de entrada al pasado”, señala
Leemans, profesora de la Universidad Libre de Ámsterdam. “Mucho más que la
vista, el tacto o el oído, el olfato está vinculado directamente a las emociones y
recuerdos. Aun así, se tiende a pasar por alto la importancia de los olores en
nuestra sociedad actual”.

El proyecto aprovechará que, en los últimos años, instituciones europeas han
invertido en la digitalización a gran escala y ahora cuentan con una gran cantidad
de datos de objetos, textos e imágenes a la espera de ser analizados con
técnicas informáticas de lo que se conoce como data mining o minería de datos.

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Para ello, la lingüista computacional Sara Tonelli y la neerlandesa Marieke van
Erp, especialista en humanidades digitales, desarrollarán herramientas de
software para la excavación olfativa. “Le enseñaremos a los ordenadores a
reconocer en un texto descripciones de olores y experiencias asociadas", explica
Van Erp, del Clúster de Humanidades KNAW. “Entrenaremos a un algoritmo de
aprendizaje automático para que identifique fragmentos de texto que contengan
las palabras 'olor', 'aroma', 'hedor' o 'acre'. La cuestión es que para que esto
funcione, el ordenador necesita muchos ejemplos”.

Los idiomas occidentales, como el inglés y el neerlandés, no contienen
vocabularios ricos para describir referencias olfativas en comparación con otras
lenguas. Por ejemplo, los jahai, un grupo de cazadores-recolectores nómadas
de Malasia, tienen más de una docena de términos para describir olores. En
inglés hay menos de 30 palabras, que se usan para hacer referencia a la
intensidad de un olor o a sensaciones como fétido y hediondo.

“Nuestros hallazgos iniciales muestran que a menudo utilizamos una
construcción que incluye un verbo y una descripción, por ejemplo 'huele a limón'
–detalla Van Erp–, pero esperamos encontrar muchas más construcciones
diferentes, especialmente al retroceder en el tiempo, cuando la gente estaba más
sintonizada con los sentidos y la olfacción jugaba un papel más importante en la
vida diaria que ahora”.

Una ventana al pasado de cada país

Las descripciones de los olores y experiencias olfativas en textos ofrecen una
ventana al pasado lejano, a las emociones y supersticiones a las que han sido
asociados a lo largo del tiempo. Cada investigador explorará temáticas propias.
“Siendo de los Países Bajos –cuenta Inger Leemans–, me interesa conocer
referencias al olor del agua fresca o contaminada: los ríos, los canales apestosos
de la era moderna. También me interesan mucho las estrategias olfativas: ¿cómo
utilizaba la gente los olores para protegerse de las enfermedades?”.

Por su parte, Sara Tonelli, de la Fondazione Bruno Kessler en Trento, espera
encontrar en textos de los futuristas italianos menciones al olor de combustible,
asociado a industrias y al progreso.

En el caso de pinturas, especialistas en visión por computadora de la Universidad
de Erlangen-Núremberg, en Alemania, recolectarán representaciones visuales
relacionadas con el olfato –como flores, tabaco o personas olfateando– y le
pedirán a un gran número de individuos que los ayuden a identificarlas, y así
entrenar a un algoritmo de aprendizaje automático para reconocer objetos de
olor similar en nuevas imágenes.

Les guiará Lizzie Marx, historiadora del Arte de la Universidad de Cambridge,
quien explora la visualización del olfato y sus significados en el arte neerlandés
del siglo XVII. “Trabajaré para identificar y analizar los rastros visuales del olor
en las obras de arte a partir de los datos de imágenes recopilados”, explica.
“Como pomanders, guantes de cuero perfumados visibles en retratos, flores,

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comida, relatos que involucran olor, como María Magdalena y su frasco de
ungüento fragante, e iconografía olfativa, como las alegorías del olfato en la
imaginería de los cinco sentidos. Hay todo un universo de olores por explorar".

Coordenadas espacio-temporales de aromas

La información olfativa que este grupo de investigadores extraiga de los textos e
imágenes las reunirán en lo que denominan un Gráfico de Conocimiento Olfativo
Europeo: una gran base de datos online, un atlas con coordenadas temporales
y espaciales de olores comisariado por historiadores culturales como el inglés
William Tullett, autor de Smell in Eighteenth-Century England: a social sense.
“Un olor que me interesa es el del tabaco, porque se vincula a la historia de la
sensibilidad, del comercio, de la colonización y de la salud”, destaca este
investigador de la Universidad Anglia Ruskin.

“Es, en definitiva, una lucha contra el olvido”, afirma Bembibre, quien ya ha
estudiado y desarrollado técnicas para preservar el olor de libros antiguos de la
biblioteca de la Catedral de San Pablo en Londres. “Si nadie documenta estos
olores, prácticas, ideas y tradiciones, se pierde su recuerdo en una o dos
generaciones”.

En la última etapa, químicos y perfumistas recrearán los aromas y hedores
explorados y los compartirán con los visitantes de museos en los próximos años,
por ejemplo, para promover la conciencia ecológica confrontando al público
europeo con el trauma olfativo producido por la industrialización. “Así, las
personas podrán oler la historia”, señala la neerlandesa Caro Verbeek,
historiadora cultural de los sentidos, conocida por recorridos olfativos y talleres
sensoriales para museos.

“Los ordenadores quizás nos ayuden a descubrir en textos y pinturas referencias
olfativas nuevas, desconocidas para los historiadores. Vivimos en sociedades
tan oculocéntricas que pensamos que las obras de arte son solo para ver. Pero
no es así: nuestros ojos nos dan acceso a una fracción de una experiencia
multisensorial propuesta por un artista", continúa Verbeek.

La pandemia de la COVID-19 ha subrayado la importancia de los olores: además
de la pérdida del olfato como uno de los síntomas de la infección por coronavirus,
el aislamiento social afecta a nuestros entornos olfativos. Extrañamos los olores
de las personas que amamos, así como los olores de los lugares a los que ya no
viajamos.

“Los estímulos olfativos pueden servir como un medio vital para conectar a las
personas con su pasado y con otras culturas”, sugiere Leemans. “Los aromas
son creadores de conversaciones, pueden tender puentes entre comunidades.
Llevar estos olores a los museos, directamente a la nariz del público europeo,
ayudará a las personas a conectarse con las colecciones patrimoniales, les
permitirá descubrir y oler como nunca mundos que se pensaban perdidos”.

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El Okmok II, la caída de la República Romana,
el determinismo climático y su extraña conexión
                                                            Por Refugio Martínez

Igual que, según la teoría del efecto mariposa, el aleteo de un lepidóptero
en Brasil puede provocar un terremoto en China, una erupción en Alaska
puede ayudar a sentar las bases del Imperio Romano. Esto es así porque,
nos guste o no, las fuerzas de la naturaleza muchas veces han marcado el
curso de los acontecimientos o, dicho de otra manera, no son los
comportamientos humanos los únicos que hacen historia.

Los volcanes han sido grandes activistas a la hora de configurar la forma y la
geografía de nuestro planeta. Tanto es así que han creado islas y han dado
forma a sistemas montañosos. Sus erupciones han provocado terremotos y
maremotos que han desplazado las placas tectónicas de la Tierra, sus ríos de
lava han barrido civilizaciones enteras y los dinosaurios aparecieron sobre la
Tierra ayudados por el vulcanismo.

En los últimos 2.500 años, ha habido erupciones enormes, como la del volcán
Tambora, en Indonesia, en 1815, responsable del año sin verano que se vivió en
EE. UU. y Europa. Más recientemente, hemos podido vivir en directo la erupción
del Pinatubo, en la isla de Luzón (Filipinas), en 1991, que rebajó la temperatura
durante tres años.

Y, ahora, en un estudio publicado recientemente en la revista Proceedings of the
National Academy of Sciences, el equipo de investigación dirigido por el científico
Joe McConnell afirma haber encontrado evidencias de que las partículas
arrojadas durante la erupción del Okmok, un volcán de las islas Aleutianas, en
Alaska (EE. UU.), en el año 43 antes de Cristo, tuvieron impacto climático y social
en el otro extremo de la Tierra, lo que daría una explicación científica de la
conexión entre un inusual período de frío extremo en la antigua Roma y la
erupción del Okmok a más de 8.000 kilómetros de distancia.

Un estudio, una evidencia científica

Todo comenzó cuando, el año pasado, McConnell y el investigador suizo Michael
Sigl, del Centro Oeschger para la Investigación del Cambio Climático de la
Universidad de Berna (Suiza), encontraron una capa de tefra (restos de ceniza
volcánica) inusualmente bien conservada en diversas muestras de hielo
obtenidas en varios lugares del Ártico y decidieron investigar. Al igual que ocurre
con los anillos de los árboles, la nieve que se deposita cada año sobre el manto
terrestre atrapa el tiempo en cada una de sus capas. “Empezamos con el registro
de los núcleos de hielo del que tenemos la fecha exacta y luego contamos las
capas anuales hacia atrás en el tiempo”, explica McConnell.

Se hicieron entonces nuevas mediciones en núcleos de hielo extraídos del
subsuelo helado de Groenlandia y el norte de Siberia. Para ampliar el muestreo,
trabajaron con aportaciones de colegas del Reino Unido, Suiza, Irlanda,

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Alemania, Dinamarca, Alaska y la Universidad de Yale, en Connecticut. También
se analizaron anillos de árboles de Escandinavia, estalactitas de cuevas del
noreste de China y hielo atrapado en las Montañas Blancas de California que
grabaron la anomalía climática.

Luego, los investigadores realizaron un análisis geoquímico, donde compararon
las muestras de tefra recogidas de los núcleos de hielo de los distintos países
con los pequeños fragmentos de la erupción Okmok II, en Alaska. "Comparamos
la huella dactilar química de la tefra encontrada en el hielo con la tefra de los
volcanes que se cree que estallaron en ese momento, y estaba muy claro que la
fuente de la ceniza en el 43 antes de Cristo en el hielo fue la erupción del Okmok
II", dijo en un comunicado el especialista en tefra Gill Plunkett, de la Queen's
University Belfast, en Irlanda del Norte.

De los resultados de dichas mediciones pudieron delinear claramente dos
erupciones distintas procedentes del mismo volcán. La primera, muy potente,
pero de corta duración, tuvo lugar a principios del año 45 antes de Cristo. La
segunda, denominada Okmok II, se remonta al año 43 antes de Cristo y fue
mucho mayor. De hecho, la explosión dejó una caldera de 10 kilómetros de
diámetro y las precipitaciones volcánicas fueron tan intensas que provocaron una
lluvia radiactiva que se fue sedimentando en el hielo durante más de dos años.

Con su segunda erupción, el Okmok inyectó grandes cantidades de dióxido de
azufre en la estratósfera, que se convirtieron en aerosoles de sulfato altamente
reflectantes; es decir, esas pequeñas partículas y gotitas en el aire formaron una
capa en la estratosfera que impedía que penetrase toda la luz y el calor del sol.
"Esos aerosoles fueron arrastrados por los vientos a todo el hemisferio norte y
se produjo una reflexión de la radiación solar", señala McConnell.

Estos hallazgos explican por qué los dos años posteriores a la erupción de
Okmok II fueron algunos de los más fríos en el hemisferio norte en los últimos
2.500 años y por qué la década que siguió a la explosión volcánica fue la cuarta
más fría que se haya registrado desde entonces. Las temperaturas bajaron de
media entre dos y tres grados, aunque hubo regiones, como el sur de Hispania
(el interior de lo que hoy es Marruecos o Anatolia en Turquía) donde
descendieron hasta siete grados y las lluvias llegaron a cuadruplicarse en el
otoño siguiente a la erupción.

“En la región mediterránea, estas condiciones extremadamente húmedas y frías
en primavera, crucial para la agricultura, y su prolongación hasta el otoño debió
de reducir las cosechas y provocar problemas de abastecimiento en mitad de la
agitación política del momento”, comenta el arqueólogo del periodo clásico
Andrew Wilson, de la Universidad de Oxford (Reino Unido), en declaraciones
recogidas por la revista australiana Science Alert. "Particularmente sorprendente
fue la gravedad de las inundaciones del Nilo en el momento de la erupción de
Okmok, y la hambruna y la enfermedad que se informó en las fuentes egipcias".

"Los efectos climáticos fueron un shock severo para una sociedad ya estresada
en un momento crucial de la historia", explica Andrew Wilson, para quien estas
evidencias científicas vienen a “reforzar la credibilidad” de las historias de frío,

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hambrunas y enfermedades descritas por fuentes antiguas como Plutarco o
Séneca que, ya en su tiempo, relataron las penurias que vivieron los romanos en
los años posteriores a la erupción del Okmok.

El nacimiento de un imperio

Repasemos un poco la historia. Por aquellos tiempos, concretamente, en el año
44 antes de nuestra era, en la antigua Roma, las correrías de Julio César
terminaron abruptamente con su asesinato y su sucesión ocasionó una guerra
civil. Este suceso histórico podría parecer que es el único a tener en cuenta para
establecer el fin de la República, sin embargo, las fuentes escritas de la época
describen un período de clima inusualmente frío, cosechas, hambrunas,
enfermedades y disturbios en la región mediterránea que, finalmente,
contribuyeron a la caída de la República Romana y el Reino Ptolemaico de
Egipto.

Los historiadores han sospechado durante mucho tiempo que detrás de estos
acontecimientos climáticos que precipitaron el fin de la República Romana había
una erupción volcánica, pero no podían determinar dónde o cuándo se había
producido una erupción de ese tipo, o lo grave que fue, hasta ahora. “En lugar
de estabilizar la República, el asesinato desató una lucha de poder para ver
quién sucedería a César. Justo cuando esta lucha de poder estaba en su apogeo
en los años 43 y 42 antes de Cristo, el Mediterráneo experimentó uno de los
peores climas de los últimos 2.500 años provocado por la erupción volcánica del
Okmok en el 43″, deduce McConnell.

Demostrada la relación entre la erupción, el clima y la recesión en la antigua
Roma, queda por dilucidar si el papel que jugó el cambio climático fue realmente
determinante en el curso de los acontecimientos. “Siempre existe el riesgo del
determinismo climático”, comenta en un correo el historiador del Trinity College
de Dublín (Irlanda), Francis Ludlow, en referencia al papel jugado por el clima en
los asuntos humanos. Para Ludlow, que ya investigó el impacto de las
erupciones volcánicas en la historia del antiguo Egipto, “la mejor manera de tratar
de entender cómo el clima (o el medio ambiente en general) afecta a la sociedad
humana es comprender que nunca es un único factor el que determina el
resultado”.

Por su parte, Joe McConnell reconoce que, siendo obvio que fueron muchos los
factores que determinaron la caída de la República Romana y del Reino
Ptolemaico, "encontrar pruebas de que un volcán situado en la otra punta del
mundo entró en erupción y contribuyó a que surgiera el Imperio Romano es
fascinante", y “ayuda a llenar un vacío de conocimiento que había desconcertado
a los historiadores”. Nunca está de más aportar un granito de arena con el que
desentrañar los misterios de la antigüedad.

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Entrevista

        Amparo Climent, actriz y directora de Las cartas perdidas,
          un documental sobre la memoria histórica femenina

  “Solo conociendo la verdad, haciendo justicia
y reparando a las víctimas, podremos descansar”
                                                              Por Meritxell Tizón

La actriz y directora Amparo Climent está inmersa en estos momentos en
el rodaje de Las cartas perdidas, un documental ficcionado basado en las
cartas reales y en los testimonios de mujeres que fueron represaliadas por
el régimen franquista. La película, en la que participan actrices de la talla
de Marisa Paredes, Pilar Bardem, Ana Belén, Alba Flores o Nora Naves, es
un homenaje a miles de mujeres que sufrieron una doble represión: por
género y por ser republicanas.

En 2019 se celebró el 80 aniversario de lo que se conoce como “La Retirada”, el
exilio español de más de medio millón de hombres y mujeres que, huyendo de
la guerra, cruzaron la frontera tras la caída de Barcelona. Fue en ese momento
cuando la actriz y directora española Amparo Climent decidió llevar a cabo un
proyecto en el que llevaba trabajando ya hace un tiempo: Las cartas perdidas,
un espectáculo narrativo y musical –ideado y escrito por ella–, planteado desde
una perspectiva de género y basado en las cartas reales y en los testimonios de
las mujeres represaliadas por el régimen franquista.

La obra se estrenó en el Instituto Cervantes de Madrid con motivo de la apertura
de los actos oficiales del aniversario del exilio republicano y, posteriormente,
recorrió gran parte del país. “El día del estreno fue de los más emocionantes que
puede vivir una actriz. Durante la representación, solo se escuchaban en el patio
de butacas suspiros emocionados y el silencio de las personas que asistieron.
Al terminar, la gente puesta en pie, lloraba desconsoladamente y aplaudía. Esto
siguió pasando en todos los lugares en donde actuamos”, rememora la directora.

Un año después, la obra da el salto al séptimo arte convirtiéndose en un
documental ficcionado que, en estos momentos, se encuentra todavía en
proceso de rodaje y que se estrenará en febrero o marzo. “Para mí –explica– era
muy importante seguir difundiendo ese mensaje a más gente que, bien por su
juventud o por desconocimiento, podrían descubrir la verdad de una realidad
cruel y dolorosa por la que pasaron miles de mujeres”.

Porque, aunque se sabe bastante, cada vez más, sobre la represión que se
ejerció sobre la población republicana, se conoce muy poco de la que se practicó
especialmente con las mujeres, que sufrieron una doble persecución: ideológica
y de género. De hecho, una de las cosas que más impactó a Climent al investigar
sobre la memoria histórica fue comprobar la escasa documentación sobre la
correspondencia de las presas políticas y las mujeres en el exilio con familiares
y amigos. “Este vacío epistolar –cuenta–, fue lo que me impulsó a buscar y a

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desarrollar la manera de reproducir cómo fueron las emociones y los
sentimientos de esas mujeres en ese silencio del estado del terror”.

Las cartas perdidas

Miles de mujeres fueron detenidas, encarceladas y fusiladas tras el golpe de
estado. Se las trató con una crueldad y violencia desmedidas por tener algún
parentesco con republicanos o, simplemente, ser denunciadas anónimamente.

“El régimen franquista no podía permitir que esas mujeres no tuvieran un castigo
ejemplarizante, porque se habían atrevido a ser libres –explica la artista–. Habían
ocupado puestos de responsabilidad, se habían divorciado y tomaban decisiones
sin necesidad que recurrir al ‘hombre’. Eso era una afrenta demasiado grande
para aquellos que consideraban que la mujer debía dedicarse solo, y
exclusivamente, a las labores del hogar y al cuidado de los hijos. Por eso, la
violencia fue salvaje, violenta, había que someterlas utilizando la fuerza y el
método más duro. Había que violarlas, torturarlas y asesinarlas”.

En aquellos momentos, las cartas fueron el único vínculo afectivo y emocional
que tuvieron todas estas mujeres con sus familiares y amigos para poder
sobrellevar las penurias y el sufrimiento por el que tuvieron que pasar. Y son
aquellas misivas, que Amparo Climent recopiló tras un arduo trabajo de
investigación y búsqueda en distintos archivos, el origen de la obra que ahora da
el salto al cine y que recoge tanto cartas reales, que ven por primera vez la luz,
como otros textos basados en las experiencias vividas por muchas de ellas.

“Las cartas de estas mujeres están llenas de sufrimiento y de soledad –relata–.
Les quitaron a los hijos, las violaron, las raparon el pelo, las apedreaban, las
insultaban... incluso sus parientes. Se las castigaba y humillaba por haber sido
libres, y daba igual si fueron milicianas, comunistas, socialistas, gitanas,
lesbianas, maestras, artistas o simplemente hermanas, compañeras o amigas
de republicanos”.

Son, por tanto, cartas durísimas, aunque, según explica la directora, también hay
“cartas llenas de futuro y donde, a pesar de tanto sufrimiento, las mujeres
seguían luchando y reivindicando sus derechos. A miles de ellas las mataron y
les robaron sus ilusiones, pero su legado ha sido tan importante que resurgen en
los corazones de las mujeres de hoy”, reflexiona.

El salto al cine

El documental Las cartas perdidas es un recorrido emocional de los años de
guerra y posguerra (1936-1945) a través de documentos y testimonios de las
mujeres. En esta película, las protagonistas cuentan la historia española a través
de sus cartas, que irán acompañadas de las canciones populares de la época de
la Segunda República y de otras que han sido compuestas exclusivamente para
esta película por grandes artistas como Gloria Vega o Lourdes Pastor.

Para situar al espectador en el drama y hacer un paralelismo con nuestra
actualidad, se ha rodado en localizaciones reales donde ocurrieron los hechos

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sobre los que versan las cartas. De este modo, veremos a las actrices interpretar
las cartas en el mismo lugar donde se encontraban aquellas mujeres, sitios como
el campo de concentración Argelès-sur-Mer (Francia), el búnker de Brunete, el
puerto de Alicante, la tapia del Cementerio del Este, Belchite... “Hemos intentado
mostrar lugares que forman parte de la historia –explica–. Nos hubiese gustado
rodar en más sitios, pero en algunos ha sido imposible dadas las trabas
administrativas, los permisos para los desplazamientos y las altas tasas, que
eran inaccesibles a nuestra economía”.

En la película, cada una de esas cartas, que son en total 17, está interpretada
por una actriz diferente y este es uno de los puntos fuertes del documental, que
cuenta con un reparto repleto de rostros conocidos como Pilar Bardem, Marisa
Paredes, Ana Belén, Alba Flores o Nora Navas, entre otras. “Cuando empecé a
pensar en las actrices que quería que estuvieran en la película no tuve problema
–relata Climent–. Con la mayoría había trabajado o eran compañeras de
profesión. Las llamé y les conté la historia. Todas y cada una de ellas me dijeron
que sí. Se implicaron en el proyecto con entusiasmo, con generosidad, con
ilusión y emoción. Se metieron en la piel de cada una de esas mujeres y se
mimetizaron con ellas y con sus sentimientos”.

La memoria histórica

Cuando le preguntamos a qué se debe que, en España, a diferencia de lo que
ocurre en otros países, nuestro pasado, nuestra memoria histórica, siga siendo
objeto de enfrentamientos y enconados debates, la actriz y directora lo tiene
claro: “Es lógico, la derecha más reaccionaria no quiere que se saque a la luz
todo lo que se hizo en esa época. Se saquearon propiedades, obras de arte,
joyas, terrenos... Grandes fortunas que están creadas sobre todo lo que se robó
a los republicanos. Por eso, solamente conociendo la verdad, haciendo justicia
y reparando a las víctimas, podremos descansar”.

El año pasado, la directora recibió el Premio Pilar Bardem-Cine, Ayuda y
Solidaridad, con el que la Academia de Cine española reconoce a aquellos
cineastas que se han distinguido por su lucha por causas solidarias y
humanitarias. Durante el acto, se refirieron a ella como “una activista de la vida
que está en todas partes”.

 “A lo largo de mi vida he sufrido y presenciado situaciones injustas y he sentido
un gran afecto por todas las personas que anteponen la verdad y la justicia a
cualquier otro aspecto de sus vidas –responde cuando le preguntamos por el
origen de ese activismo–. He tenido como referentes a los grandes hombres y
mujeres de la historia, anónimos, desconocidos para el gran público, pero de los
que he aprendido el valor de la solidaridad. Con ellos he vivido en los barrios, en
las escuelas, en el arte, en el cine...”.

“Como artista plástica he buceado en las vidas de algunos personajes
–continúa–, como María Zambrano, Clara Campoamor o Federico García Lorca.
Los he pintado y he ‘convivido’ con ellos en el proceso creativo, descubriendo
aspectos que me han ayudado a crecer y a reafirmarme en mis convicciones
políticas”.

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Historia

        Enrique Martínez Ruiz, autor de Felipe II: hombre, rey, mito

   “Felipe II fue un rey distante que no estuvo al
               alcance de sus súbditos”
                                                                Por Javier Cuenca

Para unos encarnaba la nobleza, mientras que para otros representaba la
maldad. Sea como fuere, con él nació el concepto de “leyenda negra”, que
persiguió a España desde su reinado imponiéndose a la denominada
“leyenda áurea”. Profundamente católico y fascinado por el arte, Felipe II,
hijo del emperador Carlos V, será recordado especialmente por haber
levantado la magna obra de El Escorial, aunque también hizo gala de otras
virtudes y defectos que tratan de ponerse en claro en el libro Felipe II:
hombre, rey, mito, escrito por el catedrático de Historia de la Universidad
Complutense de Madrid Enrique Martínez Ruiz, con quien Conocer ha
hablado para intentar profundizar un poco más en la figura de este
controvertido monarca.

Felipe II es uno de los personajes más importantes de la historia de España. Su
gran personalidad y la complejidad de la Europa de su tiempo le confieren un
protagonismo especial en una época de gran plenitud vital en el continente. El
historiador Enrique Martínez Ruiz, uno de los más reconocidos especialistas en
el Siglo de Oro español, aborda en Felipe II: hombre, rey, mito las tres principales
facetas vitales del monarca: la del hombre que ha de formarse con vistas a las
responsabilidades que le esperaban como cabeza de un gran imperio que se
asentaría en las cuatro partes del mundo entonces conocidas, la del rey que
debe ejercer un gobierno permanente sobre todos los territorios en multitud de
ámbitos y, la tercera, derivada de las dos anteriores, que eleva su figura a la
categoría de mito.

Cuenta Enrique Martínez Ruiz que Felipe II es un personaje que ha ido
apareciendo de manera esporádica en sus investigaciones históricas, desde que
empezó a indagar en la figura de Sancho Dávila, jefe de la guardia del duque de
Alba en Flandes, personaje clave en la primera parte de la sublevación flamenca,
y en 1998, cuando se conmemoraba el cuarto centenario de la muerte del
monarca y apareció una enorme cantidad de publicaciones sobre su figura a
cargo de especialistas muy diversos.

“Lo que pasa es que salía un personaje muy fragmentado, con muchos aspectos,
pero muy separados unos de otros, por lo que era difícil encontrar una
conjunción, que de hecho no había”, explica el historiador. Desde aquel momento
empezó a darle vueltas a la posibilidad de escribir una biografía de Felipe II que
integrara todos los elementos de su vida que se hallaban dispersos y añadiera
detalles en los que no se hubiera profundizado hasta entonces.

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