Del Cordobazo a la Masacre de Trelew - del subversivo en la revista Gente

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Otra Gente : Construcción de la figura
  del subversivo en la revista Gente,
del Cordobazo a la Masacre de Trelew

       Análisis de las Prácticas Sociales Genocidas
                             Cátedra: Daniel Feierstein
                                                  2007

                                         Integrantes
                                   Messoulam Matías
                                 Nussembaum Andrea

              Año de cursada: Primer cuatrimestre 2005
Introducción.

Los tres años posteriores al Cordobazo abren una etapa de gran complejidad y
convulsión social en la Argentina, que acaso encuentre su cierre con el golpe de
Estado del 24 de marzo de 1976. No obstante, dentro de este amplio período, pueden
establecerse ciertos cortes temporales a fin de realizar un análisis pormenorizado de
cómo se conjugan las diversas fuerzas sociales en el escenario político argentino.
Fundamentalmente, estableceremos un corte en el año 1973, puesto que con la
apertura del proceso eleccionario, la asunción de Cámpora y el regreso de Perón
posteriormente, se abre una etapa cualitativamente distinta de los años anteriores, en
la cual se reconfiguran las relaciones de poder dentro del –y entre el- Estado, el
Ejército y el Movimiento Peronista, así como otras fuerzas sociales. Sin duda, el
período que va de 1973 a 1976 presenta una especificidad que, no obstante, se apoya
directamente en las bases de las contradicciones y configuraciones de poder que se
habían establecido desde el Cordobazo. Por esto, los tres años que transcurren luego
de las jornadas vividas a mitad de 1969 en la capital cordobesa, son de crucial
importancia puesto que allí se abre un ciclo de protesta social que involucra a los
sectores populares, los obreros, los estudiantes, sectores político-sindicales tanto de
izquierda clasista como peronista, articulando un proceso que dará pie no sólo a
rebeliones populares, sino a procesos de insurrección urbana, así como el salto a la
arenas de la visibilidad de diversas organizaciones guerrilleras.
Siguiendo el desarrollo de Gordillo1, el Cordobazo sirvió para cristalizar un
cuestionamiento al régimen de Onganía que circulaba por diversos sectores de la
sociedad; no obstante, los estudiantes y obreros industriales eran los principales
afectados por el autoritarismo y la represión del gobierno de facto. Esto se plasmó en
una gran solidaridad y conexión entre ambos sectores, quienes encabezaron siempre
los principales episodios de rebelión. En 1969 se dio un paso fundamental desde lo
simbólico, que posibilitó la concreción del Cordobazo: la percepción de injusticia
parcial o sectorial se transformó en un sentimiento de injusticia colectiva, de modo que
se fortaleció una identidad común contra un enemigo definido: el “pueblo” contra el
“régimen opresor”. Asimismo, un factor que ayudó a transformar la protesta obrera en
rebelión popular fue el apoyo coyuntural de la clase media, quien vio con buenos ojos
este tipo de acciones, afectada por la falta de libertades democráticas y cierta política
impositiva. Se produce así el 29 de mayo de 1969, en la víspera a un paro nacional,
una movilización en Córdoba de trabajadores de las fábricas metalúrgicas y
estudiantes que, al ser reprimida, se transforma en una revuelta urbana espontánea,
con participación de la comunidad cordobesa toda. La magnitud del acontecimiento es
enorme, y su repercusión política golpea directamente al gobierno de Onganía. La
provincia del centro del país es una muestra paradigmática de algo que ocurría a lo
largo y ancho del país: una gran crisis de las estructuras sindicales tradicionales,
fuertemente burocráticas, en favor de una creciente autonomía ante las cúpulas
sindicales nacionales, la acción directa y la organización de las bases. Este proceso
modifica sustancialmente el interior del Movimiento Peronista, puesto que lo infunde de
una gran juventud, así como de ideas de izquierda, que propugnaban un “socialismo
nacional”. Asimismo, en algunos sindicatos son destituidas las anquilosadas
dirigencias y reemplazadas incluso por otras externas al peronismo, de corte clasista.
De esta manera, en 1969 se abre lo que Gordillo llama un “ciclo de protesta”, que
serviría de base para la construcción de un movimiento social. Así, el movimiento de
base principalmente obrero-sindical, contó con importantes aliados, tales como los
estudiantes, el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo, e intelectuales

1
 Gordillo, Mónica B. Protesta, rebelión y movilización: De la resistencia a la lucha armada, 1955-1973
en James, Daniel Violencia, proscripción y autoritarismo: 1955-1976. Ed. Sudamericana, Buenos Aires,
2003.

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progresistas y abogados que luchaban por la liberación de presos políticos. Este
proceso se extendió rápidamente a otras ciudades industriales: en Rosario, se vivió en
septiembre del mismo año, un episodio similar de rebelión popular, centrada en
obreros y estudiantes. En este caso, el llamado Rosariazo contó con un mayor
carácter de insurrección urbana, puesto que se produjeron atentados y sabotajes
varios.
Cabe ahora analizar el rol de las organizaciones armadas. Posteriormente al
Cordobazo, dos grupos guerrilleros se transformaron en las principales referencias en
ese campo: el ERP y las FAL. Sin embargo, al cumplirse el primer aniversario del
Cordobazo, entran en escena los Montoneros al secuestrar a Aramburu, lo cual
provocó la salida de Onganía y la asunción de Levingston. El año 1970 será el punto
de partida de una creciente influencia de las agrupaciones armadas. No obstante, no
hay que considerar su nacimiento como consecuencia directa del proceso abierto en
Córdoba en 1969: la lucha política por la vía armada tiene su origen no en estas
rebeliones populares, sino que embrionariamente se la encuentra en toda la década
previa en la fraccionada resistencia peronista, así como en el camino abierto por el
ejemplo de la Revolución Cubana a comienzos del mismo decenio. Según Gordillo, el
gobierno de Onganía funcionó como un catalizador del ascenso de la acción directa,
“acentuándose el proceso de conformación de organizaciones armadas provenientes
de diferentes vertientes político-ideológicas”2. No obstante, el Cordobazo sí resultó una
posibilidad para que estas organizaciones se presentasen socialmente –sobre todo
para la juventud- como una alternativa política legítima y factible de acceso al poder.
En marzo de 1971 estalla una nueva revuelta popular en Córdoba, conocida como “el
Viborazo”. En esta ocasión, este estallido tuvo un carácter más marcadamente obrero
que popular, y contó con una fuerte y visible presencia de las organizaciones armadas.
Tras este episodio, Levingston es reemplazado por Lanusse, quien el 1º de Mayo
lanza el Gran Acuerdo Nacional (GAN), a través del cual buscaba encauzar el conflicto
social por la vía política a través de las elecciones, reduciendo así su carácter obrero
insurreccional. Lanusse restaura la legalidad de los partidos políticos, y con esto
consigue reducir la protesta obrera: el GAN fue efectivo en ese aspecto, puesto que
reordenó el debate instalándolo de manera casi excluyente en las arenas de la política
representativa. De esta manera además consiguió frenar el avance de la izquierda
clasista, puesto que gran parte del movimiento social se encauzó detrás del retorno de
Perón, lo cual por cierto representó un revés para el gobierno, al tratarse de una figura
que Lanusse no pudo minimizar. No obstante, las organizaciones guerrilleras –
peronistas o no-, de notable crecimiento, no apoyaron el GAN, lo cual redundó en un
abierto enfrentamiento con las cúpulas sindicales del Movimiento: Perón utilizaba
estos dos agentes –las dirigencias burocráticas y las organizaciones armadas- como
un modo de acicatear al Gobierno, y contar con una poderosa posición para negociar
las condiciones del retorno de las elecciones. Para entonces, entrando a 1972, los
Montoneros (que se fusionarían con las FAR a fines de ese año) se posicionaban
como la organización armada más poderosa e influyente, con un reconocimiento e
impulso explícito del líder peronista desde España3. James realiza una cabal
caracterización de los grupos guerrilleros peronistas: “Identificando al peronismo con
un movimiento de liberación nacional, declararon que su objetivo era la instalación de
una forma nacional de socialismo. La estrategia que había de llevar a ese objetivo era
la lucha armada. Proclamaron que el principal obstáculo que se oponía a la búsqueda
de ese objetivo por el peronismo era la burocracia sindical. (…) La juventud peronista y
los grupos guerrilleros representaron ante todo un desafío a la trayectoria entera del

2
 Gordillo, op. cit. Pág. 364.
3
 En este sentido, podemos nombrar la famosa entrevista concedida en 1971 al grupo Cine de Liberación
–fundado, entre otros, por Pino Solanas- publicada en film con el nombre de “Actualización política y
doctrinaria para la toma del poder”.

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movimiento gremial dentro del peronismo y una afirmación propia de la identidad que
asignaban al peronismo como movimiento”4. De esta manera, la guerrilla peronista
constituía para la dirigencia sindical una amenaza no sólo material, sino ante todo
ideológica y política. Perón reconoció a los Montoneros como “formaciones especiales”
del Movimiento. Cerrando el año 1972, se produce entonces –y como resultado
indirecto del GAN- una peronización de los diversos sectores en lucha. Para entonces,
comenzaba a hacerse cada vez más firme la idea de que sólo Perón podría
reestablecer el orden social, sólo su figura podría aglutinar las juveniles fuerzas
cristianas, nacionalistas y de izquierda que eran los más caudalosos afluentes del
movimiento. Asimismo se produjo en ésta época una renovación de los espacios de
lucha, ampliándose desde los estudiantes hacia los barrios y las villas.
En la segunda parte de 1972 son frecuentes los actos peronistas, con masiva
concurrencia popular y predominio montonero, de cara al proceso de apertura política.
Svampa observa respecto a aquél momento: “lo propio del período es esta singular e
intensa experiencia de articulación político-ideológica entre una sociedad movilizada,
sobre todo en sus sectores juveniles, y una agrupación armada. Gracias a la
mediación de la Juventud Peronista, este vertiginoso proceso convertiría a
Montoneros, aún de manera fugaz, en una de las organizaciones de masa más
poderosa del continente”.5 Sin embargo, un hecho golpearía fuertemente a las
organizaciones guerrilleras: la frustrada fuga del penal de Rawson en agosto de ese
año, concluyó con el asesinato de dieciséis militantes de Montoneros, FAR y ERP. Si
bien diez militantes de alta jerarquía interna consiguieron fugar a Chile y luego viajar a
Cuba con el permiso de Allende, la llamada Masacre de Trelew resultó de gran
trascendencia, tanto por la espectacularidad de la fallida maniobra internacional de
escape, como por la inocultable frialdad de los fusilamientos militares a los presos que
no habían conseguido fugarse. El Ejército simuló un inverosímil segundo intento de
fuga por parte de los presos recapturados, lo cual le sirvió de débil excusa para
asesinarlos. No obstante, tres militantes que sufrieron el fusilamiento curiosamente
sobrevivieron al hecho, a lo cual no se le aduce explicación alguna. Acaso la
supervivencia de estos jóvenes no tuviera otro fin que el de poder relatar el terror,
objeto que es leit motiv de las prácticas genocidas. Encontramos en este hecho un
elemento de alta significación, puesto que en los acontecimientos de Trelew se
prefigura sin ningún velo el terrorismo de Estado y su carácter genocida que explotaría
en toda su proporción en los años venideros.
Cerrando la etapa entonces, en vistas a las elecciones de marzo de 1973, las
postulaciones de candidatos dentro del Frente Justicialista de Liberación (FREJULI)
relegaron notablemente a las dirigencias gremiales tradicionales, debiendo compartir
espacios con otros sectores del movimiento: los grupos guerrilleros se perfilaban como
“los herederos”. Sin embargo con la victoria de Cámpora, una serie de fuertes desaires
y desautorizaciones públicas por parte de Perón, acompañados de decisiones
concretas respecto al liderazgo del movimiento, prácticamente excluyeron a las
organizaciones armadas del peronismo. Parafraseando a Gordillo, las elecciones
representaban para unos un fin instrumental en sí mismo, mientras que para otros era
sólo el primer paso para el establecimiento posterior de la “patria socialista”. Pero ésta
es ya una de las contradicciones que harán eclosión en el período que allí se abre,
hasta 1976.

4
  James, Daniel. Resistencia e integración: El peronismo y la clase trabajadora argentina, 1946-1976.
Siglo XXI, Buenos Aires, 2005. Pág 318.
5
  Svampa, Maristella. El populismo imposible y sus actores, 1973-1976 en James, Daniel Violencia,
proscripción y autoritarismo: 1955-1976. Ed. Sudamericana, Buenos Aires, 2003. Pág. 390.

                                                                                                        4
El problema del otro o porqué el otro es un problema.

Desde un punto de vista amplio, el otro es todo aquel que no soy yo. Ese otro puede
ser individual o un grupo social al cual no pertenecemos. La categoría que predomine
en la clasificación del otro puede variar e ir desde el plano cultural al histórico,
pasando por lo político o cualquier otra cualidad que divida al campo en dos. La
construcción de la otredad se asienta sobre dicotomías simples y fundamentalistas,
como explica Todorov: “hay que distinguir por lo menos tres ejes, en los que se puede
situar la problemática de la alteridad. Primero hay un juicio de valor (un plano
axiológico): el otro es bueno o malo, lo quiero o no lo quiero o bien (…) es mi igual o
es inferior a mí. En segundo lugar está la acción de acercamiento o de alejamiento en
relación con el otro (un plano praxeológico); entre la sumisión al otro y la sumisión del
otro hay un tercer punto que es la neutralidad o la indiferencia. En tercer lugar,
conozco o ignoro la identidad del otro (este sería un plano epistémico)”6. Ninguno de
estos planos se superponen, ni se implican entre sí, sino que existen infinitas
combinatorias posibles. En el genocidio colonial, el otro es de una sociedad lejana,
miembro de una comunidad cuyas costumbres no entiendo ni comparto y al cual debe
asimilarse o erradicarse por considerarlo inferior.
El genocidio moderno, siguiendo a Feierstein, no ubica al otro fuera de la sociedad
sino dentro de ella: “un otro que es el vecino y que atenta contra la propia vida
biológica de la especie (…) Es decir, otro que tiene que ser eliminado en términos de
su peligrosidad y no necesariamente en términos de su inferioridad”7. La amenaza
aquí duerme en el cuarto de al lado, se desplaza sigiloso y debe ser desenmascarado.
El genocidio perpetrado por el Estado Argentino, es posible, entre otras cosas, gracias
a la hegemonía que logra este discurso que identifica con el término subversivo a todo
individuo, idea o accionar que ponga en peligro el equilibrio saludable del cuerpo
social. La amenaza se entiende en un sentido amplio como toda forma autónoma de
pensamiento o acción que contradiga la filosofía política instaurada como correcta por
la Doctrina de Seguridad Nacional. La opacidad del término y sus alcances buscan
intencionalmente producir un estado de alerta en el conjunto de la sociedad,
promoviendo acciones delatoras y paranoicas que actúan desarticulando las redes de
solidaridad social. No queda nunca claro cuáles serían los límites de lo correcto, pero
se advierte sobre la peligrosidad del pensamiento autónomo contrario al ideal de
individuo que, ayudado por los medios de comunicación, se difunden en la sociedad.
Se exaltan así valores morales tales como el ser nacional, la familia, el respeto;
conceptos todos ambiguos e impresos que tienden a dividir lo normal de lo patológico,
que debe ser apartado para preservar el bienestar.
Esta concepción, siguiendo a Izaguirre8 se apoya fuertemente en la ideología de la
seguridad nacional gestada en Argentina en los años `50 por el CONASE, Consejo se
Seguridad Nacional y el CONADE, Consejo Nacional de Desarrollo, tendientes ambos
a proteger la seguridad interior mediante el control de los miembros sindicales que
promovieran las huelgas tanto por cooptación como a través de la represión. Esta
doctrina se inscribe en una coyuntura mundial en la que se está desarrollando la
Guerra Fría y en la cual hay un fortalecimiento de la posición del comunismo

6
  Todorov, Tzvetan. La Conquista de América: El problema del otro. Siglo XXI, Buenos Aires, 1987.
Pág. 195
7
  Feierstein, Daniel. Las contradicciones de la modernidad y su resolución: igualdad, soberanía,
autonomía y prácticas sociales genocidas, en Feierstein, Daniel (ed.) Genocidio, la administración de la
muerte en la modernidad, EDUNTREF, Buenos Aires, 2005.
8
  Izaguirre, Inés. La Doctrina de Seguridad Nacional en América Latina ayer y hoy en Feierstein, Daniel
y Levy, Guillermo (eds.) Hasta que la muerte nos separe: Poder y Prácticas sociales Genocidas en
América Latina. Al Margen, La Plata, 2004.

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coadyuvado por la revolución china y más tarde cubana que cuestionan el sistema
capitalista y su modo de acumulación. “Amenaza interior será en adelante el germen
de insurgencia ideológica anticapitalista, el germen de contrarrevolución que desde
1917 tendrá un referente real, objetivo en los países del Este.”9 Una ideología
importada y aprendida en escuelas militares que no sólo enseñó la teoría sino que
aportó la tecnología necesaria para la adopción de la misma en nuestro país. La
Doctrina de Seguridad Nacional “…era el resultado de la interpretación que los propios
militares hacían de una serie re de conceptos sobre la seguridad nacional, la política
de la guerra fría y las operaciones bélicas de contrainsurgencia.”10 La misma se asentó
desde un principio en el accionar clandestino de los servicios de inteligencia.
Es importante a esta altura señalar que las fuerzas armadas buscaban implantar un
nuevo modelo de acumulación, un modelo capitalista de libre mercado excluyente para
las mayorías para el cual era indispensable un tipo de sociedad determinado que
aceptase las condiciones impuestas por tal sistema. Como explica Levy11, la anulación
de la resistencia era una condición de posibilidad para la instalación del modelo
neoliberal. Lo que estaba en pugna, en última instancia, eran dos modelos de país y la
lógica del terror que se utilizó para perseguir al “subversivo” fue un medio necesario
para la consecución del fin buscado.
La categoría del “subversivo” surge entonces para nombrar esa amenaza al régimen
capitalista y la buena moral cristiana, un peligro real o potencial que debe vigilarse
para garantizar el orden estatuido. “Los militares procuraron resolver el problema
político del orden con la implementación de un programa de terror que fusionaba el
‘temor a lo conocido’ con el ‘temor a lo desconocido’”12 donde el temor a lo conocido
se difundía a través de la represión y la propaganda y el temor a lo desconocido a
través de la desinformación y la ambigüedad. Para ambos, los medios de
comunicación cumplirán un rol fundamental como difusores en la opinión pública de
una visión determinada de los hechos ocurridos. Tanto las menciones como las
omisiones de determinadas noticias en los medios de información, pueden leerse en
esta clave.
Como explica Levy, se busca destruir la “relación social de resistencia” a largo plazo.
Es decir que las acciones realizadas buscan redefinir los tipos de relaciones sociales
que tendrán lugar con posterioridad. Son las elecciones ideológicas de los sujetos las
que definirán su correspondencia o no a la categoría de enemigo subversivo. “Es más
contra la posibilidad de esos grupos de conseguir la autonomía política del conjunto
social. Por lo tanto la ingeniería genocida es dirigida hacia el conjunto de la sociedad.
No apunta tanto a lo que el grupo es sino a lo que puede producir.”13
El Estado de excepción, previsto en la Constitución Nacional ante situaciones de
peligros o amenazas al orden institucional, fue el marco que permitió a estos
regímenes de facto, concentrar las facultades decisorias del Estado y suspender las
libertades y garantías constitucionales como una “necesidad momentánea.”14 Surgen
ante una incapacidad de la política dentro del marco democrático legal de resolver
cierta conflictividad y, sin embargo, con la especificidad en nuestro país de ser
portadores de un proyecto político, económico y social propios. Es decir, que no hay

9
  Izaguirre, Inés. Op. Cit., Pág. 92.
10
   Armony, Ariel. La Argentina, Los Estados unidos y la cruzada anticomunista en América Central,
1977-1984. Universidad nacional de Quilmes, Buenos aires, 1999. Pág. 34.
11
   Levy, Guillermo. Consideraciones acerca de la relación entre raza, política, economía y genocidio en
Feierstein, Daniel y Levy, Guillermo (eds.) Hasta que la muerte nos separe: Poder y Prácticas sociales
Genocidas en América Latina. Al Margen, La Plata, 2004.
12
   Armony Ariel. Op. Cit., Pág. 28.
13
   Levy, Guillermo. Op. Cit., Pág 156
14
   Duhalde, Luis Eduardo. El Estado Terrorista Argentino. Quince años después, EUDEBA, Buenos
Aires, 1999. Selección de fragmentos.

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un carácter transitorio en sus intervenciones sino el claro objetivo de implantar un
nuevo modelo acorde con los intereses del capital extranjero. Siguiendo a Duhalde, el
desarrollo del modelo y su legitimación, dará lugar al nacimiento (en 1976) de lo que
se denominó por sus características particulares como Estado Terrorista. Un Estado
para el cual la permanencia y el terror como métodos serán sustanciales para combatir
la amenaza. Un Estado que legitima la clandestinidad.
Feierstein15 establece una periodización de seis etapas a través de las cuales se
produce un genocidio, las cuales son graduales y cada una es condición de posibilidad
de la siguiente. Es posible rastrear los hechos y procesos que hicieron posibles el
exterminio partiendo de un primer momento en que se inicia la construcción
negativizante de la identidad del sujeto social otro. La construcción de la otredad
negativa es la primera fase necesaria para la ruptura con el otro que se busca destruir:
“El poder retoma símbolos y mitos y refuerza los prejuicios latentes a fin de construir
un sujeto social como negativamente diferente. Intenta delimitar dos campos: los
iguales, los sujetos cotidianos, mayoritarios como distintos de los otros, de aquellos
que no quieren ser como todos, y por tanto no deben ser”16. En esta instancia,
entonces, el proceso de marcaje o construcción de la otredad se mueve en los carriles
del imaginario colectivo, de las ideas, la propaganda, las palabras, las imágenes: el
poder genocida se vale de aquellos lenguajes que le permiten instalar con mayor
efectividad una representación social. En un segundo momento se pasa a la fase de
hostigamiento, el cual se conforma por dos vías: por un lado aquella que se
caracteriza por acciones pretendidamente espontáneas y desvinculadas entre sí, que
apuntan a profundizar material y simbólicamente el marcaje del otro, con el fin
complementario de experimentar y medir el nivel de respuesta social ante el uso de la
violencia sobre esa figura. Esto desemboca, por la reiteración de las acciones, en la
generación de un clima social de intolerancia frente a la situación, de búsqueda de un
ordenamiento de esa realidad caótica. Por otro lado, el hostigamiento se hace efectivo
desde el plano jurídico, puesto que se sancionan leyes o medidas que legitiman y
profundizan la discriminación. “Esta limitación viene a establecer en el plano jurídico la
diferencia construida en la primera etapa en el plano de la representación”17 : aceptada
ya la existencia de un otro -proceso establecido en la primera etapa-, a través de esta
segunda vía del hostigamiento se busca regular ese proceso, limitar su existencia.
En el período que transcurre entre el Cordobazo en 1969 y la masacre de Trelew en
1972, es posible encontrar elementos de estas dos primeras etapas de la
periodización: la inicial, plenamente desarrollada, la segunda, de modo rudimentario,
puesto que ésta tendría su momento de apogeo en los años inmediatamente previos al
golpe de Estado de 1976.
Como hemos desarrollado previamente, tras el Cordobazo crece de modo vertiginoso
un nuevo movimiento social, muy heterogéneo, es cierto, pero que producía a su
interior fuertes lazos de solidaridad entre diversos sectores, y hacia el exterior
cuestionaba la heteronomía imperante en las anquilosadas estructuras sindicales y
estudiantiles. Juventud, organización de base, autonomía, antiimperialismo,
antiburocracia, acción directa: este movimiento encarnaba una particular articulación
entre cuerpos, ideas y prácticas, en él se plasmaba un uso y circulación del poder que
representó un desafío estructural para los planes del gobierno y la sociedad de
entonces. Acompañando el crecimiento de este nuevo y polimorfo actor social,
comienza a circular socialmente un discurso elaborado y sustentado formalmente por
el Estado, pero distribuido de diversas maneras por todo el entramado social: se
instala la confusa figura del subversivo. Analizábamos antes cómo en el marco de la

15
   Feierstein, Daniel. Seis estudios sobre genocidio. Análisis de relaciones sociales: Otredad, exclusión,
exterminio. EUDEBA, Buenos Aires, 2000.
16
   Feierstein, Daniel. Op. Cit. Pág.38
17
   Feierstein, Daniel. Op. Cit. Pág.41

                                                                                                             7
Doctrina de Seguridad Nacional, el temor es el principal factor que sirve como
propagador de un discurso de especificidad genocida: sin dudas, el genocidio
perpetrado por el Estado argentino en la década del ’70 no hubiera sido posible si la
ideología que denuncia la amenaza subversiva no hubiera encontrado eco en la
sociedad. La generación de esta caja de resonancia corre por los más diversos
carriles: uno de los más importantes han de ser sin dudas, los medios de
comunicación. La prensa gráfica, la radio, la televisión, se constituyen como creadores
de realidad, en tanto son capaces de construir acontecimientos: la masividad de su
discurso hace que sus mensajes se conviertan en un principio de realidad. Entre ellos,
el soporte que se destaca por su capacidad de instalar agenda, es históricamente la
prensa gráfica. Considerando estos elementos, centraremos nuestro análisis respecto
a la construcción de una otredad negativa a través de cada año en la revista Gente, de
aparición semanal, gran tirada y corte popular, en el período ya mencionado18. Por otra
parte, evaluaremos qué impacto o eficacia tuvo esta construcción discursiva,
atendiendo a la etapa del hostigamiento, considerando ambas vías: tanto la concreción
de acciones de violencia contra el otro construido, así como un análisis de las
principales disposiciones jurídicas que, en ese período, buscaron coartar y jaquear su
existencia.

18
  La revista “Gente y la actualidad” es una publicación de Editorial Atlántida S.A., nacida en 1966. En el
período estudiado, su Director Ejecutivo fue Aníbal C. Vigil y su Director Editorial Carlos Fontanarrosa.
La estructura de redacción sufrió cambios a través de esos años, pero entre 1969 y 1972 pueden
nombrarse, entre sus figuras más importantes y ascendentes, a Eduardo Maschwitz, Samuel Gelblung,
Héctor Zabala, Mario Mactas y Julia Constenla; además de las colaboraciones de los columnistas Mariano
Grondona, Pepe Peña y Rolando Hanglin, entre otros. La revista procuraba generar empatía y cercanía
entre los redactores y los lectores; para ello los nombraba asiduamente, sus rostros aparecían en ocasiones
junto a sus textos, mostraba fotografías de los cronistas durante su trabajo, así como recorriendo las calles
en episodios como el Cordobazo o el Viborazo.

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1969
“Que el ruido no nos aturda”19

El 29 de Mayo de 1969, se produce en Córdoba, la rebelión urbana que se ha dado en
llamar Cordobazo y que por sus repercusiones políticas, inicia el período que
abarcaremos. Con este episodio, se inauguraba la etapa que Gordillo denomina como
“ciclo de protesta” y que continuará extendiéndose al resto del país.
Al revisar la cobertura que la Revista Gente hace del Cordobazo, se identidfican un
modo enunciativo que abusa del estilo editorialista mediante la ideologización
constante, el falseamiento y deformación de conceptos, la declamación y la arenga.
Las operaciones discursivas de selección, jerarquización y tematización, presentes en
la revista Gente, están orientadas a producir desinformación en el lector, o en todo
caso, una manipulación grosera del sentido que se busca imponer como dominante.
“La destrucción arbitraria, la violencia callejera, el asesinato y el incendio gratuito se
han instalado en las calles de nuestro país con una habitualidad casi diaria”20: desde el
comienzo de la nota se hace referencia a la arbitrariedad y lo gratuito de la violencia,
evitando realizar una búsqueda certera de las causas que llevaron a los jóvenes y
obreros de Córdoba a encabezar la movilización y el paro que decide reprimirse. No
hay siquiera una referencia a la reivindicación obrera de mejorar las condiciones de
trabajo e incrementar un salario que resultaba insuficiente. No se menciona por otro
lado que la revuelta urbana espontánea que se produce en las calles de Córdoba,
responden a la represión de la movilización por parte de la policía. Se opta aquí por la
omisión de una parte de la información, mecanismo a través del cual, la lectura de los
hechos es deformada. La ausencia de enumeración de los móviles de la protesta
obrero-estudiantil, hacen aparecer a estos últimos como rebeldes sin causa a la vez
que libera de cargos al gobierno colocándolo como una víctima más de la violencia
gratuita. Se habla del saldo de “víctimas inocentes” dejando entrever que los
manifestantes no lo eran. Hay en el formato una constante apelación a la división de
imaginario en dos, donde el otro aparece estigmatizado. Se delinea un perfil, aunque
ambiguo, del culpable cuyo rasgo fundamental es oponerse a las políticas propuestas
(o impuestas) desde el Estado.
El análisis es acompañado de las fotos que muestran los destrozos y cuyos epígrafes
hablan del “aspecto de guerra”, palabra que advierte sobre la peligrosidad potencial de
los conflictos. Las descripciones y comentarios no se limitan en ningún momento a lo
ocurrido sino que alertan sobre los peligros futuros que estos hechos implican como si
fuera posible prever. Sin embargo, en la ideología de la seguridad nacional ya
aparecen delineados los rasgos del enemigo, su accionar y el modo en que debe ser
reprimido. Bajo esa lectura, los hechos violentos vienen a afirmar el temor difundido
por el poder en el imaginario social.
La nota no vacila en vincular estos sucesos con “la guerrilla destructiva internacional
cuyas características son la sordidez, falta de libertad y sojuzgamiento”. La
interpretación de los hechos se alinea con la Doctrina de Seguridad Nacional y señala
que el enemigo es aquel que adhiere a las ideas comunistas, generando también la
idea de que estas últimas implican la violencia per se. Hay un tono permanente de
alarma que recorre la editorial, jerarquizando el peligro latente por sobre la información
de los sucesos.
No aparece aun aquí el término subversivo, sino el de “guerrilla urbana” pero las
características negativas que se le atribuyen cumplen el mismo objetivo: desacreditar
el accionar del otro a través de la amenaza. Lo que se intenta es lograr el “repudio por

19
     Revista Gente, Año IV, Nº 202, 5 de Junio de 1969. Titular a doble página.
20
     Revista Gente, Año IV, Nº 202, 5 de Junio de 1969. Pág.4

                                                                                        9
parte de la ‘opinión sana’”. Hay aquí una clara adhesión al discurso biologicista al que
hace referencia Feierstein, donde los rebeldes deben ser extirpados del cuerpo social
como un tumor que puede infectar al conjunto de la sociedad. Se alerta asimismo a los
ciudadanos a defenderse contra la “sutil campaña psicológica tendiente a seducir las
mentes honestas” aclarando, por si no fuera suficiente, que “la candidez, ingenuidad,
honestidad e inquietud por lo social no son atributos comunes a estos ‘guerrilleros de
ciudad’”. Se apela a conceptos abstractos que producen el efecto de quitar ubicuidad
al enemigo acrecentando la cuota de turbación de los ciudadanos “normales”, en tanto
el enemigo puede ser el vecino, el comerciante.
Para no ser un “idiota útil” -riesgo que corren la mayoría de los argentinos según la
revista Gente-, la opinión y el repudio deben hacerse oír con fuerza y claridad para no
caer en la especulación macabra de los guerrilleros de contar con el silencio del
pueblo: “Pocas son las voces que condenan esos hechos, o se toman el trabajo de
marcar o marcarse la diferencia entre reacción social espontánea y sincera y
ESTRATEGIA COMUNISTA”21. Es muy interesante destacar cómo se hace referencia
a una necesidad de marcar al otro, distinguirlo del conjunto y separarlo de él. No basta
con que exista un otro con ideas políticas distintas y contrarias al orden sino que
deben tomarse acciones tendientes a eliminarlo o, por lo menos apartarlo del conjunto.
Se hace referencia concreta a la timidez con que se expresa la disconformidad con las
protestas y a su vez, se asume, sin presentar ningún tipo de dato estadístico
confirmatorio, que “a la gran mayoría de la población le repugnan estos hechos”. Los
mismos, como hemos mencionado antes, se presentan aislados de los móviles que los
provocaron, se habla de incendios de supermercados, desmanes, bombas en bancos
y comercios y destrucción de universidades provocando un efecto retórico en el lector:
no cabría aquí otra posición lógica que el repudio. “Si es amigo de la libertad
individual, de toda la doctrina que es esencia de la vida para el mundo occidental, esta
opinión sana DEBE HACERSE OIR SIN DESMANES, SIN VIOLENCIA PERO CON LA
FUERZA Y LA CLARIDAD QUE ESTOS MOMENTOS REQUIEREN. Si no, todas las
cosas fundamentales se perderán y entonces (…) PARA ARREPENTIRSE SERÁ
DEMASIADO TARDE”22. Se descubre sin dificultad el tono de amenaza dirigida a la
ciudadanía mientras se busca a lo largo de la nota, caracterizar a un enemigo que, sin
embargo, permanece bajo un velo de vagueza y ambigüedad. El enemigo está en las
calles provocando lo que dan en llamar “atentados terroristas”. Se hace referencia a
las bombas, los heridos y destrozos pero quien permanece siempre tácito es la policía,
el gobierno militar: nunca se dice contra quién se rebelaban los manifestantes y esa
omisión, pone al otro como enemigo del pueblo. Tampoco se analiza cuál es el
sustrato que subyace a estas ideas políticas ni qué implicancias concretas tendría para
la sociedad la implementación del modelo de sociedad que defienden, sino que se
deja que opere lo fantasmático, el miedo a lo desconocido.
El 30 de mayo de 1969, un día después de los sucesos del Cordobazo, se promulga la
ley 18.234 referida a la represión del comunismo. La misma sanciona la discriminación
de un grupo político que ya aparece fuertemente cuestionado en la opinión pública. La
ley viene a legitimar un repudio instalado y aceptado por la sociedad.
Hay aquí todavía una instancia de alerta, de advertencia, de recomendación acerca de
cuál es la posición correcta que un ciudadano debería tomar: la revista viene a decir
qué gente es la gente como uno, y qué gente es el enemigo.

21
     Revista Gente, Año IV, Nº 202, 5 de Junio de 1969. Pág.5. Mayúsculas en el original.
22
     Revista Gente, Año IV, Nº 202, 5 de Junio de 1969. Pág.5. Mayúsculas en el original.

                                                                                            10
1970
“Montoneros: Quiénes son y a qué cosa llaman patriotismo”23

En febrero de 1970, Gente publica una entrevista al entonces presidente de facto,
Juan Carlos Onganía. En la misma, se publica una cantidad de fotos que lo muestran
en compañía de su mujer, hijos y nietos, en medio del clima bucólico de la naturaleza
sureña de Villa la Angostura. Hay una preocupación por mostrarlo como representante
del modelo de ciudadano de buenas costumbres que es el ideal exaltado por la
ideología militar: la familia, el trabajo, la naturaleza, la humildad y sencillez son
algunos de los valores que se resaltan en la entrevista. “Si ésta es la Nación que
queremos, el estilo de vida argentino no puede estar afirmado en otros valores que no
sean los morales, intelectuales y físicos de la más alta jerarquía, creados,
consolidados y mantenidos mediante una educación (…) puramente argentina”24. Se
advierte así una constante apelación a la “identidad nacional”, a una esencia (que
abarca lo moral, lo intelectual y lo físico) como instancia legitimadora de su
argumentación, con la que busca unificar a la sociedad para borrar el conflicto social.
Luego, se deja claro que la comunidad debe “rechazar a aquellos hombres que no
hacen a lo nacional“, manteniendo una falta de claridad acerca de cuáles serían las
características específicas del enemigo que más tarde adquiere el nombre de “grupo
de revoltosos, movimientos de aparente intención de extravagantes” en un claro
intento de minorizar a los grupos opositores.
El 29 de Mayo de 1970, al cumplirse el primer aniversario del Cordobazo, se produce
uno de los sucesos más relevantes de todo el año: el secuestro de Aramburu hace
aparecer en la escena política a la agrupación Montoneros, un grupo armado que
buscaba desestabilizar y derrotar la dictadura militar imperante.
En el análisis de los hechos que hace la revista, hay una reconstrucción casi policial
que pretende aparecer como absolutamente imparcial. Sin embargo, se transcriben las
palabras del Comando Civil Revolucionario que responsabiliza de los hechos a ‘grupos
de ideologías extremistas’ que ‘pretenden arrastrar a los argentinos a una guerra civil’
antes de conocerse los autores reales del secuestro. Hay una búsqueda de
automatismo en el repudio. A continuación, se publican varias fotos que muestran a
Aramburu como un hombre de familia y buenas costumbres morales, y se relata su
carrera de ascenso resaltando su compromiso: “Y esa frase lo pintó en esencia:
Prometer y cumplir lo prometido.”25 Se deja en claro con solapada nitidez, quiénes son
los buenos y quiénes los malos, hablando en términos de Todorov.
Algunos números después, luego de que Montoneros se adjudicara la autoría del
secuestro, se describen minuciosamente la vinculación de cada miembro con el
comunismo internacional, los Sacerdotes del Tercer Mundo y las formas de
organización de “células armadas”. Al mismo tiempo, una misma frase es repetida en
cada nota que habla sobre el caso: “Que se haga justicia”. Esta frase aparentemente
ecuánime, se coloca a continuación de un análisis acerca de la pertinencia de la pena
de muerte a los culpables, o en el párrafo que le sigue a una reflexión sobre la familia
destruida y el anhelo de vivir en paz. Se apela a la solidaridad con la víctima
demonizando la figura de los victimarios.
En abril de 1970, cerca de dos meses antes del secuestro de Aramburu, se sanciona
la ley 18.670 que establecía el juzgamiento de diversos delitos de connotación
subversiva, en instancia única y por procedimiento oral. Es significativo señalar la
inclusión de un término con creciente eficacia entre la opinión pública pero carente aun

23
   Revista Gente, Año V, Nº 259, 9 de Julio de 1970.
24
   Revista Gente, Año V, Febrero de 1970. Pág. 52. Las cursivas son nuestras.
25
   Revista Gente, Año V, Mayo de 1970. Pág. 11.

                                                                                     11
de límites precisos. Se avanza en la etapa del hostigamiento y se legitima la autoridad
del ejército para atribuir en cada caso la pertinencia o no del término al culpable. El
subversivo, como figura central del genocidio argentino, adquiere progresivo
protagonismo, no sólo en los medios de comunicación sino en la legislación. A la luz
de esta ley, el pedido de justicia que el cronista de la revista realiza en reiteradas
oportunidades, adquiere un color diferente. De hecho, el 2 de junio (tres días después
del secuestro) es reestablecida la pena de muerte26.
El 8 de Junio de 1970 se destituye a Onganía como consecuencia de un creciente
deterioro de su poder a raíz de de los sucesos ocurridos en el Cordobazo y el posterior
secuestro y asesinato del general Aramburu. El número de la revista que se refiere su
destitución, relata el hecho minuto a minuto evitando, aquí si, emitir ningún tipo de
juicio de valor sobre los hechos enunciados. Como dijimos con anterioridad, no son
sólo las menciones las que hablan sino también, y tal vez con mayor contundencia, las
omisiones. Hay una clara decisión de abstenerse de emitir opinión, actitud que
promueve la desinformación de la opinión pública acerca de las contradicciones
internas del gobierno y de la presión real que los sucesos ocurridos en Córdoba y la
aparición de Montoneros -que es presentado como un grupo de guerrilleros violentos-,
logró ejercer sobre el poder estatuido.
La selectividad con que la revista expone su sentir, se hace más cabal al analizar la
cobertura que ésta hace de los episodios ocurridos en el mes de julio de ese año en el
operativo llevado a cabo por Montoneros en la toma del pueblo La Calera, en Córdoba.
Aquí, vuelven a hacerse presentes las frases como “violencia poco común”27 y el grupo
Montoneros aparece inscripto en la categoría de guerrilla urbana. La nota abunda en
fotos de los policías heridos y relata los sucesos destacando como un “dato curioso”,
la tranquilidad con que las personas miraban actuar a los Montoneros dejando claro
que no es la actitud que se espera de la sociedad ante estos hechos repudiables. Con
posterioridad se procede a hacer una descripción de los integrantes del grupo
guerrillero: “casi todos pertenecen, irónicamente, a familias cordobesas ‘bien
conceptuadas’; en su mayor parte estudiaron en la Universidad Católica de
Córdoba”28. El uso de la palabra ironía, parece remitir a que la moral buena y cristiana
no se condice con las acciones se estos jóvenes que “se oponen al gobierno y a toda
salida racional”. No corresponde a un carácter racional la salida buscada por los
Montoneros, estos “deportistas del caos”. Se menciona no una sino dos veces que se
obligó a los detenidos a cantar la marcha peronista para enfatizar la conexión entre
estos jóvenes violentos y las ideas peronistas. Puede desprenderse a esta altura del
análisis que la que aparece enjuiciada en todos los casos es la decisión de expresarse
políticamente en contra de lo que el gobierno militar consideraba necesario para la
instalación del modelo de país que se habían proyectado implementar: “No es, desde
luego, la mejor manera de demostrar el patriotismo que proclaman”.
En el número del 13 de Agosto de 1970, puede encontrarse otro ejemplo de la
estigmatización creciente del enemigo subversivo. Bajo el título de “Cómo se combate
a la guerrilla”29, la revista hace muestra los ejercicios de entrenamiento de los futuros
oficiales del ejército. Los mismos constan de simulacros a través de los cuales se
prepara a los militares ante eventuales ataques de guerrillas. En esta nota, se anuncia
y legitima la etapa del hostigamiento, etapa en la que el poder que marca al otro va
“reclutando y organizando un aparato represivo, fogueando a sus cuadros en la propia
lucha y, a su vez, instalan la necesidad de ‘ordenar’ este proceso, de ‘regular’ las

26
   Fuente: Baschetti, Roberto. Documentos 1970-1973 Volumen I : De la guerrilla peronista al gobierno
popular. Ed. De la Campana, La Plata, 2004.
27
   Revista Gente, Año V, Nº 259, 9 de Julio de 1970. Pág. 4.
28
   Revista Gente, Año V, Nº 259, 9 de Julio de 1970. Pág. 9.
29
   Revista Gente, Año V, 13 de Agosto de 1970. Pág. 57.

                                                                                                  12
acciones y volver predictible una realidad confusa”30: se deja claro que el terror es
inminente y se materializa la necesidad de estar preparado. Por otro lado, la revista
distingue la guerrilla rural de la urbana refiriéndose a esta última de la siguiente
manera: “no son identificables con facilidad: puede ser el hombre que camina a su
lado, que viaja con usted en el mismo colectivo; alguien, en fin, que viste como todo el
mundo y se mueve en una multitud de seres tan anónimos él; alguien que utiliza la
misma multitud para ocultarse.”31 La amenaza difundida en el conjunto social
promueve la ruptura de los lazos de solidaridad social. Hay un llamado al estado de
alerta y la delación del enemigo. Por otro lado, se describen las tácticas que utiliza la
doctrina de seguridad Nacional para el tratamiento de la guerrilla: “…es más
importante tomarlos prisioneros que matarlos. Un guerrillero capturado puede hablar,
muerto sigue siendo un motivo de preocupación.” Aquí ya pueden leerse los trazos
firmes que culminarían con el genocidio. Al enemigo es necesario exterminarlo en su
totalidad y para ello, cada capturado, debe confesar y denunciar a toda su red de
conocidos para así poder extirpar el tumor de raíz. Por último, se enfatiza que estos
simulacros tan peligrosos para los oficiales, serán reales y que de esos
entrenamientos depende la seguridad nacional. Se insiste en presentar el estado de la
cuestión como una “guerra” de igual a igual. El proverbio que eligen para concluir la
nota, resume de manera escalofriante el camino que se estaba preparando: “Si
quieres paz, prepárate para la guerra.”32
Cerrando el año, la revista publica la entrevista al Brigadier Eliseo Santiago Ruiz,
quien es presentado como un miembro de las Fuerzas Armadas especialista en
violencia para preguntarle: “¿Por que tanta violencia?”33: en las postrimerías del año
’70, el tema de la lucha contra la subversión y la violencia esta instalada en la
sociedad, en su imaginario. La prensa, como vimos, ha hecho un aporte fundamental
para que ello sea posible a través de la construcción crecientemente negativa de la
figura del subversivo. En esta nota, se intenta cubrir este hostigamiento bajo un
discurso cientificista y profesional. Pueden encontrarse los puntos principales sobre los
que se asentó la ideología de la seguridad nacional, a saber, que la ola de violencia es
una “corriente mental” cuyos ideólogos son los líderes comunistas de todo el mundo y
cuyas ideas circulan libremente entre los jóvenes rebeldes argentinos. Estos últimos
devienen en subversivos “cuando se pasa a etapas de abierta oposición al accionar de
un gobierno” y sobre todo cuando se persiguen los fines mediante la lucha armada. El
germen de lo que luego se conocerá como la teoría de los dos demonios, ya esta aquí
en tanto se afirma que la Nación está en guerra, una guerra física y psíquica que
amenaza con apoderase de las mentes de la sociedad. Las fuerzas armadas, quedan
convertidas en el único estandarte capaz de resguardar la paz, contando para ello con
los medios que encuentre a su alcance para evitar la “depredación”. El Brigadier
describe con precisión al enemigo, sus ideas, su accionar, sus móviles, la propaganda
que utiliza para difundir sus ideas; dejando en claro el carácter racional de la
maquinaria represiva. El señor Ruiz, sin ir más lejos, es presentado como un experto
en violencia. El didactismo con que está presentada la información parece una clase
dictada a la ciudadanía para poder identificar y defenderse del enemigo cuya intención
es cooptar a una sociedad indefensa. No hay ninguna referencia a la violencia de las
Fuerzas Armadas. Es este período, se cimientan los pilares sobre los que se levantará
el Estado Terrorista que describe Duhalde. Resulta fundamental para ello, un intenso
trabajo de difusión de la figura del subversivo a través de la revista, como un peligro
siempre latente, acechante y dispuesto a todo para vencer.

30
   Daniel Feierstein; “Hacia una periodización de un proceso genocida”, en Seis estudios sobre genocidio.
Análisis de relaciones sociales: otredad, exclusión, exterminio. EUDEBA, Buenos Aires, 2000, Pág., 40.
31
   Revista Gente, Año V, 13 de Agosto de 1970. Pág. 60.
32
   Ibidem.
33
   Revista Gente, Año V, 2 de Diciembre de 1970. Pág. 98.

                                                                                                      13
1971
“Córdoba repite el drama”34

El nuevo año se abre con un balance de los hechos más sonados del año anterior por
parte de la revista, repasados con su habitual estilo naturalizador y costumbrista: a
través de esa enumeración, deja asentado una vez más su apoyo al régimen militar, al
cual legitima siempre como la Revolución Argentina. Con tono casi forzadamente
ingenuo, pretendidamente popular, llano, desideologizado, la redacción de la revista
comenta y se pregunta cosas del tipo “La Calera: una sensación de peligro y tensión
que jamás se había percibido en el país. ¿Habrá que reforzar el control policial?” En
un destacado, no duda en caracterizar 1970 como un año cualitativamente distinto al
anterior: “Se inicia la violencia: Aramburu, Alonso, los Montoneros”. Estas
evaluaciones sobre la violencia social son acompañadas siempre por un adulador trato
hacia el gobierno militar de Levingston, al cual no duda en calificar -parafraseando su
autodenominación- como “revolucionario”: “El nuevo presidente de la Nación: un estilo
dinámico, comunicativo y abierto al diálogo”, “Se intenta una profunda comunicación
con los sindicatos”, “Francisco Manrique y el Bienestar Social: gran ritmo, se distingue
por su dinamismo”, “Ferrer, joven ministro de Economía: énfasis nacional”.
En marzo de 1971 se produce el llamado Viborazo, el cual es así bautizado puesto
que dicha rebelión popular tuvo como detonante la respuesta masiva a las
declaraciones del por entonces recién designado gobernador de Córdoba, el militar
retirado José Camilo Uriburu, sobrino de quien inaugurara la tradición golpista
argentina en 1930. Uriburu expresó en un acto público el 7 de marzo, sólo cinco días
después de asumir, que Dios le había encomendado la tarea de “cortar de un solo tajo
la cabeza de esa víbora que es el marxismo internacional y la subversión”. La semana
siguiente hubo movilizaciones diarias, en una de las cuales la policía asesina a un
obrero, con el único efecto de multiplicar la reacción popular: se llevaron a cabo dos
días de paro con concentraciones masivas de obreros, estudiantes y amplia
participación popular, así como de las organizaciones armadas. Como consecuencia
de ello, Uriburu se ve obligado a renunciar, y Levingston es destituido antes de fin de
mes, asumiendo Lanusse la presidencia. No obstante esto, la revista Gente oculta las
causas materiales de la organización popular, sus reivindicaciones, la represión, y
habla del Viborazo como un incomprensible hecho de violencia desatado por la locura
subversiva, que se traduce en una crisis en las cúpulas de poder militares.
En efecto, en la semana del llamado segundo Cordobazo, Gente abre su edición del
18 de marzo con una editorial que habla de “vandalismo”, “desorden”, “pillaje”, y la
acompañan seis páginas con fotografías a plena página de las improvisadas
barricadas callejeras con autos incendiados y otros materiales35. En ninguna de esas
fotos se ve a la policía ni a los militares: no sólo no hay rastros de represión, sino que
ni siquiera hay huella de las fuerzas del orden. Los epígrafes de las fotos son
contundentes: “No quedó un vidrio sin romper, un negocio sin saquear. Como si el
único objetivo hubiera sido destruir la ciudad: un objetivo incomprensible”; “La sucursal
del Banco fue atacada por chicos que no pasaban los 15 años. ¿Qué significa?
¿Quién los empuja?”; “Más de 20 automóviles carbonizados a lo largo de la avenida
Colón demuestran que el plan de destrucción estaba perfectamente planeado y
organizado”; “Cuesta creer que estos grupos –activos para levantar barricadas y
destruir- respondan a un plan de oposición gremial o política. Es, simplemente,
vandalismo”. Acorde a esta última idea, se ocupa de dejar en claro la desvirtuación
que se habría producido en el seno de la sociedad cordobesa: “Dejó de ser una
reunión puramente gremial, y poco a poco se fue convirtiendo en una batalla campal

34
     Revista Gente, Año VI, Nº 295, 18 de Marzo de 1971.
35
     Revista Gente, Año VI, Nº 295, 18 de Marzo de 1971.

                                                                                       14
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