Francia y la primavera árabe: una política oportunista - Barah Mikail
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Nº110 OCTUBRE 2011 documento de trabajo Francia y la primavera árabe: una política oportunista Barah Mikail
Acerca de FRIDE FRIDE es un centro de estudios independiente, con sede en Madrid, dedicado a cuestiones relativas a la democracia y los derechos humanos, la paz y la seguridad, y la acción humanitaria y el desarrollo. A través de la investigación en estas áreas, FRIDE trata de influir en la formulación de las políticas públicas y de informar a la opinión pública. Documentos de trabajo Los documentos de trabajo de FRIDE tratan de fomentar un debate más amplio sobre estas cuestiones y ofrecer con- sideraciones pertinentes para las políticas públicas.
Francia y la primavera árabe: una política oportunista Barah Mikail es investigador senior en FRIDE
© Fundación para las Relaciones Internacionales y el Diálogo Exterior (FRIDE) 2011. Goya, 5-7, Pasaje 2º. 28001 Madrid – SPAIN Tel.: +34 912 44 47 40 – Fax: +34 912 44 47 41 Email: fride@fride.org Todas las publicaciones de FRIDE están disponibles en el sitio web: www.fride.org Este documento pertenece a FRIDE. Queda prohibido todo tipo de reproducción o redistribución, total o parcial, sin el permiso previo de FRIDE. Las ideas expresadas por el autor no reflejan necesariamente las opiniones de FRIDE. Si tiene algún comentario sobre este documento o alguna sugerencia, puede ponerse en contacto con nosotros en fride@fride.org ISSN: 2172-5845 (Impreso) ISSN: 2172-5853 (Internet) Depósito Legal: M-45716-2010
Contenido Antes de las revueltas en Oriente Medio y el norte de África 3 La debacle de la Unión para el Mediterráneo 5 Francia y la primavera árabe 6 ¿Un cambio hacia el idealismo? 10 Por qué Francia no puede liderar unilateralmente 12 Conclusión 14
FRANCIA Y LA PRIMAVERA ÁRABE: UNA POLÍTICA OPORTUNISTA BARAH MIKAIL 1 Desde el comienzo de las revueltas populares en Oriente Medio y el norte de África, el presidente de francés, Nicolas Sarkozy, ha intentado posicionar a su país como líder regional. En particular, el encabezar la intervención militar de la OTAN en Libia ha representado un punto de inflexión en las políticas francesas en la zona. Sin embargo, muchos ven con escepticismo ese intento de Francia de proyectarse como defensor de una política exterior ética en Oriente Medio y el norte de África. Se ha prestado mucha atención a su liderazgo aparentemente proactivo en respuesta a la primavera árabe, pero de hecho, la naturaleza de la política francesa no ha cambia- do mucho. Mientras que está claro que ha ayudado a impulsar algunas muy buenas iniciativas en apoyo a la reforma árabe, la tendencia del presidente Sarkozy hacia el oportunismo unilateral no es una buena señal para los que esperan un apoyo europeo consistente y coherente hacia la primavera árabe. La nueva política de Sarkozy, supuestamente basada en los valores, difiere mucho de la anterior postura de su país hacia la región. En el norte de África, Francia ha apo- yado a los regímenes autócratas con el fin de satisfacer sus intereses a corto plazo, sin prestar atención a la democracia y los derechos humanos. París tardó en darse cuenta del alcance de la primavera árabe, y cuando las manifestaciones se tornaron masivas en Túnez en diciembre de 2010, se situó al lado del entonces presidente Ben Ali. A continuación, apoyó a Hosni Mubarak cuando las protestas llegaron a las calles egip- >>>
2 DOCUMENTO DE TRABAJO 110 cias. Fue sólo tras la caída de este último que Francia cambió de rumbo y empezó a promover las operaciones militares en Libia, proclamando su objetivo de “proteger a los civiles libios”.1 El Elíseo dice haber dado un giro cualitativo a su política exterior. Al presentarse como una “fuerza del bien” en el Mediterráneo, el país intenta recobrar el liderazgo regional que perdió hace mucho. Pero hasta el momento los cambios han sido muy superficiales y se han centrado más en el discurso que en objetivos concretos. Las acciones de Sarkozy reflejan una actitud oportunista y no una verdadera preocupa- ción por las cuestiones humanitarias. Tradicionalmente, ha mostrado estar dispuesto a colaborar con regímenes autócratas cuando éstos coincidían con los intereses de su país, pero no ha tardado en abandonarles cuando los acontecimientos y las demandas populares conllevaron cambios regionales a gran escala. Más recientemente, Sarkozy ha criticado al ex líder libio, Muamar el Gadafi, y a Bashar al-Assad de Siria, pero no ha hablado de Hamad bin Isa al-Khalifa de Bahréin o de los líderes semi autocráticos actualmente en el poder en Argelia y Marruecos. Asimismo, los esfuerzos unilaterales de Francia en Oriente Medio y el norte de África han puesto de relieve sus limitaciones, no sólo como actor bilateral en la región sino también como actor multilateral en la Unión Europea (UE). A pesar del éxito militar de la OTAN en Libia, es poco probable que la intención de Francia de aprovechar la oportunidad presentada por los acontecimientos en la zona para reafirmar su propia posición de liderazgo, tanto en Oriente Medio y el norte de África como en la UE, sirva los intereses de los países de la región o los de los Veintisiete. Mientras continúan las revueltas en el mundo árabe, Francia todavía tiene la oportuni- dad de desempeñar un papel de liderazgo más constructivo, que serviría para consoli- dar sus propios intereses y, a la vez, aumentar las capacidades de la Unión Europea. No obstante, es poco probable que Sarkozy encabece el muy necesario cambio de actitud hacia el multilateralismo constructivo; sus políticas en el Mediterráneo se caracterizan por una falta de coherencia ética, la primacía de los intereses comerciales y el deseo de restaurar el liderazgo francés en el Mediterráneo. 1. Resolución 1973 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas (2011).
FRANCIA Y LA PRIMAVERA ÁRABE: UNA POLÍTICA OPORTUNISTA BARAH MIKAIL 3 Antes de las revueltas en Oriente Medio y el norte de África A lo largo de la historia, la diplomacia francesa ha estado estrechamente ligada a los eventos en el mundo árabe. Más recientemente, el país ha mantenido su posición de actor influyente en la región, mediante su participación en la guerra civil libanesa que terminó en 1990 y en la guerra del Golfo de 1991, y dadas sus privilegia- das relaciones económicas y políticas con muchos Estados árabes. No obstante, Francia ya no lleva las riendas en el Mediterráneo. Mientras la lucha por el poder se intensifica en la región, París intenta maximizar su influencia sobre cuestio- nes estratégicas clave como el conflicto palestino-israelí, el conflicto en el Sáhara occi- dental o la seguridad energética, a través de la explotación de sus conexiones políticas con los países del Golfo, Argelia y Libia. La realpolitik es lo que dirige sus acciones en el Mediterráneo. Muchos en el mundo árabe vinculan la política francesa en la región a la personalidad y la idiosincrasia del presidente. Cuando Sarkozy asumió el poder en 2007, muchos creían que sus orígenes judíos, su actitud decididamente pro estadounidense y su ape- go declarado a la promoción de la democracia y a los “valores occidentales” influirían en su actitud hacia Oriente Medio. Sin embargo, muchas de estas expectativas no se han cumplido. Desde el principio, Sarkozy se mostró muy proclive al pragmatismo político. Sus discursos y declaraciones se han centrado, sobre todo, en los derechos hu- manos, la democracia y la necesidad de consolidar la paz en Oriente Medio y el norte de África, pero no se han trasladado a la práctica. En cambio, el presidente francés ha resultado estar dispuesto a ceder en materia de ideales normativos en su trato con casi todos los líderes o gobiernos de la región. Son muchos los ejemplos de esa duplicidad. Los discursos y declaraciones de Sarko- zy, cuando todavía era ministro del Interior, demuestran su profunda aversión al is- lam político,2 pero eso no ha impedido que estableciera profundas relaciones con los wahhabistas en Arabia Saudí. Por otro lado, en lo que concierne a Irán, en vistas de los debates sobre su programa nuclear, la actitud de Sarkozy ha sido mucho más dura y no ha buscado mejorar los vínculos entre París y Teherán. Debido a sus grandes intereses comerciales, tecnológicos (incluidos los de uso mili- tar) y en las infraestructuras, tradicionalmente las políticas francesas hacía la región han adoptado un enfoque más bien económico. Sarkozy ha intentado aumentar la presencia de compañías francesas en Irak; fomentar la contribución de su país a la infraestructura destinada a promover la cultura y la educación en los Emiratos Árabes >>> 2. Ver, por ejemplo, el debate televisivo entre Nicolas Sarkozy y Tariq Ramadan en France 2, 4 de abril de 2007.
4 DOCUMENTO DE TRABAJO 110 Unidos; formar parte del sector de la estrategia de defensa de Arabia Saudí; y tratar directamente con la diplomacia emergente de Qatar. Si bien los anteriores presidentes galos también intentaron consolidar sus intereses comerciales en la región, bajo Sarko- zy los negocios en particular han sido una parte integral de la política de Francia. No obstante, Sarkozy ha mostrado ser poco consistente en su trato con los distintos países de la región. Ha criticado firmemente la situación política interna de Irán – denunció las elecciones fraudulentas celebradas en 2009,3 hizo un llamamiento a la acción contra Teherán durante la cumbre del G-20 celebrada el mismo año4 y, en uno de sus discursos anuales a los embajadores de Francia,5 habló de la necesidad de actuar drásticamente si fracasaban las conversaciones nucleares– pero, a su vez, decidió abrir una base militar en los Emiratos Árabes Unidos en mayo de 2009. La actitud de Sarkozy hacia el coronel Gadafi ha sido especialmente pragmática. Hacía tiempo que el líder libio no gozaba de popularidad y, aunque su anuncio de aban- donar el desarrollo de armas de destrucción masiva acabó con su aislamiento a par- tir de 2003, fueron pocos los líderes occidentales que normalizaron por completo sus relaciones con Libia. Sarkozy, en cambio, ofreció cooperar con el país política, económica y tecnológicamente, y llegó a visitar a Gadafi en Trípoli en julio de 2007 y le invitó a París en diciembre del mismo año.6 Esa actitud fue muy criticada a nivel nacional: para la oposición, las declaraciones oficiales de arrepentimiento de Gadafi, la liberación de las enfermeras búlgaras detenidas e incluso su disposición a compen- sar económicamente a los familiares de las víctimas del vuelo de la compañía francesa UTA 772 no merecían un reconocimiento tan temprano y generoso. Además de los intereses económicos, quedó claro que Sarkozy buscaba algo más: crear las condiciones óptimas para su proyecto personal, la Unión para el Mediterráneo (UpM). Asimismo, Sarkozy cambió la política de su predecesor, quien se había distanciado de Siria. Desde 2004, las relaciones franco-sirias se habían deteriorado, debido a la ani- mosidad existente entre Bashar al-Assad y Jacques Chirac. En 2005, tras el asesinato del entonces ex primer ministro libanés, Rafiq Hariri, Francia y Siria suspendieron sus relaciones políticas y económicas. A los pocos meses de haber asumido la presidencia francesa, Sarkozy decidió ofrecer una mano reconciliadora a Siria. A partir de ahí, las relaciones evolucionaron rápidamente, y Assad llegó incluso a participar en la ceremo- nia oficial de lanzamiento de la UpM en julio de 2008. 3. AFP, 16 de junio de 2009. 4. Wall Street Journal, 29 de septiembre de 2009. 5. Reuters, 25 de agosto de 2010. 6. Los intereses de Sarkozy en Libia no implicaban que al presidente le cayera bien Gadafi. Tras una visita oficial del autócrata libio a París en 2007, Sarkozy se refirió al coronel como un “loco”. Por su parte, el entonces líder libio usó la visita para criticar a Francia sobre su déficit en términos del respeto por los derechos de la mujer e incitó a los jóvenes que vivían en los suburbios de la capital parisina a rebelarse. Ver Le Canard Enchaîné, 24 de agosto de 2011.
FRANCIA Y LA PRIMAVERA ÁRABE: UNA POLÍTICA OPORTUNISTA BARAH MIKAIL 5 La debacle de la Unión para el Mediterráneo Antes de asumir la presidencia, Sarkozy había dejado claro que quería que Fran- cia asumiera un mayor papel de liderazgo tanto a nivel regional como interna- cional. Para conseguirlo, a menudo se decantó por el liderazgo individual en lugar del “poder blando” de la diplomacia multilateral. Mientras que el ex presidente François Mitterrand había promovido las buenas relaciones y la cooperación con Alemania, y Jacques Chirac había expuesto los beneficios de un mundo multilateral, Sarkozy ha decidido actuar por su cuenta. Con todo, a medida que ha ido avanzando su mandato, la falta de coordinación ha frustrado a sus socios europeos, especialmente a Alemania. La Unión para el Mediterráneo ha sido el peor fracaso de Sarkozy en sus esfuerzos para reavivar el liderazgo francés en el Mediterráneo. A pesar de sus discursos sobre una política exterior basada en los valores, la UpM fracasó rotundamente en su cometido de abordar la cuestión de los derechos humanos en los países de Oriente Medio y el norte de África. Renovar el estancado Proceso de Barcelona –el marco multilateral para las políticas europeas en el Mediterráneo– se convirtió en un proyecto personal de Sarkozy. Tras una presentación de alto nivel en París, que en general fue considerada como un éxito diplomático de Francia, la UpM no fue capaz de cumplir con sus objetivos. La inicia- tiva resultó ser demasiado ambiciosa. El presidente francés no consiguió convencer a algunos de sus homólogos tanto al norte como al sur del Mediterráneo –la canciller alemana Angela Merkel, el presidente Mohammad Bouteflika de Argelia, el entonces líder libio Muamar Gadafi y el presidente sirio Bashar al-Assad– a apoyar su idea de una unión política.7 Algunos de los Estados en contra de la UpM, como Alemania, consideraban que Sarkozy no tenía derecho a redefinir la configuración y el destino de las relaciones euromedite- rráneas por sí solo, y mucho menos usando tácticas represivas para obligar a los Estados más reacios a participar en los foros de diálogo. Asimismo, consideraban al Proceso de Barcelona un proyecto común europeo que se vería afectado por el liderazgo nacional unilateral. Muchos hicieron hincapié en el hecho de que la UpM no sería capaz ni de superar las debilidades del Proceso de Barcelona ni de ofrecerles suficientes garantías políticas para el futuro. Dada su complicada relación con Francia, Argelia era reacia a aceptar la iniciativa cuando Sarkozy todavía tenía que pedir disculpas por el papel de su país durante el período colonial. Por otra parte, las objeciones de Siria se debían a las ten- siones políticas que existían antes de que Sarkozy llegara al Elíseo, además de los temores de Damasco de verse obligado a normalizar sus relaciones con Israel. >>> 7. Libia y Turquía se opusieron a la visión de Sarkozy de una Unión para el Mediterráneo. Sobre todo Ankara consideraba a la iniciativa como otra complica- ción más en su camino hacia la adhesión a la Unión Europea.
6 DOCUMENTO DE TRABAJO 110 Pero aún más importante era el hecho de que la UpM no era vista por sus críticos como un proyecto europeo o euromediterráneo, sino francés; un proyecto “sarkoziano” y, como tal, un intento de institucionalizar la dominación francesa de la agenda euro- mediterránea. Dado que Sarkozy decidió ignorar las distintas preferencias tanto de sus socios europeos como de los árabes, al final ni los países de la UE ni los del sur del Mediterráneo estaban dispuestos a creer, invertir o avanzar con su proyecto. A pesar de estar dirigida a fortalecer las relaciones euromediterráneas, la UpM acabó poniendo de relieve las debilidades de Francia y de la Unión Europea. Francia y la primavera árabe El oportunismo de Sarkozy y sus aspiraciones de liderazgo regional han vuelto a aparecer tras las revueltas en Oriente Medio y el norte de África. El presi- dente francés ha intentado convertirse en el líder implícito de la diplomacia europea, subrayando las capacidades francesas en la región en comparación con sus homólogos europeos. La realpolitik de Sarkozy en el sur del Mediterráneo dejó de ser viable cuando Ben Ali y Hosni Mubarak fueron derrocados en Túnez y en Egipto, respectivamente, a principios de la primavera de 2011. Ambos casos eran particularmente delicados para Francia, puesto que Ben Ali y Mubarak eran dos de los principales aliados del país. Eso explica, en parte, el apoyo hacia el ex presidente tunecino cuando las protestas empeza- ron demandando su salida, así como la falta de solidaridad para con los manifestantes durante las protestas egipcias contra Hosni Mubarak. La postura adoptada respecto de las protestas tunecinas fue un desastre en materia de relaciones públicas y resultó en la dimisión de la entonces ministra de Asuntos Exteriores, Michelle Alliot-Marie.8 Posteriormente, Sarkozy admitió que Francia había subestimado la importancia de las protestas. El Eliseo carecía de una visión más amplia sobre las dinámicas en el Mediterráneo y fue sólo cuando el entonces presidente egipcio –copresidente junto con Sarkozy de la UpM– fue derrocado que París finalmente entendió la seriedad del cambio que estaba teniendo lugar en la región y empezó a adaptar sus políticas. 8. La posición de Alliot-Marie se vio debilitada después de que su apoyo a Ben Ali saliera a la luz, por el hecho de que pasara sus vacaciones en Túnez cuando el presidente tunecino estaba siendo duramente criticado a finales de diciembre de 2010, y la participación de algunos miembros de su familia en negocios vinculados al autócrata tunecino.
FRANCIA Y LA PRIMAVERA ÁRABE: UNA POLÍTICA OPORTUNISTA BARAH MIKAIL 7 Cuando las protestas en contra del régimen aumentaron en Libia, una vez más Sarkozy mostró su falta de coherencia política. Rápidamente cambió su apoyo incondicional a Gadafi hacia los rebeldes, convirtiéndose en el primer jefe de Estado extranjero en reconocer el Consejo Nacional de Transición (CNT) como la autoridad gobernante en Libia. Sin embargo, el presidente francés apenas ha reaccionado ante las manifestaciones en Argelia y en Marruecos. Francia se ha mantenido al margen de los eventos y ha adop- tado una postura recatada: a mediados de febrero de 2011, el portavoz del Ministerio francés de Asuntos Exteriores, Bernard Valero, declaró que “desde nuestro punto de vista, lo importante es el respeto por la libertad de expresión y la posibilidad de con- vocar manifestaciones libremente y sin violencia”.9 Cuando, por consiguiente, Argelia anunció su propia agenda de reformas, Alain Juppé felicitó al presidente Bouteflika por este proceso: “todo va en la dirección correcta”.10 Asimismo, Francia mantuvo su tono impreciso y acrítico en la visita oficial de Juppé a Argelia en junio de 2011, du- rante la cual no hizo ninguna mención directa a las protestas. En Marruecos, cuando las protestas se extendieron por las calles de Rabat a finales de febrero, el Gobierno francés también se mostró reacio a criticar abiertamente al régimen marroquí. La ausencia de críticas hacia Marruecos se debe, en parte, a las tra- dicionalmente mejores relaciones con este país que con Argelia. La reputación del Rey Mohammed VI como un dirigente “moderado” y sus buenas relaciones diplomáticas con Occidente también han ayudado. El hecho de que la represión hacia los manifes- tantes en Marruecos no fuera tan violenta como en Argelia y que el monarca marroquí prometiera públicamente llevar a cabo reformas en el futuro próximo, parece servir de consuelo para París. El Ministerio de Asuntos Exteriores francés consideró “responsa- ble y valiente” el discurso que el Rey alauí pronunciara el 9 de marzo, y añadió que Francia estaba lista para acompañar al reino en vistas de “la determinación de la po- blación y las autoridades marroquíes para lograr las reformas anunciadas y desarrollar su propio modelo democrático”.11 El tono positivo no coincide con la situación en el terreno. A día de hoy, Mohammed VI todavía no ha implementado muchas de las reformas que ha prometido. La postura de Francia hacia Bahréin también sirve para ilustrar la falta de coherencia en el apoyo hacia los derechos humanos. La reacción inicial del país hacia la violencia per- petrada por el régimen contra las protestas fue suspender las exportaciones a Bahréin, incluida la venta de equipamiento antidisturbios. Sin embargo, desde entonces Francia se ha limitado a hacer declaraciones oficiales que exponen su “preocupación” respecto de los acontecimientos, la necesidad de poner fin a la violencia y su deseo de que se dé un cambio controlado. El tono moderado hacia Bahréin parece indicar que Sarkozy no está muy por la labor de condenar a un país con mayoría chiíta bajo la atenta mirada de Arabia Saudí. >>> 9. Le Monde, 14 de febrero de 2011. 10. http://www.algerie-plus.com/actualite/la-prompte-reaction-de-paris-au-discours-presidentiel/ 11. http://www.diplomatie.gouv.fr/fr/pays-zones-geo_833/maroc_410/france-maroc_1185/presentation_3361/maroc-10.03.11_90471.html
8 DOCUMENTO DE TRABAJO 110 La influencia implícita de los saudíes también se aprecia en las declaraciones de Fran- cia ante los acontecimientos en Yemen. El Ministerio de Asuntos Exteriores francés fue uno de los primeros en reaccionar, inicialmente condenando el “uso excesivo de la fuerza” contra los manifestantes y tachándolo de inaceptable, afirmando que “los auto- res de dicha violencia deberían ser perseguidos” y que el presidente Ali Abdullah Saleh debería implementar sus propuestas de reforma.12 París también intentó hacer con que la Unión Europea impusiera sanciones, pero dos meses más tarde, cuando Saleh se negó a firmar un documento que podría dar comienzo a un período de transición en el país, simplemente tachó su comportamiento de “irresponsable e inaceptable”.13 La po- sición al principio crítica de Francia en contra de la brutal represión de las protestas ha ido conteniéndose. Existen tres posibles razones para ese distanciamiento: Yemen no forma parte de su tradicional esfera de influencia, la complicada dinámica del Estado tribal dificulta la formulación de una respuesta útil, y el deseo de no alienar a Arabia Saudí, que quiere mantener a los actores extranjeros lejos de la escena yemení. Mientras que Francia ha sido uno de los principales promotores de la intervención militar en Libia, no ha abogado por lo mismo en Siria. Cuando la situación interna libia empezó a deteriorar con rapidez, Francia presionó a los miembros del Consejo de Seguridad para que adoptasen las resoluciones 1970 y 1973, que precedieron la intervención militar. Pero a pesar de que la situación en Siria es similar, Francia se ha limitado a hacer declaraciones blandas sobre “la pérdida de legitimidad” de Bashar al- Assad. Después de todos sus esfuerzos por traerle a la escena internacional, París teme que un vacío de poder pueda tener profundos efectos desestabilizadores si el régimen sirio cayera de forma precipitada. A nivel europeo, Sarkozy ha abogado oficialmente por un mayor papel de la UE en Oriente Medio y el norte de África y ha hecho eco de las declaraciones de Bruselas so- bre los sucesos en la región. No obstante, lo ha hecho de forma que sirviera para apoyar sus iniciativas nacionales y, al mismo tiempo, en varias ocasiones ha decidido actuar de manera unilateral. Francia apoyó la financiación europea pero canalizó la mayoría de sus fondos a través de sus programas nacionales. En marzo de 2011 la Comisión Europea anunció que destinaría 258 millones de euros a Túnez,14 y dos meses después, Francia declaró durante la cumbre del G8 que contribuiría bilateralmente con mil millones de euros a las transiciones democráticas en Túnez y en Egipto.15 El compor- tamiento de Sarkozy hacia sus socios durante la primavera árabe indica que el líder francés no ve ninguna contradicción en considerar las iniciativas estratégicas de la UE en Oriente Medio y el norte de África como una gran prioridad y, a su vez, avanzar con las prioridades y los intereses específicos de Francia a través de medidas unilaterales. 12. AFP, 4 de marzo de 2011. 13. AFP, 24 de mayo de 2011. 14. http://www.enpi-info.eu/files/interview/Tunisia%20press%20pack%20March%202011_ENG.pdf 15. http://tempsreel.nouvelobs.com/actualite/monde/20110527.OBS4073/g8-la-france-debloque-un-milliard-d-euros-pour-la-tunisie-et-l-egypte.html
FRANCIA Y LA PRIMAVERA ÁRABE: UNA POLÍTICA OPORTUNISTA BARAH MIKAIL 9 Esta brecha entre el pensamiento unilateralista francés y el multilateralismo europeo también ha afectado a las cuestiones relativas a la inmigración, que se han hecho más urgentes tras la primavera árabe. Los números cada vez mayores de inmigrantes proce- dentes de países del norte de África no han sido bien aceptados por el público francés y su tradicional prejuicio para con las comunidades árabes y musulmanas, y el Gobierno francés ha utilizado ese sentimiento para servir a sus propósitos políticos. A medida que Francia se prepara para entrar en el período preelectoral, Sarkozy se centra cada vez más en las cuestiones internas, entre ellas la seguridad, la economía, el lugar de la religión en la sociedad y la inmigración. Los eventos de la primavera árabe han coincidido con una reconfiguración del Gobierno francés y el nombramiento del ex jefe de Gabinete de Sarkozy, Claude Guéant –conocido por su posición particu- larmente agresiva hacia la inmigración– como ministro del Interior. Desde entonces, Guéant ha expresado su deseo de reducir el número de inmigrantes en suelo francés y limitar los permisos de residencia para los extranjeros, alegando que [en Francia] la integración ha fracasado” y la tasa de desempleo es más alta entre los extranjeros no europeos. Con un público cada vez más contrario a la inmigración, las cuestiones electorales in- ternas han influenciado la política mediterránea de Sarkozy. Gadafi usó el control de la inmigración para presionar a la UE, permitiendo que los refugiados embarcaran libre- mente desde la costa libia siempre que quería obligar a los países europeos a cumplir con sus demandas. Tras la salida de Gadafi, se suspendió el control de las costas libias y Francia empezó a temer que su apoyo a la “Operación Odisea del Amanecer” resul- tara en números aún mayores de libios alcanzando sus territorios. Así es que Sarkozy decidió emplear su postura más dura hasta la fecha, arriesgándose incluso a romper con el protocolo de la UE, por no decir la ley.16 Mientras que Italia decidió emitir unos 22.000 permisos de residencia temporales con validez de seis meses a los inmigrantes tunecinos, la policía fronteriza francesa bloqueó el tráfico ferroviario entre Francia e Italia. La decisión francesa de proteger su territorio mostró su falta de solidaridad para con sus vecinos del sur e indiferencia para con las normas europeas. La política gala sigue siendo reactiva y aún carece de una visión a largo plazo, y está demasiado dispuesta a aprovechar el escenario de la UE para avanzar con sus intereses nacionales. Las repetidas incursiones unilateralistas de Sarkozy en el contexto de la primavera árabe no ayudan ni a París ni a Bruselas. Si el liderazgo europeo ha de con- solidarse de manera eficaz, especialmente ahora que han pasado diez años de inercia en las relaciones euromediterráneas, es necesario superar la falta de cohesión interna y de coordinación dentro de la UE. Por primera vez, está al alcance la oportunidad para es- tablecer una asociación de beneficio mutuo con el nuevo Oriente Medio democrático y progresista que está emergiendo. >>> 16. Para ver algunas de las reacciones a las decisiones de Sarkozy, ver “Des élus de tous bords lancent un audit de la politique d’immigration”, Le Monde, 6 de abril de 2010.
10 DOCUMENTO DE TRABAJO 110 ¿Un cambio hacia el idealismo? Los sucesivos cambios de actitud de Sarkozy, desde una posición pro democrá- tica (2007) a una pro realista (2008) y de vuelta a la pro democracia (2011) son reflejo de su fuerte pragmatismo, realismo y oportunismo. Antes de ser elegido en 2007, Sarkozy había repetido una y otra vez su deseo de ser conocido como el “presi- dente de los derechos humanos”.17 Asimismo, había dejado claro que no creía en “la realpolitik que hace que la gente abandone los valores sin ganar contratos”.18 Era el deber de Francia el defender sus principios. Pero durante sus primeros meses como presidente, Sarkozy hizo todo lo contrario. Su diplomacia se caracterizó por su disposición a renunciar ciertos valores con el fin de ganar grandes contratos comerciales, el deseo de convertirse en el arquitecto de una nueva era entre árabes y europeos, y la ambición por distinguirse en el escenario de los líderes europeos. La anteriormente mencionada Unión para el Mediterráneo y sus tra- tos con todos los líderes árabes (excepto Omar al-Bashir en Sudán) son prueba de ello. A pesar de las críticas ante sus relaciones cercanas con Gadafi en Libia y Assad en Siria, el presidente francés mantuvo su postura. Por ejemplo, cuando se le preguntó sobre sus relaciones con Libia y su decisión de vender armas y artillería a Gadafi, su res- puesta fue: “¿Me vais a culpar por encontrar trabajo y mercados para los trabajadores franceses?”.19 Según Sarkozy, boicotear a ciertos Estados de Oriente Medio y el norte de África era contraproducente tanto para los intereses de Occidente como para su po- tencial para ejercer influencia. En cambio, Sarkozy ha preferido promover una especie de éxito seguro, donde Francia y sus socios occidentales que tratasen directamente con los líderes en la región se beneficiarían de alianzas estratégicas más fuertes, mejores vínculos diplomáticos y contratos económicos ventajosos.20Pero, paradójicamente, el enfoque y las acciones de Sarkozy han perjudicado la posición de Francia en la zona. En 2007, cuando el ex presidente Jacques Chirac llegó al final de su segundo mandato, París gozaba de una imagen positiva en Oriente Medio y el norte de África, gracias a las convicciones pro palestinas de Chirac y su oposición a la invasión de Irak en 2003. Si bien Sarkozy asumió el poder insistiendo sobre la necesidad de distanciarse de las posturas estadounidenses y mejorar las relaciones entre la UE y la región, no ha ido más allá del discurso y, como consecuencia, la tradicional diplomacia francesa en la zona se ha visto perjudicada. 17. “Je veux être le Président de la France des Droits de l’Homme”, discurso de Sarkozy, 14 de enero de 2007, disponible en http://sites.univ-provence.fr/ veronis/Discours2007/transcript.php?n=Sarkozy&p=2007-01-14 18. Ibid. 19. Libération, 5 de agosto de 2007. 20. Sarkozy usó el papel de Francia en la liberación de las enfermeras búlgaras detenidas en Libia en 2007 para ilustrar los beneficios de no haber adoptado una actitud anti Gadafi.
FRANCIA Y LA PRIMAVERA ÁRABE: UNA POLÍTICA OPORTUNISTA BARAH MIKAIL 11 Si bien algunas de sus grandes empresas nacionales –Total, Suez, Veolia y Alsthom, así como algunas compañías de defensa– están prosperando en la zona, Francia no siempre ha sabido aprovechar las oportunidades. La limitada presencia de Total en Si- ria y Libia, y las dificultades de EADS para presionar a Arabia Saudí para que el reino comprase más equipamiento de defensa, demuestran que la calidad no lo es todo a la hora de garantizar contratos. Incluso la decisión de Sarkozy de abrir una base militar francesa en las costas de los Emiratos Árabes Unidos, si bien ha sido bienvenida por los Estados árabes preocupados por el dominio iraní, poco ha podido hacer para re- forzar la cooperación entre Francia y los Emiratos más allá de las relaciones culturales existentes. La primavera árabe ha puesto de relieve algunas de las incoherencias de Francia. El apoyo inicial a Ben Ali y Mubarak ha perjudicado su imagen como “la tierra natal de los derechos humanos”. De igual modo, sus elogios a Marruecos y su silencio hacia Argelia contradije- ron su postura oficial en pro de la apertura política y la reforma en la región. Por último, la posición de Sarkozy hacia la inmigración, incluyendo el cierre de sus fronteras con Italia para prevenir la entrada de refugiados, ha mostrado que el presidente estaba dispuesto a desasociarse de sus homólogos más cercanos, incluso a expensas de la Unión Europea. Los eventos de 2011 en Oriente Medio y el norte de África sólo han confirmado el balance de poder que ya existía entre los actores internacionales influyentes. Tradi- cionalmente, los dirigentes árabes han preferido asegurar el apoyo de Estados Unidos, en vez de depender simplemente de los arsenales militares de Rusia y China. Estos últimos no han conseguido atraer a muchos Estados árabes y alejarlos del monopolio estadounidense. Si bien Francia dio comienzo a la reciente operación militar en Libia, al final, fue Estados Unidos quien lideró la estrategia antes de pasarla al mando de la OTAN.21 París se vio obligado a seguir la línea estadounidense. Sarkozy evitó expresar abiertamente su criticismo dado que creía en las ventajas de la intervención en Libia y esperaba que el éxito de la operación reflejara la asertividad de Francia en medio de la vacilación de la Unión Europea. La primavera árabe ha puesto de relieve lo difícil que es para el Elíseo ofrecer capacidades que en realidad no posee. En suma, Francia se ha esforzado para responder a los cambios en la región, pero aún así, sus políticas han sido incoherentes y tendenciosas, lo que indica que el cambio de enfoque ha sido meramente superficial y no reflejo de una política exterior normativa. De momento, no parece probable que Francia vaya a ofrecer un apoyo más sistemáti- co a la reforma tras las elecciones presidenciales de mayo de 2012. Si Sarkozy resulta reelegido, nada indica que cambiará su postura hacia Oriente Medio y el norte de África. Pero si el partido socialista se hace con las elecciones, podrían verse cambios en la agenda diplomática francesa. Esto no implicaría necesariamente un giro radical en la política del país, sino un discurso y métodos diferentes. >>> 21. Le Monde, 25 de marzo de 2011.
12 DOCUMENTO DE TRABAJO 110 En la actualidad, tres candidatos aspiran a liderar los socialistas: François Hollande, Martine Aubry y Ségolène Royal. Si bien ninguno de los tres ha clarificado su postura sobre la situación en Oriente Medio y el norte de África, de momento no hay indicios de que vayan a cambiar drásticamente la actual política francesa hacia la zona. El partido so- cialista ha afirmado en repetidas ocasiones su apego a la democracia, el respeto por los dere- chos humanos y por la voluntad de la población. Tras la caída de Ben Ali en Túnez en enero de 2011, las declaraciones oficiales de todos los dirigentes del partido socialista insistían en la necesidad de satisfacer las demandas de la población. Es probable que los socialistas pre- serven el mismo equilibrio que Sarkozy empleó al denunciar los abusos más flagrantes de los derechos humanos en Siria y en Yemen y, a su vez, adoptar un perfil más bajo en otros casos como en Argelia, Marruecos y Bahréin. En cualquier caso, probablemente sean más cautos a la hora de emprender una intervención militar como la encabezada por Sarkozy en Libia, especialmente si ésta estuviera dirigida por Estados Unidos. Por qué Francia no puede liderar unilateralmente Hasta ahora, los grandes proyectos de Sarkozy no han servido para lograr los objetivos del país en su vecindad del sur. En los últimos cinco años, las iniciati- vas unilaterales de Francia han sido rechazadas constantemente. Su intento de reavivar las relaciones euromediterráneas bajo el liderazgo francés a través de la Unión para el Mediterráneo ha fracasado. La “Operación Plomo Fundido” de Israel contra la Franja de Gaza a principios de 2008 supuso otro golpe duro. Con el fin de salir del punto muerto diplomático al que se enfrentaba la UE, Sarkozy se embarcó en una gira por varios países de Oriente Medio, incluida Siria, con el fin de convencer a los dirigentes árabes para que ejercieran presión sobre Hamás para que cesase los ataques con cohetes contra Israel. Rechazaron sus demandas e Israel, a su vez, se negó a aceptar su solicitud de frenar o siquiera disminuir sus acciones contra la Franja de Gaza. La estrategia de “manos abiertas” de Sarkozy no siempre ha sido bien vista por Gadafi en Libia. Durante su visita a Trípoli en el verano de 2007, el presidente francés propu- so oficialmente al coronel el desarrollo de un programa nuclear civil en su territorio, arguyendo que Libia necesitaba energía para desalinizar el agua. Gadafi jamás contestó a la propuesta y, al final, se mostró reacio a mejorar los vínculos comerciales entre am- bos países como esperaba Francia. De hecho, los esfuerzos galos como líder regional en Oriente Medio y el norte de África no están teniendo los resultados esperados, a pesar de las relaciones privilegiadas del país con algunos Estados y los largos años de relaciones diplomáticas y comerciales.22 22. Ver, por ejemplo, http://www.dubaifrance.com/spip.php?article5812
FRANCIA Y LA PRIMAVERA ÁRABE: UNA POLÍTICA OPORTUNISTA BARAH MIKAIL 13 El éxito del comercio y las inversiones francesas en la zona no tienen nada que ver con el bajo rendimiento diplomático del país. Las relaciones políticas no han avanzado a la misma velocidad que los vínculos comerciales entre Francia y la región. En el norte de África, Francia sigue siendo el principal socio comercial de Marruecos.23 Túnez también se encuentra entre los socios privilegiados del país, con un promedio de 90 millones de euros al año en inversión extranjera directa (IED). En Argelia la IED francesa se ha duplicado en los últimos diez años a 220 millones de euros en 2009.24 La reciente decisión de Sarkozy de nombrar al primer ministro Jean-Pierre Raffarin como enviado especial para la promoción de la cooperación económica entre Francia y Argelia es otro paso positivo. Sin embargo, en todos esos casos, Francia ha tenido dificultades para aumentar su influencia a nivel político. De igual modo, los vínculos políticos también van por detrás de las relaciones econó- micas con los países del Golfo. Arabia Saudí es uno de los principales socios comercia- les de Francia, sobre todo debido a la venta de aviones Airbus al reino. Sin embargo, los saudíes no lo consideran un socio político tan importante como Estados Unidos o China. Francia es sólo el décimo proveedor más importante de los Emiratos Árabes Unidos, muy por detrás de China (primero), Alemania (cuarto), el Reino Unido (sex- to) e Italia (octavo).25 De hecho, las relaciones de París con los Emiratos se centran en los campos cultural y de la educación, no en el económico. Lo mismo sucede con las relaciones con Qatar, Bahréin y Kuwait. En el Levante, Egipto, Líbano e Israel son los tres mayores socios comerciales de Fran- cia. Aún así, el país goza de poca influencia en las negociaciones en el conflicto pales- tino-israelí y los intentos de Sarkozy de frenar las hostilidades de Israel hacia Palestina no han producido importantes resultados. La diplomacia francesa en Líbano tampoco ha surtido efecto y ha sido incapaz de limitar las capacidades de Hezbolá. Por último, la propuesta de Sarkozy de nombrar al entonces presidente egipcio, Hosni Mubarak, copresidente de la UpM no ha servido para mejorar la imagen de Francia en la región, sino todo lo contrario. La idea ha tenido el efecto inverso y de hecho ha empeorado su legitimidad a nivel europeo. Todo eso demuestra que Francia sólo conseguirá lograr un resultado político signifi- cativo en su política hacia el Mediterráneo si actúa en coordinación con sus socios eu- ropeos. La búsqueda de agendas diferentes y, a veces, contradictorias entre los Estados miembros, junto con la tendencia de la UE a planificar políticas sin tener en cuenta los recursos militares disponibles, ha dificultado la adopción de una agenda común clara hacia la primavera árabe, sobre todo con relación a Libia. Al aceptar formar parte de la UpM, los Estados de Oriente Medio y el norte de África se dieron cuenta de las intenciones francesas y actuaron con la cortesía diplomática ne- cesaria para mantener abiertos aquellos canales que podían generar beneficios econó- micos y estratégicos a largo plazo. Pero no reconocieron el liderazgo regional de París. >>> 23. http://www.francemondexpress.fr/france-maroc-un-ticket-gagnant,984.html 24. http://www.ubifrance.fr/algerie/001B1103237A+fiche-pays-algerie-2011.html 25. http://www.diplomatie.gouv.fr/fr/pays-zones-geo_833/emirats-arabes-unis_428/presentation-emirats-arabes-unis_959/index.html
14 DOCUMENTO DE TRABAJO 110 Sarkozy se equivocó al pensar que su pragmatismo y las estrechas relaciones de Fran- cia con la región favorecerían a su país como líder económico y político. Su enfoque ha servido más para perjudicar que fortalecer la imagen francesa. En la actualidad, ni Francia por sí sola, ni la UE en su conjunto, están listas para dirigir la nueva dinámica geopolítica en Oriente Medio y el norte de África. Conclusión El aparente giro en las políticas francesas hacia sus vecinos al sur del Medite- rráneo tras la primavera árabe ha sido más bien superficial. Las aspiraciones del presidente francés, Nicolas Sarkozy, de restaurar el peso geopolítico de Francia en la zona, junto con su deseo de maximizar sus perspectivas de reelección en 2012, han servido, en el mejor de los casos, para fortalecer el unilateralismo sin escrúpulos del Gobierno francés, en detrimento de cualquier perspectiva de un multilateralismo eficaz bajo el liderazgo de Bruselas. Ahora, la intervención libia se presenta como una historia de éxito, pero aún queda por ver si Francia podrá ejercer una influencia signi- ficativa en la fase de construcción institucional a largo plazo. París debería continuar construyendo su propia red de contactos en la región, pero a su vez evitar actuar por su cuenta. Cuantas más iniciativas, consejos y recursos contribuya a la UE en su conjunto, mejores serán sus perspectivas de fortalecer su posición como uno de los arquitectos clave de la política exterior de Bruselas. Francia debería intentar fortalecer la posición política de la Unión Europea a través de la cohesión entre los Estados miembros. La tradicional influencia francesa en Oriente Medio y el norte de África debería convertirse en un activo positivo para la UE en su conjunto y Francia debería concebir su inversión política y económica en la zona como parte de una estrategia integral de la Unión. París debe desarrollar sus relaciones con todos los socios posibles en la región, oficial o extra oficialmente, en particular en el contexto de la primavera árabe. Uno de los principales defectos del Gobierno francés hasta la fecha ha sido su desconexión con ciertos segmentos esenciales de la sociedad civil en Oriente Medio y el norte de África, entre ellos Hamás y, hasta cierto punto, Hezbolá. Esto ha limitado su potencial para participar en los acontecimientos en la región, como se ha visto en el fracaso francés en abrir una vía de debate con Hamás tras el ataque israelí a Gaza en 2008. Si actuara de manera abierta y pragmática con todos los actores, aumentaría sus probabilidades de ser un mediador honesto y activo entre algunos de los tradicionales enemigos de la región de Oriente Medio y el norte de África. Sobre todo, Francia debe reconocer la complicada relación existente entre las políticas internas y las percepciones exteriores del país. Para muchos, la actitud de Sarkozy hacia temas como la inmigración y el papel del islam en la vida pública no es muy distinta a
FRANCIA Y LA PRIMAVERA ÁRABE: UNA POLÍTICA OPORTUNISTA BARAH MIKAIL 15 las posiciones de la extrema derecha del Frente Nacional de Le Pen. A medida que se avanza hacia las elecciones presidenciales de 2012, en las que Sarkozy probablemente intentará conseguir un segundo mandato, el presidente francés podría intentar apelar a la mayoría de los posibles votantes del Frente Nacional (el 15-20 por ciento, según la mayoría de las encuestas). Pero dichas tácticas no sólo desvincularían a Sarkozy de gran parte de la población, sino que también fomentarían una percepción negativa de Francia en el exterior, en particular entre los Estados árabes del norte de África, lo que, a su vez, afectaría el papel que quiere desempeñar en la región. Las declaraciones sobre la ola de cambio en Oriente Medio y el norte de África debe- rían ser más coherentes y consistentes. París corre el riesgo de ser tachada de hipócrita si critica a ciertos Estados por su falta de reformas mientras halaga a otros por sus cambios simbólicos y cosméticos. Francia no quiere repetir los errores que cometió en Túnez y Egipto al apoyar a dictadores que pronto serían derrocados. Si aplica el mismo criterio a todos los líderes de la región y desarrolla argumentos basados en principio comunes, será más respetada a nivel europeo y en Oriente Medio y el norte de África. Asimismo, de esta forma incluso es más probable que consiga recabar el apoyo de la sociedad civil que ya está diseñando el futuro de la región.
16 DOCUMENTO DE TRABAJO 110 DOCUMENTOS DE TRABAJO RECIENTES 109 ¿Profundizar el multilateralismo a través de las Asociaciones Estratégicas de la UE?, Susanne Gratius, Septiembre 2011 108 El déficit de seguridad en el sur del Cáucaso, Jos Boonstra, Neil Melvin, Mayo 2011 107 La construcción de un estado inclusivo: el género en las situaciones de post-conflicto, Clare Castillejo, Marzo 2011 106 Los malentendidos de la promoción de la democracia, Richard Youngs, Enero 2011 105 Asociaciones estratégicas más eficaces para la UE, Giovanni Grevi, Diciembre 201o 104 Sucesiones orquestadas y estabilidad en el mundo árabe, Kristina Kausch, Noviembre 2010 103 Alcanzar la seguridad mediante la democracia: Entre la aspiración y la pretensión, Richard Youngs, Octubre 2010 102 El fin de la condicionalidad democrática, Richard Youngs, Septiembre 2010 101 El Golfo en el nuevo orden internacional: ¿una potencia emergente olvidada?, FRIDE, Septiembre 2010 100 Cómo revitalizar la ayuda a la democracia: la perspectiva de los receptores, Richard Youngs, Junio 2010 99 La Asociación Oriental de la Unión Europea: Un año de retrocesos, Jos Boonstra y Natalia Shapovalova, Mayo 2010 98 La UE y el círculo vicioso entre pobreza y seguridad en América Latina, Susanne Gratius, Mayo 2010 97 The Gulf takes charge in the MENA region, Edward Burke and Sara Bazoobandi, Abril 2010 96 Is there a new autocracy promotion?, Peter Burnell, Marzo 2010 95 ¿Cambio o Continuidad? La política estadounidense hacia Oriente Medio y sus implicaciones para la Unión Europea, Ana Echagüe, Marzo 2010 94 Las políticas europeas de resolución de conflictos: una construcción de la paz truncada, Fernanda Faria y Richard Youngs, Marzo 2010 93 Por qué la Unión Europea necesita una política más amplia hacia Oriente Medio, Edward Burke, Ana Echagüe y Richard Youngs, Febrero 2010 92 A New Agenda for US-EU. Security Cooperation, Daniel Korski, Daniel Serwer y Megan Chabalowski, Noviembre 2009 91 El dilema de la construcción del Estado en Kosovo: La fragilidad en un Estado cuestionado, Lucia Montanaro, Octubre 2009 90 El “soldado-diplomático” en Afganistán e Irak, Edward Burke, Septiembre 2009 89 La empresa como actor de la reconstrucción post bélica, Carlos Fernández y Aitor Pérez, Agosto 2009 88 A criminal bargain: the state and security in Guatemala, Ivan Briscoe, Septiembre 2009 87 Informe de Estudio de Caso: La respuesta humanitaria española a la temporada de huracanes de 2008 en Haití, Velina Stoianova y Soledad Posada, Julio 2009
FRANCIA Y LA PRIMAVERA ÁRABE: UNA POLÍTICA OPORTUNISTA BARAH MIKAIL 17 86 Evaluaciones de gobernanza y rendición de cuentas interna: Contribuir al debate nacional y cambiar las prácticas de ayuda, Stefan Meyer, Junio 2009 85 Tunisia: The Life of Others. Freedom of Association and Civil Society in the Middle East and North Africa, Kristina Kausch, Junio 2009 84 ‘Strong Foundations?’: The Imperative for Reform in Saudi Arabia, Ana Echagüe y Edward Burke, Junio 2009 83 Women’s political participation and influence in Sierra Leone, Clare Castillejo, Junio 2009 82 Defenders in Retreat. Freedom of Association and Civil Society in Egypt, Kristina Kausch, Abril 2009 81 Angola: ‘Failed’ yet ‘Successful’, David Sogge, Abril 2009 80 Impasse in Euro-Gulf Relations, Richard Youngs, Abril 2009 79 La división del trabajo internacional: Desafiando al paradigma de la asociación. Marco analítico y metodología para los estudios de país, Nils-Sjard Schulz, Febrero 2009 78 Violencia urbana: Un desafío al fortalecimiento institucional. El caso de América Latina, Laura Tedesco, Febrero 2009 77 Desafíos económicos y Fuerzas Armadas en América del Sur, Augusto Varas, Febrero 2009 76 Building Accountable Justice in Sierra Leone, Clare Castillejo, Enero 2009 75 Plus ça change: Europe’s engagement with moderate Islamists, Kristina Kausch, Enero 2009 74 The Case for a New European Engagement in Iraq, Edward Burke, Enero 2009 73 Proyecto de investigación sobre ciudadanía inclusiva: Metodología, Clare Castillejo, Enero 2009
Goya, 5-7 pasaje 2ª • 28001 Madrid (Spain) • Tel.: +34 91 244 47 40 Fax: +34 91 244 47 41 • fride@fride.org www.fride.org
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