Oscar Masotta: divergencias y convergencias
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The Colorado Review of Hispanic Studies | Vol. 6, Fall 2008 | pages 91–104 Oscar Masotta: divergencias y convergencias Jorgelina Corbatta, Wayne State University I. Oscar Masotta (1930–1979) constituye una figura paradigmática de los años 60 y 70 y su evolución ejemplifica las ideas y creencias más prestigiosas en Argentina durante los lustros siguientes: fenomenología y existencia- lismo, el pop art, la historieta y el happening, el estructuralismo y Lacan. Sylvia Sigal, Germán Leopoldo García, Beatriz Sarlo, Eliseo Verón, Noé Jitrik—entre otros y desde diferentes perspectivas—así lo señalan. De ese modo Masotta es “un héroe modernizador” (108) para Sigal. Según García: “Oscar Masotta era diferente, por formación y estilo de vida […] Sabía fi- losofía, crítica literaria, lingüística y semiología, antropología estructural. Y eso lo puso a trabajar para el psicoanálisis, eso es lo que ignoraba de lo que sabía, eso es la decisión de una vida” (El revés de la trama 187). A quien se le debe—afirma Jitrik—“la profunda incidencia del pensamiento de Lacan en la literatura argentina” (23); siendo “la amplia variedad de sus intereses”—según Verón—“[u]no de los aspectos notables del trabajo teó- rico y empírico de Masotta” (91). Hablando de la época del Instituto Di Tella en un reportaje con John King, Sarlo coincide/amplía lo afirmado por Sylvia Sigal cuando enumera: “Masotta es un intelectual típico de la modernidad (Contorno, Sartre, Lacan, discursos y culturas populares, happenings, finalmente, ya en los 70, psicoanálisis)” (304). En estas carac- terizaciones de Masotta, elegidas más o menos al azar y basándome sobre todo en quienes las emiten, se esboza ya un itinerario de su vida intelectual en el que me gustaría detenerme en este trabajo. Y, como se anticipa en su título, en algunas convergencias/divergencias a lo largo de ese itinerario que sirven no sólo para definir a Masotta sino también al ámbito cultural en el que se inscriben. Por otra parte, la reciente re-edición de sus dos libros más importantes, Sexo y traición en Roberto Arlt e Introducción a la lectura de Jacques Lacan ponen de manifiesto no sólo el reconocimiento a la trayectoria intelectual de Masotta sino que muestran la actualidad de su obra y la impostergable necesidad de su revision crítica. 91
92 Jorgelina Cor batta II. Masotta y la revista Contorno: Correas/Sebreli/Masotta. Sebreli/Verón/Masotta. La revista Contorno (1953–1959), dirigida por los hermanos Ismael y David Viñas, nucleó a su alrededor a ensayistas, escritores, historiadores, filóso- fos y sociólogos entre los que se contaron Jitrik, León Rozitchner, Ramón Alcalde, Juan José Sebreli, Tulio Halperín Donghi, Masotta. Este grupo ini- cia una nueva lectura de la realidad social a partir de nuevos modos de hacer crítica literaria y crítica cultural. Ejemplo de ello se da en la relectura de la obra de Roberto Arlt; en el ajuste de cuentas (“y todo Contorno es un ajuste de cuentas” dice Sarlo [“Los dos ojos” 798]) con Martínez Estrada, el grupo Sur, Eduardo Mallea, H.A. Murena, Juan Carlos Ghiano (lo que les valió la denominación de ‘parricidas’ por parte de Emir Rodríguez Monegal); y en los análisis del peronismo en los dos últimos números de la revista. En “Los dos ojos de Contorno”, Sarlo explora la ideología de la re- vista basándose sobre todo en un artículo de David Viñas sobre la novela Amalia en donde “la figura de los dos ojos”—uno hacia Europa/otro hacia América—“son, en realidad, los dos ojos de Contorno” (803) en cuyas pá- ginas se plantean las condiciones para corregir esa mirada que Sarlo lla- ma—enunciando una noción cara a Ricardo Piglia—mirada estrábica. A continuación Sarlo enumera las categorías desde donde los miembros del grupo leen la literatura argentina: “Lo importante para Contorno son los cruces, los encuentros, las tramas, donde la política revela a la literatura y la literatura puede ser metáfora de la política” (805). Reconoce allí “una escritura crítica relativamente nueva” en donde, aunque se mezclan diver- sos sistemas de referencias, “la posición del novelista como el lugar de la literatura quedan definidos por la historia” (805). Recordemos que Piglia refiriéndose a los años 60, hace una caracterización semejante cuando dice en Crítica y ficción: “creo que los 60, como se los suele llamar, no son una época sino una posición. La circulación de los estilos, el combate, la yuxta- posición, las variantes, cambiar de género y de tonos, manejar colocaciones múltiples. La estrategia de las citas y las consignas”. Y agrega: “Un ejemplo que dice clarísimo de ese espíritu es Oscar Masotta” (166). Al interior de Contorno se recorta un subgrupo, influido por el mar- xismo y el existencialismo, constituido por Carlos Correas, Juan José Sebreli y Masotta quienes conocen la obra de Sartre y Merleau Ponty, son seguidores de Les Temps Modernes, y tienen como modelo el Genet de Sartre (del cual provendría en parte el Arlt de Masotta).1 De ese trío nos quedan tres testimonios auto/biográficos y psicoanalíticos en la obra de Carlos Correas, titulada La operación Masotta, cuando la muerte tam- bién fracasa (1991); en “Anotaciones para un psicoanálisis de Sebreli” por Masotta, y en “Anotaciones para un psicoanálisis de Masotta” por Sebreli.2 Espigando en esas tres fuentes aparecen, en esta primera etapa, aquellas convergencias y divergencias a las que me referí al comienzo.
Oscar Masotta: divergencias y convergencias 93 En el libro de Correas nos enteramos de ciertos “mitos”(según el sentido dado por Roland Barthes en Mythologies aparecido en Francia en 1957) que rigieran la juventud del trío mencionado. Por un lado aparece el mito del aventurero sartreano, encarnado en los protagonistas de la película fran- cesa El salario del miedo (dirigida por Henri Clouzot y protagonizada por Ives Montand y Charles Vanel), y recuperado en la evocación de Correas como “Mercenarios en disponibilidad, daríamos terror a cambio de salario y moriríamos validados por supremos amos inescrutables, localizados más allá de nuestro entorno, más allá de la Argentina, siempre más allá” (44).3 Un segundo mito es el del hombre que se va, encarnado aquí en actores de Hollywood—Kirk Douglas, Richard Widmark, Robert Ryan—que repre- sentan seres solitarios capaces de llegar a una comunidad de la que, luego de implantar orden y justicia y de ser amados por una bella mujer, se van solos tras la tarea cumplida. Respecto de este aspiración mítica dice—clarivi- dente—Correas: “Como este fantasmagórico prodigio aún me sigue traba- jando, infiero que igualmente poseyó a Oscar hasta el final” (44). ¿Qué otra cosa fueron, me pregunto (y volveré sobre esto), las sucesivas fundaciones de grupos de estudio e instituciones de lectura de Freud o de Lacan por parte de Masotta en todo el mundo sino una búsqueda constante de nuevas empresas que, una vez instauradas, eran reemplazadas por otras?4 En Oscar Masotta. Los ecos de un nombre, Germán Leopoldo García dedica el primer capítulo, titulado “La lección de Oscar Masotta”, a esa primera época tal como aparece descripta en el libro de Correas ya mencio- nado. Rescata para ello fragmentos de cartas del mismo Masotta enviadas a Correas. Por ejemplo una fechada en 1955: “A veces me abandono al furor estéril de maldecir mi condición económica, mis angustias económicas, y con ellas a la clase social a la que debemos esta vergonzosa infelicidad” (14). O esta otra: “yo era un ser perteneciente a la especie de los revólveres, de los explosivos y de las bombas. También yo, un día, al terminar mi som- bría vida, estallaría e iluminaría el mundo con una llama violenta y breve como el estallido del magnesio” (14). En este estudio de García me interesa sobre todo destacar lo que dice respecto de la actitud polémica del grupo en cuestión: “Un rasgo de Oscar Masotta y sus amigos era la argumentación ad hominem—de allí las polémicas frecuentes—, argumentación inducida por las premisas ‘existenciales’ y también por una política argentina que durante más de una década fue explicada por el deseo de un hombre” (16–7, énfasis mío). En ocasión de una polémica entre Sebreli y Verón publicada en Marcha y en donde este último califica de superficial el marxismo presente en dos libros de aquél (Eva Perón aventurera o militante, y Buenos Aires, vida co- tidiana y alienación), Masotta interviene mediante un escrito titulado “Anotación para un psicoanálisis de Sebreli”.5 Allí, a pesar de tomar par- tido por Verón, suaviza sus acusaciones contra Sebreli (“no quisiéramos
94 Jorgelina Cor batta ser sarcásticos” [438]) a la vez que alega que su relación personal le per- mite/autoriza hacer afirmaciones sobre lo que Sebreli conoce o desconoce: “Pero se dirá: de dónde extraigo yo el derecho y la audacia para hacer este tipo de afirmación. Contesto: es un poco sencillo, pero simplemente de mi conocimiento personal de Sebreli. Sebreli ignora (y no hay razones de Estado para ocultar que yo no ignoro que Sebreli lo ignora)” (439). Todo este juego de palabras para afirmar que Sebreli ignora casi todo acerca del estructuralismo y de la polémica entre estructuralismo y marxismo—en la que pretende basar su respuesta a Verón—lo que lleva a Masotta a con- cluir acerca de su “básica deshonestidad” (440). A continuación intenta, una vez más, suavizar su conclusión: “yo quisiera que las palabras ‘desho- nestidad’ y ‘básica’ fueran tomadas, la última en su sentido fuerte y psico- lógico, y la primera no en su sentido moral sino en su sentido descriptivo” (440). El resultado del análisis de Masotta, en el que combina a Marx con Althusser y el peronismo, es que existe una ilegitimidad que los hermana a los tres: “Y para nuestro caso preciso habría que decir entonces (y no para cobijarnos bajo el gesto de la frase sartreana) que tanto Sebreli como Verón, como yo mismo, que los tres somos ilegítimos” (441). La diferencia, continúa Masotta, es que Sebreli se encierra en su ilegitimidad, a la que conoce, quedando así condenado en la figura del bastardo sartreano. Pese a este diagnóstico fuerte de la actitud de Sebreli, Masotta reitera su deseo de comprender: “¿Será necesario decir que él aquí tiene razón? Hay que decirlo. No sólo para desarmarlo y para hacer que tal vez pueda escuchar- nos, sino para comprender los mecanismos por los cuales pretende, a cada paso, legitimar, más o menos graciosamente, más o menos burdamente, los productos de aquella ilegitimidad” (442).6 Me interesa anticipar aquí una nueva flexión de este triángulo Sebreli/Verón/Masotta en el que éste interviene y se solidariza con las críticas que Verón le hace al primero. Me refiero a la polémica Verón/Masotta en el enfrentamiento entre psicoaná- lisis y semiótica.7 Pareciera que llegados a este punto, se hace necesario contextualizar los contenidos de esta polémica. Tomaré para ellos tres textos: uno es el de García, ya mencionado; el otro es una intervención de Ricardo Piglia en ocasión de un homenaje a Masotta; el tercero es el titulado Oscar Masotta y la fenomenología. Un problema en la historia del psicoanálisis de Hernán Scholten. Empecemos por este último en el que el autor analiza la vincu- lación de Masotta con el movimiento fenomenológico y existencialista (en especial Sartre y Merleau-Ponty) y su reflejo en la escritura crítica así como en sus diversas polémicas con autores contemporáneos nacionales y extranjeros (Vocos Lescano, Victoria Ocampo, David Viñas, Raúl Larra) o con figuras “tradicionales” como Esteban Echeverría, Leopoldo Lugones, Ricardo Rojas. A lo largo de esos escritos Scholten sigue el rastro de ciertas categorías sartreanas de las que se vale Masotta: la noción de compromiso
Oscar Masotta: divergencias y convergencias 95 y la necesidad de situar al autor y a la obra (fuentes indiscutibles Situations y Qu’est-ce que la littérature?) así como las nociones de traición, alteridad y mal cuya fuente más fácilmente identificable sería el Genet de Sartre (en el que—como ya dije—Masotta confiesa basarse en su estudio sobre Arlt). La inserción del marxismo, a partir de Crítica de la razón dialéctica de Sartre y su deslizamiento hacia el psicoanálisis freudiano y lacaniano, sumados a su interés por la antropología estructural y la semiología, marcarían—según Scholten—el fin de esta etapa en la trayectoria de Masotta. El texto de García, por su parte, se centra sobre todo en lo que hay de autobiográfico en “Roberto Arlt, yo mismo”, en donde Masotta devela la fuente de su teoría (el Genet de Sartre y, en menor medida, la teoría del mal de George Bataille) y el vínculo que lo une a su objeto de estudio. O sea: ser hombre de clase media y delator en potencia. García subraya, como ya anticipé, la recurrencia de las polémicas: “Masotta escribió contra va- rios críticos literarios, contra varios psicoanalistas, contra diversos teóricos políticos y culturales” (Los ecos 17). Destaca asimismo la propensión de Masotta a imitar (las ideas de Sartre y el estilo de Merleau Ponty en su libro sobre Arlt), lo que lo inserta—según García—“en una tradición clave en la Argentina” (18). 8 Imitación que, en ocasiones, Masotta califica mediante la palabra parodia. Habla, por ejemplo, de “parodiar la experiencia lacaniana real” o “En abril de 1969 parodiamos los encuentos de Freud y Fliess, y nos dimos cita en Monte Grande, en una quinta en las afueras de Buenos Aires” (cit. en Los ecos 19). En este recuento de la historia intelectual de Masotta, García aísla 1960 como un momento clave de su vida cuando se produce la muerte de su padre: “Oscar Masotta, el sujeto de derecho, había fracasado en su inserción en la universidad, en su inserción en el mundo económico, en su inserción en el mundo adulto sancionado por el matri- monio” (Los ecos 23). Es la época de la apatía, de la enfermedad mental, de cierto “dandismo”. El tercer texto anunciado es “Improvisaciones sobre un tema de Oscar Masotta (Comentario a ‘Roberto Arlt, yo mismo’)”, en donde Piglia ana- liza la curiosa operación que Masotta lleva a cabo al “historizar el sujeto de la enunciación”—cuando Masotta se pregunta—“quién era yo cuando estaba leyendo a Arlt?, es decir, qué condiciones hicieron posible esta lec- tura que hice de Arlt hace ocho años?” (121). De ese modo Masotta, según Piglia, está determinando las condiciones sociales que definieron sus con- diciones de lectura de Arlt en esa especie de “lectura desviada”—como la llama—“la que todos nosotros usamos, nosotros leemos ahí, leemos en este lugar, al margen, en Buenos Aires, leemos al sesgo, leemos desviado y eso que leemos desviado es lo que hacemos con los textos” (122). En “Roberto Arlt, yo mismo” Piglia ve también una parodia subdesarrollada (esta vez de Las palabras de Sartre) mediante la cual Masotta se despide de la locura y de la literatura, de la ficción que sólo se acepta en tanto autobiografía.
96 Jorgelina Cor batta “Todos los temas, digamos así, que elige para hablar de su vida, son temas arltianos, la locura, la relación con el dinero, con el modo de vestir, con los amigos traicionados, con el fracaso” (129). Como escena paradigmática de ese momento en la vida de Masotta, Piglia menciona—y no podía dejar de hacerlo (nadie que ha escrito con cierta extensión sobre Masotta ha dejado de hacerlo)—, la foto en la que posa en un traje de Spinelli: Hay un momento fantástico en el texto, cuando Masotta recuerda una foto en la que está vestido con un traje de Spinelli que le compró mendigando un poco a un compañero del secundario, y esa foto de sí mismo un poco disfrazado, haciendo de Marcelo Sánchez Sorondo como él mismo dice, que es un momento fantástico, la lectura de una foto que condensa una red de sentido, que se parece mucho a la lectura que hace Masotta de la foto donde Arlt aparece vestido de árabe. En uno de sus viajes, Arlt va a Marruecos y se viste con una túnica pero se le ven los zapatos de Grimoldi, está disfrazado de árabe pero se le ven los zapatos de Grimoldi. Lo mismo se podría decir de esa foto, Masotta se mira a sí mismo disfrazado de hom- bre de clase alta, con ese traje elegante y entonces ve ahí, la misma inde- cisión, la misma representación que percibe en la escena de Roberto Arlt. Posar, hacer como si, eso de Arlt lo ve en él, ve a Arlt en él. (129, énfasis mío) Imitación y parodia. Respecto de esta última García se pregunta: “¿Qué es parodia en psicoanálisis?” y se responde: “Decir a la manera del incons- ciente, explicitando la impostura de la imitación y la paráfrasis” (El revés de la trama 37). Imitación, parodia, análisis de sí o, como concluye Piglia: “Un testamento escrito como si fuera una carta de amor al que fue. Un testamento escrito como si fuera una epifanía; o si ustedes quieren, escrito como si fuera un análisis (como si un análisis se pudiera escribir)” (132). Paso ahora a considerar la respuesta póstuma de Sebreli al joven Masotta (como se empeña en calificarlo por ser el único que le interesa) en su “Anotaciones para un psicoanálisis de Masotta”. El carácter de póstumo le da a su evocación un tono reminiscente y nostálgico, junto a su carac- terística dramaticidad: “Vuelven los años 1947 o 1948: recuerdo a Masotta con guardapolvo blanco y sus deslumbrantes diecisiete o dieciocho años to- cando a Gershwin en el desvencijado piano del salón de actos de la escuela Normal, durante un recreo” (El revés de la trama 67, énfasis mío). Y el an- verso de la moneda: “El desencadenamiento de su locura fue otra causa de nuestro distanciamiento [la primera fue su posición frente al peronismo después del 55], él decía que yo le tenía miedo” (69). Hay sin embargo una vuelta de la euforia cuando Sebreli recupera, en 1965, aquella aristocracia del espíritu que los uniera en 1949 en la Facultad de la calle Viamonte (“ese día yo llevaba un libro de Proust bajo el brazo—ese fue el santo y seña—y Masotta me habló, de Sartre y de Kafka” [68]). En 1965 el libro que tran- sitoriamente vuelve a reunirlos es Sexo y traición en Roberto Arlt, escrito por Masotta y prologado por Sebreli quien rememora “nuestras relaciones pasaban por tan buen momento que Masotta proyectó escribir un ensayo
Oscar Masotta: divergencias y convergencias 97 sobre mi personalidad, cuya tesis era mi indecisión entre identificarme intelectualmente con Sartre o con Genet” (69). Irónicamente Sebreli cita un párrafo de ese proyecto no realizado, que se incluye en el psicoanáli- sis que le hace Masotta, y que destruye—ya sin vuelta atrás—esa soñada identificación con los héores de la juventud. A continuación Sebreli enu- mera los desencuentros políticos e ideológicos entre ambos, traducidos en acciones como la fascinación de Masotta por Verón (“[i]noportunamente se entrometió en mi polémica con Verón para defenderlo”), la mención de su escrito y—como decía—la ruptura final. “Desde entonces—afirma—, nuestros caminos se bifurcaron hasta perderse de vista, las cosas que pasa- ban nos iban separando cada día un poco más” (70). Tono y letra de bolero, como diría Manuel Puig, que no le impiden a Sebreli acumular una serie de categorías negativas para definir a su amigo de la juventud: su dandismo (el ya mencionado traje a cuadritos lila y negro con etiqueta de Spinelli com- prado al hijo de un terrateniente a quien conociera durante la conscripción [70]); su versatilidad intelectual; el deseo constante de seducir; su exhibi- cionismo. Rasgos todos ellos que se originarían, de acuerdo con Sebreli, en la “personalidad histérica” de Masotta, manifiesta en otra descripción fascinada de su objeto: “Su avidez se manifestaba por su boca grande, sus labios carnosos, sensuales, tendiendo a permanecer entreabiertos, como en estado de espera constante de alimentos, y por el predominio en él de pla- ceres orales, comer, beber, fumar, besar, y sobre todo hablar” (71). Lo que se amplía en otro párrafo, más explicativo de Sebreli que de Masotta: “Sus re- laciones afectivas eran de la misma índole que sus relaciones intelectuales: como necesitaba ser amado por todos, no discriminaba demasiado el objeto de su elección, y esto lo impulsaba, a pesar de su heterosexualidad básica, a mantener relaciones ambiguas, verdaderos simulacros de romances con homosexuales, que rara vez llegaban a la relación sexual” (72). Lector y feliz prologador—pareciera—del libro de Masotta sobre Arlt, Sebreli afirma la coincidencia entre sujeto y objeto en la medida en que “[e]ste psicoanálisis marxista que aplica a Arlt fue extraído en parte de la experiencia de su pro- pio caso” (74), a la vez que deja en claro su total desinterés en la producción posterior de Masotta signada por la pedantería.9 En una palabra, Sebreli sólo recupera en su evocación al joven Masotta en oposición al último que no le produce ni atracción en su acción ni dolor en su muerte: “Elegí al joven Masotta de los años 40 y 50, quien con su muerte se ha llevado una parte irrecuperable de mi vida, algunas claves que tal vez ningún otro en su lugar podrá descifrar” (76). II. Masotta y el Instituto di Tella: Pop art y Happenings En 1958 se crea en Buenos Aires el Instituto Di Tella con fondos de la em- presa Siam Di Tella a los que se sumaron luego subvenciones externas
98 Jorgelina Cor batta siendo la más importante la proveniente de la Fundación Ford que cons- tituyó la Fundación Di Tella con subvención del Instituto. Como enfatiza Sylvia Sigal “este proyecto se distingue por su vocación, explícita, de ins- titución pública pero no estatal” (112). Esto es, desvinculada de los cam- bios gubernamentales y de los gustos y/o caprichos de los funcionarios de turno. La Fundación comprendía una parte dedicada a los estudios sociales (economía, urbanismo, sociología, administración) y otra dedicada a los estudios artísticos. En la mencionada entrevista con John King, Sarlo des- cribe el espacio físico y cultural de los 60 en los que se vincula el ámbito universitario y el del Instituto Di Tella, espacio al interior del cual Masotta constituía una figura importante. Masotta viene del sartrismo, en los tardíos años 50. Es posiblemente el primer intelectual que lee Lacan en la Argentina, que comienza a sen- sibilizarse en la lectura de Freud. Y si se piensa en el destino ulterior de Masotta en los primeros años de la década del 60, es preciso recordar dos hechos que fueron muy importantes: el happening que él hizo en la esta- ción Anchorena, con auspicio del Instituto Di Tella, y sobre el cual después teoriza en una conferencia en el Instituto. Y el otro hecho muy importante organizado por Masotta fue la primera exposición de la historieta, que se hizo también en el Instituto Di Tella […] (260). Con razón, Sarlo filia estas intervenciones de Masotta en el marco de las nuevas corrientes de revalorización de la cultura popular, el kitsch, el pop a la vez que menciona a Umberto Eco quien visita en esos años Buenos Aires para dar seminarios sobre semiología. Años en los que Masotta interactúa con Romero Brest, Dalia Puzzovio, Marta Minujin, Nacha Guevara. Oscar Steinberg, en “La marginalidad de un creador feroz” (El revés de la trama) se refiere justamente a esa marginalidad de Masotta, que él ve como residuo de su etapa estructuralista, y que determinó su interés por los “discursos bajos de la cultura”: la historieta, el periodismo, la canción. Y esa misma apertura la ve en sus cursos (“Masotta no rechazaba a nadie; que luego esa relación continuara es otra cosa” [284]); en la receptividad respecto de las ideas de los otros (“Su discurso era permeable al de los otros y tenía la rara habilidad de encontrar la pertinencia del desvío, de cualquier observación de los asistentes a sus cursos aunque fuera aparentemente ajena a lo que él estaba diciendo” [284]). Y aclara: “Esto no quiere decir que no fuera iró- nico o agresivo; quiere decir que era abierto” (284). En este segundo apartado, la pregunta que me planteo es ¿en los tiem- pos del Di Tella, el pop art y la historieta, con quien polemiza Masotta? La respuesta podría ser, consigo mismo. El Masotta que venía del compromiso sartreano, del análisis existencialista de Genet por Sartre, y del marxismo de Althusser releyendo a Marx, ocupa ahora su tiempo y afanes con obras de arte en los que se exalta el objeto en detrimento del contexto y donde la interpretación se asienta más en categorías semióticas y lingüísticas que en
Oscar Masotta: divergencias y convergencias 99 sus relaciones con la realidad, la historia y la lucha de clases.10 Sin embargo, la inclinación a contextualizar la obra sigue presente. En su libro sobre el pop art, hablando de la obra del argentino Renart dice Masotta: “no he podido dejar de pensar en la relación entre los monstruos de Renart, el origen social del artista, la originalidad de la concepción, y la nacionalidad de la obra” (22). Y, como en el caso de su relación crítica con Arlt, afirma una suerte de integración compensatoria que serviría para aliviar su mala conciencia: tal vez mi preocupación por las cuestiones plásticas, preocupación de elite (en el sentido positivo de la palabra), pero de elite al fin, podría ser cohe- rente con mi libro sobre un escritor argentino, Roberto Arlt. Arlt, como Renart y como yo, había vivido desde adentro la misma geografía, el mismo folklore (es decir la misma atmósfera, el mismo colorido en su estado naciente), el mismo origen social (23). En “ese típico intelectual ejecutivo de la era de los grandes espectácu- los” (como califica Sebreli a Masotta [75]), nadando a favor de la corriente, bien provisto de antenas para captar las últimas ondas—estructuralismo, vanguardismo, happenings, mass media y otros “antihumanismos” y “antihistoricismos”—tal vez el mejor/peor contradictor de Masotta fue él mismo. Otra forma de respuesta a la pregunta la da el mismo Masotta cuando explica el origen de esas reflexiones, basadas en sus dos conferen- cias organizadas por el arquitecto Poyard en el Instituto Di Tella: “Yo pen- saba que era necesario y útil concertar una mesa redonda con Noé. Después de leer su Antiestética pensé que sería positivo discutir en público algunas ideas que Noé expone en ese libro y que me parecían incompletas o que exigían algunas aclaraciones” (el “pop art”16). De acuerdo con Masotta, Poyard, tal vez al tanto de su inclinación polémica y en desacuerdo con ella, le contesta “que era yo mismo, y no de manera polémica sino positiva, quien debía reflexionar sobre el problema plástico” (17, énfasis mío). Consejo que Masotta sigue sólo en parte porque sus reflexiones sobre el arte pop están construidas en su mayor parte sobre la base del cuestionamiento de teóri- cos importantes (José Augusto Franca, Pierre Restany, Otto Hahn). Al respecto me interesa rescatar dos citas de Masotta que Sarlo in- cluye en La batalla de las ideas. La primera pertenece a la introducción de “Reflexiones presemiológicas sobre la historieta”. Reinvidica allí Masotta una conciliación entre marxismo y estructuralismo al defender la intro- ducción de los medios masivos. Ecos de Barthes, Lévi-Strauss y los “apo- calípticos e integrados” de Umberto Eco se hacen presentes en esta nueva posición crítica, e ideológica, de Masotta. Es la teoría marxista la que provee tanto del cuerpo de hipótesis más generales como de los criterios para medir el valor y el alcance de la investigación. En esta perspectiva el optimismo o el pesimismo frente a las cuestiones planteadas por la cultura de masas y el ensanchamiento de la
100 Jorgelina Cor batta comunicación masiva se revelan como lo que son: manifestaciones de ideo- logías deficientes, para el mejor de los casos de un blando reformismo (96). La segunda constituye el último párrafo de las conclusiones con las que Masotta cierra su libro sobre el pop art. Allí pretende no sólo redondear sus opiniones sobre ese fenómeno estético-cultural sino también justificar su interés y posición crítica, como parte de esos intelectuales que se han desli- zado de la política a la investigación de los lenguajes. En fin, cómo hay que entender esa correlación […] entre el arte pop (vuelto hacia los contenidos sociales sólo a condición de dejar a la vista las carac- terísticas de la trasmisión de esos contenidos) y el desarrollo de hecho del pensamiento contemporáneo: esa preocupación que, como se ha dicho, logra a veces arrancar a los intelectuales de la política para volverlos hacia la investigación de los lenguajes (96–7). Se pone de manifiesto en estos dos textos que, aunque Masotta se cues- tiona a sí mismo desde una posición de mala conciencia sartreana, sigue incorporando nuevos enfoques y nuevos medios para descifrar los fenó- menos culturales de su momento. Masotta entiende bien que las innova- ciones del pop art tuvieran detractores desde los sectores más tradicionales de la izquierda, quienes lo calificaban de arte “reaccionario”. Observa, sin embargo, la incongruencia de tal afirmación y, al defender la autonomía del arte se opone a la relación mecánica entre política y arte adoptando— ante la vanguardia—una nueva definición de compromiso. De ese modo Masotta encarna una vez más el eje de politización que recorre las funda- mentaciones estéticas de su época y que constituyen, a su vez, el centro re- currente de todos los debates acerca de la relación arte/política e ideología. III. Masotta introductor de Lacan en Buenos Aires: Masotta, Rodrigué, Pichon Rivière Germán Leopoldo García es quizás quien relata, con mayor información y objetividad, la entrada de Masotta en el psicoanálisis y su introducción de Lacan en esos círculos. En el artículo que le dedica tras su muerte— “Oscar Masotta (1930–1979)”—, comienza con dos fechas claves: la funda- ción en 1974 de la Escuela Freudiana en Argentina (que tiene como modelo la escuela homónima fundada por Lacan en París y a la que disuelve en 1980) y la Biblioteca Freudiana en Barcelona en 1977. García elige el año 1959, y un artículo de Masotta sobre Sartre y Lagache, para enfatizar la presencia ya allí de la revista La Psychanalyse. Otros hitos: la crítica de Claude Lévi-Strauss de la razón dialéctica de Sartre y la lectura, desde la izquierda, de Freud y Lacan por Althusser. Y otra polémica, esta vez con Emilio Rodrigué—presidente de la Asociación Psicoanalítica Argentina— titulada “Anotaciones para un psicoanálisis de Rodrigué” de donde García extrae un párrafo acerca del conocimiento de ambos en casa de Arminda
Oscar Masotta: divergencias y convergencias 101 Aberastury y el total desentendimiento mutuo—que lleva a Masotta a afir- mar: “Hablábamos chino el uno para el otro” (330). Por el contrario, respecto de Enrique Pichon Rivière Masotta se ubica en una posición totalmente opuesta, reconoce su deuda y siente agradeci- miento. Transcribo a continuación la caracterización que hace García del lugar de Masotta, que le sirve para entender la relación entre éste y Pichon Rivière y que, al interior de mi trabajo, oficia de síntesis de lo que vengo desarrollando. El lugar de Masotta era excéntrico en relación a los centros del psicoanálisis argentino: la fenomenología de Sartre y de Merleau Ponty, la crítica literaria, las reflexiones sobre la plástica, la lingüística saussureana, la antropología de Lévi-Strauss. Pero este espacio de dispersión tenía muchas resonancias, puesto que basta pensar las dispersiones bibliográficas de los textos de Freud para comprender la trama intersticial del discurso psicoanalítico (242). Parte de la deuda consiste en que es en el Instituto creado por Pichon Rivière en donde Masotta dicta, en marzo de 1964, su primera conferencia en público sobre Lacan del que dice “Entrar en un texto de Lacan es quedar expuesto al embate de un entrecruzamiento de tono y de jergas que obligan al lector a un trabajo de descifre […] Este estilo es difícil, en cambio, no es hermético” (331). Pero todavía más interesante es la caracterización que hace de sí mismo en 1969, en la Introducción a la lectura de Jacques Lacan: Todo aquí es diferencia. Un autor sospechoso que escribe sobre temas de psicoanálisis sin ser un psicoanalista, un libro escrito en el español del Río de la Plata y que no intercambia casi una palabra en común con otros libros sobre el tema escritos en el mismo español, un texto que repite y transforma el texto de un autor europeo sin dejar de avisar al lector que ahí donde repite tal vez traiciona y que ahí donde transforma no es sino porque quiere repetir (9–10). Sospechoso porque no es médico, no es psiquiatra, ni siquiera psicólogo sino que viene de la filosofía y no tiene clínica. Esto último se volverá pie- dra de toque y rasgo distintivo entre los ortodoxos y Masotta. ¿Cuál es su estrategia no sólo para sobrevivir sino para sobresalir en tal condición de extranjeridad? Masotta cultiva la lectura, organiza grupos de estudio (cada vez más prestigiosos luego del cierre de la Universidad en 1966), y cons- truye su famosa afirmación, claro está, polémica: “La experiencia clínica fundamenta todo derecho a hablar de psicoanálisis. Pero al revés: ningún llamado a lo serio de la clínica podría ocultar la ignorancia de las dificul- tades de la teoría” (cit. en “Oscar Masotta” 333). Una vez más aparece aquí el Masotta marginal que da conferencias, organiza y dirige grupos, crea institutos y centros de estudio, traduce, publica, dirige revistas. El ilegítimo en el sentido sartreano o el aventurero que—tras la explosión—enmienda y se va como en los mitos de la juventud.
102 Jorgelina Cor batta IV. A modo de conclusión La evolución de Masotta constituye un caso ejemplar para el estudio del ámbito socio-cultural y político de los años 50 y 60 en la Argentina. Una primera etapa, como vimos, es la del grupo al interior de la revista Contorno que Masotta integra junto con Correas y Sebreli, interesados en el marxismo, la fenomenología y el existencialismo. Las conductas se confor- man en torno a dos mitos: el del aventurero y el del solitario justiciero. El libro modelo es el Genet de Sartre sobre el que Masotta escribe su Arlt. Las categorías de la época, provenientes en su mayor parte del existencialismo, son el compromiso, la situación, y las nociones de ilegitimidad, traición y alteridad como criterios ético-estéticos. Las polémicas, aunque frecuentes y con Masotta como recurrente protagonista, mantienen sin embargo lo que un crítico llamara la “cortesía argumentativa”. La segunda etapa es la de la vinculación de Masotta con el grupo del Instituto Di Tella. Es la época del estructuralismo y la semiótica, la experi- mentación de la vanguardia y el auge de los géneros hasta entonces conside- rados “menores”. Como recuerda Sarlo, se producen dos hitos importantes en la trayectoria de Masotta en este período: el happenning de la estación Anchorena y la primera exposición de la historieta. Y un libro, El “arte pop” en donde Masotta explora y discute el arte de vanguardia, su relación con la historia y la política. Protagonista un vez más de polémicas con otros, y consigo mismo, busca conciliar lo nuevo con sus ideas acerca de la historia y lo social. El tercer momento que he destacado es el de la relación de Masotta con el psicoanálisis y, en especial, como introductor de Lacan en Buenos Aires. Allí la tendencia polémica de Masotta se exacerba al interior de un campo minado de personalidades y tendencias diversas. Se destaca en especial su polémica con Rodrigué, y su adhesión incondicional a Pichon Rivière de quien—según García—Masotta “retoma el sueño” de eliminar la condi- ción de la medicina en la formación de psicoanalistas. Masotta entonces privilegia la lectura, los grupos de estudio, los centros e institutos. Un comentario final sobre un aspecto recurrente en la trayectoria de Masotta y que podría ser tema de otro artículo. Me refiero a la presencia de la imitación, y de la imitación concebida como parodia. Rasgo sintomá- tico de la cultura argentina que va desde Sarmiento hasta Borges, Piglia, Puig (entre otros) y que pone en práctica esa “lectura desviada”, esa “mi- rada estrábica” que, desde el margen—como dice Masotta—“ahí donde repite tal vez traiciona y que ahí donde transforma no es sino porque quiere repetir”.
Oscar Masotta: divergencias y convergencias 103 Notas 1 Dice Correas: “Y no éramos tan excesivamente ingenuos o tan poco matizados como acaso dejé insinuar más arriba; estábamos provistos de originales franceses: Les Temps Modernes, de los que hice traer, por intermedio de Hachette, una corpulenta serie de números; el Saint Genet (cuyo ejemplar, marginalmente anotado en lápiz por Masotta, está en mi biblioteca y en ocasión de melancolías); las Situations […]” (46). 2 Allí leemos: “1954: formábamos con Masotta y Carlos Correas un grupúsculo loco “existencia- lista-izquierdista-seudoperonista’, intentábamos formar una fracción dentro del grupo Contorno, ambicionábamos delirantemente construir una alternativa en la política argentina” (68). 3 Me parece importante anotar que en 1968 aparece en Argentina, publicado por Ediciones de la Flor, Retrato del aventurero de Roger Stephane, con un prólogo de Jean Paul Sartre fechado en 1950. 4 Dice Hugo Vezetti: “[ ] fue esencialmente Masotta un intelectual que corría detrás del público y se movía con la moda? Porque en verdad jugó a ser el ‘fundador’ y evangelizador de grupos de un modo que en parte anticipaba al mercado, y continuó su misión en tierras extrañas, según el modelo del héroe del Far West que siempre se está yendo”(El revés de la trama 56, énfasis mío). 5 Estas polémicas aparecen en el apéndice titulado “Estructuralismo y marxismo” del libro de Beatriz Sarlo, La batalla de las ideas (1943–1973) 423–442. 6 En esta misma línea Alberto Giordano señala la generosidad de Masotta en su búsqueda de comprensión y no de denuncia: “Masotta no está interesado en oficiar de policía intelectual (ese trabajo de funcionarios); él quiere comprender” (86). 7 Véase el artículo de Oscar Steimberg, “Una modernización ‘sui generis’. Masotta/Verón”. Allí Steimberg subraya la presencia de “una poco común (para entonces) cortesía argumentativa, por la que se reconocían, desde ambas puntas, importantes coincidencias”(67). Tal vez esa cortesía mutua proviene del respeto y seriedad que cada una de las “puntas”experimenta respecto del trabajo propio, y del otro. 8 Tradición jalonada por la presencia de Sarmiento y su dicotomía entre civilización y barbarie; por el Fausto de Estanislao del Campo; por gran parte de la obra de Borges. García la califica de fixión: “La historia de Oscar Masotta—dice—es ilustrativa de esa fixión que llevó a que Sarmiento, uno de los grandes escritores del siglo XIX, también presidente del país—trajera maestras inglesas con la idea de desterrar al castellano después de haber intentado una reforma ortográfica con la finalidad de aumentar nuestra distancia con una España que despreciaba en nombre del progreso (Oscar Masotta: Los ecos de un nombre 21). 9 Respecto de la identificación Masotta/Arlt y eventualmente Sartre/Genet, véase Croce. 10 Conviene consultar el libro de Andrea Giunta, Avant Garde, Internationalism, and Politics en donde se establece un extenso paralelismo entre las posiciones de Romero Brest y de Masotta respecto de la nueva estética de los años 60 y, sobre todo, del pop art y el happening. Giunta concluye el apartado diciendo: “Romero Brest and Masotta arrived, by different arenas, at conclusions that converged upon a single certainty: pop art, the happenings, ‘media art’, and ‘visual experiences’, mutually overcoming and devouring one another, had converted Buenos Aires into an avant-garde center”(188). Bibliografía Correas, Carlos. “Pequeño prólogo: la invalidación y el horror argentino” Oscar Masotta. El revés de la trama. 41–44. Croce, Marcela. “La polifagia crítica. Oscar Masotta.” Políticas de la crítica. Historia de crítica literaria en la Argentina. Nicolás Rosa, editor. Buenos Aires: Biblos, 1999. 217–250. García, Germán Leopoldo. La entrada del psicoanálisis en la Argentina. Obstáculos y perspectivas. Buenos Aires: Altazor, 1978. ---. “Nosotros, los de entonces.” Oscar Masotta. El revés de la trama. 185–189. ---. Oscar Masotta: Los ecos de un nombre. Barcelona: Eolia, 1992.
104 Jorgelina Cor batta ---. “Oscar Masotta (l930-1979)”. Oscar Masotta. El revés de la trama. 326–342. ---. Oscar Masotta y el psicoanálisis en castellano. Buenos Aires: Editorial Argonauta, 1980. Giordano, Alberto. “Elogio de la polémica.” Oscar Masotta. El revés de la trama. 79–90. Giunta, Andrea. Avant-garde, Internationalism, and Politics. Durham: Duke UP, 2007. Izaguirre, Marcelo, compilación y prólogo. Oscar Masotta. El revés de la trama. Buenos Aires: Atuel, 1999. Jitrik, Noé. “Las marcas del deseo y el modelo psicoanalítico.” Historia crítica de la literatura argentina. La irrupción de la crítica. Vol. 10. Susana Cella, directora. Buenos Aires: Emecé, 1999. 19–31. King, John. El Di Tella y el desarrollo cultural argentino en la década del sesenta. Buenos Aires: Ediciones de Arte Galianone, 1985. Masotta, Oscar. El ‘pop art’. Buenos Aires: Editorial Columba, l967. ---. Introducción a la lectura de Jacques Lacan. Buenos Aires: Corregidor, l999. ---. Sexo y traición en Roberto Arlt. Buenos Aires: Centro Editor América Latina, 1982. ---. “Anotaciones para un psicoanálisis de Sebreli.” La batalla de las ideas (1943–1973). 438–442. Piglia, Ricardo. Crítica y ficción. Buenos Aires: Siglo Veinte, 1990. ---. “Improvisaciones sobre un tema de Oscar Masotta (Comentario a “Roberto Arlt yo mismo”).” Oscar Masotta: Lecturas Críticas. Buenos Aires: Atuel/Anáfora, 2000. 120–132. Sarlo, Beatriz. La batalla de las ideas (1943-1973). Buenos Aires: Ariel, 2001. ---. “Los dos ojos de Contorno”. Revista Iberoamericana 125 (1983): 797–807. Scholten, Hernan. Oscar Masotta y la fenomenología. Un problema en la historia del psicoanálisis. Buenos Aires: Atuel/Anáfora, 2001. Sebreli, Juan José. “El joven Masotta.” Oscar Masotta. El revés de la trama. 67–77. Sigal, Sylvia. Intelectuales y poder en la década del sesenta. Buenos Aires: Puntosur, 1991. Steimberg. Oscar. “La marginalidad de un creador feroz.” Oscar Masotta. El revés de la trama. 283–286. ---. “Una modernización ‘sui generis’. Masotta/Verón.” Historia crítica de la literatura argentina. 63–78. Verón, Eliseo. “Masotta encuentra a Lacan.” Oscar Masotta. El revés de la trama. 91–94. Vezzetti, Hugo. “Oscar Masotta y Carlos Correa.” Oscar Masotta. El revés de la trama. 51–58.
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