Bienaventurada Virgen María del Rosario de Chiquinquirá
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Bienaventurada Virgen María del Rosario de Chiquinquirá Fiesta 9 de julio de 2021 «Pues sois de los pecadores el consuelo y la alegría, oh Madre clemente y pía, escuchad nuestros clamores» Aquí en Chiquinquirá quisiste, oh Madre, disponer para siempre tu morada. Durante cuatro siglos, tu presencia vigilante y valerosa ha acompañado ininterrumpidamente a los mensajeros del Evangelio en estas tierras para hacer brotar en ellas, con la luz y la gracia de tu Hijo, la inmensa riqueza de la vida cristiana. Bien podemos repetir hoy, recordando las palabras de mi venerado predecesor el Papa Pío XII, que “Colombia es jardín mariano, entre cuyos santuarios domina, como sol entre las estrellas, Nuestra Señora de Chiquinquirá”. San Juan Pablo II 1
Homilía de San Juan Pablo II en el Santuario Mariano de Chiquinquirá Jueves 3 de julio de 1986 (Fragmento) 1. ¡Dichosa Tú que has creído! (cf. Lc 1, 45) Como peregrino a tu santuario de Chiquinquirá, me postro ante Ti, oh Madre de Jesús, pronunciando las palabras con las que te saludó Isabel, la esposa de Zacarías, en el umbral de su casa. ¡Dichosa Tú, que has creído! Dichosa, porque a impulsos de tu fe, en respuesta al anuncio del Angel, acogiste en tu seno la Palabra del Dios vivo. Dichosa Tú por haber pronunciando aquel bienaventurado “fiat” que te convirtió, por virtud inefable, de Sierva del Señor en la Madre del Verbo Eterno: Dios de Dios, Luz de Luz, hecho hombre en tus entrañas virginales. ¡El Verbo se hizo hombre!(cf. Jn 1, 14). ¡Dichosa Tú, porque gracias a tu acatamiento de la Palabra de Dios, se cumplió, ya en la plenitud de los tiempos, el acontecimiento más señalado por los profetas para la vida y para historia de la humanidad: “El pueblo que andaba en tinieblas, vio una luz grande” (Is 9, 2): tu Hijo Jesucristo, el Hijo del Dios vivo, el Redentor del hombre, el Redentor del mundo! 2. ¡Dichosa Tú, que has creído! Son muchos los lugares en la tierra desde los cuales los hijos del Pueblo de Dios, nacidos de la Nueva Alianza, te repiten a porfía las palabras de esta bienaventuranza: “Bendita tú eres entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre; ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mi?” (Lc 1, 42-43) Y uno de esos lugares, que Tú has querido visitar, como la casa de Isabel, es éste: el santuario mariano del Pueblo de Dios en tierra colombiana. Aquí en Chiquinquirá quisiste, oh Madre, disponer para siempre tu morada. Durante cuatro siglos, tu presencia vigilante y valerosa ha acompañado ininterrumpidamente a los mensajeros del Evangelio en estas tierras para hacer brotar en ellas, con la luz y la gracia de tu Hijo, la inmensa riqueza de la vida cristiana. Bien podemos repetir hoy, recordando las palabras de mi venerado predecesor el Papa Pío XII, que “Colombia es jardín mariano, entre cuyos santuarios domina, como sol entre las estrellas, Nuestra Señora de Chiquinquirá”. 2
Amadísimos hermanos y hermanas: Al cumplirse el cuarto centenario de la Renovación de esta venerada imagen, me sumo gozosamente a vosotros en esta peregrinación de fe y de amor. He venido a este lugar a postrarme a los pies de la Virgen, deseoso de confortaros en la fe, esto es, en la verdad de Jesucristo, de la cual forma parte la verdad de María y la verdadera devoción hacia Ella. Quiero también orar con vosotros por la paz y la prosperidad de esta amada nación, ante Aquella que proclamáis Reina de la Paz y que con afecto filial invocáis como Reina de Colombia. 3. En mi peregrinación a este santuario, quiero abrazar en mi saludo de fe y de amor a la Virgen, a todos cuantos están viviendo con vuestra presencia o en espíritu estos momentos de gracia: en primer lugar a mis hermanos en el Episcopado, en particular, a los Pastores de la provincia eclesiástica de Tunja: los obispos de Chiquinquirá, Duitama, Garagoa y Casanare. Asimismo a las autoridades, encabezadas por el Señor Presidente de la República; a los Pueblo de Dios que en este santuario de María se encuentra como en su propia casa, por ser casa de la Madre común. Mis manos se alargan, en aras de fervor mariano, para estrechar de modo singular en el mismo abrazo a todos vosotros, los campesinos, quienes a base de esfuerzo y de sudor cultiváis esta tierra, participando en el misterio de Dios, creador y providente: Dios que da la lluvia para que la tierra dé sus frutos (cf. Sal85 [84], 13). Este, queridos amigos campesinos de Boyacá, es vuestro santuario. También a vosotros os ha querido visitar la Virgen María: más aún, quiso quedarse entre vosotros y con todo el pueblo colombiano, como Madre llena de ternura, decidida a compartir sin desmayo vuestros sufrimientos y alegrías, dificultades y esperanzas. ¡Cuántas veces Ella, invocada con urgente necesidad ante esta imagen, ha dejado su santuario para ir a remediar calamidades y penas de sus hijos, llevada por la misma solícita caridad con que fue a visitar a Isabel! Y es así como de generación en generación y desde este santuario, tan esmeradamente custodiado por la Orden Dominicana, sube a diario hasta el cielo su voz, haciéndose eco fiel de la vuestra: “Engrandece mi alma al Señor... porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso” (Lc 1, 46-49) . 4. “Yo te bendigo, Padre... porque has revelado estas cosas a los pequeños” (Mt 11, 25). Estas palabras de Jesús brotan hoy espontáneamente de mi corazón al escuchar la tradición de la Renovación de esta imagen de Chiquinquirá que, a través de una devoción firme y sencilla, habéis conservado a lo largo de vuestra historia. Vuestra querida imagen, coronada el año 1919, fue proclamada Patrona de Colombia; y el pueblo colombiano quiso consagrarse a María para afianzar los lazos de afecto que lo unen a la Madre de Dios. 5. La devoción mariana, característica de toda la historia de Colombia, forma ya parte de vuestra alma nacional, es tesoro preciado de vuestra cultura. El amor a la Virgen María es a la vez garantía de unidad y de fe católica: “el pueblo sabe que encuentra a María en la 3
Iglesia católica” (Puebla, 283). Sí, Ella nos lleva a Jesús. Nos lo muestra como Maestro y Salvador; nos invita a meditar sus misterios y a vivirlos en nuestra propia experiencia. Mostrándonos el Rosario, nos está anunciando a Cristo, nos descubre los misterios de su humanidad, la gracia de la Redención, la victoria sobre la muerte y su gloriosa resurrección, el misterio de la Iglesia que hace en Pentecostés, la esperanza de la vida eterna y de la futura resurrección en el misterio de su gloriosa Asunción en cuerpo y alma a los cielos. ¡Qué fuente inagotable de inspiración para la piedad cristiana, la contenida en el santo rosario! No dejéis de alimentar vuestra vida espiritual queridos hermanos, con el rezo de esta oración mariana por excelencia. María sigue siendo la Madre del Señor, la que leva por los caminos del mundo, irradiando la salvación, a Aquel que es el Emmanuel, el Dios con nosotros, el Dios cercano que ha venido a habitar en medio de los hombres (cf. Jn 1, 14). 6. Por eso María es la “Estrella de la evangelización”; la que, con su bondad maternal, acerca a todos —y en especial a los humildes— a los más sublimes misterios de nuestra religión. Bien lo sabéis vosotros, mis queridos campesinos, para quienes María es como la síntesis del Evangelio, la que ilumina vuestras vidas, da sentido al gozo y al dolor, os infunde esperanza y os alienta en vuestras dificultades, mostrándoos a Cristo, el Salvador. La sentís cercana porque es Madre, pero también porque Ella “sobresale entre los humildes y pobres del Señor, que confiadamente esperan y reciben de El la salvación” (Lumen gentium, 55). Pero además, con una intuición profunda, sabéis que en Ella se cifran también las esperanzas de los pobres porque el canto de la Virgen es el anuncio profético del misterio de la salvación integral del hombre. “Ella nos muestra que es por la fe y en la fe, según su ejemplo, como el Pueblo de Dios llega a ser capaz de expresar en palabras y de traducir en su vida el misterio del deseo de salvación y sus dimensiones liberadoras en el plano de la existencia individual y social” (cf. Congr. para la Doctrina de la Fe, Libertatis Conscientia, 97). “El Señor derriba a los potentados de sus tronos y enaltece a los humildes” (cf. Lc 1, 52).1 1 Homilía completa: https://www.vatican.va/content/john-paul-ii/es/homilies/1986/documents/hf_jp- ii_hom_19860703_chiquinquira.html 4
Comentario litúrgico 1. La oración colecta de la misa de esta fiesta nos hace pensar en una gran verdad: Dios ha mirado con amor al pueblo de Colombia y por eso nos ha manifestado un signo concreto de su presencia: Hace 433 años, «en los inicios de la obra de la evangelización en nuestra patria, quiso Dios dar una señal de su presencia. Y este primer pensamiento es de mucho consuelo y de mucho provecho para nosotros: María como señal de Jesucristo» (Fray Nelson Medina). Es cierto que Cristo, el Hijo encarnado es el gran signo del Padre. Sin embargo, también la presencia de María, Madre de Cristo, se ha convertido en “señal del cielo” (cf. Apocalipsis 12,1), signo portentoso y elocuente de la “amorosa solicitud” de Dios para con sus hijos colombianos. Precisamente la palabra “solicitud” nos dice que Dios no deja de velar por nuestro cuidado; y para que nosotros sus hijos tengamos una protección permanente en nuestra vida terrena, Dios ha querido que María manifestara su presencia entre nosotros a través de la renovación del lienzo de Chiquinquirá. Entonces, es muy importante dejar claro cuál es el objetivo de la “señal” o “signo” al que se refiere la oración colecta: la presencia de «la mujer vestida de sol, con la luna bajo sus pies» quiere mostrarnos que Cristo es Dios con nosotros (Mt 1,23). La Virgen María no pretende ser protagonista ni mostrarse a sí misma: ella quiere que abramos nuestros ojos para que veamos que Dios está viviendo verdaderamente entre nosotros por medio de su Hijo encarnado (cf. Jn 1,14) y está cercano a nuestra realidad. Por esa cercanía de Dios es que podemos pedirle con toda confianza al Padre que podamos «crecer en la fe y lograr la prosperidad por caminos de paz y de justicia». 2. La fecha escogida para celebrar a la patrona de Colombia como fiesta litúrgica en todo el país ha sido el 9 de julio para conmemorar anualmente la Coronación de Nuestra Señora de Chiquinquirá. Esta coronación había sido solicitada por los Padres Dominicos a la Santa Sede en 1908 y fue decretada por el Papa Pío X el 9 de enero de 1910. No obstante, la Coronación sólo pudo ser realizada hasta 1919, año en que se conmemoraba el primer centenario de la Batalla de Boyacá. La imagen fue trasladada a Bogotá para ser coronada allí, con ocasión del primer congreso mariano, el 5
9 de julio de 1919, siendo presidente de la República Marco Fidel Suárez. La Solemne Misa Pontifical de Coronación fue presidida por el Ilustrísimo Señor Eduardo Maldonado Calvo, obispo de Tunja. Terminada la Misa, el mismo obispo procedió a la coronación diciendo: «Así como hoy os coronamos en la tierra, así también merezcamos ser coronados en el cielo».2 3. Aunque la fecha de la fiesta esté en relación con su coronación como Reina de Colombia, no podemos dejar pasar, por obvias razones, el acontecimiento de la renovación, acaecido el 26 de diciembre de 1586. De todos los sucesos históricos que fueron llevando al milagro, desde el momento en que el cuadro fue pintado, pasando por el descuido y el olvido, hasta el día en que la Virgen María “se dejó ver”, queremos simplemente resaltar la oración de María Ramos, aquella mujer que encontró el lienzo abandonado: «… y al enterarse que en él había estado pintada una imagen la Virgen lo recogió, lo arregló y lo colocó en alto, frente al cual pronunciaba diariamente esta bella oración: “¿Hasta cuando, Rosa del Cielo habéis de estar tan escondida? ¿Cuándo será el día en que os manifestéis y os dejéis ver al descubierto para que mis ojos se regalen de vuestra soberana hermosura que llene de gozo y alegría mi alma?”».3 4. La imagen de nuestra señora de Chiquinquirá está cargada de simbolismos en los que vale la pena profundizar para una mejor contemplación desde la fe: la advocación del Rosario, el Niño en los brazos, el ropaje, la corona, la luna bajo los pies, los santos que acompañan a la Virgen, entre otros detalles más pequeños, pero significativos. Para adentrarnos en esta riqueza de símbolos remitimos al libro de Luis Francisco Sastoque Poveda, Historia de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá (paginas 18-22).4 2 Luis Francisco SASTOQUE POVEDA, Historia de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, Universidad Santo Tomás, 53-60. 3 FRAILES DE LA ORDEN DE PREDICADORES. PROVINCIA DE SAN LUIS BERTRÁN. COLOMBIA, Ritual propio de nuestra Señora de Chiquinquirá, 2013, 11. https://issuu.com/episcopadocol/docs/interno_ritual 4 http://zeus.ustadistancia.edu.co/distancia/ventanainfinito/descargas/Libro%20de%20Chiquinquira.pdf 6
Bienaventurada Virgen María del Rosario de Chiquinquirá Fiesta 9 de julio de 2021 Oración universal Al celebrar hoy a la Bienaventurada Virgen María, Madre del Salvador y Reina de Colombia, elevemos con fe nuestras plegarias al Padre, quien realiza maravillas en favor de su pueblo y digámosle suplicantes: R/. Que nuestra Madre y Señora interceda por nosotros † Oremos por la Iglesia que peregrina en Colombia. Que los pastores, los religiosos y los laicos, unidos en la misma fe y como hijos de una misma patria, reavivemos cada día el deseo de seguir y anunciar a Cristo. † Oremos por los gobernantes de nuestra nación. Que sepan regir los destinos de este país trabajando por la unidad y la concordia, estableciendo los necesarios caminos de diálogo y buscando ayudar a los más necesitados. † Oremos por Colombia, especialmente en medio de las dificultades sociales y sanitarias de estos tiempos. Que la intercesión de Nuestra Madre de Chiquinquirá nos ayude a progresar como nación y a vivir en la paz que Dios nos quiere otorgar. † Oremos por todos los colombianos que sufren por la enfermedad, el desempleo, la pobreza y la frustración de sus proyectos. Que puedan recibir el consuelo, el apoyo y la caridad necesaria para superar sus dificultades. † Oremos por todos los que han fallecido en nuestro país a causa de esta pandemia. Que el Señor vencedor de la muerte les conceda la vida eterna y llene de la fortaleza de la fe a sus familiares. † Oremos por nosotros, reunidos para celebrar el gozo de la presencia maternal de María Santísima en nuestra nación. Que siguiendo su testimonio y pidiendo su protección, seamos, como ella, Bienaventurados por vivir la Palabra de Dios. Atiende, Dios todopoderoso, las plegarias de tu Iglesia suplicante, pues las pone bajo el patrocinio de Santa María Virgen Madre de tu Hijo y Reina de Colombia. Por el mismo Jesucristo, nuestro Señor. Amén. 7
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