Cuando se juntan tradición y modernidad: El Museo el Dique
←
→
Transcripción del contenido de la página
Si su navegador no muestra la página correctamente, lea el contenido de la página a continuación
Cuando se juntan tradición y modernidad: El Museo el Dique Marina Ramajo Segovia, Directora del museo el Dique adecco.mramajo@navantia.es Junio 2021 Resumen El patrimonio industrial es un concepto relativamente reciente que poco a poco se va instaurando más en el ámbito patrimonial, haciendo que se rescaten cada vez más espacios que, durante un tiempo, al- bergaron centros de producción imprescindibles para el desarrollo de la región en la que se encuentran. En la Bahía de Cádiz la construc- ción naval es, sin duda, uno de los pilares económicos de la zona, así como una tradición que lleva vigente desde finales del siglo XVIII. En este artículo se van a dar algunos apéndices sobre el significado del patrimonio industrial, así como la explicación de un caso en concreto, el Museo el Dique. El antiguo Astillero de Matagorda fue puesto en va- lor tras su cierre como factoría de construcción naval convirtiéndose en uno de los grandes exponentes de patrimonio industrial de la Bahía de Cádiz. Introducción - La llegada de una Industria El Astillero de Matagorda nace en 1878 de la mano de Antonio López López, Primer Marqués de Comillas, ubicándose en la Villa de Puerto Real. La Bahía de Cádiz sufrió un desarrollo industrial y comercial propiciado por la decisión de trasladar la casa de contratación el 8 de mayo de 1717, aunque las flotas llevaban descargando en Cádiz desde 1680 el oro, la plata y las mercancías que llegaban desde el otro lado del Atlántico. Es lógico, por tanto, que alrededor del comercio marítimo nazca una industria de carenas y construcción naval. Los primeros ejemplos surgen entorno a los talleres y almacenes del Trocadero y el nacimiento del Arsenal de la Carraca en San Fernando en 1752, tras quedar el Real Carenero en desuso. Con la llegada del santanderino Antonio López López en 1861, tras adoptar el favor del correo real con las colonias, que aun pertenecían a la corona española,. La flota de “Vapores Correos de Antonio Lopez Y Compañía” contaba con una 1/12
V.1 n.2 extensa flota formada por los buques Alicante, Madrid, Marsella, Ciudad Con- dal, Canarias, Isla de Cuba, España, Santo Domingo y Puerto Rico. (González & Gutiérrez Molina, 1998)[1] Esta poderosa concesión, que le daba a Antonio López beneficios económi- cos y sociales, implicaba un compromiso en el que los plazos de transporte del correo debían cumplirse. Sin embargo, la compañía del Marqués de Comillas se encontró con la necesidad de reparar continuamente los buques que se dedica- ban a estos menesteres. Aunque Antonio contaba con algunas opciones como el dique del Arsenal de la Carraca o el flotante de La Habana no le salía rentable ni económicamente ni por tiempos de espera. Con la renovación del concurso de Antonio López en 1868, nace la necesidad de construir un dique de Carenas, de ahí que contratase a la compañía Thomson y Noble de Liverpool un estudio para encontrar la localización para situar un dique seco en la bahía gaditana. El proyecto fue liderado por dos ingenieros escoceses, Bell y Miller. Cuando el dique termina de construirse en 1878 empieza la historia de Mata- gorda, primero con su primera etapa como dique de carenas para la compañía de Antonio López, “Vapores Antonio Lopez y compañía” que después pasaría a ser la “Compañía Trasatlántica”. A la muerte de Antonio López, su hijo Claudio modernizó la Trasatlántica y convirtió a Cádiz en uno de sus principales puertos. En 1891 se bota la construcción número 1 de Matagorda, el Joaquín del Piélago. La historia del astillero ha estado marcada por épocas de crisis como la atravesa- da a principios de siglo XX en la que las construcciones se limitaron a pequeñas embarcaciones como barcazas o gánguiles. En 1914 el astillero la Compañía paso a formar parte de la Sociedad Espa- ñola de Construcción Naval. En 1969 pasa a formar parte del grupo Astilleros Españoles, que construye el Astillero de Puerto Real cerrando, de esta manera, Matagorda. Como museo ha seguido ligado a la historia de la empresa, pasan- do a formar parte en el año 2000 de Izar más adelante ,y hasta hoy en día, de Navantia. El Museo el Dique recoge así la historia antigua y reciente de la com- pañía, explicando las raíces de la construcción naval y de la empresa a la que pertenece. ¿Qué es el patrimonio industrial? La definición formal de patrimonio industrial según la Ley de Patrimonio Histó- rico de Andalucía aprobada en 2007, lo define en su artículo 65 como: “el conjunto de bienes vinculados a la actividad productiva, tecnología, fabril, y de la ingenie- ría de la Comunidad Autónoma de Andalucía en cuanto que son exponentes de la historia social, técnica y económica de esta comunidad.” (Andalucía, 2007) [3] Los espacios y paisajes que las instituciones califican como patrimonio indus- trial cuentan con la dificultad de ser espacios contemporáneos, en los que, como muestra el propio caso de Matagorda, conviven con una industria actualmente viva. Cronológicamente situamos la primera etapa industrializadora de Andalu- cía entre 1810 y 1890, cuando se da una revolución tecnológica marcada por: la producción en grandes series mecanizadas, el uso del carbón mineral y la má- quina de vapor como fuentes fundamentales de energía, y se empieza a definir 2/12
V.1 n.2 Ilustración 1: Dique de Matagorda, Fuente: [2] a la “fábrica” como espacio principal de producción. Hay que apuntar que, An- dalucía es la primera región de España que adapta en 1830 el sistema moderno de siderurgia, consistente en la transformación del mineral en hierro. (Lizarraga, 2008)[4] Esta cercanía cronológica, que da lugar a una memoria viva de las personas que han convivido con este patrimonio, y que en muchos casos sigue formando parte de la economía activa de las zonas en las que se ubica. Por tanto, al abordar actuaciones que modifiquen este paisaje industrial hay que tener en cuenta dos conceptos: el factor memoria y los sentimientos. En primera instancia, puede suponerse que esto no supondría ninguna proble- mática, si no que sería ventajoso. Lo cierto es que, la poca distancia cronológica del patrimonio industrial con respecto al presente hace que su valoración sea más dificultosa, ya que lo que da valor a los bienes culturales a la hora de efectuar su patrimonialización es una distancia que permite valorar los bienes en su conjunto con cierta distancia histórica que permite su análisis. Otros autores afirman que: “los sitios industriales y la tecnología obsoleta aso- ciada a los mismos, o bien se reciclan en áreas alejadas de los lugares geográ- ficos en los que se originan, o bien son consideradas escombros que hay que ocultar a la vista, ya que las ruinas son testimonio de fracasos, ya sean estos fracasos económicos, tecnológicos o ambientales”. (Anaí Cura & Maria Dolores, 2014) [6] Las emociones, de afecto o desafecto, vienen dadas según las personas que observan este patrimonio industrial. Por un lado, el mayor grado de afecto vie- ne de los trabajadores y exempleados que durante un tiempo han visto estos espacios no solo como lugares donde desarrollar su actividad laboral, si no co- mo un lugar donde han creado vínculos y amistades que perduran en el tiempo. Este afecto, se traspasa de manera familiar creando unos vínculos entre las zo- nas afectadas por los objetos industriales. Para las personas que han visto estos espacios como algo lejano, fuera de su entorno social y laboral han visto como 3/12
V.1 n.2 estos lugares han dado lugar a espacios de polución, explotación medioambiental y ruido. (Lizarraga, 2008) [7] Es importante, acercar de esta manera el patrimonio industrial, en primera instancia, a las poblaciones colindantes al mismo ya que son las que más unión y raíces tienen con el mismo. Así mismo, mostrar como este puede convertirse en un espacio de aprendizaje y cultura para el conjunto de la población, ya que cuenta una historia no menos valiosa por ser reciente. Desde el Museo el Dique, se intenta llegar así tanto a aquellos que han tra- bajado y conocido el Astillero de Matagorda, como a los que no, a través de la recuperación de un patrimonio material e inmaterial que inevitablemente ayuda a reconstruir la historia de la Bahía y el mar gaditanos. El Nacimiento de un Museo de Patrimonio Industrial Con este contexto histórico, cabe pensar que aun perduren restos materiales e inmateriales de una actividad industrial que, no solo ha aportado a nivel tecno- lógico y económico, sino que también se ha convertido en un nuevo modelo de vida, e incluso social. No es raro que así, tras el abandono del Astillero de Matagorda por la nueva construcción del de Puerto Real surgiese una pregunta ¿Qué hacer con todos aquellos restos de algo que, además de ser un recurso fundamental de la Bahía, había sido también la vida de tantos empleados que durante más de 100 años han pasado por sus talleres, oficinas, y como no, por su dique y sus gradas? Esta pregunta, encuentra solución en diciembre de 1989, cuando desde la compañía Astilleros Españoles surge la idea: ¿por qué no ordenar, limpiar, cuan- tificar y valorar los restos de Matagorda?. Estos fondos, entre los que nos en- contramos fotografías, herramientas, manuales de ingeniería, semimodelos, ma- quetas, proyectos de los buques realizados durante más de 100 años, fichas de personal, documentación de obras alternativas, muebles que pertenecían a los directores y empleados de la factoría, e incluso remaches que desde hacía dé- cadas ya se habían dejado de utilizar en la construcción naval. En definitiva, la vida entera de una factoría de construcción naval guardada durante años en sus propias instalaciones. A este conjunto, habría que sumarse las propias instalaciones que conforma- ban este patrimonio de memoria de la construcción naval, no solo de la bahía, si no de España. Este proyecto de recuperación de patrimonio naval no solo ha afectado a los fondos de la antigua factoría de Matagorda, si no que se han recopilado fondos llegados de Astilleros ya desaparecidos como Sevilla, Euskalduna, Sestao o Ma- nises. (Molina Martínez, 2017) [9] También de fondos que proceden de factorías de la Bahía como Cádiz o el fondo procedente de la Sede Central en Madrid 2. El Patrimonio del Museo el Dique Espacios exteriores recuperados Las instalaciones que conforman el actual Museo el Dique y que formaban parte de la antigua Matagorda ocupan unos 80.000 metros cuadrados, en la que 5/12
V.1 n.2 conviven distintos estilos artísticos y arquitectónicos, en buena parte por la sin- gularidad de cada una de ellas. La joya de estas, y que da nombre al propio Museo y supone por lógica el nacimiento del antiguo Astillero es el dique de Matagorda. Esta obra de ingenie- ría de 1878 fue diseñada por dos ingenieros escoceses, Bell y Miller, que dieron forma a un dique con las siguientes dimensiones: 150 metros de eslora por 15,50 de manga y una altura que dependiendo de la pleamar o baja mar pasa entre 8 a 3,77 metros. El dique se inaugura formalmente con la entrada del vapor Guipúz- coa el 3 de julio de 1878, siendo el primero de los 3000 buques que han pasado a reparar por Matagorda. A su vez, el dique se completó con dos muelles de 120 metros, almacenes, talleres y elementos necesarios para las funciones del dique: picaderos, noráis, chigres. Cabe destacar también la presencia de las dos grúas históricas ( datan de 1920 y 1940) que se encuentran en los muelles y que, son elementos funda- mentales del patrimonio industrial gaditano.. Del propio dique se conserva también la cámara de bombas original, cuya ma- quinaria se activaba cuando era necesario achicar el agua del dique para efectuar los trabajos necesarios. Está dividida en dos secciones una como las bombas de achique y la segunda con la caldera. La cámara está dotada con dos bombas centrifugas de más de 2 metros de diámetro y sus elementos auxiliares. Actual- mente, la cámara de bombas se encuentra integrada dentro de las instalaciones del museo el Dique, integrando este espacio industrial usando la propia escalera de servicios como zona de paso. En cuanto a los talleres se encuentran el de maquinaria, el de ajuste con- tiguo a este, el de fundición y el de forjas. Debido a que los tres anteriores se encuentran hoy en día cedidos al Astillero de Puerto Real, a pesar de conservar su fachada y estructura originales, pudiendo observarse las modificaciones, deri- vadas de la arquitectura del hierro, típica de la revolución industrial, incorporadas a los mismos El taller de forjas forma parte de la visita al Museo el Dique. Construido en 1879, y prolongado en 1891 duplicando su capacidad a 800 metros cuadrados. Se mantiene la estructura original, cambiando únicamente el cerramiento por fábrica de ladrillo y la cubierta por un panelado aislante. Sin duda, el edificio de dirección y los comedores son algo fundamental para mantener la vida del astillero activa. El llamado “Comedor de Ingenieros” y actualmente comedor de la plantilla de Navantia, data de 1889 y siempre ha tenido el mismo uso. El denominado comedor de operarios se construyó en 1945 manteniendo un uso ininterrumpido hasta 1977, al cerrar la factoría de Matagorda. Actualmente, el departamento de Habilitación del Astillero de Navantia Puerto Real, quedando instaladas allí las cabinas modulares elaboradas en la actual factoría. La dirección es uno de los edificios que más llaman la atención de entre los que se encuentran en las instalaciones, allí se encontraban las oficinas y el despacho del director el astillero. Su arquitectura actual data de 1956, tras una reforma para la ampliación de este. Actualmente es el archivo histórico del Museo. La amplitud de la historia de Matagorda hace que encontremos incluso las rui- nas del fuerte de Matagorda, cuya orden de construcción data de la Real Cedula 8/12
V.1 n.2 Ilustración 5: Antiguo Taller de Forjas Reformado , Fuente:[11] Ilustración 6: Antigua Dirección de Matagorda , Fuente: [12] 9/12
V.1 n.2 Ilustración 7: Recinto de la Trasatlántica, Fuente: [13] de Felipe II del 30 de mayo de 1597. Actualmente, tras una excavación realizada en los años 90 podemos observar sus ruinas, que, durante años, fueron utilizadas por la compañía trasatlántica como carbonera del astillero de Matagorda. Uno de los hechos más destacados ocurridos entre estas ruinas abandonadas fue la ba- talla de Matagorda acaecida en abril de 1810. La batalla, entre tropas inglesas y francesas en la guerra de la independencia, resultó en la destrucción del fuerte. Por último, cabe mencionar el recinto llamado de la Trasatlántica compuesta por una serie de edificios que datan de 1885, entre los que se encuentra el antiguo botiquín, la escuela de aprendices, y, sobre todo, la capilla de Matagorda. La capilla construida en honor al fundador del Astillero Antonio Lopez tras su muerte, es una joya de arquitectura bizantina y neorrománica única en la zona. Fue diseñada por el arquitecto Adolfo Garcia Cabezas que trabajaba para la pro- pia compañía, y es uno de los pocos ejemplos de arquitectura historicista de la época, con planta de cruz griega e influencias claras del gusto indiano. Su cú- pula, elemento más destacado, debido a su altura de más de 4 metros y medio está fabricada en madera y su situación dentro de una zona estratégica como una factoría fue impuesta por el Ramo de Fortificaciones. Además de estas edificaciones se encuentra el monumento levantado en ho- nor a Antonio Lopez, una tapia de ladrillo sobre un zócalo de sillería cretácea, pilares de piedra labrada, jardines al estilo inglés, y la estatua del propio mar- qués de Comillas a tamaño real fundido en bronce. El monumento costeado por Joaquín del Piélago, está adornado por varias letras grabadas que marcan las ciudades que han sido importantes en la vida de Antonio Lopez: Santander, Bar- celona, Cádiz y La Habana. Todas las instalaciones están integradas dentro de las instalaciones visitables del Museo el Dique y, además, debido a lo único de nuestros espacios y a la belleza de los mismos se ofrecen para alquiler de eventos, congresos, etc. Esta iniciativa nace así con la intención de acercar los espacios y ponerlos a disposi- ción de todos aquellos que quieran disponer de ellos y conocerlos. 10/12
V.1 n.2 Ilustración 8: Sala III del Museo el Dique, Fuente:[14] La exposición Permanente El propósito del Museo el Dique no es solo difundir la historia del Astillero de Matagorda, si no explicar cómo eran los procesos de construcción naval antigua. Para explicar estos, al igual que la historia de los astilleros de la Bahía se exponen varias piezas pertenecientes a nuestro fondo histórico de piezas. Para ello, se exponen herramientas y documentación de distintos gremios. Se intentan así rescatar y explicar gremios de la industria naval ya desaparecidos como los remachadores, calafates, herreros de ribera, carpinteros, fundidores y forjadores ya desaparecidos de los Astilleros actuales. Además, se habla también de procesos y técnicas actualmente vigentes pe- ro que han evolucionado tecnológicamente hasta como los conocemos hoy. Por tanto, se explica la evolución en materia de ingeniería, control dimensional, habi- litación, tubería, electricidad e incluso se explica cómo era la antigua técnica de botadura. Así como se ha dedicado una única sala en la que se explica la historia reciente del Astillero de Puerto Real, así como de Navantia. Otras piezas como las rescatadas en el fuerte de Matagorda, maquetas de buques construidos en el Astillero de Matagorda, así como la propia cámara de bombas completan la exposición. Cabe destacar el papel que tienen las fotogra- fías y los documentos originales procedentes de nuestro archivo histórico, que ayudan a entender cómo era la construcción naval antigua desde una fuente pri- maria y visual. En el archivo fotográfico del Museo el Dique se encuentran unas 7.500 placas de cristal, y 117.000 negativos únicamente pertenecientes a la serie Matagorda. De esta manera, se constituye unos de los mayores archivos fotográficos so- bre la construcción naval. Todo esto, hace de Matagorda un espacio excepcional en el que se conjuga la historia antigua de la empresa ubicado dentro de un astillero en funcionamiento que hacen del Museo el Dique un espacio único de patrimonio industrial. 11/12
V.1 n.2 Bibliografía [1] González, J. R., & Gutiérrez Molina, J. El origen de los astilleros en la bahía de cádiz, 1878-1914. En S. Houpt, & J. M. Ortiz-Villajos, Astilleros Españoles 1872-1998, La construcción naval en España (Págs. 31-62). Madrid: Lid.1998. [2] A.H.D. Astillero De Puerto Real. Cádiz [3] Andalucía, P. D. (26 De Noviembre De 2007). Ley 14/2007 de patrimonio histórico de Andalucía. Título Vii, Artículo 65. 2007 [4] Lizarraga, I. I. Valoración del paisaje industrial de Andalucía I. En J. D. An- dalucía, Paisaje industrial en Andalucía (Págs. 13-32). Junta De Andalucía.Consejería De Cultura. 2008 [5] Archivo Museo El Dique [6] Anaí Cura, & Maria Dolores, L. Patrimonio Industrial. Una aproximación a la gestión patrimonialista de las asociaciones. Buenas prácticas en protección del patrimonio cultural y natural: Buena praxis en patrimonio industrial iiº encuentro de asociaciones de protección del patrimonio local 2014, 111-124. 2014 [7] Lizarraga, I. I. Valoración del paisaje industrial de Andalucía I. En J. D. An- dalucía, Paisaje industrial en Andalucía (Págs. 13-32). Junta De Andalucía.Consejería de Cultura. 2008 [8] Archivo Museo El Dique [9] Molina Martínez, J. M. Museo El Dique, Guía Oficial. Cádiz: Navantia. 2017 [10] A.H.D. Astillero De Puerto Real. Cádiz [11] Archivo Museo El Dique [12] Archivo Museo El Dique [13] Archivo Museo El Dique [14] Archivo Museo El Dique 12/12
También puede leer