El cronista del diablo: Manuel Caballero, padre del reportaje moderno en Mexico

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El cronista del diablo:
                                             Manuel Caballero, padre del
                                            reportaje moderno en Mexico
                                                             Felipe Gahez Canbno

Resumen

E N EL PANTEON
             Espanol, a la vista de su sepultura, de cuya lapida el tiempo ha
borrado el nombre de Caballero, Felipe Galvez medito en como nos evapora-
mos y en ese momento nacio en el la idea de reunir el mayor numero posible de
indicios y testimonios acerca de la vida y los dias del padre del genero mayor del
periodismo contemporaneo: el reportaje. He aqui el fruto de sus indagaciones,

El paso de dos estridentes y veloces carruajes estremecio a la ciudad de Mexico
aquel nublado y humedo amanecer de1 19 de septiembre de 1887.
   Ambos vehiculos, tirados por nerviosos y briosos corceles -un coche ele-
gante co'n dos lacayos de librea en el pescante y un carro de sitio-, dejaron atras,
en segundos, la avenida formada por las calles de Mercaderes, Empedradillo y
Santo Domingo (hoy Monte de Piedad y Republica del Brasil) hasta su prolon-
gacion, ;y en forma repentina torcieron a su izquierda.
   Metros adelante, dando tumbos y entre ruidos sin cuenta, pararon frente al
Cuartel de La Libertad.
   Eran las seis de la manana con 40 minutos en punto. Nada perturbaba la
vida de 1.0s 300 mil capitalinos. Si acaso en esos momentos ocho o diez decenas
de peatones dearnbulaban por calles y callejones. El resto, bajo techo y sin
mayores sobresaltos, se imponia de la noticia mas alarmante del dia: El colera
cobraba ya numerosas victimas en Nueva York.
   Tres personas desceddieron del carruaje senorial y se internaron en el cuartel.
Al frente de ellas iba el general Agusun Pradiilo. E n pos del mismo, el licencia-
do Justino Fernandez y el medico Miguel Aveleira.

ANUARIO 1999   UAM-x   MEXICO 1999 pp. 143-160
Un hombre bajo del carro de sitio y clavo los ojos sobre quienes le prece-
dian. A punto de darles alcance estaba cuando las puertas de La libertad se
cerraron frente a su cara.
    Molesto, empuno la diestra y golpeo el porton, pero nadie le abrio. No
figuaba entre los convocados.
    Caballero apelo al ingenio con una mueca en el rostro. Hurgo entre sus
ropas, dio con la caja de tabaco del bolsiilo interno de su saco y iiamo a la
puerta de la casa contigua, cuyo piso mas alto rebasaba los torreones de La
Libertad.
    Quien acudio a su llamado le franqueo el paso al ver que entre sus dedos
brillaba un objeto con el que Caballero se acredito como "policia que investiga-
ba un hecho de sangre".
    Ya en lo alto, poso la vista sobre el patio de La Libertad al tiempo en que el
rubio sol amarilleaba muros, patios, arboles y edificios de la urbe chaparrona
que placida se tendia hacia los cuatro puntos cardinales.
    Bandadas de patos y gallaretas cruzaban sobre su cabeza, rumbo al este, en
direccion a los lagos de Texcoco, Chalco y Santa Marta Acatitia o levantaban
vuelo desde los encharcados predios de La Candelaria y San Lazaro, en direc-
cion a la verde floresta de la Alameda.
    Mas aiia, hacia el sureste, entre nubes nacaradas, el Popocatepetl y el
Iztacuhuati se erguian imponentes.
    El hombre volvio los ojos hacia su izquierda y hacia abajo y observo que a
sus pies se tendia, semejando un enorme ocho de cemento y ladrillos, la recia
estructura de la otrora fabrica de tabaco de la renombrada familia Noriega,
habilitada ahora como cuartel con el nombre de La Libertad.

Los presentes

Poco a poco, solos o en grupo, los convocados llegaron uno detras del otro. El
pninero en aparecer fue un hombre maduro, de tez blanca, barba y bigote
canos, salud achacosa y principios severisimos, quien dias antes, para poder
batirse en duelo, renunciara a la jefatura de Infanteria de la Secretaria de Gue-
rra. el general Antonio Gayon.
    No tardo en apersonarse su contrincante. Un abundante mostacho separa-
ba, como la oscura tiide de una eiie, la tosca nariz de sus gruesos labios, al
tiempo en que bajo las cortas alas de su sombrero, redonda y calva se adivinaba
su itesta.
Aquel hombre lucia sereno, seguro de si. Hablaba poco y sus ademanes eran
escasos. Su aplomo era el del 2 de octubre de 1871, cuando a sangre y fuego
sometio a los militares que intentaron derrocar al asediado gobierno de Benito
Juhez.
    Se notaba decidido a vencer o morir. Estimaba, empero, a su adversario, de
quien se (considerabaamigo de anos; pero un indefinible sentimiento del honor
le arrastraba esa manana al enfrentamiento.
    Gayon habia sido claro en su desano. Y el, famoso por su calidad de inven-
cible, debia responder en el campo del honor con determinacion y pulso fir-
mes. A su lado estaban sus testigos, senores general Francisco Naranjo y coronel
Enrique Omana.
    Tres personas mas, amigos y parientes, del retador, se sumaron al conjunto
de testigos. Los hermanos Manuel y Eugenio Escobar Escoffie y don Manuel
Gayon.
    Unicamente faltaba el general Francisco Olivares, juez de campo del enfren-
tamiento por realizar.
    Elegantemente ataviado, afable y sonriente, minutos mas tarde se presento,
saludo y se disculpo por la demora.
    Rodeado por sus familiares y amigos, el general Antonio Gayon lucia pre-
ocupado y nervioso. Hablaba poco y su demacrada faz era el reflejo mismo de
su palido estado de animo.
    Rocha, en el entretanto, recorria los andadores del primer patio en compa-
nia de uno de sus testigas. Lentos, largos y pesados eran sus pasos. Al igual que
su adversario, casi no hablaba. Se veia tenso. Sin embargo, no se inquieto si-
quiera al ser convocado para escoger armas.

Sorteo de pistolas

El dedo (dela caprichosa suerte senalo a dos de las cuatro pistolas colocadas bajo el
saco del senor Pradillo. Empunandolas con &meza, los contendientes tornaron
lugar en el campo del honor. El momento mas esperado y candente habia llegado.
   Aplastante y dramatico se torno el instante en que Gayon y Rocha, cara a
cara, tendieron armas y una voz estentorea reboto, acompasada, contra los
muros del cuartel:
   -!Uno!.. !DOS!..
         Igual numero de estallidos sonaron, uno detras del otro. El proyectil,
empero, escapo antes de tiempo de la pistola de Gayon.
La del arma de Rocha, en el entretanto, alcanzo su objetivo. Las piernas del
general queretano vadaron y su mano derecha solto la pistola.
    Interrogado acerca de si podia continuar el combate, Gayon exhalo con
entereza un apagado si.
    Pausa que Rocha aprovecho para hacerle notar:
    -Se te escapo la bala, Antonio; justo es que intentes otro disparo. Si lo haces
sabre recibirlo a pie firme.
    Atento y generoso el heridor; valiente y entero el herido, ambos dieron prueba
de aplomo personal y bravura para el combate.
    Lalesion de Gayon era, no obstante, de cuidado. Asi que sus testigos decidie-
ron poner fin a su querella. El queretano seguia vivo y eso si que era importante.
    Alguien acerco una silla al impedido y don Miguel Aveleira le prodigo las
primeras atenciones medicas. Acto seguido, Gayon, Pradillo y Fernandez Aveleira
sulbieron a un carruaje y partieron en derechura rumbo a la caiie de Santa Tere-
sa, hoy del Licenciado Verdad, y detuvieron su marcha frente a una finca proxi-
ma al inmueble donde, alla por 1539, viviera el primer impresor del nuevo
continente, el italiano Juan Paoli.'
    El lesionado traspuso sonriente y en brazos solidarios la puerta de la casa
numero siete. Estaba entre amigos y el calor era reconfortante.
    Igual de intensa o mas era la alegria de los duenos de una finca de campo
localizada sobre los ilanos que hoy cruza la avenida Tamaulipas.
    Ahi, acongojada y liorosa, desde temprana hora habia permanecido, elevan-
do preces ante una imagen de la Guadalupana, una nieta del insurgente Juan
Jo& de los Reyes Martinez, alias el Pipila, mujer con quien estaba casado el
bravo general Sostenes Rocha.
    Lo relatado resume el primer gran reportaje del periodismo mexicano moder-
no. Redactado el 19 de septiembre de 1887 y publicado un par de dias mas tarde,
el dia 21, en la pagina dos del cotidiano EINacional, de don Gustavo A. Esteva.
    Texto que sirvio de colofon a una larga y debatida serie de trabajos periodis-
ticos con los que el entrevistador Angel Pola, del Diano delHogar, intento des-
entranar el enigma de si Miguel Lopez habia sido o no traidor en 1867, al entregar
Queretaro, Ultimo reducto del liamado imperio de Maximiliano, a las fuerzas de
la Republica.
    Las investigaciones que los reporteros de diversos diarios capitalinos em-
prendieron a lo largo de ese ano, desembocaron en una declaracion categorica

'   Finca que, por aerto, con el nombre de Casa de ia Primera Imprenta de America, forma parte del pammonio
    de ia Universidad Autonoma Metropolitana.
que el general Antonio Gayon hizo a El Nacional, en el sentido de que el en
persona habia escuchado a Maximiliano calificar a Miguel Lopez de traidor.
    Testimonio que desagrado tambien a Eduardo Velazquez, redactor de El
Combate. Iracundo, Velazquez lanzo todo su arsenal verbal y de invectivas en
contra de Gayon. Hasta que uno de esos proyectiles, intitulado "Esos eran
otros Lopez", saco al milltar queretano de sus casillas.
    Velazcpez intentaba desmentir a Gayon, y este, molesto, protesto mediante
irritada epistola ante el director y propietario de El Combate: "Exijo una satis-
faccion. De no recibirla espero que sabra usted encarar las consecuencias de un
duelo", escribio Gayon al general Sostenes Rocha.
    La respuesta de Rocha fue termiriante. Envio a sus testigos en busca de
Gayon y asumio como propio lo escrito por Velazquez. Ya nada podria evitar el
duelo.
    Cuando la noticia gano las calles, la urbe se torno en cantar de grillos. El
incidente era la comidilla. Y una doble pregunta rondaba por la testa de los
directivos y redactores de todos y cada uno de los diarios y revistas de la capital:
         y a que hora seria el enfrentamiento?
    El panico por el colera neoyorquino paso a segundo plano. Nueva York
estaba finalmente lejos, asi que los reporteros dejaron sus redacciones y se
desparramaron por todos los rincones de la ciudad.
    La gente notaba su presencia. Les veia lo mismo en bares, restoranes, tea-
tros, plazas y cafes que por paseos y demas centros de reunion. Versiones y
rumores iban y venian. Fluian como mancha en pano. Pero nada habia de cier-
to y firme.
    El insomnio hizo presa de muchos, pero solamente uno intuyo que pasaria,
y eso luego de un largo cavilar: Manuel Caballero.

 quien era Manuel Caballero?

Era el 1 de enero de 1849 cuando Manuel Caballero vio la luz de Tequila,
Jalisco. Vino al mundo en el hogar de un violinista casado con una dama de
apellido Figueroa, quien habia tenido amorios con Joaquin Castaneda, abogado
conservador que solia firmar escritos que eran impresos en las paginas del pe-
riodico E l Pabellon Nakonai.
    hlanuel se apellidaba pues Castaneda y Figueroa. Y nino, muy nino aun
-contaba entonces con cinco anos de edad-, tuvo su primer desencuentro con
la vida. Un duro, definitivo enfrentamiento con su padre.
Era 1854 y Manuel, orgulloso y jugueton, decidio acercarse al que era su
padre con una plana de ejercicios escolares en la diestra. El papel aquel era una
hoja repleta de trazos caligraficos infantiles calzada con una firma: Manuel Cas-
taneda Figueroa.
    Mas le valia no haberlo hecho. Don Joaquin vio la plana, leyo la firma y monto
en colera. Fuera de si, gnto al pequeno: 'Te prohibo, de manera tajante, que uses
ese apellido. Recuerdalo bien: nunca mas lo hagas; pertenece a una estirpe ilustre".
    Manuelillo le miro y escucho en silencio. De su faz desaparecio la sonrisa y
abandono el recinto con una decision davada en la frente: nunca mas, en lo
sucesivo, visitaria al hombre aquel. El tenia mucho por vivir y hacer, y daria
lustre al apelativo que adoptaria a partir de esa fecha: Manuel Cabailero.
    Y salio al encuentro del mundo. Dejo atras las aulas de las primeras letras, se
torno apto en varios oficios y, sin dejar de frecuentar las aulas de su eleccion,
decidio aprovechar parte de sus vacaciones para conocer su terruno.
    El sur de Jalisco le aguardaba. Visito incontables poblachos polvorientos y
obidados; las costas de la entidad; la laguna de Chapala y sus alrededores.
    Cerca de Mascota, Jalisco, se ocupo en una h c a donde el verde y los aro-
mas eran signo de los dias. Para cuando el inquieto Manuel abandono la region
y emprendio el regreso a Guadalajara ya era un joven vigoroso, avido de culti-
var la inteligencia.
    Manuel Caballero ingreso entonces al Seminario Conciliar de Guadalajara y
de ahi paso a la escuela de leyes local, en cuyas aulas acredito la totalidad del
plan de estudios pero no se graduo.
    Una manana una desgracia torcio su camino y con el su destino. Mana Ro-
sas del Castflo Negrete, la joven de quien vivia enamorado, fallecio de repente.
Y Manuel troco los codigos abogadiles por la pluma del vate, volcando el dolor
de su alma en lineas plenas de sensibilidad. Diversas publicaciones de aqueiios
dias recogeron sus versos encendidos por el amor y la ausencia inexplicable.
    Lo que escribio en memona de Maria Rosas le abrio la ruta de la fama local
y, animado por sus logros, creyo que llegada era la hora de intentar cosas nue-
va.s. Sintio tener alas suficientemente fuertes como para permitirle dejar el nido
natal y emigrar al corazon mismo del pais.
    Al arribar al Distrito Federal y recorrer las veredas de la Alameda con un
atado entre las manos, una idea daba vueltas en su cabeza: en los dias por venir
intentaria convertirse en periodista.
          Dos factores le ayudaron a coronar ese proposito. Su enorme capaci-
dad de trabajo y sus relaciones de amistad con don Ignacio Cumplido, el cele-
bre editor y propietario del diario El Siglo xrx.
Manuel Caballero m el apogeo.

   Asi que en ese diario publico -8 de julio de 1876- su primera cronica. Ma-
nuel contaba entonces con 27 anos de edad y en esa su primera nota se ocupo
de una tertulia organizada en honor de don Carlos de Borbon, personaje que
por esos dias estaba de visita en Mexico.
   E n breve, sin embargo, se vio obligado a dejar la redaccion de Elsiglo XX.
Ignacio Cumplido le retiro su afecto y le sumio en el paro obligado. Situacion
que, por fortuna, duro poco. Manuel Caballero era apto para alcanzar la victoria.

Astarot

Prodigo en recursos, animado por un afan insaciable de alcanzar fama y nom-
bre en la capital del pais, Cabailero decidio no bajar la guardia y probar suerte
en otras redacciones.
    Visito varias y no tardo en encontrar acomodo en una. El dueno de E l
Monitor R~pubbcafio,don Vicente Garcia Torres, buen conocedor y mejor con-
ductor de hombres, le dio oportunidad de dar de si como cronista.
    El joven escritor jalisciense lucho a cabalidad y su nombre paso poco a poco
a los prirneros planos. Sus textos tenian un algo especial. Difenan del comun.
    Cabaiiero era, ademas, un cronista nato. Singular. Con sello y personalidad
propios. Non. Su estilo a nadie recordaba. El era e l y solo el. Y los lectores bus-
caban sus escritos. Caballero, decian, escribe historias diferentes. Ve y oye aque-
lio que otros no ven ni escuchan, pero que todo mundo quiere y desea conocer.
     De entonces datan sus celebres Clonicas delDiablo que Manuel fxmaba en la
paginas de E l Monitor Repubbcano con el pseudonimo de Astarot.
Una formula nueva: Noticias

No fue este el diario donde su nombre alcanzo mayor proyeccion. Entre 1878
y 1879 Manuel Caballero h n d o y dirigio otro que resulto demasiado audaz para
la epoca.
    E n las paginas de Ei Notin'oso, Caballero puso en ejercicio un periodismo
que rompia con las practicas y las normas respetadas hasta entonces. El nuevo
diario del periodista jalisciense tenia debilidad por los hechos.
    X segundo termino pasaban, en sus paginas, los versos del poeta de la hora
y los discursos del politico en campana o los interminables ensayos y comenta-
rios de los hombres de partido.
    E n la primera pagina de cada edicion de ElNotiko los lectores comenza-
ron a encontrar sucesos y novedades vividos por personas como ellos. Porme-
nores de los mas diversos hechos humanos.
     Lo mismo noticias originadas en torno al municipio que informaciones
provenientes de los teatros; episodios de interes registrados en comisarias y
htechos sucedidos en Palacio o en la barriada mas humilde.
     Caballero daba entrada a todo aquello que, en contraste, escaseaba en el
resto de los diarios. Publicaba noticias. Hablaba de robos, asaltos, incendios,
siiicidios, fraudes, conspiraciones y crimenes. De ahi el nombre de su diario.
    Fue pues ElNoticoso el primer periodico mexicano que hizo cambios notorios
en su concepcion y confeccion. Incontables innovaciones que Caballero le con-
firio como atributos que mas tarde florecerian en las publicaciones que darian
fama, poder y dinero a Rafael Reyes Spindola, el gran editor del Mexico porfirico.
    Distintos eran el tono y el esalo de ElNotinoso. Este era un cotidiano que
iba a l grano. De facil lectura y que se ocupaba de hechos.
    Caballero comprobo poco a poco que el periodismo que practicaba estaba
acorde con los tiempos que el pais vivia. Durante un viaje por los Estados
Unidos el destacado editor frecuento las paginas de los diarios de Pulitzer, el
cdebre creador de la primera plana, y pulso el quehacer de otros editores igual-
mente significativos. "Mi idea del periodismo es la correcta; coincide con la
mas agd y moderna de la nacion vecina", se dijo entonces. Y redoblo empenos
para continuar con sus innovaciones en el diarismo de cuno y factura nacionales.
Las letras y las armas

Diversas circunstancias impidieron que Cabdero alcanzara el exito con su dia-
rio. Entre otras la calidad de sus colegas. En consonancia con el resto de la
poblacion, esos redactores resultaban flojones, ebrios o aristocratizantes. Con-
tados eran los que se ubicaban en el justo medio o bien trabajaban dispersos en
las diferentes redacciones de esa hora.
    Por si esto no bastara, el conjunto socid resultaba aburrido, monotono. Un
enorme letargo se abatia sobre la gente. El entretenimiento mayor de los adul-
tos del Distrito Federal -cuya poblacion sumaba las 300 mil almas- era beber
pulque. La gente leia poco. El tiro promedio de los viejos diarios rebasaba
apenas los mil o 2 mil ejemplares, mientras que el consumo anual promedio per
c@a de nectar de maguey ascendia a dos barriles.
    Asi que el sopor social unicamente se rompia cuando un conyuge ofendido
sorprendia en malos pasos a su pareja o cuando dos o mas ciudadanos presos
del hastio decidian irse a duelo para que algo pasara y dar de que hablar.
    Escritores y periodistas forman legion en la nomina de los duelistas de esta
epoca. Segun consta en el libro E l d d o en Mexica, de don Angel Escudero, mas
de 30 de ellos tomaron parte en alguna refriega.
     Entre los de mas renombre: Ignacio Manuel hltamirano, Rafael Reyes
Spindola, Salvador Mdefert, Heriberto Barron, Adalberto A. Esteva, Jose Ferrel,
Adolfo Carrillo, Angel Pola, Aurelio C. Cande, Arturo Paz y Gonzalo A. Esteva.
    Candentes palabras al respecto dejo Ignacio Manuel Altarnirano en uno de
sus Diarios. El presidente de la Republica de las Letras Mexicanas, luego de una
larga serie de monotonas jornada exclamaba -8 de julio de 1870- por escrito:
"!Dias negros como la tinta, estos que han pasado! Si alguna vez la desespera-
cion ha invadido con su excitacion tentadora mi espiritu ha sido hoy en que mis
sentimientos, decepciones y pesares me combaten a porfia. Un duelo me saca-
ria de apuros, pero ?con quien batirme?"
    Un enkentamiento en particular, el primero de una larga serie que sacudio a
los capitalinos, alcanzo a Manuel Cabdero en abril de 1880.
    El 27 de ese mes, durante un encuentro a tiros absurdo y memorable en suelo
de la Hacienda de San Javier, Tlalnepantia, estado de Mexico, la pistola del dueiio
y director del diario La Pahad, Ireneo Paz, rompio el crineo de don Santiago
Sierra y acailo para siempre las invectivas que, desde las paginas de Ln Libertad
emitian varios de sus redactores, instigados por el poeta Agustin F. Cuenca.
     Versiones mas o menos especiosas corrieron de boca en boca en torno a
ese episodio. Una de ellas -la de don Justo Sierra- mezclaba a Caballero en el
caso. Insinuaba que el reportero habna sugerido al senor Paz la idea de que don
Santiago Sierra y no Agustin E Cuenca era el autor del suelto, motivo del duelo,
pilblicado por La Libertad.
     La razon de ese comportamiento: una agna y vieja disputa entre don San-
tiago y don Manuel Caballero, quien habia sido despedido de un diario a cargo
del primero.
     En el fondo de todo buiuan diferencias senas y enconadas, originadas tres
anos atras, entre el poeta Cuenca y un grupo de amigos en contra de Paz.
    Los primeros se habrian negado a cubrir el importe de la impresion del
boletin del Circulo Gustavo Adolfo Becquer, efectuada en el taller del segundo,
y este, montado en colera, habia hecho publicas, en paginas de El Federaliista,
varias denuncias de lo ocurrido.
    Cuenca, Juan de Dios Peza y otros miembros del grupo literario adeudaban
al senor Paz siete pesos, y se negaban a pagarlos con el argumento nada despre-
ciable de que la edicion Paz de su boleth "parecia catalogo de tipos", pues en
dicho taller las fuentes estaban empasteladas.
    Y el empresario jaliscience contraatacaba con argumentos de no menor peso:
"Mi taller ha entregado impreso al Circulo Gustavo Adolfo Becquer un boletin
cuyos autores, en persona, ordenaron editar. Yo cumpli mi parte, toca a la con-
traria hacer la suya."
    Pero aui no paro el iio. Cuenca y sus amigos alegaban que ante la mala
calidad de los impresos del taller de Paz se habian visto obligados a producir su
boletin de nueva cuenta en un talier serio y pulcro. Trabajo que ya estaba en
marcha. Y mencionaban al dueno del impresor sustituto: don Santiago Sierra.. .
           hubo detras de esta tragedia? Nunca se sabra, de seguro. Porque
una cauda de versiones y rumores, un rudo intercambio de insultos y un
adeudo de siete pesos no olvidado ni exento de pago parecerian ser motivos
insuficientes como para desatar un enfrentamiento a tiros entre hombres de
ideas y de letras.

Aportaciones

Imputaciones dolosas, halagos, triunfos y derrotas terminaron por mellar el
arimo de Manuel Caballero, a quien el periodismo mexicano de nuestros dias
debe aun mas de un reconocimiento.
   No esta de mas senalar que Manuel Caballero es el padre, en Mexico, del
reportaje. Antes de el nadie habia practicado ese genero periodistico en las
paginas de nuestra prensa. La cronica era el genero de mayor jerarquia entre los
ejercidos en nuestros periodicos.
    Caballero irrurnpio pues, en la prensa mexicana, con una voz muy propia. Y
se hizo escuchar y admirar por todos. Fue la primera gran encarnacion mexica-
na del reportero.
    Un reportero que, en opinion del diario La Patria, de Ireneo Paz, era perso-
nificado entonces "por muchachos audaces que ni siquiera conocen la ortogra-
fia, que se les confunde con camareros, mozos de oficio y que carecen de
conocimientos y relaciones sociales".
    Son memorables, por citar algunos, los reportajes de Caballero acerca del
jurado en torno a la persona de Magdalena Conesa de Bustillos; el relativo al
juicio a que fue sometido el licenciado Bolado; el del romantico suicidio del reo
ilgustin Grarnica, quien salio "de pies" del penal de Belem y, sobre todo, su tra-
bajo paciente y profesional, en las paginas de ElNacional, para dar forma a su
historia acerca del duelo entre los generales Rocha y Gayon, en septiembre de
hace 120 :anos.

Voces y rejas

Pero no solamente estos trabajos del celebre reporfer capitalino merecen men-
cion. Oportuno resulta hablar tambien de sus dias de carcel.
     Una ripida revision que no abarque mas de una semana sobre las columnas
de los papeles diarios que en 1887 se publicaban en la capid, puede bastar para
formarnos una idea puntual de los azares a que se veian sujetos editores y
redactores de aquellas publicaciones.
     Recojamos lo que dice E l E c o Universal del 23 de noviembre de ese ano:
     "Por orden del Ministerio Publico y sin que sepamos por denuncia de quien,
hoy a la 1:45 pm han sido presos nuestro director, el senor Manuel Caballero, y
el senor Rafael Aguilar Marroqui, redactor responsable. Esperamos saber que
significa esto".
     Y refiriendose a esa nota, haiiamos estos datos que aporta ElMonitor RepN-
ba'icano: "Sentimos el percance ocurrido al director y al redactor del aludido
periodico y deseamos que cuanto antes salgan bien de las dificultades psicolo-
gicas con las que hoy tropiezan.
     "El hecho de haber sido aprehendidos el director y el redactor de ELEco,
nos indica que se sigue el sistema de considerar al editor o director, coautor de
los delitos de imprenta".
Refiriendose a los mismos atentados contra la libertad de imprenta y otros
mas, el Diario del Hogar publicaba esta gacetilla con el titulo Chuza psicologica:
"Los senores don Manuel Caballero y don Angel Moreno y Casasola, director
y iresponsable, respectivamente, de ElEco Universalfueron antes de ayer reduci-
dos a prision por haber reproducido un suelto de un periodico de California en
el que se atacaba a un particular.
    "Ayer por la manana fueron trasladados de la prision municipal a las galeras
de: la Carcel Nacional, en donde se hallan todos los criminales. El senor don
Jose Arriola, redactor de El T i e q o , por algun suelto referente a don Adolfo
Carrillo fue preso al mediodia de ayer y puesto incomunicado en una bartolina
de. la Carcel Nacional.
    "Es excusado decir que deseamos la pronta libertad de los periodistas recien
aprehendidos y de los que en la Bastiiia de Mexico se encuentran desde hace
meses, sintiendo como siempre lo hemos dicho, que bajo la administracion del
senor general Diaz, se haga sistema la persecucion a la prensa".
    Un dia mas tarde otro periodico informaba a los capitalinos que el senor
Manuel Diaz de la Vega, director de ElNacional, quien desde hacia cuatro me-
ses estaba en prision, habia sido sentenciado a pasar otros cuatro en ella y a
pagar mil pesos de multa.
    E n cuanto al asunto de Adolfo Carrillo se indicaba que la version fue des-
mtentida de manera oficial. El general P o r f ~ o Diaz y su suegro, don Manuel
Romero Rubio habian hecho reiteradas gestiones para que se le procesara en la
ciudad de los Estados Unidos donde residia, por la publicacion de unas memo-
rias de don Sebastian Lerdo de Tejada en las que nada bien librados quedaban
el senalado yerno y el no menos celebre suegro.

Periodismo escarlata

Remiremos ahora el quehacer de don Manuel Caballero a su paso por la prensa
jalisciense. Jornada jalonada tambien por los triunfos y las efemerides dignas de
evocacion. Ese ano, Guadalajara, Jalisco, vio nacer dos periodicos de Caballero.
Un semanario, E l Mercurio Occidental, y un diario, La Estrella Occidental.
    El inquieto editor habia regresado al suelo natal con pendones en alto y en
atencion a una grata invitacion que le formulara un viejo amigo y paisano, el
general Ramon Corona.
    Don Ramon era el gobernador de Jalisco y queria que su estado contara con
un diario concebido y confeccionado por aquel que el consideraba "el editor
mas moderno del momento".
Caballero abrio brecha con su semanario. ELMerctln'o Ocn'dentaf conquisto de
inmediato el gusto de los tapatios.
    Don Victoriano Salado Alvarez, un testigo de calidad, dejo constancia de
sus virtudes. Segun afirma don Victonano, ElMercun'o Occidentalentregaba a sus
paisanos "las cosas mas graciosas, sensacionales, escalofriantes, tristes, alegres
y zumbonas" que se hayan dicho en la prensa de Guadalajara.
    Y cuando parecia que la fortuna y la tranquilidad llamaban a su puerta, luto
y pena le trajo uno de sus triunfos.
    Si, el gran exito del periodista liego con la muerte del amigo generoso. El 10
de noviembre de 1889 su periodico se vendio como nunca a raiz de su docu-
mentada edicion acerca de todo lo relacionado con el asesinato del general
Ramon Corona.
    Esa tarde varias decenas de papeleros se lanzaron por oleadas a las calles y
las plazas tapatias con una edicion memorable entre las manos, pues la gente se
disputaba los ejemplares del periodico de Manuel Caballero.
    La primera pagina de esa edicion era sensacional. Impresa siempre en blan-
co y negro, ese dia circulo con un detalle en rojo que la hizo mas atractiva.
    El texto principal era un ameno y bien documentado reportaje acerca del
atentado sufrido esa manana por el gobernador Ramon Corona a manos de un
anarquista desequilibrado de nombre Primitivo Ron.
    Y para impresionar mas a sus lectores, Cabailero ideo ese mediodia un mag-
nifico rec:urso de venta.
    Caballero recordo que en su bodega habia un bote de tinta roja y mando
traerlo. Luego, a la vista de aquel enjambre de papeleros que tenian cercada su
redaccion, llamo a uno de entre ellos y le contrato para que esa tarde, en vez de
vocear diarios, cada vez que la maquina arrojara un ejemplar de su edicion, el
chamaco aquel, impregnada la palma de su mano en roja tintura, la estampara
en el centro de la pagina de cada ejemplar que fuera expelido por las prensas.
    Caballero logro el efecto que buscaba. Los lectores tapatios, con una mezcla
de morbo y repugnancia, creian ver en aquella huella escarlata la imagen misma
de la mano homicida de Primitivo Ron, y reclamaron, una y otra vez, ejempla-
res y ma:; ejemplares de aquella edicion extra e historica.
    De esta manera, asi como el 14 de abril de 1865, en Washngton, EUA, nacio
el lead noticioso moderno cuando L. A. Gobright redacto para la Assodated
Press (AP) las primicias informativas acerca del atentado en el que John Wiikes
Booth sego la vida de Abraham Lincoln durante una funcion de la obra teatral
"Nuestro primo americano", el 10 de noviembre de 1889, el periodismo de
nota roja vio la luz en Mexico cuando en Guadalajara el editor Manuel Caballe-
ro lanzo a las c d e s miles y miles de ejemplares de su Mer~xrioOccidental, con una
eniotiva cronica impresa en rojo y negro donde con todo detalle se relataba el
ataque a punaladas con el que Primitivo Ron trunco la vida del Gobernador
Ramon Corona, cuando este, ya de regreso a la casa del gobierno de Jalisco,
dejara la sala del Teatro Degollado en donde habia pasado gratos momentos
pn~senciandola representacion de la obra "Los martires de Tacubaya".

Entreacto

Como periodista Manuel Caballero vivio siempre en el ojo de la incertidumbre.
Rara vez disfruto de bonanza y tranquilidad. Su mas fiel companera fue la po-
bneza.
   Pese a ello, cuando en alguna ocasion la abundancia desbordo su cartera,
Caballero fue largamente generoso con el amigo o el redactor que colaboro o
trabajo para sus paginas.
   Y que decir de sus afanes precursores de editor, cuando fiestas y banquetes
de aniversario de sus publicaciones le dieron pie para hacer patente su genero-
sidad, al correr con todos los gastos. E n una epoca en la que banquetes y cele-
braciones de cualquier tipo en las redacciones nacionales eran motivos de
descuentos y pagos eternamente pospuestos por falta de recursos.
   Bonhomia que don Manuel derrocho tambien a l impulsar clinicas y mutua-
lidades de tipografos y redactores que funcionaban merced a su auspicio franco
y decidido, lo que no impidio que en medio de estrecheces sin cuenta, anos mas
tarde, intentara animar dos empresas editoriales mas.

   E n una de ellas, acosado por una critica inclemente y fdosa, naufrago en
1907: la edicion de una segunda epoca de la Revista A& Una jauria de criticos
y adversarios le salio al paso y le vencio -no siempre con justicia- subrayando
su calidad de reportero @o.
   Pese a eilo, recupero terreno y retomo su espacio en la prensa. Se volco
entonces, de lleno, en la edicion de su periodico El Entreacto, papel que esta
considerado actualmente como una de las fuentes hemerograficas mas serias y
confiables en materia de teatro en Mexico.
Treinta y cinco anos de su vida dedico Caballero a dar forma y vida a este
semanario en el que recogio la mejor informacion teatral de la epoca en letras
de los mas senalados autores del pais.
   El quehacer de Caballero en ElEntreacto es equiparable unicamente con los
afanes que sobre la materia dejara a su vez, en EINaczotral, su colega de catedra
en el Coinservatorio Nacional, don Enrique Olavarna y Ferrari, autor de la
celebre Resena historica del teatro en Mexico, editada en 1880.

Cuadro final

Asaeteado por intensos dolores en las articulaciones, con una voz apagada,
Caballero visito un dia a su paisano Victoriano Salado hlvarez y le solicito
auxilio para que el diario Excelsorrecogiera alguno de sus poemas en sus paginas.
    Salado Alvarez le hizo ver lo dificil que resultaria dar cabida a sus versos en ese
diario, pero no le dio con la cara en la puerta. La dejo entreabierta: "Traigame lo
que usted hace mejor. Una serie de reportajes con sus memorias de lo que 110y
oyo a lo Iargo de su carrera. Su trato con presidentes y Literatos", le dijo.
    Como quien tiene pena de hablar, con una voz debil y entrecortada, Caba-
llero le riposto: "No quiero develar ya las cosas que he visto y que me han
ocurrido. Yo soy un pecador cansado de pecar.. . y de la vida pecadora. Tengo
pesada la mano. He olvidado mi oficio.. ."
    Practicamente en agonia, presa de la paralizante arterioesclerosis aguda, una
tarde de septiembre de 1925 Manuel Caballero se encontro en la calle con su
colega y vecino del barrio de Santa Maria, Fernando Ramirez de Aguilar (Jacobo
Dalevuelta), p le notifico su muerte.'
    Una muerte que aguardaba desde hacia quince interminables anos en los
que sus males se tornaron cada vez mas agudos. Pero asi como presentia su
sombra fria, aseguraba tambien: "tengo miedo al gusano." Y entonces reclama-
ba fuego para sus restos, en vez del abrazo eterno de la tierra.

'   A la hora de su muerte, ~ManuelCabauero tenia domicilio m Ix casa marrada con el numero 265 de la Calle de
    El Chopo, m la colonia Santa Maria de la capital de la Republica. Le sobrevivieronsu viuda, ,4urora Betancourc
    y cinco hijos cuyos nombres eran: Salvador, Enriqueta, Rosa W a , Luis y Teresa
    Los restos del gran periodista yacen e n caso de no haber sido espulsados de d a - en la fosa 14 doble del
    Cuartel E del Panteon Espanol, tumba en cuya lapida hoy unicamente se w con chridad un nombre, el de Ines
    Sosa de la Cuadra, persona cuyo cuerpo Fue llevado ahi el 1 de noviembre de 1983.
Llegada la cita inevitable -3 de enero de 1926- diez breves lineas bastaron a
Manuel Caballero para resumir su vida en su propia esquela. Fue entonces
cuando amigos, colegas y familiares leyeron la dtima de sus cronicas, pero
redactada esta vez en sentidos y profundos versos. Y es esta:

                                Fc/; mn$cado
                                en la cruz implacable de b vida,
                                sangre clavado en ella
                                laqamente.
                                Use Dios de su bondzd infinita,
                                hy que la muerte me desciavu,
                                para qtre esta bqa sido la
                                ultima h mir ~~~/n$mones.
                                Pidanlo as&como una gmaa,
                                los que esto lyeren.

Manuel Caballero m el ocaso.

Biblohemerografia

"Ayer murio en esta capital el decano de los periodistas. Don Manuel Caballero,
     un incansable escritor diarista, literato y poeta, fue un enorme luchador, y
     el verdadero creador del reportazgo sensacional informativo", en: E l De-
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E l Demimata, 1926.
Diario drl Hogar, 1887.
E l Eco IJniversal, 1887.
ElEntrtacto, 1925 y 1926.
E l Monitor Republicano, 1887.
ElNacional, septiembre de 1887.
E l Noticioso, 1878- 1879.
E l Universal, septiembre de 1925 - enero de 1926.
Excehior, varios anos.
Crnomamno,1989.
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