El Derecho a la Ciudad, lo que Macri no ha hecho
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El Derecho a la Ciudad, lo que Macri no ha hecho Análisis de 3 años de gestión en la Ciudad Mayo 2011 Síntesis Ejecutiva El presente documento desarrolla un análisis del informe de gestión presentado a través del Observatorio de Resultados de Gobierno de la CABA. Dicho informe remarca una visión de la Ciudad y del rol que debiera jugar el Estado contrapuesto a lo que plantea el Enfoque de Derechos y el Derecho a la Ciudad. Respecto a los resultados de la gestión no da cuenta de una administración eficiente de los recursos del Estado; incluso, si lo analizamos detenidamente, observamos una gestión que achica el Estado –en términos de su capacidad para actuar ante los conflictos sociales que surgen– y que desprecia “lo público”.
El presente documento elabora un análisis del informe de gestión presentado a través del Observatorio de Resultados de Gobierno de la CABA. Donde se remarca una visión de la Ciudad y del rol que debiera jugar el Estado contrapuesto a lo que plantea el Enfoque de Derechos y la Carta por el Derecho a la Ciudad. A su vez, no da cuenta de una administración eficiente de los recursos del Estado; incluso, si lo analizamos detenidamente, observamos una gestión que achica el Estado y que desprecia “lo público”. El actual Gobierno de la Ciudad –que en realidad se preocupa más de gestionar la Ciudad que de gobernarla– ha ido realizando, a lo largo de los más de tres años que lleva su mandato, una serie de iniciativas fragmentadas y desarticuladas entre sí que sólo sirvieron como “parches” a una situación social sumamente compleja. Esas medidas no tuvieron la capacidad de transformar y desarrollar a la Ciudad y a la sociedad de manera tal de favorecer la inclusión social y la equiparación de oportunidades para que todos puedan desarrollarse individual y colectivamente, en todos los ámbitos de la vida. En este sentido, es importante establecer un programa de gobierno que contrarreste esta tendencia negativa, que permita desarrollar las potencialidad económica, ambiental, política y cultural de la Ciudad de Buenos Aires, basándose en los principios de solidaridad, libertad, equidad, dignidad y justicia social y que se fundamente en el respeto a las diferentes culturas urbanas. El primer capítulo de la Memoria de Gestión se ocupa de dos temas muy sensibles que el Gobierno debiera tomar con suma responsabilidad, y actuar en consecuencia: la salud y el desarrollo social. Los programas que desarrolló el Gobierno sobre estas cuestiones no están articulados en torno al marco conceptual que establece el Enfoque de Derechos; por lo tanto, la acción del Estado no garantiza el derecho a la salud ni tampoco los derechos sociales, fundamentales si es que se pretende una sociedad inclusiva. Por el otro, del análisis de la estructura institucional de estos programas se desprende la poca vocación que tiene el Gobierno de la Ciudad por “lo público” ya que, además de contar con recursos presupuestarios, humanos y materiales insuficientes, hay una marcada tendencia –fundamentalmente en el área de desarrollo social– a la gestión asociada y a la tercerización de servicios que debiera garantizar el Estado. El segundo apartado del Informe de gestión incluye las acciones del Gobierno en las áreas de Educación y Cultura. En este caso, la Memoria publicada por el Observatorio de Resultados también se preocupa por destacar sobremanera una serie de programas que no priorizan el acceso universal a un servicio educativo de calidad, o que no garantizan los derechos culturales a todos los porteños. Simplemente, son acciones que pretenden mostrar a Buenos Aires como una “ciudad moderna donde los turistas europeos o norteamericanos se sientan cómodos”, es decir, una ciudad “for export”; todo ello mientras se ocultan los problemas estructurales que esta gran urbe tiene en términos socio-económicos, en relación a la Cultura y la Educación. El tercer eje de la gestión de Macri al frente del Ejecutivo porteño, según el informe de la política pública realizada en los tres años de mandato, tienen que ver con dos áreas importantes si se pretende una ciudad dinámica económicamente: el Trabajo y el Desarrollo Económico. Lo preocupante es que a pesar de que resulta fundamental contar, al mismo tiempo, con una política destinada a cuidar al trabajador y la calidad del trabajo y una tendiente a fomentar la instalación de diversas industrias y servicios que promuevan la creación de puestos de trabajo y que ayuden a ampliar el perfil productivo de la Ciudad, los únicos dos programas reseñados en el informe –este es el apartado más corto– tienen como único objetivo el de atraer inversores privados, a partir de facilidades impositivas, para que instalen sus empresas en la Ciudad. La seguridad pública, según la Carta Mundial por el Derecho a la Ciudad, también constituye un derecho fundamental que los habitantes deben reclamar para sí. El cuarto apartado se ocupa de las políticas producidas por el Gobierno porteño en ese sentido. Para la gestión de Macri el tema de la seguridad pública ha sido uno de 1
los baluartes durante su gobierno y, en virtud de aquello, desarrolló una de las políticas más audaces: la creación de una fuerza policial propia, la Policía Metropolitana, que debería articularse con la otra fuerza con presencia en la Ciudad de Buenos Aires, la Policía Federal. Sin embargo, su implementación resulta sumamente ineficaz y, en la práctica, no cumple con sus funciones, entre las que se destacan: Prevención general del Delito, Investigación de delitos de competencia de la Ciudad, Aplicación del Código Contravencional, constatación de infracciones previstas en el Código de Faltas, y auxilio a la justicia. El quinto apartado del informe trianual de la gestión macrista incluye las políticas ambientales de su Gobierno. Si pretendiera cumplir con el Enfoque de Derechos, el Gobierno debería impulsar tendientes a prevenir la contaminación, “incluyendo ahorro energético, gestión y reutilización de residuos, reciclaje, recuperación de vertientes, y ampliación y protección de los espacios verdes”. En cambio, los principales programas, en relación a esta temática, impulsados por el Gobierno no sólo no cumplen estos objetivos, sino que además no respetan la legislación vigente. Finalmente, el último apartado se refiere a sus políticas de tránsito y transporte. La movilidad urbana es un derecho que constituye por sí mismo una gran conquista social. Sin embargo, para un primer abordaje de este concepto es preciso entender que ‘movilidad’ y ‘transporte’ no significan lo mismo es una consecuencia de esa conquista. El Gobierno de la Ciudad, en un contexto de desigualdad social y de pérdida de derechos de los ciudadanos, si bien promulga una política de priorizar la peatonalidad y humanizar el espacio público, en la práctica profundiza el uso del transporte privado, o sea, el automóvil. 2
Introducción En este documento se analiza el informe de los tres años de gestión de Gobierno de Mauricio Macri en la Ciudad Autónoma de Buenas Aires. Dicho análisis se realiza bajo el marco conceptual del Enfoque de Derechos y la Carta del Derecho a la Ciudad. En una primera parte se contrasta la visión de política pública del macrismo y su aplicación en la gestión de la CABA. Posteriormente, se elabora en distintos apartados una observación de cada una de las secciones del informe de gestión, agrupadas en lo que este gobierno entiende por sus políticas de Estado. Los distintos apartados son: Más Salud y Desarrollo Social para todos Más Educación y Cultura para todos Más Trabajo y Desarrollo Económico para todos Más Seguridad y Control del espacio público Más Cuidado del Ambiente y Espacio Público Más Orden en tránsito y transporte Buenos Aires más fácil Para la elaboración del documento hemos contado con la participación de los distintos equipos del Instituto de Pensamiento y Políticas Públicas de Buenos Aires para Todos. En particular, Cristina González Bordón, Graciela Guarido, María Marta Notari por la Mesa de Cultura; Natalia Cillis, Mercedes Romera, y Mora Straschnoy para las Políticas Sociales y Educación; Norberto Spirtu Barros para Tránsito y Transporte, Sol Prieto para Seguridad y Control del Espacio Público, Bibiana Romano para los temas ambientales, Tomás Guevara para Vivienda y Lisandro Gastón Giles para Descentralización. La compilación, sistematización y encuadre metodológico estuvo a cargo de Pablo Leibson. Mientras que la coordinación general la realizó Silvana Cavallari. La política pública según el macrismo El 1 de marzo de este año Mauricio Macri, el Jefe de Gobierno de la Ciudad, se presentó ante el pleno de la Legislatura para iniciar un nuevo período de sesiones ordinarias. Generalmente, el titular del Ejecutivo aprovecha esa ocasión para hacer, ante el Legislativo –una de sus funciones es controlar al poder Ejecutivo– una rendición de cuentas sobre lo hecho en la gestión. Sin embargo, en esa oportunidad Macri decidió no incluir este informe en su discurso; es más, no dijo absolutamente nada importante. Ese mismo día, para suplir la falta de aquel informe en la alocución del Jefe de Gobierno, se les entregó a los diputados presentes una publicación del Observatorio de Resultados del Gobierno–no se distribuyó entre el resto de los porteños, que no pudieron acceder a él– en el cual se da cuenta de lo que se hizo en materia de políticas públicas, en cada una de las áreas de gobierno durante los primeros tres años de gestión: salud, desarrollo social, educación, cultura, trabajo y desarrollo económico, 3
seguridad y control del espacio público, cuidado del ambiente y del espacio público, transporte y en descentralización y participación ciudadana. En términos conceptuales, esta publicación, y por ende también la gestión a cargo de Mauricio Macri, remarca una visión de la Ciudad y del rol que debiera jugar el Estado contrapuesto a lo que plantea el Enfoque de Derechos y el Derecho a la Ciudad que consideran que, ante todo, la política pública y la acción positiva del Estado deben perseguir la satisfacción de los derechos humanos –tanto los civiles y políticos, como los económicos, sociales y culturales–. Al mismo tiempo, este marco conceptual subraya que es importante que los ciudadanos, empoderados y titulares de derechos, adquieran un rol activo y reclamen enfáticamente por ellos, tanto frente al Ejecutivo como ante la Justicia, para conseguirlos. Respecto a ello, el actual Gobierno de la Ciudad –que en realidad se preocupa más de gestionar la Ciudad que de gobernarla– ha ido realizando, a lo largo de los más de tres años que lleva su mandato, una serie de iniciativas fragmentadas y desarticuladas entre sí que sólo sirvieron como “parches” a una situación social sumamente compleja. Esas medidas no tuvieron la capacidad de transformar y desarrollar a la Ciudad y a la sociedad de manera tal de favorecer la inclusión social y la equiparación de oportunidades para que todos puedan desarrollarse individual y colectivamente, en todos los ámbitos de la vida. Esos “parches” –o políticas públicas focalizadas, vinculadas al “Consenso de Washington”–, incluso, favorecieron, por un lado, la proliferación de grandes áreas urbanas en condiciones de pobreza, precariedad y vulnerabilidad y violentaron, por el otro, la vida urbana provocando graves consecuencias como los desalojos masivos y la segregación social. Todo eso ha provocado el consecuente deterioro de la convivencia y del desarrollo social. En este sentido, es importante establecer un programa de gobierno que contrarreste esta tendencia negativa, que permita desarrollar las potencialidad económica, ambiental, política y cultural de la Ciudad de Buenos Aires, basándose en los principios de solidaridad, libertad, equidad, dignidad y justicia social y que se fundamente en el respeto a las diferentes culturas urbanas. Dos herramientas que nos serán muy útiles para poder pensar de que manera es posible que el Estado vuelva a tener un rol protagonista en la sociedad, siendo el garante último de que los derechos humanos se cumplan de modo que se puedan generar condiciones de igualdad y de inclusión social son El Derecho a la Ciudad –que pretende “enfatizar una nueva manera de promoción, respeto, defensa y realización de los derechos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales”– y el Enfoque de Derechos –que ofrece un marco conceptual mediante el cual operativizar políticas públicas a través de las cuales se busque garantizar la satisfacción de los derechos humanos, considerando a la persona como titular de derechos y no como mero beneficiario–. De este modo, se aspira a que la Ciudad vuelva a ser un espacio democrático donde todos puedan participar activamente. Respecto a los resultados de la gestión, el informe que publica el Observatorio de la Ciudad no da cuenta de una administración eficiente de los recursos del Estado; incluso, si lo analizamos detenidamente, observamos una gestión que achica el Estado –en términos de su capacidad para actuar ante los conflictos sociales que surgen– y que desprecia “lo público”. En este sentido, ha aumentado la fragmentación institucional, la ineficiencia en los servicios prestados por la Ciudad y en la ejecución presupuestaria, no se ha convocado a elecciones comunales ni se ha implementado el presupuesto participativo, instrumento esencial para la definición de las prioridades presupuestarias y el control de ejecución. Del mismo modo, no se han desarrollado políticas de desarrollo urbano que pretendan 4
reducir el desequilibrio Norte-Sur ni políticas de vivienda que pretendan solucionar el problema habitacional que existe en la Ciudad –aunque sí se promovieron los desalojos compulsivos–. No existen tampoco políticas productivas que articulen el desarrollo económico y territorial ni tampoco una política que pretenda regularizar a la gran cantidad de trabajadores informales que hay actualmente en la Ciudad. Respecto a la política de transporte, no se cumple con la ampliación de la red de subterráneos optándose por complejas y poco estudiadas obras centradas en alteraciones de las manos y carriles de circulación existentes. En materia ambiental, la situación de la Cuenca del Riachuelo sigue siendo una asignatura pendiente del GCBA. Finalmente, no ha habido avances en los acuerdos interjurisdiccionales necesarios para garantizar la gobernabilidad metropolitana, como es el caso del transporte, la educación, la salud, la vivienda o el ambiente. Entonces, ya sea que se lo analice desde el Enfoque de Derechos o en relación a los resultados obtenidos, lo realizado por la gestión de Macri en estos tres años deja mucho que desear. Las políticas implementadas no tienden a garantizar a los porteños el goce efectivo de los derechos humanos y, por ende, no promueven condiciones y oportunidades equitativas a los habitantes de la Ciudad ni tampoco la utilización del espacio urbano en un sentido inclusivo y democrático. Al contrario, esas iniciativas favorecen a las situaciones de exclusión, de pobreza y de precariedad donde los habitantes, sobre todos los de las capas más vulnerables socioeconómicamente, dependen de la bondad del Estado y de otras organizaciones de la sociedad civil para subsistir. Estas políticas tampoco ayudan a construir una burocracia estatal más eficiente y moderna, capaz de asumir las responsabilidades que el Estado tiene para con la sociedad sino que, en cambio, promueven la desaparición del Estado y, por ende, de los nexos que pueden entablarse entre él y la sociedad disminuyendo exponencialmente su capacidad de acción frente a los conflictos que surgen en la misma. Esto favorece el acceso a lo público de empresas privadas y de otras organizaciones de la sociedad civil que, si bien intentan auxiliar al Estado en sus tareas cotidianas, evidentemente persiguen intereses muy distintos a los del mismo. Habiendo caracterizado de forma general a la política pública de la gestión macrista, ahora nos parece interesante analizar cómo se manifiestan estas particularidades en cada una de las áreas del Gobierno de la Ciudad, en particular. El primer apartado: “Más Salud y Desarrollo Social para todos” El primer capítulo de la Memoria de Gestión se ocupa de dos temas muy sensibles que el Gobierno debiera tomar con suma responsabilidad, y actuar en consecuencia: la salud y el desarrollo social. Los programas que desarrolló el Gobierno sobre estas cuestiones en los tres años que lleva de gestión no están articulados en torno al marco conceptual que establece el Enfoque de Derechos; por lo tanto, la acción del Estado no garantiza el derecho a la salud ni tampoco los derechos sociales, fundamentales si es que se pretende una sociedad inclusiva. Por el otro, del análisis de la estructura institucional de estos programas se desprende la poca vocación que tiene el Gobierno de la Ciudad por “lo público” ya que, además de contar con recursos presupuestarios, humanos y materiales insuficientes, hay una marcada tendencia –fundamentalmente en el área de desarrollo 5
social– a la gestión asociada y a la tercerización de servicios que debiera garantizar el Estado, a través de la gestión asociada entre el Estado y organizaciones de la sociedad civil. Las políticas de salud, que no garantizan los mismos derechos para todos. La política en materia de salud, que debiera buscar ante todo el acceso a un servicio de salud gratuito y de calidad tanto para los habitantes de la Ciudad como también para todas las personas que decidan atenderse en los establecimientos del sistema porteño de salud; deja mucho que desear. Por ejemplo, al Programa de Cobertura Porteña de Salud, que pretende “asegurar la atención sanitaria a los vecinos que no cuentan con obra social”, sólo pueden acceder las personas que residen en la Ciudad de Buenos Aires. De ese modo, se genera un doble estándar ya que, mientras los que viven en la Ciudad tienen la posibilidad de acceder a los beneficios de la Cobertura Porteña de Salud, los no residentes que se atienden en los hospitales y en los CeSAC porteños no lo pueden hacer. En el mismo sentido, sobre el SAME el informe sólo destaca que se inauguró un nuevo edificio con mejores servicios pero no explica por qué motivos sus ambulancias siguen sin ingresar a las villas de emergencia, a pesar de los fallos judiciales que así lo exigen. Aquello también produce un doble estándar, en este caso, entre aquellas personas que viven en las villas y las que no. La situación institucional y presupuestaria del área de salud también resulta preocupante. Llama la atención, primero, el grado de centralización de la administración de la política sanitaria en los niveles centrales del Ministerio de modo que se le quita autonomía –política y presupuestaria– a los CeSAC, a los hospitales y a los distintos programas que se desarrollan en dichos establecimientos. La Cobertura Porteña de Salud, por ejemplo, es uno de los programas afectados por esta centralización administrativa ya que no cuenta con un presupuesto propio, sino que los recursos afectados a este programa están incluidos dentro de la partida “Actividades Centrales”. De este modo, no se puede saber qué tipo de prestaciones realizará ni con qué cantidad de recursos humanos contará. Las Política Sociales, atravesadas por los inconvenientes que producen la gestión asociada y la tercerización de servicios que debieran ser garantizados por el Estado. Tampoco las políticas sociales, que son fragmentadas, focalizadas –por lo que no consideran a las personas como titulares de los derechos sociales, sino como beneficiarios– y de bajo impacto, garantizan condiciones mínimas para que los derechos se cumplan. Además, generan estigmatización social y exclusión, situaciones que reproducen las condiciones de vulnerabilidad social. Ciudadanía Porteña es el programa focalizado más importante que desarrolla el Ministerio de Desarrollo Social ya que para acceder a él –y luego para permanecer–, los beneficiarios que reciben los subsidios –que son prestaciones específicas para la emergencia, no integradas en políticas estructurales de largo plazo– deben cumplir estrictos requisitos y condicionamientos; además, la selección de los receptores se realiza en función de una escala de prioridades. De este modo, un importante segmento de familias en situación de pobreza no tiene la posibilidad de acceder a estos beneficios. El área de desarrollo social también sufre de una estructura institucional deficiente. En el programa de Ciudadanía Porteña esto resulta muy evidente: los recursos presupuestarios, humanos y materiales son escasos. Además, se observa una peligrosa tendencia a privatizar la política pública. En este sentido, el Gobierno delega, a través de la gestión asociada, en diferentes organizaciones de la sociedad civil (nos 6
preocupan particularmente aquellas vinculadas a empresas privadas, no tanto así las organizaciones sociales que realizan un trabajo comunitario desde hace muchos años en territorios específicos de la Ciudad) la responsabilidad, que tiene en primera medida el Estado, de implementar las políticas necesarias que permitan a los sectores más vulnerables –por ejemplo, los niños, niñas y adolescentes y los adultos mayores– acceder de manera segura y universal a sus derechos. Respecto a los problemas que trae aparejada la gestión asociada –un eufemismo para no explicitar que el Estado no asume sus responsabilidades en materia política social, dificultando la promoción y el desarrollo de los derechos económicos, sociales y culturales–, es importante analizar, sobre todo, dos programas que dependen del Ministerio de Desarrollo Social. En primer lugar, a través de los Centros de Primera Infancia se subsidia a organizaciones comunitarias para dar formato a instituciones que no necesariamente se encuadran según el diseño curricular del Ministerio de Educación y que no siempre cuentan con personal docente a cargo de los niños y niñas, que no tienen supervisión de dicho Ministerio. Todo ello, en detrimento de fortalecer el circuito de educación inicial de gestión estatal del Ministerio de Educación, que constituye la política pública obligada en esta materia. De ese modo, se profundizan los circuitos diferenciados de acceso a la educación para niños, niñas y adolescentes de la Ciudad de doble estándar, reforzando los mecanismos estigmatizantes. En segundo lugar, la institucionalización de niños, niñas y adolescentes como política destacada de intervención –que incumple los principios establecidos en la Ley Nacional 26.061 y en la Ley de la Ciudad 114, sobre el carácter excepcional de la institucionalización– se registran importantes irregularidades en materia de garantías y control de medidas de protección especial, que dieron lugar a diversas presentaciones y recursos de amparo por parte del Ministerio Público del Poder Judicial de la Ciudad. La falta de políticas públicas para solucionar el problema de la emergencia habitacional en la Ciudad. La emergencia habitacional es permanente en la ciudad y no cesa de agravarse: actualmente, afecta actualmente a alrededor del 15% de la población de la ciudad. Ante esta situación, las únicas respuestas de la gestión son los recurrentes subsidios habitacionales, que son completamente insuficientes y no solucionan la cuestión de fondo y, los desalojos compulsivos –las estimaciones hablan de alrededor de 15 mil familias desalojadas en lo que va de la gestión PRO–. Las familias desalojadas sólo pueden optar por: mantenerse en situación de calle; radicarse en algún asentamiento o villa, donde el mercado informal tiene costos también elevados y es de difícil acceso; alojarse en algún hotel-pensión o inquilinato -cuando los aceptan-; o buscar alguna alternativa fuera de la Ciudad, operándose en los hechos una expulsión de las familias de bajos recursos. Todo ello, a pesar de que la Dirección de Administración de Bienes de la Ciudad administra 1.546 inmuebles –inmuebles bajo autopistas, fincas, propiedad horizontal, unidad complementaria– que, con una adecuada política de asignación social, podría ayudar a paliar el déficit habitacional y resolver situaciones de emergencia. Es evidente entonces que el Gobierno de Macri no se ocupa de promover el derecho a la vivienda –incluido en el artículo XIV de la Carta Mundial por el Derecho a la Ciudad– que plantea, por un lado, que se “deben adoptar medidas para garantizar a todos(as) los(as) ciudadanos(as) que los gastos de vivienda sean soportables de acuerdo a sus ingresos, que las viviendas reúnan condiciones de habitabilidad, que estén ubicadas en un lugar adecuado y se adapten a las características culturales y étnicas de quienes las habitan” y, por el otro, que “todos(as) los(as) ciudadanos(as), en forma individual, en pareja o en grupo familiar sin hogar tienen derecho a 7
exigir de las autoridades la efectiva implementación del derecho a la vivienda adecuada de forma progresiva y mediante aplicación de todos los recursos disponibles”. La política habitacional del PRO, en términos institucionales, se puede caracterizar a través de tres elementos: la desarticulación, el desfinanciamiento y la descapitalización. Respecto a la desarticulación, si bien es pre-existente, la gestión PRO no hizo más que acentuarla al crear en 2008 la Unidad de Gestión de Intervención Social, encargada de la emergencia social en villas y asentamientos, y al transferir –el mismo año– a la Corporación Buenos Aires Sur S.E. la responsabilidad de urbanizar las villas de la Ciudad a través del programa Prosur Hábitat, con la curiosa excepción de Rodrigo Bueno y Villa 31 y 31 bis -que son los únicos barrios que se localizan en tierras de interés para el mercado inmobiliario y que se encuentran actualmente en un limbo en el organigrama del GCABA-. De esta manera, al menos cuatro organismos diferentes son los encargados de formular e implementar la política de tierra y vivienda de la ciudad –el IVC, la Dirección General de Atención Inmediata del Ministerio de Desarrollo Social, la UGIS y la CBAS, a los que se podría agregar la Unidad Ejecutora de la Ex AU3 del Ministerio de Desarrollo Urbano y la Dirección General de Administración de Bienes del Ministerio de Desarrollo Económico, que maneja la cartera de tierras e inmuebles no destinados específicamente a Vivienda-; todos organismos de jerarquía, recursos y autonomía muy dispar. La principal consecuencia de esta desarticulación es la ineficiencia en la implementación de las políticas públicas, así como la dificultad para canalizar demandas por parte de la población afectada, con organismos que se pasan la responsabilidad entre ellos sin ofrecer respuesta alguna. Esta desarticulación funcional es totalmente intencionada y está orientada a diluir aquellas políticas que no tienen prioridad en la agenda política del Gobierno. Sobre el desfinanciamiento, desde su llegada a la Jefatura de Gobierno, Macri planteó una progresiva reducción del gasto en vivienda de la Ciudad, que pasó de representar el 4,1% del gasto en 2007 a tan sólo 2,9% en 2010. Esta situación se agrava con la posterior reasignación de partidas y la subejecución catastrófica del magro presupuesto finalmente vigente. Como ejemplo, en 2009 al IVC le reasignaron más de $125 millones de su presupuesto sancionado hacia otros organismos, mientras que en el primer semestre de 2010 se ejecutó sólo el 6,4% del presupuesto vigente. En la actualidad la política de tierra y vivienda del macrismo se halla virtualmente paralizada, sólo se están ejecutando algunas obras con gran demora en las villas de la Ciudad a través de la CBAS, al paso que sí se ejecutan los abultados contratos tercerizados a empresas de servicios que atienden a las villas y asentamientos –camiones cisternas, atmosféricos, etc.-, evidenciando la relación estrecha entre no-urbanización y negocios privados. Además, las quejas de los vecinos por la calidad de estos servicios son recurrentes, así como las denuncias por irregularidades en las contrataciones. Por otra parte, también se realizan pequeñas obras, la limpieza y el mantenimiento en las villas a través de cooperativas de trabajo, que están denunciadas por los vecinos por manejos discrecionales y clientelares, que promueven las divisiones y conflictos en los barrios. Sobre la descapitalización, ante la falta de presupuesto asignado y la ejecución ineficiente del mismo, la principal estrategia del macrismo ha sido la enajenación del patrimonio público, a través de la venta de tierras e inmuebles para generar recursos presupuestarios adicionales, estrategia que responde más a los intereses del sector inmobiliario que a criterios de asignación social. Este patrimonio que se vende tan fácilmente es imposible de ser recuperado en el corto plazo, debido a la valorización inmobiliaria vigente en la ciudad, perdiendo así un activo estratégico para cualquier política de gestión urbana. Este fue el caso de los terrenos de Catalinas, ubicados en un área clave de la ciudad y que se vendieron para refaccionar escuelas, objetivo que todavía hoy está incumplido. De la misma manera, el Poder Ejecutivo envió 8
al menos otros dos proyectos de ley a la Legislatura desde 2009 para realizar tierras con el objetivo de financiar obras. Uno no fue aprobado –por la oposición legislativa, pero fundamentalmente por la movilización de organizaciones sociales- y fue archivado, mientras que el otro todavía no fue tratado por la Legislatura, e incluye por ejemplo la venta del terreno donde está instalada la antena de la Radio de la Ciudad. Asimismo, la recuperación del sector 5 de la traza de la Ex AU3 (Ley Nº 3.396 de 2009) condicionó la solución habitacional para las familias que lo habitan a la subasta de tierras e inmuebles pertenecientes a la traza, lo que implica una privatización parcial de una de las principales reservas de suelo público en la ciudad. Sintetizando, desde que asumió el macrismo la política de vivienda ha profundizado su desarticulación, generando desinformación y confusión entre la población afectada; ha menguado considerablemente sus recursos presupuestarios dentro del esquema de gastos del GCABA, al tiempo que ha ejecutado una muy baja proporción del mismo; finalmente, se ha promovido su descapitalización, rematando el patrimonio acumulado durante años y que es imposible recuperar en el corto plazo, dada la dinámica de valorización inmobiliaria vigente en la ciudad. Como consecuencia, se está profundizando la segregación socioterritorial histórica y promoviendo la expulsión de la población de bajos recursos hacia la periferia. Todo lo anterior es reflejado fielmente por el informe donde se reseñan las políticas del PRO durante los tres años de gestión ya que solamente se incluye el programa de Urbanización en villas (dentro del apartado sobre las políticas vinculadas a las áreas de Salud y Desarrollo Social). Este programa es desarrollado por el Ministerio de Ambiente y Espacio Público –fruto de la desarticulación anteriormente mencionada– y se encuentra desfinanciado, es decir, no cuenta con los recursos materiales necesarios para desarrollarlo: según el proyecto de presupuesto 2011 enviado por el Ejecutivo en 2010, los recursos totales para la urbanización de villas estaban por debajo de los valores nominales –es decir, sin ajustar por inflación- del presupuesto de 2008. Con respecto a los resultados concretos que mencionan en el Informe publicado por el Gobierno resulta necesario hacer algunas aclaraciones: primero, las viviendas entregadas fueron en su gran mayoría empezadas por gestiones anteriores. El PRO prácticamente no comenzó obra nueva; segundo, la urbanización de la V19 también es producto de la gestión anterior, la gestión actual terminó el CESAC; tercero, no se avanzó en obras de infraestructura para la provisión de servicios de agua, electricidad y cloacas. Las pocas obras realizadas (en V1-11-14 por ejemplo) son de poca envergadura, y están fuertemente cuestionadas por los vecinos por no cumplir con las especificaciones técnicas necesarias; cuarto, en la V31 se limitaron a pintar las fachadas, en vez de empezar la realización de obras de infraestructura, que el Ministro Santilli prometió hace años, incluso en audiencias públicas de la Ley Nº 3.343. No se destinó presupuesto en 2011 para la implementación de la ley Nº 3.343, que tiene previsto el dictamen final de la Mesa de Urbanización para el mes de marzo; quinto, la UGIS lleva gastado, desde su creación en 2008, más de $150 millones en el alquiler de camiones atmosféricos, vactor e hidrocinéticos, en mantenimiento eléctrico, etc. Esto implica una sangría permanente de recursos superior a la inversión necesitada para realizar las obras de infraestructura definitiva. Al menos se podrían haber comprado algunos camiones, para evitar estar pagando por un servicio que bien podría brindar el Estado. Segundo apartado: “Más Educación y Cultura para todos” El segundo apartado del Informe de gestión incluye las acciones del Gobierno en las áreas de Educación y Cultura. 9
En este caso, la Memoria publicada por el Observatorio de Resultados también se preocupa por destacar sobremanera una serie de programas que no priorizan el acceso universal a un servicio educativo de calidad, o que no garantizan los derechos culturales a todos los porteños. Simplemente, son acciones que pretenden mostrar a Buenos Aires como una “ciudad moderna donde los turistas europeos o norteamericanos se sientan cómodos”, es decir, una ciudad “for export”; todo ello mientras se ocultan los problemas estructurales que esta gran urbe tiene en términos socio-económicos, en relación a la Cultura y la Educación. Las políticas educativas, que promueven la brecha entre el Sur y el Norte. Sobre el trabajo que se viene realizando en el área de Educación, las deficiencias son enormes, por donde se lo mire. La educación pública en la Ciudad de Buenos Aires cuenta con numerosos problemas de carácter estructural, lo que le impide al Estado garantizar un servicio educativo gratuito, universal y de calidad. Entre ellos, podemos destacar, en primer lugar, la falta de vacantes en los establecimientos educativos de la 1 zona sur para los alumnos de nivel inicial, primario y medio. Aquello produce que las escuelas de los Distritos Escolares del sur (el 21, que abarca los barrios de Villa Lugano y Villa Riachuelo; el 19, Bajo Flores, Pompeya y Soldati; y el 13, Mataderos) tengan que derivar alumnos a otros establecimientos educativos de otros Distritos Escolares, lo que profundiza el desequilibrio entre el norte y el sur de la Ciudad. A la vez, existe una correlación entre: insuficiencia de establecimientos educativos y excedencia de matrícula, con consecuente derivación y alto grado de abandono de la escolaridad. Por ejemplo, en Villa Lugano se registra una de las mayores condiciones de hacinamiento y sobrepoblación en aulas; y en las comunas 1 y 4, mayores tasas de sobreedad en educación primaria. Simultáneamente las tres exhiben altas tasas de repitencia. En segundo lugar, hay una grave situación edilicia en muchos de los establecimientos educativos de gestión pública. Esto se ha manifestado públicamente el año pasado cuando la mayoría de los estudiantes porteños del nivel medio decidieron iniciar un plan de lucha en pos de conseguir mejores condiciones de infraestructura para poder estudiar. A pesar de que el Gobierno asumió la problemática, la falta de previsión para llevar adelante las obras de infraestructura es alarmante. Resulta extraño que en los últimos tres meses del 2010 se haya gastado en “Infraestructura” prácticamente lo mismo que durante los primeros nueve meses del año pasado. Además, las obras en los colegios fueron suspendidas durante el receso de verano y se debieron implementar paralelamente al desarrollo de las actividades escolares, ocasionando graves problemas al normal funcionamiento de las instituciones. Otros problemas que presentan las escuelas son, primero, que presentan condiciones deficientes de higiene y limpieza ya que hay una insuficiente dotación de personal auxiliar de portería y no se prevén nuevos ingresos de recursos humanos para desarrollar estas tareas; segundo, que muchas no están diseñadas de manera de permitir el desplazamiento de personas con movilidad reducida. En tercer lugar, en los últimos años se fueron experimentando sistemáticamente cortes en los subsidios para las Cooperativas escolares –utilizados para realizar reparaciones, arreglos y obras varias en las escuelas–; y, como contrapartida, empezó a utilizarse un sistema mediante el cual los reclamos de las escuelas se 1 Existe un fallo de la Justicia porteña por la falta de vacantes en el nivel inicial –la situación más grave se da en la zona sur de la Ciudad, donde en el período 2007-2008 más de 4.260 niños y niñas, el 71% del total, no obtuvieron vacantes– contra el Ministro de Educación, Mariano Narodowsky y la Ministra de Desarrollo Social, María Eugenia Vidal por incumplimiento de asegurar la educación de nivel inicial a niños y niñas de la Ciudad. Demanda presentada por la ACIJ, con cumplimiento de multa personal de 50 pesos a partir del 19 de febrero de 2009. En febrero de 2011, y luego de reiteradas apelaciones por parte del Gobierno, hubo un reconocimiento por parte de éste, respecto de los derechos constitucionales violados. Finalmente, el GCBA y ACIJ celebraron un acuerdo definitivo que estipula la clara obligación del Gobiernos de la Ciudad de adoptar medidas tendientes a llevar a cabo una política pública que ponga fin al problema de falta de vacantes de nivel inicial en la Ciudad. 10
centralizaron en un call center que recibe los pedidos y les adjudica un número de orden, que colapsa continuamente. Del mismo modo, se observan dificultades para la asignación y el cobro de las becas estudiantiles. Si bien el Decreto 976/08 estableció un incremento significativo en los montos, a partir de ese momento comenzaron a rechazarse la mitad de las solicitudes efectuadas por los estudiantes. Esta situación dio lugar a protestas y reclamos por parte de éstos que se extendieron a lo largo del año 2008 y derivaron en la ocupación de una docena de establecimientos educativos. En dicho contexto, la Legislatura sancionó en el mes de noviembre de dicho año, la Ley 2917 de Creación del Régimen de Becas Estudiantiles. También hay demoras en el pago y falta de actualización de los montos del premio Ciudad (creado por Ley 735, se otorga anualmente al mejor alumno de cada DE del séptimo grado). El premio consiste en la entrega de un diploma y de una beca anual hasta la finalización de la enseñanza media en establecimientos de gestión estatal. Por último, hay muchas quejas referidas a los comedores escolares por la baja calidad de las comidas elaboradas por el sistema de viandas. Otro servicio que se vincula al sistema educativo que resulta insuficiente 2 es el sistema de transporte gratuito , un mecanismo de traslado de alumnos derivados a establecimientos escolares de otros distritos por falta de vacantes en escuelas cercanas al domicilio del alumno. Entonces, en términos generales podríamos indicar que actualmente la gestión estatal es la que brinda mayoritariamente servicios educativos a los sectores sociales más vulnerables, con menor capacidad adquisitiva, residentes en la Ciudad. A pesar de ello, en los últimos años se ha evidenciado una situación crónica y agravada de marcada desigualdad en el acceso, rendimiento y permanencia de los alumnos que estudian en escuelas de zona sur respecto de los de zona norte de la Ciudad, observándose un profundo desequilibrio regional en cuanto a oferta y distribución de los recursos educativos. Paradójicamente, la participación del presupuesto asignado al Ministerio de Educación en el presupuesto general de la Ciudad ha ido disminuyendo desde el año 2008, observándose una persistente sub ejecución presupuestaria destinada a tareas de reparación, construcción y mantenimiento de escuelas (especialmente en aquellas ubicadas en las zonas más vulnerables de la Ciudad) y, por el contrario, se comprueba una tendencia al incremento relativo del gasto destinado a la educación privada. A pesar de todas estas dificultades en el área educativa que son de público conocimiento y que deberían ser prioritarias para el Estado, el Gobierno destaca en la Memoria de Gestión cuatro programas en relación a la política educativa que evidentemente no pretenden solucionarlos. Se destaca, en ese sentido, que el Gobierno está haciendo un importante esfuerzo para que las escuelas cuenten con conexión a Internet, para darle a cada alumno una computadora o para que puedan estudiar inglés. Habría que pensar para que sirve todo eso si la mayoría de los niños y niñas no pueden estudiar en condiciones de calidad. Las políticas culturales, con un perfil elitista y “for export”. 2 Fallo de la Justicia porteña con sentencia de multa diaria –de 50 pesos, 100 pesos, 150, en una progresión semanal- al Ministro Esteban Bullrich, por no proveer de transporte escolar a chicos de la Villa 31 y 31 bis, hasta que todos los chicos del barrio cuenten con transporte escolar y tengan garantizado su acceso a la educación). La demanda se inició en enero de 2009, ante una presentación de la Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia (ACIJ). En ese momento, el Ministerio de Educación estaba a cargo de Mariano Narodowski). La intervención del Poder Judicial generó que el Gobierno de un primer paso hacia el reconocimiento de los derechos constitucionales violados, y finalmente, transcurridos cuatro años del inicio del proceso, el GCBA y ACIJ celebraron un acuerdo definitivo que estipula la clara obligación del Gobiernos de la Ciudad de adoptar medidas tendientes a llevar a cabo una política pública que ponga fin al problema de falta de vacantes de nivel inicial en la Ciudad. 11
La Constitución de la Ciudad “garantiza la democracia cultural; asegura la libre expresión artística y prohíbe toda censura; facilita el acceso a los bienes culturales; fomenta el desarrollo de las industrias culturales del país; propicia el intercambio; ejerce la defensa activa del idioma nacional; crea y preserva espacios; propicia la superación de las barreras comunicacionales; impulsa la formación artística y artesanal; promueve la capacitación profesional de los agentes culturales; procura la calidad y jerarquía de las producciones artísticas e incentiva la actividad de los artistas nacionales; protege y difunde las manifestaciones de la cultura popular; contempla la participación de los creadores y trabajadores y sus entidades, en el diseño y la evaluación de las políticas; protege y difunde su identidad pluralista y multiétnica y sus tradiciones”. En el mismo sentido, la Ley 2176 de la Ciudad de Buenos Aires, en su artículo 4°, ratifica que “los habitantes de la Ciudad de Buenos Aires gozan del acceso universal, equitativo e inclusivo a la cultura. El derecho a la cultura integra los derechos humanos, que son universales, indisociables e interdependientes”. A pesar de todo ello, el Gobierno de la Ciudad no está implementando una política cultural que promueva el cumplimiento efectivo de los derechos culturales, entre los que se incluye: el acceso, en condiciones de equidad, a la cultura y al arte, la recuperación y la preservación de los espacios culturales en donde se desarrollan los derechos culturales y la participación en el diseño y la evaluación de las políticas en el marco de una democracia cultural, con especial consideración a los creadores y trabajadores de la cultura y sus entidades. Por el contrario, el macrismo, a cargo del Ejecutivo de la Ciudad, se ha encargado de desarrollar una política vinculada, sobre todo, a fomentar el turismo cultural, tanto nacional como internacional. De hecho – aunque resulte extraño–, el área de turismo, desde fines 2007 cuando asume Macri como Jefe de Gobierno, se encuentra dentro del Ministerio de Cultura. Los Festivales de Buenos Aires –el BAFICI, el Internacional de Teatro y el de Jazz– cumplen un rol fundamental en ese sentido; para su realización el área del Ministerio de Cultura encargada de organizarlos cuenta con más de 35 millones de pesos, uno de los presupuestos más importantes de todo el Ministerio. Conceptualmente, los Festivales están pensados como eventos mediante los cuales “acercar la cultura al público” y no se priorizan las acciones tendientes a dar participación directa a la población en general. Esta concepción elitista de la cultura se refuerza por la distribución geográfica de los eventos y por la difusión que se realiza en los circuitos de público especializado. Sobre el entramado institucional relacionado a este programa, durante el 2010 se intentó consolidar como un área permanente del Ministerio de Cultura a la Dirección encargada de organizar los Festivales. Esta iniciativa pretendía eternizar en el Gobierno al equipo de trabajo actual, impidiendo que los futuros gobiernos de la Ciudad tengan la capacidad de controlarlos, monitorearlos y, sobre todo, de organizarlos. Aquello adquiere mayor relevancia teniendo en cuenta el informe de la Auditoria que considera los Festivales presentan grandes debilidades legales y financieras en la forma de contratación, que fue en un 75% directa y sin el armado de los expedientes correspondientes que permitieran el seguimiento de los trámites administrativos. Otro de los programas que se reseñan en la Memoria de gestión es Buenos Aires Polo Circo, un programa que surge como parte de un convenio de intercambio con la Ecole Nationale des Arts du Cirque ROSNY SOUS BOIS, de Francia, y con la Universidad Tres de Febrero que el Gobierno macrista firmó en 2008, mediante el cual la Ciudad se comprometía a establecer un centro de artes circenses. El polo, con tres carpas, que se instaló en el predio de Parque Patricios frente al Hospital Garraham (Av. Garay y Combate de los Pozos) no contó con una infraestructura sólida durante los primeros dos años, sólo había dos baños químicos e instalaciones precarias para los equipos de trabajo y los artistas; tampoco se encontraban en buenas condiciones los accesos al predio ya que faltaban veredas e iluminación. La acción del Gobierno respecto a la difusión de las actividades pone en evidencia nuevamente la concepción elitista de la cultura que tiene el macrismo ya que, mientras no se han 12
hecho muchos esfuerzos por difundir las actividades –clínicas y talleres que se desarrollaron sólo durante los veranos de 2010 y 2011– entre los vecinos de los barrios aledaños más vulnerables; sí ha habido una fuerte campaña de publicidad, tanto en la vía pública como en la televisión, durante las dos ediciones del Festival Internacional de Circo. Respecto al Teatro Colón, lo que está haciendo la gestión macrista es sumamente preocupante, desde todo punto de vista. En primer lugar, si se considera al Teatro Colón un ícono de la cultura argentina, pues promueve y proyecta la identidad nacional a escala mundial –como indica el informe de gestión del Gobierno macrista–, entonces se debería incluir, en el modelo de gestión del teatro, a actores culturales del resto del país. Además, respecto al modelo de gestión, es decir, al modelo de Estado que debería administrar el teatro, se debería incluir en él a los trabajadores y al público ya que los conflictos que suceden allí son complejos y multidisciplinarios. En segundo lugar, sobre la puesta en valor del Teatro y las obras edilicias que estaban previstas, fueron realizadas con mucha dificultad. Incluso, a la reapertura del día 24 de mayo de 2010 no se llegó con la obra finalizada ya que varios sectores continuaban en proceso de restauración y refuncionalización. En tercer lugar, actualmente los conflictos con los trabajadores continúan. Si bien los reclamos son variados, uno de los más importantes tiene que ver con la falta de cumplimiento por parte de las autoridades políticas del teatro de la reglamentación de la ley de autarquía que prevé la participación de un representante de los trabajadores en el Directorio. Finalmente, y para seguir dando cuenta de la falta de voluntad del Gobierno macrista para universalizar el acceso a la cultura y para cumplir con la Ley 2176 y con la Constitución de la Ciudad, el informe publicado por el Observatorio de Resultados agrega algunos programas dentro del apartado sobre Cultura vinculados más a políticas que favorecen el turismo en la Ciudad y que no tienen nada que ver con el desarrollo de la cultura como el Bus Turístico, o Buenos Aires Playa. Tercer apartado: “Más Trabajo y Desarrollo Económico para todos” El tercer eje de la gestión de Macri al frente del Ejecutivo porteño, según el informe de la política pública realizada en los tres años de mandato, tienen que ver con dos áreas importantes si se pretende una ciudad dinámica económicamente: el Trabajo y el Desarrollo Económico. Lo preocupante es que a pesar de que resulta fundamental contar, al mismo tiempo, con una política destinada a cuidar al trabajador y la calidad del trabajo y una tendiente a fomentar la instalación de diversas industrias y servicios que promuevan la creación de puestos de trabajo y que ayuden a ampliar el perfil productivo de la Ciudad, los únicos dos programas reseñados en el informe –este es el apartado más corto– tienen como único objetivo el de atraer inversores privados, a partir de facilidades impositivas, para que instalen sus empresas en la Ciudad. La primera política destacada en este apartado tiene que ver con la creación del Distrito Tecnológico, mediante la cual se promueve la radicación de empresas de Tecnología de la Información y Comunicación (TIC´s) y software a través de incentivos fiscales hacia las empresas y los empleados. La segunda, con la inauguración del Centro de Atención al Inversor que asiste a empresas o particulares que estén interesados en invertir en la Ciudad. 13
Sin embargo, ambas iniciativas resultan imperfectas pues, además de no estar articuladas, desaprovechan la capacidad y la diversidad del tejido PyME instalado en la ciudad, sobre todo, en los barrios del sur. Del mismo modo, tampoco ha habido avances en el reordenamiento del tránsito pesado y de carga ni en la promoción de una reconversión selectiva de los usos industriales y de equipamientos a la producción en conformidad con las normas ambientales vigentes. Las políticas interesadas en mejorar los estándares del empleo informal en la Ciudad o para evitar el trabajo infantil brillan por su ausencia. De este modo, se puede afirmar que el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, durante la gestión de Mauricio Macri, no se ha preocupado –ni siquiera le ha interesado– promover el Derecho al Trabajo, considerado por la Carta Mundial por el Derecho a la Ciudad como uno de los derechos fundamentales para el Desarrollo Económico, Social, Cultural y Ambiental de la Ciudad (art. 15). Allí explícitamente se señala, en primer lugar, que “las ciudades (…) deben contribuir (…) a la consecución del pleno empleo en la ciudad. Asimismo, deben promover la actualización y la recalificación de los trabajadores, empleados o no, a través de la formación permanente”; en segundo lugar, que “las ciudades deben promover la creación de condiciones para combatir el trabajo infantil”; en tercer lugar, que “las ciudades (…) deben desarrollar mecanismos para asegurar la igualdad de todos ante el trabajo, impidiendo cualquier discriminación”; en cuarto lugar, que “las ciudades deben establecer programas de mejora de las viviendas urbanas utilizadas por las mujeres jefas de familia y grupos vulnerables como espacios de trabajo”; y, finalmente, que “las ciudades deben promover la integración progresiva del comercio informal que realizan las personas de bajos ingresos o desempleadas, evitando su eliminación y la represión hacia los comerciantes informales. También dispondrán espacios acondicionados para el comercio informal y políticas adecuadas para su incorporación en la economía urbana”. Cuarto apartado: “Más Seguridad y Control del espacio público” La seguridad pública, según la Carta Mundial por el Derecho a la Ciudad, también constituye un derecho fundamental que los habitantes deben reclamar para sí. El cuarto apartado se ocupa de las políticas producidas por el Gobierno porteño en ese sentido. El artículo 16 de aquel documento señala, primero, que “las ciudades deben crear condiciones para la seguridad pública, la convivencia pacífica, el desarrollo colectivo y el ejercicio de la solidaridad. Para ello deben garantizar el pleno usufructo de la ciudad, respetando la diversidad y preservando la memoria e identidad cultural de todos los(as) ciudadanos(as) sin discriminación alguna”; segundo, que “las fuerzas de seguridad tienen entre sus principales misiones el respeto y la protección de los derechos de los(as) ciudadanos(as). Las ciudades deben garantizar que las fuerzas de seguridad bajo su mando apliquen el uso de la fuerza estrictamente bajo las previsiones de la ley y bajo control democrático”; y tercero, que “las ciudades deben garantizar la participación de todos(as) los(as) ciudadanos(as) en el control y evaluación de las fuerzas de seguridad”. Para la gestión de Macri el tema de la seguridad pública ha sido uno de los baluartes durante su gobierno y, en virtud de aquello, desarrolló una de las políticas más audaces: la creación de una fuerza policial propia, la Policía Metropolitana, que debería articularse con la otra fuerza con presencia en la Ciudad de Buenos Aires, la Policía Federal. Sin embargo, su implementación resulta sumamente ineficaz y, en la práctica, no cumple con 14
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