MERCEDES ABAD El vecino de abajo - 17,50€- 272Páginas
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MERCEDES ABAD El vecino de abajo 17,50€- 272Páginas La autora Nació en Barcelona en 1961. Estudió Ciencias de la Información en la Universidad Autónoma de esta ciudad. Se estrenó como escritora con Ligeros libertinajes sabáticos (1986), un libro de cuentos que fue galardonado con el Premio La Sonrisa Vertical. Ha publicado los libros de relatos Felicidades conyugales, Soplando al viento y Amigos y fantasmas, ganador del premio NH Vargas Llosa en 2004. En el año 2000, publicó su primera novela, Sangre. Además de los libros de narrativa, es autora también del ensayo Sólo dime dónde lo hacemos, y de guiones de radio y obras teatrales como Pretèrit perfecte, Se non è vero y Bunyols de Quaresma. Ha realizado la versión teatral de Las amistades peligrosas, de Christopher Hampton, y ha colaborado en la dramaturgia del espectáculo XXX con la adaptación de La Filosofía en el tocador, del marqués de Sade, producida por La fura dels Baus. Es colaboradora habitual de diversos medios de comunicación.
La obra “Había cometido más de una tontería por amor, pero intuía oscuramente que lo que ahora sería capaz de hacer llevada por el odio carecía límites” ¿Quién no ha tenido obras en casa o las ha sufrido? Esta novela es para todos ellos Humor, ironía, surrealismo. Audacia. Riesgo. Delirante, divertida, chispa, irreverente, crítica. Originalidad, frescura. Todo esto es El vecino de abajo Autora ganadora del premio Sonrisa Vertical en 1986 y del premio NH Vargas Llosa en 2004 L a tranquila y controlada vida de una traductora se ve perturbada repentinamente por las obras que inicia su vecino de abajo. A traición y sin previo aviso, las obras empiezan un lunes a las ocho de la mañana. Los golpes de martillos y mazos, el ruido de los taladros y sierras, lo invaden todo. Ella, una mujer tranquila, amante del orden y la simetría, que tiene sus libros perfectamente colocados, se arma de paciencia y soporta las bárbaras embestidas que parece que van a derrumbar el precioso piso en el que se acaba
de instalar. Las vibraciones abren los cajones de su nuevo escritorio, pero ella es una mujer buena, en perfecta concordia con el mundo, que ni siquiera perdió los nervios cuando su hermana se lió con su ex marido; que su mayor maldad es no coger el teléfono cuando su madre la llama. Nada parece perturbarla. Ni siquiera el hecho de que la virulencia de los golpetazos impide que se concentre en la traducción urgente que tienen entre manos. Un complicado libro para la editorial que su “ex gran amiga” acaba de fundar, que ahora va viento en popa y donde ella no quiso trabajar. Pero la gota de su infinito vaso de paciencia se acaba el día en que las obras empiezan tres minutos antes de lo previsto. A las siete y cincuenta y siete de la mañana. Ha soportado despertarse sobresaltada, deambular por las calles, moverse entre el polvo y la suciedad, trabajar de noche e incluso hacer un penoso balance vital donde los amigos parecen brillar por su ausencia… pero ese lapso de tres minutos, que ha roto la perfecta simetría de su estoico sufrimiento, la enfurece. Decide bajar a casa del vecino de abajo a quien encuentra relajado y feliz, con aspecto de estar encantadísimo de conocerse a sí mismo y luciendo una insoportable y fatua sonrisa. El desconcierto se apodera de ella. Para relajarse, acepta la propuesta del joven veterinario de su gata de alojarse, durante unos días, en un pequeño y tranquilo pueblo. El lugar, San Blai d’Escons, es un pueblucho perdido que no tiene nada salvo a la madre del veterinario y su interminable cháchara. Allí las cosas no mejoran demasiado y sus desgracias no tienen fin. La segunda noche, después de volver a casa bebida y algo nerviosa, se queda dormida frente a su portátil que acaba roto en el suelo. Ha perdido las 130 páginas que lleva traducidas y esa mañana se entera de que el autor acaba de ser galardonado con el premio Nobel. A su regreso, le espera en casa una inesperada sorpresa y minutos después un ladrón le roba el poco dinero que lleva encima… El infierno en el que se ha convertido su vida tiene un solo causante, el vecino de abajo, Miquel Aubet, su enemigo, y ella va a defenderse. Durante su estancia en la cárcel de Wad Ras, donde acaba tras ser detenida por pintar en la fachada de su casa y golpear a un policía, el odio que siente hacia su vecino empieza a incubarse tranquila e intensamente. Dispone de todos los minutos y horas del día para odiarlo. Nadie en la faz de la Tierra piensa más en él que ella y si por amor había hecho algunas tonterías lo que puede llegar a hacer movida por el odio carece de límites. De Wad Ras, sale otra mujer, con un nuevo brillo en los ojos. De la anodina traductora, insípida e inocua y algo santurrona de antes, surge la “leyenda”: la mujer a quien todos quieren conocer, serena ante su ex marido, ingeniosa, invitada a fiestas, azote de los escritores pretenciosos, escritora en ciernes ella misma del futuro bestseller del año… una nueva mujer con un objetivo exclusivo: aplastar al vecino de abajo. Un proyecto ambicioso y absorbente, que requiere muchos preparativos y la ayuda de fieles cómplices que, como la extraña y agresiva Betty Correa o los modernos y extravagantes Jean-Claude y Marie Julie, se suman encantados. Con ellos, perpetra todas sus fechorías y jugarretas: enviar al vecino a París a por un premio inexistente, seducir a su novia, poner anuncios falsos de la venta de su casa en la prensa, denunciar las obras… El cerco en torno al vecino se va cerrando, ya no sonríe y se pasea por las calles demacrado y ausente, pero a medida que cae Miquel Aubet y llega el éxito de su misión, la furia empieza a decrecer y la desidia entra en la vida la traductora. Hasta que un mañana sale a la calle y tropieza con alguien, el vecino de abajo, sus miradas se cruzan, se sonríen…
ENTREVISTA Mercedes Abad: « Afortunadamente, la literatura es una forma de desquite excelente» PREGUNTA: Lunes. Ocho de la mañana. Un infernal ruido de obras, procedente de la casa del vecino de abajo, lo invade todo en su casa. Los martillazos y taladros van a durar muchos días… ¿Cómo reaccionaría Mercedes Abad? RESPUESTA: Fatal. Soy de furia fácil, lo que se dice una persona iracunda. Afortunadamente, la literatura es una forma de desquite excelente. En lugar de armarme de pistolas y de emprenderla a tiros, me desahogo por escrito, lo que cuenta con la inestimable ventaja de que no me veo obligada a probar la comida de la cárcel. P: En El vecino de la abajo, la protagonista lo tiene todo bajo control y se muestra encantada de ello, aunque nada parece irle demasiado bien. Sin embargo, un engorroso contratiempo: las insoportables obras y esa ufana cara del vecino, y todo se empieza a desmoronar. ¿Pueden cambiarnos muchos más los pequeños imprevistos que las grandes tragedias? R: Estoy convencida de ello. En medio de la adversidad y la tragedia nos crecemos y damos lo mejor de nosotros mismos, en parte porque nos asiste la ilusión de la grandeza humana y de nuestra eterna lucha contra las circunstancias, lo llamemos destino o no. En cambio, el más ridículo contratiempo nos deja a veces hechos papilla, quizá porque no hay una épica de la superación de las pequeñas pruebas triviales y cotidianas, cuando quizá sea ésa precisamente la mayor heroicidad, máxime cuando en la vida nos toca apechugar con un número infinitamente superior de pequeños naufragios y de contratiempos insignificantes que de grandes adversidades. P: La traductora empieza siendo un personaje en concordia con el mundo como ella misma dice, incapaz de hacer nada malo, salvo alguna microfelanía como no coger el teléfono a su madre. Sin embargo, acaba haciendo todo tipo de maldades. Ya no pequeñas miserias, de las que en alguna ocasión ha hablado, sino perversas maquinaciones. ¿Tenemos todos esa capacidad de desquiciarnos? R: Sí, creo que, como decía Tibor Fisher en su novela Filosofía a mano armada, todos estamos cosidos a nuestra salud mental por la punta de las pestañas. Y que, en cualquier momento, el precario equilibrio se rompe y podemos empezar a rodar pendiente abajo.
P: En su novela, la traductora no tiene nombre. Parece ser alguien anodino, casi invisible pero a quien el odio hacia el vecino acaba dándole una entidad e incluso la convierte en célebre, una leyenda. ¿Es la furia la que le da una entidad? R: Sin duda alguna. La lucha contra el vecino confiere a la vida de la protagonista de mi novela un objetivo claro. De pronto, su vida adquiere sentido. Ya no va a la deriva, ya no se deja arrastrar por las circunstancias, sino que un camino nítidamente trazado se abre ante ella: sabe lo que quiere. Antes era una mujer normal y corriente, más bien del montón, pero el enemigo y la lucha la convierten en una heroína capaz de no retroceder ante nada con tal de lograr sus propósitos. P: Hace todo tipo de locuras y tiene un comportamiento insólito. Pero se muestra encantada y como lo más normal del mundo. Y sobre todo cuenta con cómplices que se suman entusiasmados a sus estrategias. ¿Son personajes que se aburren tanto con sus vidas que necesitan hacer lo que sea? R: Infringir las normas y coquetear con el peligro conlleva casi siempre un sentimiento de embriaguez, libertad y poder. Y el mal tiene siempre un atractivo diabólico. ¿Acaso no encuentra siempre cómplices el demonio? También creo que se habla mucho de lo que seríamos capaces de hacer por amor, pero poco sobre lo lejos que puede llevarnos el combate contra el aburrimiento. Los clubes de intercambio de parejas están llenos de gente que busca desesperadamente un estímulo para huir de la rutina. Y el auge del sadomasoquismo también es significativo acerca de nuestra necesidad de buscar nuestros límites y tratar de ampliarlos. P: Viejos amigos que no hemos olvidado, relaciones artificiosas, amigos que no lo son tanto… Las relaciones de amistad suelen aparecer en algunos de sus libros muchas veces como lazos difíciles de romper o de establecer. R: Sí, me obsesiona la facilidad con que se envenenan las amistades y el proceso fatal que hace que después de la simpatía profunda, el descubrimiento mutuo, la complicidad, el afecto sin tasa y la admiración pasemos a la envidia solapada, la rivalidad soterrada, la frialdad y el resentimiento. He visto morir amistades que parecían garantizadas de por vida y la verdad es que me impresiona mucho lo volubles que somos. Nos encanta fabricar ídolos, subirlos a un pedestal, sólo para destruirlos sañudamente después. P: En la novela, la protagonista hace un balance de su vida y se da cuenta de que en realidad no tiene grandes amigos. ¿Hay también una reflexión sobre la soledad en esta novela? R: Sí, porque incluso cuando la protagonista es aceptada por el mundo, cuando por fin recibe admiración y reconocimiento, cuando se convierte en un icono social a quien todo el mundo invita a sus fiestas, descubre que todo eso le importa un rábano, es decir: está sola, más sola que nunca. Y así es como vivimos, solos, por más que cultivemos alegremente la ilusión de que estamos acompañados. P: Tampoco son demasiado buenas sus relaciones familiares. Tiene una hermana egoísta y agresiva y una madre influyente, pero que no se interesa demasiado por ella y que parece que, a medida que avanza la novela, tiene un papel menos importante en la vida de la protagonista. ¿Va desdibujándose su influencia al tiempo que la protagonista va rebelándose?
R: Claro. Llega un momento en que ya no necesita gustar ni tampoco obtener la aprobación de su madre. La pesadilla infernal en que se mete por culpa de las obras del vecino acaba liberándola, en una gran paradoja irónica. P: Hay mucho humor, ironía en El vecino de abajo, así como riesgo y diversión, un espíritu burlón… ¿Falta más humor y menos convencionalismo en los libros que se publican actualmente? R: Sí. No deja de ser curioso que en un país que inventó la novela picaresca, el humor sea tan poco apreciado y quienes triunfen sean los que más en serio se toman a sí mismos. Parece que sólo se respete a los escritores sermoneadores, que hablan de la manera más solemne y pomposa de las Grandes Verdades para edificar el alma de los pobres ignorantes de los lectores. Yo siempre preferiré la comedia. Como decía Kart Vonnegut, la única manera digna de contar algo horrible y absurdo es la comedia. P: Es una autora versátil que se siente cómoda en distintos géneros, pero siempre ha mostrado predilección por el relato. ¿Cómo nació El vecino de abajo? ¿Lo pensó desde el principio como una novela? R: Sí, siempre la concebí como una novela. Y salió a borbotones. Tuve incluso que contenerla durante cerca de un mes, tomando muchas notas, eso sí, porque la primera idea me sorprendió cuando estaba acabando la segunda versión de una novela fracasada (que ahora duerme en un cajón en espera de que algún día sea lo bastante madura para sacarla adelante). Pese a darme cuenta de que esa novela era un desastre, me empeciné en acabarla, contra viento y marea, y así durante un mes El vecino fue tomando forma en mi cabeza, de modo que, cuando me puse a escribirla, todo fue muy rápido y muy placentero. Si escribí Sangre, mi primera novela, con grandes dolores de parto, con El vecino no ha habido sino el placer de escribir. P: Después de esta novela, quizás sus vecinos la empiecen a mirar con una cara diferente… ¿tiene pensado hacer obras en casa? R: Sí, he celebrado la publicación con una semanita de obras… P: ¿Cómo enmarcaría esta novela en el conjunto de su obra? R: Confío en que represente un paso adelante en cuanto a oficio. Antes de esta novela, como ya he dicho, hubo otra fallida en la que trabajé cerca de dos años. Pero en literatura el error no existe: sin la novela fallida, no habría escrito El vecino, que es la superación de todos los errores en los que incurrí en la otra. A menudo sucede eso: un fracaso, si uno lo analiza con distancia, acaba propiciando un acierto.
La crítica HA ESCRITO… «Mercedes Abad con buen tino narrativo conduce a sus criaturas por un mundo a veces incontrolable, casi siempre caprichoso y ruin. Criaturas con sus historias a cuestas gracias a las cuales podemos pensar la existencia.» Babelia (J. Ernesto Ayala-Dip) «Frente a la rutina de tanta escritura de esta hora, Mercedes Abad sabe arriesgarse.» El mundo (Santos Sanz Villanueva) «Su rostro es el espejo de un alma ligeramente libertina, amante de poner en la picota normas y convenciones sociales. Una narradora insumisa.» El mundo (Emma Rodríguez) «Caracteriza a la escritora un discurso chisposo, desinhibido, irreverente, disparatado y crítico.» ABC (A. Rodríguez Fischer) «Abad da sobradas muestras de su dominio de la narratividad y de la creación de personajes, y así, en el terreno de la novela, confirma sus valores demostrados en el cuento, que la convierten en una segura y apetecible apuesta editorial, y un goce para sus lectores.”» La Razón (Joaquín Arnáiz) «Mercedes Abad relata con soltura, y con frecuencia se muestra capaz de aportar una buena dosis de gracejo a la recreación de motivos insólitos que mantienen casi siempre el interés.» ABC (Ricardo Senabre)
Madrid, 26 de abril de 2007 Estimado/a migo/a, La editorial Alfaguara tiene el placer de enviarte El vecino de abajo de Mercedes Abad, un absorbente y trepidante novela que retrata el infierno en el que se convierte la tranquila y controlada vida de una traductora por las obras que inicia repentinamente el vecino de abajo. Sin previo aviso, los golpes de martillos y mazos, el ruido de los taladros y sierras, de ocho de la mañana a ocho de la tarde, lo invaden todo. Ella, una mujer amante del orden y la simetría, que no ha perdido nunca los nervios, ni siquiera cuando su ex marido se lió con su hermana, siente ahora una furia desconocida. Y un hombre, Miquel Aubet, el vecino de abajo, es el causante de todos sus males y del infierno en el que se ha convertido su casa y su vida. Nadie en la faz de la Tierra va a pensar más en él que ella. Un brillo nuevo aparece en sus ojos y un único objetivo va a ocupar todos sus minutos: aniquilarlo y acabar con su sonrisa fatua de estar encantado de conocerse a sí mismo. Pero aplastar a alguien es una tarea ambiciosa y absorbente, que requiere su tiempo, múltiples y laboriosos preparativos y algunos cómplices… “Como decía Tibor Fisher en su novela Filosofía a mano armada, todos estamos cosidos a nuestra salud mental por la punta de las pestañas. Y que, en cualquier momento, el precario equilibrio se rompe y podemos empezar a rodar pendiente abajo», dice la autora. Con un derroche de ingenio e ironía, Mercedes Abad despliega, en esta segunda novela, sus dotes narrativas para seguir el progresivo desquiciamiento de un personaje en cuya existencia ha irrumpido lo imprevisto. Humor desinhibido y artillería fina para apuntar también sobre los artificios con los que se tejen algunas amistades. Una brillante reflexión sobre cómo el ruido puede perturbar nuestro equilibrio mental hasta límites insospechados. El departamento de prensa está a tu disposición para ampliarte esta información. Recibe un cordial saludo. Dpto. PRENSA
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