LOS DISCURSOS EN EL QUIJOTE: EL HALLAZGO DE UNA BÚSQUEDA NARRATIVA

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LOS DISCURSOS EN EL QUIJOTE:
                  EL HALLAZGO DE UNA BÚSQUEDA NARRATIVA

                                       José Ángel Ascunce Arrieta

          El desarrollo explicativo del presente trabajo continúa la línea e m p r e n d i d a en
          análisis anteriores* en torno a la estructura y sentido de la Primera Parte del
          Quijote. Desde este p u n t o de vista, se insiste en la demostración de la función
          estructural de todas las partes —pluralidad de anécdotas narrativas y digresio-
          nes— como elementos integrantes y propios del cuerpo orgánico de la novela,
          coherencia orgánica. Igualmente, se pretende verificar el proceso de composi-
          ción de la obra. Es decir, se quiere indagar, a través de lo que velada e implí-
          citamente nos va diciendo la obra cervantina, la voluntad de estilo y la con-
          ciencia de creación del autor para llegar a plantear finalmente el resultado
          práctico de este trabajo de indagación y análisis crítico.
               El estudio se limita a la Primera Parte del Quijote por ser precisamente
          ésta la m á s problemática y debatida debido a la presencia constante de digre-
          siones e interpolaciones. Las rupturas aparentes de la línea narrativa principal
          aconsejan este buceo crítico para hallar su justificación y su sentido profun-
          do. Máxime, c u a n d o el autor, en boca de don Quijote, defiende, p r i m e r o , los
          principios de la selección y de la coherencia orgánica.
                      También pudieran callarlos por equidad —dijo don Quijote—, pues las ac-
                 ciones que ni mudan ni alternan la verdad de la historia no hay para qué escri-
                 birlas, si han de redundar en menosprecio del señor de la historia [II, 3].
               En segundo lugar, en este m i s m o capítulo de crítica o de contrarréplica
          literaria —réplica a las críticas de sus contemporáneos—, don Quijote, porta-

               * El presente trabajo es síntesis y continuación de una serie de artículos escritos y publicados con
          anterioridad. Remito al lector interesado a los mismos con la confianza de que pueda encontrar en ellos
          todas las ideas y pruebas presentadas y desarrolladas en los mismos y sólo aludidas en el presente.
          Según orden cronológico, «Valor estructural de la figura del vizcaíno en el Quijote», Boletín Sancho el
          Sabio, Vitoria, 1979; «Superposición temática y estructura radial en la literatura del barroco. Novela
          frente a comedia. Cervantes frente a Calderón», Anejos de la revista Segismundo, 6, Madrid, 1981; «Valor
          estructural de las digresiones narrativas en la Primera Parte del Quijote», Anales cervantinos, Madrid,
          1981; «Precartesianismo de Cervantes en el Quijote», Ediciones Istmo, Madrid, 1986.

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voz de la autoría, m a n t i e n e la necesidad del ingenio y del entendimiento p a r a
          poder componer-escribir una b u e n a obra.

                     En efecto, lo que yo alcanzo, señor bachiller, es que para componer historias
                y libros, de cualquier suerte que sean, es menester un gran juicio y un maduro
                entendimiento [II, 3].

               Finalmente, de forma tan sutil c o m o tajante, don Quijote, como en ante-
          riores ocasiones, sostiene la necesidad del «comento» p a r a poder entender su
          historia.

                    Y así debe de ser de mi historia, que tendrá necesidad de comento para
                entenderla [II, 3].

                Si, como afirma la autoría, es necesario u n estudio previo de análisis
          para calar en el sentido profundo del mensaje, es porque el autor nos está
          hablando en voz de clave. En ningún m o m e n t o de esta historia se dice que no
          se p u e d a alcanzar el deleite y el regocijo a través de u n a simple lectura super-
          ficial: «la tal historia es del m á s gustoso y menos perjudicial entretenimiento
          que hasta agora se haya visto» (II, 3). Pero sí se afirma la voluntad de defor-
          mación expositiva para ocultar el sentido verdadero de la obra y, p o r tanto, la
          naturaleza indirecta de su expresión. Estos supuestos de dicción narrativa
          están exigiendo una postura activa en el lector. El autor propone u n doble
          deleite: deleite emocional o lectura superficial y deleite racional o lectura pro-
          funda.
                Si el autor se exige ingenio y entendimiento p a r a ser capaz de hacer u n
          uso a d e c u a d o y correcto de las anécdotas seleccionadas con el fin de escribir
          u n a obra que, respondiendo al principio de la coherencia orgánica, sea capaz
          de expresar el universo de sentido pretendido, el lector debe poner también
          todo su entendimiento e ingenio para poder sintonizar y abarcar los diferen-
          tes planos de significación propuestos por el autor. Estos supuestos de dicción
          y lectura son el p u n t o de partida de este estudio de análisis crítico.
                La creación literaria de Cervantes fue u n a tarea constante e ininterrumpi-
          da. Desde que se dedica al m u n d o de las letras, fin de su etapa de soldado
          tras el rescate de Argel, y a pesar del aparatoso fracaso que supone La Gala-
          tea, Cervantes escribe de m a n e r a p e r m a n e n t e pero intermitente, según se lo
          iban permitiendo el trabajo y sus ocupaciones. Este dato explica, primero, la
          producción ingente de obras d u r a n t e los últimos años de su vida (1613-1616)
          —Novelas ejemplares, Viaje del Parnaso, comedias y entremeses, Segunda Par-
          te del Quijote, Persiles—, cosa inimaginable si se tiene presente la edad de
          Cervantes pero comprensible si se diferencia la época de composición del
          tiempo de publicación. En 1613, Cervantes tenía que tener escritas la gran
          mayoría de sus obras, a u n q u e sólo hubiera publicado u n par de ellas, La
          Galatea y la Primera Parte de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha.
          Una segunda consecuencia de este sistema de escritura es el perfeccionismo
          narrativo de todas sus obras, sólo explicable suponiendo u n largo y a r d u o
          trabajo de aprendizaje y de p e r m a n e n t e depuración estilística. Estas dos razo-

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nes, la cantidad y la calidad de sus escritos, justifican y p r u e b a n el sistema de
           la creación literaria de Miguel de Cervantes.
                 Esta tarea constante e ininterrumpida de creación literaria explica en
           gran medida la génesis y elaboración del Quijote. La composición del Quijote
           no tuvo u n a redacción única sino plural en consonancia con las necesidades
           narrativas que iba experimentando Cervantes en el transcurso de su elabora-
           ción. De esta manera, Cervantes varió y trastocó el ideario de composición y,
           c o m o consecuencia, las técnicas narrativas en tres ocasiones c o m o resultado
           de la adaptación del material narrativo escrito a los nuevos idearios de narra-
           ción. Como resultado de estas variaciones de composición, Cervantes utiliza
           tres técnicas narrativas diferentes de acuerdo con tres m o m e n t o s distintos de
           narración y tres concepciones diversas en el novelar. El Quijote fue inicial-
           mente u n a novela ejemplar; en su continuación, u n a novela de núcleos seria-
           dos; finalmente, u n a novela de coherencia orgánica o novela m o d e r n a .
                El Quijote original respondía a las características formales de u n a novela
           ejemplar. Debía ser u n a m á s de las m u c h a s posibles escritas p o r el autor.
           Esta novela ejemplar se estructura bajo la forma clásica de u n a presentación,
           un desarrollo y u n a conclusión. La presentación ejemplifica las causas de la
           locura de un hidalgo b u e n o que p o r obra y gracia de su voluntad se transfor-
           m a en u n héroe caballero andante. Es la historia de la metamorfosis de Alon-
           so Quijano en don Quijote de la Mancha. El desarrollo testimonia las aluci-
           nantes aventuras de este hidalgo loco convertido en caballero a n d a n t e desde
           la salida de su casa hasta su vuelta. La conclusión, moraleja ejemplar, se
           concreta en el escrutinio y q u e m a de los libros, causa puntual, que no real, de
           la locura de ese hidalgo manchego. El principio sobre el que se sustenta la
           novela ejemplar es la ironía. Toda la novela ejemplar está vista y tratada des-
           de la óptica deformadora de la ironía: el personaje, el lugar, el medio, las
           circunstancias, el comportamiento, las anécdotas, la finalidad, etc. Don Quijo-
           te, en esta novela ejemplar o en el concepto originario de su autor, es u n
           personaje chabacano, carente de personalidad y falto de vida interior, simple
           fantoche cómico, que pretende vivir en el m u n d o real de la ficción una exis-
           tencia literaria sin ninguna consecuencia m á s allá de su propia alucinación o
           de la falta de adecuación perspectivista entre lo que pretende ser y lo que
           puede ser, razón de la dimensión cómica del personaje y fundamento del
           sentido irónico de la narración.
                A partir de esta novela ejemplar, el a u t o r percibe las grandes posibilida-
           des que ofrecía esta breve narración para u n a continuación, ideando u n a no-
           vela de proporciones superiores. Es caso idéntico al expresado por el propio
           autor en torno a otra novela ejemplar, Rinconete y Cortadillo, pero que n u n c a
           lo llevó a la práctica.
                 Para poder llevar a cabo el pretendido propósito de u n a continuación,
           previamente se necesitaba m a r c a r unos fines y u n o s medios, ya que la novela
           ejemplar había agotado sus posibilidades narrativas. Esta exigencia de prácti-
           ca narrativa le tuvo que exigir u n a laboriosa tarea de indagación y de búsque-
           da de u n nuevo tipo de composición.

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Para el nuevo desarrollo narrativo, ampliación de la inicial novela ejem-
          plar, Cervantes concibe cuerpos de narración superpuestos y organizados
          cada u n o de ellos en torno a u n tema central y con una extensión similar o
          semejante a la de u n a novela ejemplar. De la singularidad de la novela ejem-
          plar se pasaba a la superposición de novelas pseudo-ejemplares. En teoría se
          conseguía dar continuación a la primitiva novela con u n a s posibilidades casi
          infinitas de extensión.
                  Para la realización de estas novelas superpuestas o novelas de núcleos
          seriados, el autor r e t o m a ciertos datos o anécdotas de la novela primera, ex-
          presados en una absoluta indeterminación, de forma que sólo eran menciona-
          dos pero sin recibir el m á s m í n i m o desarrollo explicativo. La novela ejemplar
          pedía ciertas referencias pero no exigía su aclaración por no ser pertinente al
          ideario narrativo original.
                  El primer núcleo seriado abarcaría la incorporación de Sancho, el episo-
          dio de los molinos de viento, la aventura con los frailes de san Benito y el
          enfrentamiento con el vizcaíno. En este p r i m e r núcleo seriado el a u t o r con-
          creta el consejo del ventero sobre la necesidad del servicio escuderil y desarro-
          lla lo que los autores apócrifos sostienen sobre las p r i m e r a s aventuras de don
          Quijote: «Autores hay que dicen que la primera aventura que le avino fue la
          del Puerto Lapice; otros que la de los molinos de viento» (I, 2). El t e m a cen-
          tral organizador del núcleo sería el vizcaíno, punto final de esta agrupación
          seriada y p u n t o de partida de la siguiente.
                  El segundo núcleo seriado abarcaría la parte final de la aventura del viz-
          caíno, el sabroso p a r l a m e n t o entre don Quijote y S a n c h o sobre la ínsula, la
          aventura con los yangüeses y las anécdotas acaecidas en la venta. El t e m a
          aglutinador de este núcleo seriado sería el Bálsamo de Fierabrás, p u n t o de
          referencia en el diálogo entre el ventero y don Quijote en la novela ejemplar y
          elemento temático central de este núcleo. El núcleo se inicia con la mención
          expresa del bálsamo y acaba con su realización. Tanto el encuentro de los
          cartapacios en el Alcaná de Toledo y la presentación del autor arábigo Cide
          Fíamete Benengeli como el discurso de la Edad de Oro parecen ser añadidos
          posteriores.
                  El tercer núcleo seriado estaría formado por las aventuras de los r e b a ñ o s
          de ovejas, el cuerpo muerto, los batanes y el yelmo de M a m b r i n o . El eje de
          ordenación de este núcleo lo formaría precisamente el yelmo de M a m b r i n o ,
          cuya primera mención se da al principio del núcleo anterior (cap. 10), se
          r e t o m a al principio del capítulo 29, n a d a m á s t e r m i n a d a la aventura con los
          rebaños, y se concluye con su conquista, capítulo 2 1 .
                Parece correcto hablar de u n cuarto núcleo, cuyo eje se centraría en la
          figura de Ginés de Pasamonte. Sin embargo, en medio de la escritura de este
          cuarto núcleo, el autor debió c a m b i a r de ideario narrativo, teniendo que re-
          modelar y r e a d a p t a r todo lo ya escrito p a r a adecuarlo con la nueva idea de
          composición. En Sierra Morena e inicialmente en torno a la figura del picaro
          confluyen toda una serie de anécdotas y de digresiones que r o m p e n completa-
          m e n t e con la línea narrativa empleada en los núcleos seriados.

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De esta forma, hay que hablar de cuatro núcleos seriados, los tres prime-
          ros bien definidos y el cuarto inconcluso y confuso: núcleo del vizcaíno, nú-
          cleo del bálsamo de Fierabrás, núcleo del yelmo de M a m b r i n o y núcleo de
          Ginés de P a s a m o n t e .
               Esta composición, anterior a la definitiva, puede explicarse por razones
          intrínsecas y extrínsecas a la propia narración. La remodelación temática
          como exigencia de ajuste al nuevo ideario narrativo produce reiteraciones
          anecdóticas, repeticiones sintácticas y ciertos desajustes compositivos. En los
          contextos digresionales, en situaciones de iniciación y acabamiento, se repiten
          idénticas anécdotas temáticas con iguales tiempos y espacios. Se asegura la
          lógica del continuismo narrativo a pesar de la r u p t u r a que implica toda digre-
          sión añadida. Igualmente, en los contextos donde aparecen menciones nuevas
          o pequeñas interpolaciones se verifica la constante de las repeticiones sintácti-
          cas, hecho sorprendente si nos ajustamos a razones de continuismo temático.
          Por último, todos los desajustes de composición se verifican entre cuerpos
          digresionales, allí donde el autor tuvo que hacer un esfuerzo de adecuación
          narrativa. Todas estas razones explicarían la composición ulterior de las di-
          gresiones narrativas, prevaleciendo en la novela de los núcleos seriados u n a
          constante temática: la acción de don Quijote y Sancho.
                Desde estos supuestos de exposición, e n c o n t r a m o s que todos los episo-
          dios de los núcleos seriados se e n c u e n t r a n agrupados en torno a la acción
          física de nuestros dos héroes. Prevalece u n a clara unidad de acción y psicolo-
          gía. Ambos personajes viven de lleno, a u n q u e desde posturas diferentes, las
          m á x i m a s caballerescas. Don Quijote y a su socaire Sancho se mueven según
          modelos literarios de las novelas de caballería. Prevalecen tanto la acción físi-
          ca como la psicología literaria. A su vez, los procesos de distanciación o acer-
          camiento de Sancho con respecto a su señor sin simple consecuencia de la
          adecuación o inadecuación entre los dichos y los hechos de su a m o . El a m -
          biente pastoril que transpiran tanto el discurso de la E d a d de Oro c o m o la
          novela de Grisóstomo y Marcela choca con la unidad de acción y de psicolo-
          gía en torno a los modelos de la caballería a n d a n t e y con el protagonismo
          exclusivo que a s u m e la famosa pareja.
                Por otro lado, parece que la intención inicial de Cervantes al contraponer
          las figuras y las psicologías de don Quijote y de Sancho era confrontar en u n
          juego perspectivista y en u n a relación antitética la locura de don Quijote con
          la simpleza de Sancho. De ahí su presentación como «hombre de bien [...],
          pero de m u y poca sal en la mollera» (I, 7). Desde este p u n t o de vista, se
          m a n t e n d r í a el principio de ironía c o m o razón de composición y la vertiente
          cómica como finalidad de narración. La psicología primaria de don Quijote,
          la prevalencia de la acción física y la finalidad de su sentido cómico no se
          ajustan para n a d a con la seriedad, el carácter reflexivo y el protagonismo
          secundario que a s u m e n nuestros héroes en los apartados digresionales. Pare-
          ce ser, por tanto, que las digresiones son añadidos posteriores a la narración
          original.
              La pregunta de base es saber el porqué de la intercalación de las digresio-

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nes narrativas en el desarrollo novelístico anterior. En principio, cabe afirmar
          que por el sistema de escritura Cervantes tenía que tener escritas la gran
          mayoría, si no todas, de estas digresiones. Podía ser a priori un medio eficaz
          para dar entrada a tantos escritos sin utilización ni destino. De todas formas,
          lo lógico sería esperar que la utilización de las digresiones se diera en plan
          acumulativo a partir del m o m e n t o concreto de composición. Sin embargo,
          e n c o n t r a m o s que el autor opta por una intercalación de forma fragmentada
          dentro del discurso narrativo, teniendo que asumir la necesidad de adaptar la
          narración primitiva a las nuevas exigencias de composición.
                El trabajo añadido de adaptación con la r u p t u r a manifiesta de u n i d a d de
          acción y psicología de los personajes sólo son comprensibles desde la óptica
          de u n nuevo ideario novelístico.
                Cervantes tuvo que concebir u n nuevo ideario para su novela. E n esta
          nueva concepción, los principios de selección y combinación se o r d e n a n y
          estructuran bajo la ley de la subordinación a una idea central. Se r o m p e de
          m a n e r a definitiva con la composición capitular o episódica para dar el salto
          definitivo a la estructura de coherencia orgánica, donde las partes se supedi-
          tan al todo y el todo se comporta como receptáculo de sentido de todas las
          partes. Cervantes está creando la novela m o d e r n a c o m o u n i d a d totalitaria de
          coherencia orgánica.
               Si se c o m p a r a n los capítulos sexto y cuadragésimo séptimo de la Primera
          Parte, capítulos propiamente de crítica literaria, es sencillo verificar el cambio
          de ideario narrativo existente entre el Quijote como novela ejemplar, inicio
          de la b ú s q u e d a narrativa, y el Quijote c o m o novela m o d e r n a , el encuentro de
          esta búsqueda. En el episodio del escrutinio de los libros se i m p o n e n c o m o
          razones de composición los principios del realismo y la verosimilitud, el per-
          feccionismo narrativo, la b o n d a d de estilo, el decoro en los temas y el deleite
          como finalidad. El canónigo, p o r su parte, retoma todos estos principios para
          su lección de preceptiva literaria, añadiendo a los m i s m o s la razón de la cohe-
          rencia orgánica:

                     Hanse de casar las fábulas mentirosas con el entendimiento de los que
                las leyeren, escribiéndose de suerte, que facilitando los imposibles, allanando las
                grandezas, suspendiendo los ánimos, admiren, suspendan, alborocen y entreten-
                gan de modo, que anden a un mismo paso la admiración y la alegría juntas; y
                todas estas cosas no podrá hacer el que huyere de la verosimilitud y de la imita-
                ción, en quien consiste la perfección de lo que se escribe. No he visto ningún
                libro de caballerías que haga un cuerpo de fábula entero con todos sus miem-
                bros, de manera, que el medio corresponda al principio, y el fin al principio y al
                medio; sino que los componen con tantos miembros, que más parece que llevan
                intención a formar una quimera o un monstruo que a hacer una figura propor-
                cionada [I, 47].

              Cervantes, en boca del canónigo, hace u n a defensa decidida de la razón
          de la coherencia orgánica. La a r m o n í a y proporción del cuerpo novelístico
          dependen de la coherencia interna de las partes con relación al todo y del
          todo con relación a las partes. Este principio de composición determina el

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paso de la superposición a la subordinación, implicando la p r o p u e s t a teórica
          de la novela m o d e r n a .
                La novela m o d e r n a de coherencia orgánica i m p o n e u n a acción semántica
          sobre la p u r a acción física. Las anécdotas externas se subordinan a una diná-
          mica interna de sentido. Los personajes, don Quijote y S a n c h o o los secunda-
          rios de las digresiones, se transforman en simples referentes de u n significado
          profundo y universal. Los actantes y sus acciones ya no interesan por lo que
          dicen o hacen, sino por lo que significan. Todo se supedita a u n a acción de
          sentido profundo.
                Desde la dinámica de esta acción de sentido profundo hay que interpretar
          y entender el significado y la función de cada u n a de las interpolaciones na-
          rrativas, como igualmente la readaptación de todo el material novelístico. La
          acción primera, las digresiones y la readaptación consiguiente se explican des-
          de este paso de la novela de núcleos seriados a la novela m o d e r n a . Todo el
          material novelado se orienta a h o r a desde el sentido simbólico al formar parte
          integrante de u n a unidad de sentido connotado. En la novela de núcleos seria-
          dos era el referente de u n a anécdota el que aglutinaba las diferentes aventuras
          o episodios de los núcleos correspondientes; en la novela m o d e r n a el eje aglu-
          tinador de todas las anécdotas y episodios, ya sean acción directa o acción
          digresional, se agrupan en torno a u n a idea profunda de sentido. Se ha pasa-
          do de la expresión referente a la expresión alegórica, i m p o n i e n d o como decía
          el propio autor la necesidad de u n «comento» para hallar las analogías exis-
          tentes entre el plano de la referencia externa y el plano del sentido interno.
                La primera interpolación narrativa se verifica p r o p i a m e n t e en el capítulo
          noveno de la Primera Parte en torno al encuentro del cartapacio en el Alcaná
          de Toledo sobre la «Historia de don Quijote de la Mancha, escrita por Cide
          H a m e t e Benengeli, historiador arábigo» (I, 9). Con la presentación del autor y
          de la obra, se puede exponer ya la historia completa del héroe m a n c h e g o . Se
          llega al principio de la totalidad de coherencia orgánica. A la u n i d a d de com-
          posición se añade el carácter alegórico del sentido.
                Una vez señalados los supuestos de la novela cervantina, se impone el
          deber crítico de desvelar los ejes de sentido o incidencia de las partes-facecias
          simbólicas, de justificar la función y el sentido profundo de las anécdotas
          seleccionadas y de su posición concreta en el e n t r a m a d o narrativo. Si hasta
          este m o m e n t o nos h e m o s b a s a d o en la teoría novelística de Cervantes p a r a
          defender el sentido alegórico y la razón de totalidad de coherencia orgánica,
          ahora se i m p o n e la obligación de d e m o s t r a r estos m i s m o s principios desde la
          dinámica práctica de la propia novela.
                El elemento aglutinador en esta novela m o d e r n a la conforma el discurso
          narrativo. Siguiendo con la composición externa de los núcleos seriados, el
          autor t o m a las anécdotas o episodios necesarios p a r a d e m o s t r a r u n a idea o
          cuerpo de sentido propuesto en el discurso. Todas las aventuras funcionan
          como elementos ejemplificadores de la idea expresada en el discurso. Cada
          u n a de las anécdotas sirve, por tanto, c o m o ejemplificación de u n a parte del
          discurso, mientras la totalidad de anécdotas ejemplificará el significado com-

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pleto del discurso. De esta manera, los discursos funcionan como los ejes de
          incidencia de la totalidad narrativa.
                  En la Primera Parte del Quijote se pueden m e n c i o n a r dos grandes discur-
          sos, el discurso de la E d a d de Oro y el discurso de las a r m a s y las letras.
          J u n t o a estos dos discursos, se puede p r o p o n e r otro, que, a u n q u e en realidad
          es u n diálogo, en la práctica por la extensión de las intervenciones y por la
          tesitura de sus afirmaciones m u y bien se puede considerar c o m o otro discur-
          so real. Me refiero al capítulo 50, que trata «De las discretas altercaciones que
          don Quijote y el canónigo tuvieron, con otros sucesos». Estas «discretas alter-
          caciones» se inician con u n a intervención larguísima y vehemente de don
          Quijote, que podría ser valorada como otro discurso: la defensa de la ética
          caballeresca o discurso de la ética caballeresca.
                  Dando por válidos estos propuestos, hay que p r o p o n e r tres grandes dis-
          cursos en la primera parte del Quijote: discurso de la Edad de Oro, discurso
          de las a r m a s y las letras y discurso de la ética caballeresca.
                  El discurso de la E d a d de Oro tiene lugar en el capítulo 11, «De lo que
          sucedió a don Quijote con unos cabreros». Abarcaría todos los episodios
          que entran en su área de sentido, desde la novela pastoril de Grisóstomo y
          Marcela (cap. 11) hasta la novela morisca del cautivo y Zoraida (cap. 37). El
          discurso de las a r m a s y las letras (cap. 38) reagrupa significativamente los
          episodios que acontecen p r o p i a m e n t e desde el cap. 38 hasta el cap. 49. A su
          vez, el discurso de la ética caballeresca englobaría los dos últimos capítulos.
          Desde esta perspectiva, el discurso de la Edad de Oro funciona c o m o inicia-
          ción del relato; el discurso de las a r m a s y las letras como cuerpo central; el
          discurso de la ética caballeresca como cierre y conclusión de la alegoría na-
          rrada.
                  A través del discurso de la Edad de Oro se explícita la transformación del
          h o m b r e desde la edad dorada en u n p a s a d o arquetípico h a s t a la E d a d de
          Hierro en el presente histórico. La a r m o n í a entre el h o m b r e y la naturaleza
          en u n estado de pureza natural se b a s a b a en u n sistema de plena justicia
          distributiva, donde los h o m b r e s poseían lo necesario p a r a vivir con dignidad y
          suficiencia. El desorden de la E d a d de Hierro aparece c u a n d o las relaciones
          armónicas entre h o m b r e y naturaleza se r o m p e n para e n t r a r a formar parte
          del c o m p o r t a m i e n t o h u m a n o el interés, el engaño, la posesión, etc. Esta evo-
          lución de la a r m o n í a al caos se concreta en torno a u n a serie de temas: amor,
          conocimiento, palabra, justicia y c o m p o r t a m i e n t o .
                  El autor propone este proceso evolutivo desde dos puntos de vista. El
          primero es planteado desde la perspectiva del c o m p o r t a m i e n t o h u m a n o . El
          h o m b r e vive en un desorden absoluto porque ha q u e b r a n t a d o la ley natural
          para i m p o n e r las leyes del interés y del capricho. De esta m a n e r a , la a r m o n í a
          inicial entre h o m b r e y naturaleza se transforma en un caos total a causa de
          su ilógico c o m p o r t a m i e n t o . Como pruebas de estas ideas, tenemos las aventu-
          ras (digresión) de Grisóstomo y Marcela junto a los episodios (acción) de los
          yangüeses y los acaecidos en la venta. El amor, el sentimiento h u m a n o m á s
          primario y natural, experimenta u n a transformación radical. Desde u n a con-

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cepción instintiva y natural (Marcela), p a s a n d o por los grados de la artificiosi-
         dad (Grisóstomo) y del interés (yangüeses), se desemboca en el a b s u r d o de la
         explotación (Maritornes). El h o m b r e es el agente de su destrucción porque ha
         modificado las relaciones naturales de interés y dominio.
               El segundo p u n t o de vista es planteado desde la manifestación de la pro-
         pia naturaleza. El h o m b r e se relaciona con la naturaleza a través de los senti-
         dos, siendo la captación sensorial prueba de verdad. Sin e m b a r g o , se com-
         prueba que los sentidos no son medios apropiados p a r a conocer la realidad
         esencial de las cosas, sino su simple realidad aparencial. La naturaleza se
         muestra no como es, sino a través de indicios que pueden velar la verdad,
         provocando el engaño y el equívoco. La naturaleza ha perdido la diafanidad
         original, mostrándose ambivalente, confusa y equívoca. Pruebas fehacientes
         de lo afirmado son las aventuras de los rebaños-polvo, del cuerpo m u e r t o -
         luces, de los batanes-ruido y del yelmo de M a m b r i n o - brillo.
               Un segundo p l a n t e a m i e n t o cuetiona las relaciones entre los propios
         h o m b r e s en torno a la palabra y a la justicia. El signo lingüístico es a priori
         medio de conocimiento y comunicación. Sin embargo, lo m i s m o que la natu-
         raleza, la palabra se presenta como equívoca y engañosa, debido a que ésta
         sólo sirve p a r a p r o p o n e r indicios aparenciales de u n a realidad esencial, o bien
         induce al error y al engaño por su propia naturaleza anfibiológica. Ejemplos
         fíeles de lo expresado son las condenas p o r «enamorado», «por músico y can-
         tor», etc. En torno a la justicia nos a d e n t r a m o s en u n tema m u c h o m á s com-
         plejo y vidrioso: la regulación del c o m p o r t a m i e n t o h u m a n o . Sin embargo, si
         el h o m b r e es el causante principal de la destrucción del orden original, ¿cómo
         puede hacer justicia a sus semejantes? Don Quijote, en el episodio de los
         galeotes, opone la justicia natural a la justicia h u m a n a .
               Cervantes, a través de las aventuras y dichos propuestos, d e m u e s t r a la
         destrucción definitiva de u n orden natural en tres planos interdependientes:
         relación hombre-naturaleza, relación naturaleza-hombre, relación h o m b r e -
         h o m b r e . La resultante final, un estado de pleno caos y desarmonía.
               En torno a las aventuras de Sierra Morena se verifica u n viraje de enfoque.
         De un planteamiento historicista se evoluciona a otro de carácter ontológico-
         existencial. Ahora trata de la realidad del hombre como sujeto y como concien-
         cia individual frente a las verdades y valores. Con las acciones de don Quijote y
         Sancho junto a las digresiones de Cardenio-Luscinda y Fernando-Dorotea se
         quiere proponer todo u n conjunto de interrogaciones que ponen en tela de jui-
         cio la realidad y univocidad de los principios absolutos. Se entra de lleno en un
         m u n d o de dualidades, donde se hace imposible delimitar con precisión los con-
         tornos de las ideas y conceptos: locura-cordura, verdad-mentira, justicia-injusti-
         cia, imaginación-realidad, sueño-vigilia, vida-literatura, ficción-historia, etc., in-
         troduciéndonos finalmente en el m u n d o de los tópicos barrocos: la vida como
         representación, la vida como sueño, la vida como laberinto. El hombre, como El
         curioso impertinente, termina cogido en el engranaje de la farsa, razón de su
         propia anulación, porque, en vez de comportarse según la ley natural, ha optado
         por el fingimiento, el interés, la voluptuosidad y la locura.

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A través de tópicos literarios se llega a plantear el a b s u r d o del m u n d o
           barroco. En este contexto de absurdos y sinrazones, se desarrolla el segundo
           de los grandes discursos: el discurso de las a r m a s y de las letras.
                 Las a r m a s y las letras fueron las dos grandes vocaciones de Cervantes y
           las únicas con viabilidad práctica para el h o m b r e de aquella época con ascen-
           dencia y pretensiones hidalgas. Cervantes se autorretrata en la ficción narrati-
           va, proponiendo de m a n e r a ideal lo que fue y cómo fue su final en la milicia
           de las a r m a s , historia del cautivo, y lo que pensaba o pretendía ser contando
           con el reconocimiento oficial p o r sus m u c h o s años de entrega abnegada y de
           c o m p o r t a m i e n t o heroico, historia del oidor. Cervantes m a n i p u l a sus obsesio-
           nes subjetivas y sus experiencias personales para convertir su existencia en
           material novelable. Por eso, nadie puede negar u n fuerte carácter autobiográ-
           fico tanto al discurso como a las digresiones narrativas. Analizados en torno
           al discurso de la Edad de Oro la función y significado de las digresiones
           narrativas, es fácil deducir el papel interno y el sentido que p u e d e n presentar
           las actuales en el cuerpo de este discurso. Como en el caso anterior, funcio-
           nan como ejemplificaciones del cuerpo de sentido ofrecido en el discurso.
           Desde este punto de vista, parece que los ideales-vocaciones reales de Cervan-
           tes q u e d a n explicados por la propia vida y por el m i s m o ensueño del autor.
           Ésta sería la relación interna que se crea entre el discurso y las historias
           ejemplares del cautivo y del oidor.
                 La dimensión autobiográfica tanto del discurso c o m o de las anécdotas
           incide n o sólo sobre la idea general del h o m b r e y del m u n d o , sino también
           sobre la particularidad de la propia autoría. A pesar de la modificación temá-
           tica con respecto a sus referentes concretos, parece indicar que tanto en su
           nivel de universalidad como en su nivel de particularidad es imposible vivir y
           hacer vivir los grandes ideales en u n m u n d o a b s u r d o d o m i n a d o por intereses
           y egoísmos. Implícitamente queda desvelada u n a inadaptación perspectivista,
           nacida de la imposibilidad de a u n a r el deseo con la realidad, los ideales con el
           determinismo social. E n su nivel literario, todos los personajes de la alegoría
           narrativa terminan saliendo del laberinto y alcanzado la a r m o n í a buscada u n a
           vez superada la tensión de opuestos. Solamente nuestro héroe sigue a t r a p a d o
           en las redes del laberinto sin ninguna posibilidad de solución o salida. Don
           Quijote, encerrado en el laberinto de la existencia y del determinismo social,
           sigue viviendo la farsa de la inadecuación. El seguir m a n t e n i e n d o el ideal en
           u n contexto utilitario y pragmático es tarea de auténticos locos, c o m o le suce-
           de en el plano de ficción a don Quijote y en el plano de la realidad vivencial a
           Cervantes.
                 La asunción por parte de don Quijote de los modelos de vida e ideal de
           Cervantes sirve p a r a identificar al personaje creado con el personaje creador,
           al ser ficticio con el ser histórico, a don Quijote con Cervantes. El total distan-
           ciamiento inicial entre creador y criatura termina en identificación y en plena
           fusión. Don Quijote encarna los valores de Cervantes y personifica sus propias
           obsesiones, sus demonios interiores.
                 Tras este proceso de identificación entre héroe y autor, se impone, u n a

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vez m á s , u n contexto de ensueño e irrealidad p a r a seguir m a n t e n i e n d o las
          constantes del m u n d o barroco: ficción, sueño, laberinto, etc. Don Quijote en
          este contexto general se encuentra inmerso en el laberinto de la ficción y del
          sueño en torno a su nuevo encantamiento. Una vez m á s , se organiza la farsa
          para concluir con las aventuras del héroe. Éste es el sentido final de su enjau-
          lamiento en el carro de bueyes.
                En este estado de confinamiento y encantamiento, tiene lugar el parla-
          m e n t o o discurso de la defensa de la ética caballeresca. Don Quijote defiende
          u n principio nuevo en las lecciones de crítica literaria m a n t e n i d a s hasta este
          m o m e n t o : la verosimilitud de conducta moral frente a la verosimilitud de ob-
          jetividad histórica o de experiencia vital. En la nueva lección de preceptiva
          literaria, don Quijote defiende la historicidad de los modelos ejemplares, por-
          que ellos mueven al h o m b r e a la acción y favorecen con sus conductas la
          superación moral. Desde esta perspectiva, no interesa la historicidad o ficción
          de los modelos ejemplares, lo que importa es su lección de moral. Todo aque-
          llo o todo aquél que propicia la mejora h u m a n a y conduce al h o m b r e hacia el
          bien es real por ser verdad. La andante caballería es igualmente real por ser
          verdadera, y su verdad se asienta en h a b e r sabido provocar u n a respuesta
          ética en u n hidalgo de gotera, m o n ó t o n o en un ser y aburrido en la vida. La
          ética de la caballería a n d a n t e h a sido el verdadero estímulo provocador de
          la transformación de Alonso Quijano en don Quijote de la Mancha. Si esto es
          verdad, también es verdad la a n d a n t e caballería. No se explicaría bien la
          existencia de u n a respuesta verdadera sin un estímulo también verdadero.

                     Y vuestra merced, créame, y como otra vez le he dicho, lea estos libros, y
                verá cómo le destierran la melancolía que tuviere y le mejoran la condición, si
                acaso la tiene mala. De mi sé decir que después que soy caballero andante soy
                valiente, comedido, liberal, biencriado, generoso, cortés, atrevido, blando, pa-
                ciente, sufridor de trabajos, de prisiones, de encantos; y aunque ha tan poco que
                me vi encerrado en una jaula como loco, pienso, por el valor de mi brazo, favo-
                reciéndome el cielo, y no me siendo contraria la fortuna, en pocos días verme
                rey de algún reino, adonde pueda mostrar el agradecimiento y liberalidad que mi
                pecho encierra: que mía fe, señor, que el pobre está inhabilitado de poder mos-
                trar la virtud de liberalidad con ninguno, aunque en sumo grado la posea; y el
                agradecimiento que sólo consiste en el deseo es cosa muerta, como es muerta la
                fe sin obras [I, 50].

                 La verdadera ética caballeresca exige, primero, u n c o m p r o m i s o interior
          de moralidad y, segundo, una acción responsable en consonancia con esa
          moralidad. Si la lección de moral es desvelada y personificada por los m o d e -
          los ejemplares, la acción tiene que ser consecuencia de u n acto de voluntad.
          Es la dinámica de estímulos y respuestas que i m p o n e u n auténtico y verdade-
          ro m o d e l o ejemplar. Frente a los c o m p o r t a m i e n t o s caprichosos e interesados,
          historia de Leandra y Vicente de la Roca, o bien exigentes y reivindicativos,
          historia de los disciplinantes, se halla la conducta ética, que es siempre acción
          y entrega. Ésta es la auténtica lección ejemplar de la ética de la caballería
          a n d a n t e y éste es el proceder genuino de don Quijote de la M a n c h a .

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Tanto en la vida como en la ficción, don Quijote-Cervantes se erigen en
          claros antihéroes, porque su estrella existencial es el fracaso p e r m a n e n t e . Sin
          embargo, en un plano doctrinal se transfiguran en auténticos héroes míticos,
          porque con sus respectivos c o m p o r t a m i e n t o s e ideales d e m u e s t r a n u n a con-
          ducta a imitar y u n camino a seguir: la defensa de los ideales y de los valores
          absolutos por encima de intereses y egoísmos y a pesar del contexto prosaico
          y degradado.
                 Si algo salva a nuestros personajes en medio de un ambiente de tanto
          desasimiento y de tanta negación es su p e r m a n e n c i a en el ideal y su defensa
          de los valores éticos. La clave de esta afirmación se encuentra en la historia
          personal de don Quijote. Su historia personal es la historia de u n a imitación.
          Sus ideales de conducta se ajustan a la normativa ética de unos modelos
          extrasubjetivos: la moral de los caballeros andantes tratada y asumida por
          nuestro héroe en los libros de caballería.
                 La lectura de los modelos literarios funciona c o m o estímulo creador de
          u n a reacción, cuya respuesta es la acción ética. De esta m a n e r a , don Quijote
          a s u m e la poesía-ficción como n o r m a de vida en vez de limitarse a la creación
          de la ficción-poesía: «y m u c h a s veces le vino deseo de t o m a r la p l u m a y dalle
          fin al pie de la letra como allí se promete; y sin duda alguna lo hiciera, y a u n
          saliera con ello, si otros mayores y continuos pensamientos no se lo estorba-
          ran [...] y fue que le pareció conveniente y necesario, así para el a u m e n t o de
          su honra como para el servicio de su república, hacerse caballero a n d a n t e , y
          irse por todo el m u n d o con sus a r m a s y caballo a b u s c a r las aventuras y a
          ejercitarse en todo aquello que él había leído que los caballeros a n d a n t e s ejer-
          citaban, deshaciendo todo género de agravio, y poniéndose en ocasiones y
          peligros donde, acabándolos, cobrase eterno n o m b r e y fama» (I, 1). El paso
          del estímulo a la acción explica la transformación de una personalidad. Una
          vida c o m ú n y corriente evoluciona a u n a existencia ejemplar al convertir las
          ideas y principios de c o m p o r t a m i e n t o literario, ética de la caballería andante,
          en razón y justificación de u n c o m p o r t a m i e n t o personal. El p e n s a m i e n t o se
          hace vida y la ficción-poesía se convierte en existencia. A su vez, toda acción
          implica voluntad. Por eso, la historia personal de don Quijote es la historia de
          una voluntad e n c a m i n a d a hacia la acción, afirmando, de esta m a n e r a , la pro-
          pia subjetividad, la propia yoidad, la conciencia de un yo personal. Y c o m o
          esta voluntad se e n c a m i n a y se c o m p r o m e t e con u n a acción ética, historia de
          una imitación, se percibe que en definitiva es la conciencia y la acción de un
          yo ético las que justifican y legitiman tanto la existencia c o m o el comporta-
          miento del personaje imitador.
               Tanto en el contexto de la vida c o m o en el universo de la ficción se puede
           experimentar la irrealidad, la r u p t u r a y el desengaño espiritual. Don Quijote
           sigue viviendo la ficción y el engaño del encantamiento. Con la farsa se pre-
           tende concluir con las aventuras del héroe. Incluso el propio personaje vive
           sus acciones entre m o m e n t o s de sueño, principio y fin de la segunda salida.
           Los personajes ficticios de la novela como los personajes reales de la vida, que
           a estas alturas tanto m o n t a don Quijote como Cervantes, llevan a cabo sus

ACTAS II - ASOCIACIÓN CERVANTISTAS. José Ángel ASCUNCE ARRIETA. Los discursos en...
acciones, viven sus experiencias personales, sin poder discernir entre el sueño
         de la vida o la vida c o m o sueño, entre la farsa de la vida o la vida como
         representación. Sin embargo, entre tanta negación y entre tantas dudas, se
         erige u n a certeza irrefutable: la conciencia de acción de u n a voluntad ética. El
         yo de conciencia ética se convierte en la única verdad absoluta y en la razón
         indiscutible de existencia.
              Desde el punto de vista que h e m o s ido proponiendo, se c o m p r u e b a c ó m o
         tanto la acción como la digresión se c o m p o r t a n como elementos integrantes
         de la totalidad orgánica de la novela. E n su estructura externa, cabe afirmar
         la fragmentación anecdótica; en su estructura profunda, toda la obra es u n a
         unidad compuesta por múltiples anécdotas que inciden todas ellas sobre u n
         punto central de significación. La incidencia de todas las anécdotas sobre
         un eje central permite defender la razón de u n a estructura radial c o m o siste-
         m a de organización y composición novelística. En dicha estructura no cabe la
         fragmentación o los núcleos seriados, sino la unidad y totalidad de coherencia
         orgánica.
              En esta razón de coherencia orgánica los discursos juegan u n papel fun-
         damental, ya que son ellos, en primera instancia, los ejes de incidencia de la
         pluralidad anecdótica. Los discursos de la Edad de Oro, de las a r m a s y de las
         letras y finalmente el de la ética caballeresca aglutinan la diversidad y dan
         coherencia a la pluralidad.
              A su vez, estos discursos narrativos no se c o m p o r t a n como partes inde-
         pendientes en el cuerpo de la novela. En semejante caso, se habría simplifica-
         do la pluralidad, pero se seguiría m a n t e n i e n d o la diversidad. Los discursos, en
         vez de fundarse en la superposición o en la acumulación, se organizan según
         el principio de la integración. El discurso de la Edad de Oro ofrece u n a lectu-
         ra del m u n d o y de la h u m a n i d a d en general. El discurso de las a r m a s y las
         letras muestra las historias personales de don Quijote y Cervantes, personaje
         creador y héroe creado. El discurso de la ética caballeresca manifiesta la ver-
         dad y el sentido de una conducta de proyección ética. A partir de estos su-
         puestos parece fácil hacer la última y definitiva lectura de esta Primera Parte
         del Quijote: en u n contexto de caos absoluto, donde el h o m b r e no tiene fe ni
         seguridad en n a d a ni en nadie, discurso de la Edad de Oro, y d o n d e toda
         expectativa de vida queda anulada por el peso de las circunstancias, discurso
         de las armas y las letras, sólo queda en pie y con plena vigencia la conciencia
         de un yo de voluntad ética, discurso de la ética caballeresca. Ante la duda o la
         negación, permanece firmemente apuntalada la conciencia del yo que se rea-
         liza y autoafirma en u n a acción ética, eje central de incidencia de toda la
         Primera Parte de la obra cervantina: El ingenioso hidalgo don Quijote de la
         Mancha.
              La estructura radial y la integración temática en torno al verdadero y
         último eje de incidencia, la defensa de un yo de voluntad ética, confieren a
         toda esta obra u n sentido de unidad, u n a razón de totalidad y un carácter de
         plena coherencia. Este e n t r a m a d o tan cerrado, a r m ó n i c o y c o m p a c t o se con-
         sigue, en primer lugar, gracias al poder aglutinador de los discursos y, en

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segunda instancia, a la capacidad de integración de los propios discursos. El
           Quijote como novela m o d e r n a se fundamenta en los discursos. Por todo esto,
           con toda legitimidad se puede concluir afirmando que los discursos en el Qui-
           jote fueron el auténtico hallazgo de la b ú s q u e d a narrativa, legitimando de esta
           m a n e r a el título y sentido profundo de este trabajo: «Los discursos en el Qui-
           jote: el hallazgo de u n a búsqueda narrativa».

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