LECTURAS TRANSVERSALES DEL QUIJOTE

Página creada Tadeo Montes
 
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NÚMERO 27

                                         DICIEMBRE DE 2006

                                              ISSN 1696-7208

                                DEPOSITO LEGAL: SE – 3792 - 06

       LECTURAS TRANSVERSALES DEL QUIJOTE

AUTOR: Alejandro Salgado Martínez.

                                            Y porque veáis cuáles sois los hombres desgraciados y cuán
                                            a peligro tenéis lo que más estimáis, hase de advertir que
                                            las cosas de más valor en vosotros son la honra, la vida y la
                                            hacienda. La honra está junto al culo de las mujeres; la
                                            vida, en manos de los doctores, y la hacienda, en las
                                            plumas de los escribanos; ¡desvaneceos, pues, bien
                                            mortales! (Quevedo, Sueño del inferno, 124)

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INTRODUCCIÓN

          Fruto de la experiencia durante el curso 2003-2004, el siguiente trabajo es la plasmación de un proyecto de

trabajo que pretendía abordar los contenidos transversales a partir de la lectura de diversos fragmentos de la obra

cervantina. Desarrollado en el curso de Primero de Bachillerato por cuestiones tanto del Currículum Oficial —El

Quijote se presenta como una lectura obligatoria para este curso— como referidas a la propia madurez de los alumnos.

Fundamentamos nuestra labor en el apartado segundo del artículo 27 de la Constitución Española de 1978, donde se

lee: “La educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana en el respeto a los principios

democráticos de convivencia y a los derechos y libertades fundamentales”. Consideramos que los temas transversales

tienen un valor importante para dicho desarrollo personal e integral de los alumnos, así como para construir un proyecto

de sociedad más libre y pacífica, más respetuosa hacia las personas y también hacia la propia naturaleza que constituye

el entorno de la sociedad humana.

          Leyendo El Quijote es posible pensar y reflexionar con los alumnos sobre todos los aspectos

relacionados con la convivencia referidos a nuestras costumbres y a otras distintas, a mostrarlas, a

conocerlas para que nos ayuden a sentirnos mejor, a elevar nuestra autoestima. Todo parece

incluido en el libro, que procura abarcar cuanto rodea y afecta al ser humano y a la novela misma

(autor, traductor, impresor, lector, comentarista...). En definitiva, constituye una síntesis poética del

ser humano 1 .

1
  En "De lo útil y de lo honrado" (Ensayos III, 1, 10), escribe Montaigne lo siguiente: "Nuestro ser está cimentado en cualidades enfermizas; la
ambición, los celos, la envidia, la venganza, la superstición, la desesperación, alójanse en nosotros con posesión tan natural que reconocemos su
imagen también en los animales; incluso la crueldad, vicio tan desnaturalizado; pues en medio de la compasión sentimos en nuestro interior cierta
punta agridulce de voluptuosidad maligna al ver sufrir a los demás; y siéntenlo los niños [...] Y quien eliminase la semilla de dichas cualidades del
hombre, destruiría las condiciones fundamentales de nuestra vida. Del mismo modo, en toda sociedad, hay oficios necesarios no sólo abyectos sino
incluso viciosos; los vicios hallan su lugar y emplénse para la costura de nuestra unión, como veremos para la conservación de nuestra salud". O como
diría F. Nietzsche, Humano, demasiado humano.

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a) OBJETIVOS

         A partir de ahí establecimos una serie de objetivos que podrían enumerarse del siguiente

modo:

- Extraer los valores sociales propios de la época de Cervantes.

- Deslindar las ideas peculiares y propias de Cervantes frente a las comunes de la época.

- Distinguir similitudes y diferencias entre los valores sociales de la época cervantina y los actuales.

- Profundizar en el conocimiento de la sociedad cervantina para valorar los avances sociales de

nuestra época.

- Conocer, ante los problemas sociales y morales que se plantean, las soluciones que aporta el

Quijote y la resolución que en casos semejantes se da en la época actual.

- Diferenciar las Instituciones que en aquella época proponían los valores sociales y las que velan

por ellos ahora.

- Profundizar en el conocimiento de los valores que se defienden en nuestra época y observar la

evolución producida desde los siglos XVI y XVII.

- Reflexionar que toda acción conlleva derechos y deberes.

- Diferenciar que los derechos se consideran unidos a la libertad mientras que los deberes a la

sumisión.

- Poner en práctica las operaciones “Hacer valer mis derechos” y “Cumplir un deber”.

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b) CONTENIDOS

    Los contenidos se eligieron a partir de una serie de temas que aparecen en El Quijote. Se

procuró que fueran aquellos que pudiesen ofrecer una relación con determinados problemas de la

época actual o que plantearan cuestiones significativas en el momento en que se escribió la obra,

pero siempre intentando la aplicación a nuestros días como referente inmediato. Así, se

seleccionaron los siguientes:

•   La ruptura del mito romántico sobre los fines de la Caballería Andante

•   Alonso Quijano El Bueno, ¿don Quijote EL Malo?

•   Virtudes y valores

•   El tema de la libertad

•   El tema de la justicia

•   El tema del amor y las ideologías

•   La amistad: don Quijote y Sancho

•   La mujer en la obra cervantina

•   La venganza

•   Castigos

•   El engaño

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c) METODOLOGÍA

           El método de trabajo era bastante sencillo: con suficiente antelación se repartían los textos

selecccionados, sobre los cuales los alumnos tendrían que señalar algunas pautas de

comportamiento de los diversos personajes y extrapolar los valores plasmados en el texto a la

actualidad. Este ejercicio escolar de recreación de una obra clásica y su adaptación a la actualidad

pretende hacer ver que precisamente son clásicas aquellas obras en las que subyace —aparte de

condicionantes de época y cultura 2 — algo inherente a la condición humana donde el lector de hoy

se puede reconocer porque presentan valores universales e intemporales que constituyen el eje de la

literatura universal (amor, odio, muerte, valentía, libertad...). Por otro lado, la falta de valores que

la obra de Cervantes denuncia en la sociedad española de hace 400 años 3 tiene la misma vigencia en

la sociedad actual. De ahí, la universalidad ética de El Quijote.

           La ética y la moral en la literatura de la época

           Hasta Cervantes, las categorías sociales se interpretaban como categorías morales, porque en

ellas se objetivan las expectativas sobre el comportamiento de los sujetos, definidos por relación a

un código de privilegios y deberes, desde los que se pretende determinar el grado de vicio o

virtuosismo. De este modo, el decoro prescribía paralelamente los límites sociales y morales del

personaje. Paralelamente, el carácter del personaje se definía en relación a una condición actancial

que sitúa al sujeto en una posición de decisión ante los hechos de la fábula, que habrán de

desembocar, de forma lógica y verosímil, en un desenlace adecuado al orden social y moral. Existe,

2
  Es evidente que algunos de los valores de la obra, como ya veremos, no tienen actualidad, pues son propios de la época del autor. De aquí surge un
conflicto, pues algunos de los valores de la obra chocan frontalmente con los actuales o no tienen validez hoy día.
3
  El Quijote ha sido estudiado desde múltiples puntos de vista: como una obra de arte del lenguaje, como espejo de un país y una época dinámicos y
abigarrados, como apología de la libertad y el altruísmo, repertorio de consolaciones y panoplia de propuestas de vida. Como bien se sabe, entre estos
factores interrelacionados (y con referencia sobre todo a España) se incluyen la explotación económica de las colonias americanas con su importación
de plata y oro; el nuevo sistema mundial de comercio; la expulsión de los judíos y, más tarde, de los moriscos; la esclavitud, el cautiverio y la
piratería; la incompetencia financiera de los Austrias con sus deudas, devaluaciones, inflación y adulteración de las monedas; marcados constrastes
entre un ostentoso lujo y la pobreza más abyecta; transformaciones en las clases sociales (una nueva clase mercantil, la venta de títulos de nobleza,
ciertas posibilidades de ascenso y descenso social); la movilidad geográfica; severas hambrunas y pestes; el constante problema del paro; y un largo
etcétera. Por supuesto, tales sucesos y transformaciones tuvieron hondas repercusiones no sólo en la economía sino más extensamente en el carácter
de las relaciones sociales y en la misma constitución del sujeto ético que entre tanto flujo de valores carecía de un estable centro axiológico. Aunque
también se puede señalar el inmovilismo de determinados sectores, las resistencias ya no representaban la doxa tradicional sino más bien posturas en
un ambiente polemizado en el que cabían actitudes que iban desde la reverencia hasta la burla, y en el que opinaban escritores de todo tipo que
abarcaban desde novelistas hasta arbitristas. Podríamos imaginarnos en ese mundo caracterizado por abuso del poder, injusticia, cautiverio,
esclavitud, menosprecio, vergüenza, envidia, crueldad, odio,rencor, malicia, hipocresía, venganza, castigo, obligaciones impuestas, acusaciones,
culpa, resentimiento, victimización, etc.
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pues, el reconocimiento de una tentativa de libertad humana, limitada a posteriori por los

imperativos de un orden moral trascendente.

        De este modo, la anterior literatura convierte al personaje en una categoría social y moral

determinada funcionalmente por el decoro de su condición estamental. Así se codificaba, desde la

creación literaria, una concepción lógica, moral y funcional de prototipos estamentales.

        La moral en Cervantes y su tratamiento en este trabajo

        Sabemos que el género de la novela no tenía entonces mucho prestigio y que la desconfianza

hacia él, de las autoridades eclesiásticas era profunda, probablemente a causa del miedo de que la

literatura de entretenimiento pudiera -si no se tomaban severas medidas de prevención- emanciparse

del control de la Iglesia. Así, la novela pasaba por ser un arte frívolo, con peligro de caer en la

heterodoxia,al poner la distracción por encima de la moral. La Inquisición sometía, por lo tanto, la

producción novelística a un riguroso control. Ya en tiempos de Cervantes, se puede observar una

tendencia a la progresiva moralización de la literatura narrativa, una tendencia que se perfila

claramente en el Guzmán de Alfarache, en el que la acción picaresca está, más de una vez, a punto

de ahogarse en un mar de comentarios moralizantes. Con el tiempo iba prevaleciendo cada vez más

la reflexión moral sobre la materia narrativa hasta que esta última, hacia la mitad del siglo XVII,

desaparece por completo, como sucede en las 'novelas' de Gracián.

        Como ha señalado Hans-Jörg Neuschafer en su libro La ética del Quijote, podemos diferenciar por un lado la

acción principal de los dos personajes frente a la acción de los episodios intercalados. Aún gozando ambas partes de una

dimensión moral, la problemática de la acción principal, aun siendo análoga a la de las intercalaciones, no puede

alcalzar, en el cómico mundo de la cotidianidad, la misma relevancia que en las novelitas intercaladas, por la sencilla

raazón de que, en tiempos de Cervantes, lo cotidiano no admitía aún un tratamiento serio, mientras que lo serio estaba

limitado a un ambiente elevado. Así pues, distinguimos las distintas aventuras por su morfología, las cuales admiten

desde un principio una dicotomía muy general:

                         1.         Aquellas en que el caballero actúa de protagonista.

                         2.         Aquellas que, directamente o indirecta, atañen a otros personajes y en las que el

               caballero asume un segundo papel, cuando no el de mero espectador.

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Teniendo en cuenta que Cervantes no sacrifica nunca la narración a la moralización -como

lo hizo Mateo Alemán-, también es cierto que busca siempre un equilibrio entre entretenimiento y

enseñanza. No hay más que leer el prólogo de las Novelas Ejemplares para darse cuenta de ello 4 .

Además, en el Quijote no se le impone ya al lector ninguna lección ex cathedra. Todo lo

relacionado con eneseñanza y moral está en boca de los distintos personajes que intervienen en la

ficción y que por cosiguiente no dicen más que sus verdades, 'verdades' que el lector es libre de

tomar o no en consideración. Los episodios intercalados sirven para poner de manifiesto que en el

Quijote la vida no es solamente un juego, sino que este juego tiene sus límites, cuando están en tela

de juicio los fundamentos de una moral cristiana y de un comportamiento verdaderamente ético. O,

como decía Leo Spitzer: “como moralista, Cervantes no es, de ningún modo, perspectivista” (en el

sentido ambiguo). iempre que Cervantes construye, sobre cuestiones éticas es lógico suponer que se

trata de algo esencial para él, de algo que, a su juicio, pertenece al campo de lo normativo e

incuestionable.

           Es relativamente fácil ir señalando cada uno de estos temas a medida que se lee el libro, ya

sea resaltano y potenciando los actos positivos, o bien desechando los actos negativos. Lo primero

que me llamó la atención es que en el Quijote la mayoría de estos temas tendrían que darse EX

CONTRARIO. En la acción principal del Quijote hay, pues, una lección moral, aunque en buena

parte negativa y como de fondo 5 . Pero será en los episodios intercalados, de estilo noble y seria

4
  Para Cervantes era imposible la moralización si ésta no llevaba aneja un goce estético, porque ética y estética coincidían en la verdad artística. Por
encima y por debajo de los avisos y ejemplos edificantes existía una región en que lo poéticamente verdadero y lo ejemplar se reconciliaban, y éste
debe haber sido el sentido amplio en que Cervantes entendía la ejemplaridad. Al fin y al cabo, la literatura imaginativa era ejemplar simplemente
por ser representación de la vida. (Edward C. Riley,Teoría de la novela en Cervantes, Madrid, Taurus, 1971, página 170). De este modo, se trataba de
una mera advertencia al lector para que se fijase en ella, para que se diera cuenta de que la obra bien hecha, verosímil, armónica y consonante, implica
el goce intelectual de la verdad artística y literaria, lo que conlleva inevitablemente la satisfacción ejemplar que produce la verdad moral aneja.
Independientemente de que, en ocasiones, se roce o no, parcialmente, episódicamente, la inmoralidad. Y por ello también es imprescindible tener en
cuenta que dicha ejemplaridad no se revela nunca con claridad (recuérdese que el autor advierte: si bien lo miras). Así pues, la ejemplaridad de estos
relatos no sólo hace converger ética y estética, sino que implica, al necesitar de la participación activa del lector, una defensa de la dignidad y de la
libertad humanas.
            Subrayaba también Cervantes en ese prólogo el carácter cristiano de su obra (en oposición a las novelitas de Boccaccio), y no en balde
afirmaba Cervantes que su obra cumbre era, no el Quijote, sino Los trabajos de Persiles y Segismunda, donde el entretenimiento está aún más
mezclado con la reflexión moral. Si esto se basaba en la firme convicción de Cervantes o más bien en el recelo hacia la Inquisición, no lo sabremos
nunca. Pero tampoco importa saberlo ya que Cervantes llega siempre hasta los límites de lo que permitiría la ortodoxia reinante.
5
  No es raro, pues una obra como el Lazarillo servía, en principio, como modelo de anticonducta.
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filosofía, donde cuaje esa moral de manera eminente. En esta experiencia hice hincapié en el hecho

de que mis alumnos se acercaran al libro como reflejo de la vida misma.

          Me explico, generalmente se tiene a don Quijote como modelo de persona honrada y

justiciera, en cambio, sus actitudes no se corresponden con estos estereotipos 6 .

          En vez de reproducir las modalidades de conducta ética más común y tópica de su tiempo

para reconfirmarlas, como ocurría en el teatro, por ejemplo, Cervantes las problematiza

continuamente, poniéndolas en tela de juicio y mostrando sus facetas ocultas, su callada lógica.

Cada novela ejemplar y cada episodio de las novelas largas es un experimento no sólo en el terreno

artístico sino también en el ético. Surgen inevitablemente cuestiones de valor, de derechos, de

obligaciones, de responsabilidad y reciprocidad. Esto no quiere decir que Cervantes abarque con

igual intuición toda la gama humana. A diferencia de escritores como Dante o Shakespeare,

Cervantes ahonda poco en la psicología de sentimientos tales como la envidia, el rencor, el odio, la

vergüenza. Sus aciertos, a menudo insuperables, se encuentran por otros caminos, en lo que se

refiere al retrato del alma humana y la descripción de los resortes según los cuales se mueve, se

siente y se relaciona.

11.. LLA
       ARRU
          UPPTTU
               URRA
                  ADDEELL M
                          MIITTO
                               ORRO
                                  OMMÁ
                                     ÁNNTTIIC
                                            COO SSO
                                                  OBBR
                                                     REE LLO
                                                           OSS FFIIN
                                                                   NEESS D
                                                                         DEE LLA
                                                                               ACCA
                                                                                  ABBA
                                                                                     ALLLLEER
                                                                                            RÍÍA
                                                                                               AAAN
                                                                                                  NDDA
                                                                                                     ANNTTEE

          Hasta relativamente hace poco tiempo, los estudios cervantinos se acercaban a la figura de

don Quijote bajo un velo de romanticismo. Lo esencial de ese entendimiento es la tesis de la

tragicidad del Quijote, según la cual el protagonista es sólo superficialmente una figura ridícula y

representa, en el fondo, el prototipo del idealista mal comprendido que buscando lo bello, lo bueno

y lo justo, fracasa estrepitosamente porque el mundo no le entiende, ni quiere entenderle siquiera.

Ahora bien, es importante que nuestro comprendan que en realidad y en la intención de Cervantes

no es don Quijote quien tiene razón, sino el mundo que le rodea y el orden divino. Es, pues,

6
 Es ya corriente aceptar que el pensamiento del autor del Quijote se expresa con frecuencia por boca del personaje epónimo, quien, amén de hombre
de acción, es un “intelectual” que opina sobre todo, hasta un punto tal que la exposición de sus opiniones consume más tiempo narrativo que la de sus
acciones. Es nuestra obligación que quede claro el deslinde entre don Quijote (personaje im aginario de Alonso Quijano) y Cervantes.
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indicado que no se mida el mundo desde el punto de vista de don Quijote (como lo hicieron los

románt icos) sino que, por el contrario, se mida a don Quijote desde el punto de vista del mundo

teniendo en cuenta las consecuencias que su comportamiento tiene para los otros.

       Partiendo de esto, hay que considerar dos aspectos bien distintos: por un lado, la relación

que tiene don Quijote con los demás como aventurero andante, poseído por un quimérico ideal

caballeresco, y, por el otro, la relación que tiene con el mundo como amigo de Sancho Panza y de

otros personajes de la novela. Veremos cómo don Quijote juega un papel completamente distinto

como caballero andante y como amigo de Sancho. Tendremos que prestar especial atención a las

consecuencias que esta falsa interpretación de la realidad tiene para don Quijote y para el mundo

que le rodea.

       Para Cervantes ética y estética van juntas. El artista de la palabra tiene la misión sagrada de

hacer posible que el hombre común y corriente ejerza su “libre albedrío”. Por eso no nos aclara

Cervantes nunca el fondo último de su pensamiento. Pero tampoco nos lo oculta. Lo deja entrever

por sugerencias y alusiones perceptibles para quienes estén dispuestos a desprenderse de las

convenciones ideológicas de su sociedad y de su cultura, y a reaccionar libre pero esclarecidamente

antes los datos y los hechos. Frente a ello, eEl héroe tradicional sólo tiene una opción única, que en

consecuencia se convierte en irreversible destino literario. Para Alonso Quijano, el hacerse

caballero andante es la posibilidad más inverosímil de todas, ya que es un invento de su locura, es la

cabal expresión de su absoluta libertad de escoger. Don Quijote agrupa los males que va a combatir

en ese número de cinco que con el de cuatro es tan característico de la época:. Los agravios que

pensaba deshacer, tuertos que enderezar, sinrazones que enmendar, y abusos que mejorar, y

deudas que satisfacer. Por otro lado, la frase de don Quijote (II, 28) para enseñarle cómo se han de

perdonar los sujetos, y supeditar y acocear los soberbios, es alusión al PARCERE SUBJECTIS ET

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DEBELARE SUPERBOS 7 , que Virgilio atribuyó al pueblo romano y don Quijote a los caballeros

andantes, según Clemencín.

             Al contraponer el mundo caballeresco vivido sobre todo por don Quijote al mundo vivido

por la mayoría de los demás personajes, el Quijote yuxtapone y expone distintos sistemas de

valores. El valor, la estima, la victoria, la venganza o la recompensa están tasados según los

criterios fijos y previsibles de la lógica casi hermética presente en la idealización libresca del

mundo caballeresco. Esto produce un constante extrañamiento, un juego de espejos y de ecos.

Concretamente, don Quijote no asume la moral social de los demás: no valora de la misma manera

que los demás a las personas y las cosas, hace como si desconociera las convenciones y pactos

sociales más rudimentarios, pone en práctica nociones de justicia contrarias a las

institucionalizadas, explica las cosas según distintos principios de causa y efecto -después de tanto

palo en la Iª parte, hasta se imagina envidia por parte de sus encantadores-, no siente contento y

tristeza de acuerdo con lo esperado, etc. Así, en muchas ocasiones, subvierte el orden establecido, lo

cual es cómico y absurdo, pero también su transgresión de las normas deja al desnudo lo absurdo y

lo formulaico de significativos aspectos de la economía ética que subyace en las relaciones

humanas; de esta manera, la parodia nunca se limita sólo a lo caballeresco. Incluso su relación con

el mundo libresco de la caballería, que tiene su propia economía ética, es más que problemática.

             Según el credo romántico el fracaso idealista ante la banalidad de los intereses materiales

representa una catástrofe existencial. Contra esta opinión, Auerbach pone de relieve con toda razón

la locura de don Quijote, quien no mejora nada y no ayuda a nadie (341) 8 . Y sigue diciendo que,

comparado con esta locura, el mundo real, a pesar de sus defectos, parece funcionar bastante bien:

don Quijote no tiene razón mientras está loco; él sólo está equivocado en un mundo bien ordenado,

7
    ‘Ayudar a todos aquellos que son víctimas de injusticia y abatir a los arrogantes’ [Eneida, canto VI, v. 864)
8 Según la edición de la colección Dalp, Berna y Munich, 1964 (traducción de las citas N. J. N.)
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en el que todos, excepto él, están en su sitio. El mismo así lo reconoce al final, cuando, muriendo,

se reintegra al orden establecido.

2. ALONSO QUIJANO EL BUENO, ¿DON QUIJOTE EL M ALO?

       El escudero del Lazarillo, orgulloso y vano,cuya idea de su propia importancia se aleja tanto

de sus posibilidades reales, es un precursor del caballero manchego, y Lazarillo le tiene lástima,

como se la tienen a don Quijote el cura y el canónigo. Y se lanza ahora una pregunta, ¿si Alonso

Quijano es apodado el Bueno, acaso don Quijote es el Malo? Desde que don Quijote se decide a

hacerse caballero andante se empeña en valer más al cobrar "eterno nombre y fama" (I, 1) mediante

sus hazañas. Es decir, su enajenación consiste en valorar el mundo exterior desde la balanza de

valores definida por su fantasiosa visión del mundo, y puede, gracias a su locura, despreciar

aquellos aspectos de la realidad que puede percibir, pero como no le valen para configurar y

corroborar su mundo, no los tiene en cuenta y no los valora como realidad. Consiste en querer

mejorar el mundo, incluso en querer redimirlo. Se arroga, pues, don Quijote -aunque no sea

intencionadamente- casi un papel de redentor divino, lo cual es, en el Siglo de Oro, un pecado

grave, pura soberbia y pura arrogancia. Y no sólo esto. Al recobrar su razón descubre don Quijote

también su verdadero ser: el de Alonso Quijano el bueno, que, durante casi cincuenta años, había

llevado una vida honrada, hasta que cayó en aquella locura caballeresca que, al morir don Quijote

como Alonso Quiijano, no es ya más que un episodio en la vida de un hombre en esencia bien

intencionado.

       En el tercer capítulo de la novela, don Quijote se enfada con el autor, tratándole de

ignorante, porque se había atrevido a mezclar la acción principal con “cuentos ajenos”. Pero

naturalmente es don Quijote aquí parte interesada, ya que cualquier interrupción aparta la atención

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del lector de su protagonismo: y no sé yo qué le movió al autor a valerse de novelas y cuentos

ajenos, habiendo tanto que escribir en los míos. [...] Pues en verdad que en solo manifestar mis

pensamientos, mis suspiros, mis lágrimas, mis buenos deseos y mis acontecimientos pudiera hacer

un volumen mayor o tan grande, que el que pueden hacer todas las obras del Tostado (II, 3).

       Esa moral del fracaso constituye el golpe de gracia que el Quijote asesta a los valores de la

epopeya, arrumbando definitivamente el género en el pasado. Lo que Adorno llama la “ingenuidad

épica”, o sea la irreflexiva inconciencia con que el héroe de la epopeya se arroja al mar de los

acontecimientos para obtener la realización de un objetivo definido, pierde toda vigencia a partir del

Quijote, donde no únicamente los objetivos del Caballero Andante son vagos o irrealizables, sino

donde también los acontecimientos son de condición incierta, puesto que tienen para el héroe un

sentido diferente del que tienen para los otros personajes, para el autor y para los lectores (por

ejemplo, los molinos de viento son gigantes únicamente para don Quijote y siguen siendo vulgares

molinos para todos los demás). A diferencia del héroe épico, que espera un progreso como resultado

de sus aventuras, y que gana terreno, en muchos planos diferentes, a medida que esas aventuras se

producen, don Quijote se encuentra al final de cada una de las suyas en el mismo lugar, defraudado

e incluso malherido, física y moralmente, y sin embargo, aun habiendo anticipado vagamente su

fracaso, decide continuar sus aventuras.

3. VI RT UD ES Y VA LO RES

       Hay virtudes apropiadas para cada tipo de persona. En algunos casos se destacan algunas

características consideradas más femeninas o masculinas, tales como la compasión o la valentía.

Incluso los esclavos deben tener sus virtudes, aunque irracionales, dice Aristóteles con ese tono tan

complaciente, porque ¿cómo podrían obedecer sin la virtud del servilismo? (Política, 1259b).

Mucho se habla en el Quijote, por ejemplo, de las virtudes de los caballeros andantes o de don

Quijote en particular. Al caballero pobre, dice éste, no le queda otro camino para mostrar que es

caballero sino el de la virtud, siendo afable, bien criado, cortés y comedido y oficioso, no soberbio,
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no arrogante, no murmurador, y, sobre todo, caritativo (II, 6). Y se podrían añadir bastantes más

virtudes caballerescas, entre ellas la valentía, la probidad y la honestidad.

        Sería inutil, sin embargo, intentar compilar una lista de las virtudes en las novelas

cervantinas. A veces la virtud aparece en singular (o con la acepción específica de "honestidad" o

como el conjunto de las virtudes),a veces en plural, y se añaden otras cualidades que pueden ser

virtudes o no. Un rápido vistazo por unas cuantas enumeraciones de virtudes y otras excelencias en

el Quijote revela que los personajes no seleccionan sus términos desde categorías rigurosamente

pensadas: "la honra y las virtudes", "la calidad, bondad, virtud y hermosura", "su honor, hermosura,

honestidad y recogimiento", "tan estremada hermosura, rara discreción, donaire y virtud", "virtudes,

riquezas y liberalidades", "virtuoso y prudente", "los pasos de la virtud, de la buena crianza y de las

buenas y cristianas costumbres", etc.

        La belleza, por ejemplo, ¿es una "virtud"? Cualquier moralista de la época diría que no, pero

la belleza neoplatónica en las obras de Cervantes tiene un carácter no sólo estético sino también

ético. Como mínimo, se podría decir que esa extremada belleza, igual que el "buen entendimiento"

o "discreción", está casi siempre en asociación con la virtud; sean estas cualidades virtudes o no,

figuran entre lo más altamente valorado, y son igualmente dignas de alabanza y de admiración. Las

virtudes éticas y otras cualidades relacionadas no son meros adornos del alma sino que obran

activamente y afectan profundamente a la conducta y las relaciones humanas.

4. EL TEM A DE LA LIBERTAD

        Cervantes creía en la libertad del ser humano, en su facultad de regirse con autonomía y autodeterminación.

Pero al mismo tiempo no dejaba de ver el peligro que conlleva el uso indebido del libre albedrío, que él llama "locura" y

que amenaza con aniquilar precisamente este precioso don de la libertad, la incapacidad de relacionarse correctamente
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con los otros, el rechazo de la realidad o el sometimiento de las pasiones. En este sentido, don Quijote, frente a lo que

creyó la exégesis romántica, no sería el paladín heroico de la libertad, la justicia y la solidaridad, sino un loco que quiso

mejorar el mundo arrogándose un casi divino papel de redentor. Don Quijote, éticamente, habría sido para Cervantes un

equivocado, ya que el mundo al que se enfrenta obedece leyes inexorables. En la locura de don Quijote no habría, pues,

sólo extravío mental, sino también una dosis considerable de desatino ético. Así, han de tenerse en consideración ciertas

normas éticas yciertas reglas de conducta personal; todo ello, como es natural, dentro de los márgenes de la fe católica y

con el debido respeto a las autoridades eclesiásticas, pero siempre con un interés especial por el que si bien existe en el

Quijote todavía un margen normativo, su ética no es fundamentalista, sino más bien casuística: que uno defienda su

libertad, es un derecho natural, como se ve en el caso de Marcela, pero no es un derecho absoluto, como se ve en el caso

de los galeotes. Así, afirma nuestro protagonisa:

         -La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los

cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la

libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio

es el mayor mal que puede venir a los hombres ( II, 58).

         En principio, la esclavitud representa una especie de grado cero del valor personal, ya que

para los libres la cuestión del valor de un esclavo como persona suele ser casi irrelevante. El valor

del esclavo se cotiza más en términos económicos que éticos, es decir, más en el contexto del

mercado y de la utilidad que en el ámbito de las relaciones humanas, y este valor en el momento de

compraventa se expresa como precio.

5. EL TEM A DE LA JUS TICI A

         Uno de estos problemas es el de la justicia. ¿Será una causalidad si dos de los episodios clave de la primera

parte de la obra en que se evoca este tema (el de Andrés y el de los galeotes) corresponden a la momentánea

instauración de un mundo al revés en que triunfan dos bellacos que tienen afinidad entre sí, Andrés y Ginés?

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El episodio de Andrés (I, 4)

          Si por descuido o intencionadamente no le interesa a don Qujoite, ni tampoco trata de

informarse de la verdad de la historia, sino que tiene ya formado de antemano su juicio y no se le

pasa por la cabeza que pueda ser falso. Y tal prejuicio le viene de la visión idealista del mundo

forjada por las novelas de caballerías 9 , en las que, de manera análoga a la de los cuentos, hay

solamente seres o totalmente buenos o absolutamente perversos 10 . Y como en esta escena se pega a

alguien y en las novelas de caballerías sufre el bueno las injusticias del malo, es para don Quijote de

antemano un hecho que Andrés es un ángel de inocencia y su amo un infame malvado. Sin

embargo, la realidad es que Andrés ha cometido una falta y por lo tanto no se puede condenar a

Haldudo porque le tome cuentas, aunque no se esté de acuerdo con la forma en que se las toma. De

todas maneras, no es el campesino Haldudo una figura tan mala y negativa ni el criado Andrés una

tan inocente y postiva como don Quijote cree.

          Don Quijote tampoco se librará del merecido castigo. Ha de pagar porque ha provocado un

desastre. Empujado por su afán de gloria (o sea por su egoísmo) ha venido a ser un usurpador de

potestad y un perturbador del orden social. El joven Andrés, a quien don Quijote había salvado de

su cruel amo en el capítulo IV, reaparece de repente en el capitulo XXXI y se queja de que la

intervención de don Quijote en su favor no tuvo efecto alguno, y lo que es todavía pero, le ganó un

castigo más severo. El loco debe hacer frente ahora a las adversas consecuencias de un acto

caballeresco que en aquel entonces pareció tener un éxito total. El mozuelo puede ser, de tal modo,

el instrumento del castigo del presuntuoso hidalgo. El muchacho se enternece primero al recordar

9
  Pero mientras que en Chrétien los símbolos no siempre se identificaban de inmediato, en el Amadís poseen una claridad que los hace tan fácilmente
reconocible que sólo pueden ignorarse en perjuicio espiritual propio. Para el autor del Amadís parece que no hay problemas inherentes al mundo, a
menos que los símbolos se malinterpreten o se ignoren a causa del pecado. Efectivamente, las características del bien y del mal parecen estar grabadas
en la superficie de las personas y las cosas.
10
   Una de las paradojas de la novela cervantina radica en la ausencia de maniqueísmo en los personajes principales: ni don Quijote es enteramente
idealista, ni Sancho es un puro materialista. Aparte del proceso de ósmosis entre ambos.
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las angustias pasadas y su breve triunfo. Pero este enternecimiento desaparece rápidamente y se

halla sustituido por un rencor y un deseo de venganza que aumenta conforme va contando el

jovenzuelo cómo ha salido todo al revés de lo evocado por don Quijote. El implacable Andrés no

deja de lado ningún detalle y le echa en cara todas las desgracias que ha sufrido a causa de la

intromisión de su “protector”. Y no vacila en rematar su relato con un rechazo de la ayuda del

hidalgo y de todos los caballeros andantes. El héroe sale particularmente mal parado de la aventura,

se transforma en anti- héroe y el mundo exaltador que ha construido se derrumba por completo al

chocar con la fría realidad. el castigo es muy cruel en este caso también: don Quijote,

profundamente humillado y desilusionado, queda corrido tanto más cuento que están presentes sus

acompañantes, lo cuales se esfuerzan por no reírse “por no acaballe de correr”.

         El episodio de los galeotes (I ,22)

         Ven en camino un grupo de unos doce hombres, encadenados uno a otro y con esposas en las manos;

inmediatamente dice Sancho que es una cadena de galeotes, añadiendo: “Gente forzada del rey”. Aquí se interfiere nada

menos que en la justica estatal. La justicia en dos planos: el divino y el humano; y entre esos dos planos, el problema de

la libertad. La voluntad del hombre nacido libre frente a frente a la ley social. “Van de por fuerza, y no de su voluntad”,

dice don Quijote de los galeotes. “La justicia, que es el mesmo rey, no hace fuerza..., sino que los castiga”, contesta

Sancho. Cervantes llena la vida de Ginés con la descripción de sus prisiones, sin decir nada de sus cultas.

         La tendencia del narrador a valorizar lo marginal también se advierte en el contraste

existente entre la descripción de los galeotes y la de las guardas. Para el narrador, los galeotes son

seres individuales, pues se detiene a dar detalles particulares de la apariencia y carácter de los

condenados. Por otro lado, cuando el narrador se ocupa de las guardas tan sólo se refiere a ellas de

una manera vaga llamándolas “una de las guardas” (I, 22). Además de dotar a los galeotes de un

grado de definición que le niega a las guardas, continúa mostrándoles la empatía que ya se revelaba

en el título.

         Al discurso subversivo de los galeotes se añade el de don Quijote, que realiza dos funciones

opuestas: inicialmente forma parte del discurso marginal y se opone a las guardas, pero al vencerlas,

se constituye en figura centralista y pretende imponer su voluntad. En su primer monólogo, don
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Quijote se descubre como legislador, ordenando su república imaginaria (en la que curiosamente

decide hacer a los alcahuetes generales de galeras). En su segundo monólogo, sobrepasa su discurso

político con un discurso jurídico-religioso. Aquí, don Quijote apela a la autoridad suprema, la

justicia divina, de la que él es representante y ejecutor.

          En cambio, cuando don Quijote vence a las guardas y éstas huyen, se realiza un cambio de

alianzas. Don Quijote pretende ocupar el espacio dejado por las guardas y someter a los galeotes a

su voluntad, mandándoles adonde estaba Dulcinea. El caballero intenta obligarlos a una empresa tan

descabellada como imposible, y es ahora Ginés el encargado de desvalorizar el discurso de don

Quijote, poniendo en duda su sensatez. Se trata de una primera referencia al tema de la gratitud y de

la ingratitud. Obviamente, la petición de don Quijote es a todas luces ridícula e improcedente, pero

de lo que se trata es de denunciar la ingratitud del personaje. He aquí lo que dice el caballero

manchego:

          De gente bien nacida es agradecer los beneficios que reciben, y uno de los pecados que más a Dios ofende es

la ingratitud. Dígolo porque ya habéis visto, señores, con manifiesta experiencia, el que de mí habéis recebido; en pago

del cual querría, y es mi voluntad, que, cargados de esa casdena que quité de vuestros cuellos, luego os pongáis en

camino y vais a la ciudad del Toboso, y allí os presentéis ante la señora Dulcinea del Toboso y le digáis que su

caballero, el de la Triste Figura, se le envía a encomendar” (I, 22)11

6. EL TEM A DEL AMOR Y LAS I DEOLOGÍ AS

          El episodio de los yangüeses (I, 4)

          Significativo para la conducta de don Quijote es en esta segunda aventura su exigencia de

que Dulcinea fuese reconocida como la más hermosa de todas las mujeres, aunque nadie la hubiese

visto. En esta exigencia se pone de manifiesto de forma clara y graciosa el mecanismo no solamente

del quijotismo, sino el de todo dogmatismo ideológico que tiende a exigir la aceptación sin crítica

de sus principios y reacciona a los reparos, especialmente a los irónicos, de la misma manera con

11
   Otros ejemplos: “siempre los malos son desagradecidos” ( I, 23); “la ingratitud es hija de la sobervia, y uno de los mayores pecados que se sabe, y
la persona que es agradecida a los que bien le han hecho da indicio que también lo será a Dios, que los hombres cometen, aunque algunos dizen que
es la soberbia, yo digo que es el desagradecimiento, ateniéndome a lo que suele dezirse: que de los desagradecidos está lleno el infierno” ( II, 58);
“bien puede ser que un cavallero sea desamorado; pero no puede ser, hablando en todo rigor, que sea desagradescido ” ( II, 67).
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que don Quijote responde: él no contesta a la crítica razonada de forma razonada 12 también sino que

intenta liquidar al crítico, creyendo con ello llevar a cabo un hecho glorioso. De que Cervantes en

esta escena está de parte de los pacíficos comerciantes y no de la del poseído caballero, no cabe la

menor duda.

          Téngase en cuenta lo simpáticas y llenas de comprensión que aparecen estas gentes, con qué

tranquilidad toman la exigencia de don Quijote, y cómo,al final, se vengan comedidamente del

ataque bastante peligroso del caballero. En cambio, don Quijote, que arremete violentamente contra

los comerciantes y que intenta obligarles por la fuerza a cumplir su voluntad, actúa de manera que

merece en verdad palos y burlas.

          Así, valiéndose de una doble retórica del lenguaje religioso y de la amenaza, don Quijote

procura imponer una creencia en forma de confesión, como si dijera: quiero que creáis y confeséis

lo que quiero creer yo, precisamente porque yo os lo digo. En realidad, está intentando imponerles

un reconocimiento de él mismo no sólo como caballero andante, sino como el que más vale, ya que

la suprema belleza de la dama amada se traduce en el supremo valor del caballero amante. Las

armas tiene la función de acreditar las palabras13 , de imponer una creencia en caso de que sea

necesario.

          Si se considera el obrar de don Quijote no ya desde el punto de vista de su buena intención

sino desde el de las malas consecuencias que tiene para los demás y para el mundo que le rodea.

Entonces no se nos presentan ya los palos y las burlas como un amargo -más aún, como un trágico-

fracaso del idealista ante la realidad, sino como el castigo con que el mundo se defiende de la locura

de don Quijote. En aquellas aventuras en que don Quijote no recibe inmediatamente el castigo, tal

como sucede en el caso de Andrés, en el del barbero y en el de los galeotes. En estos tres casos hay

12
   Si os la mostrara [...], ¿qué hiciérades vosotros en confesar una verdad tan notoria? La importancia está en que sin verla lo habéis de creer,
confesar, afirmar, jurar y defender; (I, 4).
13
   El mismo Caballero del Bosque, buen conocedor de los libros de caballería y de la primera parte del Quijote, se expresa en términos idénticos con
respecto a su dama: "Si todas estas señas no bastan para acreditar mi verdad, aquí está mi espada, que la hará dar crédito a la mesma incredulidad."
Pero una vez derribado, tiene que "confesar y creer " que el caballero al que venció -según afirmaba antes- no fue don Quijote (II, 4).
En el discurso del caballero sobre la Edad de Oro (I, 11) en el que evoca un periodo en el que tenían vigencia en el mundo real los ideales morales y
espirituales más elevados: “No había la fraude, el engaño ni la malicia mezclándose con la verdad y llaneza”, había verdadera justicia y no era
necesaria la intervención legal, “porque entonces no había que juzgar ni quien fuese juzgado”. Don Quijote sabe que en esta Edad de Hierro las
apariencias engañan. Él tiene un método de verificación mucho más fiable en el combate armado. Como en los romances artúricos, el combate
armado es un medio de revelar la verdad en situaciones ambiguas: el ganador de la contienda triunfa, porque lo que sostiene resulta ser verdad. Con
este método de comprobación, ¿para qué hace falta depender de las dudosas pruebas que nos ofrecen los sentidos?
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un segundo encuentro, en el que don Quijote sufre todavía, no un castigo físico, sino una

reprimenda moral impresionante. En efecto, toda una galería de criaturas cervantinas, equivocadas a

diferentes niveles y por diferentes motivos, sufrirán las consecuencias ineluctables de sus acciones

erróneas 14 .

          De esta manera tenemos, por un lado, el amor platónico del pseudo-caballero que ni siquiera conoce a su

inventada amada, y por el otro, las verdaderas pasiones de Dorotea, Fernando, Luscinda y Cardenio, que amenazan en

serio la existencia de cuatro personas. Tenemos, por un lado, la ridícula prepotencia de don Quijote que, sin quererlo y

sin saberlo, hace uso omiso de la libertad de los demás al imponerles su visión de las cosas; y, por el otro, la prepotencia

problemática de Grisóstomo y de Lotario, que tiene consecuencias fatales. Y tenemos, al lado de las cómicas luchas de

don Quijote contra molinos de viento y rebaños de ovejas, los avatares y peligros de la guerra auténtica, en el caso del

Cautivo la guerra contra los turcos.

7. LA AMIS TAD: DON QUIJOTE Y SANCHO

          Las figuras de don Quijote y Sancho se han vuelto no solamente universales sino también

populares, a la manera de otros arquetipos literarios (Sherlock Holmes/Watson, Dr. Jekyll/Mr.

Hyde). Pero es patente aquí la superioridad del texto a la versión estilizada del mito 15 . A pesar de

ser totalmente opuestos llegan a hacerse en el curso de la novela los mejores amigos, y esta amistad

entre don Quijote y Sancho Panza, que está por encima de las diferencias de clase y de opinión y

que les hace inseparables, es lo más maravilloso en la novela cervantina y acaso también lo más

nuevo. Y en ello está también el motivo de la simpatía y del respeto que despierta don Quijote, pues

al estar, por un lado, unido en amistad al en todo realista Sancho Panza, no se le puede tomar a mal,

por otro, su orgullosa vanidad de seudo-caballero.

14
   En el episodio de los molinos de viento, por ejemplo, las consecuenciasw las sufre directamente él. Y no se puden derivar porque en este caso don
Quijote no se enfrenta con seres humanos, sino con cosas, que erróneamente considera con vida.
15
   La novela es infinitamente más rica que los arquetipos que segrega: el dúo don Quijote-Sancho es groseramente contrastado en el mito, pero
sutilmente matizado en el texto; el mito, con la supuesta claridad de sus figuras, es imprudentemente afirmativo, en tanto que el texto, en su
enmarañada minucia, suscita, al mismo tiempo que la imprescindible exaltación, dudas e interrogaciones; a diferencia del libro, el mito, que creemos
conocer de una vez y para siempre, nos dispensa de la reflexión y de la relectura. El mito es simplista y edificante; la novela, compleja y al mismo
tiempo compasiva y cruel.
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Se dice que el Quijote es acrónico, simbólico en todo espacio y todo tiempo. Las figuras de

don Quijote y Sancho, tan diferentes en la visión de la vida, van rompiendo la equidistancia que les

separa por medio del diálogo, hasta llegar a una aproximación trascendente escenificada en las

despedidas de los personajes. Ambos, al final, se acercan recíprocamente, aproximándose así lo que

en el ser humano aparece unido en equilibrio o con primacía de una u otra vertiente. La amistad de

Sancho y de don Quijote va más allá de las relaciones de un caballero y su escudero; muestra

sentimientos de lealtad, de admiración, de respeto.

       Don Quijote cree a lo largo de la Segunda parte que su dama está encantada y toda su

esperanza está en que llegue el día de su desencantamiento. Durante su estancia en casa de los

Duques se le había hecho creer que Dulcinea podría ser desencantada, si Sancho Panza se ofreciese

a recibir voluntariamente 3.300 latigazos. Esta escena muestra de forma emocionante que don

Quijote antepone, en definitiva, su amistad con el sencillo campesino (al que él mismo llama

amigo) y su compasión hacia él y hacia su familia a su quimera caballeresca, y este comportamiento

es tanto más hermoso porque don Quijote, aquí, aunque sólo transitoriamente, renuncia a que se

cumpla su mayor deseo, cuando el cumplimiento parecía ya próximo. Dado el modo indirecto del

desencanto de Dulcinea, la penitencia de Sancho debe caracterizarse como un acto de caridad, una

buena obra en beneficio de otra persona que quedaría agradecida por algo que sólo Sancho puede

hacer debido a cierta "virtud" que tiene en su persona y de la que carecen los demás personajes.

Como la penitencia de don Quijote, la de Sancho no conlleva ninguna culpa, ningún

arrepentimiento. Corresponde más bien a lo que se denomina "promesa", donde una persona puede

prometer hacer algo para que un ser espirituall a cambio de esto efectúe algo deseable.

       Esta gran prueba de amistad de don Quijote tiene su respuesta en otro comportamiento a su

vez tan hermoso y emocionante de Sancho Panza. Cuando la Duquesa, que le ha prometido una

ínsula para gobernar, pone como aparente condición que tendrá que negarse a servir a su loco señor,

admite ciertamente Sancho que su señor está chiflado, pero afirma que de ninguna manera le

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abandonaría, aunque tenga por ello que renunciar a la isla, que para él es también la ilusión más

grande.

          Y lo paradójico aquí es que don Quijote, que fracasa siempre lamentablemente en sus

gloriosas aspiraciones caballerescas, consigue sin darse cuenta, como amigo de Sancho Panza y de

otras personas de la novela, lo que él justamente quería ser, un amigo y una ayuda de la humanidad.

Así es que don Quijote al final no fracasa en verdad; pero muestra su grandeza de forma

enteramente distinta a la que él originariamente había soñado: esto es, no con heroísmo ilusorio,

sino con solidaridad humana; no con soberbia, sino con humildad.

8. LA MUJ ER EN LA OBRA CERVAN TINA

          Las buenas protagonistas femeninas 16 -cada una de modo diferente- suelen poseer muchas

virtudes entre las que figuran necesariamente la discreción, la honestidad y la belleza. Estas últimas

cualidades desempeñan un papel muy significativo en la conducta de cada mujer, formando el

núcleo de su valor personal tanto para ella misma como para los demás personajes; si faltara alguna

de ellas, valdría mucho menos el personaje como persona. Otros atributos como la nobleza o la

riqueza pueden estimarse mucho y afectar decisivamente al desarrollo de la trama, pero no dejan de

tener un carácter accesorio en términos del valor personal: en efecto, algunas de estas mujeres no

son ricas, algunas no son pobres, otras lo son pero ni ellas ni sus pretendientes lo saben hasta el

final.

          Pensemos, por ejemplo, en ese gran eufemismo que en la literatura de los Siglos de Oro se

llama honra: en su mayoría, los personajes, sus autores y aun los críticos de hoy suelen considerar la

honra como una virtud en sí con su propia aura, como si no fuera una "virtud" creada al servicio de

cierto tipo de alianzas, y como si no sirviera de máscara para diversas clases de comportamiento y

diversos fines. El crédito femenino es la moneda en curso legal según la cual la validez o no de las

mujeres en el ámbito familiar y público de su tiempo.
16
  En la novela de caballerías la dama era la depositaria del amor del caballero, personaje totalmente pasivo que podía desencadenar la acción pero
nunca protagonizarla. Parejas conocidas donde la Dama no es protagonista: Ulises-Penélope, Tristán-Iseo, Amadís-Oriana, Quijote-Dulcinea, Arturo-
Ginebra. Es verdad que hay documentadas históricamente figuras como "la monja alférez", "mujeres piratas", reinas con poder... Sin embargo,
mujeres protagonistas de aventuras hay pocas.
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