LA OTRA TRAMA DE LA MODERNIDAD o - PARA QUE SIRVE PENSAR POSMODERNAMENTE DESDE LA PERIFERIA?
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LA OTRA TRAMA DE LA MODERNIDAD o ¿PARA QUE SIRVE PENSAR POSMODERNAMENTE DESDE LA PERIFERIA? Hermann Herlinghaus* El artículo hace un análisis de la manera como cierto sector del pensamiento latinoamericano ha abordado el tema de la modernidad en la región. Resalta los Luis Alberto Acuña, joven violinista problemas a los cuales se enfrenta un pensamiento nuevo, delinea algunos de sus principales presupuestos y procesos de construcción epistemológica y señala, con- venientemente, el lugar que este pensamiento ha ocupado desde las últimas déca- das en el ámbito académico construido por los centros. * Docente; investigador del Centro de Investigación Literaria (en los Centros de Estudios Humanísticos de Berlin). Autor de los libros Posmodernidad en la periferia y Enfoques Latinoa- mericanos de la nueva teoría cultural, entre otros. N ÓMADAS 89
Preámbulo de paráfrasis muy discutida- implicaciones de la supuesta existen- posmodernidad latinoamericana. cia de muchas verdades reforzaron Desde los años ochenta, el pen- los mecanismos de autorización y le- samiento latinoamericano en torno Antes de tematizar comparativa- gitimación 2 . Considerando que el a la modernidad está viviendo su tal mente una serie de aspectos de la re- peso globalizador sobre lo cultural lle- vez más profundo cambio. Pasó de flexión latinoamericana, valdría va al científico humano a reubicarse, unos grandes discursos de proyección tomar nota de paradojas que marcan y esto significa también tomar seria- y deseo en un fondo histórico de ex- los quehaceres en -con comillas de mente en cuenta el mercado, hoy por periencias cuya hibridez durante lar- Foucault- las ciencias humanas. El lo que se brega es por la innovatividad go tiempo no fue digna de criterio criterio de verdad no ha vivido su (sorpresa), la legitimidad (insti- científico, a un movi- tucionalización) y la miento de reflexión que circulación (atracción y llegó a asumir como cri- pragmatismo) al mismo terios la precariedad, la tiempo. diversidad, la disconti- nuidad. Esto, no para ¿Cómo puede el in- entregarse ni al olvido telectual académico ni a la despedida de es- asegurar su identidad en peranzas, sino para me- condiciones donde lo terse en aquellas zonas uno parece contradecir opacas por las que hoy lo otro? ¿Cómo se orga- pasan las dinámicas cul- niza la diversidad de turales. Dinámicas que estas identidades ines- oscilan, para dar un tables en las nuevas ejemplo particularmen- dialécticas centro-peri- te complejo, entre la feria? ¿Podría hablarse secularización en con- de una democratización diciones periféricas y los o pluralización represi- fenómenos de reen- va que atraviesa en gra- cantamiento massme- do notable las ciencias diático . Ahora, el 1 humanas y que con- cambio abarca dos ni- tribuye a reordenar veles: 1. Los problemas trasnacional y flexi- en los que indaga un blemente las hege- pensamiento nuevo y monías? Cualquier las concepciones que generalización sería di- desarrolla y aplica. 2. fícil, pero más allá de Un estatus diferente los textos se debe hablar que éste cobra en los de- de mecanismos. Llama bates culturales en la re- la atención el hecho de gión y en el nivel que por más que hayan internacional. De lo cambiado el debate y el primero no resulta Guillermo Wiedeman (1905-1969), monotipo, 1955 diálogo internacional, automáticamente lo se- al hacerse más inclu- gundo. Pero es hasta ahora, que de la desaparición sino su multiplicación, sivos generan también otras formas relación de ambos niveles hablan los pues muchas teorías llegaron a recla- de marginalización. Así nos toca una recursos intelectuales y políticos de mar, al construir esquemas, alguna tercera pregunta: si el pensamiento la denominada modernidad verdad. Pero con la enorme prolife- de modernidad desde Latinoamérica periférica heterogénea o -en forma ración de modelos teóricos, las se ha internado definitivamente en 90 N ÓMADAS
cuestiones culturales que son de ín- lo que se deseaba construir. Todo su- bién tambalear un persistente mode- dole estratégica3 , ¿puede cobrar tam- cedía como si la idea de lo moderno lo de identidad: el que magnificaba bién, en mayor o menor grado, una fuese ontológicamente portadora de va- la desproporción entre los altos lo- función estratégica en los escenarios lores que de manera natural corregirían gros del modernismo (y más tarde una internacionales?4 nuestros desequilibrios6 . El sueño la- especie de macondismo sublime- tinoamericano de que modernidad y mente generalizado, según Brunner)7 Aquí las retóricas facilistas - modernización pudieran converger y las insuficiencias de la moderniza- Latinoamérica moderna versus en un matrimonio feliz se esfumó, ción real. posmoderna /o posmoderna versus porque fue un sueño que descansaba moderna- no ayudan Este modelo que mucho. El problema no revelaba sus inclina- está solamente en el ciones de espejo (com- nombre y lo que éste lo- plemento, o invención gra ordenar teórica- de otros grandes rela- mente, el problema está tos) hacia el discurso también en una com- centrado de la moder- plicada reconfiguración nidad -el que fue reivin- del pensamiento cultu- dicado todavía en 1981 ral en los escenarios por Jürgen Habermas atravesados por la en La modernidad, un globalización. proyecto incompleto8 , guardaba trampas para el análisis cultural e his- El relato tórico. Dos de ellas re- diferente saltan particularmente. Primera, el escenario de Recordemos el ba- las letras y la filosofía lance con el que cultas convertido -des- Renato Ortiz marcó de el proyecto europeo aquella encrucijada que de modernidad- en el hizo imprescindible reino de la razón ilustra- pensar una modernidad da, llegó a representar diferente y que llevó a todo lo cultural y a or- conectar de Chile a denar normativamente México, durante los todo lo histórico, fun- años ochenta, un grupo dando su exclusividad de pensadores de diver- en una alta misión crí- sas afiliaciones que con- tica frente a las aguas cibieron la cultura/lo heladas del cálculo Guillermo Wiedemann (1905-1969), monotipo, 1956 cultural de una manera egoísta 9 . Pero como radicalmente nueva 5 . subrayó Julio Ramos: Se imaginó que el proceso de mo- en ideales prescritos de modernidad. La crítica de la modernización po- dernización eliminaría, por si solo, Característicamente, este balance, sibilitó la modernización (autono- tanto el subdesarrollo como las in- que es dimensionado por la reflexión mización y así legitimación social, justicias sociales. Esta visión un tan- de teóricos tan distintos como Jesús H.H.) de la crítica10 . La construc- to ingenua del proceso histórico nos Martín-Barbero, José Joaquín ción especulativa -la modernidad llevó a sobrevalorar la búsqueda de Brunner, Néstor García Canclini, como discurso imperante que se au- una identidad moderna sin que tu- Carlos Monsiváis, Nelly Richard, toriza a través de un espíritu supues- viésemos una perspectiva crítica de Norbert Lechner y otros, hizo tam- tamente universal y que, a partir de N ÓMADAS 91
ahí, se subordina el resto del mundo, inconscientemente el deseo de hacer- cuando ese nuevo territorio es anali- (Hegel)11 - fue parte de la misma mo- se partícipe de la misma razón occi- zado con las categorías mentales del dernización europea. Dice José Joa- dental, como un caso notorio del descubridor12 . quín Brunner sobre las acepciones funcionamiento hegemónico de la latinoamericanas de semejante no- modernidad centrada. La interpre- Segunda, y como problema resul- ción de modernidad: se tendía a su- tación de nuestra historia cultural por tante, una trayectoria obstinada de poner que el discurso a nivel de las sus omisiones respecto de un modelo subestimación cultural de lo que se ideas habría inaugurado, antes de occidental consagrado refleja no sólo llama modernización; función que de que ella existiera, la modernidad de la hegemonía de este último sino, cierta manera cumplieron también nuestra cultura. De este hecho resul- además, un antiguo gesto de perple- los diversos modernismos culturales taron construcciones de lo lati- jidad frente a las diferencias en América Latina13 , no necesaria- noamericano en las que latía específicas de lo latinoamericano mente como textos y manifestacio- Guillermo Wiedemann, monotipo, 1954 92 N ÓMADAS
nes, sino como institución sensus académico de su tiempo, se- distinta de la noción establecida de paradigmatizada en favor del dualis- gún el cual el discurso denominado cultura, es decir, una modernidad mo razón emancipativa versus razón modernidad administraba un canon contradictoria y heterogénea en el instrumental. de obras ejemplares y sobrevivía gra- centro mismo. Pero la asunción con- cias a su pobreza de experiencia; ello ceptual e histórica de estos hechos a El destino del discurso centrado debido a su distancia frente a las nivel del pensamiento de la moder- de la modernidad, en el siglo veinte, masas, al hombre común (Musil) y a nidad se dará apenas con el pensa- no podía menos que desembocar en la cultura cinematográfica, vista por miento posmoderno. El discurso el pesimismo cultural, ya que se ali- el director ruso Eisenstein como es- posmoderno va a (re)descubrir, co- mentaba cada vez más de proyeccio- fera teatralizadora de una heteroge- nectar y validar aquellas experiencias nes con bases cultural, histórica y neidad fascinante. Sin embargo, aquí históricas que muestran las moder- socialmente estrechas, y cada vez se vislumbraban autoridades cultura- nas sociedades industriales de cen- menos de los procesos y de sus con- les otras. Era la misma modernización tro las cuales conforman, de hecho, tradicciones. Fue Walter Benjamin de los países europeos avanzados que una modernidad dividida ya que la quien se enfrentó vigorosamente al producía una lógica de modernidad dinámica de sus procesos socio- Guillermo Wiedemann, monotipo, 1960 N ÓMADAS 93
económicos (en Europa diferente a mericanos no sólo a la autocrítica, Un pensamiento posmoderno en los Estados Unidos) no sólo conser- sino que les da un papel estratégico la periferia tiende a ser, por consi- va relictos de sociedades premo- en los debates. No es idéntica una em- guiente, de carácter diferencial fren- dernas, sino suele crear formas propias presa descentradora que se articula en te al discurso posmoderno de centro. de tradicionalidad 14 . El discurso los centros en donde se descubre lo pe- En otras palabras: con la asunción de posmoderno mina un concepto ho- riférico, a otra que opera desde las pe- un horizonte posmoderno, los inte- mogéneo y universalista de moderni- riferias de la modernidad. En el lectuales latinoamericanos saltan la dad con una noción heteróclita de primer caso, se trata de una autocrí- dominación para encontrarse ante cultura que da cabida a codificacio- tica radical, giro epistemológico, unas asimetrías nuevas. Ahora se nes dobles o constitutivamente pero sin ceder la dominación habla mucho más de igual a igual, aporéticas: Modernidad, de esta epistemológica; en el segundo caso, pero en vez de exclusión o subordi- manera descentrada, reve- nación se enfrenta el la sus contornos lineales y drama de las legiti- discontínuos, de orden y de maciones, lo que nos caos, así como su carácter permite desenredar una tradicional y moderno y sus confusión. Muchas ve- connotaciones elitistas y ces se suele rechazar lo populares. Si se quiere ha- posmoderno para Amé- blar del advenimiento his- rica Latina porque se tórico de una condición quiere, por fin, dejar de posmoderna15 , ésta ya fue copiar los centros don- inscrita en la modernidad de, según Jameson, este por el lado de sus ocul- discurso se ha torcido tamientos y supresiones. sobremanera. Pero los teóricos latinoamerica- La historización críti- nos que más consecuen- ca del proyecto centrado temente asumieron la de la modernidad desde crítica epistemológica posiciones posmodernas, posmoderna mostraron la puesta en descubierto de que no se puede pensar una epistemología impe- posmodernamente des- rante16 , es asumida por el de la periferia sin asumir nuevo pensamiento lati- un descentramiento do- noamericano de la cultu- ble: el de la modernidad ra (los años ochenta) por centrada, y el de aque- dos razones fundamenta- llas posturas dominan- les: se analiza, por un lado, tes que el propio que los modelos dicotó- discurso posmoderno micos que hasta más allá erige al canonizar (que de la mitad de este siglo significa reterritoria- marcaron los imaginarios lizar en los centros) sus de lo propio en el conti- empeños descentra- nente eran de una mane- Fernando Botero, 1951 dores17 . Por eso, una re- ra u otra traducciones de flexión posmoderna en una epistemología dominante. Por la autocrítica que la periferia em- la periferia de la modernidad resalta otro lado, el cambio de la noción de prende, es acompañada por un pro- como espacio intelectual diferencial, periferia -de los esquemas de reflejo fundo cambio de su propio estatus: ya que es acá donde la epistemología a unos escenarios activos de la dife- el paso de la defensiva a una ofensi- crítica se vuelve con mayor razón rencia- incita a los teóricos latinoa- va epistemológica. instancia politizadora. 94 N ÓMADAS
Volvamos a la reconsideración lista como de identidades no Al conocer los escritos de Borges, de las dinámicas de modernización maniqueas): Los países latinoame- Foucault decía que lo que más asom- a fin de precisar una noción de mo- ricanos son actualmente resultado bro le causaba era la posibilidad de pen- dernidad otra. Para los pensado- de la sedimentación, yuxtaposición sar lo que se creía imposible pensar res de los países latinoamericanos y entrecruzamiento de tradiciones -imposible según una trayectoria de esto significaba recobrarlas como indígenas (...), del hispanismo co- razón que tiene nuestra edad y nues- criterio movilizador: superar la in- lonial católico y de las acciones tra geografía20 . Numerosos teóricos validación de las propias moderni- políticas, educativas y comunica- de la cultura fuera de América Lati- zaciones que fue sugerida por la cionales modernas 19 . na probablemente hayan vivido una hegemonía de idearios centrados. sensación parecida cuando conocie- Se hace revelador, a nivel compa- A partir de estas premisas se ar- ron libros como De los medios a las rativo, que el modernismo europeo ticula un concepto de hibridación cul- mediaciones de Jesús Martín-Barbe- de los primeros dece- ro o el ya citado de Néstor nios del siglo XX (las García Canclini. Renato vanguardias, ante todo) Rosaldo (Stanford), no era lo que represen- quien escribió la intro- taba, es decir, elevarse ducción para la edición como cúpula reflexiva en inglés de Culturas encima de unas moder- híbridas, lo dice al consta- nizaciones exitosas y tar que los conflictos cul- acabadas, sino que en- turales o sociales que frentaba (y administra- discutidos en los E. U. ba culturalmente) lo hoy, ya no se suelen vin- que estaba fuera de la cular a la moderniza- normatividad moderna: ción21 que es considerada un orden dominante un hecho exitosamente semiaristocrático, una cumplido -un hecho, no economía capitalista un problema (lo que ex- semindustrializada y un plicaría también una vi- movimiento obrero sión que quiere situar lo semiemergente o semi- posmoderno después de nsurgente (Néstor lo moderno). García Canclini, citan- do a Perry Anderson)18 . La reflexión latinoa- Si el modernismo no mericana de la cultura, es la expresión de la desde preocupaciones modernización socio - agudamente contemporá- Fernando Botero, Niño de Vallecas, 1959 económica, pregunta neas, vincula de nuevo García Canclini, sino registros de modernidad y el modo en que las élites se hacen car- tural que no es fenomenológico ni modernización que se habían go de la intersección de diferentes lingüístico, es histórico en la acep- segmentado según lógicas y procesos temporalidades históricas y tratan de ción de lo particular de la moderni- de modernización en los países más elaborar con ellas un proyecto global, dad latinoamericana; y lo particular avanzados, yendo más allá de la es- ¿cuáles son esas temporalidades en a su vez no está en lo único de las peculación filosófica y el intuicio- América Latina y qué contradiccio- esencias o en la síntesis original del nismo estético dominantes en la nes genera su cruce?. Y formula, mestizaje, está en las dinámicas de bibliografía posmoderna22 . Aten- con vista a una modernidad otra interacciones, de asimetrías, de ción específica se ha rendido a una que exige también otro discurso discontinuidades de una heteroge- revisión de las complejas relaciones (tanto de explicación no esencia- neidad multitemporal. entre tradición y modernidad, moder- N ÓMADAS 95
nidad y cultura popular, pero con desequilibrio se apoyaba en la exclu- ser considerado, estudiado, institu- perspectivas que en nada resultan sión y marginalización de toda una cionalizado y normativizado como nostálgicas, perspectivas alertas y a la esfera de experiencia sociocultural y cultura y, por consiguiente, sobre lo vez teóricamente integrativas de la creación simbólica -la de las culturas que no correspondía ser integrado en audiovisión avanzada y los desarro- populares24 . El libro De los medios a las incipientes naciones, es decir las llos tecnológicos. Se ha llegado a las mediaciones, clave para entender modernas esferas de valores. Ya que hablar hasta de una cultura interna- lo distintivamente posmoderno de la re- no se trata de insinuar un pathos co- cional-popular23 . De esta manera, flexión latinoamericana, traza una rrectivo de lo históricamente dado, ha nacido una trasdisciplinariedad sui pista de entendimiento crítico de au- ¿a qué se está apuntando? generis que, de hecho, hace difícil- toridades culturales que se establecie- mente clasificable el pensamiento la- ron a partir de una determinada Develar hoy con más precisión las tinoamericano en torno a una jerarquía entre lo ilustrado, lo ma- dinámicas opcionales de lo históri- modernidad otra capaz de involucrar sivo y lo popular. Y se perfila más co, se hace tanto más importante en las energías descentradoras del pen- claramente: la opción llamada pro- contextos donde la opción que se samiento posmoderno. tornó hegemónica entra nue- vamente en cuestionamiento. Para mejor situar la epis- Y ahí los teóricos de la perife- temología que atraviesa esta ria hacen ver que aquella op- reconceptualización, cabe ha- ción ha tenido uno de sus cer un esfuerzo historizador. Si mayores diferenciales (y lógi- nos hemos percatado que la cas propicias a su cuestio- hegemonía de un discurso cen- namiento) en los procesos trado de modernidad tiene su culturales de las regiones ex- trayectoria limitada, hoy se céntricas. Sus balances y pro- hacen vinculables los umbra- puestas llegan a apuntar, de les históricos de 1800 y de repente, en el blanco de las 2000. O sea, ¿qué se ha ido reflexiones de los investi- exluyendo desde hace dos si- gadores que trabajamos en los glos y qué vuelve a cobrar antiguos centros de la mucho peso en cuanto a con- modernidad. cepciones culturales, y en cuanto a política de cultura? La mencionada nueva Ahí tendríamos que volver a trasdisciplinariedad ha tenido, establecer vínculos entre no- desde luego, otros espacios de ciones que se tornaron mutua- despegue diferentes al del pen- mente autónomas. A la luz de samiento posmoderno de los las experiencias que nos pro- centros25 , y de manera despre- pina el acercamiento del dos juiciada y dialógica ha inte- mil es más fácil reconocer -y Juan Antonio Roda (1921), Retrato de un desconocido, 1971 grado una serie de perspectivas los teóricos latinoamericanos que, en otras partes del mun- han forzado este reconocimiento- el yecto de modernidad consistía en do apenas entraron en debate mutuo discurso de representación (univer- ordenar las tensiones entre cultura como sucede, por ejemplo, con el salismo) y legitimación (objetividad) ilustrada, cultura popular y cultura de caso de la escuela británica de estu- de la modernidad europea como una masas que irrumpieron en el escena- dios culturales y con los conceptos opción histórica de fundar rio europeo alrededor de 1800, por el filosóficos y estéticos del pensamiento hegemonías en desequilibrios. Jesús camino de una estrategia episte- posmoderno. Se articuló desde varios Martín-Barbero dio un aporte funda- mológica. Esta, reaccionando a pro- núcleos de desborde o desdeli- mental a una historización diferente fundos cambios socioeconómicos, mitación disciplinaria, en donde se de la modernidad, mostrando que ese decidía sobre lo que sí valdría la pena encuentran, en primer lugar, la so- 96 N ÓMADAS
ciología (que se solía ocupar de la mo- epistemologías periféricas que res- miento aparte. Es innegable que en dernización) y la antropología (que ponden a preocupaciones posmo- el perfil trasdisciplinario de los es- estudiaba la tradición), las cuales dernas avant la lettre. Se trata de tudios de una modernidad periférica entraron en una revisión conjunta situaciones y conflictos particulares heterogénea se está expresando un de la investigación26 adoptando nu- de país en país o de institución en rico diálogo entre las ciencias socia- merosas y muy significativas perspec- institución. Pero llama la atención les y los estudios culturales en sus tivas de, por ejemplo, antropología la rigurosidad con que se está dan- diversas acepciones. Las tendencias urbana -ya no como disciplina apar- do, a partir de los ochenta, un deba- brevemente marcadas se han ido te sino interlocutora cercana- y so- te por encima de las fronteras diversificando y ampliando durante ciología cultural comunicativa. nacionales, apoyado en organizacio- los últimos años en la medida en que Cobran igual envergadura ante esce- nes tanto regionales como trasna- repercuten o interfieren, a veces narios de modernizaciones aceleradas cionales, una enorme cantidad de también bajo otras denominaciones, entre neoliberalismo y democratiza- publicaciones, revistas de perfil nue- en los espacios académicos conven- ción precaria, unas politologías pro- vo (en cuyo contexto la metáfora cionalmente administrados. fundamente reformuladas que denominamos tenta- tivamente politologías Acentuación culturales, las cuales em- prendieron un giro con- Todo intento por aplicar ca- ceptual hacia el papel de tegorías ya establecidas para dar las culturas políticas en los relieve al pensamiento cultural procesos de cambio y ha- desde América Latina debe de cia lo político de lo cultural alguna manera fracasar. Sin em- cotidiano. Otra vertiente bargo, las perspectivas comenta- habla de los esfuerzos de das requieren de una reflexión numerosos críticos y críti- más detenida a fin de debatir un cas de la literatura y las ar- marco conceptual que por un lado tes por asumir, al orientarse no pretenda encajonarlo prema- en los estudios culturales, turamente, pero que por otro lo- un descentramiento de gre elaborar una matriz afín a su unas nociones modernis- riqueza específica y sus recursos tas y esteticistas de la cul- concretos. Proponemos hablar de tura. Sin embargo, el rasgo unas nuevas hermenéuticas cultu- que en mayor grado parece rales en América Latina. Se tra- desafiar los criterios com- ta de una hipótesis que exige parativos es aquella expe- mayor elaboración, y que aplica riencia un tanto peculiar y un concepto de hermenéutica lo de una urgencia digamos menos estrecho posible. global, que ha llevado a Juan Antonio Roda, Retrato de un desconocido, 1971 pensar desde los medios No cabe duda que las cien- hacia las mediaciones, rearticulando Nómadas no es nada casual); y por cias humanas se encuentran plena- los estudios de la comunicación como toda América Latina, una reorgani- mente sumergidas en un drama una hermenéutica cultural radical- zación de las áreas de trabajo de cam- hermenéutico. En primer lugar, la her- mente nueva. Esta nos ocupará to- po desde núcleos conceptuales menéutica en sus acepciones de on- davía un poco más adelante. audaces y con gran sensibilidad ha- tología metafísica del sentido perdió cia experiencias socioculturales atra- sus terrenos más importantes, y en El cuadro trazado aquí no pre- vesadas por los desarrollos segundo, se observa una inusitada tende ser abarcador sino mostrar lo mediáticos y tecnológicos 27 . Pero proliferación y reconfiguración de profundamente diferente de unas todo esto merece un dedicado trata- sentidos en un mundo postindustrial N ÓMADAS 97
-desigualmente modernizado- periencias colectivas de renego- funcionamiento transitivo, un globalmente conectado. Es en este ciación de lo masivo desde lo popu- modo de decir que no sólo habla- contexto de fin del siglo XX que la lar y, que no era lo mismo, vice versa. de sino que materializa unas mane- importancia de prácticas y normas de Los interlocutores intelectuales de ras de hacer29 . De ahí se desarrolló leer/entender/interpretar para toda clase Martín-Barbero, en este contexto, un enfoque de descentramiento de de análisis cultural y social está ad- eran Walter Benjamín, Maurice los medios masivos, un enfoque que quiriendo otra dimensión. En vista Merleau-Ponty, Paul Ricoeur y no se limitaba a sus implicaciones de los derrumbes que padecieron no- Michel de Certeau. Uno de sus tex- de producción/discurso, de técnica, ciones coherentes de identidad y sub- tos más provocadores para los de distribución vertical, sino que jetividad, habría que preguntar: ¿Qué comunicólogos especializados de los tendía a descubrir relatos cultura- sucede con las narraciones? Parece años setenta, Prácticas de comunica- les que se constituían en la expe- que el declive de los grandes relatos ción en la cultura popular, se basaba riencia que la gente tiene y (en el) (especulación y emancipa- sentido que en ella cobran los ción), no tanto según el ba- procesos de comunicación30 . lance de Lyotard sino en la Martín-Barbero, después de manera como éste fue para- leer lo melodramático como digmatizado, no deja de cau- narración cotidiana en vista sar una irritación. Casi todo de los destiempos de la mo- narrar se cargó de estigma. dernidad 31 , ha ido todavía Pero sólo se puede pensar la más allá. Optó por unos estu- identidad de ese sujeto he- dios de la comunicación ca- teróclito más allá de los paces de asumir aquel marcos restrictivos, recuer- descentramiento o desorden da Julio Ortega, si no se pasa cultural a partir de cuyas por alto su narrativa, sus re- dinámicas ya varias genera- latos de construcción y ciones se apropian de la mo- autorreflexión 28 . dernidad sin tener como eje la cultura y las normas Si hablamos hoy de la hermenéuticas del libro. Hoy, función inspiradora que los la opción por otra hermenéu- estudios de la comunicación tica afín a una modernidad han desempeñado para que el descentrada, que ha tenido pensamiento cultural en sus articulaciones orientado- América Latina saliera de la ras a nivel de una comuni- razón dualista, es interesan- cología muy poco ortodoxa, te recordar el hecho de que es parte implícita del trabajo fue curiosamente una pers- de muchos investigadores la- pectiva hermenéutica con la tinoamericanos, sea en el cual Jesús Martín-Barbero marco de socio-antropologías desafiara los criterios analíti- Beatriz González (1938), Niña Johnson, 1965 interpretativas (que parecen cos de mediacentrismo, de constituir el ámbito predilec- imperialismo cultural y de esen- en estudios de campo que había he- to de los estudios interculturales en cialización de las culturas populares. cho junto con estudiantes en varios el continente), sea en el de las cien- En lo conceptual, propuso discutir (super)mercados y cementerios de cias políticas que integraron enfo- una visión desprejuiciada tanto de Bogotá y de Cali en los años 1974- ques psicológicos, semióticos y de lo masivo como de lo popular, 77. La problemática trabajada fue análisis discursivo, o en unos estu- intuyendo que las dinámicas cultu- otra estrategia de lectura, una lectura dios culturales y literarios que rales de una modernidad periférica cultural capaz de descubrir el fun- oscilan entre feminismo y posmoder- tuvieran mucho que ver con las ex- cionamiento popular del relato, un nismo, e incluso en varias investi- 98 N ÓMADAS
gaciones sobre comunicación y tas del siglo diecinueve hasta cias humanas alrededor de una globalización. los teólogos de la liberación), objetivación sistémica de latía la ilusión hermenéutica teorías de interpretación. La diversidad del continente y lo de que la autoridad de las na- Hoy, bajo la gravitación de las contradictorio de sus procesos pare- rrativas europeas o de las pro- sospechas postestructuralistas cen hacer obsoleta la posibilidad de pias tradiciones, de los grandes a más tardar, la despedida de que se desarrollara nuevamente una discursos del pasado (textos, la hermenéutica como tal pa- hermenéutica. Si hablamos de una mitos, colecciones, testimo- rece haberse vuelto premisa especie de mapa hermenéutico sin nios), podría contribuir a di- común33 . orden establecido, lo hacemos con señar alternativas ante un vista en concepciones y sensibilida- presente que carecía de orien- 3. ¿Pueden haber plausibles con- des para leer e interpretar lo cultural, taciones. cepciones de lectura de senti- en las que sí repercuten valiosos re- do, de interpretación de tazos de subjetividad, fragmentos 2. La constitución histórica de la identidades que no se afirmen que proveen parte de la materia pri- hermenéutica en la segunda en la autoridad de textos es- ma para elaborar nuevos proyectos mitad del diecinueve, hacién- critos y semánticas canoniza- colectivos32 . dose parte legitimadora de un das a partir de instituciones y discurso europeo de moderni- categorías de la cultura letra- Acentuamos nuestras da? Esta pregunta pare- observaciones, en forma ce adquirir peso a partir de tesis, a través del si- del pensamiento latino- guiente balance compa- americano de una mo- rativo: dernidad otra. Los teóricos/las teóricas de 1. Históricamente, esta modernidad, aún en las inclinaciones toda la diversidad de sus hermenéuticas enfoques, trabajan alre- forman parte cons- dedor de cierta pers- titutiva del pensa- pectiva común: las miento cultural en dinámicas culturales in- América Latina. cluyendo lo intermedial Un discurso de e intercultural de la modernidad que audiovisión y los funcio- comenzaba a ar- namientos del hiper- ticularse desde la texto, son leídas a nivel periferia tenía que de experiencias/subjeti- enfrentar situa- Beatriz González, Lo que les sucede a las holandesas vidades/constitución de por querer tanto a los perros, 1966 ciones altamente sentidos. Es aquí que se problemáticas en muestra una marcada di- cuanto a interpretación de dad desde Alemania (tenien- ferencia frente al pensamien- historia y sociedad -una laten- do pocas raíces en Inglaterra to posmoderno tal como se te crisis de sentido conlleva- y E. U.), permite reforzar lo institucionalizó, por ejemplo, ba el desafío de formular desigual de la modernización en los E. U. o en Francia. respectivas hermenéuticas de en los centros: las teorías cumplimiento, de desarrollo, hermenéuticas se hicieron es- Una empresa hermenéutica des- de proyecciones utópicas-. En pecialmente cargo de condi- encantada no ofrece soluciones fá- las visiones de una moderni- ciones de déficit de sentido de ciles. Pero lo hermenéutico como dad correctiva o alternativa identidad (nacional), ten- principio para pensar y conceptualizar (desde los filósofos y ensayis- diendo a reorganizar las cien- se puede tornar resistencia frente a N ÓMADAS 99
una retórica del sinsentido, una re- cal de conceptuarios hermenéuticos. prácticas de sentido inestables; que tórica que disfraza el gesto nuevamen- Se alude a perspectivas de interpre- conciben las semánticas de lo social, te hegemonizador que habla de la tación cultural que conciben la no- lo cultural de lo político y lo político canonización de determinados ción de experiencia desde un presente de lo estético como fenómenos que descentramientos en determinados colectivamente vivido; que reclaman exigen tanto el entendimiento como lugares. En los profundos -hasta se más democráticamente norma- la percepción, esto es, racionalidades podría decir tectónicos- cambios que tividades desde proyectos partici- abiertas a la explicación y a la viven- han vivido las sociedades latinoame- pativos, tolerantes, competitivos34 (y cia. Ahí está la paradoja. Una her- ricanas desde los años sesenta, resi- menos desde discursos e institucio- menéutica posmoderna desde den impulsos y necesidades para una nes previamente autorizadas); que no perspectivas latinoamericanas no reformulación particularmente radi- buscan sentido superior sino analizan deja de reformular un nosotros. Citas 1 Jesús Martín-Barbero, Secularización, desencanto y reencantamiento massme- diático, en: J. M. B., Pre-Textos. Conver- saciones sobre la comunicación y sus con- textos, Cali, 1995, pp.177-192. 2 K. Ludwig Pfeiffer, Kommunikationsformen als Lebensformen [Formas de comunica- ción como formas de vida], München, 1990, p.16. 3 Ver la manera de asumir lo latinoameri- cano en: Renato Ortiz, Mundialización y cultura, Buenos Aires, 1997, pp.19, 20. 4 He propuesto discutir esta problemática, desde un interés en desformalizar y descanonizar ciertas discusiones compa- rativas, en relación con los nuevos espa- cios de legitimidad que cobra el pensa- miento postcolonial en ámbitos académi- cos angloamericanos. (Hermann Herling- haus, Entre posmodernidad latinoame- ricana y postcolonialismo angloamerica- no. Un debate necesario en torno a una nueva ecología de identidades, en: Diá- logos de la comunicación, No. 49, Lima, Oc- tubre 1997, pp.43-53). 5 Hermann Herlinghaus/Monika Walter (eds.), Posmodernidad en la periferia. En- foques latinoamericanos de la nueva teoría cultural, Berlín, 1994, pp.11-47. 6 Renato Ortiz, Lo actual y la moderni- dad, en: Nueva Sociedad, No. 116, no- viembre-diciembre 1991, p.96. 7 José Joaquín Brunner, Tradicionalismo y modernidad en la cultura latinoamerica- na, en: Brunner, Cartografías de la mo- dernidad, Santiago, 1995, pp.167-169. Ver especialmente el debate de Brunner con Angel Rama y Octavio Paz, pp.169-175. 8 Hal Foster (comp.), La postmodernidad, Beatríz González, Leticia León, nueva Venus, 1966 Barcelona, 1986, pp.19-36. 100 N ÓMADAS
9 Octavio Paz, El ogro filantrópico, Barcelo- salir de la razón dualista, Barcelona, 1987, 33 La situación en América Latina es obvia- na, 1990, p.37. p.111. mente distinta, y llama la atención que 10 Julio Ramos, Desencuentros de la moderni- el teórico venezolano Rigoberto Lanz pro- 30 J. Martín-Barbero, Identidad, comunicación pone incluso una relectura de los aportes dad en América Latina. Literatura y política y modernidad en América Latina, en: en el siglo XIX, México, 1989, p.209. de Gadamer en un contexto latinoameri- Herlinghaus/Walter (eds.), Ob. cit., p.85. cano de pensamiento posmoderno. 11 G.W.F. Hegel, Lecciones sobre Historia de 31 J. Martín-Barbero, Sonia Muñoz Rigoberto Lanz, Miriam Hurtado la Filosofía, México, 1955. Ver los comen- (coords.), Paradigmas, métodos y posmo- (coords.), Televisión y melodrama. Géne- tarios de José Ortega y Gasset (1930) en: dernidad, Mérida, 1995, pp.10,12. Hegel y América; en: J. Ortega y Gasset, ros y lecturas de la telenovela en Colombia, Obras completas, Madrid, 1946. Bogotá, 1992. 34 Fabio López de la Roche (comp.), Ensa- 12 José Joaquín Brunner, Ibid., p.155. 32 Martín Hopenhayn, Ni apocalípticos ni in- yos sobre cultura política colombiana, Bo- tegrados. Aventuras de la modernidad en gotá, 1990, p.101. 13 Los modernismos latinoamericanos que se América Latina, Santiago, 1994, p.9. han estudiado mucho a nivel estético y de movimiento artístico merecen una ma- yor diferenciación en sus relaciones con el carácter y los procesos de moderniza- ción en el continente. 14 Herlinghaus/Walter (eds.), Ob. cit., p.18. 15 Jean-François Lyotard, La condition posmoderne, Paris, 1979. 16 Michel Foucault, Las palabras y las cosas, México, Siglo XXI, 1969. 17 Nelly Richard, La estratificación de los már- genes, Santiago, 1989, pp.55-58; N. R., Latinoamérica y la posmodernidad, en: Herlinghaus/Walter (eds.), Ob. cit., pp.221,222. 18 Néstor García Canclini, Culturas híbridas. Estrategias para entrar y salir de la moderni- dad, México, Grijalbo, 1990, pp.71,72. 19 Ibid. 20 Michel Foucault, Ob. cit., p.1. 21 Renato Rosaldo, Prólogo, en: Néstor García Canclini, Hybrid Cultures. Strategies for Entering and Leaving Modernity, Minneapolis, 1995, p.xvi. 22 Néstor García Canclini, Ob. cit., p.19. 23 Renato Ortiz, Ob. cit., pp.145-198. 24 Jesús Martín-Barbero, De los medios a las mediaciones. Comunicación, cultura y he- gemonía, México, 1987. 25 Herlinghaus/Walter (eds.), Ob. cit., pp.15,17. 26 Néstor García Canclini, Los estudios cul- turales de los 80 a los 90: perspectivas antroplogógicas y sociológicas en Améri- ca Latina, en: Iztapalapa, año 11, No. 24, México, 1991. 27 Ver el ejemplo revelador de Rossana Reguillo, La construcción simbólica de la ciudad. Sociedad, desastre y comunicación, Guadalajara, 1996. 28 Julio Ortega, Identidad y postmo- dernidad en América Latina, en: Actua- lidades, Caracas, julio-septiembre 1995, p.41. 29 Jesús Martín-Barbero, Procesos de comu- nicación y matrices de cultura. Itinerario para Beatríz González, Mónica juega, canta y ríe como los otros niños, 1967 N ÓMADAS 101
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