El impacto de la industria de salmón en la identidad chilota y el papel del Estado - Aqua
←
→
Transcripción del contenido de la página
Si su navegador no muestra la página correctamente, lea el contenido de la página a continuación
CAICAI-VILU VERSUS LA SALMONICULTURA El impacto de la industria de salmón en la identidad chilota y el papel del Estado Mara Cox 1529382 Tesis de maestría en Estudios Latinoamericanos Universidad de Leiden Supervisor: Dr. P.A. Isla Monsalve Leiden, agosto de 2019
Fuente de la imagen de la portada: http://www.resumenlatinoamericano.org/2016/05/14/chile-pescadores-de-ancud-lo-que- dice-la-comunidad-es-que-se-vayan-las-salmoneras/ “No es una coincidencia que ya no haya recursos naturales en el mar. Es un ser nuestro y está hablando. Se está manifestando.” - Ruth Caicheo (2019), vocera del Consejo de Comunidades Huilliche de Chiloé, entrevista con la autora
TABLA DE CONTENIDOS Introducción 1 Capítulo 1 4 LA GLOBALIZACIÓN ECONÓMICA Y EL IMPACTO EN LA IDENTIDAD Y EL DESARROLLO SOSTENIBLE: UNA EXPLORACIÓN TEÓRICA 1.1 La nueva dependencia: una conceptualización del 4 neoliberalismo, neocolonialismo y la globalización 1.2 Identidad y cultura en un mundo globalizado enfocado en el 7 desarrollo económico 1.3 El valor de la identidad en el desarrollo sostenible 10 Capítulo 2 14 LA IDENTIDAD CHILOTA Y EL DESARROLLO PRODUCTIVO DE LA INDUSTRIA DEL SALMÓN EN UN CONTEXTO NEOLIBERAL 2.1 El archipiélago de Chiloé y sus características identitarias: una 14 contextualización histórica 2.2 Chiloé y el desarrollo productivo de la industria del salmón 19 2.2.1 Las transformaciones del modelo económico chileno y 19 la industria salmonera 2.2.2 La instalación de la salmonicultura en el archipiélago de 23 Chiloé 2.3 De globalización económica a la globalización de la 25 sostenibilidad Capítulo 3 31 IMPACTO DE LA SALMONICULTURA EN LA IDENTIDAD CHILOTA Y EL PAPEL DEL ESTADO EN SU DESARROLLO SOSTENIBLE 3.1 Nuevas ruralidades: el impacto de la salmonicultura en la 31 identidad chilota 3.1.1 Las transformaciones medioambientales 32 3.1.2 Las transformaciones socioeconómicas 33 3.1.3 Las transformaciones en la identidad chilota 39 3.2 El papel del Estado en los impactos de la salmonicultura en 43 Chiloé 3.3 Desafíos y oportunidades para el desarrollo sostenible de la 49 salmonicultura en Chiloé Conclusión 55 Anexos 59 Anexo 1: Lista de entrevistados 59
INTRODUCCIÓN La presente investigación analiza el impacto de la expansión, desde 1980, de la industria salmonera en la identidad chilota y el papel del Estado en dicho proceso. El archipiélago de Chiloé, un día una región aislada, marginada y subdesarrollada, con bajos niveles de urbanización y orientada hacia la pesca artesanal y la agricultura campesina, es hoy en día uno de los mayores productores de salmón del mundo y uno de los motores más importantes de la economía chilena. El proceso de incorporación al mundo global contemporáneo se ve fuertemente acelerado a partir de la rápida y violenta expansión de la salmonicultura en un contexto neoliberal desde los años 1980, lo que trajo consigo un proceso de modernización que ha generado importantes cambios medioambientales, socioeconómicos, territoriales y políticos. La salmonicultura no es el primer articulador de modernidad en Chiloé, sin embargo, la escala y la velocidad de su inserción en el archipiélago fueron significativamente diferentes. Ha causado un conflicto entre la cultura chilota tradicional y la modernidad. Chiloé posee una identidad única con manifestaciones materiales y espirituales distintas, debido a su aislamiento y su origen indígena. Por lo tanto, Chiloé constituye un interesante caso para analizar en qué medida la pesca industrial de gran escala ha impactado la identidad local. El objeto de investigación es relevante, debido a la creciente población mundial que se necesita alimentar y su estilo de vida más sano. La industria salmonera ha sido una de las agroindustrias de más rápido crecimiento en Chile. Además, si bien esta industria ya está instalada en el archipiélago y está arraigada en su cultura, el caso de Chiloé puede servir de ejemplo para otras áreas donde la salmonicultura quiere establecerse, como por ejemplo en Puerto Williams en estos momentos o las otras industrias como las hidroeléctricas que se está instalando en Chiloé y está generando hoy nuevos conflictos. El papel de la acuicultura en la transformación de Chiloé y su espacialidad es relevante en el contexto de las nuevas geografías económicas y culturales de la globalización. Para poder responder la pregunta principal, el primer capítulo presenta una exploración teórica de la vinculación entre el neoliberalismo, la globalización y la identidad y la cultura. También se hace un acercamiento teórico al desarrollo sostenible que surge desde la globalización de conflictos socioambientales. La diversidad cultural y la preservación de las identidades son fundamentales para lograr este desarrollo sostenible. En el segundo capítulo se hace una contextualización del tema, que forma una parte sumamente importante de la investigación. Primero se aborda las características identitarias del archipiélago de Chiloé y sus acontecimientos históricos más relevantes para el desarrollo de la salmonicultura. A continuación de esto, se analiza el desarrollo productivo de la industria del salmón en Chile y en Chiloé en específico. Se concluye el segundo capítulo con una contextualización del papel del Estado en el sector y su desarrollo sostenible o no. Es relevante contextualizar el papel del Estado en la expansión 1
de la salmonicultura en Chile, porque de esta manera se puede entender cómo pudieron surgir los impactos de la industria en el archipiélago de Chiloé. El tercer capítulo pretende responder la pregunta principal de en qué medida la salmonicultura ha tenido un impacto en la identidad chilota, analizando las transformaciones medioambientales, socioeconómicas y culturales que tuvieron lugar en el archipiélago desde los años 1980. Estos cambios forman la base de la investigación, ya que la identidad se construye a través de estas dimensiones. En lugar de un análisis de las diversas afirmaciones sobre los impactos generados por la salmonicultura en Chile, tanto en favor como en contra, esta investigación busca revelar la trayectoria de lo que se concibió como una actividad de exportación no tradicional con ventajas comparativas significativas, hacia un sector que se ha convertido en objeto de debate sobre sostenibilidad y desarrollo. El objetivo principal de esta investigación es evaluar en qué medida la salmonicultura ha tenido un impacto en la identidad chilota y el papel del Estado en ello. Los objetivos secundarios son: a) analizar las características identitarias más importantes de Chiloé; b) evaluar los cambios medioambientales, socioeconómicos y culturales más significativos desde la expansión de la salmonicultura en Chiloé, y c) analizar el contexto histórico y político que dio lugar a estos impactos y en qué medida esto ha llevado a un desarrollo sostenible de la salmonicultura. La investigación busca alcanzar estos objetivos mediante la siguiente pregunta central: ¿En qué medida la salmonicultura ha tenido un impacto en la identidad chilota y qué papel ha desempeñado el Estado en esto? En coherencia con los objetivos específicos, la investigación se ha orientado por las siguientes preguntas específicas: a) ¿Cuáles son las características identitarias más importantes de Chiloé?; b) ¿Cuáles han sido los cambios medioambientales, socioeconómicos y culturales más significativos desde la expansión de la salmonicultura en Chiloé?, y c) ¿Qué fue el contexto histórico y político que hizo que se desarrollara la industria salmonera tal como es el caso y qué faltaría para hacer la industria más sostenible? Se ha partido, como principal hipótesis, de la idea de que la industria del salmón, desde la implementación del modelo neoliberal en Chile, ha generado un crecimiento económico, pero no de una manera inclusiva ni sostenible, que ha hecho que la identidad chilota tradicional, en términos medioambientales, socioeconómicos y culturales, haya desaparecido en gran parte, al alterar su relación con el mar y la tierra. La metodología utilizada en la presente investigación ha consistido en análisis de fuentes bibliográficas primarias y secundarias y entrevistas semiestructuradas a expertos, funcionarios gubernamentales, investigadores y actores de la sociedad civil. Múltiples visitas al archipiélago de Chiloé fueron parte del trabajo de campo. Finalmente, me gustaría expresar mi gratitud a todas las personas que han estado dispuestas a ayudarme a lo largo de mi investigación. En particular, me gustaría agradecer a mi supervisor, el Dr. P.A. Isla Monsalve, por su apoyo en cada fase de la investigación, sus recomendaciones útiles, su paciencia y su comprensión por los problemas de salud que he tenido. Además, quiero agradecer a todos los entrevistados por tomarse el tiempo 2
para hablar conmigo, lo que resultó en conversaciones interesantes en un ambiente agradable. 3
CAPÍTULO 1 La globalización económica y el impacto en la identidad y el desarrollo sostenible: una exploración teórica El neoliberalismo es un modelo enfocado en la acumulación de capital y el desarrollo económico. La globalización, consecuencia del sistema neoliberal, está vinculada con los espacios, los territorios y el tiempo. Tiene impactos tanto económicos, como culturales, sociales y medioambientales. La identidad es un proceso permanente que se construye bajo la influencia de esos factores externos. Entonces, ¿en qué medida la globalización afecta la identidad de los territorios? ¿Qué papel puede o debe desempeñar la identidad local en el desarrollo sostenible? En este capítulo se describirá de qué manera los conceptos de neoliberalismo y globalización se relacionan con la identidad cultural local y la sostenibilidad. 1.1 La nueva dependencia: una conceptualización del neoliberalismo, neocolonialismo y la globalización Según la teoría de Immanuel Wallerstein (en Calderón et al., 2013), el neoliberalismo es un modelo dentro del desarrollo del mundo capitalista, el cual tiene como característica principal el enfoque en la acumulación de capital. El capitalismo y el modelo neoliberal son caracterizados por sus ciclos de expansión y crisis constantes. En el sector rural, la crisis se ha expresado en una profundización y expansión de las relaciones capitalistas. El neoliberalismo promueve la construcción de territorios bajo los intereses de los capitales vinculados con las actividades globalizadas, como la exportación de materias primas. Esta construcción de territorios por el capital en el modelo neoliberal genera tensiones y conflictos por los recursos, por los medios de producción, por el trabajo, pero también por la organización del territorio, por su control y por el poder (Calderón et al., 2013). Siguiendo la perspectiva de Wallerstein, la globalización es una consecuencia del capitalismo. El capitalismo es el primer sistema productivo global, enfocándose en lo económico en vez de lo político y, por lo tanto, ha sido capaz de crear una economía global. El capitalismo dentro del sistema neoliberal supera las brechas humanas: a pesar de la división en la humanidad se unifica el espacio económico universal (Larraín, 2000). Espoleada por la necesidad de dar cada vez mayor salida a sus productos, la burguesía recorre el mundo entero. Necesita anidar en todas partes, establecerse en todas partes, crear vínculos en todas partes. Mediante la explotación del mercado mundial, la burguesía dio un carácter cosmopolita a la producción y al consumo de todos los países. Con gran pesar de los reaccionarios, ha quitado a la industria su base nacional. En lugar del antiguo 4
aislamiento de las regiones y naciones que se bastaban a sí mismas, se establece un intercambio universal, una interdependencia universal de las naciones (Marx y Engels, 1965: 37). En un mundo globalizado no existe regulación de los flujos globales de capital; los mercados determinan los movimientos de capital, las monedas, el crédito y, por tanto, las economías en todos los países. En consecuencia, todas las economías se han vuelto dependientes de los valores de sus empresas (Castells, 1999). Además, en realidad no existe una interdependencia universal. En la economía mundial capitalista globalizada todos los países están comercialmente conectados, pero estas relaciones comerciales no son equilibradas. La globalización agregó una nueva dimensión a estos desafíos. La integración rápida de los mercados, la movilidad de capitales y aumentos significativos en los flujos de inversión alrededor el mundo ha abierto nuevos desafíos y oportunidades para la búsqueda del desarrollo sustentable. Pero los beneficios y los costos de la globalización están irregularmente distribuidos, con países en desarrollo enfrentados a dificultades especiales para hacer frente a este desafío (Naciones Unidas, 2002: 3). Existe un intercambio comercial desigual, ya que, por ejemplo, la capacidad tecnológica de América Latina es baja. Por lo tanto, la mayor parte de las exportaciones corresponde a productos agropecuarios, materias primas y productos extractivos. El Sur aún exporta materias primas a un precio bajo e importa productos manufacturados a un precio alto desde el Norte. Por lo tanto, el Sur depende de la demanda del Norte y, además, depende de su tecnología y capital para poder desarrollarse (Castells, 1999; Foran, 2012). La globalización aumenta el intercambio comercial internacional libre, pero de ello solamente se benefician los países industrializados, ya que en el capitalismo hay muchos países que pierden (Ramales Osorio, 2013). Esto afirma la teoría de la dependencia, que dice que debido al capitalismo el Sur siempre ha sido dependiente del Norte por su tecnología, capital y mercado (Fridell, 2004). Esta dependencia del Sur se originó en el tiempo del colonialismo, pero hoy en día está presente de otra manera. Se podría hablar de neocolonialismo o neoimperialismo. Kwame Nkrumah (1965), uno de los líderes políticos de la independencia de Ghana, formuló la esencia del neocolonialismo, a saber: que el Estado es, teóricamente, independiente y posee soberanía internacional, pero, en realidad, su sistema económico, y, por lo tanto, su política, se dirige desde el exterior. La globalización implica la expansión de las multinacionales dentro de un Estado que promueve una legislación beneficiosa para ellas (Velasco Páez, 2003). La globalización de la economía también incluye la importancia creciente del comercio internacional en el crecimiento económico, el aumento considerable de la inversión extranjera directa, la globalización de una parte esencial de la producción de bienes y servicios en torno a empresas multinacionales y a sus redes auxiliares, la interpenetración internacional de mercados de bienes y servicios, la formación de un mercado global de 5
trabajadores de especial cualificación (de los ingenieros de software a los futbolistas) y la importancia de las migraciones internacionales de mano de obra desplazada por las crisis económicas hacia zonas con mayores oportunidades de empleo y progreso (Castells, 1999: 2). El neocolonialismo tiene varias formas. Una de ellas tiene que ver con las empresas multinacionales. Esta perspectiva surgió entre los años 1960 y 1970 y concibe la inversión extranjera directa, las empresas multinacionales y la expansión de sus mercados como una forma de neocolonialismo, porque las empresas multinacionales son los portadores principales del capitalismo para los países en desarrollo. El colonialismo tradicional trataba de la expansión de un imperio político, pero el neocolonialismo representa la expansión de un imperio de consumo que subsume y homogeniza la cultura y las instituciones locales. De esta manera pueden atribuir al desarrollo económico, pero, al mismo tiempo, amenaza la identidad y la independencia de una sociedad (Calvano, 2008). La globalización desborda la capacidad de gestión de los estados-nación. No los invalida totalmente, pero los obliga a orientar su política en torno a la adaptación de los sistemas instrumentales de sus países hacia la navegación en los flujos globales. Al hacerlo, los estados tienen que sacrificar intereses de sectores hasta entonces protegidos por él. Cuando el estado tiene que atender, prioritariamente, a la dinámica de flujos globales su acción hacia la sociedad civil se torna secundaria y por consiguiente el principio de ciudadanía emite un significado cada vez más débil hacia los ciudadanos (Castells, 1999: 5). De esta manera, las empresas multinacionales se establecen en territorio ajeno e indirectamente se apropian de estos territorios (Castells, 1999; Velasco Páez, 2003). Así es que el concepto globalización ya no solamente se refiere a un proceso económico, sino que es un fenómeno complejo que también cubre las dimensiones sociales y culturales. Existen tres dimensiones del fenómeno de la globalización. Primero está la dimensión de ampliación de los efectos de las actividades económicas, políticas y culturales a lugares remotos. Segundo, está la dimensión de intensificación de los niveles de interacción e interconexión entre los estados y naciones. Tercero está la dimensión del reordenamiento del espacio y el tiempo en la vida social (Larraín, 2000: 22). La globalización misma también está bajo la influencia de otros fenómenos (Larraín, 2000). Anthony Giddens señala que la modernidad es inherentemente globalizante, debido a la creciente separación entre el espacio y el tiempo y debido al surgimiento de nuevas relaciones sociales. La modernidad hace que el tiempo pierda su contenido espacial y desconecte el espacio de lo local, porque pone en contacto lugares alejados a través de los medios de comunicación y los medios de transporte. De esta manera, facilita el surgimiento de nuevas relaciones sociales (Castells, 1999; Larraín, 2000; Giddens, 1990). 6
1.2 Identidad y cultura en un mundo globalizado enfocado en el desarrollo económico Entonces, la globalización no solamente es un proceso económico, sino también social y cultural. ¿Cómo afecta la globalización a la identidad? ¿Son enemigos esos dos procesos o también se pueden reforzar mutuamente? ¿Y qué papel puede o debe desempañar la cultura en el desarrollo económico, un objetivo tan importante del neoliberalismo? Primero, hay que definir lo que es la identidad. En la antropología, el concepto hace referencia a “un proceso de construcción en la que los individuos y grupos se van definiendo a sí mismos en estrecha relación con otras personas y grupos” Larraín (2000: 29). De allí que la construcción de la identidad sea un proceso social: los individuos primero se definen a sí mismos basándose en categorías sociales compartidas y culturalmente definidas, como la religión, género, clase, etcétera, y después esos individuos hacen referencian a unos ‘otros’ para crear su identidad (Larraín, 2000; Molano, 2007). La identidad cultural, definida en cualquier esfera (nacional, regional, local, étnica, etc.), implica la pertenencia a un grupo social con el cual se comparten características culturales, como costumbres, valores y creencias y que se entiende como un todo unido, coherente y continuo (Molano, 2007; Velasco Páez, 2003). La identidad cultural es un proceso constructivo y no una herramienta pasiva; es un proceso permanente y, en buena medida, inconsciente (Velasco Páez, 2003). La identidad no es fija, sino fluida y cambiante: está bajo la influencia de factores externos y se recrea tanto individual como colectivamente. Identidad es un término con implicaciones culturales, étnicas, filosóficas, históricas, económicas, políticas e incluso personales. Esto implica que las identidades comunitarias pueden cambiar junto a las transformaciones ambientales, sociales y económicas generadas por la globalización (Gómez Luna, 2003; Molano, 2007). La globalización pone a individuos, grupos y naciones más en contacto con nuevos ‘otros’, en relación con los cuales se pueden definir a sí mismos (Larraín, 2000; Molano, 2007). Aunque en algunos casos el concepto de identidad trascienda las fronteras, su origen está vinculado a un territorio (Molano, 2007). Se supone que el tipo de globalización difundida por el neoliberalismo genera homogeneidad, uniformidad, e integración. Sin embargo, también fragmenta, genera desigualdad y un deterioro ambiental acelerado, destruyendo las identidades (Velasco Páez, 2003). El sistema global incluye a todo lo que según sus códigos tiene valor (todo lo que es económicamente rentable, ya sea mediante ganancia o acrecentamiento del valor patrimonial), y excluye todo lo que según esos códigos no tiene valor, como los grupos sociales, los territorios o las identidades culturales (Castells, 1999). La identidad cultural se ha desterritorializado: como consecuencia de la globalización paulatinamente se ha desconectado la cultura y el territorio. Por esas relaciones sociales nuevas, es más complicado ver la continuidad entre pasado y presente y formarse una imagen clara de sí mismo (Larraín, 2000). Como consecuencia de las redes globales de comunicación y los sistemas globales de producción e intercambio, las 7
circunstancias locales tienen menos poder sobre la vida de la gente (Giddens, 1990; Larraín, 2000; Velasco Páez, 2003). Por otro lado, la identidad cultural no existe sin la memoria y sin elementos simbólicos que le son propios (Molano, 2007). Además, existe una internacionalización de la economía y un surgimiento de bloques comerciales y políticos. Por lo tanto, se ha vuelto más complicado diferenciarse de esos grupos (Larraín, 2000). Por un lado, se puede decir que la identidad comunitaria se ha ido perdiendo debido a las consecuencias de la globalización. Sin embargo, de igual manera se puede ver este impacto de la globalización como una reconstrucción de la identidad. Esta conclusión depende del concepto de identidad. Si ella se entiende como un concepto inmutable y constituido en el pasado, todos los cambios y todas las transformaciones implican necesariamente la pérdida de esa identidad. Mientras que, si se define como un proceso histórico permanente de construcción y reconstrucción, las transformaciones generadas solamente implican que la identidad ha cambiado, en vez de ser destruida (Larraín, 2000). En la geografía social la cultura es vista como una instancia de mediación entre el ser humano y la naturaleza. Es un sistema de valores compartidos y de creencias colectivas y se basa en la interpretación simbólica del entorno (Giménez, 2005). “No existe cultura sin sujetos ni sujetos sin cultura” (Giménez, 2005: 17). La cultura contiene diversos aspectos: lo económico, donde la cultura se relaciona con el mercado y el consumo y genera industrias culturales; lo humano, donde la cultura desempeña un papel de cohesión social, de memoria, de creatividad; lo patrimonial, lo que se trata de las políticas públicas y las actividades para conservar los bienes patrimoniales; y lo territorial, donde se encuentran lo ecológico, lo etnográfico y los procesos identitarios relacionados con el sentimiento de pertenencia socioterritorial (Molano, 2007; Giménez, 2005). De este modo, la cultura está presente en todas las dimensiones de una sociedad e incluye valores, percepciones, imágenes, formas de expresión y de comunicación y varios otros aspectos que la definen en un país, una región o un grupo de personas (Kliksberg, 2000). En el modelo neoliberal el desarrollo económico es más importante que la preservación de la cultura. Desde esta perspectiva la cultura es vista como un obstáculo al progreso y al desarrollo económico (Molano, 2007). Esta visión fue formulada claramente en un documento de las Naciones Unidas en 1951: Hay un sentido en que el progreso económico acelerado es imposible sin ajustes dolorosos. Las filosofías ancestrales deben ser erradicadas; las viejas instituciones sociales tienen que desintegrarse; los lazos de casta, credo y raza deben romperse y grandes masas de personas incapaces de seguir el ritmo del progreso deberán ver frustradas sus expectativas de una vida cómoda. Muy pocas comunidades están dispuestas a pagar el precio del progreso económico (Naciones Unidas, 1951: 15) [traducción de OEA, 2002: 1]. Entonces, según el enfoque neoliberal, la cultura entendida como base de la identidad forma un obstáculo para el desarrollo económico y la modernidad es uno de los medios en el modelo neoliberal para lograr ese desarrollo económico: 8
Los Estados miembros, con el objeto de acelerar el desarrollo económico, la integración regional, la expansión y el mejoramiento de las condiciones de su comercio promoverán la modernización y la coordinación de los transportes y de las comunicaciones en los países en desarrollo y entre los Estados miembros (OEA, 1948: 11). Aquí se podría decir que, una vez más, se da una especie de neocolonialismo. El proceso de globalización, hibridación, homogenización e interdependencia está impulsado por el avance tecnológico, el crecimiento del sector informativo y la cooperación internacional dentro del nuevo orden económico y político capitalista encabezado por corporaciones multinacionales e instituciones gubernamentales internacionales. De esta manera la cultura occidental y el capitalismo son promovidos y dominan todas las demás culturas y sistemas económicos. Genera una pérdida de la diversidad social y la desaparición del carácter distintivo local, en favor de la cultura y la sociedad global (O’Riordan, 2001). Sin embargo, ha surgido un debate sobre la revalorización de la cultura, ya que este aspecto no está incluido en el pensamiento económico convencional. Desde esta perspectiva, frente al neoliberalismo tradicional, el desarrollo debe ser un proceso integral y que varios aspectos de la cultura pueden favorecer el desarrollo económico y social, en vez de formar un obstáculo. El desarrollo normalmente es visto como un problema técnico que requiere soluciones técnicas, pero la realidad es diferente, como demuestran los países que han seguido la liberalización, estabilización y privatización y que no han crecido. En el proceso de desarrollo los conceptos de cooperación, confianza, etnicidad, identidad, comunidad y amistad deben ser incorporados, ya que estos elementos forman la base del tejido social, la política y la economía y las áreas de la economía, la política y lo social están inherentemente ligadas. Particularmente los grupos desfavorecidos tienen valores propios que les dan identidad. El neoliberalismo tradicional, enfocado en el mercado, la competencia y la utilidad, genera tensiones culturales, lo que a su vez obstaculiza el desarrollo (Kliksberg, 2000). Las identidades nacionales y las identidades regionales y locales entran en tensión cuando deben enfrentarse a los embates de la globalización, como la inversión extranjera directa y los proyectos económicos extractivistas. En este campo las identidades locales operan de manera defensiva y exigen su reconocimiento e inclusión. Esta posición contrapone el patrimonio identitario local con la intervención y explotación económica globalizante. Los valores culturales de los trabajadores forman parte de los recursos productivos de una sociedad, y la aceptación e incorporación de esos valores favorecerá el desarrollo, ya que sirven como una fuerza cohesiva (Kliksberg, 2000). Hoy en día las identidades culturales muchas veces forman la base de organización social y movilización política. De esta manera refuerzan las identidades (Castells, 1999; Velasco Páez, 2003). La crisis de identidad no se puede solucionar por medio de la creación de una nueva identidad global, impuesta por el Estado, ya que en América Latina ―por ejemplo― existe una crisis de legitimidad del Estado. A menudo funciona incluso al revés: el Estado recupera su legitimidad reconociendo e integrando identidades plurales de la sociedad. Por consiguiente, no debería haber política identitaria, sino una atención pública que asegure 9
la comunicación entre las distintas identidades de la sociedad para que ninguna sea excluida (Castells, 1999). 1.3 El valor de la identidad en el desarrollo sostenible La globalización es caracterizada por los mercados globales, la desigualdad y el reconocimiento de la crisis ecológica, acelerado luego de la ‘Cumbre de la Tierra’ en Río de Janeiro en 1992 (Velasco Páez, 2003). El crecimiento económico descontrolado y sumamente competitivo, característico de la globalización, ha generado una destrucción masiva del medioambiente (Castells, 1999). Las amenazas ambientales, como el calentamiento global y la reducción de la biodiversidad, no conocen fronteras ni nacionalidades. Esto hace que surja una “conciencia común cosmopolita” y, en consecuencia, estos problemas ambientales deben ser abordados a nivel global (Velasco Páez, 2003). Este discurso es conocido como el globalismo ambiental y fue en este contexto que nació el concepto del desarrollo sustentable. La primera interpretación de esta idea, en los años setenta del siglo pasado, fue la limitación del crecimiento de la población. A mediados de los años ochenta la idea del desarrollo sustentable era menos radical: se basaba en una buena gestión de los recursos naturales y una economía que respetaba el medioambiente (Velasco Páez, 2003). El concepto del ‘desarrollo sustentable’ aparece por primera vez con el establecimiento de la Comisión Mundial para el Medio Ambiente y el Desarrollo por las Naciones Unidas en 1983. El desarrollo sustentable es el “desarrollo que satisface las necesidades del presente sin comprometer las capacidades que tienen las futuras generaciones para satisfacer sus propias necesidades” (Naciones Unidas, 1987: 59). Esto implica un ajuste de factores institucionales (tales como el Estado, la comunidad y el mercado), de factores económicos (como las inversiones) y de factores tecnológicos. De esta manera el desarrollo sustentable busca garantizar la satisfacción de las necesidades de las generaciones presentes y futuras y preservar la sustentabilidad del medioambiente en la cual está establecida la economía global. En un informe, conocido como Informe Brundtland, se consideró que la sustentabilidad debía hacerse duradera. Es así que el ‘desarrollo sustentable’ se convirtió en ‘desarrollo sostenible’: “Está en manos de la humanidad asegurar que el desarrollo sea sostenible, es decir, asegurar que satisfaga las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones para satisfacer las propias” (Naciones Unidas, 1987: 23). En 2002, en la Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Sostenible en Johannesburgo, este concepto fue ampliado: La paz, la seguridad, la estabilidad y el respeto de los derechos humanos y las libertades fundamentales, incluido el derecho al desarrollo, así como el respeto de la diversidad cultural, son esenciales para lograr el desarrollo sostenible y asegurar que beneficie a todos (Naciones Unidas, 2002: 15). 10
Así, el desarrollo sostenible también toma en cuenta la diversidad cultural y los aspectos sociales, en contraste con el desarrollo sustentable, que se enfoca en los recursos naturales y el medioambiente. La cultura forma parte de las condiciones de la sostenibilidad. De cada ecosistema provienen otras metáforas y nacen otras culturas con sus propios sistemas de valores, ideologías y prácticas. La sostenibilidad se ve reflejada en estas prácticas productivas de las sociedades tradicionales. La simbolización cultural, las creencias religiosas y significados sociales están basados en la naturaleza y, de esta manera, la cultura asigna valores y significado a la naturaleza. De ahí se desarrollaron las ideologías agrícolas tradicionales: las reglas sociales del uso de la tierra y el mar, del consumo de recursos y las prácticas de gestión de ecosistemas. Estas reglas y prácticas soportan el uso múltiple y el manejo sustentable de los recursos naturales. Por ejemplo, la cultura tradicional regula el uso de recursos para satisfacer las necesidades de los miembros de la comunidad, no para exportarlos, y regulan el ritmo de la extracción de estos recursos. Entonces, toda la cultura favorece el uso sustentable de los recursos naturales, incluso las relaciones de parentesco, las relaciones de género y edad, las formas de reciprocidad, la división del trabajo y los derechos territoriales (Leff, 2000). El creciente contacto intercultural puede ser un enriquecimiento, si es que se reformula el concepto de la sostenibilidad. La identidad cultural de muchos pueblos está basada en la naturaleza. Hoy en día, esta cultura fundada en la naturaleza está siendo revalorizada como un recurso para el desarrollo sostenible (Leff, 2000). Cada grupo étnico tenía su propia cultura ecológica que hoy se revaloriza. En referencia al contexto latinoamericano: Estos ‘estilos prehispánicos de desarrollo sustentable’, caracterizados por la articulación productiva de diferentes ecosistemas y territorios étnicos, provenían de la percepción de la naturaleza como un proceso sinergético e integrado y no como un acervo (stock) de recursos discretos. Estas estrategias optimizaron el uso del trabajo a través de la diversificación de la producción, ajustándose a las condiciones ecológicas y al potencial ambiental de cada región, integrando actividades agroforestales con la caza, la pesca y la recolección de especies vegetales. Este estilo de desarrollo fomentó la complementariedad de los procesos de trabajo y las prácticas de cooperación interétnicas para el manejo integrado de los recursos naturales. De esta manera, la integración de las economías familiares y comunales permitió el intercambio y consumo de productos dentro de amplios territorios étnicos (mayas, incas, etc.). Al mismo tiempo, se establecieron reglas sociales para la regulación colectiva de la producción, a través de largos procesos de observación de la naturaleza, experimentación productiva, innovación técnica e intercambio de saberes. En este sentido, las identidades étnicas fueron significando y definiendo diferentes sistemas de recursos naturales (Leff, 2000: 60). De modo que la revalorización de la identidad cultural requiere del reconocimiento de los regionalismos y las minorías étnicas, de sus costumbres y hábitos de convivencia con la naturaleza, y una legislación respetuosa con el medioambiente y las sociedades (Leff, 2000; Velasco Páez, 2003). Por otro lado, la diversidad cultural y la preservación de las 11
identidades también son fundamentales para lograr el desarrollo sostenible. Ya que las culturas están arraigadas en esos ecosistemas, ellas guían el proceso hacia el desarrollo sostenible (Leff, 2000). La degradación ambiental y la destrucción de sus recursos, causadas por el proceso de crecimiento y globalización económica y enmascaradas hoy en día por el propósito de un ‘desarrollo sostenible’, han estado asociadas a la desintegración de valores culturales, identidades y prácticas productivas de las ‘sociedades tradicionales’. Frente a estos procesos dominantes, las estrategias alternativas para el desarrollo sustentable, basadas en la diversidad cultural, están legitimando los derechos de las comunidades sobre sus territorios y espacios étnicos, sobre sus costumbres e instituciones sociales, y por la autogestión de sus recursos productivos. Los principios de diversidad en el ambientalismo enfrentan la homogeneidad de patrones productivos, defendiendo los valores de la diversidad de contextos ecológicos, la pluralidad cultural y la preservación de las identidades de los pueblos. Estos principios éticos aparecen como una condición para alcanzar los objetivos del desarrollo sustentable a escala local y global (Leff, 2000: 58). Sin embargo, desde la perspectiva globalista, el desarrollo sustentable significa una gestión ambiental que apoya la supervivencia del capitalismo. En el sistema neoliberal el desarrollo sustentable se aborda desde un punto de vista económico que capitaliza la naturaleza y no distingue entre las diferentes necesidades humanas culturalmente determinadas, mientras que la sustentabilidad está entretejida en el medioambiente y en las identidades culturales. La naturaleza forma un recurso económico y un patrimonio cultural a la vez (Leff, 2000) y, por lo tanto, la sustentabilidad no puede ser abordada solo a través de una política. Todos los grupos dentro de la sociedad tienen distintos intereses. El concepto de la sustentabilidad tiene otro significado dependiendo del contexto de la persona. Por ejemplo, la producción de carbón puede ser un proceso contaminante, pero, por otro lado, también genera empleos (O’Riordan, 2001). La globalización guiada por una racionalidad tecnológica unidimensional y por la racionalidad económica orientada hacia la maximización del beneficio económico en el corto plazo, ha resultado en un planeta contaminado, en un mundo saturado y en una economía insustentable. Los procesos ecológicos y los valores culturales son inconmensurables con la racionalidad económica. El mercado es incapaz de asignar valores reales a los servicios ecológicos y a las condiciones comunales para la sustentabilidad debido a su estructura teórica mecanicista, a la imposibilidad de reducir futuros sustentables y las diversas y heterogéneas condiciones de sustentabilidad a los valores unitarios del mercado (Leff, 2000: 62). Los ajustes necesarios para el desarrollo sustentable afectan los ecosistemas, la demografía y la política. Estas culturas son ignoradas por el enfoque económico y egoísta de la globalización. El mundo es predominado por el intercambio comercial y la globalización de los mercados, sin tomar suficientemente en cuenta los impactos socioculturales y socioambientales de esta globalización neoliberal que ignora los objetivos colectivos y que generó la privatización de los recursos naturales y la pérdida 12
del control del Estado y la sociedad sobre el medioambiente (Leff, 2000; Velasco Páez, 2003). Debido a la privatización de los bienes y recursos naturales, la naturaleza es reducida a capital natural y la conservación de esta naturaleza se convierte en solo un negocio que ignora las relaciones de poder y las identidades culturales: Al clamar por un desarrollo sustentable que implica una reorganización de las actividades económicas y tecnológicas para hacerlas ‘compatibles’ con la ‘armonía ecológica’ y facilitar su emulación universal, se refuerza el dominio y desmembramiento de totalidades sociales y ecológicas; bosques, sabanas, tierras de cultivo, ríos, lagos y ciénagas o los fragmentos de ellos que aún perduran, son aislados de los tejidos locales de subsistencia y convertidos en substratos para el productivismo y el comercio internacional sin límites. De igual manera, se fragmentan y empobrecen los universos sociales asociados a estos sistemas naturales de los cuales millones de seres humanos derivan sustento, conocimientos tradicionales y significaciones de identificación individual y colectiva; se intensifica el ya avanzado proceso de homogeneización cultural y la precariedad de las bases de supervivencia ecológica y cultural (Velasco Páez, 2003: s.p.). La globalización promueve sus prácticas sustentables globales, mientras que las políticas locales pueden construir una sustentabilidad alternativa desde el punto de vista de los ecosistemas específicos. Entonces, se necesita una reconstrucción de las identidades y una valoración económica de la naturaleza y de la cultura para lograr sostenibilidad local; con el conocimiento pasado, actualizado con la tecnología moderna. Hay que encontrar el equilibrio entre lo global y lo local, entre conservación y crecimiento económico (Leff, 2000). 13
CAPÍTULO 2 La identidad chilota y el desarrollo productivo de la industria del salmón en un contexto neoliberal La acelerada expansión de la salmonicultura en Chile es parte de una tendencia mucho más amplia. Es el resultado de la duplicación del consumo mundial de pescado desde los años setenta del siglo XX y la estabilización de la captura mundial anual de la pesca entre 80 y 90 millones de toneladas métricas (Soluri, 2011). La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) describe a la acuicultura como “el sistema de producción de alimentos de más rápido crecimiento a nivel mundial” (FAO, 2009: 24). Si bien la acuicultura en China y otros países en Asia-Pacífico representan la gran mayoría de la producción mundial, la acuicultura en América Latina ha visto la tasa promedio de crecimiento anual más alta (22%) desde 1970 (FAO, 2009). El auge del salmón es parte de un proceso de modernización mayor. El Estado juega un papel importante en la inserción del país en la producción y el consumo global. Chile es hoy el segundo mayor productor de salmón del mundo (FAO, 2018) y Chiloé es la región en la que durante muchas décadas se han producido las mayores cantidades de salmón en el país (Barton y Román, 2016). Además, Chiloé, aunque a menudo es identificada como una isla socioeconómicamente deprimida, posee una identidad única con manifestaciones materiales y espirituales distintas, debido a su aislamiento y su origen indígena (Aros y Marchant, 2017). Por lo tanto, Chiloé forma un interesante caso para analizar la transformación de una comunidad tradicional y única, a una comunidad más modernizada y heterogénea. En este capítulo se hará una contextualización del tema, analizando las características identitarias chilotas con sus acontecimientos históricos más relevantes, el desarrollo productivo de la industria del salmón en el archipiélago, el papel que el Estado ha tenido en ello. De esta manera se puede entender cómo pudieron surgir los impactos de la industria en el archipiélago de Chiloé. 2.1 El archipiélago de Chiloé y sus características identitarias: una contextualización histórica El archipiélago de Chiloé es una provincia que forma parte de la Décima Región de Los Lagos, en la costa de la zona sur de Chile y consta de la Isla Grande y más de 30 islas pequeñas distribuidas en diez comunas, que cuentan con 168.185 habitantes. Su población es, en gran parte, indígena, a saber 58.589 habitantes, de los cuales la mayoría es mapuche. Hoy en día un 60,8% (102.187) de las poblaciones se clasifica como urbanas 14
(INE, 2017). En 1982, antes de la intensificación de la industria del salmón, esto fue de un 40% en Chiloé, frente al 80% a nivel nacional (Barton y Román, 2016). A pesar de la dramática expansión de la salmonicultura en Chiloé, en su momento de auge, en las áreas rurales, el 23% de la población se podía considerar pobre (Barret y Caniggia, 2002). Chiloé era un territorio estratégico para la colonización española: Castro y Ancud fueron los puertos más australes de las costas americanas del Pacífico y, por lo tanto, todas las expediciones que venían de España hacia Perú, por ejemplo, llegaban primero a los puertos chilotes. Era una frontera importante en términos geopolíticos y tenía que estar bien protegida con recursos y presencia imperial para evitar que invasiones holandesas o inglesas entraran por la frontera sur. Hubo una serie de rebeliones de huilliches para evitar el maltrato constante que recibían de los colonizadores españoles y a partir de ellas se fueron alcanzando mejores niveles de convivencia entre la población indígena local y los colonizadores (Mansilla Torres, 2002; Mondaca Mansilla, 2019). En palabras de Mansilla Torres, “los indígenas nativos de las islas coexistieron de una manera relativamente pacífica con los españoles [...]. Chiloé llegó a ser uno de los territorios coloniales más hispanizados de Sudamérica...” (2002: párrafo 3). La emergencia de la nueva república chilena empieza a ser una amenaza para Chiloé. El Imperio Español estaba en el contexto europeo preocupado de la invasión napoleónica y, por lo tanto, no había milicia ni contingente español en el archipiélago. Entonces, el ejército que se enfrentaba a los revolucionarios chilenos fue principalmente chilote. Como consecuencia, ya en el imaginario chileno desde sus comienzos Chiloé empezó a emerger como un territorio interno enemigo. En 1818 Chile finalmente alcanzó la independencia y Chiloé se resistió a la anexión hasta 1826 (Mondaca Mansilla, 2019): Recién se anexa en 1826 Chiloé a Chile y se anexa como un territorio de indios que, bajo un patrón colonial de poder o un imaginario colonial de categorizar el mundo, tiene una clasificación social en base a la raza donde blancos dominan e indios son dominados. Entonces ya por ser un territorio indígena era un territorio de segunda categoría, pero además es un territorio indígena traicionero, que se enfrentó a la naciente república chilena, por tanto, se anexa como un territorio de indios enemigos y se empieza a tratar como tal (Mondaca Mansilla, 2019, entrevista con la autora). El chilote es visto, y luego también se ve a sí mismo, como un habitante de segunda categoría. El gentilicio chilote era un insulto al comienzo cuando se anexó Chiloé a Chile. El gentilicio anterior era chiloense o chilueño; chilote aparece de manera despectiva (Mondaca Mansilla, 2019). Entonces en Chiloé, desde el Imperio Incaico hasta la conquista española y la lucha por la independencia ―durante la cual Chiloé tomó una posición de apoyo a los españoles contra las élites chilenas a principios del siglo XIX― se formó una identidad autónoma en comparación con el resto de Chile, en términos de cómo los europeos se relacionaron con los grupos indígenas que vivían en el archipiélago y establecieron una identidad chilota específica (Barton y Román, 2016). Las comunidades mapuche-huilliches que se establecieron en la Isla Grande de Chiloé son una mezcla entre chonos, huilliches y 15
españoles, de la cual surgió una cultura chilota con muchas características particulares en cuanto a su economía, relaciones interpersonales, religiosidad, su relación con la naturaleza y las actividades ‘laborales’ (Morales Urra y Tamayo Quilodrán, 2010). Debido a la ausencia del Estado se fue reafirmando una identidad autónoma basada en la solidaridad para ayudarse entre sí, como se da en la realización de la minga (figura 1) y los medanes.1 Otras características chilotas son la propiedad familiar campesina; el poblamiento urbano con fuertes lazos campesinos; una cultura asociada al mar; la presencia y el poder de los rituales asociados a creencias sincréticas; y una economía doméstica basada en la subsistencia e intercambio menor, dominada por el trueque (se pagaba con madera de alerce) (Caicheo, 2019; Mansilla Torres, 2006; Mondaca Mansilla, 2019). Tradicionalmente, la comunidad rural de Chiloé es homogénea en términos culturales y de clase, con importantes tradiciones de reciprocidad y solidaridad, y con el catolicismo como la religión predominante (Barret y Caniggia, 2002; Caicheo, 2019), pero el pueblo huilliche también tenía una religión propia con ceremonias espirituales y rogativas (Caicheo, 2019). Solamente había medios de comunicación de masas regionales como la prensa y la radio; las vías de transporte terrestre eran de difícil acceso; existían fuertes lazos de comercio menor entre las pequeñas islas y los principales centros urbanos de Chiloé y había una falta de redes de intermediarios entre el productor campesino y el consumidor urbano (Mansilla Torres, 2006). En Chiloé las unidades productivas domésticas están basadas en la institución familiar, el autoconsumo, la subsistencia y los vínculos parentales como articuladores de la cooperación comunitaria; la vida es más democrática, más participativa. Hay mucho intercambio y mucha comunicación dentro de las comunidades; hay lazos sociales fuertes y hay colectivización de los temas culturales. Chiloé siempre ha sido una isla de tradiciones premodernas, donde la naturaleza, los mitos, la religiosidad popular, la 1 La minga es una antigua tradición de trabajo comunitario o colectivo con fines de utilidad social, que se retribuye con una comida abundante. El medán consiste en una fiesta entre vecinos donde cada invitado llega con bienes como un medio de proveerse o armarse, sin invertir dinero, de algunos artículos de necesidad que los demás invitados proveen. 16
solidaridad comunitaria formaban un ingrediente importante del estilo de vida del chilote (Morales Urra y Tamayo Quilodrán, 2010; Mansilla Torres, 2006). Ese sistema cooperativo se generó debido a las precarias condiciones de vida, la evangelización jesuita, la colonización y, después, la coexistencia armónica de los grupos de indígenas y los conquistadores (Mansilla Torres, 2002; Mansilla Torres, 2006; Barton y Román, 2016). La falta de circulante hizo que en Chiloé existiera un sistema de intercambio de bienes y servicios e hizo que los chilotes estuvieran obligados a vivir de las posibilidades que les ofrecía la naturaleza, o sea, de la pequeña agricultura familiar, de la pesca, de la extracción artesanal de mariscos y de la artesanía de lana y fibras naturales (Mansilla Torres, 2009). Hasta la década de 1950, los chilotes combinaban las actividades agrícolas, ganaderas, hortícolas artesanales y actividades de recolección y la pesca. Esta es la segunda actividad más predominante de las comunidades en Chiloé, después de la agricultura (Morales Urra y Tamayo Quilodrán, 2010; Mansilla Torres, 2006). La actividad económica fue limitada debido a la falta de tierras productivas accesibles y la estacionalidad de las actividades pesqueras artesanales (Le Bail et al., 2001; Barret y Caniggia, 2002; Barton y Román, 2016). Además, durante la mayor parte del siglo XX, las islas fueron caracterizadas por su aislamiento del continente, a pesar del hecho de que la Isla Grande de Chiloé está localizada cerca de éste, debido a la pobre comunicación (Barton y Román, 2016). Existía una desconexión de los mercados y una fuerte dependencia de los intermediarios. En la época de la llegada de las grandes salmoneras, existía una pobreza evidente en la isla de Chiloé y las condiciones de vida eran poco satisfactorias. Había problemas de acceso a los servicios de salud, el saneamiento y la educación, la calidad de las viviendas era baja, y existía una fuerte dependencia del entorno local para la subsistencia (Barton y Román, 2016). Para poder ganar suficiente dinero, históricamente una gran cantidad de los trabajadores de la provincia de Chiloé emigraban a la Patagonia para trabajar temporalmente en las granjas de oveja o en las ciudades en el norte de Chile (Barton y Román, 2016; Barret y Caniggia, 2002; Mansilla Torres, 2002; Mansilla Torres, 2006). De este modo, hasta los años 1970, Chiloé estaba caracterizada por la reducción de su población. Por lo tanto, antes de la llegada de las grandes salmoneras la identidad chilota ya estaba perdiendo ‘representantes’. Esto puede hacer que Chiloé, a pesar de la identidad diferente de cualquier sociedad occidental capitalista, no tuviera una base suficientemente fuerte para resistir la influencia de la modernidad en su cultura, como se investigará en el próximo capítulo. Mientras los hombres trabajaban en el sur, las mujeres en Chiloé realizaban diversas tareas agrícolas, como plantar papas, sembrar trigo, criar animales y recolectar madera, así como el trabajo reproductivo. Pero, cuando los hombres regresaban a Chiloé, la división tradicional de género en el trabajo volvía. La tasa de participación femenina en la fuerza laboral de Chiloé fue solo de un 26,5% en 1982 (Barret y Caniggia, 2002). Una característica particular de la isla son las relaciones de género tradicionales (Ramírez y Ruben, 2015). Chiloé ha sido colonizado por los españoles, piratas ingleses y holandeses, evangelizadores antiguos y modernos, el Estado chileno durante el período republicano, 17
También puede leer