Las migraciones vascas en perspectiva histórica - (siglos XVI-XX)
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Las migraciones vascas en perspectiva histórica (siglos XVI-XX) Óscar ÁLVAREZ GILA Alberto ANGULO MORALES (eds.) eman la zabal zazu Universidad Euskal Herriko del País Vasco Unibertsitatea servicio editorial argitalpen zerbitzua
Presencia de los navarros en Cuba al final del período colonial! Juan B. AMORES CARREDANO Universidad del País Vasco 1. Navarros hacia Cuba dentro de la gran emigración peninsular (1880-1900) Dentro de la abundante bibliografía producida en la última década sobre la emigración española a América, especialmente en la época contemporánea, nos interesa distinguir, para el objeto de este breve tra- bajo, la que se refiere a Cuba como destino del emigrante peninsular y, más en concreto, del navarro, en las últimas dos décadas del siglo XIX. Ese marco temporal se inserta en lo que se ha llamado «emigración en masa»2. Dentro de ese proceso migratorio, la gran Antilla se consti- tuyó en el segundo lugar de destino de los emigrantes peninsulares a América, sólo por detrás del Río de la Plata3 . A ello contribuirían fac- 1 Este trabajo forma parte del proyecto de investigación «Cuba y Navarra en el siglo XIX: emigración, familias y negocios. El impacto del 98 en Navarra», financiado por el Gobierno de Navarra entre 1995 y 1997. Una primera versión del mismo fue ya expuesto en el simpo- sio «Cuba y Puerto Rico en tomo al 98» celebrado en la sede de la UNED de Palencia en no- viembre de 1996. 2 SÁNCHEZ-ALBORNOZ, Nicolás (comp.): Españoles hacia América. La emigración en masa, 1880-1930, Madrid, Alianza (1988). 3 Según Blanca SÁNCHEZ ALONSO, la cifra de españoles emigrados entre 1882-1894 as- cendería a 814.000, de los que marcharon a América 505.000, y de éstos, 235.000 a Cuba, ci- fra ésta que supone el 46,5% del total de los que van a América y casi el 30% del total de emigrantes «
236 Juan B. Amores tores de atracción como el proceso de expansión del cultivo de la caña y la industria azucarera, junto con el progresivo declive de la trata es- clavista desde mediados de siglo (y de la asiática desde 1875, aproxi- madamente), además de que, como es obvio, la condición de colonia facilitaba desde muchos puntos de vista esa emigración, que incluso fue fomentada, aunque por razones distintas, tanto por los propietarios como por las autoridades coloniales4 . La gran mayoría de esos emigrantes de fines de la época colonial a Cuba se trasladó a la isla para las labores de la zafra azucarera y otros sectores de la agricultura; los datos oficiales disponibles refle- jan efectivamente que las tres cuartas partes de los emigrantes se re- gistran a la salida de la Península como agricultores, seguidos por los comerciantes, burócratas y militares 5 . Otra cosa es que muchos de ellos optaran luego por quedarse y lo hicieran, casi siempre, en el sector de los servicios urbanos, entre los que sobresale el comercio al por menor6 • José María Imízcoz ha confirmado, para el caso del emigrante na- varro, lo que se ha apuntado para la emigración peninsular en su con- junto en cuanto al destino elegido. Los datos oficiales reflejan una sa- lida de 4.018 navarros hacia América para el periodo 1885-1895, cifra equivalente al cuatro por ciento del total de emigrantes peninsulares hacia América en ese mismo periodo; de esa cifra, un total de 1.036, al- rededor del 26%, se dirigieron a Cuba, que fue por tanto el segundo destino por detrás, y a gran distancia, de Argentina. De todas formas, y como señala también Imízcoz citando otras fuentes, esas cifras oficia- les no alcanzan a certificar la salida de al menos la mitad de los nava- rros que efectivamente emigraron, porque eligieron algún puerto fran- cés. Para este autor, la razón principal de esta emigración se encuentra en la fuerte inadecuación entre población y recursos, especialmente en la Navarra oceánica (valle del Baztán, Bertizarana y Cinco Villas), que fue la que proporcionó la mayor cantidad de emigrantes. y en cuanto a la tipología del emigrante no varía sustancialmente de la que ofrecen otros procesos migratorios similares, es decir, que tiende a ser varón, historiografía de la migración española a Puerto Rico y Cuba en las últimas décadas del si- glo XIX y primeras del XX», en Migraciones y Exilios, n. 1 (diciembre de 2000), 161-199. 4 MALUQUER, J.: Nación e inmigración, 15-49. Sobre los planes para el fomento de la in- migración blanca, véanse los trabajos de NARANJO ORüVlü, Consuelo: «Trabajo libre e inmi- gración española en Cuba, 1880-1930», en Revista de Indias, 195-196 (Madrid, 1992), 749- 794, e «Hispanización y defensa de la integridad nacional en Cuba, 1868-1898», en Tiempos de América, 2 (1998), 71-93. 5 MALUQUER, J.: Nación e inmigración, 52-54. 6 GARCÍA, Gloria: «Trabajadores urbanos: comportamiento político y conciencia de clase», en BARCIA María del Carmen et al.: La turbulencia del reposo. Cuba I878-I895, La Habana, editorial Ciencias Sociales (1998),194.
Presencia de los navarros en Cuba al final del período colonial 237 soltero muy joven y calificado de labrador cuando embarca hacia Amé- rica? Pero el propósito de este trabajo no consiste en volver a analizar el proceso migratorio, cuyos rasgos generales era conveniente anotar, no obstante; se trata más bien de analizar las características sociodemográ- ficas de un grupo numeroso de navarros residentes en Cuba a finales del periodo colonial, en la medida en que nos lo permiten las fuentes manejadas. 2. Navarros residentes en Cuba según el Registro de Españoles de 1899 El Tratado de París, suscrito por España y Estados Unidos en di- ciembre de 1898, facilitó la permanencia de los residentes españoles en la isla así como la conservación de su nacionalidad y patrimonio. Para ello el Tratado establecía, en su artículo IX, que los que quisieran man- tener la ciudadanía española deberían inscribirse, durante el año 1899, en el registro que se estableció al efecto. Es así como se elaboró el lla- mado Registro General de Españoles, que se conserva en el Archivo Nacional de Cuba, en La Habana. El Registro lo forman 85 libros con alrededor de 800 folios cada uno, de modo que recoge los datos de al- rededor de 65.000 españoles que quisieron conservar su nacionalidad al acceder Cuba a la independencia. Es obvio que no todos los españoles se inscribieron en el Registro, al menos de modo inmediato; en con- creto, parece que en ese año 1899 no lo hicieron más de la mitad de los que allí vivían, ya que el censo elaborado por la administración nortea- mericana de la isla, del mismo año 1899, recoge un total de 129.000 es- pañoles residentes 8• Aún así, el Registro de Españoles constituye una fuente de gran va- lor para el análisis y conocimiento de la población española residente en Cuba al finalizar el siglo XIX. En concreto, los datos consignados en el Registro para cada inscrito recogen el nombre y apellidos, edad y es- tado civil, nombre de la esposa e hijos en su caso, lugar de origen, pro- fesión u oficio y lugar de residencia en Cuba. Esta documentación fue tratada ya, de un modo general, por Fe Iglesias 9 • Nosotros hemos po- dido obtener la información precisa de los 680 navarros que aparecen en dicho Registro, y es la que vamos a analizar en este epígrafe. 7 Dentro de la obra colectiva ANDRÉS GALLEGO, José y otros: Navarra y América, Map- fre (Madrid, 1992),321-505. 8 Véase nota 3. 9 IGLESIAS GARCÍA, Fe: Características de la inmigración española en Cuba, 1904-1930 (Madrid, 1988).
238 Juan B. Amores Aunque no suponen más que el uno por ciento del total de inscritos como españoles, esa cifra nos permite establecer algunas pautas genera- les aplicables al conjunto de los navarros emigrados a la gran Antilla en las dos últimas décadas del siglo XIX. En primer lugar, si relacionamos, aunque sólo sea a efectos puramente estimativos, la cifra de 1.036 emi- grantes navarros a Cuba que ofrecía Imízcoz para el periodo 1885-95, con la de los 680 navarros inscritos en el Registro, sólo cuatro años más tarde, podríamos deducir que se da un alto grado de inserción o perma- nencia del emigrante navarro en la tierra de destino. Una explicación de ese hecho radicaría en la necesidad de quedarse debido al origen mo- desto del emigrante, a su escasa cualificación profesional -como se co- menta más abajo- y a que su único o principal medio de vida seguía estando en Cuba, toda vez que en su tierra de origen no habían cam- biado las condiciones estructurales que le empujaron a salir de ella. Si sumamos a esa cifra los más de cien navarros que, sin estar inscritos en el Registro, aparecen como miembros de la Asociación Vasco Navarra de Beneficencia entre 1895-99 (véase la relación completa al final del trabajo), aún se refuerza esta primera impresión. En segundo lugar, los datos del Registro confirman lo que sabíamos por las fuentes estadísticas oficiales respecto al origen regional de los emigrantes navarros. En concreto, la distribución por merindad de ori- gen de los inscritos es la siguiente: Pamplona 488 (71,8%) Olite 38 (5,5%) Sangüesa 34 (5,0%) Estella 81 (12,0%) Tude1a 26 (3,8%) Otros 13 (1,9%) El predominio de la merindad de Pamplona se debe a que incluye los valles cantábricos de la Navarra húmeda del noroeste (Baztán, Cinco Villas, Santesteban, Basaburúa, Bertizarana, Urumea, Leizarán y Araiz)lO, región específica de donde proceden 240 de todos los inscri- tos, es decir, el 49% de los originarios de la merindad y el 35 por ciento de todos lós navarros registrados, confirmándose así, una vez más, que esa región era la de más alto potencial migratorio de todo el Viejo Reino. 10 Cf FLORISTÁN SAMANES, Alfredo (diL): Gran Atlas de Navarra, vol. 1, Pamplona, CAN. (/986), pág. 54.
Presencia de los navarros en Cuba al final del período colonial 239 La muestra que estudiamos ofrece otros rasgos generales que coinciden con los de la estadística oficial de emigración. Es el caso, por ejemplo, del absoluto predominio de la emigración masculina: el 93,5 por ciento de los inscritos son varones. Pero este dato podría no ser especialmente significativo ya que se da el caso, ciertamente sin- gular, de que no se registra ninguna navarra casada: de las 43 mujeres que aparecen en el Registro, 27 son solteras y 16 viudas, sin que ten- gamos una explicación plausible para ello. Otra característica del grupo coincidente con la estadística oficial es la del alto índice de soltería: en concreto 480 eran solteros (el 70,5%), frente a 150 casa- dos y 50 viudos. Sin embargo, a pesar de este predominio aplastante de los solteros, la edad media del grupo supera los 38 años; y, por otro lado, un treinta por ciento de los casados tiene una edad inferior a la media. Todo ello nos lleva a confirmar algo en lo que Imízcoz insiste una y otra vez en su estudio sobre la emigración navarra contemporánea a América: la dificultad de establecer unos perfiles determinados o, lo que viene a ser lo mismo, la variedad de motivaciones y situaciones que se dan en el fenómeno migratorio aparte de unas causas generales obvias, comola simple necesidad de sobrevivir, sin las cuales no existi- ría el fenómeno mismo migratorio. Cuadro n.O 1 Navarros inscritos por grupos de edades Grupo N.O % 0-15 años O 16-30 años 177 26,2 31-45 años 303 44,5 + 45 años 199 29,2 s.e. 1 0,1 El Registro nos ofrece también información sobre la actividad pro- fesional de esos navarros en su nueva patria. Esto nos ha permitido dis- tribuirlos en cinco grupos socioprofesionales (vid. cuadro n.o 2): En un primer grupo, o grupo A), incluimos a los que se inscriben como propietarios, como hacendados, tanto grandes como medianos, o como comerciantes. Llama la atención el escaso número de hacendados y el elevado número de comerciantes, que llega a 158, el 23% de los inscritos, formando así el segundo grupo socioprofesional más nume- roso de todo el conjunto; la mayoría de ellos se dedican al comercio al
--- ---- 240 Juan B. Amores Cuadro n.o 2 Distribución de los navarros inscritos por grupo socioprofesional A. Propietarios B. Prof. liberales C. Oficios D. Empleados E. Otros agricultores 12 administro 2 albañiles 7 dependientes 30 su casa 24 comercio 158 artista I barbero I empl. ferroc. 3 hacendados 2 farmacéutico I carpinteros 70 jornaleros 181 propietarios 19 ingeniero I cerrqjero I sirvientes 3 colonos 2 músico I cocineros 3 labradores 56 profesores 2 curtidores 3 religiosos 14 fanelero I sacerdotes 4 herreros 10 sobrecargo I maesI. azúc. 6 veterinario I maquinistas 2 mecánicos 12 obrero I paileros 33 planchador I prostitutas 2 sastre 1 tabaqueros 2 tipógrafo I toneleros 2 zapateros 3 Total 193 28 162 273 24 detalle, tanto en ciudades importantes como en poblaciones menores; sin duda, estos navarros están aprovechando el incremento del sector servicios como consecuencia del crecimiento del mercado interno y el desarrollo urbano en las dos últimas décadas del periodo colonial. En todo caso, queda claro así que, a diferencia de otros grupos de emigran- tes peninsulares, como los vascos, la inmensa mayoría de los navarros no alcanzaron en esta época una posición entre las elites del país, una impresión que hemos visto confirmada al rastrear su presencia en otras fuentes como los registros mercantiles, de protocolos o las Memorias de la Asociación Vasco Navarra de Beneficencia; lo veremos más ade- lante cuando analicemos con más detalle el sector de los comerciantes a partir de otros datos complementarios. En el grupo B) incluimos a los que ejercen alguna profesión liberal y a los representantes del clero, secular y regular. El escasísimo nú- mero de titulados universitarios se corresponde con la realidad de cual- quier grupo migratorio en esta época. Además, en Cuba la profesión li- beral fue un sector controlado por las clases criollas a lo largo de todo
Presencia de los navarros en Cuba al final del período colonial 241 el siglo XIX Il . Aún así, no faltará algún caso significativo en este campo, como el de Nicolás Gamboa Gorostiaga, director del periódico Diario de Cienfuegos desde 1874 e importante miembro del ayunta- miento de esa ciudad entre 1878 y 1895; en 1874 publicó un plano to- pográfico de la jurisdicción de la ciudad y en 1879 un volumen titulado Nociones de Agricultura para uso de las escuelas de Instrucción Pri- maria de la Isla de Cuba, que fue declarado texto oficia¡I2. Otro nava- rro de cierto fuste intelectual fue Diego Larrión y Legarreta, veterinario de profesión en La Habana finisecular, quizás el técnico más relevante en al área de sanidad de la administración española en la isla, que in- gresó como miembro de la Real Academia de Ciencias Médicas, Física y Naturales de La Habana en 1894 13 • En el grupo C) se incluye a los que ejercen algún oficio artesanal o mecánico, y resulta como se ve una cifra bastante significativa, concre- tamente 162, lo que supone casi un cuarta parte del total. Destaca el número, muy por encima de los demás, de carpinteros, con 70 indivi- duos, bastantes de ellos con taller propio; a distancia, pero destacando, aparecen los oficios de pailero, herrero y mecánico. Estos cuatro eran precisamente los oficios más demandados en la industria azucarera, la primera con gran diferencia del país. Tendríamos aquí una confirma- ción de lo que ya conocemos por los estudios más generales sobre la inmigración española a Cuba en estas décadas (yen las siguientes a la independencia): la preferencia de los propietarios de ingenios azucare- ros (algo parecido ocurrirá con los tabaqueros) por la mano de obra blanca inmigrante, en su inmensa mayoría española peninsular, espe- cialmente para las tareas que requerían una cierta especialización. El más numeroso de todos es el grupo D), en donde se incluye a los que se inscriben simplemente como empleados, jornaleros o con la ge- nérica expresión de «campo» que, por varios casos que conocemos con más detalle, se trataría en su mayor parte de pequeños aparcerosl 4 • Este grupo ofrece un índice de soltería muy alto, del 78 por ciento, pero no se corresponde con una edad media baja, pues supera ampliamente los 1I Cf TORRES-CUEVAS, Eduardo: «Las clases sociales en Cuba y la revolución martiana», en Revista de la Biblioteca Nacional José Martí, XXV (La Habana, 1983),25-49. 12 Cf BUSTAMANTE, Luis J.: Diccionario biográfico de Cienfuegos (Cienfuegos 1931), 96-97. Era dueño de una sociedad comisionista que declaraba, a su fallecimiento en 1913, un capital de 24.968 pesos oro: Archivo Histórico Provincial de Cienfuegos, Protocolos Notaria- les (en adelante AHPC, PN) notaría de Antonio Font y Font, 1913, t. 1, ff. 131-150. 13 En el n. 35 de. 2 de septiembre de 1894, el semanario vasco navarro de La Habana, Laurac Bat, hacía un elogio suyo con motivo de su recepción en la Academia y reproducía su discurso de ingreso. 14 Es el caso, por ejemplo, de Julián Iriarte y Góñez, de Pamplona, soltero, vecino de Palmira y ocupado en las faenas agrícolas, que subarrienda una finca rústica de dos caballe- rías (27 Has.): AHPC, PN, notaría de Antonio Font y Font (1912), t. 3, f. 1703.
242 Juan B. Amores 40 años; parece entonces que el retraso o ausencia del matrimonio ha- bría que relacionarlo con el bajo nivel de ingresos de este grupo; en todo caso, parece que estos navarros perpetúan en Cuba su condición original de campesinos, aunque logrando allí la tierra, siquiera en arriendo o aparcería, que no encontrarían en su región de origen. Finalmente, en el grupo E) se incluye a las mujeres que declaran dedicarse a las labores del hogar. Como ya se advirtió, se trata sólo de viudas (11) y solteras (13). Aunque no estamos en disposición de afir- marlo con certeza, los datos del Registro sobre la población femenina inscrita sugieren que la mayoría de varones navarros que casaron lo hi- cieron con cubanas, ya que, no existiendo ninguna razón de carácter administrativo, es muy improbable que no se inscribiera en el Registro la esposa navarra. Podríamos concluir que la gran mayoría de los navarros que deci- den inscribirse en el Registro son varones que en su mayoría permane- cen solteros -los que casan lo hacen normalmente con una cuba- na- que han arraigado en la isla y se dedican preferentemente al comercio al detalle, a la manufactura gremial o simplemente como campesinos, muchos de los cuales no han superado la condición de jor- nalero. La mayoría de los casos proporcionados por otras fuentes vie- nen a confirmar este perfil generaF5. No supone ninguna sorpresa comprobar que la gran mayoría de es- tos navarros residían en las tres provincias de Cuba en donde se concen- traba el ochenta por ciento de la población y riqueza de la isla, las dos occidentales de La Habana y Matanzas, y la que ocupa un lugar más 15 Así, casi todos los navarros de los que se ha encontrado algún rastro en los registros notariales de Cienfuegos en el periodo 1880" 1900: Rafael Larralde Alzugaray, de Lesaca, 67 años, casado con cubana, propietario, aparece comprando lotes de terreno en el término del poblado de Abreus (AHPC, PN, notaría de Francisco Sotolongo, 1901, t. 7, f. 1220 Y 1904, t. 6 ff. 118 Y 266); Lorenzo Beriau Larrechea, de 34 años y soltero, carpintero, que compra un taller de carretería en Abreus por 200 pesos oro español (ibídem, 1904, t. 6, f. 515); dos años más tarde aparece en el mismo pueblo su hermano Alejandro, también car- pintero (ídem, notaría de Felipe Silva, 1906, f. 320); José Francisco Alzuri Apecechea, de 62 años y casado con cubana, maestro albañil y vecino de Cienfuegos, con casa propia (ídem, notaría de Pedro Fuxá Seuret, 1901,tomo l, ff. 1022-29); un comerciante de La Habana, Do- mingo lrisarri Larrapide, de Legasa, que fallece en Cienfuegos en 1904, estaba casado con Antonia Gamio, cubana, y deja tres hijos (ídem, notaría de Francisco Sotolongo, 1904, t. 7, f. 735); Francisco Gamboa Alzugaray, de Arrayoz, 64 años, casado con una cubana, maestro albañil, que lo único que deja en su testamento es la dote que aportó su mujer: una casa en Sagua la Grande, un lote de tierra en el poblado La Esperanza y una colonia de 16 caballerías en arriendo (íDEM, notaría de Pedro Fuxá Seuret, 1904, t. 3, f. 1920); Y el caso de Salvador lribarren Olave, soltero, vecino del poblado Las Cruces, que asociado con Pedro Hiribarne, de Bayona, montó un comercio de peletería con un capital social de 2.492 pesos oro español y un año más ampliaban capital en 510 pesos (ídem, notaría de Domingo Valdés Losada, 1902, t. 5, f. 873 y 1903, t. 6, f. 369). Agradezco a Orlando García Martínez, director del AHPC, la ayuda prestada para obtener esta información.
Presencia de los navarros en Cuba al final del período colonial 243 central dentro del occidente, Santa Clara. Y resulta lógico también que la mayoría minoritaria se encuentre en esta última provincia, porque fue la que sufrió un incremento mayor en la extensión del cultivo de la caña e industria azucarera en las dos últimas décadas de dominio colonia¡i6. Cuadro n.O 3 Distribución de los navarros inscritos por lugar de residencia Pinar del Río 39 5,8% (extremo occidente) La Habana 177 26,0% (occidente) Matanzas 167 24,5% (occidente) Santa Clara 243 35,7% (centro occidente) Camagüey 14 2,0% (centro oriente) Santiago de Cuba 40 6,0% (oriente) Al relacionar los parámetros de residencia en Cuba y actividad pro- fesional (cuadro n.o 4) vemos que se confirma lo anterior, pues mien- tras que en La Habana son mayoría los que gozan de mejor posición económica, en la provincia de Santa Clara predominan tanto los agre- miados como los jornaleros. Cuadro n.O 4 Distribución de los navarros por provincias y grupo socioprofesional Provincia A B e D E Total La Habana 63 18 27 52 16 177 Santa Clara 54 3 70 114 3 243 Matanzas 51 2 55 57 2 167 Pinar del Río 11 4 23 1 39 Santiago de Cuba Puerto Príncipe 6 8 °5 5 1 23 4 1 1 40 14 Total 193 ° 28 162 273 24 680 16 SANTAMARÍA GARCÍA, Antonio: «Caña de azúcar y producción de azúcar en Cuba: cre- cimiento y organización de la industria azucarera desde mediados del siglo XIX hasta la finali- zación de la 1 Guerra Mundial», en NARANJO, C.; PUIG-SAMPER, M.A. y GARCÍA MORA, L.M. (eds.): La Nación soñada: Cuba, Puerto Rico y Filipinas ante el 98, Aranjuez, Doce Calles (1996),225-250.
244 Juan B. Amores Por otro lado, esos datos sugieren un tipo de residencia mayorita- riamente rural y así lo confirma el mismo Registro. En efecto, los que residen en las ciudades de más de diez mil habitantes suman sólo 240, un 35 por ciento, destacando por supuesto La Habana, en donde viven 120 navarros inscritos, seguida a gran distancia por Cienfuegos, con 47, y Matanzas con 30; pero es muy bajo el número de los que viven en las otras que podemos llamar ciudades, como Santiago de Cuba, Santa Clara, Sancti Spiritus o Puerto Príncipe. Por contraste, en torno a Jovellanos, en el centro de la provincia de Matanzas, y los pueblos de su alrededor como Perico, Balandrón, Unión de Reyes y San José de los Ramos se concentra un total de 60 navarros inscritos, y muchos otros no inscritos en el Registro, como se verá más adelante cuando hablemos de la Asociación de Beneficencia. La causa principal de esta concentración podría estar en la existencia en esas tierras de algunos grandes ingenios de azúcar propiedad de vascos, como el «Álava», propiedad de los famosos Zulueta 17 , y el «Guipúzcoa», del tolosano Manuel Arocena. Un ejemplo que reúne muchas de las características hasta ahora apuntadas lo tenemos en los hermanos Jorajuría Aldave, de Sumbilla. El mayor de ellos, Francisco, llegó a ser el administrador del ingenio «Álava», propiedad de los Zulueta, uno de los más grandes de la re- gión; Francisco regresó a Sumbilla después de la guerra de indepen- dencia, pero allí quedaron sus hermanos Manuel y José María y algún primo hermano; una hija de Francisco casó con un Oyarzábal, también de Sumbilla, que era ingeniero químico; los Jorajuría llegaron a formar parte de la burguesía de la región de Cárdenas en los años cuarenta y cincuenta del siguiente siglo hasta que, como tantos otros, se vieron obligados a abandonar la isla a principios de los sesenta 18 • En todo caso, debería llamar en aquella época la atención la exis- tencia de un grupo relativamente numeroso de navarros en pequeñas poblaciones rurales de la isla; lo mismo que en esos pueblos citados ocurría por ejemplo en Abreus, Caibarién, y Yaguajay en la de Santa Clara, donde incluso hay una población, Placetas, con 19 de los nava- rros inscritos en el Registro. En este fenómeno de concentración inter- vino, como hemos visto para el caso de los Jorajuría, el efecto de la emigración en cadena. Al relacionar los datos del Registro sobre la profesión con el de los lugares de residencia en Cuba y los del pueblo y comarca de origen, se comprueba la existencia de ese fenómeno -considerado típico de la 17 Sobre los Zulueta, véase CAYUELA FERÁNDEZ, José G.: «Comportamiento inversor de la elite económica antillana en Europa: la progresión patrimonial de don Pedro Julián de Zu- lueta, 1834-1874», en Estudios de Historia Social, 44-47 (1988), 191-212. 18 Información facilitada por María Ester Oyarzábal Jorajuría, Pamplona, 21/07/2001.
Presencia de los navarros en Cuba al final del período colonial 245 emigración navarra, aunque por supuesto no exclusivo de ella- y que se manifiesta en lo que Imizcoz denomina «estructuras de acogida»19, es decir, la existencia en el lugar de destino de paisanos o parientes que facilitan la llegada e inserción del emigrante navarro en su nueva tierra. De las pequeñas comunidades del norte Navarra salían un año tras otro los jóvenes -sobre todo cuando se acercaba la edad militar- para di- rigirse al mismo lugar y, a veces, al mismo centro de trabajo, o incluso al mismo oficio, donde ya se encuentran sus hermanos o los de su mismo pueblo. El ejemplo más claro es el de los navarros de las Cinco Villas que se dirigen al área circundante de Jovellanos: de ese valle na- varro proceden quince de los veintiuno inscritos como residentes en el pueblo de Balandrón, once de los diecinueve navarros que residen en Placetas, siete de los quince que viven en Yaguajay, y nueve de los die- cisiete que hay en Cárdenas. El fenómeno se repite si nos fijamos no ya en el valle sino en el mismo pueblo de origen: así, de Almándoz pro- vienen 8 inscritos, de Areso 9, de Azcárate (un pequeño pueblo con unas pocas decenas de habitantes en la época) vinieron 11, de Donama- ría 19, de Santesteban 17 y de Sumbilla nada menos que 28. Aunque, insistimos, no es un fenómeno en absoluto exclusivo de la emigración navarra, estos datos evidencian la importancia que para el navarro tenía la estructura familiar y de paisanaje, como sabemos que siguió tenién- dola en las décadas siguientes. 3. Comerciantes y tenderos navarros en La Habana finisecular Otra fuente, también del Archivo Nacional de Cuba, que nos ofrece datos adicionales sobre la presencia de los navarros en la isla al final del periodo colonial es el Registro Mercantil de La Habana, donde he- mos encontrado cerca de un centenar de ellos con negocio propio regis- trado entre 1890 y 1905, todos en la capital de la isla; la relación com- pleta es la que figura al final de este epígrafe. Como se puede comprobar en el resumen que hacemos más abajo, se da un predominio claro del negocio de la alimentación y hostelería: bodegas (pequeñas tiendas en donde se vende todo tipo de alimentos y bebidas), cafés, cafés cantinas, bares y restaurantes, además de las pa- naderías y dulcerías. Pero aparte de esta relativa especialización, la va- riedad de los negocios es grande, destacando quizá las cinco relojerías y las seis casas comisionistas, que indican también una cierta especiali- zación en un grupo relativamente pequeño. El resto de los negocios, con la salvedad de esa curiosa «fábrica de instrumentos matemáticos» 19 ANDRÉS GALLEGO, J. Yotros: Navarra y América, 357.
246 Juan B. Amores que no podemos precisar en qué consistía, son los típicos de una ciudad populosa y rica, con mucha población flotante y donde la alta y media burguesía estaba acostumbrada a disfrutar de una amplia gama de ser- vicios. En esta relación de comerciantes y bodegueros navarros afincados en La Habana sólo hemos encontrado dos que parecen poseer negocios de más entidad: Fermín Ipar, de la sociedad Fernández Carrillo y Cía, comerciantes al por mayor y comisionistas, con un capital social de 33.000 pesos, del que la cuarta parte correspondía al navarro, y Pruden- cio Bidegain Oyarzábal, con una sociedad de 20.000 pesos de capital, dueño de un almacén mayorista de ropa fina y sedería y de un molino. En otras fuentes insistentemente rastreadas, apenas se ha encon- trado alguno que, en estas fechas finiseculares, hubieran alcanzado una buena posición económica. Habría que citar a Carlos Balerdi y Arrezu- bieta, vecino de Güines, socio de la Compañía Azucarera de Güines, de la que era presidente el vizcaíno Juan de Azpuru e Isasi. La Compañía se constituyó en 1902 con un capital de 100.000 pesos, de los que Ba- lerdi puso 20.000. La compañía adquirió a la sociedad Czarnikov Mac Dougall and Co. el ingenio «Providencia», en Güines, cinco potreros y un sitio de labor, en total 3.678 hectáreas. Balerdi era además dueño de la colonia de caña «Aranguito» en Melena del Sur20 • Un caso parecido es el de Luis Díez de Ulzurrun, que aparece en el año 1886 como co- propietario, junto al vizcaíno Francisco Ibáñez, de la Compañía Territo- rial Cubana, dueña de siete ingenios de azúcar21 . Por último, habría que mencionar al comisionista Miguel Goizueta Baráibar, vecino del enton- ces lujoso barrio de El Vedado, en La Habana, que se declara corredor de comercio y aparece administrando los bienes de una adinerada fami- lia cubana con residencia en los Estados Unidos 22 • Como ya se apuntó, la gran mayoría de los navarros residentes en Cuba a fines del siglo XIX eran gentes provenientes de un medio rural y de escasos recursos, que arraigan con facilidad en su nueva patria pero sin alcanzar una posición desahogada, lo que explicaría, quizá, entre otras posibles causas, la decisión de muchos de ellos de permanecer solteros. A pesar de una teórica posición de partida de cierto privilegio, por el hecho de provenir de la metrópoli, continúan formando parte de una clase media baja, como pequeños comerciantes, obreros especiali- zados o pequeños campesinos. Esto es lo que se deduce de los datos que nos aporta el Registro de Españoles y el Registro Mercantil de 20 Archivo Nacional de Cuba (en adelante ANC), Protocolos notariales, escribanía de Francisco Angulo, 1902, t. 3, f. 130; ANC, Secretaría de Hacienda, leg. 15, n. 57; y Directo- rio General de la República de Cuba (1907), p. 1.312. 21 ANC, Secretaría de Hacienda, leg. 473, n. 58. 22 ANC, Secretaría de Hacienda, leg. 9, n. 563, leg. 16, n. 465.
Presencia de los navarros en Cuba al final del período colonial 247 La Habana, y no es arriesgado hacer extensiva esta conclusión al total de los navarros residentes en ese momento en la isla, pues resulta im- probable que fueran precisamente los mejor situados económicamente los que evitaran conservar su ciudadanía española en 1899 o no hubie- ran dejado rastros en la documentación notarial y mercantil. Relación de navarros que aparecen en el Registro Mercantil de La Habana con negocio propio en el periodo 1890-1905 Nombre Edad/estado Negocio (1) (2) (3) Aguinaga Soravilla, Pedro 33 S panadería «La Capital» 1901-03 200 168,41 Aguinaga Soravilla, Pedro 33 s bodega [903 650 15,61-65 Albistur González, Ángel bodega 1891-1900 32,25-27 A[bistur González, Ánge[ casa de baños 1900 id. Alcoz Arrieta, Ju[ián 38 c bodega [901 250 149,191 Aldove Adevis, Parcasio 36 s quincalla y abaniquería 1900 68,116 A[egría Irigoyen, Esteban 24 s café cantina 1896-1903 540 54,141-3 Alorma Montalván, Pío 30s fábrica de calzado con motor [899 191,189 Alzugaray Oteiza, Lorenzo 50 s establecimiento de carruajes 1900 163,13 Andueza Elduayen, Carmen 32s bodega 1903 200 170,101- Andueza Iriarte, José 35 s tienda mixta «La Parra» 1886 [,88 Argalia Llorregui, Pedro 40 s fonda «La Estrella» 1900 400 [25,121 Argoña Argoña, Carlos 66c bodega «Las Tres Cruces» 1899 171,43 Argoña Argoña, Carlos 66 c bodega «La Gran Vía» [900 170,29 Arismendi Fernández, Antonio 41c almacén 1901 160 158,113 Arismendi Ituarte, Lorenzo 39 c almacén 1901 160 íd. Arreche Irouzón, Tomás 60s establecimiento de carruajes [900 126,2 Arribalzaga Solarri, Bernardo 23 s fonda «El sol de Navarra» 1902 300 158,91-2 Arrieta Urreta, Pascual 33 s taller de carpintería 1900 172,82 Artola González, Juan 34 s camisería [901 203,181 Arutegui Fernández, Lázaro §7 c café cantina 1897 180,151 Azcárraga Uriarte, Pedro 32s establecimiento de carruajes 1900 101,62 Azpiroz Alcoy, Ramón 49 s bodega 1900 20[,26 Azpiroz Zaspi, Florentino 27 s establecimiento de ropa hecha 1900-01 600 63,192 Azpiroz Zaspi, F[orentino 27 s quincallería 1893 63,45 Azurmendi Erosa, Salvador 39 s bodega con alcoholes 1895-1902 8,68-69 Azurmendi UlIate, Ezequiel 58 c tienda de ropas 1900 400 40,96 Azurmendi Ullate, Ezequiel 58 c establecimiento de tejidos 1900 280 35,12 Bedegain Torres, Vicente 32 s carpintería 1890 94,35 Beraza Azpiroz, José María 29 s estblcto. de expender dulces 1896-1902 380 110, 13-4 Beraza Marticorena, José 28 s panadería «La puntual» 1900 165,87 Beriain Osocoin, Severo 50 s taller de lavado a mano 1894-[902 180 38, 146-7 Bidegain Oyarzabal, Prudencio 33 s establ. de sedería y quincalla 1889 4,91 Bidegain Oyarzabal, Prudencio 3[ s «Mo[ino Bidegain yCía» 1884-[89020.000 2,9-12 Contin Zubillaga, Ramón 30s fonda «La gitana» [897 8,115-[6 Cuadra Ugarte, Francisco 36 c establecimiento de comisiones 1886 3,68 Digón Irao[a, Domingo 26 c casa de cambio de monedas [903 167,186 Echarte Ve[oyo, Agustín 38 c rastro 1903 100 181, [6 Echeverría Echeverría, Marcelino ?c sedería «La corona» 1909-12 3.617 254,41- Echeverrí Uricoz, Pedro 6[ s bodega «La luz del mundo» 1892-1901 300 13[,32
248 Juan B. Amores Nombre Edad/estado Negocio (1) (2) (3) Eirea Otero, Evaristo ?c bodega 1903 700 163,51-5 Erro, Guillermo 77c farmacia 1895 120,86 Erviti Loidiz, Miguel 35 s lavandería «La rápida» 1896 163,55 Ezpeleta Morga, Cayetano 63 v panadería-dulcería «Las etapas» 1900 164,13 Fernández Otero, Mateo 56 c bodega 1899 122,97 Goicochea, Pedro 60v camisería 1897 162,35 Goldiz Torres, Juan 31 s casa de cambio 1901 179,35 Goñi Santiesteban, Francisco 25 s relojero 1902 80 159,196 Goñi Sorocibar, Antonio 88 v restaurante bar «El roble» 1889 95,32-35 Goñi Sorocibar, Antonio 88 v casa de huéspedes 1891 95,32-35 Goñi Sorocibar, Antonio 88 v café cantina con billar 1892 95,32-35 Iraiza Mergara, Carlos 29 s casa de baños 1902 150 176,86 Iraiza Mergara, Carlos 29 s relojero 1899 170,175 Iraizoz Meira, Félix 24 s bodega 1901 187,116 Iriarte Erviti, José María 51 c fábrica de chocolate 1886 1,92-93 Iribarren Torres, José 55 s relojería «El navarro» 1899 150 8,16 Irigorri Larrapide, Domingo 48 c tren de lavado a mano 1900 190,76 Iroizoz Sarduy, Severo 39 c restaurante «La perla» 1898 138,22 Iroizoz Vergara, Pedro 32 s bodega 1891 9,60 Iroza Azcona, Lorenzo 55 c bodega 1904 300 192,14 Jaurena Sardua, Sebastián 39 s bodega «La navarra» 1899 79,56 Laballer Pérez, Francisco 50c sastrería con géneros 1903 150 176,81 Larrazábal, Ricardo 33 s rastro 1900-03 175 181, 86 Larrazábal, Pedro 27 s rastro 1903 175 181,86 Larrazábal Palacios, Enrique 29 s bodega 1902 210,73 Larrieta Velasco, Vicente ?s fonda «La primera de Belascoain» 1901 265,17-18 Larrouse Guerediaga, Juan 60c panadería 1901 196,5 Laurena Fernández, Casimiro 47 c rastro 1899 160 181,16 Lazcai Azpiroz, Joaquín 25 s agencia de viajes 1897 173,15 Leranoz Osocain, Vicente 49 s café cantina «El lobo azul» 1901 171,98 Lizarraga Latorre, Enrique 57 c café cantina con billar 1901 166,2 Lizarraga Latorre, Robustiano 63 v restaurante «Cuba bella» 1901 340 165,64 Lizarraga Latorre, Sebastián 43 c café cantina «El orgullo» 1899 137,49 Loidi Aldaz, José A. 63 c establ. de componer relojes 1891-1902 80 157,121 López Iturralde, Juan 46c bar restaurante 1900 88,71-73 López Iturralde, Juan 56 c bodega 1900 44, 182 Lorbe Goicochea, Florentino 34 s abaniquería y sombrería 1900 800 100, 12-3 Lorbes Ulonga, Esteban 46 s café cantina con billar 1900 180 132,23 Lusarreta González, Carlos 57 c fonda 1902 180 180,180 Maciciar Picobea, José 45 c panadería «La mejor» 1896 9,86 Margal Uriarte, José María 62 v fonda 1900 207,28 Mora Mendaraz, Raimundo 32 s sastrería 1892 540 101,15-6 Navarro Ochoa, Enrique 38 s fonda 1900 133,15 Ochoa Perula, Félix 32 s establecimiento de tejidos 1900 600 27,115 Olaechea Elduayen, Vicente 43 c bodega «El invencible» 1899-1901 2.000 34,71-2 Olaechea Elduayen, Vicente 53 c casa de instrumental matemático 1890 81,26 Olomendi Olomendi, Juan 28 s fábrica de calzado con motor 1899 175,36 Ordoñez Undiano, Ramón 29 s fonda 1899 186,81 Osis Góñi, Angel 31 s bodega 1901 138,87 Otero Iturralde, Leopoldo 46 c fonda 1900 177,16 Oyarvide Garciandía, Felipe 66 c casa de comisiones 1897 60,15 Oyarvide Garciandía, Felipe 69c bodega «La cubanísima» 1900 203,114 Rada Zabalza, José 62 s relojero 1897 105, 196
Presencia de los navarros en Cuba al final del período colonial 249 Nombre Edad/estado Negocio (1) (2) (3) Remín Ulibarri, Francisco 30s bodega 1892 93,35 Ruiz Ruiz, José María 32 s rastro «El brillante» 1900 199,18 Ruiz Sabategui, José 45 s casa de comisiones 1897 60, 15 Saguez Ojoz, Jerónimo 70v café cantina «El regreso» 1900 50, ll7-18 Saguez Ojoz, Jerónimo 70v bar restaurante «Los amigos» 1900 50, ll7-18 Salcedo Aldevis, Ramón 46c venta de tabacos y cigarros 1900-02 36, 15-16 Salcedo Iparraguirre, Sebastián 47 s fonda 1900 114,33 Valda Maiz, Martín 31s café cantina con billar 1894-1903 300 9,48-49 Vergara Vergara, Cipriano 4lc agencia de mudanzas 1899 186,42 Ypar Navascués, Fermín 44s sociedad comisionista 1882 7.791 1,21-24 Zabala Vergara, Luis 60 v fonda 1900 180 180,181 Zubeldia Noain, Martín 26s carpintería 1897 8,12-13 (1) l.' fecha: registro del negocio; 2.' fecha: venta. (2) Valor de compra o de venta. (3) Tomo y folio del Registro de Comerciantes de La Habana. Resumen por tipo de negocio Alimentación Textil y calzado Hostelería Otros servicios 20 bodegas 6 tiendas de ropa 3 casas de baños 3 establecimientos de carruajes 14 cafés y restaurantes 2 sastrerías 3 lavanderías I agencia de viajes 7 panaderías y dulcerías I sombrerería I casa de huéspedes I agencia de mudanzas I fábrica de chocolate I sedería 2 fábricas de calzado Almacenes Varios Talleres 5 rastros 6 casas de comisiones 5 relojerías 3 almacenes 1 farmacia 3 carpinterías 3 quincallerías 1fábrica de instrumentos matemáticos I tabaquería 4. Los navarros y la Asociación Vasco Navarra de Beneficencia de La Habana Sobre la base de un asociacionismo informal de base étnica o regio- nal, que se puede observar en la isla desde la década de 1860 al menos 23 , 23 Por ejemplo, en 1860, Fermín Fernández, Pedro Lemonceura y Diego Ochandorena plantean construir un hospital para los naturales de las vascongadas y Navarra (ANC, Go- bierno Superior Civil, leg. 16147, n. 411).
250 Juan B. Amores las denominadas Asociaciones de Beneficencia surgen oficialmente en Cuba a raíz de la regulación del derecho de asociación por el gobierno español, con carácter general, en 1878. Comenzando por la de los cata- lanes, que se encontraba en embrión desde mucho antes, muy pronto los naturales o sus descendientes de cada región peninsular registraron la suya, destacando por el número de asociados y por su actividad las de aquellas regiones con más presencia de sus naturales en la isla, como eran los canarios, gallegos, asturianos y catalanes. «Unos cuantos entusiastas Eúskaros», como los llama el autor de la Memoria de las actividades de la Asociación correspondiente a 1897, fueron los que constituyeron la Asociación Vasco Navarra de Benefi- cencia en 1878, con el objetivo principal de «ejercer la caridad con aquellos de nuestros comprovincianos que necesitan de auxilio»24. Se trataba, por tanto, de reunir a todos los naturales e hijos de naturales de la región vasco navarra para ejercer la asistencia social, entre ellos y para ellos principalmente, de una forma organizada y eficaz. Con una cuota muy asequible -medio peso mensual- atendían todas sus actividades, entre las que destacaron la construcción del pan- teón «Laurac bat» en el cementerio de Colón de La Habana para ente- rrar a los miembros de la Asociación, el pago de los honorarios médi- cos y dietas de estancia en hospitales, ayudas para el pasaje de los que decidían regresar .a España, ayudas mensuales en metálico a pobres de solemnidad y una gran variedad de socorros extraordinarios como, por ejemplo, la prestada en 1912 a Elizondo y Errazu, que habían quedado arrasadas por una tromba de agua; por supuesto, la Vasco Navarra, como el resto de las Asociaciones regionales, colaboró con sus donati- vos al sostenimiento de las tropas españolas durante la guerra de inde- pendencia25 . En el año 1895 la Asociación contaba con 670 socios, que fueron disminuyendo en los cuatro años siguientes como consecuencia de la guerra, ,quedando en algo menos de 500 en el año 1899. Navarra era la segunda provincia mejor representada, después de Vizcaya, con ·140 miembros distintos entre 1895 y 1899, variando de 130 miembros en 1895 a 92 en 1899, es decir, entre un quince y un veinte por ciento del total de asociados. Al final del trabajo se incluye la relación completa de los asociados navarros en esos años. Mientras que su posición en La Habana era de segundo orden, a juzgar por su muy escasa participación en los puestos directivos y por- que apenas dos o tres aparecen entre los principales contribuyentes, los 24 Archivo de la Asociación Vasco-Navarra de Beneficiencia (en adelante, AAVNB), Memoria de 1896, p. 6. Agradezco a María Begoña Uriondo, actual presidenta de la Asocia- ción en La Habana, que me haya facilitado el acceso a este archivo. 25 AAVNB, Memorias de 1895-99 y 1912.
Presencia de los navarros en Cuba al final del período colonial 251 navarros eran claramente mayoritarios en la sucursal que tenía la Aso- ciación en Cienfuegos, en la que se concentraba la mitad de todos los navarros miembros de la Asociación: aquí eran además los promotores y dos de ellos, Martín Juantorena y Francisco Echaide, formaban parte de la junta directiva como vicepresidente y secretario respectivamente. Esta sucursal de Cienfuegos fue, no obstante, la que más sufrió las con~ secuencias de la guerra de independencia, que afectó de lleno a esa re- gión. En el año 1896, las cuotas de la sucursal descendieron de 822 pe- sos a 38, lo que da una idea de lo ocurrid0 26 . La presencia de los navarros no ha dejado rastros significativos en- tre las actividades de la Asociación, a diferencia de los vizcaínos, los más activos, y de algunos guipuzcoanos. Como dato curioso cabe men- cionar que en la corrida de toros que cada año organizaba la Asociación con fines benéficos estaba siempre presente la ganadería navarra Carri- quirri. Donde sí encontramos muchas y significativas referencias al Viejo Reino es en el semanario Laurac-Bat, «Periódico semanal dedicado a los vasco-navarros y a sus sociedades benéficas», como especificaba el título, órgano oficioso de la Asociación fundado y editado por uno de sus miembros más entusiasta, Faustino D. Gaviñ0 27 • Además de publicar las actas de las reuniones de la Junta Directiva de la Asociación, el semanario incluía una extensa sección titulada «Ecos de Euskaria» en la que recogía noticias referentes a las tres pro- vincias vascas y Navarra, que tomaba de los principales periódicos de los respectivos territodos. El 3.03.895 decía el editorial que «los Vasco-Navarros residentes en la Isla de Cuba seguimos con verdadero interés cuantos acontecimientos se desarrollan en nuestras amadas Pro- vincias y que la distancia que nos separa no disminuye, antes bien au- menta, si cabe, el entrañable afecto que profesamos al privilegiado sue- lo en que hemos tenido la dicha de nacer». En el caso de Navarra el editor recoge las noticias de El Eco de Na- varra, El Liberal Navarro y El Diario de Tudela. Las más frecuentes se refieren a las fiestas locales, con un especial seguimiento de las de San Fermín en Pamplona, y de las actuaciones del Orfeón Pamplonés, Ga- yarre, Sarasate y otros famosos tenores navarros de la época 28 . 26 AAVNB, Memoria de 1896, p. 11. 27 Una colección de este semanario se encuentra en la Biblioteca del Instituto de Litera- tura y Lingüística de La Habana. 28 Cada año se incluía el programa oficial de las fiestas. Extractamos el significativo co- mentario que recoge el n. 24 del ll de agosto de 1895 sobre el carácter de la fiesta, por las si- militudes y contrastes con lo que pasa hoy día: «El carácter navarro es demasiado conocido para que intentemos darlo a conocer en estas breves líneas; carácter propio de los pueblos creyentes y vigorosos; que tranquilos de conciencia y apacibles en su sentir, se aprestan a las
252 Juan B. Amores Abundantes son también las noticias sobre la producción y el mer- cado agrícola, el estado del campo en Navarra, y los efectos del clima o los desastres naturales: la plaga de mildiu en los viñedos de la Ribera en 1886, los pedriscos, grandes incendios en los pueblos, las graves inundaciones de los valles de la Montaña en julio de 1895, o las batidas de lobos en la Barranca. Es claro el contraste entre esta Navarra agrí- cola y las noticias que se refieren a Bilbao, todas referentes a la gran industria emergente, el comercio y la navegación. Se da cuenta de la marcha de obras públicas y de infraestructura, como las del inicio de las obras del ferrocarril de vía estrecha de Este- lla a Durango, con un ramal de Arróniz a Lerín, que finalmente no se llegó a concluir (n. 5, julio de 1886), la instalación del tranvía en Pam- plona (ll.XI.1894), la llegada de la electricidad a Villafranca en 1893, con la que eran ya doce las poblaciones navarras que disponían de ella, los saltos de agua entre Irurzun y Alsasua para el aprovechamiento eléctrico, etc. La ideología conservadora del editor queda patente en la alabanza que hace de la actitud de ·los obreros de Pamplona, a raíz de la funda- ción del centro escolar dominical de obreros, en 1886, poniéndolo como ejemplo de iniciativa «en el buen camino» de la promoción real del trabajador de paso que critica con fuerza las ideologías más radica- les del movimiento obrero. Tras el fallecimiento de Gaviño, en 1893, el periódico pasa a subti- tularse «Semanario fuerista» , y se convierte en un furibundo defensor de esa ideología: así, se felicita de la candidatura católico-fuerista de Arturo Campión para la Diputación (n. 8, 19.II.1893) Y recoge con en- tusiasmo los discursos de políticos e intelectuales en defensa de las li- bertades y fueros vascos y navarros. Especial eco se hizo de la Gama- zada (mayo de 1893 a junio de 1894), el famoso movimiento de oposición popular al proyecto del ministro Gamazo que suprimía la au- tonomía fiscal de Navarra. Invocando las sabias leyes de la patria Eus- kara y el amor a Euskaria, se lamentaba de que muchos vasco navarros antepusieran sus intereses materiales: en referencia a la falta de apoyo al movimiento por parte de las tres provincias vascas, acusaba al libera- lismo y centralismo castellanos de haber conseguido la división de los vasco navarros «¡Tanto ha influido en ellos el malhadado veneno polí- tico importado de Castilla!» Su fuente habitual en este tema era la pu- blicación fuerista La Unión Vasco-Navarra. expansiones legítimas con espontáneo ardimiento. Por eso, las fiestas de Pamplona son parén- tesis a la vida normal, paréntesis de franca alegría y generosos esparcimiento, motivo de que los forasteros encuentren cordialísima acogida en la capital de Navarra; de que se les hagan breves las horas de la permanencia entre nosotros...; días que pasan, por fortuna, sin que se turbe el reposo público y sin que ningún exceso nuble la franca y natural alegría... ».
Presencia de los navarros en Cuba al final del período colonial 253 Iniciada la guerra de independencia, la vocación fuerista cede pro- gresivamente al sentimiento de españolidad. Así anunciaba el 3 de marzo de 1895 el levantamiento armado producido apenas quince días antes: «Criminal intentona. Elementos díscolos, que son la deshonra de este generoso y noble país, hánse levantado en armas contra la nación, en nuestros campos. Malditos sean los que así mancillan y escarnecen este pueblo digno de mejor suerte, y... i Viva España!». En todos los números siguientes abundan las protestas de españoli- dad y los ataques a los insurrectos. Desde el mes de abril de 1895, cuando la guerra se ha extendido por casi toda la isla, cada editorial del semanario es una manifestación de patriotismo español: «fueristas pero españoles», se titulaba el del 28.07.95; bienvenidas a las tropas que van llegando de la Península, suscripciones patrióticas, loas a las victorias del ejército contra los mambises y ataques furibundos a las acciones de éstos, etc. A lo largo de ese año la posición del semanario se va haciendo cada vez más dura: «nada de concesiones, nada de re- formas», se dice en l5.IX.895, en alusión al plan reformista del minis- tro Maura, tan bien recibido por las elites cubanas; el único objetivo era la derrota del enemigo desde la unión monolítica de todos los es- pañoles (8.IX.895); el editorial del 27.X.1895 se titulaba «Autonomía, no; la paz sólo puede venir por las bayonetas». Por fin, la Memoria de 1898, redactada cuando los norteamericanos ya habían desembarcado en la isla, refleja hasta qué punto llegó a prevalecer el sentimiento de españolidad sobre cualquier otro con motivo del conflicto bélico: «La Patria española, a quien le debemos todo cuanto somos y poseemos, nos ha enviado sus mejores hijos a esta isla, para librarla de la anarquía y de las ambiciones del yankee, y sostener enhiesto el pabellón glo- rioso que se ha paseado triunfante por todo el mundo, llevando al seno de innumerables pueblos su religión, su civilización, su sangre, su idio- ma y sus costumbres». 5. La comunidad navarra y la guerra de independencia cubana (1895-98) No son muchos los datos que hemos podido reunir sobre el impacto que pudo tener la situación de guerra que va a vivir la isla entre 1895 y 1898 sobre la comunidad navarra en Cuba. Esta ausencia de noticias debe interpretarse como un reflejo más de que esa comunidad apenas llegó a disponer de elementos relevantes en la sociedad cubana, a dife- rencia, por ejemplo, de los vizcaínos, entre los que había grandes pro- pietarios de ingenios y comerciantes que, lógicamente, sufrieron im- portantes pérdidas. Por otro lado, las fuentes navarras, que hemos rastreado conciezudamente, dejan también una impresión bastante clara
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