Marzo-Abril2021 Núm.574 - CONTENIDO... 1 - Salesianos Tibidabo
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..2 PALABRA DEL PAPA FRANCISCO.. LA PANDEMIA DEL COVID-19 CONDICIONA MUCHO LA VIDA DE NUESTRO TEMPLO
TIBIDABO..A 3.. TIBIDABO Publicación bimestral ORACIÓN Y SACRAMENTOS del Templo del Tibidabo EN EL TEMPLO DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS Época II. Número 574 Marzo — Abril 2021 En condiciones normales, el Templo del Sagrado Cora- zón de Jesús del Tibidabo es frecuentado por dos tipos Dirección y equipo de personas que acuden a él por dos motivos muy di- Francesc RIU, director Joan Codina Giol versos, aunque en no pocas ocasiones estos dos moti- Francesc Grabulosa vos coinciden en la misma persona a lo largo de la visita. Xavier Matoses Es decir, a menudo se da el caso de personas que, ha- biendo subido al templo por un motivo muy concreto, una vez en el Templo muestran interés por el segundo. Revista TIBIDABO Aportación voluntaria: 3 € Este ‘fenómeno’ merece una explicación. En 1886, san Juan Bosco profetizó que, en la cima del monte Tibidabo, entonces ‘sin nada’, se construiría un santuario al que acudirían muchas personas con el objetivo de orar al Sagrado Corazón y recibir en él los Cuenta corriente donativos Obra Salesiana del Tibidabo sacramentos. Sin duda alguna, este es el motivo que ES97-2100-3006-9822-0040-2025 justificó la construcción del Templo y hace que muchos de CaixaBank acudan a él con asiduidad. Se trata de gente movida por Cuenta corriente donativos sentimientos religiosos que encuentran satisfacción Iluminación del Templo personal en este ámbito. Esta es la verdadera razón de ES97-2100-3006-9822-0040-2025 de CaixaBank ser del Templo del Tibidabo Por otra parte, la belleza del conjunto arquitectó- nico y la situación geográfica del ‘Templo del Tibidabo’ Redacción y Administración Templo del Tibidabo motivan que otras muchas personas acudan a él por 08035 Barcelona motivos exclusivamente turísticos. No se trata solo de Tel.: 934 175 686 – 934 174 904 un simple turismo de fin de semana por parte habitan- francesc.riu@salesians.cat tes de Barcelona y de su entorno, sino también de turis- http://www.templotibidabo.es tas de confesiones religiosas muy distintas y que vienen Impresión de otros países, a menudo muy lejanos. Escuela Gráfica Salesiana- EGS Pues bien, en el interior del Templo, sobre todo en Rosari, 2 la Cripta, a menudo sucede algo no previsto en el caso 08017 Barcelona de los turistas. Al contemplar las imágenes y el conjunto Depósito legal de la construcción, no son pocos los que se detienen B. 15642, 19961 para rezar en la Capilla de la Adoración y los que mani- fiestan el deseo explícito de recibir algún sacramento antes de abandonar el Templo. Portada Es decir, regresan a sus hogares con un regalo que Foto de RAÚL ALONSO ellos no habían venido a buscar.
4 CONTENIDO... CONTENIDO EDITORIAL ORACIÓN Y SACRAMENTOS en el Templo del Sagrado Corazón de Jesús .................... 3 A LA PALABRA DEL PAPA FRANCISCO 1. «EL HOMBRE NECESITA ADORAR LA CUESTIÓN ES ‘A QUIÉN’» ................................................. 5 2. LA ORACIÓN DEL CRISTIANO en la Liturgia y en la vida cotidiana ..................................... 11 B IGLESIA EN EL MUNDO 3. Año especial «FAMILIA Amoris Laeticia» .......................... 16 — El proyecto, los objetivos, los destinatarios, las iniciativas y los recursos. — El camino con las familias. C FAMILIA SALESIANA 4. DESPUÉS DE LA PANDEMIA, ¿QUÉ? ................................... 22 Reflexión del Rector Mayor de la Familia Salesiana en el Aguinaldo del año 2021. D TEMPLO DEL TIBIDABO 5. LA ORACIÓN COMO BÁLSAMO ........................................... 27 6 UNA PLEGARIA APRENDIENDO A PERDONAR ............................................... 29 CELEBRACIONES Y DONATIVOS ......................................................................................... 31
TIBIDABO..A 5.. «EL HOMBRE NECESITA ADORAR; LA CUESTIÓN ES ‘A QUIÉN’» En el Templo del Sagrado Corazón de Jesús, en la cima del Tibidabo, la palabra ADORACIÓN se repite muchas veces al día, porque muchas personas acuden al Templo con la manifiesta intención de pasar unas horas en la llamada ‘Capilla de la Adoración’. Sin embargo, es fácil observar que no todos los fieles católicos concebimos del mismo modo el porqué y el cómo del verbo ADORAR. Esta es la cuestión que el papa Francisco se planteó en la primera de sus homilías del año 2021, en la fiesta de la Epifanía. Sus reflexiones pueden ser de interés para los creyentes en Cristo Jesús que frecuentan la Capilla de la Adoración del Templo del Tibidabo o bien aquella otra iglesia a la que cada adorador o adoradora suele acudir.
..6 LA PALABRA DEL PAPA FRANCISCO.. Evangelio de Mateo 2, 1-12 Jesús nació en Belén de Judá en tiempos del rey Herodes. Entonces, unos Magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando: «¿Dónde está el Rey de los Judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo». El enterarse el rey Herodes, se sobresaltó, y todo Jerusalén con él; convocó a los sumos pontífices y a los letrados del país, y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías. Ellos le contestaron: «En Belén de Judá, porque así lo ha escrito el Profeta». […] Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y de pronto la estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el niño. Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra. He aquí cómo el papa Francisco empezó su homilía. «En el Evangelio hemos oído que los Magos empezaron manifestando sus inten- ciones: “Hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo”. Adorar era el objetivo de su viaje, la meta de su camino. De hecho, cuando llegaron a Belén, “vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron”. Si perdemos el sentido de la ado- ración, perdemos el sentido de la vida cristiana, que no es más que un camino hacia el Señor, no hacia nosotros mismos. Es el riesgo que nos advierte el Evangelio, que nos presenta, junto a los Magos, algunos personajes que no lograron adorar» He aquí el comentario publicado por el Servicio de Prensa del Vaticano: El evangelista Mateo subraya que los Magos, cuando llegaron a Belén, «vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron» (Mateo 2, 11). Adorar al Señor no es fácil; no es una acción espontánea, sino que exige una cierta madurez espiri- tual, y es el punto de llegada de un camino interior, a veces largo. Es así, y no lo podemos evitar. La actitud de adorar a Dios no es espontánea en nosotros. Sí, el ser humano necesita adorar, pero corre el riesgo de equivocar el ob- jetivo. En efecto, si no adora a Dios adorará a los ídolos, no hay otra alternativa: o adoramos a Dios o adoramos a los ídolos. Como dice un escritor francés, si el ser hu- mano no adora a Dios adorará al diablo; y, en vez de ser ‘creyente’, será ‘idólatra’. En nuestra época es muy necesario que, tanto individual como comunitaria- mente, dediquemos más tiempo a la adoración, aprendiendo a contemplar al Señor cada vez mejor. Por tanto, descubramos la oración de adoración, tanto individual como comunitaria. Así pues, vayamos a la escuela de los Magos para aprender de ellos algunas enseñanzas útiles; como ellos, pongámonos de rodillas y adoremos al Señor.
TIBIDABO..A 7.. De la liturgia de la Palabra de hoy entresacamos tres expresiones, que pueden ayudarnos a comprender mejor lo que significa ser adoradores del Señor. Estas expre- siones son: ‘levantar los ojos’, ‘ponernos en camino’ y ’ver’. Se trata de adorar de verdad La primera expresión —levantar los ojos— nos la propone el profeta Isaías. A la co- munidad de Jerusalén, que regresaba del exilio y estaba abatida y desesperanzada a causa de tantas dificultades, el profeta les dirige esta invitación: «Levanta los ojos y mira a tu entorno» (Isaías, 60, 4). Es una invitación a dejar de lado el cansancio y las quejas, a salir de las limitaciones de una perspectiva estrecha, a liberarse de la dictadura del propio yo, siempre incli- nado a replegarse sobre sí mismo y sus propias preocupaciones. Para adorar al Señor es necesario ante todo “levantar los ojos”, es decir, no de- jarse atrapar por los fantasmas interiores que apagan la esperanza; no hacer de los problemas y las dificultades el centro de nuestra existencia. Eso no implica negar la realidad, imaginando o creyendo que todo está bien. Se trata sobre todo de mirar de un modo nuevo los problemas y las angustias, sabiendo que el Señor conoce nuestras situaciones difíciles, escucha atentamente nuestras súplicas, y no se muestra indiferente a las lágrimas que derramamos. La mirada que permanece fija en el Señor da lugar a la gratitud propia de los hijos de Dios, a pesar de las vicisitudes de la vida. Cuando esto sucede, el corazón se abre a la adoración. Por el contrario, cuando fijamos la atención exclusivamente en los problemas, recha- zando levantar los ojos a Dios, el miedo invade el corazón y lo desorienta, dando lugar a la rabia, el desconcierto, la angustia y la depresión. En estas condiciones es muy difícil adorar al Señor. Si esto ocurre, es necesario tener la valentía de romper el círculo de nuestras obsesiones, con la conciencia clara de que la realidad es mucho más amplia que nuestros pensamientos. Levanta los ojos y mira a tu entorno: el Señor nos invita sobre todo a confiar en Él, porque cuida realmente de todos. Por tanto, si Dios viste tan bien la hierba, que hoy está en el campo y mañana es arrojada al horno, ¡cuánto más hará por nosotros! (cf. Lucas 12, 28). Si alzamos la mirada hacia el Señor, y contemplamos la realidad a su luz, descubriremos que Él nunca nos abandona: «El Verbo se hizo carne» (Juan 1, 14) y permanece siempre con nosotros, todos los días (cf. Mateo 28, 20). Cuando elevamos los ojos a Dios, los problemas de la vida no desaparecen, pero sentimos que el Señor nos da la fuerza necesaria para afrontarlos. De este modo, le- vantar los ojos es el primer paso que nos dispone a la adoración. Se trata de la adora- ción del discípulo que ha descubierto en Dios una alegría nueva, una alegría distinta. La alegría del mundo se basa en la posesión de bienes, en el éxito y en otras cosas por el estilo. Siempre el ‘yo’ en el centro.
..8 LA PALABRA DEL PAPA FRANCISCO.. En cambio, la alegría del discípulo de Cristo tiene su fundamento en la fidelidad de Dios, cuyas promesas nunca fallan, a pesar de las situaciones de crisis en las que podamos encontrarnos. En esta situación, la gratitud filial y la alegría suscitan el anhelo de adorar al Señor, que siempre se mantiene fiel y nunca nos deja solos. Ponernos en camino La segunda expresión que nos puede ayudar es ‘ponernos en camino’. Antes de poder adorar al Niño nacido en Belén, los Magos tuvieron que hacer un largo viaje. Escribe Mateo: «Unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando: “¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo”» (Mateo 2, 1-2). El viaje implica siempre una transformación, un cambio. Después del viaje, ya no somos los mismos de antes. En la persona que se ha puesto en camino y ha alcanzado una meta, siempre ha surgido algo nuevo: sus conocimientos se han ampliado, ha co- nocido personas y cosas nuevas, ha experimentado el fortalecimiento de su voluntad al afrontar las dificultades y los riesgos del trayecto. No se llega a adorar al Señor sin pasar antes a través de la maduración interior que nos da el ‘ponernos en camino’. Llegamos a ser adoradores del Señor mediante el seguimiento de un camino gradual. La experiencia nos enseña que una persona que ha cumplido cincuenta años vive la adoración con un talante distinto del que manifestaba cuando tenía treinta.
TIBIDABO..A 9.. Quien se deja modelar por la gracia, normalmente, con el paso del tiempo, me- jora. El hombre exterior se va consumiendo –dice san Pablo–, mientras el hombre in- terior se renueva día tras día (cf. 2 Coríntios 4, 16), preparándose para adorar al Señor con una ilusión renovada. Desde este punto de vista, los fracasos, las crisis y los errores pueden ser expe- riencias instructivas, y no es raro que sirvan para hacernos caer en la cuenta de que solo el Señor es digno de ser adorado, porque solamente Él satisface el deseo de vida y eternidad presente en lo más íntimo de cada persona. Además, con el paso del tiempo, las pruebas y las fatigas de la vida –vividas en la fe– contribuyen a purificar el corazón, a hacerlo más humilde y, por tanto, más dispuesto a abrirse a Dios. También los pecados, la conciencia de ser pecadores, de encontrar a veces cosas feas dentro de nosotros: yo hice esto, aquello…; si uno los toma con fe, con arrepenti- miento, con contrición, esto nos ayudará a crecer. Todo ayuda, dice san Pablo, al cre- cimiento espiritual, al encuentro con Jesús. Incluso los pecados. Santo Tomás agrega: incluso los pecados mortales, si los tomamos con arrepenti- miento, nos ayudarán en este camino para adorar mejor al Señor. Como los Magos, nosotros debemos dejarnos instruir por el camino de la vida, marcado por las inevitables dificultades del viaje. No permitamos que los cansancios, las caídas y los fracasos nos empujen hacia el desaliento. Por el contrario, reconociéndolos con humildad, nos deben servir para avanzar hacia el Señor Jesús. La vida no es una demostración de habilidades, sino un viaje hacia Aquel que nos ama. Nosotros no debemos, en cada momento de la vida, sacar la tarjeta de las virtudes que tenemos. Con humildad debemos caminar hacia el Señor. El viaje hacia Aquel que nos ama. Mirando al Señor, encontraremos la fuerza para seguir adelante con alegría renovada. ‘Ver’ más allá Y llegamos a la tercera expresión: ‘ver’. El evangelista escribe: «Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron» (Mateo 2, 11). La adoración era el homenaje reservado a los soberanos, a los grandes dignatarios. Los Magos, en efecto, adoraron a Aquel que sabían que era el rey de los judíos (cf. Mateo 2, 2). Pero, de hecho, ¿qué fue lo que vieron? Vieron a un niño pobre con su madre. Sin embargo, estos sabios, llegados desde países lejanos, supieron trascender aquella escena tan humilde y corriente, reconociendo en aquel Niño la presencia de un soberano. Es decir, fueron capaces de ‘ver’ más allá de las apariencias. Arrodillándose ante el Niño nacido en Belén, expresaron una adoración que era, sobre todo, una adoración interior, propia del corazón: abrir los cofres que llevaban como regalo fue signo del ofrecimiento de sus corazones. Para adorar al Señor es necesario ‘ver’ más allá de lo visible que tenemos ante nues- tros ojos, que frecuentemente acaba engañándonos.
..10 LA PALABRA DEL PAPA FRANCISCO.. Herodes y los notables de Jerusalén representan la mundanidad, perennemente esclava de la apariencia; ellos ven, pero no saben ‘ver’. No digo ‘ven y no creen’, sino que ‘ven’, pero no saben ‘ver’, porque su capacidad es esclava de la apariencia, y lo que buscan es un entretenimiento. La mundanidad solo da valor a las cosas sensacio- nales, a las cosas que llaman la atención del vulgo. En cambio, en los Magos que llegaron a Belén observamos una actitud distinta, que podríamos definir como realismo teologal. Es una expresión un poco altisonante, pero podemos utilizarla. Este tipo de realismo ‘teologal’ percibe con objetividad la realidad de las cosas, llegando finalmente a comprender que Dios se aleja de toda os- tentación. Sí, el Señor está en la humildad: es ese niño, que es humilde y huye de la ostentación que es propia de la mundanidad. Este modo de ‘ver’, que trasciende lo visible, hace que nosotros adoremos al Señor, a menudo escondido en las situaciones sencillas, en las personas humildes y marginales. Se trata pues de una mirada que, sin dejarse deslumbrar por los fuegos artificia- les del exhibicionismo, siempre busca algo que no es fugaz: busca al Señor. Nosotros, Por esto, como escribe el apóstol Pablo, «nosotros no nos fijamos en lo que se ve, sino en lo que no se ve; en efecto, lo que se ve es transitorio; lo que no se ve es eterno» (2 Coríntios 4,18). Que el Señor Jesús nos haga verdaderos adoradores suyos, capaces de manifestar con la vida su designio de amor, que abraza a toda la humanidad. Pidamos esta gracia para cada uno de nosotros y para toda la Iglesia, que sepamos adorar de verdad. Porque solo a Dios debemos adorar. (Vatican News—Aleteia, 6-01-2021) Recuerda los tres momentos del proceso seguido al disponernos a adorar al Se- ñor, en la celebración eucarística o bien en ante el Santísimo Sacramento: ‘le- vantar los ojos’, ‘ponerte en camino’ y ‘ver más allá’. ■ ¿Sueles diferenciar adecuadamente estos tres momentos? ¿Cuál es tu acti- tud en cada uno de ellos? ■ ¿De qué modo ‘ocupas’ cada uno de estos tres momentos? ¿Eres consciente de que a veces puedes correr el riesgo de pretender ‘adorar’ pasivamente, es decir, ‘estando’ en la Capilla de la Adoración sin reflexionar con paz en lo que estás haciendo?
TIBIDABO..A 11.. LA ORACIÓN DEL CRISTIANO EN LA LITURGIA Y EN LA VIDA COTIDIANA Desde hace varios meses, el papa Francisco dedica sus catequesis semanales a presentar aspectos diversos del ‘arte de la oración’ de todo cristiano. En las dos primeras semanas del pasado mes de febrero, los aspectos de la oración en los que ha fijado su atención han sido muy distintos: la Liturgia y la vida cotidiana. Sin duda alguna, el contenido de estas dos catequesis nos puede ayudar a mejorar la calidad de nuestra oración. El mejor marco de la oración es la Liturgia Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días! En la historia de la Iglesia, en más de una ocasión se ha caído en la tentación de practicar un cristianismo intimista que no atribuye importancia espiritual a los ritos litúrgicos públicos. A menudo esta tendencia reivindicaba la presunta mayor pureza de una religiosidad que no dependiera de las ceremonias exteriores, consideradas una carga inútil o dañina. En el fondo, con esas actitudes no se pretendía prescindir de una forma de rezar de carácter ritual, o de una determinada forma de celebrar, sino de la liturgia misma, es decir, de la forma litúrgica de rezar.
..12 LA PALABRA DEL PAPA FRANCISCO.. De hecho, en la Iglesia se pueden encontrar ciertas formas de espiritualidad que no han sabido integrar adecuadamente el momento litúrgico. Muchos fieles, incluso participando asiduamente en los ritos, especialmente en la Misa dominical, han obte- nido alimento para su fe y su vida espiritual más bien de otras fuentes, de tipo devo- cional que no tienen relación alguna con la Liturgia. En los últimos decenios se ha avanzado mucho. La Constitución Sacrosanctum Concilium, del Concilio Vaticano II, constituye el camino de este largo viaje. Este docu- mento conciliar reafirma de forma completa y orgánica la importancia de la divina Li- turgia para la vida de los cristianos, los cuales pueden encontrar en ella esa mediación objetiva fundamentada en el hecho de que Jesucristo no es una idea o un sentimiento, sino una Persona viviente, y que su Misterio es un evento histórico. La oración de los cristianos pasa a través de mediaciones concretas: la Sagrada Escritura, los sacramentos, los ritos litúrgicos, la comunidad. En la vida cristiana no se prescinde de la dimensión corpórea y material, porque en Jesucristo esta se ha con- vertido en camino de salvación. Podemos afirmar que los hombres y las mujeres de hoy también debemos rezar con el cuerpo: el cuerpo forma parte de la oración. Por tanto, no existe una espiritualidad cristiana que no tenga sus raíces en la celebración de los santos misterios. El Catecismo escribe: «La misión de Cristo y del Espíritu Santo que, en la liturgia sacramental de la Iglesia, anuncia, actualiza y comu- nica el Misterio de la salvación, se continúa en el corazón que ora» (n. 2655). La Litur- gia, en sí misma, no es solo una oración espontánea, sino algo más y más original: es un acto que expresa la experiencia cristiana por completo; por eso, la oración también es evento, es acontecimiento, es presencia, es encuentro. La oración constituye un modo de encontrarnos con Cristo. Cristo se hace pre- sente en el Espíritu Santo a través de los signos sacramentales. Por ello, nosotros, los cristianos, sentimos la necesidad de participar en los divinos misterios. Yo me atrevo a decir un cristianismo sin Liturgia quizá es un cristianismo sin Cristo, sin el Cristo total. Incluso en el rito más sencillo y pobre de recursos, con el que algunos cristianos han celebrado y celebran la Misa en los lugares de prisión o en el escondite de una casa durante los tiempos de persecución, Cristo se hace realmente presente y se ofrece a sus fieles. Por su dimensión objetiva, la Liturgia pide ser celebrada con fervor, para que la gracia derramada en el rito no se disperse, sino que incida en la vivencia de cada uno. El Catecismo lo explica muy bien y dice así: «La oración interioriza y asimila la Liturgia durante y después de la misma» (ibid.). Muchas oraciones cristianas no proceden de la Liturgia, pero todas, si son cristia- nas, presuponen la Liturgia, es decir, la mediación sacramental de Jesucristo. Cada vez que celebramos un Bautismo, o consagramos el pan y el vino en la Eucaristía, o ungi- mos con óleo santo el cuerpo de un enfermo, ¡Cristo está ahí! Es Él que actúa y está presente, como cuando sanaba los miembros débiles de un enfermo, o en la Última Cena proclamaba su testamento para la salvación del mundo.
TIBIDABO..A 13.. La oración del cristiano presupone la presencia sacramental de Jesús. Lo que es externo a nosotros se convierte en parte de nosotros: la Liturgia lo expresa incluso con el gesto tan natural del comer. La Misa no puede ser solo ‘oída’; la expresión ‘voy a oír Misa’ no es adecuada. La Misa no puede ser solo oída o escuchada, como si nosotros fuéramos solo espectadores de algo que sucede sin que nos afecte. La Misa siempre es celebrada, y no solo por el sacerdote que la preside, sino por todos los cristianos que la viven. ¡Y el centro de la Misa es Cristo! Todos nosotros, en la diversidad de los dones y de los ministerios, todos nos unimos a su acción, porque es Él, Cristo, el Pro- tagonista de la Liturgia. Cuando los primeros cristianos empezaron a vivir su culto, lo hicieron actuali- zando los gestos y las palabras de Jesús, con la luz y la fuerza del Espíritu Santo. De este modo, su misma vida, enriquecida por esa gracia, se convierte en sacrificio espiri- tual ofrecido a Dios. Este enfoque fue una verdadera ‘revolución’. Escribe San Pablo en la Carta a los Romanos: «Os exhorto, pues, hermanos, por la misericordia de Dios, a que ofrezcáis vuestros cuerpos como una víctima viva, santa, agradable a Dios: tal será vuestro culto espiritual» (12, 1). La vida del cristiano está llamada a convertirse en culto a Dios, pero esto no puede suceder sin la oración, sobre todo la oración litúrgica. Que este pensamiento nos ayude cuando vayamos a Misa: vamos a rezar en comunidad, vamos a rezar con Cristo, que se hace presente. Cuando vamos a la celebración de un Bautismo, por ejem- plo, Cristo está ahí, presente; Él es el que bautiza. “Pero, Padre, se trata solo de una forma de hablar”. No, no es una forma de ha- blar. Cristo está presente; y, en la Liturgia, tú rezas con Cristo, que está junto a ti. PAPA FRANCISCO Audiencia general, 3 de febrero de 2021 La oración en la vida cotidiana Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días! En la catequesis de la semana pasada, vimos cómo la oración cristiana está ‘an- clada’ en la Liturgia. Hoy destacaremos cómo, desde la Liturgia, la oración vuelve siempre a la vida cotidiana: por las calles, en las oficinas, en los medios de transporte… Y ahí continúa el diálogo con Dios: quien reza se comporta como el enamorado, que lleva siempre en el corazón a la persona amada, esté donde esté. De hecho, todo es asumido en este diálogo con Dios: toda alegría se convierte en motivo de alabanza, toda prueba es una buena ocasión para pedir ayuda. La oración está siempre viva en la vida, como una brasa en el fogón; cuando la boca no habla, el corazón sigue hablando. Todo pensamiento, incluso si es aparentemente ‘profano’, puede ser impregnado de oración. En la inteligencia humana también hay un aspecto orante; de hecho, esta es una ventana asomada al misterio: ilumina los primeros pasos
..14 LA PALABRA DEL PAPA FRANCISCO.. delante de nosotros y después se abre a la realidad entera, esta realidad que la pre- cede y la supera. Este misterio no tiene un rostro inquietante o angustiante, no: el conocimiento de Cristo nos hace confiados que allí donde nuestros ojos y los ojos de nuestra mente no llegan a ver, no está la nada, sino que hay alguien que nos espera, hay una gracia infinita. Así, la oración cristiana infunde en el corazón humano una es- peranza invencible: cualquier experiencia que toque nuestro camino, el amor de Dios puede convertirlo en bien. Al respecto, el Catecismo de la Iglesia Católica dice: «Aprendemos a orar en cier- tos momentos escuchando la Palabra del Señor y participando en su Misterio Pascual; pero en todo tiempo, en los acontecimientos de cada día, su Espíritu se nos ofrece para que brote la oración. […] El tiempo está en las manos del Padre; lo encontramos en el presente, ni ayer ni mañana, sino hoy» (n. 2659). Hoy me encuentro con Dios; Él siempre está en el hoy del encuentro. No existe otro día más maravilloso que el hoy que estamos viviendo. La gente que vive siempre pensando en el futuro —“Pero, el futuro será mejor…”—, pero no acepta el hoy con su riqueza, es gente que vive en la fantasía, no sabe aprovechar lo concreto de la realidad. Y el hoy es real, el hoy es concreto. Y la oración sucede en el hoy. Jesús nos viene al encuentro hoy, en este hoy que estamos viviendo. Y la oración transforma este hoy en gracia. O, mejor todavía, la oración nos transforma: apacigua la ira, sostiene el amor, multiplica la alegría, infunde la fuerza para perdonar. En algún momento quizá nos parecerá que ya no somos nosotros los que vivi- mos, sino que la gracia vive y obra en nosotros mediante la oración. Y cuando nos viene un pensamiento de rabia o de disgusto que nos conduce a la amargura, entonces detengámonos y digamos al Señor: “¿Dónde estás? Y, también, ¿adónde voy?” Y el Señor que está ahí, el Señor que nunca me abandona, me dirá la palabra justa, el con- sejo que necesitaba para ir adelante sin este sabor amargo de lo negativo. Echando mano de una palabra profana, podemos afirmar que la oración siempre es positiva. Siempre. La oración siempre nos invita a seguir avanzando por el camino de la vida. Cada día que empieza, si es acogido en la oración, va acompañado de va- lentía, de tal modo que los problemas que deberemos afrontar no serán un obstáculo a nuestra felicidad, sino que serán llamadas de Dios, ocasiones para nuestro encuentro con Él. Y, cuando uno se siente acompañado por el Señor, se siente más valiente, más libre, y también más feliz. Por tanto, recemos siempre por todos y por todo, también por los enemigos. Jesús nos lo ha aconsejado: “Rezad por los enemigos”. Recemos por nuestros seres queridos, pero también por aquellos que no conocemos; recemos in- cluso por nuestros enemigos, como he dicho; a menudo la Sagrada Escritura nos invita a hacerlo. La oración nos predispone a amar con generosidad, sin condiciones. Rece- mos sobre todo por las personas marginadas e infelices, por aquellos que lloran en la soledad y se desesperan, ignorando que hay un corazón que late por ellos. La oración hace milagros; y, por gracia de Dios, los pobres intuyen que, también en su situación de precariedad, la oración de un cristiano es una expresión de la com- pasión de Jesús: De hecho, Él miraba con gran ternura a la multitud cansada y perdida,
TIBIDABO..A 15.. como ovejas sin pastor (cf. Marcos 6, 34). No lo olvidemos: Jesús es el Señor de la compasión, de la cercanía, de la ternura: tres palabras para no olvidar nunca. Porque este es el estilo del Señor: compasión, cercanía, ternura. La oración nos ayuda a amar a los otros, a pesar de sus errores y sus pecados. La persona siempre es más importante que sus acciones, y Jesús no ha juzgado al mundo, sino que lo ha salvado. Es una vida triste la de las personas que siempre están juzgando a los otros, siempre están condenando a los demás; su vida carece sentido y no pueden ser felices. Jesús ha venido a salvarnos, y su corazón se mantiene siempre abierto: per- dona, justifica a los otros, comprende. Como Él, también tú debes ser una persona cercana a los otros, tener compasión, atenderles con ternura, como Jesús. Es necesario querer a todos y cada uno; y, en la oración, recordar que todos somos pecadores, pero a la vez somos amados por Dios, uno a uno. Si amamos este mundo nuestro con ter- nura, descubriremos que cada día y cada cosa llevan escondido en su seno un frag- mento del misterio de Dios. En el Catecismo leemos: «Orar en los acontecimientos de cada día y de cada ins- tante es uno de los secretos del Reino revelados a los ‘pequeños’, a los servidores de Cristo, a los pobres de las bienaventuranzas. Es justo y bueno orar para que la venida del Reino de justicia y de paz influya en la marcha de la historia, pero también es im- portante impregnar de oración las humildes situaciones cotidianas. Todas las formas de oración pueden ser la levadura con la que el Señor compara su Reino» (n. 2660). El ser humano —el hombre y la mujer— es semejante a un soplo, como la hierba del campo (cf. Salmo 144, 4; 103, 15). El filósofo Pascal escribía: «No es necesario que el universo entero se arme para aplastarlo: un vapor, una gota de agua bastan para matarlo». Somos seres frágiles, pero sabemos rezar y podemos rezar: esta es nuestra dignidad más grande, y también es nuestra fortaleza. Debemos ser valientes y rezar en todo momento, en toda situación, porque el Señor está cerca de nosotros. Y, cuando una oración es según el corazón de Jesús, hace milagros. PAPA FRANCISCO Audiencia general, 10 de febrero de 2021 Es muy probable que nunca te hayas detenido en valorar la calidad de tu oración fijando la mirada en los dos aspectos que el papa Francisco ha hecho objeto de reflexión en dos de sus recientes catequesis semanales. ■ ¿Qué importancia atribuyes a la relación existente entre tu modo de orar al Señor y las acciones litúrgicas en las que participas habitualmente? ■ ¿De qué modo logras que la vida cotidiana y el amor a los demás ocupen un lugar preferente en tu oración diaria?
..16 IGLESIA EN EL MUNDO.. Año especial «FAMILIA Amoris Laetitia» El día 19 de marzo de 2021 la Iglesia celebrará el QUINTO ANIVERSARIO de la publicación de la exhortación apostólica Amoris Laetitia, sobre la belleza y la alegría del amor familiar. Ese mismo día el papa Francisco inaugurará el Año especial «FAMILIA Amoris Laetitia», que terminará el 26 de junio de 2022, con ocasión del X Encuentro Mundial de las Familias en Roma, con el Santo Padre, el papa Francisco. A lo largo de todo este Año especial «FAMILIA Amoris Laetitia», todas las diócesis del mundo y todas las instituciones de la Iglesia Católica promoverán iniciativas de todo tipo para fomentar el conocimiento del contenido de la exhortación apostólica del papa Francisco, ayudar a los jóvenes a tomar conciencia de la formación en el amor, valorar la importancia del matrimonio y lograr que las familias sean protagonistas de la pastoral familiar.
TIBIDABO..A 17.. EL PROYECTO del Año especial «FAMILIA Amoris Laetitia» El Año de la «FAMILIA Amoris Laetitia» es una iniciativa del papa Francisco que se propone llegar a todas las familias del mundo a través de diversas propuestas espirituales, pastorales y culturales que se podrán llevar a cabo en las parroquias, diócesis, universidades, movimientos eclesiales y asocia- ciones familiares. Con ello se propone ofrecer a toda la Iglesia oportunida- des de reflexión y profundización para conocer, asumir y vivir la riqueza de la exhortación Amoris Laetitia. La experiencia de la pandemia del Covid-19 ha puesto de relieve el pa- pel central de la familia como Iglesia doméstica y la importancia de los lazos comunitarios entre las familias cristianas, que hacen del conjunto de la Igle- sia una “familia de familias” (AL 87). La familia merece un año de celebraciones para que sea puesta en el centro del compromiso y del cuidado de toda realidad eclesial y pastoral.
..18 IGLESIA EN EL MUNDO.. LOS OBJETIVOS del Año especial «FAMILIA Amoris Laetitia» Difundir el contenido de la exhortación apostólica Amoris Laetitia, 1 con el fin de ayudar a experimentar que el Evangelio de la familia es alegría que “llena el corazón y la vida entera” (AL 200). Una familia que descubre y experimenta la alegría de tener un don y de ser a su vez un don para la Iglesia y la sociedad, “puede llegar a ser una luz en la os- curidad del mundo” (AL 66). ¡El mundo de hoy necesita esta luz! Anunciar que el sacramento del Matrimonio es un don, y tiene en sí 2 mismo una fuerza transformadora del amor humano. Para ello, es ne- cesario que los pastores y las familias caminen juntos en una corres- ponsabilidad y complementariedad pastoral, entre las diferentes vo- caciones en la Iglesia (cf. AL 203). Fomentar que las familias sean protagonistas de la pastoral familiar. 3 Para ello, se requiere “un esfuerzo evangelizador y catequético dirigi- do a la familia” (AL 200), ya que una familia discípula se convierte 2 también en una familia misionera. Lograr que los jóvenes tomen conciencia de la importancia de la for- 4 mación en la verdad del amor y hagan de ellos mismos un don para los demás, promoviendo iniciativas especialmente dirigidas a ellos y protagonizadas por los mismos jóvenes. Ampliar las finalidades y la acción del conjunto de la pastoral fami- 5 liar, para que se convierta en una pastoral transversal, de modo que incluya a los esposos, a los niños, a los jóvenes y a los ancianos de la familia, asegurando respuestas oportunas a las situaciones de fragili- dad familiar. Estos OBJETIVOS darán lugar a múltiples iniciativas en todo del mundo.
TIBIDABO..A 19.. LOS DESTINATARIOS del Año especial «FAMILIA Amoris Laetitia» Serán las conferencias episcopales, las diócesis, las parroquias, todas las insti- tuciones y todos los movimientos eclesiales y todas las asociaciones familiares, y de un modo particular las familias de todo el mundo. INICIATIVASY RECURSOS del Año «FAMILIA Amoris Laetitia» ● FÓRUM “¿Dónde estamos con Amoris Laetitia? Estrategias para la aplicación de la exhortación apostólica AL” del 9 al 12 de junio de 3021, con los responsables de la pastoral familiar en las conferencias epis- copales, movimientos y asociaciones inter- nacionales. ● Proyecto “10 Vídeos Amoris Laetitia”: El Santo Padre explicará los 9 capítulos de la exhortación apostólica, junto con fami- lias que darán testimonio de algunos as- pectos de la vida familiar. Cara mes se di- fundirá un vídeo para despertar el interés pastoral por las familias en las diócesis y parroquias de todo el mundo. ● ≠lamChurch: difusión de algunos videos testimoniales sobre el protago- nismo eclesial y la fe de las personas con discapacidad. ● “En camino con las familias”: 12 propuestas pastorales concretas para ca- minar con las familias inspirándose en Amoris Laetitia. ● Con vistas al X Encuentro Mundial de las Familias en Roma 2022, invita- ciones a las diócesis y a las familias de todo el mundo a difundir y ahondar en las catequesis que serán distribuidas por la diócesis de Toma y a comprome- terse con iniciativas pastorales en este sentido.
..20 IGLESIA EN EL MUNDO.. EN CAMINO CON LAS FAMÍLIAS 12 itinerarios con las familias para poner en práctica Amoris Laetitia 1. Reforzar la pastoral de preparación al matrimonio con nuevos itinerarios catecu- menales en las diócesis y parroquias (cf. AL 205-222). 2. Potenciar la pastoral del acompañamiento de los matrimonios con encuentros de profundización del don y la gracia del sacramento nupcial (cf. AL 58 ss. y 223- 230). 3. Organizar encuentros con los padres sobre la educación de sus hijos y sobre los desafíos actuales (cf. AL 172 ss. y 259-229). 4. Promover encuentros de reflexión e intercambio sobre la belleza y las dificulta- des de la vida familiar (cf. AL 32 ss. y 89 ss.). 5. Mejorar el acompañamiento de las parejas en crisis, para crecer en el amor y fortalecer la unión matrimonial (cf. 232 ss.). 6. Incorporar a los matrimonios en las estructuras parroquiales y fomentar la pas- toral familiar y la formación los agentes de pastoral (cf. AL 86-88 y 200-202). 7. Promover en las familias su natural vocación misionera, creando momentos de formación para la evangelización (cf. AL 201, 230 y 324).
TIBIDABO..A 21.. 8. Impulsar la acción pastoral con las personas mayores, con el fin de superar la cultura del descarte (cf. AL 191-193). 9. Fomentar la pastoral juvenil y la reflexión sobre temas relativos a la familia, el matrimonio, la castidad, la apertura a la vida, etc. (cf. AL 40. 10. Participar en la preparación del X Encuentro Mundial de las Familias, con cate- quesis e iniciativas formativas que acompañen a las familias hacia el encuentro con el Santo Padre. 11. Proponer iniciativas de acompañamiento y discernimiento para las ‘familias he- ridas’ (cf. AL 59 ss., 241 ss. y 291 ss.). 12. Organizar grupos de formación en las parroquias y comunidades para profundizar sobre el contenido de Amoris Laetitia (cf. AL 199 ss.). LAS PALABRAS en el capítulo 4 de Amoris Laetitia, el más importante. ■ ¿Has tenido la oportunidad de leer con calma la exhortación apostólica Amo- ris Laetitia? En caso afirmativo, ¿cómo la valoras? ■ ¿Según tu parecer, ¿por qué se trata de una buena iniciativa que ayudará a las parejas de jóvenes a prepararse para la celebración del matrimonio y me- jorará la situación en que se encuentran muchas familias? ■ ¿Podrás participar activamente en alguna de las acciones programadas? ¿Cómo piensas hacerlo?
..22 FAMILIA SALESIANA.. Y, DESPUÉS DE LA PANDEMIA, ¿QUÉ? LECTURA SALESIANA DEL MOMENTO PRESENTE Como todos los años, el Aguinaldo del Rector Mayor de la Familia Salesiana ha fijado la mirada en los retos que debemos afrontar en estos momentos. Dada la situación en que nos encontramos, Don Ángel Fernández Artime ha invitado todos los grupos de esta gran familia a optar por la ESPERANZA como inspiradora de nuestras respuestas. El título del AGUINALDO 2021 es este: «Nos mueve la esperanza “Mira que hago nuevas todas las cosas”» (Apocalipsis 21, 5). En el capítulo 4 el Rector Mayor responde a esta pregunta: ¿Qué lectura del momento presente debe hacer la Familia Salesiana? Estamos seguros de que la respuesta a esta pregunta será de interés para los lectores de nuestra revista. Este es nuestro tiempo. Sí, este es el tiempo que nos toca vivir, y podría ser muy opor- tuno preguntarnos cuál podría ser la mejor manera de vivir este tiempo después de la pandemia. Quizá descubriríamos el valor de la esperanza en momentos en los que la muchas personas tienen miedo o creen que llegará el momento en el que deberemos intentar olvidar lo que ha sucedido a lo largo de este año. Pero ¿podremos de verdad olvidar lo que ha sucedido, olvidar a las familias que han perdido familiares? ¿olvidar los casi dos millones de víctimas? ¿Olvidar el rostro
TIBIDABO..A 23.. de los más frágiles de nuestras sociedades? ¿Olvidar a tantas personas que han es- tado implicadas trabajando en primera línea? ¿Sería justo olvidar? Seguro que no. Sería lo peor que podríamos hacer. Por eso nos preguntamos si lo que ahora estamos viviendo nos enseña algo, y si estamos dispuestos a cambiar algo, a repensar algunos valores o visiones de la vida que hasta ahora han sido habituales. Ojalá que el confinamiento vivido nos ayude a la apertura. Vivíamos en continuo movimiento. En el afán de responder a todo. A un ritmo mu- chas veces desenfrenado. Inesperadamente ha llegado una quietud obligatoria, que nos ha encerrado quizá un poco en nosotros mismos, en nuestras casas, en nuestras familias, en cuarentenas obligatorias y necesarias. Aparecen miedos: el miedo al otro —sobre todo al otro, el otro que está cercano o el que está más o menos distante. El miedo al contagio que llega quien sabe de dónde, y que es generador de la más grande incertidumbre. Por eso, la palabra debe ser abrir: abrir los espacios, los ambientes, las ventanas de la vida. Abrirnos al otro como lugar de encuentro. Abandonar todo lo que nos en- cierra, recuperar el sentido de nuestra apertura. La apertura del corazón. Recuperar la visión a un horizonte más amplio. Del creciente individualismo a una mayor solidaridad y fraternidad. La huella de Dios en la humanidad se nota especialmente en la capacidad de salir al encuentro del otro en un acto de solidaridad con toda la Creación. El egoísmo es todo lo contrario, porque busca la autocomplacencia, nos hace auto-referenciales y genera la cultura siempre creciente del individualismo, la cual ter- mina por mostrar nuestra pequeñez. Durante la pandemia nos hemos dado cuenta de que somos demasiado vulnera- bles, frágiles y dependientes. Todos, no solo algunos. Bajo una misma amenaza colec- tiva, inimaginable y sentida, toda la humanidad ha sentido la necesidad de los otros. Vivimos necesitados del otro. Del cuidado de unos con otros. No queremos estar solos. Ojalá este tiempo nos enseñe a apostar más por la solidaridad y la fraternidad frente al «virus del individualismo» La solidaridad es la mejor victoria sobre la soledad. ¡Cuánta razón tiene el papa Francisco! Ha escrito: «La solidaridad se manifiesta en el servicio, que puede adoptar formas muy diversas en el afán por atender a los demás. En la práctica ‘servicio’ significa tener cuidado de la fragilidad de los miembros más vulnerables de nuestras familias, nuestra sociedad y nuestro pueblo. Al prestar este servicio, cada uno aprende a dejar de lado sus propios deseos, su afán por el poder
..24 FAMILIA SALESIANA.. al descubrir el rostro de los que son más vulnerables. El servicio siempre mira sus ros- tros, toca su carne, siente su cercanía y, en algunos casos, ‘sufre’ esa cercanía e intenta ayudarles. El servicio nunca es ideológico, porque nosotros no servimos a las ideas, sino que servimos a las personas» (FRANCISCO, Fratelli tutti, 115). Son muchos los que esperan nuestra sonrisa, nuestra palabra, nuestra presencia. Dando pasos desde el aislamiento hacia una cultura del encuentro Ciertamente no es fácil salir del propio encierro, sobre todo cuando este es deseado. Muchas veces es más fácil permanecer aislados porque también surge el miedo de la cercanía de los demás. Sin embargo, en el corazón humano está la llama que enciende la necesidad absoluta de estar juntos, en nuestra propia familia, con los amigos, con las asociaciones del barrio, con el grupo de voluntariado, con los compañeros de es- cuela, del trabajo, del club de fútbol. Este tiempo de vulnerabilidad nos ofrece un espacio de empatía y de reencuentro. Sí, una ‘cultura del encuentro’ con el otro considerado como ‘otro’. «El aislamiento y el retraimiento en los propios intereses nunca conducen a la recuperación de la espe- ranza ni promueven ningún tipo de renovación. Necesitamos cercanía; necesitamos cultura del encuentro. Aislamiento, no; cercanía, sí. Choque de culturas, no; cultura del encuentro, sí» (FT 30).
TIBIDABO..A 25.. Desde la división hacia una mayor unidad y comunión. En este mismo orden de ideas, nos damos cuenta de que no es posible generar una cultura del encuentro sin salvaguardar la unidad, esa misma unidad que otorga el Es- píritu de Dios a quienes entran en comunión con Él. Esta comunión nos hermana y nos lanza a vivir una misma vocación: la de ser hijos amados de Dios. Hemos hecho este aprendizaje a partir de las duras experiencias de aislamiento y del hecho de viajar separados en la barca de la vida, a causa del cierre de fronteras, tanto geográficas como espirituales. Al final nos hemos dado cuenta de que todos es- tamos en la misma barca, en la que nos une la humanidad de la que formamos parte. Pero esa humanidad se ha visto afectada. El coronavirus es la primera crisis que ha afectado a todos en su globalidad. Sin distinciones. Se ha presentado una gran paradoja: nos ha unido el miedo al mismo virus que creó la división. Ahora este virus nos impulsa a interesarnos por los demás. Nos une en una empatía de altruismo, de solidaridad, de preocupación, de expresión del bien común y, ojalá, también de compasión y de misericordia. El virus también nos une en la búsqueda de soluciones. El egoísmo que nos divide es una enfermedad mucho más antigua que el COVID, una enfermedad que debemos ser capaces de curar. Ojalá que, con la llegada de la vacuna para el virus, pudiéramos vacunarnos, de una vez, contra la falta de comunión, logrando así la victoria sobre la división. Y ojalá que nos una la medicina del Evangelio de la esperanza y de la alegría, que hace que todos seamos más humanos y todos nos sintamos hijos de Dios. Desde el desánimo, el vacío y la falta de sentido hacia la transcendencia. De considerarnos «señores absolutos de la propia vida y de todo lo que existe», he- mos pasado a sentirnos muy frágiles. En muchas familias fue necesario inventar mil cuentos para explicar a los niños por qué tenían que quedarse en casa, lejos de los abuelos, de los amigos de escuela, de los vecinos, sin salir durante quince o veinte días a la calle. No siempre ha sido fácil convencerles. El vacío de este tiempo ha causado mucho daño. Pasamos de todas las seguridades a la incertidumbre de un suelo de arenas movedizas, inestable, inseguro. Es un vacío distinto del producido por las doctrinas nihilistas, pero que nos abre a la necesidad de la trascendencia. El Señor nos habla en este tiempo. Y ¿qué nos pide? ¿qué nos ofrece? ¿cómo le acogemos? Y en situaciones límite, Dios continúa hablándonos a través de los corazo- nes de las personas que ven y responden de manera original y diferente.
..26 FAMILIA SALESIANA.. No podemos salvarnos solos. Nadie puede salvarse a sí mismo. «Es verdad que una tragedia global como la pandemia del COVID-19 ha despertado la consciencia de que todos constituimos una comunidad mundial y que todos viajamos en la misma barca, en la que los problemas de una persona son problemas comparti- dos por todos. Una vez más hemos constatado que nadie se salva solo; solo podemos salvar-nos si estamos unidos. Como ya dije en otra ocasión, la tempestad ha puesto de manifiesto nuestra vulnerabilidad y ha dejado al descubierto esas falsas y superfluas seguridades con las que habíamos construido nuestras agendas, nuestros proyectos, nuestras rutinas y prioridades. En medio de esta tempestad, la fachada de esos este- reotipos con los que habíamos camuflado nuestros ‘egos’, siempre preocupados por las apariencias, se ha derrumbado; han mostrado una vez más esa inevitable y bendita conciencia de que todos dependemos los unos de los otros, de que somos hermanos y hermanas, los unos de los otros» (FT 32). Se terminó el tiempo de la idea de que podemos hacerlo todo con nuestros recur- sos, nosotros solos, gigantes de vanidad y del ’todo lo puedo’. Tenemos que superar ese narcisismo fácil que nos ha convencido de que el universo se inclina ante nosotros mismos, imbuidos de un ‘súper poder’ sobre todo y sobre todos. Esta pandemia nos ha obligado a reconocer que todos somos vulnerables: Nos necesitamos unos a otros: sin los demás, no somos nada. Si creyéramos que la pandemia del Covid-19 tiene los días contados y que, en unas pocas semanas —o unos pocos meses—, podremos olvidarnos de ella y vol- ver a la ‘normalidad’, cometeríamos un grave error. Debemos hacernos a la idea de que necesitaremos echar mano de nuestra creatividad. ■ ¿Te sientes capaz de citar algunos comportamientos, costumbres o tradicio- nes que eran habituales antes del año 2020, pero que pasarán a ser un re- cuerdo del pasado y deberán ser sustituidos por otros? ■ ¿Puedes imaginar que el nivel de fraternidad entre los distintos pueblos, ra- zas, naciones y vecinos será más alto, de acuerdo con los argumentos que el papa Francisco ha expuesto en su encíclica Fratelli Tutti? ■ En concreto, después de esta pandemia, ¿te vas a sentir más solidario con todos los ciudadanos que viven y trabajan cerca de ti, aunque no sean como tú ni piensen como tú? ¿Habrás cambiado el modo de comportarte en el trato con los demás?
TIBIDABO..A 27.. LA ORACIÓN COMO BÁLSAMO Sin duda alguna, el Templo del Sagrado Corazón de Jesús del Tibidabo es una de las iglesias reconocidas como un lugar de oración privilegiado al que muchos cristianos acuden con frecuencia para gozar de la paz que comporta el encuentro y el diálogo con Jesús; sobre todo, cuando la angustia y el dolor se han cruzado en nuestra vida. Hoy nuestro amigo Francesc Torralba nos ayuda a comprender el sentido de la ‘oración como bálsamo’. La oración es un bálsamo para el alma dolida. Cuando todo falla, cuando todas las ex- pectativas estallan por los aires y las pequeñas divinidades se volatilizan, nos pregun- tamos: ¿Hay alguien? ¿Estamos solos? ¿Alguien vela por nosotros? ¿Con quién puedo contar? Rezar es levantar la cabeza, buscar un interlocutor. Es clamor contra la soledad, anhelo de una última justicia. Es la confianza en que la víctima será escuchada y sa- nada.
..28 TEMPLO DEL TIBIDABO. La oración es fuerza de transformación interior. Quien reza a fondo, no intenta cambiar a Dios, ni modificar su pasado. La oración es aceptación, pero, al rezar, se produce una metamorfosis interior. Da energía, fuerza interior para afrontar lo que nos toca vivir desde la confianza, la serenidad y el abandono. Rezar no es lanzar diatribas, no es probar suerte. Es escuchar. Presupone el silen- cio interior, acallar las voces que resuenan para discernir qué debo hacer en la circuns- tancia en que me encuentro. Es un ejercicio de discernimiento interior. No es un mo- nólogo cerrado en la celda del yo. Es un diálogo que revienta el caparazón del ego para abrirse al enigma de Dios. Presupongo que está, que vela por mí, que no me dejará en la estacada. El camino de la oración está lleno de obstáculos, trampas y espejismos. No es una vía recta. Es un itinerario hecho de baches y piedras. La muerte de un ser amado com- porta un movimiento sísmico en la vida espiritual. Todo lo que creíamos chirría, todo lo que nos sostenía se conmueve. Algunos dejan de rezar, otros, en cambio, empiezan a rezar intensamente. Rezar cuando un ser amado muere es, de entrada, articular un discurso de agra- decimiento. Es la ocasión para agradecer su existencia, sus palabras, sus obras, todo lo que nos ha dado mediante su trabajo, todo el rastro que ha dejado su vida en nuestro ser. Es, a la vez, ocasión para pedir que su encuentro no se borre. Rezar es creer que, incluso en la noche más oscura, somos, enigmáticamente, sos- tenidos por Dios. FRANCESC TORRALBA Profesor de la Fundación Blanquerna-URL (CATALUÑA CRISTIANA, 14 de febrero 2021)
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