Paisajes y economías agrarias: Del policultivo de subsistencia
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Paisajes y economías agrarias: Del policultivo de subsistencia a la especialización agraria mundial Fernando Molinero Hernando Dpto. de Geografía. Universidad de Valladolid. molinero@fyl.uva.es El paisaje agrario actual no se entiende sin una mirada al pasado. Es un legado de los grupos humanos que a lo largo de la historia han ocupado un territorio, lo han explotado y lo han organizado; y en cada momento histórico lo han hecho según sus capacidades, intereses y cultura, pero siempre aprovechando las condiciones del medio ecológico. Con el paso del tiempo se ha producido una homogeneización paisajística, por uniformización técnica, que, sin embargo, no ha impedido el mantenimiento de paisajes distintos y dispares, unos vivos, otros que han acabado despareciendo y sólo perviven en el recuerdo, representados en las obras de arte o cantados y evocados por el pueblo. 1.- El paisaje agrario como producto o resultado de la economía agraria. Se puede afirmar, sin lugar a dudas, que la agricultura tradicional representaba, y hasta constituía, un modo de vida, porque, ante todo, se basaba en la explotación económica del potencial ecológico, de tal manera que cada grupo humano aprovechaba las posibilidades que el medio le ofrecía, a cuya explotación dedicaba la mayor parte de su tiempo diario y de su vida cotidiana. Apenas se producían excedentes y, por lo tanto, los mercados tenían también escasa entidad, con un carácter fundamentalmente comarcal y algunas veces regional, porque la mayor parte de las producciones procedían de los ámbitos locales, en los que también se consumían. De este modo, el agricultor, el labriego, el “campesino” eran la misma persona, sólo diferenciada por un leve matiz de tamaño o de escala, en la que ni siquiera el hacendado, sólo por debajo del terrateniente absentista, se libraba de acudir diariamente a la brega de la tierra. Sin embargo, la agricultura deja de ser un modo de vida en cuanto se abre a un mercado más extenso, de ámbito suprarregional, bien nacional o internacional, donde, como actividad económica, está obligada a competir y a especializarse en los aprovechamientos o producciones en los que puede
F. Molinero Hernando obtener ventajas comparativas. Y esta competencia exige, a su vez, modernización y tecnificación de la explotación agraria. Esa situación de tránsito de una economía tradicional y regional a otra moderna integrada en un mercado supranacional es recogida por R. Lebeau en su obra sobre “Los grandes tipos de estructuras agrarias en el mundo” ya en 1969, en la que inserta un mapa bien expresivo sobre los paisajes agrarios de Europa (excepto Rusia), donde se reflejan los procesos de cambio desde una agricultura de paisanos a otra de agricultores o empresarios agrarios, con algunas formas o elementos históricos, entonces identificados con “los paisajes agrarios”. Sólo se recogen como representativos -y podríamos decir que exclusivos- ocho tipos, entre los que destacan los paisajes de campos abiertos y cercados, acompañados de sus tipos de poblamiento concentrado o disperso y del predominio de cereales o pastos; un segundo grupo, de poblados camineros, con sus grandes parcelas longueras, tendría una escasa extensión; frente a ellos, los paisajes mediterráneos, reducidos a “campos abiertos cerealistas” o a menudo a terrenos dedicados a la arboricultura mediterránea, que en ocasiones aparece salpicada por un denominado poblamiento intercalar de casas o pequeños cortijos esparcidos entre las huertas y los ampos abiertos. Las regiones de cultivos asociados (“coltura promiscua”) o las grandes propiedades del tipo dehesa o montado cierran el conjunto de paisajes mediterráneos. En suma, los ocho tipos se distribuyen en tres dominios climáticos –el atlántico, el mediterráneo y el interior continental-, en los que las formas de los campos y las parcelas, unidas al proceso de ocupación del terreno mediante un tipo de poblamiento, constituyen los factores determinantes del paisaje agrario. 6
Paisajes y economías agrarias: Del policultivo de subsistencia a la especialización… Figura 1. Los paisajes rurales de Europa, exceptuada Rusia 1. Paisajes de cercas y poblamiento disperso, con predominio de pastos. 2. Antiguos openfield con poblamiento concentrado, que han evolucionado hacia la dispersión, con concentración obligatoria y vallas. 3. Paisaje de openfield y poblamiento concentrado, con extenso labrantío. 4. Openfields parcial o totalmente transformados en ciertos Estados socialistas. 5. Pueblos camineros con grandes longueras, en bosque o en pólder (Wald y Marschufendorf) 6. Campos abiertos cerealistas mediterráneos, con algunos pagos arborícolas, con poblamiento concentrado y dispersión intercalar. Manchas de entramado rectangular fino = huertas. 7. Regiones de coltura promiscua o cultivos asociados. 8. Grandes propiedades de tipo “Montado” o dehesa (trigo y barbecho con bosque claro) (Principalmente según Derruau y Birot) Fuente: Lebeau, R., 1969: 37 Esta clasificación en ocho grandes tipos o conjuntos, tal como aparece en el mapa (figura 1), tiene tradición, pues Lebeau cita, a su vez, como fuente, a Derruau y Birot, lo que pone de manifiesto que los paisajes agrarios de Europa eran definidos o clasificados por su aspecto formal, ante todo, y por el tipo de poblamiento que los acompañaba, después, aunque en ningún caso se 7
F. Molinero Hernando olvidaban las condiciones ecológicas de partida, que eran la base de los elementos visibles del paisaje agrario, si bien, a medida que la modernización invade el campo, el paisaje depende menos de condiciones ecológicas y más de factores culturales, económicos y sociales. Algunas imágenes nos pueden ayudar a ilustrar estas ideas, pues en los años 1950 y 1960 todavía se podían ver en la España interior escenas como la separación del grano de la espiga con mayal o casas con techo de paja de centeno o de escobas en los valles de la Cordillera Cantábrica (figura 2), o numerosas manifestaciones de adaptación de cada grupo humano al medio ecológico para aprovechar lo que más fácilmente podía proporcionar, bien se tratara de hierba, de cereal panificable, de piedras, arcilla, cal, u otros materiales para la construcción de las casas, madera para los carros y aperos, fibras textiles para los vestidos, cueros para abrigos o para recipientes de transporte de vino, agua, leche… Una simple cuestión de escala permite dar saltos cualitativos, pues, en cuanto se supera el mercado local y comarcal, se asiste a un proceso de especialización creciente, que, a su vez, se traduce en una clara homogeneización y uniformización paisajística. Así, Lebeau afirma que “las estructuras agrarias de Europa se han formado, pues, poco a poco, durante un largo proceso evolutivo. Sin embargo, desde hace menos de medio siglo (o sea, en torno a 1919) la agricultura europea conoce una brusca mutación, que se acelera desde hace 20 años (= 1949). Se ha convertido en una agricultura de mercado, debe producir mucho a bajo precio, bien se mueva por el interés en el sistema capitalista o por la planificación en el socialista” (p. 64). 8
Paisajes y economías agrarias: Del policultivo de subsistencia a la especialización… Figura 2. Casas de piedra con sillares en los dinteles de las ventanas y jamba de la puerta, amalgamadas con mortero de cal, realizado en los hornos de cal del pueblo, y el techo de paja de centeno, sujeta en la cumbre con losas de caliza para afirmar el conjunto y e impedir la acción del viendo. La leña de escobas está clasificada según el uso (las ramas finas para encendijos y las ramas más gruesas, limpias, para el horno o para atizar el fogón). Se observa una vaca ratina –pardo alpina-, recién introducida, como signo de modernidad. Las casas vecinas, de las que se ven los ángulos del tejado, están ya techadas con madera y tejas. Se ven también los postes e “hilos de la luz” (corriente eléctrica), que, aunque poco aprovechados, representan claros signos de evolución. (Foto de J.L. Martín Galindo, 1955, en Acebedo, León). El periodo que sucede a la II Guerra Mundial es clave en el cambio europeo, si bien en España empieza con 10 años de retraso, pero el avance técnico inexorable va invadiendo el campo y favoreciendo su homogeneización paisajística, como ponen de manifiesto las figuras 3, 4 y 5 adjuntas, en las que se observa una mezcla de tradición y modernidad. 9
F. Molinero Hernando Figuras 3, 4 y 5. En estas fotos se refleja el cambio técnico que acelera los procesos de modernización de las labores. En la primera se ve una yunta de vacas tudancas, tirando de un carro con ruedas sin radios, cargado de hierba, en Barcenilla, Cantabria (archivo Galindo, años 1980); en la segunda, esa labor es realizada por un tractorín adaptado a las fuertes pendientes en Caín (Valdeón, León) en junio de 2008 (Foto: C. Cascos), mientras en la tercera, sobre la penillanura zamorana del Aliste aparece una yunta de vacas de un cruce de pardo alpina (de aptitud cárnico-lechera) con otras, tirando de un carro cargado de pacas de paja. El carro corresponde al modelo tradicional de las llanuras de Castilla, con ruedas grandes, de radios de madera de encina, mientras las pacas han sido hechas mediante empacadora tirada por un tractor. (Foto de M. Alario, agosto de 2000). Si la evolución y progreso técnico de la agricultura mundial es incuestionable, también lo es que en cada dominio y región agraria del Planeta lo hace de una manera propia o singular, acorde, en principio, a las necesidades y potencialidades del grupo humano que ocupa el territorio, lo explota y lo organiza. Y a medida que las sociedades y el progreso técnico avanzan, las condiciones ecológicas reducen su papel sobre el paisaje resultante, pero siempre están presentes, porque los paisajes agrarios del pasado eran el producto directo del aprovechamiento idóneo del medio, en tanto que los del presente lo son de la explotación más adecuada de las “ventajas comparativas”. 2.- La diferenciación de los paisajes agrarios a partir del potencial ecológico, poblamiento, parcelario y aprovechamiento del suelo. Siendo incuestionable la incidencia del medio ecológico sobre el paisaje agrario, el poblamiento ejerce un papel motor o director, por cuanto supone la cristalización o configuración espacial de un modelo de ocupación del territorio que, al fin de cuentas, representa la herencia cultural que cada grupo humano 10
Paisajes y economías agrarias: Del policultivo de subsistencia a la especialización… recibe y proyecta sobre el espacio. Así, el poblamiento -concentrado o disperso, o, en su caso, intercalar- no es más que el proceso de puesta en valor de un territorio a partir de su ocupación, de la construcción de las casas o viviendas -el hábitat-, de la roturación del monte y su conversión en campos de cultivo, de la construcción de caminos y vías de acceso a las parcelas, de la plantación de cultivos perennes y de otras muchas operaciones y actividades que suceden a la primera ocupación de un terreno. El medio ecológico, el poblamiento y el parcelario –el ager romano-, además del monte -el saltus-, con sus espacios de relación –caminos, sendas, veredas, cañadas, cordeles…- constituyen los elementos espaciales básicos de los aprovechamientos agrarios, que, superpuestos a los anteriores, configuran un tipo de paisaje agrario singular y distinto en cada dominio, en cada región y en cada comarca, originando mosaicos paisajísticos, mucho más diversos y contrastados en el pasado que en el presente, cuando, merced al proceso de tecnificación, han evolucionado claramente hacia la homogeneización y hacia la indiferenciación paisajísticas. a.- El papel menguante de las condiciones ecológicas. Y es evidente que, frente al papel menguante del medio ecológico considerado a gran escala, a unos cientos de kilómetros cuadrados, continúa manteniendo un papel preponderante a escala planetaria, con sus zonas, dominios y grandes regiones agrarias, que, en cierto modo, calcan las zonas, dominios y regiones naturales del globo, tal como aparecen en el mapa del Land Cover Modis 2004 (figura 6). 11
F. Molinero Hernando Figura 6. Las bases de partida de los paisajes agrarios: el potencial ecológico: zonas y dominios biogeográficos en 2004, tomado de Land Cover NASA. Imágenes Modis (web de la NASA) Incluso, el Informe Dobris de la Unión Europea plantea también los paisajes naturales como la base o fundamento de los paisajes agrarios, tal como se aprecia en el mapa adjunto (figura 7), en el que se establecen unos tipos de paisajes más cercanos a la naturaleza que a las transformaciones sufridas a lo largo de la historia. 12
Paisajes y economías agrarias: Del policultivo de subsistencia a la especialización… Figura 7. Paisajes europeos según el Informe Dobris 13
F. Molinero Hernando b.- Poblamiento y parcelario como herencias paisajísticas persistentes. Resulta evidente que, visto desde el aire, el parcelario aporta los rasgos claves del paisaje agrario. Es clave e incuestionable; y es un producto histórico y actual. La contemplación de los valles centrales de Asturias, al sur de Oviedo, permite, por sí sola, corroborar esta afirmación (figura 8). La abundancia de parcelas, de pequeño y hasta ínfimo tamaño, rodeadas de seto vivo y dedicadas a la producción de hierba, con algunos manzanos dispersos o con pequeños enclaves de tierras agrícolas, acompañado todo de un monte residual y localizado en los terrenos más pendientes, nos habla de una economía tradicional, de vocación agrícola y ganadera, que, con el paso del tiempo y la modernización, se ha orientado casi exclusivamente a la ganadería de vacuno, sin romper con la fragmentación parcelaria derivada de las herencias y apoyada en una ganadería complementaria y de tiempo parcial que resiste el paso de los años, pero ni los aprovechamientos de hogaño coinciden con los de antaño, ni el funcionamiento y objetivos de la explotación ganadera de nuestros días se parecen a los tradicionales, por más que el parcelario y el poblamiento se mantengan, con variaciones e incluso con mutaciones, pero sin perder su carácter disperso ni su integración ambiental. Figura 8. Perspectiva aérea de los valles asturianos centrales, al sur de Oviedo, con una trama parcelaria tradicional, muy fragmentada en pequeñas parcelas inferiores a 1 ha, rodeadas de seto vivo, con dedicación especial a la producción de hierba para una ganadería de vacuno de leche, que cada vez se orienta más a la carne, basada en razas autóctonas o en cruces con la pardo-alpina, la limusina y la charolesa. El poblamiento, muy influido por la proximidad a la ciudad, es más denso que el tradicional, de modo que la casería asturiana cada vez se diluye más en el piélago de construcciones o residencias secundarias (o principales) que se extienden por efecto de la salida de la ciudad hacia el campo. (Foto: A. Humbert y F. Molinero, agosto de 2008, vuelo patrocinado por la Casa de Velázquez de Madrid) 14
Paisajes y economías agrarias: Del policultivo de subsistencia a la especialización… Este parcelario de innúmeras teselas, repetido y ajustado a cada circunstancia en la franja atlántica de la España montañosa septentrional y noroccidental, contrasta vivamente con el de las llanuras centrales, en las que a la planitud del suelo se suma la dureza del clima, el frío duradero, las heladas primaverales, que reducen los aprovechamientos a los típicos cereales sobre vastas campiñas, donde la trama del parcelario viene dada por la orientación de los surcos y la diversidad de cultivos. Los pueblos, pequeños, encogidos y aminorados, apenas se perciben entre la inmensidad de campos, entre los que destaca, señera y convertida en atalaya del horizonte, la torre de la iglesia. La inmensidad, el piélago de tierras y la escasez de gentes funden la densa ocupación del ayer con el vacío humano de hoy. Son los campos de Castilla que el poeta cantara en otro tiempo como cuadro vivo y colorido, hoy reducido a esas tonalidades pardas y pálidas, reflejo de un decaimiento sin par (figura 9). Figura 9. Llanuras cerealistas de Tierra de Campos, donde la inmensidad de tierras, de horizontes abiertos e infinitos, preside el abrazo del cielo y el suelo, donde los pueblos, pequeños y diezmados, resisten el paso del tiempo con casas abandonadas, con abundantes naves dedicadas a la guarda del cereal y la maquinaria, donde la fragmentación tradicional de las parcelas ha sido eliminada mediante operaciones masivas de concentración parcelaria, que han convertido en una sola “finca” lo que antes eran 6 y hasta 10 y 20 parcelas. La concentración ha uniformado el paisaje, ha eliminado ribazos y lindes, charcas, arroyos y caminos, ha permitido ganar en homogeneidad todo lo que ha perdido en diversidad, pero era el sino y signo de los tiempos modernos, en los que la mecanización ha vaciado los campos y los pueblos y ha dejado un poso amargo de modernidad inacabada (Foto: A. Humbert y F. Molinero, agosto de 2008, vuelo patrocinado por la Casa de Velázquez de Madrid) 15
F. Molinero Hernando Poblamiento y parcelario han corrido parejos, si bien, aunque heredados ambos, han conocido mutaciones divergentes para adaptarse a la demanda del mercado. Las figuras 8 y 9 lo ponen de manifiesto, sin olvidar que la base del poblamiento actual hay que buscarla en la historia, que en gran medida explica los contrastes en las densidades ocupacionales y en el tamaño de los núcleos, tal como se aprecia en la figura 10, en la que se comprueba que el número de núcleos o entidades de población es mucho mayor en el norte (provincias de Asturias y Girona) que en el centro (Palencia) o en el Sur (Ciudad Real), pues los 4 rectángulos, de 4.000 km2 cada uno, contienen un número completamente dispar de entidades de población, relacionado con la forma en que se produjo la ocupación histórica de estas tierras durante la Reconquista y Baja Edad Media. 2 Figura 10. Tipos de poblamiento en el norte, centro y sur de España. Cada rectángulo, de 4.000 km , nos permite contar la densidad relativa y el tamaño de las entidades de población. Si bien estas manchas están extraídas de la Base Cartográfica Nacional del IGN (escala 1/50.000) y habría que actualizarlas con los procesos habidos en el siglo XXI, que aquí no se recogen, reflejan claramente las disparidades del poblamiento, mucho más relacionadas con fenómenos históricos que con factores ecológicos. 16
Paisajes y economías agrarias: Del policultivo de subsistencia a la especialización… La concentración en grandes núcleos, bien defendidos, de la España meridional, se deriva de una voluntad de ocupación del territorio a partir de vastos espacios, administrados desde un pueblo central para facilitar el gobierno de estas tierras. Ello no obsta para que la escasez de entidades de población se acompañara de numerosísimos cortijos y ventas como centros de explotación de la tierra en el primer caso y de servicios a la población que se desplazaba en el segundo. La imagen de Montoro (Córdoba), en una cortada del Guadalquivir, con sus casas blancas asomándose al río, vigiladas por la torre de la Iglesia y los olivares, nos habla de esas villas meridionales, con más aire de pueblo que de ciudad, pero con un tamaño mucho mayor que el de los villorrios norteños (figura 11). El cortijo olivarero y agrícola (figura 12), al pie de Sierra Morena, unos cuantos kilómetros al norte de Montoro, nos muestra el carácter de esas unidades de poblamiento, que son centro de explotación y de hábitat, con todas sus dependencias, aunque hoy aparezcan a menudo convertidas en residencias secundarias. Este poblamiento concentrado del Sur, con sus grandes núcleos a partir de los cuales se desarrollaba el ruedo, como franja agrícola, y el trasruedo, como orla exterior de la dehesa o el monte, se ve nítidamente todavía en núcleos como Villanueva de Córdoba, tal como se refleja en la imagen de Google (figura 13). Figura 11. Montoro (Córdoba), acostado sobre la ribera del Guadalquivir (Foto: F. Molinero, octubre 2007) 17
F. Molinero Hernando Figura 12. Cortijo olivarero en las faldas meridionales de Sierra Morena, entre Montoro y Villanueva de Córdoba. Los establos, almazara, depósitos, almacenes, vivienda noble y viviendas de los obreros se repartían las dependencias, a las que se añadían los huertos rodeados de muros y otras construcciones. Hoy han desaparecido la mayor parte de esas funciones (Foto: F. Molinero, octubre 2007). Figura 13. Dehesa, ruedo y núcleo de Villanueva de Córdoba, como ejemplo típico del poblamiento concentrado del Sur, en el que, a pesar del carácter ganadero de la explotación agraria, el ruedo se dedica a los cultivos agrícolas. (Imagen Google, septiembre 2009) El poblamiento rural, en gran medida heredado del pasado, está cambiando constantemente, pues, mientras unos pueblos se vacían o quedan diezmados, como se ve principalmente en el norte, otros crecen y se densifican, como sucede en las áreas periurbanas, en las villas costeras y en algunos otros núcleos del interior, bien se trate de centros comarcales o de núcleos situados en entornos ecológicamente privilegiados. En este sentido, el 18
Paisajes y economías agrarias: Del policultivo de subsistencia a la especialización… mapa del poblamiento rural propuesto por la Dirección General de Desarrollo Rural del MAPA recoge bien esa dualidad existente entre el “rural profundo”, extendido de una manera general por toda España, con las excepciones de la franja mediterránea y los enclaves urbanos o periurbanos del interior, el “rural intermedio”, coincidente con los centros comarcales y villas de cierta entidad, especialmente en el sur de España, frente al “urbano” y al “urbano focalizado a dinámico”, nombre que se da básicamente a las áreas periurbanas (figura 14). Los criterios seguidos para establecer esta clasificación se han apoyado en el tamaño del municipio, en primer lugar, como viene siendo normal; en la dinámica demográfica, en segundo lugar, estableciendo un nítido contraste entre los que crecen y los que pierden población; en la distancia superior o inferior a 20 km a la capital, en tercer lugar, como criterio de situación en áreas periurbanas o fuera de ellas; en el carácter turístico, o no, del municipio, en cuarto lugar, pues el poblamiento de las villas turísticas introduce una nueva categoría, caracterizada por la magnitud y progresión de los núcleos, además de por su situación generalmente costera; finalmente, el tipo de actividad económica discrimina claramente a los núcleos del rural profundo frente al resto, pues, a pesar del proceso de desagrarización, que todo el mundo da por hecho, todavía hay miles de municipios del interior de España con un peso muy elevado de la población agraria, como veremos. 19
F. Molinero Hernando Figura 14. Mapa propuesto por la Dirección General de Desarrollo Rural a los efectos de la Ley de Desarrollo Rural del período 2007-2013 de los presupuestos comunitarios. Llama la atención la magnitud del “rural profundo”, coincidente con todo el interior, salvo los centros comarcales y los pueblos grandes del sur de España. Este mapa, reelaborado, por “zonas rurales” ha sido incluido en el PROGRAMA DE DESARROLLO RURAL SOSTENIBLE (2010-2014) del MARM (cap. 4, p. 5. También el mapa de la p. 4 muestra que las “zonas a revitalizar” abarcan la mitad del territorio español), disponible en: www.mapa.es/desarrollo/pags/ley/2010/4.Zonas%20rurales%20aplicación%20programa.pdf En conclusión, tras el proceso histórico y actual, podemos afirmar que hay una clara abundancia de núcleos -antiguos municipios o concejos- que tienden a concentrarse por su incapacidad de hacer frente a los gastos administrativos; se trata de una concentración administrativa, pero no del poblamiento. Frente a este proceso, la pérdida de población de los núcleos más inaccesibles o con falta de equipamientos es una realidad inacabada. Hay una tendencia clara a la concentración de la población en las cabeceras comarcales o en las capitales -fenómeno del que la despoblada provincia de Soria es una buena muestra- y al abandono progresivo de los núcleos más pequeños. Sin embargo, en sentido contrario, se está dando una clara tendencia a la recuperación de las casas, pero no de las viviendas, ya que los visitantes no moran en ellas más que circunstancialmente. 20
Paisajes y economías agrarias: Del policultivo de subsistencia a la especialización… Entretanto, la modernización agraria ha conducido hacia una disminución de la diversidad paisajística, en gran medida procedente de la disminución de un gran número de aprovechamientos tradicionales. c.- Los paisajes agrarios como resultado de las ocupaciones del suelo. La simple contemplación de las llanuras cerealistas de Tierras de Campos en el corazón de Castilla, o la inmensidad de los viñedos manchegos, o la reiteración inacabable de los olivares jiennenses constituyen meros ejemplos del papel preponderante de los cultivos en el paisaje agrario. Como vemos en el mapa de síntesis (figura 15), los grandes grupos de aprovechamientos agrarios, definen claramente grandes grupos de paisajes agrarios. Figura 15. Distribución de los grandes grupos de cultivos y ocupaciones del suelo en España, según el CLC 2000. Los 10 grandes grupos representados aparecen como manchas dominantes en el territorio, de modo que los secanos y regadíos del interior se distinguen perfectamente de las dehesas, de las manchas de matorrales y montes o de las praderas de la Cordillera Cantábrica. Viñedos y olivares, por otro lado, aparecen bien representados, por más que el viñedo quede disminuido debido a la imprecisión de la escala (1/100.000) utilizada en las imágenes de satélite del CLC 2000. (Fuente: IGN: Image and CLC 2000. Elaboración de F. Molinero). Sin pretender ser exhaustivos, hemos elaborado una aproximación a los paisajes agrarios de España a partir de las consideraciones, métodos y 21
F. Molinero Hernando propuestas realizadas por el Grupo de Investigación sobre Los paisajes de la agricultura en España, que, formado por equipos en torno a R. Majoral y F. Molinero en 2006, se ha extendido a toda España y está trabajando con grupos dirigidos desde las universidades de Valladolid, Barcelona, Autónoma de Madrid, Pablo de Olavide de Sevilla y Universidad del País Vasco. Los tipos propuestos, a escala de categorías y clases, sin ser definitivos, representan una aproximación holística al conjunto de los paisajes agrarios, que próximamente cristalizará en una publicación avalada por el MARM y en la que se recoge la caracterización y estudio de cada uno de los tipos propuestos. Cuadro 1. Categorías y clases de paisajes agrarios atlánticos I. PAISAJES GANADEROS ATLÁNTICOS 1 Prados de labor y cultivos forrajeros 2 Brañas, pastizales y prados de altura II. PAISAJES AGRÍCOLAS ATLÁNTICOS 3 Viñedos 4 Horticultura y cultivos especializados 5 Policultivos III. PAISAJES FORESTALES ATLÁNTICOS: 6 Bosques 7 Landas y monte bajo Cuadro 2. Categorías y clases de paisajes agrarios mediterráneos y canarios I. PAISAJES DE LOS CULTIVOS HERBÁCEOS 8 Campiñas, páramos y piedemontes de secano MEDITERRÁNEOS 9 Campiñas y vegas de regadío 10 Arrozales II. PAISAJES DE LOS CULTIVOS LEÑOSOS 11 Viñedos MEDITERRÁNEOS 12 Olivares 13 Naranjales y otros cítricos 14 Otra arboricultura mediterránea III. PAISAJES GANADEROS MEDITERRÁNEOS 15 Dehesas 16 Pastizales y matorrales mediterráneos IV. PAISAJES FORESTALES MEDITERRÁNEOS 17 Terrenos forestales 18 Matorrales y monte bajo mediterráneo V. PAISAJES DE LA HORTICULTURA MEDITERRÁNEA 19 Horticultura al aire libre 20 Horticultura bajo plástico VI. PAISAJES AGRARIOS Y FORESTALES DE Paisajes agrarios del regadío, medianías y 21 CANARIAS enarenados y jables Paisajes forestales del monte verde y los pinares 22 canarios Cuadro 3. Categorías de paisajes agrarios: transversales VII. PAISAJES TRANSVERSALES 23 Periurbanos 25 De transición, híbridos y del abandono Fuente: Grupo de Investigación sobre Los Paisajes de la Agricultura en España (2006-2009) y sobre Las Unidades de Paisaje Agrario de España,(2009-2012) 22
Paisajes y economías agrarias: Del policultivo de subsistencia a la especialización… 3.- Los paisajes agrarios como modos de vida en la agricultura tradicional, en la preindustrial y hasta en la moderna. Después de milenios de evolución y, tras medio siglo de cambios espectaculares en la agricultura española y mundial, se puede pensar que la agricultura tradicional se ha terminado y que ya se inserta en las coordenadas del mercado global. Sin embargo, los paisajes agrarios tradicionales perviven y perdurarán todavía durante generaciones. En primer lugar, porque la evolución técnica, siendo general, no ha llegado a todos los rincones del Planeta. En segundo lugar, porque, incluso llegando, siempre deja huellas, a veces funcionales, otras veces desadaptadas, pero persistentes. El poblamiento de la pobreza y de la adaptación al medio, como este poblado del Rajastán indio (figura 16), con casas de arcilla y paja lo podemos ver en cualquier otra parte del mundo árido o subárido, desde los altiplanos andinos hasta los bordes del Sáhara o en las montañas camerunesas… Figura 16. Poblado típico del Rajastán occidental indio, en pleno desierto. Los materiales de las casas son arcilla y paja. Apenas crecen árboles y arbustos y las pequeñas depresiones son la base de la vida vegetal y de la acumulación hídrica, que permite extraer agua de pozos, a cierta profundidad. Sin llegar a ser un verdadero oasis, se acerca bastante. La vitalidad demográfica favorece su mantenimiento. (Foto: F. Molinero) 23
F. Molinero Hernando Figura 17. Trillando el arroz en la carretera, entre Tamil Nadu y Kerala, sur de la India. El paso de los vehículos sobre la mies extendida sirve para separar paja y grano, que luego se recoge. (Foto: F. Molinero, febrero de 1997) Asimismo, la trilla del arroz en la carretera, aprovechando el paso de los vehículos rodados en el sur de la India (mes de febrero), representa un paisaje agrario imborrable, con los campos de arroz verde encharcados, con los cocoteros en los bordes de las parcelas, con la actividad febril de la gente en cualquier época del año son imágenes duraderas, a pesar de la modernización impresionante de la India en todos los ámbitos de la economía. La economía agraria de subsistencia y mercado de pequeña escala aportan estas imágenes que el paso del tiempo ha sido incapaz de borrar. Si nos fijamos en nuestras latitudes, todavía podemos encontrar algunas reminiscencias, más arqueológicas que funcionales, pero que perduran adaptadas a la modernidad, bien como piezas de museo o bien con otros destinos distintos a los tradicionales. Los hórreos de Prioro (alto Cea, León) se utilizan para la conservación de granos, frutas, matanza y otros alimentos, a pesar de contar con frigoríficos y despensas que los hacen innecesarios. Sin embargo, apenas podemos ver hoy los almiares o pajeros de hierba -montones cónicos de hierba en torno a una vara- que hacían las veces de silo o henil (figuras 18 y 19), aunque todavía hoy se ve alguno en el País Vasco y en Cantabria. 24
Paisajes y economías agrarias: Del policultivo de subsistencia a la especialización… Figura 18. Hórreos en Prioro, alto Cea, León. Los hórreos, de aspecto cuadrado, propios del mundo asturiano y sector central de la Cordillera Cantábrica (frente a los gallegos, de planta rectangular), no eran más que construcciones en madera para almacenar el maíz u otros cultivos y los productos de la matanza. Estaban aireados y cubiertos de techo de tejas, por lo que eran aptos para la maduración y el curado de los productos, sin que sufrieran los efectos de la humedad ambiental. Debajo de cada una de las cuatro esquinas y encima de cada pilar llevaban una piedra ancha y plana –la tornadera-, que evitaba la entrada de roedores. Era una sabia manera de conservar durante meses los granos y alimentos. Hoy todavía persisten como almacén de alimentos o de trastos, si bien han desaparecido en gran medida. (Foto: C. Cascos, 2008) Figura 19. Pajeros o almiares para conservar la hierba seca, en Torrestío, Babia, León, 1985. Foto de J. L. Martín Galindo Como resultado de la economía agraria tradicional, podemos concluir que en el pasado, cada comarca, cada valle de montaña formaba una unidad, más o menos cerrada, que daba paso a un paisaje agrario singular, a veces 25
F. Molinero Hernando único, pero el proceso modernizador y el paso hacia una economía de mercado en el sentido que planteaba Lebeau para Europa (véase epígrafe 1) ha traído una tendencia incuestionable hacia la homogeneización paisajística 4.- La homogeneización paisajística y la especialización regional agraria con la agricultura capitalista. En este sentido, la revolución de los transportes de mediados del S. XIX fue la condición necesaria para la especialización, como lo pone de manifiesto el informe Porter de 1835, en el que se indicaba que “para proveer al Reino Unido sólo de trigo exigiría una cantidad doble de barcos de los que entran anualmente en nuestros puertos” (informe de G.R. Porter al gobierno inglés, en Bairoch, P., 1976 1 ). Este simple ejemplo permite colegir la importancia de los transportes en el mantenimiento de una agricultura cerrada, en la que los intercambios tenían poca entidad y se realizaban a distancias cortas o medias, siendo excepcionales los intercambios agrarios continentales, basados siempre en productos de gran valor. Sin embargo, como apunta Bairoch en la obra comentada, la aplicación del vapor y la hélice a los barcos, unido a la construcción de buques con casco de acero y a la expansión rápida del ferrocarril, revolucionaron los intercambios agrarios a partir de la segunda mitad del siglo XIX. La expansión de la tecnificación se acompañó de una lenta homogeneización de los espacios y paisajes agrarios (véase figura 20 a, b, c y d para el caso español), empezando por las grandes plantaciones americanas y de todo el mundo tropical y continuando por los grandes cultivos continentales europeos, como el trigo u otros cereales, tubérculos, forrajes y cultivos industriales... (figura 21). La tecnificación progresiva redujo sustancialmente el empleo de mano de obra, mientras se afianzaba de manera inexorable el abandono de la agricultura campesina sustituida por la capitalista y empresarial, en la que las explotaciones eran cada vez más grandes y los 1 Este informe, citado por P. Bairoch en su obra Revolución industrial y subdesarrollo, (Siglo XXI, 3ª ed., Méjico, 393 pp, 1976. Cfr. pp. 86 y 250), habla claramente de la imposibilidad de establecer un mercado mundial, porque no había capacidad de transporte. Cada país tenía que produ- cir casi todo lo que consumía. 26
Paisajes y economías agrarias: Del policultivo de subsistencia a la especialización… agricultores menos numerosos, si bien se mantuvieron durante largos decenios como “agricultores de base familiar”. Las parcelas se reducían en número y se acrecentaban en tamaño mediante procesos, espontáneos o dirigidos, de concentración parcelaria y ordenación rural, tanto en el mundo de economía de mercado como en el de economía de planificación central. Figura 20 a, b, c y d.: el proceso de tecnificación en España: Los dos asnos tirando de un arado romano representan el punto de arranque secular. La sembradora y la fumigadora de alfalfa, aunque avances pequeños en los años 1950- 1960, suponen la superación de lo tradicional (las 3 fotos proceden del Fondo Histórico del MARM). La vendimiadora mecánica es un hito técnico para una labor difícil (foto cedida por M. Esteban de Íscar: viñedos de Serrada, Valladolid, 2004) 27
F. Molinero Hernando Figura 21. Homogeneidad paisajística en el océano olivarero de la Loma, Jaén. La expansión reciente del olivar, favorecida por los apoyos de la PAC, ha rellenado los huecos de tierra calma y ha densificado la ocupación olivarera del suelo, dando paso incluso al regadío, como se observa en las balsas creadas para almacenar agua durante los meses lluviosos y distribuirla durante los secos (Foto de J. Domingo Sánchez y V. J. Gallego, 2009) Sin embargo, la conservación de la especificidad ecológica en cada dominio y región agraria era evidente. Así, las grandes áreas de cultivos especializados, que explotan la facilidad de transporte, se localizaban en regiones favorables, como sucedía con los belts americanos o, en nuestro solar ibérico, con el olivar andaluz (figura 21) o los viñedos manchegos y riojanos o, incluso, con los cítricos levantinos, que aún manteniendo su extraordinaria fragmentación parcelaria, daban paso a algunas plantaciones de entidad superficial volcadas a la exportación. Este proceso, desde finales del siglo XIX y hasta los años 1960, permitió la convivencia de la agricultura tradicional -la de los modos de vida- con la especialización general y con el nacimiento de la agricultura capitalista y la consolidación del agricultor-empresario. La tendencia a la especialización comienza en EEUU a mediados del XIX, con la producción a gran escala y la exportación del trigo “mareado” (traído por mar) a Europa, a precios competitivos con los del Viejo Continente. Sigue con el gigantismo en la ganadería, con los grandes parques de engorde de ganado vacuno, -los feed-lot- o los carruseles de ordeño o la ganadería industrial de aviar y porcino… y se consolida con los intercambios mundiales a partir de los años 1950/1960. Cada territorio busca sus “ventajas 28
Paisajes y economías agrarias: Del policultivo de subsistencia a la especialización… comparativas”, entre las que cuenta grandemente la tradición cultural y el medio físico, pero esta tendencia se frena por la falta de regulación de los mercados agrarios mundiales, la cual no se impuso a escala global hasta la creación de la Organización Mundial de Comercio en 1995. En esta fase se consolida un paisaje agrario banal y uniforme, que explota “la diferencia” como recurso cultural, patrimonial y económico: el encanto y atractivo de lo pequeño y marginal es la excepción. Por eso, se generaliza en el mundo desarrollado el paisaje de grandes mallas, con la expansión del tractor y de todo tipo de máquinas desde finales de la II Guerra Mundial hasta nuestros días. Se trata de máquinas cada vez más grandes y más complejas que realizan todo tipo de labores, aunque esencialmente se centran en el tractor y en las cosechadoras (de cereales, de algodón, patata, remolacha, uva, tomate, aceituna…), secundadas por un sinfín de complementos y pequeñas máquinas que cada vez hacen de la agricultura una actividad más acorde a los patrones de la producción industrial que a los de la agricultura concebida como forma de vida. No obstante, la pervivencia del campesinado es una constante en los países menos evolucionados y densificados del mundo asiático y africano, en los que, a pesar de la tecnificación, la población agraria crece sin parar, de modo que el éxodo campesino no supone un abandono rural, ya que los campos se mantienen vivos y llenos de agricultores, braceros y de personas que ejercen actividades distintas a las agrarias. Y, aunque los ritmos evolutivos sean distintos, el modelo general se impone: la agricultura es una actividad en retroceso, por cuanto mengua su capacidad de empleo, a pesar de que crece su capacidad de producción. Y esta tendencia es realmente paradigmática. 5.- El paisaje agrario y los paradigmas del desarrollo rural: abandono, recuperación y cambios. No podemos prescindir de las enseñanzas derivadas de la evolución histórica de la agricultura y de los paisajes agrarios en los países más evolucionados, pues muestran el camino seguido que, con otros ritmos, con otros condicionantes, parece imponerse en el resto del mundo. 29
F. Molinero Hernando Así, si nos atenemos a las estadísticas de la FAO, el proceso de tecnificación y de intensificación de la agricultura mundial es incuestionable, como también lo es que cada país, cada conjunto social tiende a reducir su número de agricultores mientras mantiene o aumenta las producciones agrarias. De este modo, la agricultura, que continúa siendo la fuente de empleo más importante en el mundo actual, da trabajo a unos 1.287 millones de personas, equivalentes a un 41% del empleo total mundial (FAO, 2009), que no cesan de crecer y que, en contra de lo que cabía esperar, la modernización obligaría a abandonar esa actividad a un creciente número de agricultores y trabajadores agrarios. Pero, aunque así sucede, el abandono agrario de muchos no implica que se haya llegado aún a la plétora demográfica agraria o rural. Ahora bien, de momento los modelos evolutivos son claramente distintos en el mundo avanzado respecto al Tercer Mundo, por más que coincidan en la tendencia. Es así como podemos establecer cuatro paradigmas de desarrollo rural, que representan la situación de todas las sociedades, si bien las de los países industriales de la OCDE caminan hacia el cuarto paradigma, mientras las menos evolucionadas de África y Asia se encuentran en el segundo y las de América Latina en una situación intermedia, con caracteres de ambos. El primer modelo de desarrollo rural ha correspondido al de la agricultura preindustrial, en el que los agricultores suponían la mayor parte de los trabajadores del campo. El segundo paradigma se basa en el abandono del campo, debido a la tecnificación y al éxodo rural. El tercero consistiría en una pretendida recuperación de los espacios rurales por diversificación funcional y éxodo urbano, y el cuarto, finalmente, en una verdadera recuperación rural, aunque el contenido social del campo sea muy distinto al tradicional, ya que la plurifuncionalidad se habrá hecho a costa de la drástica reducción de agricultores. 30
Paisajes y economías agrarias: Del policultivo de subsistencia a la especialización… a.- Los claves del primer y segundo paradigma de desarrollo rural: el ejemplo español. España se incorporó tarde y lentamente al éxodo rural, con lo que el paso del primer modelo de desarrollo rural al segundo tuvo lugar después de la Guerra Civil y eclosionó en los años 1960. El abandono del primer modelo comenzó a producirse en el campo europeo, y con él en el español, a partir de la revolución agrícola de mediados del s. XVIII. Ya a finales de éste, la revolución industrial potenció esa aceleración, aportando medios técnicos que, progresiva e inexorablemente, produjeron avances, redundantes en menores exigencias de mano de obra. Avances en el uso de maquinaria y abonos que no mermaron la densidad de ocupación del campo español hasta 1950 o 1960, según regiones. A pesar de la utilización previa de máquinas segadoras, aventadoras, trilladoras…, sólo la generalización del uso del tractor y la cosechadora provocó el fin de la agricultura tradicional a mediados del s. XX. Todavía en esos años la sociedad rural española era una sociedad agraria, en la que en torno a la mitad de la población trabajaba en la agricultura y vivía de la agricultura. Era más moderna que la sociedad rural del siglo XIX, en la que más de las tres cuartas partes de la población dependía de la actividad agraria para su supervivencia, con un contenido demográfico, económico y social anclado en ese primer paradigma de desarrollo. Los años posteriores a la Guerra Civil, debido a la autarquía, mantuvieron las ideas de desarrollo social precedentes, herederas del regeneracionismo, que otorgaba a la agricultura la mayor capacidad de creación de riqueza, confiando la renovación de la agricultura a la Colonización (Molinero y Alario, 1994: 65), pero las carencias de todo tipo impidieron una modernización agraria y rural, que comenzó ya a mediados de la década de 1950, con la defensa a ultranza y el apoyo técnico y financiero a la agricultura productivista, mantenido hasta después de nuestro ingreso en la CEE. El efecto de la expansión de la agricultura productivista fue la salida del campo de más de 6 millones de españoles, a pesar de los objetivos de la política colonizadora y de la puesta en marcha de los nuevos regadíos, con su pretendida capacidad de freno a la emigración…, que iban a suponer una 31
F. Molinero Hernando descongestión de la población urbana y el fomento de la población rural (López Ontiveros, 1992: 273) De este modo, a partir de los años 1955 a 1960 el campo español abandonó ese primer paradigma, correspondiente al de una sociedad rural agraria. A partir de los años 1960 y 1970 la sociedad rural de España era la imagen viva del segundo paradigma, con un éxodo rural impresionante, derivado de una modernización técnica y económica que diezmó el campo, descoyuntó las estructuras demográficas tradicionales y desestructuró toda la trama social tradicional. La década de 1980 no representó más que un estancamiento y consolidación del abandono del campo frente a la cristalización y afirmación urbana. Como resultado, cuando España entró en la CEE en 1986 todavía tenía más de un 15% de activos trabajando en la agricultura y numerosas regiones superaban el 25%, llegando en el caso extremo de Galicia a un 42% de sus activos totales. El medio rural se modernizó a costa de la pérdida de los excedentes agrarios, quedándose anémico y desquiciado, quemando etapas respecto a lo que había sucedido en la Europa más avanzada. Pero el campo español, desestructurado, fue beneficiario de políticas estructurales productivistas, entre las que destacan la concentración parcelaria, la colonización, la expansión y mejora de los regadíos y de los medios de producción, del cooperativismo… , aunque ya en esta etapa, la Administración comprendió que el desarrollo agrario debía ser integral y debía concebirse como desarrollo rural, como lo ponen de manifiesto las normas sobre la Ordenación Rural a partir de 1964, con el Decreto 1/1964, completado posteriormente con la Ley 54/1968 de Ordenación Rural 1 . Sin embargo, conseguido un nivel de desarrollo económico que garantizaba un abastecimiento suficiente y diversificado de alimentos al mercado nacional, la 1 Tampoco faltó ese sentido integral a la Ley de 27 de julio de 1968 sobre Ordenación Rural, que la concebía como "...una actividad del Estado dirigida en primer término a conseguir la constitución de empresas agrarias de dimensiones suficientes y de características adecuadas en orden a su estructura, capitalización y organización empresarial, pero encaminadas también a promover, con la actuación coordinada de los diferentes departamentos ministeriales y de la Organización Sindical, la formación profesional y cultural, la reestructuración de los núcleos rurales, la instalación de industrias, servicios y actividades que conduzcan a mejorar el bienes- tar social de la población..." 32
Paisajes y economías agrarias: Del policultivo de subsistencia a la especialización… sociedad urbana rechazó este modelo como agresor del entorno y destructor del mito de la "tranquilidad" y del "equilibrio con el medio" del modelo agrario tradicional (Molinero, F. y Alario, M., 1994: 70). La sociedad agraria tradicional, diezmada y ninguneada por los urbanitas, desplazada de su papel de actor principal del mundo rural, sentía que iba perdiendo poder y capacidad de decisión y que los agricultores estaban siendo reemplazados en los puestos de la administración local por profesionales de los servicios o de la construcción, o por neorrurales que desconocían el funcionamiento y las necesidades de los agricultores y ganaderos. b.- El reciente proceso de desagrarización y el tercer paradigma de desarrollo rural. El tercer paradigma de desarrollo comienza cuando se quiere hacer frente a la inexorable caída de la agricultura como sector productivo, como actividad generadora de empleo y como soporte de una parte de la sociedad, menguante tanto en poder económico como en consideración social e incapaz de mantener el tejido demográfico del campo. La búsqueda de alternativas no ha sido capaz de compensar las pérdidas de activos agrarios, que, como vemos en la figura 22, han caído drásticamente. Los datos de la evolución de ocupados agrarios por CC.AA., entre 1986 y 2010, evidencian el grado de regresión, en especial en el caso gallego, aunque, en conjunto, España pasa de casi un 16% a un 4,2% y comunidades como Galicia caen desde más de un 42% a menos de un 8% Sin embargo, este proceso de desagrarización debe ser matizado, por cuanto, siendo manifiesto, es dispar y, sobre todo, afecta de una manera distinta al espacio rural. El simple análisis de los datos de ocupados en la agricultura según Censo de Cotizantes del I.N. de la Seguridad Social, que en junio de 2007 totalizaba 19,36 M, nos permite deducir que más de la mitad de los municipios españoles tiene por encima de un 30% de sus afiliados totales a la Seguridad Social en la rama de la Agricultura, e incluso un 30% del total de los municipios tiene más de la mitad de sus afiliados en la rama agraria de la Seguridad Social ¿Desagrarización? En las llanuras del Duero y las tierras de 33
F. Molinero Hernando la Cordillera Ibérica se concentran los valores más altos de municipios agrarios (figura 23). En la España de 2007 había 2.907 municipios que superaban un 40% de sus activos empleados en la agricultura, con una media del 54,8%, y es en el interior del país donde se aglutinan las comarcas más tradicionales, con mayor peso agrario y con peor balance demográfico. Esos casi tres mil municipios sólo llegaban al 6,9% de empleos en la industria, según el Censo de Afiliados a la Seguridad Social en junio de 2007. Si tenemos en cuenta los municipios que superaban un tercio de cotizantes en agricultura, su número ascendía a 3.513, con una media de un 51,5% en agricultura. Figura 22. El proceso de modernización agraria que había comenzado a finales de los años 1950 en España, continuó después del ingreso en la CEE y se ha mantenido imparable hasta nuestros días. Como resultado, la población ocupada en la agricultura ha caído drásticamente y sólo mantiene un cierto peso en las regiones de agricultura intensiva. La reducción media de España, que pasó de un 15,8 a un 4,2% entre las fechas extremas, muestra claramente el camino seguido por todas y cada una de las CCAA. El mapa (figura 23) resulta bien expresivo al respecto, pues en él llama la atención el elevado peso de los ocupados en la agricultura en toda la España interior, con algunas excepciones significativas en las ciudades y entornos periurbanos, aunque el predominio de territorios intensamente agrarios corresponde a la región del Duero, a las serranías de la Cordillera Ibérica, a los somontanos de la depresión del Ebro y a las cumbres Béticas, a las que cabe añadir el interior de Galicia, no apreciable en el mapa (elaborado por 34
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