PAULO FREIRE 1921 2021 - FE-CCOO

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PAULO FREIRE 1921 2021 - FE-CCOO
PAULO
FREIRE
1921 - 2021
Secretaría de Política Educativa
Federación de Enseñanza de CCOO
2021
Índice

Pág. 4		          Paulo Freire, esperanzas renovadas
Begoña López Cuesta. Especialista en relaciones internacionales, migraciones, asilo y refugio
Pedro Badía. Secretaría de Política Educativa de FECCOO

Pág. 6            Un imperativo de vida
Fernando Rodal Mac-Lean. Presidente de la Confederación de Educadores Americanos (CEA)

Pág. 9            Freire vigente. Aprender de las luchas que hemos efectuado
Pep Aparicio Guadas. Maestro, miembro del consejo gestor del Instituto Paulo Freire de España

Pág. 13           Señas de identidad de la pedagogía de Paulo Freire
Consuelo Vélaz de Medrano. Catedrática en Métodos de Investigación y Diagnóstico en Educación. UNED. España

Pág. 16 El CEIP La Biznaga y la pandemia: transformando las dificultades en
		posibilidades
María José Parages López. Directora del CEIP La Biznaga de Málaga

Pág. 23           Paulo Freire ético, epistemólogo, político y pedagogo
Miguel López Melero. Catedrático emérito de la Universidad de Málaga

Pág. 35           No estamos solas, no estamos solos
Georgina Jara LeMaire. Educadora y miembro del Consejo Superior de Educación de Costa Rica

Pág. 38           Paulo Freire en la España actual
Manuel Menor Currás. Profesor de Historia de Enseñanzas Medias

Pág. 41           Pedagogía del oprimido y teología de la liberación: conciencia política
		                crítica y praxis de la liberación
Juan José Tamayo. Director de la cátedra Ignacio Ellacuría de la Universidad Carlos III

Pág. 44           Compartir las ideas de Freire en el centenario de su nacimiento
Combertty Rodríguez. Coordinador Regional Principal en Internacional de la Educación América Latina (IEAL)

                                                          3
Paulo Freire, esperanzas renovadas

    Begoña López Cuesta. Especialista en relaciones internacionales, migraciones, asilo y refugio

    Pedro Badía. Secretaría de Política Educativa de FECCOO

        “El estar del hombre en el mundo, consiste, fundamentalmente, en un ser en el mundo”

                                                                 Emilio Lledó. Sobre la Educación

       Asistimos atónitos a la perversión del concepto de educación y a la lucha contra
    el legado de Paulo Freire en estos momentos en Brasil, justo cuando se acerca su
    centenario. El desprestigio a su persona y su legado, por parte de Jair Bolsonaro,
    atreviéndose a calificarlo de “ese energúmeno, ídolo de la izquierda”, demuestra ignorar
    el sentido mismo de su pedagogía crítica, su método innovador de alfabetización y la
4   preocupación que Freire mostró toda su vida por la educación de los más pobres. O
    quizás sí lo conoce, y precisamente sea esto lo que más le atormenta, que alguien de
    una familia pobre de Recife, como Freire, que conoció la pobreza y el hambre, pudiera
    llegar a tener más de 35 títulos de Doctor Honoris Causa de numerosas universidades
    de Europa y América, que fuera capaz de enseñar a leer y escribir a los más pobres,
    cuando era requisito en Brasil para participar en las elecciones presidenciales. Por ello,
    millones de personas –indígenas desheredados y desprotegidos, jóvenes abandonados
    a su suerte, niños y niñas violentados y olvidados, mujeres humilladas e ignoradas y
    tantos otros discriminados en Brasil y otras partes del mundo– pueden afirmarse en
    rebeldía frente a la injusticia y la resignación.

       Es en nuestros días, en las circunstancias concretas de desigualdades, de saqueo
    de nuestros recursos naturales y cambio climático, de pandemia universal, cuando
    más reivindicamos al Freire pedagogo, epistemólogo, ético y político. Aunque sería,
    en verdad, como decía Freire, una “actitud ingenua esperar que las clases dominantes
    desarrollasen una forma de educación que permitiese a las clases dominadas percibir
    las injusticias sociales en forma crítica”.

       En el inicio del curso 2021-2022 se conmemorarán los 100 años del nacimiento de
    Paulo Freire, y el diálogo sigue siendo el camino y la palabra sigue siendo liberadora
    y decisiva en la construcción social del ser humano y en la constitución de la propia
    existencia humana. En un tiempo donde la barbarie abunda, educar en un humanismo
    militante se ha convertido en una necesidad de extrema urgencia, y la lectura de Paulo
Freire es esencial para entender la importancia que tiene la ética como componente
esencial de la educación. No hay educación si no hay valores que la sustenten ni amor
que la dirija.

  Tenemos la necesidad de crear contextos educativos más saludables, solidarios y
colaborativos. De darle la palabra al “otro” para recuperar el sentido más humano de la
educación, la cultura y el conocimiento.

   Debemos hacer una reflexión serena y consciente sobre el sentido de la educación, no
del mercado educativo. Ya en 1935 Tomas Mann, en una conferencia sobre La formación
del hombre moderno, echaba en falta un humanismo militante. Vivimos una época de
crisis sanitaria, social y económica donde se ha popularizado lo irracional; en la que la
clase obrera vota programas que garantizan la jerarquía antes que la igualdad, el orden
antes que la libertad y el hambre antes que el pan, y además no se diferencia la verdad
de la mentira. Así, necesitamos con urgencia un humanismo que se fortalezca y se
empape de la libertad, de la tolerancia, de la convivencia pacífica, de la solidaridad del
reconocimiento de la “otra” persona y de reconocerse en ella, como barricada ante el
discurso del odio y el entusiasmo perverso de una parte importante de la sociedad por
liquidar los derechos humanos. Paulo Freire nos invita a no refugiarnos en la indiferencia
cívica, sino a ser capaces de volver a las ideas más reivindicativas del humanismo más
militante. “¿Quién mejor que los oprimidos se encontrarán preparados para entender el
significado terrible de una sociedad opresora?” (Pedagogía del oprimido).

   La educación como práctica de la libertad se sitúa más allá del aula y de la institución
escolar, en el centro de la comunidad. El núcleo desde donde se reivindica, se consigue
y se consolidan los derechos que abren la puerta a una vida digna, en paz y en libertad.
Esa es la verdadera esperanza, huyendo del fanatismo de la pandemia, donde no hay
lugar para la utopía. Freire decía que “la educación hay que entenderla como un hecho
democrático y democratizador, que traspasa al aula. La educación es un acto creativo y
político”, y es ahí donde versa nuestra esperanza.

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Un imperativo de vida

    Fernando Rodal Mac-Lean. Presidente de la Confederación de Educadores Americanos (CEA)

                            “Todos nosotros sabemos algo. Todos nosotros ignoramos algo.
                                                           Por eso, aprendemos siempre”

                                                                               Paulo Freire

       Quiero saludar esta excelente iniciativa de recordar a Paulo Freire, un gran
    hombre de la pedagogía y la filosofía, en su próximo centenario, a cumplirse el 19
    septiembre de 2021, y repasar y repensar su obra escrita en papel, que ha quedado
    impresa en el alma de quienes se inspiraron en ella y la de aquellas personas que
    pudieron comprender en sus programas de alfabetización que, como decía el
    pernambucano, la lectura del mundo precede a la lectura de la palabra, rescatando
    así al estudiante como sujeto activo y crítico en el proceso de aprendizaje.

6      Nada de lo que podamos leer o interpretar en la obra de Freire nos es ajeno hoy.
    Diríamos que, más cercanos en el tiempo y desde una interpretación personal, los
    desafíos para educar con una mirada crítica, como él proponía promoviendo los
    avances observados en la materia pedagógica, son puestos en tela de juicio con una
    inusitada fuerza desde finales de los años 80 y principios de los 90 por la extensión
    de las políticas neoliberales, ya presentes en el ADN conservador desde hacía
    décadas, pero que irrumpieron con toda su fuerza, tras la implosión-explosión del
    denominado bloque del socialismo real.

       Este fenómeno se da como línea divisoria entre el Estado del bienestar en
    decadencia y el «estado neoliberal de las cosas», qué encontró las condiciones
    ideales para avanzar en profundidad, conquistando el sentido común de las ideas y
    las acciones de una sociedad, sin la necesidad, muchas veces, de golpes de Estado
    y mediante el voto popular.

       Es aquí donde las organizaciones de trabajadoras y trabajadores docentes
    comienzan a dar una gran batalla por mantener a la educación como un derecho
    inalienable de las personas desde su nacimiento, pues, producto de este avance
    feroz que viene por todo, la privatización y la oferta educativa es presentada a sus
    futuros clientes como un producto de consumo más, en donde si quieres calidad,
    deberás pagar por ella. Comienza así, de esta manera, una dura batalla por preservar
    hasta hoy a la educación como un derecho y no como una mercancía a obtener en
    la oferta del llamado mercado educativo; dicho en palabras más claras, salvar a la
    educación de la voraz mercantilización.
Este fenómeno tuvo y tiene su impacto más directo y profundo en el sector de
la educación superior, por los volúmenes millonarios de dinero potencialmente
disponible para las empresas del sector, conjuntamente con las formas de
organización social del trabajo y de los fundamentos teórico-prácticos de las
economías dominantes. Es fácil reconocer como esta concepción de cómo gestionar
los sistemas educativos permea también, de una forma u otra, a los demás
subsistemas de la educación, poniendo en las manos de los sectores privados lo
que debería ser una responsabilidad de los Estados.

   Sabemos sobradamente de la necesidad de impulsar políticas de Estado
consensuadas con las organizaciones representativas de la sociedad, que expresen
las necesidades reales de nuestros pueblos y naciones. Aquí en este punto central
que hemos señalado, de nuevo Paulo Freire se nos aparece con el concepto preclaro
de lo que él denomino, en la Pedagogía del Oprimido, como la educación bancaria.
Es aquí donde se señala con claridad la necesidad del diálogo y la comunicación,
como un proceso consciente, cargado de discernimiento, que sustituya la idea y la
práctica de concebir al estudiante como un recipiente que debe ser llenado con la
sapiencia que, a priori, determinamos cuál debe ser.

   Obviamente esto refiere principalmente a las prácticas pedagógicas que buscan
sustituir la educación frontal, en donde el profesorado escribe, dicta, ordena…, por
una educación que se puede y debe construir entre todas las partes, aprovechando
las potencialidades que nos permiten las propias necesidades del proceso de
enseñanza y aprendizaje. Quizás, el trabajo más complejo en la tarea docente
sea identificar adecuadamente estas necesidades en tiempo y forma. De nuevo
rescatamos de Freire la idea de cómo mejorar esa percepción y su pertinencia
mediante la mejor pedagogía que podamos desarrollar, que es la que surge de
la crítica de nuestra propia práctica cotidiana, dentro y fuera del aula, junto a la
comunidad educativa.

   Mientras que las declaraciones ministeriales del área y los compromisos de
los gobiernos en los años 90 nos regalaban una prosa muy constructivista de la
educación, al mismo tiempo generaban reformas educativas concebidas desde
arriba, como la otra cara de la moneda de un sistema que no termina de animarse
a dar el salto de calidad. Esta situación nos sigue interpelando hoy. Los avances
detectados, las marchas y contramarchas, dependen mucho de las ideologías de
los gobiernos de turno. Lejos estamos todavía de conseguir políticas permanentes a
largo plazo, que permitan gradualmente acercarnos a un acto educativo, despojado
de los intereses indebidos, de los grupos económicos y/o político-partidistas.

   Sabedores de algunas críticas recibidas a la obra de Freire sobre ciertas
ingenuidades en sus planteamientos iniciales, que el mismo de algún modo admitió,
lo confirma como un proceso vivo y en curso, que además estará siempre estará
cargado inevitablemente de las construcciones previas que lo han precedido, en la
búsqueda de cumplir con esta enorme tarea que implica la labor de educadores y
educadoras, en el sentido más amplio del término.

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Quiero expresar respeto y agradecimiento a quienes comparten este
    compromiso expresado por Freire con los más débiles y con aquellas personas
    que son invisibilizadas cada día, en sus necesidades básicas insatisfechas. Creo
    firmemente que, a través de la defensa de una educación pública al servicio de
    nuestros pueblos y naciones, nos fortaleceremos como sociedad en su conjunto,
    en un planeta que hoy reclama soluciones globales ante problemas que percibimos
    como locales, para así poder revertir la ecuación fatal de la concentración de la
    riqueza y el conocimiento en muy pocas manos, convirtiendo la necesidad de más
    y mejor calidad democrática en un imperativo de vida.

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Freire vigente. Aprender de las
                     luchas que hemos efectuado

Pep Aparicio Guadas. Maestro, miembro del consejo gestor del Instituto Paulo Freire de
España

      “Sense educació no és possible transformar de manera políticament activa, i sense
     una nova hegemonia cultural no és factible que aquestes formes recombinades i no
 fetitxitzades puguin abastir-les totes, democratitzar-se en sentit profund de la paraula,
                                                  ser capacis de generar altres realitats”.

                                                                               María Ruido

   Hace ya algún tiempo, desde el Instituto Paulo Freire, propusimos la tentativa de
abordar lo actual de la praxis freireana, a partir de las aportaciones de otras y otros que,
desde la radicalidad de su habitar el mundo, recombinan la dimensión freireana con
otras dimensiones revolucionarias que recogen tanto el sentido como la práctica del
proyecto cultural de las trabajadoras y trabajadores que luchan por su emancipación.

   Y decíamos que: “mientras tanto, las mujeres y los hombres, intentamos tratar
de sustituir los valores técnicos por valores éticos realizados, producir desde
las experiencias y las luchas, las palabras, pues es allí donde son fabricadas, y
también enraizadas y encarnadas, movilizando las pasiones y los afectos alegres,
recombinándolas y vivificándolas, haciendo creación singular y social, potenciando la
libertad y la dignidad humanas, conformando un querer vivir como desafío, desde una
pedagogía de la pregunta, desde una pedagogía de la libertad y la autonomía”.

   Una pedagogía de la cre-acción que es, en sí misma, pedagogía del oprimido y la
oprimida que luchan sencillamente, ahora y aquí, y que no solo concierne y/o afecta a
las instituciones educativas, sino que incumbe y repercute en todas las organizaciones
sociopolíticas, culturales… que las mujeres y los hombres creamos-construimos para
poner en marcha procesos-programas-proyectos de liberación real y en los cuales los
transcursos de aprendizaje y/o educación son los que nos hacen humanos a la par que
devenimos sujetos en procesos y, a la par, procesos en sujetos como práctica política y
educativa primera.

  Más allá de cualquier parloteo estéril, en la inmediatez del dominio cuasi absoluto
de un neoliberalismo y un patriarcado feroces e insaciables, siempre conformados
ambos desde y como pedagogía del capital que, entre otras posibles sin razones,
coloniza mentes y cuerpos, neutraliza el proceso de abrirse al mundo e inaugura
cualquier acción y palabra que desde y como pedagogía de la cre-acción requieren,
por una parte, estimular relaciones, deseos, lectura-escritura de contextos, enhebrado
de antagonismos… y, por otra, unas acciones sociopolíticas –sindicales, educativas,

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asociativas, territoriales, internacionales…– que incorporen una dimensión dialógica-
     amorosa-liberadora-práxica-… y que puedan acaecer como antídoto contra el virus del
     fascismo social-societal como autoritarismo patriarcal, como educación domesticadora,
     más o menos activa, que oculta los antagonismos y las explotaciones –de la naturaleza,
     de las mujeres y de las niñas y niños y de los hombres–, que componen el vivir cotidiano
     de las mujeres y de los hombres en situaciones-en-contexto actuales.

        En ese vivir cotidiano, la praxis vigente de Paulo Freire, injertada con otras
     aportaciones y asociaciones –decoloniales, feministas, ecologistas, antirracistas,
     antagonistas…– favorecen la lectura del mundo y de la palabra, ayudan a establecer
     prácticas de ruptura sociopolíticas, democráticas y/o antagonistas –estableciendo las
     alianzas pertinentes entre los diferentes, los iguales… aislando a los contrarios…– y,
     especialmente, promoviendo las asociaciones entre sindicatos, movimientos sociales,
     culturales… específicos y fortaleciendo las coordinaciones, las resistencias… y, sobre
     todo, recuperando los territorios y haciendo que ellos y la fábrica difusa, ahora también
     virtual-global, vuelvan a ser los núcleos básicos de las luchas, de las liberaciones, etc.

        Justo ahora que la sociedad es una fábrica y ha sido puesta a trabajar y la circulación
     del capital, de las mercancías y de las producciones, de las informaciones y los
     datos, de las personas… predominan sobre la producción en sí (y que, por tanto, la
     tarea sociopolítica a realizar en las ramas de la producción tendencialmente no es
     tan intensa), ahora que “la precarización ha provocado la pérdida de solidaridad y la
     desarticulación de la composición social del trabajo. (…) La virtualización del trabajo
     es una causa complementaria de la pérdida de solidaridad”, como señala Franco
10
     Berardi y, cada vez es más importante retomar la lucha sociopolítica en los territorios
     localizados: en barrios, en calles y plazas, etc., retomando la dimensión de solidaridad
     que es siempre, y en todo momento, prerrequisito imprescindible para la organización
     política y la lucha social.

        Si no reinventamos el pasado no podemos repensar la transformación social y la
     emancipación, desde una vertiente absolutamente educativa y política, y en ella,
     la praxis freireana es una buena caja de herramientas, primordialmente ahora que
     “vivimos una época de indistinción, de hibridación entre estado de derecho y estado
     de excepción. La hegemonía del neofascismo se mide no solo por la fuerza de sus
     organizaciones, sino también por su capacidad de odiar al Estado y al sistema político
     y mediático” .

        Son estas unas situaciones-en-contexto en las cuales practicamos la transformación
     de manera integral, singular y común, y en ellas los procesos de subjetivización-
     conscientización dejan de estar aislados, entran en relación-mediación para, de manera
     invariable y discontinua, abandonar los meros dominios de la razón y ampliar nuestros
     contactos con la realidad, a través también de otros dominios, entre ellos, aquellos
     relacionados con el sentir, por las mujeres y los hombres en sus quehaceres y que
     enraízan en una perspectiva y guía poiética que suscita la posibilidad y la potencialidad
     de aprender y enseñar en y de las experiencias efectuadas, singulares y comunes,
     siempre compartidas, y a las cuales hacemos hablar con palabras, gestos, miradas…, a
     las cuales hemos de interrogar, haciendo real y efectiva la doble dimensión de que las
     personas humanas somos seres programados para aprender y, como nos señala Paulo
Freire “convivir con la cotidianeidad del otro constituye una experiencia de aprendizaje
permanente. Siempre decía eso en casa, a nuestras hijas y a nuestros hijos. Porque,
mira, una de las características fundamentales del comportamiento en lo cotidiano es
exactamente la de no preguntarnos sobre él. (…) De hecho, es un aprendizaje difícil, un
aprendizaje diario” .

   Una educación política que implica necesariamente pensar y activar el presente: en
acto y en potencia; que posibilita el proceso real y actual de lectura y escritura tanto
de la palabra como de la realidad como deseo-interés-necesidad de una alfabetización
sociopolítica que otorga valor a la palabra y a la facultad de nombrar y transformar
las condiciones ideológicas, culturales y sociopolíticas, y a su simultánea recreación,
pues: “leer es un proceso abierto, y el verdadero maestro no es aquel que interpreta el
texto de una manera y transmite esta única interpretación a sus alumnos; el verdadero
maestro no es aquel que revela el sentido del texto, sino aquel que sitúa a sus alumnos
en el camino de la interrogación” .

   Y, en ese proceso de lectura, hemos observado que, si no hay mudanza de
nosotros, las personas adultas que nos dedicamos a la educación permanente y/o a la
alfabetización sociopolítica, no hay tampoco cambios en la sociedad ni en el proceso
de transformación de los procesos de aprendizaje de las personas jóvenes y adultas…
y hace tiempo que, en las diferentes iniciativas de educación y formación a lo largo
de la vida, las variaciones que se operan y/o implementan son simples actividades de
adaptación y puesta en marcha de programas de conservación-instrumentalización de
las personas adultas, de los procesos de aprendizaje, de las redes de centros e iniciativas
públicas… que, en definitiva, producen positivamente individualizaciones gregarias
–tanto de las personas educadoras como de las educandas–, falsas habilitaciones
profesionalizadoras y mucho entretenimiento educativo…

   Y el camino de la interrogación, significa e implica la apertura al otro y a la otra que
la propia palabra sugiere, requiere… y, simultáneamente, opera también una apertura
a un tiempo y a un querer vivir –singularidad, solidaridad y creación social, acogida
y mediación, pasión y testimonio…– y comporta un abrirse, además, a la alteridad –
carácter fundamental de la materialidad–, que nunca será autoafirmación, sino diálogo
e interacción y, muchas veces conflicto y enfrentamiento, constitutivos ambos de una
relación y/o mediación dialógica, entre personas y entre la palabra propia y la ajena,
entre personas, palabras y el mundo donde subyace el carácter netamente dialógico del
sujeto (como inquietud y curiosidad, como inconclusión…) y la potencia de la libertad
y la autonomía del ejercicio de la propia voz y del propio cuerpo, en juego y contexto
con otras voces y otros cuerpos, indisolublemente ligados al proceso de emancipación:
“…decir la palabra es el derecho a convertir-se en parte de la decisión de transformar
la realidad. Leer la palabra dicha, desde esta perspectiva, presupone la reinvención de
la sociedad de hoy en día. Dicha reinvención exige, por otro lado, la reinvención del
poder” .

   Por otra parte, ese aprender de las luchas efectuadas traslada a la interrogación,
como perspectiva abierta y dialógica, la génesis de un modelo educativo, ético y
sociopolítico, que ha de anular la excepcionalidad y unilateralidad del acto de aprender
y enseñar bancario y, a la par, ha de potenciar y valorizar “el sujeto del conocimiento

                                            11
histórico (que) es, por supuesto, la clase obrera que lucha” , es decir aquellos y aquellas
     que tienen la experiencia de luchar contra la opresión, a favor de la emancipación,
     aquellas y aquellos que leen el mundo a contrapelo, y reproblematizan-recomponen-
     recombinan acontecimientos y luchas, acciones y experiencias, etc. promoviendo la
     acción y transformación de las mujeres y los hombres y del mundo en el que convivimos
     pues, como nos dice Freire: “La existencia humana está, porque se crea preguntando,
     en la raíz de la transformación del mundo. Existe una radicalidad en la existencia, que
     es la radicalidad del acto de preguntar” .

         Finalmente, desde el Instituto Paulo Freire y otras organizaciones afines, trabajamos
     para que pueda producirse un empoderamiento de las trabajadoras y trabajadores, de
     las mujeres… mediante prácticas y procedimientos que siempre ligan la comprensión y
     la transformación, en todos los aspectos del trabajo vivo actual que viene caracterizado
     por: “comunicación, cooperación y autocontrol o control social representa hoy el
     elemento constituyente del trabajo cognitivo y de su dialéctica propia. En términos
     marxistas, se trata, en definitiva, de verificar si el trabajo se transforma integralmente en
     trabajo cognitivo y la fuerza de trabajo en intelectualidad de masas, y en segundo lugar
     si la intelectualidad puede devenir sujeto políticamente y socialmente hegemónico”
     y, el papel de las organizaciones sociopolíticas antagonistas ha de volver a ser el de
     reinventar el pasado para construir el presente y el porvenir; un papel netamente
     educativo-formativo, sociocultural y socioeconómico, político pues solo “hay una
     forma de acción y formación cultural que proporciona poder a los trabajadores dentro
     de la comunidad y en la vida cultural y política. No debemos de aislar a la educación
     de la lucha de los trabajadores contra su alienación. Esta es la conexión entre la lucha
12   educativa, económica y política que caracteriza la participación del movimiento de la
     clase obrera en el ámbito de la educación” .

        Necesitamos, pues, aprender de las luchas y experiencias, reivindicar la reelaboración
     cre-activa de la vida, de las alfabetizaciones sociopolíticas, de volver a leer y a escribir
     el mundo…; necesitamos aprender a aprender a aprender para comprender y obrar
     y, simultáneamente, operar una recomposición sociopolítica revolucionaria pues, en
     la actualidad, lo político inviste y constituye radicalmente lo social y trabajar, desde la
     práctica alfabetizadora sociopolítica, en la recomposición de las nuevas subjetividades
     singulares y comunes, de sus redes informativas, comunicativas y formativas,
     transformar los conocimientos y saberes en potencias y poderes, implementar los
     procesos de autovalorización, autoformación y autoorganización…, en cada una de
     las luchas que efectuamos, se expresa el poder constituyente que somos capaces de
     concebir, generar y materializar.
Señas de identidad de la
                             pedagogía de Paulo Freire

Consuelo Vélaz de Medrano Ureta. Catedrática en Métodos de Investigación y Diagnóstico en
Educación. UNED. España

         “Cualquier ser humano puede aprender a leer (palabras, pero principalmente el
                         mundo), si encuentra las condiciones apropiadas para hacerlo”

                                                                             Paulo Freire

   Los propios títulos de la obra de Freire evidencian sus preocupaciones y señas de
identidad como educador: La educación como práctica de la Libertad (1965), Pedagogía
del Oprimido (1968), Política y educación (1985), Pedagogía de la Esperanza (1992),
Cartas a quien pretende enseñar (1992), Pedagogía de la Autonomía (1996) o Pedagogía
de la Indignación (1997), que estaba escribiendo cuando murió.

   En su pedagogía, y desde los marcos mentales que hoy manejamos muchos
educadores, es posible encontrar buena parte de los principios que aspiramos a
practicar: la educación inclusiva (humanizadora, liberadora y superadora de la
educación bancaria reproductora de desigualdades); el desarrollo de la autoestima de
los aprendices (“educación superadora del fatalismo”, “pedagogía de la esperanza”);
el aprendizaje significativo (“Todos nosotros sabemos algo. Todos nosotros
ignoramos algo. Por eso aprendemos siempre. Enseñar exige respeto a los saberes
de los educandos y de ahí debe partir el maestro para avanzar”); el aprendizaje como
resultado de la consciencia, de una construcción personal mediada por el diálogo con
los demás y con el mundo (“educación dialógica”); el aprendizaje crítico basado en
preguntas, problemas o desafíos contextualizados (“educación problematizadora”); la
importancia de la participación activa del alumnado (“el hombre no es un espectador,
es un recreador del mundo”); la enseñanza y el aprendizaje colaborativos (“Se aprende
en comunidad… El educador no es el único que sabe, piensa, habla y dicta las reglas”);
la educación para la ciudadanía mundial y sostenible (“educación humanizadora
y transformadora”; el aprendizaje a lo largo de la vida (“los hombres somos seres
históricos, y por tanto inconclusos”); y desde luego, la defensa de la enseñanza
superadora de la ingesta acrítica de contenidos fragmentados y descontextualizados, y
de una visión del conocimiento como conjunto de verdades incontrovertibles (“educar
es un acto político para transformar, no para perpetuar”).

   El creador de la Pedagogía Crítica mantuvo una intensa actividad divulgadora de su
pensamiento, destinada al conjunto de la sociedad brasileña y universal, con especial
atención a la profesión docente. Freire se dirigía al profesorado desde la complicidad

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profesional, y quizá por ello utilizó a menudo el género epistolar, cuyos mensajes fueron
     compilados por su mujer en la obra Cartas a quien pretende enseñar (1992). También
     en su obra Pedagogía de la Autonomía (1996), dedicada a definir lo específico de los
     saberes docentes, planteaba nada menos que veintisiete “exigencias para enseñar”.

        En ellas, Freire anima al profesorado a transformar profundamente el sistema
     educativo hacia la “educación liberadora”, aquella que considera al alumnado como
     personas capaces e inteligentes, y que problematiza la realidad identificando las
     causas de las cosas en su contexto. Para ello, sostenía, ha de haber un diálogo abierto
     y permanente docente-estudiante; una comunicación de ida y vuelta, superando
     la relación vertical tradicional para avanzar hacia un aprendizaje en comunidad. En
     palabras de Freire, enseñar exige respeto a la autonomía del ser del estudiante, pues
     nadie es si se prohíbe que otros sean; exige saber escuchar, actitud democrática,
     seguridad, capacidad profesional y generosidad. El maestro debe amar a sus estudiantes
     y ha de estar empapado de una profunda creencia en las personas.

        En contra de lo que algunos de sus críticos afirman, Freire no pretendía socavar la
     autoridad docente, y lo argumenta en su Pedagogía de la Autonomía (1996): “No hay
     educación liberadora sin considerar al educando sujeto de conocimiento tanto como
     al educador. Sin em¬bargo, que ambos sean sujetos del conocimiento no significa que
     no exista “distinción esencial entre ellos” (1993). Su idea era más bien la siguiente:
     “Una de las buenas cualidades de un profesor, de una profesora, es dar testimonio a
     sus alumnos de que la ignorancia de algo es el punto de partida de la sabiduría, que
     equivocarse no es un problema, sino que forma parte del proceso de conocer y que el
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     error es un momento de la búsqueda del saber” (Freire, 1996; citado en Kohan, 2019).

        Para él, una pedagogía será tanto más crítica y radical cuanto más investigadora y
     menos llena de “certezas” sea. “Necesitamos de una educación en la cual los profesores
     no sean más meros transmisores del conocimiento que otras personas crearon y acerca
     de cuyo origen ellos nada saben, reforzando una forma de enseñar en la cual trans¬fieren
     ese conocimiento para los estudiantes sin ningún tipo de curiosidad histórica sobre
     este. Para cambiarlo, los docentes debemos seriamente cuestionar cómo pensamos y
     cómo conocemos” (citado en Darder, 2002, p. 12).

        Desde su condición de filósofo argumentó contra la pretendida “neutralidad” de la
     escuela y de los docentes, adoptando una perspectiva epistemológica muy relevante
     y poco cuestionada actualmente, desde la que el conocimiento disponible no puede
     afrontarse en la enseñanza como un conjunto de certezas inamovibles, ahistóricas y
     neutras. En consecuencia, para Paulo Freire la actividad educadora no es ni puede ser
     neutral, pues está impregnada de valores e intenciones; defendió la naturaleza política
     del trabajo pedagógico, que el docente ha de afrontar con respeto al ser y pensar de su
     alumnado, a su autonomía, siempre desde una posición abierta, crítica y dialogante.

       En consecuencia, la metodología freiriana se asienta en cuatro coordenadas
     específicas: la capacidad de asombro, creativa y transformadora de las personas; la
     naturaleza social del acto de conocer; la dimensión histórica del conocimiento y la
     renovación pedagógica permanente.
Desde esta concepción del conocimiento, la educación y sus actores, Freire identificó
dos formas de educación yuxtapuestas que hoy siguen interpelándonos: la bancaria y
la problemati¬zadora (1965 y 1968). La primera sirve para perpetuar la desigualdad, la
opresión y la deshumanización. Como ha señalado con acierto Walter Kohan en una
reciente e interesante obra (CLACSO, 2019), el modelo bancario es el que predomina
en muchas de nuestras aulas y sistemas educativos, y puede estar presente incluso
en programas revolucionarios, bajo los más nobles ideales. La segunda (un modelo
emancipador, dialógico con educadores/as y alumnos/as aprendiendo juntos con la
mediación del mundo) ofrece al alumnado, especialmente al más vulnerable y a sus
docentes, no solo la conciencia de su situación y del mundo actual, sino también el
deseo de transformarlos. Ciertamente hay un principio filosófico-político transversal
a su Pedagogía: “La deshumanización es la consecuencia de la opresión, y afecta a los
oprimidos y a quienes oprimen” (Freire, 168).

   Finalizaré esta breve aportación al justo homenaje que la revista TE hace al
insigne filósofo-pedagogo brasileño, con una referencia a la imperiosa necesidad de
reconocer, renovar y fortalecer la profesión docente, si deseamos renovar profunda y
permanentemente la metodología de enseñanza.

   Confío en que las reformas educativas actualmente en marcha en España y en
otros países, avancen verdadera y decididamente en sus objetivos de incrementar
la profesionalización y autonomía docentes, y que como denuncia Rosa Torres
en su prólogo a Cartas a los que pretenden enseñar (Freire, 1992), no se continúe
“profundizando el perfil subordinado y subvalorado del oficio docente, condenando
a los maestros a la enajenación y a la mediocridad, como meros implementadores
de currículos y textos escolares, y facilitadores de aprendizajes en cuya definición y
orientación no participan ni tienen control”.

   Ciertamente, será un avance muy importante reducir el enciclopedismo curricular,
identificar y consensuar las competencias clave para aprender, vivir, convivir y trabajar
en el siglo XXI, y los aprendizajes esenciales que las configuran. Pero esta reforma, por
sí misma, no producirá mejoras en los aprendizajes si no está alineada con políticas
que propicien una transformación profunda de la práctica docente –la metodología
y la evaluación–, también con plena implicación del profesorado. Releer a Freire nos
anima a educar, de tal forma, que uno de los resultados más importantes del proceso
sea el aumento de la consciencia, la motivación, la confianza y autoestima personal de
alumnos, alumnas y docentes.

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El CEIP La Biznaga y la
                          pandemia: transformando las
                            dificultades en posibilidades

     María José Parages López. Directora del CEIP La Biznaga de Málaga

              “Hay personas que hacen nacer flores donde nadie pensaba que fuese posible”

                                                                         Paulo Freire, 1994

       El estado de alarma por la Covid-19, en marzo de 2020, nos sorprendió a toda la
     población española y nos vimos de un día a otro en nuestras casas. Las escuelas
     tuvimos que cerrar las puertas y en dos días reinventar los procesos de enseñanza-
     aprendizaje. Pasamos de un espacio físico, donde niñas y niños convivían y
     compartían aprendizajes –independientemente de sus peculiaridades o de sus
16   contextos–, a un espacio virtual que, en muchos casos, no disponían de los recursos
     necesarios para la comunicación. Estábamos confinados, palabra de poco uso en
     nuestro contexto hasta ese momento.

        Era imprescindible, por tanto, que desde nuestro colegio propusiéramos una
     estrategia para afrontar esta situación de confinamiento, sin perder la idea de
     cooperación en grupos heterogéneos en la construcción de la cultura escolar como
     veníamos haciendo. Pero claro, ahora en la soledad de sus casas y sin la compañía de
     sus compañeras y compañeros, pero sí con la ayuda de sus familias y con la nuestra:
     el profesorado. Esta situación de confinamiento puso de manifiesto algunas de las
     desigualdades sociales que existían en nuestro colegio y que, en algunos casos,
     no éramos conscientes de ellas. Tras unos días de incertidumbre ante la novedosa
     situación, hicimos lo que teníamos que hacer, reflexionar sobre lo que nos ofrecía
     nuestro modelo educativo, el Proyecto Roma , y nos encontramos con Paulo Freire,
     como uno de los autores de nuestros fundamentos teóricos, que nos recordaba
     que ante situaciones adversas debíamos ser sensibles, fuertes e inteligentes,
     transformando las dificultades que teníamos en posibilidades educativas para
     compensar las desigualdades. Éramos conscientes de que los procesos de
     enseñanza y aprendizaje producen mayor desarrollo cognitivo y cultural en las
     clases presenciales que en las clases en línea, pero sin abandonar los principios de
     nuestro modelo educativo.

       Se nos había presentado una inesperada y sorprendente situación problemática
     que, además, no solo era común a todo el colegio, sino a todo el mundo. Sabíamos
     que teníamos que partir de las curiosidades e intereses que estaba viviendo
el alumnado. Es decir, de lo que sabían sobre el coronavirus y la situación de
incertidumbre y desconcierto que se nos había presentado con el confinamiento,
y de lo que necesitaban saber para resolver sus dudas, inquietudes y miedos
planteados. Este sería el origen de los nuevos procesos de enseñanza y aprendizaje
que teníamos que construir de manera compartida, a partir de las vivencias que el
alumnado estaba experimentando en sus casas.

Aprovechar la oportunidad

   No era cosa fácil lo que estábamos pensando hacer el profesorado, pero el modelo
educativo del Proyecto Roma tenía que servirnos en esta situación tan extraña para
que cada niña y cada niño desde su casa y con los medios que disponía generasen
un intercambio de lo que estaban viviendo y de cómo lo estaban viviendo, de qué
significado le daban a esta nueva situación y de cuáles eran sus comportamientos
y los de su familiares. Teníamos que aprovechar esta situación tan extraña e
inverosímil como una oportunidad para seguir aprendiendo. Porque, como dice
Freire: “una de las tareas del educador o de la educadora progresista es descubrir
las posibilidades –cualesquiera que sean los obstáculos– para la esperanza, sin
la cual poco podemos hacer porque difícilmente luchamos, y cuando luchamos
como desesperanzados o desesperados es la nuestra una lucha suicida, un cuerpo
a cuerpo puramente vengativo…” (Freire, 1993, p. 9). La esperanza por sí sola no
transforma nada, pero no se puede prescindir de ella si queremos cambiar algo.
Esta esperanza necesita de la acción para ser una realidad y eso era lo que nosotros
interpretamos, en esos momentos de confusión, que nos quería decir Freire cuando
habla de transformar las dificultades en posibilidades. Por esto pasamos a la acción
y decidimos proponer el proyecto: ¿Qué podemos aprender del confinamiento y
qué cambios tenemos que hacer?

   Teníamos por delante una gran tarea y era llegar a un acuerdo, primero entre el
profesorado, y después con las familias y el alumnado, para hacer realidad esta idea
y hacerla de manera coordinada y cooperativa. Una vez llegados a este acuerdo,
debíamos identificar, describir y comprender muy bien cuál era la situación
problemática que teníamos y cómo nos iba a servir para seguir aprendiendo. O
sea, construir el currículo escolar desde la situación problemática que nos había
planteado la Covid-19 y lo haríamos, como siempre, a través de un proyecto de
investigación común a todo el centro. Nos hicimos conscientes, alumnado y
profesorado, de los importantes cambios que se estaban produciendo en la
naturaleza gracias al confinamiento de los seres humanos, de cómo los animales
volvieron a ocupar espacios que les habíamos negado, y, sobre todo, las niñas y
los niños tomaron conciencia de la importancia del tiempo familiar y mostraban
su alegría ante la recuperación de sus familias. Por esto, más que enumerar
conocimientos sobre un virus o una pandemia, decidimos ver qué podíamos
aprender del confinamiento para después influir en nuestros contextos para
transformarlos. De ahí que a nuestro proyecto le tituláramos así. Sobre todo, para
repensar, cuando pasase esta situación de pandemia, si la vida en nuestro colegio y
en nuestras familias tenía que seguir siendo como lo venía siendo o debía cambiar.

                                         17
Me refiero a que las y los docentes debemos ser conscientes –también las familias
     y el alumnado– de que estas situaciones tan extraordinarias como la Covid-19 nos
     zarandean en un principio, pero nos sirven para salir del letargo en el que muchas
     veces estamos metidos sin saberlo.

        Los retos globales que configuran nuestro tiempo, desde el cambio climático
     hasta la pandemia de la Covid-19 que nos azota, hacen necesaria una auténtica
     transformación educativa en las escuelas que dote de herramientas mentales y
     culturales, y de una ética democrática al alumnado para afrontar las turbulencias
     del siglo en el que nos estamos adentrando. En particular el conjunto de
     transformaciones ecológico-ambientales derivadas de las actividades humanas,
     que conforman el cambio global y alteran las posibilidades de sostener la vida
     humana en el planeta. Una situación que implica necesariamente que tengamos
     que cambiar qué enseñamos y cómo enseñamos, para que nos permita educar
     integralmente al alumnado para saber enfrentarse a unos desafíos sin precedentes
     y le permita visualizar que es posible vivir de otra manera.

        Como directora, por tanto responsable pedagógica del centro, asumí el papel de
     la coordinación de los grupos de aprendizaje de cada clase en un espacio virtual y
     en un tiempo común, y debía hacerlo de manera democrática, desde la igualdad/
     equidad y la libertad, y no era fácil hacerlo con firmeza sin ser autoritaria. Confiaba
     en saber crear un ambiente “virtual” para que los grupos comprendieran el valor
     de lo que estábamos haciendo, de manera que todos aportaran sus experiencias
     de cómo estaban viviendo esta situación. Fue una tarea compleja, pero se tomó
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     como tarea muy didáctica de aprendizaje en el alumnado y de enseñanza en el
     profesorado, porque suponía pasar de la pasividad y la receptividad tan habituales
     en la enseñanza virtual, al protagonismo y la acción donde los niños y las niñas eran
     agentes activos junto al profesorado, donde “todos aprenden y todos enseñan en
     un diálogo intersubjetivo, donde el educador tiene que enseñar y el educando tiene
     que aprender” (Freire, 1994, p.9). El diálogo que se creó constituyó una estrategia
     educativa fundamental centrada en el desarrollo de la conciencia social crítica,
     tanto en el alumnado y sus familias, como en el profesorado. La participación e
     implicación de todos los colectivos en esta propuesta pedagógica, además de ser un
     principio reconocido y desarrollado en nuestro centro, fue una de las características
     que la definieron.

        La clave se encontró en la actitud democrática del profesorado del colegio que
     comprendió que solo a través de la participación y el diálogo podíamos llegar a que
     el alumnado se comprometiera “virtualmente” en la construcción del conocimiento
     de manera cooperativa, como ya les era habitual de manera “presencial”. La
     enseñanza y el aprendizaje surgen entonces de la interacción continua entre
     reflexión, diálogo y acción, es decir, de la praxis. Suponía poner en práctica todo lo
     que habíamos aprendido en el Proyecto Roma para transformar las dificultades en
     posibilidades . No era una cuestión solo de practicar, sino también de ir a la teoría
     para comprender y mejorar nuestra práctica.

        La puesta en acción generó grandes dificultades, pues había que tener
     disponibles un amplio repertorio de recursos para ayudar a cada grupo a
conectarse, concentrar su atención, superar las dificultades con las que se
topaban y desarrollar la cooperación en los momentos más difíciles. No olvidaré
los momentos tan emocionantes que hemos vivido cuando los propios grupos
internamente superaban las dificultades que encontraban, creando continuamente
las estrategias necesarias para seguir desarrollando su proyecto de investigación y
esto con el continuo acompañamiento de sus familias.

   En concreto, en la planificación de la acción que hicimos con cada uno de los
grupos coincidíamos en que tanto el proceso de investigación que se hiciera como
lo que se construyera en el plan de operaciones para mostrarla en la Asamblea
Final, debía ser en un formato digital, puesto que desconocíamos si íbamos a poder
volver a las aulas y, en el caso de poder hacerlo, cuándo sería. Es en este momento
cuando comenzaron a crearse grupos de cada clase en diversas redes sociales en
los que participaban, unas veces los grupos pequeños de estas clases, otras familias
y profesorado, o el profesorado y el alumnado, etc., pero en todos ellos la finalidad
fundamental era la cooperación: buscar la herramienta más adecuada para lo
que se iba a presentar, aprender a utilizarla, compartir información encontrada,
juntarse para leer, analizar y sintetizar un texto, acordar las normas más adecuadas
para que todo saliera tal y como estaba planificado, etc. Todo ello generó grupos
funcionando durante todo el día a pleno rendimiento, cada cual aportando lo mejor
de sí mismos para avanzar en nuestro proyecto de centro.

   Fuimos resolviendo las dificultades que se nos iban presentando desde la
confianza, la ayuda y la cooperación entre los distintos colectivos. Se entregaron
todos los ordenadores del centro a las familias que no disponían de ellos, se
contrataron plataformas de videoconferencias estables que se pusieron al servicio
de la comunidad, mientras se nos ofrecía una que nos permitiera poder realizar todas
las conexiones que necesitábamos al día. Incluso llegamos a tener conocimiento de
algunas familias que se hicieron cargo de la conexión a Internet de otras familias
para que no se quedaran descolgadas. Todo esto nos permitió llegar al 19 de junio,
sábado, en el que toda la comunidad educativa nos conectamos en una Asamblea
General donde cada clase compartió con el resto del colegio lo construido y los mapas
de aprendizajes realizados. ¡Fue espectacular, 96 dispositivos conectados, más de
180 personas de todos los colectivos para compartir qué habíamos aprendido,
cómo lo habíamos hecho y, sobre todo, qué queremos seguir aprendiendo!

  Elaboramos el Mapa de Aprendizaje del proyecto del centro con las aportaciones
de todas las clases. Hay que destacar que en esa asamblea había una preocupación
común y era el haber tomado conciencia de lo mal que lo hemos hecho los seres
humanos con respecto a la naturaleza y a nosotros mismos, y por qué ha sido así. De
esta inquietud nació el nuevo proyecto que en este momento estamos llevando a
cabo en nuestro colegio: ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? En él vamos a construir
una gran línea del tiempo a lo largo del curso 2020-2021 para analizar qué ha
sucedido desde la creación del planeta hasta nuestros días, poner de manifiesto
nuestros errores y cómo podemos enmendarlos.

                                         19
¿Nueva normalidad?

        Recordando la experiencia del curso pasado podemos decir que fue todo un éxito,
     porque permitió que las niñas y los niños se conocieran mejor, conocieran sus casas,
     descubrieran valores y sentimientos comunes, ganaran confianza en sí mismos y
     pudimos seguir el proceso educativo de cada grupo. También he de señalar que el
     trabajo del profesorado fue extenuante porque requería una entrega de 24 horas
     diarias para estar frente al ordenador, preparar documentación, lecturas constantes,
     dar respuesta a las necesidades que se planteaban en los distintos grupos, ayudar a
     las familias para que pudieran realizar el gran trabajo de cooperación que se desarrolló
     entre ellas, etc. Pero lo que más se puso de manifiesto fue el resultado del gran esfuerzo
     realizado en nuestro colegio durante años por crear un espacio de construcción del
     conocimiento valorando las diferencias donde todas las personas son imprescindibles.
     Podemos afirmar que, en esta difícil situación, nadie se quedó atrás en las clases, ya
     que los aprendizajes realizados superaron con creces a los esperados en situación de
     confinamiento.

        Todo esto que estoy expresando no tiene cabida en la didáctica tradicional que vive
     nuestro sistema educativo. Es decir, un currículo fragmentado en horario, en disciplinas
     y, para determinado alumnado, reducidos en objetivos, competencias y contenidos.
     Sabemos que el desarrollo de los seres humanos depende de la educación y de la cultura
     que se ofrece; por eso, si se reducen las formas de socialización y procedimientos de
     acceso a la cultura, las personas se desarrollan deficitariamente. Entonces ¿por qué
     se segmentan estos aprendizajes dentro de la escuela? Nosotros partíamos de una
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     concepción holística del aprendizaje y de un currículo interdisciplinar y no segregador.
     Nos interesan mucho los aprendizajes cotidianos externos al contexto escolar y,
     de manera muy especial, cómo se estaba viviendo el estado de confinamiento. La
     responsabilidad profesional de las y los docentes viene determinada por el derecho
     a la educación de todas las niñas y todos los niños. Y en esos momentos se estaba
     viviendo una situación extraordinaria que ellos debían conocer, analizar y opinar y,
     por tanto, no se debía obviar. Ello requería un profesorado bien preparado científica
     y humanamente que, además de una formación práctico-teórica, supiese transformar
     la situación problemática general del centro en proyectos educativos en cada clase.

        Esto fue lo que el profesorado de La Biznaga hizo durante el estado de confinamiento
     por la Covid-19. Porque, pensamos que el papel de las y los docentes en la escuela
     pública no puede limitarse a transmitir contenidos a través de herramientas Web,
     Moodle o cualquier otro artefacto, sino que hemos de construir contextos bien
     cualificados para que las niñas y los niños puedan aprender juntos estrategias
     generales y específicas que les permitan transformar la situación planteada y otras
     problemáticas futuras en oportunidades de aprendizaje. Fue algo más, fue un proceso
     de humanización lo que se produjo, al participar unidos familia, alumnado y docentes.
     El profesorado se hizo consciente de que nuestra escuela como centro innovador solo
     podría lograr sus pretensiones si todos nos humanizamos. Es decir, teníamos que
     saber que en ese proceso de transformación que estábamos experimentando nuestro
     alumnado era más libre y menos dependiente de la cultura hegemónica (alienación)
     que se estaba dando en otros colegios donde, además, se hablaba de una nueva
     normalidad.
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