Doña Cristina Garmendia - Ministra de Ciencia e Innovación Celebrado el 15 de julio de 2009. Madrid
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Doña Cristina Garmendia Ministra de Ciencia e Innovación Celebrado el 15 de julio de 2009. Madrid Con la colaboración de
Cristina Garmendia, Ministra de Ciencia e Innovación. Ministras, Ministro, Autoridades, Amigas y amigos: Quiero comenzar agradeciendo al Foro Nueva Economía su amable invitación y felicitar a su director por el éxito de los desayunos del Foro España Innova. Tengo, igualmente, que agradecer las amables palabras que Javier Gómez-Navarro me ha dedicado en su presentación. En los últimos meses el Foro España Innova ha congregado a destacados conferenciantes y a un público diverso y representativo de nuestra sociedad. Un público interesado en escuchar y debatir ideas sobre el papel que debe jugar la ciencia y la innovación en nuestro desarrollo social y económico. Un público involucrado y participativo, en el que puedo reconocer hoy a múltiples personalidades del ámbito empresarial, académico y político de nuestro país. A este público experto, que ha oído hablar en innumerables ocasiones del tan necesario cambio de modelo productivo, no pretendo convencerle de las virtudes de la innovación, creo que las conocen sobradamente. Más bien me propongo compartir la información de la que disponemos y en la que nos basamos para afirmar que la transición de nuestro país hacia una economía innovadora es factible y oportuna en las actuales circunstancias. Es más, trataré de demostrarles que el cambio de modelo ya ha comenzado y que existen evidencias que así lo demuestran. Hace aproximadamente un año, en esta misma sala y en un desayuno igualmente organizado por el Foro Nueva Economía, D. Antonio Garrigues, me decía que “lo que no se mide, no progresa”. Yo comparto su convicción y por esta razón encomendé a la Fundación Española de la Ciencia y la tecnología, la puesta en marcha de un observatorio capaz de aportar datos objetivos sobre la evolución de diversos indicadores relacionados con la ciencia e innovación en España. Pues bien, El Observatorio de la Innovación y el Conocimiento, ICONO, es ya una realidad. Este instrumento, de análisis y prospectiva está destinado a apoyar la toma de decisiones y a ofrecer información especializada abierta a todos los usuarios. En los próximos meses ICONO va a desplegar en una importante oferta de servicios informativos y documentales. Además contará con grupos de trabajo sectoriales para interpretar y anticipar las tendencias y estrategias en materia de innovación. El observatorio ICONO nos permitirá seguir “en tiempo real” el cambio de modelo y, de hecho, son algunos de sus datos –obtenidos a partir de diversas fuentes primarias-, los que nos permiten afirmar que ese cambio, hacia una economía más innovadora, ya ha comenzado.
Hoy por tanto, no me esforzaré en reivindicar un papel para la innovación en un futuro modelo que está por llegar, los datos nos indican que ya estamos transformándonos en una economía más innovadora. Sin embargo esos mismos datos nos advierten que no estamos evolucionando a un ritmo suficiente y por eso me gustaría centrar mi reflexión en justificar por qué, precisamente ahora, es el momento de doblar nuestra apuesta por la innovación desde las administraciones y, sobre todo desde las empresas. Y trataré de describirles de qué manera vamos a incentivar y a maximizar las posibilidades de éxito de esta apuesta desde el Ministerio. En definitiva, la pregunta que pretendo responder no es ¿por qué innovación? Sino más bien ¿por qué ahora? ¿Por qué ahora, cuando nuestra economía ha tocado fondo, dedicamos espacios como éste a hablar de un nuevo modelo, en lugar de centrar todos los esfuerzos en paliar los daños y reestablecer el modelo con el que hemos crecido durante 15 años? Esta cuestión no es trivial y tiene varias respuestas. En primer lugar, hay que recordar que lo más urgente —dar respuesta a los daños que ha sufrido nuestra economía y tratar de resolver sus efectos más nocivos en el corto plazo—, no puede hacernos obviar lo importante, que es poner en marcha las medidas necesarias para salir fortalecidos de la crisis económica en la que estamos inmersos. Por otro lado, no estamos ante un modelo deteriorado coyunturalmente o ralentizado por la falta de “combustible”, sino ante un colapso que nos obliga a recuperar el crecimiento económico a la vez que corregimos nuestras debilidades estructurales, las mismas que han agravado en nuestro país los efectos de una crisis de magnitud global. Si me permiten el símil, no se trata tanto de una recarga de combustible, como de un cambio de motor. Y además hemos de completar esta operación de “reparación”, que iniciamos en 2004, en un contexto de máxima urgencia y en un escenario de austeridad y contención del gasto, en el que la obligación inquebrantable de usar de la manera más eficiente los recursos públicos, se vuelve especialmente relevante y prioritaria. En estas circunstancias, nuestro compromiso como Ministerio de Ciencia e Innovación es optimizar los recursos y las capacidades acumuladas en los últimos años por el Sistema Español de Ciencia y tecnología y empresa para que contribuyan a nuestra recuperación económica y a construir un modelo productivo y de desarrollo social sostenible para nuestro país. Ahora que somos la novena potencia científica mundial —de acuerdo con el análisis realizado por el observatorio ICONO a partir de fuentes internacionales de referencia— y uno de los pocos países del mundo que están por encima de la media OCDE en inversión pública en I+D respecto al PIB, necesitamos promover activamente nuevas capacidades en nuestro tejido productivo que permitan que nuestro capital científico se traduzca en capital innovador. Pero antes de referirme a la estrategia con la que pretendemos abordar este reto, me gustaría abundar en los argumentos que hacen que este momento sea especialmente
adecuado para que apostemos como país por la innovación como palanca de recuperación y crecimiento económico: 1) En primer lugar, la crisis financiera internacional ha hecho visible para todos los españoles lo que constituía una certeza para muchos analistas desde hace décadas: España ha crecido con un modelo frágil e insostenible, más que por el excesivo peso de algunos sectores, por la lenta evolución de la productividad que nuestra economía ha registrado desde los años 80. De una manera aproximada, la productividad podría describirse como un cociente entre el valor añadido bruto y el coste total de los factores —capital y trabajo- . Por lo que – siempre de acuerdo con esta descripción simplificada- Los incrementos de productividad pueden provenir, bien de reducir los costes en el denominador –entre ellos los costes salariales-, o bien de aumentar el valor añadido bruto de la producción, al menos, a mayor ritmo que los costes. Por tanto, con esta aproximación, si bien la innovación, no es el único camino para mejorar la productividad, si es la mejor garantía para hacerlo sin amenazar las cotas de bienestar social y calidad de vida que los españoles han conquistado en los últimos años, un logro colectivo al que este Gobierno no está dispuesto a renunciar. 2) El segundo argumento es, claramente, de oportunidad. Hoy España por fin cuenta con un importante capital humano, científico y tecnológico que poner en valor. Como les anticipaba, al reconocer que España suele aparecer por debajo del lugar que le corresponde en los rankings internacionales de innovación, conviene recordar nuestra escalada en los rankings científicos globales, desde una posición insignificante hace poco más de dos décadas —con el 0,7 % de la producción científica global en 1981— hasta convertirnos en la novena potencia científica mundial, con el 3,1 % de la ciencia publicada en el año 2006. En pocos años, nuestros investigadores han multiplicado por nueve la producción científica nacional, en el mismo periodo que la ciencia mundial en su conjunto se multiplicaba solamente por dos. Hoy producimos más ciencia, de mayor calidad y de mayor relevancia, y el porcentaje de la población activa que realiza actividades de I+D se encuentra más cerca que nunca de la media europea. Pero además, los ciudadanos deben saber que el dinero público invertido en I+D —que se ha triplicado en 5 años— ya está dando sus frutos en términos productivos. En otras palabras, deben saber, como les anunciaba al inicio de mi intervención, que el cambio de modelo ya ha comenzado. Gracias al importante aumento de recursos públicos destinados a la I+D+i y a su efector tractor, la inversión empresarial en investigación y desarrollo tecnológico ha registrado igualmente importantes tasas de crecimiento —superiores al 15% anual en los últimos 3 años—, uno de los ratios más altos de todos los países OCDE. Sabemos, además que las empresas y sectores innovadores están resistiendo mejor la crisis y, en algunos casos —como el del sector biotecnológico— continúan generando empleo y creciendo a un ritmo vertiginoso.
3) Esta evidencia, me conduce al tercer argumento que nos legitima para asegurar que el impulso a la innovación es en estos momentos más pertinente que nunca. Este argumento no es otro que la demostración empírica de que la innovación es aquí –en España- y justamente ahora, una actividad rentable y, por tanto, que el modelo productivo que impulsamos es económicamente sostenible. Un estudio recientemente publicado por el Ministerio, a partir de los datos de las empresas solicitantes de nuestras ayudas, revela que la inversión en I+D+i incrementa en un 16% la productividad de las Pequeñas y Medianas Empresas y en un 18% el valor de sus exportaciones. Es decir —y es nuestra obligación seguir recordándolo— invertir en innovación mejora de forma significativa la competitividad en nuestras PYMES. Respecto al empleo, hemos comprobado que la inversión en I+D+i realizada de forma sistemática ―durante al menos dos años consecutivos― tiene efectos positivos: las PYMES innovadoras generan más empleo y, además, es un empleo más estable y sostenible. Con estos tres argumentos podríamos resumir que la transición hacia una economía innovadora es, justamente ahora, conveniente, oportuna y rentable. Y para lograrla con la mayor eficiencia posible, debemos ser capaces de trabajar simultáneamente para: 1) Por un lado, consolidar y fortalecer el sistema científico español, asegurando la posición alcanzada en los últimos años entre las potencias mundiales, 2) y, En paralelo, impulsar decididamente políticas de transferencia de tecnología e innovación empresarial, para corregir la brecha existente entre nuestras capacidades de generar conocimiento y de aplicarlo en beneficio de la economía y de la sociedad. Ahora que ya saben lo que queremos hacer, imagino que se estarán preguntando cómo vamos a hacerlo: ¿Cómo vamos a transformar nuestro potencial investigador en potencial innovador?, es decir, ¿cómo lograremos que los resultados de la investigación científica y tecnológica se traduzcan en productos, servicios y procesos que generen riqueza y bienestar? Evidentemente no es una tarea fácil. En primer lugar, porque la innovación depende de la capacidad de emprendimiento, de los niveles de asunción de riesgo, y de la visión y objetivos de empresas y empresarios. En segundo lugar, porque la innovación se ve afectada por cuestiones estructurales: la regulación, el sistema educativo, el sistema de salud y las propias infraestructuras físicas y de comunicaciones; pero también por el mercado de trabajo y la movilidad geográfica de los recursos humanos, entre otros factores. En tercer lugar, porque en el proceso de innovación resultan críticas las contribuciones de nuevos agentes y las relaciones entre ellos. A pesar de estas dificultades o, mejor dicho, precisamente por ellas, es necesario impulsar políticas activas de innovación. Y es en este contexto, en el que el Ministerio de Ciencia e Innovación ha creado la Secretaría General de Innovación, a la que ha quedado adscrito el Centro para el Desarrollo Tecnológico Industrial como agente
evaluador y financiador de la I+D empresarial, y que también cuenta con la Dirección General de Transferencia de Tecnología y Desarrollo Industrial ,encargada de impulsar todas las políticas de este departamento en materia de transferencia de conocimiento, cooperación público privada e infraestructuras de interfase entre ciencia, tecnología y empresa. La Secretaría General de Innovación complementa las actuaciones de la Secretaría de Estado de Investigación —que se enfocará en la producción de conocimiento y en la internacionalización de nuestro sistema científico— y dota a las propias actividades del CDTI de un marco de acción política que era necesario para el cumplimiento de los objetivos que nos hemos propuesto como ministerio. Esta reflexión nos ha llevado igualmente a proponer el diseño de una Estrategia Nacional de Innovación: un compromiso político de largo alcance que pueda ser compartido por todas las administraciones y por el resto de agentes económicos y sociales involucrados en el impulso a la innovación. Estos agentes son muchos y muy diversos, y están particularmente fragmentados en el ámbito institucional, con diferentes competencias y funciones distribuidas en administraciones locales, autonómicas, nacionales y europeas. En este complejo mapa institucional, se hace evidente la necesidad de una mayor coordinación. En este sentido, el Ministerio de Ciencia e Innovación está comprometido a asumir una función catalizadora capaz de movilizar y alinear las políticas con impacto en la innovación también con otros departamentos del Gobierno. Además, el Ministerio de Ciencia e Innovación, en estrecha colaboración con el Ministerio de Política Territorial, va a promover acciones concertadas con los gobiernos de las Comunidades Autónomas y va a conectar estas actuaciones con las políticas europeas y con otras buenas prácticas internacionales. Una de las fortalezas con las que contamos para impulsar la innovación es, sin ninguna duda, el Centro para el Desarrollo Tecnológico Industrial. En los últimos años, el CDTI ha tenido una progresión espectacular –pasando de gestionar 368 millones en 2004 a 1233 millones en 2009-, y se ha consolidado como modelo de gestión ágil y eficiente similar a las agencias de innovación que existen en los países más avanzados. Desde la puesta en marcha del Ministerio, el CDTI ha pasado a desempeñar la función de ventanilla única para las ayudas a la I+D empresarial. De este modo, el centro gestiona todos los fondos que el Ministerio destina en 2009 a apoyar la investigación y el desarrollo que realizan nuestras empresas. Esta gestión “orientada al cliente” ha hecho posible que en el primer cuatrimestre de 2009 el Ministerio de Ciencia e Innovación haya duplicado el número de ayudas concedidas, a través del CDTI, para proyectos empresariales de I+D respecto al mismo período del año anterior. Simultáneamente, las solicitudes de ayudas a empresas tecnológicas de nueva creación se han triplicado frente al mismo periodo de 2008. Estos magníficos resultados, son posibles gracias a la flexibilidad y agilidad con las que opera el centro. Unas características que nos han permitido poner en marcha, en los
últimos meses, un paquete de medidas anticrisis, orientadas a minimizar el impacto de la coyuntura económica adversa en el tejido de empresas innovadoras. Les resumo algunas de estas medidas: Gracias a la designación del CDTI como ventanilla única hemos simplificado la solicitud de ayudas y asegurado que la mayoría de las convocatorias permanezcan abiertas todo el año. Junto a ello, hemos dotado de mayor flexibilidad a los instrumentos existentes, como el Programa CENIT, y diseñado nuevos instrumentos pensados para la PYME, como el programa Interempresas o el NEOTEC 2. Por otra parte, y atendiendo a una demanda especialmente crítica en estos momentos, hemos reducido la exigencia de avales y garantías financieras a las pequeñas empresas, a la vez que complementamos todas las ayudas con tramos de subvención directa. Adicionalmente, elaboramos informes gratuitos para que las empresas beneficiarias de las ayudas del CDTI obtengan automáticamente las correspondientes deducciones fiscales por actividades de I+D+i. Unas deducciones que son las más generosas de la OCDE y que, como saben, el gobierno ha decidido mantener más allá de 2011. Más recientemente, y también para facilitar la liquidez de las empresas innovadoras, hemos autorizado el anticipo del 25% del presupuesto aprobado para todas las ayudas concedidas por el CDTI, con un límite de 300.000 Esta medida será aplicable a todas las empresas ―con independencia del tamaño― cuyos proyectos sean aprobados a partir de este mes de julio. No obstante, y aunque los datos del último año y primer trimestre de 2009 son buenos en cuanto al número de proyectos financiados y empresas participantes en nuestros programas, necesitamos complementar el buen trabajo que lleva a cabo el CDTI en materia de I+D empresarial con otras actuaciones que permitan ampliar el perímetro total de empresas innovadoras en España. Y es que las medidas de las que les he hablado —aquellas a las que el CDTI dedica la mayoría de sus recursos— están orientadas a empresas que ya son innovadoras o nacen con voluntad de serlo, empresas que, si me permiten la expresión, constituyen “la élite de nuestro tejido productivo”. Pero el cambio de modelo ni puede enfocarse en las élites, ni se va a producir por la sustitución de unos sectores agotados por otros emergentes, sino por la progresiva generación y absorción de innovaciones en todos los sectores de la economía —con dinámicas diferentes, desde luego, según se trate de sectores maduros o en expansión y en función del tamaño empresarial y la intensidad tecnológica de cada sector—. Para abordar el reto de transformarnos hacia una economía innovadora de manera equilibrada y no excluyente, hemos identificado cinco “vectores del cambio del modelo productivo y del fomento de la innovación empresarial” cuyo impulso consideramos prioritario. 5 vectores que podemos considerar los ejes de esa Estrategia Nacional de Innovación.
1. El primero de estos vectores es la modernización, adaptación y creación de un entorno financiero proclive a la innovación empresarial. La falta de acceso a financiación privada para la innovación es uno de lo déficits endémicos de nuestro sistema. La posibilidad de obtener atractivas plusvalías en mercados altamente especulativos ha disuadido históricamente a los inversores españoles de operaciones tecnológicas, con mayor riesgo aparente —el riesgo técnico o científico— pero que se están mostrando más sólidas y sostenibles a medio plazo. El gobierno trabaja ahora desde diversos frentes para crear un marco estable y favorable a la innovación, un marco que contemple dimensiones diferentes: desde los mercados de capitales y la financiación bancaria al capital riesgo y la atracción de inversión extranjera directa en I+D+i. 2. El segundo vector es la dinamización de los llamados “mercados líderes sostenibles” mediante regulación y compra pública. Nos proponemos que nuestras empresas sean líderes innovadores y exportadores de su innovación en aquellos sectores o actividades en los que España tiene ya un liderazgo reconocido internacionalmente, que es la consecuencia de políticas prioritarias para este gobierno. Se trata de mercados en los que una adecuada regulación, una inversión sostenida en capacidades científicas y tecnológicas ―que ya venimos desarrollando― y un importante estímulo de la compra pública innovadora pueden y deben armonizarse para mejorar nuestra competitividad y capacidad exportadora. Me refiero a sectores como la llamada economía verde y la economía social o asistencial. Dos ámbitos que se corresponden con dos prioridades políticas del gobierno: la apuesta por las energías renovables y la lucha contra el cambio climático, y el apoyo a personas con situaciones de dependencia. Se trata de iniciativas caracterizadas por el importante rol que adquieren las administraciones públicas, a través de la regulación y la compra pública de tecnología. Pretendemos que esta capacidad tractora del sector público pueda ayudar a consolidar sectores empresariales competitivos en torno a estas actividades. De la misma manera, otro sector que puede actuar como “mercado líder sostenible” es la que hemos querido denominar “industria de la ciencia”. El despliegue del Mapa Español de Instalaciones Científico Técnicas Singulares― aprobado en la III Conferencia de Presidentes de 2007― está permitiendo a un conjunto de empresas españolas de los sectores de la construcción y equipamientos, entre otros, especializarse en nichos de alto valor añadido. Estas empresas están siendo ya capaces de competir por proyectos similares fuera de España con muy buenos resultados. Hasta la fecha, carecíamos de una estrategia para facilitar esta capacitación tecnológica de nuestras empresas. Ahora nos proponemos desarrollar un plan de acompañamiento al despliegue del Mapa de ICTS, de modo que las empresas españolas logren más y mejores contratos dentro y fuera nuestras fronteras.
3. El tercer vector de nuestras políticas de innovación es la internacionalización de las actividades innovadoras: Este es un eje en el que, en los últimos meses, se han producido avances notables, para no extenderme me referiré solamente a los importantes acuerdos alcanzados con Países como Japón o Suiza y 4. El cuarto vector de la Estrategia de Innovación se centra en la difusión de la innovación a todo el tejido productivo. Esta tarea ha de contar necesariamente con la colaboración de las administraciones autonómicas, así como con agentes de implantación territorial como las Cámaras de Comercio, los Parques Científicos, los Centros Tecnológicos, o las Asociaciones empresariales, que ya están haciendo una importante labor de promoción de la innovación a todos los niveles. En este ámbito, hemos depositado muchas expectativas en la consolidación de la Red PIDI ―la Red de Puntos de Información sobre I+D+i― como un verdadero sistema de “atención primaria” que resuelva, en primera instancia, las necesidades y consultas de los empresarios y emprendedores interesados en la innovación. Con esta red, que ya tiene más de 100 nodos, pretendemos complementar la importante inversión que realizamos en proyectos consolidados de I+D empresarial, para llegar a empresas de menor tradición innovadora o intensidad tecnológica que han decidido emprender el camino de la innovación. 5. El quinto y último vector de la Estrategia es, realmente, aquel sobre el que ha de pivotar el cambio de modelo: Me refiero a las personas. Desde el Gobierno vamos a redoblar nuestros esfuerzos para seguir incorporando talento al tejido productivo, para hacer que el talento y la creatividad que ya atesoran nuestras empresas puedan ponerse en valor, justamente ahora, que es cuando más lo necesitamos. Este año, gracias al Plan E, más de 1.300 doctores y tecnólogos se incorporarán en empresas Españolas mediante el Programa Torres Quevedo, con el que el Ministerio financia parcialmente sus salarios durante tres años. Se trata de la mayor convocatoria del programa Torres Quevedo desde que este se pusiera en marcha y además, de forma extraordinaria, las empresas beneficiarias recibirán todas las anualidades de ayuda en un único pago en 2009. Nuestra intención es seguir reforzando este programa y, en general, las actuaciones que permitan que las personas sean catalizadores del cambio. En este sentido, quiero destacar también la importancia de impulsar en España una verdadera cultura ciudadana de la Innovación. Un objetivo en el que trabajamos desde la Fundación Española de Ciencia y Tecnología con el nuevo “Programa de Cultura Científica y de Innovación”, que hemos querido poner en marcha precisamente cuando celebramos, en 2009, el Año Europeo de la Creatividad y la Innovación. Resumiendo, estamos convencidos de que estos cinco vectores van a condicionar las medidas instrumentales que pondremos en marcha, pero también influirán en los
cambios estructurales que estamos impulsando para que el conocimiento, la innovación y la creatividad sean, en un futuro cercano, las principales fuentes de valor añadido de nuestro tejido productivo. Estos cambios estructurales, que afectarán a los distintos agentes del sistema de ciencia, tecnología y empresa, y a las relaciones existentes entre ellos, se incorporarán en diversas iniciativas legislativas. Iniciativas como la futura Ley de la Ciencia y la Tecnología ―con indudable impacto en el cambio de modelo― sobre cuyo borrador no me extenderé en esta ocasión por falta de tiempo, aunque quedo a su disposición para poder tratarlo en el turno de preguntas. O, desde luego, como la Ley para el impulso a una Economía Sostenible, cuyo anteproyecto está en fase de preparación en el Ministerio de Economía y Hacienda. Queridos amigos y amigas, voy terminando. Gracias al importante aumento de recursos públicos destinados a la I+D+i —que se han triplicado en los últimos 5 años— y al estímulo que han supuesto estos recursos para aumentar, a su vez, la inversión empresarial en investigación e innovación —con crecimientos superiores al 15% anual— nuestro país está hoy preparado para emprender el camino que debe situar a España, en el año 2015, entre las 10 economías más innovadoras del mundo. Esta es la meta que nos plateamos en el Ministerio al inicio de la legislatura, y que mantenemos a pesar de la compleja coyuntura, porque sabemos que haciéndolo respondemos a la voluntad de la mayoría de los ciudadanos. Unos ciudadanos que ya no perciben la inversión en ciencia como un lujo del que se puede prescindir en momentos de crisis; que exigen que la ciencia se traduzca en innovaciones: en productos y servicios que puedan satisfacer sus necesidades, en respuestas a los retos globales a los que nos enfrentamos. Unos ciudadanos conscientes de la relevancia de los avances científicos y tecnológicos en su salud, su trabajo, su bienestar y sus posibilidades de futuro. Ciudadanos que son trabajadores y empresarios decididos a avanzar hacia un nuevo modelo de desarrollo económico más basado en la creatividad y en la innovación. Muchas gracias.
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