El Carácter Social del Pensamiento de Hostos y su Aplicación en el Programa de la Liga de Patriotas de Puerto Rico - OFDP ...
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El Carácter Social del Pensamiento de Hostos y su Aplicación en el Programa de la Liga de Patriotas de Puerto Rico por Juan Mari Brás Para Eugenio María de Hostos la persona humana --sujeto principal de la vida conocida-- es parte y resultado de una realidad biológica y social. Si bien la vida humana se engendra mediante un fenómeno biológico, éste es a su vez producto de una relación social. Y a raíz del nacimiento, se incorpora a la primera unidad social, que es la familia. De ahí la mayor jerarquía que su pensamiento asigna a todo lo relacionado con lo social. La sociología, dice, es la ciencia madre en el estudio de la sociedad. Ésta es, a su vez, la concreción natural de la evolución en la interacción y convivencia entre los seres humanos. Sus primeras influencias filosóficas, obtenidas durante sus años juveniles de estudio y forcejeos intelectuales en la España de mediados del siglo diecinueve, lo ubicaron dentro del positivismo de Augusto Comte, que --a diferencia de las antiguas creencias en que se fundaron los regímenes monárquicos y sus instituciones religiosas planteaban que todo en el universo se ha de basar en un orden natural y no en conceptos y abstracciones sobrenaturales. Pronto fue atraído hacia la versión española del idealismo krausista, representado -- durante su paso como estudiante en la Universidad en Madrid—por su maestro Julián Sanz del Río, a quien se le acreditaba como creador de la versión española del krausismo. Cuando, decepcionado con lo que consideró una traición del liderato de la Revolución Gloriosa de España de 1868 a la causa de la libertad de las colonias antillanas que le habían prometido impulsar sus compañeros de lucha una vez alcanzaran el poder derrocando la monarquía, el gran antillano que fue siempre Hostos decidió volver a América y dedicar sus esfuerzos a la causa de la libertad de Las Antillas. Su comprensión de la base sociológica del Derecho en América la va adquiriendo en sus peregrinajes por el nuevo mundo. Entre 1870 y 1874 recorre gran parte del continente desde Nueva York hasta Chile y Argentina. Escribía reportajes sobre todos los países que visitaba, en algunos de los cuales permaneció por extensos períodos, y también revelaba impresiones en su diario, que es ciertamente uno de sus mayores logros literarios. Esos reportajes los publicaba en diversos periódicos, ya que el ejercicio del periodismo enciclopédico de aquella época fue uno de sus principales medios de subsistencia. Es en ellos que se va montando una sociología autóctonamente americana y en ellos también se fue montando la base de sus obras maestras: La Moral Social, La Educación Científica de la Mujer, las Lecciones de Derecho Constitucional, el Tratado de Sociología, y el Ensayo sobre Hamlet, considerado una crítica de primer orden sobre dicha obra de Shakespeare, en el que combina magistralmente, a gran profundidad, la perspectiva psicológica y la sociológica en la interpretación de los roles que juegan los personajes y el enjambre de pasiones y realidades de poder que se desarrolla en la tragedia. Su primera y mayor influencia en la transformación de su pensamiento, de uno esencialmente europeo, a uno americano, fue Simón Bolívar. De él, dice Hostos, en su Tratado de Moral, “Bolívar es una personalidad deslumbradora. Para brillar como personalidad de primera magnitud entre las más grandes personalidades de su orden, sólo necesita que la historia de las nuevas sociedades engarce en la historia universal del mundo como parte integrante y necesaria de ese todo. Deslumbrará más cuanto mejor se la conozca.” (Tratado de Moral, Obras Completas, Tomo XVI, Edición de 1969, p. 331) En los conceptos introductorios de su Moral Social (Ibid., pp.114-115), Hostos afirma que “Ciencia como es, la moral no se funda más que en realidades naturales, y no se nos impone, ni gobierna la conciencia, sino en cuanto sus preceptos se fundan en relaciones naturales. Estamos ligados por nuestro organismo corporal con la naturaleza de que es parte, y de ese vínculo natural entre todo y parte, se derivan las relaciones de la moral natural.” Antes señala que “el objeto de la moral social no es otro que la aplicación de las leyes naturales a la producción y conservación del bien social.” Por lo tanto, concluye, “si la moral general está fundada en las relaciones del hombre con la naturaleza general, la moral social se funda en las relaciones particulares del hombre con la sociedad.” (p.116) En ese estudio, empieza señalando una perogrullada que, por ignorarse tanto en las conducciones sociales de tiempos pasados y presentes, ha dado lugar a tantas pugnas y conflagraciones que han producido intolerables desquiciamientos colectivos. Es ésta: “El hombre, ante todo, es ser humano. Orden de un tipo, individuo de una especie, está ligado con los indestructibles eslabones de la cadena fisiológica, a todos los individuos de la especie entera. Cualquiera sea el lugar de nacimiento, la tradición de la raza, la influencia de la 1
familia, el carácter de la nación, el sello de la civilización, está indudablemente ligado por su naturaleza a todo hombre, porque todo hombre es la misma viviente expresión que él es de las mismas necesidades biológicas y sociológicas.” (p.118) Con esa premisa, es evidente que “todos los hombres, por enemigos que sean de las trabas que impone toda asociación, necesitan urgentemente de la sociedad.” (p.123) “La relación de derecho es una de las más trascendentales.” (p.129) Y es en la nación, donde “todavía será mayor la influencia del derecho (porque) es en la vida nacional, vida en la que el hombre se transforma en ciudadano, es decir, en persona jurídica, que ve, a través de su derecho, sus relaciones con la sociedad y su facultad de exigirle lo que él cree más ajustado a su derecho.” (Ibid.) Pero gran sociólogo del derecho, Hostos va más allá de la nación y afirma: “En el grupo internacional, la relación de derecho llegará a ser más trascendental todavía que lo es en el grupo nacional. Y si eso no sucede hoy mismo, se debe a lo mal constituida que está todavía la familia de naciones.” (pp.129-130) (subrayado nuestro) Como la conciencia es conocimiento del ser por el ser mismo, a su parecer, “el deber es el freno de la conciencia.” (p.134) Dice: “...si tenemos el derecho de realizar lo bueno, lo bello, lo verdadero y lo justo, así en nosotros mismos como en la familia, como en el municipio, como en la provincia, como en la nación, como en servicio y beneficio de la humanidad entera, tenemos también el deber de educarnos para conseguir esos fines en cada uno de los grupos. Recíprocamente, tenemos el deber de cumplir nuestros fines individuales en cada uno de esos grupos sociales, porque cada uno de los grupos sociales tieene el derecho de reclamar de nosotros que cumplamos esos fines, tenemos el derecho de reclamar de todos y cada uno de esos grupos sociales que nos ayuden a educarnos, o lo que es lo mismo, a cumplir nuestro destino.” (p.169) “El deber abstracto de hacer efectivo el derecho, ejercitándolo; comprende tres deberes concretos: el de ejercitar el derecho, el de sostenerlo, el de defenderlo.” (p.174) Luego de una reconstrucción tan lúcida como vehemente de la historia de luchas por conquistar derechos frente a los usurpadores, entra a considerar lo que llama “el deber de los deberes” y lo define así: “Es el deber de cumplir con todos los deberes, naturales, individuales, en el seno de la familia, en el seno de la comunidad vecinal, en el seno de la sociedad regional, en el seno de la pequeña patria, que es para cada cuál el hogar de su tribu o su nación, y en el seno de la patria común, que es para todos el regazo de la humanidad.” (Ibid.) Y al rechazar, como inmoral, el llamado cosmopolitismo que insta a los hombres a desentenderse de su patria por alegadamente pertenecer a toda la humanidad, Hostos sienta cátedra de verdadera moral social, al decir lo siguiente: “Hay en el mundo una porción de desgraciados, que so color de que la patria de los hombres es el mundo, se desentienden de la patria, dicen que para ser ciudadanos del mundo. No es ése el cosmopolitismo que consideramos nuestro deber. El que abjura de un deber no puede cumplir con otro deber más compulsivo. Ese no es mas que un egoísta astuto que, con su hipocresía, intenta cohonestar su falta de virtud.” (p.190) “Cosmopolita es el patriota en toda patria. Empieza por serlo en la de origen geográfico y concluye por serlo en la de origen zoológico. Empieza por ser verdadero hombre en su patria, y acaba por ser verdadero patriota en la humanidad entera.” (Ibid.) De ahí que Eugenio María de Hostos, probablemente el puertorriqueño de mayor proyección universal en su pensamiento, jamás abandonó, entre el deber de los deberes, el que sentía por su patria de origen, que es Puerto Rico, a la que llamaba la madre isla, y por las Antillas, las que aspiraba a convertir en patria común de puertorriqueños, dominicanos y cubanos. Por eso, anta la inminencia de la guerra entre Estados Unidos y España, en 1898, Hostos liquida sus bienes y renuncia cátedras y rectoría del Liceo en Santiago de Chile, y se traslada con su esposa cubana Belinda de Ayala, y sus seis hijos e hijas, cuatro dominicanos y dos chilenos, a Venezuela, donde los deja al cuido de sus suegros, que vivían allí exiliados de Cuba por sus posiciones independentistas. En Caracas, consigue el auspicio del grupo de solidaridad con la lucha emancipadora de Cuba y Puerto Rico, y logra viajar a Nueva York. Allí debía cumplir un mandato del Doctor Betances, dirigente indiscutible del movimiento independentista puertorriqueño, quien se acercaba rápidamente a la muerte en París, y conociendo su estado de enfermedad terminal le escribió a Hostos encomendándole conseguir que al finalizar la guerra, que él sabía que iba a ser con una victoria de Estados Unidos, los cubanos y el gobierno norteamericano accedieran a tratar a Puerto Rico del mismo modo en que se considerara a Cuba en las negociaciones de paz. Ya en Nueva York, se empieza a enterar del curso que ha seguido la guerra; de que tropas norteamericanas al mando del General Miles habían salido hacia Puerto Rico. Unos días después, mientras 2
esperaba en vano una reunión con representantes del gobierno de Washington para hacerles el planteamiento, se entera --también por la prensa-- que Miles y sus tropas han invadido ya a Puerto Rico por Guánica. En tales circunstancias, Hostos concibe la idea de la fundación de la Liga de Patriotas Puertorriqueños que, desde Nueva York, juntara los esfuerzos de boricuas de distintas tendencias ideológicas sobre el futuro de Puerto Rico, para tratar “de pueblo a pueblo” con Estados Unidos sobre la definición de los derechos y aspiraciones de nuestro pueblo. El 10 de septiembre de 1898, pronuncia un discurso en reunión celebrada para constituir dicha Liga, el cual comienza con el siguiente párrafo: “La Liga de Patriotas, en cuyo nombre os hablo, se ha constituido con dos fines: uno, inmediato, que es el poner a nuestra madre isla en condiciones de derecho; otro, mediato, que es el poner en actividad medios que se necesitan para educar a un pueblo en la práctica de las libertades que han de servir a su vida, privada y pública, industrial y colectiva, económica y política, moral y material.” (Obras Completas, Edición Crítica, Vol. V, Tomo III (Madre Isla), p. 23). Más adelante advierte en el mismo discurso lo siguiente: “Los recursos que el derecho escrito nos da para salir del gobierno militar y entrar en el civil; para pedir al Congreso de los Estados Unidos que reconozca nuestra capacidad de ser un estado de la Unión, o que nos ponga en aptitud de servir gloriosamente al porvenir de América, sin necesidad de someternos servilmente a las consecuencias brutales de una guerra que nosotros no hemos hecho ni se hizo contra nosotros, son recursos tan poderosos cuanto en la urdimbre de la federación son poderosas la iniciativa de cada cual para su propio bien y la de todos para el bien común.” (Ibid., p. 24) Luego admoniza así: “En los Estados Unidos no hay autoridad, ni fuerza, ni poder ni voluntad, que sea capaz de imponer a un pueblo la vergüenza de una anexión llevada a cabo por la violencia de las armas, ni que urda contra la civilización más completa que hay actualmente entre los hombres, la ignominia de emplear la conquista para domeñar las almas.” (Ibid., p.25) Los directores de esa Liga de Patriotas son, junto a Hostos, que la preside, los doctores Julio Henna y Manuel Zeno Gandía. Se acuerda que Hostos venga a Puerto Rico a emprender la organización de la Liga. Y así lo hizo. El 30 de octubre de 1898 participa en una Asamblea de Ayuntamientos de Puerto Rico celebrada en el Teatro Municipal de San Juan, a nombre de la Villa de Juana Díaz, donde había instalado su primera residencia por invitación y acogida de buenos amigos de la causa. En discurso pronunciado en dicho acto, informa que “...la Liga empezará por fundar en cada una de las poblaciones en que ella funcione, una escuela nocturna, un instituto municipal que comprenda la enseñanza primaria y secundaria reformadas, conferencias dominicales, un diario de cultura general y cuantas escuelas rurales sea posible.” Con un programa así de ambicioso, el maestro va a trabajar intensamente. Su primera parada, tras Juana Díaz, es su natal Mayagüez. Allí comienza una serie de conferencias nocturnas en las que va analizando situaciones que convergen en el propósito de juntar las voluntades de los puertorriqueños para enfrentar el momento que se vive, bajo un gobierno militar tras una invasión armada unilateral sin que se haya consultado para nada al pueblo invadido. Advierte desde el comienzo de su obra que la Liga “no es una institución política, porque no viene a luchar por el poder.” (Ibid., p. 31) Y añade:...“la Liga de Patriotas no es un partido, ni puede ser partido, ni quiere ser partido. No por eso deja de tener una política, pero absolutamente subordinada a su propósito social, que es el formar un pueblo, Maldito, si a quien quiere tal propósito, se le pueda ocurrir hacer política.” (p.32) Su demanda del plebiscito se fundaba en un principio claro del derecho a la libre determinación que tienen los pueblos. Afirmaba: “Nadie pensó en la cesión de Puerto Rico, ni mucho menos en que la cesión fuera un acto de indemnización de guerra...Por consiguiente, a la cesión debió seguir una consulta de la voluntad de Puerto Rico. No habiendo sucedido esto, ¿ha podido en derecho suceder aquello?” (Ibid., p.72) Más adelante añade: “...pero afirmaré terminantemente y absolutamente el derecho que nosotros hubiéramos tenido para no aceptar de ningún modo una cesión que nosotros no pedimos, que nadie tenía el derecho de esperar que fuera un nuevo y simple caso de Derecho Internacional.” Hostos regresa a Estados Unidos encabezando la primera comisión de puertorriqueños que ha de entrevistarse con el presidente William McKinley, lo cual ocurre en enero de 1899. Y luego de esa entrevista, con pocos resultados concretos, acordó con sus compañeros Doctores Henna y Zeno Gandía que ellos aceptaran como norma de conducta oficial el pedir para Puerto Rico el gobierno temporal que se ofrecía a Filipinas. Y apunta lo siguiente: “Mi convicción firmísima era entonces, como había sido y es ahora, que ni a Puerto Rico ni a los Estados Unidos conviene la entrada de nuestra Isla en la Federación; que ni para Puerto Rico ni para la Unión Americana es 3
digna ni decorosa la anexión forzada; que el interés de todos está en un gobierno temporal, en un tutelaje condicional, en una experimentación ejemplar de la eficacia del gobierno civil enseñado prácticamente por la Unión a Puerto Rico; y que la dignidad de todos y la inmunidad de los principios americanos de gobierno reclaman: o un plebiscito para aceptar la anexión, o un gobierno temporal que haga innecesario el plebiscito.” (Ibid., p.89) Lo mismo que le ocurrió con la Revolución antimonárquica en España treinta años antes (en 1868), que fue su desilusión con la república española, al percatarse que ésta no echaría a un lado la voluntad de imperio de la monarquía, y por tanto la libertad de sus Antillas no estaría en su agenda; le ocurre ahora con Estados Unidos. Su desilusión será mucho mayor porque el ejemplo del federalismo norteamericano como asidero principal de la implementación de la moral social en la política --que con tanta fe él había alabado como la máxima expresión de la libertad alcanzada por la especie humana-- se estrellaba ahora con la realidad, cada vez más obvia, de que la primera república del mundo moderno, los Estados Unidos de América, también sucumbía ante la voluntad de imperio, y específicamente en relación con la dominación de su madre isla. Es en ese momento cuando Hostos empieza a trazarle a su pueblo el camino insoslayable de la deliberación sosegada en busca de fijar su ruta para luego reclamarle a Washington el reconocimiento de su libre determinación. Se plantea primero, como ya hemos señalado, el reclamo del derecho a plebiscito. Pero Washington no atendió su demanda, ni los políticos puertorriqueños que dirigían las dos tribus políticas en que habría de dividirse el país se hicieron eco de sus planteamientos. Señala con gran acierto lo siguiente: “Al encuentro de todo puertorriqueño sale un hecho, y está manifestándose por sí misma una necesidad. El hecho: que ha pasado un año casi entero desde la invasión del ejército federal, sin que los frutos de la ocupación sean los prometidos: ni bienestar material ni bienestar político.” “La necesidad: que del ejecutivo se apele al poder legislativo de la Unión; y que, a ser necesario, del Congreso apele a la Corte Suprema, y de la Suprema Corte al pueblo, y del pueblo americano, si llega a ser necesario, se apele a todos los pueblos de la Tierra.” “Para efectuar esas apelaciones tiene el pueblo puertorriqueño que nombrar apoderados, hay que convocar a una Asamblea Nacional.” (Ibid., p. 97) (subrayado nuestro) Más adelante explica su propuesta así: “El modo de proceder, que es el que los hijos del Derecho practican para toda representación de una voluntad colectiva, es lo que ellos llaman una Convención, y que aquí se llama una Asamblea.” “En ella, después de convenir -- pues por ello se llama Convención-- en el propósito que se quiere realizar, se delega expresamente en tantos cuantos representantes de la voluntad delegada se requiera, el poder de hacer lo que ella quiere.” “No bastan comisiones de dudoso origen y de incierta representación: es necesario que origen y representación sean fidedignos.” “En el caso en que estamos, y tratándose de averiguar incidentalmente si Puerto Rico está por la federación definitiva o por un gobierno temporal, el origen de la delegación ha de ser el pueblo entero de Puerto Rico, y la representación ha de ser del pueblo puertorriqueño.” (Ibid., pp. 103-104) Y anota su perspicaz observación: “Aunque parezca una paradoja -- que siempre lo parece al comparar cosas incomparables-- sucede hoy con el gobierno de la Unión Americana lo que ayer con el gobierno de la desunión española.” “Fue tanto lo que a aquel mal gobierno se le soportó que él pensaba que todo podía hacerlo impunemente.” (Ibid., p.104) Al comienzo de su tarea de divulgación de las doctrinas en que fundó su concepto sociológico del derecho y, dentro de éste, su Moral Social, dictó una serie de conferencias nocturnas en Mayagüez, una de las cales versó sobre el tema de los partidos políticos. En la misma, según lo recoge quien recogió y elaboró las anotaciones de dicha conferencia, “el conferencista hizo ver que en Puerto Rico no hay en la actualidad ningún motivo doctrinal que justifique la existencia de partidos políticos. Presentó la situación del país tal cual aparece y mostró que en un país no dueño de sí mismo ni en actitud de hacer efectivo su poder social, puesto que ni dispone de su soberanía, no hay medios efectivos de imponer la voluntad de la mayoría, que es en definitiva lo que constituye la fuerza de partidos de opinión. ¿De qué poder, preguntó, puede disponer una sociedad que ha perdido voluntariamente todo su poder social cuando no ha reivindicado en momento propicio su soberanía? No teniendo la sociedad ningún poder que delegar, ¿a qué poder podrá aspirar el partido que se dispute con otro la posesión del poder? Ni ayer, bajo los españoles, ni hoy bajo los americanos, tiene Puerto Rico ningún poder que dar, ni tienen los partidos ningún poder que disputarse. Mas ya que se disputan sombras de poder, veamos cómo se puede conseguir que 4
haya partidos que correspondan a la situación actual de Puerto Rico, es decir, partidos que no se disputen por un poder que no existe, sino por sacar para bien de Puerto Rico, el mejor partido posible de su azarosa situación.” (Ibid., pp.163-164) Lo que llevamos dicho, citando a Hostos en sus primeros esfuerzos con la creación de la Liga de Patriotas, basta para sostener que a nuestra patria no le faltó, al momento de la ocupación por Estados Unidos a título de botín de guerra cedido por España como si se tratara de la transferencia de dominio sobre una finca, la voz sabia de un pensador de dimensión universal que no vaciló en regresar a su isla madre con el firme propósito de encauzar a su pueblo por el camino de la afirmación plena de sus derechos nacionales y el ejercicio cabal de los deberes ciudadanos de cada uno de sus hijos. Han transcurrido casi ciento diez años desde aquellos días. Una y otra vez, a lo largo de más de un siglo, se ha vuelto a repetir el espectáculo patético de la más nebulosa insensibilidad de partes del pueblo, desorientadas por sus dirigentes políticos de todos los sectores-- con solo algunas honrosas excepciones-- que nos han mantenido debatiéndonos y disputándonos por conductos tribales y consideraciones triviales, sin atender el problema fundamental de falta de poder para hacer valer nuestras soluciones a los problemas reales del país. Hoy, quizás más que nunca antes, estamos llegando al fondo de una espantosa insensibilidad social, que nos aísla de nuestro propio contorno-- histórico, geográfico, económico y político-- y nos presenta como un pueblo incapaz para defenderse a sí mismo. La dependencia que ha producido el dominio colonial sostenido por tantos siglos, agravado ese enfoque distorsionado de nuestra función en la Tierra por el hecho de haber estado sujetos a la dependencia de la potencia hegemónica del planeta probablemente en muchos siglos de historia. Paradójicamente, esto ocurre mientras un sector significativo del pueblo puertorriqueño demuestra con sus creatividades, en las ciencias y en las artes, en el trabajo y en el estudio, que contamos con la riqueza mayor que requieren los pueblos para echar a caminar sus grandes metas de progreso y libertad, como base indispensable para alcanzar la alta calidad de vida que merecemos todos los seres humanos. Y ocurre cuando este pueblo, en situaciones extraordinarias que ha tenido que atravesar, demuestra también tener un alto espíritu de solidaridad que nos mueve a sentir como propio el dolor del prójimo. En síntesis, la nación puertorriqueña-- tan bien concebida y definida por Hostos en su comprensión sociológica del Derecho-- no merece estar exponiéndose constantemente a un debate político tan menguado y unas disputas tan mezquinas e irrisorias, en momentos en que nuestra región caribeña y latinoamericana ha empezado a recuperarse de su modorra de muchos años y a levantar grandes expectativas de esperanza y avances sociales. Lo que hace falta es un gran baño de racionalidad hostosiana que eche por la borda todo el debate insulso que atrapa las discusiones cotidianas de políticos y politólogos, con las excepciones de rigor, de modo que el país pueda aprovechar las enseñanzas de sus verdaderos maestros para reorientar su vida colectiva hacia grandes objetivos de amor, justicia y libertad. En esa dirección, la sabiduría mayor de nuestro ciudadano de América, Eugenio María de Hostos, será un faro luminoso que alumbrará la conciencia de este pueblo nuestro por los siglos venideros. Río Piedras, Puerto Rico, a 31 de enero de 2008. 5
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