GOBERNADOR BRIGADIER GENERAL DON PABLO LUCERO SU VIDA, SU GESTION PÚBLICA, Y EL JUICIO DE LA HISTORIOGRAFIA PUNTANA
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GOBERNADOR BRIGADIER GENERAL DON PABLO LUCERO SU VIDA, SU GESTION PÚBLICA, Y EL JUICIO DE LA HISTORIOGRAFIA PUNTANA Por Hugo A. Fourcade 1. Introducción Cuando el Prof. Juan W. Gez concluía en su libro “La tradición puntana” la primera síntesis biográfica que en el medio puntano se dedicaba al Gobernador Don Pablo Lucero, escribió: “En torno de su nombre se ha hecho en San Luis la conspiración del silencio y el olvido pues uno que otro viejo lo recuerda a través de personales impresiones. Es tiempo ya de despojarnos de los prejuicios de una época que se aleja, para inquirir la verdad relativa, la única que puede interesar a las futuras generaciones cuando deban pronunciarse definitivamente, sobre los sucesos y personajes que han ocupado el escenario de nuestra provincia”.(1) En esa obra aunque reconozca múltiple su accionar político insistirá Gez en que Lucero era “un hombre de escaso saber” para agregar más adelante con toque sutil: “La soberana Representación se había anticipado a ofrecerle la tercera reelección y la promesa se cumplió al pie de la letra pues el león aunque manso, no debía olvidarse que era ante todo un agente de Rosas. Una conducta contraria hubiera sido desagradar al amo, máxime cuando Lucero había demostrado ser algo más digno que aquéllos otros procónsules de la tiranía”. (2) Difícil nos resulta hoy creer o admitir que el propio Gez al publicar su “Historia de la Provincia de San Luis” en 1916 seis años más tarde que “La tradición puntana” superaba aquélla denunciada “conspiración del silencio” y “los prejuicios de la época” cuando analiza la larga gestión del mandatario que gobierna la Provincia entre 1841 y 1854, ocupando como lo cree el autor el “puesto demasiado subalterno y odioso de un simple agente de la tiranía”. (3) Meritoria ha sido indudablemente la labor precursora de Gez al darnos a conocer lo que fue la vida y la labor gubernativa de este titular del Ejecutivo de San Luis, federal por más datos, al que juzgó desde la óptica unitaria de su preferencia, de tal manera que, visto el crecimiento historiográfico del medio y especialmente de los pocos que se han situado en la corriente de la revisión de nuestro pasado, se nos imponga ahora incorporar estos nuevos aportes para lograr una comprensión más ajustada a la verdad y a la objetividad de lo que fue la existencia de este soldado al que le tocó regir los destinos provinciales en una larga, difícil y hasta trágica época.
2. Noticias biográficas Si bien alguien consideró, como don Reynaldo A. Pastor (4), que la más completa biografía de Lucero era aquélla que escribió Gez en su libro “La tradición puntana”, allí no se consigna y esto podría ser considerado una minucia, la fecha de nacimiento del mandatario que ocurrió según Carlos Barreiro Ortiz en San José del Morro el 17 de noviembre de 1802 (5) y faltan muchos otros datos que un desvelado sanmartiniano como Urbano J. Núñez y otros investigadores de San Luis incorporaron con la paciencia del que recurre a los documentos para mejorar la lección del pasado que algún lector apresurado pudo creer inmodificable y definitiva. De ahí que hasta hoy es un punto oscuro la fecha del natalicio del esforzado combatiente, pues como se verá en su momento, no se corresponde el año 1802 con los 65 años transcurridos cuando finalizó su trayectoria mortal, datos de edad consignados en su partida de defunción, no habiéndose podido descubrir su partida de bautismo. Desconocemos en absoluto lo que fue la niñez de Don Pablo en el sitio donde vino al mundo, de tal suerte que lo inicial o inaugural de su vida, sería señalar que desde temprana edad integró las milicias provinciales e hizo la campaña de Chile con San Martín, para continuar sirviendo a su “país” desde ese formidable cantón que fue, por largos años, San José del Morro. Si bien la crónica lugareña identifica a D. Pablo Lucero desde su mocedad como un soldado de la guarnición del Morro, debemos anotar que a fines de 1831 integró la Sala de Representantes que elaboró el Reglamento Provisorio para el régimen de gobierno de la Provincia de San Luis que fue aprobado el 7 de enero de 1832, como lo documentó el Dr. Rodolfo Follari. (6) En noviembre de ese año 32 intervino Lucero en el combate que ocurrió en las cercanías de su rincón natal, bajo las órdenes del Comandante D. José Gregorio Calderón, dirigiendo en la lucha contra unos 5.000 indios, la fuerza de la izquierda junto al Comandante D. Pedro Bengolea, “Sangriento combate” y “bochornosa derrota”, según el juicio de Pastor. (7) Durante la campaña contra los indios de 1833, prevista por el Gral. Juan Manual de Rosas y que en el orden local ejecutó el Gral. Juan Ruiz Huidobro, campaña que ha estudiado con rigor Víctor Saá (8), Lucero fue designado jefe accidental de la División Puntana desde el 24 febrero, comandando al inicio de la expedición el 6 de marzo, los Dragones de la Unión que él había creado. El 16 de marzo intervino en el combate de Las Acollaradas, imponiéndose a los señores del desierto las fuerzas combinadas que integraban el batallón Defensores, el regimiento Auxiliares de los Andes, los Dragones Confederados de Córdoba y los Dragones de la Unión. En mayo desde el campamento de Río Cuarto, Lucero pide ayuda a la Junta Gubernativa por el desamparo de su familia y es esa misma Junta Gubernativa la que el 3 de diciembre lo asciende al grado de Coronel. Actuó más tarde, según señala Diego de Santillán en la jornada de Arroyo y pampa del Rosario, esto es en 1834, lográndose el rescate de 23 familias cautivas y la recuperación de 16.000 cabezas de ganado.
En 1840 a la altura del 11 de noviembre se produce la siempre recordada revolución unitaria contra el gobierno de D. José Gregorio Calderón, revolución que encabezó Eufrasio Videla y el Cnel. Manuel Baigorria. Derrocado el gobierno, Don Pablo Lucero que se encontraba en Renca con sus Dragones, soporta una sublevación parcial de sus tropas, razón por la cual se dirige con sus fieles hasta la cercanía de Santa Rosa, uniéndose allí con las fuerzas que comandaba el Gral. Félix Aldao. Duró poco el dominio unitario en la capital provincial ya que las fuerzas aliadas que integraban la vanguardia del Gral. Pablo Alemán, viniendo desde Mendoza, más las que comandaba el Gral. Aldao y Cnel. Lucero, triunfaron totalmente en Las Quijadas el 2 de enero de 1841. Los vencidos como Videla fueron autorizados a trasladarse a Chile y otros como los hermanos Saá, Juan, Felipe y Francisco, acompañados de Baigorria, Antonio Lucero y el lancero Feliciano Ayala prefirieron buscar refugio en tierra adentro, “llevando –la escribió Urbano Núñez– sus lanzas y su valor, sus conocimientos y su sangre a las tolderías ranquelinas”. La deposición del Gobernador Calderón, el triunfo de las Quijadas y la presencia del ejército federal favorecieron la designación de Cnel. Pablo Lucero como gobernador provisorio de San Luis, lo que ocurrió el 5 de enero, asumiendo el cargo, como propietario recién el 19 de noviembre, luego que, junto con Aldao realizara la llamada campaña de La Rioja, interviniendo en el combate de Angaco, que le costó la vida al unitario Gral. Acha (decapitado en territorio puntano) y ocurriera el triunfo federal en el combate de Rodeo del Medio, con la derrota del Gral. Gregorio Aráoz de Lamadrid. Cuando transcurría el mes de diciembre se cumplió la sentencia de muerte de Eufrasio Videla, Benigno Rodríguez y Epifanio Quiroga, quienes un año antes encabezaran la revolución unitaria, salvando la vida otros implicados como Juan Barbeito, Gabriel Baigorria, Lucindo Riso, Jerónimo Concha y Francisco Bargas. Esta fusilación constituyó según Gez “una debilidad” de Lucero, en tanto que Pastor dice que esa decisión fue una “negra mancha que desdoró su foja de meritorios e importantes servicios públicos”. (10) Del primer gobierno de Lucero cabe recordar que en 1841 hizo reedificar la villa de San José del Morro, levantando su primitiva “capilla”, pues así se la nombra en los documentos parroquiales de la época, en tanto en 1844 hizo construir a orillas de río Quinto el Fuerte de San Ignacio de Loyola dedicándoselo al fundador de la Compañía de Jesús porque, decía el gobernante, del santo era “devoto… y sus máximas mis direcciones”, tal como lo escribió una vez. En 1844 fue reelecto por cinco años, intentando entonces la creación de una Cámara de Apelación para perfeccionar el sistema judicial imperante, objetivo éste que recién se concretó en 1852. En 1846 buscando siempre la concordia entre los puntanos, concedió el perdón a los hermanos Saá los que volvieron, tanto Juan como Felipe con hijas del desierto, y se integraron a las fuerzas militares de la Provincias. Don Juan Francisco (según su partida de bautismo) se convertiría en Ayudante de Campo del Gobernador Lucero, Felipe integraría la oficialidad de los Lanceros Argentinos, en tanto que Francisco debía estar en el Morro pues en 1848 acompaña las fuerzas que partieron a San Luis
para librar al General víctima de una asonada palaciega, noticias veraces éstas que nos suministra Urbano Núñez. De ese mismo año 1846 es la construcción que dispuso del Cuartel de la capital provincial, edificio éste que aún resiste el paso del tiempo en la esquina de calles 25 de Mayo y Rivadavia, historia que ha estudiado con pulcritud el Profesor Néstor Menéndez. (11) En 1848 cuando el almanaque marcaba el 30 de junio se produjo en San Luis un movimiento subversivo destinado a desplazar al Gobernador Lucero de su cargo, encabezado paradójicamente por D. Pío Solano Jofré, jefe de Policía y edecán del primer mandatario, al que se sumaron el comandante Romero, el Cnel. Patricio Chávez, Don Manuel Márquez y el ex ministro Romualdo Ares y Maldes. La innoble asonada tuvo rápido desenlace merced a la dinámica intervención de la esposa del gobernador Doña Dominga Pérez que alertó al Comandante Domingo Meriles sobre lo que ocurría. Este con sus Dragones sorprendió a los sublevados penetrando a la capital provincial ocultos por el cajón del río Seco y finalmente los venció. Algunos complotados huyeron pero pagaron con sus vidas al abortado intento Patricio Chávez, Romualdo Ares Y Maldes, José Antonio Chávez y Manuel Márquez. Como quien va colocando hitos de una manera provinciana y digna de gobernar, en el precitado año 1848 Lucero introduce, en trascendental gestión, la Imprenta en San Luis tras adquirirla en 2.000 pesos al fuerte comerciante del Morro Don José Van Sice, instalando la llamada “Imprenta del Estado”, la cual produjo, a fines de ese año, los primeros impresos. Este notable acontecimiento ha sido investigado por Urbano Núñez (12) en un trabajo que debemos considerar único. Y será Núñez noticioso siempre, quien nos informa que cuando la imprenta comienza a operar, el Gobernador Lucero: “tiene una Academia Militar en la que figuran más de treinta oficiales selectos y soldados distinguidos de San Francisco. Ha construido un nuevo cuartel y organizado un hospital. Sostiene un aula de latinidad y una escuela de primeras letras. Se preocupa por las artesanías formando aprendices en diversos oficios. Instala una fragua de la que se salen armas de paz y trabajo. Mantiene vivo el patriotismo conmemorando todos los aniversarios, no sólo de las victorias federales, sino también de los fastos de la Patria Grande, siendo el primero que en esta tierra venera el recuerdo de San Martín y alecciona con su ejemplo”. (13) Esa Aula de Gramática y Latinidad fue, en verdad el primer intento por establecer un tipo de establecimiento del nivel llamado secundario de la enseñanza. En noviembre de 1849 terminó Lucero su segundo gobierno. Ante de la Soberana Representación de la Provincia rindió cuentas de su gestión dejando en libertad de acción a quienes la integraban para que designaran al nuevo gobernador. La Representación unánimemente lo reeligió por cinco años más. Pese a este gesto de conformidad y confianza D. Pablo Lucero elevó su renuncia al cargo tal vez afectado por la reciente revolución donde estuvo en peligro su vida y por el bregar incesante de sus acciones militares y la propia labor gubernamental. La Honorable Representación le ratificó su confianza, le confirió el grado de Brigadier, poniendo a su disposición facultades extraordinarias que jamás utilizó.
En este tercer período de gobierno Lucero debió enfrentar el pronunciamiento de Urquiza que ocurre el 1 de mayo de 1851, negando el gobernador entrerriano a Rosas la conducción de los asuntos exteriores de la Nación. San Luis, que había reiterado al gobernador de Buenos Aires, el Gral. Rosas, este privilegio, se vio compelida frente a la determinación de Urquiza declarar “al salvaje unitario” fuera de la ley por haber traicionado a la Confederación, aliándose al gobierno extranjero de Brasil. Esto ocurría el 17 de octubre de 1851 por la ley “propuesta por Lucero y redactada por D. Benjamín del Moral” acota Núñez, aunque la batalla de Caseros que sucede el 3 de febrero de 1852 cambiará drásticamente “el lenguaje de leyes, decretos, proclamas y cuanto papel circulaba por los pueblos de la Confederación”. Lucero, en la emergencia, dispone que en cada partido se elija dos diputados para que, constituidos en Cuerpo Soberano determinen la política a seguir. El 19 de marzo la Soberanía puntana integrada, porqué no por los mismos hombres que formaron la representación de octubre, sancionaba la ley por la cual efectuaba un giro cuasi copernicano con relación a la persona del execrado Urquiza, la que, en su artículo 2º obligaba al Poder Ejecutivo a felicitar el ilustre general en jefe del Ejército Aliado Libertador por el glorioso triunfo de Caseros sobre el dictador odioso de la benemérita de Buenos Aires don Juan Manuel Rosas y determinaba que la provincia de San Luis uniformaría en un todo su política, con la del excelentísimo gobierno de la Provincia de Entre Ríos. Probablemente don Pablo Lucero estaba convencido que era llegada la hora de cambiar poniéndose a tono con los acontecimientos ocurridos en el país. Ayer el máximo poder estaba en manos de Rosas, hoy Urquiza asumía victorioso ese poder y con él las Provincias debían entenderse. Gez creyó que los hombres dirigentes debían adaptar su conducta a la nueva situación y esta adaptación se correspondía con los ideales que nacían al amparo y bajo los auspicios de la libertad. Núñez en cambio, observa conturbado, de qué manera se puede comprobar la eterna pequeñez del hombre ante el Vencedor… Cuatro meses antes era imperioso “combatir la traición infame del rebelde salvaje unitario Urquiza” y ahora Don Pablo enviado al vencedor de Caseros la sanción legislativa del 19 de marzo le hace saber de qué modo el voto popular del pueblo puntano uniforma sus sentimientos con los del gobernador entrerriano, sentimientos que por espacio de veinte años permanecía aherrojados bajo la dominación opresora de Rosas… 3. Lucero y el Acuerdo de San Nicolás A principios de abril de 1852 el gobernador Lucero recibió una comunicación del Ministro de Relaciones Exteriores de Urquiza Don Luis de la Peña invitando a “una reunión solemne de los excelentísimos gobernadores de las provincias confederadas” la que debía tener lugar en la cuidad de San Nicolás de los Arroyos el 20 de mayo para “aunar sus pensamientos políticos y tratar de cerca los intereses generales de ella, de la manera más eficaz y que más tienda a la realización del gran pensamientos de la época, la confraternidad de los gobiernos y de los pueblos”.
Conforme a la sugerencia del gobierno central la Sala de Representantes de San Luis disponía el 4 de mayo determinar los poderes del gobernador Lucero en San Nicolás, entre los que sobresalía firmar acuerdos o convenios tendientes al bien general del país fundados en los principios de libertad y organización nacional proclamados en mayo de 1851 por la benemérita provincia de Entre Ríos, quedando expresamente consignado que al término de su misión debía solicitar la aprobación de sus actos por la Sala. Transcurría mayo de ese año 1852 cuando Don Pablo Lucero cedió el Ejecutivo en la persona de Don Mauricio Daract y se preparó para el viaje a San Nicolás que en definitiva hizo a caballo en compañía de su fiel secretario Don Carlos Juan Rodríguez. La reunión –escribe Carlos Tagle Achával– era una luz en la oscuridad de la noche institucional del país. Para asegurar la presencia de todos los invitados a San Nicolás, Urquiza nombró a Bernardo de Irigoyen, un prestigioso amigo de Rosas, para que los visitase “y les convenciera de la conveniencia de no faltar a la cita” (15). Desconocemos cuál fue en concreto la intervención de que le cupo a Don Pablo en ese reunión nicoleña en la que estuvieron presentes la mayoría de los gobernadores federales del país, los caudillos que habían sido amigos y colaboradores de Rosas o como la afirmara Gez “los agentes de la tiranía”. Ellos fueron el Brig. D. Justo José de Urquiza, gobernador de Entre Ríos, el gobernador de Buenos Aires Don Vicente López, el Cnel. Benjamín Virasoro de Corrientes, el Gral. Celedonio Gutiérrez de Tucumán, don Pedro Pascual Segura de Mendoza, Don Manuel Taboada de Santiago del Estero, Don Manuel Vicente Bustos por La Rioja, Don Domingo Crespo por Santa Fe, don Nazario Benavídez de San Juan y el gobernador puntano Don Pablo Lucero, habiéndose encontrado ausente los titulares de Catamarca, Jujuy, Salta y Córdoba, que más tarde adherirían al plural compromiso. “Al evocar el momento de ese histórico encuentro de los gobernadores en San Nicolás de los Arroyos –escribe así Miguel Migliarini– nos parece vivenciar una sensación de actualidad emocionante. Tras las horas sofocantes de las conspiraciones y el inflamado espacio de las batallas, Pablo Lucero asiste consciente de su vida y su acción gubernativa. Todo elogio es reducido para aquilatar justicieramente la empresa de Lucero lúcida y enérgica en momento tan trascendental y que ponía en juego la capacidad de maniobra de los gobernadores, urgidos ante la posteridad en aquel mayo de 1852. No son los hombres como Lucero los que pueden ser borrados o reemplazados. Van sobre el porvenir por su vigencia y paradigma. Y eso es la gloria, el dilatarse sobre los tiempos y reputaciones, recogiendo las palabras de la inmortalidad”. (16) La asamblea de gobernadores no se improvisó, antes por el contrario varias fueron las reuniones preliminares que se cumplieron en la residencia de Palermo para ordenar el plan de trabajo de San Nicolás librando al acuerdo por suscribirse de la improvisación y la anarquía. De los dos proyectos en estudio se seleccionó el que había uniformado Don Manuel Silva admitiéndose lo que se consideró urgente y necesario: la convocatoria del Congreso y la creación de un gobierno nacional provisional. Tanto es así que quien lea fríamente el texto del Acuerdo comprobará del total de los 19
artículos que las 13 primeras cláusulas del documento firmado el 31 de mayo de 1852 se refieren a dónde, cuándo y cómo se reunirá el Congreso en tanto los 6 artículos restantes confieren en conjunto el Gral. Urquiza los “poderes discrecionales”, poderes éstos que alarmaron y enardecieron al recalcitrante unitarismo porteño, declarándose en violenta oposición. La guerra que los porteños iniciaban contra Urquiza y que remataría en la revolución del 11 de septiembre no rozaba ni de lejos al gobernador puntano a quien, tras el Acuerdo, la Honorable Representación provincial reconocía el eminente servicio que había prestado al país en el buen desempeño de la honrosa misión que le fuera conferida quedando ratificado en todas sus partes el documento suscrito, por considerarlo conveniente al bien general de la República. Según la normativa aprobada en San Nicolás se procedió en San Luis a nombrar los diputados que concurrían a la Convención de Santa Fe, recayendo la designación en los Dres. Delfín Huergo y Adeodato Gondra, salteño el primero y porteño el segundo, quien, Gondra renunció el 29 de enero de 1853 “siendo reemplazado el 27 de abril por el noble hijo de la tierra puntana –escribe Reynaldo Pastor– el sabio doctor Juan Llerena” quien a su vez dimitió en agosto dando lugar a que se lo reemplazara con el cordobés Elías Bedoya. De todos modos no se vivía aquí en San Luis en un lecho de rosas. El Gobernador Lucero convocado por Urquiza debió disponer de recursos locales para socorrer al Gobernador Nazario Benavides de San Juan, victima de un motín que lo desplazó momentáneamente del poder, en tonto en el horizonte se avizoraba el peligro de las lanzas ranquelinas. A ellas aludía el gobernador delegado en febrero de 1853 Don Mauricio Daract, quien por otra parte dispuso, en acuerdo con Lucero, la jura de la Constitución Nacional el 9 de julio, lo que ocurrió en el antiguo Templo de Santo Domingo, con Misa de Acción de Gracias y salvas y luminarias por la noche. 4. Lucero, un gobernante regalista Ya habíamos advertido en el transcurso de esta comunicación que el gobernador Don Pablo Lucero a poco de hacerse cargo de sus funciones se ocupó de la reedificación de la nombrada capilla de San José del Morro que no fue sino el lugar de su nacimiento. Atendiendo a este hecho, a este interés por levantar templos y capillas, que se dio en su gestión cuanto en su antecesor en el gobierno el Cnel. Mayor D. José Gregorio Calderón interviniendo en la erección del templo de Santo Domingo y en su sucesor D. Justo Daract quien puso todo su empeño por dotar de su Iglesia a la naciente ciudad de Fuerte Constitucional por él fundada, que mudó su nombre por Villa Mercedes o de Nuestra Señora de las Mercedes, preguntábamos en una ocasión anterior si tal cuidado o inquietud era una consecuencia de su pública confesión de fe católica o una secuela de ese espíritu regalista que había impregnado la gestión de la dinastía borbónica y que sobrevivía en el nuevo régimen independiente de América. En el caso del gobernador Lucero diose una coincidencia absoluta entre su catolicismo práctico, pues fue además miembro conspicuo de la cofradía del Rosario, y su regalismo, es decir su adhesión a la intromisión
del poder civil en los asuntos eclesiásticos, tradición que se había mantenido vigente por centurias. Así como puso atención en levantar la capilla de San José del Morro y como lo escribe Urbano Núñez “Galopa una y otra vez a Renca, preocupado por mejorar el templo del Señor y su buena compañía, celebra la solemnidad del Corpus, pero vuelve también sus ojos a la capilla de San Francisco que reedifica con la cooperación del Coronel Carreras”. (17) Para hacer patente el regalismo del gobernador Lucero bástenos citar dos ejemplos. El 18 de marzo de 1845 emite una disposición concebida en estos términos: “Siendo llegado el tiempo en que todos los fieles cristianos de Nuestra Santa Iglesia deben tributar el culto debido a Dios Nuestro Señor: el gobierno ha acordado y Decreta los artículos siguientes: Art. 1º) Todos los empleados de la Administración Civiles y Militares deberán confesar y comulgar el día jueves 20 del corriente… 2º) Publíquese por bando para que llegue la noticia a todos, fíjese en los lugares de estilo y dése al Registro Oficial…”. (18) En tanto el 18 de agosto de 1850 determinaba: “Por cuanto desde el día de hoy se da principio a las Misas y novenario de nuestro Padre San Luis Patrono Titular de esta Provincia a la que deben concurrir todas las clases civiles y militares ha acordado y Decreta: Art. 1º) Se invita a todos los ciudadanos a que concurran a las Misas y novenario de nuestro Patrono San Luis desde el día que se indica. 2º) Durante la celebridad de ambos actos en el día y noche se cerrarán todas las casas de trata del centro de la población y al que contraviniere a lo mandado sufrirá la multa de cuatro pesos a beneficio de los fondos del Estado” (19). Para el criterio actual lo imperativo y obligatorio del primer decreto resultaría un absurdo porque lo religioso no se impone y menos viniendo del poder civil, en tanto se moderaba el “deben concurrir” con el “Se invita” que apareció contradictorio en el segundo decreto, siendo ambas resoluciones del Ejecutivo muestras inequívocas de la actitud regalista del gobernador Lucero. 5. Los mensajes del Gral. Lucero Incidentalmente en este texto aludimos a los mensajes que el Gobernador Lucero dirigió al “Cuerpo legislativo” llamado también “Honorable Sala de Representantes” u “Honorable Representación Soberana” al cumplir cada período variable de años de su elección y las sucesivas reelecciones. Hemos tenido la oportunidad de contar con las copias de los mensajes correspondientes a los años 1844 y 1854 provenientes del Archivo de la Honorable Legislatura de San Luis aunque nos falta la versión original del mensaje de 1849 que dirige Lucero al Concluir su segundo período de gobierno. Consultando la Historia de Gez comprobamos que el autor ha tenido oportunidad de manejar los tres documentos a que hacemos referencia, en tanto Núñez en su historia (Edic. 1980) menciona sólo los mensajes del titular del Ejecutivo Provincial correspondiente a los años 1844 y 1854, con alusión muy breve de su contenido. Siguiendo el texto de 1844 se comprueban las referencias reiteradas que hace Lucero a la situación de la Provincia cuando recibió el poder en
1841 y las conquistas logradas en el ramo de Hacienda y policía, la necesidad de agregar al Fuerte de San José del Morro otro en el Río Quinto “titulado el Fuerte de San Ignacio de Loyola, pues éste se debe considerar la llave de la Provincia para espectar y defenderse de las invasiones de los Bárbaros y salvajes del Sud”, agregando: “La atención de la guerra con los salvajes del Sud no han impedido al Gobierno para fundar un Establecimiento de Gramática para instrucción de la juventud ya dispuesta su apertura el día 5 de febrero de 45”. Con otras puntualizaciones referidas a las buenas relaciones de San Luis con las demás provincias confederadas, a la gestión del Excmo. Encargado de las Relaciones Exteriores de la Confederación, cierra la anotación de lo que debe ser destacado aludiendo a la presencia como “defensa de nuestras Fronteras el Regimiento Auxiliar de los Andes enviado por nuestro ilustre Restaurador de las Leyes Bajo las órdenes del infrascrito”. Del mensaje de 1849 siguiendo la exposición de Gez se destaca la declaración del Gobernador Lucero que no había usado las facultades extraordinarias sino para proteger los derechos y garantías de los ciudadanos, tras la rebelión del año anterior, habiéndose preocupado por proveer los curatos existentes con los celosos pastores, sin perder de vista el fomento de la escuela primaria de la capital y el establecimiento de latinidad de cuyos buenos resultados habían sido proclamados por el dictamen de los examinadores. Aparece también lo relativo a la organización de las milicias y el mantenimiento de los fuertes del Morro, San Ignacio y el Lince y el fomento de la población del Morro y la construcción de su capilla, además de referencias puntuales sobre la administración de las rentas, de qué manera el ahorro había proporcionado la imprenta, recomendando a jefes, oficiales y empleados la reducción de la mitad del sueldo para ayudar al Estado. Consideremos ahora el mensaje de 1854 que está precedido de una comunicación dirigida por el Gobernador Lucero, con fecha 2 de noviembre de 1854, a los “Compatriotas de la H. R. S. de la Pcia.”. En esta comunicación Lucero manifiesta: “Lleno de gratitud desciendo a la vida privada, por el ardoroso entusiasmo con que habéis corrido cuantas veces a su llamado y que nuestra Patria se ha encontrado en peligro”, para señalar al término de este documento: “Cuarenta años de sacrificios y servicio creo me autorizan para hablaros en este sentido, mi sangre se ha derramado generosamente en defensa de mi Patria y por esto tengo derecho como ciudadano para contribuir y pedir por su felicidad, salud y acierto os deseo vuestro compatriota. Pablo Lucero”. El mensaje propiamente dicho lleva fecha 6 de noviembre de 1854. Es extenso y comienza con este párrafo: “Colmado de gratitud lleno hoy el más sagrado deber que me impuso vuestra resolución del 6 de noviembre de 1849” y “en tal concepto y cumpliendo con ese sagrado deber os devuelvo el depósito de las leyes e instituciones del País y la Autoridad suprema de que fui investido y con la conciencia tranquila de no haber omitido sacrificio alguno para guardar ileso tan sublime como delicado encargo”. En el texto al que estamos haciendo referencia se consigna la paz y tranquilidad que reina en la Provincia, “las garantías constitucionales están
afianzadas de un modo inmoble, la anarquía y la guerra civil y los odios de partidos, han sido anatematizados para siempre”. “La relación con los indios del sur se conserva en buena armonía”… las fronteras son custodiadas “por una fuerza de cuatrocientos cincuenta hombres”, aunque “no se ha podido organizar la Guardia Nacional mandada a crear por superior Decreto”. Hay una referencia a la anexión provisoria de San Luis al Obispado de Córdoba y a la falta del Curato Rectoral de la capital provincial, estando las demás iglesias “servidas regularmente si se atiende a la extensión territorial de cada curato”. Se hace constar que “se ha construido un Panteón (cementerio) en esta capital bastante capaz y que en la actualidad sirve de enterratorio general”. Se agrega también: “Los derechos de la Provincia han sido respetados por toda la Confederación, las mejores relaciones de armonía existen con los gobiernos de las demás provincias”… en tanto “las desgracias pasadas, grabadas profundamente en el corazón de los argentinos, son un justo motivo para esperar que la República marchará adelante en la obra de la organización y que no volverá a nuestro suelo el horrible fenómeno de la guerra civil, que nos ha devorado tantos años”. 6. Los colaboradores del Gobernador Lucero Aparecen citados en más de un párrafo de este trabajo aquellos hombres expectables que participaron como secretarios o ministros de la gestión gubernativa del General Lucero. De todos modos queremos reindicar en el tema comenzando por la mención expresa que hace el Profesor Gez en su Historia (2.45) donde declara: “Colaboraron en su administración como ministros Don Romualdo Ares y Maldes y el ilustrado sacerdote P José María Figueroa que tuvo la iniciativa de fundar el aula de gramática, llamándose para dictar enseñanza a Dn. Mauricio Herrera”. En otra página Gez recuerda que “El Gobernador Lucero nombró ministro al responsable ciudadano Dn. Pedro Herrera” (48) y también, que el primer mandatario partió a la reunión de San Nicolás “acompañado de su secretario Dn. Carlos Juan Rodríguez” (80). Urbano J. Núñez en su historia de San Luis (Edic. 1890,398) consigna a quienes acompañaron al Gobernador Lucero en su larga gestión de 1841 a 1854 y escribe: “Recuérdese si, en buena hora al Licenciado Santiago Funes, a don Mauricio Daract, a don Pedro Herrera, a don Romualdo Ares y Maldes, al presbítero José Manuel Figueroa, al diligente Buenaventura Sarmiento y al fiel Carlos Juan Rodríguez que defendió su tumba de ataques de los ruines ambiciosos y vengativos.” El mismo Núñez en el “Apéndice – Cronología de Gobernadores y ministros de la Provincia de San Luis 1890 - 1980” deja en claro que D. Santiago Funes fue Gobernador delegado de enero a noviembre de 1841 sustituyendo a Lucero en campaña y con igual cargo se desempeño en la administración D. Mauricio Daract entre diciembre de 1852 a mayo de 1853. En cuanto a otros funcionarios cita en este texto como “Secretarios” de Lucero desde 1841 a 1854 a D. Romualdo Ares y Maldes, Presbítero José Maria Figueroa, D. Pedro Herrera y D. Carlos Juan Rodríguez”.
No todos estos secretarios extendieron su aporte a la función gubernativa de Lucero en el período total de catorce años pues es sabido que Ares y Maldes fue ajusticiado después de la evolución de 1848 de la que participó, defraudando la confianza del Ejecutivo y lo que no sabíamos era que el Presbítero Figueroa fue dejado cesante de su cargo de Senador por Decreto del 26 (sic 25) de septiembre de 1854precedido ese decreto por una extensa comunicación que Lucero, con la firma de Carlos Juan Rodríguez, dirigió a la Honorable Representación de la Provincia el 25 de septiembre del año precitado donde se anotan “los denigrantes antecedentes que caracterizan al Sor. Figueroa, los informes últimamente recibidos del Gobierno nacional referente a las marchas anárquicas y en entera oposición a los principios que profesa la Pcia. y el Gobno. y los Documentos que manifiestan la conducta observada en esta Pcia. en las distintas veces que ha sido llamado a desempeñar algún destino público…”. La designación de Senador que había auspiciado la Provincia a partir de mayo con generosidad y confianza, continúa el Gobernador Lucero, “le harían olvidar la conducta pasada y que desmentiría el triste concepto en que le tenían todos los Pueblos de la Confn., pues en cada una de ellas había cometido hechos que lo caracterizaban muy criminal y aun en la República de Chile cometió desacatos que lo obligaron a emigrar del modo más vergonzoso…” (Doc. Biblioteca de la Honorable Legislatura de San Luis Nº 28) Con relación a D. Carlos Juan Rodríguez, a quien Núñez llama “fiel” en la amistad hacia su jefe, digamos que se desempeñó en puesto similar sirviendo los patrióticos empeños de los dos gobernantes federales Calderón y Lucero y acompañando al sucesor de este último, Don Justo Daract, y después al Gral. Juan Esteban Pedernera y al Gral. Juan Saá. 7. Los últimos años de Don Pablo Lucero El gobernante patriarcal a quien Barreiro Ortiz –en la obra que hemos citado– califica de “criollo reposado y manso” y Cárcano con epítetos más duros a injustos por falsos consideró “perseguidor tenaz de unitarios, paisano holgazán, compositor de caballos de carrera”, al que Zinny llama “obsecuente… al mandato de Rosas”, este Pablo Lucero dispuso en 1853 la construcción del cementerio a tres cuadras del cuartel, esa necrópolis única en San Luis por largo tiempo a la que, en nuestra lejana niñez, llamábamos “cementerio de los ricos”, en tanto en 1854 determinó, visionariamente la construcción de una represa o dique en Potrero de los Funes y encargó al ilustre Dr. Juan Llerena la confección de una Memoria Estadística (que recién vio la luz en 1867) para que el país conociera lo que era Cuyo y San Luis, regiones éstas que no vivían en una continua siesta como dijo algún sociólogo apresurado e ignorante, sino en lucha permanente contra cientos de circunstancias adversas que por entonces la amenazaban. Como la ha expuesto Núñez casi al término de su mandato dirigió el 4 de noviembre de 1854 un Mensaje al cuerpo legislativo de hondo contenido, convencido de que debía devolver la autoridad suprema con que había sido investido y aceptar, por sus actos gubernativos, el soberano fallo del común. En el final de ese texto decía el gobernador Lucero, como si hablara para la realidad actual: “Si queréis ser fuertes y felices haced a un
lado todo compromiso, no os dejéis llevar de fines particulares, con libertad y patriotismo expresad vuestros sentimientos, que en el santuario de la ley no haya coacción ni esa división odiosa que solo sirve para debilitar y arruinar a los pueblos, que vuestra resolución sea uniforme y apoyada en la razón y el convencimiento íntimo de vuestra conciencia para que el ciudadano al que confiasteis los destinos del país cuente con la voluntad general de todos vuestros comitentes y pueda marchar con paso firme y decidido al bien público, en el escabroso camino del gobierno”. (20) Que este mensaje de calidad no puede salir de un hombre de mentalidad “más que mediocre” como lo afirmó Pastor, prueba, si así se quiere, que se rodeó de un grupo de personas de buen y probado juicio que lo ayudaron en su larga gestión gubernativa, como el Licenciado Santiago Funes (gobernador sustituto en 1841), Don Mauricio Daract, el Presbítero José Manuel Figueroa que fuera su Ministro, Don Buenaventura Sarmiento, Don Pedro Herrera y sobre todo Don Carlos Juan Rodríguez, que se desempeñó como Secretario y Ministro General y en cuyos brazos entregó su alma a Dios en su terrón natal, el 10 de marzo de 1856. Núñez quiere que en algún momento recordemos la religiosidad de Lucero puesta en evidencia en más de un gesto público, en su sostenida preocupación por la edificación de templos y capillas y hasta en la donación que por testamento hizo para le erección de la nueva Iglesia Matriz de San Luis, esa piedad ejemplar del mandatario puntano que reconoció el Obispo José Manuel Eufrasio Quiroga Sarmiento (21) con quien coordinó tareas para corregir conductas irregulares de clérigos locales, aunque su labor, en este sentido, se tiñera de un acentuado regalismo. Pese a esta definición católica personal, al final de su tercer gobierno se suscitó un grave conflicto con la Autoridad Eclesiástica cuyana por la designación por parte del gobierno puntano del Presbítero Fray Joaquín Tula como nuevo Cura Párroco de San Luis contrariando la voluntad del Obispo Quiroga Sarmiento al no ser reconocido su candidato. Tanto el gobernador delegado Don Mauricio Daract como el gobernador propietario Lucero se apoyaron en el criterio regalista expuesto y defendido por el Ministro Dr. Rodríguez quien afirmaba que todos los títulos y diplomas de los funcionarios públicos de la provincia, tanto civiles como eclesiásticos, debían ser de conocimiento del gobierno provincial para concederles el correspondiente pase a exequátur. El gobierno se afirmó en sus trece y Gez considera que San Luis supo mantener sus derechos en virtud de la facultad del patronato, en tanto Núñez más cauto, sin explicar el entredicho y el intento de anexar el territorio eclesiásticos puntano a la Diócesis de Córdoba, testimonia también los sentimientos de un pueblo que no era defraudado por sus gobernantes ya se trate del gobernador propietario o del delegado. Monseñor Verdaguer en su “Historia Eclesiástica de Cuyo”, juzga la actitud de nuestro gobierno severamente por su manifiesta ignorancia del derecho canónico. En noviembre de 1854 Don Pablo Lucero se alejó del gobierno dirigiéndose con sus Dragones de la Unión a San José del Morro. En ese mismo año recibía del Brig. Gral. Urquiza los despachos de Brigadier General de los Ejércitos de la Confederación Argentina y en febrero de 1855 era nombrado Jefe de la División Sud que integraban las milicias de San Luis y Córdoba.
Gez en su obra “La tradición puntana” en la última página del bosquejo biográfico que dedicó a Don Pablo Lucero transcribe la partida de defunción expedida en Renca donde fue sepultado el 12 de septiembre, anotando el Padre Bolla que le extinto había fallecido estericado, es decir afectado psíquicamente, triste y deprimido, a lo que Núñez, sensible siempre, acota, murió sí, estericado de soledad… 8. La figura de Lucero en la historiografía puntana Comenzamos anotando que el Profesor Gez le debíamos los puntanos el primer esbozo biográfico del General Pablo Lucero en su libro “La tradición puntana”, ocupándose en mayor medida y con amplitud en su “Historia de la Provincia de San Luis” de la gestión gubernativa que cumplió por tres períodos consecutivos que se extendieron desde 1841 a 1854, es decir por espacio de catorce años. Quien hoy relea las consideraciones que Gez estampó en “La tradición puntana” se sorprenderá con aquella afirmación sin desperdició escrita hace más de 90 años y que cobra evidente actualidad además de ser notoriamente revisionista: “En torno de su nombre se ha hecho en San Luis la conspiración del silencio”, y esta otra definición: “Es tiempo de despojarnos de los prejuicios de una época que se aleja”. ¿Por qué se ha hecho al gobernador Lucero la conspiración del silencio y del olvido que menta Gez, si en verdad ha ocurrido así? La respuesta no puede demorar, porque los que escribieron nuestra primitiva historia lo malquisieron o no advirtieron sus méritos, o lo incluyeron en el llamado grupo de los seides o secuaces de Rosas, en la fracción reaccionaria de los que siguiendo sus órdenes todo lo teñían con el rojo permanente de la sangre derramada. Pero Gez agrega algo que no podemos pasar por alto y es que ha llegado el tiempo de despojarnos de los prejuicios de una época, para inquirir la verdad relativa, la única que puede interesar a las futuras generaciones cuando deban pronunciarse definitivamente sobre sucesos y personajes que han ocupado el escenario provincial. Ya veremos cómo han funcionado los prejuicios y anotemos que seguramente el historiador persigue una verdad siempre relativa en tanto y cuanto puede mejorar, corregir, completar, perfeccionar el conocimiento del pasado, verdad al fin que debe ser lo más objetiva posible. Esa búsqueda puede llevar años, tantos que nos convenzan que en la materia no hay nada definitivo. ¿Se desprendió el Profesor Gez y los que siguieron su escuela de los prejuicios que reinaron en su época, de su óptica unitaria contrapuesta a la federal que jamás fue de su simpatía? Creo honestamente que el prejuicio existió y existió hasta la apreciación retorcida y la mentira. El silencio y el olvido están ahí, porque en definitiva ¿qué hemos oído o qué hemos leído sobre la inmensa actividad gubernativa del Brig. Gral. D. Pablo Lucero? Por otra parte, si nos atenemos al testimonio de Gez, de Pastor o de Sosa Loyola, advertiremos que si bien reconocen merecimientos en el quehacer de Lucero –tal vez porque son innegables–, se mueven entre lo positivo y lo negativo, máxime tratándose de alguien que está inmerso en la época de Rosas, época para ellos nefasta, cuyos excesos y extravíos también alcanzaron a quien gobernó San Luis siempre bajo la égida del dictador
porteño. Ocurre en Gez, concretamente, lo que escribía Víctor Saá: “Tan pronto afirma como niega grandilocuentemente”. El hombre “poco sociable y reconcentrado, de seño indigesto” y de maneras “de estancia y campamento” como lo describió Sosa Loyola, debía actuar bastante lejos de los ilustrados de levita, galera y bastón, porque al fin dejó de guerrear contra sus adversarios políticos o contra los indios, no son pocos cuarenta años de lucha!, sin poder gozar de los saraos, la buena ropa o los perfumes de salón. Pero el Dr. Sosa Loyola insistirá en la consideración despectiva de Lucero, a quien ubica en su “ínsula rosista”, donde exhibía, son sus palabras textuales, “su alma seca” y su “exterior cáscara amarga”. (22) Claro es que son adjetivaciones desconocidas e hirientes, con ironías que esconden desprecio, no se escribe la historia. O se apoya en documentos, en constancias objetivas, en juicios mesurados o todos lo dicho se desvanece como el humo de una tradición insostenible. Pero aunque nos duela así ha procedido esta historiografía de neto signo unitario que, paradojalmente, se constituía en heredera de ese “partido unitario o liberal de San Luis” como lo admitió el nombrado Sosa Loyola, partido que renacía en el año 40 de “ilustres cenizas” pero que el fin no pudo resistir el empujo federal que lo venció en las Quijadas y, en extensión cuyana en Angaco y en Rodeo del Medio. Ahora bien: ¿cuándo comienza la reivindicación del Gobernador Lucero, en qué momento se abre una nueva perspectiva tendiente a darle a su persona y a su gestión gubernativa el matiz verdadero que le corresponde? Comienza a escribir la otra historia el Prof. Víctor Saá desde aquel capítulo sobre la historia provincial del período 1832-1862 incluido en el volumen X de la Historia de la Nación Argentina prohijada por la Academia Nacional de la Historia, en 1942 y la continúa, consigno sólo dos ejemplos, en su trabajo “Del revisionismo histórico” donde criticando al Prof. Gez en relación a los gobiernos rosistas de Calderón y Lucero destaca que “es evidente su inquina contra aquellos que él, repitiendo a Sarmiento, entendió como la barbarie, los que por el solo hecho de haber gobernado bajo la égida de Rosas aparecen en sus páginas como suspectos de cerril servidumbre. Lo que es totalmente falso”. (23) Si de hablar con propiedad y con exactitud se trata habría que nombrar en segundo lugar a Urbano J. Núñez quien, sin ser puntano y apoyado en los papeles que investigó en el Archivo Histórico Provincial, nos ha dejado nobles páginas justicieras referidas al gobernador Lucero, ya que como lo afirmó en su “Historia”, “encerrado en el rojizo marco de la Santa Federación el gobierno de don Pablo Lucero ha merecido injustos y grandilocuentes reproches, más abundantes y fáciles que los honrados trabajos de dilucidación histórica aportados, felizmente, por algunos pocos estudiosos”. Hay pues que volver a leer lo escrito por Núñez, hay que repasar, entre otros su trabajo sobre los “Orígenes del Fuerte de San Ignacio” para descubrir de qué manera estaba hecha la recia figura de Don Pablo, y porqué no ese notable estudio que tituló “La imprenta de San Luis”, recordando que fue Lucero el introductor de esta máquina que aseguraba la difusión de la palabra escrita. Es cierto como lo notara Núñez que han sido pocos los estudiosos de San Luis que se han ocupado de D. Pablo Lucero en tanto tiene en claro el papel del Brigadier General el Prof. Néstor Menéndez en su trabajo “Breve
historia de San Luis”, aunque sin la extensión que anhelamos pueda referirse a este tema en el futuro. Finalmente nos permitimos citar entre los que han dicho con claridad los méritos del gobernador Lucero a un estudioso de la ciudad de San Nicolás de los Arroyos, Don Miguel Angel Migliarini, quien ha escrito, indudablemente convencido, que Lucero fue “custodio de las sagradas instituciones provinciales y nacionales”… “propulsor de un adelanto como nunca se había visto en territorio puntano”… “En su vasto accionar son innumerables los ejemplos que, insisto, son paradigmas para nuestros días, como el haber regularizado la percepción de impuestos, nivelando el presupuesto de gastos y quedando con sobrantes en las cajas provisionales de entonces, mercad al plan de economía iniciado con la rebaja de su propio sueldo”. (24) 9. Conclusión. Nosotros no queremos, de ninguna manera, ser partícipes de esa “conspiración del silencio” que denunciaba el Prof. Gez, en 1910, referida a la persona del Gobernador Pablo Lucero. Queremos por el contrario contribuir aunque con modestia, libres de prejuicios o prevenciones, a divulgar, a proyectar, a difundir el testimonio de cuantos, no importa que el número sea reducido, fueron capaces de separar la paja del trigo, merituando la gestión de un mandatario provincial que no fue un “gaucho iletrado” sino una personalidad modesta, sobria y justa, un valiente soldado, un escrupuloso administrador y un progresista hombre práctico, como la hace patente el juicio del Pbro. José Aníbal Verdaguer, citado por Saá. FUENTES 1) Barreiro Ortiz, Carlos: “Provincia de San Luis. Diccionario-Guía-Manual”, Buenos Aires, 1981. 2) de Santillán, Diego: “Gran Enciclopedia Argentina”. Tomo IV Buenos Aires 1958. 3) Follari, Rodolfo: “El Reglamento Provisorio para el régimen de gobierno de la Provincia de San Luis de 1832”. Junta de Historia de San Luis, San Luis 1982. 4) Fourcade, Hugo: “La Historiografía de sanluiseña y la época de Rosas”. Revista “Nuestra historia”, nº 23, Buenos Aires, 1979. 5) Fourcade, Hugo: “La Historiografía de San Luis. Primeros Apuntes”. Congreso Nacional de Historia de Argentina. Tomo II Buenos Aires, 1997. 6) Gez, Juan W.: “La tradición puntana”, Buenos Aires, 1910. 7) Gez, Juan W.: “Historia de la Provincia de San Luis”, Buenos Aires, 1916. 8) Lafond, Julio B.: “Historia de la Constitución Argentina”, Buenos Aires, 1950. 9) Menéndez, Néstor pedro: “Del federalismo aristocrático al de los caudillos populares”, San Luis, 1987. 10) Menéndez, Néstor Pedro: “Breve historia de San Luis”, 2da. Edic. San Luis 1994.
11) Menéndez, Néstor Pedro: “Informe histórico sobre el edificio del Cuartel de la Guardia Nacional y Departamento de Policía de la Pcia. De San Luis”. 1ras. Jornadas de Historia, Merlo 1997. 12) Migliarini, Miguel Angel: “Breve semblanza del representante de San Luis en el Acuerdo de San Nicolás”. Boletín nº 12 de la Historia de San Luis, San Luis, 1994. 13) Migliarini, Miguel Angel: “Pablo Lucero y el Acuerdo de San Nicolás”. 1ras Jornadas de Historia, Merlo 1997 (inédito). 14) Núñez, Urbano Joaquín: “La imprenta de San Luis”, Edic. Dirección de Cultura, San Luis 1953. 15) Núñez, Urbano Joaquín: “Una supuesta invasión a San José del Morro en 1847”. Boletín nº 1 de la Junta de Historia de San Luis, 1970. 16) Núñez, Urbano Joaquín: “Historia de San Luis”. Edic. Plus Ultra, Buenos Aires, 1980. 17) Núñez, Urbano Joaquín: “Orígenes del Fuerte de San Ignacio”. Boletín nº 12 de la Junta de Historia de San Luis, San Luis 1994. 18) Pastor, Reynaldo A.: “San Luis: su gloriosa y callada gesta”, Buenos Aires, 1970. 19) Pavón Pereyra, E. y, Castro, Juana: “San Luis, sus hombres, su historia, su cultura”. Gobierno de San Luis, San Luis, sin fecha de edición. 20) Puentes, Gabriel A.: “Historia Argentina”, Buenos Aires 1956. 21) Saá, Víctor: “San Luis: 1832-1862”. Academia Nacional de la Historia. Historia de la Nación Argentina, Vol. X Edic. El Ateneo, Buenos Aires, 1947. 22) Saá, Víctor: “Del revisionismo histórico”. Edición Centro de Estudios Puntanos. San Luis 1954. 23) Saá, Víctor: “La Provincia de San Luis y el Ejército de Operaciones del Centro en la Campaña de 1833 contra los indios”. Boletín nº 6 de la Junta de Historia de San Luis, San Luis 1986. 24) Sosa Loyola, Gilberto: “La Revolución unitaria de 1840 en San Luis”. Boletín nº 22 del Centro Puntano de Buenos Aires. Buenos Aires 1942. 25) Sosa Loyola, Gilberto: “La aldea federal”, San Luis 1941. 26) Tagle Achával, Carlos: “Las motivaciones de la lucha política argentina desde Caseros hasta 1880”: Congreso Nacional de Historia Argentina. Vol. I. Buenos Aires, 1997. 27) Velásquez, Felipe S.: “El Chorrillero”. Edic. Fondo Editorial Sanluiseño, San Luis 1995. 28) Verdaguer, José A.: “Historia Eclesiástica de Cuyo”. Tomo I y II, Turín, 1932. 29) Yaben, Jacinto A.: “Biografías argentinas y sudamericanas”, Buenos Aires, 1955. 30) Zinny, Antonio: “Los gobernantes de San Luis”.Revista de la Junta de Estudios Históricos de Mendoza. Tomo XIX. Edic. Best. Mendoza, 1939. NOTAS 1. Juan W. Gez: “La tradición puntana”. Buenos. Aires, 1910. Pág. 54 2. Hugo A Fourcade: “La Historiografía de sanluiseña y la época de Rosas”. Revista “Nuestra historia”, Buenos. Aires, Nº 23, 1979, pág. 272. 3. Juan W. Gez: “Historia de la Provincia de San Luis”, Buenos. Aires, 1916, Tomo 2 pág. 39.
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