LA VUELTA DE LOS CAMPESINOS
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LA VUELTA DE LOS CAMPESINOS Con este título, Silvia Pérez-Vitoria, periodista e investigadora francesa, publicaba hace un año un libro en el que describe y reivindica la llamada “agricultura campesina” en todo el mundo. A pesar de la masiva incorporación de la tecnología en el sector agrario y de la fuerte presencia del capital financiero en la producción de alimentos, la realidad es que esa vieja agricultura campesina, basada en el trabajo de las familias, en pequeñas explotaciones y combinando diferentes cultivos y variedades, es la que sigue alimentando a la mayoría de los casi seis mil millones de personas que habitamos el planeta. Una de las regiones del mundo donde la mecanización y la capitalización de las actividades agrarias ha sido y es más visible es Europa, y, por ello, es también donde esa agricultura campesina ha sufrido mayores reveses, hasta el punto de quedar desdibujada entre una maraña de normas, cupos, ayudas, máquinas, industrias agroalimentarias y cadenas de distribución de alimentos. Sin embargo, la presencia de ese modelo agrario aún sigue estando presente en las sociedades europeas, y no solo en semillas, campos de cultivo, razas y técnicas, sino también, en la morfología de los pueblos, el modo de organizar los aprovechamientos, las líneas de comunicación y los caminos que conectan las diferentes áreas. La forma de ocupar y aprovechar el espacio sigue impresa en los pueblos de modo bien visible, ya que una gran parte de los núcleos rurales europeos tienen su origen en la época en la que se gestó la llamada “sociedad campesina”, la Edad Media. Esos asentamientos situados a media ladera y conectados con un valle fluvial y un área forestal y pascícola, la disposición de los campos de cultivo en forma de círculos concéntricos en torno al núcleo urbano, donde la intervención antrópica se atenúa a medida que nos alejamos del núcleo, la red de acequias y canales que recogen el agua y la distribuyen por los huertos, o la disposición circular y defensiva del planeamiento,,, son una fotografía donde la sociedad campesina medieval aparece retratada. Tan indeleble es la huella de esa forma de aprovechamiento del espacio agrario y de ocupación humana que, ni los procesos de industrialización agraria que tuvieron lugar en Europa desde los años cincuenta del pasado siglo, las masivas concentraciones parcelarias o la reducción del enorme patrimonio genético que los campesinos atesoraban,,, han sido capaces de hacer desaparecer la gastada, erosionada, maleada,,, agricultura campesina. “En otoño, cuando se siembra el trigo, y la primavera, estamos con el arado hasta cuatro o cinco horas, llevamos pan, algunas nueces o un trozo de queso blanco para la merienda, medio sextario de vino cada uno en una botella de mimbre con una botella de barro llena de agua, porque al aire libre da mucha sed” J L Flandrin, “Sobre la alimentación de los campesinos””. En “Historia de la alimentación” Pp 749 En este panorama, no es extraño que, periódicamente, las sociedades urbanas hayan puesto la vista en ese “pasado campesino” cuando las crisis, guerras, inseguridad, o falta de alimentos, han asolado las ciudades. La razón de este fenómeno no se debe tanto a una idea de “búsqueda de refugio” o de “huida del atronador ruido de la urbe”, sino, sobre todo a la presencia, aunque débil y desdibujada, de un modo de habitar, vivir y relacionarse que sigue presente en el ADN de las sociedades europeas.
Productos de los agricultores jóvenes (Arenas de San Pedro) Con harta frecuencia, el término “medieval” ha sido y continua siendo asociado a conceptos relacionados con el atraso, la falta de normas, la discrecionalidad en el ejercicio del poder o una escasa urbanidad; pero hace tiempo que el conocimiento histórico ha modificado sustancialmente esta visión. Ya que, si bien es cierto que el Medievo es la época en la que se implanta un modo de ejercer el “dominio” sobre personas y bienes, el feudalismo; no es menos verdad que en la Edad Media surgieron instituciones municipales con un elevado nivel de autoorganización, así como un gran número de normas y usos destinados a regular los aprovechamientos agrarios y la convivencia entre las personas. Frente a una sociedad cerrada y sometida al poder total de reyes, monjes y nobles, podemos contraponer otra realidad en la que abundan ferias y mercados, centros de estudio y conocimiento, planes urbanísticos bien precisos o infraestructuras productivas de gran ingenio,,, muchas de las cuales han llegado vivas y operativas hasta mediados del siglo pasado. Abundando más en esta sociedad medieval y la conformación del sistema campesino que estamos retratando, importa señalar la plena actualidad de algunas de sus técnicas agrarias más representativas. La rotación de cultivos, la organización del espacio en áreas de huertos, “tierras de pan”, viñedos, zonas de pasto y bosque, la regulación de los aprovechamientos de forma comunitaria dividiendo el espacio agrario en “hojas” o la compatibilización de usos agrícolas y ganaderos en un mismo término, son, entre otros, algunos de los elementos sobre los que evidenciar su utilidad en nuestros días. Y, por ello, no resulta extraño que ese sistema, siendo originario del Medievo, haya pervivido con pocos cambios el dilatado lapso de 900 años. La globalización de los intercambios, la especialización productiva, la masiva urbanización de las poblaciones, la maquinización y la incorporación de de la lógica del capital en la producción agraria, han sido, entre otras, las razones que explican el colapso que el sistema campesino sufrió en Europa durante el pasado siglo y en España durante su segunda mitad. Los efectos más visibles de este colapso son la desaparición de gran número de núcleos, la despoblación rural o la pérdida del saber, del material genético y de los usos que definían esa economía campesina.
Uno de los elementos clave de ese modelo socioeconómico que estamos trayendo a la actualidad es el huerto. La importancia de los huertos en este modelo agrario ha tardado en ser acreditada debido a que la producción hortícola raramente figuraba en las fuentes documentales utilizadas para estimar la producción agraria (en su mayor parte, los libros de diezmos). Por ello, algunos historiadores llegaron a la conclusión de que sólo contabilizando cereales y ganados hubiéramos encontrado miseria y hambre generalizada, cuando estas situaciones, si bien fueron mucho más que episódicas, no estuvieron tan generalizadas como a veces se piensa. “Las estimaciones de los presupuestos campesinos basados en la tenencia de la tierra de la que se sabe que disponían, y la probable productividad de esta tierra, conducen a menudo a la conclusión de que una familia apenas se hubiese mantenido viva con 6 hectáreas. ¡Y sin embargo la mayoría de las familias ocupaban explotaciones de 1 a 5 hectáreas! […] Pero aunque deberíamos estar hallando miseria por todas partes, la gente cuyos presupuestos familiares hemos investigado no sólo sobrevivía, sino que en apariencia adquiría zapatos y vestidos nuevos, compraba cerveza e incluso jugaba. […]” Christopher Dyer, 1998. En Tello, E. 2004. “La petjada ecològica del metabilisme social: una proposta metodològica com a humanitzación del territori” Dep. de Història i Instituciones Econòmiques. Universitat de Barcelona. Manuscrits 22. El acceso al riego de los espacios hortícolas incrementa sus posibilidades agronómicas, ya que proporciona mayor seguridad a las cosechas, mejora la productividad del suelo y permite una serie de cultivos, como los frutales y las hortalizas, más difíciles en zonas de secano. El papel de los huertos es clave en el funcionamiento del sistema campesino, puesto que contribuyen a diversificar las fuentes de obtención de alimento, aportan elevadas producciones por hectárea y, en la mayoría de los casos, su producción está exenta del diezmo. Uno de los aspectos clave en la economía campesina era la conservación de los alimentos. La preocupación por alargar la vida útil de las cosechas está en el origen de gran número de especialidades alimentarias en la actualidad, y para este objetivo, los huertos desempeñaban un papel fundamental. Se utilizaban diferentes variedades de frutas para alargar la temporada de recogida, hasta el punto de que en algunas zonas se comenzaba la recolección en San Juan y se acababa a finales de Noviembre. Había frutas para compota, conserva, secado, para guardar en las recocinas de las casas,,, y también había frutas y hortalizas para el mercado. La importancia económica de los productos de huerta queda corroborada por los catastros, que tanto el de Ensenada (1752), como los de Madoz y Gobantes en el siglo XIX, mencionan con profuso detalle la producción hortícola en gran número de localidades riojanas, sobre todo en las situadas en su mitad oriental. “Durante el siglo XVIII, los árboles frutales adquirieron gran importancia en la Villa (Cornago), tanto por su gran producción como por la extraordinaria calidad de sus frutos. Mención especial merece la manzana camuesa, que en dicho siglo gozaba de gran renombre: “se vende muchísima camuesa fina y de toda clase de manzanas,,, tiene mucha fama esta villa”. También han imperado en esta época otras clases de fruta: “Ziruelas de toda especie con abundancia de secadera que llaman pasa”. De entonces es también la calificación de “mui especiales” “Aspectos históricos de los recursos naturales de la villa riojana de Cornago” Palacios Sánchez, J.M. Revista Berceo, nº 102. 1982 Por su parte el Cabildo Eclesiástico de la Villa, órgano de gran influencia en la vida local durante los siglos XVI, XVII y XVIII, dice textualmente, en una de sus actas, referida al año 1713: “Cornago tiene buenos melocotones”. Por su parte, Madoz, en el siglo siguiente, dice al respecto: “Son de un gusto exquisito las camuesas”. De muy antiguo viene el dicho “la mujer y la camuesa, cornaguesa”, aludiendo a la calidad de la manzana de Cornago.” “Aspectos históricos de los recursos naturales de la villa riojana de Cornago” Palacios Sánchez, J.M. Revista Berceo, nº 102. 1982
Mercado semanal de productos de la tierra en Arenas de San Pedro – Avila Esa “despensa”, situada cerca de la vivienda, profusamente estercolada, que recibía más atenciones y cuidados que ningún otro espacio agrario, fue uno de los “refugios” utilizados por los campesinos frente al poder de señores, prelados o monjes, que hasta la desaparición del señorío en 1812, mantuvieron su “dominio” y su sistema de extracción de rentas sobre el campesino. Ya que, si bien cereales, fibras o carne tenían estipulado un sistema de pago claro y proporcional a los rendimientos (10% en el caso del diezmo), la producción hortícola quedaba en muchas ocasiones fuera de ese sistema fiscal, el cual obligaba a pagar “en especie” un porcentaje de lo efectivamente cosechado. “La importancia de los huertos para la alimentación de los campesinos se deduce de ciertos estatutos de los pueblos y los castillos, que obligan a todas las familias a cultivar por lo menos una y a veces detallan las especies y el número de plantas que se deben sembrar. La casa tiene al lado una huerta y esta es un elemento básico del hábitat rural, por esa razón, el señor feudal suele eximirla de las deducciones sobre la producción” Alfio Cotones “La alimentación rural y urbana en la Baja E Media”. En “Historia de la alimentación”, VVAA, Pp 549 La especialización productiva, la intensificación de las prácticas agrarias o la mecanización de las tareas agrícolas, además de arrinconar el modelo campesino, también acarrearon la ruptura con la familia tradicional, que proveía de abundante mano de obra para atender los espacios de huerta. Por ello, la desaparición del modelo campesino ha supuesto el abandono de muchas áreas de huerta, o la sustitución de las frutas y hortalizas por cultivos menos exigentes en mano de obra, o, en no pocas localidades, la masiva urbanización de las huertas para destinarlas al hábitat, con lo que siglos de fertilidad acumulada, suelo, saberes, semillas,,, han quedado sepultados por el cemento.
No obstante estos procesos, pareciera como si esa vieja cultura campesina se negara a desaparecer, y, una vez más, son los espacios de huerta los que están mostrando abundantes ejemplos del interés de muchas personas por dicha cultura. Los efectos saludables y recreativos que proporciona el trabajo en la huerta, ha propiciado numerosas iniciativas públicas y privadas de adecuación de espacios urbanos y periurbanos para el cultivo de hortalizas, fenómeno que en la actualidad puede encontrarse en diferentes países y entornos. La consciencia del valor de las semillas, de su variedad y su capacidad de adaptación a diferentes climas, suelos y culturas está dando lugar a la formación de grupos de estudio, protección, caracterización, reproducción e intercambio de material genético. La vinculación entre la alimentación y la salud, también está contribuyendo a generar interés por las huertas. Personas individuales o grupos de cultivadores vuelven a la azada y el surco para proveerse de alimentos sanos y nutritivos. En algunos casos, estos cultivos están asociados a grupos de consumo urbanos, los cuales se plantean de modo activo sus necesidades alimentarias y se implican en la producción de alimentos La uniformización de los productos y la estandarización a la que son sometidos por parte de las cadenas de distribución alimentaria, tiene su contrapeso en la multitud de ferias y mercados en los que los productores comercializan directamente sus productos y tratan de establecer alianzas con los consumidores. El “rebrote” de la cultura hortelana puede apreciarse en numerosas iniciativas, tales como los huertos urbanos, escolares, en museos, asociados a restaurantes, en terrazas, azoteas,,, que proliferan en las ciudades. Y también en zonas rurales, donde grupos de consumidores están alentando el cultivo de frutas y hortalizas y se comprometen a adquirir a precios pactados la cosecha. En otros casos, grupos de cultivadores se hacen con el uso del suelo, mediante cesión o alquiler, para retomar el cultivo en zonas agrícolas abandonadas. A pesar de tratarse de iniciativas modestas, algunas de ellas están alcanzando un volumen suficiente como para apreciar una tendencia. En Japón, las primeras experiencias de canales cortos de comercialización tuvieron lugar en los años sesenta, y en la actualidad, más de 1 millón de personas se proveen de alimentos mediante sistema. En EEUU las llamadas “Community Supported Agricultural” son un sistema para apoyar y financiar cultivos a pequeña escala, en Francia las “Associations pour le Mantien d´une Agriculture Paysanne” han llegado a conformar más de 1200 grupos, siendo unas 50.000 familias las que adquieren alimentos de este modo. En Italia, los grupos “altero”, que agrupan a agricultores ecológicos y de proximidad calculan que cada día elaboran en miles de cocinas unos 1.400.000 menús para centros escolares, comedores de empresa,,, etc. En España, entidades como Arae, Xarxeta de Pagesos en Cataluña o los grupos Nekasarea en el País Vasco promueven iniciativas de agricultura campesina destinada producir alimentos para grupos de consumo. Y, ya en un ámbito más cercano, en Nalda, la Asociación “El Colletero” lleva años promoviendo el cultivo de huertas abandonadas en el valle del Iregua y semanalmente distribuye cestas a más de cien consumidores organizados. La cultura campesina ha vuelto, y lo ha hecho, precisamente porque no se había marchado del todo. Porque la historia no es una línea recta que conduce a un imparable infinito, sino más bien el hilo de una madeja que se expresa a través de sus curvas, porque el pasado está aquí y ahora, lo llevamos en nuestro cerebro y en nuestros actos, y se muestra en paisajes, objetos, formas y …… alimentos.
Las huertas en el siglo XXI Situación actual Perspectivas de futuro Policultivo, Rotaciones Combinación de diferentes variedades, Recuperación de Especialización productiva variedades Políticas de calidad ligadas a prácticas agrarias, a Políticas de calidad "marquistas" la calidad del suelo, fertilización, manejo de plagas … Bancos de semillas Acciones de intercambio de semillas entre cultivadores (ferias de semillas) Pérdida de variedades Puesta en marcha de campos experimentales Formación Elaboración y edición de materiales para cultivadores Catálogos sobre prácticas agrarias tradicionales Elaboración de materiales para escuelas, colectivos Pérdida de conocimientos urbanos, personas mayores,,, Puesta en marcha de planes de protección de las áreas de huerta en los planeamientos municipales Realización de acciones de sensibilización entre la Pérdida de suelo población Recuperación de determinadas infraestructuras (riego) Desaparición de las infraestructuras Adaptación de NNTT para riego y fertilización Acuerdos estables entre grupos de consumidores y productores Organización de Ferias y Mercados para venta directa Cambios en los sistemas de Utilización de espacios para el encuentro y debate entre comercialización productores y consumidores Ramiro Palacios, impulsor del proyecto enológico "anti-pijos" El Corazón del Rioja.
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