Manualidades, artesanías y artes populares: conceptos y guías de evaluación-7

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Manualidades, artesanías y artes populares: conceptos y guías de evaluación-7
Jaime Zayas

    Manualidades, artesanías y artes
populares: conceptos y guías de evaluación

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Manualidades, artesanías y artes populares: conceptos y guías de evaluación-7
Identidad y valor cultural
En la sociedad puertorriqueña de hoy, la producción y mercadeo de objetos representativos de nuestra cultura po-
pular es una industria y no es un proceso reducido a que personas independientes obtengan ingresos de su trabajo
según las condiciones económicas prevalecientes en el mercado de bienes y servicios. Es de conocimiento general
que el valor de estos objetos no se limita a su utilidad material o su función decorativa sino que incluye –cada vez
con mayor importancia- el ser representaciones de una memoria histórica que enlaza el pasado y el presente sobre
la base de tradiciones, costumbres y modos de vida que distinguen la cultura popular puertorriqueña y que de esa
forma contribuyen y son parte de la cultura nacional.

Lo anterior hace que estos objetos sean portadores de una identidad cultural especificamente puertorriqueña. Cuan-
do el valor de estos objetos se expresa en términos monetarios, incluye más que el costo de materiales, mano de
obra y ganancia mercantil. De hecho, parte prominente de ese valor es la capacidad de los productores para comu-
nicar mediante sus objetos el grado de conocimiento, creatividad y excelencia que poseen respecto a los temas y
expresiones de la cultura popular puertorriqueña. Por eso, los términos “artesanía puertorriqueña” y “arte popular
puertorriqueño” implican un reconocimiento de que los objetos que se distinguen con esos nombres son expresio-
nes válidas y genuinas de la identidad cultural de nuestro país. Esta identidad incluye lo que nos distingue ante los
demás pueblos del mundo y lo que tenemos en común con todos ellos. No incluye los rasgos particulares de otros
pueblos y culturas, aunque estos circulen en los ámbitos mercantiles de nuestra economía. La realidad e importan-
cia de este asunto quedan demostradas cuando vemos que el gobierno, la empresa privada, las instituciones cultura-
les y el pueblo en general dedican esfuerzos y recursos a la promoción y reconocimiento de la especificidad de lo
que llaman “artesanía puertorriqueña” y “arte popular puertorriqueño”. En otras palabras, estos objetos son distin-
tos y esta distinción les confiere valor mayor.

La evaluación como diálogo y debate
En la práctica, este proceso cultural genera complejos debates sobre los criterios definitorios de las artesanías y las
artes populares. Estos debates inciden de manera directa en los procesos dirigidos a educar al pueblo sobre el valor
de la cultura popular. También afectan las estrategias de mercadeo que son necesarias para crear espacios de acce-
so y protección a las artesanías y las artes populares. La falta de investigación sobre estos temas y la escasez de
foros que propicien el diálogo y la búsqueda de consenso sobre las necesarias definiciones de lo artesanal, lo artís-
tico y lo popular, ha llevado a la imposición de criterios arbitrarios que muchas veces responden a la ignorancia,
los prejuicios y los gustos personales de las personas y funcionarios envueltos. Todo esto ha alimentado la dificul-
tad –a veces incapacidad- para evaluar la creatividad popular sin imponer restricciones a la indiscutible libertad de
expresión a la que todos tenemos derecho.

La cuestión central es la siguiente: si la gente tiene derecho a producir y mercadear objetos según los temas y con-
tenidos que la libertad de expresión le garantiza, ¿cuáles de esos objetos son artesanías y artes populares? Esta pre-
gunta no tiene una respuesta universal, perfecta o definitiva pero sí tiene una respuesta histórica: podemos definir
lo que a comienzos del siglo 21 son artesanías y artes populares en la cultura puertorriqueña, aunque esto no coin-
cida completamente con lo que fue en el pasado ni con lo que pueda ser en el futuro. Las definiciones culturales
cambian según transcurre la historia. Así las cosas, a principios del siglo 21 la gente puertorriqueña necesita acor-
dar criterios que distingan las manualidades, artesanías y artes populares. Este es el debate que siempre aparece al
momento de hacer evaluaciones, producir directorios, organizar ferias y trazar políticas culturales.

Manualidad                  Artesanía                                                                       Arte popular
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Manualidades, artesanías y artes populares: conceptos y guías de evaluación-7
Manualidad

Manualidades, artesanías y artes populares
¿Dónde se encuentran esas características definitorias? Están en la memoria
histórica compartida que se expresa en los objetos mismos. No están en las ab-
tracciones de mentes privilegiadas, ni en las imposiciones políticas, ni en los
gustos personales, ni en las imaginaciones ignorantes. Solamente la observa-
ción, investigación y compenetración con los productores y sus objetos nos pro-
porciona las informaciones pertinentes. Cuando nos situamos en este contexto
práctico, encontramos la posibilidad de categorizar objetos según sus propias
características.

La casi infinita diversidad de los objetos de la cultura popular puede organizar-
se. Los que nos interesan son los que se producen en talleres individuales,
domésticos y comunitarios.

Por un lado, existe una multiplicidad de objetos fáciles de hacer, que no requie-
ren destrezas complejas ni prolongados aprendizajes. Son objetos de poca crea-
tividad, cuyo diseño es sencillo y repetitivo y no expresa mucha imaginación ni
talento por parte del productor. Muchas veces son ensamblajes y procesos basa-
dos en seguir las instrucciones que vienen con los materiales comprados o que        Manualidad
aparecen en revistas, manuales y otras publicaciones. Con frecuencia, son imita-
ciones y/o copias de temas y diseños ajenos al productor o de origen extraño a la
cultura popular puertorriqueña. Cuando incorporan elementos puertorriqueños,
lo hacen a niveles genéricos y superficiales de poca precisión. En otras ocasio-
nes, son incorporaciones manuales de las modas mercantiles del momento que
con mucha frecuencia proceden de la cultura norteamericana o de la actualidad
comercial internacional. Estos objetos se denominan manualidades. La creciente
penetración de las manualidades en los ámbitos artesanales es un tema de discu-
sion candente.

Otros objetos son creaciones populares de diseño más complejo que conllevan
dificultad en la fabricación y por eso requieren destrezas específicas que son
producto de un complejo aprendizaje. Estos objetos contienen y expresan con
intensidad personal la presencia, sensibilidad, imaginación y talento de sus pro-
ductores. Aunque pueden repetirse, su confección manual y dedicación personal
hace que cada objeto tenga una impronta subjetiva que le confiere valor adicio-
nal. Tienen características que expresan los estilos personales de los productores
pero la naturaleza de su función, diseño e identidad es expresión colectiva de
una cultura compartida. Así, intencional y concientemente muestran la tradición,     Artesanía
historia y memoria de la cultura popular. Aunque algunos de sus procesos pue-
den incluir el trabajo mecanizado, el predominio del trabajo manual es indispen-
sable y definitorio. Estos objetos se denominan artesanías y son artesanías puer-
torriqueñas cuando su contenido y tradición expresan la historia popular puerto-
rriqueña, desde sus orígenes hasta su transcurso actual.

Cuando en los objetos fabricados en talleres individuales, domésticos y comuni-
tarios predomina la fabricación manual junto a la presencia de la memoria popu-
lar pero ambos se manifiestan según la intención libre, personal y única de sus
productores estamos en presencia del arte popular. Los artistas populares son
creadores que abandonan la reiteración de temas y contenidos provenientes de la
tradición y desarrollan maneras innovadoras e individuales de expresar las vi-
vencias populares según la sensibilidad e imaginación particular de la creación
libre. La presencia de lo popular es una elección voluntaria en vez de un acata-
miento de la costumbre. Los temas y contenidos universales también están a
disposición de los artistas populares. Lo que los distingue de las bellas artes es
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que la expresión de técnicas, contenidos y temas es producto de la vivencia personal animada por la curiosidad y la
inspiración pero sin la intervención determinante de entrenamientos o aprendizajes institucionales. El arte popular
no incluye la expresión creativa que ha sido moldeada y desarrollada en escuelas, universidades u otras institucio-
nes dedicadas al quehacer artístico. Tampoco incluye la utilización intencional y prememeditada de los cánones
artísticos de esas instituciones, aunque se realice de manera voluntaria. Esto quiere decir ni la utilización de temáti-
cas populares por parte de artistas cultos ni la asimilación de las bellas artes por personas de extracción popular
forman parte del arte popular de un pueblo.

Todo lo anterior no cancela la dificultad de distinguir el arte popular de las bellas artes. Los elementos de ambos
pueden combinarse de múltiples y complejas maneras pero podemos determinar cuál es predominante para propó-
sitos de evaluación, en vez forzar demarcaciones rígidas y permanentes. El misterio de la expresión artística no
puede reducirse a fórmulas absolutas.

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Implicaciones y consecuencias
Las definiciones anteriores conllevan varias implicaciones y consecuencias ineludibles. Primero, la definición de
los objetos no estriba en los materiales ni las técnicas que se utilizan en su producción. La materia prima madera,
procesada mediante la técnica del tallado puede convertirse en manualidad, artesanía, arte popular o arte, según sea
el caso. Segundo, los productores-creadores no viven en la pureza de un aislamiento que los localiza en una sóla de
estas categorías, sino que practican procesos de trabajo que se influyen y afectan unos a otros, de manera que un
mismo taller puede producir manualidades, artesanías y artes populares y las tres pueden recibir influencia del arte.
Tercero, y mucho más importante, los objetos contienen simultáneamente elementos de manualidad, artesanía y
arte. La evaluación, por lo tanto, no consite en ponerle un sello de identificación y exclusión sino en determinar
qué elemento predomina en el objeto. Una artesanía es un objeto en el que predomina el componente artesanal aun-
que contenga elementos de manualidad y/o arte. Cuarto, los evaluadores tienen que ser personas de mucha expe-
riencia y claridad conceptual y ambas cosas se consiguen sólo mediante el aprendizaje, la investigación y la incor-
poración de nuevas situaciones.

Aquí es pertinente hacer una aclaración. Los conceptos de manualidad, artesanía y arte no poseen connotaciones
inherentes de excelencia o mediocridad. Son tres conceptos, no tres juicios de valor profesional o estético. No se
trata de que cuando un artesano alcanza altos niveles de esmero y belleza se convierte en un artista o se le alaba
con este término. El trabajo de intención artística puede ser mediocre o excelente, lo mismo que el de intención
artesanal o meramente manual.

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Diferencias en calidad de muñecas de trapo

La evaluación de la calidad
La evaluación no se reduce a la correcta identificación del objeto porque también incluye la obligación de determi-
nar niveles de calidad manual, artesanal y/o artística. El tema de la calidad de los objetos es tan candente como el
de su definición. Sin embargo, la dificultad y complejidad del asunto no justifican la imposición de criterios arbi-
trarios de calidad. Lo cierto es que las manualidades, artesanías y artes populares no aparecen como un reguero de
particularidades sino como un sistema de renglones, reconocido por todos y con una historia de surgimiento, desa-
rrollo y dirección. Esa historia contiene los elementos para definir los criterios de calidad de cada renglón. ¿Cuán
bueno debe ser el trabajo de un productor ubicado en un un renglón para ser considerado aceptable y digno
representante de la cultura popular puertorriqueña? Tan bueno como el nivel de calidad que hayan alcan-
zado los demás productores de ese renglón a través de la historia del mismo. Por lo tanto, la única manera
de evaluar la calidad en un renglón es conocer su historia. Esto tiene una consecuencia inescapable: la capa-
cidad de evaluar no es algo que “se pega” gracias a la familiaridad de frecuentar o trabajar en un ambiente
cultural, aunque eso puede facilitar el proceso. La evaluación requiere estudio, investigación y aprendizaje.
Una consecuencia adicional es que, dados el escaso trabajo de documentación escrita y el predominio de la trans-
misión oral en la cultura popular, los productores de los objetos son conocedores de primera mano y deben estar
incluidos en el diseño y ejecución de procesos de evaluación.

El carácter tradicional y colectivo de la gestión artesanal proporciona un campo de elementos compartidos que
definen la calidad artesanal. Estos se refieren al nivel de transformación de la materia prima, el dominio de las des-
trezas específicas del renglón, la eficacia utilitaria del diseño, el balance de la forma, el logro estético del objeto, el
cuidado de las terminaciones, la temática pertinente a la cultura puertorriqueña, el conocimiento del productor so-
bre el renglón que practica, la capacidad de imprimir una presencia personal al objeto y la capacidad de comunicar
información sobre sus procesos de trabajo. Todos estos elementos pueden organizarse en cuestionarios y/o entre-
vistas cuyo contenido específico depende de las particularidades de cada renglón. Es necesario insistir en la flexibi-
lidad de estos instrumentos de evaluación. No hay recetas universales, infalibles o permanentes. La calidad de un
renglón se encuentra en su propia historia.

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Con respecto al arte popular, todos los elementos anteriores se aplican con el fin de determinar cómo los objetos
del artista son propuestas originales en las que se recombinan los componentes del proceso de trabajo según la vo-
luntad individual del artista que persigue ejercer su libertad creativa. Así, el resultado es una innovación en la cul-
tura popular que admite diferentes lecturas, apreciaciones y utilidades que no están subordinadas al peso cultural
de la tradición sino que usan la tradición y la actualidad como puntos de partida para alcanzar otras posibilidades
de la imaginación creadora. Esa capacidad de abrir percepciones inéditas en los ámbitos de la cultura popular es lo
define la mayor o menor calidad del trabajo del artista. La calidad del arte popular, por lo tanto, está en constante
renovación a la vez que mantiene continuidades con la historia de su oficio y con los logros de la comunidad artís-
tica amplia.

Evaluación y promoción
Esta guía general tiene que traducirse a las situaciones concretas que convocan a procesos de evaluación. No es lo
mismo evaluar con el propósito de expandir las oportunidades de empleo en la población que evaluar para escoger
los más altos niveles de excelencia de los productores. No es igual evaluar para determinar los logros de talleres de
entrenamiento de aprendices que evaluar para otorgar premios en un certamen de consagrados profesionales. No es
idéntica la evaluación que justifica las invitaciones a una feria que la que señala los mejores maestros de la historia
de un renglón.

Cuando los procesos que se han presentado hasta aquí toman forma institucional y se convierten en organizaciones
de promoción artesanal y artística, es fundamental abrir espacios para desarrollar programas variados -con priori-
dades y énfasis diferentes- para poder así atender la diversidad de propósitos y necesidades que caracteriza toda
gestión cultural democrática. La integración y coordinación de los esfuerzos promocionales –tan saludable y con-
veniente- no debe tergiversarse para convertirla en torpe centralismo burocrático ni abusivo dirigismo cultural.

La evaluación de manualidades, artesanías y artes populares nunca alcanza su forma definitiva e inapelable sino
que se enriquece con las transformaciones culturales que suceden a nuestro alrededor. Sin embargo, es una tarea
que puede alcanzar altos niveles de seriedad y profesionalismo y aportar consensos generales que se adapten de
manera contínua a las condiciones cambiantes de los tiempos y las culturas.

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