ORIGEN, DESARROLLO Y PERSPECTIVAS DE LA CENTRAL INDEPENDIENTE DE OBREROS AGRÍCOLAS Y CAMPESINOS
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ORIGEN, DESARROLLO Y PERSPECTIVAS DE LA CENTRAL INDEPENDIENTE DE OBREROS AGRÍCOLAS Y CAMPESINOS C I O A C A la memoria de: Andulio Galvez Velázquez. Agustín Rubio Montoya. Graciano Flaviano Gutiérrez Benítez. José Dolores López Domínguez. Sebastián Pérez Nuñez Y a cientos de luchadores que ofrecieron su vida por una sociedad más justa, libre y democrática. Rescatar la memoria histórica es mucho más que el ejercicio de una actitud nostálgica. Es un deber para con incontables generaciones de luchadores y, sobre todo, es una obligación ética para una organización social con el futuro de nuestro pueblo consecuente con sus principios, que ha hecho suya la mejor herencia del pasado y que se sabe consciente de sus obligaciones. Así lo percibe la Central Independiente de Obreros Agrícolas y Campesinos (CIOAC). Durante treinta y seis años esta Central ha sido la organización de lucha revolucionaria que, en forma autónoma e independiente, ha desarrollado una actividad sostenida en defensa de ejidatarios, comuneros, pequeños propietarios minifundistas, solicitantes de tierras, productores y trabajadores de los sectores populares del campo y la ciudad. Nace en 1963, precisamente cuando organizaciones y dirigentes cooptados por el régimen de partido único, habían arriado con él las banderas revolucionarias, nacionales y progresistas de antaño. Con una actividad cotidiana y sin tregua, siempre junto a los mexicanos sin voz pero con hambre de justicia, tierra y dignidad, la CIOAC de manera constante se actualiza en sus deberes en el debate democrático en sus plenos y en sus ocho
congresos nacionales, logrando una presencia cotidiana en el territorio mexicano, desde Sonora hasta Chiapas y desde Veracruz hasta Colima. Del mismo modo, la política de masas de sus militantes ha desarrollado y trasmitido una conciencia clara y actualizada de los legados históricos de nuestro pueblo, fundiéndolos con las tareas presentes. Es así, que hace vigentes y rejuvenece los ideales de la Independencia, la Reforma y la Revolución Mexicana. De ahí, el vigor con que ella participó en las luchas sociales desde su fundación, en especial en aquellas de 1968, y en todas las más recientes. Levantó su voz y apoyó las aspiraciones populares de libertad y democracia, de reivindicación de la tierra, el crédito no usurario, precio rentable para las cosechas, acceso a la vivienda, educación y salud. Sin olvidar los legados patrióticos y nacionales, no ha cejado en la lucha por la autodeterminación y la soberanía de México, gravemente amagadas por un proceso globalizador de la actual etapa del capitalismo que ha sacralizado el mercado y el dinero en demérito de los intereses de la mayoría de los mexicanos. LAS RAÍCES HISTÓRICAS Las luchas agrarias y de los sectores populares no germinan aisladamente. Sus orígenes ya registran antecedentes en los cambios de la formación económica y social ocurridos desde la época prehispánica, la conquista y la colonia. Esas transformaciones en los regímenes de propiedad, de las clases y del poder, se hicieron presentes en las formas de gobierno, las políticas económicas e influyeron en el uso y tenencia de la tierra, en la producción y su comercialización. Igualmente, en el modo que los privilegiados en turno trataban de obtener los mayores excedentes de riqueza explotando la mano de obra de indígenas, campesinos y asalariados del campo y la ciudad. La sociedad agraria precolombina, con su uso comunitario de las tierras, su calpulli y el atlapatlalli, fue brutalmente transformada por los conquistadores. Ellos, portadores de un feudalismo ya en proceso de degeneración o un capitalismo incipiente, con las tristemente famosas encomiendas y las mercedes de tierra, dieron comienzo a la escalada de la concentración de la tierra. Algunas pudieron ser rescatadas por sus antiguos dueños -pueblos y comunidades- tras largas y dramáticas luchas ante los poderes del virreinato y de la Real Audiencia. Las que se restituyeron lo fueron con las características de tierras comunes del ejido español. Y como siempre ha ocurrido, la concentración del poder, la tierra y la riqueza, generó una masiva pobreza, una despiadada explotación de la fuerza de trabajo y una creciente hambre de justicia. Los criollos también demandaban un grado de autonomía respecto de la corona. Esas fueron las levaduras de la revolución de la Independencia de 1810. Sin embargo, no se resolvieron los problemas ni las demandas de los sectores más pobres del país, de sus pueblos indios, de los explotados de la ciudad y del campo. Al contrario, la concentración de la propiedad de la tierra prosiguió a costa de las comunidades y poblados 2
indígenas. Los apropiadores siguieron siendo los grandes terratenientes y la Iglesia a los que se sumaron nuevos acaparadores. Esta forma de concentración de la tierra fue consagrada por la Ley Lerdo del 28 de julio de 1856, conocida también como Ley de Desamortizaciones. Casi tres décadas más tarde, en 1885, el gobierno de Porfirio Díaz contrató compañías norteamericanas, para medir, deslindar y vender extensos terrenos baldíos en el norte del país. En los hechos, con este programa se perpetraron nuevos despojos a comunidades y pobladores indígenas. Por carecer muchos de ellos de documentos que amparasen su posesión, extensos territorios pasaron a poder de las compañías deslindadoras, que prontamente vendieron a propietarios privados, quienes formaron inmensos latifundios y haciendas. Su presencia generó importantes centros económicos, políticos y cacicazgos, con su secuela de una inhumana explotación de la mano de obra asalariada, pobreza y tiendas de raya, característica oscura del gobierno despótico de Porfirio Díaz y de sus “científicos”, apelativo irónico que en ese tiempo se aplicaba a su cohorte de intelectuales liberales y modernizadores. Aunque el país conoció en esta etapa un proceso de industrialización y los ferrocarriles unían a sus principales centros económicos, los asalariados urbanos y los trabajadores acasillados de las haciendas y latifundios, se movilizaban aisladamente por mejorar sus dramáticas condiciones de vida. Se acrecentó la lucha por la tierra. De modo paralelo, una nueva burguesía agraria y citadina bregaba por acceder al poder político. Ya estaban maduros los fermentos de la Revolución Mexicana. Tales procesos y pugnas culminaron con la declaración del Plan de San Luis Potosí, el 20 de noviembre de 1910. En él no sólo estaba presente su lema de “Sufragio efectivo. No reelección”, como repudio de Madero y los suyos a los 30 años del porfiriato y su reciente fraudulenta reelección, sino que se mantenía vigente la demanda de restitución de las tierras comunales y las despojadas por latifundistas y hacendados. EL LEGADO DE ZAPATA Pero transcurridos los años, seguían sin ser resueltos a fondo los problemas agrarios. El país, en todo este dramático lapso, conoció los planes de Texcoco, Tacubaya, Santa Rosa y el Orozquista. En algunos se volvía a reiterar que el problema fundamental, en sus diversas formas y consecuencias, era el de la tierra (plan de Tacubaya). El de Santa Rosa proclamó, por “causa de utilidad pública”, la expropiación del territorio nacional. Como antecedente de todos aquellos, debe ser mencionado por su intransigente y claro pronunciamiento de lucha por la tierra, el Plan de Ayala. Emiliano Zapata lo promulgó junto a su estado mayor, el 28 de noviembre de 1911, en el poblado de Ayaxuxtla, Puebla En su texto, el general sureño notificaba que, mientras no fuesen satisfechas las demandas 3
de tierra prometidas a los campesinos, el Ejército del Sur no licenciaría a sus tropas, argumentando que el pueblo no verá a la revolución como una “separadora de injusticias”. Al recordar que Francisco I. Madero, había sido un “ejemplo para realizar todas las promesas de la revolución”, Zapata denunció que “por complacer a los científicos, hacendados y caciques que nos esclavizan”, las había traicionado y, con ello, se victimaba a la fe del pueblo. Por ello, el Plan de Ayaxuxtla, desconoció la jefatura de Madero y proclamó “la del ilustre general Pascual Orozco”; manifestando a la nación que los zapatistas “hacen suyo el plan de San Luis Potosí, con las adiciones necesarias, en beneficio de los pueblos oprimidos, y (que) serán defensores de los principios que defienden hasta vencer o morir”. En estas difíciles condiciones, con avances y retrocesos, se llega al proyecto de ley del 6 de enero de 1915, que habría de marcar más adelante el destino de la Reforma Agraria, entre otros derroteros de la revolución. Igualmente, en espíritu y letra el 27 constitucional, junto con el 123 son los artículos más sobresaliente de la Carta de 1917. El artículo 27 constitucional establece que la tierra y el agua son propiedades de la nación. Esta ha trasmitido y trasmite su dominio a particulares y establece la norma constitucional de que la nación podrá, en todo tiempo, imponerle a la propiedad la modalidad que dicte el interés público, así como el de procurar el buen aprovechamiento de los recursos naturales. En ese artículo se contempló una equitativa distribución de la riqueza al determinar límites a la propiedad de la tierra, al tiempo que se expidieron leyes para la restitución de tierras, aguas y bosques que habían sido adjudicadas por la ley del 25 de junio de 1856. Pugnaba porque las nuevas poblaciones tuvieran tierras y declaraba reversibles los contratos y concesiones otorgados desde el año de 1816, si dañaban el interés público. También restringió el derecho de los extranjeros y de las congregaciones religiosas a adquirir terrenos. Asimismo, concedió el derecho a usufructuar en común las tierras que pertenecieron a pueblos, rancherías, congregaciones, tribus y otras entidades que, de hecho y por derecho, las venían disfrutando. Su contenido explica, en sí mismo, por qué otros postreros “modernizadores” se empeñaron tanto estos últimos años por liquidar esta conquista del pueblo mexicano, en especial de los campesinos. GOBIERNOS POSREVOLUCIONARIOS Y LA ORGANIZACIÓN POLÍTICA Las demandas insatisfechas de los trabajadores y las limitadas acciones para repartir la tierra, caracterizaron a los gobiernos posrevolucionarios. Aquellas coincidieron con las que 4
venían expresando algunos segmentos democráticos de las capas medias. Así comienzan a surgir nuevas organizaciones sociales y agrarias. A medida que las armas se habían ido acallando -que de todos modos irrumpían esporádicamente-, comienzan a cobrar presencia algunas organizaciones políticas, cuyos integrantes consideran su accionar como la principal forma de lucha destinada a plasmar sus aspiraciones. En el primer cuarto del presente siglo se formaron una media docena de partidos, organizaciones políticas y sociales. Algunas, más que herramientas destinadas a materializar un programa, fueron una fuerza de presión en apoyo a determinados caudillos. Así surgieron: el Partido Laboral Constitucionalista, en 1906; el Socialista Obrero y la Confederación Obrera Mexicana, CROM, en 1918; los partidos Laborista y Comunista de México, en 1919. Siendo el problema de la tierra el que nacionalmente importaba a más millones de mexicanos, no en todos los programas tuvo el énfasis e importancia que merecía. Esto explica, en parte, la creación posterior del Partido Nacional Agrarista, en 1920. Fue apoyado por clubes agrarios, que ya funcionaban en numerosos pueblos de la República. De este modo, no fueron ajenas las pugnas que se suscitaron entre organizaciones campesinas y obreras y partidos por afiliar a los trabajadores del campo. Con anterioridad, la ley del 6 de enero de 1915 -germen del artículo 27 constitucional-, ya había ejercido influencia en los hombres del campo para acentuar su organización. Las Ligas de Comunidades Agrarias se crean, precisamente, como instrumentos de lucha y movilización para exigir el cumplimiento de dichas normas legislativas. Ellas también se constituyeron como formas organizativas destinadas a evitar el asesinato de sus líderes y caer en otros reveses de sus demandas tantas veces postergadas. Este movimiento cobró fuerza, creándose Ligas en Guanajuato, Veracruz, Tamaulipas, Puebla y otros estados del país. Así, se llegó a su Primer Congreso Nacional el 15 de noviembre de 1926. En su declaración de principios se presentó como genuino representante de los campesinos pobres, ejidatarios y asalariados agrícolas de México. Hizo suyos y anunció que lucharía por los postulados del artículo 27 constitucional y del 123. También se planteó como meta el mejoramiento del ejido para que se constituyera en base social y económica del desarrollo nacional. Imbuido de los nuevos aires que corrían en el mundo, declaró como aspiración final la socialización de la tierra y de los demás medios de producción. Con acentos más internacionalistas tuvo como lema: “Campesinos de América, uníos”. Con la creación en 1926, del Partido Nacional Revolucionario y el estallamiento de la crisis política que siguió al asesinato del general Alvaro Obregón, se iniciaron las divisiones en el seno de la Liga de Comunidades Agrarias. Uno de los resultados de estos acontecimientos fue la fundación del Bloque Obrero Campesino, en 1929, encabezado por Diego Rivera y que tiene como secretario a Ursulo Galván. 5
Un año más tarde, se divide la Liga en otras tres fracciones. Una se adhiere al Partido Nacional Revolucionario; otra siguió a la corriente de Ursulo Galván -quien murió el 23 de julio de 1930-; y la tercera se plegó a las posiciones del Partido Comunista. LA CONTRAREFORMA AGRARIA Y EL SURGIMIENTO DE LA CIOAC La vasta gama de opciones ideológicas, el caudillismo y la diversidad de estrategias y opciones para solucionar demandas o acceder al poder, siguieron debilitando y atomizando a las debilitadas organizaciones campesinas. Pero, asimismo, desde varios frentes se siguió buscando la unidad perdida. Graciano Sánchez y Portes Gil, convocaron en 1933 a los antiguos líderes de las comunidades agrarias. Sus esfuerzos, cinco años más tarde, confluyeron en la constitución de la Confederación Nacional Campesina(CNC). Su objetivo esencial fue el de fortalecer la organización sindical de los trabajadores del campo e impulsar de nueva cuenta la lucha por la tierra. Este proceso coincidió con los amplísimos repartos agrarios del gobierno de Lázaro Cárdenas. Tales como los decretos de riego para la Comarca Lagunera de 1936; los de Apatzingán, Lombardía y Nueva Italia, en Michoacán; y los del Valle del Yaqui, en Sonora, de 1938. Las dilatadas luchas sindicales de los trabajadores del agro encontraron eco en un gobierno progresista. En esa época no sólo se entregó tierra sino también se fortaleció la organización social y productiva de los ejidos. Estos fueron dotados de maquinaria; la comercialización de sus productos se optimizó; se les otorgó créditos e insumos baratos. Como resultado de esas acciones, se fortaleció una cultura organizativa y de elevación de la calidad de vida al interior de los ejidos y sindicatos. Los gobiernos que siguieron al del general Lázaro Cárdenas, con altibajos, compitieron en aplicar una política antiagraria que dejó al campo y a su gente en un lugar subsidiario. Abandonaron a los ejidos colectivos y manipularon las organizaciones de base de ejidatarios y trabajadores agrícolas, lo que se acompañó de una sostenida represión a quienes disintieron de la política oficial. Entre los numerosos asesinatos de sus dirigentes, debe mencionarse el de Maximiliano R. López -el Machi López-, perpetrado en el Valle del Yaqui. Pero la violencia del Estado no solamente se expresó así; la caracterizaron, en otros ámbitos, el encarecimiento de los préstamos y de los insumos, los bajos precios impuestos a la producción agropecuaria, una política económica monetarista guiadas por las fuerzas del 6
mercado y frecuentes devaluaciones de la moneda nacional. Todo ello acentuó la crisis agraria, agravándose el desempleo y la miseria. Son también, tiempos de decadencia y desprestigio de las organizaciones campesinas oficialistas, en especial de la CNC. La CNC entró a un nuevo periodo de crisis y abandono de sus principios fundamentales. Paralelamente, la Unión General de Obreros y Campesinos de México (UGOCM) se divide y pierde autoridad ante sus asociados. Desde mediados de las décadas de los cincuentas y los sesentas, desde todos los ámbitos sociales surgieron sostenidas movilizaciones y luchas a lo largo del país. Los maestros de primaria, secundaria, telegrafistas, telefonistas y ferrocarrileros, así como otros sectores de la población trabajadora urbana y del campo, hicieron su aporte a las demandas por mejores condiciones de trabajo, por una nueva política económica con énfasis social, por la democracia y la libertad. En esta etapa la vida campesina cobró un renovado impulso. Pasó a un primerísimo plano la necesidad de una organización de clase que hiciera realidad las demandas de los ejidatarios, campesinos y trabajadores del campo y no sólo se quedara en el discurso de sus dirigentes. En este marco surgió la Central Independiente de Obreros Agrícolas y Campesinos (CIOAC), en enero de 1963 -como resultado de la escisión de la Central Campesina Independiente(CCI). La democracia interna, con dirigentes genuinos y representativos de sus bases, le ha permitido a la CIOAC ser la animadora de batallas por la solución de las demandas de los obreros agrícolas, de los solicitantes de tierras y de los ejidatarios a lo largo de sus 36 años. Sus banderas han sido brutalmente ensangrentadas, en numerosas ocasiones, con el asesinato de líderes locales, regionales y nacionales. DE LA CCI ROJA A LA CIOAC Como fue señalado, al iniciarse la década de los sesenta, la situación de los trabajadores del agro presentaba un panorama crítico. La CNC, que por tres decenios fue portadora de las demandas más sentidas de este sector de la población, se distinguió por ser un órgano progresista de estabilización social. Pero, poco tiempo después, bajo otros gobiernos, esta Central y sus dirigentes fueron requeridos como instrumentos de desmovilización y mediatización de los campesinos y trabajadores del campo, en especial, en lo que concierne a las presiones por nuevos repartos de tierra. De esta forma y bajo el imperio de otras políticas económicas de signo negativo para los hombres de trabajo, la crisis los dejó sin alternativas para progresar. Empeoran sus condiciones de vida y sus derechos e intereses fueron brutalmente violados en particular durante el gobierno de Adolfo López Mateos. En el trienio de 1960 a 1963 se exacerba la violencia en contra del movimiento sindical y campesino y de sus dirigentes. El 23 de mayo de 1962 fue asesinado Rubén Jaramillo, y 7
David Alfaro Siqueiros fue encarcelado cuando defendió el movimiento ferrocarrilero. Bajo estos aires reaccionarios, el propio general Lázaro Cárdenas fue acusado -por quienes fueron afectados durante su gobierno por su política agraria y nacionalización de riquezas básicas- por el supuesto delito de “traición a la patria”. En respuesta a este ambiente reaccionario y de violencia, los días 4 y 5 de agosto de 1961, se constituyó el Movimiento de Liberación Nacional (MLN) en la ciudad de México. En pleno auge de adhesiones y de afiliaciones masivas a esta nueva corriente, es decir, en un contexto de efervecencia política, se gestaron, así mismo, otros procesos. En octubre de 1962 aparece la convocatoria al Congreso Constituyente de la Central Campesina Independiente (CCI). El llamamiento se hizo para los días 6, 7 y 8 de enero de 1963 en la capital de la República. De los catorce puntos que se propusieron como demandas inaplazables, se destacan los siguientes: Organización sindical de los trabajadores agrícolas; Reforma a la Ley de Crédito Agrícola y mejoramiento de las funciones de los bancos agrícolas y ejidales; Real operatividad del seguro agrícola; Lucha en contra de los monopolios nacionales y extranjeros; Libertad de los presos políticos y sindicales; Defensa de los campesinos detenidos y perseguidos; No intervención del ejército en los asuntos y conflictos agrarios, sindicales y populares; Derogación de la repudiada figura supuestamente delictiva denominada “disolución social”, por inconstitucional y contraria a las garantías del pueblo. La invitación al Congreso fue dirigida a todos los campesinos del país sin distinción alguna, y también a las organizaciones revolucionarias, progresistas y populares. En estas difíciles condiciones políticas del país, los organizadores del Congreso esperaron que éste fuera el punto de partida de una mayor unidad de los campesinos y trabajadores del agro por sus reivindicaciones. Suscribieron la convocatoria, entre otras organizaciones, la Unión Nacional de Solicitantes 8
de Tierra, Agua y Crédito; la Alianza Revolucionaria de Obreros y Campesinos de Oaxaca, el Frente Ixtlero de Cohauila, Nuevo León y Zacatecas; la Federación Revolucionaria Campesina de Puebla. Y de parte de la comisión organizadora Arturo Orona, Domingo Esquivel, Ramón Danzós y Alfonso Garzón entre otros. Pese al clima de represión y a las amenazas de algunas autoridades, cerca de dos mil delegados procedentes de todos los estados de la República que representaban a más de medio millón de campesinos y trabajadores del agro, inauguraron el Congreso Constituyente de la Central, en un ambiente pleno de fervor, según declararon dirigentes de aquel entonces. Como una muestra de la ausencia de sectarismos, también participaron grupos y dirigentes con posiciones ideológicas muy heterogéneas. Como por ejemplo, Arturo Orona, viejo líder campesino de la Comarca Lagunera; el ex gobernador de Baja California, licenciado Braulio Maldonado y el líder agrario de ese mismo estado norteño, Alfonso Garzón. La ovacionada y emocionante presencia del general Lázaro Cárdenas dio así mismo, mayor trascendencia y significación política al Congreso Constituyente de la CCI. Consciente de ello y de las posibles consecuencias de su actitud, en el mensaje que dirigió a la asamblea expresó: “Esperamos que los demás sectores revolucionarios no se extrañen de que los campesinos que actúan dispersamente, quieran organizarse para hacer más efectivas sus gestiones en la solución de sus problemas; no existe una sola organización campesina”. Con este señalamiento el general Cárdenas reconocía públicamente el fracaso de la oficialista CNC. No es de extrañar, entonces, que de inmediato, algunos partidos y organizaciones sociales gobiernistas, se sumaran a los ataques y críticas a la nueva Central y, de manera particular, en contra de Lázaro Cárdenas. Entre otras cosas, se le acusaba de respaldar a una CCI “divisionista y antirrevolucionaria”. El 8 de enero de 1963 fue clausurado su Congreso Constituyente. En su declaración de principios y programa de trabajo se hace énfasis en los siguientes planteamientos: Luchar de inmediato por la tierra, el agua y el crédito; no cejar en la defensa de los intereses de los trabajadores agrícolas; bregar por mejores precios para las cosechas; pugnar por la ampliación de la actividad educativa y por mejores condiciones de salud y salubridad; por la vigencia real de los postulados democráticos inscritos en la Constitución de la República, habitualmente violados por quienes están encargados de su aplicación. Aunque surgida bajo el signo de la unidad y con el apoyo consecuente del Movimiento de Liberación Nacional, un año más tarde -en 1964- la CCI se dividió, a causa de las diferencias ideológicas de sus principales dirigentes. El aspecto central de ese rompimiento fue la intolerancia del gobierno a una nueva central con las características de la CCI-roja. 9
Sin embargo, otros elementos también influyeron en la ruptura, como por ejemplo, la propuesta del Frente Electoral del Pueblo (FEP) en el sentido de postular como candidato a la presidencia de la República a Ramón Danzós -miembro del Partido Comunista Mexicano (PCM) y uno de los secretarios generales de la CCI. Este dirigente aceptó contender en esos comicios, al considerar que una campaña electoral podría ser un foro propicio para la difusión de las demandas de los campesinos y trabajadores, en general. Algunos opinaron que durante su campaña Danzós vinculaba los principios y programa de la CCI con la posición política del FEP. Así fue como ciertos dirigentes campesinos opositores como Alfonso Garzón, junto con otros grupos sin formación ni militancia de izquierda, aprovecharon esa coyuntura para separar a los comunistas de la CCI. Frente esta situación, Ramón Danzós, Arturo Orona, Graciano Benítez y José Dolores López convocaron a una reunión de la Central. Allí se acordó, por mayoría, expulsar a Alfonso Garzón y a todos los miembros del comité ejecutivo que apoyaron esa actitud divisionista. Finalmente la ruptura sobrevino y a partir de ese momento la CCI siguió funcionando con su nombre original, pero cada fracción quedó definida por sus características ideológicas y los apellidos de sus líderes. Una de ellas es conocida como la oficial o “la blanca” de Garzón y la otra como la independiente o “la roja” de Danzós. Desde su separación, Alfonso Garzón Santibáñez se dedicó con ahínco a buscar su ingreso al PRI y alcanzar alguna diputación. Ambas canonjías le fueron concedidas y por ello, un segmento de la CCI fue incorporado al sistema oficial y a la CNC, en donde aún permanecen unos pocos de sus seguidores. La CCI roja dirigida por Danzós, pese a todos los avatares y años de lucha, siguió manteniendo su carácter independiente frente al gobier- no y sus políticas agrarias oficiales. El 16 de noviembre de 1975, en el informe del comité ejecutivo nacional de la CCI roja al II Congreso Ordinario, se propuso el cambio de nombre. Un serio análisis del desarrollo de la economía, de los cambios sociales en el país y, en especial, de la estructura de clase de la sociedad rural mexicana justificó esa iniciativa, misma que finalmente fue aprobada. La aguerrida CCI roja se convirtió entonces, en la Central Independiente de Obreros Agrícolas y Campesinos (CIOAC). Los errores que en algún momento pudieron cometerse, debido al contexto político y social en el cual surge la CCI roja y la acusación que durante muchos años pesó sobre los dirigentes por su militancia en el Partido Comunista, no invalida en ningún momento sus esfuerzos por organizar y defender los derechos de los campesinos en una Central realmente independiente y en propender a la gestación de una de carácter unitario. Nacida bajo los principios de la unidad y de la reforma agraria radical y en medio de una 10
sostenida y cruenta represión, la ahora CIOAC lucha por crear y encontrar nuevos caminos y formas que le permitan realizar las demandas de los trabajadores agrícolas y campesinos. Desde sus tiempos de CCI y de CCI Roja, la recién nacida Central ha debido enfrentar a toda clase de reaccionarios. Ellos no conciben que una organización de campesinos y trabajadores agrícolas independiente sea crítica y contestataria, que ataque sus intereses y políticas. Así, sucesiva o simultáneamente, ha enfrentado durante estos años, al partido único de Estado, a la iniciativa privada de la derecha y al imperialismo, a los gobiernos federal, estatal y municipal, a algunos secretarios de Estado como el de la Defensa y a un sector de la derecha del clero político. Para algunos ex-marxistas -ahora socialistas renovados o domesticados-, el surgimiento de una fuerza campesina, organizada desde la base -como en la CIOAC-, divide al campesinado mexicano. A la Central le ha sido difícil moverse contra la corriente. Pero nada ha mellado la decisión, principios y constancia de centenares de líderes agrarios, en todos los niveles. Con trabajo unitario ha venido materializando y fortaleciendo el instrumento de lucha que requerían los trabajadores del agro y los campesinos. Frente al desprestigio cada vez más profundo de la CNC y al vacío político de otras organizaciones, el gobierno nunca ha querido permitir que se forme otra agrupación -y menos, una independiente- que le dispute a su Central oficialista la hegemonía del movimiento agrario. Ha armado y llevado a cabo muchos planes para desprestigiar a los mejores líderes de la CIOAC, a los que pretende acusar de “disolución social”. Ha violentado su vida interna. Ocupó sus oficinas a través del grupo de Serrano Garzón, el 9 de septiembre de 1964. Este tipo de acciones represivas se han mantenido hasta la actualidad. Pero la CIOAC no se amedentró. Por el contrario, con dirigentes apegados a sus bases, sensibles a sus problemas y aspiraciones se ha logrado la masificación de afiliados y voluntades. También es un órgano atento no sólo del legado histórico de quienes nos han dado patria y tierra, sino también del pulso internacional. Desde sus orígenes, y progresivamente, ha captado con mayor fuerza las demandas de las mujeres, los jóvenes, los emigrados que llegan a las ciudades en busca de trabajo y un pedazo de terreno donde alojar a sus familias. Su voz solidaria siempre ha estado atenta a las demandas de los pueblos indígenas y se ha movilizado para conseguir la libertad de los presos políticos. La conciencia histórica y social y las luchas sectoriales en las que ha participado, han contribuido al fortalecimiento de la CIOAC. Así mismo, la lucha magisterial de 1957, la de los ferrocarrileros un año más tarde, las movilizaciones agrarias de 1960, la Revolución Cubana y los movimientos de liberación nacional de otros pueblos, la lucha estudiantil y popular de 1968 y todas aquellas expresiones en las que el pueblo ha reclamado sus derechos, su libertad y la implantación de la democracia, han tonificado a nuestra Central. Las represiones de López Mateos y Díaz Ordaz pasaron y la CIOAC se mantiene vigente. Sigue doliéndonos el asesinato de Rubén Jaramillo y de su familia en Xochicalco, aquel 11
luctuoso 23 de marzo de 1962; la muerte de Vivi Flores a la que deben añadirse otros 200 asesinatos de sus dirigentes regionales y locales; los encarcelamientos de Ramón Danzós Palomino y las persecusiones despiadadas contra Rafael J. García y Graciano Benítez y tantos otros. Tales sacrificios, en vez de debilitar y aniquilar a la CIOAC, han elevado la llama y la resistencia de sus militantes, permitiéndoles continuar en la lucha cotidiana y unitaria de la gestión social y agraria. LA LUCHA UNITARIA Los principios y puntos programáticos fundamentales de la CIOAC, al igual que sus readecuaciones en relación con los cambios políticos, económicos y sociales registrados en el país, fueron ratificados en sus congresos IV, V y VI. Ellos contribuyeron, sucintamente a: 1) La unidad de acción con otras organizaciones del movimiento agrario, para la construcción de una central unitaria. 2) La conformación y existencia de frentes específicos para la organización de los campesinos, obreros agrícolas, la mujer, los jóvenes y del sector urbano popular. 3) El enfoque, en forma primordial, de una acción sostenida hacia los obreros del campo, propendiendo a la constitución de sus propios sindicatos en las zonas productoras más importantes, particularmente en San Quintín, Baja California, la región cafetalera de Chiapas y la sierra de Guerrero que concentra el mayor número de este tipo de asalariados. 4) La constitución de un frente campesino, integrado por ejidatarios, comuneros y pequeños propietarios. Con base en estas directrices y su práctica cotidiana, se arribó en 1978 a la constitución de un frente amplio, de carácter social, conocido como la Unión Nacional de Ejidatarios, Comuneros y Pequeños Propietarios (UNECPP). Esta Unión organizó y movilizó a los campesinos en demanda de dotación de ganado vacuno, mejores precios a su producción, descenso del precio de los fertilizantes y otros insumos, asesoramiento técnico y administrativo y por rebajas al costo de los créditos. En esta última demanda, la Unión logró crear un instrumento financiero legal y de carácter social, UNCAFAECSA, que permitió disminuir el costo de los créditos y ampliarlos. Su desempeño fue eficaz, lo que se prueba con el crecimiento del número de productores asociados, mismos que llegaron a ser más de diez mil y con el aumento de las sucursales, las cuales ascendieron a 58 establecimientos en todo el país. 5) En lo que respecta a la aspiración siempre presente en el trabajo, plenos y congresos de la CIOAC, esto es, la unidad del movimiento agrario, esta Central participó en una serie de movilizaciones con otros agrupamientos del campo. A través de la acción, frentes como la Coordinadora de Acción Unitaria (CAU) y el Movimiento Nacional de resistencia Campesino, MONARCA. De este modo, CIOAC desarrolló un plan destinado a fortalecer, 12
por otras vías, la lucha contra las reformas reaccionarias al artículo 27 constitucional. En estas acciones se movilizaron junto con la CIOAC otras organizaciones como la Unión Nacional de Trabajadoras Agrícolas (UNTA), Coordinadora Nacional Plan de Ayala (CNPA), Unión Campesina Democrática (UCD), Coalición de Organizaciones Democráticas, Urbanas y Campesinas (CODUC) y la Unión Nacional de Organizaciones Regionales Campesinas Autónomas (UNORCA). Tales acciones influyeron, posteriormente, para constituir el Congreso Agrario Permanente (CAP), fructificación de las constantes inquietudes de las organizaciones agrarias independientes por constituir un espacio o instrumento inalterable de coordinación. Así, al CAP se incorporaron tanto las organizaciones agrarias independientes como las de carácter oficial. Ante las dificultades para movilizar a ambos extremos organizativos del CAP en acciones más abiertas por las demandas agrarias, se llegó a la conformación de un nuevo conglomerado de agrupaciones del campo: el Consejo de Organizaciones Agrarias (COA) y a la fundación del Movimiento Campesino 10 de Abril. Sus objetivos estaban encaminados a la entrega y reparto de la tierra total disponible; al cumplimiento de las resoluciones presidenciales no ejecutadas; al fortalecimiento efectivo del carácter social del ejido y de su apoyo de parte del Estado; al combate de la acción privatizadora del gobierno; al impulso de la reforma positiva del artículo 27 constitucional, en sus fracciones X y XI, con el fin de que se vuelva a considerar el derecho a la posesión de la tierra como una forma de redistribución de la riqueza nacional y, finalmente, a desarrollar la calidad productiva y de vida de los trabajadores del agro. SOLIDARIA E INTERNACIONAL La CIOAC nunca se consideró una isla. Los campesinos y trabajadores del agro mexicano han recibido la solidaridad de compañeros de otros países del mundo, por lo que en correspondencia y como principio básico, esta Central ha brindado permanentemente los apoyos necesarios a esas organizaciones. La CIOAC siempre ha dado importancia a las relaciones internacionales con otros organismos similares del orbe. Por ello se adhirió a diversas asociaciones mundiales como la Federación Sindical Mundial, la UIS; UISTABP, el Congreso Permanente de Unidad de Sindicatos de Trabajadores de América Latina (CPUSTAL), la Unión Sindical de Trabajadores de Bosques y Plantaciones de América. También abrió contactos con organizaciones sindicales y campesinas de Cuba, como la ANAP y de la ex-Unión Soviética, la Unión de Sindicatos de Trabajadores, entre otros. Participó activamente en foros y encuentros organizados por las cinco principales centrales de sindicatos internacionales, en la actualidad forma parte de la Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo (CLOC), en un esfuerzo que reúne a más de 57 organismos en América Latina, para hacer frente a los retos que nos impone el modelo neoliberal, implantado por los gobierno reaccionarios; en un esquema similar pero de carácter mundial, participa también en la Vía Campesina. 13
Tal actividad y disposición no solamente amplió la actitud solidaria de la CIOAC, sino que también significó la adquisición de una mayor experiencia de parte de sus dirigentes al participar en cursos de capacitación de cuadros. Los nuevos conocimientos ensancharon y fortalecieron su visión acerca de las estrategias de la organización, en especial, lo relacionado con la permanente búsqueda de caminos que la lleven a la construcción de una central unitaria que sirva de instrumento para impulsar y cohesionar el movimiento agrario independiente. En esta fase de la CIOAC, destacan algunos principios y ejes de acción: a) La independencia y libertad de organización respecto del gobierno, partidos y patrones. b) Respeto a la pluralidad ideológica y política de sus afiliados, quienes tienen el derecho de participar en cualquier colectividad política o creencia religiosa. c) Abrir las puertas de la Central a otros sectores del campo y la ciudad, ya sean trabajadores agrícolas solicitantes de tierra o de lotes urbanos. d) Fortalecer la democracia, porque sólo a través de ella y del concepto de la libertad plena de los derechos del hombre, armónicamente combinados con los colectivos, se puede propender al desarrollo de una sociedad más justa. e) Defender los principios revolucionarios, porque solamente por medio del cambio y la transformación económica, social y política se podrá hacer realidad una digna condición humana. Ello incluye, la protección de la familia, dar cumplimiento a los derechos de la mujer, la juventud y los niños. Y al equilibrar los derechos sociales con políticas de protección al medio ambiente, se logrará el desarrollo de una sociedad equitativa, sin concentración absurda de la riqueza, lo cual se alcanzará con la supresión de la explotación del hombre por el hombre. SU ESTRUCTURA ECONÓMICA Y POLÍTICA La aplicación de estos principios es lo que permitió el surgimiento de la CIOAC, en su III Congreso Nacional, así como ampliar y consolidar su representación social. Con esa base, la CIOAC ha diversificado sus actividades de carácter social. Cuenta en la actualidad con una comercializadora de productos agropecuarios, UNCAFAECSA, una Unión de Solidaridad Social, un Sindicato de Obreros Agrícolas donde se expresa toda la lucha alternativa de los trabajadores y asalariados del campo. También cuenta con varios frentes que están en proceso de consolidación, en los cuales se agrupan la mujer del campo, los jóvenes, así como el movimiento urbano popular. 14
La Central tiene una estructura orgánica basada en una gran asamblea plenaria que se realiza cada tres años. En ese acto, se revisa el programa de trabajo, se actualizan los objetivos y su plan de acción. Allí se elige a la dirección nacional, a través de sus órganos intermedios como son las federaciones, centros regionales, municipales y sus entidades de labor social como las comercializadoras y centros locales. En la asamblea participan representantes de los ejidos, comuneros, pobladores, sociedades de solidaridad social, grupos de productores y asociaciones. Esta estructura también alcanza a una presencia agraria sectorial de cafetaleros, productores de maíz, frijol, trigo y nopal entre otros rubros. Todas estas organizaciones están distribuidas en el interior del país y representan, en conjunto, a una base social de 150 mil afiliados. Sus integrantes han debido enfrentarse a todos los graves y profundos problemas que afectan al agro nacional. Así, el rezago agrario y las consecuencias de la reforma salinista al artículo 27 constitucional, se han expresado también a la par de la desaparición de muchos derechos conquistados, con las dificultades o imposibilidades de desarrollar la producción en los ejidos y comunidades. La política económica neoliberal, introducida brutalmente desde 1982, llevó al crédito a un costo inalcanzable y a prácticas usureras que generaron una impresionante cartera vencida, haciendo aún más crítica la actividad productiva agropecuaria. Tal política, en su conjunto, ha inducido a un profundo y acelerado proceso de privatización de la tierra comunal y ejidal y a una dramática acentuación de la miseria en el campo y en las ciudades. Por la dimensión de esta continuada crisis, es esencial que la CIOAC mantenga las movilizaciones para continuar exigiendo soluciones al drama de los cinco millones de trabajadores del agro, quienes padecen bajos salarios en los campos agrícolas de mayor desarrollo como los ubicados en los valles de Culiacán, Sinaloa, y los de San Quintín y Mexicali en Baja California, las zonas cañeras, cafetaleras y en aquellos estados donde la gravedad de la situación social y económica sigue obligando a los trabajadores agrícolas a emigrar a los campos y ciudades de los Estados Unidos. Esta es la razón por la cual una de las tareas prioritarias de la Central es la acción desplegada entre los jornaleros agrícolas. ANTE LA ACCIÓN COLECTIVA Y EL PODER Frente a la participación de las grandes masas ciudadanas por la libertad, la justicia y la democracia, la CIOAC ha contribuido con mayores esfuerzos y proyectos. Por ello muchos de sus cuadros destacados en movilizaciones reivindicativas de diversos sectores, han sido propuestos para ocupar cargos de representación popular. De este modo, ya cuenta con parlamentarios a niveles federal y estatal, y locales como presidentes municipales y regido- res. Su dilatada experiencia le ha mostrado a la CIOAC que la sola acción gremial, no es 15
suficiente. La difícil experiencia nacional, sigue mostrándonos que la libertad, la democracia, la justicia y la paz -pese a que debieran ser bienes colectivos-, siguen siendo dosificados, acaparados y manipulados al servicio de un sólo partido y de sus intereses. La ausencia de un Estado de Derecho es la norma que impide una salida democrática. La crisis abismal y la inseguridad ciudadana explican, en parte, que algunos sectores del campo hayan optado por la lucha armada. Como en las represiones pasadas, ahora reiteramos que la búsqueda de la paz y la democracia sólo pueden darse a través del respeto y la dignidad de todos los mexicanos, con programas económicos eficaces que impulsen la creación de fuentes de trabajo, ingresos dignos en el campo y la ciudad y una producción suficiente para la seguridad alimentaria de nuestro pueblo. Tal alternativa, también pasa por una reforma real y confiable del sistema electoral y del Estado, de una separación real de sus poderes. Ello implica una democracia que surja desde la ciudad y sus colonias marginales, del campo y sus ejidos, desde los pueblos autóctonos y del municipio. Y este tipo de sociedad que demandamos los mexicanos, no puede empezar por la violencia del Estado ni de sus organismos represores. Una situación tan compleja como la de nuestro tiempo, indica además, que es justo el camino adoptado por muchas organizaciones sociales de vincular y actuar en la arena política, incluso electoralmente. CONTRA EL NEOLIBERALISMO La CIOAC con 36 años de experiencia revolucionaria, con un prestigio de organización crítica y democrática, sigue proyectando a la vida nacional sus propuestas alternativas esto es, la unidad de acción y una política de alianzas son su práctica constante. De este modo, nuestra Central ha participado y participa en diversos frentes de lucha tales como la Mesa de Concertación Sindical, en los años ochenta. En la actualidad formamos parte del Congre- so Agrario Permanente y del Movimiento Campesino 10 de Abril. En medio de la multiplicidad de coyunturas de lucha, ahora nos enfrentamos, junto a la mayoría del pueblo mexicano, al neoliberalismo que, pese a todos los embellecimientos con que se le trata de disfrazar, no es ni más ni menos que la etapa actual de un capitalismo salvaje, del globalismo imperial y de las transnacionales, apoyados por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. Sus efectos, que agobian a la inmensa mayoría de los mexicanos, provienen de programas económicos, financieros, políticos y sociales, destinados a exprimir las elevadas cuotas de plusvalía y ganancias espurias e inmensas en todos los ámbitos de la economía. Basados en sus recetas, primero suavemente, los últimos tres gobiernos nacionales han venido inyectando al país sus modelos y prácticas. Su clímax se registró bajo la administración de Salinas de Gortari, donde a la tierra se le quitó su 16
carácter social para convertirla en una mercancía. En la actualidad, los grupos económicos se han lanzado al asalto por apropiarse de los fondos de previsión y de salud de los trabajadores. Fruto de este modelo y pese a devaluaciones y “errores de diciembre”, la riqueza de un grupo de grandes millonarios sigue acrecentándose, mientras se expande la miseria y la marginación en millones de mexicanos. Esta afirmación tiene sustento en algunos datos oficiales. De diciembre de 1987 a septiembre de 1996, los precios de los productos básicos de consumo popular crecieron en 664%, mientras que los salarios lo hicieron apenas en 375%. La diferencia entre precios y salarios es de 289%; éstos perdieron, en el periodo neoliberal, el 44% de su poder adquisitivo. A fines de 1995, el nuevo gobierno prometió el “bienestar de la familia”. ¿Cumplió?: los salarios se incrementaron en un 19%, pero los precios de la canasta básica se elevaron en un 52%. La pérdida del poder de compra de los salarios fue del 63%. La generación de empleos es otro tema bueno para los discursos oficiales. Cada año en nuestro país se incorporan al mercado de trabajo un EN millón 300 mil jóvenes. En 1991 los mexicanos sin empleo eran 8 millones 700 mil. Y el que “sabe cómo hacerlo”, debió constatar la existencia de 13 millones de mexicanos desempleados. Esta situación también se explica en parte, como resultado de la crisis financiera de finales de 1994 y por la cual, el Ejecutivo enajenó los ingresos derivados de nuestro petróleo, de las riquezas fundamentales del país, a los intereses estadounidenses. Motivo de discursos oficiales es el cumplimiento de México del pago de la deuda externa. Pero se oculta que con ello se exprime el tesoro nacional, y sólo se alcanza a cubrir el pago de intereses. De toda esta crisis provocada por las recetas y las políticas neoliberales en el campo mexicano, sus hombres y mujeres, han sido golpeados dramáticamente. Con el Tratado de Libre Comercio - en donde México queda como socio subalterno de Estados Unidos y Canadá-, disminuyeron los aranceles a la importación y desaparecieron los permisos para introducir productos agropecuarios de aquellos países. El gasto público destinado al sector agropecuario bajó a niveles de sobrevivencia, lo que condujo al deterioro de la infraestructura como caminos, puentes, puertos y obras hidráulicas. Los subsidios al medio rural prácticamente desaparecieron, se contrajo el financiamiento y se elevó el costo del dinero de modo desmesurado y crecieron en términos reales los precios de los insumos agropecuarios. Todo esto generó una enorme cartera vencida, imposible de pagar. Dicho de otro modo, mientras el valor del crédito y de los insumos subían por el ascensor, el precio de los productos pagados al agricultor, ascendía por la escalera. Mientras los socios del TLC, especialmente EE.UU. ponen toda clase de obstáculos al ingreso de productos pesqueros, hortícolas y frutales nacionales, así como a los migrantes 17
indocumentados, el gobierno mexicano persiste en genuflexiones y actitudes dóciles frente a sus socios y ni siquiera insinúa en que el TLC sea modificado, aún cuando no le ha significado a nuestro país los beneficios tan sonoramente pronosticados. Con la política de libre mercado se perdieron para el campo los precios de garantía y fueron sustituidos por los precios de mercado, donde los productores son los afectados mientras que los intermediarios y los bancos se benefician de la “libre competencia”. Aunque el gobierno y sus organismos vinculados al agro, insisten en que los ejidatarios y pequeños campesinos deben convertirse en aguzados empresarios capitalistas, que apuesten a la globalización de los mercados, que participen en la competencia internacional y en las plazas y opciones a futuro, es más que evidente que las condiciones de producción y modernización de equipos y de organización, coloca a la inmensa mayoría de los productores agrarios en la imposibilidad de competir. No se formalizan políticas ni apoyos que permitan revertir esta situación. Por el contrario ha sido desarticulada y privatizada prácticamente toda la infraestructura estatal destinada al fomento de la actividad agropecuaria. Ejemplo de ello lo constituye la venta de ANDSA, la transferencia BORUCONSA y la reducción de las funciones de CONASUPO. TAREAS Y PERSPECTIVAS La presente y honda crisis precisa de otro modelo productivo que involucre a todos los actores y figuras sociales hacia un cambio económico alternativo, expresado en proyectos específicos por ramas de producción. Necesita, asimismo, una organización democrática y unitaria, imbuida de la necesidad de revertir y adecuar el artículo 27 constitucional y resolver el rezago agrario. Su solución es más que un asunto jurídico. La CIOAC insiste en que los tribunales agrarios, dotados de nuevas facultades, y una procuraduría agraria, son las instancias que pudieran paliar los efectos de la reforma. Asimismo, se precisa, de la gestación de servicios rurales y organizaciones comunitarias, urbanas y agrarias, que ayuden participativa y democráticamente en la búsqueda de alternativas para generar fuentes de empleo y crear programas de educación, salud y vivienda. Ello implica necesariamente una verdadera reforma política. Se requiere de unir en organizaciones y frentes unitarios la lucha que se da en el campo y en las ciudades, con el fin de concentrar las aspiraciones de respeto y de bienestar social de los mexicanos. Ante una apertura insuficiente, discursiva y limitada, la CIOAC plantea sumar las fuerzas sociales y políticas del campo y de las urbes así como las fuerzas internacionales para ampliar los espacios de participación popular. 18
Y aunque tal unidad signifique nuevos y complejos problemas, nuestro pueblo, sus trabajadores agrarios y urbanos, junto con los mejores elementos de las capas medias e intelectuales, seguramente podrán dotarla de figuras jurídicas y formas organizativas que la hagan viable. Consideramos que un pueblo organizado puede y debe construir su destino. Un modelo justo, democrático y realista de gobierno, de la economía y del tipo de sociedad humanista que anhelamos, puede ser una tarea que invoque y llame a las mayorías a materializarlo. La historia del hombre y de la humanidad ha transcurrido al paso de mucha violencia, injusticias, guerras y hecatombes políticas y espirituales. Muchas ideologías y utopías han caído en la historia. El hombre ha pagado muy caro sus anhelos de progreso. Esto no significa que la humanidad -en la que incluimos a nuestro pueblo- no sueñe ni forje ideales. El futuro puede ser obra de los nuevos actores sociales que se están forjando ante nuestros ojos. Nos consideramos -con nuestros yerros y aspiraciones- parte de ellos. 19
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