PAPERS+Uno (Español) Freud a-la-Lacan - Congreso AMP 2020
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PAPERS+Uno (Español) Freud a-la-Lacan Comité de Acción de la Escuela Una 2018-2020 Lucíola Macêdo (EBP) Valeria Sommer-Dupont (ECF) Laura Canedo (ELP) Manuel Zlotnik (EOL) María Cristina Aguirre (NLS) Paola Bolgiani (SLP) Coordinadora: Clara María Holguín (NEL) Equipo de Traducciones Coordinadora: Valeria Sommer-Dupont Responsable Traducción: Silvana Belmudes Responsable Revisión: Melina Cothros Edición y diseño Secretaría: Eugenia Serrano / Colaboradores: Daniela Teggi y M. Eugenia Cora
SUMARIO EDITORIAL, Clara María HOLGUÍN 03 1- Philippe DE GEORGES – ECF - Ojos bien cerrados 06 2- Mauricio TARRAB – EOL - Sin ningún desdén por el sueño... 11 3- Marcus André VIEIRA – EBP - ¿Durar? 16 4- Rosa Elena MANZETTI – SLP - Un sueño que hace excepción... 23 5- Antoni VICENS – ELP - Goces blanqueados... 28 6- Ronald PORTILLO – NEL - Un bello sueño:"Non Vixit" 33 7- Bernard SEYNHAEVE – NLS - La inyección hecha a Irma... 38 Alejandro REINOSO (A.E.) Un despertar poético a la risa 45 Marcelo MAROTTA (A.M.E.) Una interpretación en dos movimientos 47 2
Editorial Clara María HOLGUÍN El Paper+Uno ofrece una doble lectura. De una parte, ubica a Freud en el lugar de más-uno, de otra, da lugar a la política de lo Unario que da nombre a la Escuela Una. Seremos testigos de la lectura renovada y “heterodoxa” de algunos sueños de la obra de Freud, como soñador y como practicante. La serie de los sueños expuestos pone de manifiesto lo nuevo “despertándonos del sueño dogmático que tiende a adormecernos”1 para hacer aparecer lo contingente y “la madera de nuestros sueños”. La re-lectura del deseo de Freud, destaca su coraje, y revela que, más allá del deseo del dormir, el sueño puede mostrar la “antecámara de lo real”. El sueño aparece como paradigma de la construcción del Psicoanálisis, en un recorrido, que, sin ser lineal, permite avanzar entre un instante de ver, donde el duelo por el padre muerto, hace cerrar los ojos a Freud, hasta un más allá, donde los abre para encontrarse con lo indecible, traspasando “la línea roja”. Philippe De Georges, abre la serie. La sutil interpretación del sueño Ojos bien cerrados da cuenta de la posición ética de Freud, que, cerrando los ojos frente a las faltas de su padre, corta el goce mortífero y da lugar al Otro de la ley. Sin embargo, no es suficiente con abstenerse de mirar, la voz aparece en la otra pendiente como raíz del superyó. Prosigue en la serie, el grupo de sueños del Freud-practicante. Mauricio Tarrab, dando una vuelta más al sueño de la Bella Carnicera, despliega la agudeza de Freud para hacer aparecer en lo insatisfecho del deseo, que mantiene a la bella enredada en sus identificaciones, el triunfo del deseo del dormir. A pesar de no poder ir más allá, el trozo de salmón anuncia lo no reconocido del sexo y de 1 Laurent, É., “Política de lo Unario”, Freudiana No 80, ELP, Barcelona, 2017 y p., 58.
PAPERS+Uno / Editorial lo femenino. Marcus André Vieira en los sueños El Padre muerto y el ¿Padre, no ves que me abraso?, nos muestra que lo que insiste en el sueño, más que la verdad previa y/o despertar, es la certeza del “duro deseo de durar”, como enseña Joyce -Finnigans Wake. Por su parte, Rosa Elena Manzetti, introduce el sueño-traumático para mostrar que la protección del Otro respecto a lo real, es relativa y causa el despertar. Si el padre falta al llamado, el sueño-traumático hace existir el “significante viviente”. Manzetti, propone, de manera novedosa, elevar el sueño-traumático a la dimensión de acto analítico que busca despertar a lo real. Entre despertar para seguir durmiendo y despertar a lo real, encontramos el quinto (V) en la serie. La cifra romana se hace letra para acoger los Goces blanqueados que se describen en el sueño del Hombre de los lobos trabajado por Antoni Vicens. De manera poética, haciendo resonar la lengua, produce un ordenamiento singular de las piezas dispersas del sueño. El número cinco, como los lobos dibujados, permiten al “cosedor” redoblar la V que da una identidad (Wolfsmann), único modo de actualizar la muerte del cuerpo, en un sinthome. Cerramos la serie, con dos sueños, en el que Freud soñador es nuevamente protagonista. En el primero, Ronald Portillo, ejemplifica a partir del lapsus acaecido en el sueño Non Vixit, la perspectiva de la letra como litoral, la huella de la mirada que elimina y abre la puerta de la muerte. El segundo y último en la serie, la Inyección de Irma, es, como muestra Bernard Seynhaeve, un sueño de pase, en el que Freud abre los ojos incluso durmiendo. Al contrario del sueño-traumático, Freud no despierta; traspasa los intentos de reconstruirse un yo, atravesando el horror para inscribir la cifra 3, una letra sin sentido, último bastión antes de lo real, donde no hay garantía del Otro. A modo de broche. Retomando el modelo freudiano y al contrario del discurso del amo de la época, interrogamos la experiencia singular y la práctica actual del uso del sueño. El recorte del testimonio de Alejandro Reinoso, nos transmite vívidamente “Un 4
PAPERS+Uno / Editorial despertar poético a la risa”, haciéndonos saborear en el witz il riso alla cantonese (risa-a-la-Lacan), el sueño como Une-bévue. ¡Efecto sobre el cuerpo de una interpretación que arranca una sonrisa! Finalmente, Marcelo Marotta, inicia una nueva serie, en la que los practicantes, uno por uno, demostrarán cómo la práctica lacaniana no prescinde ni de las sorpresas ni del uso del sueño; muy al contrario, se evidencia en las distintas maneras de leer lo que trae el analizante, que el matiz de lectura es acorde al momento de la experiencia. En dos movimientos, título de su texto, se describe el modo delirante de inventar el inconsciente transferencial, y el re- corte que introduce la satisfacción implícita en el sueño en una cura que dura. 5
Ojos bien cerrados Philippe DE GEORGES - ECF Los ojos bien cerrados de los que trata este sueño de Freud tienen menos que ver con el objeto mirada y con la pulsión escópica que con el eje percepción-existencia-juicio. Una pancarta lacónica dice: “se ruega cerrar los ojos”. Lo que la mirada podría ver solicitaría el juicio moral del soñante, y esto es lo que se trata de neutralizar. Contexto Estamos en el umbral del siglo XX, en ese momento histórico en el que Freud inventa el Edipo. Es el giro decisivo donde se juega el paso entre un proyecto de psicología científica y neuronal a las condiciones del nacimiento del psicoanálisis. Jacques-Alain Miller nos sensibiliza al hecho de que es el drama personal de Freud y su encuentro con el mensaje perturbador de sus sueños los operadores de esta mutación. El archivo que nos documenta es su correspondencia con Fliess, la que él creyó poder llamar su auto-análisis. Durante el verano de 1896 Freud atraviesa un momento crítico. Está “verdaderamente extenuado”, atrapado entre su deseo de ver a Fliess y de intercambiar con él, y el deber de ocuparse de ese padre moribundo (“si el estado del viejo deja de constituir un impedimento”, dice). En esta correspondencia proclama el carácter excepcional del anciano y admira el modo en el que se aferra a la vida, pero dice al mismo tiempo todo lo malo que piensa de aquel que califica aún de perverso: en efecto, lo acusa de haber tenido conductas dañinas hacia uno de sus hermanos.
PAPERS+Uno / Ojos bien cerrados Así lo expresa en la carta del 8 de febrero de 1897: “Desafortunadamente, mi proprio padre fue uno de esos perversos (padre que sedujo sexualmente a un niño) y fue responsable de la histeria de mi hermano y de algunas de mis hermanas más pequeñas”. El viejo y el corte El 26 de octubre de 1896, escribe: «Ayer sepultamos al viejo».1 La vida de este último se había terminado hace tiempo, dice. Sin embargo, Freud está afectado y se encuentra “verdaderamente sin raíces”. En un segundo momento, en su segundo prefacio a la Traumdeutung, volverá sobre esta prueba personal: este libro “advertí que era parte de mi autoanálisis, que era mi reacción frente a la muerte de mi padre, vale decir, frente al acontecimiento más significativo y la pérdida más terrible en la vida de un hombre.” 2 La interpretación de los sueños dataría entonces de este duelo esperado. La frase de Freud hace de la pérdida del padre un evento simbólico mayor “en la vida de un hombre”, más que el nacimiento, el destete, o las etapas que en la vida del niño son separaciones de este tipo, reinterpretadas luego bajo el signo del complejo de castración. Destaca aquí el privilegio que no cesó de dar desde ese momento a la función paterna. Es decir que el padre es el agente de una función separadora con respecto al origen. Las biografías de Freud muestran más bien que esta función se encontró encarnada para él por su hermano Philipp, quien en sus sueños como en los días de la infancia es el primer tercero entre él y su madre, así como entre él y su famosa nodriza, quien lo despierta precozmente a la sexualidad.3 1Freud, S., Cartas a Wilhelm Fliess (1887-1904), Amorrortu, Buenos Aires, 1986, carta del 15 de julio del 1896 p. 206. 2Freud, S., La interpretación de los sueños, "Prólogo a la segunda edición", Obras completas, volumen 4, Amorrortu, Buenos Aires, 1976, p. 20. 3Freud, S., "Carta 71", Fragmentos de la correspondencia con Fliess, Obras completas, volumen 1, Amorrortu, Buenos Aires, 1982, p. 306. 7
PAPERS+Uno / Ojos bien cerrados Es entonces que Freud nos comparte un sueño, contemporáneo a la muerte de su padre: ve en él, dice, una inscripción solemne – comparable con un epitafio – que enuncia una especie de regla: “Se ruega cerrar los ojos”. ¿Es la noche de la muerte de su padre, o la que sigue al entierro? Las dos versiones de ese sueño, en la “Carta 50”4 a Wilhelm Fliess y en la Traumdeutung, divergen sobre ese momento, lo que influye sensiblemente sobre la interpretación que se debe hacer. ¿Qué es cerrar los ojos? Cerrar los del muerto es el deber que tenemos hacia él para liberarlo de la vida y deshacer sus últimas amarras. Pero, de forma menos literal, cerrar los ojos es reprimir: la inscripción solemne aparece entonces como la orden de dejar de mirar las faltas: ni las de su padre (contra el cual en ese entonces abundaban las quejas), ni las del hijo. Porque esta muerte es la ocasión para que emerjan conflictos con sus parientes, con respecto a la ceremonia, la elección de obsequios privados y discretos que Freud impone a los demás, su retraso a la ceremonia y, sobre todo: ¡su deseo de muerte! La falta se ubica de los dos lados: Freud nunca olvidó que Edipo sufrió de la intención mortífera de sus padres y de los crímenes de Layo. Del odio y del amor del padre La represión de Freud está al comienzo del paso decisivo que hace en ese entonces: deja de creer en su Neurótica, es decir en la responsabilidad “real” del padre en la neurosis histérica, tal como lo escribe en su carta del 21 de setiembre de 1897,5 un año después de la muerte de su padre. Si el padre sigue siendo, según lo que él llama “su deseo”, el “causante de la neurosis”, 6 ya no lo es por su crimen: 4Freud, S., "Carta 50", Fragmentos de la correspondencia con Fliess, Obras completas, volumen 1, Amorrortu, Buenos Aires, 1982, p. 273. 5Freud, S., "Carta 69", Fragmentos de la correspondencia con Fliess, Obras completas, volumen 1, Amorrortu, Buenos Aires, 1982, p. 301. 6Freud, S., "Carta 64", Fragmentos de la correspondencia con Fliess, Obras completas, volumen 1, Amorrortu, Buenos Aires, 1982, p. 295. 8
PAPERS+Uno / Ojos bien cerrados lo es a través del fantasma. Freud cierra los ojos a las faltas del padre. No denuncia más su goce malo. Todo sucede como si esta revuelta del pasado no fuera más que un fantasma para él. Una vez superado ese límite fatídico, Freud erige un monumento al padre, como los hijos de la Horda idealizan el Urvater y lo deifican. Tótem y tabú, de modo acertado, vendrá completar el Edipo y recordar lo que es el goce del padre primitivo. El padre sobre el cual cae el velo del pudor y de la decencia no es más Noé, ebrio ante la mirada de sus hijos. Es el padre edípico que merece ternura y respeto. Es aquel a quien el crédito que se le otorga y el amor que se le tiene son garantes del reino de la ley. La invención del complejo de Edipo, que sigue ese giro, da forma épica a la función de triangulación atribuida al padre pacificador: hace corte con el goce primordial mortífero, en provecho del campo del Otro de la palabra y de la Ley. El deseo normalizado viene a inscribirse allí donde el origen prohibido está barrado. Freud participa por un lado de la leyenda dorada del padre, de ese prejuicio favorable, aunque pudo en otras ocasiones denunciar el furor de los padres, todavía aferrados, como él dice, a las exigencias exorbitantes de la Patria Potestas.7 Raíz(es) del superyó Es como instancia de juicio que la mirada que se nos ruega cerrar es convocada por Freud: se trata de la raíz del superyó. Cerrar los ojos es abstenerse de juzgar. La instancia que mira y juzga se ubica allí, en su inhibición. Con los ojos vendados, la Justicia es más igualitaria en su tarea. Pero la mirada no alcanza: la voz es el otro aspecto del superyó. Aquel que trona y dice, que inter-dice y prohíbe, al punto que Lacan hace de la voz en tanto que objeto un nombre del superyó y lo revierte. 7Freud, S., La interpretación de los sueños, "Los padres suelen aferrarse espasmódicamente a lo que en nuestra sociedad queda de la ya anticuada potestas patris familias", Obras completas, Volumen 4, Amorrortu, Buenos Aires, 1976, p. 266. 9
PAPERS+Uno / Ojos bien cerrados Mirada y voz son los objetos de la presencia del Otro. Cuando no nos persiguen, son lo que nos mece, y la fuente que nos sacia. Son también lo que nos falta. El salmo dice “me saciaré en tu rostro” 8. Y el poeta responde; “oigo vibrar tu voz en todos los ruidos del mundo". 9 Traducción: Silvana Belmudes Revisión: Melina Cothros Révisión final: María Cristina Giraldo 8 Biblia de Jerusalén, «Salmo 17», versículo 15, Desclee de Brouwer, Bilbao, 1975, p. 725. 9 Éluard, P., Capitale de la douleur, Gallimard Nrf, collection Poésie, 1996. 10
Sin ningún desdén por el sueño. Una vuelta más sobre el sueño de la Bella carnicera Mauricio TARRAB - EOL Estamos hechos de la madera de nuestros sueños Próspero en “La Tempestad” 1. Del deseo a la letra El sueño con el que la bella carnicera desafía a Freud y a su teoría del sueño como realización de deseo, y la tozudez deslumbrante de éste en su respuesta, al sostener lo insólito de un deseo de tener un deseo insatisfecho, hacen sentir todavía la potencia de ese espíritu de sutileza que anida en el centro de la escena analítica, es decir de la práctica, también de la lacaniana, que no prescinde ni de las sorpresas ni de los usos del sueño. Cuando Lacan comenta ese ballet, al que tantas veces hemos asistido, comienza por hacer una advertencia sobre el estado de cosas en 1958, denunciando el desdén que se cernía sobre el valor del sueño dentro del Psicoanálisis: “Un sueño, después de todo, no es más que un sueño, se oye decir hoy”1 y repite esa advertencia cuatro veces en esas pocas páginas. Ni qué decir del presente donde se pretende que el que sueña es el cerebro. Seguramente fue el riesgo de que ese desdén también sobrevolara nuestra práctica lo que hizo que J.-A.Miller hiciera notar que la presencia del término inconsciente había quedado en segundo plano en nuestro Congreso de la AMP2 en Río de Janeiro. Y aunque el sueño no es el inconsciente esa interpretación puso al sueño en el centro de nuestro trabajo rumbo al Congreso 2020. Contra todo desdén. 1Lacan, J., “La Dirección de la cura y los principios de su poder”, Escritos 2 , Ed. Siglo XXI, Buenos Aires, 1987, p.600. 2 Miller, J.-A., “Habeas corpus”, Lacaniana nº 21, Grama, Buenos Aires, 2016, p.35.
PAPERS+Uno / Sin ningún desdén por el sueño Un sueño puede ser una imagen, un fragmento que evoca toda una historia, puede ser un cuento, una sola palabra, un ruido. Puede ser como un haiku: eso está allí, eso sucede, no cuenta una historia, no lleva un mensaje, no genera sentido. Al contrario, el sueño de la bella carnicera es como un iceberg –la figura es de Freud- cuyo breve relato solo revela un pequeño fragmento de todo un mundo que solo el análisis freudiano, su empeño y su agudeza hacen emerger. En su análisis Freud no solo ratifica su teoría de la función del sueño ligada al dormir y a la realización del deseo, sino que también demuestra cómo esas variantes del deseo confluyen ligando el deseo a la identificación histérica, a sus aporías y a su diferencia con la “imitación”. Al incluir en la fuente de la identificación no solo un elemento común inconsciente sino también un carácter sexual apunta ya allí al horizonte de una satisfacción y de un indecible, lo que muestra su sutileza clínica. “La primera vez que Freud nos habla del deseo lo hace a propósito de los sueños” 3 señala Lacan al comentar este sueño de aquella a quien él nombra la bella carnicera. En su comentario sobre los meandros del sueño y del análisis de Freud sobrevuela la pregunta de por qué sería necesario sostener un deseo insatisfecho. Busca los elementos estructurales a partir de su propia concepción del deseo como deseo del Otro.“Más allá de su aspecto cómico, debe representar algo necesario. Y el histérico es precisamente el sujeto al que le resulta difícil establecer con la constitución del Otro como Otro […] una relación que le permita conservar su lugar de sujeto.” 4 Por otra parte, Lacan somete el sueño, los personajes -la paciente, la amiga y el marido- y la circulación de los objetos en juego -el trozo de salmón, el caviar, el trozo de trasero- a la spaltung entre la demanda y el deseo. Ella quiere caviar, pero demanda que no se lo den. Él demanda las gorditas, pero desea las flacas… 3Lacan, J., El Seminario, libro V, Las formaciones del inconsciente (1957-1958), Paidos, Buenos Aires, 1999, p.368. 4 ibid p. 372. 12
PAPERS+Uno / Sin ningún desdén por el sueño En su texto “Un trío de melodrama” J.-A. Miller sigue paso a paso la lectura que Lacan hace de este sueño tratando de cernir los efectos de esa reinterpretación. Destaca que en el laberinto de las identificaciones las vicisitudes del deseo se reglan por el deseo como deseo del Otro si se va más allá de los objetos de la demanda que el sueño pone en juego. Miller usa como clave de lectura que “si una identificación puede ocultar a otra, y las identificaciones se determinan por el deseo, entonces un deseo puede siempre ocultar otro”5. Es lo que le permite ubicar de manera ejemplar por un lado la doble identificación de la soñante, por un lado con la amiga como la Otra mujer y por otro lado con el marido, es decir con el hombre como deseante, para terminar aislando una tercera identificación de la Bella con el deseo del hombre cuyo soporte es el trozo de salmón, que “condensa los mil y un valores del deseo y que aquí responde a la vez a los misterios de la división del deseo macho y al ¿qué quiere una mujer?”6 . Siguiendo esa indicación de Miller ¿no podría decirse que cuando la lógica fálica se adelgaza este sueño responde a la pregunta qué es una mujer con: un trozo de salmón, un trozo de trasero, “el objeto mismo del deseo”7, pero también un cuerpo fragmentado? 2. Decir Cuando Lacan explica qué es lo que lo guía para la interpretación de un sueño diferencia el plano de la significación ¿qué quiere decir eso?, del plano de la enunciación ¿qué quiere [el soñante] para decir eso?, que es lo que el análisis freudiano despeja ubicando todas las variantes del deseo de la bella al soñar lo que sueña. Pero Lacan avanza un paso más al decir que “lo que nos guía, al interpretar un sueño es preguntarnos ¿qué es lo que, al decir, eso quiere? Aparentemente eso no sabe lo que quiere”8. Pero eso quiere gozar. 5 Miller, J.-A., “Un trío de melodrama”, Revista Enlaces, Buenos Aires, 2018. 6 ibid 7 ibid 8 Lacan, J., El Seminario, Libro XVI, Paidos, Buenos Aires, 2008, p183. 13
PAPERS+Uno / Sin ningún desdén por el sueño La clave aquí es que ese decir es también una forma de gozar y en el sueño de la bella carnicera al mismo tiempo que el ciframiento vela el deseo también es una forma de satisfacción. Más allá del efecto de significación, el uso del decir del sueño sirve a una satisfacción. Detrás del aparato de sentido que se teje entre los cuatro personajes del sueño –cuatro personajes, ya que el analista está allí también incluido pues se trata de un sueño de transferencia- y más allá del baile de máscaras de las identificaciones y del deseo que se desliza entre los objetos de la demanda, un programa de goce se realiza. El sueño como formación del inconsciente sirve a ese programa. Es la pista freudiana que sigue Lacan también en Televisión: “lo que opera realmente ahí, bajo nuestros ojos fijos en el texto, es una traducción en la que se demuestra que el goce consiste en los desfiladeros lógicos.”9 El sueño escribe la cifra de lo que eso quiere y es allí en donde reside el uso elemental del sueño para decir del sexo. Ese es a mi juicio el esfuerzo de poesía del inconsciente por donde el sueño de la bella c a r n i c e r a d i c e f a l l i d a m e n t e l o f e m e n i n o c o m o va c í o d e representación, eso irrepresentable que hace bailar a todos los implicados en este ballet. Y lo hace con los significantes amarrados a y por las identificaciones, que en este caso constituyen lo que el sujeto histérico es como pregunta sobre el deseo del Otro y sobre lo irrepresentable de lo femenino y del sexo. Ahí está a mi juicio “lo impoético [impoétique] 10, la madera de este sueño– para citar a Shakespeare traducido por Borges- sobre lo que se asienta toda la trama. Es ese real el que Lacan llama en su respuesta a M.Ritter “lo que no puede ser dicho en ningún caso sea cual sea la proximidad, […] eso que está en la raíz del lenguaje […] en el origen del deseo”11 . Por más proximidad que haya entre las identificaciones y lo femenino siempre habrá allí una hiancia insalvable que entre otras cosas hace soñar. S.Cottet ubica el ombligo del sueño en el punto donde “…el 9 Lacan, J., Psicoanálisis Radiofonía & Televisión, Editorial Anagrama, Barcelona, 1977, p.92. 10“Reponse de J. Lacan a une question de Marcel Ritter”, Lettres de l’École freudienne n° 18. Journée des cartels. Strasbourg. Introduction aux séances de travail , 1976 11 ibid 14
PAPERS+Uno / Sin ningún desdén por el sueño deseo no puede hacerse representar más”12. En el relato que Freud hace de este sueño ese punto crucial no aparece como emergencia de un real fuera de sentido ni como agujero, sino como cierre13. Ese decir cifra como fallido, un eventual “despertar” -lo digo con todas las reservas del caso- a lo no-reconocido de lo femenino y de la relación sexual que no hay. Este sueño testimonia también del triunfo del deseo de dormir que mantiene a la bella carnicera entreverada en el “laberinto de las identificaciones”14. A diferencia de otros sueños en los que un trozo de real atraviesa la pantalla, o en aquellos en que se puede capturar en el texto como un fuera de sentido radical, y cuya emergencia demuestra el límite mismo de la ficción -lo cual hace que en muchos de sus testimonios los AE hagan uso de esa captura como prueba y medida de haber tocado el límite del campo de lo verdadero y de la ficción- en este sueño el trayecto entre el trozo de salmón y un trozo de real queda en suspenso. Podemos conjeturar que allí podría anunciarse lo no reconocido del sexo y de lo femenino como tal, sin embargo, ni la bella, ni Freud, ni este sueño ejemplar llegan hasta allí, lo cual no les impide hacernos dar una vuelta más alrededor de sus talentos. 3. Una letra viva Y finalmente ¿no podríamos pensar que desafiar a Sigmund Freud es parte de la “madera” de este sueño de la más ingeniosas de sus soñantes como él mismo la llama? Lo que está allí en juego ¿no será también la satisfacción de inscribir en el Psicoanálisis el singular desafío que le hace a aquel que empezaba a escribir su historia y de esa manera hacernos aún hoy disfrutar de la letra viva de su ingenio? 12Cottet, S., “Los límites de la interpretación de los sueños en Freud”, Freudiana 86, 2019, Barcelona, p. 108. 13“Reponse de J.Lacan a une question de Marcel Ritter”, Lettres de l’École freudienne n° 18. Journée des cartels. Strasbourg. Introduction aux séances de travail , 1976. 14 Miller, J.-A., “Un trío de melodrama”, Revista Enlaces, Buenos Aires, 2018. 15
¿Durar? * Marcus André VIEIRA - EBP ¿Es el sueño sólo la necesidad del proceso de registro y archivo de los recuerdos del organismo? ¿O es el emisario de lo que ocurre en otras esferas, por ejemplo, inconscientes o incluso, espirituales? En otros términos: ¿debemos dejarlo entregado al reino del fuera-de-sentido, olvidando progresivamente sus extrañas escenas y objetos a lo largo del día o por el contrario, vale la pena buscarle una lectura que oriente más allá de las asperezas de lo cotidiano? Este debate se podría extender indefinidamente. Felizmente, como analistas, podemos pasar de largo pues para nosotros lo esencial no está en la relación del sueño con las impresiones del organismo o con mensajes del más allá. El analista no busca el real del sueño en algo que estaría en otro lugar como el místico o el médico, sino allí mismo, en el encuentro del analizante con Otra lengua en su propia lengua. Sólo hay sueño, para el analista, traído en la sesión, relatado. No es sólo la constatación de lo obvio, sino que es el postulado freudiano fundamental que Lacan sintetiza al constatar que Freud no hace la diferencia entre el sueño y su relato. 1 Contar un sueño en análisis, como acto singular del decir, podrá ser, así, esa combinación entre lo que de él se dice, y lo que, en ese dicho, se oye. Es lo que caracteriza el inconsciente freudiano, inicialmente definido por Lacan como una experiencia que produce efectos de verdad. Más 1Lacan, J., El Seminario, libro 6, El deseo y su interpretación (1958-1959), Paidós, Buenos Aires, 2005, p.66. "Lo esencial del análisis freudiano se basa siempre en el relato del sueño, como algo ante todo articulado”.
PAPERS+Uno / ¿Durar? que el contenido de lo que se descubre, es esa experiencia que se cuenta. No tanto la verdadera verdad sobre sí mismo, sino la certeza de que sólo por ser medio-dicha, hay un real de esa verdad. Y eso cambia y mejora la vida.2 En los tiempos de la post-verdad, sin embargo, es fundamental interrogar esa relación entre el real del sueño y esos efectos de verdad a los que él puede conducirnos. En ese sentido, tres sueños abordados por Lacan en su enseñanza pueden permitirnos vislumbrar tres distintos modos de relación entre la verdad y lo real en el sueño. El primero es el sueño del padre muerto, presentado por Freud en La interpretación de los sueños, 3 y extensamente trabajado por Lacan en su Seminario 6. El soñante encuentra a su padre, recientemente fallecido, como si estuviera vivo, sin saber, sin embargo, que estaba muerto. La interpretación de Freud consiste en introducir entre los dos temas fundamentales del sueño, “él no sabía”, y “él estaba muerto”, la frase “según el deseo del soñador”. Al retomar el sueño, Lacan distingue en el deseo del sueño, das Wunsch, dos aspectos; por un lado la demanda, el deseo por el otro. Lo real del deseo del soñante no es su anhelo de muerte del padre, esta es su demanda. Sin embargo, es una demanda imposible, y es en este imposible donde reside lo real del deseo. Para entenderlo es preciso tomar al padre del soñador como encarnando la función paterna en sí misma. De esta forma la muerte del padre sería el fin de la función paterna, pero si ella delinea un punto de origen de la experiencia subjetiva, ¿cómo borrarlo sin desaparecer? La extrañeza del sueño reside, de 2Lacan, J., El Seminario, libro 11, los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis (1964), Paidós, Buenos Aires, 2010, p.33. 3Freud, S., (1900-01) La interpretación de los sueños. Obras completas, Vol. 5, Amorrotu, Buenos Aires, 1976, pp. 430- 434. 17
PAPERS+Uno / ¿Durar? esto modo, menos en el dolor que afecta al soñante articulado a su anhelo de muerte del padre que en este punto paradójico de imposibilidad que sustenta su deseo como tal. Para figurar esta paradoja, el sueño no presenta la muerte del padre como desaparición, sino como una forma especial de saber-sin-saber- que-está- vivo, sino muerto y sin saber de eso que sustenta en el sueño, lo imposible del deseo del soñante. Es este no-saber lo que será destacado por Lacan como la llave de la vida alienada del ser hablante, su punto más real, efecto de mortificación del goce por la palabra que afecta al padre, y también a todos nosotros. Sin embargo, no basta con saber que no se sabe. Es necesario por la interpretación analítica, localizar entre dos, ese vacío estructurante, espacio del sujeto que es también locus de su deseo, presencia de una ausencia. Lacan lo localizará entre los dos pisos de su grafo, esa imposible existencia en el deseo humano- de su impronunciable esencia real de goce. Un segundo sueño, igualmente proveniente de La interpretación de los sueños, es comentado por Lacan en el Seminario 11. El soñante, quien había velado a su hijo durante su enfermedad, tristemente con un final fatal, se queda dormido mientras alguien se ocupa del cadáver. Despierta, sin embargo, al encontrar, en el sueño, la figura de su hijo diciéndole una frase oída durante la enfermedad: “Padre, ¿no ves que ardo?”. Solo para constatar que se realizará el presentimiento que tuvo antes de quedarse dormido, la vela podrá caer sobre el féretro y causar un incendio.4 Este sueño podría encontrar su interpretación en términos del Seminario 6 como sigue: “mi hijo vuelve a estar vivo”, “pero 4Lacan, J., El Seminario, libro 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis (1964), , Paidós, Buenos Aires, 2010, pp. 42-67. 18
PAPERS+Uno / ¿Durar? ardiendo”. En el intervalo entre las dos cadenas de pensamiento, siguiendo el esquema del grafo, estaría la ambigüedad fundamental del soñador en relación al hijo, su Wunsch de muerte y vida, representada por un hijo vivo, pero en llamas. Nada de eso. Para Lacan, es otra cosa lo que le interesa, y es por eso exactamente que escoge este sueño, por considerar que esa representación del hijo ardiendo no es una “formación de compromiso”, no designa el real del sujeto. No por nada es un sueño de angustia y no de tristeza. El hijo en llamas es la figuración-límite, extrema, de la vida como fuera, no entre la cadena significante. Un real que escapa a la aprehensión discursiva del grafo del deseo que no se deja atrapar por la estructura como ausencia o como negatividad, un real hecho de exceso, aún figurado. Es el real, ya no como corte y sorpresa sino como presencia, encuentro y goce. Es el real del objeto a que, en lugar de sorpresa y reconfiguración, interpretación y verdad, lleva al encuentro con lo que en el Otro es real, en él, más que en él mismo, y que Lacan define como experiencia del imposible despertar, imposible salida de la vida. Es lo que propone Lacan en este seminario, en vez de experiencia de verdad, propone el encuentro fallido con lo real, no más paradigma de la interpretación, pero de la función de la transferencia en el tratamiento, la que tendrá que ser atravesada, según sus términos, para que haya conclusión. 5 Un tercer modo de presentación de lo real en el análisis, es abordado por Lacan, igualmente a partir de un sueño Finnegans Wake o 5 Ibid, p.281. 19
PAPERS+Uno / ¿Durar? Finnícius Revém.6 Para no perdernos en la inmensa ignorancia y dificultad que están en el debate siempre que se trata del tema de Joyce, propongo solo dos ideas. En primera instancia, como en la sesión analítica, la diferencia entre el sueño y el relato del sueño, se liquida completamente. Como dice Becket de James Joyce: “Ustedes reclaman que esa cosa no está escrita en inglés. (...) No es para ser leída - o mejor- no es sólo para ser leída. Es para ser vista y escuchada. Su escritura no es sobre ninguna cosa, es la cosa misma.”7 En la lectura de ese texto - para-no-ser-leído, somos llevados por Joyce a lo que sería el experimentar un sueño en el que no hay ni deseo, ni despertar, y aun así estamos marcados por la imposibilidad, sello de lo real, según Lacan. Hay una navegación forzada en la Babel de las lenguas que podríamos aproximar sin dificultad, a lo que Lacan llama lalengua, colección de fragmentos sonoros, visuales, sensoriales, singulares, que nos constituyen y son la base de nuestro acceso a la lengua común. En este plano, el deseo como punto de vacío fundamental, así como el padre como nombre de mortificación del ser hablante, se desvanece en detrimento del goce de hacer vibrar esos fragmentos fuera de sentido. Ya no hay más la suposición de que alguien en 6 Cf. Lacan, J., El Seminario, el libro 23, El sinthome (1975-1976), Paidós, Buenos Aires, 2006, p.123. En la hermosa traducción de Donaldo Schüler, transcribo uno de los primeros párrafos: “A queda (bababadalgharaghtakamminarronnkonnbronntonnerronntunnthunntrovarrhounawnskawntoohoohoorden enthurhuk!) dum dantanho velhonário é relatada cedo no leito, depoissabe no conceito ao longo de toda a cristã menestrelidade. A grande queda desdeo altomuro arrastou em curtolance a pftjqueda de Fiínnicius, varão outrora mais q'estável, que a vaziamontesta, lá dele prumptamente desvestiga quem lhe diga o Ocidente o acidente da perda dos dedos dos pés: e seu parcoespaçoepouso é na porta do parque, lugar de arranjos de oranges mofados sobre o verde desde que Dia-dublim um diamou Livividinha”. Joyce, J. Finnegans wake / Finnícius Revém, Porto Alegre, Casa de Cultura Guimarães Rosa, 1999. Lacan reconoce que en el texto, el relato de un sueño , escrito, tendría la especificidad de que “ el soñador no es ningún personaje particular, es el sueño mismo” . 7Beckett, apud Mandil, R.- Os efeitos da letra Lacan leitor de Joyce, Rio de Janeiro/ Belo Horizonte, Contracapa/ UFMG, 2003, p.159. 20
PAPERS+Uno / ¿Durar? algún lugar sabría poner orden en el caos del mundo, lo que define la función paterna. No hay ya ni siquiera la Otra escena. Entonces sólo habrá la verdad, cuando algo que podemos encontrar en la lectura nos golpea, y podríamos decir: eso me toca. No se trata de una pos-verdad sino de una verdad a ser asumida con el propio cuerpo a partir de los encuentros con los fragmentos de lalengua que puedan sustentarla.8 Para concluir, una analogía peligrosa. Si hay un lugar en el que la suposición de saber se apaga, ese lugar es lo que convencionalmente se llaman las redes sociales. En ese espacio bien definido por Miguel Lago como “el reino de las opiniones”, ya no hay excepción ni suposición de saber. En el perfil del Papa en twitter, internautas brasileños se sienten con el derecho de contradecir sus análisis teológicos. Las redes sociales hacen de un tabernero un especialista en exégesis bíblica de la misma valía que el jefe de la iglesia católica.9 Sin la función paterna, sin la función de suposición de saber, sin la creencia en otra escena, ¿cómo hacer? Tal vez inspirarse en lo que habría hecho Joyce. Según Lacan él se sale con la suya como artista al deshacerse de la pesadilla – que era para él - d el peso de una historia como la de Irlanda, escribiendo ese texto que se reanuda, destruye y reconstruye incesantemente sin comienzo ni fin. ¿No está tan cerca de lo que hace el artista cuando lleva a las redes otro tipo de evento que no sea aquel de la verdad de la opinión y de la contra-opinión? Es esta mi analogía peligrosa apoyada en Lorenzo Mammi. De hecho, en el campo del arte contemporáneo, así como en 8Lacan, J., “Prefacio a la edición inglesa del seminario 11”, Otros Escritos, Paidós, Buenos Aires,2012, p. 601. 9 Lago, M., “Procura-se um presidente”, Piauí, n. 152, maio de 2019, disponible en https:// piaui.folha.uol.com.br/materia/procura-se-um-presidente 21
PAPERS+Uno / ¿Durar? Finnicius, ni la sorpresa del sujeto, el autor, por ejemplo, ni el despertar que puede provocar un objeto de arte son más importantes, pues lo esencial tiende a ser la producción colectiva, el proceso de su hacer que es, en sí misma, la propia intervención artística. En ese contexto lo esencial del hacer artístico sería la producción de algo que dure un poco más que los objetos comunes tragados por el monólogo antagónico de las redes, un “estorbo necesario” para que el juego de las opiniones no ruede en el absoluto vacío y, al mismo tiempo, para que el arte exista en un mundo en el que no aparece, desaparece. 10 En el vértigo de ese río que fluye no hay verdad previa, no hay despertar; hay certeza de que estamos hechos para durar más que nuestras palabras. Durar, aquí, no es sellar, durar en la memoria colectiva, pero persistir como lo hace un sueño que dura en el cuerpo, o como Paul Éluard leído por Lacan11 enuncia, en nuestro duro deseo de durar. Traducción: María Victoria Clavijo Revisión: Maria Rita Guiimarães Revisión final: María Cristina Giraldo 10 Mammi, L. O que resta – arte e crítica da arte, Cia das Letras, São Paulo, 2012, p. 15. 11Lacan, J., El Seminario, libro 7, La ética del psicoanálisis (1959- 1960), Paidós, Buenos Aires, 2007, p. 368. 22
Un sueño que hace excepción El sueño traumático: “Padre, ¿no ves que ardo?” Rosa Elena MANZETTI - SLP El inconsciente “no implica […] que se lo evalúe como saber que no piensa, ni calcula, ni juzga, lo que no le impide trabajar (en el sueño, por ejemplo). Digamos que es el trabajador ideal”1. El significante “trabajo” es utilizado por Freud para el sueño, en el que descubre los mecanismos del inconsciente. Él lo considera la vía regia de acceso al inconsciente, sin ser su equivalente. Las notas añadidas a las varias ediciones de La Interpretación de los sueños 2 lo muestran cada vez menos como vía regia al inconsciente. La esencia del sueño está en su trabajo, no en el contenido manifiesto o latente. En 19113 sugiere practicar una cierta abstinencia del deseo de interpretar dado que hay sueños que “van más rápido que el análisis”, y “en el intento de interpretar un sueño tal, todas las resistencias presentes y todavía intactas entrarán en actividad poniendo un límite a la intelección”. Freud mientras tanto había descubierto que el sueño vehicula una demanda de interpretación, siendo eso mismo un signo de la transferencia. Su cautela para responder a la demanda de sentido del analizante es retomada por Lacan cuando dice que: “En un análisis no sólo intervenimos en tanto que interpretamos el sueño del sujeto -si es cierto que lo interpretamos-, sino que como ya estamos, a título de analistas, en la vida del sujeto, ya estamos en su sueño”. 4 El sueño es entonces un producto del trabajo de transferencia. 1 Lacan, J., “Televisión”, Otros escritos, Paidós, Buenos Aires, 2012, p. 544. 2 Freud, S., “La interpretación de los sueños”, Obras completas, vol. IV, Amorrortu, Buenos Aires, 1984. 3Freud, S., “El uso de la interpretación de los sueños en el psicoanálisis”, Obras completas, vol. XII, Amorrortu, Buenos Aires, 1984, p. 89. 4Lacan, J., El Seminario, Libro II, El yo en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica, Paidós, Buenos Aires, 1983, p. 232.
PAPERS+Uno / Un sueño que hace excepción Hasta 1920 para Freud el sueño era una búsqueda de placer. Se sueña para el analista y para continuar durmiendo, sin ser tocados por lo real. Los restos diurnos que perturban la homeostasis del principio del placer son usados en el sueño para transformar el exceso de goce, que disturba el sueño, en un goce del signo, compatible con el deseo de dormir. Los procesos de condensación y desplazamiento hacen un trabajo de cifrado para evitar el encuentro entre el pensamiento del sueño y la pulsión. El relato del sueño es ya una interpretación del deseo. El analizante es el interpretante y no el interpretado. 5 Los sueños traumáticos que los pacientes le llevan a Freud en el caso de las neurosis traumáticas y de guerra, que repiten el trauma contradiciendo el principio del placer, lo inducen a revisar la teoría del sueño.6 La repetición7 y la pulsión de muerte ponen en evidencia una causa de los procesos psíquicos más potente que el principio del placer.8 El surgimiento del objeto real amenaza el envoltorio significante, aniquila la imagen, agujerea la pantalla y angustia. Los sueños traumáticos no obedecen a un deseo -“constituyen la única excepción efectiva”-, 9 sino a una compulsión de repetición. El trauma exige ser reducido a signo. Su retorno bajo la forma de un sueño es una tentativa del sujeto de controlarlo integrándolo en lo simbólico. La repetición pretende transcribir el trauma en letra, transformando el goce en exceso en goce del signo. Se trataría de pasar del trauma, exceso de goce, al fantasma, y del fantasma al síntoma. Como la repetición no puede llevar a cabo esa misión, continúa intentándolo de nuevo, asumiendo un carácter de automatismo. Freud considera a la compulsión de repetición un fenómeno primario ligado al trauma originario del nacimiento, inherente al propio hecho de vivir. Una 5 Lacan, J., El Seminario, libro XIX, …o peor, Paidós, Buenos Aires, 2012, p. 228. 6Freud, S., “Más allá del principio del placer”, Obras completas, vol. XVIII, Amorrortu, Buenos Aires, 1984, p. 32. 7 Ibid. p. 19. 8Freud, S., “Observaciones sobre la teoría y la práctica de la interpretación de los sueños”, Obras completas, vol. XIX, Amorrortu, Buenos Aires, 1984, p. 119. 9 Ibid. p. 120. 24
PAPERS+Uno / Un sueño que hace excepción exigencia de retorno al estado inanimado que llama pulsión de muerte. El sueño “Padre, ¿entonces no ves que me abraso?”,10 no por casualidad construido alrededor de la muerte, muestra que el despertar producto de un sueño traumático está conectado con el hecho de que la protección del Otro respecto a lo real es siempre relativa. Es el padre, en este sueño y también más allá de él, el que falta a la llamada, puesto que aquel que responde a mi llamada nunca es aquel a quien realmente he interpelado. Si Freud al final de su recorrido va a la búsqueda de una huella de goce en relación a la repetición, Lacan en 1954-55,11 considera la repetición como la consecuencia de la ley significante de la cadena de lenguaje que determina al sujeto. Sin embargo, en el Seminario XI12 Lacan distingue dos aspectos de la repetición: el automaton, la insistencia de los signos, el principio de la cadena simbólica; y la tyche, el encuentro con lo inesperado, lo real del trauma. La repetición no está ya conectada al inconsciente saber sino al inconsciente real. En el capítulo V de este seminario, Lacan retoma el sueño “Padre, ¿acaso no ves que ardo?” para hablar del llamado en relación a “lo real como encuentro”, que se presenta inicialmente en psicoanálisis bajo la forma del trauma, poniendo de relieve dos aspectos. El primero es que el trauma, aquí referido expresamente, no se sitúa en la lógica del après coup, sino que vemos “que se conserva la insistencia del trauma en no dejarse olvidar por nosotros”. Eso “reaparece, (…) en efecto, (...) muchas veces a cara descubierta”,13 y tiene el mérito de despertarnos de nuestros automatismos. El segundo aspecto concierne precisamente al hecho de que en el trauma son los padres los que faltan al llamado, ya sea en el caso del 10 Freud, S., “La interpretación de los sueños”, Obras completas, vol. V, Amorrortu, Buenos Aires, 1984, p. 504. 11 Lacan, J., “El seminario sobre La carta robada”, Escritos 1, Siglo XXI, Buenos Aires, 2002, p.5 y ss. 12 Lacan, J., El Seminario, libro XI, Los cuatro conceptos fundamentales del Psicoanálisis, Paidós, Buenos Aires, 1991, p. 61 y ss. 13 Ibid., p. 63. 25
PAPERS+Uno / Un sueño que hace excepción sueño “Padre, ¿acaso no ves que ardo?”, como en el caso de una experiencia personal suya en la que él mismo vio al “niño traumatizado” por su partida, compensarse únicamente con el sueño, “hundirse en el sueño, que era lo único que podía volverle a dar acceso al significante viviente que yo (Lacan) era desde la fecha del trauma”.14 Él usa aquí “significante viviente” para hablar del padre como destinatario de la llamada del grito inarticulado que reclama al padre como objeto de la primera identificación freudiana. Es el trauma el que hace existir el significante viviente. Un trauma, indicado como tal por Lacan, ligado al fracaso de la llamada de la voz para tener al padre, ya desde siempre ausente. Un fracaso superado pero que perdura, puesto que persiste la pérdida del padre, en su no oír la llamada o en el no ver que ardo. El encuentro fallido con el “significante viviente” permanece en el corazón del deseo de cada ser hablante y se reactiva. Así como para Freud desde 1920 aquello que se repite está ligado a la insistencia de la pulsión de muerte, para Lacan, a partir de los años setenta,15 la repetición está en relación al goce. Hay por una parte la nostalgia de una pérdida estructural de goce y por la otra el intento de recuperar eso que está perdido desde siempre. La repetición, destino del parlêtre, es la marca de una pérdida primaria, pero al mismo tiempo, un condensador de goce. El rasgo unario es escritura que “conmemora una irrupción de goce.”16 El sueño traumático, a menudo relatado como algo que se repite, revela ser incapaz de anudar el real traumático a lo imaginario y a lo simbólico, no da el paso de lo traumático al troumatique. Es el esfuerzo por hacer nudo,17 por sustituir el agujero del trauma por un síntoma. Los sueños traumáticos no son guardianes del sueño. ¿Qué puede despertar al “trabajador ideal”? Es la angustia que “interrumpe el 14 Ibid., p. 71. 15 Lacan, J., El Seminario, libro XVII, El reverso del psicoanálisis, Paidós, Buenos Aires 2008, p. 48. 16 Ibid., p. 82. 17 Cf. Lacan, J., El Seminario, libro XXII, R.S.I. (1974-1975), inédito 26
PAPERS+Uno / Un sueño que hace excepción sueño cuando éste va a desembocar en lo real de lo deseado.”18 Aquello que despierta es otra realidad, la de lo “real” pulsional1920 , que revela la impotencia de lo simbólico para escribir lo imposible. El despertar del sueño es la huida del despertar de lo real, cuando uno se aproxima a aquello de lo que no quiere saber nada. En los años 70 para Lacan lo esencial del trabajo del sueño es que se trata de un ciframiento que incluye una satisfacción del soñante.21 El “trabajador ideal” tiene como amo al goce. El sueño busca generalmente dar sentido al sinsentido de la relación sexual. El límite de la interpretación de un sueño es precisamente el goce incluido en el sueño. Si todo relato de un sueño en análisis es una búsqueda de sentido a través de la interpretación, que sin embargo “no es la vía de un verdadero despertar del sujeto” 22, ¿no será el sueño traumático propiamente el que nos dé un ejemplo de otro modo del acto analítico que apunta a despertar a lo real? Que el despertar a lo real sea imposible no impide que sea el final y la finalidad de un análisis. Traducción: Gabriela Medín Revisión: Silvia Grases Revisión final: María Cristina Giraldo . 18Lacan, J., «Reseña con interpolaciones del Seminario de La ética», Reseñas de enseñanza, Manantial, Argentina, 1988, p. 22. 19 Lacan, J., El Seminario, libro XI, Los cuatro conceptos fundamentales del Psicoanálisis, Paidós, Buenos Aires 1991, p.68. 20 Lacan, J., El Seminario, Los no incautos yerran, noviembre de 1973, inédito 21Lacan, J., «Reseña con interpolaciones del Seminario de La ética», Reseñas de enseñanza, Manantial, Argentina, 1988, p. 22. 27
Goces blanqueados El sueño del Hombre de los Lobos Antoni VICENS - ELP …la aptitud para conservar unas junto a las otras, y en condiciones funcionales, investiduras libidinosas de las más diversas clases y contradictorias entre sí.1 Releamos de manera heterodoxa el sueño del Hombre de los Lobos: Súbitamente, los ojos se abren y la peste, que no cuenta sus cinco cadáveres blancos, o seis, o siete, o millares, me mira. En el calvario, los lobos, que son corderos, o perros, o zorros, muertos a manos de su salvador, me despiertan. Un archipiélago de miradas devoradoras se fija en mí. Estoy con los pies por delante, frente a la ventana. Algo va a pasar. El nogal muerto y helado me hace gritar, o enmudecer — es lo mismo en el lenguaje de los sueños—, porque, empezando por el meñique, mi cuerpo empieza a hendirse como un árbol, en forma de V, letra que conozco sólo como cifra en la esfera del reloj, pues no la hay en mi alfabeto cirílico. Existe quien está liberado de la búsqueda más o menos heroica de un padre; para él, su fortuna es no hallarlo nunca del todo. Pero eso suele comportar una guerra frente a frente con el deseo de la madre, digamos mejor con su goce. Para Sergei Pankejeff eso repercutía en su elección de pareja y en el cuerpo que entrega a ella y a los médicos. Fue una solución sintomática de largo alcance, aunque limitado: tener como partenaire una mujer con la que construir un delirio de a dos bastante estable, hasta el suicidio de ella y un poco más allá. Si todo 1Freud, S., “De la historia de una neurosis infantil”, en Obras completas, vol. 17, Buenos Aires, Amorrortu, 1976, p. 108.
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