Por qué los 'pasaportes' covid serán parte de la solución, pero no la única

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Por qué los 'pasaportes' covid serán parte de la solución, pero no la única
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Por qué los ‘pasaportes’ covid serán parte
de la solución, pero no la única
Al inicio de la pandemia, para acelerar la recuperación económica se
propuso dar un ‘visado’ de inmunidad a personas que hubieran pasado la
covid-19, una idea ética y técnicamente inviable. Un año después, las
vacunas han sido la clave para convertirla en una opción realista que Europa
pondrá en marcha en julio. No obstante, aún quedan retos: evitar la creación
de desigualdades y garantizar la privacidad.

Clara Marín                      2/6/2021 07:30 CEST

Pasajeros caminan por el aeropuerto Adolfo Suárez-Barajas en Madrid. EFE/ Fernando
Villar/Archivo

Desde que en marzo de 2020 la OMS declarara la covid-19 como pandemia ,
nuestras sociedades han debido convivir con medidas excepcionales de
control epidemiológico que incluyen la restricción de derechos
fundamentales como la libertad de movimiento. La mayoría de los países
impusieron medidas más o menos estrictas que frecuentemente incluían el
cierre de los espacios públicos —con el consiguiente daño económico que
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este paro provocó—, y las restricciones en el desplazamiento dentro de los
propios Estados y entre ellos.

Con el objetivo de poner fin cuanto antes a esta situación excepcional, se
han propuesto diversas opciones para reabrir las sociedades sin dejar de
lado la salud de la población. Una de estas opciones son los llamados
pasaportes inmunitarios, un sistema de identificación y facilitación del
movimiento de la población inmunizada frente al SARS-CoV-2. A pesar de
que esta figura ya existe para el caso de enfermedades como la fiebre
amarilla o la polio, su introducción tiene consecuencias éticas y prácticas
que deben ser consideradas seriamente antes de tomar una decisión sobre
el mejor modelo.

Una idea sin sentido al inicio de la pandemia
Al inicio de la pandemia esta herramienta se propuso como posible solución,
pero fue rápidamente descartada por basarse en los anticuerpos generados
tras la infección por covid-19.

La razón fue doble: por un lado, no teníamos suficiente conocimiento del
virus como para afirmar, sin una prueba serológica, que la persona quedara
inmunizada tras la infección, ni por cuánto tiempo.

Por otro, la posibilidad de otorgar privilegios a las personas que hubieran
pasado la infección podía crear una discriminación efectiva frente a aquellos
que no la hubieran pasado, además de incentivar el contagio para poder
acceder a esos beneficios.

¿Por qué ahora sí?
Lo que ha cambiado desde entonces hasta ahora son las herramientas de
inmunización. Con trece vacunas aprobadas en distintos países y la mayor
campaña de vacunación de la historia en marcha, el pasaporte inmunitario
se presenta como una opción realista y aceptable.

  Con trece vacunas aprobadas en distintos países y la
mayor campaña de vacunación de la historia en marcha,
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 el pasaporte inmunitario se presenta como una opción
                       realista y aceptable

El uso de un certificado de vacunación como pasaporte inmunitario presenta
tres ventajas importantes. En primer lugar, su fiabilidad. Ya que las personas
vacunadas adquieren altas tasas de inmunización y transmiten menos el
virus, es posible que prescindan de medidas como la distancia social y las
mascarillas, como ya se hace en Estados Unidos, sin que esto suponga un
riesgo significativo para su salud y la de su entorno.

En segundo lugar, supone una posibilidad realista de acelerar la reapertura
de una forma relativamente segura y comenzar así la tan ansiada
recuperación económica. Sin los certificados inmunitarios, la desescalada
de restricciones debería ir guiada por el descenso de casos, la ocupación
hospitalaria y, finalmente por la inmunidad de rebaño. Esta fórmula, sin
embargo, permite acelerar la apertura en el corto plazo, paliando las
consecuencias de la crisis económica.

Por último, si un certificado basado en la infección podía promover el
contagio, también podemos argumentar que un pasaporte basado en la
inmunización fomente la vacunación en poblaciones reticentes.

Problema: el nacionalismo de las vacunas
Es importante también tener en cuenta que los pasaportes inmunitarios
vienen acompañados de una serie de retos que merece la pena analizar para
así hacerles frente.

El primer reto tiene que ver con el nacionalismo de las vacunas y la falta de
cooperación internacional para su distribución, algo que amenaza con
repetirse a la hora de emitir certificados de vacunación.

Diferentes países e instituciones han emitido ya sus propios pasaportes
inmunitarios, como es el caso de China, con su “certificado sanitario
internacional para viajar” y el “pasaporte verde” de Israel. Cada uno de estos
‘pasaportes’ es válido para unas vacunas determinadas que varían según el
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país, lo cual puede traducirse en una falta de reconocimiento internacional
de los certificados, por lo que no serían del todo útiles para reabrir el tránsito
global.

¿Cuánto durará el pasaporte?
Además, no tenemos suficiente información para determinar cuánto dura la
inmunidad conferida por cada vacuna, por lo que no podemos estar seguros
de cuál sería la vigencia de los certificados. Para hacer frente a este desafío,
la clave reside en la cooperación global y el intercambio de información.

Cómo evitar la discriminación
Otro reto a tener en cuenta es la posible creación de desigualdades de dos
tipos: dentro de los propios países y entre ellos. En primer lugar, y mientras
no se alcance la inmunidad de rebaño, habrá en los países personas
vacunadas y personas no vacunadas, generalmente respondiendo a los
planes de vacunación del Gobierno.

          Si un certificado de vacunación
          fuese indispensable para viajar o
          para acceder a servicios, se estaría
          produciendo una discriminación
          efectiva de las personas no
          vacunadas

En segundo lugar, en los países de ingresos altos se espera alcanzar la
inmunidad de rebaño en torno a 2022, pero en los países de ingresos bajos y
medios la fecha que se estima es 2024 —aunque pueden diferir dependiendo
de diversos factores, como son las diferentes variantes del virus—. Si un
certificado de vacunación es indispensable para viajar o para acceder a
determinados servicios, se estaría produciendo una discriminación efectiva
de todas aquellas personas no vacunadas. La solución en este caso pasa
porque el certificado no sea obligatorio para estas actividades, sino una
alternativa a otros procesos de cribado, y que exista un acceso masivo a test
diagnósticos asequibles.
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La privacidad
El tercer desafío se centra en el manejo de datos personales. En primer
lugar, es importante garantizar la protección de la privacidad, que los datos
que contenga el certificado sean usados únicamente para el propósito para
el cual fue concebido y no sean de dominio público sin el consentimiento de
las personas que lo posean.

          Las falsificaciones de certificados son una amenaza muy
          real frente para la que habrá que elaborar soluciones

Por otro lado, es difícil garantizar la identidad del portador del certificado. Se
ha propuesto como solución vincular los certificados a los registros de
identidad, pero no todos los países los utilizan. Además, una gran cantidad
de personas en todo el mundo carece de documentos básicos de identidad.
Las falsificaciones de certificados son una amenaza muy real frente para la
que habrá que elaborar soluciones adaptadas al contexto.

La solución europea
En este contexto, la Unión Europea parece haber tenido en cuenta los
desafíos a la hora de diseñar el pasaporte inmunitario que entrará en vigor el
1 de julio, el llamado ”Certificado COVID Digital de la UE”, y que permitirá
acreditar de forma sencilla que una persona ha sido vacunada contra la
covid-19; o se ha realizado una prueba cuyo resultado ha sido negativo; o se
ha recuperado de la covid-19.

El documento será fácilmente accesible, gratuito y no será necesario para
viajar por Europa, solo facilitará los trámites. Las personas sin el certificado
podrán seguir viajando, aunque sujetas a las condiciones de cada Estado
miembro, algo que teóricamente sí que podría generar desigualdades.

Por otro lado, la UE movilizará 100 millones de euros para proporcionar test
asequibles a los países miembros. Será un certificado único para toda la
Unión Europea, aunque en principio no servirá para viajar fuera de sus
fronteras. Tendremos que esperar al próximo mes para comprobar si el
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pasaporte inmunitario europeo supera los retos propios de este tipo de
certificados.

                Si bien pueden ser parte de la
                solución, es necesario seguir
                trabajando para conseguir una
                adecuada y equitativa cobertura
                vacunal; y reforzar los servicios
                sanitarios y de vigilancia
                epidemiológica

Es evidente que un pasaporte inmunitario plantea tanto ventajas como
desafíos a nivel científico, económico, social y político. Las ventajas son
importantes y ayudan a vislumbrar una luz al final del túnel de la pandemia,
pero no debemos perder de vista los grandes retos a los que es necesario
dar respuesta antes de implementar esta opción.

Además, es importante considerar que este tipo de certificados no pueden
ser la única medida tomada para la reapertura, y que si bien pueden ser parte
de la solución, es necesario seguir trabajando para conseguir una adecuada
y equitativa cobertura vacunal; y reforzar los servicios sanitarios y de
vigilancia epidemiológica. Solo así lograremos recuperar la normalidad y
estar preparados frente a futuras emergencias en salud.

   Clara Marín es médica residente de Medicina Preventiva y Salud
   Pública en el Hospital Clínic de Barcelona y colaboradora del
   departamento de Análisis del Instituto de Salud Global de Barcelona
   (ISGlobal), centro impulsado por la Fundación ”la Caixa”.

Derechos: Creative Commons.

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