Ella es la voz de Zuckerberg en Colombia
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Ella es la voz de Zuckerberg en Colombia La barranquillera Sandra Quintero es la responsable de la pauta de Facebook en el país. Empezó con un negocio en el barrio Pasadena y ahora almuerza con todos los cacaos empresariales. Por: Pacho Escobar | febrero 26, 2015 El mundo laboral en Facebook se le abrió a Sandra Quintero hace ya año y medio con una llamada que le entró de su colega Juliana Martínez desde Buenos Aires. El gigante de las redes sociales había decidido abrir oficina en Bogotá y buscaban gerente. Ella sabía el significado de la propuesta: Facebook es la red social con más seguidores activos en el mundo, más de mil millones de personas; además, respecto del país, Sandra sabía que Facebook es después de Google, el sitio más consultado por los colombianos; y como si fuera poco que de los 25 millones de ciudadanos que se conectan a internet en Colombia, 20 millones son usuarios de la monumental compañía.
Sandra está en la sala de su casa en el barrio Prado Alto de Barranquilla. Es el año 1993 y como casi todas las semanas se ha sentado a hablar con su papá sobre el trabajo de él como gerente general de Rico McPollo. Se tratan como dos amigos de toda la vida, ella no para de preguntar por términos, palabras, conceptos. Es inquieta. También pasan temas como lo que se viene en materia laboral para el mundo. Ella está a punto de graduarse como bachiller del Marymount School y quiere irse a estudiar a Bogotá. Sin que ella se lo pida, don William Quintero le suelta una serie de recuerdos para poder hacer una composición de lugar en el que su hija vislumbre el mejor camino que puede tomar. Le recordó que ella a los 12 años trabajó como presentadora en Telecaribe en el programa Vivan los niños y que ayudó a la producción de un capítulo de Caballo viejo; que se destacó en el grupo de matemáticas del colegio y ni qué hablar del grupo de ajedrez. Que le encantaba pensar las estrategias de juego, cuando conocía a su adversario. Se rieron al hablar sobre lo que había sucedido unos meses antes de esa conversación: Sandra Quintero como líder de su promoción, se había propuesto entregarle en la fecha de amor y amistad un carnation gigante como presente a cada uno de los más de mil estudiantes del Marymount School. Ella y compañeras de su generación se encargaron de conseguir los sponsor para la financiación. Mientras veían el histórico 5-0 de Colombia Vs. Argentina, se tenían que poner curas en los dedos de tanto cortar corazones de cartulina. Entonces don William sentenció: —Nena, tu eres muy comercial, muy de negocios, debes definir tu vida por ese camino. No habían pasado cuatro meses en la carrera de Ingeniería Industrial en la Universidad Javeriana de Bogotá, y Sandra ya se había presentado a AIESEC (Asociación internacional de estudiantes de Ciencias Económicas y Comerciales) para comenzar a trabajar ad honorem en proyectos de emprendimiento. Las fichas se acoplaron como en un juego de Tetris y quien la entrevistó fue Jaime Manzanera, con quien inició un largo noviazgo y quien hoy es su esposo. Sus compañeros ‗aiesequeros‘ recuerdan que a los diez meses, Sanqui (Sandra Quintero), se echó al hombro la realización del congreso internacional de AIESEC en Bucaramanga. A finales de los años noventa conectarse a internet tenía un sonido en particular. Se hacía a través de un modem que iba acoplado al teléfono fijo de la casa, si entraba una llamada se caía el internet y se paraban los procesos que se estuvieran haciendo. No se hablaban de gigas o megas, sino de kilobytes. Subir una foto podía tardar una mañana y ni qué decir de bajar una canción, quizá toda una noche. Sandra y Jaime eran unos apasionados por las nuevas tecnologías y querían entrar al mercado. Su esposo y Camilo Sáenz acababan de llegar de un intercambio de los Estados Unidos y trajeron la idea de crear una empresa digital. Sandra investigó y se dio cuenta que en Colombia no existían más de dos empresas que se dedicaban a diseñar, desarrollar y montar sitios web. Era 1998, hablaron con Camilo, uno de sus compañeros
‗aiesequeros‘ y cada uno aportó de a 500 mil pesos para crear una compañía a la que denominaron Pagintas.net. Contrataron un diseñador y comenzaron a rodar el negocio. Las primeras páginas fueron para empresas pequeñas. Sandra, iba documentando en un cuaderno paso a paso cada error que se cometía, cada logro y hasta los tiempos en cada proceso. No se sabe cómo la compañía de vehículos Autonal, les dio su primer gran contrato. Les montaron hasta el sistema de correo interno. Pero le apuntaron a una apuesta más. En Colombia no existía una empresa que le ayudara a los portales web a vender sus espacios publicitarios y al tiempo no existía una empresa que asesorara profesionalmente a las compañías del mercado no digital para saber dónde publicitar. En el año 1999, con una hermosa barriga de siete meses de embarazo de su primera hija, Sandra montó Pauta.net. Crear un bróker para facilitarle la vida a las empresas. Pero el salto cuantitativo lo dieron cuando ella se fue al congreso de publicidad del año 2000 en Cartagena. Con un pin redondo en su solapa que decía Paginas.net, como único branding de presentación porque no había plata para un stand, no le temblaron las piernas ni la voz para hablarle de tú a tú a cada uno de los cacaos empresariales que asistieron al evento. La desparpajada costeña, cada que se paraba frente a un posible cliente, no los dejaba ni parpadear y ellos mismos le pedían sus datos. Así conoció a personas de la talla de Jesús Guerrero, Luis Guillermo Plata, Juan Camilo Bueno y Mario Huertas. Un lunes Sandra tomó una maleta pagó un tiquete a Miami y se fue sola a hacer contactos: Pauta.net logró representar en Colombia a más de 40 sitios, entre ellos Yahoo, ESPN,Yupi.com. Por esos mismos días Colombia tuvo su propio Amazon, lo llamaron Alejandria.net, un portal de envíos de libros que llegó hasta los confines del país. La hiperactiva Sandra, se encargó de hablar con un par de bancos para los pagos vía internet –en el país no existía las transacciones en línea-, igual tuvo que inventarle un proceso a las empresas de envíos y hasta de llevar ella misma los libros si el pedido era en Bogotá. Aunque el negocio marchaba a ‗teras’ por semana, en el año 2000 Nasdaq se cayó y el efecto domino empujó a la quiebra a miles de punto com‘s (.com) en el mundo. Pauta.net no fue la excepción: Colombia por aquel entonces no tenía una verdadera penetración de internet y las empresas del mercado real no confiaban en visibilizar sus productos y servicios en la web. A aquel emprendimiento le quedarían dos cosas, una mala y otra buena: la negativa era que Sandra y su esposo se habían endeudado con la compra de un Adserver, que les costó 18 mil dólares cuando cada dólar valía más de $3.000. Pero la buena era que se habían hecho conocer en el mercado y una decena de clientes se quedaron con ellos trabajando en Paginas.net. Por ejemplo, se enfocaron en la compañía Autonal que querían ofrecer sus carros por internet. De una oficina pequeña en la 100 con 15 pasaron a una casa en el barrio Pasadena de Bogotá. Llegaron a tener más de 60 empleados, incluso se volvieron a endeudar en un lissing con IBM para adquirir los computadores en
los que sacaban adelante los proyectos. Una mañana en pleno embarazo, ella, que no se podía quedar quieta, amaneció con una nueva idea: llevar aquel cuaderno donde registraba todos los procesos, hasta de programación de los websites que montaban, a un documento oficial que demostrara la organización empresarial de Paginas.net. Empezó a estudiar cada una de las normas a cumplir. En el año 2000 se certifican como la primera empresa en desarrollo de software ante el Icontec con el ISO 9000. Con semejante documento de presentación, su empresa comenzó a licitar entre las entidades públicas. Se ganaron clientes como Fogafin, Banco Agrario, Corferias y el Ejército Nacional. Llegaron al punto de crearle al Instituto Agustín Codazzi (IGAC) su sitio web, su intranet y extranet. Mientras tanto, por el lado privado, los días de la gerente innata, eran dedicados a dejar satisfechos a clientes como General Motors, Diners, Coca Cola, Chevrolet, CM&, El siguiente programa, Prismacolor, y Carulla entre otros. Incluso, llegó a dedicar sus sábados para capacitar a clientes de pequeñas y medianas empresas con el objeto de sacarle el jugo a sus estadísticas, cuentas de análisis, contenidos y darles tip‘s de mercadeo. Su curiosidad por el mundo digital la llevó a llegar a sentarse con los ingenieros para verlos programar. A principios del año 2005, después de siete años de trabajo, llegó la firma Panda Consulting y les ofreció la compra de Paginas.net en una cifra poco despreciable. Lo pensaron durante un mes, pero ante la insistencia, -y con aquel adagio que dice que hay que vender cuando a uno le ofrecen tanto por su negocio-, finiquitaron la venta. Sandra y Jaime lloraron, pero sentían que se venían cosas buenas. En pleno empalme entre Panda y Páginas, a Sandra Quintero le llegó un correo de la Casa Editorial El Tiempo. Ella sabía que para algo bueno se habían inventado portales como Elempleo.com, donde fue una de las primeras personas en montar su hoja de vida, la cual renovaba año a año. Por cierto, Sandra hace poco recibió una carta de felicitaciones de Linkedin, por haber sido una de las primeras mil personas en el mundo de haber montado su hoja de vida en aquella red. Pues bien, en Elempleo.com tenían sus datos para contactarla, pero sabían de Sanqui porque ya era famosa en el mundo digital del país. En el mensaje le informaban que había un puesto que le podía interesar: ser la directora de publicidad del área digital de El Tiempo. Es decir, ser la responsable de la comercialización del portal web de uno de los dos periódicos más influyentes de Colombia. El encargo de Luis Fernando Santos, presidente de la compañía, era que Sandra llegara a organizar la casa en el área digital; comercializar todos los proyectos del punto com (.com); convencer a más clientes de pautar, Etc. Eran los tiempos en que Terra era el amo y señor de los medios en Colombia. Terra se encargaba de gestionar los contenidos y de administrar la pauta de El Tiempo, Semana y El Colombiano. Habían pasado cinco años en los que la unidad de Nuevos Medios del periódico reportaba perdidas, pero la regla era que había que estar en internet. Mientras Terra entregaba, Sandra se dedicó a crear un equipo de ventas para el área digital apoyada en la oficina comercial que ya tenía el impreso, creó una estructura vertical de ventas, adaptó el software de ventas para internet, instruyó a su equipo en el lenguaje
corporativo para hablarle a los posibles clientes de manera comprensible, e implantó una regla de oro ante el propio presidente de El Tiempo: ―Aquí no se regala nada, no se regala ni una sola pauta, porque los clientes deben entender el valor de lo digital‖. A su oficina entró, finalizando diciembre del año 2006, Ricardo Pombo, gerente de Nuevos Medios, con una cara que jamás le había visto. Tan solo en seis meses de trabajo In House, aquella área había llegado a su punto de equilibrio. Les entró el doble del dinero de la meta propuesta para ese año, pero justo en el segundo semestre cuando ella había tomado las riendas del .com. Nuevos Medios había sido la unidad de negocio que siempre estaba en rojo en las juntas directivas, pero comenzó a ser el hijo para mostrar. De ahí en adelante su nombre se escuchó en cada cierre financiero. Cada año, aquella unidad de negocios aumentó de a dos dígitos anuales las ganancias. Incluso trabajando allí, logró hacer su MBA en Thunderbird School. Seis años estuvo Sanqui en El Tiempo y fue tan importante su paso que en la conmemoración de los 100 años del periódico, recibió la invitación del propio Luis Fernando Santos para la gran velada. Havas, la central de medios francoespañola que ―se la robó a El Tiempo‖ en el año 2011, la nombró directora para la región andina en el tema digital. Relacionarse con los gerentes comerciales de compañías como Claro, Copa, BBVA, y otras multinacionales era su día a día. Pronto le pidieron que también tomara el timón de compras y ventas en las áreas de televisión, radio y prensa. Pero por algo que jamás le dijo el vicepresidente de Havas, la regresaron solo al tema digital. Esto no le gustó a la colombiana que siempre ha sido frentera al hablar y al exponer argumentos cuando algo no funciona. Su espíritu decayó a tal intensidad, porque no le aclaraban la decisión, que decidió ir al psicólogo para enfrentar el duelo de no encontrar respuesta. Pero como el esfuerzo se premia, en octubre de 2013 llegó aquella llamada de Facebook. Las casualidades no existen pero los agüeros sí. Es diciembre de 2013. Por cábala, los únicos en Colombia que saben del ofrecimiento de Facebook son Sandra, su esposo y Juliana. Paradójicamente, el vicepresidente de Havas le pide a Sanqui que vaya a un evento. Pero justo por esos días a ella la han citado también de Facebook para la entrevista personal con Alexandre Hohagen, el vicepresidente de Facebook para Latinoamérica. Sandra no sabía qué hacer. De nuevo la Divina Providencia. Suena su teléfono y le informan que Alexandre estará en un evento en la ciudad amurallada el mismo día que ella va a estar allá. Se encontraron en el mismo lugar. Sin sobreactuar con sus colegas de agencias de medios y otras compañías, Sandra casi que se dio a conocer sin necesidad de la entrevista. Cuando el almuerzo terminó, la colombiana esperó a Alexander y conversaron como protocolo, pero ya el cargo era para ella. Va a cumplir un año de trabajo en Facebook. Un cargo privilegiado y de mucha responsabilidad si se tiene en cuenta que en Suramérica sólo hay tres oficinas: la de Brasil, Argentina y Colombia. Los anunciantes han aumentado notablemente, tanto que el dueño del letrero, el multimillonario Mark Zuckerberg, prefirió venir a Colombia a lanzar su proyecto de internet gratis,
que pasar vacaciones en las islas Bora Bora. Cuentan que Zuckerberg se fue tan impresionado con la energía que proyecta Sandra Quintero, que tal vez la barranquillera en poco tiempo levante vuelo para nuevos retos en la red social más grande del planeta. Por ahora, Sandra sigue ejecutando su lema de cabecera: ―No somos empleados, yo no soy empleada. Las decisiones que tomo, las tomo como si la empresa fuera mía‖. Y Facebook parece suyo.
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