Lo que aprenderemos de la sexta ola: las vacunas covid no son llaves mágicas, pero sí imprescindibles

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Lo que aprenderemos de la sexta ola: las vacunas covid no son llaves mágicas, pero sí imprescindibles
SALUD

Lo que aprenderemos de la sexta ola: las
vacunas covid no son llaves mágicas, pero
sí imprescindibles
Hace un año las primeras vacunas contra el nuevo coronavirus iniciaron una
ola de optimismo. Hoy los datos prueban que son las herramientas más
poderosas que tenemos, pero ómicron y la tercera dosis también nos
recuerdan que no existe la fórmula milagrosa para un mundo sin covid.
Incluso cuando la pandemia termine, el coronavirus seguirá existiendo y
conviviremos con él.

Sergio Ferrer                     21/12/2021 08:00 CEST

Vacunación infantil en Roma (Italia). / GIUSEPPE LAMI, EFE

“Estoy empezando a preguntarme por qué debería recibir la vacuna si esto
no ha funcionado ni nos ha librado de vivir con restricciones. Qué situación
tan desesperada. La vida parece una completa pérdida de tiempo”. Estas
palabras suenan cercanas en unas navidades que la última variante del
coronavirus SARS-CoV-2, ómicron, parece empeñada en arruinar. Sin
embargo, su autor, un usuario de Twitter, las escribió a principios de junio.
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Por aquel entonces muchos británicos esperaban que, gracias a las vacunas,
el 21 de junio fuera el “día de la libertad”, una denominación no oficial del fin
de las restricciones. Meses antes, en abril, un investigador había llegado a
asegurar que la inmunidad de grupo se alcanzaría “el lunes que viene”. Al
final, la variante delta retrasó todo al 19 de julio. Tras meses de relativa
relajación, Reino Unido se ha visto obligado a restaurar medidas como
mascarillas y acelerar el despliegue de las terceras dosis por culpa de
ómicron, sin descartar los controvertidos certificados covid.

Hemos hecho los deberes y, sin embargo, los técnicos de
   salud pública ya temían que las próximas semanas
   fueran complicadas desde mucho antes de que se
                   descubriera ómicron

La decepción británica veraniega nos parece hoy familiar. España ha
vacunado al 90 % de su población diana, más de un 80 % de los mayores de
70 años ha recibido su tercera dosis e incluso se ha comenzado a inmunizar
a los más pequeños. Hemos hecho los deberes y, sin embargo, los técnicos
de salud pública de las Comunidades Autónomas ya temían que las
próximas semanas fueran complicadas desde mucho antes de que se
descubriera ómicron. La nueva variante no ha hecho más que empeorar sus
pronósticos.

Diciembre de 2020: euforia vacunal
“Se ha dado a la comunicación de las vacunas un aire infantil por el que una
vez se encuentre la llave mágica todo se acaba. De ser así, habríamos
erradicado un buen puñado de enfermedades”, advertía la farmacéutica
especialista en gestión sanitaria y acceso a medicamentos Belén Tarrafeta
en un reportaje publicado en SINC a finales de 2020 , justo cuando
empezaban a aprobarse las primeras de ellas.

          Se ha dado a la comunicación de las vacunas un aire
          infantil por el que, una vez se encuentre la llave mágica,
          todo se acaba. De ser así, habríamos erradicado un buen
SALUD

         puñado de enfermedades
         Belén Tarrafeta, experta en acceso a fármacos

En otro artículo anterior, varios expertos ya habían pedido un “ optimismo
prudente” ante las primeras vacunas. En él explicaban que la efectividad en
condiciones reales es complicada de medir y requiere tiempo. También
aseguraban que reducirían las infecciones y la transmisión, pero no por
completo. Desde entonces numerosos expertos han recordado que la
pandemia terminará, pero que el virus seguirá circulando.

Nada de esto impidió que Pfizer estimara la efectividad de su vacuna a la
hora de evitar infecciones sintomáticas en un 97 % apenas tres meses
después de que Israel comenzara su campaña de vacunación. Ni que el
director ejecutivo de BioNTech, Ugur Sahin, asegurara que los vacunados no
contagiarían. Todo ello contribuyó a generar una necesitada ola de
optimismo en la primera mitad de 2021 que ni siquiera los retrasos iniciales
en el suministro de las dosis pudieron rebajar.

A punto de comenzar 2022, ¿puede esto provocar un efecto rebote cuando
dos dosis no logren poner punto final a ese trauma colectivo que es la
pandemia? Un informe publicado por el Centro Europeo para la Prevención y
Control de Enfermedades (ECDC) un par de días antes de que conociéramos
a ómicron así lo temía.

¿Les hemos pedido lo imposible?
“Las expectativas sobre el poder de las vacunas para poner bajo control
rápidamente a la pandemia eran altas a comienzos de 2021. […] Puede
desarrollarse una falta de confianza y una menor inclinación a seguir las
medidas junto con narrativas potencialmente dañinas de culpabilización”,
avisaba el ECDC. “La reintroducción de medidas no farmacológicas puede
aumentar el riesgo de que algunas personas concluyan que las vacunas no
son efectivas y disuadir a quienes todavía no lo han hecho”.

         Se han vendido, y quizá era inevitable que se percibiera
         así, como el último horizonte temporal de la pandemia
SALUD

         que nos permitiría cerrar este episodio
         Mario Fontán, médico preventivista

“Le estamos pidiendo lo imposible a las vacunas”, titulaba ya en septiembre
la periodista científica de The Atlantic Katherine J. Wu. En su artículo
explicaba que el término “inmunidad esterilizante”, que hace referencia a la
ansiada capacidad de las vacunas de la covid-19 de evitar completamente
las infecciones, era un “mito biológico”. Un santo grial.

¿Le hemos pedido demasiado a las vacunas de la covid-19, tal y como
sugería Wu? “Les estamos pidiendo demasiado porque la pandemia nos ha
costado demasiado”, admitía el presidente de la Asociación Española de
Vacunología Amós García en una entrevista a SINC publicada en octubre. “Y
mira que nos están dando”, añadía en referencia a las vidas salvadas por
estos fármacos, que un mes después se estimaban en casi medio millón
solo para personas mayores de 60 años en los 33 países de la región
europea de la OMS.

“Había unas expectativas alejadas de la realidad en cuanto a cómo iban a
funcionar las vacunas”, explica a SINC el médico preventivista Mario Fontán.
Cree que estas “se han vendido, y quizá era inevitable que se percibiera así”,
como el “último horizonte temporal de la pandemia que nos permitiría cerrar
este episodio”. Considera que esta visión “pecaba de solucionismo
tecnológico” debido a la elevada carga de la enfermedad.

Que el pesimismo no nos engañe: sí, claro que funcionan
“Quedarse en el pesimismo de ‘esto no funciona’ es fácil, pero inútil además
de falso”, comenta la socióloga de la Universidad Complutense de Madrid
Celía Díaz. “Tenemos que darnos cuenta de que no estamos como el año
pasado, pero también asumir, por muy duro que sea, que hemos relajado las
medidas y que tenemos que seguir haciendo esfuerzos preventivos”. Como
el ECDC, teme que se busquen culpables, ya sean los no vacunados… o las
propias vacunas.

“Es normal que la sociedad esté ya cansada de pandemia, pero no debemos
olvidar que gracias a las vacunas se han evitado un número inconmesurable
SALUD

de muertes”, dice la inmunóloga del CSIC Matilde Cañelles, que considera
que hoy nos encontramos a otro nivel. “Hemos avanzado mucho y ahora
debemos seguir vacunando para evitar muertes, además de tomar otras
medidas de prevención” para limitar los contagios.

       Es normal que la sociedad esté ya
       cansada de pandemia, pero no
       debemos olvidar que gracias a las
       vacunas se han evitado un número
       inconmesurable de muertes
       Matilde Cañelles, inmunóloga

“La primera función de las vacunas era evitar el riesgo poblacional de los
cuadros graves, con las consecuencias sanitarias, sociales y económicas y
las duras decisiones que eso conllevaba”, afirma Fontán. “Eso se ha
conseguido con creces”. Como comentaba con ironía un experto en
enfermedades infecciosas del Servicio Nacional de Salud británico, “el
sistema inmunitario no evolucionó para que dejaras de ser positivo frente a
virus respiratorios en una PCR, evolucionó para que no te murieras”.

Herramientas poderosas, no milagrosas
Cañelles piensa que parte del optimismo se basaba en la experiencia de
“gran éxito de la vacunación masiva con otras enfermedades como la
poliomielitis”. Polio, sarampión, varicela…

Las comparaciones son odiosas: en primer lugar porque, como afirma el
viejo dicho virológico, “una vez que has visto un virus, has visto... un virus”.
En el caso del SARS-CoV-2, la inmunóloga añade que “es más complicado” al
tratarse de una infección respiratoria.

El virus no es comparable a otros a nivel biológico y la escala temporal
tampoco. El sarampión fue eliminado de España en 2017 tras décadas
vacunando a generaciones enteras, y Europa todavía no lo ha logrado. La
vacunación contra la polio empezó en los años 50: en nuestro país, se
pasaron de 2.000 casos anuales en 1960 a 62 en 1965. Un éxito, pero no
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inmediato.

             Las personas no vacunadas de entre 60 y 80 años
             tienen 25 veces más riesgo de morir por la covid-
                    19 que aquellas que sí están protegidas

Fontán piensa que el contexto tampoco es idéntico. “Con vacunas como la
del sarampión la gente no se infecta y, cuando lo hace, es tan anecdótico
que no hay una sensación de que la vacuna haya fallado”. En una pandemia
la situación es la opuesta. “Hay una transmisión disparada que afecta a
todos los grupos poblacionales”, y el problema es que esta colapse el
sistema sanitario.

“La vacuna ha desacoplado el contagio de la enfermedad grave, lo cual era
vital para cambiar la manera en la que nos impacta la pandemia”, comenta el
epidemiólogo. Por ejemplo, las personas no vacunadas de entre 60 y 80
años tienen 25 veces más riesgo de morir por la covid-19 que aquellas que sí
están protegidas.

Las evidencias se actualizan también con las vacunas
Hasta ahora la mayoría de la población ignoraba qué vacunas se ponía,
cuándo se combinaban diferentes productos, o si se modificaba la
separación entre dosis, su número o volumen. “La gente no necesitaba
conocer el funcionamiento de las vacunas antes de la pandemia,
simplemente seguía el calendario vacunal”, comenta Fontán.

Desde que empezaron las campañas de vacunación de la covid-19 ha habido
numerosos cambios. Algunos países alargaron la separación entre dosis
hasta doce semanas. Otros, mezclaron diferentes productos. La vacuna
monodosis de Janssen dejó de serlo. La tercera dosis asomó la cabeza, con
la posibilidad de una cuarta e incluso un recuerdo anual en el horizonte.

Los expertos consultados consideran importante transmitir que todos estos
cambios no son algo negativo, sino al contrario.
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 En la vacunación covid ha habido cambios: separación
 entre dosis, combinación de productos, nuevas dosis...
    “La ciencia no nos proporciona grandes verdades
  inamovibles, ahí se concentra su valor”, explica Celia
                     Díaz, socióloga

“La ciencia no nos proporciona grandes verdades inamovibles, ahí se
concentra su valor”, explica Díaz. “A pesar de alcanzar consensos, las
comunidades científicas no se quedan quietas sino que tratan de encontrar
mejores soluciones”. “El hecho de cambiar el discurso se debe a que
aparecen nuevas evidencias, cambia el contexto y se tienen en cuenta otros
condicionantes, como los socioeconómicos”, añade la socióloga.

Fontán cree importante trasladar que esto “es una fortaleza y no una
debilidad”. También en cuestiones de seguridad: “A medida que la potencia
estadística aumenta, se detectan cuestiones y efectos adversos que
requieran un cambio de protocolo”.

Ómicron no hará más que corroborar esto. Los datos disponibles son
todavía demasiado preliminares, pero sugieren que dos dosis no serán
suficientes para evitar la infección. Aunque probablemente resistan a la hora
de proteger contra cuadros graves y muertes, la nueva variante ha hecho
cambiar de opinión a muchos investigadores sobre el uso de terceras dosis
en la población general joven y sana. Conforme lleguen nuevas evidencias,
podría incluso ser necesario actualizar las vacunas .

Inmunidad de grupo: el concepto peor entendido de la
pandemia
Desde el principio de la pandemia la inmunidad de grupo se entendió como
un umbral que, una vez alcanzado, pondría punto final a la crisis. En realidad,
esta se parece más a una carrera sin final en la que la meta se mueve
constantemente, incluso después de ser cruzada.

La inmunidad de grupo se entendió como un umbral que
SALUD

  acabaría con la crisis, pero esta se parece más a una
        carrera sin fin en la que la meta se mueve
                     constantemente

El motivo, según explica la biomatemática de la Universidad de Strathclyde
(Reino Unido) Gabriela Gomes, es que las epidemias siempre terminan, pero
la evolución del virus, la pérdida de inmunidad en la población, permite que
este equilibrio virtuoso se pierda y el ciclo empiece de nuevo. Es algo que ya
sucede de forma anual con otros virus, como el de la gripe.

“El umbral de la inmunidad de grupo es el porcentaje de población que
necesita ser inmune antes de que la epidemia alcance su pico y disminuya”,
aclara Gomez. De esta cifra depende su altura: “Sirve para saber cómo de
alto puede ser ese pico si no hacemos nada [y dejamos que la gente se
contagie], que los decisores políticos valoren la capacidad de su sistema
sanitario y decidan cuánto intervenir”.

La investigadora critica que el término fuera usado como un “arma” en lugar
de como una “herramienta valiosa” para evaluar las estrategias.

         Se ha confundido con el momento en el que las vacunas
         reduzcan mucho el impacto asistencial y permitan
         desactivar algunas medidas
         Adrián Aginagalde, director del Observatorio de Salud Pública de
         Cantabria

Pero, si la inmunidad de grupo es una carrera sin fin, ¿por qué las vacunas de
otras enfermedades, como el sarampión, sí han permitido que este virus deje
de causar problemas en países como España?

Porque no cumple los postulados de Fox.

En 1983 el epidemiólogo John Fox propuso las condiciones que debía
cumplir un patógeno para que se alcanzara una inmunidad de grupo que
bloqueara la enfermedad de forma sostenida en el tiempo, a saber:
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 1.   que infecte a un único huésped y no a otros animales,
 2.   que se transmita por contacto directo,
 3.   que induzca inmunidad sólida,
 4.   que la población se distribuya al azar.

El SARS-CoV-2, como buen coronavirus, solo cumple el segundo de estos
postulados.

“Las infecciones respiratorias agudas tienen obstáculos muy grandes [para
alcanzar esa inmunidad de grupo como la del sarampión]", pero se ha
confundido este término con el momento “en el que las vacunas reduzcan
mucho el impacto asistencial y permitan desactivar algunas medidas",
explicaba a ElDiario.es el director del Observatorio de Salud Pública de
Cantabria, Adrián Aginagalde.

El virus no desaparecerá, pero todavía no lo podemos
ignorar
Fontán critica el discurso de que todo el mundo se contagiará en algún
momento de covid-19. No porque no sea cierto, ya que esta realidad ha sido
defendida por investigadores como el epidemiólogo de la Universidad de
Harvard Marc Lipsitch desde antes que la OMS declarara la pandemia, sino
porque teme que se utilice para justificar niveles de transmisión tan elevados
que resulten insostenibles.

“El problema de la pandemia no es que nos vayamos a contagiar todos, es
cómo lo hacemos”, aclara. “No es lo mismo que un número muy importante
de la población se contagie [de golpe] y colapse el sistema sanitario, que
hacerlo de forma progresiva y con una vacuna”.

Aunque es de esperar que las vacunas sean capaces de evitar un gran
porcentaje de hospitalizaciones y muertes con ómicron, el número de
personas con enfermedad grave será alto si hay muchas infecciones de
partida.

Es por esto que el informe del ECDC citado al principio recomendaba que los
países apostaran por una estrategia “y-y” en lugar de “o-o”, en referencia a la
necesaria convivencia de las vacunas con otras medidas. Lo contrario,
SALUD

defiende Fontán, es plantear un marco incorrecto: “Las vacunas son una de
las mejores herramientas que tenemos para cambiar el impacto de la
pandemia, pero eso no significa que sea las únicas ni que hagan magia”.

El siguiente paso será dimensionar los sistemas de salud
  para que sean capaces de enfrentarse al SARS-CoV-2
    cada invierno y que, en 2023, no arruine nuestras
     Navidades ni las de sanitarios, epidemiólogos y
                  microbiólogos clínicos

Díaz recuerda que España es un país afortunado “por su acceso a las
vacunas y por su solidaridad a la hora de utilizarlas por el bien común”, por
lo que cree que estamos ante un “nuevo marco vacunal”. Aun así, la
pandemia es mundial y una de las lecciones de ómicron es que no es buena
idea dejar a un continente entero sin vacunar.

“Hay una necesidad de cerrar la pandemia, pero la realidad epidemiológica
es tozuda, por lo que cualquier golpe de realidad ahonda en el descrédito y
en el cinismo”, lamenta Fontán. “Hay que contextualizar las vacunas en el
escenario epidemiológico, no entenderlas en abstracto fuera de él, porque
eso agrava las decepciones”.

Las vacunas de la covid-19 nos ponen en una situación envidiable para
enfrentarnos a la siguiente fase de la pandemia y es poco probable que una
variante cambie eso. Quizá el siguiente paso sea dimensionar los sistemas
de salud para que sean capaces de enfrentarse al SARS-CoV-2 cada invierno
y que, en 2023, no arruine nuestras Navidades ni las de sanitarios,
epidemiólogos y microbiólogos clínicos.

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