A propósito de Podemos Antonio Antón - Cuaderno de trabajo Universidad Autónoma de Madrid
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A propósito de Podemos Los ejes izquierda/derecha, ciudadanía/casta y democracia/oligarquía Antonio Antón Cuaderno de trabajo Universidad Autónoma de Madrid 1
CUADERNO DE TRABAJO Departamento de Sociología Universidad Autónoma de Madrid TÍTULO: A propósito de Podemos. Los ejes izquierda/derecha, ciudadanía/casta y democracia/oligarquía. AUTOR: ANTÓN MORÓN, Antonio Profesor honorario Correo electrónico: antonio.anton@uam.es http://www.uam.es/antonio.anton Madrid, marzo de 2015 2
Índice Introducción 1. Por qué y cómo se conforma un electorado indignado 2. Superación del eje izquierda/derecha y vigencia de la pugna por la igualdad 3. Significado de casta 4. Democracia y ciudadanía frente a poder oligárquico Bibliografía 3
A propósito del Podemos Los ejes izquierda/derecha, ciudadanía/casta y democracia/oligarquía1 ¿Qué necesita la democracia? Mayor autonomía de los políticos respecto de los poderes económicos, recuperación de la idea fuerte de proyecto político… Pero, sobre todo, es necesario un cambio cultural de fondo… Donde no hay políticos libres, solo hay casta mantenida. (J. Ramoneda, diario El País, 10-12-2012). El único fin de los partidos es su propio crecimiento sin limitación alguna, lo que significa una rotunda impostura en la medida en que convierten el instrumento en fin en sí mismo. (Simon Weil, +1943). Introducción Sin llegar al fatalismo de la cita de la filósofa Simón Weil, referida a la Europa de entreguerras, hay que reconocer que es una poderosa tendencia de los partidos políticos, particularmente sus grandes aparatos, considerarse un fin en sí mismos y dejar en un segundo plano el bien común y la representación y mediación de los intereses y demandas del conjunto de la sociedad. Sus estructuras superiores suelen quedar presas de su propio interés corporativo, agravado en el caso de las cúpulas gobernantes por su imbricación con la oligarquía económico-financiera. Además, como dice Josep Ramoneda, si los políticos están dependientes del poder, no son libres y no representan claramente las demandas de la ciudadanía, entonces son ‘casta mantenida’ y la democracia necesita un nuevo y fuerte proyecto político de cambio y, especialmente, cultural. Existe un fuerte debate sobre las características y la vigencia de la polarización entre izquierda y derecha, o bien su sustitución por otras dicotomías como la que enfrenta la democracia a la oligarquía o la ciudadanía frente a la casta. Se trata de analizar los discursos utilizados, su significado simbólico y su contenido real, así como el alcance y las características de la pugna social y política, para ayudar a clarificar la actividad transformadora resultante. Primero, analizamos por qué y cómo se configura un electorado indignado, contando con la experiencia de las elecciones europeas, el ascenso del voto estimado a Podemos en distintos estudios demoscópicos y la perspectiva de las próximas elecciones locales, autonómicas y generales. 1 Un extracto de este texto se ha presentado como Comunicación en el Congreso Andaluz de Sociología, Málaga, 6, 7 y 8 de noviembre de 2014. Varios apartados se han publicado en distintos medios de comunicación. 4
Segundo, aportamos varias reflexiones sobre el eje izquierda/derecha, diferenciando el contenido sustantivo de esas expresiones y su valor simbólico o metafórico. Partimos de la vigencia, incluso la mayor relevancia, de la acción por la igualdad y la democracia, valores asociados a las mejores tradiciones de las izquierdas. Pero reconocemos la confusión social, política y mediática sobre quién pertenece a esa izquierda y, por tanto, qué significa esa palabra y cómo configurar una alternativa real a la derecha, al bloque de poder liberal-conservador. En particular, la socialdemocracia, en España y en Europa, aún se define de izquierdas (mirando al centro según sus nuevos dirigentes), a pesar del giro al centro de su discurso y su última gestión gubernamental, fundamentalmente, de derechas. Tercero, profundizamos en el significado de casta y lo comparamos con otros conceptos similares utilizados para denominar la oligarquía, los poderosos, el establishment o las élites y clases dominantes. Cuarto, explicamos el concepto y las características de la democracia, el sentido de la dicotomía democracia/oligarquía y el significado de las palabras pueblo y ciudadanía, así como su pugna contra el poder oligárquico y su necesario empoderamiento o refuerzo. 1. Por qué y cómo se conforma un electorado indignado La irrupción de un electorado indignado en las elecciones europeas, junto con el debilitamiento del bipartidismo y la debacle socialista, ha modificado en España el panorama político y los equilibrios del sistema de partidos políticos. También afecta al ámbito sociocultural y al debate intelectual, implicando la necesidad de un esfuerzo teórico para interpretar las claves e ideas fuerza de este proceso. El ascenso electoral de Izquierda Plural y de otras fuerzas de izquierda y, sobre todo, la emergencia de Podemos, con nuevos discursos y liderazgos, supone la aparición de un polo de referencia alternativo a la izquierda del PSOE, con suficiente representatividad ciudadana. Se ha generado un positivo reequilibrio de fuerzas que rompe la completa hegemonía socialista anterior. Al mismo tiempo, abre la oportunidad histórica de un cambio político-institucional sustantivo, de alternativa real al monopolio de las élites gobernantes del bipartidismo, con sus políticas de austeridad y su prepotencia. No solo tiene un carácter justo sino que esta dinámica abre la posibilidad real del desplazamiento del establishment del poder institucional y el avance de una ciudadanía activa y unas fuerzas políticas alternativas. Puede suponer el comienzo de un ciclo político progresista que imprima una transformación profunda de las políticas y estructuras socioeconómicas y una democratización sustancial del sistema político. Es el temor de las capas dominantes que reaccionan de forma airada y contundente para neutralizar ese proceso de cambio y descalificar a sus agentes más significativos. La cristalización de ese electorado alternativo y su fuerte impacto político ha sido posible por la configuración en estos últimos cinco años de un campo sociopolítico crítico, progresista y democrático. Se ha desarrollado un nuevo ciclo de la protesta social y la movilización colectiva, con la articulación de un amplio y heterogéneo movimiento popular, con altibajos pero persistente. Ha tenido un papel destacado el movimiento 15-M (y sus derivados y similares), pero también otros grupos y 5
plataformas sociopolíticas, incluido el sindicalismo y las distintas mareas ciudadanas. Esa ciudadanía activa (Antón, 2011, y 2013), implicada en la movilización social y la participación ciudadana, que hemos cuantificado entre cuatro y cinco millones de personas, es la base social más directa que ha condicionado el desarrollo de esta nueva dinámica de la contienda política. Las ideas fuerza sobre las que se ha construido esta movilización cívica son dos: 1) frente a las consecuencias injustas de la crisis, la política de austeridad y recortes sociales y por los derechos sociales y laborales y la regulación de la economía; 2) rechazo a la gestión antisocial e impopular de las élites dominantes, económico-financieras y gobernantes, y apuesta por la democracia, la participación ciudadana y la regeneración real del sistema político. Vinculado con esa ciudadanía activa y sus actores más representativos, se ha conformado una tendencia social más amplia. Se caracteriza por su indignación, descontento y desacuerdo ante la deriva antisocial de la crisis y su gestión política impopular. Hemos explicado que en torno a dos tercios de la población (entre el 60% y el 70% o más según los temas), de acuerdo con distintas encuestas de opinión, manifiestan su disconformidad con los recortes sociales y laborales, desconfían de los líderes políticos que dirigen la gestión pública regresiva y legitiman la protesta social progresista. Esa corriente social indignada o descontenta la definimos por esas posiciones sociopolíticas básicas sobre cuestiones fundamentales de la realidad, aunque en el terreno político-electoral no haya una traslación mecánica o en otros aspectos sociales expresen preferencias diversas. Pero es suficientemente sólida y persistente y con una orientación progresista, basada en valores democráticos y de justicia social, como para hablar de una tendencia social de fondo positiva frente a la involución social y democrática promovida desde el establishment. Esa dinámica colectiva es la que ha posibilitado la conversión de parte de ese campo sociopolítico crítico en el electorado indignado, con el impacto conocido de debilitamiento del bipartidismo gobernante, particularmente del PSOE, y el crecimiento de las fuerzas alternativas. Pero para la configuración de ese nuevo espacio electoral indignado ha tenido un papel específico el liderazgo y el discurso de Podemos (Iglesias, 2014; Monedero, 2013): han conseguido que una parte significativa de esa ciudadanía crítica haya depositado su confianza y su delegación representativa en sus portavoces, fortaleciendo su liderazgo público. O dicho de otro modo, los representantes de Podemos han sabido transmitir unas ideas clave que han sintonizado con la cultura, las demandas y las opiniones básicas de un amplio sector de la ciudadanía indignada, más allá de sus votantes directos. El valor de su liderazgo y su discurso no ha sido construir ese electorado desde la nada y desde arriba, por su indudable habilidad comunicativa. Sería sobreestimar la capacidad constructiva de las ideas y los líderes. Consiste en haber sabido expresar y dar visibilidad mediática a unas ideas que sintonizaban con esas aspiraciones de la ciudadanía indignada, conseguir la simpatía popular por su defensa pública de las mismas frente al establishment y obtener el reconocimiento político y el aval de una parte popular relevante para ejercer como nueva representación política. Podemos tiene un gran mérito: haber ‘construido’ un mecanismo político, con un carácter social y democrático, en un momento adecuado: su específica apuesta electoral con su mensaje y sus líderes. Ha servido de cauce para que una parte relevante de esa ciudanía crítica pudiese expresar unas posiciones o identidades 6
sociopolíticas en el campo electoral e institucional. Por otro lado, la innovación y la valentía de llevar a cabo una brillante actividad comunicativa, con unos determinados símbolos e ideas y un hábil liderazgo, no hubieran tenido tanto arraigo si no hubiera estado creada ya, en el campo sociopolítico y con un amplio tejido asociativo, esa ciudadanía activa, crítica con el poder y firme y participativa con unos objetivos transformadores precisos: contra los recortes sociales y las élites dominantes y por los derechos sociales y la democracia; junto con su experiencia solidaria, sus actitudes de cambio y su cultura democrática e igualitaria. Las propuestas fundamentales de su programa (Más democracia; Más derechos; Más economía al servicio de la gente) han expresado una síntesis de las demandas del proceso de protesta social durante estos cinco años y les han dado una proyección de compromiso público y participación electoral. Han generado la posibilidad de traducir esas exigencias de la ‘calle’ y desarrolladas en el campo social en voto en las urnas. El reconocimiento adquirido por sus portavoces y activistas se ha transformado en el apoyo a una nueva representación política y la correspondiente ilusión de que su reflejo en la estructura político-institucional coadyuve al avance de esas aspiraciones. Esos tres ejes programáticos –democracia, derechos, giro económico-, expresivos de los objetivos del actual movimiento popular progresista, han sido suficientes para establecer una vinculación firme de este nuevo liderazgo político con los movimientos sociales y la gente activa y recoger la simpatía de un amplio sector de la ciudadanía descontenta. Necesitan mayor concreción y desarrollo. Son ideas fuerza, emancipadoras y racionales, que parten del diagnóstico realista de los principales problemas de la población y proyectan tareas fundamentales de la transformación política y económica. Se está produciendo una fuerte pugna política y cultural y sus dirigentes han demostrado capacidad explicativa y argumentativa. Han convencido a gran parte de la población en esos dos niveles: apoyo directo en las urnas, y simpatía más amplia pero (todavía) sin delegación representativa. En mucha gente descontenta y auto-identificada de izquierdas (y alguna de centro progresista), al ver defendidas sus ideas también en ese cerrado ámbito electoral, se han generado emociones positivas: alegría, por ver en el espacio mediático sus ideas y personas afines; esperanza, por su impacto y su representación; ilusión… por su conquista y la legitimidad social obtenida. Son actitudes subjetivas, frente al aislamiento institucional, y enfrentadas a las emociones negativas que trata de imponer el poder: frustración, desesperanza, miedo y resignación. No se puede hablar peyorativamente de un plan basado en el emotivismo, de estímulo de las (bajas) pasiones de la gente. Y mucho menos comparado con el abuso que hacen las grandes formaciones políticas de sentimientos fundamentales y necesidades básicas de la población: de seguridad y certidumbre si les apoya la ciudadanía; de miedo y caos si no les apoya. Es como si la racionalidad o el sentido de la realidad estuviese en el establishment, mientras las fuerzas alternativas por el cambio social y político fuesen irracionales e irreales y siempre perjudiciales para la gente. Se trata también de una pugna en el plano de la subjetividad, fundamental para reforzar la disponibilidad popular para la indignación ciudadana, la resistencia cívica y la transformación social. Además, en este caso, supone avanzar en la conformación de una nueva representación política en el ámbito institucional (parlamento europeo y después en 7
las instituciones municipales, autonómicas y estatales), que amenaza la total hegemonía de los poderosos y la garantía para su estabilidad y su gobernabilidad. Junto con esos tres ejes programáticos los portavoces de Podemos han sabido plantear un nuevo marco interpretativo del conflicto político-social. Han establecido las ideas y polarizaciones claves que definen el nuevo proyecto y sus tareas fundamentales. Se trata de superar la simple alternancia de izquierda (oficial)/derecha, para presentar una alternativa al establishment o poder oligárquico desde la reafirmación de la democracia y la ciudadanía, apostando por una transformación profunda (proceso constituyente) del sistema político y económico. Volveremos sobre ello después de aclarar el significado del eje izquierda/derecha y los conceptos de las dicotomías planteadas. 2. Superación del eje izquierda/derecha y vigencia de la pugna por la igualdad Vamos a tratar varios aspectos para acercarnos a la valoración del eje izquierda/derecha y definir la pugna sociopolítica actual y la posición de dirigentes de Podemos de sustituirlo por otros ejes (democracia/oligarquía o ciudadanía/casta) que expliquen mejor el conflicto social. Primero, las características ideológicas del electorado, particularmente el autodefinido como de izquierda. Segundo, el significado real y simbólico del eje izquierda/derecha. Tercero, una valoración global de nuestros criterios interpretativos sobre las izquierdas, teniendo en cuenta el carácter ambivalente del PSOE. Auto-ubicación ideológica del electorado de PSOE, Podemos e Izquierda Plural El Centro de Investigaciones Sociológicas –CIS- viene estudiando desde hace tiempo la auto-ubicación ideológica de la población sobre el eje izquierda-derecha. Utiliza una escala de 1 –extrema izquierda- a 10 –extrema derecha-. Los segmentos 1 a 4 se consideran auto-identificados como de izquierda, el 5 y el 6 de centro, y del 7 al 10 de derecha. Según su Barómetro de julio de 2014 (publicado en agosto), la auto-ubicación ideológica del conjunto de la población es la siguiente (en paréntesis los porcentajes de mayo de 2010, cuando cobran fuerza las políticas de austeridad): segmentos 1-2: 9,9% (7,4); 3-4: 31,2% (24,7); 5-6: 28,4% (28,9); 7-8: 10,1% (9,5); 9-10: 2,8% (2,2); No sabe y no contesta: 17,8% (27,3) –lo cual es un porcentaje relevante-. El total de la izquierda suma 41,1% (32,1), el centro 28,4% (28,9) y la derecha 12,9% (11,7). O sea, teniendo en cuenta la existencia de un porcentaje significativo que no se posiciona, la gente auto-ubicada en la izquierda es similar a la suma de la situada en el centro y la derecha. En estos cuatro años la gente que se sitúa en la izquierda ha crecido nueve puntos, provenientes, sobre todo, del grupo no sabe-no contesta ya que la suma del centro –baja medio punto- y la derecha –sube algo más de un punto- prácticamente no varía. La media está en el punto 4,57. Pero considerando que una parte de las personas de centro se consideran progresistas y más cercanas a la izquierda que a ‘esta’ derecha, el conjunto de izquierda y centro progresista tendría una ventaja 8
sustancial frente al centro-derecha (pendiente, claro, de la definición del 17,8% restante que no se pronuncia). Respecto del PSOE sumados sus votantes autodefinidos de centro (31,9%) y de derecha (9,6%) son algo superiores a los de izquierda (39,7%) y la mayoría de estos son moderados (21,9% del segmento 4). En las elecciones europeas la media de su base electoral se autodefine de centro (cerca del punto 5) y también es visto de forma similar por el conjunto de la sociedad (4,68). Así mismo, el electorado en las europeas de IU-ICV se sitúa en el punto 3,4 de la escala y el de Podemos en el 3,7, aunque la sociedad los ve más a la izquierda (2,67 y 2,46, respectivamente). Aunque hay que resaltar que es el electorado autoubicado de derechas quien más a la izquierda ve a esas formaciones, desequilibrando las medias. Es decir, la mayoría de los votantes de Izquierda Plural (para Podemos no hay datos desagregados, aunque la apreciación podría ser similar) no la ven mucho más a la izquierda que como se autodefinen a sí mismos. O, dicho de otro modo, sus votantes tienen una posición ideológica cercana a la que perciben que ocupa esa formación. Los datos de ese Barómetro de julio también expresan la suma del voto y la simpatía, para el caso en que se convocasen ahora elecciones generales y según la auto-ubicación ideológica. En la tabla 1 se han entresacado los porcentajes de cada segmento ideológico con la distribución para cada uno de los tres agrupamientos. Como se ve la media de voto + simpatía a Podemos (13,1%) es superior a la de IU/ICV (7,1%). El PSOE tiene el 14,6% y el PP el 16,1%. Estamos hablando del conjunto de la población y sólo expresa su opinión un 65,9%. El resto del 34,1% se pronuncia por Ninguno (25,4%) o por voto en blanco, nulo o no sabe y no contesta. Por tanto, si consideramos probables abstencionistas la suma de estos votos y los votos válidos en esos casi dos tercios que se han definido por un partido, tenemos los datos siguientes de tendencia de voto en esas supuestas elecciones generales: Podemos, 19,9%, casi el doble que IU/ICV, 10,8%; es decir, en total reciben el apoyo de más del 30% de la población; mientras, el PSOE, recibiría algo más del 22%, y el PP, el 24,4%. En la distribución por cada segmento (son datos sobre el total) existen algunas diferencias significativas. Podemos recibe un porcentaje mayor de las personas que se auto-ubican en los segmentos 1 y 2, más a la izquierda, y en los segmentos 5 y 6, de centro, así como de los que no saben o no contestan sobre su identificación ideológica; al mismo tiempo, en los segmentos 3 y 4 o izquierda moderada, IU/ICV recorta alguna distancia respecto de la media. Y muy pocos de los que se definen de derechas simpatiza con ninguno de los dos. Tabla 1: Porcentaje de voto + simpatía según la auto-ubicación ideológica2 Media 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 Ns/nc Podemos 13,1 30,8 29,3 23,8 16,8 9,5 3,4 3,7 1,7 0 3,1 14,6 2 Hay que advertir que la comparación de los porcentajes hay que hacerla verticalmente entre los tres partidos; sumadas todas las opciones serían el 100%. Pero no se pueden sumar horizontalmente, porque cada segmento tiene una dimensión distinta: los centrales y, por tanto, sus porcentajes contienen mayor población que los extremos. 9
IU/ICV 7,1 22,5 19,5 17,7 10,2 1,8 1,9 0 0 0 0 2,2 PSOE 14,6 12,5 10,6 23,0 33,2 13,4 3,4 3,0 0,9 2,8 0 16,1 Fuente: CIS–Barómetro de julio de 2014. 1: izquierda a 10: derecha. En este plano ideológico, ambos tienen, sobre todo, simpatías ideológicas y electorados de izquierda, y suman en torno a la mitad de los segmentos 1 y 2 y en torno al 40% de los segmentos 3 y 4. Supone que entre la ‘izquierda social’ son mayoritarios respecto del PSOE. La ‘transversalidad’, recepción de voto y simpatía de los auto-ubicados ideológicamente en el centro (o derecha) es muy limitada y estaría compuesta, como máximo y entre los dos, por el 11,3% del segmento 5 y el 5,3% del segmento 6, aunque con una diferencia por debajo de la media en perjuicio de IU/ICV, particularmente en el segmento 5 (centro-progresista). El PSOE, alcanza el 14,6% de media, menos que el 20,2% correspondiente a la suma de Podemos e IU/ICV (y descontando el porcentaje de los que no se han pronunciado, el PSOE tendría el 22,2%, es decir, menos que el 30,7% de la suma de los otros dos grupos a su izquierda). Estos tienen más peso que el PSOE en los segmentos 1, 2 y 3 y menor en los 4 y 5. Y todos ellos, especialmente IU/ICV, tienen escaso apoyo en los segmentos de centro-derecha. Según otros datos complementarios del CIS, la auto-ubicación global del electorado de IU/ICV es la siguiente: izquierda (1-4): 70,6%; centro (5-6): 7,1%; derecha (7-10): 0,8%; (el resto no se define). En todo caso, es significativa la diferencia de la base ideológica de los electorados de ambos, Izquierda Plural y Podemos, con la del PSOE, partido cuyos votantes que se sitúan en la izquierda no llegan al 40% del total. En conclusión, las referencias ideológicas de la población en torno al eje izquierda y derecha sí tienen relevancia para la orientación del voto electoral. No son el factor exclusivo. En particular, el PSOE, a pesar de la amplia desafección electoral, conserva una parte significativa de electorado autoubicado en la izquierda, especialmente el moderado, y en el centro progresista. Aunque ese sector mantenga cierto descontento hacia su gestión gubernamental todavía le sigue votando, ya sea porque considera que es menos malo que el PP y constituye un freno, ya sea porque su actuación regresiva está compensada por otros componentes progresistas. La cuestión es que sigue existiendo una ciudadanía descontenta e indignada contra la involución social y democrática, que constituye una mayoría de la sociedad y demanda otra orientación socioeconómica y más democracia. Sus referencias ideológicas la sitúan, fundamentalmente, en la izquierda y el centro progresista, y en sus referencias electorales, aparte de la configuración del llamado electorado indignado (Podemos, Izquierda Plural, Primavera Verde…), otra parte –similar- sigue votando al PSOE y otra - menos relevante- a varias formaciones de ‘centro’ o centro-derecha (a quienes vota, sobre todo, el sector conformista o conservador). Para el convencimiento de ese electorado decisivo y la consecución de mayorías sociales se establecen las distintas estrategias políticas y comunicativas: el PSOE, intentando que se olvide la gestión de su cúpula gubernamental y con una retórica ‘centrada’ y ambigua; Izquierda Plural, de acuerdo con su posición en el eje, intentando hacer ver que el PSOE es de ‘derechas’ y que la alternativa es la auténtica izquierda, y Podemos que la cúpula socialista es de la casta y la alternativa es la ciudadanía y la democracia. La incógnita es la eficacia de cada discurso para conectar 10
con la realidad de la estrategia de cada agrupamiento político, explicar la justeza o no de su discurso, enlazar con la mayoritaria cultura cívica, social y democrática, así como la credibilidad de cada formación y su liderazgo para representarla. Significado real y simbólico del eje izquierda/derecha Para Podemos la polarización entre izquierda y derecha está superada. El conflicto principal es entre los de abajo y los de arriba, el pueblo o ciudadanía descontenta frente al poder oligárquico o la casta. Por otro lado, para el primer ministro socialista francés, Manuel Valls, la izquierda va a desaparecer si no se convierte al social-liberalismo e impulsa el pragmatismo centrista de la gestión de la austeridad y los recortes sociales, es decir, se coloca más activamente al servicio del poder económico. Es el camino iniciado por el líder del Partido Demócrata italiano, Mario Renzi, referencia para la dirección del PSOE. El significado de izquierda es confuso porque conlleva dinámicas contradictorias. Se formó hace dos siglos como defensa de los de abajo frente a las oligarquías conservadoras. Pero gran parte de ella, las cúpulas socialdemócratas desde su acción gubernamental, ha perdido esa identidad de defensa de las clases populares y forma parte del establishment y sus compromisos con los poderosos, los de arriba. Por otra parte, en distintas tradiciones, esa idea de las izquierdas se asocia a la justicia social y la democracia, a la defensa de los derechos sociales y laborales frente a los recortes, la austeridad, la corrupción o el autoritarismo de la oligarquía financiera y las élites gobernantes. Muchas personas se auto-identifican con esa referencia ideológica o conservan una cultura popular igualitaria que les permite fortalecer su indignación contra la actual gestión regresiva y autoritaria de la crisis, oponerse al poder establecido y desear un cambio social y político de progreso. Se trata de analizar quién y qué es la izquierda para plantearse qué está superado, en qué sentido se debe renovar y qué elementos –igualdad y democracia- se deben reforzar para favorecer un proyecto transformador emancipador frente al regresivo poder establecido. La polarización de los de abajo frente a los de arriba (considerando que hay sectores intermedios) se debe complementar con una orientación sociopolítica y cultural basada en los valores de igualdad, libertad y democracia. Estas ideas y aspiraciones son compartidas por capas populares que se autodefinen de izquierda o centro progresista y les permiten diferenciarse del bloque de poder antisocial. Por tanto, hay que asociar al pueblo o los de abajo con una política emancipadora, democratizadora e igualitaria. Las categorías sociodemográficas, capas populares frente a élites dominantes, se convierten en corrientes sociopolíticas, en actores o sujetos, a través de su experiencia en el conflicto social y político y su cultura democrática y social. El resultado de esa doble pertenencia, capas subordinadas y experiencia emancipadora, constituye la mayoría social crítica, con una cultura democratizadora y popular, necesaria para el cambio político. Es una fuerza renovadora con una nueva orientación social e ideológica, que debe apoyarse en una nueva teoría social crítica. La representación política y cultural mayoritaria de la izquierda (o mejor, izquierdas, en plural), en las últimas décadas, ha sido hegemonizada por la 11
socialdemocracia que, precisamente con su giro al Nuevo centro o Tercera vía, ha abandonado sus prioridades fundamentales de profundizar realmente en la igualdad y la democracia, particularmente en los derechos sociales, económicos y laborales. Además, con la crisis sistémica, económica, político-institucional y europea, sus aparatos gobernantes han aplicado una estrategia contraria a la justicia social y el respeto a los derechos sociolaborales, han ejecutado unas políticas regresivas y antisociales y han incumplido sus contratos con la ciudadanía. Es decir, su gestión supone una involución en los valores democráticos y el respeto a los derechos humanos, sin que se vislumbre una reconsideración autocrítica ni una reorientación clara. Por otra parte, históricamente se han realizado diversos intentos de conformar una izquierda nueva o auténtica, diferenciada del giro centrista de la socialdemocracia o de sus corrientes más economicistas o rígidas. En el terreno social han sido, desde los años setenta, los nuevos movimientos sociales (feminismo, ecologismo, pacifismo…) quienes han modificado, renovado y ampliado las tradiciones de la problemática social y los discursos, reivindicaciones, sistemas organizativos y reconocimientos sociales y políticos de las izquierdas (incluido los partidos verdes). En el ámbito político-electoral la propuesta de Izquierda Unida es una reafirmación en las referencias de la izquierda democrática europea, junto con distintas inercias organizativas y discursivas que deberían superar, para que puedan aportar lo mejor su experiencia en la acción social y democrática. El contenido sustantivo de forjar una mayoría social frente al poder oligárquico, basado en la participación popular contra la desigualdad y por la democracia podría ser común entre Podemos e Izquierda Plural. La diferencia sería, sobre todo, de carácter simbólico y de formas discursivas. Sin embargo, tiene implicaciones por su impacto en la valoración de las tradiciones, la adecuación de los discursos a las nuevas realidades y la legitimación de los distintos actores. El PSOE vuelve a utilizar el rótulo de izquierda, aunque es una retórica instrumental y no supone un giro a una política diferente a la del periodo anterior. Pero en esta fase y con la cúpula y la orientación actual del PSOE, utilizar un simbolismo compartido (izquierda) no clarifica esa diferenciación. A no ser que el conjunto del PSOE y, en particular su aparato, se reconvirtiera hacia una auténtica izquierda, cosa improbable, o claramente dejara de declararse de izquierda, dejando el símbolo en manos solo de IU. Ello no impide valorar elementos comunes y llegar a acuerdos concretos o a la convergencia de posiciones parciales, como a veces ocurre entre distintas formaciones políticas en foros parlamentarios, entre los sindicatos y las organizaciones empresariales o entre otros movimientos y grupos sociales con instituciones diversas, respecto de tal o cual reivindicación o actividad. Pero el hilo conductor ahora es cómo hacer frente al cambio gubernamental, precisar los acuerdos necesarios, clarificar las posibilidades para ello y situar el papel de esos símbolos y su contenido sustantivo. Han adquirido mayor relevancia graves problemas sociales para la población: la cuestión social, la desigualdad socioeconómica y la involución democrática y de derechos. Y, paralelamente, la necesidad de la reafirmación ciudadana en los mejores fundamentos de la izquierda: igualdad y democracia (o libertades y no dominación), además de otros como la solidaridad, la laicidad o la acción contra toda discriminación. 12
Se produce una paradoja. Por un lado, los valores clásicos de la izquierda democrática europea de estos dos siglos tienen más importancia y vigencia para transformar la realidad de desigualdad, empobrecimiento y subordinación, mediante la participación popular frente al establishment. Por otro lado, la marca izquierda no es clara para representarlos y fortalecerlos y ha sido instrumentalizada y anulada en el ámbito institucional por la tercera vía (o nuevo centro) socialdemócrata. O bien, ha sido asociada a otras realidades históricas del llamado socialismo real, con regímenes autoritarios con su nueva nomenclatura dominadora y sin libertades democráticas, o se vincula con discursos anquilosados y prácticas burocratizadas. O sea, partes significativas de las izquierdas se han asociado con los de arriba, los poderosos o dominadores, muchas veces con grandes déficits democráticos. Por tanto, la contraposición simbólica izquierda/derecha es confusa, ya que en la marca izquierda coexisten diversas tradiciones, unas buenas y otras menos buenas, y distintos intereses sociopolíticos y corporativos. Pero lo significativo para la percepción global de la población es que últimamente la ha gestionado, sobre todo, la socialdemocracia con un discurso y una estrategia, según ellos mismos, de ‘nueva vía’ o ‘centro’. Gran parte de la población ve esa contraposición como la simple alternancia de cúpulas gobernantes, hoy con similares proyectos en las cuestiones socioeconómicas y políticas fundamentales. Ese eje no reflejaría una oposición sino una línea de consenso, de limitada alternancia y sin alternativa. Se trata de superar ese esquema que genera confusión, ya que la dirección de la izquierda mayoritaria (socialdemocracia española y europea) ha hecho una reconversión ideológica hacia el centro social-liberal y una última gestión gubernamental e institucional, fundamentalmente, de derechas, no igualitaria y con déficit democrático. En este periodo de crisis económica y política y de consenso básico entre conservadores y socialdemócratas sobre la austeridad (flexible) y los temas de Estado, a veces puede haber mucha confrontación mediática, incluso fuerte crispación, entre el PP y el PSOE. Pero no suele obedecer a profundas diferencias estratégicas o de opciones fundamentales, hoy bastante coincidentes, sino a temas menos relevantes. Podemos decir que la diferenciación pública, cuando no hay consenso de fondo, se establece entre dos cúpulas del poder establecido. Por una parte, una élite de derechas, liberal-conservadora, consecuente con las políticas regresivas en todos los aspectos, que quiere aparecer de centro-derecha, como la mayoría de sus votantes. Por otra parte, otra cúpula de derechas, social-liberal, que quiere que le consideren de centro-izquierda, como se identifica su base social, y es consecuente también con la estrategia liberal-conservadora con algunos matices. La cuestión es que su retórica de centro no ha tenido credibilidad, aunque la complemente con algunos aspectos de izquierda, algunos significativos, por ejemplo en el tema del aborto, dando por supuesto que una parte de su base afiliada y votante tiene posiciones de izquierda, de justicia social y defensa de los de abajo. Normalmente el conflicto entre sus equipos dirigentes no se produce en temas de Estado, ni en las grandes líneas socioeconómicas o europeas. La polarización parcial, a veces, es tensa, y se instrumentaliza según las conveniencias del marketing por el aseguramiento de la legitimidad de sus aparatos respecto de sus respectivos campos electorales. Esos giros –discursivo, al centro, y ejecutivo, a la derecha- de los aparatos socialdemócratas no determinan que deba dejarse de utilizar esa expresión izquierda o 13
que, bien acotada, sea un elemento significativo de la identificación popular. Existen amplios sectores sociales que se autodefinen de izquierdas, incluida cerca de la mitad de la base socialista y la gran mayoría de los votantes y simpatizantes de Podemos e IU/ICV. Mantienen vigentes los valores de justicia social, los derechos socio-laborales, la redistribución y la democracia. Son actitudes progresistas y de izquierda que les han llevado a la crítica a los poderosos y el apoyo a la protesta social frente a la política autoritaria de austeridad. En la sociedad todavía existen esa cultura positiva de izquierdas y suficientes energías sociales para defender la igualdad y profundizar la democracia. Ahora bien, aparte de qué política de fondo hay que desarrollar, el interrogante es qué símbolo es más útil para que se identifique la ciudadanía en su pugna político-electoral con el establishment: ¿Disputar la marca que se ha vuelto a apropiar la dirección del PSOE para camuflar su giro al centro, ahora que su marca centrista con gestión de derechas no ha dado resultados y está asociada a políticas socioeconómicas liberales sin respeto por la opinión ciudadana? ¿A quién considera la gente cuando se habla de izquierda política? El PSOE y sus bases sociales tienen un carácter ambivalente. Tienen componentes de izquierdas, pero lo sustantivo de su aparato, su gestión y su proyecto, político y socioeconómico, no son de izquierdas. La vocación de la nueva dirección de volver a gobernar con similares estrategias y las mismas dependencias con el poder establecido no augura un giro a la izquierda. Su estrategia comunicativa consiste, sobre todo, en hacer olvidar su última gestión de derechas y mantener la ambigüedad sobre una política centrada, sin diferencias sustanciales con la dominante en la Unión Europea y el consenso de la socialdemocracia con el bloque de poder encabezado por Merkel. La respuesta de la gente sobre quién o qué es izquierda, cuando menos, no es sencilla y está presa de esa ambivalencia. Se puede resolver parcialmente haciendo valer los valores en que se asienta la izquierda social y reafirmando el papel de una izquierda política consecuente y renovada. Refuerzo, renovación y superación de la izquierda En relación con la izquierda se deben desarrollar tres tareas complementarias y con una relación compleja entre sí: existen componentes a reforzar, otros a renovar y algunos directamente a abandonar y superar. Hay que apoyarse en los valores democráticos e igualitarios de la izquierda social, reforzarlos y representarlos, evitando diferenciaciones artificiales o a efectos de legitimación particular. Definir los adversarios reales, el campo de los aliados y el proyecto de cambio es la tarea común de un polo diferenciado de la socialdemocracia y alternativo a la derecha. Igualmente, hay que renovar y reelaborar el análisis, los proyectos y las ideas fuerza, junto con nuevos esquemas analíticos y discursivos que simbolicen e interpreten el contenido fundamental de los nuevos conflictos sociopolíticos y culturales. Debemos seleccionar lo adecuado del pensamiento, la acción y los valores de las izquierdas (y otras corrientes progresistas e ilustradas) y rechazar lo inadecuado. Realizar la correspondiente valoración crítica de sus tradiciones más negativas, en particular y a veces, su falta de sensibilidad democrática y de respeto al pluralismo y la existencia de ciertos dogmatismos. 14
Por tanto, se trata de cambiar discursos, renovar representaciones y liderazgos y elaborar nuevos símbolos que expresen mejor las identidades colectivas transformadoras en un sentido igualitario, emancipador y democrático. Y para ello es necesario contar con la experiencia en la lucha democrática y social, la representatividad y las mejores tradiciones culturales de las izquierdas transformadoras. Lo nuevo no puede prescindir de las mejores características de lo viejo. Elementos tradicionales en la acción democrática y de izquierdas, convenientemente renovados, son fundamentales en la nueva época. Pero habrá que superar la debilidad en el campo simbólico y discursivo para expresar claramente un proyecto político transformador y democrático, así como sus bases sociales y las alianzas, y abordar el hecho de que una parte del sector de centro-izquierda todavía considera que la dirección socialista les representa políticamente. No obstante, la consolidación y ampliación del proyecto de cambio, se apoya, sobre todo, en la gente de izquierda. Sin embargo, desborda la gente auto-identificada con la izquierda, su base se asienta entre la ciudadanía descontenta y crítica con el poder establecido por su estrategia regresiva. Su cultura es progresiva en lo social y democrática en lo político. Incluso aunque algunas de esas personas se auto-ubiquen en el centro-derecha, su oposición a los recortes sociales o a la corrupción de las grandes instituciones, su talante crítico, social y democrático les distancia del bloque de poder regresivo y autoritario, y es progresivo. Hemos expuesto la polarización o dicotomía entre izquierda y derecha. Por un lado, con la crisis sistémica y la gestión autoritaria y antisocial de las élites gobernantes, incluida la socialdemocracia, se han revalorizado los temas y valores clásicos de la izquierda democrática europea: justicia social (igualdad socioeconómica y derechos sociolaborales) y democracia (libertades, participación, no-dominación). Igualmente, en el plano relacional e histórico, se ha configurado una ciudadanía indignada, de carácter popular, emancipador y democrático. Y junto con la movilización social de una ciudadanía activa, se ha abierto una pugna de fondo frente a la gestión regresiva de los poderosos, cuestionando su legitimidad. Por otro lado, la gran mayoría de votantes de Izquierda Plural y Podemos, así como la mitad de los del PSOE, se sitúan ideológicamente en la izquierda, es decir, comparten esos valores básicos. Finalmente, hemos señalado los problemas para la identificación de la ciudadanía con la izquierda política dada, cuando menos, la ambivalencia de la pertenencia de la socialdemocracia a ese bloque –diferenciando cúpulas de su base militante y votante-. El vocablo izquierda no es unívoco y se presta a confusión, pero dentro de las izquierdas hay experiencias, tradiciones y valores fundamentales para aportar en la nueva época. Está vigente el conflicto de gran parte de la misma con la derecha y la involución social y democrática y hay un sentido de pertenencia entre amplios sectores de la sociedad, basado en esos valores de la igualdad y la emancipación asociados a la izquierda. Todo ello sigue vigente, no está superado, se debe realzar y formar parte de la identificación popular. En resumen, falta por profundizar el contenido de las izquierdas, renovar su pensamiento, sus discursos y sus estructuras organizativas y, específicamente, reelaborar y resignificar sus signos y sus símbolos. Pero, sobre todo, hay que definir de otra forma los polos del conflicto social, por una parte, las capas dominantes y, por otra parte, el sujeto emancipador, la ciudadanía crítica y sus principales actores, con 15
un proyecto transformador por la igualdad, la libertad y la democracia. Es la virtud de Podemos de resituar los ejes del conflicto entre las capas populares y el poder establecido, entre el desarrollo de la democracia y el autoritarismo de la oligarquía. A partir de ahí hay que elaborar y complementar los nuevos ejes con un nuevo proyecto de cambio, con una teoría o pensamiento críticos entre los que caben los mejores valores igualitarios y democráticos de la acción popular emancipadora, de izquierdas y progresista. 3. Significado de casta La palabra casta ha tenido un fuerte impacto mediático. Le ha puesto un apelativo peyorativo a unas élites dominantes, hoy día, impopulares y autoras de una gestión regresiva, política y socioeconómica. Apunta a la existencia de una minoría oligárquica que busca reforzar sus privilegios y su poder a costa de mayor desigualdad y subordinación para la mayoría de la sociedad. De ahí su relevancia pública, por un lado, por su conexión con la deslegitimación ciudadana de los poderosos y, por otro lado, por la reacción airada de ese grupo dominante aludido ante su identificación y su descalificación. El concepto de casta La utilización de la palabra casta es muy variada y afecta a cuáles son sus significados exactos, sus características y su amplitud. Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua, casta es un “grupo que forma una clase especial y tiende a permanecer separado de los demás por su raza, religión, etc.”. Según el diccionario de María Moliner sería un “grupo constituido por individuos de cierta clase, profesión, etc. que disfrutan de privilegios especiales o se mantienen aparte o superiores a los demás”. Según la acepción académica (y popular) sería un grupo separado o distanciado de las capas populares, con una situación privilegiada y ventajosa. Tenemos ya dos criterios de selección: por encima de las capas populares o la gente normal y corriente, y con ventajas comparativas. Es decir, serían capas altas o élites dominantes con privilegios especiales y no merecidos que abusan de su posición de poder y estatus. Pueden derivar de su colocación dominante en la economía (o la herencia) o por su posición de control de los recursos públicos que utilizan en beneficio propio (más o menos legales o corruptos). En este caso hablamos, sobre todo, de la casta política en un doble sentido. Por un lado, a su vinculación y defensa de los intereses del poder económico-financiero –la casta financiera-gerencial-, no de la mayoría de la sociedad. Favorecen una acumulación de ventajas y poder hacia una élite dominante junto con los privilegios corporativos hacia los gestores que lo dirigen. Por otro lado, a las personas y grupos que, con una gestión corrupta o mafiosa de los recursos e instituciones públicas, obtienen beneficios ilícitos, económicos, de estatus y poder. En esa circunstancia se puede confundir con solo un comportamiento criminal o corrupto. Pero el aspecto principal es su conexión con el primer caso, con la participación y complicidad de núcleos de poder, con supuesta impunidad. Por ello existe también una 16
responsabilidad de los altos organismos institucionales o partidarios, controladores o supervisores, así como por la falta de adecuación y aplicación estricta del sistema legislativo, judicial y penal. Esa casta se ha conformado por unas élites dominantes mediante su gestión de políticas antipopulares, con incumplimiento o alejamiento de sus compromisos sociales y democráticos. Se ha producido durante un periodo decisivo de crisis donde la población ha visto grandes polarizaciones sociales y económicas: por un lado, agravamiento de las condiciones socioeconómicas y mayor subordinación y desconsideración hacia la mayoría de la sociedad; por otro lado, enriquecimiento sin límites, prepotencia y autoritarismo de capas dominantes. Pero ante esa ofensiva antisocial de los poderosos también se ha generado una pugna sociopolítica y cultural: la activación de una ciudadanía indignada y un amplio proceso de deslegitimación del establishment, con riesgo para la estabilidad de su estatus por lo que reacciona de forma airada. Es pues una minoría dirigente, incrustada en las altas instituciones, que impone privilegios y beneficios para los poderosos –económicos y políticos- en perjuicio de la mayoría de la ciudadanía y del interés general de la sociedad. Por esa vía, y al margen del contenido peyorativo que refleja y que quizá le ha dado un mayor impacto mediático, llegamos a un contenido similar al de otros conceptos utilizados aquí y en distintos ámbitos para definir ese bloque de poder oligárquico y prepotente. Unas palabras incluyen directamente la oligarquía económica-financiera (según el diccionario de María Moliner): establishment, “clase social influyente que intenta mantener el orden establecido”; poderosos, “clase compuesta de ricos e influyentes (que controlan y gestionan el poder)”. O corporate clase, capa gerencial, inversora-especuladora e institucional-gestora. Otras expresiones, al igual que ‘casta’, se refieren más, aunque con íntima imbricación con el poder económico-financiero, al ámbito de las altas instituciones políticas: capas gobernantes, élites dominantes, clase política, bloque de poder liberal-conservador (representado por Merkel) o simplemente Troika (FMI-CE-BCE)… Y, finalmente, oligarquía en su doble acepción: 1) grupo minoritario de personas que asume la dirección de una organización sin dejar intervenir a los demás, y 2) organización política en que el poder es ejercido por una clase social dirigente. O sea, puede ser un régimen político, elitista y autoritario, o bien su prepotente clase dirigente. Cabe una aclaración complementaria sobre la amplitud de algunas de estas palabras, dada su relativa ambigüedad. Por ejemplo, élite (siguiendo con el diccionario María Moliner) significa “grupo selecto de personas, por pertenecer a una clase social elevada o por destacar en una actividad”. O sea, existen élites científicas, artísticas, deportivas, profesionales y también élites económico-financieras y élites político- institucionales. El aspecto de tener una función destacada no sería objeto de crítica; en ese sentido podría incorporar al conjunto de expertos, técnicos, gestores y profesionales, o sea, a las clases medias con un status más selecto que las capas trabajadoras o precarias. Cuando la población critica a las élites, lo puede hacer solo por sus comportamientos elitistas, separados del pueblo llano, pero sobre todo se refiere al otro aspecto de ‘clase social elevada’. Su particularidad actual es que ejercen un poder económico e institucional en provecho propio y en perjuicio de la mayoría de la sociedad. Esa nueva realidad relacional e histórica del comportamiento antisocial de las actuales élites dominantes es lo que las hace odiosas para la mayoría de la 17
población. Así, se debe acotar su significado político deslegitimador y evitar introducir a capas sociales que no participan de ese componente de clase alta con un papel de dominación y posesión. Por ello hay que precisar su sentido principal de élites ‘dominantes’ y prepotentes, que abusan de su poder, con un papel selectivo y destacado en el control de la estructura económica e institucional, caracterizada últimamente por su gestión regresiva. Similar enfoque hay que dar a la expresión clase política o políticos. Hemos analizado detalladamente el amplio desprestigio de la clase política y la exigencia de democratización (Antón, 2013: 171-199). La población cuando habla de políticos no se refiere al conjunto de representantes y gestores de la cosa pública, sino específicamente a los componentes de los grandes aparatos político-institucionales. En particular, expresa la crítica a los gobernantes que, con la estrategia regresiva e impuesta de la austeridad, están gestionando las políticas y los recursos públicos en beneficio de una minoría pudiente, en perjuicio de la mayoría social y en contra de su opinión mayoritaria. Incluso cuando la mayoría de la ciudadanía critica a la ‘política’ no se refiere a toda la actividad pública y representativa de los distintos actores sociopolíticos, sino a la gestión de la ‘clase política’ (Estudio 2916 del CIS, octubre de 2012). Como se ha demostrado en estos últimos tiempos, con la masiva participación ciudadana en la protesta social progresista y su gran legitimidad social, así como con el amplio apoyo a opciones electorales alternativas, la mayoría de los sectores críticos y del conjunto de la sociedad no es antipolítica y ‘no pasa’ de los asuntos públicos sino todo lo contrario: ha fortalecido una conciencia cívica, una cultura ética, participativa y democrática, rechaza estas políticas antisociales y sus gestores y apuesta por un cambio de estrategias políticas y de políticos. O sea, la mayoría de la ciudadanía exige la renovación de esas élites y la profunda regeneración democrática del sistema político. Incluso llegando más allá, a la demanda de recambio de esta clase política con la opción de que Lo mejor para renovar y revitalizar nuestra actual vida política sería que…surjan nuevos partidos, plataformas o agrupaciones que compitan con los actuales partidos y que permitan así a los ciudadanos un número más amplio de opciones por las que poder votar, la eligen ya en el año 2013 (datos de Metroscopia, en el diario El País del 2 de junio) el 70% de los encuestados y sólo el 25% apoya la continuidad de los mismos partidos. La crítica popular a esa actuación política de las capas gobernantes, prepotente y regresiva socialmente, es clara y contundente. Según la encuesta postelectoral del CIS, de junio de 2014, a la pregunta Los/as políticos no se preocupan mucho de la gente como Vd., las respuestas de la población son las siguientes: Muy de acuerdo, 46,2%. De acuerdo, 37,3%. En desacuerdo, 12,7%. Muy desacuerdo, 1,3%. El que más del 80% de la población considere que las y los políticos no se preocupan suficientemente por la gente supone un cuestionamiento democrático a esa élite política, ya que considera que sus prioridades son otras, el beneficio de la minoría poderosa y el suyo propio. Es una crítica en toda regla a una función que, en lo fundamental, no se considera representativa del interés de la sociedad o del bien común. Estos datos no son nuevos; similares conclusiones proporcionaban ya las encuestas de Metroscopia, publicadas (diario El País) los días 5 de agosto de 2012 y 13 de enero y 2 de junio de 2013. Pero a continuación hay que añadir y remarcar que “cuando la ciudadanía critica a la política 18
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