DEL TRABAJO PRECARIO AL TRABAJO DECENTE? LA CALIDAD DEL EMPLEO COMO PERSPECTIVA ANALÍTICA
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1 VI CONGRESO REGIONAL DE LAS AMÉRICAS 2008 “Relaciones Laborales: Claves para El Desarrollo Económico con Inclusión Social” 2 y 4 de Septiembre de 2008, Buenos Aires – Argentina TRACK 1: Trabajo Productivo, desarrollo económico y protección social Sesión Plenaria: “Debates abiertos en torno a la informalidad y el trabajo decente” ¿DEL TRABAJO PRECARIO AL TRABAJO DECENTE? LA CALIDAD DEL EMPLEO COMO PERSPECTIVA ANALÍTICA (Versión preliminar, para discusión) Daniel Gustavo Mocelin1 Introducción La exposición2 propone un diálogo teórico-metodológico sobre calidad del empleo a partir del debate del trabajo decente. Se sostiene el argumento de que la concepción de trabajo decente sería una categoría de la calidad del empleo, además de otras. Se argumenta que calidad del empleo configura una perspectiva más amplia y con mayor capacidad de comprensión de las alteraciones en la realidad del trabajo. En términos analíticos, calidad del empleo remite a la posibilidad de jerarquización de propiedades intrínsecas y relacionales de empleos, o sea, un empleo de “mejor calidad” es un empleo cualitativamente mejor que uno de “peor calidad”. La concepción de trabajo decente se muestra “limitada”, caracterizando una solución política para la discusión precedente, fundada en la concepción del trabajo precario. La propia concepción de “trabajo decente” sería, por lo tanto, un contrapunto directo al “trabajo precario”. Desde 1999, cuando la OIT inició una cruzada por el llamado trabajo decente, se escribió una serie de artículos en el ámbito internacional abordando el tema bajo diversas dimensiones, en el intento de solucionar el concepto en términos teóricos y operacionales. Tales estudios han discutido un conjunto de atributos que los puestos de trabajo deberían poseer, pues esos expresan ciertas características intrínsecas que han permitido la inclusión social de los trabajadores. Esos estudios defienden la inserción de los individuos en la esfera de la producción como medio privilegiado de inclusión social y ciudadanía. Según esta perspectiva, el empleo fornecería a los individuos una forma de protección social a través de 1 Bachiller en Ciencias Sociales, Master en Sociología, Doctorando en Sociología en la Universidad Federal de Río Grande del Sur (UFRGS)/Porto Alegre/Brasil; E-mail: dmocelin@terra.com.br 2 Versión al español de María Yoshara Catacora Salas, Bachiller en Ciencias Sociales, UFRGS.
2 atributos como la remuneración “mínima”, garantía de derechos laborales, acceso al sistema de jubilación, seguro de desempleo, acceso al crédito, sindicalización, entre otros. La discusión sobre el trabajo decente posee una connotación política más acentuada que la discusión sobre la calidad del empleo. En ese sentido, calidad del empleo podría ser caracterizada como un herramienta analítica, o mismo como un fenómeno, más amplio que trabajo decente, ya que a través del primero no se analizarían exclusivamente las características de los empleos para que sean remunerativos, garanticen seguridad social, permitan diálogo social, sean dignos (dimensiones del trabajo decente); en los abordajes sobre la calidad del empleo, habría una preocupación con el análisis de las implicaciones del contexto de los empleos y del mercado de trabajo como determinantes de esa calidad, abordando inclusive los elementos de diferenciación entre los empleos provenientes de las características y de la naturaleza de las actividades económicas. A diferencia, en los abordajes sobre el trabajo decente, el contexto de la centralidad del trabajo sería utilizado teniendo en vista el tipo de sociedad y de desenvolvimiento al cual se aspira (Espinoza, 2003; Infante, 2003; Infante y Sunkel, 2004). Además, la discusión sobre la calidad del empleo englobaría las otras dos: sobre el trabajo precario y el trabajo decente, en polos distintos. Sin embargo, el trabajo decente no sería un empleo propiamente “de calidad”, pero uno de los primeros, después del trabajo precario, en una escala de calidad. Autores afirman que el trabajo decente encontraría su dimensión real y concreta en el “empleo de calidad”. Entre tanto, la concepción de “empleo de calidad” es más normativa que la definición de calidad del empleo, en razón de que la primera se asentaría sobre la observación de determinadas características “deseables” de los empleos; y la segunda consideraría aspectos potenciales y referentes al proceso de la calificación del empleo, además de enumerar atributos “jurídicamente aceptables”, “políticamente esperados” y “socialmente deseados” de los empleos (Infante, 1999). Un abordaje sobre calidad del empleo se esforzaría en comprender la formación de las características intrínsecas de los empleos (Farné, 2003; Carrasco, 2002; Célestin, 2002; Valenzuela y Reinecke, 2000), tales como el proceso de formación de los salarios, la constitución de las relaciones de empleo, la consolidación de las condiciones del empleo, además la graduación (medición) de la calidad de los empleos, según las características del perfil socio-ocupacional de los trabajadores o mismo según las diferentes actividades económicas. En suma, sería un abordaje más amplio, multidimensional y preocupado con factores determinantes de la calidad del empleo, basado más en la combinación de los atributos de los empleos de que en una enumeración de los atributos.
3 1. El trabajo decente y la calidad del empleo: convergencias y divergencias La concepción de trabajo decente viene siendo desarrollada por muchos estudiosos y avanzó, en los últimos años, pese a que el concepto tenga como fundamento las preocupaciones tradicionales y permanentes de la OIT. La noción de trabajo decente – dada a conocer por primera vez con estas palabras en Memoria al Director General en la 87ª reunión de la Confederación Internacional del Trabajo, celebrada en 1999 – expresa los más diversos asuntos relacionados con el trabajo y los resume en palabras que todos podrían reconocer. En Memoria General se estudian cuatro elementos: el empleo, la protección social, los derechos de los trabajadores y el diálogo social. El empleo abarcaría todas las clases de trabajo y tendría facetas cuantitativas y cualitativas. Así, la idea de trabajo decente sería válida tanto para los trabajadores inseridos en la economía formal como para los trabajadores de la economía informal3, trabajadores autónomos y los que trabajan en domicilio. La idea incluye la existencia de empleos suficientes, la remuneración fija, la seguridad y estabilidad en el trabajo y las condiciones laborales salubres. Los otros dos componentes tienen por objeto reforzar las relaciones sociales de los trabajadores: los derechos fundamentales del trabajo (libertad de afiliación sindical y erradicación de la discriminación laboral, del trabajo forzoso y del trabajo infantil) y difundir el diálogo social, en el que los trabajadores ejercen el derecho a exponer sus opiniones, defender sus intereses y entablar negociaciones con los empleadores y con las autoridades sobre los asuntos relacionados con la actividad laboral (Ghai, 2003). Infante y Sunkel (2004) escriben: El trabajo decente es definido como aquel empleo que tiene buena calidad, con elevado nivel de productividad y remuneraciones dignas, protección social de los trabajadores, incluyendo tanto la jubilación como la salud; en el que los derechos laborales son respetados y donde se pueda tener una voz en el lugar de trabajo y la comunidad. Además se trata de un empleo que, entre otros factores, facilite condiciones para una mayor equidad social, permita lograr un equilibrio entre el trabajo y la vida familiar, alcanzar la igualdad de género y promueva la adquisición de capacidades personales para competir en el cambiante mercado laboral. (p. 82) El de trabajo decente es un concepto aún en construcción, de profundo contenido ético y que tiende a resaltar la importancia de los derechos del trabajador y de la calidad de las condiciones de trabajo. El trabajo decente no puede ser sino el trabajo en cantidad y calidad suficientes, apropiadas, dignas y justas, lo que incluye el respeto de los derechos, ingresos y condiciones de 3 El término informal tiende a ser “gelatinoso”, siendo difícil una caracterización. Es necesario resaltar que a pesar de eso, el término informal debe ser contextualizado, de manera que las formas en las que éste pueda estar manifestado diferirá de acuerdo a la realidad de cada país.
4 trabajo satisfactorias, protección social y un contexto de libertad sindical y diálogo social. (Uriarte, 2001, p. 15) Frecuentemente el concepto de trabajo decente suele aproximarse de la proposición política basada en el presupuesto de que ha ocurrido un movimiento de la precariedad del trabajo, como Espinoza (2003) arguye: la idea matriz de “trabajo decente” es una propuesta integradora de diferentes aspectos que hacen a la “calidad y cantidad de los empleos”, pero también, y de manera fundamental, a las “relaciones sociales y en última instancia al tipo de sociedad y de desarrollo al que se aspira”. (...) Sin embargo, su sola enunciación y su carácter dinámico revelan una voluntad política y una capacidad de crítica que toma posición frente a los graves problemas que vive el mundo laboral, y puede servir como un instrumento que ordena diferentes ejes a nivel micro (en las empresas) y a nivel macro (la economía y la sociedad). (p. 6) El uso del concepto trabajo decente parece que carece de una apropiación amplia del corpus teórico pre-existente, especialmente, de las teorías sobre calidad del empleo y de las respectivas críticas acerca de esas. De esa manera, el concepto de trabajo decente se presenta como una proposición con fundamentación teórica “incompleta”. O sea, el concepto y sus dimensiones parecen asentados en teorías tradicionales: algunas ultrapasadas y otras contestables. A veces se puede tener la impresión de que el trabajo decente sería un concepto “nuevo”, importante y complejo, pero basado en teorías ultrapasadas en el contexto de un terremoto de las categorías teóricas tradicionales. Por ejemplo, se puede decir que algunos de los fundamentos teóricos del trabajo decente conducen a análisis que considerarían nuevas formas de trabajo, que son características de la realidad económico-social presente, como el empleo flexible, el empleo en tiempo parcial o el tele-trabajo, como si éstos no fueran formas “decentes” de trabajo. Se desconsidera que las últimas puedan ofrecer un análisis cuyas perspectivas profesionales de los trabajadores son diferentes de aquellas de la era industrial, con acceso al conocimiento y, ante todo, satisfactorias o hasta compensadoras para los trabajadores – más flexibles. Pero el concepto de trabajo decente ¿tendría una pretensión teórica o expresaría antes “nuestro” querer político? El énfasis en la perspectiva política sobre el trabajo decente no es negado por los autores, como se evidencia en los trechos a seguir: Este concepto [“trabajo decente”], que ha ido adquiriendo cuerpo para transformarse actualmente en uno de los objetivos estratégicos de la OIT, surge como respuesta a la situación de creciente desprotección de los trabajadores y de inseguridad en que se desenvuelven las sociedades
5 contemporáneas del capitalismo globalizado, especialmente los países en desarrollo (...) Para que la idea de “trabajo decente” pueda pasar a constituirse en líneas de acción, ésta debe ir tomando “sustancia” con datos relevantes de la realidad laboral (...). se hace un ejercicio de análisis incluyendo datos que pueden servir de argumentos para construir una agenda país en torno a la calidad del empleo. Se desarrolla una mirada integral a los diferentes componentes de lo que sería en términos ideales un paradigma o modelo de “trabajo decente”. (INFANTE, 2003). Subrayado mío. Los aspectos medulares del trabajo decente, tanto como concepto cuanto como objetivo global (…), son las dimensiones normativa, política, ética y organizativa del mismo. Sin embargo, (…) ni el objetivo del trabajo decente será alcanzado ni sus respectivas dimensiones serán adecuadamente desarrolladas sino es en un marco de integración de políticas, en especial de las políticas económica, social y laboral; de forma tal que el empleo de calidad, como sustento básico del trabajo decente, y, por tanto, el trabajo decente en sí mismo, dejen de ser considerados como un mero efecto residual del crecimiento económico y, mas bien, pasen a ser, (…) el objetivo central de la política de crecimiento. (MARTINEZ, 2006, p. III-IV). Subrayado mío. La idealización del “buen empleo” aparta la perspectiva por mejores empleos. La defensa de lo laboral, como condición de soporte social privilegiado de los trabajadores, no debería dejar de considerar que innumeras actividades laborales de contenido empobrecido caracterizan la era industrial, promoviendo los sueldos bajos, las condiciones de trabajo precarias y el bajo nivel de vida para los trabajadores. A pesar de eso, muchas veces, esas fueron, en el pasado, símbolo de padrón de calidad; especialmente porque proveerían a los trabajadores estabilidad, permanencia y consumo masificado y duradero. Esos “atributos” de los “empleos típicos” privilegiaban recompensar el tiempo y el gasto de energía de los trabajadores en el trabajo, desconsiderando el conocimiento y el reconocimiento del trabajo del trabajador, por ejemplo. Poco importaría si el trabajador posee conocimientos o está satisfecho con su trabajo, bastaría que éste sea consumidor de productos simples y dependa del trabajo para sobrevivir. Además de los requisitos como formalización, capacitación, respeto a los derechos y participación; el trabajo decente necesitaría generar la satisfacción con el trabajo como un valor (Ghione, 2001). Es decir, habría razones suficientes para sugerir que el trabajo decente pueda envolver al trabajador para que éste esté satisfecho con aquello que hace y motivado para hacerlo. Algunos investigadores ponderan que los mejores empleos serían aquellos que demandan más trabajo cualificado en actividades laborales con contenido rico, que promuevan el envolvimiento de los trabajadores con el trabajo, ampliando las perspectivas de desenvolvimiento profesional.
6 Estudios sobre calidad del empleo demuestran que a medida que la base de los conocimientos y de calificaciones de los trabajadores aumenta, la calidad del empleo mejora. Los trabajadores con mayor grado de educación y más envueltos con su biografía profesional presentarían “habilidades transferibles” y estarían, por lo tanto, más protegidos ante los riesgos, pues desarrollarían diversos soportes sociales. Para Carty (1999), el trabajador sin calificación estaría sujeto a situaciones de inseguridad, visto que sería fácilmente substituible, tendría menos probabilidad de recibir algún tipo de capacitación, poseería capacidad de negociación relativamente pequeña y, por lo tanto, se encontraría menos protegido. La formación calificada además de connotar un atributo de la persona, que le permite seguramente obtener grados cada vez superiores de satisfacción material y vocacional en el trabajo (subordinado o autónomo), contribuye también a medir el grado de calidad del empleo. Esta idea explicaría por que el desempleo afectaría menos a los trabajadores más calificados que a los trabajadores con poca o ninguna calificación. Según Ghione (2001, p, 159), quienes tienen poca o ninguna calificación (menos años de estudio) estarían por encima del promedio de la tasa de desempleo. El trabajo decente muestra al trabajo asalariado como medio privilegiado de inclusión social, siguiendo los principios que fueron recurrentes en la modernidad industrial, como fue expresado en diversas teorías. Tales perspectivas perciben el trabajo asalariado como promoter de soportes sociales a los individuos, lo que les garantiza inclusión social y la participación en redes de sociabilidad fundadas en la esfera económica. Según Martínez (2006, p.27), el empleo de calidad seguiría siendo el medio principal a través del cual las personas definen la propia identidad y su posición en la comunidad, pues aquél permite participar en la vida productiva de una sociedad y tener ingresos, contribuye con la autoestima y la realización personal, provee prestigio social y facilita la participación cívica y política de los ciudadanos. Sin embargo, Robert Castel (2003), uno de los teóricos que propusieron la tesis de los soportes sociales, afirma que a pesar de que estén bastante fundamentados en la centralidad del trabajo, tales soportes se traducen antes como “recursos” o “capitales”, o sea, es la capacidad de disponer de reservas que pueden ser de tipo relacional, cultural, económica, etc., y que son las instancias sobre las que puede apoyarse la posibilidad de desarrollar estrategias individuales. Por lo tanto, los soportes también serían simbólicos. En las concepciones que favorecen la centralidad del trabajo, los individuos construirían su identidad especialmente por la vía del trabajo o profesión, desconsiderándose redes inmateriales de soportes, como la propia educación o calificación.
7 Trabajo decente, por lo que parece, consistiría en una categoría en que la calidad del empleo sería buena o razonable, de cierta manera inclusiva y digna, entretanto “dudosa”. La concepción de trabajo decente estaría completando las condiciones institucionales de un empleo de calidad pero que sería cuestionable en otras dimensiones. Infante e Vega-Centeno (1999) afirmaron que, desde la perspectiva de los trabajadores, la calidad del empleo estaría vinculada a factores que redundan en el aumento sostenido de su bien-estar. En esta perspectiva, la concepción de calidad supondría la existencia de atributos como la remuneración, beneficios, inclusión y seguridad económica. Parte de la literatura sostiene que una definición satisfactoria para la calidad del empleo no puede restringirse a una dicotomía entre “buen” y “mal” empleo. Esa forma que habría sido útil para fines prácticos y seguramente sería válida para el pasado, pero para mantener su vigencia debería ser sometida a un examen crítico. (Farné, 2001, p. 4) Farné (2003, p.15) llama la atención para algunos aspectos que deben ser considerados antes de definir un “empleo de calidad”. Según el autor, los estudios se han limitado a analizar dimensiones sin lograr explicar la esencia de la calidad del empleo. Así, el “buen empleo” sería aquel cuya remuneración es elevada y creciente, que ofrece estabilidad tanto laboral como salarial y cuya jornada de trabajo es completa. Entretanto, sugiere el autor, que esa lista de atributos sería una enumeración de ingredientes que servirían para preparar un “buen empleo”, pero no una descripción de su “sabor”. Slaughter (1993) sugirió que un buen empleo sería un empleo interesante, que permita que el trabajador aprenda, que otorgue control sobre el ritmo de trabajo; un empleo que estimule al trabajador para ir a trabajar todas las mañanas. Sin embargo, desde el inicio de la industrialización, la mayoría de los empleos, inclusive los considerados “buenos”, no se habría encajado en esa descripción. De ese modo, otros componentes habrían sido considerados para definir un “buen empleo”, tales como buenos salarios, buenos beneficios, largo periodo de vacaciones, horario razonable y un ritmo de trabajo que no dejaría al trabajador agotado al final del día; un empleo que no perjudique la salud del trabajador. La concepción de trabajo decente estaría fundada en estos tipos de atributos, derivados de la modernidad industrial. Ese abordaje resalta la importancia de la combinación de atributos en la calificación del empleo, que ni siempre se refiere a una lista de atribuciones sobre las condiciones de empleo. Carrasco (2002, p. 40) propone que el “empleo de calidad” sería aquel que combinara la capacitación y las habilidades del trabajador, que se desenvolviera en jornadas cuya duración permita su recuperación y mejor rendimiento; que la remuneración permitiera
8 seguridad económica; que se otorgara beneficios de seguridad social; que posibilitara el desarrollo personal y profesional y que protegiera al trabajador de situaciones inesperadas. Al seguir esa línea, se puede sugerir que un empleo que pueda ser considerado con calidad pudiese premiar la calificación del trabajador con mejores condiciones de trabajo y de empleo, conforme esa calificación fuera incrementada, para que de alguna manera el trabajador pudiera sentirse tanto recompensado como apto para desarrollarse y obtener mejores oportunidades. El factor tiempo perdería espacio para los factores de escolaridad y de conocimiento, como determinantes de la mejoría de la calidad del empleo. Si se piensa en una escala hipotética de calidad del empleo – como listada abajo – ¿En qué grado podría ser localizado el trabajo decente? Si se considera las dimensiones recurrentes, sería todo empleo que estuviera por encima del empleo de baja calidad o que no fuera un trabajo precario. 1. Empleo de calidad elevada (¿Trabajo decente?¿Privilegiado, top o core?). 2. Empleo de buena calidad (¿Trabajo más que decente?) 3. Empleo de calidad media o empleo de calidad (Trabajo decente ¿Privilegiado o top?). 4. Empleo de calidad dudosa (trabajo decente). 5. Empleo de baja calidad (trabajo decente). 6. Trabajo informal, descalificado, desprotegido, indigno (trabajo precario). La escala hipotética sugiere seis categorías de empleos según su calidad. De manera general, se podría decir que trabajo decente sería todo aquel que no se encuadra en la sexta categoría. El fundamento político-normativo que la perspectiva sobre trabajo decente asume torna poco relevante la heterogeneidad del mercado de trabajo. Esa característica del debate sobre el trabajo decente limitaría una perspectiva analítica, pues desconsideraría las distinciones entre tipos de empleo. El modelo de trabajo decente no sería, por lo tanto, tan apropiado para fines analítico, pues al enfatizar la formalidad y la inclusión económica podría simplificar la realidad del trabajo y del empleo. Sin embargo, no se debe negar que estos son los puntos fuertes de la concepción del trabajo decente que justifican su uso en el ámbito de los movimientos sociales y de las políticas socio-económicas. La perspectiva de la calidad del empleo sería un abordaje más adecuado para propuestas analíticas por ser más amplia y no definir a priori un modelo ideal de trabajo o un “buen empleo”. Frente a las recientes transformaciones en la realidad del trabajo habría un
9 crecimiento de la informalidad y decadencia o deteriorización de algunas actividades laborales, hechos que justifican la importancia del trabajo decente. Por otro lado, las transformaciones recientes también provocaron la expansión por la demanda por trabajo más calificado y el crecimiento de la oferta de actividades laborales de contenido más rico y, por lo tanto, de mejor calidad. Esto es, la perspectiva de trabajo decente limitaría el análisis de algunas dimensiones, como la diferenciación del mercado de trabajo y los factores determinantes de los distintos grados de calidad de los empleos. El cuadro 1 presenta algunas dimensiones de esa discusión que revelarían la complejidad del debate sobre la calidad del empleo y la perspectiva menos amplia del trabajo decente. En este cuadro hipotético, los empleos de baja calidad y los empleos de calidad dudosa caracterizarían el trabajo decente pues no serían trabajo precario. Sin embargo, los empleos de baja calidad y los empleos de calidad dudosa serían también desigualmente distintos de los empleos de media, buena y elevada calidad, tanto en lo que se refiere a las propias dimensiones de trabajo decente, como en lo que se refiere al bienestar económico, a la demanda por trabajo, al contenido de las actividades laborales y a la relación que los trabajadores establecerían con su trabajo.
10 Cuadro 1: Dimensiones del trabajo decente y calidad del empleo Calidad del empleo Escala de calidad del empleo (hipotética) Trabajo decente Bien-estar Demanda por Contenido Relación con el económico trabajo actividades trabajo Rendimiento Seguridad Diálogo social laborales Muy por Progresiva Poder de Privilegiado Súper (meta) Rico Envolvimiento y Calidad elevada encima de la negociación calificado dedicación media individual Doble de la Progresiva Poder de Privilegiado Calificado Rico Envolvimiento Buena calidad media negociación individual Encima de la Estabilidad Poder de Inclusión Calificado e Enriquecido Identitaria Calidad Media media negociación social Semi- colectivo e sólida/estable calificado individual Entre mínimo Garantizada Poder de Inclusión Semi- Empobrecido Utilitaria Calidad dudosa y media negociación calificado colectivo (rutinero) Salario Garantizada Poder de Inclusión Poco Pobre Sobrevivencia Baja calidad mínimo negociación frágil calificado o colectivo descalificado Indefinido Inexistente Poder de Exclusión Descalificado Nulo Sobrevivencia Precario negociación nulo (Marginal)
11 2. ¿Mejoró la calidad del empleo en Brasil? Evidencias sobre el trabajo decente y la calidad del empleo en los años 2000 En Brasil se estructuró durante Siglo XX un sistema de relaciones de trabajo en que prevaleció el trabajo asalariado formal, caracterizado por la “carteira de trabalho” (carné de trabajo), principal creación de la Consolidación de las Leyes de Trabajo (CLT). La CLT fue creada en 1943, en el gobierno de Getúlio Vargas, y sistematizó las leyes que regulan las relaciones de trabajo. El carné de trabajo firmado representa la comprobación del vínculo laboral, asegurando al trabajador todos los beneficios de la legislación laboral. El carné de trabajo firmado tiene consecuencias importantes para varias dimensiones de el trabajo decente y de la calidad del empleo; el carné no es solamente un contrato entre trabajador y empleador, pero también implica el registro junto al Ministerio de Trabajo y fornece acceso a los beneficios estipulados por la Legislación Laboral brasileña, como vacaciones anuales, derecho a un décimo-tercer salario, limitación de horas semanales trabajadas, indemnización en caso de despido, cobertura de seguro social, seguro de desempleo, sindicalización. El Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE) considera formal al empleado con carné de trabajo firmado, e informal al trabajador sin carné de trabajo o por cuenta propia. En los estudios sobre calidad del empleo en el contexto latinoamericano, el carné de trabajo ha sido considerado el criterio que define una ventaja que coloca Brasil en el top de la lista de los países de América Latina en materia de calidad del empleo. Espinoza (2003, p. 7) muestra Brasil como el primero de la lista de los países latino-americanos en calidad del empleo, seguido de Costa Rica y de México; en una categoría siguiente aparecen, respectivamente, Argentina, Chile, Panamá y Uruguay; en las categorías más bajas la secuencia es formada por: Ecuador, Venezuela, Colombia, Honduras, Perú, Bolivia, El Salvador, y en la última posición en calidad del empleo, Paraguay. Los datos de la Pesquisa Mensal de Emprego4 (PME), publicada por el IBGE muestran importantes avanzos en el mercado de trabajo de Brasil en el periodo entre 2003 y 2007. La desocupación nunca estuvo tan baja y la formalización del trabajo nunca habría sido tan elevada, importantes indicios para la perspectiva del trabajo decente. La población ocupada empleada con carné de trabajo firmada (carteira de trabalho) en el sector privado pasó de 39,7% en 2003 para 42,4% en 2007. Si a esto se añade el número de empleados con carné de trabajo en el sector privado, el número de funcionarios públicos y militares y empleadores, la 4 La PME fue iniciada en marzo de 2002, con un importante conjunto de datos comparativos y series históricas. Esa investigación periódica es una fuente rica de indicadores para el análisis, tanto de la calidad del empleo, como del trabajo decente.
12 formalidad habría alcanzado el 54,5% de la población económicamente activa. En 2007, la tasa de desocupación fue de 7,4%, menor nivel desde el inicio de la investigación, reduciendo la presión en el mercado de trabajo. Los datos de la PME apuntan para récordes positivos en la serie histórica, indicando un mercado de trabajo más “vigoroso”, con más puestos de trabajo y con menos personas buscando una ocupación. Tabla 1: Distribución de las personas ocupadas según la posición en la ocupación – Brasil, 2003 - 2007. Año Posición Variación 2003 2004 2005 2006 2007 2003-2007 Empleados con carné de trabajo firmada en el sector privado 39,7 39,3 40,3 41,4 42,4 6,8 Empleados sin carné firmado en el sector privado 15,5 15,9 15,6 14,8 13,9 -10,3 Cuenta propia (autónomos) 20 20,3 19,4 19,1 19,4 -3,0 Empleadores 5,5 5,3 5,2 5 4,8 -12,7 Trabajadores domésticos 7,6 7,8 8,2 8,2 8,2 7,9 Militares o funcionarios públicos estatutarios 7,4 7,3 7,3 7,4 7,3 -1,3 Fuente: IBGE, Directoria de Investigaciones, Coordinación de trabajo y Rendimiento, Investigación Mensual de Empleo (Pesquisa Mensal de Emprego). Otro dato importante sobre la situación del trabajo decente dice respecto a la seguridad y a la protección social. El contingente de trabajadores que contribuye para el Fondo de pensiones se amplió de 61,1% en 2003 para 64,1% en 2007. Las estimativas del IBGE apuntan que la población ocupada que contribuye para el fondo de pensiones creció más que la población ocupada. Entre 2003 y 2007, el número de aquellos que contribuyen para el fondo de pensiones creció 17,3%. Gráfico 1: Estructura del mercado de trabajo según la participación porcentual de las posiciones de ocupación – Brasil, 2007. Trabajadores Militares o funcionarios domésticos públicos 7,3 8,2 Empleadores Empleados con carné 4,8 de trabajo firmado en el sector privado 42,4 Cuenta propia 19,4 Sin carné de trabajo firmado en el sector privado 13,9 Fuente: IBGE, Directoria de Investigaciones, Coordinación de trabajo y Rendimiento, Investigación Mensual de Empleo (Pesquisa Mensal de Emprego).
13 La media anual del rendimiento medio mensual creció 3,2% de 2006 para 2007 y durante todo el periodo creció 7,7%. En 2007, el rendimiento medio real fue de R$ 1.141,92, o cerca de US$ 600. El rendimiento de trabajo de las mujeres, estimado en R$ 927,09, continua siendo inferior al de los hombres (R$ 1.314,43); las mujeres ganan en torno de 70,0% del rendimiento recibido por los hombres. El rendimiento aumentó en todas las formas de inserción, incluyendo los trabajadores por cuenta propia; trabajadores no registrados (empleados sin carné de trabajo firmada); bien como la categoría de los militares y funcionarios públicos estatutarios. Lo mismo ocurrió en los agrupamientos por actividades económicas. Al comparar 2003 con 2007, el rendimiento del trabajador aumentó 15,9%. Las informaciones de la base estadística Relación Anual de Informaciones Sociales (RAIS), organizada por el Ministerio de Trabajo y de Empleo, revelan datos importantes sobre la calidad del empleo y las transformaciones en el mercado de trabajo formal en los últimos veinte años. Eso permite hacer algunas consideraciones sobre las tendencias estructurales del mercado de trabajo formal y como este está más propicio a la generación de empleos de mayor calidad. Gráfico 2: Evolución del número de empleos formales y participación del sector industrial – Brasil, 1985-1994-2002-2005. 30 33.238.617 25 28.683.913 en el total de empleos formales Participación de la industria 20 Número de empleos 23.667.241 20.492.131 15 10 5 0 1985 1994 2002 2005 Empleos formales Fuente: Ministerio de Trabajo y de Empleo, Rais-Caged. El volumen del mercado de trabajo formal de Brasil hoy es significativamente más grande que en la década de 1980. A pesar de que el crecimiento entre los años 1980 y 1990 haya sido lento, a partir de los años 2000 se acentúa la expansión del trabajo formal, lo que
14 representó un incremento de 13 millones de empleos en los últimos veinte años. ¿Pero cuál es la situación de ese crecimiento, cuáles son los tipos de empleos que fueron generados y en qué sectores económicos? La reducción de la participación relativa del empleo industrial – padrón, en el mercado de trabajo formal no resultó en la disminución del número de empleos, por el contrario, hubo una expansión con la menor participación de los empleos industriales (Gráfico 2). En el periodo entre 1985 y 2005 hubo profunda alteración en la estructura ocupacional de la sociedad brasileña, con la reducción de la participación del empleo industrial en el mercado de trabajo formal (27 para 19%), acompañada por el crecimiento del sector de comercio (13 para 18%) y por la consolidación del sector de servicios (de 29 para 31%). Esa convergencia de indicadores estaría relacionada con el proceso de reestructuración productiva – en los años 1980-90 – y con la apertura económica más recientemente. La propia modernización de la industria abrió nuevos mercados en comercio y servicios. Se observó, también, la formalización del empleo en la agricultura, lo que parece estar relacionado con la nueva frontera agropecuaria en la región centro-oeste y la propia modernización del sector rural. En la administración pública hubo manutención de la participación de ese contingente de trabajadores en el mercado de trabajo formal, cerca de 22% del mercado formal. (Gráfico 3). Gráfico 3: Evolución de la distribución del número de empleos formales según el sector económico – Brasil, 1985-1994-2002-2005. 32 31,6 29,5 26,9 27,2 23,1 23,6 22,7 21,521,5 19,219,5 18,1 16,8 13,6 12,8 4,2 4,7 3,9 3,7 4,2 4 3,9 1,6 0,8 0,6 0,4 0,4 EXTRAT MINERAL INDUSTRIA CONSTR CIVIL COMERCIO SERVICIOS ADM PÚBLICA AGROPECUARIA 1985 1994 2002 2005 Fuente: Ministerio de Trabajo y de Empleo, Rais-Caged. La escolaridad de los trabajadores fue ampliada entre los ocupados, como comprueban los datos de la PME y de la Rais. La PME demuestra que el crecimiento de la ocupación fue
15 sostenida por la parcela de personas con 11 años o más de estudio: en 2007 ellos representaban 53,9% de los ocupados contra 46,7% en 2003. En lo que concierne a la distribución de la población con nivel superior, se observó su crecimiento en relación a la población ocupada total, pues alcanzó 15,6% en 2007, contra 13,8% en 2003. Tabla 2: Distribución de las personas ocupadas (mercado de trabajo formal e informal) según los años de estudio – Brasil, 2003-2007 Año Posición Variación 2003 2004 2005 2006 2007 2003-2007 Sin instrucción y con menos de 1 año de estudio 3,0 2,8 2,4 2,4 2,1 -30,0 1 a 3 años de estudio 6,3 5,9 5,6 5,3 4,8 -23,8 4 a 7 años de estudio 24,7 24,0 23,1 22,0 21,2 -14,2 8 a 10 años de estudio 19,1 18,6 18,4 18,1 17,9 -6,3 11 años o más de estudio 46,7 48,5 5,03 52,1 53,9 15,4 Fuente: IBGE, Directoria de Investigaciones, Coordinación de trabajo y Rendimiento, Pesquisa Mensual de Empleo. Datos de la PME también muestran el crecimiento de la presencia de los trabajadores con 50 años o más en el mercado de trabajo entre 2003 y 2007: ellos eran 16,8% de la población ocupada en 2003, y subieron a 19,1% en 2007. En el mismo periodo, el porcentual de los trabajadores en el grupo de 18 e 24 años de edad disminuyó de 16,8% para 15,6%. Se puede inferir a partir de esos datos que, por un lado, ocurre un proceso de permanencia de los trabajadores en las empresas y, por otro lado, que los trabajadores más jóvenes estén más envolvimos con la formación, lo que combinaría con el crecimiento de las matrículas en las escuelas y universidades. Tabla 3: Número de empleos por tamaño de las empresas (en número de empleados) – Brasil, 2003-2006. Número de 2003 % 2004 % 2005 % 2006 % empleados HASTA 4 2.770.960 9.38 2.880.068 9.17 3.000.624 9.03 3.110.988 8.85 DE 5 A 9 2.500.417 8.46 2.646.170 8.43 2.770.157 8.33 2.880.734 8.19 DE 10 A 19 2.724.112 9.22 2.897.479 9.23 3.046.771 9.17 3.199.514 9.10 DE 20 A 49 3.350.639 11.34 3.580.800 11.40 3.799.402 11.43 4.010.532 11.41 DE 50 A 99 2.366.995 8.01 2.554.937 8.13 2.675.306 8.05 2.812.360 8.00 DE 100 A 249 3.195.400 10.82 3.365.213 10.71 3.484.508 10.48 3.696.936 10.52 DE 250 A 499 2.653.270 8.98 2.815.281 8.96 2.967.526 8.93 3.150.686 8.96 DE 500 A 999 2.547.905 8.62 2.700.971 8.60 2.894.893 8.71 3.080.722 8.76 1000 O MÁS 7.435.229 25.17 7.966.657 25.37 8.599.430 25.87 9.212.777 26.21 Total 29.544.927 100 31.407.576 100 33.238.617 100 35.155.249 100 Fuente: Rais/Caged; Ministerio de Trabajo y Empleo. Las grandes empresas suelen ser las más innovadoras e internacionalizadas y tienden a ofertar los mejores empleos, pues pagarían mejores salarios y tendrían mejores condiciones de empleo. En Brasil fueron creados más de 5,6 millones de empleos formales entre 2003 y
16 2006. De estos, 1.195.747 fueron creados en empresas con hasta 19 trabajadores empleados, lo que representa 21,3% del total de empleos creados en el país en el periodo. En las grandes empresas, aquellas con más de mil trabajadores fueron generados 31,7% del total de empleos creados en el país (Tabla 3). La modernización de la economía brasileña puede ser expresada por las alteraciones en el perfil educacional de los trabajadores del mercado de trabajo formal. La reestructuración de los ambientes empresariales tendería a imputar efectos sobre el tipo de trabajo ejecutado, lo que tendría repercusión en el perfil de la mano de obra exigido por las empresas. El trabajo demandado por las empresas podría ser más o menos enriquecido, con tendencia a la demanda por trabajo más calificado. Gráfico 4: Transformación de la estructura del mercado de trabajo formal según el tipo de ocupación* – Brasil 100% 35 9 10,8 12,8 Número de empleos formales (millones) 90% 15,1 Perfil del mercado de trabajo formal 30 80% 19,3 22,3 70% 32,5 25 37,5 60% 20 50% 15 40% 70,7 66,9 30% 10 54,7 47,4 20% 5 10% 0% 0 1985 1994 2002 2005 Trabajadores poco o no-calificados Trabajadores semi-calificados Trabajadores calificados Empleos formales Fuente: Ministerio de Trabajo y de Empleo, Rais-Caged. Nota: * El tipo de ocupación fue definido según el grado de escolaridad de los trabajadores, de la siguiente forma: Trabajadores poco o no calificados serían aquellos que poseen hasta la enseñanza primaria completa (8 años de estudio); trabajadores semi-calificados serían los que poseen enseñanza secundaria, secundaria técnica y superior en andamiento (entre 9 y 11 años de estudio); trabajadores calificados serían aquellos con educación superior (más de 12 años de estudio). En el mercado de trabajo formal hubo una reeducación de la participación de los trabajadores que poseían hasta la enseñanza primaria, expansión de la participación de trabajadores con enseñanza secundaria y crecimiento de la participación de trabajadores con educación superior. El auge del periodo en que fue adoptado el modelo de substitución de importaciones (1930-1980) produjo un mercado de trabajo formal donde casi 70% de empleados poseían baja escolaridad, hasta la enseñanza primaria (Gráfico 4). Después de la crisis fiscal de la década de 1980, la reestructuración económica y el nuevo modelo
17 económico recientemente consolidado provocaron cambios positivos en términos de escolaridad de los empleados en el mercado de trabajo formal, lo que estaría relacionado a la creciente demanda por trabajo más calificado. Gráfico 5: Evolución del valor del salario mínimo y participación de los trabajadores que receben hasta uno salario mínimo en el mercado de trabajo formal – Brasil, 1994-2006 400 7 6,22 350 Participación percentual nen el mercado 6,04 350 5,84 de trabajo formal de los que reciben 6 300 5,2 300 260 hasta un salario minimo 5 240 250 200 4 200 180 136 151 3 150 120 130 100 112 2 100 70 50 1 0 0 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 Valor del salario minimo (R$) Hasta un salario minimo Fuente: MTE, RAIS Gráfico 6: Evolución del rendimiento medio del mercado de trabajo formal y del valor del salario mínimo en dólares – Brasil, 1994-2006 1400 163 1200 1.135,35 1.169,00 1.058,63 985,3 1000 885,39 128 829,88 736,58 746,69 766,53 800 704,89 664,43 98 607,29 600 77 83 75 400 56 200 0 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 Renda media nacional (Trabajo formal) Salario mínimo em US$ Fuente: MTE y Banco Central. Observación: Valor del salario mínimo y cotización del dólar en 31 de diciembre Después de la estabilidad económica (1998-2002), hubo aumento constante del valor del salario mínimo y oscilación negativa de la cotización del dólar, lo que significaría mayor poder de compra de la población, principalmente de productos importados. En junio de 2007,
18 salario mínimo alcanza el equivalente a US$ 160, mayor valor en dólares desde 1953 (cuando inició la serie histórica del Banco Central) (Gráfico 5). Después de 1994 hubo aumento constante del valor del salario mínimo, sin que hubiera un aumento correspondiente en la participación de empleados en el mercado de trabajo formal en este grupo de rendimiento, lo que significa que en el mercado de trabajo formal hubo aumento de la participación de empleados que reciben más de un salario mínimo (Gráfico 6). Tabla 4: Concentración de renda en el mercado de trabajo formal: participación del número de trabajadores por grupo de renda, masa salarial y renda media por grupo – Brasil, 2006. GRUPO DE RENDIMIENTO Total de % Col Masa salarial % Col Renda media (en salarios empleos diciembre (R$) (R$) mínimos) HASTA 0,50 131.993 0,38 20.161.851,34 0,05 152,74 0,51 1,00 1.685.712 4,8 529.347.940,36 1,29 314,02 1,01 1,50 9.633.094 27,4 4.090.241.004,27 9,95 424,6 1,51 2,00 6.564.456 18,67 3.903.553.525,10 9,49 594,65 2,01 3,00 6.372.280 18,13 5.275.384.877,04 12,83 827,86 3,01 4,00 3.109.456 8,84 3.655.831.419,32 8,89 1.115,71 4,01 5,00 1.903.354 5,41 2.885.112.236,09 7,02 1.514,80 5,01 7,00 2.052.450 5,84 4.083.971.670,08 9,93 1.989,80 7,01 10,00 1.408.900 4,01 3.961.036.961,88 9,63 2.811,44 10,01 15,00 934.763 2,66 3.826.488.461,22 9,31 4.093,53 15,01 20,00 427.148 1,22 2.490.713.734,22 6,06 5.831,03 20,0 O MÁS 579.410 1,65 6.394.915.085,58 15,55 11.036,94 Total 35.155.249 100 41.116.758.766,50 100 1.169,57 Fuente: MTE, RAIS. Observación: en 31 diciembre del 2006, US$ 1,00 = R$ 2,138 (Banco Central do Brasil). Los datos para el mercado de trabajo en Brasil demuestran significativos avanzos en lo que concierne al trabajo decente. Sin embargo, todavía se puede observar un gran grado de desigualdad en el mercado de trabajo formal. Además existe gran concentración de renda (Tabla 4). Los puestos de trabajo en los grupos de renda de hasta dos salarios mínimos, con renda media de hasta R$ 594 representaban, en 2006, 51,2% do total de empleos, siendo que estés concentran 20,8% da masa salarial. Los puestos de trabajo en los grupos de renda mayor que 15 salarios mínimos, con renda media de más de R$ 5.831, representaban apenas 2,9% del total de empleos, siendo que estos concentran 21,6% de la masa salarial. O sea, 3% de los trabajadores de los mayores grupos de renda reciben más que 51% de los trabajadores del mercado de trabajo formal. El abordaje sobre la calidad del empleo puede buscar los determinantes de estas diferencias y revelar tal desigualdad.
19 Conclusiones La perspectiva ética y el aspecto político presente en el debate acerca de los conceptos de calidad del empleo y de trabajo decente, al mismo tiempo en que demuestran cuanto ambos conceptos son delicados, indican la importancia de pensarlos como conceptos importantes para la comprensión de la realidad actual del trabajo. Ambos conceptos no estarían acabados, pero eso parece caracterizar la forma de expresión de la realidad social en que el cambio sería duradero y los conceptos parecen necesariamente cada vez más abiertos para que puedan dar cuenta de la complejidad del mundo actual. El debate sobre el trabajo decente sería urgente y necesario para el contexto latinoamericano, pero no puede encubrir otras formas de abordar la cuestión laboral, del trabajo y del empleo en un mundo globalizado. Al final, superar la línea de la pobreza no sería suficiente, sino, sería necesario crear empleos que mejoren las condiciones de vida de los trabajadores no solamente en términos económicos, pues su bienestar estaría más allá de la dimensión económica. En términos analíticos, la perspectiva del trabajo decente, a pesar de ser necesaria para el contexto latinoamericano, estaría definida por criterios insuficientes, ya que nivelaría los empleos de forma rastrera, con poca calidad. El parámetro de análisis sería el contrapunto del empleo precario, atacando, especialmente, la cuestión de la informalidad y de la desprotección social de los trabajadores, sin contemplar el análisis sobre empleos efectivamente de calidad y, por lo tanto, sobre el origen de la calidad del empleo, sus determinantes. La “vieja discusión” sobre calidad del empleo puede constituirse, en verdad, como otra forma no política y más amplia de atacar el problema de lo laboral en la actualidad, complementando el debate sobre el trabajo decente. Referencias bibliográficas CARRASCO, Emílio A. La calidad del empleo en el marco de la institucionalidad colombiana. Cuadernos de Trabajo. N° 3. Observatorio Del Mercado de Trabajo y la Seguridad Social. Bogotá: Universidad Externado en Colombia, 2002. 41p. CARTY, Liz. El debate sobre la calidad del empleo: el caso de los Estados Unidos de América, 1970-1990. IN: INFANTE, Ricardo (Editor). La calidad del empleo. Obra citada. (p. 85-114) CASTEL, Robert; HAROCHE, Claudine. Propiedad privada, propiedad social, propiedad de sí: conversaciones sobre la construcción del individuo. 1ª Ed. Rosario: Homo sapiens, 2003.
20 CÉLESTIN, Jean-Bernard. A qualidade do emprego. Lisboa: Cadavalgráfica, 2002. ESPINOZA, Malva. Trabajo decente y protección social. Santiago-Chile: Oficina Internacional del Trabajo, Primera edición 2003. 25p. FARNÉ, Stefano. Estudio sobre la calidad del empleo en Colombia. Lima/Perú: OIT/Oficina Subregional para los Países Andinos, 2003. 38p. FARNÉ, Stefano. Informe sobre la calidad del empleo en Colombia. OIT, Oficina de Área y Equipo Técnico para los Países Andinos. Bogotá: OIT, 2001. 27p. GHAI, Dharam. Trabajo decente: Concepto e indicadores. Revista Internacional del Trabajo, vol. 122 (2003), núm. 2, p. 125-160. GHIONE, Hugo Barretto. Concepto y dimensiones del trabajo decente: entre la protección social básica y la participación de los trabajadores en la empresa. Boletín Cinterfor, n° 151, p. 153-172. Montevideo, Uruguai: OIT, 2001. INFANTE, Ricardo; SUNKEL, Guillermo. Chile: Trabajo decente y calidad de vida familiar, 1990-2000. Santiago-Chile: Oficina Internacional del Trabajo, Organización Internacional del Trabajo, Primera edición 2004. 135p. INFANTE, Ricardo. Prólogo. IN: ESPINOZA, Malva. Trabajo decente y protección social. Santiago-Chile: Oficina Internacional del Trabajo, Primera edición 2003. INFANTE, Ricardo (Editor). La calidad del empleo: la experiencia de los países latinoamericanos y de los Estados Unidos. Santiago-Chile: OIT, 1999. 264p. LEVAGGI, Virgilio. Democracia y trabajo decente en América Latina. Lima-Perú: Oficina Internacional del Trabajo, 2006. MARTINEZ, Daniel. Prólogo. IN: LEVAGGI, Virgilio. Democracia y trabajo decente en América Latina. Lima-Perú: Oficina Internacional del Trabajo, 2006. SLAUGHTER, J. Should we all compete against each other? Labor Notes, mayo, 1993. URIARTE, Oscar Ermida. Trabajo decente y formación profesional. Boletín Cinterfor, n° 151, p. 9-26. Montevideo, Uruguay: OIT, 2001. VALENZUELA, Maria Elena, REINECKE, Gerhard. ¿Más y Mejores empleos para las mujeres?: La experiencia de los países del Mercosur y Chile. Santiago de Chile: OIT, Diciembre de 2000.
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