GERTRUDIS GÓMEZ DE AVELLANEDA, amadora de Almonte - ILUSIONA
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Yo no deseo que las mujeres tengan poder sobre los hombres, sino sobre ellas mismas Mary Wolstonecraft La revista cultural de Ilusiona GERTRUDIS GÓMEZ DE AVELLANEDA, amadora de Almonte Gertrudis Gómez de Avellaneda (1814-1873) llamada cariñosamente «Tula» o «La Avellaneda», fue una novelista, dramaturga y poetisa española del Romanticismo. Nacida en Cuba, se instaló en España a los veintidós años, donde comenzó a publicar bajo el seudónimo de «La Peregrina». Sus personales circunstancias biográficas, su apasionado carácter, su generosidad y su marcada rebeldía frente a los convencionalismos sociales, que la llevaron a vivir de acuerdo con sus propias convicciones, hacen que se diferencie de la mayoría de las escritoras de su tiempo, convirtiéndola en precursora del movimiento feminista en España. Antes de hablar de su relación con nuestro pueblo, que es el tema que nos ocupa, hagamos un breve repaso por la vida de quien fue una mujer realmente adelantada a su época. Gertrudis nació en Cuba en 1814. Era hija de un teniente de la marina española y una cubana criolla, perteneciente a una familia ilustre. En la isla permaneció hasta 1836, donde desarrolló su pasión por la literatura desde niña. Su abuelo materno intentó concertar su matrimonio con un pariente lejano, presunto buen partido, pero ella lo desprecia y acaba desheredada. La familia emigró a Europa y se asienta en Galicia, pero ella no se adapta a la vida gallega. Finalmente, decide irse a Constantina (Sevilla), para conocer Nº 12 a su familia paterna. Marzo 2021
Ni libre soy, ni la prisión me encierra; veo sin luz, sin voz hablar ansío; temo sin esperar, sin placer río; nada me da valor, nada me aterra. [...] Valiente pienso ser, y débil lloro. !mpieza a publicar sus primeros poemas, con el Cúmplese así mi extraordinaria suerte. pseudónimo de Peregrina, y fue entonces cuando, relacionándose con la alta sociedad sevillana del momento, conoce a Ignacio de Cepeda, estudiante de derecho estrechamente ligado a Almonte y apegado a las tradiciones, pero fascinado por la capacidad de independencia y audacia de Gertrudis. Su relación amorosa fue atormentada y acabó mal. Para él, ella escribió una autobiografía e infinidad de cartas que firmaba como “Amadora de Almonte”, pero parece que él terminó la relación, abrumado por la impetuosidad de esta mujer, y ella, en 1840, marchó a Madrid. Ese mismo año, estrenó en Sevilla su primera obra de teatro, «Leoncia», pero será en Madrid, donde Gertrudis se vincule por completo al mundo literario. En esos años gozó de gran reputación, y publicando poesías y novelas, y triunfando en el teatro con sus obras, se convierte en la autora más admirada en Madrid con un éxito literario enorme. !l triunfo literario la acompañó en la misma medida que las desgracias sentimentales. Tristemente, Gertrudis amó mucho y en vano. Aunque tuvo una visión pesimista del amor porque no pudo encontrar nunca un alma sincera y ardiente como la suya, de elevados pensamientos y digna de veneración por su parte que pudiera comprender y aceptar su vocación literaria, no renunció nunca a la ilusión de amar y ser amada y a destinar los frutos de su talento literario para la sociedad en la que le tocó vivir. Fue protagonista, como las heroínas de sus novelas preferidas, de sonados triunfos y amargos desengaños. Su intensa vitalidad, su imaginación poética, su exquisita sensibilidad, su gran amor por la libertad y por la literatura, junto a su inteligencia, franqueza, y exacerbado idealismo le hicieron concebir unos deseos incompatibles con el modelo de mujer «virtuosa» de su época. A nuestro también ilustre maestro Lorenzo Cruz, nacido en Almonte el 5 de febrero de 1855, académico de la Real Academia de la Historia y de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras, le debemos la primera edición de «Las cartas a Cepeda» en su obra “La Avellaneda: autobiografía y cartas de la ilustre poetisa” hasta ahora inéditas, con un prólogo y una necrología, publicada en Huelva en 1907, y fundamentada en la correspondencia mantenida por Gertrudis e Ignacio de Cepeda y Alcalde, ilustrado y afamado hijo de Almonte. 2 de 6
Es a Ignacio Cepeda, hombre de esmerada educación y elevada cultura, a quien Tula le dedica sus más sinceras palabras, desde sus más íntimos sentimientos, hasta sucesos cotidianos o quejas o peticiones de perdón. Un hombre al que ella, ciega de amor, tiene en alta consideración: “tú no eres un hombre, no, a mis ojos. Eres el Ángel de mi destino […] te juro que mortal ninguno ha tenido la influencia que tú sobre mi corazón”. Se muestra ya en la primera carta, escrita en 1839 según apunta Lorenzo Cruz, que el amor que siente nuestra Amadora de Almonte no es correspondido, al menos no en la manera que ella esperaría, pues le dice a Ignacio “usted me habla de amistad, y no ha mucho que sintió usted amor. Yo no creo ni en una ni en otro”. Gertrudis parece cansada de amar sin recibir nada a cambio: “Te he dicho que si te vas, todo queda roto, todo queda concluido entre nosotros de una manera absoluta, y en esto mi resolución es irrevocable, porque es necesaria. […] Te declaro que nada tienes que ver conmigo en lo sucesivo, ni como mero conocido; porque yo todo lo renuncio hoy; tu amor y tu amistad y tu recuerdo”. Sin embargo, no llega a renunciar por completo a él y le dice que “todos los indicios, que en tu proceder haya podido ver de que no eres mejor que la humanidad, no han sido bastantes a destruir aquella persuasión instintiva de que eres bueno, de que eres leal, de que eres una noble naturaleza excepcional en esta mísera raza […] Te quiero pues todavía, todavía creo, a pesar de todo, en tu amistad”. A sus veinticinco años, la Amadora de Almonte nos muestra toda la ternura de su pueril e inocente corazón. La autora experimenta un gran sentimiento amoroso que va acompañado, como es propio del amor romántico, del padecimiento, y hasta de esto llega a complacerse la autora, pues el sufrimiento por amor ennoblece el alma. …tú no eres un hombre, no, a mis ojos. Eres el Ángel de mi destino[…] 3 de 6
El traje de ROCIERA Pasa el tiempo como el hilar de la Íntimamente ligada a la tierra, la forma moda. Como si ella nos trajera más típica con que se visten las rocieras nos modernidad, van cambiándose y habla de un tiempo inmemorial donde olvidándose las estéticas, las actitudes, las mujeres se convierten en las las formas de relacionarnos protagonistas. Ellas son las que personalmente. Sin embargo, no ocurre concentran las miradas, gracias a una tanto así en la moda rociera. Es vestimenta que está pensada para llamativo observar cómo la seducir a los hombres. En parte con indumentaria típica del lugar es un influencias del exótico imaginario tapiz donde se ven entretejidas épocas, romántico, lo cierto es que las revelándose patrones populares de connotaciones sensuales de los trajes de comportamiento y sugiriéndonos una rociera se remontan a estilismos esencia perdurable al paso de las anteriores al siglo XIX. Resulta innegable temporadas. En la moda rociera se su referencia a la cultura gitana y el ofrece una exteriorización de nuestras mundo del flamenco, conjeturándose costumbres, de nuestra identidad incluso otras raíces más antiguas, de cultural como pueblo, de su índole arábigo-andalusí, cretense y singularidad en los modos de vivir la tartésica. vida, en concreto de cómo se vive en la aldea del Rocío. 4 de 6
La bata rociera es una evolución estilística antiquísima, mezcla de culturas, directamente emparentada con la bata que vestían las gitanas andaluzas para atraer a los forasteros en los paupérrimos años decimonónicos. Conserva el sello nómada y humilde de aquellas feriantes zalameras, reinventándose con vistosos volantes, lunares, estampados, mantoncillos de la China, flecos, pololos… aunque sin alcanzarse la sofisticación de un traje de flamenca. La bata rociera no está hecha para el lucimiento femenino en las celebraciones del Rocío, sino para realizar un camino hacia la aldea en contacto con la naturaleza. Por ello el atuendo es sencillo en sus formas y se acompaña de complementos ligeros y prácticos, como son el pañuelo o sombrero que protegen del calor y el polvo, junto a los botos rocieros o las zapatillas de esparto que facilitan el transitar por las arenas. Con el paso de los años, el entorno natural y cultural del Rocío ha generado una variante propia de moda flamenca que va postulándose como un genuino Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. La moda flamenca, y en especial la moda rociera, nos ilustran sobre el carácter legendario de nuestro pueblo. Más aún, se proyecta al futuro como un compendio identitario que no fosiliza, sino que sigue avivándose porque se adapta a los nuevos tiempos y se hermana con las modas provenientes de otras latitudes. De hecho, entrando en detalle, no existe una única bata rociera, sino una variedad de diseños rocieros, adaptados a los múltiples itinerarios que culminan en la Ermita de la Virgen del Rocío. Sin duda, contamos con una marca distintiva de Almonte, donde nuestra tradición local no para de revestirse con estilismos procedentes de otras regiones y con la impronta dada por la moda internacional. Es palmario que continuará el éxito de una moda que resalta el valor de la feminidad y el poderoso encanto con que cuenta una mujer liberada. Íntimamente ligada a la tierra, la forma típica con que se visten las rocieras nos habla de un tiempo inmemorial donde las mujeres se convierten en las protagonistas Las fotografías correspondientes a este artículo son propiedad del Centro Cultural de la Villa (Ayuntamiento de Almonte) y de Serrano o Gelán (Hemeroteca Municipal de Sevilla). 5 de 6
Calle Santiago, 20 local 21730 Almonte - Huelva 601 625 572 ilus3@ilusiona.info Las opiniones y textos reflejados en esta revista solo responden a un objetivo: dar a conocer e www.ilusiona.info ilustrar la cultura popular de Almonte en todas sus vertientes, a margen de ideologías y partidismos.
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