LA DIGNIDAD DE LA PERSONA LA DOC IRINA DE LA IGLESIA CATOLICA

Página creada Daniela Ricardo
 
SEGUIR LEYENDO
LA DIGNIDAD DE LA
PERSONA            . EN
LA DOC IRINA DE LA
IGLESIACATOLICA
(Análisis de un tópico)
Luciano Barcia
SUMARIO: 1. Común aceptación del valor de la dignidad de la persona en el pensa-
miento actual. 11. Discrepancias ideológicas acerca del contenido y consecuencias de
la dignidad humana. Antropologías insuficientes. 111. El magisterio de la Iglesia ofrece
en nuestro tiempo la doctrina cristiana acerca de la verdadera dignidad del hombre.
a) Dimensión natural. b) Dimensión sobrenatural. IV. Dignidad y ordenación cristia-
na de la vida humana. V. A modo de conclusión.

1.   COMUN ACEPTACION DEL VALOR DE LA DIGNIDAD DE LA PERSONA
     EN EL PENSAMIENTO ACTUAL.

      La referencia a la dignidad de la persona humana es uno de los con-
dicionamientos que caracterizan los llamados «signos de los tiempos».
Ello no quiere decir que con anterioridad no se hayan tenido presentes
tal concepto y realidad. Significa solamente que la reflexión sobre ella
se hace de una manera clara, explícita y directa en la época que nos toca
vivir.
     Es de admitir que en la base de las Declaraciones de Derechos, que
a través de los siglos se han manifestado, estaba el pensamiento de que
los derechos corresponden al hombre en razón a su dignidad, de la cual
derivan las legítimas libertades a que hacen referencia los fueros, car-
tas, estatutos, declaraciones formales.
     De la «dignidad pública» y de la «dignidad ingenua» habla la ley
promulgada por el glorioso Príncipe Recesvinto en el VII Concilio de To-
442                                                                LUCIANO BARCIA

ledo l. El respeto por la dignidad de los indios. inspira la abundante legis-
lación de los Monarcas españoles relacionada con ellos 2.
      Cabe pensar que la Declaración de Derechos del buen Pueblo de Vir-
ginia, de 12 de junio de 1776, la Declaración de Independencia de los Es-
tados Unidos, de 4 de julio de 1776, la Declaración de los Derechos del
hombre y del ciudadano, aprobada en Francia por la Asamblea Nacional
el 26 de agosto de 1789 y por el Rey Luis XVI el 5 de octubre, formando
parte y encabezándola, de la primera Constitución revolucionaria de 3
de septiemb're de 1791, tienen presente el respeto debido a la dignidad
de la persona humana.
      También en las Constituciones políticas de los siglos XIX y XX, in-
cluídas aquellas que no emplean el término «dignidad» 3 podemos ver re-
flejado el concepto que se tenga acerca de la dignidad personal. No es
fácil reconocer una fundamentación basada en la dignidad de la persona
humana en las constituciones o sistemas de signo claramente materia-
lista, cuales pueden ser los derivados del marxismo 4. Tampoco es fácil
admitir un verdadero humanismo en estos sistemas e ideologías, que
parten de la base de la subordinación (a veces de carácter instrumental)
del individuo ante la sociedad o el partido, racista, socialista o comu-
 nista 5.   .

      El término «dignidad» se explicita en el título preliminar del Fuero
de los españoles de 17 de julio de 1945, por el que «El Estado proclama
como principio rector de sus actos el respeto a la dignidad de la persona

    1. Cfr. A. GARCIA GALLO, Manual de Historia del Derecho Español, 11, Antología
de Fuentes del Antiguo Derecho, Edic. 4,a del autor, Madrid, 1971, págs. 409 ss.
    2. Cfr. Instrucción de los RR. Católicos a Nicolás Ovando Gobernador de las Indias,
en 16 de setiembre de 1501, apud A. GARCIA GALLO, ibid., pág. 779. Leyes Nuevas de
Indias, otorgadas por Carlos I en 20 de noviembre de 1542 para el -buen gobierno y
tratamiento de los indios», apud A. GARCIA GALLO, Ibid. 776 ss. y 792 ss.
    3. Cfr. Constitución Política de la Mona'rquía española', de 19 de marzo de 1812;
Constitución del 4 de noviembre de' la 11 República Francesa; Constftución de la Mo-
narquía española de 30 de junio de 1876, aprobada por las Cortes del Reino y por Al-
fonso XII; Constitucíón Política de los EE. VV. Mejicanos de 5 de febrero de 1917;
Constitución del Reich Alemán, de 14 de agosto de 1919. Puede verse publicada la ma-
yor parte del contenido de estas Constituciones en Textos Básicos sobre Derechos
Humanos, Edic. preparada por G. Peces Barba, Universidad Complutense, Madrid, 1973.
Pueden consultarse útilmente también: Los Derechos Humanos. Deda'faciones y Con-
venios internacionales; estudio preliminar de A. Truyol Serra, Ed. Tecnos, Madrid, 1971.
Annuaire Fram;ais des droits de /'homme de la Universidad de Besan
LA DIGNIDAD DE LA PERSONA HUMANA                                                .H3

humana ... ». La Constitución de la República Italiana de17de diciembre
de 1947 señala en el artículo 3.° que «Todos los ciudadanos tienen idén-
tica dignidad social y son iguales ante la Ley, sin distinción c1~ sexo. ra"
za, idioma, religión, opiniones políticas, condiciones personales o socia-
les ... ». La Ley Fundamental de la República Federal de Alemania de 8de
mayo de 1949 señala entre 'los derechos fundamentales «art.1: La digni-
dad del pueblo es int~ngible. Respetarla y protegerla es obligación de.
todo poder estatal».
      La presencia de la palabra «dignidad» referida a la persona humana
viene a ser algo comúnmente admitido en la actualidad. Aparece en la
Declaración Universal de Derechos Humanos de las Naciones Unidas he-
cha en 10 de diciembre de 1948, en cuyo preámbulo se dice: «Consideran-
do que la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el re-
conocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalie-
nables de todos los miembros de la familia humana ... Considerando que
los pueblos de las Naciones Unidas han reafirmado el1 la Carta su fe e.n
los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la
persona humana y en la igualdad de derechos de hombres y mujeres, y.
se han declarado resueltos a promover el progreso social y a elevar el
nivel de vida ... ». También el artículo primero de tal declaración se refie-
re a que «todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y
derechos, y dotados como están de razón y conciencia, deben comportar-
se fraternalmente los unos con los otros ... ».
      Con el fin de dar un carácter jurídico e internacionalmente obligato-
rio a la Declaración de Derechos de 1948, la O.N.U., a trav~s de sus or-
ganismos competentes, elaboró diversos proyectos complementarios de,
aquella Declaración. Tales proyectos fueron aprobados por unanimidad en
la Asamblea General reunida en Nueva York el 16 de diciembre de 1966,
convirtiéndose así en el Pacto Internacional de Derechos Civifes y Polí-
ticos y en el Pacto Internacional de Derechos económicos, sociales y cul-
turales. Tales pactos se fundamentan en que «conforme a los principios
enunciados en la Carta de las Naciones Unidas, la libertad, la justicia y.
la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la .dignidad in-
herente a todos los miembros de la familia humana y de sus derechos
iguales e inalienables» 6.
      Otras declaraciones de derechos de carácter menos universal parten
también de la consideración refleja de la dignídad húmana. La IX Confe-

   6. Así se expresan en la que pudiéramos llamar parte introductoria de los Pactos.
Cfr. Textos Básicos sobre . Derechos Humanos, edic. preparada por G. Peces Barba,
Universidad Complutense, Madrid, 197'3.
444                                                              LUCIANO BARCIA

rencia Internacional Americana reunida en Bogotá durante los días como
prendidos entre el 30 de marzo al 2 de mayo de 1948 formuló la De-
claración Americana de los Derechos y deberes del hombre, declarando
que «los pueblos americanos han dignificado la persona humana ... » y acor-
dando que «todos los hombres nacen libres e iguales en dignidad y de-
rechos y, dotados como están por naturaleza de razón y conciencia, deben
conducirse fraternalmente los unos con los otros ... ».
     No todas las declaraciones de derechos de nuestros días emplean
de manera explícita la palabra «dignidad». Tal ocurre con el preámbulo de
la Convención de Salvaguardia de derechos del hombre y de las Liberta·
des Fundamentales, firmada por los Gobiernos Signatarios, miembros del
Consejo de Europa, en Roma el 4 de noviembre de 1950 7 • Tampoco apare-
ce dicho término en la Carta Social Europea, aprobada en Turín el 18 de
octubre de 1961. Por su parte la Convención Americana sobre Derechos
humanos elaborada en la Conferencia de S. José de Costa Rica el 7 de
abril de 1970 en su Preámbulo manifiesta que «los derechos esenciales
del hombre no nacen del hecho de ser nacional de determinado Estado,
sino que tienen como fundamento los atributos de la persona humana ... " .
     No he pretendido hacer una enumeración exhaustiva de los textos
legales o declaraciones en que se parte de la reflexión sobre la dignidad
humana. Tampoco aspiro a ofrecer la doctrina y teorías de los pensadores,
filósofos y juristas, en torno al problema que nos ocupa. Sí quiero en
cambio resaltar cómo los documentos eclesiásticos, enseñanzas pontifi-
cias y conciliares, se fijan de manera directa en la dignidad de la persona
humana, para enaltecerla, para buscar y exponer su fundamento, para
sacar las consecuencias que de ella derivan. Por citarse en este trabaja
en varios momentos la encíclica Pacem in Terris del Papa Juan XXIII y la
Constitución Conciliar sobre la Iglesia en el mundo actual Gaudium et
Spes, básteme por ahora hacer brevemente esta referencia.

11.   DISCREPANCIAS IDEOLOGICAS ACERCA DEL CONTENIDO Y CONSE-
      CUENCIAS DE LA DIGNIDAD HUMANA. ANTROPOLOGIAS INSUFI-
      CIENTES.

    La unidad de los términos empleados «dignidad de la persona huma-
na» no supone, sin embargo, unidad en la explicación de su contenido.

   7. A esta Convención se han añadido cuatro Protocolos adicionales: El primero
fue aprobado en París el 20 de mayo de 1952, entrando en vigor el 18 de mayo de 1954.
LA DIGNIDAD DE LA PERSONA HUMANA                                                        445

A la hora de penetrar en el entendimiento de tales palabras y de sacar las
consecuencias que de él derivan hemos de tener en cuenta las diversas
maneras de concebir y explicar la naturaleza humana por parte del pen-
samiento filosófico. De lo contrario no sería posible evitar un falso es-
pejismo tomando por idénticos unos términos, que sólo lo son f3n el
sonido material de la palabra, pero que tienen un significado muy distin-
to, de acuerdo con la mentalidad de sus interlocutores. Es necesario que
los pensadores, actualmente, también después del Concilio Vaticano 11,
tengamos en cuenta esta realidad, para evitar que llevados de un falso
irenismo o de un mal llamado pluralismo o ecumenismo 8 nos dejemos
sorprender par las corrientes secularizadoras y demoledoras del sentido
cristiano de la vida humana. El empleo de las mismas palabras no siem-
pre supone y compromete a la manifestación de idéntico pensamiento.
    Es el mismo Concilio Vaticano 11 el que, al contemplar cómo los cre-
yentes y los no creyentes están generalmente de acuerdo en que todos
los bienes de la tierra deben «ordenarse en función del hombre centro y
cima de todos ellos», advierte, sin embargo, que «son muchas las opinio-
nes que el hombre se ha dado y se da a sí mismo. Diversas e incluso
contradictorias . Exaltándose a sí mismo como regla absoluta o hundién-
dose hasta la desesperación ... La duda y la ansiedad se siguen en con-
secuencia. La Iglesia siente profundamente estas dificultades y, aleccio-
nada por la Revelación divina, puede darles la respuesta que perfile la
verdadera situación del hombre, dé explicación a sus enfermedades y per-
mita conocer simultáneamente y con acierto la dignidad y vocación pro-
pias del hombre» 9.
     Las palabras del Concilio constatan una realidad, la del mundo que
nos rodea y en el que estamos inmersos: la del pensamiento variado y
distinto acerca de la naturaleza y dignidad del hombre.
    A la pregunta ¿qué es el hombre? dan respuestas distintas las di-
versas antropologías que se manifiestan de conformidad con el pensa-

El segundo y tercero fueron aprobados en Estrasburgo el 6 de mayo de 1963 y entra-
ron en vigor el día 21 de setiembre de 1970. El cuarto y último fue aprobado en Estras-
burgo el 20 de enero de 1966 y entró en vigor el 20 de diciembre de 1971.
    8. Cfr. el Decreto del Concilio Vaticano 11 Unitatis redintegratio, n. 11 donde se dice:
-Es de todo punto necesario que se exponga claramente toda la doctrina. Nada es tan
ajeno al ecumenismo que ese falso irenismo , que daña a la pu teza de la doctrina cató-
lica y obscurece su genuino Y' definido sentido» .
    9. Gaudium et Spes, n. 12.
446                                                               LUCIANO BARCIA

miento filosófico que está subyacente en ellas y del cual son reflejo y
expresión 10.
     El hombre es un ser ordenado por naturaleza a estar en diálogo
consigo mismo. Ello constituye una exigencia y es al mismo tiempo un
privilegio del ser racional. El valor imperativo del «nosce te ipsum». re-
petido ya en la filosofía clásica griega, se manifiesta de una manera
ininterrumpida a través de la historia. Se ha prestado atención al hombre
desde todos los ángulos en que su ser puede contemplarse, lo que ha
dado origen al desarrollo de variadas ciencias. Las ciencias médicas con-
templan al hombre con relación a su ser y salud corporal; las ciencias
políticas lo consideran como autor y miembro de la sociedad civil; la psi-
cología trata del alma del hombre y de sus potencias; la pedagogía, la
ética, junto con otras ciencias atienden al hombre analizando sus nece-
sidades, sus tendencias, los medios de mejorarlo, los actos y los esta-
dos en constante variación, las obras que produce, las leyes a que está
sujeto, las relaciones que lo vinculan con los demás seres, con todos los
puntos del universo y con el infinito. La antropología por su parte con-
sidera la naturaleza del hombre en sí mismo, naturaleza que, a su vez,
es explicada de conformidad con las distintas concepciones filosóficas.
     Para una antropología que pudiéramos llamar racionalista el hombre
viene a ser pura razón. Para Descartes la sustancia del Yo, toda su esen-
cia consiste solamente en el pensar 11. Bias Pascal afirma que el hombre
es una caña que piensa 12 y que toda su dignidad consiste en el pensa-
miento 13.
     La antropología cientificista contempla al hombre como un mero he-
cho empírico, un cuerpo físico, un ser viviente, estudiado por la biología,
la psicología. la sociología o la etnología científicas. Es el hombre del
positivismo. producto heterogéneo del empirismo 14 y que se preocupa
del hombre «phaenomenon», descuidando al hombre «noumenon».
     La antropología materialista, negando el espíritu, afirma solamente

    10. Cfr. F. PUY, Lecciones de Derecho Natural, 3.a edic., Ed . Dirosa, Barcelona,
1974, págs. 137 ss. En ellas puede verse abundante bibliografía. E. VIDAL, Considera-
zioni sul fondamento di una storiografía del/'Uomo, en .Rivista Internazionale di Filo-
sofía del diritto», 11 (1950) 268 ss.
   11. Cfr. R. DESCARTES, Discours de la Methode, Quatrieme Partie, Lib. Hachette,
París, 1922, págs. 79 ss.
    12. Cfr. B. PASCAL, Pensées, 264 (347); en sus Oeuvres completes, ed. Jacques
Chevalier, Gallimard, Bruges, 1954, pág. 1.157.
    13. Cfr. B. PASCAL, Pensees, 210 (146); íbid., pág. 1.146.
    14. Cfr. E. VIDAL, loe. cit., pág. 289.
LA DIGNIDAD DE LA PERSONA HUMANA                                                       H7

1& materia como elemento integrante del hombre. Frente al «hombre del
racionalismo» ha surgido el «hombre del materialismo», «el hombre má-
quina» que dijera Le Mettrie, el hombre que no es sino una realidad fí-
sica.
     Para la antropología psicologista, tendencia situada entre el puro ra-
cionalismo y el materialismo puro, el hombre viene a ser un mecanismo
espiritual, cuya fuerza apetitiva se r~duce a la libido, al eros, y es estu-
diado por el método psicoanalítico defendido por S. Freud. Acerca de
él afirma J. Messner que «no sabe nada de un alma espiritual autónoma
en su calidad de parte esencialmente determinante de la naturaleza hu-
mana y pertenece por ello, como teoría metafísica del hombre, al grupo
de las direcciones de la antropología materialista» 15.
      La antropología y humanismo conductista o behaviorista, partiendo de
dogmatismos y fideismos aceptados de antemano, reduce al hombre a
un ser animal, superior, pero sin alma espiritual. Su ley sería el egoísmo
individual o colectivo, en una perspectiva utilitarista o pragmatista 16.
      Una concepción biológico-evolucionista ha creado una antropología
para la cual el hombre es un ser esencialmente cambiante. El profesor
Julián Huxley presentó como conclusión de su obra que la evolución «es
un producto de fuerzas ciegas como la caída de una piedra a la tierra o
el flujo y reflujo de las mareas" 17. La antropología evolucionista no admi-
te valores absolutos ni permite que se hable de valores permanentes y
esenciales del hombre, especie superiormente desarrollada de los anima-
les vertebrados, «materia viva», resultado de la evolución de la materia
mineral.
     El neopositivismo lógico tiene una antropología propia, de acuerdo
con su doctrina acerca del valor del conocimiento y de la verdad. Se ex-
tendió dicha tendencia en el pensamiento filosófico de Inglaterra y de
América durante el tiempo inmediatamente anterior y posterior a la se-
gunda guerra mundial. Para él sólo es posible el conocimiento de la ver-
dad en la realidad perceptible por los sentidos. Las afirmaciones sobre la
realidad metafísica y sobre los valores carecen de sentido y no pueden
ser ni verdaderas ni falsas. De acuerdo con tal concepción el alma huma-

    15. Cfr. J. MESSNER. Etíca Social, política y económica a      la luz del Derecho Na·
tural ,Ed. Rialp, Madrid, 1967, pág. 22.
    16. Cfr. para el estudio de este sistema A. L. THORNDIKE,      Breve historia de la ci-
viUzación, trad. C. Lara, Claridad, Buenos Aires, 1953.
    17. J. HUXLEY, Evolut/on. The Modern Synthesis (1942)          13. Apud J. MESSNER,
Etica Social, Política y Económica a la luz del Derecho Natural,   Ed. Rialp, Madrid, 1967,
pág. 23.
448                                                                    LUCIANO BARCIA

na, cual realidad inmaterial, viene a ser como «el fantasma en la máqui-
na» 18 y el hombre, «solamente una máquina de relacionar fenómenos
sensitivamente aprehendidos» 19.
      También el existencialismo tiene propia antropología, concorde con
la tesis fundamental que, aplicada al hombre, afirma que nada podemos
saber acerca del ser o esencia del mismo, reducidos como están nues-
tros conocimientos a la existencia y al «cómo» del ser del hombre. Para
el existencialismo no cabe hablar de un orden moral de validez general,
basado en la misma naturaleza o esencia del hombre; de élla se prescin-
de. El existir «propio» del hombre está condicionado por la realización de
sí mismo en cada momento histórico; la realización de sí mismo depende
de la decisión que cada hombre toma por razón de su libertad y que se
hace patente en el existir mediante «proyectos propios» del hombre sin-
gular. El pensamiento existencialista, al concretar su mirada en el hecho
escueto de estar ahí en el mundo, contempla al hombre como un «estar
arrojado, desorientado, sin pauta de conducta ni criterio de acción» 20.
      En contraste con el monismo materialista que, por lo que se refiere
al hombre, reduce su espíritu a una forma de desarrollo de la materia, el
monismo idealista concibe todo lo real y en concreto al hombre, como
forma de desarrollo del espíritu, esencia fundamental del mundo. Para
la antropología idealista el hombre es sólo idea, espíritu, alma; lo que
tiene de materia y de animalidad es meramente accesorio. Al poner de
relieve la naturaleza superior del hombre prescinde de su naturaleza in-
ferior, corporal y animal.
      Coexiste en el tiempo y en el espacio, al lado de estas antropologías,
 la concepción cristiano-católica del hombre, la cual debe ser considerada
 con mayor extensión y profundidad.
      La referencia concreta, no detallada, a diversas antropolog ías sólo ha
 pretendido demostrar la variedad de pensamiento, sin formular de ma-
 nera refleja juicio crítico acerca de ellas. Claro es que mi aceptación
de la concepción cristiano-católica del hombre conlleva el apartamiento
de todo sistema que no sea compatible con el cristianismo. La doctrina
 católica ofrece al pensador una visión total y completa del hombre his-
 tórico en sus variadas dimensiones, a diferencia de otros sistemas que
 generalmente se apartan de la verdad, en cuªnto se limitan, de manera

      18. J . MESSNER, loc. cit., pág . 24 , donde se encuentra abundante bibliog rafía.
      19. F. PUY, loc. cit., pág. 142.
      20. F. PUY, ibidem.
LA DIGNIDAD DE LA PERSONA HUMANA                                        *49

más o menos consciente, a aspectos muy parciales del ser y de la natu-
raleza del hombre.
     Es difícil en ocasiones catalogar las maneras de pensar y de hablar
de la naturaleza del hombre por parte de pensadores y escritores de cada
tiempo, influenciados por las corrientes dominantes de la época. Siempre
será cierto que al concepto que se tenga acerca de la naturaleza huma-
na responde de hecho el concepto que se exprese acerca de su dignidad.

111.     EL MAGISTERIO DE LA IGLESIA OFRECE EN NUESTRO TIEMPO LA
         DOCTRINA CRISTIANA ACERCA DE LA VERDADERA DIGNIDAD DEL
         HOMBRE.

     El conocimiento de las corrientes de opinión acerca de la naturaleza
y dignidad del hombre es provechoso al pensador católico, que detecta
de este modo los signos de los tiempos que le toca vivir.
     Mas la misión del pensador cristiano-católico no es la de situarse en
el mundo contemplando la panorámica que se ofrece a la vista. La pano-
rámica se le mostrará en ocasiones bella y hermosa, agradable; en otras
ocasiones le ofrecerá una perspectiva envuelta en tinieblas, manchada,
carente de ilusión. En cualquier circunstancia dicho pensador deberá in-
fluir en el mundo, deberá presentar la verdadera imagen del hombre y
de su dignidad, partiendo de los principios que le ofrece la luz superior
de la divina revelación. El respeto a las personas que defienden otras
ideas no supone la renuncia a las propias convicciones. Si los pensadores
no católicos, basados en su propia libertad de expresión, se atribuyen
el derecho de mantener su ideología, al menos el mismo derecho pueden
exhibir los pensadores católicos para defender la recta concepción del
hombre y de su dignidad. Lo que se dice del pensador cabe afirmarlo del
que se dedica a la construcción de la ciudad, del edificio social, para que
deje de tener justificación la duda expresada por un católico italiano en
carta dirigida a L'Osservatore Romano: «Si después de veinticinco años
de protagonismo de los católicos, hemos perdido la batalla de la escuela
y la batalla de la familia, ¿sigue teniendo sentido que cada vez que se
acercan unas elecciones la Jerarquía insista en despertar nuestro senti-
do de responsabilidad? ¿Para qué si, a fin de cuentas, tanto da el que
haya católicos en lugares de importancia como que no los haya?» 21.

       21. Estar no es la meta, Editorial de -Palabra. 117 (1975) 3.
45G                                                       LUCIANO BARCIA

     El pensamiento cristiano-católico es uniforme y constante a lo largo
de la historia por lo que se refiere a la grandeza y dignidad del hombre,
habida cuenta de los fundamentos en que tal dignidad está basada.
     La enumeración exhaustiva de los lugares (Sagrada Escritura, San-
tos Padres, Magisterio Eclesiástico. escritos de los teólogos) en los cua-
les se exaltan los valores humanos supondría un trabajo de mayor exten-
sión a la que pretendo ofrecer en la actualidad. Cualquiera que conozca
medianamente la doctrina católica podrá saber que el cristianismo es
una religión revelada, una sociedad que busca la salvación sobrenatural
del hombre y que ha sido fundada por el mismo Dios. hecho Hombre, Je-
sucristo, el cual de tal manera amó a los hombres y apreció su dignidad
que no dudó en ofrecer su vida y morir en una Cruz por salvarlos, no del
dolor y de la muerte o miserias físicas y corporales. sino de la muerte
eterna y de la miseria del pecado. Viene a ser una constante en las en-
señanzas de la Iglesia verdadera, no inficionada por ideas extrañas, el afir-
mar el valor del hombre, fijándose de manera más expresa en el alma
y midiendo aquel valor con relación a la sangre de Cristo, que fue de-
rramada por amor al hombre.
     El conocimiento natural del hombre adquiere nueva luz y percibe un
campo más amplio de verdades con la ayuda de la divina revelación. La
filosofía, búsqueda afanosa de la verdad y de la razón última de las co-
Sas, encuentra en la palabra de Dios comunicada por revelación un faro
que la guía y orienta en medio de la natural obscuridad. La filosofía cris-
tiana, respetando la autonomía y valor del pensar humano, ofrece una
especial firmeza y seguridad, de que están privadas las demás filosofías.
Tal firmeza y seguridad corresponden igualmente a la antropología cris-
tiana, integral, que viene a ser una parte de la filosofía.
     La antropología cristiana descubre y manifiesta en el hombre una
doble dimensión, que cabe considerar de manera resumida por separado:
a)    Una dimensión natural. b)   Una dimensión sobrenatural.

      a)   Dimensión natural.

     La antropología cristiana contempla la dimensión natural del hombre
de conformidad con la filosofía aristotélico-tomista. Ella nos ofrece una
definición del hombre como «animal racional». El hombre no es un ser
simple: ni solo espíritu, ni solo cuerpo; ni sola materia ni sola idea o
psiquismo. El hombre es un ser compuesto de cuerpo orgánico y de alma
racional. substancialmente unidos. Si a cuanto la razón descubre por sí
misma añadimos los datos ofrecidos por la revelación, hemos de decir
LA DIGNIDAD DE LA PERSONA HUMANA                                        451

que el hombre histórico, a la vez que compuesto realmente de alma y de
cuerpo, debe estar adornado de gracia sobrenatural, la cual le ofrece la
dimensión sobrenatural, de que hablaré con posterioridad.
      La realidad del ser del hombre es el fundamento de su dignidad en-
titativa, la cual es tenida presente de manera refleja en este estudio. La
llamada dignidad ética o moral es resultado de la conducta libre, por la
que el hombre se hace acreedor y digno de premio o de castigo. La dig-
nidad ética supone la dignidad entitativa y se extiende a los mismos ór-
denes a que se extiende la derivada del ser natural o sobrenatural, igual
en principio para todos, a diferencia de la dignidad moral, que es dis-
tinta, proporcional a la conducta de cada uno de los hombres.
      Contemplando la compleja realidad que es el hombre y por la cual
es llamado «microcosmos», exponen y defienden la dignidad humana los
documentos pontificios, entre los que me permito resaltar, por ser más
solemnes y recientes, la encíclica «Pacem in Terris» de Juan XXIII y la
Constitución del Concilio Vaticano 11 sobre la Iglesia en el mundo actual
«Gaudium et Spes» ~2. La Declaración Conciliar «Dignitatis Humanae» so-
bre la libertad religiosa más que hacer una exposición detallada de los
fundamentos de la dignidad humana ofrece algunas conclusiones que de
ella derivan en relación con el derecho natural de libertad civil en ma-
teria religiosa.
      La Constitución Conciliar sobre la Iglesia en el mundo moderno
considera que, para dar respuestas a las dudas y opiniones, diversas e
incluso contradictorias, que el hombre ha dado y da acerca de sí mismo,
la Iglesia está «aleccionada por la divina revelación» y por lo mismo «pue-
de darles la respuesta que perfile la verdadera situación del hombre, dé
explicación de sus enfermedades y permita conocer simultáneamente y
con acierto la dignidad y vocación propias del hombre» 23.
      La dignidé.d que corresponde a la dimensión natural del hombre se
fundamenta y distingue a') Por razón de su origen. b') Por razón de su
naturaleza.

    a')   Dignidad natural del hombre por razón de su origen.
    Corresponde a los historiadores del pensamiento y de la filosofía
determinar si el hombre ha llegado a descubrir con la sola luz de la razón

  22. Cfr. Consto Conciliar Gaudium et Spes, parte primera.
  23. Gaudium et Spes, núm. 12.
LUCIANO BARCIA

el hecho de la creación del Universo. La revelación nos da a conocer con
certeza el origen del hombre que ha sido creado a imagen y semejanza
de Dios 2\ hecho poco menor que los ángeles, coronado de gloria y de
honor, constituído sobre las obras de las manos de Dios 25. El origen di-
vino es el primer título de grandeza y dignidad del hombre; así lo ha es-
tablecido de manera constante y uniforme el pensamiento y la filosofía
cristianos. Cualquiera que haya sido la forma histórica con que de he-
cho se formó el primer cuerpo humano en el devenir de los tiempos, sien-
do indudable la colaboración de los padres en la formación sucesiva de
los cuerpos, siempre será cierto que Dios interviene directa e inmedia-
tamente en la creación de todos los hombres: creando cada una de las
almas, a la vez que comunica y conserva la fuerza propia de la materia de
la cual están formados los cuerpos. Ya había advertido Pío XII que la na-
turaleza humana «no puede ser conocida, ni siquiera aproximadamente,
en su perfección, dignidad y elevación y en los fines que gobiernan y
subordinan sus acciones, sin la conexión ontológica con la cual está li-
gada a su causa trascendente» 26.
     La dignidad del hombre por razón de su fin que es Dios la expone ei
magisterio de la Iglesia, contemplando su dimensión y destino sobrenatu-
rales con mayor frecuencia que prestando atención al destino del hom-
bre, que también es Dios, en el orden natural.

     b')    Dignidad natural del hombre por razón de su mismo ser y na-
turaleza.

     A la dignidad que corresponde al hombre por razón de su origen di-
vino se une la dignidad por razón de su naturaleza o esencia propia.
     Enseña la filosofía tradicional, aristotélico-tomista, como hemos di-
cho, que el hombre es un ser compuesto, dotado de alma y cuerpo, subs-
tancialmente unidos. Esta concepción se manifiesta en las enseñanzas
de la Iglesia que ensalza la dignidad del hombre bajo este aspecto a) por-
que «en su misma condición corporal es una síntesis del universos ma-

   24. Gen. 1, 26; Gaudium et Spes, núm. 12.
   25. Cfr. Salmo, 8, 5-6, recogido por la Encíclica de JUAN XXIII Pacem in Terris,
3 y por la Constitución del Concilio Vaticano 11, Gaudium et Spes, 12.
   26. PIO XII, en el Discurso a los Juristas Católicos Italianos, pronunciado el 6 de
noviembre de 1949, en Discorsi e Radiomessaggi di Sua San tita, Tip. Políglota Vatica-
na, XI (1960) 257 s.
LA DIGNIDAD DE LA PERSONA HUMANA                                                 41$3

terial» 27 Y b) porque al estar dotado «de inteligencia y libertad» es cons-
tituído «señor del Universo» 28, «superior al universo entero» 29.
      Sin caer en los inconvenientes propios de los sistemas y antropolo-
gías materialistas, la Iglesia aprecia el valor del cuerpo humano, material,
valor que es común al hombre con el mundo inorgánico. En numerosos dis-
cursos el gran Pontífice Pío XII se refiere a la belleza, dignidad, grandeza,
admirable estructura, armonía, estética e inminente teleología de nues-
tro cuerpo 30. También en los documentos conciliares se manifiesta el
respeto y la alta estima por los valores corporales, que son contemplados,
a veces, unidos a los espirituales. Así ocurre cuando el Concilio defiende
el derecho a la vida, el derecho a la integridad física, el derecho al tra-
bajo, el derecho a una existencia elevada y digna, la preocupación por el
desarrollo y la actividad económico-sociales 31. El cuerpo humano es para
la Iglesia instrumento de santificación y de caridad, «criatura de Dios,
que ha de resucitar en el último día» 32. La legislación canónica muestra
igualmente respeto y aprecio por la dignidad del cuerpo humano 33.
      Más alta sin embargo es para la Iglesia la dignidad del hombre en
cuanto está dotado de vida, que le comunica el alma y por la cual tiene
semejanza con el mundo orgánico, con el orden de los vivientes. Cual
afirmara Pío XII «lo que constituye al hombre es principalmente el alma,
forma substancial de su naturaleza» 34. La manifestación de la vida en el
hombre es triple: vegetativa, sensitiva, espiritual o racional. La más no-
ble de ellas y fuente de mayor dignidad es la vida espiritual. El Conci-
lio Vaticano 11 dedica consideraciones especiales a la dignidad de la inte-
ligencia, que conoce la verdad y se perfecciona por la sabiduría 35, a la
dignidad de la conciencia moral 36, a la grandeza de la libertad, por medio
de la cual el hombre logra su orientación hacia el bien 37.

   27. Gaudium et Spe>s, 13.
   28. JUAN XXIII, Pacem in Terris, 3.
   29. Gaudium et Spe>s, 14.
   30. PIO XII, en el discurso dirigido al Congreso Italiano de Educación Física el 8
de noviembre de 1952, loc. cit. XIV (1961) 379 ss.
   31. Gaudium et Spes, 14, 27, 51, 72.
   32. Gaudium et Spes, 14.
   33. Cfr., entre otros, el can. 2.328 por el que se imponen penas canónicas a los
profanadores de sepulcros y cadáveres.
   34. PIO XII, en su Discurso al V Congreso de Psicoterapia y Psicología Clínica,
fecha 15 de abril de 1953, loe. cit. XV (1969) 65 ss.
   35. Gaudium et Spes, 15.
   36. Gaudium et Spe>s, 16.
   37. Gaudium et Spes, 17.
454                                                             LUCIANO BARCIA

      Es de señalar que la dignidad natural del hombre no queda constituída
por la mera suma de dos valores independientes, cuerpo y alma, sino por
su realidad existencial en la que el hombre es más bien «un ser doble al
mismo tiempo que uno ... un cuerpo informado por el alma» 38 o, como afir-
mara Santo Tomás de Aquino «quasi quiddam horizon et confinium corpo-
reorum et incorporeorum» 39. La unión sustancial de la parte material y
de la parte espiritual constituyen al hombre y lo hacen persona, la cual
en el orden del ser es definida por los filósofos (cierto sector de la filo-
sofía) como «rationalis naturae individua substantia» y en el orden jurí-
dico se define como sujeto de derechos y opligaciones. A la persona co-
mo tal se atribuyen las perfecciones del hombre, las que le corresponden
por razón del cuerpo, las que son propias del alma y las que derivan de
la unión substancial de ambas partes. A la persona corresponde ser fin
para sí misma e imagen de Dios también en el orden natural, rey de la
creación. La creación entera se ordena al hombre como a fin intermedio,
dando a su vez a través del hombre gloria formal o de conocimiento al
Creador. Resumía Pío XII esta doctrina común y uniforme en el pensa-
miento filosóf¡co-teológico cristiano con breves palabras: «La primera
página de la Escritura nos narra con grandiosa simplicidad cómo Dios,
a guisa de corona de su obra creadora, hizo al hombre a su imagen y se-
    •      40
meJanza» .

      b)   Dimensión sobrenatural del hombre.
     Al pensar en el hombre histórico, no podemos desconocer que des-
de el primer momento de su existencia fue elevado por Dios al orden so-
brenatural. Esta dimensión sobrenatural, cuya existencia es comunicada
a la razón por la fe, es desconocida por grandes sectores del pensamien-
to y por gran parte de los autores de muchos de los textos o declaracio-
nes en que se exalta la dignidad de la persona. Los católicos no podemos
ignorarla internamente ni podemos ocultar las propias convicciones, al
entrar en diálogo con quienes no aceptan la doctrina cristiana, que profe~
sa en su integridad la Iglesia Católica.
     Si la creación del hombre y del mundo es obra del amor del Creador

   38. J. M,a GUIX FERRERES, Fundamentos de la Dignidad Humana, en AA. VV., Co-
mentarios a la Pacem in Terris, Ed. B.A.C., 1963, págs. 139 ss.
   39. STO. TOMAS, Contra Gentes, 11, 68.
   40. PIO XII, en el Radiomensaje de Navidad, 24 de diciembre de 1952, loe. cit: XIV
(1961) 419 ss.
LA DIGNIDAD DE LA PERSONA HUMANA                                         455

que desea comunicar sus perfecciones 41 y que se nos hace presente,
porque «en El vivimos, nos movemos y existimos» 42, la elevación al orden
sobrenatural supone la eficacia de un grado más sublime de amor de Dios
para con nosotros. No existe duda alguna sobre las enseñanzas de la
Iglesia en esta materia . Su misma razón de ser y de existir en el mundo
está fundamentada en el hecho de la salvación sobrenatural del hombre
realizada por Cristo. Afirma el Concilio Vaticano 11 que el «misterio del
hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo Encarnado ... Cristo .. . ;
en la misma revelación del Padre y de su amor, manifiesta plenamente el
hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación» 43 .
     La dignidad del hombre se eleva por encima de lo meramente huma-
no hasta llegar al plano de lo divino. Por la gracia santificante el hombre
se hace partícipe de la naturaleza divina 44, por medio de la cual y de las
virtudes que la acompañan quedan elevadas las facultades superiores.
«Por la fe el hombre llega a contemplar y saborear el misterio del plan
divino» 45 . La caridad con que Cristo nos apremia 46 es el vínculo de per-
fección, infundido por Dios, que es caridad 47, en nuestros corazones por
el Espíritu Santo que se nos ha dado 48 y constituye el don principal y
más necesario . con el que amamos a Dios sobre todas las cosas y al pró-
jimo por El 49.
      La elevación sobrenatural que por afectar a la naturaleza del hombre,
a su ser, es llamada entitativa, lleva consigo una ordenación teleológica
o de fin. El fin sobrenatural propio de la naturaleza elevada consiste en
la posesión de Dios por medio de la visión y del amor, a los que acompaña
el gozo sempiterno 50.
      Los defensores de la dignidad del hombre, tanto en el orden natural
como en el sobrenatural, lo contemplan como persona individual a la vez
que como ser social. Si bien es cierto que el hombre ha de colaborar al
bien común y ha de obedecer a las legítimas autoridades de la sociedad
civil y de la Iglesia, también es cierto que ha de desarrollar sus derechos

  41. Cfr. Cone. Vatic. 1, Ses . 111, Cap . 1 (D. 1783).
  42. Act. 17, 28,
  43. Gaudium et Spes, 22.
  44. 2 Peto 1,4; Jo. 1, 13 Y 3, 5; I Jo. 3, 9.
  45. Gaudium et Spes, 15.
  46. 2 Coro 5, 1-4.
  47. 1 Jo. 4, 16.
  48. Rom. 5, 5.
  49. Cfr. Gaudium et Spes, 42.
  50. ICor. 13, 8. 13; Jo. 16, 22,
456                                                      LUCIANO BARCIA

humanos personales en ambas sociedades y ha de conseguir la propia
salvación eterna sin perjuicio de la influencia de su caridad en favor de
los otros hombres.

IV     DIGNIDAD Y ORDENACION CRISTIANA
       DE LA VIDA HUMANA.

     La vida humana con sus valores y actividades debe ser ordenada de
conformidad con su naturaleza y dignidad. Esta ordenación puede hacerse
desde distintas perspectivas y planos. Cabe distinguir la ordenación per-
sonal que el hombre hace de sí mismo y la ordenación que la sociedad en
que está inmerso quiere imprimir a la vida de sus súbditos.
    Cuando hablo de la ordenación por parte de la sociedad, atiendo y
contemplo la existencia de dos sociedades distintas: la religiosa y la
profana o civil. Las mismas personas pueden pertenecer a ambas socie-
dades, autónomas en su orden e independientes entre sí. Tal ocurre de
hecho con los católicos y pudiera ocurrir, también en España, con los
miembros que profesan otra religión, cuando por su entidad y dimensión
social, a la vez que por los principios y doctrina de su religión extendida
en el tiempo o en el espacio y número, recaben legítimamente una auto-
nomía religiosa dentro de un orden civil que respetan y a cuyo bienestar
material y temporal contribuyen.
     No pretendo fijarme de manera refleja en la ordenación de la vida
humana que pueda provenir de la sociedad y de la autoridad civil. Estas
han de buscar directamente el bienestar material y temporal completo
atendiendo a las «exigencias del cuerpo y del espíritu» 5\ la consecución
de un orden civil, la prosecución y acrecentamiento de la cultura, la justa
distribución de los bienes adqUiridos. el ejercicio de las legítimas liber-
tades con las limitaciones que derivan de la convivencia con los demás
ciudadanos ... La búsqueda del fin propio. para el que está dotada de me-
dios aptos, no puede ser obstáculo. antes debe favorecer las exigencias
de orden espiritual y sobrenatural que corresponden a la dignidad del
hombre en su dimensión más excelsa 52.
     Sí deseo insistir en la ordenación que han de imprimir a la vida los
creyentes y más en concreto los católicos. La responsabilidad última de
esta ordenación corresponde a cada hombre y se real iza por medio de

     51.   JUAN XXIII. Pacem in Terris. 57.
     52.   Cfr. JUAN XXIII. Pacem in Terris. 14.
LA DIGNIDAD DE LA PERSONA HUMANA                                           457

la conciencia «el núcleo más secreto y el sagrario del hombre», cuya
«dignidad ... requiere que actúe ... movido e inducido por convicción inter-
na personal. .. liberado totalmente de la cautividad de las pasiones ... » de-
biendo «dar cuenta de su vida ante el tribunal de Dios según la conducta
buena o mala que haya observado» 53. Una grave responsabilidad corres-
ponde a la Jerarquía de la Iglesia, la cual en «sus diversos ministerios or-
denados al bien de todo el cuerpo» fue instituída «para apacentar el pue-
blo de Dios y acrecentarlo siempre» 54. Es también propio de nuestro
tiempo y consigna del Concilio Vaticano 11 que los ministros dotados de
sagrada potestad estén «al servicio de sus hermanos , aJin de que todos
cuantos son miembros del pueblo de Dios y gozan por tanto de la digni-
dad cristiana tiendan libre y ordenadamente a un mismo fin y lleguen a la
salvación» 55.
     La misión de la Iglesia en el mundo, la misión de la Jerarquía instituí-
da por Cristo, continuadora de la obra evangelizadora, está suficientemen-
te clara en los documentos actuales del magisterio auténtico, de acuerdo
con las enseñanzas multiseculares. La lectura reposada del Concilio Va-
ticano 11, la meditación atenta de los mensajes pontificios ofrecen a todo
pensador la suficiente claridad para convencerle de que la promoción
de la dignidad sobrenatural es el objetivo que ha de buscar la Jerarquía
de la Iglesia.
     Podemos comprender que los no creyentes prescindan de esta di-
mensión suprema de la humana dignidad; cabe descubrir las razones por
las cuales aquellos se oponen a la concepción cristiana de la vida; puede
ser lógico que los imbuidos de ideas materialistas y temporalismos con-
templen al hombre y su dignidad en una dimensión meramente terrena y
busquen exclusivamente su bienestar en el mundo. Pero no existe justifi-
cación lógica, mucho menos cristiana, para que dentro de las estructuras
de la Iglesia, sociedad sobrenatural, y por parte de sus ministros, teórica
y prácticamente se atienda de manera exclusiva o primordial a la bús-
queda de una felicidad temporal, búsqueda que posiblemente sea sólo
verbal y no operativa, por lo que se refiere a los otros, al prójimo. Tal
actitud lleva consigo el olvido de la dignidad del hombre, al reducir el
ámbito de las exigencias propias del ser espiritual sobrenatural izado.
     Pablo VI da ejemplo del modo de orientar la vida humana, atendiendo
a la dignidad sobrenatural, a la vez que advierte de las desviaciones y pe-

   53.   Gaudiurn et Spes, 17.
   54.   Lurnen Gentiurn, 18.
   55.   Lurnen Gentiurn, 18.
458                                                              LUCIANO BARCIA

ligros que observa en el campo de la Iglesia. Ya al com ienzo de su Pon-
tificado, en la encíclica «Ecclesiam suam", al dar cuenta de las transfor-
maciones y progresos, que cambian las formas exteriores de vida y los
modos de pensar de la humanidad, observa que «todo ello, como las
olas del mar, envuelve y sacude a la Iglesia misma: los espíritus de los
hombres que a ella se confían están frecuentemente influídos por el cli-
ma del mundo temporal; de tal manera que un peligro como de vértigo ... ,
de alienación puede sacudir su misma solidez e inducir a muchos a ir
tras los más extraños pensamientos, imaginando como si la Iglesia de-
biera renegar de sí misma y abrazar novísimas e impensadas formas de
vida» 56. Estas palabras fueron pronunciadas en 1964 (la encíclica tiene
fecha de 6 de agosto). Ha transcurrido una decena de eños y lo que antes
constituía un peligro es hoy una triste realidad. El hombre y su vida son
contemplados por muchos cristianos, que se dicen católicos, prescindien-
do de la elevación por la gracia al orden sobrenatural. Los estragos cau-
sados en la Iglesia y en las almas por esta concepción están patentes al
observador imparcial y sereno. Claro es que ante las perspectivas reales
del mundo religioso actual no faltan los optimismos, basados para algu-
nos en la alegría que les produce la demolición (autodemolición la llama
el Papa) de la Iglesia; explicables en otros porque esta realidad ha ser-
vido para su medro personal; justificados para otros porque confían en la
promesa del Divino Maestro «He aquí que yo estaré con vosotros hasta
el fin de los siglos» 57.
      Y, mientras tanto, el Romano Pontífice continúa advirtiendo de los pe-
ligros y enseñando. Pueden verse entre otras sus alocuciones de 10 de
julio 58 y de 20 de noviembre de 1968 59 , de 23 de octubre de 1974 6°. En la
alocución de 4 de septiembre de 1968 recoge el Papa palabras del Conci-
lio Vaticano 11: «el aspecto más sublime de la dignidad humana es su vo-
cación a la Comunión con Dios (Gaudium et Spes, n. 19) que parecen re-
petir las famosas de San Agust ín en el I Capítulo de las «Confesiones»:
«Nos hiciste, Señor, para Ti; y nuestro corazón vive intranquilo hasta des-
cansar en Ti» 61. Recogiendo palabras de sus Predecesores afirma que
para que el pueblo cristiano se conserve como tal y ejerza su función de
luz y de sal de la tierra «debe repetirse a sí mismo la palabra de San

  56.    PABLO VI, Ene. Ecclesiam Suam, en -Eec/esia. 1964 (1024) 1087.
  57.    Mt. 28, 20.
  58.    Cfr. «Eec/esia - 1968 (1399) Y ss.
  59.    Cr. «Eeelesia- 1968 (1418) 6 ss.
  60.    Cfr. «Eeelesia. 1974 (1715) 5 s.
  61 .   Cfr. «Eeelesia. 1968 (1407) 7.
LA DIGNIDAD DE LA PERSONA HUMANA                                                      459

León Magno, «Ten conciencia, oh cristiano, de tu dignidad ... , elevado al
consorcio de la naturaleza divina ... y no quieras caer en la bajeza de
la vieja conducta ... ». Se habla realmente mucho de la dignidad de la
persona humana a nivel natural... esta dignidad ha sido extraordinaria-
mente superada a nivel sobrenatural. .. El humanismo no nos basta, por-
que no reconoce la elevación del hombre, revelada a nosotros y comuni-
cada por designio divino» 62.
     El ejemplo dado por el Romano Pontífice debe ser seguido por todos
los católicos, a nivel de jerarquía y a nivel de fieles, también cuando
proclama la necesidad que tenemos de un «encuentro con el Espíritu ... en
el secreto del corazón, en la soledad de la propia personalidad y ... en
la oración», hasta llegar a la «sublimación de la vida natural en una vida
sobrenatural» 60.
     Hablando de la ordenación de las relaciones políticas por parte de la
autoridad civil afirmaba el Papa Juan XXIII que los gobernantes deben
procurar el bien de todo el hombre «por las vías adecuadas y escalona-
damente, de tal forma que respetando el recto orden de los valores
ofrezcan al ciudadano la prosperidad material y al mismo tiempo los
bienes del espíritu» 64. La preocupación por los bienes del espíritu, que
no es ajena a la autoridad civil, es tarea primordial de las autoridades de
la Iglesia, la cual tiene una preocupación legítima por la ordenación de
las tareas temporales. Esta preocupación no se entiende en el sentido
de que deba organizar técnicamente la vida social o laboral, sino en el
sentido de que debe cristianizar los aspectos indicados de la vida 65. Es
sabido que por razón de su misión «la Iglesia puede y debe dar doctrina
moral sobre materias temporales. Baste recordar que de los diez manda-
mientos -resumen y compendio de la ley natural como decía San Agus-
tín y recuerda el Catecismo Romano- siete se refieren a «cuestiones
temporales». Cualquier tratado de Teología Moral dedica la mayor parte
de la Moral especial a temas de este tipo, tanto si el autor estudia la ma-
teria según las virtudes, como si lo hace según los mandamientos» 66.
     Mas la perspectiva desde la cual se preocupa legítimamente de las
tareas temporales la Iglesia es la perspectiva de la sobrenaturalidad y

    62.    Cfr. uEcclesia_ 1461 (1969) 1369 s.
    63.    Cfr. «Ecclesia. 1774 (1975) 770.
    64.    JUAN XXIII, Pacem in Terris, 57.
    65.    Cfr. PIO XI, Quadra'gessimo Anno, 14, en Colección de Encíclicas, edito Semina-
rio de    Publicaciones de la Junta Técnica Nacional de la A.C.E., 1942, pág. 467 s.
    66.    J. HERVADA, Magisterio eclesiástico y cuestione's temporales, «Palabra. 111
 (1974)   6 ss.
460                                                                LUCIANO BARCIA

eternidad, cuya búsqueda y promoclon le corresponde de manera directa
y propia. La tentación de temporalismo que estamos padeciendo y que
denuncia repetida e insistentemente el Romano Pontífice consiste en el
olvido y abandono por parte de los estamentos de la Iglesia de la dimen-
sión exigida por la verdadera dignidad del hombre histórico. Cuando el
profesor Hervada califica de «problema» las declaraciones eclesiásticas
sobre temas temporales, lo hace viendo que la línea de atención a la sal-
vación de las almas «apenas es detectable en tantas declaraciones actua-
les », que «invaden el campo de la sociedad civil o, en casos extremos,
subvierten tot~lmente la misión de la Iglesia intentando situarla en una
línea claramente temporal y política» 67.
      La ordenación cristiana de la vida supone una ordenación jerarquiza-
da de valores humanos. Cuando esta ordenación se hace en nombre de
la Iglesia o por sus autoridades legítimas, también debe respetar la mi-
sión de las autoridades civiles. No corresponde a la Iglesia gobernar tem-
poralmente a los pueblos y naciones suplantando a los Reyes, Presiden-
tes de República o Jefes de Estado .. . Pertenece en cambio a la misión de
la Iglesia la formación de la conciencia de súbditos y gobernantes de ma-
nera que ellos procuren rectamente el bien de la ciudad temporal. Objeto
de la ordenación cristiana que ha de promoverse dentro de la Iglesia
Católica, teniendo presente la dimensión que deriva de la dignidad so-
brenatural del hombre son todos los problemas que al hombre afectan:
los problemas de la vida y de la muerte, de la salud y de la enfermedad,
de la pobreza y la riqueza, del trabajo y del descanso, de la justicia y del
amor, del matrimonio y la familia, de la guerra y de la paz, de la libertad
y de la obediencia ...
      Séame permitido recoger unas palabras de San Agustín que atesti-
 guan la eficacia de la ordenación cristiana de la vida humana, también por
 lo que se refiere a las realidades temporales y de la convivencia social:
 « Tú (se refiere a la Iglesia Católica) enseñas a los reyes a mirar por el
 bien de los pueblos y a los pueblos a prestar acatamiento a los reyes.
 Tú muestras cuidadosamente a quién es debida la alabanza y la honra,
 a quién el afecto, a quién la reverencia, a quién el temor, a quién el con-
 suelo, a quién el aviso, a quién la exhortación, a quién la blanda palabra
 de la corrección ... a quién el castigo, y manifiestas también en qué ma-
 nera, como quiera que sea verdad que no todo se debe a todos, hay que
 deber no obstante a todos caridad y a nadie agravio» 68 . Y en otro lugar:

      67.   J. HERVADA, loe. cit., pág. 7.
      68.   S. AGUSTIN, De moribus Ecclesiae Catholicae, cap. XXX, núm . 63.
LA DIGNIDAD DE LA PERSONA HUMANA                                              461

«Los que dicen ser la doctrina de Cristo nociva a la república, que nos den
un ejército de soldados tales como la doctrina de Cristo manda, que nos
den asimismo regidores, gobernadores, cónyuges, padres, hijos, amos,
siervos, reyes, jueces, tributarios, en fin, y cobradores del fisco, tales
como la enseñanza de Cristo los quiere y forma; y una vez que los hayan
dado, atrévanse entonces a decir que semejante doctrina se opone al
interés común; antes bien, habrán de reconocer que es la gran prenda
para la salvación del Estado, si todos la obedeciesen» 69 .

v.     A MODO DE CONCLUSION .

     La doctrinE. cristiana, cuya guarda y exposlclon ha sidoencomenda-
da a la Iglesia Católica, ofrece sus propios principios acerca de la digni-
dad del hombre. Por fidelidad a la misión que le ha sido encomendada no
puede abandonar aquellos principios a la hora de entrar en diálogo con
el mundo y a la hora de analizar el contenido de la palabra dignidad, tan
usual hoy en los escritos y en las declaraciones de los hombres.
     La dignidad del hombre que la Iglesia descubre con la luz de la reve-
lación es el fundamento que justifica la orientación que debe darse a la
vida. La meta última es la posesión de una vida sobrenatural y el triunfo
del mensaje de Cristo en el mundo. No puede desconocerse el valor y la
autonomía de las realidades temporales, de los bienes naturales del cuer-
po y del espíritu. Pero estos adquieren su mayor dignidad cuando son
elevados y sublimados por la posesión de la vida de la Gracia. La conquis-
ta de esta dignidad es tarea que corresponde personalmente a todos y
cada uno de los hombres; es tarea encomendada a la Iglesia, que ha de
hacer a los hombres partícipes de los medios de salvación.

     69.   S. AGUSTIN, Episto!a CXXXVIJI, ad Marcellinum, cap. 11, núm. 15.
También puede leer